Lectionary Calendar
Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
Attention!
StudyLight.org has pledged to help build churches in Uganda. Help us with that pledge and support pastors in the heart of Africa.
Click here to join the effort!

Bible Commentaries
1 Corintios 8

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Buscar…
Enter query below:

Versículos 1-13

Qu� conmovedoras cosas se ofrecen a los �dolos.

Libertad y amor

1. La cuesti�n de las carnes surgi� necesariamente en una sociedad en parte pagana y en parte cristiana. Cada comida se dedic� a los dioses dom�sticos poniendo una porci�n de ella en el altar familiar. En un cumplea�os, un matrimonio o un regreso seguro del mar, etc., era costumbre sacrificar en alg�n templo p�blico. Y despu�s de que las piernas de la v�ctima, encerradas en grasa, y las entra�as hubieran sido quemadas en el altar, el adorador recibi� el resto e invit� a los amigos de Iris a participar de �l en el templo mismo, o en la arboleda circundante, o en hogar.

Por tanto, es natural que un converso se pregunte si est� justificado adaptarse a esta costumbre. De este modo se vieron amenazadas las amistades personales y la armon�a de la vida familiar; y en ocasiones p�blicas el cristiano estaba en peligro de marcarse a s� mismo como un buen ciudadano, o por sumisi�n de parecer infiel a Cristo.

2. Aparentemente, los diferentes puntos de vista adoptados han engendrado mucho malestar, como ocurre siempre con los asuntos moralmente indiferentes. Hacen poco da�o si cada uno tiene su propia opini�n afablemente y se esfuerza por influir en los dem�s de una manera amistosa. Pero en la mayor�a de los casos sucede como en Corinto: los que vieron que pod�an comer sin contaminaci�n despreciaron a los que ten�an escr�pulos; mientras que los escrupulosos juzgaban a los comensales como servidores del tiempo mundanos.

3. Como primer paso hacia la soluci�n de este asunto, Paul hace la mayor concesi�n al partido de la libertad. Su clara percepci�n de que un �dolo no era nada en el mundo era s�lida y encomiable. �Pero no�, dice el ap�stol, �piense que ha resuelto la cuesti�n reiterando que est� mejor instruido que sus hermanos. Debes agregar amor, consideraci�n a tu pr�jimo, a tu conocimiento.

�Los hombres de pronta percepci�n de la verdad tienden a despreciar a los esp�ritus menos iluminados; pero por mucho que se enorgullezcan de ser los hombres de progreso y la esperanza de la Iglesia, no es s�lo por el conocimiento que la Iglesia puede crecer s�lidamente. El conocimiento produce un crecimiento de hongos engre�do, malsano y morboso; pero lo que edifica la Iglesia piedra a piedra, un edificio fuerte y duradero, es el amor. Es bueno tener una visi�n clara de la libertad cristiana; pero ejerc�telo sin amor, y se convertir� en una pobre criatura inflada, inflada con un gas nocivo que destruye toda vida superior en usted y en los dem�s.

4. Es f�cil imaginar c�mo se ejemplificar�a todo esto en una mesa corintia. Se invita a tres cristianos a una fiesta en la casa de un amigo pagano. Uno es d�bilmente escrupuloso, los otros son hombres de visi�n m�s amplia y conciencia m�s iluminada. A medida que avanza la comida, el hermano d�bil descubre alguna marca que identifica la carne como un sacrificio, o, temiendo que pueda ser as�, pregunta al sirviente y descubre que ha sido ofrecida en el templo, y de inmediato dice a sus amigos: �Esto se ha ofrecido a los �dolos.

Uno de ellos, sabiendo que los ojos paganos est�n mirando, y deseando mostrar cu�n superior a todos esos escr�pulos es el cristiano ilustrado, y cu�n genial y libre es la religi�n de Cristo, sonr�e ante los escr�pulos de su amigo y acepta la carne. El otro, m�s generoso y verdaderamente valiente, rechaza el plato, no sea que, dejando al escrupuloso sin apoyo, lo tiente a seguir su ejemplo, contrario a su propia convicci�n , y as� lo lleve al pecado. No es necesario decir cu�l de estos hombres se acerca m�s al principio cristiano de Pablo.

5. En nuestra propia sociedad surgen necesariamente casos similares. Yo, como cristiano, y sabiendo que la tierra y su plenitud son del Se�or, puedo sentirme en perfecta libertad para beber vino. Pero debo considerar el efecto que mi conducta tendr� en los dem�s. Puede que haya algunos entre mis amigos cuya tentaci�n se encuentre en esa direcci�n y cuya conciencia les pida que se abstengan. Si con mi ejemplo se anima a esas personas a silenciar su conciencia, entonces incurro en la culpa de ayudar a destruir a un hermano por quien Cristo muri�.

O tambi�n, a un muchacho criado en una casa puritana se le ha ense�ado, por ejemplo, que la influencia del teatro es desmoralizadora; pero al entrar en la vida de una gran ciudad pronto se pone en contacto con algunos cristianos genuinos que visitan el teatro sin la menor punzada de conciencia. Ahora probablemente suceder� una de dos cosas. Las ideas del joven sobre la libertad cristiana pueden aclararse; o si se siente intimidado por un ejemplo abrumador y se irrita por las burlas de sus compa�eros, puede hacer lo que hacen los dem�s, aunque todav�a inc�modo en su propia conciencia.

Lo que s� ha observado es que una cosa es envalentonar la conciencia y otra muy distinta su iluminaci�n. Constantemente sucede que hombres que alguna vez se alejaron de ciertas pr�cticas ahora las practican libremente, y te dir�n que al principio sintieron que estaban robando la indulgencia, y que tuvieron que ahogar la voz de la conciencia con la voz m�s fuerte de la gente. ejemplo. Los resultados de esto son desastrosos.

Se destron� la conciencia. El barco ya no obedece a su tim�n, y yace en la vaguada del mar barrido por todas las olas e impulsado por todos los vientos. De hecho, se puede decir: �Qu� da�o puede resultar de que personas menos ilustradas se animen a hacer lo que nosotros hacemos si lo que hacemos es correcto? El da�o es este, que si el hermano d�bil hace algo correcto mientras su conciencia le dice que est� mal, para �l est� mal. "Todo lo que no es de fe es pecado". Note dos lecciones permanentes:

I. El car�cter sagrado o supremac�a de la conciencia. "Que cada uno est� plenamente persuadido en su propia mente". Es posible que un hombre haga algo incorrecto cuando obedece a su conciencia; ciertamente se equivoca cuando act�a en contra de la conciencia. Puede que los consejos de otros le ayuden a tomar una decisi�n, pero es su propia decisi�n la que debe acatar. Puede que su conciencia no est� tan iluminada como deber�a. A�n as�, su deber es iluminarlo, no violarlo. Es la gu�a que Dios nos ha dado y no debemos elegir otra.

II. Que siempre debemos usar nuestra libertad cristiana con la consideraci�n cristiana de los dem�s. El amor debe mezclarse con todo lo que hacemos. Hay muchas cosas que son l�citas para el cristiano, pero que no son obligatorias ni obligatorias, y que puede abstenerse de hacer por la causa indicada. Deberes que, por supuesto, debe cumplir, independientemente del efecto que su conducta pueda tener en los dem�s. Pero cuando la conciencia dice, no "Debes", sino solo "Puedes", entonces debemos considerar el efecto que nuestro uso de nuestra libertad tendr� en los dem�s.

Debemos renunciar a nuestra libertad de hacer esto o aquello si al hacerlo escandalizamos a un hermano d�bil o lo alentamos a traspasar su conciencia. As� como el viajero �rtico que ha estado congelado todo el invierno no aprovecha la primera oportunidad para escapar, sino que espera hasta que sus compa�eros m�s d�biles adquieran la fuerza suficiente para acompa�arlo, as� el cristiano debe adaptarse a las debilidades de los dem�s, no sea que use su libertad. debe da�ar a aquel por quien Cristo muri�. ( M. Dods, D. D. )

El conocimiento envanece, pero la caridad edifica. -

Un doble conocimiento

I. Un orgullo que genera conocimiento. "El conocimiento se enorgullece". Uno que es ...

1. Meramente intelectual. Un acervo de concepciones mentales, relativas a objetos materiales o espirituales, referentes a la criatura o al Creador. Ahora bien, ese conocimiento tiende a la vanidad.

2. Esencialmente superficial. Cuanto m�s superficial es el conocimiento intelectual, m�s fuerte es su tendencia. Los hombres que se adentren m�s en la esencia de las cosas, tengan la visi�n m�s amplia del dominio del conocimiento, ser�n los menos dispuestos a la auto-euforia.

II. Un conocimiento que edifica al hombre.

1. La �caridad�, o el amor a Dios, es el verdadero conocimiento. El amor es la vida y el alma de toda ciencia verdadera. El amor es la ra�z del universo y debes tener amor correctamente para interpretar el amor.

2. Este verdadero conocimiento edifica el alma; no como se construye una casa, juntando piedras muertas y madera, sino como se construye el roble, por la fuerza de apropiaci�n de su propia vida, obligando a la naturaleza a profundizar sus ra�ces, extender su volumen, multiplicar sus ramas y empujar es m�s alto hacia los cielos.

3. Este conocimiento verdadero asegura la aprobaci�n de Dios ( 1 Corintios 8:3 ). En el �ltimo d�a, Cristo les dir� a los que no tienen este amor: "Nunca supe", es decir , aprob�, "ustedes". Este amor a Dios en el coraz�n convierte el �rbol del conocimiento intelectual en el �rbol de la vida. ( D. Thomas, D. D. )

La diferencia entre conocimiento cristiano y secular

Se est� produciendo una gran controversia en materia de educaci�n. Uno ensalza en parte el valor de la instrucci�n, el otro insiste en que la educaci�n secular sin religi�n es peor que in�til: Pablo se refiri� a ambos como secular e in�til sin amor. Ese conocimiento que trat� tan despectivamente fue ...

I. Conocimiento sin humildad. No es tanto lo que se conoce como el esp�ritu con el que se adquiere lo que marca la diferencia entre el conocimiento secular y el cristiano ( 1 Corintios 8:2 ). Los m�s grandes fil�sofos e historiadores modernos, Humboldt y Niebuhr, eran hombres eminentemente humildes. As� tambi�n, encontrar� que el verdadero talento entre los mec�nicos est� generalmente unido a una gran humildad.

Mientras que los envanecidos por el conocimiento son los que tienen algunas m�ximas religiosas y doctrinas superficiales. Por tanto, hay dos formas de conocer. Uno es el del hombre al que le encanta calcular qu� tan avanzado est� por encima de los dem�s; la otra, la del hombre que siente lo infinito que es el conocimiento y lo poco que sabe.

II. Libertad sin reverencia. Los hombres a quienes el ap�stol reprende estaban libres de muchas supersticiones. Un �dolo, dec�an, no era nada en el mundo. Pero no es meramente liberarse de la superstici�n lo que es adorar a Dios, sino dependencia amorosa de �l; la entrega del yo. �Si alguno ama a Dios, es conocido por �l� , es decir, Dios reconoce la semejanza del esp�ritu. Hay mucho del esp�ritu de estos corintios ahora.

Los hombres se deshacen de lo que ellos llaman las trabas de las supersticiones y luego se llaman a s� mismos libres: piensan que es grandioso no reverenciar nada. Este no es un gran conocimiento. Es una gran cosa estar libre de la esclavitud mental, pero suponga que todav�a es un esclavo de sus pasiones. De las ataduras del esp�ritu, el cristianismo nos ha liberado, pero nos ha unido a Dios ( 1 Corintios 8:5 ).

La verdadera libertad de la superstici�n es el servicio gratuito a la religi�n: la verdadera emancipaci�n de los dioses falsos es la reverencia al Dios verdadero. Y no es simplemente este el �nico conocimiento real, sino que ning�n otro conocimiento �edifica� el alma. "El que aumenta el conocimiento, aumenta el dolor". Separados del amor, cuanto m�s sabemos, m�s profundo es el misterio de la vida y m�s triste se vuelve la existencia. No puedo concebir una hora de la muerte m�s espantosa que la de alguien que ha aspirado a conocer en lugar de amar, y se encuentra por fin en medio de un mundo de hechos est�riles y teor�as sin vida.

III. Comprensi�n sin amor al hombre. Estos corintios ten�an una concepci�n muy clara de lo que era el cristianismo ( 1 Corintios 8:4 ). "Bueno", dijo el ap�stol, "�y qu� significa tu profesi�n de eso, si miras con supremo desprecio a tus hermanos ignorantes, que no pueden alcanzar estas sublimes contemplaciones?" Un conocimiento como este no es un avance, sino un retroceso.

Cu�n inmensamente superior a los ojos de Dios es un romanista ignorante que ha hecho el bien, o alg�n religioso ignorante y estrecho que ha sacrificado tiempo y propiedades a Cristo, al te�logo m�s correcto en cuyo coraz�n no hay amor por su pr�jimo. hombres. La amplitud de miras no es la amplitud del coraz�n; la sustancia del cristianismo es el amor a Dios y al hombre. Por tanto, es un hecho precioso que St.

Pablo, el ap�stol de la libertad, cuyo ardiente intelecto expon�a toda la filosof�a del cristianismo, deber�a haber sido el que dijera que el conocimiento no es nada comparado con la caridad, es m�s, peor que nada sin ella: deber�a haber sido el que declara que �el conocimiento se desvanecer�, pero el amor nunca deja de ser ". ( FW Robertson, M. A. )

Conocimiento y caridad

Nadie jam�s tuvo una idea m�s alta de la verdadera sabidur�a que San Pablo, pero vio que el saber no hace perfecto al hombre de Dios, y que el erudito completo puede quedarse corto al final del reino de los cielos. Vio que las riquezas espirituales, como las corporales, a menos que se utilicen en beneficio de otros, no resultar�an una bendici�n para su due�o. Y por lo tanto, para que el sabio no se glor�e en su sabidur�a, el ap�stol determina que, no solo el saber humano, sino el conocimiento de todas las profec�as y misterios, de nada servir� si no se a�ade la caridad.

I. El conocimiento sin caridad termina en orgullo.

1. Produce una inflaci�n en la mente, que, como un tumor en el cuerpo, lleva la apariencia de solidez, pero en realidad no tiene nada en su interior y solo indica un h�bito alterado. Y, de hecho, el conocimiento, as� como la fe, si est� sola, es vana, est� muerta. Porque todo conocimiento se da como un medio para alg�n fin. Los medios, abstra�dos de su fin, dejan de ser medios y no responden a ning�n prop�sito.

El fin del conocimiento es la acci�n ( Juan 13:17 ). Cada art�culo del credo implica en �l un deber correspondiente, y es solo la pr�ctica la que da vida a la fe y realiza el conocimiento. "La manifestaci�n del Esp�ritu (como el Esp�ritu mismo testifica) le es dada a todo hombre para provecho". De lo contrario, no tiene ning�n efecto y el hombre se convierte en "una nube sin agua"; alzada, navega al viento, hinch�ndose orgullosa en la suficiencia de su propio vac�o, en lugar de derramar abundancia sobre las tierras por las que pasa.

2. Considere los casos de esta verdad.

(1) Asciende al cielo y contempla las glorias que una vez rodearon a Lucifer (cf. Ezequiel 28:12 ). �l vio, lo supo; pero no am�, y por orgullo cay�. Una prueba, para los eruditos de todas las edades, de que el conocimiento sin caridad convertir� a un �ngel bueno en uno malo.

