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Bible Commentaries
1 Corintios 12

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

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Versículo 1

1 Corintios 12:1

I. Ning�n hombre puede siquiera profesar el cristianismo sin la ayuda del Esp�ritu Santo. Es algo incluso profesar ser cristiano, hacer una declaraci�n clara incluso de verdades doctrinales que han penetrado muy profundamente en el coraz�n. "Nadie puede decir que Jes�s es el Se�or, sino por el Esp�ritu Santo". Las meras convicciones de nuestro intelecto no est�n en nuestro propio poder. Los argumentos m�s fuertes podr�an no convencer a un hombre, a menos que el Esp�ritu Santo de Dios estuviera a la mano para agregar fuerza al argumento y capacitar al hombre, con ayuda espiritual, a decir que Jes�s es el Se�or.

II. Si creemos en nuestros credos y la doctrina del Domingo de Pentecost�s, reconoceremos, a lo largo de nuestra vida, la presencia, la obra y el poder del Esp�ritu Santo de Dios; pero entonces, si queremos tener alguna convicci�n real de esta operaci�n espiritual entre el pueblo de Dios para la salvaci�n de las almas, �c�mo deben estar ocupados nuestros pensamientos? No con las cosas que se ven y temporales, sino con las cosas que no se ven, que son eternas.

Aquel que sea capaz de comprender la obra del Esp�ritu de Dios debe esforzarse por pensar no solo en los dones espirituales, sino tambi�n en el mundo espiritual. Es un proverbio entre los alemanes que m�s all� de las colinas vive gente. Los hombres tienden a suponer que en el estrecho valle en el que pasan sus d�as se concentra toda la vida y la actividad; pero m�s all� de las colinas, donde se pone el sol, hay otras naciones llenas de vida y esp�ritu; y su mente est� abarrotada y confinada quien s�lo piensa en el estrecho distrito en el que vive.

Mucho m�s all� de toda creaci�n material, existe un mundo espiritual, donde Dios el Padre habita y donde el Se�or Jesucristo est� a Su diestra. �Y no sentimos y sabemos que todos los impulsos m�s elevados de nuestra alma vienen directamente del mundo espiritual, y que el Se�or que muri� por nosotros cumple en todo coraz�n cristiano honesto la promesa que �l dio, haciendo que todos los hombres buenos sean mejores? a trav�s de la obra del Esp�ritu Santo de Dios?

AC Tait, Christian World Pulpit, vol. x., p�g. 1.

Referencias: 1 Corintios 12:1 . P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. iv., p�g. 81; HP Liddon, Church Sermons, vol. ii., p�g. 321. 1 Corintios 12:1 . FW Robertson, Lectures on Corinthians, p�g. 168.

Versículo 3

1 Corintios 12:3

Una prueba de verdadera inspiraci�n.

Al principio, no es f�cil comprender el objeto de San Pablo en este pasaje. Parece estar estableciendo, en primer lugar, una perogrullada sobre la que no puede haber discusi�n alguna, y luego, una proposici�n sobre la verdad de la que aparentemente hay un gran margen de duda. El mismo San Pablo es consciente de que est� diciendo algo que a primera vista podr�a no agradar a sus lectores o que, al menos, requiere su cuidadosa atenci�n. La frase "os doy a entender" es uno de esos giros de lenguaje que emplea cuando desea conmover las mentes de los hombres a un esfuerzo inusual.

I. "Nadie que hable por el Esp�ritu de Dios, llama anatema a Jes�s". Hubo corintios que afirmaron hablar por inspiraci�n del Esp�ritu, y que, cuando estaban en un estado de �xtasis, exclamaron: "Maldito sea Jes�s". Es casi seguro que estos corintios eran jud�os que se hab�an mezclado mucho con los cristianos y que hab�an captado algo del entusiasmo que se hab�a creado dentro de la Iglesia por la presencia de los dones extraordinarios que se le conced�an.

En esta frase tenemos una advertencia, primero, contra un falso liberalismo, y, segundo, tenemos una advertencia contra pensar demasiado en las pasiones religiosas. As� como los profetas en la sinagoga dijeron "Jes�s es maldito", as� los cristianos reunidos en la casa de Justo clamaron "Jes�s es el Se�or".

