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Bible Commentaries
Eclesiastés 12

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

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Versículos 1-7

Acu�rdate ahora de tu Creador en los d�as de tu juventud.

El Creador record�

�C�mo entenderemos esto? �Es una alegor�a que describe el debilitamiento del cuerpo? �Es una descripci�n de los jud�os en cautiverio? �Es un canto f�nebre de alg�n viejo libro de himnos? La mejor explicaci�n parece esta: primero, el Predicador describe la vejez como un d�a tormentoso; en segundo lugar, la figura cambia a la de un palacio en ruinas; luego hay una referencia a �los siete d�as malos� de la primavera en Oriente, que se consideran particularmente peligrosos para los ancianos; y finalmente entran las nuevas figuras de la l�mpara, la fuente y la cisterna. Seguramente no es extra�o ilustrar una idea con una variedad de dibujos. Podemos hacer una progresi�n regular de las lecciones que se ense�an en este pasaje.

1. Hay un m�s all�. El hombre no est� hecho solo para esta vida. �Qu� pensar�amos de los constructores de pir�mides si esparcieran pir�mides sobre una llanura, pero intencionalmente dejaran todas sin terminar, con las l�neas inclinadas juntas como para profetizar un v�rtice que nunca se construy�? Esta incompletitud dise�ada es inconcebible, siendo la mente humana lo que es. Ya no podemos concebir que Dios haya esparcido por el mundo todas las vidas hermosas y nobles de la historia, sin embargo, ninguna de ellas deber�a estar completa.

Debe haber un final en alg�n momento. Estamos hechos para esperarlo. Tenemos un �rgano cuya funci�n es anticiparlo. Y ese �rgano del coraz�n ser�a tan inexplicable sin un m�s all� como un ojo sin luz. Donde encontramos ojos podemos presumir la existencia de luz en alg�n momento.

2. El hombre es un ser responsable. Puede hacer todo lo que le plazca, pero no puede, por ninguna posibilidad, eximirse de las consecuencias de lo que hace. En alg�n momento se debe liquidar el puntaje.

3. La muerte acaba con el trabajo del hombre en la tierra. Es interesante notar que los terrores de la muerte no se mencionan en el pasaje. La oscuridad, el dolor, pasan de largo. Los escritores a menudo se regodean con la muerte; hacen que la melancol�a se apodere de nuestros corazones, parecen decir (como se acusa a Dickens de decir en efecto al describir la muerte de la peque�a Nell): "Ahora, vamos a llorar juntos". No hay el menor toque de esto en el final de Eclesiast�s. Si tenemos alg�n plan para el bien, si queremos hacer de esta vida una preparaci�n para las glorias del futuro, cu�n ocupados deben hacernos pensar y ver la muerte.

4. La obediencia reverente a Dios es el �nico m�todo para tener una vida digna de ser vivida. Dios no cambia y no necesitamos esperar cambiarlo. �l es un Dios de amor siempre, pero su amor trae bendici�n solo a aquellos que buscan hacer su voluntad. Para aquellos que lo ignoran, ese mismo amor se convierte en una condenaci�n. Pero, �c�mo guardaremos las leyes de Dios? Por encima de todos los mandamientos, nos ha dado nuestro mandamiento final, al guardar el cual somos inducidos a guardar todos los dem�s; �Este es Mi Hijo amado; a �l o�d. " Por lo tanto, tratar de servir a Dios mientras rechaza a Cristo debe conducir al fracaso a los ojos de Dios.

5. La juventud es el mejor momento para comenzar a servir a Dios.

(1) Entonces es m�s f�cil empezar. Los h�bitos no est�n formados y con la misma facilidad tomar�n una forma como otra. Una vez que se hacen, el reordenamiento se produce solo, por as� decirlo, por fractura.

(2) Es importante que la tendencia de la vida se establezca a favor del bien. No puede hacer esto excepto a expensas innecesarias de un gran trastorno moral, en cualquier momento excepto en los primeros a�os.

(3) Cuantos m�s a�os de vida consagrados a Cristo, mayor cantidad de bien se puede hacer por �l. Cada a�o fuera de Su servicio es un a�o vac�o desde el punto de vista de la eternidad.

(4) Cuanto antes se inicia en la vida cristiana, m�s tiempo tiene para el crecimiento cristiano. ( DJ Burrell, DD )

El Creador record�

I. Un reconocimiento temprano de Dios se convertir� en el principio formativo del car�cter. La formaci�n del car�cter es el verdadero negocio de la vida. El car�cter es el individuo, el hombre mismo. Nadie puede ser m�s grande que su car�cter y nadie puede ser menos. En el centro del car�cter siempre hay un principio rector. Esto puede ser una cosa u otra, puede ser un recuerdo de Dios o una consideraci�n por el diablo, puede ser una resoluci�n santa o un sentimiento d�bil.

A�n as�, est� ah� y es influyente. Se asemeja al punto de cristalizaci�n alrededor del cual se agrupan las extra�as formas y colores de la mano de obra de la naturaleza. El car�cter seguramente estar� determinado por este principio central o elecci�n suprema. Ahora, "acordarte de tu Creador en los d�as de tu juventud" es rendirse a Dios tal como �l aparece en Jesucristo, o volverse cristiano. Esta entrega entroniza a Dios en el centro mismo del car�cter.

Entonces su palabra se convierte en ley. La vida santa de Su Hijo, nuestro Redentor, llama la atenci�n. La formaci�n del car�cter procede a medida que "crecemos en la gracia y el conocimiento de nuestro Se�or y Salvador Jesucristo".

II. El recuerdo de Dios en la ni�ez se convierte en la recompensa perpetua del servicio. Debemos llevar las cargas los unos de los otros, y as� cumplir la ley de Cristo. �l "hizo el bien". �l "no vino para ser servido, sino para ministrar". Le compromet�an las simples fidelidades. Una hora de comuni�n con su Padre lo preparaba para cualquier conflicto, y con frecuencia miraba al rostro de su Padre para obtener una nueva inspiraci�n cuando estaba cansado o atribulado.

La posibilidad de esta conciencia es la promesa de la Biblia. Una y otra vez estamos seguros de que Dios est� interesado en nosotros. Quiere ayudarnos. Ofrece la confianza que Jes�s conoc�a. Ahora bien, si podemos asegurarnos esta confianza temprano en la vida, seremos m�s fuertes y valientes de lo que podr�amos ser de otra manera, porque en cada servicio honesto tendremos la satisfacci�n de saber que Dios est� complacido. Podemos entrenarnos para �hacer todo para la gloria de Dios.

�Si emprendemos alg�n servicio, podemos realizarlo como a �l, y neto como a nuestros semejantes; si hacemos una contribuci�n de dinero, podemos present�rselo primero a �l, y luego podemos actuar como sus mayordomos en su distribuci�n; si contemplamos una nueva obra, podemos consultarle en oraci�n; si estamos abrumados por el cuidado, podemos poner nuestro cuidado sobre �l. Inmediatamente se abren ante nosotros muchos privilegios raros. La vida con Dios en ella se mueve con seguridad.

III. La segura esperanza del dolor y la muerte se obtiene cuando se recuerda al Creador. �Espera en Dios� es la exhortaci�n del salmista. �Ahora el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abund�is en esperanza por el poder del Esp�ritu Santo�, es la bendici�n de Pablo. Dios es el Dios de la esperanza. �Qu� bendita verdad es esa! �l nos recibe con esperanza y contin�a brindando esperanza incluso hasta el final de la vida.

Cuando llegan los dolores, no nos encerramos en la convicci�n de que somos v�ctimas del destino. Hay un "despu�s" de cada castigo, con "fruto apacible de justicia". No se ha llegado al final. Todav�a estamos en la escuela. Dios nos trata como a hijos. Lo bendeciremos poco a poco por la disciplina de la vida. Mientras tanto, �l nos sostiene y consuela a tal grado que incluso se sabe que un hombre ha dicho: "Bueno es para m� que haya sido afligido". Dios esta con nosotros. Seguramente llegaremos a puerto. Esperamos en �l. Y cuando nos acercamos a la muerte, �qui�n sino Dios puede permitirse la esperanza? ( Stand de HM, DD )

El Creador record�

En cualquier antolog�a sobre la vejez, esto f�cilmente ocupar�a el primer lugar. Su elenco es po�tico, su sustancia la prosa m�s severa. En �l, el veredicto de la experiencia lo da quien se ha propuesto "conocer la sabidur�a y conocer la locura y la insensatez". El Predicador simplemente ha hablado por las multitudes silenciosas. �Estar� el joven cuerdo y escuchar� y har� caso, o mareado e incr�dulo, hasta que al final �l tambi�n gritar� con remordimiento: �Vanidad de vanidades, todo es vanidad�? Ciertas verdades y principios deben estar atados al cuello y escritos en las tablas de su coraz�n.

I. La juventud es creaci�n de Dios. Si duplica o niega esto, vivir� como las bestias que perecen, y estar� listo despu�s de un tiempo para decir que no tiene preeminencia sobre ellas. El esp�ritu de la �poca est� silenciando las demandas del Creador y magnificando las de lo creado. Si bien profesa la m�s profunda reverencia por una forma de insecto o un cristal impecable o una mota de polvo de estrellas, cierra los sentidos a cualquier llamado a la penitencia, la oraci�n, la confianza o el sacrificio, ya que no podemos saber si hay Uno supremo que haya lo pronunci�. El joven est� en peligro. Dios es, no hay duda, quiz�s no. �l es tu Creador. Acu�rdate de �l y de que eres suyo, no tuyo. Tus intuiciones son correctas; te se�alan a �l.

II. En el orden natural de la vida, la mayor�a viene. Los corderos que brincan por los campos, los p�jaros que cantan entre las ramas no sue�an que alguna vez envejecer�n. Ning�n animal tiene un indicio de descomposici�n futura. Solo el presente les teme. Pero el hombre no puede ocultarse a s� mismo el hecho de las limitaciones. Incluso el ni�o percibe que en el tiempo lejano sus pasos se tambalear�n, su forma se arquear� y su rostro se arrugar�.

El joven sabe que el entusiasmo se desvanecer� a medida que se profundice la noche de la vida. El hombre fuerte es consciente de que se acercan los d�as de decadencia. La casa en cada parte parece desmoronarse. El coraz�n trabaja latiendo, como un motor gastado, con mucho ruido y frecuentes llamadas de auxilio y reparaci�n. El hilo de la vida, m�s delicado, se separa hilo por hilo, y el cuenco de oro que colgaba de �l, en el que la luz ha ardido durante ochenta a�os, pronto se romper� en fragmentos.

Y as�, ya sea el c�ntaro que ya no recupera el aliento, o la rueda cuyas tediosas vueltas de vida est�n gastadas y que se ha roto sobre s� misma, es el final. La vida se ha ido, ha llegado una muerte, y cada uno a lo suyo. El polvo reclama a sus parientes; el Se�or Su.

III. La maldici�n de la edad es lo que ha invitado la juventud. Su propio ego�smo le ha robado ayudantes. La indolencia lo ha vestido de harapos. El enga�o ha hecho que todos desconf�en y sospechen de �l. La lengua cruel ha matado a sus defensores. El libertinaje ha consumido carne y cuerpo, sobreviviendo un poco para ser torturado. Hawthorne dijo: "Las enfermedades que vienen con la vejez pueden ser el inter�s de la deuda de la naturaleza, que deber�a haberse pagado de manera m�s adecuada para la temporada; a menudo, el inter�s ser� un pago m�s pesado que el principal". Siempre ser� m�s pesado para los malos.

IV. La vida religiosa es la verdadera vida. El hombre por nacimiento y desarrollo est� aliado de Dios. Completa el significado de la existencia s�lo prestando atenci�n a las leyes y los impulsos que da el Se�or. Muestra su grandeza por encima de la creaci�n simplemente por su consideraci�n por las ideas y las cosas que no son visiblemente una con ella. Dado que cambia y perece, �l se acerca y se aferra a lo inmutable y eterno. "No ser�a el objeto m�s distinguido en �l si no fuera demasiado distinguido", dijo el ilustre alem�n. A lo largo de su camino divinamente marcado, encuentra gozo brotando de los deberes realizados. El entusiasmo por construir la inmortalidad hace que su m�s m�nimo acto sea sublime.

V. La vida religiosa se prepara para el juicio. Aqu� parece que est� la clave de este tratado. La revelaci�n debe adaptarse a la capacidad del receptor. Una mente y un coraz�n burdos solo se llevan gradualmente a Concepciones m�s perfectas. Las cosas y los acontecimientos materiales llenaron la visi�n de aquellos a quienes lleg� por primera vez el mensaje del cielo. Las recompensas y los castigos eran de naturaleza muy pr�ctica. Se ofreci� alimento, descendencia y larga vida a los obedientes y se les quit� a los desobedientes.

Valdr�a la pena prestar atenci�n a los mandamientos de Jehov�. El Juez es el Se�or, que ha sostenido, probado y conocido las obras de todos. Los malvados deben venir con sus cr�menes audaces y sus hechos ocultos y responder por ellos. Ese tribunal no tiene por qu� temer a los obedientes. Es su vindicaci�n ante cualquiera que los cuestionara o se regocijara por ellos. Y todos ver�n que los ajustes de otra vida satisfar�n perfectamente las inconsistencias de esta. ( Sermones del club de los lunes ) .

"Acu�rdate de tu Creador"

I. Recuerde - �qui�n? "Tu Creador". Como estamos en deuda con Dios por nuestra vida y salud, y por las facultades de la mente, lo m�s apropiado es que lo recordemos. �No quieres ...

1. � Te acuerdas de �l y oras?

2. � Te acuerdas de �l y s� agradecido?

3. � Acu�rdate de �l y s� obediente?

4. � Acu�rdate de �l y vele?

II. �Recuerda cuando?

1. La juventud es el momento de almacenar la memoria. La vida es ahora comparativamente libre y todos los poderes del cuerpo y la mente pueden desarrollarse f�cilmente. Ahora es el momento en que puede adquirir el h�bito de pensar en Dios, el h�bito de orar y el h�bito de actuar por principios y para la gloria de Dios. Si forma el h�bito ahora, ser� m�s f�cil hacerlo bien.

2. La piedad juvenil te salvar� de muchos pecados y dolores.

3. La piedad juvenil ennoblecer� y embellecer� su vida.

III. Recuerda, �por qu�? Porque vendr�n d�as malos y se acercar� el tiempo en que no hallar�s placer en las cosas buenas. �Oh, qu� triste ser� si dejas pasar los d�as de la juventud sin entregar tu coraz�n a Cristo! ( W. Ballena. )

El recuerdo de nuestro Creador

I. Lo que est� impl�cito en el mandato de recordar a Dios como nuestro creador.

1. Debemos recordar que �l nos hizo a nosotros, y no a nosotros mismos.

2. Debemos tener presente el cuidado supervisor de Su providencia y las riquezas de Su gracia.

3. Debemos recordar la autoridad con la que, por el derecho de la creaci�n, Dios est� investido; una autoridad para llamarnos a rendir cuentas por el uso que hacemos de los privilegios que se nos otorgan. Ante �l somos responsables, y �l nos juzgar�.

II. Algunas razones por las que debemos recordar a nuestro creador en los d�as de nuestra juventud.

1. Y aqu� se puede exigir con justicia: �Podemos recordarle demasiado pronto? Tanto la raz�n como la Revelaci�n nos se�alan que el servicio de Dios no puede comenzar demasiado pronto.

2. Este deber es m�s practicable en la juventud.

3. Una tercera raz�n para recordar a nuestro Creador en la juventud es la incertidumbre de la vida.

4. El recuerdo de nuestro Creador en la juventud proporcionar� un remedio para los males de la vida,

5. El �nico argumento restante que mencionar� a favor de la piedad primitiva se deriva del honor que de este modo se acumular� para la religi�n y del efecto que tendr� en la promoci�n de la gloria de Dios.

III. Los medios para lograr y preservar el recuerdo de nuestro Creador.

1. Ya que somos por naturaleza ajenos a la verdad divina, estemos preparados para recibir instrucci�n de aquellos que son m�s sabios y mejores que nosotros.

2. Examinemos las Escrituras. Son la revelaci�n de nuestro Creador. No solo nos recordar�n a �l, sino que contienen todo el conocimiento de �l que es esencial adquirir, y "nos pueden hacer sabios para la salvaci�n mediante la fe que es en Cristo Jes�s".

3. Que sea un principio fijo el aprovechar todos los dem�s medios de gracia, del ministerio de la Palabra de Dios, del culto p�blico y dom�stico.

4. Esforc�monos por formar el h�bito de ver al Creador en todas las cosas; de reconocer la mano de Dios en las obras de la naturaleza y el curso de los acontecimientos. Si hacemos un uso correcto de estos grandes vol�menes que est�n abiertos ante nosotros, contemplaremos en todas partes la agencia del Todopoderoso.

5. Debemos vigilar estrictamente nuestro coraz�n y nuestra conducta. ( Observador cristiano . )

Recordando a dios

Esa palabra "recordar", donde est�, debe significar mucho. Debe significar tener presente el pensamiento de Dios como la influencia formadora, constructiva y soberana de la vida. La idea de belleza por la que pinta el artista; la idea de la cosecha especial con la que el agricultor cultiva los campos; la carta por la que navega el marinero. Entonces de la idea de Dios. Debemos pensar en ello; debemos sentir en referencia a �l; debemos trabajar bajo su inspiraci�n; debemos vivir por el poder de su vida e incentivo. La idea de Dios es iluminaci�n y poder. Es interpretaci�n y es el poder de realizaci�n. Ahora, para dos o tres pensamientos que nos instan a esta pr�ctica en la juventud.

1. En primer lugar, la juventud es educable. Si un hombre quiere ser mec�nico, comerciante o m�dico, comienza temprano. Es esencial para el oficio o la profesi�n que as� sea. Si un hombre quiere cristianizar su vida, hacer que esa vida sea religiosa, �no deber�a empezar temprano, en analog�a con otras cosas que hace? As� como la cera caliente recibe la impresi�n con claridad y la retiene �duraderamente, as� la mente impresionable de los j�venes recibe el sello del car�cter de Dios m�s claramente y lo retiene m�s duraderamente que en los per�odos posteriores de la vida.

2. Considere tambi�n lo sencilla que es la vida cuando somos j�venes. Mire al hombre de negocios de cuarenta y vea c�mo su vida ha dejado su simplicidad original. Ya no es simplemente un hijo y un hermano, un amigo y un estudiante: �l mismo es un esposo y un padre, y un hombre de negocios con cientos de preocupaciones y responsabilidades. Su vida se ha ramificado en una maravillosa complejidad. Es intrincado, complicado y dif�cil de manejar.

Supongamos ahora que el hombre de cuarenta comienza a ser religioso. �Cu�n dif�cil es su problema: tomar esa fuerza �nica de la gran idea de Dios y enviarla a trav�s de todas estas relaciones en las que se encuentra! Es como un intento de enhebrar no una, ni diez, ni una veintena, sino cien agujas a la vez. Pero, si el hombre comienza temprano, es diferente. Es un hijo; y deja que el amor de Dios influya en esa relaci�n, y busca el poder de Dios para comprender el significado de la misma.

Es hermano, amigo, estudiante. Estas son las relaciones simples en las que se encuentra. Que los ponga bajo la iluminaci�n divina, abra su coraz�n al poder que lo lleva a darse cuenta del significado divino de la existencia. Entonces, cuando su vida se agrande, ser� un proceso de asimilaci�n. La vida ser� simplemente el crecimiento de la piedad.

3. Entonces, nuevamente, si un hombre quiere lograr alg�n logro elevado en la religi�n, debe comenzar temprano. �Qu� es la religi�n sino la consagraci�n y la perfecci�n de la vida humana? Y, si se trata de la consagraci�n y perfecci�n de la vida humana, �no deber�a la pasi�n del coraz�n de un hombre ser la eminencia en ella?

4. Si comenzamos temprano, podemos esperar finalmente la bendici�n y el poder consumados de la vida religiosa: espontaneidad en el trabajo, espontaneidad en nobles visiones de Dios, nobles visiones de los hombres y del futuro del mundo, espontaneidad en la bondad. ( GA Gordon. )

Vida humana

I. Las sucesivas etapas de la vida humana.

1. Aqu� tenemos la etapa de crecimiento. "Los d�as de tu juventud". �Hermoso per�odo este! Es el resorte de apertura, lleno de fuerza germinativa y rica promesa.

2. Aqu� tenemos la etapa de declive. �Mientras vienen los d�as malos�, etc. El mundo, visto a trav�s del ojo de la vejez, es una cosa muy diferente de lo que se ve a trav�s del ojo de la juventud. No hay brillo en el paisaje, no hay rayas de esplendor en el cielo; hay una sombra profunda que se posa sobre todo.

3. Aqu� tenemos la etapa de disoluci�n. "El hombre va a su largo hogar". La tumba es el largo hogar de su cuerpo, la eternidad el largo hogar de su alma.

II. La obligaci�n soberana de la vida humana. Hay una obligaci�n que atraviesa todas estas etapas, se encuentra con el hombre en cada paso que da. �Qu� es? "Acu�rdate ahora de tu Creador". Dos cosas son necesarias para el cumplimiento de esta obligaci�n.

1. Un conocimiento intelectual del Creador. Tres ideas est�n incluidas en nuestra concepci�n de este car�cter trascendente.

(1) Originaci�n absoluta. Pensamos en �l como un antecedente de todas las dem�s existencias, existiendo en las ininterrumpidas soledades de la inmensidad, teniendo en S� mismo los arquetipos de todo lo que ha sido, de todo lo que ser�; y el poder de darles formas de existencia distintas de �l mismo.

(2) Propiedad absoluta. Lo que ha creado es Suyo incondicionalmente y para siempre Suyo. �Todas las almas son m�as�, etc. Hay a�n otra idea incluida en la concepci�n del Creador.

(3) Obediencia absoluta. Si todos tenemos y somos Suyos, �no deber�amos estar regulados por Su voluntad en todas las cosas? �No deber�a su voluntad ser nuestra ley soberana en todas las cosas?

2. Una simpat�a de coraz�n hacia �l. �Qu� ha hecho Dios por nosotros y qu� ha prometido hacer? Dejemos que el coraz�n quede debidamente impresionado por la gratitud por el pasado y la esperanza por el futuro, y seguramente lo recordaremos.

III. El per�odo m�s selecto de la vida humana. "Acu�rdate ahora de tu Creador en los d�as de tu juventud".

1. Es el mejor per�odo para cultivar una vida piadosa. Las concupiscencias permanecen relativamente dormidas, los h�bitos no se han formado, los prejuicios no han alcanzado ning�n poder; la conciencia es susceptible, el coraz�n es tierno, el intelecto es libre, etc.

2. El cultivo de una vida piadosa en la juventud bendecir� cada per�odo subsiguiente de la existencia. A trav�s de la madurez, la vejez, la muerte, la eternidad y todos los tiempos futuros, una vida piadosa asegurar� la verdadera bienaventuranza del ser. ( Homilista. )

La juventud irreligiosa

"Recuerda ahora a tu Creador".

I. Porque esos poderes del esp�ritu humano a los que apela la religi�n se ejercen y desarrollan ahora. El joven no puede estar en la misma situaci�n que el infante de d�as, que no puede pensar, ni juzgar, ni querer. El joven racional debe estar sobre una base diferente del joven idiota. Si Dios nos llama a seguir un cierto curso, todos los que tienen facultades para seguirlo est�n, en virtud de la posesi�n de estos poderes, bajo obligaci�n; siendo la posesi�n de los poderes el fundamento y la prueba del reclamo.

II. Porque los reclamos de Dios existen ahora. "Tu Creador".

III. Porque la temporada de la juventud ahora es fugaz. La infancia se ha ido; la infancia ya no existe; pero la juventud, incluso si acaba de llegar, realmente se va. Pronto, por tanto, ser� imposible para los j�venes irreligiosos ser j�venes religiosos. Puede que se convierta en un hombre piadoso, pero aun as� habr� sido un joven imp�o.

IV. Porque ahora vienen d�as de maldad.

1. Se acerca el d�a malo de la pecaminosidad confirmada. Los actos repetidos y los estados apreciados son h�bitos. �Oh, cu�n misteriosa y poderosa es la fuerza del h�bito! Es un hilo de seda transformado por procesos invisibles en una cadena de hierro.

