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Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
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Bible Commentaries
Comentario Bíblico de Sermón Comentario Bíblico de Sermón
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en el dominio público.
Texto Cortesía de BibleSupport.com. Usado con Permiso.
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Texto Cortesía de BibleSupport.com. Usado con Permiso.
Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Corinthians 11". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/1-corinthians-11.html.
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Corinthians 11". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/
Versículo 26
1 Corintios 11:26
I. Es un hecho maravilloso, muy sorprendente a primera vista para aquellos que no lo han considerado firmemente, que la ordenanza principal del cristianismo sea la conmemoraci�n y proclamaci�n de una muerte. Las fiestas de la natividad, de la resurrecci�n, de la ascensi�n, por bellas que sean su significado y benigna su influencia, en todo caso no son de instituci�n divina. La fiesta que Cristo instituy� es el anuncio a todas las edades de su muerte.
Seguramente nuestro Se�or debe haber tenido la intenci�n de indicar de ese modo el rasgo de Su obra que concibi� estar en la relaci�n m�s vital con el cumplimiento de Su gran esperanza para el hombre. La muerte m�s que la vida, la vida como mirando a la muerte y a todo lo que de ella brotar�a, y la muerte como el acto m�s fecundo y el instrumento m�s poderoso de su amor, debe ser la principal fuente de paz. alegr�a y esperanza para la humanidad.
II. Si esto es cierto, si la muerte del Se�or es el acto m�s luminoso, m�s bendito, m�s vivificante de Su vida, un verdadero y m�s profundo nacimiento en la esfera eterna, arroja la luz m�s hermosa sobre nuestra vida y nuestra muerte. El hombre que conoci� m�s profundamente el consejo de Dios sobre la vida, cuya vida humana se enriqueci�, se hizo m�s grande, m�s pre�ada de una esperanza gloriosa a medida que el elemento terrenal se derramaba poco a poco en la tumba, hizo de esta su aspiraci�n y su oraci�n "Para que yo le conozca". , y el poder de Su resurrecci�n, y la comuni�n de Sus sufrimientos, siendo conformados a Su muerte.
"No hay vidas tan tristemente tristes como las que han tenido �xito en la b�squeda del oro; ning�n futuro tan en blanco como el de ellos, ninguna eternidad tan terrible. Mira a tu alrededor a tus hombres supremamente exitosos. Calcula el n�mero de rayos de pura alegr�a que brillan sobre sus corazones y romper la tristeza de sus vidas, y compararlos con el hombre cuya vida es un himno de triunfo de voz profunda "Doy gracias a mi Dios, por Jesucristo mi Se�or", porque he aprendido de �l, a trav�s de Su muerte, para llamar a esa vida, y s�lo eso, que es eterna.
J. Baldwin Brown, The Sunday Afternoon, p�g. 219.
Referencias: 1 Corintios 11:26 . G. Calthrop, Pulpit Recollections, p�g. 207; W. Cunningham, Sermones, p�g. 356; S. Minton, Christian World Pulpit, vol. ii., p�g. 42; Revista del cl�rigo, vol. i., p�g. 283; vol. iv., p�g. 224; vol. VIP. 83; T. Arnold, Sermons, vol. iv., p�g. 228; FD Maurice, Sermons, vol. iv., p�g. 111; T. Birkett Dover, Manual de Cuaresma, p�g. 151; Sermones sobre el Catecismo, p�g. 242.
Versículo 27
1 Corintios 11:27
La ausencia de ense�anza sobre el tema de la Sagrada Comuni�n en las Ep�stolas no es un argumento de que la Sagrada Comuni�n fuera una parte sin importancia del culto divino en los d�as apost�licos. Solo da testimonio del hecho, que sabemos muy bien por otras fuentes, de que la Sagrada Comuni�n era la parte del deber y el privilegio de un cristiano en los primeros d�as que era menos probable que descuidara. Por lo que he observado, s�lo hay dos lugares en los que se hace referencia directa al tema; ambos est�n en la Primera Ep�stola de San Pablo a los Corintios.
I. En el primero, las circunstancias fueron estas. Algunos de los corintios hab�an sido inducidos a participar en la adoraci�n de �dolos: al menos, lo hab�an hecho indirectamente. No estaban tranquilos en su conciencia sobre el asunto; creyeron que, despu�s de todo, posiblemente podr�a estar mal, y solicitaron a St. Paul que determinara la dificultad. San Pablo resolvi� la dificultad explic�ndoles que, as� como al unirse a la Sagrada Comuni�n realmente se volv�an part�cipes de Cristo, al unirse a una fiesta de �dolos realmente se volv�an part�cipes de la idolatr�a.