(2) Sin embargo, este ha sido siempre el error fatal, y el �rbol del conocimiento todav�a result� ser la ocasi�n de una ca�da. El conocimiento provoc� la destrucci�n por el orgullo. "La serpiente", dice Eva, "me enga��"; iluminado, euf�rico, me infl�. Todos los frutos del error y del vicio han brotado de la misma ra�z de amargura.

(3) Tome el caso de los gentiles ( Romanos 1:21 ). La falta de conocimiento no fue su culpa original; "Conoc�an a Dios". Pero el conocimiento en el entendimiento por falta de caridad en el coraz�n no operaba en una santa obediencia. "Cuando conocieron a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias".

(4) Vu�lvase al jud�o. "Teniendo la forma del conocimiento y de la verdad en la ley". Sin embargo, el conocimiento lo envaneci�; sus privilegios se convirtieron en una ocasi�n para jactarse contra sus hermanos, y la envidia consumi� su caridad. �Procurando establecer su propia justicia� sobre la fuerza de su propia sabidur�a, rechaz� al Se�or su justicia y lo clav� en la Cruz, quien es la fuente de la sabidur�a.

(5) Cuando ces� la distinci�n entre jud�os y gentiles, y una Iglesia comprendi� a todos los creyentes, el conocimiento infl� a los hombres en herejes y cism�ticos. El orgullo les hizo preferir verse exaltados a la cabeza de una facci�n, que la Iglesia edificada por sus labores en una posici�n inferior. Este fue el caso en la Iglesia de Corinto, y ha sido la causa de todas las herej�as y cismas desde entonces.

II. La caridad dirige el conocimiento hacia su fin correcto: la edificaci�n de la Iglesia. Esto se ver� en algunos casos al rev�s de lo anterior.

1. Si ascendemos por segunda vez al cielo, encontraremos que el principio que triunf� sobre el orgulloso conocimiento de Lucifer fue la sabidur�a de Dios movida por el amor. En nuestra redenci�n, la sabidur�a se invent�, el poder se ejecut�, pero el amor puso todo a trabajar, y perfeccion� y coron� el todo.

2. Para revertir los tristes efectos de una vana sed de conocimiento en nuestro primer padre, el amor divino se encarn�. Todo lo que hizo y sufri� fue porque nos amaba. Porque el hombre, por la tentaci�n del conocimiento, fue seducido a la infidelidad y la desobediencia, encontr� y venci� al tentador por la Palabra de Dios y por el amor guardando los mandamientos. Los tesoros de la sabidur�a y el conocimiento en �l no se oxidaron ni se pudrieron, ni se los cerr� al p�blico por una reserva arrogante, sino que continuamente dispers� fuera de ellos y se los dio a los pobres de esp�ritu. En la Cruz el amor recuper� lo que el orgullo hab�a perdido, y la herida hecha en nuestra naturaleza por el fruto del �rbol del conocimiento fue curada por las hojas del �rbol de la vida.

3. Para combatir la vana sabidur�a de los griegos y la arrogancia de los jud�os que se justifican a s� mismos, los ap�stoles fueron enviados. Las fortalezas del conocimiento falso no pod�an estar ante el evangelio. Arrastrado por el rel�mpago de la elocuencia inspirada, el brazo de la falsa filosof�a se marchit� y perdi� todo su poder en la mente de los hombres. �El imperio romano se maravill� de verse cristiano; para ver la Cruz exaltada en triunfo sobre el globo, y los reinos de este mundo convertirse en el reino de nuestro Se�or y Su Cristo.

Pero, �qu� fue lo que gan� esta victoria sobre el orgullo de la tierra y el infierno? �Qu�, sino la misma caridad que todo lo sufre y, por lo tanto, que todo lo somete, que ense�� a los disc�pulos de un Jes�s crucificado, a su ejemplo, a soportarlo todo por la salvaci�n de sus hermanos?

4. Si vemos la unidad de una iglesia primitiva, en contraposici�n a las tristes divisiones y distracciones producidas por la herej�a y el cisma, parecer� que la caridad construy� ese edificio s�lido y duradero. Como en su formaci�n, el Esp�ritu descendi� sobre los disc�pulos, cuando �estaban todos un�nimes en un mismo lugar�, as�, de igual manera, despu�s de que se les agregaron m�s, se observa que �la multitud de los creyentes era de un coraz�n y una mente.

El esp�ritu de unidad entrelaz� a todos los miembros, de tal manera que si un miembro padec�a, el resto simpatizaba con �l, y as� �crecieron en �l en todas las cosas, incluso Cristo� hizo aumento del cuerpo para edificarse en el amor. " ( Mons. Horne .)

Conocimiento y amor

I. El conocimiento se enorgullece.

1. Esto se aplica a todo conocimiento, ya sea humano o divino, cuando no va acompa�ado de amor a Dios.

2. Su efecto es:

(1) Para inflar las nociones de los hombres sobre los poderes de la raz�n humana y la importancia del conocimiento humano.

(2) Fomentar la confianza en uno mismo y la vanidad.

3. La raz�n

(1) El conocimiento sin fe act�a sobre el intelecto, pero deja intacto el coraz�n.

II. Amor edificante.

1. Amor

(1) Depende de la fe.

(2) Implica confianza, sumisi�n, obediencia, sacrificio.

2. Su efecto. Edifica

(1) Fortaleciendo el entendimiento y la voluntad.

(2) Edificando el car�cter moral.

(3) Elevando el esp�ritu.

(4) Poniendo al hombre en comuni�n directa con Dios. ( J. Lyth, D. D. )

Conocimiento y amor

Este conocimiento no es secular a diferencia de lo divino y teol�gico, sino el conocimiento de las cosas divinas sin amor, el conocimiento en s� mismo que se distingue del conocimiento de las cosas divinas con amor. El mismo contraste se expone m�s extensamente en el cap. 13 .; pero as� como all� se ve inducido a hablar de ello principalmente al insistir en la superioridad de la utilidad activa sobre los �xtasis espirituales, aqu� se le induce a hablar de ello insistiendo en la superioridad de ese amor que muestra un respeto por las conciencias de los dem�s, sobre ese conocimiento que descansa satisfecho en su propia intuici�n iluminada de la locura de la superstici�n humana.

Un conocimiento como este puede expandir la mente, pero es una mera inflaci�n, como una burbuja, que estalla y se desvanece. Solo el amor logra construir un nivel de edificio por encima del nivel, s�lido tanto en superestructura como en base, para durar para siempre. ( Dean Stanley .)

Las dos gu�as: conocimiento y amor

I. Ambos son excelentes.

1. El alumno de Gamaliel habr�a sido el �ltimo en hablar despectivamente del conocimiento real. �Cu�nto ha logrado el conocimiento en el mundo! La ignorancia es el para�so de los tontos; el conocimiento es poder.

2. Y cu�n excelente es el amor. �Qu� aburrido, triste y m�s prol�fico en el crimen ser�a el mundo sin �l! Lo �nico que lamentamos es que haya tan poco. Aqu� el cielo y la tierra contrastan. Los triunfos del conocimiento son grandes, pero mayores son las victorias del amor.

II. Son complementarios.

1. El conocimiento sin amor conduce a:

(1) Orgullo.

(2) Intolerancia.

(3) Ego�smo.

(4) Lesi�n a otros.

(5) Muchos errores de pensamiento, sentimiento y acci�n.

2. El amor sin conocimiento conduce a una cat�strofe moral. El conocimiento es necesario para determinar dentro de qu� l�mites podemos actuar correctamente; el amor determina lo que dentro de los l�mites de lo "l�cito" debemos elegir.

3. El conocimiento y el amor unidos conducen a ese conocimiento pr�ctico m�s perfecto, penetrante y verdadero, lo opuesto al descrito en 1 Corintios 13:2 . Por ejemplo, un hombre puede conocer a Dios como Dios, tener alg�n concepto de los atributos divinos, etc., pero cuando ama a Dios, su conocimiento da pasos incalculables. ( NOSOTROS Hurndall, M. A. )

Conocimiento y amor

Estas hermosas palabras se introducen en una discusi�n que hace tiempo que dej� de tener inter�s pr�ctico. En el Corinto pagano, el banquete y el sacrificio eran parte del mismo procedimiento. El animal fue sacrificado y ofrecido a los dioses. Entonces el sacerdote reclam� su parte, y el resto fue llevado a casa y utilizado para proporcionar un fest�n. A estas fiestas los paganos invitaban a sus amigos, y algunos de estos amigos pod�an ser cristianos.

La pregunta era: �Podr�an ir concienzudamente? Algunas, las almas m�s sencillas, honestas y fervientes, dijeron: No. Era reconocer la idolatr�a, era deslealtad a Cristo; o, para decir lo mejor que se pod�a decir, estaba entrando en malas asociaciones y tentaciones. Otros que se enorgullec�an de su conocimiento superior se re�an de estos escr�pulos. Sabemos, dijeron, que no hay dioses excepto Uno.

La ofrenda del sacrificio a ellos es una farsa vac�a. La carne no se ha contaminado en absoluto. Tenemos suficiente discernimiento para participar de la fiesta sin reconocer la ocasi�n de la misma. Podemos regocijarnos con estos paganos y, al mismo tiempo, sonre�r ante sus supersticiones. Son solo las naturalezas d�biles e ignorantes las que se mantendr�n alejadas de estos placeres inofensivos por el temor de ser arrastrados al pecado. El orgullo del conocimiento y el desd�n que lo acompa�aba y la falta de consideraci�n hacia sus hermanos menos instruidos eran sus caracter�sticas distintivas.

El conocimiento envanece, la caridad edifica. El conocimiento pasa, la caridad permanece para siempre. El conocimiento ve a trav�s de vidrios de colores oscuros, el amor ve cara a cara. El conocimiento puede ser mayor en los demonios, el amor hace a los �ngeles y a los santos. El conocimiento es temporal y terrenal, siempre cambia con las modas de la tierra; el amor es divino, celestial, inmortal, perdurable como la misericordia del Se�or para siempre. Ahora bien, si alg�n otro de los ap�stoles hubiera escrito de esta manera sobre el conocimiento, los hombres se habr�an encontrado dispuestos a citar contra �l la vieja f�bula de Esop sobre las uvas.

Los campesinos sin instrucci�n y los pescadores que alzaran sus voces en desprestigio del conocimiento habr�an proporcionado al intelectual burlador un conveniente sarcasmo. �Ah, s�, estos hombres eran ignorantes! El conocimiento estaba fuera de su alcance y, por lo tanto, lo despreciaron. Sin embargo, de manera bastante singular, es San Pablo, el �nico erudito de la banda apost�lica, quien habla de esta manera. Ni una sola vez esos pescadores ignorantes, Pedro, Santiago y Juan, escribieron despreciativamente sobre el conocimiento.

Eso qued� en manos de Paul, el hombre erudito. �No lo hab�a convertido su propia sabidur�a en un fariseo duro, altivo y cruel, que le ocultaba la visi�n de Dios, le ocultaba la belleza de Jesucristo, lo llenaba de violento prejuicio y odio contra todos los hombres, salvo los de su propia clase? Con todo su conocimiento, hab�a estado ciego a todas las cosas que eran hermosas, justas, reverentes y Divinas. En verdad, ten�a motivos para escribir: El conocimiento envanece, pero la caridad edifica.

El conocimiento se enorgullece. S�, desde la colegiala en bruto hasta el hombre de mayores logros literarios, este es el efecto del conocimiento cuando se encuentra sin las emociones c�lidas, generosas y tiernas del coraz�n. Est� el joven con su noci�n de logros literarios, con poco m�s que un toque externo de cultura. Tiene pocas razones para estar orgulloso; ni una peque�a parte de ese conocimiento del que se jacta ha sido su propio descubrimiento.

Le ha sido inculcado por profesores pacientes y meticulosos. No hay m�s raz�n para estar orgulloso del conocimiento recibido de otra persona que para un mendigo estar orgulloso de recibir limosna. Cu�n sabio se cree al tratar con las cosas religiosas, al medir al predicador, al criticar la Biblia, al desechar las cuestiones de la fe, al derrotar a las personas anticuadas que en su simple ignorancia se han contentado con creer todo lo que ha sido. les ense��! Lo ves en los c�rculos literarios y en las declaraciones del cient�fico.

�Cu�n llamativa por su ausencia es la gracia de la humildad! Como saben algo m�s sobre letras, palabras, c�lulas, g�rmenes, rocas y elementos qu�micos que otras personas, escriben y hablan como si sus juicios sobre todos los temas fueran recibidos ex cathedra como autorizados e incuestionables. Su palabra sobre todos los grandes temas de moralidad, fe, inspiraci�n, la Biblia, Dios, debe considerarse final y concluyente.

Escriben como si todos los hombres fueran tontos que se atreven a discutir sus conclusiones. Sin embargo, hay m�s genio, perspicacia y visi�n real en uno de los salmos de David que en todos los libros que han escrito. Un artista o un poeta que no tenga ning�n conocimiento ver� m�s belleza, gloria y realidad en un momento de lo que ver�a en mil a�os. Siempre nos jactamos de que el conocimiento es poder, que el conocimiento ha enriquecido al mundo, que el conocimiento ha hecho cosas maravillosas por la humanidad.

Es el m�s ocioso de los enga�os. El conocimiento por s� solo ha hecho muy poco. Incluso los m�s grandes inventos materiales han llegado a trav�s de hombres que ten�an m�s bien la r�pida intuici�n del genio que el saber de las escuelas. No conoc�an a los hombres que nos dieron el ferrocarril, la m�quina de vapor, el tel�grafo. Menos a�n conoc�an a hombres que enriquec�an el mundo con los poemas m�s dulces, con los cuadros m�s nobles, con las historias m�s encantadoras.

Tiziano, Rafael, Shakespeare, Bunyan, Burns, Tom�s de Kempis, por no hablar de Homero, David, Isa�as, los evangelistas, los pescadores, Pedro y Juan, de estos hombres que hab�an menos conocimiento sobre la mayor�a de las cosas que cualquier estudiante de la actualidad, hemos heredado la sabidur�a y los pensamientos y palabras inmortales que est�n m�s all� de toda riqueza. Eran hombres con un gran coraz�n, que ve�an las cosas con los ojos agudos y claros del amor, en lugar de hombres cuyas cabezas hab�an acumulado una gran cantidad de cultura.

El coraz�n, m�s que la cabeza, ha dado a la humanidad su noble herencia; amor en lugar de conocimiento. Piense en los m�rtires, los reformadores, los defensores de la libertad, los fil�ntropos, los misioneros. �Y qui�n est� haciendo el mejor trabajo del mundo ahora? �Su trabajo purificador, salvador y edificante? No los hombres que se llaman a s� mismos la clase culta. No; el conocimiento en su mayor parte juzga el trabajo de otros, critica y se burla; mientras el amor sigue su camino, sus lomos ce�idos para el servicio con una fe inquebrantable en Dios, y una esperanza que nada puede desanimar.

Es el amor, no el conocimiento, lo que lleva la luz, la dulzura y la salud a los lugares oscuros y repugnantes de la vida de la ciudad; es el amor, no el conocimiento, lo que genera todo el poder de las dulces actividades. En el tipo de conocimiento m�s elevado, lo que el mundo llama conocimiento se derrumba por completo. �Qu� puede saber el mero intelecto acerca de Dios? Su grandeza trasciende infinitamente el alcance de la mente m�s culta. Ante Su sabidur�a, los alcances m�s profundos del intelecto humano son la locura.