2. Se acerca el d�a malo de la tentaci�n multiplicada. El cuerpo crece d�a a d�a, y con su crecimiento puede surgir alguna lujuria carnal, puede ser borrachera o vicio m�s grosero. La mente se desarrolla gradualmente, y con su desarrollo puede surgir alguna tentaci�n espiritual - puede ser enga�o - escepticismo - infidelidad. Satan�s est� concentrando fuerza y ??poder para estampar profunda y claramente este dado: un car�cter pecaminoso.

3. Se acerca el d�a malo de la angustia.

V. La muerte puede estar muy cerca, y seguramente llegar� ahora.

VI. La vejez trae las dolencias correspondientes; y si llega a ti, parecer� que ha llegado pero ahora. La "noche de la vida" es una frase com�n para la vejez; no se deje enga�ar por esta fraseolog�a po�tica. Si la vejez es, en su calma y quietud, como el anochecer, recuerde que tiene el crep�sculo y el fr�o del anochecer. Los a�os embotan los sentidos corporales e igualmente las susceptibilidades del alma. �Qui�n, por tanto, en su sano juicio, esperar� la vejez, para que en ella pueda "obrar su propia salvaci�n con temor y temblor"?

VII. Las mejores instalaciones existen ahora. Hablo ahora de ventajas externas, me refiero al estado del esp�ritu y afirmo que el estado del alma en la juventud proporciona m�s ayuda que el estado del alma en cualquier otro per�odo de la vida. Los h�bitos no se confirman tanto en la juventud como en los a�os m�s avanzados, porque la confirmaci�n de los h�bitos requiere tiempo, y todav�a no se ha dado mucho tiempo.

VIII. La religi�n dar� la mayor alegr�a y asegurar� la mayor utilidad si se inicia ahora.

1. Dar� el mayor placer. No hay tanto que desaprender como cuando las personas se vuelven piadosas al final de la vida; y desaprender es un proceso fastidioso. Si hay alg�n placer en la religi�n, la cantidad que se ingiere aumenta al probarse temprano.

2. Asegurar� la mayor utilidad. La piedad juvenil ejerce una influencia peculiar en s� misma, y ??Dios parece elegir para su utilidad principalmente a los que son piadosos cuando son j�venes.

IX. La ruina puede alcanzar a un joven ahora. Si la ruina te alcanzara, mejor te hubiera muerto en la infancia; es m�s, ser�a mejor no haber nacido nunca. ( S. Mart�n. )

Se exhorta a los j�venes a recordar a su Creador

I. El deber aqu� ordenado.

1. El objeto es nuestro Creador.

(1) Hubo un per�odo en el que no ten�amos ning�n ser; si siempre hubi�ramos existido, no habr�amos tenido Creador; pero en el per�odo limitado de la vida mortal, tanto en lo que respecta a su comienzo como al final, las Escrituras son expl�citas ( Job 8:9 ; Salmo 39:5 ; Santiago 4:14 ).

(2) Tenemos un Creador y, por lo tanto, no nos hicimos a nosotros mismos; si nos hubi�semos dado la existencia, el deber ordenado en el texto se habr�a referido s�lo a nosotros mismos; pero ning�n ser puede hacerse a s� mismo, ya que eso supondr�a que actu� antes de su existencia, lo cual es una contradicci�n manifiesta.

(3) Nuestro Creador es Dios; esta es una de las primeras verdades de la religi�n revelada ( G�nesis 1:27 ; G�nesis 6:7 ; Deuteronomio 4:32 ; Malaqu�as 2:10 ).

2. El acto de recordar. "Recordar a nuestro Creador" implica:

(1) Un conocimiento previo de �l. �l se ha dado a conocer a nosotros por las obras de sus manos ( Salmo 19:1 ; Romanos 1:20 ); por los actos de su providencia ( Salmo 104:27 ; Mateo 10:30 ; Hechos 17:28 ).

Pero m�s especialmente por las manifestaciones de Su gracia ( �xodo 34:6 ). Como Dios de gracia, perdona nuestros pecados, renueva nuestro coraz�n; y conocerlo en este car�cter es tener conciencia de que �l realmente lo ha hecho por nosotros. Este conocimiento s�lo puede obtenerse mediante una influencia divina ( Mateo 11:27 ; Mateo 16:17 ).

(2) El recuerdo frecuente y la conciencia actual de Su presencia divina; poner al Se�or siempre delante de nosotros y considerarlo como un Ser esencialmente presente en todos los lugares. Este recuerdo debe ser:

(a) Reverencial; Su Divinidad eterna, su terrible justicia y sus maravillosos actos deben inspirarnos los m�s profundos sentimientos de veneraci�n.

(b) Cari�oso; Su amor infinito en el don de su Hijo, y su asombrosa misericordia al perdonar el pecado, deber�an llevarnos a recordarlo con sentimientos del m�s ardiente apego.

(c) Operativo; deber�amos demostrar que lo recordamos, evitando todo lo que aborrece y siguiendo todo lo que manda.

II. El per�odo peculiar en el que se debe practicar este deber: "Ahora, en los d�as de tu juventud".

1. Porque �l es el objeto m�s digno de nuestro recuerdo; y aquello que es m�s digno tiene los primeros y m�s elevados reclamos sobre nuestra "atenci�n".

2. Porque tal recuerdo, en este momento, es peculiarmente aceptable para Dios. �Oh, qu� hermosa es la piedad juvenil! Seg�n la ley, las primicias y los primog�nitos eran propiedad exclusiva de Dios; y los capullos del ser, y los primeros capullos de la juventud, son el sacrificio m�s aceptable que podemos ofrecer a nuestro Creador; �Descuidaremos estas ofrendas?

3. Por la relativa facilidad con que se puede realizar.

4. Porque el presente es el �nico tiempo determinado que podemos ordenar para hacerlo; el pasado se ha ido, el futuro puede que nunca sea nuestro.

5. De los principios de la justicia: �l es nuestro Creador y, por tanto, reclama con justicia la totalidad de nuestro servicio.

6. De los principios de la gratitud; Le debemos todo nuestro; tie se acord� de nosotros en nuestro bajo estado; Todav�a nos recuerda; en las alas de cada hora leemos Su paciencia. �Oh, qu� gran deuda de gratitud se le debe!

7. De los principios del inter�s propio; recordar a nuestro Creador es el camino hacia la verdadera sabidur�a, el honor sustancial y la felicidad inmarcesible. ( Apuntes de Four Hundred sermones. )

D�as de juventud

Tenemos aqui&mdash

1. Las sucesivas etapas de la vida humana.

2. La obligaci�n primordial de la vida humana. Para "recordar al Creador". Este recuerdo del Creador debe ser inteligente, amoroso, pr�ctico, permanente.

3. El per�odo m�s selecto de la vida humana. "Los d�as de tu juventud".

I. Los d�as de la juventud son d�as de peculiar ilusi�n. Viven en romance. Su teor�a de la vida tiene poca semejanza con la dura realidad. Su paisaje floreciente no es m�s que un espejismo creado por su propia fantas�a. Mira sus puntos de vista

1. En cuanto a la felicidad de la vida. En la casa que ellos mismos han pintado no hay nubes, ni tormentas, ni plagas. Pero cu�n diferente encuentran la realidad a medida que avanzan por las diferentes etapas hasta la vejez.

2. En cuanto a la duraci�n de la vida. La mayor�a de los j�venes posponen su muerte mucho m�s lejos de lo que est�.

3. En cuanto a la improbabilidad de la vida. La mayor�a de los j�venes sienten que deben ser religiosos y aplazan el trabajo de la cultura espiritual hasta un momento en el futuro que consideren m�s conveniente. Pero ese momento nunca llega.

II. Los d�as de la juventud son d�as de peculiar tentaci�n.

1. Credulidad. No sospechan nada y son confiados, y con mentes pero parcialmente informadas de los hechos de la existencia, y no entrenados para sopesar pruebas, est�n listos para aceptar casi cualquier proposici�n plausible, especialmente cuando est� de acuerdo con sus deseos.

2. Carnalidad. En las primeras etapas de la vida humana, el animalismo es el poder reinante. Todos los placeres son placeres de los sentidos.

3. Vanidad. El engreimiento de la juventud es proverbial. Son vanidosos de su apariencia, de sus talentos, si no tienen riqueza ni ascendencia.

4. Gregarismo. Fuerte es la tendencia en las naturalezas j�venes a seguir y mezclarse con otros.

III. Los d�as de la juventud son d�as de peculiar valor. Si bien todos los a�os y horas de la corta vida del hombre tienen un valor incalculable, el tiempo de la juventud es preeminentemente precioso; sus horas son doradas. Es preeminentemente valioso:

1. Por su ligereza. �La juventud�, dice John Foster, �no es como una prenda nueva que podemos mantener fresca al usarla con moderaci�n, debemos usarla a diario y se desgasta r�pidamente. Es una flor que pronto se seca ".

2. Por sus posibilidades. Las posibilidades de flores, frutas, huertos ricos y campos ondulantes de cosecha dorada se cierran en la primavera; as� es con la juventud, la grandeza de la virilidad est� en la juventud. Quien quiera ser un gran ciudadano, orador, santo, debe comenzar en la juventud. ( Homilista. )

Piedad juvenil: descrita e inculcada

I. Decir en qu� consiste la piedad juvenil. Consiste, hallar�s, en un recuerdo dispuesto, filial y agradecido de Dios, un recuerdo que induce la aquiescencia de la voluntad divina y la sujeci�n a ella.

II. Para obviar algunas objeciones.

1. Es tiempo suficiente, dicen algunos, para que los j�venes piensen seriamente y sean piadosos. Esta objeci�n procede del supuesto de que la juventud a�n tiene muchos d�as y a�os por venir; pero, �c�mo sabemos lo que puede traer un d�a o incluso una hora?

2. La juventud es el momento del disfrute, dicen otros: los j�venes deben divertirse. Cierto; y �no hay nada que disfrutar del favor y la amistad de nuestro Creador? �Nada para disfrutar en libertad de la culpa y del poder del pecado? �Nada para disfrutar siendo bueno y haci�ndolo bien? �Y hay alg�n tiempo comparable al de la juventud para el disfrute de estas cosas?

3. La religi�n est� muy bien y es adecuada para la vejez y la enfermedad es una objeci�n a la piedad juvenil casi aliada a la anterior. As� es: pero �es, por tanto, inadecuado para la salud y la juventud?

4. Podemos arrepentirnos y ser religiosos en el futuro, dir�n a veces los mismos j�venes, cuando se les exhorta a recordar ahora a su Creador. Pero arrepentirnos cuando queremos no est� en nuestro poder. El arrepentimiento es el regalo de Jesucristo, y �l puede retener con justicia ma�ana lo que rechazamos hoy ingratamente.

5. La piedad induce a la tristeza y la melancol�a, a menudo se la impulsa m�s. �Qui�nes son los que dicen que la piedad provoca depresi�n y tristeza de esp�ritu? No los piadosos, sino los que nunca sintieron el poder de la piedad o experimentaron el gozo de la fe. �Son, entonces, cre�bles los que nos dicen de lo que no pueden ser jueces?

6. La piedad interfiere con la conducta gentil y educada, tambi�n se ha dicho. Esta objeci�n delata en aquellos que la adelantan una gran ignorancia de las Escrituras y del car�cter de las Escrituras. No: el Evangelio que predicamos inculca la moral m�s justa y casta, templa la m�s amable, la manera m�s afable, la conducta m�s cort�s.

7. Incurrir� en reproche y posiblemente pueda da�ar la reputaci�n de un joven; y, en consecuencia, tambi�n puede retrasar su avance en la vida para que sea piadoso demasiado pronto, es la objeci�n final a la piedad temprana que elegiremos notar. �Cu�n s�rdidas deben ser las opiniones de un padre que busca primero para sus hijos cualquier objeto por debajo del �reino de Dios y su justicia�! �Y c�mo se debe desear y valorar �la honra que viene del hombre� por encima de �la honra que viene de Dios solamente� donde existe el temor al descr�dito a causa de la religi�n!

III. Para exponer algunas razones para ello.

1. Es razonable en s� mismo: que una criatura recuerde a su Creador; una criatura redimida su Redentor; y una criatura inmortal esa inmortalidad que le espera. Execramos la ingratitud unos hacia otros: �no hay nada de ofensivo en un olvido ingrato de nuestro Hacedor?

2. Dios lo requiere. Sin embargo, �me hab�is robado�, que Dios diga justamente a aquellos de nuestra juventud que se olvidan de �l y le niegan el homenaje de su coraz�n.

3. La mente es m�s susceptible a las impresiones cuando es joven.

4. La piedad en la juventud da un sesgo adecuado a los afectos.

5. El mundo ser� visto bajo una luz verdadera.

6. La piedad en la juventud sienta las bases para la placidez y la calma en la vejez.

7. Jesucristo, nuestro Dios y Salvador, ser� honrado m�s abundantemente por la devoci�n de nuestros primeros a�os a Su servicio.

IV. Recomendarlo encarecidamente a los j�venes entre ustedes. ( W. Mudge, BA )

Los d�as de tu juventud

I. Lo que estos d�as son en s� mismos.

1. Son los d�as m�s propicios para �recordar� al Se�or. Era una cita de los tiempos antiguos que el man� deb�a ser recolectado por la ma�ana, y para cualquiera que esperara hasta tarde en el d�a no hab�a ninguno, incorporando una lecci�n que los j�venes bien pueden recordar. La promesa del Se�or es para los que lo buscan "temprano" que lo encontrar�n.

2. Son los d�as de privilegios especiales y promesas. Piense en algunas de las biograf�as inspiradas de algunos de los m�s eminentes y lo que nos muestran de los d�as de su juventud. Jos�, por ejemplo, cuyos primeros d�as deben haber revelado la pureza y la nobleza encendidas que hicieron de su vida tal poder y de sus propios huesos una inspiraci�n. Piense en Samuel en los d�as de su juventud, en los que la educaci�n de la madre y el llamado del Se�or muestran lo que ser�, como en los d�as posteriores su nombre figura en el registro de los dignos como �Samuel entre los que invocan Su nombre.

"Vu�lvase a los j�venes hebreos en Babilonia, y, cautivos como eran, ver� el poder que se reuni� a su alrededor cuando en su abnegaci�n dejaron a un lado los manjares de la mesa del rey en lugar de incurrir en la posibilidad de pecado, y desafiaron a la terrores del foso de los leones y del horno de fuego para que sean fieles a Dios.

3. Los d�as de la juventud son los d�as m�s receptivos y m�s retenidos de lo que pueda influir en ellos. De esto se deduce que debe haber todo el cuidado posible de que se reciba el bien y se excluya el mal. Es lo que primero se toma en la mente lo que se hunde m�s profundamente y dura m�s.

II. Cu�les ser�n si se usan correctamente.

1. Ser�n d�as de verdaderas y ricas bendiciones.

(1) Para ello, sin embargo, deben ser d�as de respuesta a la llamada divina.

(2) Tambi�n debe haber la plena aceptaci�n del Se�or Jesucristo como su porci�n. Puede implicar abnegaci�n, y lo har�; el Se�or lo establece al comienzo de Su servicio; pero ese es un ejercicio noble para los j�venes bajo cualquier condici�n, y en conexi�n con el servicio del Se�or traer� una rica bendici�n.

2. Siendo esto, los d�as de su juventud ser�n d�as de promesa de gracia para todos los d�as posteriores. La descripci�n inspirada del curso es como "la luz brillante", y no solo eso, sino "que brilla cada vez m�s hasta el d�a perfecto".

III. Debe hacerse el uso correcto de estos d�as de una vez.

1. Deber�a, debido a la propensi�n que hay en la juventud a posponer estas cosas para el futuro, y c�mo crecer�n en el hombre.

2. Deber�a, tambi�n, porque hay muchos que tratar�n de llevarte a la negligencia y la insensatez.

3. Deber�a, tambi�n, porque te llenar� con la porci�n divina desde el principio.

4. Deber�a serlo, tambi�n, porque no solo les dar� una bendici�n a ustedes mismos, sino que tambi�n los convertir� en una bendici�n para los dem�s. ( JP Chown. )

Sobre las ventajas de una piedad temprana

I. La naturaleza del acto o deber aqu� prescrito; es decir, recordar a nuestro Creador. Recordar a Dios es, con frecuencia, y en nuestros pensamientos m�s serios y retirados, considerar que existe un Ser como Dios; de todo poder y perfecci�n, quien nos hizo y todas las otras cosas, y nos ha dado leyes para vivir adecuadas a nuestra naturaleza; y nos llamar� a rendir cuentas estrictamente por nuestra observancia o violaci�n de ellos y, en consecuencia, nos recompensar� o castigar�; muy a menudo en este mundo y, sin duda, en el otro. Es revivir a menudo en nuestras mentes los pensamientos de Dios y de sus infinitas perfecciones, y vivir continuamente bajo el poder y el asombro de estas aprensiones.

II. Lo que hay en la noci�n de Dios como nuestro creador que es m�s particularmente apto para despertar y obligar a los hombres al recuerdo de Dios.

1. La creaci�n es, de todos los dem�s, el argumento m�s sensato y obvio de una Deidad. Otras consideraciones pueden obrar sobre nuestra raz�n y entendimiento, pero esto, por as� decirlo, trae a Dios a nuestros sentidos.

2. La creaci�n es una demostraci�n del poder infinito de Dios. Y esta consideraci�n puede trabajar sobre nuestro miedo, la pasi�n m�s despierta de todas las dem�s en el alma del hombre.

3. La creaci�n es una demostraci�n de la bondad de Dios para con sus criaturas. Esta consideraci�n de Dios, como nuestro Creador, sugiere naturalmente a nuestras mentes que Su bondad nos trajo a la existencia; y que, si es un beneficio, Dios es la Fuente y Autor del mismo.

III. La raz�n de la limitaci�n de este deber m�s especialmente a esta �poca particular de nuestras vidas. "Ahora, en los d�as de tu juventud".

1. Involucrar a los j�venes para que comiencen esta gran y necesaria obra de la religi�n a tiempo y tan pronto como sean capaces de tomarla en consideraci�n.

2. Involucrar a los j�venes para que emprendan este trabajo en el presente, y no postergarlo y postergarlo para el futuro, como la mayor�a suele hacer.

3. Y me esforzar� por mostrar en los siguientes detalles cu�ntas razones hay para insistir en estas dos consideraciones sobre los j�venes.

(1) Porque en esta era de nuestras vidas tenemos la obligaci�n m�s grande y m�s sensible de recordar a Dios nuestro Creador: �en los d�as de nuestra juventud�, cuando la bendici�n y el beneficio de la vida son nuevos, y el recuerdo de ellos est� fresco. nuestras mentes.

(2) La raz�n ser� a�n m�s fuerte para ponernos en esto, si consideramos que, a pesar de la gran obligaci�n que nos incumbe de "recordar a nuestro Creador en los d�as de nuestra juventud", somos m�s aptos en ese momento de todos. otros para olvidarlo. Porque lo que es la gran bendici�n de la juventud es tambi�n el gran peligro de ella, quiero decir, la salud y la prosperidad de la misma; y, aunque los hombres tienen la menor raz�n, son m�s propensos a olvidar a Dios en el colmo del placer y en la abundancia de todas las cosas.

(3) Porque esta era, de todas las dem�s, es la m�s apta y la mejor para comenzar un curso de vida religioso. Y esto no contradice el primer argumento, aunque parece hacerlo. Porque as� como es cierto de los ni�os que son m�s propensos a estar ociosos y, sin embargo, m�s aptos para aprender, as�, en el caso que estamos hablando, ambos son verdaderos; que la juventud es una �poca en la que somos demasiado aptos, si nos dejamos solos, para olvidar a Dios y la religi�n, y sin embargo, al mismo tiempo, m�s aptos para recibir sus impresiones.

(4) Este es el momento m�s aceptable de todos los dem�s, porque es el primero de nuestra era. Nuestro bendito Se�or se complaci� en ver a los ni�os peque�os venir a �l; un emblema del placer que �l toma de que los hombres se pongan a su servicio en el momento oportuno. San Juan era el m�s joven de todos los disc�pulos, y nuestro Salvador le ten�a una bondad y un afecto muy particulares; porque se dice que es "el disc�pulo a quien amaba Jes�s".

(5) Esta era de nuestra vida puede, por lo que sepamos, ser el �nico tiempo que podamos tener para este prop�sito; y si desechamos los pensamientos de Dios y postergamos el negocio de la religi�n hasta la vejez, con la intenci�n, como pretendemos, de ponernos manos a la obra en ese momento, podemos ser cortados antes de que llegue ese momento y convertidos en un infierno con la gente. que se olvidan de Dios. ( J. Tillotson, DD )

El deber y las ventajas de la piedad temprana

1. Aunque deber�amos comenzar a servir a Dios incluso desde nuestra juventud, nuestro primer servicio viene mucho despu�s de Sus favores. Antes de llegar a a�os de discreci�n, hemos contra�do una gran deuda de gratitud con nuestro Creador y Conservador; una deuda que podr�a inquietarnos mucho, porque nunca podremos saldarla, si no hubiera un placer en tratar de pagarla, y si tal esfuerzo no fuera todo lo que Dios requiere de nuestras manos.

2. Debemos servir a Dios en nuestra juventud, porque esa es la manera de facilitarnos la pr�ctica de nuestro deber; y porque, si partimos mal, despu�s es muy dif�cil enmendarlo. Es cierto que las personas se han arrepentido, aunque tarde, y se han librado de la esclavitud del pecado. Hay ejemplos de ello, para que nadie se desespere; y esos ejemplos son pocos, que nadie puede presumir.

3. Debemos servir a Dios en nuestra juventud, porque, como la virtud ser� la primera posesi�n de nosotros, no podremos cambiar para peor sin una resoluci�n poco com�n de hacer el mal. El primer amor suele ser el m�s fuerte y duradero.

4.La juventud es tambi�n el momento en que, en varios aspectos, podemos servir mejor a Dios que en una edad m�s avanzada, si hemos descuidado nuestro deber antes. Hay buenas cualidades y disposiciones favorables que a menudo lo acompa�an. As�, en la juventud debidamente educada, hay una sinceridad que a�n no se pierde con la pr�ctica del enga�o y el disimulo; hay una modestia que es a la vez una guardia de la virtud y un freno a las acciones pecaminosas; hay un respeto por los padres y los amos, el resultado natural de un estado de dependencia; hay flexibilidad y aptitud para recibir instrucci�n, que disminuye a medida que crecemos, si el amor propio, el orgullo y la vanidad aumentan m�s r�pidamente que la comprensi�n y el juicio, y nos hacen apresurados, obstinados y perversos; hay, por �ltimo, un vivo calor de temperamento, una actividad tanto del cuerpo como de la mente, que,

5. Sin embargo, la juventud, con todas sus ventajas, tiene sus desventajas, y es el momento en que estamos m�s tentados a olvidar a Dios; y, por tanto, deber�a inculcarse este precepto a esa �poca irreflexiva.

6. Si hay gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, y Dios en la Escritura est� representado bajo la imagen del padre en la par�bola, corriendo para encontrarse y abrazar a su hijo perdido tan pronto como regrese, sin embargo, es Muy razonable concluir que el hijo que, desde su juventud, sirve y nunca deja a su Padre celestial, debe serle m�s querido. Despu�s de haber buscado la felicidad donde la felicidad no se encuentra, entonces condenar nuestra locura, considerar, enmendar y producir los frutos del arrepentimiento es una parte sabia.

Pero es un comportamiento m�s sabio y generoso servir a Dios antes de haber servido a otros amos, no impulsados ??a �l, como un �ltimo refugio, por aflicciones o decepciones, o por una sensaci�n inmediata de peligro, o por un cansancio y disgusto del mundo.

7. Otra raz�n por la cual la juventud debe ser bien empleada es la incertidumbre de la vida.

8. Debemos servir a Dios en nuestros primeros d�as con miras a los d�as siguientes, que podemos esperar en el curso de nuestra vida. "Acu�rdate ahora de tu Creador en los d�as de tu juventud", dice Salom�n, "mientras no vengan d�as malos, ni se acerquen los a�os, cuando digas: No me complazco en ellos". Ciertamente vendr�n tarde o temprano, a menos que la muerte s�bita se lo impida; y, por lo tanto, si somos sabios, en nuestra juventud, antes de que nos alcancen, nos prepararemos para enfrentarlos y proporcionarnos toda la ayuda que podamos procurar para disminuir esos males, y para apoyarnos y consolarnos bajo ellos.

