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Bible Commentaries
1 Corintios 6

Comentario Popular de la Biblia de KretzmannComentario de Kretzmann

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Versículo 1

�Alguno de ustedes, teniendo un asunto contra otro, se atreve a acudir ante los injustos y no ante los santos?

Versículos 1-4

Ir a la abogac�a con los hermanos.

La carga:

Versículo 2

�No sab�is que los santos juzgar�n al mundo? Y si el mundo es juzgado por vosotros, �sois indignos de juzgar los asuntos m�s peque�os?

Versículo 3

�No sab�is que juzgaremos a los �ngeles? �Cu�ntas cosas m�s de esta vida!

Versículo 4

Entonces, si ten�is juicios sobre cosas pertenecientes a esta vida, ponlos a juzgar a los menos estimados en la iglesia.

El comienzo de este cap�tulo est� marcado por un brusco estallido de sentimiento de indignaci�n por la conducta indigna manifestada por algunos de los cristianos corintios, probablemente de origen gentil: �Se atreve alguno de ustedes, cuando tiene un asunto contra otro, a entablar una demanda? ante los injustos y no ante los santos? �Alguien tiene el coraz�n para hacer aquello de lo que un justo sentido de dignidad cristiana deber�a haberlo restringido? �Nadie se sonroja por su propia audacia al presentar una demanda de esta manera? La palabra usada por el ap�stol se refiere a una demanda civil, generalmente en asuntos de dinero y posesiones.

En opini�n de Pablo, era simplemente inaudito que las controversias entre los cristianos se ventilaran en los atrios de los gentiles. Para �l era evidente que todas las cuestiones de diferencia deb�an ser ajustadas en su propio medio, por su propia gente. Porque parec�a una contradicci�n en s� mismo que aquellos que fueron llamados injustos, injustos, por los cristianos fueran llamados a arreglar las disputas dentro de la congregaci�n, para administrar justicia a los santos, cuya dignidad moral deber�a haber sentido el absurdo de la posici�n.

"Pablo no condena aqu� a los que por necesidad tienen causa ante jueces incr�dulos, como cuando una persona es citada a un tribunal; sino a los que por su propia voluntad introducen a sus hermanos en esta situaci�n y los hostigan, por as� decirlo, por medios de los incr�dulos, mientras est� en su poder emplear otro remedio "(Calvino).

El ap�stol prosigue su acusaci�n con una referencia a sus prerrogativas incomparables: �O no saben, puede ser que ignoren el hecho de que los santos juzgar�n al mundo? Este es el �nico pasaje de las Escrituras que habla de la participaci�n de los creyentes en el juicio del mundo. Lo que se dijo de los ap�stoles en particular, Mateo 19:28 , se extiende aqu� a todos los verdaderos seguidores de Cristo.

Vea Daniel 7:22 ; Apocalipsis 2:26 ; Apocalipsis 20:4 ; 2 Tesalonicenses 1:10 ; Judas 1:14 .

Tan �ntima y perfecta es la uni�n de los miembros con Cristo, su Cabeza, que cuando la Cabeza aparezca en la gloria del Juicio, los miembros tambi�n tomar�n parte en esta funci�n judicial. Y, por tanto, Pablo pregunta: Si, entonces, entre ustedes, antes que ustedes, el mundo es juzgado, �son indignos de los tribunales m�s peque�os, son incapaces de emitir juicio sobre nimiedades comparativas? Si van a participar en esa grandiosa y gloriosa sesi�n del Juicio Final, seguramente lo terrenal, lo com�n, lo insignificante no puede ser demasiado dif�cil para ellos. �Qu� absurdo para ellos actuar de esa manera!

A alturas a�n mayores se eleva el ap�stol: �No sab�is que juzgaremos a los �ngeles, que ser� parte de nuestras funciones dictar sentencia sobre los poderes celestiales mismos? Los �ngeles buenos est�n excluidos por haber sido ya confirmados en su bienaventuranza y por formar parte del s�quito de Cristo en el D�a del Juicio. Pero sobre los �ngeles malignos los creyentes, en el �ltimo d�a, pronunciar�n la sentencia de condenaci�n.