S�, es al coraz�n puro, gentil y tierno al que Dios le cuenta Sus secretos. Dif�cilmente se puede probar el simple hecho de la existencia de Dios, y mucho menos el car�cter supremamente bueno, amoroso y tierno de Dios, excepto para aquellos cuyos corazones por su misma semejanza con �l engendran su propio testimonio de �l. Su propio amor le ayuda a captar el amor Divino. As� ocurre con la inmortalidad. Todo el conocimiento de Butler y Plat�n no pudo probarlo.

Los hombres que solo son sabios en las cosas de la naturaleza nunca lo encuentran all�. Pero cuando el coraz�n del hombre ha encontrado por experiencia el poder inconmensurable de su propio amor, descubri� de qu� es capaz un alma humana en la longanimidad, la paciencia, el olvido de s� mismo, cu�n grande, cu�n infinita es el alma en el poder de amar, entonces viene la prueba. Dios no pudo haber hecho as� el alma y no haberla inmortalizado. Y el coraz�n amoroso tambi�n comprende el misterio de la tristeza y el dolor como la cabeza no lo hace y nunca puede hacerlo.

El coraz�n que ama a Dios y siente su amor, sabe que m�s all� de todos los dolores y las tinieblas hay resplandor y gozo. Dame, pues, amor y no conocimiento, porque el conocimiento envanece, pero la caridad edifica. ( JG Greenhough, MA )

"El amor edifica"

Piensa en el amor

I. Como el esp�ritu esencial de todas las dem�s gracias. Es la vida, la belleza, la fuerza, el alma misma de todos ellos. Considere su posici�n en el c�rculo de los atributos divinos. Verdad, justicia, pureza, etc., son perfecciones del car�cter Divino; pero "Dios es amor". Una posici�n similar ocupa el amor en el car�cter ideal de Sus verdaderos hijos.

II. Como v�nculo de unidad cristiana. La agudeza de la intuici�n espiritual, el celo por la verdad, la fidelidad a la conciencia, pueden tener por s� mismos un efecto separador; pero el amor atrae y consolida a los hombres en una verdadera comuni�n. Las diferencias de opini�n, etc., se vuelven comparativamente peque�as.

III. Como incentivo a la actividad cristiana. �El amor es el cumplimiento de la ley�, el fin del mandamiento. Llene su alma de amor, y nunca le faltar� un motivo eficaz a toda vida noble. A medida que los materiales del edificio se organizan y adquieren su forma final en obediencia al pensamiento y la voluntad del arquitecto; a medida que las notas caen, como por instinto propio, al lugar que les corresponde seg�n la inspiraci�n del m�sico; mientras las palabras fluyen en cadencia r�tmica en respuesta al estado de �nimo del genio del poeta; as� como la hierba, las flores y el ma�z crecen por la energ�a espont�nea de la mente creativa y formadora que los anima a todos, as� criar�s para ti la estructura de una vida cristiana hermosa y �til, si tu coraz�n est� lleno de amor.

IV. Como el m�s poderoso de todos los instrumentos de bendici�n para los dem�s. Por la dulce constricci�n de su amor, Cristo gana el coraz�n de aquellos por quienes muri�. Por la omnipotencia de su amor, finalmente conquistar� el mundo y edificar� ese templo glorioso para su alabanza: una humanidad redimida. Dejemos que Su amor sea la inspiraci�n de nuestra vida, y ejercemos una fuerza moral similar a la Suya y compartamos Su triunfo. ( J. Waits, B. A. )

Versículo 2

Si alguno piensa que sabe algo, a�n no sabe nada como deber�a saber.

El orgullo vicia el conocimiento religioso

San Pablo ense�ar�a a aquellos que valoraban mucho la comprensi�n filos�fica de la verdad religiosa y que, por tanto, eran propensos a un tipo de conocimiento falso, que si alguno de ellos se imaginaba presuntuosamente que comprend�a los misterios del Evangelio, en realidad era Totalmente ignorante acerca de ellos. El orgullo da�a nuestro conocimiento religioso en cuanto a:

I. Su cantidad o extensi�n. El ap�stol se refiere a esa disposici�n que lleva a un hombre, cuando ha hecho alguna adici�n a su acervo de conocimientos, a detenerse y repasarlo y a jactarse de ello. Estos corintios estaban ansiosos por obtener el cr�dito de una visi�n superior de la doctrina cristiana, por eso San Pablo les dice: "Si alguno de ustedes", etc. ( 1 Corintios 3:18 ).

Tal esp�ritu de autocomplacencia evita que un hombre inspeccione y viaje por todo el campo. Es como un viajero entre los Alpes, que, habiendo ascendido la primera cadena de colinas y viendo los valles inferiores, deber�a "pensar" que ha agotado a Suiza. En el instante en que un cristiano comienza a detenerse en su conocimiento de Dios, o de s� mismo, con alg�n grado de autocomplacencia, crea un remolino en la corriente fluida de su autorreflexi�n, y gira en redondo en lugar de seguir adelante.

Y a menos que el volumen de agua comience una vez m�s y salga de este remolino; a menos que el cristiano deje de pensar en cu�nto sabe y de jactarse de ello, nunca sabr� m�s de lo que sabe ahora. E incluso el poco conocimiento, del que se ha jactado, ser� absorbido por el orgullo del coraz�n y desaparecer�. Pero el que contempla el car�cter de Dios, por ejemplo, sin mirarse de soslayo, y se inclina ante �l con reverencia y asombro, es llevado de una visi�n a otra. As� con el conocimiento de nuestro propio coraz�n, de la expiaci�n, etc.

II. Su calidad o profundidad. En el momento en que la mente comienza a calcular la distancia recorrida, deja de hacerlo. Por lo tanto, si bajo la influencia del orgullo se detiene para ver cu�n profundo se ha vuelto y para decirle al mundo su �xito, adopta un curso suicida. Supongamos que un hombre fija su atenci�n en alg�n h�bito pecaminoso y comienza a ver claramente su odiosidad. Cuanto m�s se prolonga este proceso, m�s profunda y clara es su visi�n.

Ahora suponga que su atenci�n se desv�a de su pecado mismo, a la consideraci�n del hecho de que lo ha estado explorando, su sentido de la iniquidad de su pecado comenzar� a hacerse m�s superficial, y saldr� a la superficie de su pecado. coraz�n de nuevo, en lugar de penetrar hasta sus recovecos. El pecado no le parecer� tan odioso; no sabr� nada como deber�a saber.

III. Su practicidad. El gran prop�sito de la verdad de las religiones es que podamos mejorar gracias a ella. No debemos desear conocer a Dios excepto para llegar a ser como �l. No debemos hacer ning�n escrutinio sobre nuestro propio pecado, excepto para deshacernos de �l. Cuando el conocimiento religioso pierde este sentido pr�ctico, degenera en mera especulaci�n y endurece el coraz�n en lugar de derretirlo en dolor y amor.

El primer deber del hombre para obtener una nueva visi�n de la verdad divina es aplicarla. Pero nada interfiere tanto con esto como el orgullo o la autocomplacencia. "�Ves hombre sabio en su propia opini�n? Hay m�s esperanza del necio que de �l". Cuando un hombre se siente desprovisto de conocimiento, se puede impartir instrucci�n. Pero cuando piensa que comprende todo el tema, la perspectiva de que se ilumine es desesperada. Conclusi�n: orgullo espiritual

1. Es el m�s sutil de los pecados. Es el pecado de Satan�s. Cay� de una tentaci�n puramente intelectual, y su maldad fue "maldad espiritual". Al luchar contra �l, "no luchamos contra sangre y carne", etc. ( Efesios 6:12 ). Cuando el creyente demuestra estar en guardia contra las tentaciones m�s comunes y externas de la tierra, entonces el gran enga�ador lo llena con la presunci�n de santidad y conocimiento.

2. Requiere especialmente la ayuda e influencia del Esp�ritu Santo para vencerlo. Ning�n esp�ritu est� a la altura de la sutileza de Satan�s sino el Esp�ritu Eterno. ( Prof. Shedd .)

El orgullo del intelecto

I. Sus indicaciones.

1. Supuesto.

2. Dogmatismo.

3. Desprecio de la opini�n de los dem�s.

II. Es una reprimenda. El conocimiento humano es ...

1. Muy limitado.

2. Mezclado con mucho error.

3. Moralmente defectuoso. ( J. Lyth, D. D. )

La modestia del verdadero conocimiento

Los hombres m�s sabios sienten que no saben nada comparado con lo que son capaces de saber. Me llam� la atenci�n una observaci�n que me hizo un hombre sobre este tema. En mi opini�n, fue una maravilla de aprender. Parec�a completamente educado en todas las direcciones. Como ahora no hay un �rbol en el bosque que, si lo tocas, no corra la savia, no hab�a un lado en el que pudieras tocarlo donde su conocimiento no parec�a completo.

Le dije un d�a: "Si supiera un diezmo de lo que sabes, me considerar�a muy afortunado". Dijo: �Henry, me parezco a m� mismo como una canasta en la que se llevan los fragmentos de un hotel, un poco de esto, el final de aquello y todo tipo de cosas mezcladas. No s� nada m�s que peque�as partes fragmentarias de esto, aquello y lo otro ". ( HW Beecher .)

Versículo 3

Pero si alguno ama a Dios, �l mismo conoce.

Ama el medio del conocimiento divino

I. Su naturaleza.

1. De d�nde procede.

2. Qu� implica.

3. Cu�les son sus frutos.

II. Su privilegio. Asegura ...

1. El favor de Dios.

2. Compa�erismo con �l.

3. La influencia iluminadora de su Esp�ritu Santo. ( J. Lyth, D. D. )

Superioridad del amor al conocimiento

"Pap�", dijo el hijo del obispo Berkeley, "�cu�l es el significado de las palabras 'querubines' y 'serafines', que encontramos en las Sagradas Escrituras?" �Querubines�, respondi� su padre, �es una palabra hebrea que significa conocimiento; seraf�n es otra palabra del mismo idioma y significa llama. De donde se supone que los querubines son �ngeles que sobresalen en conocimiento, y que los serafines son �ngeles igualmente que sobresalen en amar a Dios �. �Espero, entonces�, dijo el ni�o, �cuando muera ser� un seraf�n; porque preferir�a amar a Dios que saber todas las cosas ".

El amor y el conocimiento de Dios

Del amor al hombre, que debe ser el sentido de la palabra en 1 Corintios 8:1 (ver 1 Corintios 13:1 ), el ap�stol pasa insensiblemente al amor de Dios, en parte porque Dios es lo impl�cito, aunque no expresado, sujeto de la cl�usula anterior, en parte porque �l es el �nico objeto digno y adecuado del amor cristiano.

I. Por la conexi�n del conocimiento y el amor ( 1 Juan 4:7 ). San Pablo sustituye "es conocido por �l" por "lo conoce", para expresar que el hombre, en esta vida, dif�cilmente se puede decir, en ning�n sentido, que conozca a Dios. Es suficiente ser el objeto de Su conocimiento, lo que en s� mismo implica que estamos en una relaci�n tan estrecha con �l, como para ser el objeto de Su cuidado y amor, y finalmente, por lo tanto, para conocerlo.

II. Para la identificaci�n del conocimiento de Dios con Su amor, compare �xodo 33:17 ; Juan 10:3 .

III. Para la identificaci�n del conocimiento que Dios tiene del hombre con el conocimiento que tiene el hombre de Dios, compare la combinaci�n similar del esp�ritu del hombre con el Esp�ritu de Dios en Romanos 8:15 ; 1 Corintios 2:11 ; tambi�n Juan 10:15 . "Como el Padre me conoce, as� tambi�n yo el Padre".

IV. Para el giro general de toda la expresi�n, que implica que cada parte de nuestra redenci�n, pero especialmente nuestro conocimiento de Dios, es m�s propiamente su acto que el nuestro, v�ase 1 Corintios 13:12 ; G�latas 4:9 ; Filipenses 3:12 .

Para la sustituci�n inesperada de un pensamiento y una palabra por otro, ver 1 Corintios 9:17 ; 1 Corintios 10:18 . ( Dean Stanley .)

Conocido de Dios

I. El personaje que aqu� se nos presenta, el hombre que ama a Dios. Este amor se manifestar� por:

1. El estado del coraz�n.

2. El tenor de los pensamientos.

3. La influencia de la Palabra de Dios.

4. Del�itate en b�squedas santas.

II. El privilegio afirmado. "El mismo se conoce de �l" -

1. Este conocimiento es individual y personal.

2. Abarca todas las circunstancias de su estado actual.

3. Es un placer paternal y amoroso en �l.

4. Es una promesa de reconocimiento final.

Solicitud:

1. � Qu� fuente de puro y s�lido deleite!

2. � Qu� poderoso incentivo para la santidad! ( C. Sime�n, M. A. )

Conocido de Dios

Este vers�culo es la ant�tesis de 1 Corintios 10:2 . Sin amor no hay conocimiento; con amor, verdadero conocimiento. Pero, �por qu� en lugar de "El mismo conoce a Dios", dice el ap�stol, "Este es conocido de Dios"? �Quiere negar la primera de estas dos ideas? Seguro que no. Pero aclara, por as� decirlo, que esta primera etapa, que se comprende por s� mismo, se eleve en un salto hacia la etapa superior que la implica.

Ser conocido de Dios es m�s que conocerlo ( G�latas 4:9 ). En una residencia todo el mundo conoce al monarca; pero no todos son conocidos por �l. Esta segunda etapa del conocimiento supone intimidad personal, una especie de familiaridad; un personaje que es ajeno al primero. Por lo tanto, no necesitamos tomar "conocido de Dios" como equivalente a "reconocido por", "aprobado" o "puesto en posesi�n del conocimiento de" Dios.

La palabra "conocer" se toma en el mismo sentido que en Salmo 1:6 . El ojo de Dios puede penetrar en el coraz�n que lo ama y su luz, para iluminarlo. A esta luz se forma una �ntima comuni�n entre �l y Dios; y esta comuni�n es la condici�n de todo conocimiento verdadero: del hombre conocido por Dios como de Dios conocido por el hombre. ( Prof. Godet .)

El conocimiento de Dios de nosotros

Pecador, que este sea tu consuelo, que Dios te ve cuando comienzas a arrepentirte, no te ve con su mirada habitual, con la que mira a todos los hombres, sino que te ve con un ojo de intenso inter�s. �l te ha estado mirando en todo tu pecado y en todo tu dolor, esperando que te arrepientas, y cuando ve el primer destello de gracia, lo contempla con gozo. Jam�s guardi�n en la solitaria cima del castillo vio la primera luz gris de la ma�ana con m�s alegr�a que aquella con la que Dios contempla el primer deseo en tu coraz�n.

Nunca un m�dico se regocij� m�s cuando vio el primer latido de los pulmones en uno que se supon�a que estaba muerto, de lo que Dios se regocija por ti, ahora que ve la primera se�al para bien. ( CH Spurgeon. )

Intimidad entre Dios y el hombre

I. Su condici�n. Es una condici�n

1. Lo que dif�cilmente podr�a ocurrirle al hombre sin la revelaci�n. Los hombres temen, reverencian, adoran, buscan apartar la ira de Dios; pero amarlo no es un ejercicio de la mente que parezca congruente con la relaci�n entre el Creador y sus criaturas.

2. Que el cristianismo hace posible y natural. Al revelar a Dios como amor, al llevar ese amor al coraz�n en la expiaci�n y el sacrificio de Cristo, hace un reclamo sobre el amor humano.

