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Bible Commentaries
Ezequiel 48

Comentario de Sutcliffe sobre el Antiguo y el Nuevo TestamentoComentario de Sutcliffe

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Versículos 1-35

REFLEXIONES . En el cap�tulo cuarenta y cinco, el profeta hab�a comenzado a describir la divisi�n de la tierra, pero siendo atra�do por las asombrosas aguas del r�o de la vida, se desvi� para describir sus virtudes curativas y el curso que tomaron hacia el este. En los dos vers�culos que preceden a este cap�tulo, retoma el tema.

Podemos observar aqu� que el modo de dividir el pa�s es muy diferente al que hizo Josu�, porque aqu� encontramos que a los extranjeros se les permite una herencia con los jud�os; una clara insinuaci�n de que el muro de separaci�n, que una vez separ� el atrio de los gentiles del atrio de Israel, ha sido eliminado en Cristo.

Las doce tribus recibieron una porci�n cada una; ni se dice nada, como orden� Mois�s, que las tribus m�s pobladas deber�an recibir una proporci�n mayor. La tierra parece estar dividida en lotes iguales, ya que San Juan ha representado a doce mil sellados de cada tribu. Apocalipsis 7 . Pero se puede decir, �no est�n casi extintas muchas de las tribus? Es cierto, sin embargo, la divisi�n de la tierra y el sellamiento de doce mil en cada tribu, sin duda est�n dise�ados para exhibir a la iglesia de Cristo como un cuerpo perfecto: porque si los jud�os son desgajados por la incredulidad, Dios puede injertar a los gentiles en la acci�n.

Tememos, pues, que nos quede una promesa, no sea que alguno de nosotros parezca no cumplirla. Corramos de tal manera que podamos obtener; y en la hora de la tentaci�n escucha esa voz, diciendo: "Nadie tome tu corona". Si los altivos reh�san la cena que el Se�or ha provisto, �l llenar� su palacio de cobardes y ciegos.

Los sacerdotes ten�an su suerte cerca del santuario, y los levitas ten�an la suya en el centro de las tribus, a fin de estar preparados para el servicio de Dios y para la instrucci�n del pueblo. Por eso, el Se�or Hawing hizo de los sacerdotes su primer cuidado, espera que hagan de las almas del pueblo su �nica preocupaci�n, y lo exigir� de ellos en el d�a de la cuenta.

Las tribus se organizaron en un orden bastante diferente al antiguo. Dan ten�a su suerte en un rinc�n; su antiguo lote estaba en el suroeste. Jud� y Benjam�n, como de costumbre, rodearon la ciudad del Se�or.

La ciudad en s� era amplia y gloriosa. Cada lado ten�a cuatro mil quinientas medidas o ca�as, lo que hac�a una circunferencia cuadrada de dieciocho mil medidas, o aproximadamente nueve de nuestras millas de puerta a puerta, y treinta y seis mil millas de circunferencia, m�s grande que toda la tierra de Cana�n, una prueba presunta. que no se pretende una ciudad material, sino espiritual, incluso la ciudad del Dios viviente.

La incredulidad de los jud�os en el tiempo de nuestro Se�or fue fomentada por una interpretaci�n literal de las profec�as, que bajo espl�ndidas figuras tomadas de escenas terrenales sombreaban ese imperio superior y espiritual que �l vino a establecer; y sus esperanzas carnales y perspectivas de dominio temporal y gloria llevaron al rechazo del verdadero Mes�as, la naturaleza de cuyo reino no pudieron comprender.

Tampoco es mucho menos enga�oso esperar un cumplimiento literal de las predicciones que hemos estado contemplando, lo que en efecto ser�a regresar a esa dispensaci�n sombr�a que el evangelio pretende reemplazar, en lugar de avanzar a esa gloria m�s brillante y espiritual que ser� el futuro. revelado en los �ltimos d�as, y, en lugar de convertir a los jud�os al cristianismo, devolver�a a la iglesia cristiana a un estado de juda�smo.

El nombre de la ciudad, JEHOV� Samma, el Se�or est� all�, era m�s grande que todas las ciudades de la tierra. Cuando ese sea el caso, podemos cantar con los �ngeles, los tabern�culos de Dios est�n con los hombres, y �l morar� con ellos para siempre. Esta Si�n, que, aunque inaplicable a una ciudad terrestre, es la habitaci�n de Dios; y no ser� olvidada ni confundida por los siglos de los siglos. Que el Se�or perdone todos mis errores y disculpe toda mi ignorancia al revisar estas profec�as; y que a su debido tiempo nos d� una luz m�s clara sobre el misterio de su consejo y amor. Am�n.

Información bibliográfica
Sutcliffe, Joseph. "Comentario sobre Ezekiel 48". Comentario de Sutcliffe sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/jsc/ezekiel-48.html. 1835.
 
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