El mismo Satan�s, el dios de este mundo, 2 Corintios 4:4 , y sus �ngeles, ellos mismos gobernantes del mundo, Efesios 6:12 , escuchar�n su condenaci�n hablada tambi�n por los creyentes a quienes aqu� trataron de apartar de Cristo. �El destino final de los �ngeles, su sentencia, decidir�, verdaderamente, por no hablar de asuntos seculares, de cosas que conciernen s�lo a esta vida! Tales asuntos los cristianos no considerar�n por debajo de su dignidad; m�s bien, la seguridad de su futura posici�n elevada los har� m�s cuidadosos y concienzudos en su juicio de las cosas de esta vida en caso de que haya una diferencia de opini�n entre ellos sobre cualquier cuesti�n.

El ap�stol ahora muestra cu�n ampliamente difer�a su pr�ctica del estado ideal que �l ten�a en mente: si ahora sus tribunales se llevan a cabo para la resoluci�n de demandas civiles, si los lleva a cabo para enderezar sus asuntos seculares, entonces aquellos que son totalmente despreciados en la Iglesia, estos los estableciste como jueces. Cuando se celebr� el tribunal en Corinto, las partes estaban obligadas a comparecer que ten�an una demanda civil que entablar.

Con el fin de resolver los asuntos, las partes contendientes podr�an entonces seleccionar un n�mero de hombres de la lista de nobles cuyos nombres se inscribieron en las listas como posibles jueces; pues seg�n la costumbre romana se conced�a este derecho a las partes contendientes a fin de que pudieran depositar plena confianza en la integridad de los hombres que iban a actuar como jueces. �Qu� contradicci�n m�s absurda! Los cristianos que fueron llamados a la esperanza de juzgar al mundo e incluso a los poderes celestiales seleccionaron como jueces a aquellos que, a pesar del respeto que gozaban como ciudadanos, eran considerados, desde el punto de vista de los creyentes, como desprovistos de todo honor y el respeto.

�Uno puede imaginarse la sonrisa triunfante y autosuficiente que apareci� en los rostros de los jueces cuando los cristianos en disputa presentaron su caso ante ellos! �Qu� verg�enza para la confesi�n cristiana y para el nombre de Cristo el ser encontrado regateando y discutiendo ante una corte gentil mientras se confiesa ser seguidores del Pr�ncipe de Paz!

Versículo 5

Hablo de tu verg�enza. �Es as� que no hay un sabio entre ustedes? no, �no uno que pueda juzgar entre sus hermanos?

Versículos 5-8

La reprensi�n del ap�stol:

Versículo 6

Pero hermano va a juicio con hermano, y eso ante los incr�dulos.

Versículo 7

Ahora, por lo tanto, hay una falta total entre ustedes porque van a la ley unos con otros. �Por qu� no os equivoc�is m�s bien? �Por qu� no os dej�is defraudar m�s?

Versículo 8

No, hac�is mal y defraud�is, y eso a vuestros hermanos.

No es de extra�ar que Pablo, en tales circunstancias, deba llamarles la verg�enza; su conducta es vergonzosa y totalmente impropia de la de los cristianos mansos y caritativos. Y enfatiza este punto a�n m�s: �Hasta este punto han progresado las cosas que no hay un sabio entre ustedes que pueda tomar una decisi�n entre sus hermanos? �No hab�a un solo hombre con suficiente experiencia para arbitrar un asunto cuando surg�a una causa? Concluye que evidentemente no existe tal hombre, ya que un hermano est� involucrado en un litigio con otro, �y eso ante los incr�dulos! Si hubiera un solo hombre en la congregaci�n lo suficientemente sabio como para resolver tales asuntos en privado, seguramente lo habr�an llamado para que resolviera las disputas. Y as�, expresan sus quejas entre s� ante los magistrados incr�dulos.

Pablo ahora deja al descubierto la verdadera ra�z del asunto: De hecho, es un perjuicio total para usted, algo malo para todos, que tenga demandas. Desde el principio, es una derrota para ellos, moralmente hablando, que alguna vez llegue a ese punto, que sus diferencias lleguen a ese punto. Su caso se pierde antes de que hayan entrado en la corte, y su acci�n representa un hundimiento del alto nivel del sentimiento cristiano puro.

La causa del cristianismo est� destinada a verse perjudicada por tal comportamiento, porque los gentiles naturalmente juzgar�n el valor moral del movimiento por la evidencia de su poder en la vida de los cristianos. �C�mo deben comportarse los creyentes de todos los tiempos en casos que podr�an convertirse en juicios de acuerdo con la experiencia com�n de la humanidad ?, afirma el ap�stol en la forma m�s llamativa de preguntas: �Por qu� no sufr�s m�s bien la injusticia? �Por qu� no prefiere someterse al fraude? Pablo reproduce aqu� la ense�anza de Jes�s, Lucas 6:27 .