3. Capaz de cumplimiento universal, "Si alguno". Hay muchos cuyos poderes naturales de cuerpo y mente son muy limitados; pero no hay quien no tenga la capacidad de amar.

II. Su car�cter. El amor se representa como algo que conduce al conocimiento, que implica el conocimiento.

1. Del lado de Dios mismo, el conocimiento se usa a menudo como equivalente al favor. Por supuesto, el Omnisciente conoce a todas Sus criaturas; pero tiene un conocimiento paternal y afectuoso de los que le aman. �l los sabe para vigilarlos, mantenerlos, guiarlos, gobernarlos, fortalecerlos y salvarlos.

2. Del lado del hombre. Esta es la declaraci�n impl�cita del texto; porque el que en el sentido afirmado es conocido por Dios, tambi�n conoce a Dios. �Cu�n cierto es que el que ama a Dios tambi�n lo conoce! No podemos conocer a fondo a nuestros amigos terrenales a menos que los amemos. El amor abre las puertas del conocimiento. Crea esa simpat�a que da intensidad a la mirada intuitiva del alma. As� es que mientras muchas mentes eruditas ignoran a Dios, muchos santos humildes cuyos corazones son avivados con amor, viven en intimidad santificada con �l. ( Prof. JH Thomson .)

El hombre que ama a Dios lo conoce

A ti y a m� nos gustar�a mucho ser conocidos por Dios. D�a a d�a nos gustar�a estar conscientemente en paz con Dios. Podemos saber que no hay condenaci�n para nosotros, que el abismo de la muerte espiritual est� detr�s de nosotros y no frente a nosotros, que la vida y la inmortalidad que el evangelio trae a la luz son nuestras mediante la gracia, si reina supremo el amor a Dios y a nuestros hermanos. entre nosotros. Y ahora miremos, cada uno, en su coraz�n y en su conciencia, y examin�monos a s� mismo en cuanto a hasta qu� punto puede decir y sentir con sinceridad: �Amo a Dios: soy conocido por �l.

"Amamos a Dios, porque �l nos am� primero". �l, en primera instancia, hizo infinitamente mucho que una persona correctamente afectada no podr�a detenerse sin amarlo. Y nuevamente, la declaraci�n del ap�stol inspirado tiene otro sentido. No podemos amar a Dios sin que el Esp�ritu Santo haya sido dado primero y habite dentro de nosotros, como sus templos consagrados. Pero, de nuevo, perm�tanme insistir en la pregunta: "�Amamos a Dios?" Creo que parece que volvemos a caer en los d�as de nuestra infancia cuando respondemos a esta pregunta de manera verdadera y provechosa.

En nuestros recuerdos de esos primeros a�os, ciertamente encontraremos experiencias de nuestros sentimientos pasados ??atesorados que nos ayudar�n en nuestro esfuerzo por encontrar una respuesta. Aquellos de nosotros que tuvimos padres buenos y amorosos los amamos mucho a cambio. Crecimos bajo el sol de sus sonrisas y nos emocionamos con el sonido de sus amorosas palabras. Nos esforzamos por hacer todas las cosas que sab�amos que les dar�an placer.

Intentamos obedecer todos sus mandamientos. Sab�amos tambi�n lo que les agradar�a, aunque no nos pidieron que estudi�ramos de cerca todo lo que quer�an de nosotros. Nuestro amor por ellos no era inconstante ni cambiante. De vez en cuando, en verdad, ten�amos nuestras pasiones traviesas y rebeldes obstaculizando el flujo exterior de nuestro amor por ellos, pero, debajo del fuerte torrente de esas pasiones, nuestro amor por nuestros buenos padres permanec�a tranquilo e impasible, al igual que, brazas hacia abajo. debajo de las olas del mar sacudidas por la tormenta, el agua est� tranquila y quieta.

Y cuando las ofensas de nuestra infancia hab�an sido reparadas por nuestras l�grimas de penitencia sentidas por el alma, est�bamos lo suficientemente dispuestos a arremeter contra nosotros mismos por haber sido los �nicos culpables de la interrupci�n del feliz intercambio de amor paterno y filial, con gran alegr�a. volvimos a arrojarnos a los brazos de nuestros padres o madres, cuando vimos que hab�an perdonado nuestra ofensa por completo, y nuevamente nuestro coraz�n brot� de su amor por ellos, y todo fue una vez m�s paz y alegr�a dentro de nosotros.

�Tiene ahora estos sagrados recuerdos de su infancia para ayudarlo a responder a mi pregunta? Si es as�, est� muy bien, porque �no es el pueblo de Dios como tantos ni�os peque�os a sus ojos? �Y no ser�n entonces m�s felices cuando act�en con �l, en todos Sus tratos con ellos en providencia y gracia, como los ni�os peque�os bien dispuestos act�an con sus padres terrenales? �No sentir�n entonces conscientemente que aman a Dios y que Dios los ama a ellos? ( JC Boyce .)

Conocido por Dios aunque desconocido para el mundo

En medio de Su gloria, el Todopoderoso no deja de prestar atenci�n a los m�s humildes de Sus s�bditos. Ni la oscuridad de la posici�n social ni la imperfecci�n del conocimiento hunden a los que est�n por debajo de Su estima y lo adoran y obedecen. Cada oraci�n que env�an desde sus secretos retiros es escuchada por �l; y cada obra de caridad que realizan, por desconocida que sea para el mundo, atrae Su atenci�n. ( J. Blair .)

Conocido de Dios

Gruesos en los p�ramos, empujando hacia arriba a trav�s de los musgos, uno al lado del otro donde crecen los ar�ndanos, brot� y floreci� la rosa silvestre. No hab�a nadie para ver su belleza, para respirar su fragancia. Milla tras milla se extend�a el p�ramo, p�rpura en el amanecer brillando en el mediod�a, rosado en el resplandor del crep�sculo, pero no hab�a nadie para ver. Arriba estaba la b�veda azul, suave, profunda y silenciosa. El salvaje y dulce aliento del mar barri� los p�ramos y toc� tiernamente la mejilla de la rosa silvestre.

�En tu coraz�n, oh Rosa�, dec�a, ��qu� belleza, en tu forma qu� hermosura! Sin embargo, no hay nadie para ver. �Por qu�, oh Rosa, da tu plenitud de flor donde ning�n ojo puede ver, donde nada mira hacia abajo sino el sol y las estrellas, y ninguna voz, salvo la m�a, puede susurrarte? �Dios mira hacia abajo�, respondi� la Rosa. ��l me ve y se acuerda de su misericordiosa promesa: 'El desierto se regocijar� y florecer� como la rosa.

'En el d�a en que cambie la cautividad de su pueblo Israel y sus redimidos vendr�n a Sion con gozo eterno, se cumplir� mi misi�n. Pero ahora miro a Dios y le susurro: "Aunque se demore, espera". As� lo alabo y lo engrandezco para siempre �. ( Edad cristiana .)

Versículos 4-7

Sabemos que un �dolo no es nada en el mundo.

Un �dolo nada en el mundo

Un fen�meno singular, conocido como el espectro de Brocken, se ve en una determinada monta�a en Alemania. El viajero que al amanecer se encuentra en la cresta m�s alta contempla un espectro colosal y sombr�o que se mueve sobre las cumbres de las colinas distantes. Pero, de hecho, es s�lo su propia sombra proyectada sobre las brumas de la ma�ana por el sol naciente; e imita, por supuesto, cada movimiento de su creador. As� que las naciones paganas han confundido su propia imagen con la Deidad.

Sus dioses despliegan flaquezas y pasiones humanas y escasas virtudes, proyectadas y magnificadas sobre los cielos, como se proyectan, magnifican e iluminan sobre una s�bana blanca las peque�as figuras en la diapositiva de una linterna m�gica.

Idolatr�a

I. Es una locura.

1. Un �dolo es cosa de la imaginaci�n.

2. Porque hay un solo Dios.

3. Es incapaz de representaci�n.

II. Sus formas. Colector.

1. Entre los paganos.

2. Entre los cristianos profesos, como&mdash

(1) Amor al mundo.

(2) Apego o subordinaci�n indebida a la criatura.

(3) Olvido de Dios.

III. Considere su ant�doto:

1. Su verdadero car�cter.

2. Su relaci�n con su pueblo.

3. Su revelaci�n en Cristo. ( J. Lyth, DD )

Idolatr�a

I. En su historia general. Aviso&mdash

1. El terrible principio en el que se origin� ( Romanos 1:28 ): la aversi�n a Dios. Pero el conocimiento de su origen puede indicar los medios de su derrocamiento. Nada en la tierra o en el cielo puede vencerlo efectivamente sino el poder y la gracia de Cristo; no fuerza de armas ni poder de razonamiento.

2. Los objetos degradados a los que se les pag� externamente ( Salmo 115:1 .; Romanos 1:1 .). Seguramente, entonces, aquellos que los adoran exigen nuestra compasi�n, nuestras oraciones y nuestros esfuerzos por reclamarlos.

3. El esp�ritu infernal a quien realmente iba dirigido ( 1 Corintios 10:20 ).

4. La riqueza y el poder asombrosos con los que hasta ahora se ha mantenido. H�blenos de la magnificencia de algunas de las iglesias de la cristiandad. Piense en el templo de Diana en �feso. Que los cristianos ricos, que tienen tanto en su poder para hacer tanto por la propagaci�n de su religi�n, pero que hacen tan poco, recurran a Isa�as 46:6 y aprendan una lecci�n de liberalidad digna de una mejor causa.

II. En esa vista particular presentada en el texto. El objetor a los esfuerzos misioneros posiblemente est� dispuesto a decir que si un �dolo no es nada, no hay necesidad de los esfuerzos, sacrificios y oraciones en los que ha estado insistiendo. �Cu�n levemente debe haber considerado el asunto quien no percibe que este mismo hecho proporciona uno de los motivos m�s fuertes de apelaci�n en favor de los paganos no ilustrados! Si un �dolo no es nada, sigue:

1. Que las ofrendas religiosas de los id�latras no solo han sido in�tiles, sino una abominaci�n.

2. Que la misma religi�n de los id�latras ha promovido el honor y la gloria de Satan�s.

3. Que las oraciones agonizantes de los id�latras han sido un enga�o y una mentira. ( T. Mortimer, B. D. )

Y que no hay otro Dios m�s que uno. -

La unidad de dios

1. Qu� implica.

2. Cu�les son sus evidencias.

3. �Qu� relaci�n tiene con la fe y la pr�ctica? ( J. Lyth, D. D. )

Se demuestra la unidad de Dios

1. Por raz�n.

2. Por creaci�n y providencia.

3. Por revelaci�n. ( J. Lyth, DD )

Unidad de Dios

A un ni�o le preguntan: "�Cu�ntos dioses hay?" respondi� "Uno". "�Como sabes eso?" �Porque�, dijo el ni�o, �solo hay lugar para uno; porque �l llena los cielos y la tierra ".

Aspectos de responsabilidad

( 1 Corintios 8:4 ): - Nota&mdash

I. Que las obligaciones morales de todos los hombres est�n determinadas por su relaci�n con el �nico Dios y Su hijo. Hay muchos objetos que los hombres llaman dioses, pero en realidad no son nada; por tanto, no imponen ninguna obligaci�n moral.

1. Hay Uno, sin embargo, y s�lo Uno, de su relaci�n con quien surgen todas las obligaciones morales. "Un dios." El monote�smo lo demuestra la naturaleza; conciencia y la Biblia.

(1) �l es un Padre. El Creador del universo, pero el Padre de los esp�ritus.

(2) �l es la Fuente de todas las cosas.

(3) �l es nuestro fin. "Nosotros en" o "a �l". El fin supremo de nuestra existencia y objeto de nuestro amor.

2. En relaci�n con �l hay �Un Se�or Jesucristo, quien no solo fue Su Agente creativo,� por quien son todas las cosas �, sino Su Agente redentor, el Mediador,� y nosotros por �o� por �l �. Como cristianos, somos lo que somos a trav�s de �l.

3. Ahora bien, estamos obligados moralmente a cumplir la voluntad de este Dios �nico, como viniendo a nosotros a trav�s de Cristo, una obligaci�n que nunca puede ser derogada o modificada.

II. Que lo que podr�a estar mal para un hombre, no lo sea para otro. El ap�stol ense�a que aquellos que sintieran que un �dolo no era nada en el mundo y que, en consecuencia, no les har�a da�o personalmente comer la carne que se le ofrec�a, no cometer�an ning�n da�o al hacerlo. La carne no se hab�a corrompido por eso, y su conciencia no estaba en contra de ella, no habr�a nada malo en comerla (vers�culo 8).

Por otro lado, aquellos que tuvieran la idea supersticiosa de que no deb�an comerlo, se equivocar�an al hacerlo (vers�culo 7). Lo que est� en contra de la conciencia de un hombre puede no estar en contra de la ley eterna del derecho, sino que est� en contra de su propio sentido del derecho y, por lo tanto, debe evitarse. Aqu� est� el principio: "Todo lo que no es de fe, es pecado". "Al que sabe hacer el bien y no lo hace, le es pecado". Por lo tanto, "cada uno est� plenamente persuadido en su propia mente".

III. Que ofender la conciencia de un hombre bueno, por d�bil que sea, es un mal en todos (vers�culo 9). Respeto a la conciencia d�bil de los hombres buenos.

1. Puede requerir la abnegaci�n de nuestra parte.

2. Se insta a las consideraciones m�s fuertes.

(1) La falta de ella puede causar lesiones graves a los d�biles.

(a) Puede �convertirse en piedra de tropiezo para los d�biles�, es decir , en ocasi�n de pecado. Su fe puede ser quebrantada y pueden convertirse en ap�statas.

(b) Es posible que se sientan �envalentonados�, animados a hacer el mal. Sin tu fuerza moral te imitar�n y se arruinar�n (vers�culo 10).

(2) La falta de ella es un pecado tanto contra los hermanos d�biles como contra Cristo (vers�culo 12).

3. Est� ejemplificado en la sublime resoluci�n del ap�stol (vers�culo 13). Aqu� est� la benevolente conveniencia, el terreno m�s fuerte sobre el cual se puede defender sabia y efectivamente la reforma de la templanza. Renunciar a todo antes que arruinar las almas. Una expresi�n como esta es caracter�stica de Pablo ( Romanos 9:3 ). ( D. Thomas, D. D. )

Pero aunque haya quienes se llamen dioses, ... para nosotros hay un Dios, el Padre, ... y un Se�or Jesucristo . -

Polite�smo

1. Sus numerosas formas.

2. Terrible predominio.

3. Absurdo manifiesto.

4. Abominable maldad. ( J. Lyth, D. D. )

La unidad de dios

El ap�stol hab�a sido educado en el monote�smo que desde el principio hab�a sido la creencia de su raza, y del que ahora no se hab�an desviado durante siglos. La unidad de Dios

I. Se contrasta con la fe y el culto polite�stas.

1. Las deidades paganas son "llamadas", pero no lo son, dioses (vers�culo 4).

2. Estas deidades se consideran "dioses" y "se�ores". Estuvieron, y siguen estando, en tierras paganas que se cre�an sobrenaturales, y la imaginaci�n las ha investido con pretensiones de homenaje y servicio a los hombres.

3. Son muchos en n�mero, cada objeto natural, etc., tiene su deidad.

4. Tienen sus varios rangos y reinos. Las deidades ol�mpicas superiores est�n "en el cielo"; las ninfas numinas inferiores , faunos, dr�adas, etc., rondan esta "tierra".