II. "Nadie puede decir que Jes�s es el Se�or, sino por el Esp�ritu Santo". �Por qu� es esto? �Por qu� un hombre no puede reconocer la divinidad de Jes�s por el ejercicio de sus facultades naturales, y cuando lo ha reconocido decir que lo ha hecho? �Por qu� debe intervenir el Esp�ritu Santo para ense�ar esto m�s que otros tipos de verdad? La raz�n es doble. Se encuentra en parte en la comprensi�n del hombre y en parte en su voluntad.

(1) La voluntad tiene un instinto inteligente propio. Creemos, al menos en gran medida, lo que deseamos creer; y deseamos creer, la mayor�a de nosotros, aquello que no nos costar� mucho en cuanto a esfuerzo o resistencia. Deseamos esto y nada m�s, siempre suponiendo que nos dejamos a nosotros mismos con la naturaleza y el instinto humanos promedio que nuestro primer padre nos ha legado.

El Esp�ritu Santo debe intervenir hasta devolver la libertad a la voluntad humana, evitando as� su acci�n maliciosa sobre el entendimiento. Cuanto mayores son las exigencias pr�cticas de una verdad dada, m�s necesaria es la alta imparcialidad de la voluntad; y, por tanto, en ning�n caso es m�s necesario que en el de creer en la divinidad de nuestro Se�or, que, cuando realmente se cree, lleva a tanto y exige tanto.

(2) Una segunda raz�n se encuentra en el entendimiento. Si un hombre iba a elevarse por encima de los prejuicios de la �poca si quer�a ver lo que esas palabras, esos actos, ese personaje realmente significaban si quer�a entender c�mo la Cruz era tanto una revelaci�n del amor Divino como la Transfiguraci�n era una revelaci�n. de gloria divina, debe haber sido guiado por un maestro m�s que humano; el Esp�ritu le debe haber ense�ado a decir: "Jes�s es el Se�or".

HP Liddon, Penny Pulpit, No. 1116.

I. Los jud�os resistieron la luz del Esp�ritu Santo y Su gracia solicit�ndolos desde afuera; Los cristianos, si rechazan esa misma verdad, tambi�n lo rechazan a �l como ense�anza interna. Los jud�os tuvieron la condenaci�n de rechazar la verdad que podr�an haber conocido; Los cristianos tienen una condenaci�n mucho m�s severa al rechazar la verdad ya conocida y atestiguada por aquellos que una vez supieron que ven�an de Dios.

La luz, contra la cual los ojos se han cerrado a menudo, no es infrecuente, en la misericordia de Dios, llegar a los ojos que se cierran contra ella; es muy raro que los ojos se abran para ver la verdad que una vez vieron y rechazaron.

II. Guardemos la verdad, no como se�ores sobre ella, para adaptarla, como regla lesbiana, a todas las fases pasajeras de la opini�n o conjetura humana, sino como la regla eterna infalible, a la que toda opini�n humana, cuando es corregida por Dios. -Raz�n iluminada, el espejo de la sabidur�a de Dios debe conformarse. Siendo el cristianismo fruto no de la sabidur�a humana, sino de la sabidur�a divina, su vida tambi�n es divina, mantenida, por igual en el mundo y en cada coraz�n, por el Se�or y dador de vida, Dios Esp�ritu Santo.

Siendo esto as�, entonces la imprudencia m�s estupenda y central de nuestros d�as debe ser el ignorar ignorante de Aquel que es nuestra luz y nuestra vida. Nuestra generaci�n est� tan ocupada con la materia que no puede dedicar tiempo al esp�ritu. Lo espiritual le parece irreal, porque "m�s all� del alcance del ojo y la mano". Los hombres est�n tan ocupados con sus investigaciones, tan seguros del proceso, que no se les ocurre pensar que su conclusi�n inevitable puede estar equivocada, que pueden estar siguiendo un meteoro terrestre que se cierne alrededor de las ci�nagas, en lugar de la clara luz de la verdad. , puesto por Dios para gobernar d�a y noche.

EB Pusey, University Sermons, p�g. 463.

Referencias: 1 Corintios 12:3 . Revista del cl�rigo, vol. ii., p�g. 89; vol. vii., p�g. 84; FW Robertson, Sermones, tercera serie, p�g. 29. 1 Corintios 12:3 . C. Kingsley, Town and Country Sermons, p�g.