Siguiendo el ejemplo de Jes�s y de Pablo, los creyentes se ver�n obligados en todo momento a sufrir injusticias en lugar de afligirlas. Pero los litigantes de la congregaci�n corintia no hab�an llegado todav�a a esta etapa de amor desinteresado: es m�s bien que cometes mal y defraudes, privas a tu pr�jimo de lo que es suyo, y eso, literalmente, a tus hermanos. La relaci�n espiritual que existe entre los creyentes deber�a hacerlos m�s dispuestos a entregarse a su hermano en el amor, pero en lugar de eso provocan peleas, infligen mal.

"Pablo aqu� no ataca a la corte, sino a la falta del coraz�n de que un hermano convocara al otro ante la corte secular, es decir, ante enemigos de la fe. Porque no proh�be invocar la justicia y buscar el sustento de la vida, De lo contrario, a un amo no se le permitir�a arrancar el cordero del lobo. Sin embargo, ellos buscaron su propia venganza; trataron de traer deshonra a su hermano. Pero este texto significa ense�arnos que ni el ansia o el deseo de venganza deben ser nuestro motivo para pedir ayuda al juez, sino m�s bien justicia y necesidad ".

Versículo 9

�No sab�is que los injustos no heredar�n el reino de Dios? No se dejen enga�ar; ni fornicarios, ni id�latras, ni ad�lteros, ni afeminados, ni abusadores de s� mismos con los hombres,

Versículos 9-11

Una advertencia para los cristianos inmorales:

Versículo 10

ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los injuriosos, ni los estafadores heredar�n el reino de Dios.

Versículo 11

Y as� erais algunos de vosotros; pero sois lavados, pero sois santificados, pero sois justificados en el nombre del Se�or Jes�s y por el Esp�ritu de nuestro Dios.

El ap�stol acababa de decirles a los corintios que estaban lejos de mostrar la mente de Cristo, que m�s bien estaban obrando mal, que estaban exhibiendo una disposici�n vengativa e injusta al presentar demandas contra sus hermanos ante los tribunales gentiles. Ahora ampl�a este pensamiento: �O no saben que los malhechores no heredar�n el reino de Dios, no se dar�n cuenta de la consumaci�n de todas las esperanzas cristianas? Su conducta, aunque sea por ignorancia, los coloca al mismo nivel que los paganos.

Y entonces Pablo agrega una advertencia: No se enga�en; no dej�is que las ideas necias se apoderen de vuestras mentes. Sus lectores no deb�an cometer el error de que la libertad del Evangelio era equivalente al libertinaje y la licencia; la gracia gratuita no implica el derecho a pecar. Por el contrario, los pecados que prevalec�an tanto en Corinto y a los que algunos miembros de la iglesia hab�an sido adictos, exclu�an absolutamente al transgresor de la herencia del reino de Dios.

A estos flagrantes violadores de la santa voluntad de Dios pertenec�an los fornicarios, aquellos que buscaban la satisfacci�n de su lujuria fuera del v�nculo matrimonial; los id�latras, que adoraban a dioses extra�os; los ad�lteros, que rompieron el v�nculo matrimonial; estos tres pecados se practicaban abiertamente en Corinto en el culto de la diosa pagana; las voluptuosas, adictas a todas las formas de sensualidad; los sodomitas, culpables de los vicios antinaturales practicados por los griegos de una manera tan desvergonzada; los ladrones, los codiciosos, los borrachos, los injuriosos, los saqueadores o extorsionadores. Observe c�mo la repetici�n de la negaci�n enfatiza el hecho de su exclusi�n absoluta de las bendiciones que Dios ha reservado para los creyentes.

Y ahora el ap�stol, a su manera habitual, recuerda a los cristianos corintios los gloriosos dones de misericordia que han recibido, contrastando su estado actual con el anterior a su conversi�n: Y estas cosas eran algunos de ustedes. Tales cosas, tal conjunto, tales abominaciones hab�an sido, es decir, algunas de ellas; la mayor�a de ellos, afortunadamente, no hab�an sido culpables de tales extremos de vicio. Pero estas cosas son ahora una cosa del pasado, porque fueron lavados en el Bautismo, el poder de Dios en el Sacramento quit� toda su inmundicia, Tito 3:5 ; Hechos 22:16 ; Colosenses 2:11 ; Efesios 5:26 .