II. Proporciona un centro y un objetivo para la nueva vida religiosa del hombre.

1. En s� mismo, �l es "el �nico Dios, el Padre". Esta fue una revelaci�n gloriosa, y en Cristo se hace provisi�n para su amplia promulgaci�n y aceptaci�n.

2. �l es el Creador y Defensor de todo; "De los cuales son todas las cosas".

3. �l es el objeto de nuestra fe, amor y devoci�n. Somos "para", "para �l". Es en este punto que la gran revelaci�n de la nueva teolog�a se convierte en el gran motivo de la nueva religi�n. El polite�smo distrajo la mente e hizo imposible que la fe en Dios se convirtiera en la inspiraci�n de una vida nueva y mejor. Porque era una pregunta, �qu� medida de reverencia y servicio deber�a ofrecerse a esta deidad, y qu� a eso? Pero el cristianismo revel� un solo Dios, en quien est�n todas las perfecciones, y quien es el Creador, Gobernador y Salvador de la humanidad. Los que viven para servir a este Dios tienen un objetivo elevado, purificador y poderoso en la conducci�n de su vida.

III. Aporta el motivo m�s noble a la nueva vida religiosa.

1. El �nico Dios es dado a conocer por el �nico Se�or Jesucristo, como la Palabra revela al que lo pronuncia, el Hijo el Padre, lo que no entra en conflicto en modo alguno con el monote�smo.

2. Cristo es el Mediador universal, "por quien son todas las cosas", tanto la creaci�n moral como la f�sica. Todas las bendiciones que el Padre destina a la humanidad, las ha resuelto conferir por medio de Cristo.

3. Nosotros, como cristianos, somos lo que somos "a trav�s de �l". Como en la cl�usula anterior reconocimos el gran objetivo, aqu� vemos los grandes medios y motivos de la nueva, la vida distintivamente cristiana. La naturaleza divina y la mediaci�n de Emmanuel, lejos de oscurecer nuestra fe en la unidad divina, es el apoyo m�s eficaz de la misma. Incluso como dijo Jes�s: "El que me ha visto a m�, ha visto al Padre"; y "Nadie viene al Padre sino por m�". ( Prof. JR Thomson .)

La unidad de dios

El t�rmino "unidad" es dif�cil de definir. Puede significar simplemente la base num�rica del c�lculo; el contraste entre una cosa y dos o m�s cosas del mismo tipo. Pero si se usa en el sentido de una unidad, est� claro que cada cosa est� formada por muchas partes, posee muchas cualidades, se encuentra en varias relaciones y, aunque en s� misma es una sola cosa, tambi�n es parte de muchas otras cosas. Por unidad se entiende a menudo m�s que la ant�tesis de muchos.

Aunque la unidad de Dios significa que hay un Dios, en oposici�n a las demandas de muchos se�ores y muchos dioses, sin embargo, la frase implica que cualesquiera que sean las distinciones internas que pueda haber en la esencia del Alt�simo, esa esencia es una esencia: un todo, una unidad en s� mismo. Unidad es individualidad, a pesar del reconocimiento de la multiplicidad de elementos que la componen. As�, un cristal de cuarzo es una unidad distinta de todos los dem�s cristales y de la mano que lo sostiene.

Posee multitud de propiedades curiosas mientras sea una sola cosa; pero d�jeme romperlo en mil pedazos, y pronto se probar� que cada fragmento posee en cierta medida todas esas propiedades. Sin embargo, esos fragmentos, aunque muchos, anteriormente formaban un todo. Considere, nuevamente, un �rbol o una planta; su ra�z, tallo, ramas, hojas, flores y semillas forman un todo de misteriosa belleza; y aunque cada ramita y cada folleto es una creaci�n perfecta, que tiene una vida independiente en s� misma, las muchas partes no dejan de formar una unidad.

Adem�s, jugando en las ramas del �rbol hay un mundo de vida m�s misteriosa. Cada hoja tiene su colonia de insectos, cada rama tiene su crecimiento parasitario; las abejas zumban en sus fragantes flores y los p�jaros construyen sus nidos en sus ramas. Pero cada liquen, musgo, insecto y p�jaro es tan maravilloso en su misteriosa combinaci�n de muchos opuestos y estructuras dependientes y maravilloso equilibrio de poderes, como lo fue el �rbol mismo.

Pero mientras considero el cristal y el �rbol, el insecto y el p�jaro, me doy cuenta de que yo mismo soy una combinaci�n de muchas partes, facultades, pasiones y relaciones, cada una de las cuales es suficientemente individual y, sin embargo, todas parecen todas. pero indispensable para constituir mi unidad consciente de m� misma. Soy una extra�a combinaci�n de cuerpo, alma y esp�ritu; y, sin embargo, se me considera como un solo hombre. Mis sentidos, reflejos y pasiones; mi cuerpo, comprensivo, y parecer� a veces capaz de individualizarse, y ser unidades en s� mismas; pero es la relaci�n mutua y la dependencia de las partes lo que constituye la unidad del todo.

Con esta autoconciencia de multiplicidad en unidad para ayudarme, la revelaci�n que Dios ha hecho de su triple naturaleza es menos desconcertante de lo que ser�a de otra manera. La unidad de la naturaleza divina, como la unidad de todas las dem�s cosas, es una unidad consistente con la auto-inclusi�n de varios elementos constituyentes. ( JW Reynolds, M. A. )

Un solo dios, un solo se�or

I. El �nico Dios. Aqu� se enfatiza la unidad de la Deidad. Se insiste en �l a lo largo de las Escrituras. El conflicto, la confusi�n y el absurdo conspicuos en el polite�smo no encuentran lugar en el juda�smo o el cristianismo. Esta unidad est� confirmada por la naturaleza, la providencia y el sentido moral. El �nico Dios es

1. La Fuente de todas las cosas. No sabemos c�mo; la manera no se nos revela; el hecho es. Es posible que Dios haya dejado mucho por descubrir al instinto cient�fico del hombre. Puede que haya tenido la intenci�n de permanecer en el misterio no poco. Podemos viajar con reverencia a lo largo de las l�neas del conocimiento verdadero hasta que cesen para nosotros; entonces la gran verdad permanece quieta para nuestra iluminaci�n y consuelo. La marcha atr�s de la ciencia es hacia la unidad; la revelaci�n comenz� con �l.

2. El fin de todas las cosas. "Nosotros para", no "en", "�l". Lo que aqu� se afirma de algunas de las obras de Dios se aplica a todos ( Colosenses 1:16 ). El universo entero mira hacia Dios. En la medida en que las criaturas inteligentes no encuentran el final de su existencia en Dios y buscan Su gloria, hasta ahora no est�n en armon�a con el resto de la creaci�n y traen el fracaso a sus vidas.

II. El �nico Se�or. La Cabeza de la Iglesia fue el poder activo en la creaci�n. Este vers�culo ense�a la divinidad de Cristo de una manera muy impresionante. Se reconoce la posici�n administrativa, mediadora que ocupa Cristo; pero la afirmaci�n de que "a trav�s de �l" todas las cosas fueron, s�lo es explicable sobre el supuesto de Su Deidad. Adem�s, esta misma expresi�n se aplica en otros lugares a Dios ( Romanos 9:36; Hebreos 2:10 ), y la expresi�n "a �l" se aplica a Cristo en Colosenses 1:15 .

Pablo se refiere a los �dolos como "dioses y se�ores". Todos estos fueron considerados como deidades. Al trasladar los mismos t�rminos al �mbito del cristianismo, no hay nada que nos lleve a suponer que "Se�or" es menos Divino que "Dios".

III. Las relaciones especiales que subsisten entre los creyentes y el �nico Se�or y un solo Dios.

1. Son "por" Cristo - como criaturas, entre "todas las cosas"; pero el "nosotros por medio de �l" adicional indica una relaci�n especial. Los creyentes son tales por Cristo; ellos creen en El. Por medio de �l, se separan de "todas las cosas" y se convierten en un pueblo peculiar. Aparte de Cristo, los creyentes no son nada; a trav�s de �l se convierten en "herederos de Dios".

2. Son "para Dios" en un sentido especial, y por medio de Cristo. Muestran las glorias divinas como otros no pueden. Reflejan el amor divino manifestado en la redenci�n. Se presentan a Dios como frutos de la gracia divina. Una vez rebeldes, ahora son obedientes; una vez contaminadas, ahora est�n purificadas, etc.

3. Dios es su Padre. En cierto sentido, es el Padre de todos, pero en un sentido espiritual no lo es. De algunos, Cristo dijo: "Vosotros sois de vuestro padre el diablo". Pero el creyente ha recibido la adopci�n por medio de Cristo. ( NOSOTROS Hurndall, M. A. )

Los muchos dioses y el �nico Dios

I. Los muchos dioses del mundo. Hacerse dioses para s� mismo ha sido todo el tiempo el gran objetivo del hombre. Cada naci�n ha tenido sus dioses y cada �poca. �Todav�a no hay creaci�n de dioses, incluso en nuestros d�as? �Dinero, negocios, placer, concupiscencias, lujos! �Ser�n m�s �tiles en el d�a de la angustia que Baal, J�piter o Buda? �Perdonar�n, salvar�n y consolar�n?

II. El santo es un Dios. S�; uno solo, el Dios vivo y verdadero. Jehov� es su nombre. Sin distraerse, el cristiano mira a uno, no a muchos; con coraz�n indiviso se fija en uno, no en muchos; y aquel suficiente para llenar todo su coraz�n, alma y ser. �C�mo el pensamiento de ese Dios �nico, infinito, eterno e inmutable, hace que todos los llamados dioses se desvanezcan por completo! �Jehov� es mi porci�n, dice mi alma�. No necesitamos otro; no necesitamos m�s.

III. El santo es el �nico Cristo. "Para nosotros hay un solo Se�or Jesucristo". As� como hay muchos seres que van bajo el nombre de Dios, tambi�n hay muchos que van bajo el nombre de Cristo, pero hay un solo Cristo, no dos, ni muchos. La tendencia actual es multiplicar los Cristos. Un Cristo como personificaci�n o representante de la humanidad est� bastante de acuerdo con el esp�ritu de la �poca.

Pero cada uno quiere tener su propio Cristo, as� como cada pagano quer�a tener su propio dios; el Cristo que se adapta a su propia fantas�a, o su propia filosof�a, o su propio intelecto, o sus propias circunstancias. Algunos quieren un Cristo que no sea Dios; otros un Cristo que no es un sacrificio; un Cristo sin cruz y sin sangre; un Cristo que ense�ar� pero no expiar� el pecado; un Cristo cuya vida y muerte son un ejemplo de entrega al m�ximo, pero no una expiaci�n; un Cristo que no es juez, ni legislador, ni sacerdote, y solo profeta en el sentido de maestro. Entonces, si hay un solo Cristo, entonces hay solo ...

1. Una cruz.

2. Un sacerdote.

3. Un altar.

4. Un sacrificio.

5. Un camino al reino. ( H. Bonar .)

Versículos 7-13

Sin embargo, no todos tienen ese conocimiento.

Ignorancia

1. La gran ignorancia puede consistir en una piedad genuina.

2. Es una fuente de mucha ansiedad y peligro innecesarios.

3. Debe ser deplorado y compadecido.

4. Puede encontrar alivio en el estudio de la verdad Divina. ( J. Lyth, D. D. )

Libertad cristiana

I. Su naturaleza.

1. Implica libertad de acci�n en cosas indiferentes.

2. Depende del conocimiento.

3. Requiere convicci�n consciente.

II. Sus l�mites

1. Definido por la debilidad de un hermano.

2. Por amor a Cristo.

3. Por amor abnegado. ( J. Lyth, D. D. )

Para algunos que tienen conciencia del �dolo ... comen ... y su conciencia, que es d�bil, est� contaminada. -

La ley de la conciencia cristiana

I. La exposici�n de la ley misma ( 1 Corintios 8:7 ). El ap�stol les dice a los corintios de mente fuerte que los supersticiosos de sus hermanos m�s d�biles est�n indudablemente equivocados ( 1 Corintios 8:8 ); pero tambi�n les dice que "no hay en todo hombre ese conocimiento", etc.

( 1 Corintios 8:7 ), es decir, algunos tienen una conciencia ignorante y equivocada; y, sin embargo, insiste en que esta conciencia, tan mal informada, ata al que la posee: "y su conciencia, siendo d�bil, est� contaminada". Aqu�, entonces, tenemos la distinci�n entre el bien y el mal absoluto y relativo. El bien y el mal absolutos son inalterables.

Pero el bien o el mal de cualquier acci�n realizada por un hombre en particular es un asunto relativo a sus circunstancias particulares. Que la caridad y la abnegaci�n, por ejemplo, tienen raz�n, esto lo vemos reconocido en casi todas las naciones. Pero cu�ndo y hasta qu� punto es correcta la abnegaci�n, y cu�les son los l�mites de la caridad, esto lo determinar�n diferentes circunstancias. Y entonces se encontrar� que hay un est�ndar diferente entre diferentes naciones y en diferentes edades, e.

gramo. , el est�ndar entre los israelitas en las edades tempranas era muy diferente al reconocido por los profetas posteriores. Y el est�ndar en los siglos III y IV fue completamente diferente del reconocido entre nosotros. El principio establecido por el ap�stol es este. Lo que a un hombre le parece correcto es, en cierto sentido, correcto para �l; y lo que a un hombre le parece incorrecto, en cierto sentido le est� mal ( Romanos 5:14 ; Romanos 14:14 ).

II. Las aplicaciones que surgen de ella.

1. Personalmente. Haz lo que te parezca correcto: s�lo para que finalmente aprendas por la gracia de Dios a ver claramente lo que es correcto. Un hombre es responsable de las opiniones que tiene, y a�n m�s de la forma en que lleg� a ellas, ya sea de manera perezosa y ego�sta, o de una manera honesta y buscadora de la verdad; pero siendo ahora las convicciones de su alma, no puedes dar otra ley que esta: "Debes obedecer a tu conciencia". Porque la conciencia de nadie se reseca tanto por hacer lo que est� mal sin saberlo, como por hacer lo que parece estar mal para su conciencia.

2. A los dem�s. Para la mente amplia, libre e iluminada de Paul, todos estos escr�pulos y supersticiones debieron parecer mezquinos y triviales. Pero la conciencia era para �l mucho m�s sagrada que incluso la libertad. El escr�pulo puede ser peque�o e insensato, pero puede ser imposible desarraigarlo sin romper el sentimiento de santidad de conciencia y de reverencia a la ley de Dios, asociado con este escr�pulo.

Por tanto, el ap�stol Pablo aconseja a estos hombres que reduzcan su libertad cristiana y no coman de las cosas que hab�an sido sacrificadas a los �dolos, sino que tengan compasi�n de los escr�pulos de sus hermanos m�s d�biles. Y esto por dos razones.

(1) sentimiento cristiano. Podr�a causar un dolor exquisito a las mentes sensibles ver que los hermanos cristianos hacen las cosas que les parec�an malas. Tomemos un caso paralelo. No hay duda de que a muchos cristianos les causa mucho dolor ver un carruaje usado en el d�a del Se�or. Pero usted, con una visi�n m�s elevada del esp�ritu del cristianismo, puede ejercer su libertad. Pero, �no es su deber acortar su libertad cristiana y atravesar la lluvia, el barro y la nieve, en lugar de causar dolor a una sola conciencia cristiana?

