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Bible Commentaries
Romanos 12

Comentario Popular de la Biblia de KretzmannComentario de Kretzmann

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Versículo 1

Os suplico, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que present�is vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro servicio razonable.

Versículos 1-2

La vida del cristiano es un servicio razonable a Dios. 12: 1-21

La exhortaci�n fundamental:

Versículo 2

Y no os conform�is a este mundo; pero sed transformados por la renovaci�n de vuestra mente, para que pod�is probar cu�l es la buena, aceptable y perfecta voluntad de Dios.

Pablo ha terminado la primera parte de su carta a los Romanos, la secci�n doctrinal. Ha descrito las m�ltiples y variadas manifestaciones de la compasi�n y la misericordia divinas hacia los hombres, del amor escrutador de Dios en medio de la desobediencia y la ingratitud. Sobre la base de esta manifestaci�n del amor de Dios, el ap�stol a�ade ahora la parte pr�ctica de su ep�stola. Ahora, o, por tanto, te lo suplico. Toda su exhortaci�n se basa en los hechos contenidos en la exposici�n de su tesis, cap.

1: 16-17, sobre los hechos de la justificaci�n, santificaci�n y salvaci�n del hombre. No escribe: te mando, sino: te suplico, te invoco, te pido, te amonesto, te suplico. La suya es la exhortaci�n evang�lica, no la exigencia de la ley. Los asuntos que trata son tales que armonizan la vida del cristiano con la santa voluntad de Dios, pero no en el sentido de que las obras, en s� mismas, merezcan la salvaci�n.

�l llama a los cristianos en Roma hermanos, como hijos con �l del mismo Padre celestial y, por lo tanto, bajo obligaci�n voluntaria para con �l en todo momento y en todas las cosas. Por las misericordias de Dios, el ap�stol amonesta y suplica. Lo que hab�a escrito hasta ahora hab�a sido una proclamaci�n, una alabanza de las muchas evidencias y manifestaciones de la misericordia de Dios, de su gracia en Cristo Jes�s. Esta inmerecida gracia de Dios, sus inescrutables riquezas de misericordia que los lectores han experimentado en sus propios corazones y vidas, es el motivo y el incentivo adecuados para un modo de vida cristiano.

"No dice: Yo os mando; porque predica a los que ya son cristianos y piadosos por la fe en el nuevo hombre, que no deben ser obligados con mandamientos, sino amonestados de buena gana a hacer lo que se debe hacer con el anciano pecador. Porque quien no lo hace voluntariamente, sobre la base de una amonestaci�n bondadosa, no es cristiano; y el que fuerza con leyes a los que no lo desean, ya no es m�s un predicador o gobernante cristiano, sino un carcelero mundano.

�Qui�n, por tanto, no se deja incitar y persuadir con palabras tan dulces y hermosas de la misericordia de Dios, que nos ha sido dada en Cristo en una cantidad tan inconmensurable, que tambi�n lo haga con deseo y amor, para honra de Dios? Dios y por el bien del pr�jimo, no es nada, y todo se pierde en su caso ... No es la misericordia de los hombres, sino la misericordia de Dios que nos es dada, y que San Pablo quiere que miremos, a incitarnos y conmovernos ".

El ap�stol advierte a los cristianos, ante todo, que se pongan en marcha, que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo. Ver Romanos 6:12 ; Romanos 13:14 . Sus cuerpos, su organismo f�sico con todos sus miembros, deben dedicarse al servicio de Dios.

Los cristianos ofrecen sus cuerpos como sacrificio a Dios si no los consideran como propiedad propia para usarlos o abusar de ellos como mejor les parezca, sino que siempre los consideran instrumentos de la santa voluntad de Dios. De esta manera, los cuerpos de los cristianos son sacrificios vivos, toda su vida se gasta en el servicio del Se�or, y todos los actos de todos sus miembros deben ser buenas obras. Y por lo tanto, estos sacrificios tambi�n son santos, separados para Dios, consagrados a Dios, teniendo como objeto la santificaci�n de Su nombre, y agradables y agradables a Dios, que se deleita en ellos.

