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Bible Commentaries
Zacarías 4

Comentario Bíblico de SermónComentario Bíblico de Sermón

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Versículos 1-14

Zacar�as 4:1

El candelabro y los olivos.

I. Por el candelabro estaba simbolizada la comunidad israelita, la naci�n del antiguo pacto, el pueblo de la teocracia. Pero Israel era en s� mismo un s�mbolo y un tipo; fue la manifestaci�n visible de esa comunidad espiritual invisible, la Iglesia del Dios vivo, que abraza a los fieles de todas las edades y lugares. Se representa como hecho del m�s precioso de los metales, el oro puro, para indicar el valor y la excelencia de lo que Dios ha elegido para S� mismo como Su tesoro especial; y se representa con siete l�mparas, para indicar que la Iglesia es un cuerpo luminoso, que tiene luz en s� mismo y aparece como la luminaria de la que procede la luz al mundo.

II. La luz que posee la Iglesia no proviene de ella misma; es luz comunicada y sostenida por influencias de arriba. Por lo tanto, en la visi�n que tuvo Zacar�as, las l�mparas fueron suministradas por aceite, no por el ministerio humano, sino a trav�s de canales y tuber�as de los olivos, que estaban al lado y estaban sobre el candelabro. El aceite es el s�mbolo apropiado de las influencias del Esp�ritu Santo. Aparte del Esp�ritu Divino, la Iglesia es oscura, fr�a y d�bil; pero a trav�s de la visitaci�n del Esp�ritu ella es animada y vigorizada, se vuelve luminosa y gloriosa, y es coronada con �xito mientras trabaja para erigir el templo de Dios en la tierra.

III. Dios sostiene a su Iglesia por su gracia. Pero esta gracia llega a los hombres a trav�s de ciertos medios designados. Esto fue simbolizado en la visi�n por las ramas frutales de los olivos y por los conductos y tuber�as a trav�s de los cuales se conduc�a el aceite a las l�mparas. Las ramas representaban a las autoridades sacerdotales y civiles en Israel. Estos fueron en el tiempo antiguo los canales a trav�s de los cuales Dios transmiti� Su gracia a Su Iglesia en la tierra; y, como operaban por medio de funcionarios subordinados, las ramas se representaban en la visi�n como vaciando en los conductos y tuber�as, por medio de los cuales se conduc�a el aceite a las l�mparas.

Cuando el s�mbolo se exhibi� nuevamente ( Apocalipsis 1:12 ), se vio al gran Jefe de la Iglesia en Persona propia en medio de los siete candelabros de oro. Por medio de �l, como gran Sacerdote y Rey, uniendo en S� mismo los dos oficios y desempe�ando las funciones de ambos en Su Iglesia, "el aceite de la gracia divina se vierte en el candelero de la Iglesia en una abundancia infinitamente mayor que a trav�s de cualquiera de los anteriores. siervos de Dios ". (Hengstenberg.)

W. Lindsay Alexander, Visiones y advertencias de Zacar�as, p�g. 59; v�ase tambi�n Homiletic Quarterly, vol. iv., p�g. 96.

Referencias: Zacar�as 4:6 . Spurgeon, Sermons, vol. iii., n�m. 149; GH Wilkinson, Esquemas del Antiguo Testamento, p�g. 280; v�ase tambi�n Church Sermons by Eminent Clergymen, vol. i., p�g. 401.

Versículos 6-7

Zacar�as 4:6

I. Cuando Zorobabel profetiz�, se hab�an echado los cimientos del templo, y predijo que el mismo pr�ncipe que puso los cimientos tambi�n colocar�a la piedra superior. Se ha puesto el fundamento de la Iglesia; crece lenta pero seguramente, un templo santo en el Se�or. Nuestra alegre esperanza es que el que puso el fundamento tambi�n lo terminar�.

II. La propagaci�n del Evangelio no es solo para Cristo sino por Cristo. El Sembrador de la semilla durante toda esta dispensaci�n es el Hijo del Hombre; es �l quien predica la paz, a trav�s de la mente y la voz de muchos predicadores, en muchos idiomas; Publica el testimonio por toda la tierra y salva a los pecadores. La construcci�n de la Iglesia tambi�n es por Cristo desde el principio hasta el final, y los constructores desde Pablo y Apolos hacia abajo no son nada sin �l. Cristo siempre est� edificando a su pueblo juntos, sanando, reconciliando, moldeando, fundi�ndolos, compact�ndolos como piedras vivas que forman el �nico templo del �nico Esp�ritu Santo.

III. Marque bien cu�l es la energ�a que supera o elimina obst�culos. Ni fuerza ni poder de un hombre mortal. La edificaci�n de la Iglesia frente a todas las dificultades ha sido posible, y es posible ahora, solo bajo la fuerza y ??el poder del Esp�ritu Santo.

D. Fraser, Christian World Pulpit, vol. xvi., p�g. 161.

Versículo 7

Zacar�as 4:7

I. La profec�a en el largo alcance de su vuelo hacia adelante se rebaja una y otra vez a muchos cumplimientos. Est� el cumplimiento hist�rico, y est� el cumplimiento evang�lico, el cumplimiento espiritual, el cumplimiento pr�ctico y el cumplimiento final y glorioso. Cuando se termin� el templo de Zorobabel, se sac� una "l�pida con aclamaciones", y los ancianos lloraron y los j�venes clamaron de gozo.