San Pablo fue llevado a hablar de la Sagrada Comuni�n porque los corintios hab�an hecho algo que no deb�an haber hecho, porque hab�an tra�do deshonra a su nombre de pila y por el privilegio que disfrutaban como part�cipes de Cristo en la Sagrada Comuni�n. era la mejor prueba posible de la manera en que su nombre de pila hab�a sido deshonrado.
II. �C�mo fue que el Ap�stol escribi� la �ltima parte del cap. xi.? La raz�n es bastante obvia. Los abusos m�s horribles se hab�an infiltrado en la Iglesia de Corinto: los hombres no discern�an el cuerpo del Se�or; trataron su mesa como una mesa com�n, la convirtieron en una mesa de juerga; comieron y bebieron indignamente, y por eso recibieron condenaci�n para s� mismos. Es esta horrible blasfemia con la que estamos en deuda por las opiniones de San Pablo sobre el tema de la Cena del Se�or.
III. Cuando tom� el tema en la mano, �c�mo lo trat�? Volvi� de inmediato a la primera instituci�n del Santo Sacramento por el Se�or mismo. No trata con un lenguaje duro y severo; simplemente relata la historia de lo que hizo nuestro bendito Se�or en la v�spera de Su pasi�n. Puso m�s fe en el relato de este simple cuento que en cualquier lenguaje fuerte que pudiera usar. No puede agregar nada que le d� m�s fuerza al argumento, y no puede encontrar un comentario mejor sobre la doctrina de la Cena del Se�or.
Obispo Harvey Goodwin, Sermones parroquiales, quinta serie, p�g. 335.
Referencias: 1 Corintios 11:27 . Preacher's Monthly, vol. ii., p�g. 96. 1 Corintios 11:28 . RDB Rawnsley, Village Sermons, cuarta serie, p�g. 40; Sermones sobre el Catecismo, p�g. 285. 1 Corintios 11:29 .
GEL Cotton, Sermones a las congregaciones inglesas en la India, p�g. 207; P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. ix., p�g. 183; R. Tuck, Christian World Pulpit, vol. xii., p�g. 350. 1 Corintios 11:30 . G. Salm�n, gnosticismo y agnosticismo, p. 100. 1 Corintios 11:31 .
Revista del cl�rigo, vol. iii., p�g. 18. 1 Corintios 11:31 ; 1 Corintios 11:32 . EL Hull, Sermones, primera serie, p�g. 216. 1 Corintios 11:32 . E. White, Christian World Pulpit, vol. xxvi., p�g. 50.
Versículo 33
1 Corintios 11:33
I. Qu�date por los j�venes. No consideres que la religi�n consiste en pensar correctamente, creencias definidas, experiencia madura, fuerza masculina y femenina. Tiene sus comienzos en las luchas juveniles, en la maravilla, en la sencillez, en la capacidad de aprender, en el dolor, en el anhelo, en el seguimiento. Y no se puede buscar el paso firme de los que han pasado mucho tiempo en el camino en el caso de los que reci�n est�n entrando en �l; no se puede esperar que sigan el ritmo de los varoniles y los fuertes. "Detengan uno por otro."
II. Qu�date por los d�biles. Debemos ser como los mismos d�biles y llevarlos con nosotros a medida que avanzamos. Debemos estar dispuestos a ser llevados si somos los d�biles, y por lo tanto debemos demorarnos el uno por el otro. Algunos se est�n desmayando, pero cuando hayan descansado un rato, vendr�n. Algunos tienen hambre; cuando sean alimentados ser�n m�s fuertes. Algunos han estado enfermos; nada puede reclutarlos excepto el tiempo, el buen clima y la amable alimentaci�n.
III. Espera la duda. No para los cautivos y los que no son sinceros, sino para los que buscan la luz con sinceridad y sinceridad. Un hombre puede dudar mientras ama la verdad, pero en este caso seguramente ser� conducido a ella al final. Qu�date por �l.
IV. Qu�date por los afligidos, los afligidos, los afligidos y los heridos de esp�ritu. Mientras el gran Sufridor, ahora el gran Conquistador, espera por todos, esperemos el uno al otro.
V. Hay una espera a�n m�s sublime de toda la Iglesia para el mundo entero. La Iglesia nunca podr� someterse al mundo, pero el mundo afianzar� sus armas y extender� la mano de la amistad a la Iglesia, y la conciliaci�n ser� perfecta, sin ruptura ni separaci�n.
A. Raleigh, The Way to the City, p�g. 34.