E incidentalmente, toda la ofrenda de este sacrificio, a lo largo de la vida de un cristiano, es un servicio razonable, un culto o adoraci�n de Dios, que busca Su honor solamente, hecho con el esp�ritu o la mente, controlado por el Esp�ritu de Dios. As�, el servicio que un cristiano ofrece a Dios al entregar todos sus miembros para hacer la santa voluntad de Dios no es un ritualismo formal y muerto, sino un culto, una adoraci�n del esp�ritu, la mente est� incesantemente activa en planificar y pensar c�mo el cuerpo con todos sus miembros puede vivir para el honor de Dios.

El mismo pensamiento se ofrece ahora desde otro lado: Y no se amolden a este mundo, sino que asuman una forma diferente a trav�s de la renovaci�n de su mente, que busquen descubrir cu�l es la voluntad de Dios, qu� es bueno y agradable. y perfecto. El h�bito, el comportamiento del cristiano, toda su manera de comportarse, no debe estar de acuerdo con el mundo presente, con el comportamiento de las personas que viven solo para este mundo, G�latas 1:4 ; Efesios 2:1 ; 2 Corintios 4:4 .

Los creyentes no se adaptar�n bajo ninguna circunstancia a las malas costumbres, h�bitos y pr�cticas que est�n en uso en el mundo. Porque han sido, en lo que concierne a su hombre interior, su coraz�n y su alma, alejados del mundo, porque ya no son del mundo, aunque todav�a viven en el mundo, por lo tanto asumir�n un car�cter y apariencia diferente. en el mundo. Esto lo har�n mediante la renovaci�n de su mente, mediante el cambio en su coraz�n, que comienza en la conversi�n y contin�a durante toda su vida, ya que la batalla entre la carne y el esp�ritu debe llevarse a cabo sin interrupci�n.

El cambio en el car�cter externo y el h�bito de un hombre es el resultado del cambio interno. Por eso la preocupaci�n incesante del cristiano es examinar detenidamente, tratar de descubrir siempre cu�l es la voluntad de Dios, es decir, qu� es lo bueno, lo que agrada y lo perfecto a sus ojos. El hombre natural tiene una sola idea e inter�s, a saber, hacer lo que agrada a su carne pecaminosa. Pero un cristiano, a pesar del hecho de que su habilidad y su desempe�o no est�n a la altura de su voluntad, es activo, infatigable en hacer un estudio de la voluntad de Dios a partir de la revelaci�n en las Escrituras, y luego en practicar el conocimiento de esta manera. ganado en todas las condiciones de la vida, en todas las circunstancias, hacia todas las personas del mundo. Tal conducta y comportamiento es el verdadero car�cter de los cristianos,

Versículo 3

Porque digo, por la gracia que me ha sido dada, a todo hombre que est� entre ustedes, que no se considere a s� mismo m�s alto de lo que deber�a pensar, sino que piense con sobriedad, seg�n Dios ha repartido a cada uno la medida de la fe.

Versículos 3-8

El uso apropiado de los dones de misericordia de Dios:

Versículo 4

Porque como tenemos muchos miembros en un cuerpo, y todos los miembros no tienen el mismo cargo,

Versículo 5

as� que nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y cada uno miembros los unos de los otros.

Versículo 6

Teniendo, pues, dones diferentes seg�n la gracia que se nos ha dado, ya sea profec�a, profeticemos seg�n la proporci�n de la fe;

Versículo 7

o ministerio, esperemos nuestra ministraci�n; o el que ense�a, sobre la ense�anza;

Versículo 8

o el que exhorta, por exhortaci�n; el que da, h�galo con sencillez; el que gobierna con diligencia; el que tiene misericordia, con alegr�a.

La exhortaci�n general de los primeros vers�culos que san Pablo lleva a cabo ahora en detalle especializ�ndose y aplicando su contenido a situaciones reales de la vida de los creyentes. En esta secci�n habla de los dones especiales de la gracia que encuentran su aplicaci�n en la vida congregacional. Cada cristiano que ha recibido tal don, es la voluntad de Dios que lo aplique, que d� una prueba pr�ctica de ello en los negocios de la Iglesia.

Pablo hace esta amonestaci�n mediante la gracia que le hab�a sido dada, en virtud de su apostolado, cap. 15:15; Efesios 3:7 , que le permite hablar con autoridad; los dones ordinarios y extraordinarios que as� hab�a recibido lo capacitaban para sus deberes y le daban autoridad a sus instrucciones.

