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Bible Commentaries
2 Reyes 19

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

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Versículo 14

2 Reyes 19:14

La carta de Ezequ�as ser�a muy diferente en forma de nuestras cartas. Los asirios no usaban papel ni siquiera pieles, pero escrib�an sobre arcilla. Es muy probable que la carta fuera una tablilla de terracota.

I. "Sub� a la casa del Se�or". �D�nde era tan probable que encontrara a Dios como en Su casa? Note la oraci�n del rey, c�mo habla de Dios como morando entre los querubines. Quiz�s hab�a o�do c�mo Senaquerib se sentaba en su trono entre toros alados y leones; pero hab�a o�do a Isa�as decir que vio al Se�or rodeado de inteligencias aladas. Dios solo tiene que hablar con Su mensajero alado, y el �ngel ha ido a aplastar a los enemigos de Jehov� y Su pueblo. Esta fue una oraci�n modelo, que no iba por todo el mundo, sino que se aferraba a la cosa deseada y la ped�a. Si nuestras oraciones fueran m�s como telegramas, deber�amos tener respuestas m�s r�pidas.

II. �Alguna vez fue contestada la carta? S�, porque Jehov� mismo la respondi�. Sabemos cu�l fue el resultado y cu�n repentinamente el rayo de la venganza derrib� al orgulloso blasfemo.

III. Hay una posdata a la respuesta de Dios. "Sucedi� esa noche ... todos eran cad�veres". Supongamos que leemos en el peri�dico ma�ana: "�Muerte repentina de 185.000 soldados!" �Qu� revuelo har�a! �Qu� espect�culo debe haber sido el campamento a la ma�ana siguiente! Ha habido una discusi�n considerable sobre la causa de la destrucci�n de un ej�rcito tan grande, y ahora se entiende generalmente que fue el sim�n.

Cambises, rey de los medos, perdi� cincuenta mil hombres por uno de estos espantosos vientos. Pero si el viento era el mensajero o un �ngel, no importa. Dios lo quiso y la naturaleza se apresur� a cumplir sus �rdenes.

T. Champness, Nuevas monedas de oro antiguo, p�g. 179.

Ezequ�as recibi� la carta �l mismo de mano de los mensajeros, lo cual fue cort�s; y lo ley�, que era tranquilo y preciso; y subi� a la casa de Dios, que era reverencial; y lo extendi� ante el Se�or, que era filial y confiado.

I. �ltimamente, la fe en la eficacia de la oraci�n se ha vuelto muy peque�a. Y en la ra�z de esta falta de fe est� este pensamiento, que dado que Dios gobierna el mundo por leyes generales fijas, y dado que las respuestas a oraciones particulares deben ser especialidades, por lo tanto, a menudo excepciones a estas leyes generales, no se puede esperar que Dios interrumpir� Su sistema universal para atender cualquier caso particular. A esto respondemos dos cosas: (1) En todas las dem�s leyes generales, como las leyes de las naciones o incluso las leyes naturales, se prev� expresamente para ocasiones excepcionales, y es un axioma que bajo ciertas condiciones la ley no tomar� ninguna medida. , o al menos el mismo efecto.

�Por qu� no deber�a aplicarse la misma regla a las leyes por las que Dios regula sus tratos providenciales? (2) �Por qu� la respuesta particular a la oraci�n particular no deber�a ser en s� misma parte de la gran ley universal? �Por qu� no habr�a ordenado Dios en Su soberan�a que toda oraci�n verdadera traer� ciertos resultados, como que cualquier otra causa en el mundo producir� su propio efecto natural y apropiado?

II. Asumiendo entonces, como bien podemos, el hecho de que Dios respeta la oraci�n, preguntamos: "�Qu� es difundir un asunto ante Dios?" (1) No puedes esparcir nada delante de Dios hasta que primero te hayas extendido todo tu coraz�n y tu vida ante �l. (2) Todo el problema debe extenderse ante �l; Dios ama la minuciosidad; no hay esparcimiento sin minuciosidad. Expresar en voz alta un dolor o una preocupaci�n, incluso por algo inanimado, es una ayuda para la definici�n, la claridad de pensamiento, la virilidad, el deber; cu�nto m�s cuando confiamos en Dios.

J. Vaughan, Cincuenta sermones, novena serie, p�g. 139.

Referencias: 2 Reyes 19:14 . Bosquejos del Antiguo Testamento, p�g. 81; S. Baring-Gould, Cien bocetos de sermones, p�g. 182; Homiletic Quarterly, vol. i., p�g. 389. 2 Reyes 19:14 . Preacher's Monthly, vol. iv., p�g. 183. 2 Reyes 19:15 . Revista del cl�rigo, vol. ix., p�g. 89.

Versículos 15-19

2 Reyes 19:15

I. Somos demasiado propensos a pensar que la paz y la prosperidad son las �nicas se�ales del favor de Dios; que si una naci�n es religiosa, es seguro que prosperar� y ser� feliz. Pero no es as�. Encontramos en la historia que los tiempos en que las naciones han mostrado m�s nobleza, m�s coraje, m�s rectitud, han sido tiempos de problemas, peligros y terror. Cuando las naciones han sido invadidas, perseguidas, pisoteadas por tiranos, entonces, para asombro del mundo, se han vuelto m�s grandes que ellas mismas, y han realizado hechos que les otorgan gloria para siempre.

