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Bible Commentaries
1 Corintios 13

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

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Versículo 1

1 Corintios 12:31 ; 1 Corintios 13:1

San Pablo ha estado tratando los dones espirituales como exist�an entonces en la Iglesia de lenguas, de profec�a y cosas por el estilo. Eran cosas que hab�a que cortejar y conseguir si pod�a ser as�. A�n as�, hab�a una cosa mejor; una forma de vivir y de proceder, que estaba muy por encima de todas estas; una forma de vivir y predicar que pod�a prescindir de los dones, pero que no pod�an prescindir de ellos. Y al ampliar este �ltimo hecho negativo, abre su descripci�n. Les mostrar� este camino m�s excelente, afirmando primero cu�n in�til es cada don, cada logro, sin �l y en su ausencia.

I. 1 Corintios 13:1 supone la existencia de los dones sobrenaturales m�s elevados sin grandeza de amor en el esp�ritu y el car�cter. Tomo este vers�culo para representarnos la investidura, tal como la entendemos, con dones externos preeminentes de realizaci�n y adquisici�n para ser mostrados y ejercitados ante los hombres.

Porque de esa clase era el don de lenguas. No se me d� por entendido, ni por un momento, como si estuviera difamando ninguno de los elementos de una educaci�n liberal, o como reconociendo la visi�n falsa y estrecha, que medir�a lo que es realmente �til para un hombre s�lo por lo que se usa y se usa. desgarrado en la gran lucha exterior de la vida. Pero si es verdad que todo esto sin el amor cristiano no es nada, y que el amor cristiano no viene por naturaleza, sino que debe ser buscado por la cultura, y buscando la bendici�n de Dios en su pr�ctica diligente; entonces tenemos derecho a esperar que los logros y las adquisiciones no se consideren lo primero, ni tengan el primer rango, sino que todos est�n subordinados a la formaci�n de este car�cter cristiano.

II. �No hay algo muy malo en nuestra tierra y nuestra Iglesia en este asunto? No buscamos, no valoramos, no alentamos, ni siquiera toleramos, la pr�ctica del amor cristiano generoso, universal y duradero. Los pensamientos duros son nuestros pensamientos comunes; palabras amargas nuestras palabras actuales. Atrev�monos, sabiendo lo que hacemos, en una generaci�n amarga y contradictoria, a sostener que el amor es lo primero, lo medio y lo �ltimo en la pr�ctica del cristiano.

H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. vii., p�g. 104.

Referencias: 1 Corintios 13:1 . E. Blencowe, Plain Sermons to a Country Congregation, p�g. 191; J. Thain Davidson, Charlas con hombres j�venes, p�g. 61; EH Bradby, P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. xi., p�g. 134. 1 Corintios 13:1 ; 1 Corintios 13:2 .

WT Bull, Christian World Pulpit, vol. iii., p�g. 406; T. Kelly, Pulpit Trees, p�g. 267. 1 Corintios 13:1 . WM Statham, Christian World Pulpit, vol. xvi., p�g. 20; Homiletic Quarterly, vol. iv., p�g. 58. 1 Corintios 13:1 .

J. Halsey, Christian World Pulpit, vol. xxxv., p�g. 168. 1 Corintios 13:1 . Preacher's Monthly, vol. ii., p�g. 235. 1 Corintios 13:2 . Homilista, segunda serie, vol. i., p�g. 433; T. Gasquoine, Christian World Pulpit, vol. iii., p�g. 296; JG Rogers, Ib�d., Vol. xxvi., p�g. 376.

Versículo 3

1 Corintios 13:3

El enunciado del texto parece a primera vista incluso superar en paradoja a los que le preceden. Porque para quien considera superficialmente el asunto, parece casi imposible que un cristiano entregue todos sus bienes para alimentar a los pobres, e incluso entregue su cuerpo para ser quemado en abnegaci�n por el pa�s o los amigos, o la causa de Cristo, y sea desprovisto de la gracia cristiana del amor. Sin embargo, a pesar de esta apariencia parad�jica, nuestro texto se aclarar� a medida que avancemos.

I. "Si entrego todos mis bienes para alimentar a los pobres". El Ap�stol nos da este ejemplo extremo para cubrir con �l a todos los dem�s, y para mostrar que mucho menos se beneficiar�n del mismo defecto. Tomemos algunos de ellos y rastreemos el personaje descrito. La liberalidad hacia el exterior puede deberse a varias razones. (1) Un hombre puede ser liberal por la mera inclinaci�n de su disposici�n natural. Puede dar para satisfacer su deseo y aliviar su deseo de dar; la verdadera caridad cristiana da en abnegaci�n, a menudo reteniendo donde la naturaleza pide dar, a menudo dando donde la naturaleza quisiera retener.

(2) Es obvio que un hombre puede otorgar todos sus bienes para alimentar a los pobres por motivos de mera exhibici�n. (3) Puede haber un autootorgamiento concienzudo y temeroso de Dios, pero ejercido con un duro y r�gido esp�ritu de deber y obligaci�n legal, sin bondad de coraz�n o modales; as� como podemos depositar la semilla, y la planta puede aparecer, pero despu�s de todo puede ser mordida por cielos y vientos desagradables.

