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Bible Commentaries
Job 14

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

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Versículos 1-2

El hombre que nace de mujer es de pocos d�as.

La brevedad y la carga de la vida

El conocimiento y la conducta de la humanidad difieren con mucha frecuencia. �Cu�n general es la convicci�n de la brevedad de la vida humana y de la certeza de la muerte! �Cu�n sabia, virtuosa y feliz ser�a la especie humana si su conducta se ajustara a esta convicci�n! �Pero cu�n raro es este el caso! �No vive la generalidad como si su vida nunca tuviera fin?

1. Nuestra vida es de corta duraci�n. Muchos son arrebatados por la muerte cuando eran ni�os. Una parte considerable de la humanidad cae presa de la tumba en el per�odo m�s animado de su juventud. Muchos se ven afectados por una enfermedad repentina. Si un hombre vive mucho, qu� corta le parece la vida al revisarla.

2. Nuestra vida est� llena de problemas. �A cu�ntos males y peligros, cu�ntas calamidades no estamos sujetos desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte! �Cu�n a menudo nuestras alegr�as se convierten en dolores! Nuestra vida est� entretejida con muchos peligros y angustias. Nunca agreguemos a su n�mero por una conducta desordenada y criminal. Si la vida es entonces tan corta e insegura, �qu� irracional es limitar nuestras esperanzas a estos breves momentos y buscar toda nuestra felicidad aqu� en la tierra! Nos imponemos a nosotros mismos al pensar para construir nuestra felicidad sobre la posesi�n inestable y el disfrute de estos objetos fugaces.

Estamos formados para la eternidad. Nuestra condici�n actual es s�lo un estado de preparaci�n y disciplina; solo contiene el primer acto de nuestra vida que nunca terminar�. La vida bendita y sin decadencia debe ser el objeto de nuestros afectos, nuestras opiniones y nuestros esfuerzos; debe ser la base principal de nuestras esperanzas y nuestro consuelo. ( GJ Zollikofer. )

La brevedad y los problemas de la vida humana.

I. Los d�as del hombre son pocos. El tiempo es una palabra de comparaci�n. El tiempo es una parte de la eternidad o una duraci�n ilimitada. Pero, �qui�n puede formarse una concepci�n justa de la eternidad? Lo que llamamos tiempo podemos intentar ilustrarlo observando que cuando un evento hace referencia a otro que lo precede y est� conectado con �l, la distancia entre ellos est� marcada y la porci�n de duraci�n se designa como tiempo. La eternidad era, antes de que se hicieran el sol y la luna, la eternidad es ahora, y la eternidad seguir� siendo, cuando los soles y las lunas hayan terminado su curso.

Para ayudar en nuestras meditaciones sobre la brevedad del tiempo, podemos esforzarnos por contemplar la eternidad. Podemos dibujar un c�rculo, colocar nuestro dedo sobre cualquier parte de �l y luego seguir trazando la l�nea, pero �cu�ndo llegaremos al final de esa l�nea? Podemos movernos dando vueltas y vueltas al c�rculo, pero no llegaremos a un final. As� es la eternidad, no tiene l�mites. Dejando atr�s el pensamiento de la inmensidad de la eternidad, mientras contemplamos lo que no podemos dejar de sentir nuestra propia insignificancia, veamos si, en comparaci�n, el tiempo no es una cosa muy peque�a, menos que una gota de agua comparada con el oc�ano, o un grano de arena con las dimensiones del globo.

En el corto per�odo de unos pocos a�os, una generaci�n muere, y otra y otra tienen �xito. Pocos son los d�as del hombre, pero largos e importantes son los sucesos que dependen de la forma en que se transcurran.

II. Los d�as del hombre est�n llenos de angustia. Los problemas del hombre comienzan a una edad muy tierna. En los movimientos diarios del hombre, est� expuesto a muchos peligros personales. Lo llevan a trav�s de escenas angustiosas. Ninguna etapa de la vida est� exenta de problemas, desde la infancia hasta las canas; pero aunque este es un estado y una condici�n de dolor, no tiene por qu� ser uno de desesperaci�n. Las pruebas y los problemas son nuestra porci�n, pero hay un estado al que podemos alcanzar que compensar� con creces todo lo que seamos llamados a soportar aqu� abajo, y la verdadera sabidur�a consiste en asegurarnos esta inestimable bendici�n. ( Sir Wm. Dunbar. )

La brevedad y la carga de la vida

Esa vida es de corta duraci�n y est� inquieta por muchos abusos que todo hombre conoce y todo hombre siente. Pero la verdad no siempre opera en proporci�n a su recepci�n. La verdad, pose�da sin el trabajo de investigaci�n, como muchas de las comodidades generales de la vida, pierde su estimaci�n por su facilidad de acceso. Muchas cosas que no son agradables pueden ser saludables, y entre ellas est� la estimaci�n justa de la vida humana, que todos pueden hacer con ventaja, aunque pocos, muy pocos, con deleite.

Dado que la mente siempre se retrae ante las im�genes desagradables, a veces es necesario recordarlas; y puede contribuir a la represi�n de muchos deseos irracionales y a la prevenci�n de muchas faltas y locuras, si consideramos frecuente y atentamente:

I. Ese hombre nacido de mujer es de pocos d�as. El negocio de la vida es trabajar en nuestra salvaci�n; y son pocos los d�as en que debe hacer provisi�n para la eternidad. Nuestro tiempo es corto y nuestro trabajo es excelente. Debemos usar toda la diligencia para asegurar nuestro "llamamiento y elecci�n". Pero este es el cuidado de unos pocos. Si la raz�n nos proh�be fijar nuestro coraz�n en cosas que no estamos seguros de retener, violamos una prohibici�n a�n m�s fuerte cuando nos permitimos colocar nuestra felicidad en lo que ciertamente debe perderse; sin embargo, eso es todo lo que este mundo nos ofrece.

Los placeres y los honores deben fallarnos r�pidamente, porque la vida misma pronto debe llegar a su fin. Para quien vuelve tarde sus pensamientos a los deberes de la religi�n, el tiempo no solo es m�s corto, sino que el trabajo es m�s pesado. Cuanto m�s ha prevalecido el pecado, m�s dif�cil es resistir su dominio. Los h�bitos se forman mediante actos repetidos y, por lo tanto, los viejos h�bitos siempre son los m�s fuertes. Cu�nto m�s espantoso parece el peligro de la demora, cuando se considera que no s�lo la vida es cada d�a m�s corta y la obra de reforma cada d�a mayor, sino que la fuerza es cada d�a menor.

Es absolutamente menor debido a la descomposici�n natural. En la debilidad de la vida decadente, la resoluci�n tiende a languidecer. Una consideraci�n debe ser grabada profundamente en cada vagabundo lento y dilatorio. El sentido penitencial del pecado y el deseo de una nueva vida, cuando surgen en la mente, deben ser recibidos como moniciones excitadas por nuestro Padre misericordioso, como llamadas que es nuestro deber escuchar y nuestro inter�s seguir; que apartar nuestros pensamientos de ellos es un nuevo pecado.

II. Ese hombre nacido de mujer est� lleno de problemas. El efecto inmediato de las numerosas calamidades con las que se ve amenazada o afligida la naturaleza humana es dirigir nuestros deseos hacia un estado mejor. De los problemas de la humanidad, todos conocen mejor la parte que les debe. El pecado y la aflicci�n est�n todav�a tan estrechamente unidos, que quien rastrea sus problemas hasta su origen, com�nmente encontrar� que sus faltas los han producido, y entonces debe considerar sus sufrimientos como las apacibles amonestaciones de su Padre Celestial, por las cuales es convocado. al arrepentimiento oportuno.

