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Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
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Bible Commentaries
Comentario Bíblico de Sermón Comentario Bíblico de Sermón
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en el dominio público.
Texto Cortesía de BibleSupport.com. Usado con Permiso.
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Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Corinthians 1". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/1-corinthians-1.html.
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Corinthians 1". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/
Versículos 7-8
1 Corintios 1:7
Esperando a Cristo.
I. San Pablo hab�a encontrado a los corintios en una gran oscuridad mental, adorando a muchos dioses diferentes, de los cuales ten�an diferentes fantas�as y nociones, adorando sobre todo a la diosa del Placer. Tuvieron un sue�o de alg�n Dios, alg�n Padre, alg�n Amigo; a veces imaginaban que estos dioses a quienes rend�an homenaje eran semejanzas de �l, Sus hijos a quienes �l hab�a dado poder en varios lugares y sobre varias cosas.
Pero entonces les pareci� que hab�a m�s maldad que bien en el mundo, y que estos poderes deb�an significar m�s mal para ellos que bien, y que Aquel de quien obten�an su poder deb�a ser m�s duro y severo que ellos, y deb�a dise�ar travesuras peores y m�s terribles para las criaturas que hab�a formado. Los corintios creyeron en el evangelio del ap�stol; renunciaron a sus �dolos. Descubrieron que hab�a un amor m�s fuerte que el mal que hab�a en ellos, m�s fuerte que el mal que hab�a en sus hermanos, uno que pod�a convertir al m�s rebelde a s� mismo.
Pero a�n as� el mundo estaba lleno de miseria. Estaba la tiran�a del imperio romano establecido sobre la mayor parte de �l; en cada pa�s y barrio en particular hubo cr�menes, divisiones y opresiones.
II. Adem�s de creer, entonces, los corintios ten�an necesidad de esperar y esperar. �Qu� ten�an que esperar y esperar? Que Aquel que hab�a sido declarado Libertador del mundo, que hab�a demostrado serlo al morir por �l, que se estaba probando as� en sus corazones, saldr�a, se declarar�a Rey de reyes y Se�or de se�ores. , anular�a lo incorrecto, establecer�a lo correcto. Trabajar por esto, esperar esto, fue, les dice el Ap�stol, lo mejor para todos y cada uno de ellos.
III. As� sucedi� con los corintios. �Por qu� va a ser diferente con nosotros? Hemos escuchado que Cristo es el gran Libertador y Rey. Todo suceso que ha sucedido en cualquier naci�n de la tierra, cualquier gran juicio que le ha sucedido, cualquier gran liberaci�n que se ha realizado para �l, ha sido un d�a del Se�or, una aparici�n de Cristo, una prueba de que �l est� de hecho. , y no solo de nombre, nuestro Soberano. La luz de Cristo nos rodea en este momento; no necesitamos esperar hasta otro d�a; podemos llegar a eso; podemos pedirle que esparza las tinieblas que hay en nosotros ahora.
FD Maurice, Sermones en iglesias rurales, p. 29.
Referencias: 1 Corintios 1:12 . G. Salmon, cristianismo no milagroso, p. 50. 1 Corintios 1:13 . T. Arnold, Sermons, vol. iii., p�g. 166; HP Liddon, Contemporary Pulpit, vol. i., p�g. 379; Ib�d., Easter Sermons, vol.
ii., p�g. 224; Ib�d., Penny Pulpit, No. 1113. 1 Corintios 1:14 . FW Robertson, Lectures on Corinthians, p�g. 28.
Versículo 17
1 Corintios 1:17
�Qu� invalida la cruz de Cristo?
I. Haci�ndolo id�ntico al crucifijo, como si la Cruz de Cristo no fuera m�s que Su crucifixi�n.
II. La exhibici�n de falsa doctrina y de especulaciones acerca de la Cruz de Cristo.
III. La exposici�n de la Cruz de Cristo sin un reconocimiento personal de su pretensi�n.
IV. La multiplicaci�n y complicaci�n de las exigencias de la Cruz de Cristo.
V. Falta de fe en el poder de la Cruz.
VI. El uso de la Cruz para objetos ajenos a s� misma.
S. Martin, Westminster Chapel Sermons, primera serie, p�g. 198.
Referencias: 1 Corintios 1:17 . J. Oswald Dykes, Sermones, p�g. 20. 1 Corintios 1:17 ; 1 Corintios 1:18 . AJ Parry, Phases of Truth, p�g. 104.
Versículo 18
1 Corintios 1:18
Los dos caminos.
Estas frases, "Los que perecen", "Nosotros los que estamos siendo salvados", no tienen en s� mismas que ver con el estado final de las personas de las que se habla, no con el estado en que la verdad religiosa ha sido finalmente aceptada o rechazada, sino con la condici�n anterior, su condici�n cuando se les predica, cuya condici�n su aceptaci�n o rechazo es una prueba o un incidente.