II. "Si doy mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me aprovecha". La idea, evidentemente, es de grandes sacrificios hechos, penurias sufridas, privaciones y sufrimientos sometidos. Se diferencia del anterior en esto: que all� se sacrificaban los bienes, aqu� la persona. Todo esfuerzo, toda abnegaci�n, todo sacrificio, sin amor, no aprovecha para nada. Bien, en verdad, podr�a escribirse que "Enga�oso es el coraz�n m�s que todas las cosas, y desesperadamente perverso", cuando es tan dif�cil para un hombre negarse a s� mismo sin al mismo tiempo complacer a s� mismo, cuando esa gracia divina que deber�a ser �en la ra�z de todo sacrificio personal puede ser personificado por su opuesto, y el paso falso corriente con el yo del hombre y con la Iglesia de Dios!

H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. vii., p�g. 133.

Referencias: 1 Corintios 13:3 . HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. v., p�g. 89. 1 Corintios 13:4 . Preacher's Monthly, vol. vii., p�g. 111.

Versículos 4-5

1 Corintios 13:4

I. "El amor no tiene envidia". La envidia es la sombra de los celos, imita su forma e imita sus movimientos, pero est� construida con un material m�s aireado y vestida con un atuendo m�s oscuro. El hombre celoso guarda otras ventajas que reclama para s�; el hombre envidioso, ventajas que nunca so�� como propias. Los celos har�an da�o por el bien de uno mismo; envidia, por el mero da�o. Entonces los celos son m�s ego�stas y humanos; envidia, la m�s abandonada y diab�lica. El amor cristiano no tiene envidia.

II. "El amor no se jacta de s� mismo". Esta cualidad se expresa en el original por una palabra rara y notable, cuyo significado exacto es algo dif�cil de asignar. "No se exhibe a s� mismo" estar�a m�s cerca del punto. El que quiera amar debe renunciar a s� mismo. Todo amor verdadero es un autosacrificio donde el amor es general; el ego�smo no puede ser generalizado tambi�n. Pero para aquellos que aman la exhibici�n, el ego�smo es general e infalible.

El yo est� siempre ante ellos como un objeto al que deben servir y estar rodeado por un halo de buenas opiniones de los dem�s. El amor no reclama honor a s� mismo donde otros interfieren, ni es sol�cito por ese honor en general.

III. El amor no se envanece, no solo no se exhibe a s� mismo, sino que no tiene pensamientos elevados de s� mismo en absoluto. Si queremos poseer esta primera gracia cristiana, debemos estudiar, esforzarnos y orar para que la fuerza todopoderosa del esp�ritu de Dios pueda habitar y gobernar en nuestros corazones, y borrar esa vanidad y autoestima de las cuales nunca estamos a salvo bajo la influencia. de meramente la benevolencia de este mundo.

IV. "No se comporta indecorosamente, no busca lo suyo". El amor cristiano es consciente en todas las ocasiones de las aparentemente ligeras correcciones de tono, modales y comportamiento. No hay exhibici�n de uno mismo, no hay m�rito propio, no hay comportamiento indecoroso, simplemente porque no hay ego�smo en el personaje.

H. Alford, Sermones, vol. vii., p�g. 130.

Referencias: 1 Corintios 13:4 . S. Pearson, Christian World Pulpit, vol. viii., p�g. 1; Homiletic Quarterly, vol. iv., p�g. 318.

Versículos 4-7

1 Corintios 13:4

"El amor sufre mucho y es bondadoso".

I. Aqu� hemos presentado ante nosotros los dos lados, el pasivo y el activo, de una disposici�n amorosa. "El amor es sufrido". Quiz�s sea notable que esta caracter�stica se nos presente en primer lugar, como si el sufrimiento, el soportar alguna prueba, fuera algo natural. Nos lee una lecci�n sobre el tipo de mundo en el que los cristianos tenemos que vivir. El verdadero cristiano conoce, y conocer�, no hay l�mite para su resistencia.

No es su buena suerte que pueda soportar tal o cual provocaci�n, pero es su principio hacerlo. Practica y reza sobre ello, va y lo hace. Algunas de las victorias m�s nobles que la Iglesia ha visto de la paciencia habitual y la paciencia constante han sido victorias duras, ganadas sobre una disposici�n rebelde y cruel; batallas por el derecho, y ganadas por hombres, con quienes de hecho eran batallas, con quienes, no solo sus propias propensiones, sino los amigos que los rodeaban y el mundo en el que viv�an, colocaron barreras casi insuperables contra el ejercicio de esta primera de Gracias cristianas. Un cristiano que as� refleje la imagen de su Maestro, tranquilo e inquebrantable, ganar� m�s almas para Cristo que diez de los que odian al pecador al desconocer el pecado.

II. "El amor es amable." La palabra con la que esto se expresa es algo notable. Significa, en su simple y primer significado, "practica la prestaci�n de servicio", "practica la bondad" y esa clase de bondad que es buena y provechosa, alentadora y consoladora. De modo que esta bondad de la que se dice: "El amor es sufrido y es bondadoso", no es mera suavidad de modales ni tono de voz reconfortante, aunque estos naturalmente entran como parte de tal bondad; pero es una voluntad de ser �til y ayudar a los dem�s, una facilidad de acceso, una facilidad de ser suplicado y una presencia cordial, abierta, soleada, que no repele, que no excluye la solicitud de ayuda. Todos tienen el poder de sufrir mucho y de mostrar una bondad sustancial.

H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. vii., p�g. 150.

Referencias: 1 Corintios 13:4 . JH Thom, Leyes de la vida despu�s de la mente de Cristo, segunda serie, p�g. 121; E. Gifford, Christian World Pulpit, vol. xxvii., p�g. 113; EJ Hardy, Ib�d., Vol. xxxiii., p�g. 153; Revista del cl�rigo, vol. iii., p�g. 93. 1 Corintios 13:4 . B. Jowitt, Christian World Pulpit, vol. xxi., p�g. 392.