A veces, los problemas pueden ser consecuencia de la virtud. En tiempos de persecuci�n esto ha sucedido. La frecuencia de las desgracias y la universalidad de la miseria pueden reprimir adecuadamente cualquier tendencia al descontento o al murmullo. Sufrimos solo lo que sufren los dem�s y, a menudo, los que son mejores que nosotros. Podemos encontrar oportunidades para hacer el bien. Muchos problemas humanos son tales que Dios le ha dado al hombre el poder de aliviar.

El poder de hacer el bien no se limita a los ricos. Aquel que no tiene nada m�s que dar, a menudo puede dar consejos. Un hombre sabio puede reclamar al vicioso e instruir al ignorante, puede calmar los latidos del dolor o desenredar las perplejidades de la conciencia. Puede componer a los resentidos, animar a los temerosos y animar a los desesperados. ( John Taylor, LL. D. )

La brevedad e incertidumbre de la vida del hombre.

La vida del hombre es corta.

1. Comparativamente. Nuestros padres antes del diluvio vivieron m�s tiempo. Comparado con la duraci�n del mundo. Comparado con los a�os que viven algunas criaturas irracionales. �guilas y cuervos entre p�jaros, ciervos y elefantes entre bestias. Comparado con esos muchos d�as en los que la mayor�a de los hombres permanece en la tumba, en la tierra del olvido. Comparado con la vida por venir.

2. Absolutamente. Es un gran tiempo antes de que realmente viva, y est� mucho tiempo vivo antes de que se d� cuenta y comprenda d�nde est�. Cuando llega a los cinco, todo el trabajo de la vida tiene que ser despachado en un breve comp�s. El hombre est� hecho de elementos discordantes, que se agitan y se caen entre s� y, por lo tanto, provocan su disoluci�n. De modo que no es de extra�ar que caiga a la tumba tan pronto.

3. La vida del hombre es, pues, corta por el justo juicio de Dios. Por el pecado de Ad�n y el nuestro.

4. La vida del hombre se abrevia por la misericordia y el favor de Dios. Solicitar&mdash

(1) Est�n completamente convencidos de esta verdad y, a menudo, h�gala girar en sus mentes.

(2) No te quejes de la brevedad de la vida.

(3) Haga que esta doctrina sea �til para todos los prop�sitos santos y religiosos.

Viendo que la vida es tan corta e incierta, �qu� absurdo es que un hombre se comporte como si tuviera que vivir para siempre! No pospongas el arrepentimiento. ( J. Edwards. )

La estimaci�n adecuada de la vida humana

La hermosa e impresionante descripci�n de Job de la vida humana no contiene una imagen exagerada. Es una representaci�n justa y fiel de la condici�n del hombre en la tierra.

I. El hombre es de pocos d�as. La corta duraci�n de la vida humana y su precipitado avance hacia la muerte y la tumba ha sido en todas las �pocas la queja pat�tica de los hijos de los hombres. Si escapa a los peligros que amenazan sus tiernos a�os, pronto avanzar� a la madurez de su existencia, m�s all� de la cual no puede esperar que su vida se prolongue mucho. Debe caer, al igual que la fruta madura del �rbol.

Ning�n emblema de la vida humana puede ser m�s fino que el que se usa en el texto, "como una flor"; "Como una sombra". �Cu�n r�pida es la sucesi�n de acontecimientos que pronto llevan al hombre a la decadencia de la vida! �Con cu�nta frecuencia se corta la esperanza de los j�venes del orgullo y la belleza de la vida!

II. Los d�as del hombre est�n llenos de problemas. Los problemas y la angustia son nuestra herencia inevitable en la tierra. En todos los per�odos y en todas las circunstancias de la existencia humana, su influencia sobre la felicidad es m�s o menos perceptible. Algunas reflexiones

1. Ya que el hombre es de pocos d�as y est� lleno de problemas, deber�amos sentarnos a relajarnos con el mundo y sus placeres; debemos moderar nuestros deseos y b�squedas tras los objetos sublunares.

2. En lugar de entregarnos a un dolor inmoderado por la p�rdida de parientes o amigos, deber�amos regocijarnos de que hayan escapado de los males venideros.

3. Debemos alegrarnos de que nuestra morada no sea siempre en este mundo. El estado actual no es m�s que la casa de nuestro peregrinaje.

4. Debemos prepararnos para el fin de la vida mediante el ejercicio de la fe, el amor y la obediencia a nuestro Salvador; por el desempe�o regular de todos los deberes de piedad; por la pr�ctica sincera e incansable de cada gracia cristiana; y haciendo que nuestra conversaci�n se convierta en todo momento en el Evangelio. ( G. Goldie. )

Sobre la brevedad y los problemas de la vida humana.

I. La brevedad. Cuando Dios construy� por primera vez la estructura de un cuerpo humano, lo dej� sujeto a las leyes de la mortalidad; no estaba destinado a una larga permanencia en este lado de la tumba. Las part�culas del cuerpo est�n en continuo flujo. Reste de la vida del hombre el tiempo de sus dos infantes y el que muere insensiblemente en el sue�o, y el resto dar� muy pocos intervalos para el goce de una satisfacci�n real y s�lida.

Mira al hombre bajo todas las ventajas de su existencia, y �qu� son sesenta a�os y diez, o incluso ochenta? �Subir� como una flor, y ser� cortado�. Una semejanza adecuada de las alegr�as y fragilidades pasajeras de nuestro estado. Las impotencias e imperfecciones de nuestra infancia, las vanidades de la juventud, las ansiedades de la virilidad y las debilidades de la vejez, est�n tan estrechamente unidas por una cadena continua de tristeza e inquietud, que hay poco espacio para un goce s�lido y duradero.

II. Los problemas y miserias que acompa�an a la vida humana. Estos est�n tan intercalados en cada estado de nuestra duraci�n que hay muy pocos intervalos de s�lido reposo y tranquilidad mental. Incluso los mejores de nosotros apenas tenemos tiempo para vestir nuestras almas antes de tener que despojarnos de nuestros cuerpos. Apenas hacemos nuestra aparici�n en el escenario de la vida, pero la descomposici�n de la naturaleza nos ordena prepararnos para otro estado.

Hay una peculiaridad visible en nuestra disposici�n que efectivamente destruye todos nuestros placeres y, en consecuencia, aumenta nuestras calamidades. Somos demasiado propensos a inquietarnos y estar descontentos bajo nuestra propia condici�n, y envidiar la de otros hombres. Si tenemos �xito en obtener riquezas y placeres, encontramos inconvenientes y miserias acompa��ndolos. Y mientras nos aferramos a la sombra, es posible que estemos perdiendo la sustancia.

Y estamos inquietos y quejumbrosos bajo nuestra condici�n, y no sabemos c�mo disfrutar la hora presente. La felicidad sustancial no existe de este lado de la tumba. La brevedad de la vida deber�a recordarnos el deber de hacer todas las mejoras posibles en la religi�n y la virtud. ( W. Adey. )

El relato de Job sobre la brevedad y los problemas de la vida.

Nunca un hombre estuvo mejor calificado para hacer reflexiones justas y nobles sobre la brevedad de la vida y la inestabilidad de los asuntos humanos que Job, quien �l mismo hab�a atravesado un mar de problemas y en su paso se hab�a encontrado con muchas vicisitudes de tormentas y sol, y por turnos hab�a sentido los extremos de toda la felicidad y toda la miseria de la que es heredero el hombre mortal. Tal concurrencia de desgracias no es la suerte com�n de muchos. Las palabras del texto son un ep�tome de la vanidad natural y moral del hombre, y contienen dos declaraciones distintas sobre su estado y condici�n en cada aspecto.