Y su primera instrucci�n se refiere a una molestia muy grave y un pecado que a menudo se encuentra, y se encuentra hoy, en aquellos que poseen ciertos dones en la Iglesia: que no piense m�s de s� mismo de lo que deber�a pensar, sino que piense con el objeto de ser modesto. Y esto dice el ap�stol a cada uno de ellos, a cada uno como Dios reparti� la medida de la fe. Los dones especiales de la gracia que Dios en todo momento ha dado a los miembros de Su Iglesia en alguna medida, tales como capacidad ejecutiva, aptitud y destreza en la ense�anza, aptitud para la exposici�n simple y clara de las Escrituras, y otros, siempre han sido codiciados. y ejercido por algunos cristianos con el prop�sito de exaltarse a s� mismos.

Y, por tanto, Pablo les dice a cada uno de ellos, sin importar qui�n sea y qu� posici�n ocupe, que no debe tener una opini�n de s� mismo que exceda la medida de la modestia cristiana. Un cristiano puede estar parcial o totalmente consciente de alg�n don que el Se�or le ha dado en la Iglesia. Pero esta conciencia no debe resultar en la auto-glorificaci�n. La modestia y la humildad sencillas y sensatas deben caracterizar el juicio del cristiano sobre sus habilidades y su trabajo en el reino de Dios.

Y esto deber�a hacer, porque, en primer lugar, su don especial viene de Dios, es un presente gratuito de Su gracia; y, en segundo lugar, este don est� relacionado con la fe, ya que Dios ha dado a cada cristiano su medida de fe, de firmeza, confianza, confianza en Dios, 1 Corintios 12:9 . Si un cristiano ha de aplicar correctamente su don especial de la gracia, entonces es necesaria una cierta medida de confianza, la convicci�n de que Dios requiere cierta obra de �l, que debe servir a Dios y a la congregaci�n de Dios con su don, y que posee la alegr�a adecuada para este fin.

El ap�stol, por supuesto, no habla de los extra�os autoenga�os, seg�n los cuales las personas se imaginan a s� mismas llamadas a puestos para los que no tienen ni aptitud ni capacidad, y dependen enteramente de su propio juicio pervertido. �l advierte expresamente contra tales enga�os y exaltaci�n propia.

Esta advertencia contra la altivez y su amonestaci�n a la modestia, el ap�stol ahora fundamenta con el hecho: Porque as� como nosotros en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma funci�n, as� nosotros, siendo muchos, tenemos una cuerpo en Cristo, pero cada uno miembros de otro, vs. 1: 4-5; Corintios 12:12; Efesios 4:15 ; Colosenses 1:18 .

El organismo humano tiene muchos miembros; pero estos no son todos iguales, difieren, m�s bien, muy decididamente en funci�n o negocio, y sin embargo sirven al cuerpo, cada uno en su propia esfera y en su propia manera especial. Y de la misma manera, muchos, todos los cristianos juntos, formamos el cuerpo de Cristo, la comuni�n de los santos, pero individualmente, en lo que respecta a nuestra relaci�n individual, somos miembros los unos de los otros y, por lo tanto, podemos servir adecuadamente al cuerpo. s�lo trabajando al un�sono, guiados por la mente y el Esp�ritu de Dios.

As�, el ap�stol, en esta figura, pretende mostrar que la diversidad de oficios y dones entre los cristianos, lejos de ser incompatible con su uni�n como un solo cuerpo en Cristo, es m�s bien necesaria para la perfecci�n y utilidad del cuerpo. Al complementarse y servirse unos a otros, todos los creyentes est�n sirviendo a Cristo.

El ap�stol contin�a ahora su pensamiento mostrando que nosotros, que tenemos dones tan variados, ahora tambi�n deber�amos usarlos de acuerdo con el prop�sito de Dios, de una manera que est� de acuerdo con su voluntad. Los dones de gracia que se encuentran en los cristianos son muchos y variados, pero su fin y objeto es el mismo, servir al Se�or, no servir a su propio beneficio. Si alguien tiene el don de profec�a, que lo use de acuerdo con la analog�a de la fe.