Versículo 5

1 Corintios 13:5

Fidelidad individual.

I. Ning�n trabajador sincero de Dios se queda mucho tiempo sin nada que hacer; porque los caminos y las obras de Dios son muy variados. Marta trabaja de una manera mientras provee a su Se�or, Mar�a de otra mientras escucha humildemente a Sus pies. Savonarola sirve a su Se�or de una manera con sus poderosos truenos; Fra Angelico en otro con sus dibujos suaves. El hombre con un talento puede servir a Dios de manera m�s loable y fiel que el que tiene cinco.

II. Esta fidelidad nos incumbe a todos. No pens�is que para cumplir con nuestro deber en la vida, para devolverle a Dios algo mejor que el polvo desmoronado de los cuerpos corruptos y la lepra de las almas enanas y menguantes, necesita, de nuestra parte, cualquier teatro magn�fico, cualquier esfuerzo sobrehumano, cualquier eminencia inalcanzable. . No es as�: s�lo hay que recorrer el tranquilo caminar con Dios, al que todos estamos comprometidos con el bautismo.

Lo externo no nos salvar�; ni ayuno ni fiesta, ni servicio, ni respetabilidad general, ni escrupulosidad religiosa, ni inclinar la cabeza como una espada�a, ni decir "Se�or, Se�or"; nada nos servir� sino la vida de obediencia que es la verdadera prueba del penitente perdonado.

III. Sin duda alguna, es el descuido en cuanto a los deberes individuales lo que hace que el mundo sea lo que es. Es el descuido que proviene de la pecaminosidad personal y la falta de sinceridad personal de millones. Para los corazones una vez purificados de s� mismos y tocados por la gracia de Dios, nada es m�s valioso que ayudar a las inmensas y pisoteadas multitudes de la tierra salvando las almas por las que Cristo muri�. Solo se nos ha dado una vida, pero un segundo, es decir, en la eternidad de Dios, pero se vuelve majestuoso como parte de un gran todo viviente, y toda vida verdadera es solo una vida verdadera en la medida en que es la continuaci�n. de la gran vida de amor, cuyo �nico objetivo era buscar y salvar a los perdidos.

FW Farrar, Christian World Pulpit, vol. xxxi., p�g. 113.

Referencias: 1 Corintios 13:5 . Preacher's Monthly, vol. ii., p�g. 250. 1 Corintios 13:5 ; 1 Corintios 13:6 . HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. xvi., p�g. 11; Ib�d., Vol. xxiii., p�g. 394.

Versículos 5-7

1 Corintios 13:5

I. El amor no se provoca f�cilmente. Esta caracter�stica sigue a "no busca lo suyo", y muy naturalmente la autoestima es el gran secreto de la provocaci�n f�cil. Puede ser una autoestima oculta, acechando en los caminos del personaje; el hombre generoso y abnegado a menudo se irrita f�cilmente, pero es s�lo porque el amor propio ha sido expulsado, puede ser, de la ciudadela, pero todav�a est� en posesi�n de las obras exteriores.

Somos, en este naufragio de nuestra naturaleza, compuestos tan extra�os e inconsistentes, que el yo puede ser sometido en una provincia de nuestro ser, mientras que reina con pleno dominio en otro no, puede parecer depuesto y atado, mientras que al mismo tiempo. el tiempo y el lugar est� dictando sus leyes y casi supremas. La propia naturaleza del caso nos obliga a decir que dondequiera que exista el h�bito de la provocaci�n repentina, el yo todav�a no est� dominado, y el amor que era de Cristo a�n no est� completamente establecido en el car�cter.

II. El amor no piensa en el mal, o mejor, no imputa el mal, es decir, el mal intencionado en el desprecio o el insulto por el que se niega a ser provocado. Esta lentitud en la provocaci�n, como las otras cualidades de las que hemos tratado, no es un mero accidente de disposici�n, no es una mera excelencia aislada; surge y es la secuencia natural de toda una cadena de causas, todas surgidas del hecho m�s elevado, la existencia y el dominio en el coraz�n de ese amor puro de renuncia a s� mismo, del cual es uno de los signos.

III. El amor no se regocija de la iniquidad, sino que se regocija con la verdad. Sus simpat�as est�n con la verdad, y por la verdad se entiende toda la clase de palabras y hechos que se opone a la primera cosa en la que ella no se regocija, a saber, la iniquidad: en otras palabras, todas esas cosas mencionadas en otra parte por el Ap�stol, como sincero, honesto, amable y de buen nombre.

IV. Las cl�usulas finales de esta descripci�n de los atributos del amor cristiano superan, generalizando, al resto. "El amor todo lo soporta". Esto supera a todos los dem�s, y concluye dignamente el bello cat�logo de excelencias de Love.

H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. vii., p�g. 179.

Versículo 6

1 Corintios 13:6

El regocijo de la caridad.

A medida que San Pablo describe los rasgos y el comportamiento de su caridad divina, �no hay muchos cuyo sentimiento ser�a que, si bien es lo suficientemente hermoso y sublime, dif�cilmente podr�a tener mucho que ver con la alegr�a? Ella sufre mucho, es lenta para imponerse, o insistir en sus derechos, no busca los suyos propios, reh�sa bajo agravio ser irritada f�cilmente, todo lo soporta, todo lo soporta. Y luego, en medio de la descripci�n que hace el Ap�stol de lo que hace el amor y c�mo se comporta, aparece la palabra "se regocija".