I. Que es una criatura de pocos d�as. La comparaci�n de Job es que el hombre "brota como una flor". Es enviado al mundo como la parte m�s bella y noble de la obra de Dios. El hombre, como la flor, aunque su progreso es m�s lento y su duraci�n algo m�s larga, tiene per�odos de crecimiento y declinaci�n casi iguales, tanto en la naturaleza como en la forma de ellos. As� como se puede decir con justicia que el hombre tiene �pocos d�as�, tambi�n se puede decir que �huye como una sombra y no contin�a�, cuando su duraci�n se compara con otras partes de las obras de Dios, e incluso con las obras de sus propias manos. , que duran m�s que muchas generaciones.

II. Que est� lleno de problemas. No debemos tener en cuenta el exterior halagador de las cosas. Tampoco podemos confiar en la evidencia de algunos de los m�s alegres e irreflexivos entre nosotros. Debemos escuchar la queja general de todas las edades y leer las historias de la humanidad. Considere las desolaciones de la guerra; la crueldad de los tiranos; las miserias de la esclavitud; la verg�enza de las persecuciones religiosas. Considere las causas privadas de los problemas de los hombres.

Considere cu�ntos nacen en la miseria y el crimen. Cuando, por lo tanto, reflexionamos que esta vida, por corta que sea, est� marcada por tantos problemas, que no hay nada en este mundo que brote o pueda disfrutarse sin una mezcla de dolor, con qu� insensibilidad nos inclina. para apartar nuestros ojos y afectos de una perspectiva tan sombr�a, y fijarlos en ese pa�s m�s feliz, donde las aflicciones no pueden seguirnos y donde Dios enjugar� todas las l�grimas de nuestros rostros para siempre jam�s. ( Laurence Sterne. )

Estado y deber del hombre

I. Estado actual del hombre.

1. Su duraci�n limitada, expresada por el t�rmino "pocos d�as". �Cu�n corta es a menudo la vida! Solo en el sue�o se consume un tercio. Debe deducirse el per�odo de la infancia y el tiempo perdido en la indolencia, la apat�a y el empleo insignificante, en el que se desperdicia gran parte de cada d�a que pasa. Los variados empleos en los que los hombres se ven obligados a trabajar por el pan que perece rara vez proporcionan placer o mejoramiento espiritual.

2. La fragilidad del estado del hombre. �Sale como una flor y es cortado�. La alusi�n es al origen y la condici�n f�sica del hombre.

3. Est� lleno de problemas. Se ha se�alado que el hombre entra en la vida presente con un grito, extra�amente prof�tico de los problemas por los que debe pasar en su camino a la tumba. Ninguna etapa de la vida est� exenta de problemas.

II. El deber del hombre. Su principal negocio en la tierra es:

1. Prepararse para la muerte.

2. Temer el pecado.

3. Ser humilde.

4. Estar agradecido con el Salvador. ( Peter Samuel. )

La brevedad y la miseria de la vida

Dif�cilmente deber�amos imaginar que este vers�culo sea correcto si tuvi�ramos que juzgar su verdad por la conducta de la humanidad en general. El texto es m�s espantosamente cierto, porque los hombres permiten voluntariamente que sus sentidos se emboten con los placeres o se distraigan con las preocupaciones de esta su fugaz existencia. De vez en cuando, sin embargo, nos sobresaltamos de nuestro estupor y despertamos en cierto grado a nuestra posici�n real.

I. La brevedad de la vida. En las primeras edades del mundo, el t�rmino asignado al hombre era mucho m�s largo de lo que es en la actualidad. A los ojos de Dios, la vida m�s larga es, por as� decirlo, un palmo. La vida se compara con un vapor o niebla que pronto se dispersa por el sol naciente; a un barco veloz; a un �guila que se apresura hacia su presa. �Se�or, ens��anos a contar nuestros d�as, para que apliquemos nuestro coraz�n a la sabidur�a�.

II. Los problemas de la vida. Estos vienen por igual para todos. Todos pueden decir: "Pocos y malos han sido los d�as de los a�os de mi vida". El hombre est� "lleno de problemas". Pero debemos discriminar entre el santo y el pecador. Cuando pensamos y hablamos de la muerte, deber�amos conectarla con lo que sigue. Debemos comparecer ante el tribunal de Cristo. Que todos se�is hallados de pie con las l�mparas encendidas y ce�idos los lomos, �como hombres que esperan la venida de su Se�or�. ( C. Clayton, MA )

La fragilidad de la vida humana

I. Las ideas importantes sugeridas.

1. Que la vida humana es halagadora en sus comienzos. El hombre "brota como una flor". No se podr�an haber seleccionado im�genes m�s apropiadas. Los ni�os son como flores en los capullos, que despliegan su belleza a medida que aumentan los d�as y los meses; la expansi�n del esp�ritu y la adquisici�n de nuevas ideas fascinan y seducen involuntariamente los afectos de sus padres, que los cuidan con la m�s tierna ansiedad.

La flor se corta ( Salmo 103:15 ; Isa�as 40:6 ; Santiago 1:10 ; 1 Pedro 1:24 ).

2. Desastroso en su continuaci�n. "Lleno de problemas".

3. Contratado en su duraci�n. "Pocos di�s." La vida, en su per�odo m�s largo, es un corto viaje desde la cuna hasta la tumba ( G�nesis 47:9 ). Varias son las cifras empleadas para ilustrar la brevedad de la vida humana; se compara con un "paso" ( 1 Samuel 20:3 ), "un poste" ( Job 9:25 ), "un cuento que se cuenta" ( Salmo 90:9 ), "la lanzadera de un tejedor" ( Job 7:6 ) y un �vapor� ( Santiago 1:14 ).

4. Incesante en su curso. "Huye como una sombra". La vida humana se mide en segundos, horas, d�as, semanas, meses y a�os. Estas revoluciones peri�dicas se desarrollan en r�pida sucesi�n. Algunos suponen que es la sombra del reloj solar; pero si lo consideramos como la sombra de la tarde, que se pierde cuando llega la noche; o la sombra en la placa de un cuadrante, que se mueve continuamente hacia adelante; o la sombra de un p�jaro que vuela, que no se detiene; la figura representa plenamente la vida del hombre, que va desapareciendo, ya sea que estemos holgazaneando o activos, descuidados o serios, matando o mejorando el tiempo.

5. Agitado en su emisi�n. La muerte nos introduce en el estado fijo de la eternidad y pone un per�odo final a todos los placeres y sufrimientos terrenales; el alma, expulsada de su tabern�culo de barro, es introducida en un mundo de esp�ritus, de donde no hay retorno.

II. Mejorarlos mediante inferencias pr�cticas. Siendo tal el car�cter de la vida humana, es el deber y la sabidur�a de la piedad:

1. Enriquecer la mente juvenil con instrucci�n religiosa. �El hombre sale como una flor�, por lo tanto, que la instrucci�n caiga como la lluvia y caiga como el roc�o: no se debe perder el tiempo.

2. Mejorar las dispensaciones de la providencia.

3. Sea diligente.

4. Mantener un desprendimiento noble del mundo.

5. Viva en constante preparaci�n para su cambio. ( Bosquejos de cuatrocientos sermones. )

La vida humana es inquietante y breve

Goethe fue considerado por sus competidores como un hombre muy favorecido por la providencia. Sin embargo, �qu� dijo �l, mientras se acercaba a su fin y pasaba revista a sus a�os de fallecimiento? �Me han llamado hijo de la fortuna, y no tengo ning�n deseo de quejarme del curso de mi vida. Sin embargo, no ha sido m�s que dolor y trabajo; y puedo decir verdaderamente que en setenta y cinco a�os no he tenido cuatro semanas de verdadero consuelo. Era el constante rodar de una piedra que siempre iba a ser levantada de nuevo.

