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Bible Commentaries
Deuteronomio 4

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

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Versículo 9

Deuteronomio 4:9

En el negocio de la vida hay tres partes interesadas, tres partes de cuya existencia nos corresponde ser igualmente e intensamente conscientes. Estos tres son Dios por un lado, y nuestras propias almas individuales por el otro, y el �nico Mediador, Jesucristo; quien solo puede unir los dos en uno.

I. Hay toda la diferencia en el mundo entre decir: Tened en cuenta y decir: Recordad siempre a los tres, Dios, Cristo y vosotros, a quienes Cristo une a Dios. Pues entonces no hay riesgo de ego�smo, ni de idolatr�a, ni de nosotros mismos ni de ninguna otra cosa; Lo �nico que queremos es mantenernos vivos y vigorosos, no una vida falsa o mala en nosotros, sino nuestra vida m�s preciosa y verdadera, la vida de Dios en ya trav�s de Su Hijo.

Pero lo que vemos que sucede muy a menudo es todo lo contrario a esto. La vida en nosotros mismos, de la que somos profundamente conscientes, sin olvidarla ni por un instante, no es m�s que la vida de nuestros apetitos y pasiones, y esta vida es muy distinta de Dios y de Cristo. Pero mientras esta vida es muy vigorosa, nuestra mejor vida duerme; tenemos nuestros propios deseos, y son malos, pero tomamos el conocimiento y la fe de nuestro pr�jimo y los llamamos propios, y vivimos y creemos de acuerdo con las nociones de nuestro pr�jimo; de modo que nuestra vida m�s noble se reduce a nada, y nuestro sentido de la verdad perece por falta de ejercicio.

II. Al combinar un sentido agudo de la vida de nuestra propia alma con el sentido de Dios y de Cristo, no hay lugar para el orgullo o la presunci�n, sino todo lo contrario. Sostenemos nuestro conocimiento y nuestra fe como dones de Dios, y estamos seguros de ellos solo en la medida en que su poder, sabidur�a y bondad sean nuestra garant�a. Nuestro conocimiento, de hecho, no es m�s que fe; no tenemos ninguna base para saber como de nosotros mismos, sino grandes bases para creer que la evidencia se�alada por Dios es verdadera, y que al creerla estamos confiando en �l.

T. Arnold, Sermons, vol. v., p�g. 297.

Referencias: Deuteronomio 4:12 ; Deuteronomio 4:13 . S. Leathes, Fundamentos de la moral, p. 26. Deuteronomio 4:20 . Parker, vol. v., p�g. 4.

Versículos 21-22

Deuteronomio 4:21

No podemos considerar este final solemne y misterioso de la vida del gran profeta sin sentir que hay lecciones de instrucci�n de las m�s variadas que se presentan en �l.

Aviso:

I.Una vida puede parecer en alg�n punto principal de ella haber sido un fracaso, haber sido derrotada por ese �xito supremo que en nuestra visi�n miope ten�a casi el derecho de reclamar, y puede que a pesar de todo esto haya sido una vida. m�s aceptable a Dios, y consumado con una muerte muy preciosa a sus ojos. La vida de unos pocos hombres es completa y completa; hay algo que falta, algo fragmentario, en casi todo, y esto tanto en la vida de los santos de Dios como en la vida de los dem�s hombres. Dios escribe su sentencia de vanidad sobre todas las cosas aqu�.

II. Vemos aqu� un ejemplo de la severidad con la que Dios pedir� cuentas incluso a los suyos, y mientras sus juicios est�n en todo el mundo, har� que comiencen en su propia casa. Nos parece que el pecado de Mois�s fue relativamente peque�o, un estallido moment�neo de impaciencia o incredulidad y, sin embargo, le impuso esta pena, este desconcierto de las m�s queridas esperanzas de su vida.

III. Estamos acostumbrados a considerar la muerte de Mois�s como algo diferente a las muertes de otros hombres, y as� fue en cierto sentido. Sin embargo, m�ralo desde otro punto de vista, y �qu� era sino la soledad de cada lecho de muerte? " Je mourrai seul ", dijo el gran Pascal, y las palabras son verdaderas para todos. Podemos vivir con otros, pero debemos morir solos.

IV. Observe y admire la forma en que Dios tan a menudo anula la vida de los santos del pacto de los ancianos para que por ellos �l pueda, en tipo y sombra, exponernos las verdades eternas del Evangelio. No pienses en Mois�s, que jam�s podr� ser m�s que un maestro de escuela para Cristo; para que te lleve un pie m�s lejos que los l�mites de la tierra de tu heredad. Otro debe guiarte si alguna vez esa buena tierra ser� tuya. Jes�s, nuestro Josu�, nuestro Salvador, debe hacer esto.