Si entendemos que profec�a significa aqu� el don especial de la era apost�lica, como una exposici�n extraordinaria de la verdad divina, entonces la amonestaci�n del ap�stol significa decir que toda tal exposici�n debe estar de acuerdo con la Palabra inspirada y hacer surgir la confianza de la fe. Pero dado que la profec�a en este pasaje probablemente se refiere a la explicaci�n de las Escrituras en todo momento, con los dones que se han dado a muchos miembros de la Iglesia del Nuevo Testamento, las palabras podr�an transcribirse: Toda exposici�n de las Escrituras en todo momento debe seguir el analog�a de la fe, de la fe salvadora.

As� como esta fe se basa total y exclusivamente en la Palabra inspirada de Dios, y nunca sigue la raz�n o la filosof�a, la explicaci�n b�blica que realmente merece el nombre nunca va a su tarea con nociones e ideas preconcebidas, con un sistema de doctrina al que la Escritura -Los pasajes deben ser ajustados por las buenas o por las malas, pero extrae la verdad de las Escrituras, se basa solo en la Biblia, 1 Corintios 2:13 .

El ap�stol contin�a: Si tenemos un servicio u oficio, prestemos atenci�n a ese servicio. Todos los oficios de la Iglesia son tributarios del gran servicio de la predicaci�n de la Palabra, pero hay muchas formas de este servicio. Sin embargo, no importa qu� vocaci�n peculiar pueda tener una persona en la iglesia o congregaci�n, no importa por qu� trabajo especial haya recibido investiduras, debe atenderlo con gusto, modestamente, sin entrometerse en la esfera de los dem�s ni envidiarlos. sus dotes superiores.

Esto se aplica primero a aquellos que ocupan el cargo de maestros en la congregaci�n, no importa en qu� forma: si uno es maestro, que se ocupe de su ense�anza. Si Dios ha llamado a alguna persona a ser predicador para la proclamaci�n p�blica de la Palabra, o maestro para la instrucci�n de los ni�os y j�venes en el camino de la salvaci�n, entonces la obra de ese oficio debe atraer su atenci�n, en este sentido debe ser activa y logra algo bajo la bendici�n de Dios, para el beneficio de la congregaci�n y de todos los miembros.

Si alguno es exhortador, atienda a su exhortaci�n. Si alg�n cristiano ha recibido el don especial de aplicar la Palabra de Dios en las diversas circunstancias de la vida, la reuni�n de la congregaci�n o la de cualquier organismo al servicio de la congregaci�n le dar� muchas oportunidades para hacer uso de este talento y as� estar al servicio del Se�or. Y, en general, el ap�stol escribe: Si uno da, imparte, algunas de sus bendiciones m�s ricas a los m�s pobres en bienes de este mundo o a los que est�n necesitados o necesitados, h�galo con sinceridad, con el �nico e indiviso prop�sito. para ser �til, y no para levantarse un monumento a s� mismo ni para recibir alabanza y honor de los hombres.

Si alguien gobierna, ocupa una posici�n de distinci�n como l�der o superintendente de cualquier obra de la iglesia, debe realizar su trabajo con celo, nunca degradarlo trat�ndolo como una sinecura, y siendo dado a la inercia y al descuido, pero siempre con dedicaci�n. a ella toda la atenci�n. Si alguien muestra misericordia, que lo haga con prontitud. Los enfermos y afligidos entre los hermanos y hermanas deben recibir la misericordia, la simpat�a activa de los dem�s, no con falta de caridad a rega�adientes, sino con el esp�ritu que se regocija en la oportunidad de poder ayudar a los dem�s, que siempre muestra una sonrisa compasiva y sonriente. semblante ante la perspectiva de aliviar el sufrimiento de todo tipo.

Versículo 9

Que el amor sea sin disimulo. Aborreced lo malo; adhi�rete a lo bueno.

Versículos 9-16

La conducta del cristiano en sus relaciones personales:

Versículo 10

Amaos los unos a los otros con amor fraternal, en el honor prefiri�ndonos unos a otros;

Versículo 11

no perezoso en los negocios; ferviente de esp�ritu; sirviendo al Se�or;

Versículo 12

regocij�ndose en la esperanza; paciente en tribulaci�n; continuando el instante en la oraci�n;

Versículo 13

distribuir a la necesidad de los santos; dado a la hospitalidad.