Cuando miro hacia atr�s en mi vida anterior y media, y considero cu�n pocos quedan de los que eran j�venes conmigo, recuerdo una visita de verano a un balneario. Al llegar se conoce a los que ya llevan alg�n tiempo all� y se van a la semana siguiente. Esta p�rdida es dolorosa. Ahora uno se apega a la segunda generaci�n, con la que vive durante un tiempo y se conecta �ntimamente. Pero esto tambi�n pasa, y nos deja solitarios con el tercero, que llega poco antes de nuestra propia partida, y con el que no tenemos muchas ganas de tener mucho coito �.

Y se corta. -Nunca pasa un d�a sin que se nos presenten objetos que deber�an hacernos reflexionar sobre nuestra salida final. Y las reflexiones serias sobre este importante acontecimiento nunca dejar�an de tener la debida influencia en nuestra conducta aqu� y, en consecuencia, en nuestra felicidad en el m�s all�. Pero tal es la depravaci�n de nuestra naturaleza, que, independientemente del futuro, completamente absortos por el presente, estamos cautivados por los vanos y vac�os placeres que este mundo nos brinda.

Si el hombre no fuera capaz de una felicidad m�s elevada que la que surge de la satisfacci�n de sus apetitos carnales, entonces el vejarse y atormentarse con pensamientos de muerte no tendr�a otro prop�sito que interrumpirlo en el goce de sus placeres sensuales. Pero si, por el contrario, el hombre no s�lo es capaz de, sino que evidentemente lo dise�� su Creador para lograr una felicidad de la m�s duradera y duradera, as� como la m�s noble y exaltada naturaleza, entonces es la mayor locura no tomarse en serio. y considerar seriamente este gran evento, que es grande con el destino de la eternidad.

No hay nada en la naturaleza tan lleno de terror como la muerte del malvado. Pero para el justo, la muerte es despojada de todos sus terrores; la certeza de la misericordia de Dios y el amor de su bendito Redentor, llenan su alma con la resignaci�n m�s completa, capac�tenlo para enfrentar la muerte con el coraje m�s imp�vido, e incluso para mirarla como el fin de su dolor y aflicci�n. , y el comienzo de placeres que durar�n cuando todo el marco de este universo se disuelva.

1. Algunos datos que deber�an hacernos reflexionar sobre la muerte. Como la descomposici�n del mundo vegetal. Parece haber una semejanza sorprendente entre los sistemas vegetal y animal. Las Escrituras hacen frecuentes alusiones a este parecido, por ejemplo , la hierba. El sue�o es otra cosa que deber�a hacernos conscientes de la muerte. La muerte y el sue�o son igualmente comunes a todos los hombres, tanto a los pobres como a los ricos. No debemos nunca caer en el sue�o hasta que no hayamos puesto la mano sobre nuestro pecho y nos preguntemos de la manera m�s seria si estamos preparados tanto para dormir como para morir.

2. La descomposici�n de nuestro cuerpo, por enfermedad o vejez, deber�a hacernos reflexionar sobre nuestro �ltimo cambio. La vida de todo hombre es incierta; y la vida de los ancianos y los enfermos mucho m�s que la de los dem�s; ellos, por tanto, de una manera peculiar, deber�an dedicar sus meditaciones a este tema.

3. La muerte ajena es otra circunstancia que debe llevarnos a reflexionar sobre lo nuestro. Al atender estas circunstancias y mejorar los sentimientos descritos, podemos apreciar los descubrimientos y abrazar los consuelos del Evangelio, que es el �nico que puede permitirnos vencer el miedo a la muerte y mirar hacia adelante con devota gratitud a ese feliz. estado donde el dolor y la muerte no se conocer�n m�s. ( W. Shiels. )

Fragilidad de la vida

Algunas cosas duran mucho y corren a lo largo de los siglos; pero cual es tu vida Incluso las prendas soportan un poco de desgaste; pero cual es tu vida Una textura delicada; ninguna telara�a es un diezmo tan fr�gil. Fallar� antes de un toque, un respiro. Justiniano, emperador de Roma, muri� entrando en una habitaci�n reci�n pintada; Adrian, un papa, fue estrangulado por una mosca; un c�nsul golpe� su pie contra su propio umbral, su pie mortificado, de modo que muri� por ello.

Hay mil puertas a la muerte; y, aunque algunos parecen ser portillos estrechos, muchas almas han pasado por ellos. Los hombres han sido ahogados por un hueso de uva, asesinados por una teja que cae del techo de una casa, envenenados por una gota, arrastrados por una bocanada de aire viciado. No s� qu� hay muy poco para matar al rey m�s grande. Es una maravilla que el hombre viva. ( CH Spurgeon. )

Versículos 3-4

�Qui�n sacar� cosa limpia de inmunda?

Sobre la corrupci�n de la naturaleza humana

La desobediencia de nuestros primeros padres involucr� a su posteridad y supuso una depravaci�n de la naturaleza sobre sus descendientes; cuya depravaci�n, aunque no es un pecado en nosotros, hasta que la voluntad se cierra con ella y deliberadamente consiente a ella; sin embargo, es ciertamente pecaminoso en s� mismo y, por lo tanto, se le llama pecado original. Ad�n fue formado a imagen de Dios, en justicia y verdadera santidad; pero es evidente que nosotros, que nacemos con una fuerte propensi�n al vicio, no fuimos creados en la justicia y la verdadera santidad.

Est� claro que hemos ca�do de nuestro estado de inocencia original y primitivo. Lejos de m� vilipendiar la naturaleza humana, como si fuera totalmente mala, sin restos ni rastros de su primitiva grandeza. Pero ninguna criatura podr�a provenir originalmente de la mano de Dios sino lo que era perfecto en su especie; ninguna criatura racional puede ser perfecta en su especie, en la que hay una fuerte propensi�n al vicio, es decir, a lo irrazonable, y una gran irregularidad de los apetitos y afectos.

Hay en nosotros un acervo latente de corrupci�n, aunque a veces insospechado por nosotros, que a menudo se descubre a s� mismo tan pronto como hay objetos adecuados para provocarlo. Vemos al m�s sabio de los hombres, en sus horas sin vigilancia, traicionado en locuras inexplicables. Originalmente se nos dio la raz�n para gobernar las pasiones en todos los casos. Ahora no los regula y rige en todos los casos; es cierto, por tanto, que estamos en un estado ca�do y desordenado.

Si los hombres act�an mientras sus pasiones son c�lidas, no ven las cosas con justicia y, por lo tanto, tienden a actuar con demasiada precipitaci�n; si se quedan hasta que sus pasiones se enfr�en, es probable que no act�en en absoluto. Adem�s, no amamos ni odiamos, no nos regocijamos ni nos entristecemos, ni esperamos ni tememos, en la medida en que sea coherente con la raz�n, y nada m�s. Amamos las cosas de este mundo m�s all� de la proporci�n de bien que hay en ellas.

El amor a la virtud y la felicidad celestial no va a la par con el valor de los objetos amados. La verdad es que desde la ca�da, el cuerpo obstruye la energ�a nativa del alma y la inmoviliza en esta esfera baja e innoble. �En qu� puede resolverse esta depravaci�n universal, que prevalece en todas partes entre los hijos de los hombres, sino en una causa universal, la corrupci�n innata de la naturaleza y una mancha original, derivada de nuestros primeros padres? �Puede resolverse en educaci�n? Si la humanidad estuviera en un estado de integridad y rectitud primitiva, uno pensar�a que apenas podr�a haber tanta maldad en el mundo como la que realmente hay.