(2) Incluso podr�a llevar a sus hermanos al pecado. Si alguien comiera de la carne ofrecida a un �dolo, sinti�ndose justificado por su conciencia, estar�a bien; pero si alg�n hombre, dominado por la autoridad o el inter�s, hiciera esto contra la conciencia, su obediencia da�ar�a tanto su moral. sentido como si el acto hubiera sido incorrecto en s� mismo.

Conclusi�n:

1. Distinguir entre esta ternura por la conciencia de un hermano y el mero servicio de tiempo. Este mismo ap�stol a quien vemos aqu� cediendo con tanta gracia sobre el terreno de la conveniencia, se mantuvo firme como una roca cuando se exigi� cualquier cosa que G�latas 2:5 los principios cristianos ( G�latas 2:5 ).

2. Esta restricci�n de la libertad es un deber que incumbe especialmente a todos los que poseen influencia. Si el propietario usa su autoridad e influencia para inducir a su inquilino a votar en contra de su conciencia, puede ser que haya asegurado una sola voz para el principio que es correcto; pero ha ganado esa �nica voz a costa del sacrificio y del alma de un hermano. O tambi�n, si para asegurar una atenci�n personal, el rico pone una propina en la mano de un sirviente de alguna compa��a que le ha prohibido recibirla, se gana la atenci�n a expensas de un hombre y un hermano cristiano.

3. � Cu�n posible es mezclar virilidad con caridad! Ning�n hombre jam�s respir� tan libremente la atm�sfera del cielo como Pablo; ning�n hombre jam�s se elev� tan alto por encima de todos los escr�pulos como �l; y sin embargo, ning�n hombre se comprometi� a s� mismo como San Pablo a los escr�pulos de sus hermanos. De modo que, lo que en otros casos era enfermedad, imbecilidad y superstici�n, reun�a en su caso el puro alto esp�ritu de la delicadeza cristiana.

Y ahora, de los dichos de aquellos que proclaman en voz alta �los derechos del hombre� y �los derechos de la libertad�, empareje si puede con una frase tan sublime como 1 Corintios 8:13 . ( FW Robertson, M. A. )

Una conciencia d�bil, es decir,

como podr�amos decir "enfermo", incapaz de formarse un juicio sano y s�lido. Cuando hablamos de nervios d�biles, el ap�stol habla de una conciencia d�bil. Una persona a la que se le ha ense�ado cuando era ni�o a creer en fantasmas, a veces se apodera de pavor si est� solo por la noche, aunque su raz�n lo ha convencido desde hace mucho tiempo de que los espectros no aparecen. De manera similar, aunque la raz�n moral de un cristiano le dice que las deidades paganas que antes adoraba no existen, sin embargo, requiere el conocimiento espiritual del Dios verdadero para disipar su temor.

Cf. 1 Timoteo 1:5 , donde el ap�stol une �buena conciencia� con �fe no fingida�. ( Director Edwards .)

Abstinencia por el bien de los dem�s

De la carne de las bestias sacrificadas por los sacerdotes paganos al servicio de sus dioses, solo una parte se requer�a para los ritos religiosos, el resto era consumido como alimento por los sacerdotes o expuesto para la venta en los mercados p�blicos. A veces se ofrec�an entretenimientos en localidades m�s o menos estrechamente relacionadas con el culto id�latra, y estas carnes se ofrec�an a los invitados. �Estaba bien participar de esa comida? Puede haber al menos cuatro m�todos diferentes para tratar una cuesti�n de ese tipo.

Puede determinarse simplemente sobre la base de consideraciones de inclinaci�n y disfrute personal. �Esas son las �nicas consideraciones�, podr�an decir algunos. "Si la carne es buena y la quiero, �por qu� rechazarla?" En otros, el caso se someter�a de inmediato al juicio de la sociedad: ��Cu�l es la costumbre? �C�mo resuelven el problema mis asociados? " Un tercer m�todo, manifiestamente superior, pregunta: ��Qu� es lo correcto? �Qu� aprueba una conciencia iluminada? " Aqu� hay tres m�todos completamente distintos para abordar una cuesti�n de moralidad pr�ctica. Pero ninguno de estos esquemas le conviene a Paul. Hay una cuesti�n m�s amplia de la caridad: "�C�mo podr�a afectar mi h�bito a los dem�s, y especialmente a mis asociados religiosos?"

I. En esta frase de oro se ve la sensibilidad del cristianismo con respecto a los d�biles y los oscuros. Ese sentimiento era pr�cticamente nuevo. "El cristianismo por primera vez hizo de la caridad una virtud rudimentaria", dice Lecky, el historiador de la moral europea. Lo extra�o que era este m�todo se desprende tambi�n de las primeras cr�ticas al cristianismo, la de Celso, por ejemplo. "�Por qu�?", ??Dijo, "fabricantes de lana, zapateros y curtidores, los hombres m�s incultos y groseros, son fervientes defensores de esta religi�n". Sin embargo, por el ap�stol, el oprobio se convirti� en una especie de jactancia: �Hermanos, veis vuestra vocaci�n ... Lo d�bil ha escogido Dios para avergonzar a los poderosos.

Pablo nunca cometi� el error de despreciar estas �cosas d�biles�. Nosotros tambi�n trataremos con m�s �xito casos similares de conciencia cuando estemos m�s cerca del Maestro de Pablo y del nuestro, teniendo la mayor parte de su vida en nosotros, su mente de amor. Muchos ni�os dejan caer con orgullo su bate y su pelota para correr y servir a su madre o su hermana. Tales entregas el amor cuenta entre sus privilegios y alegr�as. Y si el afecto terrenal puede hacer esto f�cilmente, �es probable que una pasi�n m�s poderosa fracase?

II. Adem�s, se nos ense�a que el individuo tiene menos importancia que la sociedad. Eso parece demasiado claro para necesitar una reiteraci�n. Pero pr�cticamente no siempre se reconoce. Escritores como Mill hacen hincapi� en la libertad personal. Son lentos para justificar medidas legales o leyes sociales que en alg�n grado reducen los privilegios del individuo. Condenar�an tal invasi�n de derechos, excepto bajo la mayor necesidad.

Parece que estiman a un hombre demasiado alto y a la humanidad demasiado bajo. Pero la Providencia no hace tales estimaciones. Lo que llamamos las leyes de la naturaleza nos subordinan constantemente al bien general. El progreso de la historia se logra mediante el sufrimiento y el martirio. El padre y la madre deben negarse a s� mismos por la familia. Mueren hijos y hermanos para que viva la rep�blica. La ciencia y la invenci�n avanzan a trav�s de sacrificios no correspondidos.

En el hecho de que los hombres hayan tratado tan a menudo de invertir los c�lculos de Dios y hacer que uno valga m�s que muchos, reside el secreto de gran parte de la miseria de la raza humana. En la l�nea de este vicioso c�lculo han corrido r�os de sangre. Piense en los reyes y pr�ncipes que desde tronos de oro han mirado a los millones de sus s�bditos s�lo como el peque�o polvo de la balanza.

III. Tambi�n debe recordarse que en la comparaci�n de estos m�todos opuestos y en la determinaci�n de las cuestiones que implican, se encuentra un elemento importante de la educaci�n. La soluci�n de las cuestiones morales a las que somos convocados diariamente est� dise�ada para nuestra disciplina, un medio para probar y aumentar nuestro amor por el Maestro y por Su pueblo. Con un ni�o, nos sentimos m�s satisfechos no cuando obedece prontamente una orden expresa, sino cuando, si se le deja elegir por s� mismo, prefiere deliberadamente el placer de otro al suyo.

Eso demuestra, y al mismo tiempo desarrolla, la bondad de su coraz�n. Sin embargo, a menudo se objeta que los requisitos de tal caridad pueden volverse irrazonables y opresivos, que hay personas de mente estrecha y cautivas que, con cualquier pretexto, buscar�n obstruir nuestra libertad y estropear nuestros placeres inocentes. �D�nde, entonces, se trazar� la l�nea? La �nica respuesta debe ser que definitivamente no se puede trazar una l�nea.

Nos dejamos a los impulsos de nuestros corazones naturales o bondadosos. Ellos pondr�n sus propias construcciones sobre cada principio establecido como gu�a. El problema no es: "�Qui�n tiene la raz�n t�cnicamente?" ni, "�Qui�n tiene la mejor cabeza y la conciencia m�s iluminada?" ni, ��Qui�n es m�s prominente en el trabajo del mundo? �Esto no es una cuesti�n de orgullo, sino de caridad para olvidarse de s� mismo. El �nfasis y el punto radican en la pregunta: ��Qu� salvar� a este hermano a quien mi libertad podr�a ofender?

? " As� mismo, cuanto m�s irrazonable sea el prejuicio al que cedemos, cuanto m�s d�bil sea la opini�n a la que hacemos nuestra ofrenda de paz y buena voluntad, con m�s ternura se asegurar� Dios de considerarlo. Podemos estar agradecidos si en lugar de estar entre los que piden concesiones, hemos llegado a la altura de los que se complacen en otorgarlas.

IV. La superioridad del "amor como ley" se manifiesta, por tanto. Tal fuerza no es s�lo disciplinaria, sino disciplinaria en el m�s alto grado; asegura la mejor ventaja y crecimiento. �Esta ley no es arbitraria. No es una ley de fanatismo o entusiasmo o auto-tortura ". Al preferirlo, solo entregamos un inferior, porque buscamos un bien manifiestamente superior. �Trabajar desde el miedo es esclavitud; trabajar bajo la compulsi�n de la necesidad animal es una dificultad, y si no es una maldici�n positiva, es relativa; trabajar para fines personales, como el orgullo o la ambici�n o la acumulaci�n de la propiedad, ya sea por s� misma o por nosotros, es compatible con la libertad, pero no tiene nada de purificador ni de ennoblecimiento; encuentra y deja el alma seca y dura.

Pero la actividad del amor es la perfecci�n de la libertad y del gozo �. Nunca somos tan elevados y grandiosos como cuando por amor podemos f�cilmente hacer sacrificios para promover la unidad y el poder de la Iglesia de Cristo o el bienestar de aquellos por quienes �l muri�.

V. Cu�n diversos son los problemas de nuestra vida moderna que toca esta lecci�n, podemos descubrir f�cilmente. �Beber� vino? �Cu�l ser� mi actitud hacia el teatro y la �pera? �C�mo abordar� la cuesti�n del baile promiscuo? �Debo patrocinar el domingo el tranv�a? �Qu� juegos aprobar�? �Hasta qu� punto puedo complacer el gusto por los adornos personales, particularmente en los lugares de culto p�blico? �Qu� principios y limitaciones de gastos se deben preferir al construir, embellecer y administrar una casa? Estas y mil preguntas similares deben tratarse con el esp�ritu con el que Pablo abord� el problema de Corinto acerca de la carne. No son problemas meramente �ticos, sino cristianos. ( HA Edson, D. D. )

Abstinencia por el bien de los dem�s

Los actos leves pueden perder grandes fuerzas, ya que un grito inicia una avalancha alpina. Las preguntas insignificantes pueden involucrar grandes principios. As� sucedi� con la Iglesia de Corinto. El cuerpo de Cristo fue desgarrado por un trozo de carne; pero la contienda involucr� asuntos solemnes: el amor a Cristo y las almas moribundas.

I. La ley del conocimiento. Por lo general, consideramos que el conocimiento es un producto del intelecto, incluidos los poderes mediante los cuales aprendemos hechos, razonamos sobre ellos y sacamos conclusiones. El tipo de conocimiento determina el instrumento mediante el cual vamos a adquirirlo. Las matem�ticas puras, la l�gica abstracta, pueden parecer que solo usan el ojo que ve y la mente que razona. Pero realmente para saber algo, el estudiante debe tener cierta afinidad por el objeto.

Debe encontrarlo, debe provocar una respuesta en su naturaleza. Verdadero de la naturaleza y el arte, esto es m�s imperiosamente cierto para nuestro pr�jimo. No podemos conocerlo a �l ni a ninguna verdad acerca de su vida y car�cter, excepto cuando lo amamos. �sta es la �nica manera de entender la forma en que Dios lo ve, el ideal de Dios para �l. El amor es el descubridor, el amor es el int�rprete, el amor es el gu�a. El conocimiento sin amor es la turbina sin cascada, alambre sin electricidad.

El amor sin conocimiento es catarata sin rueda, rel�mpago suelto en los cielos. El amor con conocimiento es servidor y benefactor de la humanidad. El amor tiene pruebas qu�micas, microscopio, clarividencia. Es el experto que recoge el guijarro con el que est� jugando el hijo de un colono y le dice al hombre que est� cultivando en una mina de oro. El conocimiento desprecia su ignorancia y lo abandona a su pobreza. La caracter�stica de la caridad moderna es la combinaci�n del m�todo cient�fico con la devoci�n personal.

Estudia el caso con peque�os dolores, luego lo ayuda con la cabeza fr�a y la mano firme, as� como con el coraz�n c�lido. El peor enemigo de la verdadera caridad es la donaci�n indiscriminada; y dar verdadero significa contacto personal. Es mucho m�s barato dar dinero que darse uno mismo, y la recompensa es correspondientemente peque�a. Esta es la ley: el verdadero conocimiento incluye el amor; viene a trav�s de la cabeza y el coraz�n juntos.

II. La ley de la conciencia. Pero, �qu� ley puede haber para una facultad dividida contra s� misma que, al ver a dos hombres haciendo lo mismo, sonr�e a uno y golpea al otro? �Cu�l de ellos tiene raz�n? �C�mo puede alguien estar seguro de que tiene raz�n? La conciencia se llama la voz de Dios en el alma del hombre; pero, �puede Dios decir juntos s� y no? La facultad que llamamos conciencia no es simple, sino compleja. Incluye el impulso que ordena: Haz lo correcto; cuando conozca la luz, h�galo, cueste lo que cueste.

Pero detr�s de esto se encuentra el juicio que nos dice lo que es correcto. Sin intentar las definiciones filos�ficas, llame a un impulso moral, al otro juicio moral. El primero de ellos es esencialmente el mismo en todas las almas sanas, aunque difiere en fuerza y ??control aceptado. El segundo difiere seg�n el nacimiento, la formaci�n, la experiencia personal. Entonces, claramente, las personas igualmente ansiosas por hacer el bien pueden diferir en cuanto al bien o al mal de un acto espec�fico.

Igualmente concienzudos, concienzudamente no est�n de acuerdo. Cada uno, tratando de hacer lo correcto, hace lo que el otro condena. Est�n de acuerdo en el impulso moral, pero no en el juicio moral. La dificultad es grande y reconocer su ocasi�n no la elimina. Hay que insistir en dos preceptos:

1. Cultivar el impulso moral, que insiste en la obediencia al derecho conocido. Cuida esta alta concepci�n de la majestad de la justicia. Escuche los susurros de la conciencia en lugar de los gritos de inter�s o las canciones de placer. Proteja la sensibilidad del discernimiento moral como un afinador de pianos protege la precisi�n de su o�do. Recurre constantemente al est�ndar invariable. Poner en acci�n la convicci�n.

2. Entrene el juicio moral, que decide si un acto espec�fico es correcto o incorrecto. Ampliar el control de la conciencia a la formaci�n de opiniones. Los educadores del juicio moral son:

(1) Revelaci�n. Una palabra clara de Dios es el final del debate.

(2) Las ense�anzas de la raz�n, vitalizadas por el amor.