�Y qu� pueden ser, a menos que sea el favor de Dios y el sentido de una vida gastada en una industria loable, en adquirir conocimientos �tiles, en cumplir con nuestro deber para con nuestro Creador, en hacer buenos oficios con nuestro pr�jimo, en enmendar nuestras faltas y mejorando en virtud? Estos son un tesoro del que la fuerza y ??el fraude no pueden privarnos; que est� fuera del alcance de todos los enemigos y todos los accidentes. Las calamidades que caen sobre nosotros perder�n entonces gran parte de su peso; la vejez ser� para nosotros s�lo un acercamiento m�s cercano a la juventud eterna; y encontraremos la muerte, si no con alegr�a, al menos con decencia y resignaci�n.

9. A estas razones convincentes de una piedad temprana s�lo agregar� esto, que no es en ning�n aspecto duro y pesado. La juventud es alegre; y tambi�n lo es la religi�n. ( J. Jortin, DD )

Piedad temprana

I. La primera ventaja de la piedad temprana, y nuestra primera obligaci�n de cultivarla, es que nuestro deber para con nuestro padre celestial nos resulta f�cil y agradable. Que la costumbre y la pr�ctica hacen que todo sea f�cil, y la mayor�a de las cosas agradables para nosotros, es universalmente conocida y confesada; y en un grado peculiar se hallar� verdadero respecto a la piedad hacia Dios. En este caso, adem�s del deleite que surge naturalmente de la ejecuci�n de lo que nos es familiar, tendremos del mismo lado la aprobaci�n de nuestro propio coraz�n; el placer del h�bito mejorado por la conciencia del deber.

II. El poder y los efectos de la costumbre proporcionar�n otro argumento a favor de la piedad temprana; porque mostrar�n el peligro de contraer h�bitos opuestos al mostrar la dificultad de corregirlos. Los reproches de una conciencia herida, la convicci�n de haber ofendido a Dios, la ansiedad de ser restaurado a Su favor y la incertidumbre de si ese favor ahora puede ser merecido y obtenido; todas estas consideraciones alarman y oprimen la mente del anciano en transgresi�n; y forman tantas dificultades en el camino de su regreso a los caminos sagrados de la virtud y la religi�n.

Tiene, en verdad, una doble tarea que realizar: dejar de hacer el mal y aprender a hacer el bien; y el abuso de su juventud y salud al servicio del pecado ha dejado esta tarea, con todas sus dificultades, a la enfermedad y la vejez.

III. Ser� otra recomendaci�n de la piedad temprana, que es probable que se convierta en la m�s aceptable para su objeto; porque el m�s adecuado a su car�cter y al nuestro. En la juventud se encuentra generalmente una sinceridad y sencillez de coraz�n, que recomiendan cada parte del deber humano, y especialmente nuestro deber para con Aquel a quien todos los corazones est�n abiertos. En la juventud, aunque a�n no se ha corrompido por las relaciones con un mundo corrupto, generalmente se observa una timidez y modestia, que no solo forman una constante guardia de la pureza y la integridad, sino que hacen justicia para madurar en humildad y devoci�n. En la juventud encontramos la mayor aptitud para aprender.

IV. One unfortunate quality in our youth, however, too often counteracts these favourable dispositions, and retards their progress in piety. Too many of them are careless and thoughtless, apt to neglect the serious consideration of their Maker and His laws. Too many of them show a levity and fickleness of mind and temper, which disinclines them to the solemn offices of religion, and prevents the performance of those offices with due fervency and steadiness.

V. Es otra recomendaci�n de la piedad temprana, y otra obligaci�n para la pr�ctica de la misma, que de ese modo cumpliremos, en la medida en que se nos requiera, una deuda de gratitud y justicia. El primer tributo de nuestras facultades se debe naturalmente a Aquel que las dio. Por tanto, a los ni�os se les debe ense�ar desde muy temprano a meditar en las bendiciones de su Hacedor.

VI. Nuestra �ltima recomendaci�n de piedad temprana se extraer� de una fuente muy obvia, pero muy interesante, la brevedad e incertidumbre de la vida humana. La juventud no solo es la temporada m�s adecuada para dedicarnos al servicio de nuestro Dios, sino quiz�s la �nica temporada que se nos puede permitir. ( W. Barrow, LL. D. )

Un antiguo serm�n para j�venes oyentes

I. �Qu� aconseja Salom�n a los j�venes que recuerden? �l dice, "tu Creador": pero �qu� de Dios desea que sus oyentes tengan en cuenta?

1. Su existencia, como �l la prueba. Y lo prueba m�s claramente al crearnos; �l es nuestro Creador: �l nos hizo, a cada uno de nosotros, y ahora nos posee como Su posesi�n.

2. El car�cter de Dios, tal como lo manifiesta. Los paganos piensan que Dios es cruel; por eso insisten en que debe ser propiciado y complacido con sacrificios sangrientos.

3.La providencia de Dios, como �l la ejerce. No pasa un momento sin que tengamos Su cuidado. Entre los antiguos se contaba una historia muy agradable sobre una persona llamada Erichthonius: dec�an que ten�a muy buen cuerpo, de la cintura para arriba, pero que ten�a los muslos y las piernas como la cola de una anguila, peque�os y deformados; durante mucho tiempo no comprendi� que era diferente al resto de la humanidad, pero tan pronto como se dio cuenta de su odiosa debilidad, se puso tan melanc�lico que Dios se compadeci� de �l; y luego le mostr�, en un sue�o, lo que le dio una idea fresca y espl�ndida; es decir, esta pobre criatura informe fue el inventor del carro o carruaje, con el que se pod�a suplir su propia necesidad; Dios lo benefici�, y �l mismo se convirti� en un benefactor de los hombres. Una vez, cuando esta historia estaba relacionada con un ni�o, de repente dijo: �Supongo que no es exactamente cierto; pero si lo hubiera sido, hubiera sido muy amable, agregue la lujuria como Dios para hacerlo tambi�n ".

4. La Palabra de Dios, tal como la ha revelado. La Biblia es un mensaje enviado directamente por nuestro Hacedor; de modo que espera que todos, j�venes y mayores, lo leamos y descubramos lo que significa. Las Escrituras ense�an principalmente lo que debemos creer acerca de Dios y qu� deber exige Dios del hombre.

5. La Iglesia de Dios, tal como la ha organizado. Dio a su Hijo unig�nito para que fuera hecho Cabeza de todas las cosas de la Iglesia, que es Su cuerpo, "la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo".

II. �Cu�ndo, especialmente, debemos recordar a nuestro creador? "Ahora, en los d�as de tu juventud".

1. Al principio, recuerde que los j�venes pueden ser cristianos. �Por qu� no? Todo lo que tienen que hacer es venir y pedirle a Cristo que los tome y los convierta en sus hijos.

2. Recuerde, por tanto, que es m�s f�cil para los j�venes ser cristianos que para los dem�s; El esp�ritu de la religi�n es precisamente el de un ni�o peque�o, para empezar; y una carrera religiosa est� exquisitamente acorde con una disposici�n juvenil ( Mateo 18:8 ).

3. Recuerde, una vez m�s, que los j�venes a menudo se han convertido en cristianos. En las Escrituras tenemos el relato de Jerem�as, del hijo de la hermana de Pablo, de Timoteo, de Juan Marcos. En la Iglesia primitiva nos llegan los nombres de Policarpo, que debi� amar a Cristo cuando ten�a cuatro a�os; y se ha citado a menudo a Justino M�rtir diciendo que hab�a muchos ni�os y ni�as "que hab�an sido considerados disc�pulos del Se�or en su ni�ez y continuaron incorruptos toda su vida". M�s adelante en la historia, sabemos que Jonathan Edwards se convirti� antes de los siete a�os, y Matthew Henry antes de los once a�os, Isaac Watts antes de los nueve.

4. Recuerde que los j�venes siempre deben ser cristianos. Muchos son hijos de fiel formaci�n y de muchas oraciones. Dios es fiel a Su pacto, y �para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que est�n lejos, para cuantos el Se�or nuestro Dios llamare�. ( CS Robinson, DD )

La advertencia de no olvidar a Dios

Deber�amos prestar atenci�n a esta advertencia:

I. Por el amor del Se�or. "Ojal� pudiera preocuparme por Dios como mi perrito se preocupa por m�", dijo un ni�o, mirando pensativamente a su peludo amigo, "�l siempre parece tan complacido con eso, y yo no". Ese perrito obedeci� a su joven amo por el bien de su amo. Realmente lo amaba y trat� de demostrar este amor con la manera alegre y dispuesta en que lo obedeci�. Esto era lo correcto para �l; y es justo lo que Dios espera que hagamos.

II. Por nuestro propio bien. Cuando realmente empezamos a recordar a Dios y a guardar sus mandamientos, Dios nos dice a cada uno de nosotros, como les dijo a los israelitas en la antig�edad: "desde hoy los bendecir�". Y la bendici�n de Dios es m�s valiosa para nosotros que el resto del mundo. �Recuerda ahora a tu Creador�, le dijo una vez a un ni�o. �Todav�a no�, dijo el ni�o, mientras se ocupaba de su bate y pelota; �Cuando sea mayor lo pensar�.

�El ni�o creci� hasta convertirse en un hombre joven. �Acu�rdate ahora de tu Creador�, le dijo su conciencia. �Todav�a no�, dijo el joven; �Ahora estoy a punto de comenzar mi oficio; cuando vea prosperar mi negocio, tendr� m�s tiempo del que puedo disponer ahora ". Su negocio prosper�. �Acu�rdate ahora de tu Creador�, le susurr� su conciencia. �Todav�a no�, dijo el hombre de negocios; �Mis hijos ahora deben tener mi cuidado; cuando est�n asentados en la vida, estar� en mejores condiciones de atender las demandas de la religi�n.

Vivi� para ser un anciano canoso. �Acu�rdate ahora de tu Creador�, fue la voz que la conciencia le dirigi� una vez m�s. �Todav�a no�, segu�a siendo su grito; �Pronto me retirar� de los negocios, y entonces no tendr� nada m�s que hacer que leer y orar�. Poco despu�s de esto muri�, sin convertirse en cristiano. Dej� para otro momento lo que deber�a haber atendido cuando era joven, y eso provoc� la p�rdida de su alma. Esas dos peque�as palabras - "Todav�a no" - fueron su ruina.

III. Por el bien de los dem�s. La promesa de Dios a Abraham, cuando comenz� a servirle, fue que ser�a una bendici�n. Y Dios le dice lo mismo a todo su pueblo. Y no solo por nuestras palabras, sino por nuestras acciones y por nuestras oraciones, podemos estar haciendo el bien, todo el tiempo, a quienes nos rodean. ( R. Newton, DD )

La tarea del joven

A los j�venes, Salom�n les muestra la ventaja que tienen sobre los ancianos; como un barco que, al ver hundirse otro barco ante ella, mira a su alrededor, arrolla su vela, desv�a su rumbo y escapa de las arenas que se la tragar�an como hab�an hecho con el otro. As� que los que son j�venes no necesitan probar las trampas y los encantos del mundo, o los problemas y efectos del pecado, que los ancianos han probado antes que ellos, sino que deben tomar la prueba y la experiencia de otros y recorrer un camino m�s cercano para obtener sus deseos. deseos.

Eso es esto, dice Salom�n: si quieres tener paz o gozo de coraz�n en este mundo vano o transitorio, que has estado buscando todo el tiempo desde que naciste, debes "acordarte de tu Creador", que te hizo, que te eligi�, que te redimi�, que cada d�a te guarda, que para siempre te glorificar�. Y as� como el recuerdo bondadoso de un amigo recrea la mente, as� el pensar y meditar en Dios suplir� tus pensamientos, disipar� tu dolor y te alegrar�, como la vista del arca consol� a David; porque el gozo, el consuelo y el placer es donde est� Dios, como la luz y la alegr�a, y la belleza est� donde est� el sol.

Ahora bien, si quisieras tener este gozo, consuelo y placer durante mucho tiempo, y escapar de esas mil miserias, aflicciones y vanidades que Salom�n, con muchas pruebas fatigosas y tediosas, trat� de desnudar delante de ti, y sin embargo sostuvo todo pero la vanidad, cuando encontr� el camino, debes "acordarte de tu Creador en los d�as de tu juventud" en la primera primavera, y entonces tu felicidad ser� tan larga como tu vida, y todos tus pensamientos mientras permanezcas en la tierra. un anticipo de la gloria del cielo.

Esta es la suma del consejo de Salom�n. �Puede un ni�o olvidar a su padre? �No es Dios nuestro Padre? Por tanto, �qui�n es demasiado joven para recordarlo, ya que el ni�o conoce a su padre? As� como las heridas m�s profundas deben ser atendidas primero, las mentes m�s inestables deben ser confirmadas primero. En este extremo est� la juventud, como Salom�n les mostr� antes de ense�arles; porque en el �ltimo vers�culo del cap�tulo anterior llama a la juventud �vanidad�, como si dijera todo el mal en una palabra, y dijera que la juventud es incluso la edad del pecado.

Por tanto, habiendo mostrado a los j�venes su necedad bajo el nombre de vanidad, como buen tutor los lleva a la escuela y les ense�a su deber: "Acu�rdate de tu Creador", como si todo pecado fuera el olvido de Dios; y toda nuestra obediencia vino de este recuerdo, que Dios nos cre� a Su propia imagen, en justicia y santidad, para servirle aqu� por un tiempo, y despu�s para heredar los gozos que �l mismo tiene, los cuales, si recordamos, sin duda nos avergonzar�a pensar, hablar y hacer lo que de costumbre.

Es un viejo dicho, el arrepentimiento nunca es demasiado tarde; pero es un dicho verdadero, el arrepentimiento nunca es demasiado pronto. Por lo tanto, se nos ordena correr para obtener ( 1 Corintios 9:24 ), que es el paso m�s r�pido del hombre. Los querubines fueron representados con alas ante el lugar donde oraban los israelitas ( �xodo 25:20 ), para mostrar cu�n r�pido se �xodo 25:20 del Se�or.

El sabueso que corre a no ser por la liebre, se ci�e tan pronto como ve que la liebre se pone en marcha; el gavil�n que vuela salvo por la perdiz, emprende el vuelo tan pronto como ve la primavera de la perdiz; as� que debemos seguir la palabra tan pronto como hable, y acudir a nuestro Maestro tan pronto como nos llame. Si nuestros hijos se deforman en su juventud, nunca esperamos verlos favorecidos; as� que, si la mente est� plantada en el pecado, raras veces brota bondad de ese linaje.

Porque la virtud debe tener tiempo para crecer, la semilla se siembra en la juventud, que madura en edad. Prueba tus fuerzas, pero con uno de tus pecados, y mira qu� cambios, qu� excusas, qu� demoras encontrar�, y c�mo te importar� dejarlo en paz, como el diablo atorment� al ni�o antes de que saliera; Si no puedes descargar un vicio al que te has acostumbrado, cuando todos tus vicios se conviertan en costumbres, �c�mo luchar�s con ellos? Por lo tanto, doblamos el �rbol mientras es una ramita, y quebrantamos el caballo cuando es un potrillo, y ense�amos al perro cuando es un cachorro, y domesticamos al �guila cuando es joven.

La juventud es como el d�a para hacer todas nuestras obras. Porque cuando llega la noche de la edad, entonces todo el mundo dice: Podr�a haber sido erudito, podr�a haber sido un maestro, podr�a haber sido como �l, o como �l, pero el la cosecha hab�a pasado antes de que comenzara a sembrar, y lleg� el invierno, ahora mi fruto debe madurar. As�, todo anciano dice que no puede hacer lo que pensaba hacer, y clama con Salom�n: Catequice al ni�o en su juventud, y lo recordar� cuando sea viejo; corromperlo en su juventud, y �l tambi�n lo recordar�.

No hay muchos Lot, pero muchos permanecen como Lot, reacios a partir, hasta que ven arder el fuego. Si el �ngel no lo hubiera arrebatado, Lot habr�a perecido con Sodoma por su demora. No hay cinco v�rgenes insensatas y cinco prudentes, sino cinco por un golpe cuando la puerta est� cerrada. No hay muchos Simeones, sino muchos tan viejos como Sime�n, que nunca abrazaron a Cristo en sus corazones. Ellos pensaron en arrepentirse antes de ser tan viejos, pero ahora son queridos por la edad, no tienen la edad suficiente para arrepentirse todav�a. �Es esto buscar el reino de los cielos primero, o al final, o nada en absoluto? Ay de la seguridad, ay de la terquedad, ay de la somnolencia de esta era. ( H. Smith. )

Mientras no vengan los d�as malos, ni se acerquen los a�os, cuando digas: No me complazco en ellos.

Preparaci�n para la vejez

La vejez es un puerto lejano por el que parte toda la raza humana, hacia el que se encamina. M�s de la mitad muere al comienzo del viaje. Nacen miles y miles que deber�an haber tenido un derecho en la vida, pero cuyo agarre es tan fr�gil, que el primer viento los sacude, y caen como frutos intempestivos. Algunos caen por accidente, otros en el desempe�o de deberes que los llaman a ofrecer su vida como sacrificio por el bien com�n.

La mayor parte, sin embargo, se ve privada de una buena vejez por su propia ignorancia o por su propia mala conducta; y aquellos que llegan a esa vejez con demasiada frecuencia encuentran que es una tierra de dolor. Ahora bien, la vejez no fue dise�ada para ser triste sino hermosa. Es el cierre de una sinfon�a, hermosa en sus inicios, avanzando grandiosamente y terminando en un cl�max de sublimidad. Es armonioso y admirable, seg�n el esquema de la naturaleza.

Los encantos de la infancia, las esperanzas de la primavera de la juventud, el vigor de la virilidad y la serenidad y la tranquilidad, la sabidur�a y la paz de la vejez, todos ellos juntos constituyen la verdadera vida humana, con su comienzo, mitad y fin. &mdashuna �poca gloriosa. Cada uno de nosotros, pero especialmente los que se inician en la vida, aspiramos a una vejez serena y feliz, y me propongo exponerles algunas consideraciones que orientar�n su atenci�n hacia los m�todos para alcanzarla.

1. Son muchos los elementos f�sicos que intervienen en la preparaci�n para una vejez feliz y provechosa. El cuerpo humano es un instrumento de placer y uso, construido para el uso de ochenta a�os. Su cuerpo se coloca en un mundo adaptado para nutrirlo y protegerlo. La naturaleza es agradable. Hay suficientes elementos de travesura en �l, si a un hombre le agrada descubrirlos. Un hombre puede desgastar su cuerpo tan pronto como le plazca, destruirlo si quiere; pero, despu�s de todo, las grandes leyes de la naturaleza son leyes nutritivas y, considerada de manera integral, la naturaleza es la nodriza universal, el m�dico universal de nuestra raza, que nos protege contra el mal, nos advierte de �l mediante dolores incipientes, y establece se�ales de peligro. - no exteriormente, sino interiormente - y advirti�ndonos con dolores y dolores para nuestro beneficio.

Todo trago inmoderado que hacen los apetitos y las pasiones es enviado para ser cobrado en la vejez. Puedes pecar por un lado, pero Dios te lo quita por el otro. No me opongo a la alegr�a ni a la alegr�a, pero s� a que cualquier hombre se convierta en un animal viviendo para la satisfacci�n de sus propias pasiones animales. El exceso en la juventud, en lo que respecta a las indulgencias animales, es la quiebra en la vejez.

Por esta raz�n, desapruebo las horas tard�as, las horas irregulares o el sue�o irregular. La gente me pregunta con frecuencia: "�Crees que bailar es algo malo?" No, yo no. Hay mucho de bueno en ello. "�Te opones, entonces, a las fiestas de baile?" No; en s� mismos, yo no. Pero donde la juventud desarmada, los m�sculos inmaduros, los nervios inquietos y no endurecidos, son sometidos a un exceso de excitaci�n, tratados con estimulantes, alimentados de manera irregular y con alimentos malsanos, rodeados de una alegr�a que es excesiva y que se prolonga durante horas en las que deber�an estar dormidos. , Me opongo, no por el baile, sino por la disipaci�n.

Pero percibo que hay muchos que est�n desperdiciando sus vidas y destruyendo su vejez, no por sus pasiones, sino por su ambici�n y en la b�squeda de objetos loables. S� de muchos artistas que est�n desgastando sus vidas, d�a tras d�a, con una excitaci�n sobrenatural del cerebro; sin embargo, sus objetivos son trascendentemente excelentes. S� de m�sicos que se est�n desgastando, d�a y noche; sin embargo, su ambici�n es ascendente y noble.

Ignoran que est�n desgastando su cuerpo por la excitaci�n de sus cerebros. Mientras que los estimulantes alcoh�licos desperdician y destruyen la vida e impiden una vejez feliz, los estimulantes morales tambi�n hacen lo mismo. Este �ltimo no es tan bestial, pero es igualmente un desperdicio de salud. Todo lo que desgasta prematuramente la maquinaria del pensamiento, o destruye la salud prematuramente, lleva la bancarrota a la vejez.

2. Tambi�n debe haber sabidur�a en los asuntos seculares, en la preparaci�n de los j�venes para la vejez. La previsi�n es una virtud cristiana. Todo hombre debe tomarse las medidas necesarias para no depender de otros. Es aconsejable proporcionar un confort moderado en la vejez. Es mucho mejor que la ambici�n por las riquezas inmoderadas, que con demasiada frecuencia se vence a s� misma. Si los hombres fueran m�s moderados en sus expectativas; si, cuando hubieran obtenido una competencia razonable, la hubieran asegurado de los peligros de los reveses comerciales, creo que m�s hombres entrar�an en la vejez serenos y felices.

3. Al considerar la vejez, nos golpea con fuerza la necesidad de esforzarnos temprano, y durante toda la vida, para acumular provisiones para el disfrute social. La sociabilidad es parte del deber cristiano. Todo hombre debe tener mucho cuidado de no aislarse de las simpat�as de la vida humana. Los ancianos deben tener cuidado de no verse privados del disfrute de la sociedad de los j�venes; y si un hombre desea obtener consuelo de los j�venes en su vejez, debe cultivar un apego por los j�venes en sus primeros a�os de vida.

En la juventud y la madurez debes asegurarte la provisi�n que te proporcionar� en la vejez, si quieres ser nutrido y hecho feliz con tales alegr�as. No seas, pues, ego�sta en tu juventud. Crezca con sus semejantes, en lugar de alejarse de ellos, y esfu�rcese por vivir cada vez m�s en simpat�a por ellos y por ellos.

4. Perm�tame hablarle de los recursos intelectuales que le ayudar�n en la vejez. La educaci�n tiene una relaci�n m�s importante con la hombr�a que con la creaci�n de una fortuna exterior. Si va a ser abogado, m�dico, ministro o maestro, necesita una educaci�n para tener �xito en su vocaci�n; pero si no pertenece a ninguno de estos llamamientos, necesita una educaci�n para tener �xito en su hombr�a.

La educaci�n significa el desarrollo de lo que hay en el hombre; y todo hombre debe desarrollarse, no porque pueda ganar dinero con ello, sino porque puede convertirse en hombre de ese modo. La educaci�n se debe a tu hombr�a. Mantenga su l�mpara llena de aceite y acumule tales reservas de provisi�n intelectual, que cuando llegue a la vejez, si un recurso le falla, pueda probar con otro. Si has aprendido a mirar debajo de tus pies todos los d�as cuando eras joven y a seleccionar los tesoros de la verdad que pertenecen a la teolog�a, la historia natural y la qu�mica; si cada mosca te ha proporcionado un estudio; si la incrustaci�n de la helada es un asunto de inter�s; si los �rboles que vienen en primavera y los p�jaros que los pueblan, las flores del prado, la hierba del campo, los peces que se divierten en el agua, si todos estos son tantos recuerdos de la mano trabajadora de tu Dios,

Perm�tanme, por tanto, recomendarles que se aprendan mucho de memoria. �Oh, cu�nto puede acumular un hombre para la vejez! �Qu� precio se pone en manos de los j�venes para que adquieran sabidur�a! �Qu� provisiones para la vejez desperdician y tiran! Es una gran cosa haber vivido de tal manera que la mejor parte de la vida sea la noche. Octubre, el mes m�s maduro del a�o y el m�s rico en colores, es un tipo de lo que deber�a ser la vejez.