Fueron santificados; fueron separados del mundo y consagrados a Dios por ese mismo acto sagrado, fueron trasladados a la comuni�n con Dios. Fueron justificados; hab�an entrado en ese estado en el que Dios los considera justos y justos, en el que les imputa la justicia de Jesucristo. Y todo esto se hizo en el nombre del Se�or Jesucristo, por medio de quien todos los dones de la gracia han sido posibles, y en el Esp�ritu de nuestro Dios, por cuyo poder se efect�a la regeneraci�n.

Los creyentes son propiedad sagrada y viva de Cristo, porque el Esp�ritu de Dios vive en ellos. As�, la entrada de los cristianos en su estado de gracia se manifiesta en todo su glorioso contraste con la vil condici�n de los no regenerados, a fin de que el recuerdo de estos privilegios siempre los incite a una vida que est� de acuerdo con su vocaci�n celestial.

Versículo 12

Todo me es l�cito, pero no todo conviene; todas las cosas me son l�citas, pero no me dejar� dominar por ninguna.

Versículos 12-14

La necesidad de mantener el cuerpo sin mancha.

Conveniencia cristiana:

Versículo 13

Carnes para la panza y carnes para la panza; pero Dios los destruir� a ambos. Ahora bien, el cuerpo no es para la fornicaci�n, sino para el Se�or, y el Se�or para el cuerpo.

Versículo 14

Y Dios ha levantado al Se�or y tambi�n nos levantar� a nosotros por su propio poder.

El ap�stol se ha referido repetidamente al hecho de que la libertad cristiana y la licencia de la carne son incompatibles. El amor de Cristo debe regular el uso de la libertad cristiana de acuerdo con la regla de que todas mis obras que tengo el poder de realizar son para ayudar y beneficiar a mi pr�jimo; y por otro lado, la libertad cristiana no sufrir� nada sobre lo que yo tenga poder para dominarme y llevarme cautivo.

La laxitud de la moral en la congregaci�n de Corinto no pod�a excusarse con el lema: Todo est� en mi poder, cap. 3:22. El hecho en s� mismo se mantiene, pero debe equilibrarse con el principio de conveniencia y con la distinci�n entre libertad y licencia. Un cristiano puede tener poder para hacer todas las cosas, pero descubrir� que no todas las cosas son ventajosas, no son buenas para su propio bienestar. Y de nuevo: Ciertas cosas pueden estar en el poder del cristiano, pero ser�a una tonter�a usarlas en exceso (templanza, continencia), porque en ese caso son aptas para dominarlo, y as� por el abuso de su libertad. perder� los frutos m�s ricos de esta libertad.

El ap�stol trae dos ejemplos para ilustrar su significado: alimentos para el est�mago y el est�mago para sus alimentos. Dios ha creado las diversas clases de alimentos con el prop�sito de que el cuerpo los reciba y digiera en el est�mago, y ha dise�ado el est�mago con el prop�sito de recibir los alimentos y participar en su digesti�n. Y Dios finalmente abolir�, destruir�, tanto el est�mago como los alimentos.

De modo que el proceso de comer es algo moralmente indiferente en s� mismo. Pero volverse esclavo del est�mago, ceder a la intemperancia, es obviamente un abuso del poder otorgado por Dios. El otro caso es m�s grave: el cuerpo no para la fornicaci�n, sino para el Se�or, y el Se�or para el cuerpo. No se puede argumentar que la capacidad de procrear y el deseo ven�reo justificar�n en cualquier momento una transgresi�n de la santa regla de Dios sobre el car�cter sagrado del v�nculo matrimonial.

La fornicaci�n es una perversi�n de los usos leg�timos del cuerpo, que tiene relaciones m�s importantes, m�s vitales, que las relacionadas con esta vida en la tierra. El cuerpo pertenece al Se�or, est� hecho para el uso del Se�or; debe encontrarse empleado en Su servicio. Y el Se�or, a su vez, vivir� en el cuerpo, �l mismo ser� su verdadero alimento y sustento, Juan 6:15 .