"S�, los hombres que no aman pueden no entenderlo, los que no aman pueden no darle cr�dito, pero el amor est� lejos de ser algo sin alegr�a. Grandes olas de alegr�a lo visitan y lo barren, grandes oleadas de alegr�a se elevan dentro de �l, que son todas propias, y que nadie conoce sino aquel en cuyo pecho reina, mientras que en el coraz�n mismo de sus m�s dolorosos anhelos y anhelos, y sus m�s duros sacrificios, una secreta dicha yace sonriente, como verdor verde bajo la nieve.

I.Es la distinci�n de la caridad de San Pablo que sus sensibilidades morales son demasiado delicadas y agudas para admitir su regocijo en algo que cubra cualquier iniquidad o tenga alguna mancha de ella, que donde otros pueden estar satisfechos y felices por la injusticia de la cosa no les es aparente, no les golpea, discerni�ndola de inmediato, y sintiendo profundamente la injusticia, no puede estar contenta ni complacida. El secreto de la diferencia radica en su superior fineza y pureza de naturaleza.

II. Pero mire ahora, cuando el Ap�stol procede a exhibir el gozo de ese amor cuya negaci�n del gozo ha sido notado, �qu� encontramos que �l coloca frente a la iniquidad como su opuesto? Podr�amos haber esperado que fuera rectitud o integridad, en lugar de lo cual escribe "no se regocija en la iniquidad, sino en la verdad". La referencia es, por supuesto, a la verdad de Cristo. Esa fue la verdad que lo absorbi�, la verdad que brot� de los labios e inspir� la vida de Cristo; y en �l vio la inspiraci�n y la fuerza de toda bondad, un poder divino para la purificaci�n del hombre y la sociedad, el gran instrumento de avivamiento moral y nutrici�n; se opuso, por escrito, a la iniquidad, por la plenitud de su persuasi�n de que era preeminentemente una fuerza justificadora, poderosa sobre todo para limpiar y rectificar.

La teolog�a era para Pablo la ciencia m�s pr�ctica y dulcemente �til, incluso la ciencia de elevar a los hombres a una vida m�s pura y verdadera mediante el conocimiento de Dios en Cristo Jes�s el Se�or. De ah� que el gozo del amor que no soporta la iniquidad, y se lamenta por ella, debe encontrarse, le dec�a su coraz�n, en la difusi�n de la verdad.

SA Tipple, Sunday Mornings at Norwood, p�g. 126.

Referencias: 1 Corintios 13:7 . G. Salm�n, gnosticismo y agnosticismo, p. 213; Spurgeon, Sermons, vol. xxvii., n�m. 1617; Homiletic Quarterly, vol. iv., p�g. 513. 1 Corintios 13:8 . HJ Wilmot Buxton, La vida del deber, vol.

i., p�g. 123; Homilista, tercera serie, vol. iv., p�g. 164; G. Dawson, Sermones sobre puntos en disputa, p�g. 152; A. Murray, Los frutos del esp�ritu, p�g. 452; 1 Corintios 13:8 . Roberts, Church Sermons, vol. ii., p�g. 332. 1 Corintios 13:8 . HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. ix., p�g. 401.

Versículo 9

1 Corintios 13:9

I. "Sabemos en parte". Esta limitaci�n se nos impone brevemente. De todo lo que es, de todo lo que nosotros, con nuestras facultades actuales, sentimos que debe ser, podemos saber s�lo una peque�a fracci�n. Nuestro conocimiento es limitado. Y de nuevo, nuestro conocimiento de esa peque�a fracci�n del ser, que de alguna manera nos es accesible, est� limitado y condicionado por nuestros poderes humanos. El universo con el que nos ocupamos no es solo un fragmento del todo, sino que es un fragmento modelado por las leyes de nuestra organizaci�n.

Nuestro conocimiento es limitado en forma. Y una vez m�s, de lo que el hombre podr�a saber, siendo lo que es, si los poderes personales de las experiencias personales de la raza se concentraran en una sola representaci�n, �qu� porci�n infinitamente peque�a es abrazada por una sola mente! El �ngel que fue visto en la visi�n de Agust�n vaciando el oc�ano con una concha, no da una imagen falsa de la desproporci�n entre las posibilidades de la humanidad y los logros del trabajo individual.

Nuestro conocimiento est� limitado por las circunstancias de la vida. Aunque admitimos que nuestro conocimiento es por tanto limitado, no solemos tener en cuenta la trascendental importancia del hecho. Muchos de nosotros, que estamos incesantemente ocupados con nuestras ocupaciones diarias, no lo sentimos. Muchos que se han dado cuenta claramente de ello, deliberadamente lo ocultan. Lo que no podemos conocer en el camino del conocimiento terrenal es para nosotros, dicen, como si no lo fuera.

San Pablo sigue un camino mejor. Nos ense�a a ver que estos misterios, y el sentido pleno de limitaci�n que traen consigo, son un factor importante en nuestras vidas. Redondea la vida de un lado y otro, no con un sue�o, sino con la gloria de lo invisible. �Y no es cierto que nos hacemos m�s fuertes y m�s humildes al levantar la mirada hacia el cielo, que se abre con inmensurables profundidades sobre la tierra en la que estamos dispuestos a trabajar?

II. "Lo sabemos en parte". El pleno reconocimiento de este hecho no solo es �til sino esencial para el cumplimiento de nuestras diversas tareas. No hace falta m�s que observaci�n para darse cuenta de la rapidez con la que desaparece una forma exclusiva de opini�n; c�mo una filosof�a parcial reina por un hechizo como universal, y luego se descuida y luego se desprecia. Pero la fe cristiana es heredera de todos. Puede dar la bienvenida a una nueva lecci�n y puede albergar una que se ha vuelto impopular.