5. He reservado para lo �ltimo lo m�s importante, a saber, la preparaci�n espiritual para la vejez. Es algo hermoso para un hombre, cuando llega a la vejez, no tener m�s preparaci�n que hacer. Si la piedad es el vestido que has usado a lo largo de una vida larga y virtuosa, puedes permanecer en tu vejez con la certeza de la fe, esperando solo que puedas pasar de gloria en gloria. Una parte de esta preparaci�n espiritual consiste, creo, en vivir todo el tiempo con la conciencia distinta de que nuestra vida es unida; que la mejor parte es lo que est� m�s all�; y que no debemos vivir por la vida que est� entre el uno y los ochenta, sino por la que est� entre el uno y la eternidad.

El h�bito de asociar a todos sus amigos y amistades con esta vida futura, aunque le proporcionar� un gran consuelo y fortaleza durante toda la vida, dar� sus frutos y beneficios m�s selectos en la vejez. A medida que envejece, los compa�eros de la infancia mueren a su alrededor todos los a�os; pero si has estado viviendo una verdadera vida cristiana, aunque el mundo pueda parecer desolado por un tiempo, tu pensamiento es este: �Mis compa�eros, mis colaboradores, me han precedido; Me quedo solo en el mundo l�gubre, pero cada d�a me acercan m�s y m�s a ese mundo de eterna bienaventuranza.

Uno se ha ido antes; otro se ha ido; la esposa de mi seno, mi hijo mayor, uno tras otro de mis hijos, y de sus hijos, se han ido; uno tras otro de mis vecinos y los amigos de mi juventud se han ido, y yo me quedo atr�s; pero estoy cerca de sus pasos. Est�n todos esper�ndome. Solo tengo unos d�as para esperar, y ser� bendecido nuevamente con su alta y santa sociedad ". ( HW Beecher. )

Versículo 2

Las nubes vuelven despu�s de la lluvia.

Dolor indescriptible

Al regresar a casa del entierro de su peque�a Agnes, el difunto Nehemiah Adams, DD, de Boston, sac� de su bolsillo la llave atada con una cinta de su ata�d. "Pens� durante unos minutos que deber�a perder la raz�n", escribe. �Las nubes volvieron despu�s de la lluvia�, y estaban muy oscuras y angustiosas. �Y qui�n no ha tenido experiencias similares! Y a veces son exquisitamente dolorosas y dolorosas, como cuando la conciencia nos reprocha la falta de bondad, la negligencia, las palabras apresuradas y la alienaci�n cruel, o el descuido del deber, mientras nos inclinamos sobre el ata�d de un esposo o esposa, o de un padre o madre o madre. ni�o, o amigo, o volver de la tumba reci�n hecha.

La angustia innominada e indecible de una conciencia reprobadora, cuando toda reparaci�n o confesi�n es imposible, es m�s dura de soportar que el golpe mismo. La nube posterior no tiene un "rayo de luz": es turbia, l�gubre y casi insoportable, porque permanece y no hay alivio de ella. Tengamos cuidado en la vida de no dar ocasi�n a tal regreso de las nubes despu�s de la lluvia.

Versículo 3

Aquellos que miran por las ventanas se oscurezcan.

Ventanas

En la descripci�n de las enfermedades de la vejez, la ventana representa sin duda los ojos, con pesta�as como celos�as de una casa oriental, y el borde del iris regulando la luz como una cortina. Obs�rvese que se dice, no que las ventanas, sino �las que miran por ellas� est�n oscurecidas: la referencia, por tanto, no es a la vista defectuosa, como muchos han supuesto, sino al creciente embotamiento del interior. , la mente, que se interesa cada vez menos por el mundo a medida que se avanza hacia la senilidad.

Una persona puede ser ciega en a�os, pero joven de coraz�n, si solo se mantiene alerta a la vida que le rodea. �Piense en Ranke comenzando su �Historia Universal� a los ochenta y tres a�os y terminando su s�ptimo volumen a los noventa y uno! Poco antes de su muerte, su hija le pregunt� al venerable k�iser Wilhelm si no era mejor que descansara un poco. �No�, respondi�, �tendr� mucho tiempo para descansar poco a poco.

�En una visita a George Bancroft, a los ochenta y ocho a�os, lo encontr� lleno de preguntas sobre hombres y cosas que �l pensaba que yo sab�a como si yo fuera el representante de los viejos tiempos y �l el entrevistador. Los ojos de tales hombres pueden estar apagados, pero los esp�ritus que los miran no est�n "oscurecidos". Son las personas realmente seniles que bajan las cortinas del ego�smo sobre la curiosidad amable, la solicitud generosa por los males de la sociedad y el deleite del bien del mundo, aunque todav�a no han llegado a usar anteojos.

Mantengamos las ventanas hasta que Dios las cierre haciendo caer sobre ellas la cortina de la �ltima noche. Y luego, cuando el crep�sculo del atardecer de la vida haya ca�do a nuestro alrededor, cuando las cosas seculares se oscurezcan, podemos mirar por la ventana al cielo infinito y ver aparecer las estrellas de un mundo mejor. ( JM Ludlow, DD )

Versículo 4

Las puertas se cerrar�n en las calles.

Puertas

Literalmente , "ciervos dobles". Esto ocurre en la descripci�n de la decrepitud de un anciano: �Los guardianes de la casa (los brazos) temblar�n, los hombres fuertes (las piernas) se inclinar�n, y las muelas (los dientes) cesar�n porque son pocos. y se oscurezcan los que se asoman por las ventanas (nuestro inter�s natural en el mundo), y se cerrar�n las puertas dobles en la calle.

�Por� puertas dobles �se entiende aquellas funciones corporales que tienen �rganos dobles: ojos, autom�viles, fosas nasales, labios, las aberturas de los sentidos y la comunicaci�n con el mundo. Es una gran cosa tener la casa del alma llena de bienes, con pensamientos verdaderos, esperanzas brillantes, amores dulces, conciencia reconfortante, el alimento variado de las promesas divinas, y lo mejor de todo es tener a Dios, la fuente de todo bien. , adentro con nosotros cuando las puertas dobles ya no se abren.

Una vez escuch� a un hombre maldecir con rabia chillona su inminente ceguera, y a un paral�tico que juraba su destino con la lengua medio paralizada, luchando impotente como un preso que se resiste al cierre de las puertas de su celda. Pero, por otro lado, algunas de las personas de temperamento m�s dulce son ciegas o sordas. Beethoven estaba lleno de m�sica aunque sordo; la m�sica se almacen� all� en su conocimiento de la armon�a a trav�s de estudios previos. La mente de Milton estaba llena de luz, aunque estaba ciego; las vastas reservas de conocimiento se acumularon antes de que se cerraran los hacedores. ( JM Ludlow, DD )

Versículo 5

El almendro florecer�.

El almendro en flor

En enero, Palestina se adorna con el florecimiento del almendro. Da vida a ese mes de invierno como una promesa de Dios que a veces aligera y endulza la frialdad y la desolaci�n de un esp�ritu afligido. Cuando el almendro estaba en plena floraci�n, debi� parecer un �rbol ante nuestra ventana en una ma�ana de invierno, despu�s de una noche de nieve, cuando su brillo es casi insoportable, cada tallo una pluma blanca y plumosa.

Ahora est� listo para ver el significado del texto. Salom�n estaba dando un retrato de cuerpo entero de un anciano. Con figuras ret�ricas llamativas, manifiesta su temblor y decrepitud, y luego llega a describir la blancura de sus cabellos por el florecimiento del almendro. Es el toque maestro de la imagen, porque veo en esa frase no solo la apariencia del cabello, sino un anuncio de la belleza de la vejez.

Los cabellos blancos de un hombre malo no son m�s que las heladas acumuladas de la segunda muerte, pero �una cabeza canosa es una corona de gloria� si se encuentra en el camino de la justicia. Puede que no haya color en las mejillas, ning�n brillo en los ojos, ning�n salto en el paso, ninguna firmeza en la voz y, sin embargo, alrededor de la cabeza de cada anciano cuya vida ha sido recta y cristiana se cierne una gloria m�s brillante que nunca. tembl� en las copas blancas del almendro.

Si la voz tiembla, es porque Dios la est� cambiando a un tono apropiado para el coral celestial. Si la mano tiembla, es porque Dios la est� liberando de las desilusiones mundanas para estrecharla al sonar el arpa y agitar la palma. Si el cabello se ha vuelto, es solo la luz gris del amanecer del cielo que se filtra a trav�s de los escasos mechones. La ca�da del bast�n de este cristiano anciano ser� la se�al para que la puerta celestial se abra. La dispersi�n de las flores de los almendros solo descubrir� el cuajado del fruto. ( T. De Witt Talmage. )

Porque el hombre se va a su largo hogar . -

La larga casa del hombre

El hombre va camino de un largo hogar: su suerte en su largo hogar estar� determinada por la manera en que recorra ese camino de regreso a casa; por lo tanto, en su camino de regreso a casa debe �recordar a su Creador en los d�as de su juventud� y �temer a Dios� durante toda su vida. Podr�a hacerse que funcione as�: vive sabiamente para que puedas morir feliz. Viva obedientemente a Dios en este mundo para que pueda vivir gozosamente con Dios en el pr�ximo mundo.

I. El regreso a casa. "El hombre se va a casa". No entra en �l de un salto o salto repentino, sino que, como en un viaje, se acerca cada vez m�s a �l. Esta es la vida: un constante regreso a casa. Hay lo que podr�amos llamar a�os de preparaci�n para el comienzo consciente. Cuando el beb� respira por primera vez estos aires mortales; cuando el ni�o crece en estatura y se desarrolla en mente y alma, sin pensar apenas, o incluso sabiendo que, justo antes, hay un destino eterno; y cuando la juventud apenas est� captando los d�biles destellos de conciencia en cuanto al deber y la responsabilidad, y la necesidad de heroicos esfuerzos espirituales, entonces es el momento de un equipo silencioso, f�sica y moralmente, para entrar en el camino duro y �spero del viaje de regreso a casa.

Y s�lo al final llega el pensamiento del alma de que la vida no debe considerarse como algo autom�tico y sin prop�sito, sino como una progresi�n bien marcada y controlable que termina en alg�n lugar de un "hogar largo". Cuando un ni�o o una ni�a se da cuenta por primera vez de ese pensamiento de manera clara y seria, entonces se da el verdadero comienzo consciente del regreso a casa. Suele ocurrir, si no antes, cuando los j�venes est�n en la adolescencia.

Pueden, desde el principio, si tan solo lo desean, avanzar y ganar espl�ndidas longitudes espirituales. Tienen afectos ardientes, tienen entusiasmos ardientes, que pueden salir sin trabas hacia lo m�s alto y mejor. Todav�a no se han enredado en malos h�bitos con los que hay que luchar con dureza antes de que puedan ser arrojados. Todav�a no han ca�do bajo el peso de las muchas preocupaciones de la vida, que a veces hacen que los pies sean pesados ??y lentos en el camino hacia el cielo.

�Son tus ojos m�s apagados, o tus o�dos m�s apagados, o tus miembros m�s d�biles, o tus apetitos m�s embotados, o tu cabello m�s blanco y escaso, o tu alma menos entusiasta que en otros d�as? Entonces, estos son los monitores Divinos que te dicen que no debes estar siempre aqu�, que, en tu regreso progresivo a casa, est�s madurando r�pidamente para la salida final.

II. El largo hogar. "El hombre va a su hogar largo", o, como dice el hebreo, a "su casa de la eternidad". Utilizado por otros escritores anteriores, esto puede haber sido s�lo un sin�nimo de la tumba; pero el autor de nuestro texto quiso decir m�s que esto, porque en Eclesiast�s 12:7 �l habla de �el polvo volviendo al polvo como estaba, y el esp�ritu volviendo a Dios que lo dio.

As� que el "largo hogar" en su mente era, para el cuerpo, la tumba, y para el esp�ritu, una existencia dentro del velo. Por lo tanto, �no podemos pensar en la "larga casa" del hombre como si tuviera un patio interior y otro exterior? El atrio exterior es la tumba. Ese es el "largo hogar" al que nuestros cuerpos van a diario, cada hora, a nuestros pobres cuerpos, a los que engalanamos y mimamos, y al que dedicamos tanto pensamiento y cuidado.

El patio interior est� dentro del velo. Y de regreso, cuando el esp�ritu entra, no hay regreso a estas escenas terrenales. Es �nuestra casa de la eternidad�, un hogar eterno. Sobre ese mundo invisible sabemos tan poco que no es prudente decir mucho.

III. Los dolientes se quedaron atr�s. Cuando un hombre entra en la casa larga y luminosa, recibe el "�Bienvenido a casa!" del Salvador y de todos los bienaventurados. Pero su regreso a casa arroja una sombra sobre la tierra: provoca un vac�o doloroso, un lamento amargo. "Los dolientes van por la calle". M�s bien, puesto que han ido a unirse al �c�ntico de los que celebran la fiesta�, �no deber�amos esforzarnos por contagiarse de la bendita infecci�n de su gozo celestial y ponernos t�nicas festivas y cantar himnos de triunfo por su partida? Esto es lo que har�amos si la esperanza y la fe cristianas fueran seguras y fuertes dentro de nosotros.

Esto es lo que se nos pide que hagamos. �Escuchen, mis amigos de luto, escuchen! Tu Salvador te habla y te dice: Tus amados s�lo han venido conmigo a su brillante y largo hogar. "Entonces, �por qu� alborotan y lloran?" ( T. Young, BD )

"La casa eterna"

Algunos eruditos traducen "larga casa" como "casa perdurable" o "casa perpetua". Les parece que el escritor consideraba la tierra como la encarnaci�n de lo perecedero, y que m�s all� de la tierra el hombre pasa a lo inmutable. Este mundo es el lugar donde se sueltan los cordones de plata; y copas de oro rotas, y donde los dolientes andan por las calles; m�s all� de esto, cesan todas estas visiones que se disuelven, y el esp�ritu habita en medio de lo eterno.

Su casa es para siempre, su amor es para siempre, su vida es como la de Dios. Les pedir� que piensen en esta idea de �una casa eterna� para el hombre. Ahora que la ciencia est� atacando indirectamente esta casa futura, atac�ndola colocando al hombre entre las meras producciones de la naturaleza, entre las plantas, los peces y los p�jaros, nos conviene a todos poner en contra de tal forma de ciencia los anhelos de la naturaleza. mente, y encontrar en los anhelos del alma un ant�doto contra la frialdad del materialismo.

Debemos preparar el esp�ritu contra el polvo. Todo sobre lo que descansa el materialismo es una analog�a: el �rbol muere, el insecto muere, el p�jaro y el pez mueren, y por lo tanto el hombre muere y se convierte en nada. Pero el espiritismo puede evocar una analog�a igualmente buena. Puede decir que Dios vive. Pasa de una era a otra y, por tanto, el hombre avanza en paralelo con este Hacedor. Este argumento asume solo la existencia de un Dios. Con ese dato todo se vuelve f�cil, porque el hombre se parece m�s a la Deidad que al �rbol, al p�jaro, al pez.

�l es una imagen de Dios y, por lo tanto, la analog�a coloca al hombre en la clase Divina m�s que en la clase mundana, y hace que el hombre participe del largo ser de la Deidad m�s que de la corta carrera del mundo vegetal o bruto. La analog�a del hombre y Dios es tan racional como la analog�a del hombre y el polvo. Todo lo que necesitamos hacer para escapar de la aniquilaci�n inferida de la filosof�a material es colocar al hombre en la categor�a de esp�ritu y luego reclamar para �l un paralelismo con la Deidad.

Sin embargo, no discutiremos la cuesti�n de la inmortalidad. Nos proponemos solo pedirle a nuestro coraz�n que reflexione sobre la idea de la �casa eterna� del hombre y veamos lo grandiosa que es y la atm�sfera vigorizante que la rodea. Nadie que tenga la mente y el alma de los que est� dotado el hombre tiene derecho a avanzar a lo largo de estos a�os de formaci�n sin envolverse en la mejor atm�sfera posible de verdad, o al menos de sue�o, si la verdad positiva se niega a llegar. As� como los inv�lidos huyen de los valles bajos y h�medos para trepar al aire de la monta�a, para que su sangre pueda encontrar alimento puro y fluir con nueva vida, as� el alma y el intelecto nacidos en el valle de la ignorancia deben volar desde el miasma y buscar las alturas de las monta�as de fe y esperanza.

No hay ning�n reflejo que me haya recomendado tanto la �casa eterna� como el pensamiento de que esta casa es pasajera, dolorosa, casi injustamente pasajera. Los hijos de la tierra son arrojados tan despiadadamente a la tumba, con todas sus amistades, estudios, artes, felicidad y anhelos, que nos sumergimos en un profundo asombro de si hay un Dios de amor y sabidur�a en toda la tierra, tan cerca como sea posible. su atm�sfera y c�lida como el sol tropical.

Para preservarnos la idea de Dios viene esta idea de la �casa perpetua�, una idea nacida de las l�grimas de la tierra, como una rosa de la lluvia. Casi todo lo que es valioso en este mundo se encuentra detr�s de sus almas vivientes presentes. Los h�roes que viven son solo un pu�ado de los h�roes que se han ido. Todas las artes que disfrutamos ahora son los frutos de los intelectos y las almas que se han ido. Nuestro estado fue comprado para nosotros por manos que se han disuelto en polvo.

Todos los ministros de religi�n que viven ahora no tienen el mismo poder que el Cristo que muri� en Jerusal�n hace mil ochocientos a�os. �Qu� ha sido de este pasado sublime, de este pasado cuyos templos de la ley, el arte y el culto se derrumban junto al Nilo, el gran mar y el T�ber, y est�n cubiertos de hiedra vieja en Inglaterra? S�lo hay una respuesta digna de nuestra mente o de nuestro coraz�n: y es que esta impresionante raza humana ha sido llamada no al olvido, sino a su �Casa Eterna�.

�Estos fen�menos de la tierra, esta gran exhibici�n pasada de intelecto, amor, aprendizaje, sabidur�a y moral, pertenecen no al reino de lo material, sino al reino de lo Divino; y por lo tanto, as� como Dios se extiende a lo largo de las edades y no est� sujeto a la decadencia y la aniquilaci�n, tambi�n arrastra a sus hijos tras �l a su mansi�n perpetua. �sta es la �nica soluci�n del ser del hombre que no convierte la raz�n, la moral, la educaci�n y la esperanza en t�rminos sin sentido, y no convierte al alma humana en un metal sonoro lleno de ruido sin m�sica.

Las palabras del texto, �casa eterna�, no solo recuerdan un pasado perdido que debe ser provisto, sino que despiertan en nuestra mente pensamientos sobre el futuro. Nuestra tierra dejar� de ser habitable alg�n tiempo por el hombre. Como muestran sus formas geol�gicas, al menos una vez se volvi� inhabitable, y tal vez por alguna extinci�n repentina del sol se convirti� en un globo de hielo tal que los grandes mam�feros murieron congelados tal como estaban; y como en alguna otra �poca este mismo peque�o globo se derriti� y se volvi� l�quido como un gl�bulo de hierro fundido, as� nuevamente en los siglos venideros dejar�, repentina o lentamente, de ser el hogar del hombre, y en ninguna parte de su superficie. Quedar� incluso un Selkirk por su profunda soledad.

Debe ser que de una estrella de tales vicisitudes, de una estrella donde la muerte llega en unos pocos a�os a todos, y de donde vino en treinta y tres a�os a un ser como Jesucristo, y de la cual ciento cincuenta veces todos los queridos corazones sobre �l han sido barridos, el Creador est� transfiriendo estas ef�meras mir�adas a un hogar m�s duradero. Debe haber, en alg�n lugar, una �casa perpetua�, en la que todos caeremos cuando la casa terrenal de este tabern�culo se disuelva. ( D. Columpio. )

En la muerte

I. Considere la muerte de personas indiferentes; si alguno puede ser llamado indiferente a quien estamos tan cerca como aliados como hermanos por naturaleza, y hermanos en la vida terrenal. Cuando observamos los funerales que transcurren por las calles, o cuando caminamos por los monumentos de la muerte, lo primero que naturalmente nos golpea es el golpe indistinguible con el que ese enemigo com�n todo lo aplasta. Un d�a, vemos arrastrado el ata�d del ni�o sonriente; la flor acaba de cortarse cuando comenz� a florecer a la vista de los padres; y al d�a siguiente, vemos a un joven, o una joven, de forma floreciente y esperanzas prometedoras, puesto en una tumba prematura.

Mientras que al funeral asiste una multitud numerosa e indiferente, que discute entre s� sobre las noticias del d�a o los asuntos ordinarios de la vida, que nuestros pensamientos sigan m�s bien a la casa del duelo y se representen a s� mismos lo que est� sucediendo. alli. All�, deber�amos ver a una familia desconsolada, sentada en silencio de dolor, pensando en la triste brecha que se hace en su peque�a sociedad; y, con l�grimas en los ojos, mirando a la c�mara que ahora est� vac�a, ya cada memorial que se presenta de su difunto amigo. Al prestar tanta atenci�n a los males de los dem�s, la dureza ego�sta de nuestro coraz�n se suavizar� gradualmente y se fundir� en la humanidad.

II. Considere la muerte de nuestros amigos. Entonces, de hecho, es el momento de llorar. No dejes; una idea falsa de fortaleza, o concepciones err�neas del deber religioso, pueden emplearse para contener la emoci�n que estalla. Que el coraz�n busque su alivio en la libre efusi�n del dolor justo y natural. Es conveniente que cada uno demuestre, en tales ocasiones, que siente como debe sentir un hombre. Al mismo tiempo, deje que la moderaci�n aten�e el dolor de un buen hombre y cristiano.

No debe entristecerse como los que no tienen esperanza. Aquellos a quienes amamos a�n viven, aunque no est�n presentes. Solo se trasladan a una mansi�n diferente en la casa del Padre com�n. A su debido tiempo, esperamos asociarnos con ellos en estas maravillosas habitaciones. Hasta que llegue esta temporada de reencuentro, ning�n principio de religi�n desalienta nuestra correspondencia de afecto con ellos por medio de la fe y la esperanza.

Mientras tanto, respetemos las virtudes y cuidemos la memoria de los difuntos. Deja que sus peque�os defectos sean ahora olvidados. Deteng�monos en lo que era amable en su car�cter, imitemos su valor y sigamos sus pasos. Adem�s, que el recuerdo de los amigos que tenemos no fortalezca nuestro afecto por los que quedan. Cuanto m�s estrecho se vuelve el c�rculo de aquellos a quienes amamos, m�s nos acercamos. Pero no son solo nuestros amigos los que mueren. Nuestros enemigos tambi�n deben irse a su antiguo hogar.

III. Considere c�mo deber�amos ser afectados, cuando aquellos de quienes las sospechas se han alejado o la rivalidad nos ha dividido; aquellos con quienes hemos luchado durante mucho tiempo, o por quienes imaginamos que hemos sufrido agravios, son sepultados o est�n a punto de ser sepultados. �Cu�n insignificantes resultan entonces esas ri�as en las que hemos estado involucrados durante mucho tiempo, esas contiendas y disputas que cre�amos que iban a durar para siempre! El espantoso momento en el que ahora los termina nos hace sentir su vanidad.

Dejemos que la anticipaci�n de tales sentimientos sirva ahora para corregir la inveteraci�n del prejuicio, para enfriar el ardor de la ira, para disipar la fiereza del resentimiento. Cuando unos pocos soles m�s hayan pasado sobre nuestras cabezas, amigos y enemigos se habr�n retirado juntos; y su amor y su odio sean igualmente enterrados. Pasemos, pues, en paz nuestros pocos d�as. Mientras todos caminamos hacia la muerte, mejor llevemos las cargas los unos de los otros, antes que acosarnos unos a otros en el camino. Alisemos y alegr�monos el camino tanto como podamos, en lugar de llenar el valle de nuestro peregrinaje con los odiosos monumentos de nuestra contienda y contienda. ( H. Blair, DD )

Nuestro largo hogar

I. Examine el t�rmino que se aplica aqu� para describir la tumba: "el largo hogar". No debemos mirar hacia la tierra, sino hacia los cielos. Sobre la tumba podemos discernir la gloria.

