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Bible Commentaries
Romanos 13

Comentario Popular de la Biblia de KretzmannComentario de Kretzmann

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Versículo 1

Que cada alma est� sujeta a los poderes superiores. Porque no hay poder sino de Dios; los poderes f�cticos son ordenados por Dios.

Versículos 1-4

De la obediencia al gobierno, el amor al pr�jimo y el andar en la luz.

Poderes gubernamentales de Dios:

Versículo 2

Por tanto, todo aquel que se resiste al poder se resiste a la ordenanza de Dios; y los que resistan recibir�n condenaci�n para s� mismos.

Versículo 3

Porque los gobernantes no son terror para las buenas obras, sino para las malas. Entonces, �no tendr�s miedo del poder? Haz lo bueno, y tendr�s elogios de lo mismo;

Versículo 4

porque �l es el ministro de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, ten miedo; porque no lleva espada en vano; porque es ministro de Dios, vengador para ejecutar ira sobre el que hace el mal.

El ap�stol ahora, en su exhortaci�n, muestra los deberes que toda persona le debe al gobierno, y en los cuales los cristianos conducir�n a todos los dem�s con un alegre sentido del deber. Dado que este es el �nico lugar en el que Pablo trata con mayor profundidad los deberes para con las autoridades civiles, es probable que las circunstancias le hicieran necesario incluir esta informaci�n en este punto, ya sea para frenar el esp�ritu de los cristianos jud�os o para prepararse. todos los cristianos de Roma por el trato que luego recibieron a manos del tirano Ner�n.

Las declaraciones de Pablo son muy generales y encuentran su aplicaci�n en todas las edades del mundo; indican exactamente el derecho divino y la dignidad divina del gobierno, pero, al mismo tiempo, limitan las funciones de las autoridades civiles a los asuntos de este mundo, al bienestar f�sico de los s�bditos y a los deberes de la ciudadan�a. .

Las palabras del ap�stol lo incluyen todo: que cada alma se sujete a las autoridades que existen por encima de ella. En este comando se habla y se dirige a todas las personas, sin excepci�n, dentro de una comunidad, estado o pa�s. Debe estar sujeto, someterse voluntariamente, sin aplicaci�n de fuerza o restricci�n, a los poderes o autoridades existentes, a las personas investidas de poder, a los titulares de la oficina gubernamental.

Los poderes gubernamentales conferidos a estas personas en virtud de la providencia o permiso de Dios les da una posici�n en la que nos superan en dignidad y autoridad; son nuestros superiores en el sentido del cuarto mandamiento. Esto se pone de manifiesto expresamente: porque no existe autoridad sino por Dios; pero los que existen son ordenados por Dios. Si un gobierno est� realmente en el poder, ya sea tir�nico o no, su existencia no puede explicarse sino asumiendo que se debe al establecimiento de Dios, ya sea por Su providencia o por Su permiso.

Ser�a imposible para cualquier gobierno controlar el mal si la mano todopoderosa de Dios no fuera el poder sustentador. "No s�lo el gobierno humano es una instituci�n divina, sino que la forma en que existe ese gobierno y las personas por las que ejercen sus funciones est�n determinadas por Su providencia. Todos los magistrados de cualquier grado deben ser considerados como actuando por designaci�n divina; no es que Dios designe a los individuos, sino que, siendo Su voluntad que haya magistrados, toda persona que de hecho est� revestida de autoridad, debe considerarse que tiene derecho a la obediencia, fundada en la voluntad de Dios.

"(Hodge.) Siendo este el caso, por lo tanto, quienquiera, todo aquel que se resista al poder, se resiste a la instituci�n de Dios. Si alguna persona reh�sa obedecer al gobierno al que est� sujeto en cualquier punto dejado libre por mandato expreso o prohibici�n de Dios , se rebela, no s�lo contra la autoridad leg�tima del gobierno, sino de paso contra Dios mismo, que estableci� el gobierno, y los que resistan recibir�n para s� el juicio, la sentencia de condenaci�n.