Es hospitalario con las fuerzas cuyas pretensiones de supremac�a combate. Saca fuerza de las verdades con las que sus enemigos la han atacado. Incluso cuando est� profundamente impresionado por el esp�ritu de la �poca, nunca deja de lado su catolicidad.

III. "Lo sabemos en parte". Pero avanzamos hacia los l�mites de nuestro conocimiento alcanzable con la ayuda de cada movimiento fragmentario. Consideramos la visi�n m�s completa de la verdad en la combinaci�n de partes que se sostienen por separado. "Sabemos en parte", pero el conocimiento pr�ctico es, en su medida, el s�mbolo progresivo de lo absoluto. Las palabras del Se�or est�n en continuo cumplimiento: "Les he dicho todas las cosas"; y, sin embargo, a�ade, �no deber�a yo decirlo, y por tanto a�ade? "Tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las pod�is soportar".

Bishop Westcott, Oxford and Cambridge Journal, 12 de mayo de 1881.

Referencias: 1 Corintios 13:9 . El p�lpito del mundo cristiano, vol. x., p�g. 136; W. Baxendale, Ib�d., Vol. xxxii., p�g. 134. 1 Corintios 13:9 . G. Salm�n, gnosticismo y agnosticismo, p. 1.

Versículo 11

1 Corintios 13:11

Hombr�a cristiana.

I. Considere nuestro amor por los placeres de la vida. Estoy dispuesto a permitir que haya un amor inocente por el mundo, inocente en s� mismo. Dios hizo el mundo, ha sancionado la forma general de la sociedad humana y nos ha dado abundantes placeres en ella. No digo placeres duraderos, pero aun as�, mientras est�n presentes, placeres de verdad. Es natural que los j�venes miren con esperanza la perspectiva que tienen ante s�.

Se imaginan ascendiendo en el mundo, distinguidos, cortejados, admirados, obteniendo influencia sobre los dem�s y recompensados ??con una alta posici�n. Santiago y Juan tuvieron ese sue�o cuando le rogaron a Cristo que se sentaran a su lado en los lugares m�s honorables de su reino. Ahora bien, esos sue�os dif�cilmente pueden llamarse pecaminosos en s� mismos y sin referencia al caso particular; porque los dones de riqueza, poder e influencia, y mucho m�s de la comodidad dom�stica, provienen de Dios y pueden mejorarse religiosamente. Pero, aunque no directamente censurables, son pueriles infantiles en un cristiano que tiene puntos de vista infinitamente m�s elevados para absorber su mente, y como pueriles excusables s�lo en los j�venes.

II. Pero hay otros puntos de vista y h�bitos infantiles adem�s de los que debemos dejar de lado mientras asumimos la plena profesi�n de cristiano, y estos, no tan libres de culpa como los que ya se han advertido; como el amor por la ostentaci�n, la codicia de las alabanzas del mundo y el amor por las comodidades y los lujos de la vida. Demos por sentado, como una verdad indiscutible, que romper con el mundo y hacer de la religi�n nuestra primera preocupaci�n, es s�lo dejar de ser ni�os; y de nuevo, que, en consecuencia, aquellos cristianos que han llegado a la madurez, y sin embargo ni siquiera as�, son en la presencia de los �ngeles de Dios un espect�culo y una burla odiosos y antinaturales del cristianismo.

Dios no conoce variaci�n, ni sombra de variaci�n; y cuando superamos nuestra infancia, nos acercamos, aunque sea d�bilmente, a Su semejanza, que no tiene ni juventud ni edad, que no tiene pasiones, esperanzas ni temores, pero que ama la verdad, la pureza y la misericordia, y que es supremamente bendito, porque �l es supremamente santo.

JH Newman, Parochial and Plain Sermons, vol. i., p�g. 336.

Conocimiento presente y futuro.

I. Nuestro amor presente es exactamente el mismo que nuestro amor futuro; difiere s�lo en grado. Pero nuestro conocimiento aqu� es de una naturaleza completamente diferente al que vamos a tener m�s adelante. Por ahora no sabemos nada. Conocemos las cosas solo por su reflejo; no hay conocimiento directo de nada; todav�a no somos capaces de hacerlo. Es como ver el objeto en un espejo. Y recuerde que los antiguos, al no tener vidrio, solo ten�an metal y, por lo tanto, espejos indistintos. Vemos reflejos, no realidades, y esos reflejos a trav�s del medio en el que los miramos, confundidos o, como en el original, acribillados.

II. �Cu�les son los deberes pr�cticos que han de surgir del hecho de la decidida insuficiencia del conocimiento humano? (1) Primero aprendamos que nuestra provincia es m�s con amor que con conocimiento. Nuestro conocimiento es esencial e intencionalmente limitado. Se nos da bajo una restricci�n prescrita. Pero el amor no tiene l�mites. (2) Teniendo en cuenta que nuestro conocimiento est� destinado a ser muy peque�o, cuidemos de mantenerlo con modestia.

Porque no es la unidad del conocimiento, sino la integridad de la caridad, lo que debe mantener unida a la Iglesia. �Lucharemos por el espejo, cuando deber�amos ayudar al otro a mirarlo m�s de cerca y trazar las finas l�neas de la verdad que Dios muestra a los ojos que miran? (3) Y nunca olvidemos que esta imperfecci�n que rebaja toda ciencia, tanto humana como divina, es parte del gran plan de Dios en referencia a otro mundo.