San Pablo divide el mundo en dos clases, no con respecto a su destino �ltimo, no pretend�a en este momento mirar eso, sino con respecto a su estado actual, su estado cuando la verdad religiosa se les present�. , y cuando la pregunta era c�mo lo ver�an. La �nica clase estaba en el camino de la seguridad, del progreso, haciendo lo mejor de s� mismos, elev�ndose cada vez m�s alto y mejor; la otra clase estaba en el camino de la ruina, se desperdiciaba, se deshac�a, se alejaba m�s de Dios, de la felicidad y de la vida.
Y para estas dos clases, dijo, la verdad religiosa llega con resultados exactamente opuestos. La �nica clase reconoce y acoge el bien, puede ver la belleza moral, tener tiernas conciencias y corazones intactos; la otra clase es ciega a los perfiles celestiales que no ven diferencia entre ellos y las imitaciones toscas y torpes del fraude. "La Cruz para ellos es una locura".
II. Podemos arruinarnos a nosotros mismos. No hay duda ni limitaci�n ah�. Es posible que lo estemos haciendo, comenzando ya a recorrer ese terrible camino. Y en cierto sentido podemos salvarnos a nosotros mismos, pero no en el mismo sentido completo. Camina obedientemente con Dios, conf�a en �l, vuelve a �l cada vez que te hayas ofendido, aunque sea profundamente, y �l te salvar�, te salvar� a diario, te dar� m�s y m�s vida, paz y felicidad, hasta que la lucha y el riesgo hayan terminado. y el cielo est� ganado.
EC Wickham, Wellington College Sermons, p�g. 240.
Referencias: 1 Corintios 1:18 . Spurgeon, Sermons, vol. xxvii., n�m. 1611; Preacher's Monthly, vol. ix., p�g. 212; Homiletic Quarterly, vol. v., p�g. 190; TJ Crawford, La predicaci�n de la cruz, p�g. 1; Revista del cl�rigo, vol. ii., p�g. 94; HW Beecher, Sermones, d�cima serie, p�g. 23.
Versículo 21
1 Corintios 1:21
I. �A qu� se refiere la predicaci�n en el texto? La palabra podr�a traducirse justamente como "la verdad predicada", porque San Pablo no est� pensando en la acci�n y el proceso del anuncio, sino en el mensaje anunciado. A sus ojos, el mero discurso u oratoria, independientemente de las pretensiones del tema en el que se emple�, no habr�a tenido encanto ni dignidad alguna. El mundo fue salvado por la sustancia de un mensaje del cielo, no por las palabras humanas que lo transmitieron.
Ahora bien, una caracter�stica principal de la predicaci�n apost�lica que le dio su poder salvador fue su car�cter positivo y definido. Apoy�ndose en pruebas s�lidas, plantando firmemente sus pies en el suelo de la tierra, y en la plena luz del d�a de la historia humana, el credo cristiano levant� la cabeza al cielo, revel� al creyente el ser interior de Dios, mostr� la manera en que Dios el Hijo tom� nuestra naturaleza sobre �l realmente se construy� un puente entre la tierra y el cielo, e incluso nos descubri� el coraz�n m�s �ntimo del Todomisericordioso en el verdadero significado y valor del Sacrificio que fue ofrecido en el Calvario por los pecados del mundo entero .
De esa fuente abierta al pecado y a la inmundicia brotan todas las esperanzas de perd�n, todos los refuerzos de la gracia, todo el poder de los sacramentos, mediante los cuales la obra del Redentor se lleva adelante en la esfera del sentido y del tiempo, en preparaci�n para la trascendental, el futuro sin fin.
II. De esta predicaci�n, �cu�l fue el objeto? San Pablo responde: "Para salvar a los que creen". Cuando el Ap�stol habla de salvaci�n, se refiere a la salvaci�n del alma humana individual de la ruina, la ruina comenzada aqu� y convertida m�s all� de la tumba en permanente e irrecuperable, la salvaci�n de la muerte eterna. Y la predicaci�n de los ap�stoles present� a Cristo a los hombres, en la frase de San Pablo, como evidentemente presentado crucificado entre ellos, como su Salvador, como su Salvador todo suficiente, capaz de salvar al m�ximo a los que se acercan a Dios por �l.
III. �Qui�nes son capaces de recibir esta salvaci�n? "Los que creen". De hecho, entonces, los destinatarios de la salvaci�n son una clase limitada. La fe es, en esencia, el acto por el cual el alma acepta la salvaci�n. Esta creencia es un movimiento de toda el alma, de todos sus poderes que salen al encuentro de la verdad se�alada; es pensamiento, es afecto, es confianza, es entrega, cara a cara con el Cristo invisible, pero claramente aprehendido.