290; G. Salmon, Sermones en Trinity College, Dubl�n, p�g. 107. 1 Corintios 12:3 . H. Scott Holland, Christian World Pulpit, vol. xxxiv., p�g. 155. 1 Corintios 12:4 . EC Wickham. Sermones de Wellington College, p�g.

122. 1 Corintios 12:4 ; 1 Corintios 12:5 . Preacher's Monthly, vol. iv., p�g. 204. 1 Corintios 12:4 . Iglesia de Inglaterra, Pulpit, vol.

xvii., p�g. 99; RS Candlish, La filiaci�n y la hermandad de los creyentes, p�gs. 299, 312; JH Thom, Leyes de la vida despu�s de la mente de Cristo, segunda serie, p�g. 225; E. Hatch, P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. xii., p�g. 1; T. Kelly, Pulpit Trees, p�g. 67. 1 Corintios 12:4 . AW Momerie, Christian World Pulpit, vol.

xxii., p�g. 348; A. Barry, Cheltenham College Sermons, p�g. 395. 1 Corintios 12:9 . WG Horder, Christian World Pulpit, vol. xxxiv., p�g. 61. 1 Corintios 12:11 . Preacher's Monthly, vol. VIP. 45; Sermones sencillos de los colaboradores de "Tracts for the Times", vol.

VIP. 109. 1 Corintios 12:12 . Homilista, tercera serie, vol. vii., p�g. 87; GEL Cotton, Sermones y discursos en Marlborough College, p�g. 308; JB Lightfoot, P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. iv., p�g. 117; EM Goulburn, Pensamientos sobre la religi�n personal, p. 312.

Versículo 13

1 Corintios 12:13

Bautismo regenerador.

As� como hay un Esp�ritu Santo, tambi�n hay un solo cuerpo visible de cristianos que Dios Todopoderoso "conoce por su nombre" y un bautismo que admite a los hombres en �l. Esto est� impl�cito en el texto, que es casi paralelo a las palabras de San Pablo en los Efesios: "Hay un solo cuerpo, y un solo Esp�ritu, ... un solo bautismo". Pero en �l se nos ense�a m�s que esto: no solo que el Esp�ritu Santo est� en la Iglesia y que el bautismo admite en ella; pero que el Esp�ritu Santo admite por medio del bautismo, que el Esp�ritu Santo bautiza: en otras palabras, que cada miembro individual recibe el Esp�ritu Santo como un paso preliminar o condici�n o medio para ser incorporado a la Iglesia, o, en la forma de nuestro Salvador. palabras, que nadie puede entrar, a menos que sea regenerado para entrar.

I. Cuando los hombres se niegan a admitir la doctrina de la regeneraci�n bautismal en el caso de los infantes, miran c�mo pueden defender el bautismo infantil, que quiz�s por h�bito, buenos sentimientos u otras causas no les gusta abandonar. Sin duda, si vamos a las Escrituras, la cuesti�n se decide de inmediato, porque nadie puede negar que se dice mucho m�s en las Escrituras a favor de la conexi�n entre el bautismo y la gracia divina que sobre el deber del bautismo infantil.

Si la doctrina y la pr�ctica son irreconciliables, la regeneraci�n bautismal y el bautismo de infantes, que la pr�ctica que no est� escrita en la Escritura ceda a la doctrina que s� lo est�; y defraudemos (si podemos soportarlo) a los ni�os del bautismo, no al bautismo de su virtud sobrenatural. Vayamos en contra de la tradici�n en lugar de la Escritura.

II. El paralelo en parte asumido y en parte real de la circuncisi�n llega de hecho, lo sepan o no, como una especie de refugio para quienes han tomado la posici�n intermedia entre la doctrina cat�lica y la pr�ctica her�tica. Se aprovechan del caso de la circuncisi�n como prueba de que una ordenanza divinamente designada no tiene por qu� transmitir gracia, incluso cuando admite un estado de gracia. La circuncisi�n admiti� ciertos privilegios a los medios de gracia, a la ense�anza y similares; el bautismo, consideran, hace lo mismo, y nada m�s.