El hombre fue formado originalmente para el conocimiento y la adoraci�n de Dios solamente; sin embargo, en todos los pa�ses los hombres est�n inmersos en la idolatr�a y la superstici�n. El hombre fue formado para amar a su pr�jimo como a s� mismo; sin embargo, el mundo se inclina generalmente hacia el lado malvado. Una vez m�s, fuimos dise�ados para un conocimiento exacto de nosotros mismos; y, sin embargo, nos vemos a nosotros mismos a trav�s de un vidrio favorecedor, en la luz m�s hermosa y brillante.

Por �ltimo, fuimos formados para el logro de la verdad ben�fica; sin embargo, no hay muchas verdades ciertas, demostrables a partir de evidencias intr�nsecas, de la naturaleza abstracta de la cosa; aunque la raz�n puede probar varias, con la ayuda de evidencias externas. Dejando a un lado la revelaci�n, la humanidad tendr�a motivos para desear no saber tanto como sabe, o saber mucho m�s. .. Una cosa es decir que Dios fue, o podr�a ser, el autor del mal; y otro para decir que cuando el hombre introdujo el mal, no obr� un milagro para evitar las consecuencias naturales del mismo; sino que lo sufri� por sacar de �l un bien mayor; y que, mediante la redenci�n, ha llevado al hombre a una felicidad mucho mayor de la que podr�a haber tenido cualquier t�tulo si hubiera continuado en un estado de inocencia.

Esta es la soluci�n b�blica de la dificultad. �Qu� nos queda sino que nos empe�emos en recuperar esa felicidad, por nuestra humildad y mansedumbre, que nuestros primeros padres perdieron por orgullo? La consideraci�n y el sentido de indignidad dispondr� al hombre a aceptar las ofertas de salvaci�n de Jesucristo y le har� esforzarse por cumplir con los t�rminos de la misma. ( J. Seed, MA )

De la nada sale nada

Job ten�a un profundo sentido de la necesidad de estar limpio ante Dios y, de hecho, era limpio de coraz�n y estaba m�s all� de sus compa�eros. Pero vio que �l mismo no pod�a producir santidad en su propia naturaleza, y, por lo tanto, hizo esta pregunta y la respondi� negativamente sin dudarlo un momento. Los mejores hombres son tan incapaces como los peores de sacar de la naturaleza humana lo que no existe.

I. Asuntos de imposibilidad en la naturaleza.

1. Ni�os inocentes de padres ca�dos.

2. Una naturaleza santa de la naturaleza depravada de cualquier individuo.

3. Actos puros frente a un coraz�n impuro.

4. Actos perfectos de hombres imperfectos.

5. Vida celestial de la muerte moral de la naturaleza.

II. Temas de consideraci�n pr�ctica para todos.

1. Que debemos estar limpios para ser aceptados.

2. Que nuestra naturaleza ca�da es esencialmente inmunda.

3. Que esto no nos libra de nuestra responsabilidad: no obstante, somos perseguidos por ser limpios porque nuestra naturaleza nos inclina a ser inmundos; un hombre que es un granuja hasta el fondo de su coraz�n no se libera por ello de la obligaci�n de ser honesto.

4. Que no podemos hacer la obra necesaria de limpieza con nuestras propias fuerzas. La depravaci�n no puede desear estar bien con Dios. La corrupci�n no puede adaptarse a hablar con Dios. La impiedad no puede ser adecuada para morar con Dios.

5. Que ser� bueno que miremos al Fuerte en busca de fuerza, al Justo en busca de justicia, al Esp�ritu Creador para la nueva creaci�n. Jehov� sac� todas las cosas de la nada, la luz de las tinieblas y el orden de la confusi�n; y es para un Trabajador como �l a quien debemos buscar la salvaci�n de nuestro estado ca�do.

III. Disposiciones para atender el caso.

1. La idoneidad del Evangelio para los pecadores. "Cuando a�n est�bamos sin fuerzas, a su debido tiempo Cristo muri� por los imp�os". El Evangelio contempla hacer por nosotros aquello que no podemos intentar por nosotros mismos,

2. El poder limpiador de la sangre.

3. La obra renovadora del Esp�ritu. El Esp�ritu Santo no nos regenerar�a si pudi�ramos regenerarnos a nosotros mismos.

4. La omnipotencia de Dios en la creaci�n espiritual, resurrecci�n, vivificaci�n, preservaci�n y perfeccionamiento. Aplicaci�n: desesperaci�n por sacar algo bueno del pozo seco de la criatura. Tengan esperanza de la mayor purificaci�n, ya que Dios se ha convertido en el obrador de ella. ( CH Spurgeon. )

Versículo 10

Pero el hombre muere. .. y donde esta el?

�Voy a vivir para siempre?

I. La creencia indic� que la naturaleza del hombre es doble. Hay dos procesos distintos que ocurren dentro de nuestro marco. Podemos perder nuestros �rganos f�sicos, pero el alma puede pensar, desear o tener un prop�sito con tanta energ�a como siempre. El cerebro es el �rgano de la mente; pero esto no justifica que digamos que el cerebro y la mente son del mismo material, o que son s�lo lados diferentes de esa cosa material.

Si hay manifestaciones en nuestra constituci�n de las que la materia no puede dar cuenta, ser�a absurdo continuar diciendo que el hombre desaparece por completo cuando muere y se consume. M�s bien deber�amos creer que como nuestra naturaleza es doble, la parte espiritual puede sobrevivir a la material.

II. Una duda expresada sobre qu� ser� del hombre cuando muera. La muerte no nos dice nada. No hay evidencia en �l de lo que sucede con el hombre. La muerte no prueba nada en cuanto a la supervivencia del alma. Sin embargo, la creencia ha sido generalizada de que los que han fallecido todav�a est�n en alg�n lugar. �Por qu� habr�an de creer los hombres que el alma todav�a ten�a un lugar? Todos los sentidos estaban en contra.

III. Los fundamentos sobre los que se construye la convicci�n de que el hombre vive despu�s de la muerte. Voy detr�s de la Biblia y miro la acci�n de nuestra propia naturaleza.

1. La indestructibilidad de la fuerza o la energ�a. Una vez que una fuerza ha comenzado a estar en funcionamiento, esa fuerza contin�a. Nunca se borra.

2. Lo incompleto de la vida del hombre aqu�. Dios es un maestro que nos pone una tarea que no podemos preparar en la escuela.

3. Los mejores afectos que distinguen esta vida hablan de continuidad m�s all� de este estado presente.

4. Cuando el hombre muere, pronosticamos un juicio por las obras realizadas en el cuerpo. Puede ser, de hecho, ser�, que el juicio no sea el que nos dictamos unos a otros. Miramos la apariencia exterior, Dios mira el coraz�n. Debemos ser juzgados. �Por qu� vamos a ser juzgados? ( DG Watt, MA )

"�Donde esta el?"

La certeza de la verdad general a la que se refiere nuestro texto, �El hombre muere y se consume; s�, el hombre abandona el fantasma ". Y luego retomaremos la pregunta final: "�Y d�nde est�?" Ahora, las palabras traducidas como "hombre" son diferentes. Hay dos palabras diferentes para expresar al hombre en el original. El primero significa propiamente un hombre valiente: el segundo es Ad�n, hombre de la tierra; lo que implica que el valiente muere y se consume, - s�, el hombre, porque es de la tierra, abandona el esp�ritu.