La fe no salva, no puede por s� misma; pero la fe es la mano que extendimos para recibir la salvaci�n que se nos ha realizado, y que, por tanto, debemos recibir en esta nuestra mano para hacerla nuestra.
HP Liddon, Family Churchman, 28 de julio de 1886.
Referencias: 1 Corintios 1:21 . J. Hunter, Historia de Daniel, p�g. 39; JB Brown, Christian World Pulpit, vol. xviii., p�g. 200. 1 Corintios 1:21 . T. Arnold, Sermons, vol. iv., p�g. 47; H. Allon, Sermones en Union Chapel, Islington, p�g.
40; Homilista, vol. ii., p�g. 1. 1 Corintios 1:22 . JB Brown, Christian World Pulpit, vol. xxxii., p�g. 225. 1 Corintios 1:22 . Magee, The Gospel and the Age, p�g. 1; Beecher, Sermones, 1870, p�g.
261; R. Lorimer, Estudios b�blicos en vida y verdad, p�g. 45; Preacher's Monthly, vol. iv., p�g. 539. 1 Corintios 1:22 . Homilista, vol. ii., p�g. 339. 1 Corintios 1:23 . JM Neale, Sermones para el a�o cristiano, vol.
ii., p�g. 119; TR Stevenson, Christian World Pulpit, vol. xviii., p�g. 246. 1 Corintios 1:23 ; 1 Corintios 1:24 . Spurgeon, Sermons, vol. i., Nos. 7, 8; HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. xiii.
, pag. 92; Ib�d., Vol. xviii., p�g. 340; W. Cunningham, Sermons, p�gs. 120, 134; FW Robertson, Lectures on Corinthians, p�g. 83; WJ Knox-Little, El misterio de la pasi�n, p. 85; J. Oswald Dykes, Sermones, p�g. 34; Obispo Stubbs, El p�lpito anglicano de hoy, p�g. 49. 1 Corintios 1:23 .
C. Kingsley, Town and Country Sermons, p�g. 408. 1 Corintios 1:23 . El p�lpito del mundo cristiano, vol. xxv., p�g. 406. 1 Corintios 1:24 . Spurgeon, Sermons, vol. iii., n�m. 132; Preacher's Monthly, vol.
ix., p�g. 186; Revista del cl�rigo, vol. iv., p�g. 85; J. Irons, Thursday Penny Pulpit, vol. xv., p�g. 377. 1 Corintios 1:26 . H. Phillips, Christian World Pulpit, vol. ii., p�g. 358; S�bado por la noche, p. 247. 1 Corintios 1:26 .
Spurgeon, Sermons, vol. x., No. 587. 1 Corintios 1:26 . AJ Parry, Phases of Truth, p�g. 133. 1 Corintios 1:27 . HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. ii., p�g. 25; Preacher's Monthly, vol. ix., p�g. 165. 1 Corintios 1:28 . El p�lpito del mundo cristiano, vol. ii., p�g. 377.
Versículo 30
1 Corintios 1:30
Cristo, la fuente de todas las bendiciones.
I. San Pablo parece haber tenido en su mente una concepci�n del crecimiento gradual del esp�ritu cristiano bajo la mano de Cristo, desde su amanecer de gracia hasta su cumplimiento final en la gloria. Parece ver a Cristo como el gran Dispensador de los tesoros del Padre, acumulando dones sobre el alma del creyente hasta que resplandece en la imagen misma de �l mismo; para verlo elev�ndose m�s y m�s alto, a medida que se acerca m�s y m�s a �l, hasta que llegue la crisis de la redenci�n final y se pierda del ojo, escondido m�s all� de las nubes. Las palabras son como la escalera a la visi�n del Patriarca, "colocada sobre la tierra, y su cima llegaba al cielo; y he aqu�, los �ngeles de Dios subiendo y descendiendo por ella".
II. Sabidur�a, la aprehensi�n del conocimiento verdadero y Divino es la primera etapa en el camino de la paz; la limpieza del ojo de la raz�n para la perspectiva misma de la eternidad y de Dios. Aqu� se declara que Cristo nos ha sido hecho sabidur�a, no tanto porque es el Dador de sabidur�a, sino porque es la base y el objeto de ella; no tanto porque nos declare la verdad, sino porque es la verdad.
Nos da conocimiento al darse a s� mismo. La "justicia, santificaci�n y redenci�n" son ingredientes de la sabidur�a. Cristo es nuestra sabidur�a al ser para nosotros estas cosas: es decir, �l es el objeto principal de toda verdadera sabidur�a en la medida en que �l es la fuente de toda verdadera bienaventuranza.