All� todo hombre sabr�, lo que el cristiano ya ha comenzado a ver un poco, que este mundo es todo una sombra, que lo que no vemos es la sustancia, y que todo lo que miramos es una mera sombra de las sustancias invisibles. Empiece, tan pronto como pueda, a tratar con ese mundo como sustancia y con este mundo como sombra.

J. Vaughan, Cincuenta sermones, quinta serie, p�g. 168.

Referencias: 1 Corintios 13:11 . J. Burton, Vida y verdad cristianas, p�g. 94; P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. iii., p�g. 158; Preacher's Monthly, vol. ii., p�g. 250; T. Arnold, Sermons, vol. ii., p�g. 31; Ib�d., Vol. iv., p�gs. 8, 16.

Versículo 12

1 Corintios 13:12

Los primeros cinco minutos despu�s de la muerte.

I. Al entrar en otro estado de existencia, sabremos qu� es existir bajo condiciones completamente nuevas. �Qu� ser� encontrarnos con el viejo yo despojado de ese cuerpo que lo ha revestido desde su primer momento de existencia capaz de lograr, puede ser, tanto, puede ser, tan poco; viviendo, pero en condiciones que son completamente nuevas. Esta experiencia por s� sola agregar� no poco a nuestro conocimiento existente, y la adici�n se habr� realizado durante los primeros cinco minutos despu�s de la muerte.

II. Y la entrada al mundo venidero debe traer consigo un conocimiento de Dios que es absolutamente imposible en esta vida. Su vasta e ilimitada vida se presentar� a la comprensi�n de nuestros esp�ritus como un todo claramente coherente, no como un problema complejo que debe ser dolorosamente dominado por los esfuerzos de nuestra comprensi�n, sino como un Ser presente, viviente y envolvente que se flexiona a S� mismo. ante la sola vista, lo quieran o no, de sus adoradoras criaturas. "Tus ojos ver�n al Rey en su hermosura" fueron palabras de advertencia y tambi�n palabras de promesa.

III. A nuestra entrada en otro mundo nos conoceremos como nunca antes. El pasado se extender� ante �l, y lo examinaremos exhaustivamente. Hay un Ser que nos conoce ahora, que nos conoce perfectamente a cada uno de nosotros, que siempre nos ha conocido. Entonces, por primera vez, nos conoceremos a nosotros mismos como tambi�n somos conocidos. No tendremos que esperar la sentencia del juez; lo leeremos de un vistazo, sea lo que sea, en esta nueva aprehensi�n de lo que somos.

HP Liddon, Penny Pulpit, No. 1098.

Referencias: 1 Corintios 13:12 . Spurgeon, Sermons, vol. xvii., n� 1002; G. Huntington, Sermones para las estaciones santas, p�g. 157; Homilista, segunda serie, vol. ii., p�g. 98; M. Dix, Sermones doctrinales y pr�cticos, p�g. 233; Talmage, Old Wells desenterrado, p�g. 286; A. Craig, Christian World Pulpit, vol.

xv., p�g. 221; H. Wonnacott, Ib�d., Vol. xvii., p�g. 238; Tinling, Ib�d., Vol. xx., p�g. 392; E. Johnson, Ib�d., Vol. xxii., p�g. 184; Revista del cl�rigo, vol. ii., p�gs. 95, 137; vol. viii., p�g. 82; Homiletic Quarterly, vol. ii., p�g. 124.

Versículo 13

1 Corintios 13:13

I. Hay tres gracias cristianas que se distinguen de todos los dones imperfectos y transitorios que nunca pasar�n, sino que permanecer�n para siempre y que, en el estado perfecto, constituir�n entre ellos el car�cter de los hijos glorificados de Dios. Estos tres son fe, esperanza y amor. Pero de estos tres m�s grandes, que ninguna perfecci�n de la eternidad jam�s podr� reemplazar o absorber, el m�s grande es el amor, no el �nico perdurable cuando los dem�s han fallecido; que, aunque un gran elogio, no ser�a tan alto como se pretende aqu�, sino que, de los tres perdurables, el m�s grande, primero en comparaci�n, no solo con los dones pasajeros del tiempo, sino con las gracias perdurables de la eternidad; no s�lo una flor que nunca se marchita, en contraste con todas las nuestras que se marchitan, sino de las inmortales flores que "florecen en lo alto, sombreando la fuente de la vida",

II. (1) La fe permanece para siempre. Pero, �c�mo puede la fe, que es la evidencia de lo que no se ve, permanecer en la presencia misma de las realidades mismas? Est� claro que la fe no puede ser del todo igual que aqu�. Pero, �no formar� la confianza total e inquebrantable en Dios un componente del car�cter de los santos en gloria? Y la fe no se perder� en la certeza, simplemente porque las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman no son hechos desnudos, sino verdades vivas e insondables, para ejercitar todos los poderes renovados del hombre por toda la eternidad.

(2) Y si la fe permanece, tambi�n permanece la esperanza. No se perder� en gozo, simplemente porque el gozo no ser� un gran placer una vez impartido, sino que brota siempre de nuevo, placeres a Su diestra para siempre. (3) El amor es el m�s grande en comparaci�n con los dem�s, ( a ) porque su obra principal se llev� a cabo cuando se entr� en el estado superior, en el que reside su obra principal; ( b ) porque la fe y la esperanza no son sino las condiciones del empleo de los glorificados, mientras que el amor es el empleo mismo.