II. �Qu� inter�s a�adido e intensificado pertenece a aquellos a quienes hemos conocido cuando se alejan de nosotros y se trasladan al �hogar largo�, as� equipados!

1. Hubo el proceso en el que el esp�ritu se desenreda del cuerpo.

2. Hab�a una nueva conciencia del esp�ritu, liberado de las limitaciones de la carne, y realmente entrando en el nuevo mundo.

3. Al pensar en el largo hogar, no podemos dejar de recordar que nosotros tambi�n debemos terminar con este mundo y morir.

4. Nosotros, de pie, debemos ser juzgados, nuestra conducta y car�cter ser�n examinados por el Juez Infalible.

5. Nosotros tambi�n debemos prepararnos. Bien podemos considerar si la preparaci�n est� realmente hecha y si se ampl�a y perfecciona continuamente. ( Alfred Norris. )

Versículo 7

Entonces el polvo volver� a la tierra como antes; y el esp�ritu volver� a Dios que lo dio.

La muerte del cuerpo y el estado separado de las almas.

I. La muerte reduce nuestros cuerpos a su polvo primitivo.

1. �C�mo mancha esto el orgullo de toda carne y hace que su gloria sea despreciada?

1. �Cu�les son el linaje y la sangre noble que el hombre mortal deber�a valorar por ellos?

2. �Por qu� debemos ceder ante el miedo servil del hombre? No es m�s que polvo y debe morir tan bien como nosotros; y Dios puede f�cilmente detener su aliento, y cortar [todos sus designios contra nosotros, llev�ndolo al polvo de la muerte ante nosotros.

3. � Cu�n ilustre muestra Dios Su gloria en nuestro polvo! �Qu� maravillosa m�quina viviente la ha hecho! �Qu� fuerza y ??belleza le ha puesto! �C�mo ha adaptado cada parte a la oficina que �l dise��! Y cuando vuelva a disolverse en polvo, �l la edificar� de nuevo con mayores mejoras y refinamientos, vivacidad y gloria que nunca.

4. � Cu�n grande es la condescendencia del Hijo de Dios de que se vistiera con nuestro polvo y se convirtiera en un hombre mortal como nosotros!

II. El alma no muere con el cuerpo.

1. La raz�n misma nos dice que el alma es inmortal. Los mismos paganos ten�an fuertes temores de la inmortalidad del alma; sus apoteosis, y adorar a los difuntos como dioses, supon�an su existencia presente en un estado invisible; y que el alma sobreviva al cuerpo era una conjetura tan com�n, al menos, de todas las edades y naciones entre ellos, que Cicer�n la llama la voz de la naturaleza, y S�neca pens� que el consentimiento de toda la humanidad al respecto ten�a la fuerza de un argumento considerable para Pru�balo. Pero a�n tenemos una prueba mejor en la que insistir, y es ...

2. Revelaci�n divina.

(1) La Escritura nos da descripciones de la muerte como una �ntima separaci�n del alma del cuerpo. ( Job 34:14 ; G�nesis 35:18 ; 2Ti 4: 6; 2 Pedro 1:13 ; Mateo 10:28 .)

(2) Tenemos relatos en las Escrituras de almas que, despu�s de la muerte, han vuelto a sus cuerpos. ( 1 Reyes 17:21 ; Mateo 27:52 .)

(3) Tenemos un relato de las almas que existen en otro mundo separado de sus cuerpos. ( Hebreos 12:23 ; Apocalipsis 6:9 .)

III. Inmediatamente despu�s de la muerte, el alma aparece ante Dios para ser consignada a un estado separado de bienaventuranza o miseria en otro mundo.

1. Las almas de los creyentes, inmediatamente despu�s de la muerte, entran en un estado de bienaventuranza con Cristo en gloria. ( Apocalipsis 14:13 ; Salmo 49:15 ; Salmo 73:24 ; Isa�as 57:1 ; Lucas 23:48 ; 2Co 5: 1; 2 Corintios 5:8 ; Filipenses 1:21 ; Hechos 7:59 ; Hebreos 12:23 ; Apocalipsis 5:7 )

2. Las almas de los malvados, inmediatamente despu�s de la muerte, entran en un estado de miseria. ( Hechos 1:25 ; 1 Pedro 3:19 ; Lucas 16:19 .) ( J. Guyse, DD )

Las dos naturalezas del hombre

1. Cuando ponemos a nuestro amado en la tumba, reconocemos de hecho su mortalidad; pero al mismo tiempo sentimos que estos no son realmente ellos. La presencia de la muerte nos asegura de nuevo que nuestro amado es realmente el esp�ritu que se ha perdido de vista.

2. Este reconocimiento tanto de la naturaleza espiritual como de la material nos da la presunci�n de un destino tanto superior como inferior. Vemos c�mo el cuerpo fr�gil mor�a inevitablemente: a�o tras a�o siempre se acercaba m�s a la muerte; y vemos c�mo el esp�ritu fuerte no se desperdici� ni decay� de la misma manera, sino que deber�a haber sobrevivido.

3. Preguntamos ad�nde se ha ido el esp�ritu fuerte y dulce, y nuestro coraz�n responde, con la Biblia: Se ha ido a Dios; recordado a Aquel que lo dio. Agust�n dice: "Nos has hecho para ti, y no descansamos hasta que descansemos en ti".

4. Para quien no tiene miedo de ir a Dios, la muerte es la conclusi�n triunfal de esta vida de prueba. Aquellos que traspasan el velo encuentran la esperanza transformada en vista, la oraci�n en alabanza. ( F. Noble, DD )

La historia de un alma

La historia de un alma, sus relaciones, sus perspectivas, su futuro, es lo �nico importante a considerar; sin embargo, �qui�n se atreve a apartar el velo y leer su historia venidera? Los escritores sagrados para quienes el velo del futuro fue en parte apartado, vislumbraron la historia del alma en el futuro, que han trazado en l�neas breves y gr�ficas. El texto nos revela el hecho �nico de la separaci�n del alma del cuerpo al morir y su existencia continuada en otra esfera.

I.Conserva la conciencia de su existencia individual y de su identidad personal. Los efectos de la muerte sobre el cuerpo se pueden rastrear claramente desde la animaci�n suspendida hasta la disoluci�n final. Pero, �qui�n puede mostrar alguna influencia de la muerte sobre el alma m�s all� del simple cese de cualquier acci�n visible de la mente a trav�s de su supuesto �rgano, el cerebro? Si vimos que la mente siempre fallaba en la percepci�n, en la memoria, en la reflexi�n y en la acci�n, en la misma proporci�n en que el cuerpo fallaba en fuerza y ??en el poder de locomoci�n, entonces podr�amos inferir que la muerte tuvo una influencia sobre la mente correspondiente con su influencia sobre el cuerpo; sin embargo, incluso entonces no deber�amos estar justificados al decir que la mente misma hab�a dejado de ser,

Entras en un apartamento donde mil ruedas, todas conectadas por engranajes y bandas, est�n en movimiento m�s r�pido, y el transbordador vuela incesantemente a trav�s de una veintena de telares. Sin embargo, no se ve la fuerza propulsora que impulsa toda esta maquinaria. Muy abajo del suelo, en una b�veda de la m�s fuerte mamposter�a, se alimenta el gran fuego que genera el vapor que, transportado a trav�s de tubos ocultos, imparte movimiento a la m�quina y de all� a las mil ruedas de la f�brica.

De repente, la maquinaria se detiene; las ruedas est�n inm�viles, la lanzadera se detiene en medio del telar. Ahora, no est� justificado inferir que el gran incendio en la b�veda de abajo, que nunca ha visto, se ha extinguido repentinamente, o que el suministro de agua en la caldera ha fallado, o que la caldera misma ha estallado, o que por cualquier causa, el motor ha dejado de moverse. Solo se ha roto alguna tuber�a de conexi�n, o alguna banda o junta que se le oculta est� rota.

La fuerza existe all� y solo necesita un medio de conexi�n para manifestar su presencia. �Qu� m�s, entonces, est�s autorizado a inferir cuando la maquinaria de la vida se detiene que la conexi�n entre la voluntad energizante y la estructura muscular se ha roto? �Se justificar�a usted inferir que la inteligencia y la voluntad fueron aniquiladas, incluso si simult�neamente con la descomposici�n del cuerpo siempre presenciara un cese correspondiente de la actividad mental? La maquinaria se ha detenido, pero �prueba eso que se ha apagado el fuego, que se ha destruido la fuerza motriz? Pero no siempre presenciamos una disminuci�n de la actividad mental que se corresponda con la descomposici�n del cuerpo.

�Con qu� frecuencia la mente contin�a el pleno ejercicio de todas sus facultades hasta el mismo momento de la muerte? con qu� frecuencia, de hecho, parece aumentar su actividad a medida que se acerca a esa crisis. Cu�n evidente es que el fuego est� ardiendo, que el motor se est� moviendo, que la fuerza interna est� ah� incluso mientras la maquinaria externa se arrastra pesadamente, y rechina y se detiene, por el chasquido de una y otra de sus bandas.

No puedes mostrarme nada que demuestre que la mente est� perjudicada por la muerte, no puedes aportar ninguna prueba de que haya sido aniquilada. Y ahora, sin ninguna evidencia de la naturaleza de la aniquilaci�n del esp�ritu al morir, recurro a la revelaci�n para saber qu� pasa entonces con ella. Y aqu� aprendo en primer lugar que sigue existiendo, un esp�ritu consciente, conservando su identidad personal. No hay suspensi�n de la conciencia; o, si lo hay, es s�lo como la suspensi�n moment�nea de la conciencia en el sue�o, de la cual la mente despierta con nuevas percepciones y con mayor vigor.

Abraham, Mois�s, El�as, L�zaro y Dives son las mismas personas despu�s de la muerte que eran antes, y sab�an que eran los mismos. Este es el primer hecho del que adquirimos conocimiento en la historia futura del alma. Y cu�n significativo es un hecho como este. Qu� descubrimiento tan terrible para el hombre que ha vivido como ateo, que se ha halagado a s� mismo con la creencia de que la muerte era un sue�o eterno.

Entonces, el enga�o se desvanece. Cuando llega la muerte y se corta su conexi�n con este mundo exterior, despierta a una conciencia de existencia todav�a; el mismo ser y m�s all� de la posibilidad de aniquilaci�n, y donde la muerte no tiene m�s poder. �Qu� descubrimiento es este para que una mente as� se despierte y comprenda despu�s de la muerte!

II. El alma despu�s de la muerte despierta a un sentido vivo y constante de la presencia de Dios. Qu� pensamiento tan terrible para los hombres que han tratado de convencerse a s� mismos ya los dem�s de que no hab�a Dios, o de que Dios no era m�s que una fuerza ciega, indiferente y no observadora. Piense en una mente as� despertando en la presencia misma del Dios viviente. Esa es la segunda experiencia del alma despu�s de la muerte: se despierta para conocerse a s� misma viva y se despierta a un Dios personal.

III. El alma despierta al recuerdo del pasado. Esto se insin�a claramente en el siguiente contexto. El esp�ritu volver� a Dios con un prop�sito judicial. Dios traer� toda obra a juicio, con todo secreto. Y para ello, el alma misma recordar� su secreto y sus pecados largamente olvidados. De hecho, existe una gran probabilidad de que al morir la facultad de la memoria se acelere en nueva actividad y poder; y que las impresiones enterradas bajo el polvo y la basura de los a�os saldr�n tan frescas como cuando se hicieron por primera vez en la d�cil pero duradera tabla del coraz�n. Ahora bien, las Escrituras nos ense�an, como en la par�bola de Dives y L�zaro, que la memoria se ejercita de manera m�s viva despu�s de la muerte.

IV. El alma se despertar� a la certeza y la perspectiva cercana del juicio. El esp�ritu regresa a Dios para que pueda responder por los hechos que ha clonado aqu� en el cuerpo. Conservando su identidad, conserva su responsabilidad; conserva sus relaciones personales con el gobierno de Dios y con Dios mismo como gobernante y juez.

V. El alma despu�s de la muerte experimentar� una retribuci�n eterna. Esta es la representaci�n uniforme de las Escrituras. El alma entra de inmediato en un estado de felicidad o de miseria, y sabe que ese estado debe ser eterno. �Oh, el gozo inefable o la angustia indescriptible de la mente cuando se da cuenta por primera vez del hecho de que ser� bendecida para siempre o miserable para siempre! ( JP Thompson. )

Nuestro destino despu�s de la muerte

I. El destino del cuerpo.

1. La muerte es la ruptura de las dos partes del ser complejo del hombre; la disoluci�n, no del ser, sino de la uni�n, entre cuerpo y alma.

2. El texto apunta al origen del cuerpo. "Entonces volver� el polvo", no "el cuerpo". Se describe por lo que fue y ser�: "Polvo eres", etc. ( Salmo 103:14 ; G�nesis 18:27 ). La Iglesia, de la misma manera, entrega el cuerpo a la tumba, como �polvo a polvo�, en la Oficina del Entierro. Este es un pensamiento humillante, y es cierto, cualquiera que sea el punto de vista que se pueda tomar sobre la creaci�n del cuerpo.

3. "Regresar� a la tierra". �Al polvo volver�s�, tiene los acentos de la desilusi�n divina. Ha intervenido un acto del hombre, mediante el cual se ha eliminado el obst�culo a la corrupci�n, y el cuerpo corruptible, por lo tanto, sigue su curso natural. �Dios no hizo la muerte� (Sab 1,13), pero el hombre �la llam� perdiendo la gracia que la manten�a alejada. El resultado es que "en Ad�n todos mueren".

4. Es la muerte corporal a la que se refiere el texto; y las palabras son verdaderas ahora, como en el Antiguo Pacto, aunque Cristo redimi� tanto el cuerpo como el alma. �El cuerpo est� muerto a causa del pecado� ( Romanos 8:10 ), aunque �el esp�ritu es vida a causa de la justicia�.

II. El destino del esp�ritu.

1. Sigue una ruta diferente, porque su origen es diferente. "Dios que lo dio". Las palabras se�alan que el esp�ritu es una creaci�n especial de Dios: el infusio animae. Dios es verdaderamente �el Padre de los esp�ritus� ( Hebreos 12:9 ), y se puede decir de las almas que son Suyas, porque �l las crea directamente ( Ezequiel 18:8 ). Vienen de �l.

2. El esp�ritu vuelve a su Fuente. Las palabras, �En tus manos encomiendo� para, �encomiendo�, Versi�n de libro de oraciones de �Mi esp�ritu�, se usan al partir el alma, al dejar el cuerpo. Por tanto, la muerte se considera el retiro de lo que se hab�a dado.

3. Aqu� est� la creencia en una vida futura, y tambi�n en un libro, que materialistas y pesimistas han pensado que favorec�a sus puntos de vista. El alma en su individualidad; el alma como sustancia suprasensible: el esp�ritu; el alma como don expreso de Dios; el alma como principio inmortal m�s all� del alcance de esa desintegraci�n que produce la muerte en las �casas de barro� ( Job 4:19 ); el alma que regresa a Aquel �que s�lo tiene la inmortalidad� en un sentido absoluto, como Auto-derivado, todo esto est� en Eclesiast�s, antes de que Cristo hubiera sacado a la luz la vida y la inmortalidad a trav�s del Evangelio.

III. Lecciones.

1. El recuerdo del fin es uno que se nos imprime en las Sagradas Escrituras como el m�s importante ( Deuteronomio 32:29 ; Salmo 39:4 ).

2. Esto es m�s necesario en el momento de la tentaci�n, al tomar alguna decisi�n importante o cuando la devoci�n est� l�nguida. Act�a respectivamente como freno, como asesor, como estimulante, en esas ocasiones.

3. Si la muerte fuera aniquilaci�n, ver la vida desde el punto de vista de la muerte ser�a morboso; pero como la muerte es la puerta a una vida superior, tal punto de vista no es de tristeza sin mezcla, sino que llena esta vida presente de inter�s, ya que se considera que sus problemas son eternos.

4. Buscar cada vez m�s para comprender cu�n precioso es el esp�ritu inmortal, dado por Dios; y aprender a preservarlo del pecado, sabiendo su destino. ( HW Hutchings, MA )

El esp�ritu volver� a Dios que lo dio . -

La inmortalidad del alma

Se puede argumentar la inmortalidad del alma:

I. Del alma misma.

1. El alma es una sustancia espiritual. Esto es evidente por el hecho de que posee todas las propiedades del esp�ritu y ninguna de las que pertenecen a la materia, como la inteligencia, la reflexi�n y la voluntad.

2. El alma es capaz de mejorar sin fin. Cuanto m�s conocimiento posea la mente, mejor adaptada estar� para nuevas adquisiciones de conocimiento. La mente posee facultades que se ejercitan imperfectamente en esta vida; pero como nada se hace en vano, debe haber, por tanto, un estado futuro.

3. Todos los hombres desean la inmortalidad y son reacios a la aniquilaci�n. �Podemos suponer que un Ser, infinito en sabidur�a y bondad, plantar�a tales deseos de inmortalidad en Sus criaturas si nunca fueran a ser gratificados?

4. Todos los seres humanos est�n dispuestos a ser religiosos de alguna manera. Esto es tan natural para los hombres, que algunos han optado por definir al hombre como un animal religioso, en lugar de racional. Todas las naciones tienen sus dioses, a quienes rinden adoraci�n y adoraci�n; y no hay nada demasiado mezquino e insignificante para que el hombre lo adore, en lugar de no tener dios. Y todas las religiones se basan en la creencia de un estado futuro.

5. Los poderes y facultades de la mente son fuertes y vigorosos cuando el cuerpo est� d�bil y demacrado. "Aunque el hombre exterior se va desgastando, el interior sin embargo se renueva de d�a en d�a". Cu�n a menudo, cuando el habla ha fallado y el cuerpo ha perdido el poder de levantar un solo miembro, el alma, de alguna manera, ha demostrado, no solo que todas sus facultades permanecieron intactas, sino que estaba abandonando el mundo en el mayor de los casos. paz.

II. Se puede concluir un estado futuro de existencia a partir de la distribuci�n desigual de recompensas y castigos en esta vida.

1. Si hay un Dios, es un Dios de justicia; y si es un Dios de justicia, recompensar� plenamente a los virtuosos y castigar� a los viciosos, pero esto no lo hace en el mundo actual; y, por tanto, debe haber un estado futuro.

2. La tendencia natural de la virtud es, en efecto, producir felicidad, y la del vicio es producir desdicha. Pero aunque estas posiciones son v�lidas en general, todav�a hay innumerables casos en los que los virtuosos sufren mucho y los viciosos poco o nada en este mundo. Por lo tanto, nos vemos llevados a la conclusi�n de que el estado actual es solo una peque�a parte del gran plan del gobierno moral de Dios.

3. Que la vida presente es un tiempo de prueba, o de libertad condicional, es admitido por todos, con muy pocas excepciones. Y un estado de juicio implica que habr� un tiempo de revisi�n, o examen, en el que los en prueba ser�n recompensados ??o castigados seg�n sus trabajos. Pero este momento no puede llegar hasta que el estado de prueba haya terminado.

4. La doctrina de que no hay estado futuro destruye toda distinci�n adecuada entre virtud y vicio. Y, de hecho, si esta es la facilidad, no existen m�s que en el nombre; porque ni el uno es recompensado ni el otro castigado. No habr�a motivos para la virtud, ni freno al vicio. Elimina un estado futuro y no hay nada que los viciosos tengan que temer, ni que los virtuosos deseen.

III. La inmortalidad del alma y un estado futuro se revelan m�s claramente en las escrituras de la verdad.

1. Hay ciertas personas de las que se dice que nunca morir�n. Pero ninguno est� exento de la muerte del cuerpo. Es, por tanto, el alma que no morir�.

2. La inmortalidad del alma puede inferirse de los ejemplos b�blicos de encomendar el esp�ritu a Dios.

3. Aprendemos de las Escrituras que el alma, al morir el cuerpo, se dirige inmediatamente a la felicidad o la miseria.

4. Las Escrituras hablan particularmente de la existencia del alma, despu�s de la muerte del cuerpo. Cristo afirma que Abraham, Isaac y Jacob viv�an en Su tiempo, al citar y comentar las palabras del Se�or a Mois�s en la zarza ardiente.

IV. Inferencias: -

1. Si el alma es inmortal, debe ser sumamente valiosa.

2. Si el alma es inmortal, la p�rdida de ella debe ser indescriptible. ( O. Scott. )

La individualidad del alma

Nada es m�s dif�cil que darse cuenta de que cada hombre tiene un alma distinta, que cada uno de los millones que viven o han vivido es un ser tan completo e independiente en s� mismo como si no hubiera nadie m�s en todo el mundo que �l. Clasificamos a los hombres en masa, como podr�amos conectar las piedras de un edificio. Considere nuestra forma com�n de considerar la historia, la pol�tica, el comercio y cosas por el estilo, y reconocer� que hablo con la verdad.

Generalizamos y establecemos leyes, y luego contemplamos estas creaciones de nuestras propias mentes, y actuamos sobre ellas y hacia ellas, como si fueran las cosas reales, abandonando las que son m�s verdaderamente tales. Tomemos otro ejemplo: cuando hablamos de grandeza nacional, �qu� significa? Por qu�, realmente significa que un cierto n�mero definido de seres individuales inmortales se encuentran durante unos a�os en circunstancias para actuar juntos y uno sobre otro, de tal manera que puedan actuar sobre el mundo en general, para ganar un ascendiente sobre el mundo, para ganar poder y riqueza, y parecer uno, y ser mencionado y admirado como uno.

Parecen por un corto tiempo ser algo: y nosotros, por nuestro h�bito de vivir a los ocho a�os, los consideramos como uno, y abandonamos la noci�n de que sean cualquier otra cosa. Y cuando �ste muere y aquel muere, olvidamos que es el paso de seres inmortales separados a un estado invisible, que el todo que aparece no es m�s que apariencia, y que los componentes son las realidades. Seguimos pensando que este todo al que llamamos naci�n es uno y el mismo, y que los individuos que van y vienen s�lo existen en �l y para �l, y no son sino como los granos de un mont�n o las hojas de un �rbol.

Nuevamente: cuando leemos la historia, nos encontramos con relatos de grandes matanzas y masacres, grandes pestilencias, hambrunas, conflagraciones, etc. y aqu� de nuevo estamos acostumbrados de manera especial a considerar las colecciones de personas como si fueran unidades individuales. No podemos entender que una multitud sea una colecci�n de almas inmortales. Digo almas inmortales: cada una de estas multitudes no solo tuvo mientras estuvo en la tierra, sino que tiene, un alma, que en su propio tiempo regres� a Dios, quien la dio, y no pereci�, y que ahora vive para �l.

Todos esos millones y millones de seres humanos que alguna vez pisaron la tierra y vieron el sol sucesivamente est�n en este mismo momento en existencia todos juntos. Adem�s, cada una de las almas que alguna vez han estado en la tierra se encuentra en uno de dos estados espirituales, tan distintos entre s�, que una es sujeto del favor de Dios y la otra bajo Su ira; el uno en camino a la felicidad eterna, el otro a la miseria eterna.

Esto es cierto para los muertos y tambi�n para los vivos. Todos tienden de una forma u otra; no hay un estado intermedio o neutral para nadie; aunque en lo que respecta a la visi�n del mundo exterior, todos los hombres parecen estar en un estado intermedio com�n a todos. Sin embargo, por mucho que los hombres se vean iguales, e imposible para nosotros decir d�nde se encuentra cada hombre a los ojos de Dios, hay dos, pero dos clases de hombres, y estos tienen caracteres y destinos tan separados en sus tendencias como luz y oscuridad: este es el caso incluso de aquellos que est�n en el cuerpo, y es mucho m�s cierto de aquellos que han pasado al estado invisible.