Es absolutamente innecesario intentar probar la solemne verdad de que el hombre muere. Todos saben que deben morir. Sin embargo, �con qu� frecuencia la conducta de un hombre niega su convicci�n? Por tanto, es necesario que los ministros del Evangelio expongan con frecuencia verdades que son familiares a nuestras mentes, pero que por eso mismo son susceptibles de ser poco consideradas. No estamos dispuestos a sentir que otros deben morir, pero no estamos dispuestos a llevarnos la misma conclusi�n a nosotros mismos; y sin embargo es la ley de nuestro ser.

"Est� establecido que los hombres mueran una sola vez". El primer aliento que inhalamos contiene el germen de vida y de destrucci�n. El tallo de la naturaleza humana nunca ha dado una flor sin un chancro en el capullo o un gusano en el coraz�n. �Por qu� es esto? �El pecado entr� en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte; y as� la muerte pas� a todos los hombres, por cuanto todos pecaron �. Es de suma importancia para todos nosotros saber que a trav�s de los m�ritos infinitos de nuestro bondadoso Redentor, el poder de la muerte ha sido quebrantado y subyugado, y el aguij�n de la muerte que es el pecado ha sido extra�do, y as� la muerte no se convierta en un enemigo. pero un amigo bienvenido para presentarnos a la vida nueva, santa e inmortal.

Hay mil formas diferentes de apresurar a los mortales, de ah� la persistente enfermedad, la fiebre r�pida, las llamas devoradoras, la devastadora tempestad. Pero ahora nuestro texto nos sugiere una pregunta importante: "�Y d�nde est�?" Debe comprender de inmediato que se trata de una cuesti�n de la m�xima importancia para usted y para m�. Deber�amos poder responder. �Qu� ha sido de �l? Hace poco tiempo que estuvo aqu� en salud y vigor, pero �d�nde est� ahora? �D�nde buscaremos informaci�n sobre este interesante punto? �Nos dirigiremos a algunos de nuestros fil�sofos modernos? �Ay, no se ofrecer�n m�s que comodidades! Probablemente responder�n: �Pues ya no existe; es como si nunca lo hubiera sido.

�Y todos los descubrimientos que se jactan de la �poca actual, que se niegan a creer en la aniquilaci�n de la materia, tienden a elevar nuestras esperanzas no m�s altas que la aniquilaci�n para el alma? �Le preguntamos al romanista: "�D�nde est�?" Se nos dir� que est� en un estado de purgatorio, de donde, despu�s de haber soportado un grado suficiente de castigo de fuego y despu�s de que se hayan dicho un n�mero suficiente de misas en su nombre, ser� entregado y recibido en el cielo.

Verdaderamente se puede decir de todos ellos: "Miserables consoladores sois todos". Solo la revelaci�n puede acariciar y sostener en nosotros una esperanza de gloria en el m�s all�. Responde a nuestra pregunta as�: "El polvo volver� a la tierra como estaba, y el esp�ritu volver� a Dios que lo dio". En consecuencia, se nos exhorta a �no temas a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed m�s bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

Ahora bien, estos pasajes son suficientes para mostrar que el cuerpo y el alma en el hombre son distintos, el uno del otro, y que mientras uno est� en la tumba mezclando su polvo con los terrones del valle, el otro est� en la eternidad, en felicidad o miseria. Por lo tanto, ahora pedimos su atenci�n a la Palabra de Dios para obtener una respuesta a la pregunta: "�D�nde est�?" Y aqu� debemos observar que por muy diferentes que puedan parecer los individuos a sus semejantes, las Escrituras dividen a toda la humanidad en dos clases solamente, los que sirven a Dios y los que no le sirven.

Por tanto, la respuesta dada a la pregunta tendr� una referencia distinta a una u otra de estas clases. Con respecto a la pregunta relacionada con los justos, "�D�nde est�?" la Biblia nos consuela con la alegre respuesta de que, ausente del cuerpo, est� presente con el Se�or. �Porque sabemos�, dice el ap�stol, �que si nuestra casa terrenal de este tabern�culo se deshiciera, tenemos un edificio de Dios, una casa no hecha por manos, eterna en los cielos.

Por lo tanto, siempre estamos confiados, sabiendo que mientras estamos en casa en el cuerpo, estamos ausentes del Se�or �. De acuerdo con esta representaci�n estaba la promesa de nuestro Se�or al ladr�n arrepentido: "Hoy estar�s conmigo en el para�so". "�D�nde est�n los justos?" En ese lugar feliz con los esp�ritus de hombres justos perfeccionados, esperando el momento glorioso en que toda la familia redimida se reunir� para celebrar la cena de las bodas del Cordero.

�Voy a preparar un lugar para ustedes�, dijo el Salvador, �y vendr� otra vez y los recibir� a m� mismo, para que donde yo estoy, ustedes tambi�n est�n�. "As� estaremos siempre con el Se�or". Pero luego hay otra clase: los malvados, los impenitentes. �Donde esta el? Las Escrituras ofrecen una respuesta triste, aunque no menos fiel. Nos informan que �el imp�o es ahuyentado en su maldad�, que �su condenaci�n no se adormece.

�Para que podamos llevar el tema pr�cticamente a casa a nosotros mismos, perm�tanme plantear la pregunta en una forma ligeramente alterada. �D�nde est�s ahora? �Cu�l es su relaci�n con Dios y qu� preparaci�n est� haciendo para el per�odo de muerte y juicio? Les preguntamos a aquellos que nunca han roto sus pecados mediante el verdadero arrepentimiento y la fe en Cristo, �d�nde est�n? Vaya, simplemente est�s expuesto a la venganza de la ley de Dios, que sabes que has quebrantado mil veces.

Si mueres como has vivido, enemigos de Dios, debes ser condenado. Sabes que la Palabra de Dios dice: "El alma que pecare, esa morir�". "La paga del pecado es muerte". El juez dice: "Si no os arrepent�s, todos perecer�is igualmente". Pero les planteo la pregunta, a continuaci�n, a aquellos que parecen haber dado un paso adelante, que han escuchado el llamado al arrepentimiento y se esfuerzan por abandonar los pecados que antes ten�an dominio sobre ellos.

�D�nde est�s? Es un enga�o com�n de Satan�s, cuando ve que el pecador est� realmente alarmado por su estado y comienza a clamar a Dios por misericordia, para persuadirlo de que su vida alterada debe agradar a Dios, y que sus buenas obras ciertamente lo har�n. merece el cielo para �l. Este es un enga�o que creo que es mucho m�s com�n de lo que se supone. La gente parece pensar que con una vida moral est�n haciendo servicio a Dios, olvidando que el arrepentimiento no es la condici�n de nuestra salvaci�n, sino la fe.

�El que no cree en el Hijo, no ver� la vida�, dijo nuestro bendito Se�or. "La ira de Dios permanece sobre �l". "El que no cree, ya ha sido condenado". "Oh, pero", dice uno, "�no debemos arrepentirnos?" �Ciertamente! El arrepentimiento y una vida de piedad seguramente ser�n el resultado necesario de la fe en Jes�s como nuestro Salvador. Pero, entonces, el arrepentimiento nunca puede deshacer un solo pecado que haya cometido, ni pagar el castigo de la ley quebrantada de Dios.

Pero ven conmigo a un lecho de muerte o dos, y all� pondremos la pregunta: "�D�nde est�?" Un lecho de muerte es un detector del coraz�n. "Los hombres pueden vivir como tontos, pero tontos no pueden morir". No; luego se cambia la escena. El infiel luego se quita la m�scara. El hip�crita que a lo largo de la vida se ha enga�ado a s� mismo y a sus semejantes, tiembla al acercarse al valle de sombra de muerte. Ahora, mira a ese p�lido y demacrado miserable.