III. Pese bien la fuerza de la expresi�n "se nos ha hecho". Como uno con Cristo , obtenemos toda la herencia de gracia y gloria. En el instante en que somos incorporados al cuerpo m�stico del cual �l es la Cabeza, ese instante poseemos la semilla de toda la vida del cristiano, s�, toda su eternidad no es sino el menor o mayor desarrollo del Cristo que lleva dentro, alrededor. y sobre �l. Recibirlo es recibir el germen de cada bendici�n que est� escrita en el libro de Dios.
W. Archer Butler, Sermones, segunda serie, p�g. 1.
Referencias: 1 Corintios 1:30 . W. Landels, Christian World Pulpit, vol. vii., p�g. 376; RS Candlish, El evangelio del perd�n, p. 301; Homilista, nueva serie, vol. i., p�g. 240; Ib�d., Segunda serie, vol. i., p�g. 240; Spurgeon, Evening by Evening, p�g. 271.
Versículos 30-31
1 Corintios 1:30
Justicia no nuestra, sino en nosotros.
En todas las �pocas de la Iglesia, no s�lo en la �poca primitiva, los cristianos han tenido la tentaci�n de enorgullecerse de sus dones, o al menos de olvidar que eran dones y darlos por sentado. Alguna vez se han sentido tentados a olvidar sus propias responsabilidades, haber recibido lo que est�n destinados a mejorar, y el deber de temer y temblar mientras lo mejoran. Uno de los primeros elementos del conocimiento y del esp�ritu cristiano es referir todo lo bueno en nosotros, todo lo que tenemos de vida espiritual y justicia, a Cristo nuestro Salvador; creer que �l obra en nosotros, o, para decir lo mismo m�s claramente, creer que la verdad, la vida, la luz y la santidad salvadoras no son de nosotros, aunque deben estar en nosotros.
I. Todo lo que tenemos no es de nosotros, sino de Dios. Esta es la gran verdad que est� en el fundamento de toda doctrina verdadera en cuanto al camino de la salvaci�n. Toda ense�anza acerca del deber y la obediencia, acerca de alcanzar el cielo y acerca del oficio de Cristo para con nosotros, es hueca e insustancial, la cual no est� construida aqu�, en la doctrina de nuestra corrupci�n e impotencia originales; y en consecuencia, de la culpa y el pecado originales.
II. Si bien la verdad y la justicia no son de nosotros, es igualmente cierto que tambi�n est�n en nosotros si somos de Cristo; no meramente dado a nosotros nominalmente e imputado a nosotros, sino realmente implantado en nosotros por el oficio del Esp�ritu Bendito. No olvidemos nunca este gran y sencillo punto de vista que toda la Escritura nos presenta. Lo que realmente hizo Cristo en la carne hace mil ochocientos a�os est� realmente forjado en nosotros, uno por uno, hasta el fin de los tiempos, en tipo y semejanza.
Cristo mismo se permite repetir en cada uno de nosotros en figura y misterio todo lo que hizo y sufri� en la carne. �l se forma en nosotros, nace en nosotros, sufre en nosotros, resucita en nosotros, vive en nosotros; y esto no por una sucesi�n de eventos, sino todos a la vez; porque �l viene a nosotros como un Esp�ritu, todos muriendo, todos resucitando, todos vivientes. Siempre estamos recibiendo nuestro nacimiento, nuestra justificaci�n, nuestra renovaci�n, siempre muriendo al pecado, siempre elev�ndonos a la justicia.
Toda su econom�a en todas sus partes est� siempre en nosotros todos a la vez; y esta presencia divina constituye el t�tulo de cada uno de nosotros al cielo; esto es lo que �l reconocer� y aceptar� en el �ltimo d�a. As� como la imagen del rey se apropia de la moneda, la semejanza de Cristo en nosotros nos separa del mundo y nos asigna al reino de los cielos.
JH Newman, Parochial and Plain Sermons, vol. v., p�g. 128.
Referencias: 1 Corintios 1:30 ; 1 Corintios 1:31 . Spurgeon, Sermons, vol. xvii., No. 991. 1 Corintios 1:31 . Ib�d., Vol.
xx., n� 1178; S�bado por la noche, p. 260. 1 Corintios 2:1 ; 1 Corintios 2:2 . W. Morley Punshon, Christian World Pulpit, vol. ii., p�g. 168; HW Beecher, Sermons, 1870, p�gs. 448, 465. 1 Corintios 2:1 .
Ib�d., Christian World Pulpit, vol. VIP. 148; W. Baxendale, Ib�d., Vol. xxviii., p�g. 364, vol. xxx., p�g. 168. 1 Corintios 2:1 . FW Robertson, Lectures on Corinthians, p�g. 36.