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Bible Commentaries
1 Tesalonicenses 2

Comentario Popular de la Biblia de KretzmannComentario de Kretzmann

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Versículo 1

De ustedes mismos, hermanos, sepan nuestra entrada a ustedes que no fue en vano;

Versículos 1-6

La manera de trabajar de Pablo en Tesal�nica. 1 Tesalonicenses 2:1

Vino con el humilde deseo de servir a Dios:

Versículo 2

pero incluso despu�s de que hab�amos sufrido antes, y fuimos suplicados vergonzosamente, como saben, en Filipos, fuimos valientes en nuestro Dios para hablarles el Evangelio de Dios con mucha contenci�n.

Versículo 3

Porque nuestra exhortaci�n no fue por enga�o, ni por inmundicia, ni por enga�o;

Versículo 4

pero como Dios nos permiti� confiar en el Evangelio, as� hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones.

Versículo 5

Porque en ning�n momento usamos palabras lisonjeras, como sab�is, ni disfrazamos de codicia; Dios es testigo;

Versículo 6

ni de los hombres buscamos gloria, ni de vosotros, ni de otros, cuando podr�amos haber sido gravosos como ap�stoles de Cristo.

El ap�stol aqu� retoma el pensamiento que hab�a abordado en el cap. 1: 9, de su primera venida a Tesal�nica: Porque sab�is, hermanos, nuestra entrada a vosotros, que no fue en vano. En el primer cap�tulo, hab�a hablado del testimonio voluntario que escuch� de otros mientras continuaba su trabajo en Acaya. Aqu� apela a su conocimiento de la situaci�n, al mismo tiempo que previene o elimina cualquier duda que, mientras tanto, pueda haber surgido en la mente de los tesalonicenses en cuanto a la solidez de la ense�anza que hab�an aceptado y en cuanto a la sabidur�a de haberla aceptado. la nueva doctrina tan r�pidamente.

Se les puede haber sugerido que, despu�s de todo, el nombre, la fe, la esperanza de los cristianos era cosa de vanidad, y que, por lo tanto, estaban sufriendo por ello en vano. Por eso Pablo enfatiza que su visita a ellos no fue una cuesti�n de tonter�a y vanidad, sino una misi�n de �xito vital.

Para llevar este pensamiento a casa, Pablo ahora entra en detalles hist�ricos: Pero habiendo sufrido antes y siendo insultados, como saben, en Filipos, confiamos en nuestro Dios para hablarles el Evangelio de Dios con intensa sinceridad. Estas palabras de Pablo corroboran el relato de Lucas en Hechos 16:1 . Pablo y Silas, aunque ciudadanos romanos, hab�an sido gravemente maltratados por los gobernantes de Filipos, los llamados pretores, y fueron azotados y encarcelados en oposici�n a la ley romana.

De este trato insultante que conoc�an los tesalonicenses, las heridas de Pablo y Silas probablemente a�n no hab�an sido curadas cuando llegaron a su ciudad. Sin embargo, a pesar de este ultraje, Pablo hab�a seguido adelante, seg�n el mandato del Se�or, Mateo 10:23 , llevando el Evangelio a otras ciudades y en primer lugar a Tesal�nica.

Al hacerlo, Pablo hab�a hecho uso de todo el valor y la valent�a para proclamar el Evangelio, confiando, como �l, en el poder de Dios, no en sus propios talentos naturales y audacia. Con el m�s intenso fervor y celo hab�a trabajado entre ellos, aun con el peligro de su vida. Este es el esp�ritu que debe actuar en todo momento a los ministros del Evangelio, haci�ndolos dispuestos a hacer todo y soportarlo todo por amor al Maestro y su preciosa noticia de salvaci�n.

No hab�a habido ni una pizca de ego�smo en el ministerio de Pablo: porque nuestra apelaci�n no es por fraude, ni por impureza, ni por enga�o, sino as� como hemos sido probados por Dios para que se nos conf�e el Evangelio, as� habla, no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones. El llamamiento de Pablo a los hombres en la obra de su ministerio, su exhortaci�n, su amonestaci�n, estaba libre de motivos impuros y siniestros.