Ese es el notorio infiel Thomas Paine. �Donde esta el? Se est� muriendo, v�ctima del despilfarro y del brandy. Est� horrorizado de que lo dejen solo por un minuto. No se atreve a perder de vista a los que le esperan. Exclama incesantemente para alarmar a todos en la casa: �Oh Se�or, ay�dame. Se�or Jes�s, ay�dame ". Le confiesa a quien hab�a quemado su infiel Edad de la Raz�n , que deseaba que todos los que la hab�an le�do hubieran sido tan sabios; y agreg�: �Si alguna vez el diablo tuvo un agente en la tierra, yo he sido ese.

"Y cuando el terror de la muerte se apoder� de este hombre muy infeliz, exclam�:" Creo que puedo decir lo que hacen que Jesucristo haya dicho: 'Dios m�o, Dios m�o, �por qu� me has desamparado?' "En ese estado de esp�ritu muri�, ajeno a la penitencia, en todos los horrores de una conciencia acusadora. La infidelidad no tiene apoyo para sus seguidores enga�ados en un lecho de muerte. El ap�stol al contemplar su fin dijo: �Tengo el deseo de partir y estar con Cristo, que es mucho mejor.

He peleado la buena batalla, he terminado mi carrera, he mantenido la fe. De ahora en adelante me est� guardada una corona de justicia, la cual me dar� el Se�or, el Juez justo; y no solo a m�, sino a todos los que aman su venida �. Esta bendita experiencia es tanto la herencia de los cristianos ahora como lo fue en el tiempo del ap�stol, porque existe el mismo Salvador y la misma palabra segura de promesa en la que confiar.

El reverendo Holden Stuart, cuando sufri� una enfermedad mortal, le dijo a su asistente m�dico: "Doctor, no tenga miedo de decirme la verdad, porque el d�a de mi muerte ser� el d�a m�s feliz de mi vida". Alguien que tuvo una gran experiencia de la naturaleza humana, coment� una vez: "Dime c�mo ha vivido un hombre y te dir� c�mo morir�". ( W. Windle. )

Donde estan los muertos

El hombre fue originalmente formado para ser un representante de las perfecciones morales de Dios: su sabidur�a, bondad, santidad y verdad. Por la apostas�a de nuestros primeros padres, la escena cambia, y ahora hay que buscar la santidad y la felicidad "en los mundos m�s bellos de las alturas". Se dice que la muerte es de tres tipos: natural, espiritual y eterna.

I. Una declaraci�n de lo m�s solemne y humillante. No se puede cuestionar. �Qu� lecciones se pueden deducir de �l?

1. Es una verdad muy conmovedora.

2. Aqu� hay una lecci�n instructiva: el hombre debe ser humilde.

3. Aprenda tambi�n el valor del tiempo.

4. Aprenda la naturaleza del pecado, el mal infinito y las terribles consecuencias de �l.

5. Dios seguramente ejecutar� los juicios que amenaza en Su Sant�sima Palabra.

II. Una investigaci�n de lo m�s trascendental. No se relaciona con el cuerpo, sino con el alma, con el hombre mismo. El alma todav�a existe, todav�a piensa y siente. Guiados por la luz de las Escrituras, podemos encontrar con seguridad una respuesta a la pregunta solemne: "�D�nde est�?" En el mismo momento en que el alma se despide de este mundo, entra en el mundo de los esp�ritus, entra en un estado de eterna felicidad o aflicci�n. ( John Vaughan, LL. D. )

La gran pregunta

I. La solemne escena que tenemos ante nosotros.

1. El hombre abandona el fantasma, no por una opci�n, sino por una obligaci�n; no por un acto a voluntad, sino por la estricta y justa necesidad de la ley. La entrega de la vida en el bendito Jes�s era una opci�n. Pero el hombre abandona el fantasma, y ??hay una voluntad Divina en esa entrega, una entrega que es irresistible cuando esa voluntad lo hace as�. La muerte es simplemente la ausencia de vida, �y qu� misteriosa es la vida! No me detengo a demostrar que el hombre tiene un fantasma, un esp�ritu inmaterial e inmortal. La propia conciencia contradice al materialista, y la Biblia est� en armon�a con lo que uno observa en la naturaleza y la conciencia humana ense�a.

2. La forma de la rendici�n es incierta. Aunque su ocurrencia es misteriosa, su ocurrencia real es segura. Solo hay un modo de entrar en la vida, pero hay mil m�todos para salir de ella.

II. La indagaci�n del afecto ansioso cuando termina la escena. "�Donde esta el?"

1. La muerte trae un cambio de condici�n, nunca un cambio de car�cter.

2. Aunque la muerte es un cambio de condici�n, no es un cambio de compa�erismo. Es un placer para �l tener el mismo estilo de compa��a en la tierra, que un hombre debe esperar mantener en la eternidad. ( CJP Eyre, AM )

El hombre es una criatura moribunda

1. Esto se habla del hombre dos veces en el texto. En el original se utilizan dos palabras diferentes, una que significa hombre fuerte y la otra hombre d�bil. En la tumba se encuentran juntos.

(1) El hombre muere aunque sea (geber) un valiente.

(2) El hombre muere porque es un hombre de la tierra ( G�nesis 2:7 ; G�nesis 3:10 ).

2. El hombre es una criatura moribunda. Muere a diario, algunos u otros se apagan todos los d�as.

(1) Antes de la muerte, "se consumir�". Se est� debilitando. Incluso en la salud, ciertamente en la enfermedad y la vejez, nos estamos consumiendo. Inferencia&mdash

1. Mira lo vanidoso que es el hombre.

2. Cu�n necios son los que desperdician cualquier parte de su corta vida en sus lujurias.

(2) En la muerte, el hombre abandona el esp�ritu. El hombre muere de un golpe repentino. Exhala su �ltimo suspiro.

(3) Despu�s de la muerte, �d�nde est�? No est� donde estaba. El esta en alguna parte. Piense d�nde est� el cuerpo. Piensa d�nde est� el alma. Ha entrado en el mundo de los esp�ritus para el que somos tan extra�os. Ha pasado a un estado inmutable; se ha ido a la eternidad. Despu�s de la muerte el juicio. ( M. Henry. )

El estado de los muertos

La etapa de la existencia humana que transcurre entre la muerte y la resurrecci�n es, naturalmente, considerada por nosotros con gran curiosidad y solicitud. Sobre este tema, la naturaleza guarda silencio, y la revelaci�n susurra d�bil y vagamente. Podemos formarnos una concepci�n mucho m�s distinta del estado celestial que del que lo precede inmediatamente. La condici�n final del hombre es mucho m�s an�loga a su estado actual que la que interviene entre los dos.

Al morir entramos en un estado incorp�reo del ser, un estado de vida puramente espiritual e inmaterial. De esto no tenemos conocimiento por experiencia u observaci�n; y no podemos formarnos una concepci�n clara y satisfactoria de ella. Estamos tan acostumbrados al uso de �rganos e instrumentos materiales que no podemos entender c�mo podemos prescindir de ellos. La vida incorp�rea nos parece impotente, triste, desnuda, irreal. Las almas de los hombres despu�s de la muerte permanecen conscientes, todav�a perceptivas y activas.

1. Parece justificado considerar el intervalo entre la muerte y la resurrecci�n como un per�odo de reposo. Es el tiempo de sue�o de la humanidad. El reposo que nos espera all� ser� a�n m�s agradable y placentero en comparaci�n con la confusi�n y la aflicci�n de la vida que lo precede.