(3) Experiencia; el nuestro, el de los sabios y los buenos, y el amplio testimonio de la historia.

(4) Una vida espiritual. La comuni�n constante con Cristo, el esfuerzo por crecer como �l y ganar a otros para �l, proporciona las mejores pruebas e incitaciones a las decisiones morales correctas. Podemos tener la sabidur�a de Dios al pedir, la iluminaci�n especial del Esp�ritu Santo. Los cambios de convicci�n se traducir�n en cambios de pr�ctica, y con ellos puede llegar un per�odo de inquietud, mientras que el sentido moral se va adaptando al juicio.

La inmoralidad de las opiniones falsas y la virtud de las convicciones correctas a menudo se desacreditan; pero hacen vida, car�cter, destino. �sta es la ley de la conciencia: cultivar un impulso moral sensible y positivo; entrenar el juicio moral para visiones claras y espirituales.

III. La ley de conducta. La conducta tiene dos relaciones: entre Dios y yo, y entre mi pr�jimo y yo. Un acto realizado a la vista de los dem�s se convierte en un ejemplo, y lo que es inocente reservado para m� solo puede ser hiriente si se sigue indiscriminadamente. Lamentablemente, hacer en secreto lo que se condena en p�blico tiene el sabor de la falta de sinceridad y hiere un delicado honor. Por lo general, lo que es bueno para m� es bueno para mi pr�jimo, y lo que le duele a �l, es malo para m�.

�Qui�n de nosotros ha sufrido mucho por dar al hermano d�bil, al santo Cristo, el beneficio de la duda? Ese hermano d�bil, siempre est� con nosotros; �Qu� haremos con �l? �Ojal� fuera fuerte! C�mo admiramos al hombre bien equilibrado, con la cabeza despejada en la parte superior y los pies firmes debajo; pasiones f�sicas, temperamento y lengua siguiendo obedientemente el tal�n de la sana raz�n; coraz�n c�lido y voluntad positiva, siervas de una conciencia sensible y orgullosa. Los hay, �y qu� sencilla es la vida para ellos! Pero son tan raros como admirables.

El hermano d�bil, cuya pretensi�n es principalmente su debilidad: debe entrenar su juicio moral, estar plenamente persuadido en su propia mente y luego contentarse con resistir o caer ante su propio Maestro; pero no es as� con �l. Sigue mirando para ver lo que hacemos, poni�ndonos en un pedestal que no queremos ocupar. �No tenemos tambi�n nosotros derechos? S�; �Y qu� derecho m�s elevado que renunciar a los derechos para obtener bendiciones? Dudar entre hacer cosquillas en el paladar y salvar un alma de la muerte ser�a peor que brutal.

Concede que esto signifique la entrega de lo que podr�amos reclamar si no fuera por este hermano d�bil, �somos perdedores? �Me empobrezco al poner la ayuda por encima de la autoafirmaci�n? �Qu� es la abnegaci�n sino elegir la parte m�s noble y mejor? Dale al hermano d�bil y a la vida espiritual el beneficio de la duda. El ejemplo de la abstinencia no implica riesgos. H�gase rico rindi�ndose, gane la vida muriendo para s� mismo y el mundo.

Si bien esta ley es general, su aplicaci�n en una lecci�n de templanza es particularmente clara. Aqu�, de todos los casos, la abstinencia no implica riesgos; y los llamamientos a los m�s d�biles sin ejemplo de abstinencia se reducen a nada. ( Charles M. Southgate .)

Abstinencia por el bien de los dem�s

No pocos de los miembros de la iglesia en Corinto se reservaron el derecho de comprar y participar de estas carnes. �D�nde est� la falla en su argumento? El ap�stol lo afronta y lo contradice con gran claridad.

I. Alega que la caridad es mejor que el conocimiento. "Todos", dice, "tenemos conocimiento". Todos podemos hacer una demostraci�n de razonabilidad por nuestras debilidades y prejuicios. La causa m�s pobre puede verse reforzada por un argumento. El conocimiento envanece, pero la caridad edifica, literalmente edifica. La autovindicaci�n nos vuelve vanidosos y dogm�ticos; pero la caridad nos ayuda a nosotros ya los dem�s. La caridad aqu� mencionada es la m�s grande de las gracias cristianas.

Es el griego ?????, la Vulgata charitas; es amor en su sentido m�s amplio y profundo. Incluye el amor hacia Dios y hacia los hombres. Es como el comercio constante que se lleva a cabo entre las aguas de los cielos y la tierra; los arroyos fluyen hacia los arroyos, los arroyos murmuran hacia los r�os, los r�os fluyen hacia el mar y los mares se exhalan en las nubes para destilar nuevamente en agradecidos aguaceros y roc�o de la ma�ana.

De modo que el amor es el medio constante y la comuni�n entre Dios y sus hijos. �Conocemos nuestra franquicia�, dijeron los banquetes cristianos de Corinto; "Conocemos el verdadero car�cter de los �dolos y la adoraci�n de �dolos y, por lo tanto, no corremos peligro de ser descarriados". "�Conocimiento! �conocimiento!" responde el ap�stol, �pero �qu� pasa con el amor? Si alguno ama a Dios, �ste le es conocido, y ese es el conocimiento que vale la pena tener �. Toda la sabidur�a de las escuelas no debe valorarse con la seguridad de que amamos a Dios; y "el mismo nos sea conocido".

II. El ap�stol pasa, en segundo lugar, a una consideraci�n de la libertad individual. Porque estos cristianos corintios estaban dispuestos a defender sus derechos. En efecto, dijeron: �No hay un mandato espec�fico en cuanto a estas carnes de �dolos en las Escrituras. La cuesti�n se deja a la conciencia individual. Nuestras conciencias est�n claras; las carnes no nos hacen da�o. Por lo tanto, nos proponemos hacer lo que nos plazca con ellos ". �Concedido�, dice Paul, �no disputo sus derechos en estas premisas; pero hay algunos hechos importantes que corre el riesgo de perder de vista ". Luego les recuerda:

1. Que la mera cuesti�n de comer o de abstenerse es en s� misma de poca importancia; �Porque la carne no nos encomienda a Dios; ni si comemos somos mejores, ni si no comemos somos peores ". Por lo tanto, no se debe permitir que un asunto tan peque�o como un plato sobre la mesa ponga en peligro los intereses espirituales de nadie.

2. Hay algunos hermanos m�s d�biles que tienen menos conocimiento. Estos hermanos m�s d�biles no deben quedar fuera de la cuenta. Somos en cierta medida responsables de ellos. �Soy yo, pues, guardi�n de mi hermano? S�, y si cae sobre un obst�culo de mi fabricaci�n, yo ser� responsable de ello.

3. Los derechos son relativos. Algunos de ellos deben inclinarse ante otros, como lo hicieron las estrellas menores ante las mayores en el sue�o del patriarca. El derecho m�s bajo de un hombre es agradarse a s� mismo; lo m�s alto es negarse a s� mismo por los dem�s. Los derechos pueden entrar en conflicto, pero los deberes nunca; y el deber siempre tiene el mayor y m�s absoluto reclamo.

4. En cuanto a la libertad individual, no existe tal cosa. Si solo hubiera un hombre en el universo, podr�a ser absolutamente libre de servir a su propio placer, pero en el momento en que presenta a otro hombre, hay una restricci�n mutua. Cada uno es ahora libre s�lo en la medida en que su libertad no infrinja al otro. Es un error pensar en la libertad como una licencia. De hecho, no hay nada en el mundo m�s circunscrito que la verdadera libertad.

No es anarqu�a ni liberaci�n de la restricci�n. Su mejor definici�n es: "Perfecta obediencia a la ley perfecta". Es cierto que "ya no somos hijos de la esclava, sino de la libre". El que sale de la esclavitud de la ley a la libertad del evangelio se postra en el umbral mismo de su nueva vida y se entrega como esclavo para servir los intereses de sus semejantes.

III. Esto nos lleva, en tercer lugar, a considerar con el ap�stol el ejemplo de Cristo mismo. "�Por tu conocimiento perecer� el hermano d�bil por quien Cristo muri�?" �Por quien Cristo muri�! �Es verdad, entonces, que Jes�s se rebaj� a la debilidad del m�s peque�o de sus peque�os? �S�, y aqu� estamos nosotros, seguidores Suyos, regateando sobre carnes y bebidas! Que Dios nos perdone, que estemos tan lejos de la mente que estaba en Cristo Jes�s nuestro Se�or.

En Filipenses 2:7 aparece una palabra sobre la que existe mucha controversia. La palabra es k�nosis; significa un "vaciamiento total" y se aplica a la humillaci�n de Cristo. Cuando cruz� el umbral del cielo para emprender Su obra redentora, dej� a un lado la corona, las vestiduras reales, el s�quito celestial, todo, para poder restaurar la raza de los hombres ca�dos.

Era libre de permanecer donde estaba; pero renunci� a su libertad y tom� sobre s� mismo la forma de un siervo por nuestro bien. Oh, por el amor y la devoci�n de nuestro Se�or, dejemos de clamar por los derechos y comencemos a preguntar: "�C�mo podemos vaciarnos de nosotros mismos como �l lo hizo por la elevaci�n de los hijos de los hombres?" El punto en el que la humanidad se acerca m�s a la Deidad es la abnegaci�n. Su mejor ilustraci�n est� en el Calvario, donde Dios se inclina para abrazar a sus hijos arrepentidos. La cumbre del car�cter humano se alcanza cuando un hombre se entrega por los dem�s. Cristo lo hizo. Nosotros tambi�n, por el amor de Dios, debemos hacerlo. ( DJ Burrell, D. D. )

Versículos 11-13

�Y por tu conocimiento perecer� el hermano d�bil por quien Cristo muri�?

El sufrimiento, la medida del valor

I. El �hermano d�bil� no tiene mucho valor en s� mismo; pero se vuelve valioso por el hecho de que Cristo muri� por �l.

1. Cu�nto de s� mismos los hombres dar�n unos por otros, mide el valor en el que se retiene a ese otro. "Te amo" puede significar solo "eres mi juguete" o "me amo a m� mismo"; pero el amor verdadero renunciar� por el bien del tiempo y la conveniencia de los dem�s. Emplear� todos los recursos de su ser por el bien de ese amigo. Y cuando, en alguna gran exigencia, todo esto no sirva, entonces el amor, en la gloria de su poder, va a la muerte como a la consumaci�n de s� mismo, y deja un testimonio de s� mismo que todo el g�nero humano reconoce ( Juan 15:13 ). .

2. Incluso cuando esto es fruto del instinto, es impresionante. El oso que muere defendiendo a sus cachorros, el sabueso que suspira y muere en la tumba de su amo, el peque�o gorri�n que lucha contra el halc�n y el b�ho, no por s� mismo, sino por su nido: uno debe ser realmente despiadado para no sentir admiraci�n por estas fidelidades. de amor.

3. �Pero cu�nto m�s cuando el amor y el sufrimiento de uno surgen de una percepci�n de excelencia en un objeto amado? Cuanto mayor es la naturaleza que sufre, mayor es la estimaci�n que da su ejemplo de aquello por lo que sufre. Y por esta analog�a, el sufrimiento y el sacrificio de un Ser Divino lleva a cabo el testimonio en su m�xima extensi�n concebible.

4. Vemos enseguida un nuevo elemento en las manos de los ap�stoles despu�s de este testimonio del Maestro. Tan pronto como �l subi�, comenzaron a predicar que el hombre era valioso por lo que Cristo sufri� por �l. Un hombre por quien Cristo muri� se convirti� en una criatura muy diferente de un hombre antes de que Cristo muriera por �l. El hecho de que Cristo muri� por un hombre hizo que valiera la pena protegerlo si era d�bil.

5. Este sufrimiento no se bas� en el car�cter del hombre. Ser�a un testimonio del valor del buen car�cter si Cristo hubiera venido a morir por �l; pero ese fue el punto mismo del conflicto entre �l y los fariseos. Sostuvieron que Cristo deber�a sufrir e identificarse con ellos; pero lo rechaz� con mucho desprecio, y dijo: �No vine a llamar a justos, sino a pecadores. Vine a dar mi vida por los hombres m�s bajos y peores.

��l discriminaba m�s agudamente que cualquier otro entre el buen y el mal car�cter; sin embargo, hab�a algo detr�s del car�cter de lo que Cristo estaba dando testimonio, a saber, el valor original abstracto que es inherente a la vida humana. La muerte de Cristo es un testimonio del valor del hombre en su misma sustancia, si se me permite decirlo; para que los m�s peque�os y los m�s bajos tengan la esencia del valor en ellos.

II. El efecto que tiene este hecho de determinar el lugar del hombre, sus derechos y su valor.

1. Considere cu�l ha sido la forma de estimaci�n del mundo al juzgar a los hombres. Al principio, los hombres med�an el poder f�sico. Ahora bien, el h�bito de la sociedad es clasificar a los hombres en rangos relativos de valor por los efectos que pueden producir; por lo que valen para la sociedad. Por lo tanto, cuando un gran hombre muere, los hombres dicen: "El mundo se ha enfrentado a una gran p�rdida". Si muere un pobre, los hombres dicen: �El mundo tiene una responsabilidad menos.

�El perro que caza bien es mejor que un pobre que no hace nada, en la estimaci�n de los hombres. Si una raza no puede defenderse de los pueblos agresivos, los hombres dicen: �No hay remedio para ello; deben irse ". Juzgan a los hombres seg�n el est�ndar de la econom�a pol�tica. No existe en el mundo tal desprecio por nada como el hombre tiene por el hombre. Por lo tanto, necesitamos volver a este testimonio del ejemplo de nuestro Maestro, quien vino con Su sufrimiento y muerte para dar testimonio de ese elemento en la naturaleza humana que todo hombre tiene como cualquier otro.

2. Esta vista interpreta el futuro. Un hombre en la condici�n m�s baja aqu� no es el hombre que va a ser; y cuando lo has medido y pesado, no has estimado su valor en el reino venidero. Tiene ante s� otro mundo; y nuestro Salvador nos dice muy solemnemente que los hombres m�s considerados aqu� valdr�n menos all�. �Los primeros ser�n los �ltimos, los �ltimos, los primeros.

�Muchas de las plantas de nuestro verano del norte crecen r�pidamente y se desarrollan muy bien; pero son toscos y rancios en eso. Y hay muchas semillas que planto a su lado cada primavera, que en el primer verano solo crecen unas pocas hojas. No hay suficiente sol para hacerlos hacer lo que deben hacer. Pero si los pongo en alg�n invernadero protegido, y les doy el crecimiento continuo del oto�o y el invierno, y luego, el verano siguiente, los apago una vez m�s, se fortalecen con esta segunda siembra, y levantan los brazos y extienda la abundancia de sus flores.

Las plantas que crecieron m�s r�pido el a�o anterior, ahora se llaman malas hierbas a su lado. Y no dudo que hay muchos hombres que se apresuran a crecer en el suelo de este mundo, y de quienes los hombres, al verlo, dicen: "Ese es un gran hombre", pero hay muchas criaturas pobres y d�biles en este mundo que ser� transportado con seguridad hacia arriba y hacia arriba, y arraigado en un clima mejor; y luego, levantando toda su naturaleza, saldr�n a ese verano glorioso de ferviente amor en el cielo, donde ser�n m�s majestuosos, m�s fecundos, que los que hasta ahora los superan aqu�.