La objeci�n clara a este punto de vista es que Cristo y sus ap�stoles otorgan una gracia a la ordenanza del bautismo que no se adjunta en el Antiguo Testamento a la circuncisi�n, que es exactamente esa diferencia que hace que este �ltimo sea un mero rito, el primero un sacramento; y si esto es as�, no tiene nada que ver con construir un argumento sobre el supuesto de que las dos ordenanzas son exactamente lo mismo.

III. Si el bautismo no tiene valor espiritual, �puede estar destinado a nosotros los cristianos? Si no tiene poder regenerador, �seguramente solo son consistentes quienes lo rechazan por completo! Lo dir� con valent�a, no tenemos nada muerto y terrenal bajo el evangelio, y actuamos como los cristianos judaizantes de la antig�edad si nos sometemos a algo as�; por tanto, s�lo son consecuentes los que, negando la virtud del bautismo, niegan tambi�n su autoridad como ordenanza permanente del evangelio. O el bautismo es un instrumento del Esp�ritu Santo o no tiene lugar en el cristianismo.

JH Newman, Parochial and Plain Sermons, vol. iii., p�g. 271.

Referencias: 1 Corintios 12:13 . Collyer, Christian World Pulpit, vol. xxx., p�g. 116. 1 Corintios 12:14 . A. Murray, Los frutos del esp�ritu, p�g. 312. 1 Corintios 12:14 .

RA Armstrong, Christian World Pulpit, vol. xxxiii., p�g. 141. 1 Corintios 12:14 . Preacher's Monthly, vol. ix., p�g. 171. 1 Corintios 12:22 . Homilista, tercera serie, vol. iv., p�g. 86. 1 Corintios 12:24 .

Preacher's Monthly, vol. ii., p�g. 107. 1 Corintios 12:25 . L. Campbell, Algunos aspectos del ideal cristiano, p�g. 55.

Versículo 26

1 Corintios 12:26

Responsabilidad social.

Hay tres grandes principios que deber�an regir el pensamiento de un cristiano en su estimaci�n de un gran caso criminal.

I. De �stos, el primero es que todo criminal es, en cierta medida, producto de su �poca, del esp�ritu de la sociedad en la que ha pasado su vida. As� como ciertos distritos pantanosos y atm�sferas h�medas son favorables al crecimiento de insectos o enfermedades molestos o malignos, as� los estados de �nimo particulares de los sentimientos y opiniones populares son ciertamente favorables al crecimiento del crimen. Esta es, por supuesto, una doctrina que puede llevarse demasiado lejos.

Ning�n criminal es simple y totalmente el producto inconsciente e indefenso de sus circunstancias. Suponer que eso ser�a una difamaci�n sobre la justicia de Dios. Pero aun as� hemos contribuido por canales remotos y sutiles a hacer del criminal lo que es; y si conoci�ramos el verdadero �mbito de nuestras responsabilidades, deber�amos sentir que su error, su sufrimiento, es en cierto sentido nuestro. Si un miembro sufre, todos deber�an sufrir con �l.

II. Y un segundo principio que deber�a regir nuestros pensamientos sobre los grandes delitos es que, a los ojos de Dios, la Justicia Eterna, toda culpa es relativa a las oportunidades de un hombre.

III. Similar a esta consideraci�n hay una tercera, que un cristiano recordar� constantemente cuando se entere de un gran caso criminal. Es la profunda y sincera convicci�n de su propia condici�n real como pecador ante la mirada de Dios. Lo que fue tan ofensivo para nuestro Se�or en los fariseos, que �l reprendi� tan severamente y con tanta frecuencia, fue la sustituci�n de una prueba convencional y externa de excelencia religiosa por una interna y verdadera.

Hicieron sus obras para ser vistos por los hombres. Ahora bien, esto corresponde a gran parte de la responsabilidad religiosa de nuestros d�as, que nunca llega realmente por debajo de la superficie de la vida, ni se pregunta seriamente qu� est� pensando Dios momento a momento, y todo lo que �l ve no meramente en la vida exterior, sino en el interior. los recintos del alma. Cuando un cristiano ha aprendido algo real y exacto sobre s� mismo, no tiene coraz�n para ser duro con los dem�s.