Lo que hace que este pensamiento sea a�n m�s solemne es que tenemos razones para suponer que las almas del lado equivocado de la l�nea son mucho m�s numerosas que las del derecho. Es incorrecto especular; pero es seguro alarmarse. Esto es lo que sabemos, que Cristo dice expresamente: �Muchos son los llamados, pocos los escogidos�; �Ancho es el camino que lleva a la perdici�n, y muchos son los que entran por �l�, mientras que �angosto es el camino que conduce a la vida, y pocos son los que lo encuentran.

�Qu� cambio producir�a en nuestros pensamientos, a menos que fu�ramos completamente reprobados, entender qu� y d�nde estamos: seres responsables en su juicio, con Dios como amigo y el diablo como enemigo, y avanzar de cierta manera en su camino al cielo o al infierno. Por tanto, esfu�rcese por darse cuenta de que tiene alma y pida a Dios que le permita hacerlo. Esfu�rcese por desvincular sus pensamientos y opiniones de las cosas que se ven; miren las cosas como Dios las mira, y juzguen como �l juzga.

Evita el pecado como una serpiente; se ve y promete bien; muerde despu�s. Es terrible en la memoria, terrible incluso en la tierra; pero en ese per�odo terrible, cuando la fiebre de la vida ha pasado, y est�s esperando en silencio el juicio, sin nada que distraiga tus pensamientos, �qui�n puede decir cu�n terrible puede ser el recuerdo de los pecados cometidos en el cuerpo? ( JH Newman, DD )

Versículo 8

Vanidad de vanidades, dice el Predicador, todo es vanidad.

Dos rese�as de la vida

(con 2 Timoteo 4:7 ): Estos dos predicadores eran hombres distinguidos, ancianos, hombres de amplia experiencia. Hasta ahora se parec�an entre s�; pero los resultados de su experiencia son un perfecto y sorprendente contraste. Uno esperar�a, con las experiencias a sus espaldas, que sus veredictos fueran contradictorios.

Uno esperar�a que el hombre para quien la tierra hab�a arrancado sus rosas m�s selectas presentara la vida como un hermoso jard�n; y cabr�a esperar que el hombre cuyo derrotero hab�a sido un martirio ofreciera una visi�n sombr�a. Sin embargo, el contraste es exactamente lo contrario de lo que espera. Es del hombre al que se le prodigaron los dones m�s selectos del mundo que escuchas un epitafio tan triste como el que jam�s se haya descrito en una vida humana: "Vanidad de vanidades, todo es vanidad". Es el hombre que ha pasado por tribulaciones y ha experimentado los peores males de la vida quien nos da el anillo de triunfo en su rese�a.

I. El primero condena la vida como un fracaso: "Todo es vanidad y aflicci�n de esp�ritu". �Qu� hab�a en su vida que pudiera explicar esta decepci�n? Creo que si miras la vida de Salom�n, ver�s que ten�a el yo como centro, la tierra como circunferencia, la energ�a humana como fuerza de trabajo y el fracaso como resultado.

II. El segundo repasa la vida como un triunfo. �He peleado una buena pelea�, etc. El conjunto es una revisi�n de prueba y triunfo.

1. La prueba consisti� en que el ap�stol pudo aguantar hasta el final, seguir la lucha sin desviarse. Los hombres hab�an llamado fanatismo a su fe, pero no la abandonaron. Los hombres llamaban ilusiones a sus esperanzas, pero �l todav�a las apreciaba. Los hombres se burlaban de sus motivos, pero ning�n insulto o desprecio que se le arrojara pod�a llevarlo a renunciar a Cristo o al trabajo que se le hab�a encomendado. �l repasa su vida como un triunfo simplemente por esta paciencia.

En todo esto hay para m� una gran esperanza y consuelo. Si el triunfo hubiera residido en las obras que �l hab�a realizado, usted y yo podr�amos perder la esperanza de revisar una vida como la suya. Pero podemos repasar esto: la fidelidad a Cristo.

2. Veamos ahora los elementos que hicieron que la vida del ap�stol fuera un triunfo. Los pondremos en contraste con los que est�bamos notando en la vida de Salom�n.

(1) En la vida del ap�stol, Cristo fue el centro; todo giraba en torno a �l.

(2) Lo espiritual era la esfera de la vida en la que viv�a el ap�stol.

(3) La fuerza de trabajo de su vida fue la fe.

(4) Su resultado fue un triunfo glorioso, un triunfo que condujo a una corona. Todos los verdaderos triunfos terminan en coronas, y esta es una corona de car�cter, no simplemente una recompensa por la justicia. La justicia es el material mismo del que est� hecha. Es la corona de un car�cter espiritual santificado y, por tanto, la corona no se desvanece. ( CB Symes, BA )

Las vanidades

I. La posici�n oficial nunca dar� consuelo al alma de un hombre.

II. La riqueza mundana no puede satisfacer el anhelo del alma.

III. El aprendizaje no puede satisfacer el alma. Salom�n fue uno de los mayores contribuyentes a la literatura de la �poca.

IV. En la vida del voluptuoso no hay consuelo. ( T. De Witt Talmage. )

Sobre la estimaci�n adecuada de la vida humana

I. �En qu� sentido es cierto que todos los placeres humanos son vanidad? Evitar� cuidadosamente la exageraci�n y s�lo se�alar� una triple vanidad en la vida humana, que todo observador imparcial no puede dejar de admitir; decepci�n en la b�squeda, insatisfacci�n en el disfrute, incertidumbre en la posesi�n.

1. Decepci�n en la persecuci�n. Podemos formular nuestros planes con la m�s profunda sagacidad, y con la mayor cautela podemos protegernos del peligro por todos lados. Pero ocurre un suceso imprevisto que desconcierta nuestra sabidur�a y hace que nuestros trabajos se vuelvan en el polvo. Ni la moderaci�n de nuestros puntos de vista ni la justicia de nuestras pretensiones pueden garantizar el �xito. Pero el tiempo y la suerte les suceden a todos. Contra la corriente de los acontecimientos, tanto los dignos como los indignos est�n obligados a luchar; y ambos son frecuentemente dominados por igual por la corriente.

2. La insatisfacci�n en el goce es una vanidad m�s a la que est� sujeto el estado humano. �sta es la m�s severa de todas las mortificaciones; despu�s de haber tenido �xito en la b�squeda, quedar desconcertado en el disfrute mismo. Sin embargo, se encuentra que este es un mal a�n m�s general que el anterior. Junto con cada deseo que se satisface, surge una nueva demanda. Un vac�o se abre en el coraz�n y otro se llena.

En los deseos, los deseos crecen; y al final, es m�s la expectativa de lo que no tienen, que el goce de lo que tienen, lo que ocupa e interesa a los m�s exitosos. Esta insatisfacci�n, en medio del placer humano, surge en parte de la naturaleza de nuestros goces mismos y en parte de las circunstancias que los corrompen. Ning�n disfrute mundano es adecuado para los elevados deseos y poderes de un esp�ritu inmortal.

La fantas�a los pinta a distancia con espl�ndidos colores; pero la posesi�n revela la falacia. Agregue a la naturaleza insatisfactoria de nuestros placeres, las circunstancias presentes que nunca dejan de corromperlos. Porque, tal como son, en ning�n momento est�n pose�dos sin mezcla. Cuando las circunstancias externas se muestran m�s bellas para el mundo, el hombre envidiado gime en privado bajo su propia carga. Alguna vejaci�n lo inquieta, alguna pasi�n lo corroe; alguna angustia, sentida o temida, roe, como un gusano, la ra�z de su felicidad. Porque la felicidad mundana tiende siempre a destruirse a s� misma, corrompiendo el coraz�n.

3. Posesi�n incierta y corta duraci�n. Si hubiera en las cosas mundanas alg�n punto fijo de seguridad que pudi�ramos obtener, la mente tendr�a entonces alguna base sobre la cual descansar. Pero nuestra condici�n es tal que todo vacila y se tambalea a nuestro alrededor. Si tus placeres son numerosos, te quedas m�s abierto en diferentes lados para ser herido. Si los ha pose�do durante mucho tiempo, tiene mayores motivos para temer un cambio que se aproxima.

Incluso suponiendo que los accidentes de la vida nos dejen intactos, la dicha humana debe ser transitoria; porque el hombre cambia de s� mismo. Ning�n curso de disfrute puede deleitarnos mucho tiempo. Lo que divirti� a nuestra juventud, pierde su encanto en una edad m�s madura. A medida que avanzan los a�os, nuestros poderes se debilitan y nuestros sentimientos placenteros disminuyen. Proyectamos grandes dise�os, abrigamos grandes esperanzas y luego dejamos nuestros planes sin terminar y nos hundimos en el olvido.

II. C�mo conciliar esta vanidad del mundo con las perfecciones de su Divino Autor. Si Dios es bueno, �de d�nde viene el mal que llena la tierra?

1. La condici�n actual del hombre no era su estado original o primario. As� como nuestra naturaleza lleva claras se�ales de perversi�n y desorden, el mundo que habitamos presenta los s�ntomas de haber sido convulsionado en todo su marco. Los naturalistas nos se�alan en todas partes las huellas de alg�n cambio violento que ha sufrido. Islas arrancadas del continente, monta�as en llamas, precipicios destrozados, p�ramos inhabitables, le dan toda la apariencia de una ruina imponente.

El estado f�sico y moral del hombre en este mundo simpatiza y se corresponde mutuamente. No indican una estructura regular y ordenada, ni de la materia ni de la mente, sino los restos de algo que una vez fue m�s hermoso y magn�fico.

2. Como este no era el original, no se pretende que sea el estado final del hombre. Aunque, como consecuencia del abuso de los poderes humanos, el pecado y la vanidad se introdujeron en la regi�n del universo, no era el prop�sito del Creador que se les permitiera reinar para siempre. �l ha hecho amplia provisi�n para el recobro de la parte penitente y fiel de Sus s�bditos, mediante la misericordiosa empresa del gran Restaurador del mundo, nuestro Se�or Jesucristo.

3. D�ndose a conocer un estado futuro, podemos dar cuenta de manera satisfactoria de la presente angustia de la vida humana, sin la menor acusaci�n de la bondad divina. Los sufrimientos que sufrimos aqu� se convierten en disciplina y superaci�n. Mediante la bendici�n del cielo, el bien se extrae del mal aparente; y la miseria misma que se origin� del pecado se convierte en el medio para corregir las pasiones pecaminosas y prepararnos para la felicidad.

III. Si no hay, en la condici�n actual de la vida humana, algunos goces reales y s�lidos que no caen bajo el cargo general de vanidad de vanidades. La doctrina del texto debe considerarse dirigida principalmente a los hombres del mundo. Entonces Salom�n quiere ense�ar que todas las expectativas de bienaventuranza, que se basan �nicamente en las posesiones y placeres terrenales, terminar�n en desilusi�n. Pero seguramente no ten�a la intenci�n de afirmar que no hay diferencia material en las b�squedas de los hombres, o que los virtuosos no pueden alcanzar ahora ninguna felicidad real de ning�n tipo.

Porque, adem�s de la incontestable objeci�n que esto formar�a contra la administraci�n divina, contradecir�a directamente lo que �l afirma en otra parte ( Eclesiast�s 2:25 ). Por vana que sea esta vida, considerada en s� misma, las comodidades y esperanzas de la religi�n bastan para dar solidez a los placeres de los justos.

En el ejercicio de buenos afectos y el testimonio de una conciencia aprobatoria; en el sentido de paz y reconciliaci�n con Dios a trav�s del gran Redentor de la humanidad; en la firme confianza de ser conducido a trav�s de todas las pruebas de la vida por infinita sabidur�a y bondad; y en la alegre perspectiva de llegar al final a la felicidad inmortal; poseen una felicidad que, descendiendo de una religi�n m�s pura y perfecta que este mundo, no participa de su vanidad.

Adem�s de los placeres propios de la religi�n, hay otros placeres de nuestro estado actual que, aunque de orden inferior, no deben pasarse por alto en la estimaci�n de la vida humana. Debe concederse cierto grado de importancia a las comodidades de la salud, a las inocentes gratificaciones de los sentidos y al entretenimiento que nos brindan todas las bellas escenas de la naturaleza; algunos a las actividades y diversiones de la vida social; y m�s a los placeres internos del pensamiento y la reflexi�n, ya los placeres de las relaciones afectivas con aquellos a quienes amamos.

Si el gran cuerpo de hombres calculara justamente las horas que pasan con facilidad, e incluso con cierto grado de placer, se encontrar�an que sobrepasar�an con mucho el n�mero de las que pasan con un dolor absoluto, ya sea de cuerpo o de mente. Pero para hacer una estimaci�n a�n m�s precisa del grado de satisfacci�n que, en medio de la vanidad terrena, el hombre puede disfrutar, reclaman nuestra atenci�n las tres siguientes observaciones:

1. Que muchos de los males que ocasionan nuestras quejas del mundo son totalmente imaginarios. Es entre los rangos m�s altos de la humanidad donde abundan principalmente; donde los refinamientos fant�sticos, la delicadeza enfermiza y la emulaci�n ansiosa abren mil fuentes de disgusto que les son propias.

2. Que, de los males que pueden llamarse reales, porque no deben su existencia a la fantas�a, ni pueden ser eliminados mediante la rectificaci�n de la opini�n, una gran proporci�n nos es provocada por nuestra propia mala conducta. Las enfermedades, la pobreza, la desilusi�n y la verg�enza est�n lejos de ser, en todos los casos, la fatalidad ineludible de los hombres. Con mucha m�s frecuencia son descendientes de su propia elecci�n equivocada.

3. La tercera observaci�n que hago se refiere a los males que son tanto reales como inevitables; del cual ni la sabidur�a ni la bondad pueden procurar nuestra exenci�n. Debajo de ellos permanece este consuelo, que si no se pueden prevenir, hay medios, sin embargo, por los cuales pueden aliviarse mucho. La religi�n es el gran principio que act�a en circunstancias tales como correctivo de la vanidad humana. Inspira fortaleza, apoya la paciencia y, con sus perspectivas y promesas, lanza un rayo de alegr�a hacia la sombra m�s oscura de la vida humana.

IV. Conclusiones pr�cticas.

1. Nos preocupa mucho no ser irrazonables en nuestras expectativas de felicidad mundana. La paz y la alegr�a, no la dicha y el transporte, es la porci�n completa del hombre. El gozo perfecto est� reservado para el cielo.

2. Pero mientras reprimimos las esperanzas demasiado optimistas que se han formado sobre la vida humana, guard�monos del otro extremo, del lamento y el descontento. �Qu� t�tulo tienes para criticar el orden del universo, cuya suerte est� mucho m�s all� de lo que tu virtud o m�rito te dieron terreno para reclamar?

3. El punto de vista que hemos adoptado de la vida humana deber�a conducirnos naturalmente a las actividades que puedan tener mayor influencia para corregir su vanidad. ( H. Blair, DD )

Versículo 11

Las palabras de los sabios son como aguijones.

Un predicador sabio tiene como objetivo conmover a sus oyentes

I. Un predicador sabio tratar� de impresionar la mente de sus oyentes.

1. Todo predicador sabio sabe que a menos que impresione las mentes de sus oyentes, no podr� hacerles ning�n bien con su predicaci�n. Los oyentes deben sentir lo que escuchan, o lo que escuchan ser� como un metal sonando o un platillo tintineante.

2. Todo predicador sabio sabe que sus oyentes no sentir�n la verdad y la importancia de lo que dice a menos que �l los haga sentir. Los oyentes lo ven como la parte del predicador que los hace sentir. Quieren ser pasivos al o�r, a menos que �l los active.

II. C�mo predicar� para alcanzar este objetivo deseable. Cuando una persona propone un fin determinado, el fin que propone sugiere naturalmente los medios adecuados para lograrlo. Esto es v�lido con respecto a un predicador sabio, que se propone penetrar e impresionar las mentes de sus oyentes.

1. Este fin lo llevar� naturalmente a usar el estilo m�s apropiado en la predicaci�n. Escoger� las mejores palabras y las colocar� en el mejor orden para iluminar la mente y afectar el coraz�n.

2. Su prop�sito de penetrar e impresionar las mentes de sus oyentes lo llevar� a exhibir grandes e interesantes verdades. Aportar� gran parte del car�cter, las perfecciones y los designios de Dios a sus discursos p�blicos. Predicar� a Cristo en la grandeza de su naturaleza, y en la gloria y la gracia de su car�cter y obras mediadoras. Exhibir� al hombre en la dignidad de su naturaleza y en la importancia de su destino. Y desplegar� las escenas de un juicio general, y de una eternidad ilimitada, en su propia y terrible solemnidad nativa.

3. Con el mismo prop�sito, explicar� las verdades divinas y describir� los objetos divinos.

4. El predicador sabio, que intenta impresionar las mentes de sus oyentes, arreglar� las verdades divinas y exhibir� los objetos divinos, en tal orden que alcance todos los poderes y facultades del alma, en su debido momento. La instrucci�n debe ir siempre antes de la declamaci�n. No puede responder a ning�n prop�sito valioso inflamar las pasiones antes de que se arroje luz en el entendimiento y la conciencia; sino que sirve, por otro lado, para producir los efectos m�s fatales.

5. El predicador sabio, que quiere impresionar la mente de sus oyentes, siempre aplicar� su discurso de acuerdo con sus caracteres particulares. Lo que pertenece a los santos, lo aplicar� a los santos; y lo que pertenece a los pecadores, lo aplicar� a los pecadores.

III. Mejora.

1. Aprendemos de lo dicho, la importancia de que los ministros sean buenos hombres. La piedad es necesaria, tanto para disponerlos como para permitirles penetrar e impresionar la mente de sus oyentes.

2. Aprendemos de lo dicho, la importancia de que los ministros se entreguen por completo a su trabajo. Si quieren penetrar e impresionar las mentes de sus oyentes, deben exhibir, en el curso de su predicaci�n, una rica variedad de verdades divinas. Pero pronto perder�n una variedad y caer�n en una igualdad en la predicaci�n, a menos que mejoren constantemente sus mentes en el conocimiento de las doctrinas y deberes de la religi�n mediante la lectura, la meditaci�n y la oraci�n.

3. Aprendemos de lo que se ha dicho, la manera en que un ministro debe aparecer y hablar en el p�lpito. Su voz, su apariencia, sus gestos y todo su comportamiento deben regirse por completo por su fin �ltimo, que es penetrar e impresionar las mentes de sus oyentes.

4. Aprendemos de lo que se ha dicho que no es muy importante si un ministro predica con notas o sin ellas. Si su objetivo es impresionar la mente de sus oyentes, puede lograr su fin mediante cualquiera de estos modos de predicaci�n.

5. Aprendemos de lo dicho, el gran absurdo de aquellos ministros que cuidadosamente evitan penetrar e impresionar la mente de sus oyentes. Salom�n y Cristo, los profetas y ap�stoles, ten�an la intenci�n de penetrar e impresionar las mentes de sus oyentes; y, por la manifestaci�n de la verdad, recomendarse a la conciencia de todo hombre delante de Dios. Estos son ejemplos que es prudente que sigan los predicadores, aunque deber�an causar dolor e incluso ofender a sus oyentes.

6. Si es la sabidur�a y el deber de los ministros penetrar e impresionar las mentes de sus oyentes, entonces no tienen raz�n para quejarse de la predicaci�n m�s cercana y picante. Siempre desean tal sencillez y fidelidad en otros hombres, a quienes emplean para promover su bien temporal. Quieren que su abogado examine su causa con detenimiento, descubra cada defecto y les diga la pura y simple verdad.

Y desean de todo coraz�n que su cirujano explore sus heridas hasta el fondo y aplique los remedios eficaces del musgo, aunque tan dolorosos y angustiosos de soportar. Entonces, �por qu� deber�an quejarse de su ministro por tratar con claridad y fidelidad sus almas? Esto es un absurdo en su propia naturaleza, un da�o a su ministro y puede ser una destrucci�n eterna para ellos mismos.

7. Si el objetivo del ministro debe ser penetrar e impresionar las mentes de sus oyentes, entonces hay culpa en alguna parte si sus mentes no son penetradas e impresas. O el ministro no tiene como objetivo impresionar sus mentes, o su intenci�n es resistir las impresiones de la verdad Divina. ( N. Emmons, DD )

Las palabras de los sabios

I. Son estimulantes, "como aguijones". La ense�anza sabia, por atractiva que sea ( Eclesiast�s 12:10 ), nunca carece de sentido. Es penetrante, incisivo. Estimula a

1. Odio y oposici�n. Ahab. ( 1 Reyes 21:20 ; 1 Reyes 22:8 ). Los fariseos ( Marco 12:12 ).

2. Conversi�n. Saulo de Tarso ( Hechos 9:5 Ver tambi�n Salmo 45:2 ; Salmo 45:5 ).

3. Progreso y esfuerzo ( 2 Pedro 1:12 ; 2 Pedro 3:1 : l).

II. Son permanentes, "como clavos", etc. "Maestros de asambleas", ya sea los que re�nen a las personas para escucharlas, o quiz�s "maestros de colecciones", los que recopilan y ordenan palabras sabias. En cualquier caso son profesores, de boca en boca o por escrito. Un clavo �clavado� o �plantado� no solo penetra, sino que permanece. La impresi�n que produce la ense�anza sabia es duradera. Permanece ...

1. Para ser meditado. La Sant�sima Virgen ( Lucas 2:19 ; Lucas 2:51 . Ver tambi�n Lucas 1:66 y G�nesis 37:11 ).

2. Ser actuado, como principios fijos, que regulen la conducta. �Habiendo o�do la palabra, gu�rdala y haz fruto�, etc. ( Lucas 8:15 ; ver Salmo 119:11 ).

3. Para ser agregado a; un clavo (una �clavija�, como decimos) del que colgar mucho m�s. Compare la promesa con Eliaquim ( Isa�as 22:23 ).

III. Tienen unidad esencial, "dada de un solo pastor".

1. El maestro humano que hace las suyas (dando armon�a y unidad a las �palabras de los sabios�), extra�do de muchas fuentes.

2. Dios, el Autor de toda sabidur�a ( Proverbios 2:6 ), el Gran Profeta y Maestro de la Iglesia ( Juan 16:13 ; 1 Corintios 2:9 ). Armon�a y unidad de la verdad, como la ense�an los escritores inspirados y aquellos cuya ense�anza concuerda con ellos.

IV. Conclusi�n. En esta descripci�n tenemos una regla por la cual:

1. El maestro debe guiarse a s� mismo.

2. El oyente debe probarse a s� mismo. ( Archidi�cono Perowne. )

El ministerio cristiano de los literatos

Hay un ministerio cristiano m�s amplio que aquel al que los hombres est�n consagrados a trav�s de oficios eclesi�sticos. Tambi�n pertenecen a la "gran compa��a de predicadores", o maestros, que exploran los cielos, o que descifran los registros grabados en las rocas, o que analizan formas materiales, o que trazan las evoluciones de la vida, con aquellos que delinean o encarnan el hermosa en el arte; todos estos son colaboradores de �los ap�stoles y profetas� en el servicio y adoraci�n de Dios el Padre.

Algunos de los siervos de Dios est�n m�s cerca del altar que otros, pero el sacrificio y el servicio de estos en el rango m�s alejado son aceptables para �l siempre y en todas partes cuando se ofrecen o se hacen �con un coraz�n honesto y sincero�. Y entre estos diversos dones del Esp�ritu de Dios, que reparte a los hombres �solidariamente como �l quiere�, seguramente podemos contar el don del genio que ha enriquecido al mundo con tantos pensamientos dulces e inspiradores en las variadas formas de la literatura.

Charles Lamb ha dicho, a su manera tranquila y pintoresca: �Estoy dispuesto a dar las gracias en otras veinte ocasiones en el transcurso del d�a adem�s de mi cena. Quiero un formulario para emprender un agradable paseo, un paseo a la luz de la luna, un encuentro amistoso, un problema resuelto. �Por qu� no tenemos nada para los libros, esas comidas espirituales, una gracia ante Milton, una gracia ante Shakespeare, un ejercicio devocional que se debe decir antes de leer la 'Reina de las hadas'? Porque la literatura, incluso en sus formas m�s humildes, ha sido un ministerio de consuelo y ayuda para millones.