No solo estar�n sujetos a enjuiciamiento y castigo por parte del gobierno, sino que Dios los considerar� y tratar� como rebeldes, a quien no se le har� caso omiso de la autoridad conferida por �l. La historia muestra que las visitaciones de Dios sobre los pueblos rebeldes han sido muy severas.

El ap�stol trae ahora otra raz�n para el deber ordenado en el primer vers�culo: Porque las autoridades, las que gobiernan, son un terror, un motivo de temor, no para las buenas obras, sino para las malas. Ese es el prop�sito por el cual Dios ha establecido el gobierno: debe ser una cuesti�n de miedo, su poder es infundir terror en los corazones de los rebeldes, as� como su dignidad debe causar reverencia y respeto en la mente de todos los s�bditos.

S�lo el que hace el mal debe temer a las autoridades civiles, no el que hace el bien. El que transgrede las leyes del pa�s y se niegue a vivir de acuerdo con las exigencias de la justicia civil, debe esperar ser tratado como su comportamiento amerita. Entonces, si una persona no quiere vivir con el temor continuo del gobierno en el desempe�o leg�timo de sus deberes, debe preocuparse por hacer el bien, por cumplir con las leyes del pa�s, por cumplir con su deber como ciudadano. .

Entonces recibir� elogios de la autoridad o del gobierno; ser� reconocido y tratado como un ciudadano bueno y obediente. Para los magistrados, las personas en autoridad que son realmente conscientes de la responsabilidad y el poder que se les confiere, actuar�n entonces para que el gobierno sea siervo de Dios para todo buen ciudadano para siempre. Con ese prop�sito, el gobierno es establecido y sostenido por Dios, en beneficio de los ciudadanos que respetan la ley, para protegerlos y defenderlos contra el mal, para buscar el bienestar de la sociedad en todos los sentidos.

Pero si alguien obrar� mal, transgredir� deliberadamente las leyes de la ciudad, estado o pa�s en el que vive y de cuya protecci�n disfruta, entonces debe temer. En ninguna parte el gobierno lleva la espada, el s�mbolo de la autoridad, en vano; no en vano las autoridades civiles est�n investidas del derecho de castigar, si es necesario, administrando la condena de muerte a los transgresores de la ley.

El poder del gobierno del ministro de Dios es proteger y castigar y, en el �ltimo caso, vengar hasta la ira, manifestar y ejercer venganza e ira sobre �l que hace que sea una pr�ctica hacer el mal. As�, el gobierno, de acuerdo con la voluntad de Dios, es el guardi�n de la ley y el orden, incluida la moral externa. Y esta raz�n es suficiente para mantener a los cristianos en paz y respetuosos de la ley, sin importar bajo qu� forma de gobierno est�n viviendo, sin importar si las personas en autoridad son moralmente corruptas.

Si los miembros del reino de Dios pueden llevar una vida tranquila y pac�fica con toda piedad y honestidad y edificar la Iglesia de Cristo, est�n debidamente agradecidos a Dios. Y si un gobierno hostil utiliza medidas tir�nicas para reprimir la obra de la Iglesia, los cristianos no asumir�n una actitud rebelde, sino que intentar�n ganar su objetivo por medios leg�timos, invocando los estatutos y la constituci�n de su estado o pa�s.

Es solo cuando el gobierno exige algo claramente en desacuerdo con la voluntad revelada de Dios que los cristianos, callada pero firmemente, se niegan a obedecer, Hechos 5:29 .

Versículo 5

Por tanto, es necesario que est�is sujetos, no s�lo a la ira, sino tambi�n a la conciencia.

Versículos 5-7

Asunto por el bien de la conciencia:

Versículo 6

Por esto pagad tambi�n vosotros tributo; porque son ministros de Dios, que atienden continuamente a esto mismo.

Versículo 7

Por lo tanto, rindan a todos sus derechos: tributo a quien se debe tributo; costumbre, a quien costumbre; miedo, a quien el miedo; honor, a quien honor.

Por necesidad, los cristianos est�n sujetos al gobierno; sienten que est�n obligados; saben que este comportamiento es parte de su obediencia a Dios. Y aqu� no est�n influenciados por la ira, no porque teman el castigo inevitable, que har�a que su obediencia fuera muy parecida a la de un esclavo. Pero se someten por el bien de la conciencia, por motivos de conciencia.