El hombre que sabe algo acerca de su propio coraz�n no supondr� que los galileos cuya sangre Pilato mezcl� con sus sacrificios fueran m�s pecadores que todos los galileos; o que los dieciocho sobre los que cay� la torre de Silo� fueran excepcionalmente malvados. Sabe que tiene demasiado en com�n con estos hombres para sentir eso. Sabe que se merece lo que han vivido, aunque sea por otras razones, y por tanto, si sufren, �l, en su coraz�n y en su mente, sufre con ellos, aunque s�lo sea por la actividad sensible de su sentido de la justicia.

HP Liddon, Penny Pulpit, No. 727.

1 Corintios 12:26

San Pablo har�a que los corintios lucharan incesantemente, no para crear un nuevo orden para ellos mismos, sino para que no en cada acto de sus vidas contradijeran el orden al que finalmente pertenecieron.

I. �Y cu�l es ese orden? San Pablo utiliza el m�todo m�s simple que uno pueda concebir para hacernos comprender lo que es. Nos lleva a advertir hechos obvios, que todo el mundo admite, y no s�lo admite, sino que se ve obligado por la experiencia m�s aguda a reconocer cada momento. Nos pide que consideremos la estructura de nuestros cuerpos, no secretos sobre ellos que los anatomistas y fisi�logos puedan conocer, sino lo que todo mec�nico debe saber.

Dice que cada uno de nuestros miembros o miembros tiene un poder o un trabajo propio; que ning�n otro miembro puede ejercer el mismo poder o hacer el mismo trabajo. Seguramente aqu� hay leyes del universo que se refieren a nosotros mismos, que nadie puede revertir. El practicante de medicinas o cirug�a no aspira a alterar estos hechos. Se conforma a ellos, regula su trato de acuerdo con ellos.

II. Entonces, �qu� pasa el Ap�stol? Contin�a hablando de otros hechos como casi que nos conciernen a cada uno de nosotros individualmente, como casi que conciernen a toda la raza, sobre los cuales puede apelar a la misma conciencia y experiencia, que puede someter a la misma prueba y prueba. No solicita a ning�n campo especial la prueba y el examen de los mismos. No pide ning�n lugar elegido que los vientos del cielo no visiten con demasiada brusquedad.

Toma el mundo como lo encuentra. Una ciudad griega con todas sus corrupciones, el imperio romano con su tiran�a, responde a su prop�sito mejor que una Atl�ntida. Hay miembros del cuerpo pol�tico, tan ciertamente como hay miembros o miembros del cuerpo natural. Cada hombre es un miembro o una extremidad. A cada hombre se le asigna una funci�n u oficio en el cuerpo pol�tico, como lo tiene la mano o el pie en el cuerpo natural. Un hombre puede hacer el trabajo de otro tan poco como la mano puede hacer el trabajo del pie. Y aqu�, tambi�n, los muchos miembros nunca pueden hacernos olvidar el �nico cuerpo.

III. Esta descripci�n de San Pablo no presupone perfecci�n, sino imperfecci�n. Los jud�os hab�an descubierto la existencia de una ley de compa�erismo entre los seres humanos. Hab�an demostrado que esa ley estaba sujeta a violaciones constantes. Hab�an demostrado que su violaci�n trajo miseria al culpable de ella, as� como a aquellos cuyo reclamo sobre �l se hab�a negado a reconocer.

Hab�an no se muestra la forma en que el testimonio de los profetas respetando una palabra divina y por gobernador en su naci�n podr�a ser en realidad cumple para el beneficio de todas las naciones; que hab�an no se muestra que era el centro y la cabeza del cuerpo con sus muchos miembros; que hab�an no se muestra de d�nde podr�a venir un fuerte poder suficiente para hacer su cohesi�n entre s� real y, lo suficientemente pr�ctico fuerte como para superar la tendencia en cada miembro de desgarrar del resto.

Es esta pausa en la tradici�n de �pocas pasadas la que San Pablo llena cuando dice: "Ahora sois vosotros el cuerpo de Cristo, y sus miembros en particular". �l hab�a dicho antes en este cap�tulo: "As� como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros de ese cuerpo, siendo muchos, son un cuerpo, as� tambi�n Cristo". Todos los significados artificiales que se le han dado a la Iglesia perecer�n. Esta significaci�n que lo conecta con el cuerpo natural, que lo identifica con el cuerpo pol�tico universal, del cual Cristo es Cabeza, porque es Cabeza de todo hombre, permanecer�.

FD Maurice, Sermons, vol. v., p�g. 263.