Ha llenado d�as en la vida de multitudes con consuelo o con sol que de otra manera hab�an sido "oscuros y l�gubres". Muchas personas devotas sienten horror, lo s�, por lo que llaman obras de �ficci�n�: tampoco soy insensible a la influencia desmoralizadora de la clase m�s baja de esa literatura. Pero discriminemos aqu�, como lo hacemos en la m�sica, en la pintura y en la poes�a, ni condenemos lo que es saludable con lo que es vicioso en los libros de diversi�n o recreaci�n; porque los m�s grandes escritores de la as� llamada ficci�n han prestado un buen y bendecido servicio a menudo en la causa de la moralidad y la religi�n.

Hay m�s "evangelio puro", en el sentido sustancial de esa frase sin sentido, en los escritos de Charles Dickens, por ejemplo, que en las siete d�cimas partes de nuestros delicados sermones. �Piensa en la dulzura, el patetismo, la caridad divina que impregnan sus libros! mientras que incluso lo hogare�o, lo rid�culo y lo aparentemente profano son siempre amistosos con la virtud. �Qu� poder ha tenido en la regeneraci�n de los modales ingleses! Luego piense en un servicio similar realizado por su gran competidor en letras inglesas; por aquel que arremeti� contra las locuras y los vicios de �Vanity Fair�, haciendo un trabajo que el p�lpito era impotente o tem�a hacer al reprender la extravagancia y el despilfarro de moda de la �poca; porque la literatura pod�a encontrar audiencia en c�rculos cerrados a las homil�as y pastorales episcopales, insinuando verdades que se hab�an resentido al venir en forma dogm�tica.

Y los resultados est�n marcados en todas las esferas de la vida inglesa, porque no es a un aumento de la actividad eclesi�stica a lo que se debe rastrear �nica o principalmente la mejora de los modales y la moral del pueblo ingl�s. La influencia de la prensa se ha vuelto suprema; nuestros m�s grandes profetas hablan a trav�s de los libros. Nadie puede estimar la deuda que la civilizaci�n moderna tiene con los hombres cuyo arma ha sido la pluma.

Siempre han estado dispuestos a exponer la hipocres�a, a resistir la tiran�a del poder, a defender la causa de los oprimidos y, a veces, a un precio amargo. De todos los poderes meramente humanos, la poes�a ha sido el m�s potente sobre el pensamiento y el sentimiento cultivados del mundo. Tiene una sabidur�a m�s condensada, habla m�s directamente de los afectos primarios, incita al alma a objetivos m�s grandiosos, es m�s parecido a la unci�n del Esp�ritu Divino que cualquier otro instrumento o influencia controlada por el hombre.

Se puede adquirir el arte de hacer versos, pero el verdadero poeta est� inspirado, tiene una visi�n m�s profunda de los hombres y las cosas con mejores facultades de interpretaci�n: el maestro a cuyos pies se sientan todos los dem�s hombres para captar el fluir de la sabidur�a armoniosa. Todos los dones del genio provienen del cielo, pero el m�s brillante y el mejor es �la visi�n y la facultad divina� del poeta. Es el maestro de maestros. Los mejores pensamientos del mundo cultivado nacieron en la poes�a.

Todas las dem�s especies de poder intelectual se han inspirado en �l. La religi�n, la moral y el gobierno han sido penetrados y purificados por �l. Tome un nombre y todo lo que representa de los anales literarios de Inglaterra, �y qu� vac�o ser�a visible dondequiera que haya ido la lengua inglesa! �Tomemos toda la gama de literatura inglesa�, dice el difunto Canon Wordsworth; �Juntemos a nuestros mejores autores que han escrito sobre temas que no profesan ser religiosos o teol�gicos, y no encontraremos, creo, en todos ellos unidos tanta evidencia de que la Biblia ha sido le�da y usada como lo hemos encontrado solo en Shakespeare.

��Qui�n puede llevar sus pensamientos y reflexiones al estudio o al armario sin salir con sentimientos m�s profundos y divinos en �l, sin una estimaci�n m�s espantosa de la vida y sus grandes problemas? ( JH Rylance, DD )

Versículo 12

De hacer muchos libros no hay fin.

Libros

Si es cierto tantos a�os antes de Cristo, �cu�nto m�s cierto tantos a�os antes de Cristo! Vemos libros con tanta frecuencia que no apreciamos lo que es un libro. Se necesitaron todas las civilizaciones, todos los fuegos de m�rtires, todas las batallas, todas las victorias, todas las derrotas, todas las penumbras, todo el brillo, todos los siglos para hacer posible un libro. Un libro; el coro de las edades; es el sal�n en el que reyes y reinas, fil�sofos y poetas, oradores y ret�ricos salieron a reunirse. Si quemara incienso a cualquier �dolo, construir�a un altar delante de un libro.

Gracias a Dios por los libros - buenos libros, libros saludables, libros de hombres, libros de mujeres - sobre todo, por el Libro de Dios. "De hacer muchos libros no hay fin". La imprenta es la agencia m�s poderosa para el bien o el mal. Tengo la idea de que ser� la agencia principal para el rescate y la evangelizaci�n del mundo, y que la �ltima gran batalla no se librar� con pistolas y espadas, sino con tipos y prensas, una imprenta evangelizada triunfando y pisoteando. bajo los pies y aplastando una literatura perniciosa.

Debe aplicar la misma ley al libro y al peri�dico. El peri�dico es un libro m�s r�pido y con una forma m�s port�til. Bajo libros y peri�dicos perniciosos han ca�do decenas de miles. La plaga no es nada. Eso cuenta sus v�ctimas por miles; esta plaga moderna arroja sus millones al osario de los moralmente muertos. �Hay algo que pueda hacer para ayudar a detener este poderoso torrente de literatura perniciosa? Si.

Lo primero que debemos hacer todos es mantenernos a nosotros mismos y a nuestras familias alejados de los libros y peri�dicos inicuos. Si me preguntas hoy, �hay algo que podamos hacer para detener esta marea? Yo digo que s�, en todos los sentidos. Primero, nos mantendremos al margen de todos los libros que dan im�genes falsas de la vida humana. La vida no es una tragedia ni una farsa. No todos los hombres son bribones ni h�roes. Las mujeres no son �ngeles ni hadas.

Sin embargo, a juzgar por gran parte de la literatura actual, llegar�amos a la idea de que la vida es algo irregular, fant�stico y extravagante, en lugar de pr�ctico y �til. Aquellas mujeres que son lectoras indiscriminadas de novelas no son aptas para los deberes de esposa, madre, hermana, hija, los deberes de la vida hogare�a, los deberes de la vida cristiana. Tambi�n ayudaremos a detener la marea de literatura perniciosa manteni�ndonos al margen, nosotros y nuestras familias, de los libros que tienen algo de bueno pero una gran mezcla de maldad.

No me importa lo bueno que seas, no puedes permitirte leer un libro malo. Dices: "La influencia es insignificante". �Ah! el rasgu�o de un alfiler puede producir trismo. Por curiosidad te sumerges en un libro malo, y tienes la curiosidad de un hombre que mete una antorcha en un molino de p�lvora para ver si estalla o no. Si desea ayudar a detener la marea de literatura perniciosa, usted y sus familias tambi�n deben apartarse de los libros que corrompen la imaginaci�n.

En el nombre de Dios, les advierto a algunos de ustedes que sus hijos est�n amenazados por la fiebre tifoidea moral y espiritual, y si el mal no se detiene, habr� el funeral del cuerpo, el funeral de la mente y el funeral del alma. - tres funerales en un d�a. Si desea ayudar a detener esta marea, mant�ngase alejado, usted y sus familias, de todos los libros que piden disculpas por el crimen. Muchas de las fascinaciones de la encuadernaci�n de libros giran en torno al pecado.

El vicio es horrible de todos modos. Nace avergonzado y muere aullando en la oscuridad. P�ntalo como si se retorciera en los horrores de un hospital de la ciudad. Malditos son los libros que hacen digna la impureza, honorable el crimen y noble la hipocres�a. A este respecto, me gustar�a recordarles las im�genes inicuas de nuestro tiempo. Por las buenas fotograf�as tengo una gran admiraci�n. Un artista con un destello har� lo que un autor puede lograr en cuatrocientas p�ginas.

Las bellas pinturas son la aristocracia del arte. Los grabados son la democracia del arte. A veces, una buena imagen en un lado de una imagen servir� tanto como un libro de cuatrocientas o quinientas p�ginas. Pero sabes que nuestras ciudades est�n hoy malditas con im�genes malvadas. Estas sentencias de muerte est�n en todas las calles. Un joven compra quiz�s una copia, y la compra con su eterna confusi�n. Esa mala imagen envenena un alma, esa alma envenena cincuenta almas, las cincuenta despojan a cien, las cien a mil, las mil un mill�n y los millones a otros millones, hasta que haga falta la l�nea de medir de la eternidad para decir la altura, y la profundidad y lo espantoso de la gran maldad.

Recuerde que una columna de buena lectura puede salvar un alma, que una columna de mala lectura puede destruir un alma. Hace a�os, un cl�rigo que pasaba por el oeste se detuvo en un hotel y vio a una mujer copiando un libro. Encontr� que el libro era "Rise and Progress" de Doddridge. Esta mujer estaba complacida con el libro, que hab�a tomado prestado, y estaba copiando un pasaje que la impresion� mucho.

El cl�rigo ten�a una copia de �Rise and Progress� de Doddridge en su valija y se la dio. Pasaron treinta a�os, y ese cl�rigo lleg� al mismo hotel y estaba preguntando por la familia que hab�a vivido all� treinta a�os antes, y le indicaron una casa cercana. Fue all� y le dijo a la mujer: "�Recuerdas haberme visto antes?" Ella dijo: �No recuerdo haberte visto antes.

"�No recuerdas que hace treinta a�os un hombre te dio una copia de 'Rise and Progres' de Doddridge? Oh, s�, lo recuerdo; que salv� mi alma, ese libro. Se lo prest� a mis vecinos y ellos lo leyeron, y todos vinieron a la Iglesia y tuvimos un gran avivamiento. �Ves la aguja de una iglesia all� afuera? Esa iglesia fue construida como consecuencia de ese libro ". �Oh, el poder de un buen libro! �Oh, el poder de un mal libro! Abarroten sus mentes con buenos libros y no habr� lugar para los malos. El celem�n lleno de trigo, �d�nde se puede echar la paja? ( T. De Witt Talmage. )

Versículo 13

Escuchemos la conclusi�n de todo el asunto: Teme a Dios y guarda sus mandamientos.

El prop�sito de la vida

I. La vida tiene un prop�sito. El arquitecto pretende que el edificio que dise�a y erige responda a un fin espec�fico; lo mismo ocurre con el ingeniero, el constructor de barcos, el mec�nico, el artista, el creador y modelador de cualquier obra. Seguramente Dios debe haber tenido alg�n prop�sito en mente al hacer el universo, y al hacernos lo que somos, y al colocarnos en medio de tan maravillosas realidades.

II. �Cu�l es el prop�sito de la vida?

1. Es asunto nuestro asegurarnos de tener una relaci�n correcta con Dios. Por naturaleza y por pr�ctica estamos en un estado de alienaci�n de �l; hay una brecha de nuestra propia creaci�n, entre �l y nosotros. Nuestra principal preocupaci�n deber�a ser curar esa brecha. Esto es posible.

2. Efectuada nuestra reconciliaci�n con Dios, debemos amarlo y obedecerlo constantemente y buscar su gloria. Para ello nos ha dado vida, fuerza f�sica, dotes mentales, nuestra naturaleza espiritual. �l nos ha puesto aqu� para que hagamos Su voluntad. Este deber�a ser nuestro objetivo continuo. Participar en este empleo debe considerarse m�s un privilegio que una obligaci�n. En todas las actividades y circunstancias debemos buscar vivir para Dios.

De hecho, solo podemos cumplir este prop�sito atendiendo a los detalles. S�lo siendo fieles en lo m�nimo podemos ser fieles en lo mucho. En el mosaico, es el relleno de peque�as piezas lo que a menudo da completitud y belleza al dise�o. El descuido de las peque�as cosas a veces conduce a resultados graves. Dejemos que los detalles de la vida est�n "con Dios". Si prestamos atenci�n a esto, todo nuestro trabajo se har� bien.

3. El prop�sito de la vida abarca el amor y el servicio a toda la humanidad. En los pecados y dolores de los hombres; en su lucha contra la pobreza, s�, y contra la riqueza; en sus tentaciones y necesidad de socorro y simpat�a; en todo esto ve tu campo de labor. Hasta tu trabajo. Hazlo con coraz�n alegre y manos diligentes; y nunca se canse - en todo caso, nunca se quede inactivo - hasta que pueda decir, como dijo su Maestro: "Consumado es". Cuando el Dr. Donne se estaba muriendo, dijo: "Cuento toda esa parte de mi vida perdida que no pas� en comuni�n con Dios ni en hacer el bien". ( W. Walters. )

La moraleja de todo

Hay momentos en que cada uno de nosotros est� constre�ido por el dolor o invitado por la esperanza de obtener ganancias a hacer un balance de sus recuerdos. Todos hemos deseado ansiosamente, todos nos hemos afanado; ninguno de nosotros, pero ha tenido sus aspiraciones y sus decepciones. La vida ha resultado, y suponemos que resultar� diferente de lo que esper�bamos o encontramos cuando salimos por caminos sin probar. El libro simpatiza con todos los que han perdido sus ilusiones; con todos los que miran morir los sue�os brillantes uno a uno como las l�mparas de hadas de alg�n festival de verano.

Cu�ntas veces hemos exclamado con el Predicador, ya que la vacuidad de cada pretensi�n de este mundo tan pretencioso ha sido expuesta por nuestra propia prueba: "�Tambi�n esto es vanidad!" Pero hay otro lado del tema. Algunas cosas son reales. El autor de este libro nunca habla de religi�n como si fuera una ilusi�n, ni de Dios como si no fuera verdadero. La parte espiritual por la que nos relacionamos con Dios y conocemos a Dios es nuestro yo genuino.

Es porque el alma quiere la verdad que descarta con tanta impaciencia las falsificaciones de la verdad que presionan sobre su atenci�n. Si no hubiera una chispa vital de valor en el alma, nunca criticar�a tan severamente la masa de inutilidad que la rodea. Ese, entonces, es nuestro tema: la vanidad del mundo y el valor de la religi�n, y cada uno de ellos visto, y visto solo, en contraste y en contraste con el otro.

1. Podemos nombrar tres cosas sobre las que el moralista escribe la leyenda de la vanidad: el trabajo humano, el conocimiento humano, el placer humano.

(1)Uno de sus pensamientos sobre el trabajo es que parece una inquietud infructuosa contra las fuerzas fijas de la naturaleza. "La tierra permanece para siempre". Los soles surgen y se ponen; el viento cambia de cuarto en cuarto; los r�os fluyen hacia el mar, y los arroyos fluyen hacia los r�os. Hay momentos en los que este pensamiento nos oprime y se vuelve insoportable. Como dijo uno de nuestros nobles ingleses, que ten�a una mansi�n con vistas al hermoso valle del T�mesis: �No puedo entender por qu� la gente se deleita con la vista del r�o; ah� est� - fluir, fluir, fluir, �siempre lo mismo! " �Cu�n r�pidamente se desvanece de la faz de la Naturaleza el efecto del trabajo del hombre! No hay nada m�s hermoso que la vista de jardines bien ordenados o campos cultivados; sin embargo, �cu�n r�pido la naturaleza, como desafiando el esfuerzo del hombre por mejorar, regresa corriendo con sus malas hierbas y su naturaleza salvaje!

(2) Una vez m�s, el contraste del conocimiento y la sabidur�a humanos con la igualdad de la naturaleza humana conduce al mismo reflejo de desilusi�n. Incrementar el conocimiento significa incrementar el dolor. El estudio de la historia saca a la luz una larga serie de luchas apasionadas por la verdad y el bien, que incesantemente deben comenzar de nuevo.

(3) El Predicador se apart� con enfermedad del coraz�n del trabajo del conocimiento y se dedic� a los placeres refinados. El pensamiento de la muerte, nivelando todas las distinciones, se inmiscuy� en �l. El sabio es finalmente igualado en la tierra con el necio. La vida le resultaba odiosa porque el trabajo realizado bajo el sol le resultaba penoso; porque todo era vanidad y aflicci�n de esp�ritu.

2. Y ahora llegamos a "la conclusi�n de todo el asunto". Si esta leyenda, �Vanidad y aflicci�n de esp�ritu�, debe escribirse sobre los objetos del deseo y el deleite humanos, si el mundo suena vac�o dondequiera que lo toquemos, �d�nde se encuentra la realidad? La respuesta simple del Predicador es que se encuentra en la religi�n: "Teme a Dios y guarda sus mandamientos". Dios es real como el alma es real.

�l es, como lo describe Agust�n, la Vida de nuestra vida, el centro de nuestro coraz�n. Dios es ese Ser puro y perfecto de alianza y comuni�n con quien anhelamos. Y es la luz que tenemos de �l y en �l lo que hace que el mundo parezca tan oscuro, la percepci�n de Su rectitud la que pone en doloroso contraste la tortuosidad de los caminos de los hombres, y de Su belleza lo que hace que su maldad sea tan deformada.

Y nuestra felicidad debe residir, para cada uno de nosotros, en la lealtad a �l, en el cumplimiento de Sus leyes, ya sea que las conozcamos por el estudio de la Naturaleza o de las Sagradas Escrituras, o por el estudio atento de nuestro propio coraz�n y de la naturaleza. esp�ritu oracular de santidad, cuya influencia se siente en �l. Es en el cansancio del mundo que caemos sobre la dulzura y la veracidad de la religi�n pura para nuestro refrigerio y consuelo; es cuando hemos renunciado a la presunci�n de ser m�s sabios que nuestros antepasados, y la esperanza de enderezar las cosas torcidas, vemos claramente que el cultivo de nuestra alma es nuestra principal preocupaci�n, y la �nica manera de mejorar el mundo es mediante atendiendo con reverencia a nuestro deber con integridad y sencillez de coraz�n.

Es malo para nosotros si, cuando hayamos descubierto la vacuidad de este mundo burbuja, la astucia y la impostura de la naturaleza humana, decimos: �Viviremos como los dem�s, no nos tomaremos las cosas en serio, no Pasaremos por nuestro camino con una sonrisa y una broma, sin confiar en nada, sin esperar nada �. S�lo la presencia de Dios, que es de bien sustancial y eterno, puede consolarnos de la vanidad de las cosas terrenales, como el Predicador descubri� hace tanto tiempo. ( E. Johnson, MA )

Aprovechando la vida al m�ximo

�Qu� se entiende por "aprovechar al m�ximo la vida"? La respuesta puede darse en cuatro proposiciones distintas pero relacionadas.

I. El c�lculo sabio de la vida en sus fines, objetivos, limitaciones y posibilidades. La vida es una realidad seria y tremenda; la vida es corta en el mejor de los casos; la vida est� cargada de infinitas posibilidades de bien y de mal; la vida es una confianza responsable de infinita solemnidad e importancia. Entrar en una vida as� y gastar sus preciosos a�os, y separarse de sus invaluables oportunidades, sin la debida consideraci�n, sin pensar seriamente en el futuro &mdashel fin, las obligaciones y las cuestiones finales de la vida&mdash es actuar como corresponde. del necio y del pecador desenfrenado.

II. La elecci�n correcta de los medios para asegurar el gran fin de la vida. La vida es una confianza racional y temerosa, que Dios ha puesto en nuestras manos, y nos har� estrictamente responsables del uso y resultado de ella. De la correcta elecci�n de los medios y de su sabia y fiel aplicaci�n depender� principalmente el tono, el car�cter, el fruto y el desenlace final de la vida misma.

III. Un esposo celoso de todos los recursos a nuestro alcance, para lograr el fin y la misi�n de la vida.

IV. El mayor gasto de voluntad, energ�a y esfuerzo para obtener los mejores resultados posibles de este breve per�odo de existencia probatoria. El presente es la siembra de una existencia eterna. Por breve que sea esta vida, ofrece la �nica oportunidad de ir al cielo. Nuestros d�as est�n "contados" desde el principio, suficientes, pero no demasiados, para el trabajo que se nos ha encomendado. Debemos levantarnos y darnos prisa. ( JM Sherwood, DD )

El temor de dios

El temor de Dios que nos presenta, como toda la obra, el deber y la felicidad del hombre, es un temor que se mezcla con el amor y se traduce en toda santa obediencia, en la observancia de los mandamientos de Dios, de coraz�n, imparcial y universalmente. .

I. El principio de religi�n. Este es el temor de Dios, no un temor como el que tienen los hombres malvados, y que los hace temblar, como los demonios en su prisi�n debajo, pero un sentido santo y reverencial de Su majestad, una creencia en Su presencia, poder, y bondad, la adoraci�n de su amor y sabidur�a, la confianza en su providencia y el pavor de su disgusto. En consecuencia, el temor de Dios incluye nuestra fe en �l, tal como �l se nos ha revelado en Su Palabra.

El temor de Dios que ahora les recomiendo es un sentimiento mezclado: el amor, la fe, la confianza deben mezclarse con �l. Este es el principio interno de la religi�n: sin �l no puede haber adoraci�n aceptable. Hay dos extremos de los que est� igualmente distante. El �nico extremo es ese pavor, que engendra superstici�n y recursos humanos para aliviarlo y eliminarlo.

II. Este miedo se ve en sus resultados: necesariamente conduce a la pr�ctica; est� en conexi�n con el deber y la obediencia. Cuando vemos los movimientos de un reloj, o de cualquier m�quina compleja, sabemos que hay un poder en funcionamiento en nuestro interior. Si las manecillas de un reloj se mueven, sabemos que hay una causa; el resultado sigue, por supuesto. Es as� con los actos externos de la religi�n cuando son correctos; surgen del principio interno.

La gran virtud de este principio interno es que impulsa al hombre en su conducta universalmente; da un objetivo y una tendencia correctos tanto a sus deseos como a sus afectos, tanto a sus palabras como a sus obras. Gobernar la lengua, refrenar los apetitos del cuerpo, corregir el temperamento, contener las hinchazones del orgullo, las sugerencias de malicia y venganza, frenar toda deshonestidad en el deseo y la acci�n, asegurar la templanza, la sobriedad y la castidad. ; �Para que las manos no escarben y roben, y la lengua de hablar mal, mentir y calumniar;� para establecer la verdad y la integridad en lo profundo del coraz�n; todos estos son resultados que fluyen de un principio interno del temor de Dios.

III. Este es la totalidad del hombre; todo su deber, su mayor logro, su obra m�s noble. ( HJ Hastings, MA )

�Cu�l es todo el deber del hombre?

El Libro de Eclesiast�s se parece al de Job: su objetivo no se revela hasta que termina. Podr�a llamarse el Libro del Despertar y la Renuncia. Si miramos la vida desde un mero punto de vista terrenal, no vale la pena vivirla. Todo es vanidad; �cual es el uso? A medida que el libro se cierra, revela la verdadera filosof�a de la vida.

I. El temor de dios. Esto incluye una variedad de sentimientos.

1. Reverencia. Esto puede verse como triple, seg�n la visi�n profunda de la educaci�n de Goethe: reverencia por lo que est� por encima de nosotros, reverencia por nuestros iguales y reverencia por lo que est� por debajo de nosotros.

2. El temor de ofender a Dios al hacer lo pecaminoso.

3. Este temor, que nace de la reverencia, no tiene ning�n tormento y est� �ntimamente ligado a la esperanza.

II. La obediencia de Dios. Guardar sus mandamientos incluye todo el deber del hombre; o este es el deber de todo hombre. El �rbol del deber sostiene muchas ramas.

1. Nuestro deber para con Dios.

2. Nuestro deber para con nosotros mismos.

3. Nuestro deber para con los dem�s.

III. Algunas razones.

1. Toda nuestra vida ser� juzgada.

2. Todo lo secreto de la vida se revelar� en el juicio, ya sea bueno o malo. ( LO Thompson. )

El resumen de la virilidad

No es necesario advertir a los hombres contra el temor de Dios. La tendencia actual es no temer demasiado, sino muy poco.