Los cristianos saben que el Se�or a quien sirven ha establecido el gobierno y lo ha convertido en su agencia para realizar su voluntad en cuanto a la preservaci�n de la ley y el orden en el mundo. Por eso, obedecen alegremente a las autoridades civiles por amor del Se�or. Y habiendo quedado as� aclarada la situaci�n, la amonestaci�n de San Pablo est� bien fundada: Porque por esto paga impuestos. Dado que el gobierno se establece para el beneficio de la sociedad y para la protecci�n y defensa tambi�n de los creyentes, por lo tanto, deben pagar alegremente el dinero necesario para su sustento.

Porque ellos, los magistrados, los miembros del gobierno, son siervos de Dios, consciente o inconscientemente, y est�n afanosamente ocupados con esto mismo, con la protecci�n contra la maldad y con sus esfuerzos por la paz de la ciudad; est�n activos en el servicio y en beneficio de todos los buenos ciudadanos. "El que en virtud de su cargo sirve a la comunidad tiene el derecho y el deber de exigir a la comunidad el apoyo necesario para el desempe�o de su cargo.

"Este hecho enfatiza el ap�stol en una advertencia especializada: Pague, entonces, a todo lo que debe, descargue lo debido: al que exige impuestos, los impuestos; al que exige aduana, pague la costumbre; al que debe ser temido dar miedo, al que debe ser honrado dar honra El gobierno tiene el derecho de cobrar impuestos personales y de propiedad, y es deber del cristiano pagar los impuestos, la evasi�n de este deber es pecaminosa.

El gobierno tiene el derecho de cobrar impuestos sobre las mercanc�as exportadas o importadas, y el cristiano que se somete a tal decisi�n exigir� el pago. El gobierno ocupa una posici�n de reverencia y temor, y todos sus representantes deben tener temor y reverencia. Y en la �ltima amonestaci�n, San Pablo va incluso m�s all� de los magistrados, instando a todos los creyentes a honrar a todos los hombres a quienes se les debe honor, ya sea por su posici�n o por una obra meritoria para el bien p�blico. De esta manera, cada cristiano cumple con los deberes de su ciudadan�a y sirve al Se�or de acuerdo con el cuarto mandamiento.

Versículo 8

No deb�is a nadie m�s que amaros unos a otros; porque el que ama al pr�jimo, ha cumplido la ley.

Versículos 8-10

La obligaci�n del amor cristiano:

Versículo 9

Por esto, No cometer�s adulterio, No matar�s, No robar�s, No dar�s falso testimonio, No codiciar�s, y si hay alg�n otro mandamiento, se comprende brevemente en este dicho, a saber, T� Amar�s a tu pr�jimo como a ti mismo.

Versículo 10

El amor no hace mal al pr�jimo; por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley.

El ap�stol ha hablado extensamente de los deberes y obligaciones que recaen sobre los cristianos en su calidad de ciudadanos del estado y del pa�s. Pero ahora extiende la advertencia para cubrir la relaci�n de un cristiano con sus semejantes en general. Y ah� est� su mandato: No le debas nada a nadie, mant�n tus asuntos en tal forma que ninguna persona tenga un derecho leg�timo sobre ti, especialmente en lo que respecta a impuestos, costumbres, temor y honor.

En este aspecto externo no tengas obligaci�n con nadie, sin importar qui�n sea en todo el mundo; los deberes que nos incumben en todas las condiciones de la vida deben cumplirse de manera adecuada, alegre y a tiempo. Pero hay un deber, una obligaci�n que nunca podr� cumplirse adecuadamente, a saber, el deber de amar al pr�jimo. Es un deber que nunca puede agotar sus exigencias; de hecho, cuanto m�s se ejerce, m�s siente su propia obligaci�n.