Referencias: 1 Corintios 12:26 . Preacher's Monthly, vol. VIP. 133; JH Evans, Thursday Penny Pulpit, vol. x., p�g. 5.

Versículo 27

1 Corintios 12:27

I.La Iglesia es el cuerpo en el que Cristo mora como el alma, iluminando el cuerpo con Su Divina presencia, siendo la organizaci�n de este tabern�culo el tabern�culo santificado de carne y sangre en el cual Cristo habitar�, de cuyos labios hablar�, cuyas manos emplear�, y cuyos pies llevar�n la virilidad y las influencias de su vida a trav�s del mundo circundante: la organizaci�n de la que se servir� para extender los intereses de su reino, y de la cual la majestad y la gloria de su dominio se extender� por el vecindario circundante. Cristo habita en la Iglesia, Fuente de su vida, centro de su poder "para que Cristo more en vuestros corazones por la fe".

II. Si es as�, la Iglesia como cuerpo deber�a reflejar y manifestar la expresi�n del alma Divina interior. Siempre debe estar preparado para responder a la voluntad Divina. Mi acci�n no surge del cuerpo, sino de la mente y la voluntad interior. Es de ah� que se origina la acci�n, aquello a lo que la acci�n est� subordinada y de lo que es manifestaci�n. Y as� deber�a ser con la Iglesia como el cuerpo de Cristo, siempre respondiendo a la voluntad del Esp�ritu Divino interior, y ofreciendo todos sus poderes al servicio, adoraci�n y adoraci�n del poder divino, al que bien puede contribuir. , ya cuya gloria siempre estar� subordinado. Si la Iglesia es el cuerpo de Cristo, debe cumplir Su mandato, cumplir Su prop�sito, vivir para Su gloria.

III. La Iglesia es el cuerpo de Cristo, entonces: (1) All� est� su seguridad Divina; (2) su divina bienaventuranza; (3) su honor y gloria Divinos; (4) la actividad por la que debe distinguirse.

JP Chown, Christian World Pulpit, vol. iv., p�g. 264.

La idea cristiana del hombre.

I. �Cu�l es la naturaleza, el significado de nuestra vida humana? Las palabras del texto parecen dar la respuesta que necesitamos. Miramos nuestra naturaleza, llevada al cielo por espl�ndidas aspiraciones, aplastada por una miserable carga de fracasos, conscientes de un parentesco divino, conscientes de las transgresiones personales, y nos dice: "Vosotros sois el cuerpo de Cristo, Hijo de Dios e Hijo. de hombre." Miramos nuestras vidas, fragmentarias, imperfectas, envueltas, con capacidades que el goce no puede satisfacer, con logros que son s�lo una sombra de nuestros deseos, y nos dice: "Vosotros sois varios miembros de ella.

"Pero la conexi�n Divina es la revelaci�n de nuestro ser, la interpretaci�n de nuestro servicio parcial que se nos dio primero en el fiat de la creaci�n, que se nos dio de nuevo de la oscuridad y la gloria de la Cruz; comuni�n con Dios, comuni�n con el hombre en Dios, a trav�s de Cristo. Sentimos que somos un resultado y un comienzo; reconocemos el poder de la raza y atesoramos el don de la personalidad. Nosotros tambi�n compartimos una vida m�s amplia; pero para que podamos hacerlo de acuerdo con la voluntad de Dios usamos la individualidad de nuestra propia vida. Somos un cuerpo "el cuerpo de Cristo, y solidariamente miembros del mismo".

II. Como cristianos, creemos que los contrastes que representan los pensamientos solidarios de la humanidad y la individualidad de cada hombre se armonizan en la Encarnaci�n. Como cristianos, creemos que la responsabilidad social y la responsabilidad personal pertenecen por igual a cada ciudadano de la comunidad divina y corresponden a la plenitud de su vida m�ltiple. Mientras meditamos sobre los elementos de nuestro credo nos damos cuenta poco a poco de la promesa que sella de alguna revelaci�n que nos interpreta nuestra naturaleza, y nuestra naturaleza nos proporciona tambi�n una nueva regla y un nuevo motivo de acci�n. La idea cristiana del hombre nos trae el sentido de hermandad, que es la medida de nuestros esfuerzos, el sentido de hermandad con el Hijo del hombre, que es su sost�n.