�l mismo no fue v�ctima de fraude y error; no hab�a sido enga�ado para convertirse en un siervo de Cristo; no fue v�ctima de una superstici�n, de un enga�o. Adem�s, no estaba comprometido en la obra del ministerio por motivos sucios e impuros, incluidos la codicia y el ego�smo. Tampoco �l, a su vez, hab�a hecho uso de la astucia y la astucia con el objeto de enga�ar a sus oyentes; todos los trucos deshonestos de enga�ar y atrapar estaban lejos de �l.

Su misi�n, enf�ticamente, no fue el resultado del ego�smo. Pero la situaci�n era m�s bien esta: as� como Dios, que prueba los corazones, hab�a dado testimonio de su aptitud para ser confiado con el Evangelio, as� estaba hablando la noticia de la salvaci�n, as� estaba predicando el pecado y la gracia, sin pensar en agradar a los hombres. Fue Dios, que conoce el coraz�n de los hombres, quien eligi� al ap�stol para su oficio. Pablo no asumi� ning�n m�rito propio, pero exalt� la autoridad de Dios.

Ver 1 Timoteo 1:12 . En raz�n de esta comisi�n se consideraba obligado a no involucrar la mente de los hombres con propuestas halag�e�as ni a adaptar su predicaci�n a sus gustos, sino a consultar s�lo el agrado de Dios, quien, como Juez de corazones, pronto expondr�a y juzgar�a a los impuros. motivos y objetos ego�stas.

El ap�stol ampl�a a�n m�s este pensamiento: Porque ni en ning�n momento nos permitimos hablar de adulaci�n, como sabes, ni fingir ego�smo, Dios es testigo, ni buscamos la alabanza de los hombres, ni de ti ni de ti. otros, aunque podr�amos haber sido una carga como ap�stoles de Cristo. Hablar halagador indica invariablemente ego�smo y un esfuerzo por obtener fines privados. A este respecto, llam� a los tesalonicenses como testigos; sab�an que no hab�a usado halagos, que no hab�a intentado complacerlos con esos m�todos.

Por el otro hecho, a su vez, que no hizo uso de ninguna pretensi�n con el prop�sito de buscar su propio inter�s, que no ten�a objetivos ego�stas en su coraz�n, invoca a Dios como testigo, apelando a Aquel que prueba los corazones y las mentes. Que no hab�a ambici�n ego�sta en su coraz�n surgi� finalmente del hecho de que no buscaba alabanza y honor de los hombres, como dice claramente, ni de los tesalonicenses ni de nadie m�s.

Este desinter�s se destaca con mayor fuerza, ya que Pablo bien podr�a haber sido una carga para los tesalonicenses, podr�a haber usado su autoridad, podr�a haber asumido la dignidad que era suya como ap�stol de Cristo, y exigir un reconocimiento honroso de su posici�n. y el de Silas, de ellos. Nota: Todas las personas que ocupan puestos de autoridad en la Iglesia har�n bien en imitar a San Pablo a este respecto, ya que s�lo en casos excepcionales la dignidad de su cargo recibe el reconocimiento que merece en la estimaci�n de los hombres.

Versículo 7

Pero fuimos amables entre ustedes, como una nodriza acaricia a sus hijos;

Versículos 7-12

Devoci�n desinteresada de Pablo:

Versículo 8

as� que, dese�ndonos con afecto, estuvimos dispuestos a impartirles, no s�lo el Evangelio de Dios, sino tambi�n nuestras propias almas, porque nos eran queridos.

Versículo 9

Porque os acord�is, hermanos, de nuestro trabajo y dolores; Por trabajar d�a y noche, porque no les �bamos a cobrar a ninguno de vosotros, os predicamos el Evangelio de Dios.

Versículo 10

Vosotros sois testigos, y Dios tambi�n, de c�mo santa, justa e irreprochablemente nos hemos comportado entre vosotros que cre�is;

Versículo 11

como sab�is c�mo exhortamos, consolamos y exhortamos a cada uno de vosotros, como un padre a sus hijos,

Versículo 12

para que andes como es digno de Dios, quien te ha llamado a su reino y gloria.