Pablo trae evidencia para apoyar esta demanda: Porque el que ama a su pr�jimo, ha cumplido la ley. Si una persona pudiera realmente dar a su pr�jimo la plenitud de un amor libre y desinteresado en todas las circunstancias de la vida, de ese modo habr�a cumplido la Ley. Para todos los mandamientos que el ap�stol cita ahora, el sexto, el quinto, el s�ptimo, el octavo, el noveno y cualquier otro mandamiento que se pueda mencionar, todos est�n incluidos bajo un t�tulo, en un resumen, y es: Amar�s a tu pr�jimo como a ti mismo.

Note que San Pablo aqu�, como las Escrituras en otros lugares, Marco 10:19 ; Lucas 18:20 ; Santiago 2:11 , no sigue el orden convencional de los mandamientos, como se da en el Dec�logo; la enumeraci�n y el orden de los mandamientos es de muy poca importancia, su contenido es el factor esencial.

Y todos ellos est�n incluidos y comprendidos en ese �nico mandato, a saber, amar al pr�jimo, a todo pr�jimo, con el mismo amor con el que consideramos nuestros propios intereses y los protegemos de toda infracci�n. Y esto se confirma a�n m�s con la afirmaci�n: El amor no obra mal al pr�jimo; una persona que est� realmente llena del amor que est� de acuerdo con la voluntad de Dios no se comprometer� en nada que pueda hacer que suceda mal a su pr�jimo, evitar� todos los pecados que se mencionan en los mandamientos.

La palabra "vecino" se explica aqu� en el texto original como el que est� cerca de nosotros. Cualquier persona en nuestra vecindad inmediata con quien hemos tenido tratos, a quien la providencia de Dios ha puesto cerca de nosotros, es nuestro pr�jimo, y hacia esa persona, especialmente si es de la familia de la fe, G�latas 6:10 , nuestro amor. debe manifestarse en obras de bondad, seg�n la voluntad de Dios.

Y, por tanto, el cumplimiento de la Ley es amor, prueba y testimonio del cumplimiento completo; en el amor se incluye el cumplimiento de todos los mandamientos, tanto de la primera como de la segunda tabla, su esencia llena y cubre todas las exigencias. Es un ideal por el que los creyentes se esfuerzan y trabajan toda su vida, para estar a la altura de este est�ndar, y por la gracia de Dios siempre hacen alg�n peque�o avance hacia su meta.

Versículo 11

Y que, sabiendo la hora, que ya es hora de despertar del sue�o; porque ahora nuestra salvaci�n est� m�s cerca que cuando cre�mos.

Versículos 11-14

El caminar del cristiano en luz:

Versículo 12

La noche est� avanzada, el d�a se acerca; Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vist�monos las armas de la luz.

Versículo 13

Caminemos honestamente, como de d�a; no en disturbios y borracheras, no en rec�mara y desenfreno, no en contiendas y envidia;

Versículo 14

pero vest�os del Se�or Jesucristo, y no hag�is provisi�n para que la carne satisfaga sus concupiscencias.

As� como toda la vida del cristiano es un andar en amor, con el ferviente prop�sito de comportarse en todo momento como alguien que trata de cumplir la voluntad de su Padre celestial, as� tambi�n es un andar en luz, en justicia y santidad que es aceptable para todos. Dios. Para ello es muy necesario evitar ser empa�ado por el mundo y sus malos caminos. Por lo tanto, la advertencia encaja admirablemente: Y sabiendo esto, es decir, el tiempo, que ha llegado la hora de despertar del sue�o.

Los cristianos conocen el tiempo y las circunstancias en las que viven, por lo que deben prestar mucha atenci�n a la lecci�n que les trae la contemplaci�n de la situaci�n. No deben esperar, no perder tiempo, sino vigilar con el mayor cuidado en qu� direcci�n apuntan todas las indicaciones y qu� necesidad recae sobre ellas. Ya es hora, el momento cr�tico, para que los creyentes despierten del sue�o, Efesios 5:14 ; 1 Tesalonicenses 5:6 .

El ap�stol se refiere al sue�o espiritual, que no difiere en ning�n rasgo esencial de la muerte espiritual, el sue�o del pecado. Despertar del sue�o, estar bien despierto en asuntos espirituales es el deber especial que recae sobre los cristianos, renunciar a todo andar y conducta pecaminosos, dirigir toda la mente y el coraz�n al cumplimiento de la santa voluntad de Dios. Esta condici�n se alcanz� en los creyentes cuando se convirtieron, cuando pasaron de las tinieblas a la luz, de la injusticia a la justicia, del poder de Satan�s a Dios.