Este hecho se pone de manifiesto con mayor fuerza, porque el destino del cuerpo es la vida eterna: pero Dios ha levantado al Se�or y nos levantar� a nosotros con su poder. La resurrecci�n de Cristo de la tumba fue lo primero, pero nosotros, como Sus hermanos y miembros, seguiremos nuestras primicias en Su resurrecci�n, y nuestros cuerpos ser�n modelados a semejanza de Su cuerpo inmortal. Pero siendo estas cosas as�, �c�mo puede un cristiano entregar su cuerpo como instrumento de inmoralidad?

Versículo 15

�No sab�is que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? Entonces, �tomar� los miembros de Cristo y los har� miembros de una ramera? �Dios no lo quiera!

Versículos 15-20

Una seria advertencia contra la inmoralidad:

Versículo 16

�Qu�? �No sab�is que el que se une a una ramera, es un solo cuerpo? Porque dos, dice �l, ser�n una sola carne.

Versículo 17

Pero el que se une al Se�or es un solo esp�ritu.

Versículo 18

Huid de la fornicaci�n. Todo pecado que comete el hombre es sin el cuerpo; pero el que comete fornicaci�n, peca contra su propio cuerpo.

Versículo 19

�Qu�? �No sab�is que vuestro cuerpo es templo del Esp�ritu Santo que est� en vosotros, el cual ten�is de Dios, y no sois vuestro propio?

Versículo 20

Porque hab�is sido comprados por precio; por tanto, glorifica a Dios en tu cuerpo y en tu esp�ritu, que son de Dios.

El ap�stol habla con santo celo, con justa indignaci�n, sin reservas, trayendo la verdad en su espantosa desnudez. Su objetivo es llevar a la conciencia de sus lectores el car�cter abominable del vicio que ostentaba sus estandartes tan descaradamente en su ciudad; lo despliega en toda su repugnancia, mediante una presentaci�n v�vida y concreta: �No sab�is que nuestros cuerpos son miembros de Cristo? �Deber�a, entonces, quitar los miembros de Cristo y convertirlos en miembros de una ramera? De ninguna manera.

Cristo es la Cabeza de la Iglesia, y cada creyente por fe se convierte en miembro de esta �nica Cabeza; es uno de los �rganos de ese gran cuerpo y est� destinado a funcionar �nicamente en inter�s del Se�or. �Deber�a, entonces, alguien olvidar hasta el momento la dignidad que se debe a Cristo y a su servicio como para convertir su cuerpo en miembro de una ramera y as� volverse infiel a su llamado e infiel a su Se�or? La misma sugerencia llena de horror al ap�stol; porque �c�mo se podr�a elegir una ramera en lugar de Cristo? �C�mo podr�a uno alienar sus afectos de su verdadero due�o y centrarlos en una conexi�n tan imp�a?

Por temor a que los corintios a�n no lo hayan entendido o malinterpreten deliberadamente sus palabras, San Pablo amplifica a�n m�s: �O no sab�is que el que se une a la ramera es un solo cuerpo con ella? Porque, dice Dios, los dos ser�n una sola carne, G�nesis 2:24 . Esta bendici�n de Dios ten�a la intenci�n de santificar la relaci�n leg�tima del matrimonio.

Pero el que quebranta la ordenanza de Dios y busca la satisfacci�n de la mera lujuria fuera del v�nculo matrimonial, se convierte en un cuerpo con otro que no es su esposa. Pero la palabra del Se�or permanece: El coito carnal significa unidad de los cuerpos. La uni�n sexual constituye un v�nculo permanente entre las partes culpables, porque la palabra del Se�or se aplica a cada uni�n, ya sea legal o ilegal, honorablemente verdadera o vergonzosa. Ninguna presentaci�n podr�a describir el pecado de la fornicaci�n con m�s exactitud en su repugnante repugnancia que la que usa aqu� el ap�stol.

Una vez m�s enfatiza el contraste: Pero el que se adhiere al Se�or es un esp�ritu con �l. Una uni�n maravillosa, real, duradera y bendita es aquella en la que el creyente entra en y por la regeneraci�n. Porque el acto de fe establece un v�nculo de �ntima comuni�n con Cristo, hace que el creyente sea uno en esp�ritu con su Salvador en amor, no solo por la graciosa imputaci�n de su justicia, sino tambi�n por la morada de su Esp�ritu en el coraz�n. , Juan 14:20 ; Juan 15:4 ; Juan 17:23 ; Efesios 3:17 .