El ap�stol todav�a est� llevando a cabo el pensamiento de 1 Tesalonicenses 2:1 . que su llegada a Tesal�nica no hab�a sido en vano, que su ministerio en esa ciudad hab�a sido conforme a la voluntad de Dios, con total ausencia de ego�smo: pero fuimos indulgentes en medio de ustedes, como cuando una madre lactante acaricia sus propios hijos.

La indulgencia, la gentileza, la bondad, esa hab�a sido la nota clave del comportamiento de Pablo en su obra apost�lica en todo momento. Todo era ternura y devoci�n, fomento y cuidado protector, en su relaci�n con los cristianos tesalonicenses. No conoce comparaci�n mejor y m�s sorprendente que la de una madre en su tierno cuidado por los hijos de su seno. Adem�s, Paul no era el capataz estricto y severo, pero era apacible, bondadoso, amoroso en medio de ellos; estaba entre ellos, rodeado de ellos, como madre de sus hijos, como maestro de sus alumnos.

De acuerdo con esta disposici�n, Pablo podr�a escribir con sinceridad de s� mismo: As� que, con nuestro anhelo por ti, nos complaci� mucho comunicarte no solo el Evangelio de Dios, sino tambi�n nuestra propia alma, porque te has hecho amado por nosotros. . Tan grande era el afecto de Pablo por los tesalonicenses que los anhelaba con amoroso deseo, que estaba perfectamente dispuesto, gozosamente deseoso, no solo de predicarles las inescrutables riquezas de Cristo, sino tambi�n de entregar, con Silas, su misma vida. por su bien, un lugar tan firme se hab�an ganado en sus afectos.

Tal desinter�s total, tal abnegaci�n voluntaria, estaba destinada a convencer a los tesalonicenses de la pureza del cari�o de Pablo por ellos y repeler cualquier insinuaci�n e imputaci�n, incluso distante, de codicia y falsa ambici�n.

Adem�s, el ap�stol les recuerda a los tesalonicenses sus labores ministeriales reales en medio de ellos: Porque os acord�is, hermanos, de nuestra fatiga y dolores; Trabajando d�a y noche para no ser gravosos para ninguno de vosotros, os anunciamos el Evangelio de Dios. El ministerio de Pablo en Tesal�nica se hab�a realizado a la vista de todos los hombres, y no hace mucho tiempo que no pod�an recordar f�cilmente su arduo trabajo, relacionado con varios rasgos desagradables, mientras viv�a en su ciudad.

Es probable de este pasaje que Pablo, tambi�n en Tesal�nica, trabajaba en su oficio y se manten�a a s� mismo, recibiendo ayuda s�lo dos veces, de la congregaci�n de Filipenses, Filipenses 4:16 . Fue una vida bastante extenuante la que llev�, levant�ndose antes del amanecer para trabajar en su artesan�a, aprovechando las mejores horas del d�a y de la noche para proclamar el precioso Evangelio de Dios, la noticia de la salvaci�n de todos los hombres que le hab�a sido confiada. por el Se�or mismo.

Pablo se encarg� alegremente de todo esto para no agobiar a los tesalonicenses con su apoyo; ni siquiera buscaba de ellos lo necesario para la vida, a fin de que su relaci�n con ellos pudiera ser una entrega continua de su parte.

Al mismo tiempo, el ap�stol estaba consciente de su propia integridad: Vosotros sois testigos, y Dios, de que nuestro comportamiento fue santo y justo e irreprochable ante vosotros los creyentes. Dos clases de testigos a los que Pablo llama, hombres, para testificar de sus acciones y comportamiento, Dios, para dar testimonio de la pureza de su car�cter y motivos. Pod�a afirmar tranquilamente que su conducta, su conducta, hab�a sido santa, a los ojos de Dios, con respecto a su reverencia hacia Dios, justa y equitativa en su relaci�n con sus semejantes, sin reproche en todo su comportamiento ante los hombres, en su capacidad del embajador de Dios para proclamar el pecado y la gracia.

As� se hab�a comportado Pablo ante los tesalonicenses, con referencia a ellos, ofreciendo as� un excelente ejemplo y modelo a todos los pastores y maestros para vivir una vida de verdadera santificaci�n ante los hombres.