Pero la obra de regeneraci�n comenzada en ese momento o en ese momento debe continuar a lo largo de la vida; debe haber un progreso incesante en la santificaci�n. Ese es el negocio del cristiano, en lo que concierne a su propia vida espiritual, estar siempre alerta y atento, no sea que retroceda y caiga en la trampa de sus pecados y concupiscencias anteriores. En este sentido, la vida entera de un cristiano es una conversi�n continua; en este sentido, tambi�n, esta amonestaci�n es siempre oportuna, porque el nuevo hombre en el coraz�n debe salir y levantarse diariamente.

Por qu� es ahora, siempre, el momento para que los creyentes est�n bien despiertos y alertas, la siguiente oraci�n muestra: Porque ahora nuestra salvaci�n est� m�s cerca que cuando comenzamos a creer. La salvaci�n de los creyentes est� cerca. As� como los hijos de Dios en el Antiguo Testamento, comenzando con Eva, siempre estaban atentos y alertas a la venida del Mes�as y nunca permitieron que su inter�s se quedara atr�s, aunque pasaron varios milenios sin traer la salvaci�n prometida, as� los creyentes de el Nuevo Testamento siempre est� buscando su redenci�n final.

Todo lo que pertenece a la perfecta salvaci�n de los creyentes se ha cumplido y, por lo tanto, esperan ansiosamente el amanecer de la gran redenci�n final, cuando les llegue la liberaci�n final de todo mal. En el momento en que alcanzamos la fe, nos preocupaba principalmente la liberaci�n de la ira de Dios, nuestra justificaci�n ante Sus ojos, G�latas 2:16 .

Pero ahora que hemos alcanzado la reconciliaci�n con Dios, los ojos de nuestra fe se dirigen con anhelo ansioso a la venida de nuestro Se�or Jesucristo, 1 Corintios 1:7 .

Para estimular nuestra vigilancia y hacer que nuestro coraz�n est� debidamente alerta, el ap�stol agrega: La noche ha avanzado, el d�a est� muy cerca; es casi la hora de que amanezca. El d�a en que nuestra salvaci�n final ser� completa sobre nosotros, el d�a que nos trae la posesi�n plena de las bendiciones de nuestro Salvador, es el �ltimo d�a, el d�a de nuestro Se�or Jesucristo, Filipenses 1:6 ; Filipenses 2:10 ; 1 Tesalonicenses 5:2 ; 1 Corintios 3:13 .

La noche que precede a este glorioso d�a es el per�odo de este mundo. El tiempo que vivimos es la noche, regidos por el pecado y la muerte; el pr�ncipe de las tinieblas tiene su obra en los hijos de la incredulidad. En la actualidad, los creyentes suspiran: Vigilante, �qu� pasa con la noche? Pero sabemos que es la �ltima hora. Pero un poquito, y el amanecer de la eternidad se romper�; vendr� el d�a de nuestra salvaci�n, y con �l la recompensa de nuestra misericordia, nuestra salvaci�n eterna.

Pero siendo esto cierto, dejemos a un lado las obras de las tinieblas y vist�monos m�s bien las armas de la luz. Debido a que el d�a de la eterna bienaventuranza est� a punto de amanecer, debemos quitarnos y desechar, como un vestido inmundo, las obras de las tinieblas, las obras que los hombres com�nmente cometen en la oscuridad, los pecados que no cometen. ojo omnisciente de Dios para ver. Los cristianos deben evitar en todo momento los hechos que no pueden soportar la luz del d�a, pero especialmente ahora que el gran d�a de la redenci�n final est� tan cerca.

En lugar de la ropa sucia de tales obras, los cristianos deben vestirse con las armas de la luz. Pablo no habla de vestiduras, sino de armas, armaduras de luz, porque una conducta justa es tambi�n una batalla constante con las fuerzas de las tinieblas, Efesios 6:10 . De hecho, el nuevo hombre fue creado en los creyentes en el bautismo, pero todav�a tienen al viejo Ad�n pecador para crucificar y someter, por no hablar del mundo hostil y Satan�s.