No es de extra�ar que este hecho impulse al ap�stol a repetir su urgente amonestaci�n: Huid de la fornicaci�n. En el caso de este pecado, ser�a una tonter�a ponerse de pie e intentar dar batalla, porque aqu� "el juramento m�s fuerte es paja contra el fuego en la sangre". Como en el caso de Jos�, la huida valiente es la �nica soluci�n a la dificultad. , Proverbios 6:28 .

Y nadie se enga�e a s� mismo con la excusa de que no est� da�ando a nadie con su complacencia en este pecado: Todo pecado que una persona comete est� fuera del cuerpo, pero el que comete fornicaci�n peca contra su propio cuerpo. Los pecados contra todos los dem�s mandamientos del Dec�logo tienen su finalidad fuera del cuerpo; si involucran los �rganos del cuerpo, como en el caso de la intemperancia, afectan y lesionan solo los �rganos transitorios y perecederos del cuerpo, y requieren para su comisionamiento algunos medios que se toman del exterior y son en s� mismos extra�os al cuerpo .

Pero los pecados contra el Sexto Mandamiento involucran la violaci�n de uno mismo, de los deseos mentales m�s �ntimos y de las habilidades f�sicas; todo el cuerpo est� contaminado y deshonrado, no solo en un sexo, sino en ambos, porque la religi�n cristiana no conoce una doble moral.

Para hacer sentir a los cristianos corintios el peso de su argumento, el ap�stol les remite a la reconocida dignidad que poseen los cuerpos de los creyentes como tales: �O no sab�is que vuestro cuerpo es templo del Esp�ritu Santo en vosotros, a quien tienes de Dios, y que no eres tuyo, tus propios amos? "�Cu�les son todos los otros dones en conjunto", dice Lutero, "adem�s de este don, que el Esp�ritu de Dios mismo, el Dios eterno, desciende a nuestros corazones, s�, a nuestros cuerpos, y vive en nosotros, gobierna, gu�a, y nos conduce! " Aunque Pablo se dirige a toda la congregaci�n, todav�a habla del cuerpo en singular, para resaltar una vez m�s el hecho de que todos son uno en Cristo Jes�s.

Cada uno para s� mismo y todos juntos son el templo del Esp�ritu Santo, que se ha dignado hacer de ellos Su morada, de ocupar Su morada en sus corazones y en sus cuerpos. Y por lo tanto, ya no son due�os de sus propios cuerpos, para realizar sus propias concupiscencias y deseos. Seg�n la idea pagana, la prostituci�n era una consagraci�n del cuerpo; seg�n la idea cristiana, es la profanaci�n m�s inmunda del cuerpo.

Los cristianos ya no pueden usar sus cuerpos para la satisfacci�n de sus pasiones pecaminosas, sino que est�n obligados a emplearlos para hacer la santa voluntad de Dios. Y con este fin San Pablo concluye con un poderoso llamamiento: Porque comprado ten�as un precio; �entonces glorifica a Dios en tu cuerpo! Los cristianos fuimos comprados, liberados, redimidos, del poder del pecado y del diablo, no con cosas corruptibles, como plata y oro.

El precio de nuestra redenci�n fue m�s bien de una naturaleza para hacernos estar en adoraci�n con asombro y alabanza por toda la eternidad: con la sangre preciosa de Cristo, como de un Cordero sin defecto y sin mancha, 1 Pedro 1:18 . A trav�s de esta redenci�n nos hemos convertido en los propios de Cristo y debemos servirle en justicia eterna, inocencia y bendici�n.

Esa es la inferencia del ap�stol: Glorifica a Dios en tu cuerpo; que todos los actos de todos tus �rganos y miembros se realicen con el objeto de aumentar Su honor y gloria, que tu cuerpo sea un templo en el que cada hombre sirva como sacerdote al Dios Alt�simo con toda castidad y decencia.

Resumen. El ap�stol reprende a los cristianos de Corinto por acudir a la ley con sus hermanos ante los tribunales gentiles; les advierte contra varios pecados, pero especialmente contra la fornicaci�n, ya que sus cuerpos son el templo del Esp�ritu Santo.

Información bibliográfica
Kretzmann, Paul E. Ph. D., D. D. "Comentario sobre 1 Corinthians 6". "Comentario Popular de Kretzmann". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/kpc/1-corinthians-6.html. 1921-23.
 
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