Sin embargo, mientras llevaba una vida as�, Pablo no hab�a omitido ni por un momento la obra de su llamamiento: Aun cuando ustedes saben c�mo los tratamos a todos y cada uno de ustedes como un padre trata a sus propios hijos, suplic�ndolos, consolando y testificando que ustedes debe caminar digno de Dios, quien lo llam� a su propio reino y gloria. El trabajo pastoral de Pablo fue tanto general como especial; dirigi� su ense�anza a toda la congregaci�n, as� como a cada miembro individual; y se hizo con todo el cari�o de un padre interesado en el mayor bienestar de sus hijos.

Tenga en cuenta la excelente pista pedag�gica que se encuentra en esta oraci�n. Los hab�a exhortado o amonestado seriamente cuando el desmayo amenazaba con apoderarse de sus corazones; los hab�a animado y fortalecido cuando sus corazones necesitaban consuelo; les hab�a testificado, les hab�a exhortado a que llevaran la vida de tal modo que fueran dignos de Dios, ya que a �l deb�an su llamado a su reino y su participaci�n en su gloria.

As�, Pablo combin� la dulzura de la predicaci�n evang�lica con la seriedad de la amonestaci�n evang�lica, y as� prepar� a los cristianos a su cargo para la continua venida de Cristo a sus corazones y para la venida final de Cristo en gloria.

Versículo 13

Por eso tambi�n damos gracias a Dios sin cesar, porque cuando hab�is recibido la Palabra de Dios que hab�is o�do de nosotros, no la recibisteis como palabra de hombres, sino como en verdad, la Palabra de Dios, que obra eficazmente. tambi�n en ustedes que creen.

Versículos 13-16

La manera en que los tesalonicenses recibieron el evangelio

Aceptaron el Evangelio y llevaron sus cargas:

Versículo 14

Porque vosotros, hermanos, os hab�is hecho imitadores de las iglesias de Dios que en Judea est�n en Cristo Jes�s; porque tambi�n vosotros hab�is padecido lo mismo de vuestros propios compatriotas, como ellos han padecido de los jud�os;

Versículo 15

quienes mataron al Se�or Jes�s ya sus propios profetas, y nos han perseguido; y no agradan a Dios, y son contrarios a todos los hombres,

Versículo 16

prohibi�ndonos hablar a los gentiles para que puedan ser salvos, para colmar sus pecados siempre; porque la ira ha venido sobre ellos hasta el extremo.

El ap�stol acababa de mencionar el hecho de que Dios hab�a llamado a los cristianos tesalonicenses al reino de Su gracia. Este hecho le lleva a lanzarse a otra acci�n de gracias: Y tambi�n por esto damos gracias a Dios sin cesar, es decir, que, recibiendo de nosotros la Palabra de predicaci�n, que es de Dios, no la acept� como palabra de hombres. , pero, como realmente es, la Palabra de Dios, que tambi�n obra eficazmente en ustedes los que creen.

Pablo hab�a venido a Tesal�nica como el mensajero declarado de Dios, reclamando el Evangelio que predicaba de origen divino. Por tanto, fue motivo de gran satisfacci�n y de sincero agradecimiento para �l que los tesalonicenses recibieran la Palabra que �l tra�a con el mismo esp�ritu; no solo escucharon la predicaci�n con los o�dos de su cuerpo, sino que tambi�n reconocieron a Dios como el Autor y Remitente del mensaje.

Pablo no hab�a venido en su propio nombre, sino como agente y embajador de Dios, y en este sentido hab�an aceptado su mensaje y llamado, no como mera palabra de hombres, sino por aquello que en verdad es, la Palabra de Dios. Dios. Este hecho les fue impresionado a�n m�s por el hecho de que no pod�an negar la obra eficaz de Dios por medio de la Palabra; sintieron Su poder en la Palabra. Los cristianos tesalonicenses fueron confirmados efectiva y continuamente en su fe por la Palabra de Gracia que les fue proclamada.

Nota: La aceptaci�n del Evangelio como Palabra de Dios, como mensaje divino para la salvaci�n del hombre, es esencial para la fe; es esta confianza la que debe preceder y acompa�ar a la certeza de la salvaci�n.