Versículo 14

Bendice a los que te persiguen; bendiga y no maldiga.

Versículo 15

Al�grate con los que se gozan, y llora con los que lloran.

Versículo 16

Sean de la misma opini�n unos con otros. No te preocupes por las cosas elevadas, sino condesciende a los hombres de baja condici�n. No seas sabio sobre tu propia presunci�n.

El ap�stol habla ahora en general de la relaci�n del cristiano con sus hermanos cristianos y con sus semejantes. Del amor en general dice que no debe disimularse, consistiendo no s�lo en palabras, sino en hechos sinceros; debe salir del coraz�n y desear verdaderamente el bienestar del pr�jimo. Es un rasgo de un amor tan verdadero que no dudar� en reprender toda forma de pecado y transgresi�n, y de la misma manera reconocer y promover el bien que encuentra en el pr�jimo.

Por cierto, esta advertencia es un resumen de todas las exhortaciones que siguen. En lo que respecta al amor fraternal, el amor que se tienen los unos a los otros y los unos a los otros como hijos de la �nica gran familia de Dios debe ser afecto con ternura. La relaci�n de los creyentes entre s�, como miembros del �nico cuerpo de Cristo, como poseedores de la misma fe en la redenci�n de su Salvador, es, en cierto modo, m�s �ntima que la relaci�n de sangre entre los miembros de una familia.

Y por eso debe ser tierno y cari�oso en sus manifestaciones. Y con este amor debe estar conectado el respeto mutuo: a trav�s del honor prefiri�ndose unos a otros, yendo antes que los dem�s en la honra. Debe haber una rivalidad amistosa entre los cristianos para superarse unos a otros en toda forma de bondadosa reverencia como participantes de la misma gracia del Padre celestial. Sin embargo, un simple sentimiento pasivo no es suficiente, de acuerdo con la amonestaci�n del ap�stol: con celo o voluntad, no perezoso, ferviente de esp�ritu, sirviendo al Se�or.

Cuando se trata de la cuesti�n de servir al hermano o al pr�jimo de cualquier manera, no debe haber pasos vacilantes, rezagados, y no debemos volvernos indolentes o cansados. M�s bien, si nuestro esp�ritu es ferviente con entusiasmo, deber�amos interesarnos en su bienestar con perseverante entusiasmo. Y, teniendo en cuenta las exigencias de las diversas circunstancias de la vida, el cristiano no debe olvidar nunca que su actividad y su celo est�n impulsados ??y gobernados por el deseo de servir a Cristo, factor que tender� tambi�n a reprimir cualquier pensamiento sobre s� mismo. -exaltaci�n y orgullo por el desempe�o de nuestros deberes.

La idea de que los cristianos en todas las obras de su vocaci�n est�n al servicio del Se�or tendr� un efecto beneficioso adicional: en cuanto a esperanza, lleno de gozo; se regocijar�n por ser participantes de los sufrimientos de Cristo, para que tambi�n puedan llegar a ser participantes de Su gloria, 1 Pedro 4:13 . En cuanto a la opresi�n, la angustia, la miseria, la tribulaci�n de todo tipo, paciente; recordando siempre que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que ser� revelada, Romanos 8:18 .

En oraci�n, s� atento y perseverante; los cristianos deben dedicarse a esta indicaci�n y manifestaci�n de su vida espiritual con todo ardor e importunidad, como el Se�or les advierte tan a menudo, no con la muerte convencional, sino con el celo que nace de la firme confianza en su bondad paternal.

Habiendo mostrado as� exactamente c�mo el sentimiento de servicio personal hacia Dios influir� en la conducta personal del cristiano, el ap�stol vuelve a enfocarse en su relaci�n con su pr�jimo, vs. 13-16. Participe en las necesidades de los santos, deje que sean su m�s sincera preocupaci�n, as� como aquellos con los que tiene que luchar, haga suya su necesidad y act�e en consecuencia. Y esto se explica con m�s detalle: Despu�s de la hospitalidad.