I. Temed a Dios. El temor piadoso es saludable.

1. Fomenta la reverencia.

2. Protege la virtud.

3. Se refrena del pecado.

4. Impulsa a la obediencia; al&mdash

II. Guardar los mandamientos de Dios; del mandamiento.

1. Arrepentirse.

2. Creer en el Se�or Jes�s. Estos son preliminares - para mantener&mdash

3. El gran mandamiento; y&mdash

4. Ese "semejante a �l", y el mandato:

5. Caminar en "todos los estatutos del Se�or".

III. "Este es todo el deber del hombre"; m�s bien, "esto es el todo", es decir, esto es todo, "en lo que respecta a la vida del hombre". Esto es todo lo que se relaciona:

1. A la fe.

2. Experimentar.

3. Conducir.

4. Al servicio. As� obtienes el hombre completo. ( RC Cowell )

Todo el deber del hombre

Esto sugiere como tema de meditaci�n el hecho de que la religi�n revelada por Dios incluye todo el �mbito de la posible actividad humana; que no hay nada bueno que un hombre pueda pensar, hacer, decir o sentir que no pueda demostrarse en sus formas m�s elevadas que est� arraigado y sea un fruto de la religi�n que Dios ha revelado. �Teme a Dios y guarda sus mandamientos; porque este es todo el deber del hombre ".

I. El primer punto a determinar es el significado de la palabra miedo. No es un miedo servil; no es el sentimiento que podr�a tener un hombre que se retorc�a en la tierra ante la proximidad de un d�spota y esperaba ser convertido en polvo por el golpe de su tal�n de hierro. El significado b�blico del miedo es lo que sugerimos con la palabra reverenciar. �Reverencia a Dios y guarda sus mandamientos�. Este es el �temor del Se�or que es el principio de la sabidur�a.

�Reverenciar a Dios como nuestro Creador, como el Soberano del universo, como el �nico Legislador, es la uni�n del intelecto que aprueba, y el coraz�n que ama, y ??la voluntad que consiente. Todos est�n en una sola palabra: reverenciar. Cuando la reverencia por Dios existe en un alma humana, la actitud natural de esa alma es la actitud que llev� a San Pablo, mientras a�n se llamaba Saulo, a gritar: "Se�or, �qu� quieres que haga?"

II. Cuando un hijo de Dios, reverenciandolo, hace esta pregunta, encuentra que los mandamientos de Dios incluyen sus devociones. La explicaci�n de la oraci�n, del santo s�bado y de la Palabra de Dios se encuentra en el hecho de que crean, mantienen y aumentan la reverencia.

III. Observe, tambi�n, que los mandamientos de Dios toman la forma de justicia, y estos mandamientos se simplifican, y luego se presentan los detalles debajo de ellos. El primer y gran mandamiento es que "Amar�s al Se�or tu Dios con todo tu coraz�n, mente y fuerzas". La �nica definici�n del amor de Dios que puede satisfacer la mente o el coraz�n es �tener un deseo intenso de agradarle.

�Se aplicar� por igual a los esp�ritus en el cuerpo y fuera del cuerpo. Y el segundo es semejante a �ste: "Amar�s a tu pr�jimo como a ti mismo". Esto no significa m�s que a ti mismo, como han supuesto algunos fan�ticos, sino a ti mismo; no en el sentido de cuidar a tu pr�jimo como a ti mismo, o de cuidar de su casa, de sus hijos, de su vida; sino en este sentido: que har�s bien a tu pr�jimo cuando tengas la oportunidad, y que no le har�s mal ni siquiera para tu propio provecho pasajero. ( JM Buckley, DD )

Versículo 14

Porque Dios traer� a juicio toda obra, con todo secreto, sea bueno o sea malo

El gran dia del juicio

I. Demuestre la absoluta certeza de un d�a de juicio general.

1. Por la Biblia ( Judas 1:14 ; Job 19:25 ; Salmo 9:7 ; Salmo 50:3 ; Daniel 7:9 ; Mateo 25:31 ; Hechos 24:15 ; Hechos 24:25 ; 2 Pedro 3:10 ; Apocalipsis 20:11 ).

2. La conciencia, influenciada por el Esp�ritu Santo, y apoyada en el volumen inspirado para obtener informaci�n teol�gica, se�ala el D�a del Juicio para que las recompensas y los castigos se distribuyan al final de nuestro tiempo de prueba.

3. La igualdad y la justicia de la administraci�n de Dios son prueba incontestable de un D�a de Juicio.

II. El juez, las circunstancias que acompa�aron y las consecuencias inmediatas del d�a del juicio.

1. El juez. Jesucristo solo, como se muestra en la Biblia, es adecuado para la gran obra de juzgar al mundo con justicia. Como Hijo de Dios, comprende todos los derechos del trono eterno, los requisitos de la ley y las exigencias de la justicia; y como Hijo del hombre, �l conoce el alcance de nuestra capacidad, los sentimientos de nuestra salud y el estado de nuestra naturaleza, y puede, por lo tanto, ser un Juez misericordioso, misericordioso y justo en las cosas que pertenecen a Dios y al hombre.

2. Las circunstancias que concurrieron el D�a del Juicio y los resultados inmediatos de las decisiones del Juez Supremo. ( W. Graneros. )

Responsabilidad humana

En la discusi�n en la que estamos a punto de embarcarnos, asumiremos la gran verdad de la inmortalidad del alma; asumiremos, al menos, que el hombre vivir� despu�s de la muerte; porque si esto se niega, hay poco lugar para razonar sobre la responsabilidad humana. Quiz�s les plantear� esta grave cuesti�n de la manera m�s clara imaginando ciertos casos en los que una criatura no ser�a responsable, o en los que el hecho de que un Poder Supremo lo responsabilizara sin duda estar�a en desacuerdo con la justicia.

Supongamos, entonces, que les hablara de uno de los animales inferiores, un caballo o un perro, como responsable de sus acciones, de modo que el Creador de ese animal lo llamara a un ajuste de cuentas y lo recompensara o castigara de acuerdo con esto. a sus obras; habr�a un sentimiento instant�neo en sus mentes de que esto dif�cilmente podr�a ser cierto. No se puede pensar que el animal tenga la inteligencia suficiente para ser sometido a ninguna ley; las distinciones entre el bien y el mal nunca han sido captadas por �l, y debido a su falta de inteligencia y a su supuesta total incapacidad para cualquier regla moral, le parecer�a que traer el caballo o el perro fuera poco mejor que traer una m�quina a juicio.

Ahora, t�mate otro descanso; el caso de un beb� o un ni�o muy peque�o. Usted declarar�a que es palpablemente injusto si este beb� o ni�o supuestamente es responsable de sus acciones; instant�neamente dir�a, �El ni�o no es en ning�n sentido due�o de sus acciones; su raz�n no es lo suficientemente fuerte y su conciencia no est� lo suficientemente formada para discernir entre el bien y el mal; y ciertamente, si hay responsabilidad en cualquier caso, no puede haber en aquello en lo que la diferencia moral todav�a no existe.

�Har�as exactamente lo mismo con el idiota. Dir�as: �La l�mpara se apag� o nunca se encendi� en este ser, por cuyos resplandores podr�a haber sido apartado del mal y dirigido al bien: �c�mo, entonces, puede ser juzgado con justicia por sus acciones? �c�mo puede ser un sujeto apto, ya sea para castigo o recompensa? " Tampoco es s�lo la infancia o la idiotez lo que te har�a poner a un ser humano fuera del alcance de la responsabilidad.

Si pudiera demostrarse que un ser est� sometido a alguna restricci�n invencible, accionado por un poder superior, forzado por pasiones irresistibles, o forzado por circunstancias irreversibles, a un cierto curso de conducta, usted decidir�a, y pensamos muy justamente, que �l no pod�a ser responsable de sus acciones. Un agente libre solo puede ser responsable; uno libre, en tal medida, que puede hacer una elecci�n entre el mal y el bien, y no tiene necesidad de actuar de esta manera en lugar de aquella.

Debemos admitir, tambi�n, otra excepci�n a la rendici�n de cuentas. Si un ser est� colocado de tal manera que no tiene suficiente informaci�n sobre cu�l es su deber, o que no tiene un motivo adecuado para cumplirlo cuando se le discierne, parecer�a injusto responsabilizarlo de sus acciones; as� como debe ser libre para ser responsable, tambi�n debe tener suficiente luz para su direcci�n y suficiente aliciente para su obediencia.

Ahora vamos a ver si algunos de estos alegatos permitidos contra la rendici�n de cuentas pueden ser instados por los hombres en general; porque si no, se acabar� toda objeci�n contra la doctrina de la responsabilidad humana, o esa doctrina se destacar� en completa coherencia con los atributos de un Ser como Dios: Ahora, primero, en cuanto al libre albedr�o del hombre . Es posible que todos hayan o�do hablar de lo que se llama la doctrina de la necesidad o el fatalismo.

Se nos dice que en la medida en que hay una sucesi�n de causas y efectos en el universo, y cada causa debe producir su efecto, no hay posibilidad de que las cosas sean de otra manera que como son; no tenemos poder sobre los acontecimientos ni sobre las acciones; no podemos actuar, pero de una manera, podemos llegar a un solo resultado; y es rid�culo hablar de que somos responsables, cuando no somos m�s que m�quinas que no se regulan a s� mismas.

Ahora bien, esta doctrina de la necesidad, si es cierta en absoluto, debe serlo universalmente. Pero puedo ver que la doctrina de la necesidad es falsa en asuntos de la vida com�n. No es cierto que las cosas est�n fuera de nuestro control; no es cierto que procedan de la misma manera, tanto si interferimos como si no. Los campos no se agitan con la cosecha, ya sea que los labramos o no; y s� marca la diferencia, si apagamos un fuego o permitimos que se queme.

�Sed, pues, coherentes, fatalistas modernos! Lleva a cabo tu doctrina de la necesidad en toda su extensi�n y no la confines a la religi�n y la moral. Pero dejando de lado esta doctrina de la necesidad, �hay alguna libertad real de acci�n? �No son los hombres criaturas de las circunstancias? �No est�n bajo un sesgo insuperable? �No es pr�cticamente innegable que actuar�n de una forma y no de otra? No, no es as�; el hombre no es una m�quina, cuando se ha permitido todo lo posible en cuanto a las tendencias y circunstancias de su naturaleza.

El hombre es un ser que puede ser influido por motivos; y un ser influido por motivos no puede ser un ser impulsado por la necesidad. Juzgad por vosotros mismos; �No est�s consciente, cuando haces muchas cosas, de que podr�as abstenerte de hacerlas? - que si se presentara un mayor aliciente para la tolerancia que el que te impulsa a hacer, lo abstendr�as? Entonces, sin duda, sus acciones son tan libres, que con justicia se le puede pedir cuentas.

Pero un ser puede ser libre, y por ello responsable, sin embargo, puede quedar en tal ignorancia, o poseer tan poco poder moral, que dif�cilmente pueda descubrir lo correcto o seguirlo si lo descubren. Hay un fin del gobierno moral, a menos que se mantenga una proporci�n r�gida entre las demandas del gobernante y los poderes y oportunidades del s�bdito. Cuando San Pablo pronunci� esas memorables palabras: "Porque todos los que sin ley han pecado, sin la ley tambi�n perecer�n, y todos los que han pecado en la ley ser�n juzgados por la ley", resolvi� la cuesti�n con todos los creyentes. en la revelaci�n, en cuanto a la responsabilidad que var�a con ventajas, de modo que habr� diferentes est�ndares para diferentes circunstancias.

Pero, adem�s, no creemos que pueda encontrarnos la tribu de seres humanos cuyas circunstancias puedan darse como suficientes para disculparlos de ser responsables en absoluto. Nunca tienes derecho a mirar a aquellos en quienes el sentido moral parece casi extinguido, sin mirar tambi�n a otros en quienes ese sentido est� en vigoroso ejercicio. Deducimos del hecho de que se encuentra un sentido moral donde el hombre no se ha degradado y sensualizado completamente a s� mismo, que inclina el sentido moral es en realidad un elemento de nuestra naturaleza; s�, un elemento no destruido, sino solo superpuesto en lo m�s degradado y sensualizado.

Porque no se ha encontrado ninguna tribu en la que no se pueda despertar la conciencia; despierto, decimos; no estaba muerto, solo dorm�a. No hay ninguno de ustedes sin conciencia. Dejemos que los hombres digan lo que quieran en cuanto a la fuerza de varios motivos, el m�s fuerte, el m�s uniforme, el motivo m�s permanente para todos ustedes es el sentido del deber. No digo que este sea el motivo al que m�s com�nmente cedes, pero s� digo que este motivo siempre se te impone a trav�s de la instrumentalidad de la conciencia; de modo que mientras todos los dem�s son transitorios, esto es permanente.

Me atrevo a afirmar que en toda mente el deber se coloca secretamente antes que el inter�s o el placer, aunque sea cien a uno que pr�cticamente el inter�s o el placer lo trasladar�n al deber. Hay una luz concedida a todos, hay una voz que es audible para todos, hay poder en todos para intentar caminar por la luz y escuchar la voz. Y, por lo tanto, con cada admisi�n de que la responsabilidad no es algo fijo, sino que debe variar en grado con las circunstancias y capacidades del individuo, podemos argumentar en general que Dios solo actuar� con la justicia m�s completa si act�a en consecuencia. el principio del texto - el principio de llevar �toda obra a juicio, con todo secreto, sea bueno o malo.

�Ahora, no ha sido nuestro objetivo a lo largo de nuestro argumento anterior mostrarle que Dios hace o har� responsable al hombre, sino m�s bien que no hay nada en las circunstancias o capacidades del hombre que milite en contra de la doctrina de su responsabilidad; por el contrario, que esas circunstancias y capacidades son tales que prueban con bastante justicia que debe rendir cuentas. Y puede decirme que esto deja sin resolver la cuesti�n de la responsabilidad humana; porque el hecho de que Dios llame a los hombres a rendir cuentas no es una consecuencia necesaria de una prueba de que podr�a llamarlos a rendir cuentas de manera coherente con la justicia.

Ahora, aqu� nuevamente estamos en disputa con usted; pensamos que una es una consecuencia necesaria de la otra; porque si Dios fuera justo al responsabilizar al hombre, �no ser�a injusto al no hacerlo responsable? La justicia resulta de las capacidades con las que ha dotado al hombre y de las circunstancias en las que lo ha puesto; y ser�a injusto si no lo tratara de acuerdo con estas capacidades y circunstancias; injusto porque habiendo propuesto un fin, sus perfecciones le exigen que pregunte si se ha efectuado o no.

Pero, en verdad, si los hombres exigen de nosotros una prueba matem�tica r�gida de que son responsables, admitimos que no es f�cil de dar. Podemos mostrar que todos los elementos esenciales para la rendici�n de cuentas se encuentran en el hombre y, sin embargo, puede que no sea f�cil hacer una demostraci�n de que el hombre es responsable. Pero, �por qu� es esto? Solo porque las cosas sobre las que existe la menor duda son a menudo las m�s dif�ciles de probar.

Un hombre me pide que le demuestre que es responsable; Le pido que me demuestre que existe. Me dir� que �l es su propia prueba de su existencia; y le digo que �l es su propia prueba de su responsabilidad. El hecho de que tales palabras sean de uso com�n con referencia al hombre es en s� mismo una prueba convincente de que hay hechos que les corresponden en su naturaleza y condici�n.

Toda la estructura de la sociedad se basa en el hecho de la responsabilidad humana, y es esta responsabilidad la que la mantiene unida. Solo tiene que establecer que los hombres no son responsables de sus acciones, y que hay un fin de toda confianza, un fin de toda ley, un fin de toda decencia; la mancomunidad est� enferma en su n�cleo, y el resorte principal se rompe, lo que activa todo el sistema. Tampoco nuestros fil�sofos modernos est�n preparados para esto.

Quieren hacer responsable al hombre en la medida en que la rendici�n de cuentas sea necesaria, como cordaje de la sociedad; y luego desean demostrar que es irresponsable, en la medida en que la responsabilidad tiene que ver con su relaci�n con Dios. �Vano esfuerzo! distinci�n in�til! No hay responsabilidad, excepto rendir cuentas a Dios. Si soy responsable ante el hombre, es s�lo en un sentido subordinado. Veo d�nde los hombres quieren trazar la l�nea de responsabilidad.

No tienen idea de no hacerse responsables unos a otros, cuando se trata de sus intereses actuales; pero les gustar�a deshacerse de las restricciones que impone el gobierno moral de Dios y, por lo tanto, se las arreglan para fijar el punto de la responsabilidad humana justo donde, si son responsables, est�n expuestos a la destrucci�n eterna. Esto no lo har�. No podemos admitir que los principios que son universalmente verdaderos o universalmente falsos, sean parcialmente aplicados, cortados y ajustados, seg�n convenga a las pasiones del hombre o de acuerdo con sus intereses.

Los tendremos en todas partes o en ninguna. Utilizar�n sus principios dondequiera que sean aplicables; los llevar�n a la pol�tica, los llevar�n a la ciencia; ser�n fatalistas en todas partes, no ser�n responsables en ninguna parte. Y hasta que no se haga esto, no habr� lugar para argumentar contra la responsabilidad humana, y el testimonio de la Escritura permanecer� completamente consistente con todas las conclusiones de la raz�n, que �Dios traer� toda obra a juicio, con todo secreto, ya sea bueno o si es malo ". ( H. Melvill, BD )

La razonabilidad y credibilidad de este gran principio de la religi�n, con respecto a un estado futuro de recompensa y castigo.

I. La adecuaci�n de este principio a las nociones m�s naturales de nuestra mente. Vemos, por experiencia, que todas las dem�s cosas (hasta donde somos capaces de juzgar), minerales, plantas, bestias, etc., est�n naturalmente dotados de principios que se ajustan a la malla para promover la perfecci�n de sus naturalezas en sus diversas formas. tipos. Y, por lo tanto, de ninguna manera es cre�ble que s�lo la humanidad, la m�s excelente de todas las dem�s criaturas de este mundo visible, para cuyo servicio tantas otras cosas parecen estar dise�adas, tenga este tipo de principios entretejidos en su misma naturaleza. ya que contienen en ellos meras trampas y enga�os.

1. Este principio es m�s adecuado para las aprensiones generales de la humanidad acerca de la naturaleza del bien y del mal. Y como uno de estos en esencia implica belleza y recompensa, as� el otro denota vileza y castigo.

2. Este principio es el m�s adecuado para las esperanzas y expectativas naturales que tiene la generalidad de los hombres buenos con respecto a un estado de felicidad futura. Cuanto mejor y m�s sabio es un hombre, m�s fervientes deseos y esperanzas tiene despu�s de tal estado de felicidad. Y si no existe tal cosa, no s�lo la naturaleza, sino tambi�n la virtud deben contribuir a hacer miserables a los hombres; que nada puede parecer m�s irracional a los que creen en una Providencia justa y sabia.

3. Este principio es el m�s adecuado para aquellos temores y expectativas que tiene la mayor�a de los hombres malvados con respecto a un futuro estado de miseria. Ahora bien, as� como no hay hombre alguno que est� completamente libre de estos temores de la miseria futura despu�s de la muerte, tampoco hay otra criatura que el hombre que tenga temores de este tipo. Y si no hay un fundamento real para esto, entonces debe seguir esa mentira que enmarc� todas sus otras obras con una congruencia tan excelente, y aun as� invent� la naturaleza del hombre, el m�s noble entre ellos, que result� ser un tormento y un tormento innecesario. carga para s� mismo.

II. La necesidad de este principio para el correcto gobierno de las vidas y acciones de los hombres en este mundo, y la preservaci�n de la sociedad entre ellos. Nada puede ser m�s evidente que que la naturaleza humana est� enmarcada de tal manera que no puede ser regulada y mantenida dentro de los l�mites debidos sin leyes; y las leyes deben ser insignificantes sin las sanciones de recompensas y castigos, por lo que los hombres pueden ser necesarios para su observancia. Ahora bien, las recompensas y los castigos temporales de esta vida no pueden ser suficientes para este fin; y, por lo tanto, es necesario que haya otro estado futuro de felicidad y miseria.

1. No todo lo que se puede esperar del magistrado civil; porque puede haber muchas acciones buenas y malas de las que no pueden darse cuenta, y solo pueden recompensar y castigar aquellas cosas que est�n bajo su conocimiento.

2. No todo lo que se puede esperar de la providencia com�n; porque aunque debe concederse que, de acuerdo con el curso m�s general de las cosas, tanto las acciones virtuosas como las viciosas son recompensadas y castigadas en esta vida; Sin embargo, puede haber muchos casos particulares a los que este motivo no alcanzar�a, a saber, todos esos facilidades en las que la raz�n de un hombre le informar� que existe una probabilidad mucho mayor de seguridad y ventaja al cometer un pecado de lo que se puede esperar razonablemente (seg�n su experiencia del curso habitual de las cosas en el mundo) cumpliendo con su deber.

Pero a lo que me estoy refiriendo aparecer� m�s plenamente al considerar esos horribles males de todo tipo que se seguir�an m�s naturalmente de la negaci�n de esta doctrina. Si no puede esperarse nada parecido a la felicidad o la miseria en el m�s all�, entonces, entonces, el �nico asunto del que los hombres deben ocuparse es su bienestar presente en este mundo, ya que no hay nada que se pueda contar ni bueno ni malo sino con el fin de esto.

Aquellas cosas que concebimos conducen a que sea el �nico deber, y todas las dem�s cosas que son berro son los �nicos pecados. Y, por lo tanto, cualquiera que sea el apetito de un hombre a lo que lo incline, no debe negarse a s� mismo en �l (sea lo que sea), para que pueda tenerlo o hacerlo sin peligro probable. Ahora, que juzgue cualquier hombre qu� osos, lobos y demonios se probar�an unos a otros si todo fuera no s�lo l�cito, sino un deber, mediante el cual pudieran satisfacer sus impetuosas concupiscencias, si cometieran perjurio, robaran o asesinaran. , tan a menudo como pudieran hacerlo de forma segura y sacar ventaja de ello.

Pero hay una cosa m�s, que aquellos que profesan no creer en este principio deber�an hacer bien en considerar, y es esta: que no hay ninguna raz�n imaginable por la cual (entre quienes los conocen) deban fingir alg�n tipo de honestidad o conciencia. , porque est�n completamente desprovistos de todos los motivos que puedan ser suficientes para obligarlos a algo de esta naturaleza. Pero, seg�n ellos, lo que se llama virtud y religi�n debe ser una de las cosas m�s tontas e in�tiles del mundo.

En cuanto al principio del honor, que algunos imaginan que puede suplir el espacio de la conciencia, se refiere �nicamente a la reputaci�n externa y a la estima que tenemos, entre otros, y por lo tanto no puede tener ninguna influencia para impedir que los hombres cometan ning�n da�o secreto.

III. La necesidad de este principio para la reivindicaci�n de la providencia divina. Bien dijo un autor tard�o, Que no conducir el curso de la naturaleza de la manera debida podr�a hablar de alg�n defecto de sabidur�a en Dios; pero no compensar virtudes y rivalidades, adem�s del defecto de sabidur�a, al no ajustar las cosas adecuadamente a sus calificaciones, sino al asociar de mala gana la prosperidad con el vicio y la miseria con la virtud, argumentar�a un defecto demasiado grande de bondad y de justicia.

Y quiz�s no ser�a menos conveniente (dice) con Epicuro, negar toda la Providencia, que atribuirle tales defectos. Siendo menos indigno de la naturaleza divina descuidar el universo por completo, que administrar los asuntos humanos con tanta injusticia e irregularidad.

IV. Solicitud. Si es as�, nos interesar� entonces preguntar:

1. Si creemos de buena fe en esto, que habr� un estado futuro de recompensa y castigo, de acuerdo con la vida y las acciones de los hombres en este mundo. Si no es as�, �por qu� profesamos ser cristianos?

2. �Consideramos esto seriamente en alg�n momento y reflexionamos sobre ello en nuestras mentes?

3. �Qu� impresi�n produce la creencia y consideraci�n de esto en nuestro coraz�n y nuestra vida? �Despierta en nosotros deseos vehementes y prudencia mental al prepararnos para ese tiempo? ( Mons. Wilkins. )

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Ecclesiastes 12". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/ecclesiastes-12.html. 1905-1909. Nueva York.
 
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