II. Lo que es cierto para las naciones a menudo tambi�n lo es para cada persona. Para casi todos los hombres, al menos una vez en su vida, llega un momento de prueba o crisis, un momento en que Dios purga al hombre, lo prueba en el fuego y quema la escoria que hay en �l, que el oro puro, solo puede quedar. Para algunos, se presenta en forma de una terrible p�rdida o aflicci�n. Para otros, se presenta en forma de una gran tentaci�n.

No, si lo consideramos, nos llega a todos, quiz�s a menudo, en esa forma. Un hombre llega a un punto en el que debe elegir entre el bien y el mal. Dios lo pone donde se separan los dos caminos. Un camino se desv�a hacia el camino ancho que conduce a la destrucci�n; el otro camino se desv�a hacia el camino estrecho que conduce a la vida. Si cree en el Dios viviente y en el Cristo viviente, cuando venga la tentaci�n podr� resistir.

Si cree que Cristo mora en �l, que cualquier deseo de hacer el bien que tenga proviene de Cristo, cualquier sentido de honor y honestidad que tenga proviene de Cristo, entonces le parecer� una cosa terrible mentir, jugar al hip�crita. o el cobarde, pecar contra sus propios mejores sentimientos. Ser� pecar contra Cristo mismo.

C. Kingsley, Town and Country Sermons, p�g. 370.

Referencias: 2 Reyes 19:15 . Homiletic Quarterly, vol. i., p�g. 521. 2 Reyes 19:34 . C. Kingsley, Sermons for the Times, p�g. 183.

Versículo 35

2 Reyes 19:35

I. En los primeros treinta y siete cap�tulos de las profec�as de Isa�as tenemos un relato completo de los caminos de los jud�os en ese momento, y las razones por las que Dios permiti� que un peligro tan terrible se les sobreviniera. Los primeros treinta y cinco cap�tulos son una historia espiritual de los jud�os y los asirios y de todas las naciones que los rodean durante muchos a�os. Los reyes de Asiria se consideraban los seres m�s grandes y fuertes del mundo; pensaban que su poder era correcto y que pod�an conquistar, devastar, saquear y oprimir todos los pa�ses que los rodeaban sin ser castigados.

Pensaron que pod�an vencer al verdadero Dios de Judea, como hab�an conquistado los �dolos vac�os de Sefarvaim, Hena e Iva. Pero Isa�as vio que estaban equivocados; profetiz� que una gran erupci�n o el estallido de monta�as en llamas destruir�a el ej�rcito del rey de Asiria e incluso sacudir�a a la misma Jerusal�n.

II. No podemos decir exactamente c�mo fueron asesinados los asirios, muy probablemente por una corriente de vapor venenoso, como el que a menudo surge del suelo durante los terremotos y erupciones de monta�as en llamas y mata a todos los hombres y animales que lo respiran. Dios ten�a la intenci�n desde el principio de ense�ar a los jud�os que la tierra y el cielo le pertenec�an y le obedec�an. Les ense�� a ellos y al orgulloso rey de Asiria de una vez por todas que �l era en verdad el Se�or, Se�or de todas las naciones y Rey de reyes, y tambi�n Se�or de la tierra y todo lo que hay en ella.

Aquellos que realmente conf�an en �l nunca ser�n confundidos. Aquellos que conf�an en s� mismos est�n probando su insignificante fuerza contra el Dios que hizo el cielo y la tierra, y seguramente descubrir�n su propia debilidad, justo cuando se sientan m�s exitosos. Si el hombre no se atreve a pelear del lado del Se�or contra el pecado y el mal, la tierra del Se�or pelear� por �l. Terremotos y monta�as en llamas har�n Su obra.

C. Kingsley, Sermones sobre temas nacionales, p�g. 247.

Referencias: 2 Reyes 19:37 . EH Plumptre, Expositor, segunda serie, vol. iv., p�g. 450. 2 Reyes 20:1 . HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. xxvii., p�g. 99; A. Raleigh, Pensamientos para los cansados, p�g. 90; G. Brooks, Outlines of Sermons, p�g.

126. 2 Reyes 20:2 . J. Van Oosterzee, A�o de salvaci�n, vol. ii., p�g. 482. 2 Reyes 20:9 . Hunter, Sunday Magazine, 1872, p�g. 644. 2 Reyes 20:11 .

JH Wilson, Christian World Pulpit, vol. v., p�g. 24. 2 Reyes 20 Parker, vol. viii., p�g. 285. 2 Reyes 21:17 ; 2 Reyes 21:18 . JR Macduff, Atardeceres en las monta�as hebreas, p�g.

184. 2 Reyes 21 Parker, vol. viii., p�g. 298. 2 Reyes 22:2 . E. Monro, Sermones pr�cticos sobre el Antiguo Testamento, vol. ii., p�g. 219. 2 Reyes 22:3 . DG Watt, Christian World Pulpit, vol. xxi., p�g. 180.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 2 Kings 19". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/2-kings-19.html.
 
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