H. Alford, Quebec Chapel Sermons, vol. i., p�g. 119.

I. La fe debe permanecer con nosotros siempre si queremos ser criaturas benditas. No se puede abolir ninguna distinci�n que pertenezca al orden divino de Dios. Tanto la fe como la vista pueden perfeccionarse; las cosas invisibles pueden volverse m�s reales y ciertas para nosotros que las cosas de los sentidos. Podemos estar seguros de que son las sustancias, aparte de las cuales las otras ser�an meras sombras. De ahora en adelante este mundo, que ha estado tan lleno de secretos insondables, puede revelarlos y su significado m�s profundo al buscador purificado.

Cada sentido puede desplegar toda su energ�a. El cuerpo glorificado puede ser apto para comprender la tierra glorificada. La fe y la vista pueden ser los aliados m�s divinos, en lugar de ser, como a menudo lo son con nosotros, antagonistas asesinos. Pero ninguno de los dos usurpar� el lugar del otro. No habr� confusi�n en sus funciones. Tales confusiones son el efecto de nuestro crep�sculo; ser�n esparcidos en el d�a perfecto de Dios.

II. Es imposible hablar de fe sin aludir a la esperanza, ya que se dice que la fe es "la sustancia de lo que se espera". �Cu�les pueden ser las cosas esperadas que nos dice el Ap�stol? �Son lo mismo con la gloria de la que habla el profeta Isa�as? Si es as�, considere hasta qu� punto se puede decir que el fruto de tal esperanza la extingue. �No es la esperanza de la gloria de Dios la esperanza de lo infinito, que siempre debe abrirse m�s a quien est� en comuni�n con �l, que por tanto debe estar siempre encendiendo una nueva esperanza? La esperanza tiene fe como sustancia, porque tiene a Dios como sustancia, a Dios como fin.

Eso viene de �l y solo puede satisfacerse en �l. No es, en verdad, que porque �l es la base y la satisfacci�n �ltima de la esperanza, desprecie cualquier objeto inferior. Todas las cosas brillan en su luz; todas las cosas resplandecen con Su vida. Pero, por esa misma raz�n, el hombre m�s mezquino, el insecto y reptil m�s mezquino, debe estar m�s all� de la comprensi�n, no de nosotros, sino de los santos y �ngeles; deben estar siempre llenos de la esperanza de aprehender un poco m�s de ese divino secreto que Dios pone ante ellos para su interminable indagaci�n y admiraci�n.

�Seguramente es en esta infancia de una existencia que so�amos con agarrar las aguas en el hueco de nuestra mano o con encontrar el final del arco iris! Cuando lleguemos a nuestra edad adulta y comencemos a ver las cosas como son, clamaremos, no con terror, verg�enza o des�nimo, sino con asombro, acci�n de gracias, esperanza: "�Cu�n insondables son sus juicios y sus caminos m�s all� de descubrir!". ! "

III. Y as�, concibo, llegamos de forma natural y ordenada a la conclusi�n del Ap�stol: "La mayor de ellas es la caridad". Eso debe ser m�s grande sin lo cual los otros dos no podr�an ser. Eso debe ser lo m�s grande sin lo cual no podr�an tener ning�n objeto. Un ser que no es caridad perfecta no es un objeto sobre el que pueda descansar la fe. Siempre debe estar buscando a otro, siempre debe ser vacilante e inseguro mientras se dirige hacia �l.

Un ser que no es caridad perfecta no es objeto de esperanza. Mientras dure, debe buscar alg�n d�a u otro para escapar de la atm�sfera que lo rodea, hacia alguna regi�n m�s clara y c�lida. Por tanto, si la fe permanece, si la esperanza permanece, la caridad debe permanecer. Debido a que esa es la sustancia eterna fija, tienen sustancia. Porque eso no puede fallar, no deben fallar.

FD Maurice, Sermons, vol. i., p�g. 219.

1 Corintios 13:13

I. El amor es de la naturaleza de Dios, la fe y la esperanza son solo creaci�n y designaci�n de Dios. Dios ama, pero Dios no cree ni espera.

II. Siendo el amor de la naturaleza de Dios, y la fe y la esperanza siendo meramente la creaci�n y la dote de Dios, se sigue que la caridad es lo m�s importante de la fe y la esperanza.

III. Creer y esperar no dan afinidad directa a la naturaleza divina, pero el amor asegura la unidad real con Dios.

IV. El amor ocupa una esfera m�s noble que la fe o la esperanza. La fe abraza solo el testimonio, pero el amor abraza al que testifica. La esperanza se fija s�lo en el futuro, pero el amor se fija en toda duraci�n.

V. El amor es reforzado por los m�s altos ejemplos.

VI. El mismo esp�ritu de la dispensaci�n cristiana es el esp�ritu de amor.

VII. La obra asignada a la caridad cristiana en la tierra es la obra m�s poderosa. Dentro del individuo es una evidencia importante de su salvaci�n.

S. Martin, Westminster Chapel Sermons, segunda serie, p�g. 137.

Amor.

I. �De d�nde naci� el amor? En el amor infinito de Dios, en la esencia de Dios. La fe y la esperanza est�n dirigidas a Dios. Son gracias puestas en el alma por Dios, mediante las cuales el alma debe aferrarse a �l, aferrarse a �l, anhelarlo. Pero la fe y la esperanza no pueden tener semejanza con Dios. Son las virtudes de la criatura cuando est� ausente de su Creador, compa�eros de su estado peregrino. En el cielo ni los �ngeles ni los santos esperan ni creen, sino que ven, conocen, sienten y aman.