III. Los efectos que esta doctrina tendr� sobre nuestros sentimientos y conducta hacia nuestros semejantes.

1. Supongamos que estamos en plena posesi�n del sentimiento cristiano: Cristo muri� por ese hombre. Ser� una restricci�n poderosa de la libertad ilegal y nos har� sentir tal simpat�a por todos nuestros semejantes, que, a costa de sacrificar nuestra propia conveniencia y nuestros derechos, ser� un privilegio y un placer para nosotros servirlos. Algunos hombres pasan por la vida diciendo: "Yo me cuidar� y t� debes cuidarte a ti mismo"; y sienten que tienen derecho a vivir as�.

Ahora bien, nadie que haya bebido profundamente del esp�ritu del Maestro se negar� a aceptar el mandato: "Nosotros, los fuertes, debemos llevar las debilidades de los d�biles". Es como si un nadador fuerte debiera dar la vuelta y echar una mano para ayudar a levantarse y levantar a trav�s de la inundaci�n a uno que era m�s d�bil o menos capaz de nadar que �l. No tenemos derecho a desatender, y mucho menos a obstaculizar, el bienestar de cualquier ser humano.

�Tengo derecho a andar vagabundo, vagabundo, vagabundo, seg�n la ley de mi fuerza f�sica, entre los ni�os peque�os? Si he tenido mejores privilegios que otros y he llegado a conclusiones que ellos no pueden comprender, �tengo derecho a esparcir las nociones esc�pticas por la sociedad? Un hombre est� obligado a mantener su conocimiento, su conciencia, sus placeres, etc., sujetos a esta gran ley: �Cristo muri� por los hombres, y yo debo vivir por los hombres, y restringir mi poder, y renunciar a mis derechos, incluso por su motivo.

�Tenemos derecho a emplear hombres, por supuesto; pero hay un h�bito que prevalece en la sociedad de pensar que un hombre tiene derecho a tanto de sus semejantes como pueda extraer de ellos. Un hombre puede desplumar a cien hombres durante la semana y tomar la comuni�n el domingo, y nadie piensa que hay una violaci�n de la buena comuni�n o de la ortodoxia. Pero esa gran ley del compa�erismo que une a todos los hombres con todos los dem�s hombres del mundo dice no solo "T� eres su hermano", sino que "T� eres responsable de su bienestar y del tuyo". No le har�s da�o de ninguna manera �.

2. Esta es una de las doctrinas m�s preciosas para aquellos que buscan y anhelan una mejor �poca del mundo. Era casi lo �nico que pod�amos instar cuando la esclavitud arras� nuestra tierra. El �nico hilo que resisti� las tormentas de la avaricia y el fuego de los deseos espeluznantes fue el �nico argumento: "Por estos Cristo muri�". Y eso se mantuvo; y el cambio m�s maravilloso hacia la regeneraci�n que jam�s haya visto el mundo ha tenido lugar mediante la simple operaci�n de esa gran ley.

�Y qu� tenemos ahora para las razas d�biles? Hombres de coraz�n duro y pies herrados se est�n preparando para pisotear a estas personas y negarles sus derechos. Y me coloco al lado de toda criatura d�bil, cualquiera que sea su nacionalidad, y digo: "Cristo muri� por �l". Dale a los hombres de abajo la oportunidad de subir. Dios, el Alt�simo, inclin� Su cabeza y vino a la tierra y sufri� por los m�s d�biles y peores.

3. Hermanos cristianos, debemos armarnos a tiempo. Se deben sembrar las semillas de un mejor sentimiento p�blico. Entonces nadie se desanime porque est� trabajando con una clase muy descuidada. No hay material en este mundo que no sea prometedor. Ning�n hombre est� m�s all� de la salvaci�n desde que "Cristo muri�" por �l. ( HW Beecher. )

Pero cuando pec�is as� contra los hermanos, y heristeis su conciencia d�bil, pec�is contra Cristo. -

Pecado contra Cristo

Es una prueba del car�cter �ntimo de la relaci�n entre Cristo y su pueblo que deber�a ser el cl�max mismo del reproche contra los cristianos por cualquier curso que siguieron, acusarlos de pecado contra Cristo. Un lenguaje como este no podr�a usarse con un maestro y l�der meramente humanos. Actuar sin la debida caridad es un pecado contra Cristo porque es:

I. Ofender al mandamiento de Cristo, es decir, amarse unos a otros. Esta iba a ser la prueba del discipulado cristiano.

II. Contradecir el ejemplo de Cristo. Lo que Cristo orden�, lo ejemplific� en toda su vida y, finalmente, en su muerte.

III. Da�ar a Cristo en la persona de uno de sus peque�os. Cristo se identific� de tal manera con sus disc�pulos que consider� que lo que se les hizo a ellos fue hecho a s� mismo. Todo aquel que sea indiferente al bienestar de los siervos del Se�or, pecar� contra el Se�or mismo y no ser� declarado inocente. ( Prof. JR Thomson .)

Herir una conciencia d�bil

I. Qu� conciencia tan d�bil.

1. A tal conciencia se le llama indebidamente tierna; porque la ternura importa rapidez y exactitud de los sentidos, que es la perfecci�n de esta facultad, cuyo deber es ser vig�a espiritual para advertirnos de todo lo que nos concierne. Se opone a una conciencia dura o cauterizada; pero una conciencia d�bil se opone a una fuerte, cuya fuerza misma consiste en la ternura o rapidez de su poder discernidor.

2. La debilidad de conciencia de la que se habla aqu� se opone a la fe ( Romanos 14:2 ), por lo que no se entiende el acto por el cual un hombre es justificado, sino que lo mismo significa con conocimiento ( 1 Corintios 8:7 ; 1 Corintios 8:10 ).

El claro discernimiento de lo que es il�cito y lo que es s�lo indiferente, junto con una firme persuasi�n del uso l�cito de tales cosas indiferentes, observ�ndose debidamente todas las circunstancias en su uso. Y por lo tanto, por otro lado, la conciencia d�bil es aquella que juzga de la naturaleza de las cosas de otra manera de lo que realmente es, suponiendo que es il�cito en s� mismo lo que en realidad no lo es.

3. De donde se sigue que la debilidad de conciencia implica:

(1) Una ignorancia de la legalidad de cierta cosa o acci�n. Esa ignorancia debe ser tal que no est� dispuesta.

(a) Porque debe ser tal que lo haga en alg�n grado excusable; pero en la medida en que cualquier defecto se resuelva en la voluntad, en ese grado es inexcusable.

(b) Porque debe ser una ignorancia tal que haga que la persona que la tiene sea objeto de compasi�n.

Pero nadie se compadece de otro por el mal que le sobreviene, que no quiso ayudar, pero que no pudo. Y, en consecuencia, debe resolverse en la debilidad natural de la facultad de comprensi�n, o bien en la falta de oportunidades o de medios de conocimiento. Cualquiera de las dos hace necesaria la ignorancia, ya que es imposible para quien quiere ojos, e igualmente imposible para quien quiere luz.

(2) Una sospecha de ilegalidad de cualquier cosa o acci�n.

(3) Una abstinencia religiosa del uso de aquello de cuya legalidad es, por tanto, ignorante o sospechoso. Lleva al hombre a esa condici�n en Colosenses 2:21 .

II. Qu� es herir o pecar contra �l.

1. Para afligirlo o descomponerlo ; es decir, para robarle su paz. Porque existe esa preocupaci�n por el honor de Dios que habita en todo coraz�n verdaderamente piadoso que lo turba al ver cualquier acci�n por la cual supone que Dios es deshonrado. Y as� como la piedad nos manda a no ofender a Dios, la caridad nos manda a no entristecer a nuestro pr�jimo.

2. Animarlo o animarlo a actuar en contra de su presente juicio o persuasi�n: lo cual es, en otros t�rminos, ofenderlo o ponerle un obst�culo: es decir, hacer algo que pueda proporcionarle una ocasi�n de caer o caer. llev�ndose a s� mismo bajo la culpa del pecado. De modo que, como lo primero fue una ruptura de la paz, �sta es propiamente una herida en la pureza de conciencia.

3. Se puede inducir a la conciencia a actuar en contra de su actual persuasi�n.

(1) Por ejemplo; que es el caso aqu� expresamente mencionado, y principalmente pretendido.

(2) Por orden; como cuando una persona en el poder ordena hacer algo, de cuya legalidad un hombre no est� persuadido. ( R. Sur, D. D. )

Disuasivos contra el uso indebido de la libertad cristiana

1. Una conciencia d�bil se hiere f�cilmente.

2. El infligir tal herida es una violaci�n de la ley del amor.

3. Es un pecado contra Cristo mismo. ( J. Lyth, D. D. )

Por tanto, si la carne ofende a mi hermano, no comer� carne mientras el mundo est� en pie. -

El gran argumento a favor de la abstinencia

I. Los argumentos a favor de la abstinencia a menudo se basan en.

1. Peligro para nosotros mismos.

(1) Es posible que seamos llevados al exceso.

(2) Podemos da�arnos f�sica o moralmente.

2. Desperdicio.

3. Maldad intr�nseca.

II. Estos argumentos con frecuencia carecen de coherencia.

1. La tercera no se aplicar� a una gran clase de cosas indiferentes en s� mismas, y es generalmente respecto a ellas que se libra la guerra.

2. Los dem�s est�n abiertos a dudas. Se aducir�n hechos contradictorios y, cuando el conocimiento sea imperfecto, es probable que la contienda contin�e. Y el argumento a menudo act�a como una tentaci�n, porque cuando se advierte a la naturaleza humana del peligro, a menudo se deleita en mostrar lo valiente y firme que puede ser.

III. El argumento apost�lico. San Pablo&mdash

1. Ampl�a la vista para incluir a otros adem�s de a nosotros mismos. La abstinencia a veces no es para nosotros en absoluto, sino solo para nuestros compa�eros ( Filipenses 2:4 ). Somos unidades, pero unidades unidas. No podemos legislar para esa peque�a �rea que ocupamos nosotros.

2. Reconoce la influencia del ejemplo. Nuestras palabras son una telara�a; nuestros actos son un cable. Los hombres hacen lo que les mostramos, no lo que les decimos. Y no podemos persuadir a los hombres de que somos fuertes y ellos d�biles.

3. Afirma la obligaci�n de autosacrificio por el bienestar de los dem�s. Lo que es "indiferente" se convierte en cualquier cosa menos eso si nuestra indulgencia es perjudicial para los dem�s. Nuestro sacrificio es, de hecho, peque�o comparado con su posible p�rdida. Este argumento tiene una fuerza especial para los cristianos.

(1) Tienen el ejemplo de abnegaci�n en su Maestro (vers�culo 12). Tienen una visi�n m�s impresionante de los problemas relacionados con la ca�da de un pr�jimo.

(2) Su no abstinencia puede ser un pecado contra un hermano cristiano (vers�culo 11). La ca�da puede ser, no de un incr�dulo, sino de un hermano asociado en la comuni�n y el servicio cristianos, y as� ser:

(3) Un pecado contra los hermanos (vers�culo 12), es decir, la Iglesia, que trae esc�ndalo y deshonra por la ca�da de un hermano. Y tambi�n&mdash

(4) Un pecado contra Cristo (vers�culo 12). Porque Cristo y los cristianos son uno: �l es la Cabeza y ellos los miembros.

(5) Tienen en sus o�dos expresiones de su Maestro como Mateo 18:6 ; Mateo 25:40 . ( NOSOTROS Hurndall, M. A. )

El sacrificio personal es

I. Necesario.

1. No solo en carnes y bebidas, sino en muchas otras cosas.

2. Para evitar ofensas.

II. Es obligatorio

1. Sobre los cristianos.

2. Por la ley del amor, y

3. El ejemplo de Cristo.

III. Es magn�nimo. Est�&mdash

1. Una conquista de uno mismo.

2. Un acto de benevolencia.

3. Un rasgo de naturaleza renovada.

IV. Ser� compensado abundantemente.

1. Por la aprobaci�n de la conciencia.

2. El beneficio de los dem�s.

3. La aprobaci�n de Dios.

4. Recompensa final. ( J. Lyth, D. D. )

Abstenerse por el bien de los dem�s

Queridos amigos, �no pens�is que, si bien puede ser muy apropiado que tom�is un vaso de vino o un vaso de cerveza, y no hay ning�n pecado en ello, vuestro ejemplo puede ser perjudicial para alguien a quien �Ser�a un pecado tomarlo? Quiz�s algunas personas no puedan tomar un vaso sin tomar dos, tres, cuatro, cinco o seis vasos. Puedes parar, lo sabes; pero si su ejemplo los lleva a empezar y no pueden parar, �es correcto ponerlos en marcha? Aunque tienes la cabeza despejada y puedes estar en un lugar peligroso, no te recomendar�a que fueras all� si alguien m�s pudiera estar en peligro.

Si estuviera caminando por los acantilados de Dover y tuviera la cabeza muy bien fr�a, sin embargo, si tuviera a mis hijos conmigo y supiera que tienen cabezas ordinarias, no me gustar�a ir a pararme. s�lo en un pedazo de pe�asco sobresaliente para inducirlos a intentar la misma posici�n. No; Deber�a sentir: �Aunque puedo estar aqu�, t� no puedes; y si me quedo aqu�, tal vez lo intentes y caigas, y ser� culpable de tu sangre.

�Tratemos a los hombres como tratar�amos a nuestros hijos; y seamos d�biles a su debilidad, y neg�monos a nosotros mismos por ellos. �No es ese un razonamiento bueno y adecuado? Me parece que lo es. Si no es un buen razonamiento, es seguro. Nunca le he pedido a Dios que me perdone por mi pecado de estar sin bebidas alcoh�licas. Nunca he visto ning�n mandamiento en las Escrituras que muestre que estoy obligado a aceptarlo. Me siento libre de hacer lo que quiera sobre la abstenci�n; pero sobre todo libre cuando, por el bien de los dem�s, prefiero abstenerme por completo. ( CH Spurgeon .)

Consideraci�n cristiana por los dem�s

Ahora puede decirme, si lo desea, como hombre: �Sr. Gough, soy un bebedor moderado; Uso estas cosas con moderaci�n y, por lo tanto, les doy un buen ejemplo ". Yo digo de inmediato: "Se�or, no es as�". "Bueno, si bebo un vaso y me detengo, �no es ese un ejemplo para los dem�s?" "No se�or; no se�or; no m�s que si hubiera un puente construido sobre un golfo, en el que caer en la ruina total, y ese puente soportar� 150 libras.

, y usted pesa 1501bs., y le dice a ese joven (y pesa 200 lbs.), 'Sigue mi ejemplo' - 'No me gusta el aspecto de ese puente'. No seas tonto, lo he caminado cuarenta a�os; demostr� que era perfectamente seguro; nunca rompiste conmigo; nunca surgi� conmigo; perfectamente seguro .'&mdash 'Pero no me gusta.' 'No seas tonto; puedes hacer lo que yo puedo hacer; ahora les estoy dando un buen ejemplo; s�gueme paso a paso.

Ese joven intenta seguirlo; pone el pie en el centro; �choque! �choque! cae, con un chillido, a la destrucci�n. Ahora bien, �dio un buen ejemplo? No, porque no tomaste en consideraci�n la diferencia de peso ". Antes de poder decirle a un joven: "Te doy un buen ejemplo", debes tener en cuenta la diferencia entre su temperamento y el tuyo, su susceptibilidad y el tuyo. ( JB Gough. ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "1 Corinthians 8". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/1-corinthians-8.html. 1905-1909. Nueva York.
 
adsfree-icon
Ads FreeProfile