RC Trench, Sermones predicados en Irlanda, p�g. 238 (ver tambi�n Sermones Nuevos y Antiguos, p. 152).

Referencias: Deuteronomio 4:21 ; Deuteronomio 4:22 . JA Sellar, Doctrina y pr�ctica de la Iglesia, p�g. 287. Deuteronomio 4:22 .

Parker, vol. v., p�g. 5. Deuteronomio 4:29 . Bosquejos del Antiguo Testamento, p�g. 43; Parker, Christian Chronicle, 7 de mayo de 1885. Deuteronomio 4:29 . Spurgeon, Sermons, vol. xxii., No. 1283. Deuteronomio 4:36 . Parker, Fountain, 8 de marzo de 1877.

Versículos 39-40

Deuteronomio 4:39

Mois�s prometi� a los jud�os que si confiaban en Dios ser�an un pueblo fuerte, feliz y pr�spero. Por otro lado, les advirti� que si se olvidaban del Se�or su Dios, seguramente caer�an sobre ellos la pobreza, la miseria y la ruina.

Que esta �ltima no fue una amenaza vac�a lo demuestran los hechos claros de la historia sagrada. Porque se olvidaron de Dios y adoraron a los baales, el sol, la luna y las estrellas; y sobre ellos vino la ruina de toda clase, hasta que fueron llevados cautivos a Babilonia.

I.La idea de que el Dios a quien adoraban era el �nico Dios verdadero debe haber hecho de Su adoraci�n un asunto muy diferente, mucho m�s santo y m�s profundo para los jud�os que la cosa miserable y ego�sta que mucha gente llama mal religi�n en la actualidad. por el cual un hombre espera escabullirse de este mundo al cielo por s� mismo, sin ning�n cuidado o amor real por sus semejantes o aquellos que deja atr�s.

La fe de un viejo jud�o en Dios y su obediencia eran parte de su vida familiar, parte de su pol�tica, parte de su patriotismo. El deber que le deb�a a Dios no era simplemente un deber que le deb�a a su propia conciencia o su propia alma; era un deber que le deb�a a su familia, a sus parientes, a su pa�s. No se trataba simplemente de una opini�n de que hab�a un Dios y no dos; era una creencia de que el �nico Dios verdadero lo estaba protegiendo, ense��ndole, inspir�ndolo a �l ya toda su naci�n.

II. El prop�sito de Dios se ha cumplido. La peque�a naci�n de los jud�os, sin ciudades portuarias ni comercio, sin colonias ni conquistas, ha ense�ado a todo el mundo civilizado, ha influido en todos los buenos y en todos los sabios hasta el d�a de hoy de manera tan enorme, que el mundo ha ido m�s all� de ellos y se ha convertido en Cristianos al comprender plenamente su ense�anza y su Biblia, mientras que han permanecido meros jud�os al no comprenderla. La revelaci�n de Dios a los jud�os fue Su mensaje ilimitado, y no un mensaje estrecho de la invenci�n del hombre.

C. Kingsley, Evangelio del Pentateuco, p�g. 184.

Referencias: Deuteronomio 4:32 . Parker, vol. iv., p�g. 118. Deuteronomio 4:39 . Ib�d., P�g. 126; C. Kingsley, Evangelio del Pentateuco, p�g. 222. Deuteronomio 4:40 .

Revista del cl�rigo, vol. viii., p�g. 220. Deuteronomio 4:41 ; Deuteronomio 4:42 . E. Blencowe, Plain Sermons, segunda serie, p�g. 305. Deuteronomio 4 Parker, vol.

iv., p�gs. 97, 104. Deuteronomio 5:1 . J. Hamilton, Works, vol. v., p�g. 214. Deuteronomio 5:3 . Parker, vol. v., p�g. 5. Deuteronomio 5:6 ; Deuteronomio 5:7 .

J. Oswald Dykes, La ley de las diez palabras, p�g. 19. Deuteronomio 5:8 . Ib�d., P�g. 53. Deuteronomio 5:11 . Ib�d., P�g. 71. Deuteronomio 5:12 .

Ib�d .: Bosquejos del Antiguo Testamento, p. 45. Deuteronomio 5:12 . R. Lee, Sermons, p�gs. 399, 411, 421; J. Oswald Dykes, La ley de las diez palabras, p�g. 87; S. Leathes, Fundamentos de la moral, p. 128. Deuteronomio 5:13 ; Deuteronomio 5:14 . AC Tait, Lecciones para la vida escolar, p�g. 258.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Deuteronomy 4". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/deuteronomy-4.html.
 
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