Pablo ahora explica por qu� se sinti� justificado al sacar estas conclusiones: Porque ustedes, hermanos, llegaron a ser imitadores de las congregaciones de Dios que est�n en Judea en Cristo Jes�s, porque lo mismo que padecieron tambi�n ustedes de sus propios compatriotas, como tambi�n ellos de los jud�os. . Si la Palabra del Evangelio no se hubiera apoderado tan eficazmente de los cristianos tesalonicenses, si no hubieran tenido la firme convicci�n de que el Evangelio es la Palabra de Dios, dif�cilmente habr�an estado dispuestos a llevar sus cargas.

Pero ahora Pablo dice en su alabanza que han seguido los pasos de las congregaciones en Judea, que estaban teniendo las mismas experiencias en inter�s del Evangelio que tuvieron los hermanos que hab�an escuchado el mensaje del Evangelio primero. Los cristianos de Judea hab�an sufrido persecuci�n a manos de los jud�os; los cristianos de Tesal�nica se encontraban con el mismo trato por parte de sus compatriotas.

En ambos casos las congregaciones estaban en Cristo Jes�s, unidas con �l en la comuni�n m�s �ntima, no solo derivando su vida espiritual de �l, sino teniendo su vida en Su esfera; en ambos casos, por tanto, sufrieron persecuci�n, 2 Timoteo 3:12 . Esa es la suerte de todos los cristianos, pero, dicho sea de paso, es una indicaci�n bastante justa de la fe que vive en ellos.

En un pasaje, algunos de cuyos pensamientos recuerdan el discurso de Esteban, Hechos 7:1 , Pablo ahora acusa a los jud�os por su obstinada oposici�n y odio a la verdadera Iglesia: Quien mat� al Se�or Jes�s y a los profetas as� como a ellos. nos persiguieron, y no agraden a Dios, y se oponen a todos los hombres, impidi�ndonos predicar a los gentiles para que sean salvos, para colmar sus pecados siempre; pero la ira se manifest� sobre ellos hasta el fin.

Puede haber sido que este pensamiento se le sugiri� al ap�stol por el hecho de que los detractores podr�an alegar que �l hab�a sido denunciado y perseguido por sus propios compatriotas como un punto en su contra. Pero Pablo muestra que el odio de los jud�os incr�dulos se hab�a dirigido incluso contra el Se�or Jes�s. Hab�an matado al Se�or Jes�s mismo as� como a sus propios profetas, 1 Corintios 2:8 ; Hechos 7:52 ; No es de extra�ar, entonces, que estuvieran persiguiendo a Su siervo.

Por lo tanto, era evidente que sus acciones no pod�an ser del agrado del Se�or, que eran una abominaci�n a sus ojos, que estaban demostrando ser hostiles a todos los hombres por su comportamiento. Ten�an celo por Dios, pero no seg�n el conocimiento, porque imped�an que el ap�stol llevara el evangelio a los gentiles, para que estos �ltimos no tuvieran ventaja sobre ellos al ser herederos de la salvaci�n que rechazaban.

Por toda esta lista de actos hostiles, adem�s, se dirig�an hacia un resultado y un final terrible: estaban llenando la medida de sus pecados hasta lo m�s alto: con cada nueva transgresi�n se estaban acercando m�s al l�mite de la paciencia de Dios. Y as� la ira de Dios ahora debe descargarse; los jud�os est�n maduros para el juicio de Dios, era incluso entonces inminente, y su ira se derram� sobre ellos por la destrucci�n de Jerusal�n.

Ver Mateo 23:37 ; Mateo 24:16 ; Daniel 9:24 . Nota: El destino de los jud�os es un ejemplo de advertencia para todos los tiempos, que invita a todos los hombres a abstenerse de toda enemistad hacia la Palabra de Dios.

Versículo 17

Pero nosotros, hermanos, habiendo sido separados de ustedes por un corto tiempo en la presencia, no en el coraz�n, nos esforzamos m�s abundantemente por ver su rostro con gran deseo.

Versículos 17-20

Los intentos de Pablo de visitar a los tesalonicenses:

Versículo 18

Por tanto, habr�amos venido a ti, yo, Pablo, una y otra vez; pero Satan�s nos estorb�.

Versículo 19

Porque, �cu�l es nuestra esperanza, gozo o corona de regocijo? �No est�is vosotros en presencia de nuestro Se�or Jesucristo en su venida?