Obispo Westcott, Christian World Pulpit, vol. xxxii., p�g. 177.

Referencias: 1 Corintios 12:27 . HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. xiv., p�g. 388. 1 Corintios 12:28 . Spurgeon, Sermons, vol. xiii., No. 777. 1 Corintios 12:31 .

Homilista, tercera serie, vol. x., p�g. 330; El p�lpito del mundo cristiano, vol. v., p�g. 351; R. Tuck, Ib�d., Vol. xix., p�g. 248; HW Beecher, Ib�d., P�g. 373; G. Salmon, Sermones en Trinity College, Dubl�n, p�g. 55; FW Robertson, Lectures on Corinthians, p�g. 73; RW Church, Los dones de la civilizaci�n, p. 5.

Versículo 31

1 Corintios 12:31 ; 1 Corintios 13:1

San Pablo ha estado tratando los dones espirituales como exist�an entonces en la Iglesia de lenguas, de profec�a y cosas por el estilo. Eran cosas que hab�a que cortejar y conseguir si pod�a ser as�. A�n as�, hab�a una cosa mejor; una forma de vivir y de proceder, que estaba muy por encima de todas estas; una forma de vivir y predicar que pod�a prescindir de los dones, pero que no pod�an prescindir de ellos. Y al ampliar este �ltimo hecho negativo, abre su descripci�n. Les mostrar� este camino m�s excelente, afirmando primero cu�n in�til es cada don, cada logro, sin �l y en su ausencia.

I. 1 Corintios 13:1 supone la existencia de los dones sobrenaturales m�s elevados sin grandeza de amor en el esp�ritu y el car�cter. Tomo este vers�culo para representarnos la investidura, tal como la entendemos, con dones externos preeminentes de realizaci�n y adquisici�n para ser mostrados y ejercitados ante los hombres.

Porque de esa clase era el don de lenguas. No se me d� por entendido, ni por un momento, como si estuviera difamando ninguno de los elementos de una educaci�n liberal, o como reconociendo la visi�n falsa y estrecha, que medir�a lo que es realmente �til para un hombre s�lo por lo que se usa y se usa. desgarrado en la gran lucha exterior de la vida. Pero si es verdad que todo esto sin el amor cristiano no es nada, y que el amor cristiano no viene por naturaleza, sino que debe ser buscado por la cultura, y buscando la bendici�n de Dios en su pr�ctica diligente; entonces tenemos derecho a esperar que los logros y las adquisiciones no se consideren lo primero, ni tengan el primer rango, sino que todos est�n subordinados a la formaci�n de este car�cter cristiano.

II. �No hay algo muy malo en nuestra tierra y nuestra Iglesia en este asunto? No buscamos, no valoramos, no alentamos, ni siquiera toleramos, la pr�ctica del amor cristiano generoso, universal y duradero. Los pensamientos duros son nuestros pensamientos comunes; palabras amargas nuestras palabras actuales. Atrev�monos, sabiendo lo que hacemos, en una generaci�n amarga y contradictoria, a sostener que el amor es lo primero, lo medio y lo �ltimo en la pr�ctica del cristiano.

H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. vii., p�g. 104.

Referencias: 1 Corintios 13:1 . E. Blencowe, Plain Sermons to a Country Congregation, p�g. 191; J. Thain Davidson, Charlas con hombres j�venes, p�g. 61; EH Bradby, P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. xi., p�g. 134. 1 Corintios 13:1 ; 1 Corintios 13:2 .

WT Bull, Christian World Pulpit, vol. iii., p�g. 406; T. Kelly, Pulpit Trees, p�g. 267. 1 Corintios 13:1 . WM Statham, Christian World Pulpit, vol. xvi., p�g. 20; Homiletic Quarterly, vol. iv., p�g. 58. 1 Corintios 13:1 .

J. Halsey, Christian World Pulpit, vol. xxxv., p�g. 168. 1 Corintios 13:1 . Preacher's Monthly, vol. ii., p�g. 235. 1 Corintios 13:2 . Homilista, segunda serie, vol. i., p�g. 433; T. Gasquoine, Christian World Pulpit, vol. iii., p�g. 296; JG Rogers, Ib�d., Vol. xxvi., p�g. 376.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Corinthians 12". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/1-corinthians-12.html.
 
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