Debido a que los creyentes son miembros del cuerpo de Cristo, naturalmente compartir�n tanto sus penas como sus alegr�as. Durante los tiempos de persecuci�n, como los que a menudo ca�an sobre los primeros cristianos, los creyentes ten�an una gran necesidad de entretener a los extra�os de la familia de la fe, ya que los tiranos los echaban de sus hogares. Pero en medio de tales persecuciones los cristianos no deb�an olvidar el ejemplo y el mandamiento de su Se�or en cuanto a sus enemigos: Bendice a los que te persiguen; bendice, y no maldigas.

En aras del �nfasis, el ap�stol repite su amonestaci�n de que los creyentes deben estar activos en bendecir a sus enemigos. Incluso si la persecuci�n llega a niveles insoportables, los cristianos deben cultivar el h�bito de desear el bien a sus perseguidores. "No es suficiente evitar devolver mal por mal, ni siquiera desterrar los sentimientos vengativos; debemos ser capaces de desear sinceramente su felicidad" (Hodge.

Y al cultivar este estado de �nimo, nos encontraremos en mejores condiciones para prestar atenci�n a la amonestaci�n que nuevamente concierne principalmente a los hermanos: alegrarse con los que se alegran, llorar con los que lloran. El inter�s de un hermano o hermana cristiano aumenta su gozo por cualquier bendici�n del Se�or; y su simpat�a alivia cualquier carga pesada, especialmente si sus palabras no son las frases convencionales y estereotipadas de la llamada sociedad educada, sino las palabras de sincera compasi�n dictadas por el amor de Cristo.

Ese mismo amor tambi�n afectar� esto, que los cristianos piensen lo mismo unos de otros; un sentimiento de concordia, o armon�a, de unanimidad gobierna sus acciones, Filipenses 2:2 ; Filipenses 4:2 ; 2 Corintios 13:11 .

Porque el amor del cristiano por su hermano cristiano siempre har� que se coloque en la posici�n del otro, por lo tanto, podr� combatir la discordia y la discordia. Tanto mejor tendr� �xito en esto si sigue el mandato: no tener en mente, no poner sus pensamientos en las cosas altas, sino estar dispuesto a dejarse arrastrar junto con las humildes; no seas sabio en tu propia estimaci�n.

Todo el orgullo de uno mismo no est� en armon�a con las exigencias del amor cristiano; no ser aspirante, sino humilde debe ser el car�cter de todo seguidor del humilde Nazareno. La ambici�n desmesurada, que desprecia a todos aquellos que no han recibido los mismos dones intelectuales o espirituales, por un lado, junto con el desprecio por sus personas o actividades humildes, son absolutamente incompatibles con la idea de la perfecta unidad cristiana que el Se�or en todo momento tuvo. en mente.

La humildad mental que se hall� en Cristo Jes�s, quien se asoci� con publicanos y pecadores, con los mismos marginados de la sociedad, porque hab�an aceptado su mensaje de salvaci�n, debe encontrarse en todos sus verdaderos siervos. Pero si alguien se envanece por su orgullo intelectual, por una supuesta superioridad sobre los dem�s, entonces deliberadamente rompe la armon�a que deber�a caracterizar a la comunidad cristiana, y no puede reclamar apropiadamente el esp�ritu que vive en el Maestro.

Versículo 17

No pagues a nadie mal por mal. Proporcione cosas honestas a los ojos de todos los hombres.

Versículos 17-21

La relaci�n del cristiano con sus enemigos:

Versículo 18

Si es posible, en todo lo que est� en ti, vive en paz con todos los hombres.

Versículo 19

Amados m�os, no os vengu�is vosotros mismos, sino dejad lugar a la ira; porque escrito est�: M�a es la venganza; Yo pagar�, dice el Se�or.

Versículo 20

Por tanto, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; porque al hacerlo, carbones encendidos amontonar�s sobre su cabeza.

Versículo 21

No seas vencido del mal, sino vence el mal con el bien.

La relaci�n con sus hermanos cristianos exige mucho del verdadero disc�pulo de Cristo, y est� obligado a aprender diariamente la humildad y el servicio de Aquel que es nuestro modelo para todos los tiempos. Pero, en cierto modo, la relaci�n de un cristiano con los que no son de la familia de la fe requiere a�n m�s, porque no puede esperar m�s que enemistad y amarga persecuci�n de ellos. Por eso San Pablo escribe: A nadie devuelva mal por mal; no importa cu�n grande sea la provocaci�n por parte de sus enemigos, los cristianos no deben devolver el dinero; la represalia y la venganza deben ser ajenas a su naturaleza.