Versículo 20

Porque vosotros sois nuestra gloria y gozo.

Aqu� el ap�stol vuelve una vez m�s a la declaraci�n del afecto cordial que sent�a por los cristianos tesalonicenses: Pero nosotros, hermanos, los hemos privado por un tiempo, en la presencia, no en el coraz�n, nos esforzamos a�n m�s por ver su rostro con gran deseo. Con gran �nfasis, Pablo se coloca a s� mismo al principio de la frase, para indicar una vez m�s a los tesalonicenses la sinceridad de su afecto por ellos.

Se hab�a visto privado de ellos, de su compa��a, de sus relaciones amorosas, durante alg�n tiempo. Pero se apresura a agregar que esto fue solo en presencia, no en el coraz�n, porque en su coraz�n estaba tan estrechamente conectado con ellos como siempre. Pero incluso esta breve ausencia le hab�a provocado una a�oranza nost�lgica por ellos, lo que le hizo desear estar con ellos m�s que nunca. No se trataba de dejar a sus disc�pulos en la estacada, no se trataba de "perder de vista, de pensar"; por el contrario, su ausencia hab�a sido ineludible y su anhelo de verlos no pudo ser cumplido.

Tambi�n hab�a tratado de volver a Tesal�nica: Por tanto, anhelamos ir a ti, incluso yo, Pablo, una y otra vez, y Satan�s nos lo impidi�. El ap�stol no se estaba entregando a frases baratas para asegurar a los tesalonicenses su continuo inter�s en ellos y su bienestar, pero honestamente hab�a intentado visitarlos, al igual que Silas y Timoteo. Lo hab�a intentado una y otra vez por s� mismo, pero el obst�culo era de una naturaleza que imped�a efectivamente su llegada.

Precisamente en qu� consisti� este obst�culo que Pablo atribuye a la agencia de Satan�s no aparece en el contexto. Puede haber sido una enfermedad de alg�n tipo, o puede haber sido el hecho de que Jason y otros cristianos de Tesal�nica hab�an sido atados por los politarcas de Tesal�nica para mantener la paz al impedir el regreso de Pablo. En cualquier caso, Paul hab�a hecho todo lo posible por visitarlos de nuevo.

Y a�n otro pensamiento el ap�stol recomienda a su consideraci�n: Porque, �qui�n es nuestra esperanza o gozo o corona o gloria si no eres t� en la presencia de nuestro Se�or Jes�s en Su visita real? Porque t� eres nuestra gloria y alegr�a. Este es un llamamiento que estaba destinado a tener alguna influencia sobre los cristianos tesalonicenses que simplemente se inclinaban a dudar de la sinceridad del ap�stol. Porque, pregunta, �qui�n podr�a esperar ocupar su lugar en los afectos que ahora tienen?

Eran el tema de su esperanza: estaba seguro de que permanecer�an firmes en la Palabra y en la fe hasta el final: eran el objeto de su alegr�a, se alegraba de que hubieran aceptado el Evangelio de su salvaci�n con un coraz�n tan dispuesto: eran la corona de su gloria, eran su orgullo y deleite, como la guirnalda que corona al vencedor al final de una carrera de la que puede jactarse. Pablo espera esta experiencia con ansias la venida de Cristo, cuando haga su visita real y final a la tierra en el �ltimo gran d�a.

Los cristianos tesalonicenses fueron verdaderamente la gloria y el gozo del ap�stol a este respecto; la gloria de su salvaci�n eterna se reflejar�a en �l y, por lo tanto, al menos en parte, aumentar�a la dicha de su salvaci�n eterna.

Resumen

El ap�stol muestra que su llegada a Tesal�nica no fue una ambici�n ego�sta, sino una devoci�n amorosa y desinteresada; elogia la entusiasta aceptaci�n que el Evangelio encontr� entre los tesalonicenses y habla de sus infructuosos intentos de visitarlos.

Información bibliográfica
Kretzmann, Paul E. Ph. D., D. D. "Comentario sobre 1 Thessalonians 2". "Comentario Popular de Kretzmann". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/kpc/1-thessalonians-2.html. 1921-23.
 
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