Hab�a una l�pida levantada con gritos "cuando el Se�or Jesucristo", el primog�nito de toda criatura, la piedra superior de la creaci�n de Dios, fue descubierto a la vista humana en Betel. Habr� una "l�pida levantada con gritos" cuando toda la Iglesia est� en su plenitud, y su canto de victoria se eleve, mientras Dios habita en las alabanzas de Israel.

II. Hay dos piedras con las que se compara a Cristo en la Biblia, la "piedra fundamental" y la "cabeza" o piedra angular. Cristo es ambos. (1) Primero, �l es el comienzo de todo bien en el que descansa como base. "Nadie puede poner otro fundamento que el que est� puesto, el cual es Cristo Jes�s". (2) Y luego, a su debido tiempo, �l es la "cabeza" o "piedra angular", en la que todo se concentra como todo su fin y todo su objeto, su gloria y su �ltimo logro, y en la mismidad. de esas dos piedras reside el consuelo, el Alfa es la Omega, en Cristo comenzamos, en Cristo terminamos, ponemos todo sobre Su muerte y sacamos todo para Su gloria. Y por lo tanto, porque �l es el principio y el fin, la "piedra fundamental" y la "piedra superior", por eso clamamos: "Gracia,

III. �Y a qu� nos referimos cuando usamos la palabra "gracia" en su doble �nfasis? Queremos decir que todo es un favor gratuito, la misericordia pura de Dios. Cualquier cosa buena que tengamos, fue comprada para nosotros por la sangre de Cristo. Cualquier cosa buena que hagamos, fue obrada en nosotros por el Esp�ritu de Cristo.

J. Vaughan, Cincuenta sermones, octava serie, p�g. 253.

Versículo 10

Zacar�as 4:10

Considere la tendencia de los hombres a despreciar las cosas buenas, en la peque�ez y debilidad de sus comienzos y primeras operaciones.

I. Hay mucha disposici�n a subestimar, "despreciar" los peque�os comienzos y las lentas y tempranas etapas de una buena obra. (1) Proviene de no aprehender debidamente la preciosidad de lo que es bueno, ni siquiera en la porci�n m�s peque�a de �l. (2) En la indulgencia de esta disposici�n se deja fuera de la vista cu�nto en muchos casos se requiri� hacer previamente para dar existencia al peque�o comienzo; no comenz� a existir por s� mismo.

(3) Otra cosa es que somos propensos a fijar un precio demasiado alto a nuestros propios esfuerzos y servicios. Nuestra importancia personal no puede soportar que gran parte de nuestro albedr�o, el nuestro, se consuma por un resultado tan peque�o. (4) Sobremedimos nuestro breve lapso de existencia mortal. Queremos contraer el plan del Todopoderoso a nuestros propios l�mites de tiempo y precipitar el movimiento, para que podamos ver claramente hasta el final.

II. En el departamento religioso y moral, las cosas que todav�a son peque�as deben estimarse, no seg�n sus dimensiones actuales, sino seg�n su principio, y seg�n lo que han de llegar a ser. Debemos reconocer en ellos un principio Divino; que Dios ha puesto en ellos Su voluntad, Su poder, Su Esp�ritu. Esto incluye (1) el progreso de la educaci�n; (2) el progreso del cristianismo.

III. El orgullo, la pereza y la codicia tienen que ver con el temperamento que lleva a los hombres a despreciar las peque�as cosas. Pero la buena causa de Dios, de Cristo, de la superaci�n humana, es cierta, est� destinada a avanzar y triunfar. Es razonable creer que el terrible misterio de por qu� este triunfante ascenso se alcanza tan lentamente, tanto tiempo retrasado en este mundo, ser� uno de los temas de iluminaci�n en un estado superior de existencia, donde las facultades en aumento tendr�n una duraci�n interminable para su vida. ejercicio.

Entonces se puede ver que todo el curso del mundo, desde el principio hasta el final, fue "un d�a de peque�as cosas", en comparaci�n con la secuela, s�lo como una breve introducci�n a una econom�a inmensa e interminable.

J. Foster, conferencias; Segunda serie, p�g. 365.

Referencias: Zacar�as 4:10 . Spurgeon, Esquemas del Antiguo Testamento, p. 281; E. White, Christian World Pulpit, vol. xxxi., p�g. 187; Spurgeon, Evening by Evening, p�g. 333; Ibid., Mis notas para sermones: Eclesiast�s a Malaqu�as, p�g. 365. Zacar�as 5:1 .

W. Lindsay Alexander, Homiletic Quarterly, vol. iv., p�g. 175. Zacar�as 5 Expositor, 3� serie, vol. iv., p�g. 119. Zacar�as 6:1 . Ib�d., Vol. v., p�g. 107.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Zechariah 4". "Comentario Bíblico de Sermón". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/sbc/zechariah-4.html.
 
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