Por lo tanto, la guerra debe librarse sin cesar, particularmente en vista del hecho de que la noche de este mundo terminar� pronto y amanecer� la salvaci�n. Por tanto, nos apresuramos a la venida del d�a de Dios con toda santa conversaci�n y santidad, 2 Pedro 3:11 , por lo tanto, nos esforzamos por ser sinceros y sin ofensas hasta el d�a de Cristo, llenos de frutos de justicia, Filipenses 1:10 .

Y nuevamente Pablo grita su amonestaci�n amonestadora: Como en el d�a, comport�monos honestamente en nuestro caminar; vivamos con toda decencia, de una manera apropiada, apropiada y decorosa. Esta forma de vivir excluye tres pecados a los que hubo gran tentaci�n en Roma, la capital del mundo: la intemperancia, la impureza, la discordia. Los hijos de Dios no caminar�n ni se encontrar�n ocupados en banquetes, juergas ni embriaguez; toda la conducta desordenada que caracteriz� a las grandes fiestas paganas entonces y ahora debe estar ausente de la conducta de los cristianos.

Tampoco se encontrar�n en la c�mara, en las relaciones sexuales prohibidas, ni en ning�n tipo de libertinaje y lascivia, pecados de todo tipo contra el Sexto Mandamiento, muchos pecados antinaturales y repugnantes que se practican entonces como ahora. Los hijos de Dios tampoco pueden participar en peleas, ri�as y rivalidades, en discordia de ning�n tipo. Todas estas obras se encuentran en los hijos de la incredulidad. Pero todos no pueden soportar la luz del gran d�a, no pueden estar ante los ojos del Dios santo; por su cuenta la ira de Dios vendr� sobre los incr�dulos, Efesios 5:6 .

Los cristianos, por tanto, aunque sometidos a las m�s insidiosas tentaciones por parte de los hijos de este mundo, secundados por sus propias concupiscencias y deseos, deben vencer todos estos malos afectos y pecados.

Como el ap�stol advirti� a los cristianos contra las grandes ofensas que amenazan con manchar su alma, as� tambi�n les presenta el lado positivo de su conducta: m�s bien, vest�os del Se�or Jesucristo. Nuestro Salvador y Se�or, a quien nos hemos puesto en el Bautismo, G�latas 3:27 , debemos seguir G�latas 3:27 d�a tras d�a, debemos vestir nuestra alma con Su ejemplo y modelo, y seguirlo por los caminos de la santificaci�n.

Cristo vive en sus creyentes, en toda su vida y conducta, y las virtudes de Cristo, su santidad, pureza, castidad, amor, bondad, humildad, bondad, son evidentes en todas sus palabras y obras. Y as�, con la imagen de Cristo como su mayor adorno, los creyentes esperan con ansias ese gran d�a en que finalmente ser�n renovados a la imagen de Aquel que los cre�. Incidentalmente, por lo tanto, los cristianos no hacen provisi�n para la carne con el prop�sito de satisfacer sus apetitos sensuales o cualquier evidencia de la naturaleza corrupta.

Cuidar el cuerpo, mantenerlo sano, cumpliendo las exigencias de una higiene sensata, es deber de todo cristiano. Pero el gran peligro es que el cuerpo se estropee por la falsa ternura, por un excesivo cuidado que tiende a despertar, en lugar de dominar, los deseos y las concupiscencias. Dado que esto interferir�a decididamente con el llamado de los cristianos y con su preparaci�n para la llegada del gran d�a, evitar�n este peligro con sus tentaciones y se mantendr�n puros.

Resumen

El ap�stol ordena la obediencia al gobierno como agencia de Dios, el amor al pr�jimo como cumplimiento de la Ley y un comportamiento abierto y honesto en vista de que el d�a del Se�or est� cerca.

Información bibliográfica
Kretzmann, Paul E. Ph. D., D. D. "Comentario sobre Romans 13". "Comentario Popular de Kretzmann". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/kpc/romans-13.html. 1921-23.
 
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