M�s bien deber�amos esforzarnos por alcanzar lo que es excelente ante todos los hombres, deber�amos comportarnos en todo momento de modo que merezcamos la confianza y el respeto de todos los hombres, para recomendarnos a ellos como honorables, sencillos y limpios en todos nuestros tratos] sin dejar que ninguna mancha manche nuestros personajes a la vista del mundo. Ver Proverbios 3:4 .

Esto incluye otra manifestaci�n del car�cter cristiano: si es posible, en lo que a ti respecta, mant�n la paz con todos los hombres. Los cristianos nunca buscan peleas, ni son defensores de la consigna de paz a cualquier precio. Hay momentos en que los cristianos se ven forzados a pelear, cuando la verdad, el derecho, la justicia y el deber exigen que se defiendan, tal como lo hizo el Se�or en el palacio del sumo sacerdote.

Pero mientras sea posible con buena conciencia, los cristianos mantendr�n la paz con todos los hombres; nunca son la causa de disensi�n y contienda en el sentido de que la culpa realmente recae sobre ellos. Y esto incluye un pensamiento adicional: no se venguen, amados, sino dejen paso a la ira. Estas palabras contienen una aplicaci�n adicional y una ampliaci�n del �ltimo pensamiento. La idea de la venganza debe ser ajena al coraz�n de los creyentes, a los amados del Se�or, que se regocijan en la plenitud de su amor y misericordia.

Y cuando la ira carnal quiera entrar en sus corazones, cuando venga como una bestia salvaje para tomar posesi�n de la mente, entonces debemos darle un amplio margen y no dejar que obtenga su objetivo, porque la ira del hombre no obra el justicia de Dios, Santiago 1:19 ; Colosenses 3:8 .

Al contrario, debemos recordar lo que est� escrito en Deuteronomio 32:35 : A M� pertenece la venganza; Yo pagar�, dice el Se�or. Por tanto, en manos del Se�or debemos dejar el castigo del mal y no intentar tomarlo en nuestras propias manos. La prerrogativa de Dios como vengador del mal sobre los que hacen el mal no debe ser usurpada por ning�n hombre.

Un cristiano que est� realmente imbuido del esp�ritu de Cristo m�s bien seguir� lo que san Pablo exhorta: m�s bien, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; porque al hacer esto, carbones encendidos amontonar�s sobre su cabeza. El ap�stol aqu� habla en palabras del Antiguo Testamento, Proverbios 25:21 y sigs.

, y sigue la ferviente amonestaci�n del Se�or, Mateo 5:44 . Los carbones encendidos representan acertadamente la inquietud de conciencia que seguramente seguir� en el caso de la bondad mostrada en las circunstancias asumidas en el contexto. En lugar de aprovechar la desgracia de su enemigo, no importa la forma que pueda tomar, el cristiano aprovecha la oportunidad para mostrarle toda bondad.

Y esta recompensa de bien por mal en la mayor�a de los casos afectar� tan profundamente a su enemigo que lo ganar�, o, al menos, que su coraz�n debe reconocer su propia inferioridad ante tal trato. Y as� concluye el ap�stol: No te dejes vencer por el mal que tu enemigo pueda mostrarte, no dejes que esto te incite a pensamientos de enemistad y venganza bajo ninguna circunstancia; m�s bien vencer�s el mal haciendo el bien.

Somete a tus enemigos con bondad, no con mezquindad. Porque hacer el bien es el �mbito en el que los creyentes debemos movernos en todo momento, y esto debe ejercer su influencia en el caso de nuestros enemigos. Muchos enemigos ac�rrimos han sido vencidos por la magnanimidad cristiana y se han convertido en amigos de la causa cristiana.

Resumen

El ap�stol exhorta a los cristianos a servir fielmente en la congregaci�n y a mostrar verdadero amor cristiano hacia los hermanos y hacia todos los hombres.

Información bibliográfica
Kretzmann, Paul E. Ph. D., D. D. "Comentario sobre Romans 12". "Comentario Popular de Kretzmann". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/kpc/romans-12.html. 1921-23.
 
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