Sobre esta base, entonces, la caridad es mayor que la fe y la esperanza, y cualquier otra gracia, porque tiene su fuente en lo que Dios es. El amor contiene todas las virtudes; anima todo; pero en s� mismo est� m�s all� de todo. Porque se ocupan de las cosas y los deberes humanos, del alma misma o de sus semejantes, de hechos que cesar�n cuando cesen nuestras necesidades, pruebas y enfermedades terrenales; el amor los lleva a Dios, lo mira de todo a �l, lo hace todo a �l, y en todo lo ve, se eleva por encima de todo y no descansa hasta que encuentra su descanso en el omnipresente seno de Dios.

II. Los hombres santos han distinguido cuatro etapas del amor. (1) El primer estado del hombre ca�do es amarse a s� mismo. (2) El segundo es amar a Dios por el bien del hombre. Tal es el amor de la mayor�a de los que aman a Dios. (3) El tercero debe amar a Dios por s� mismo. (4) La �ltima etapa es que el hombre debe amarse a s� mismo solo por amor a Dios. En esto, como han hablado los santos hombres, el alma, nacida de s� misma con el amor divino, olvid�ndose de s� misma, perdi�ndose como si no lo fuera, sin sentirse y vaciarse de s� misma, "se dirige enteramente a Dios y se separa a Dios, llega a ser un solo esp�ritu con �l ". Esta es la vida eterna, que "Dios sea todo en todos, que la criatura no sea nada en s� misma, excepto el vaso de la vida y el amor de Dios".

EB Pusey, Sermones de Adviento a Pentecost�s, vol. ii., p�g. 41.

Considerar:

I. La naturaleza espec�fica de cada una de estas gracias. (1) Fe. ( a ) En cuanto a su origen, es el don de Dios; en cuanto a su funcionamiento, es obra del Esp�ritu; en cuanto a su objeto, se fija en Cristo; en cuanto a su ejercicio, es el acto del propio disc�pulo. ( b ) La fe designa el acto de un hombre pecador cuando acepta a Cristo de parte de Dios en los propios t�rminos de Dios. Es la primera piedra del edificio, pero no es la base.

(2) Esperanza. Es una luz que desciende del cielo para animar una escena oscura y turbulenta. Es como la luz de la luna tomada del sol para mitigar la oscuridad, que no puede disipar. La esperanza es inquilina, no de un coraz�n que nunca fue quebrantado, sino de un coraz�n que ha sido quebrantado y sanado nuevamente. (3) Amor. Algunos fragmentos de esta cosa celestial sobreviven a la ca�da y florecen en nuestra naturaleza. Es hermoso incluso en ruinas.

Pero d�bil, cambiante e impuro es todo el amor que nace en nosotros. En el mejor de los casos, se expande en un nivel bajo y se expande de manera irregular, intermitente, incluso all�. El amor que est� ligado a las gracias afines en nuestro texto es la obra del Esp�ritu en el hombre renovado.

II. Las relaciones mutuas de todos. La fe se apoya en Cristo, la esperanza pende de la fe y el amor se apoya en la esperanza. El amor, la hermosa piedra superior de la casa de Dios, no podr�a mantener su lugar en lo alto, a menos que la fe que descansa directamente sobre la roca se coloque seguramente debajo; pero no es menos cierto que tanto su elevaci�n como su belleza se deben a las gracias del Esp�ritu, que se apilan, por supuesto, sobre la fe.

III. La magnitud superior del amor. En dos aspectos distintos, el amor es la mayor de todas las gracias: (1) en su obra en la tierra y (2) en su permanencia en el cielo.

W. Arnot, Roots and Fruits, p�g. 1.

Referencias: 1 Corintios 13:13 . Homilista, tercera serie, vol. i., p�g. 106; Iglesia RW, P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. xxi., p�g. 37; EC Wickham, Wellington College Sermons, p�g. 42; G. Salm�n, gnosticismo y agnosticismo, p. 205. EB Pusey, Parochial Sermons, vol. ii., p�g. 41; R.

W. Church, Advent Sermons, p�g. 88; EA Abbott, Oxford Sermons, p�g. 86; CC Bartholomew, Sermones principalmente pr�cticos, p�g. 39; P�lpito de la Iglesia de Inglaterra, vol. xix., p�g. 85; L. Campbell, Algunos aspectos del ideal cristiano, p�g. 175; TJ Crawford, La predicaci�n de la cruz, p�g. 342; HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. iii., p�g. 74; R. Tuck, Ib�d., Vol.

xix., p�g. 346; Revista del cl�rigo, vol. iv., p�g. 89; vol. viii., p�gs. 98, 99, 224; W. Dorling, Christian World Pulpit, vol. xx., p�g. 61; RW Church, Ib�d., Vol. xxviii., p�g. 417. 1 Corintios 13 HW Beecher, Ib�d., Vol. xiv., p�g. 148; Preacher's Monthly, vol. i., p�g. 425. 1 Corintios 14:1 .

W. Webb Peploe, Christian World Pulpit, vol. xiii., p�g. 161; R. Tuck, Ib�d., Vol. xix., p�g. 248. 1 Corintios 14:1 . FW Robertson, Lectures on Corinthians, p�g. 186. 1 Corintios 14:2 . Homiletic Quarterly, vol.

iii., p�g. 355. 1 Corintios 14:10 . J. Stannard, Christian World Pulpit, vol. xi., p�g. 91; Morlais Jones, Contemporary Pulpit, vol. xv., p�g. 172. 1 Corintios 14:12 . GW McCree, Ib�d., Vol. xxvi., p�g. 231.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Corinthians 13". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/1-corinthians-13.html.
 
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