2. El estado intermedio ser� una condici�n de progreso. El progreso es la ley de la vida, y no podemos suponer razonablemente que su funcionamiento se suspender� durante ese largo per�odo que transcurrir� entre la muerte y la resurrecci�n.

3. Para una visi�n m�s clara del esp�ritu, purgado de las pel�culas carnales y las obstrucciones terrenales, la verdad se desplegar� con mayor claridad, certeza y poder.

4. El estado separado ser� una condici�n de esperanza. Es una temporada de espera, el �nico vest�bulo de un estado m�s glorioso al que es introductorio. Pero no hay nada en esta espera que sea aburrido o tedioso. Solo he hablado de los santos muertos, de los que "duermen en Jes�s". El tema&mdash

(1) Da consuelo a los afligidos.

(2) En �l encontramos consuelo ante la perspectiva de nuestra propia partida pr�xima. ( RA Hallam, DD )

El evento trascendental

Los hombres generalmente viven como si nunca debieran morir.

I. La declaraci�n solemne. "El hombre muere y abandona el esp�ritu".

1. Un evento que afecta de manera peculiar. La eliminaci�n del hombre de la sociedad; de todos los lazos de parentesco y amistad. Disoluci�n de la uni�n entre cuerpo y alma.

2. Un acontecimiento absoluta y universalmente cierto. Las semillas de la muerte est�n en nuestra naturaleza.

3. Es un evento del que somos responsables en todo momento. Vivimos al borde de la tumba, al margen de la eternidad.

4. Un hecho irreparable en sus efectos. Sus resultados melanc�licos ning�n poder puede reparar.

5. Un acontecimiento que exige nuestra solemne consideraci�n. Debemos considerar su certeza, su posible cercan�a, su espantosa naturaleza.

II. El interrogatorio importante. "�Donde esta el?" Aplicar la pregunta a ...

1. El infiel.

2. Lo profano.

3. El mundano.

4. El cristiano afligido.

Aprender&mdash

(1) Que seguramente vendr� la muerte.

(2) Que solo el inter�s en Cristo puede prepararnos para el evento.

(3) Que las cosas eternas deben tener en nuestro coraz�n la preeminencia constante. ( J. Burns, DD )

Inmortalidad del alma

El pueblo de Francia escribi� una vez sobre las puertas de sus lugares de enterramiento: "La muerte es un sue�o eterno", pero esto fue solo cuando la naci�n se volvi� loca. El modo ordinario de probar la inmortalidad del alma es bastante simple.

1. Se argumenta a partir de la naturaleza del alma misma, especialmente de su inmaterialidad. La naturaleza de Dios tambi�n parece favorecer la idea de que Aquel que hizo que el alma fuera capaz de tan vastas mejoras y de tan constantes avances hacia la perfecci�n, nunca la dejar�a perecer.

2. La creencia en la inmortalidad del hombre es universal. No se puede encontrar ninguna raza de salvajes, tan degradada y ciega, como para no tener algunos destellos de esta verdad.

3. Reclamamos la inmortalidad como herencia del hombre, porque, bajo cualquier otro supuesto, se violar�an todas las analog�as de la naturaleza.

4. El hombre debe ser inmortal, porque esto es indispensable para explicar ciertas desigualdades de felicidad y miseria en la tierra, desigualdades que un Dios justo nunca permitir�a, a menos que tuviera la buena voluntad de corregirlas. Al hombre se le llama generalmente un ser racional; pero dif�cilmente merece ese nombre, mientras intenta socavar nuestra fe en ese consuelo que es el �nico que hace que la vida valga la pena y le quita a la muerte sus terrores. ( John N. Norton. )

El misterio de la muerte

�sta es una de las expresiones descontentas y quejumbrosas de Job. Tambi�n est� te�ido con toda esa indiferencia de vista que es caracter�stica de la dispensaci�n de eider. Job expresa el sentimiento general de una forma algo exagerada. Habla como si la hora de la disoluci�n fuera la hora de la extinci�n. Entonces anhela para s� ese olvido de la angustia que cree que s�lo se obtiene en la soledad y el silencio de la tumba.

Las palabras del texto expresan un sentimiento muy natural, del que todos hemos tenido m�s o menos experiencia. "El hombre abandona el esp�ritu, �y d�nde est�?" �Ido�, dicen algunos, �a la nada absoluta. El individuo muere ". �Ido�, dicen otros, �a la felicidad final. Todas las vidas, sean las que hayan sido, conducen a un bourne, y ese bourne de felicidad ". Estos son sue�os despiertos y tambi�n peligrosos sue�os.

El cristianismo no sabe nada de ellos. Ella nos dice que cuando la vida termina, pasamos a una condici�n consciente pero fija e inalterable. Ido, decimos, a cosechar lo que ha sembrado. La vida que estamos viviendo aqu� abajo es una semilla. La eternidad es s�lo el desarrollo de esta insignificante y mezquina vida nuestra. Las leyes divinas son inmutables. Toda semilla da seg�n su especie. Todos estamos gravitando hacia cierto centro.

Nos movemos para unirnos a nuestros propios compa�eros. Se fue a dar cuenta de s� mismo ante Dios. La vida humana es como un escenario; hay muchos actores y muchas partes. Cuando termine la obra, la pregunta ser� sobre la forma de jugarla. Los hombres ser�n vistos, no en sus circunstancias, sino en s� mismos. Llegar� una hora en la que todo el mundo parecer� absolutamente nada, y cuando Cristo, y el inter�s en Cristo, parecer� ser todo. ( Gordon Calthrop, MA )

Una pregunta ansiosa respondida

Despu�s de todo, esta es una pregunta. La raz�n y la revelaci�n lo dejan as�. Las especulaciones de los antiguos, donde prevalec�an los sentimientos cat�licos y la voz de la poes�a, que no es m�s que el llanto de la filosof�a, dejan una duda. Es oscuro, espectral, vaporoso y fantasmal como una aparici�n, la figura de un ser inquieto, subdesarrollado, m�s all� de nuestro conocimiento, crudo, turbio, vago. "�Donde esta el?" Un anhelo recorre nuestra naturaleza, mientras la brisa oto�al se cuela entre los �rboles.

Es la pregunta. Su intensidad es proporcional a su oscuridad. "�Donde esta el?" Se necesitan otros datos. Podemos preguntar, como hacemos en referencia a un extra�o de forma majestuosa o voz autoritaria, a quien encontramos en la acera, "�Qui�n es �l?" La pregunta puede ser de gran inter�s y preocupaci�n, de simpat�a o de oposici�n. O podemos decir del hombre: "�Qu� es �l?" e instituir un an�lisis metaf�sico de la naturaleza de la materia y la mente; luego presione la pregunta, �Qu� es el hombre y qu� soy yo? " Todos estos problemas dependen de la revelaci�n del destino �ltimo del hombre.

"�D�nde est� por fin?" Ahora podemos confundir la sombra con la sustancia, un barco en la distancia con una nube, un meteoro con una estrella. Caminando por el borde de un bosque, mirando el agua, puedo ver un bosque de m�stiles, y por un instante tomarlos por �rboles secos, hasta que veo esos m�stiles altos y temblorosos moverse y las embarcaciones flotan sobre el seno de los �rboles. la bah�a. La vida humana no se puede definir claramente hasta que descubramos todo lo que hay de un hombre.

Queremos hechos. A menudo respondemos una pregunta haciendo otra. As� que vayamos a la historia y busquemos a un hombre famoso o infame, un Cyrus o un Cal�gula, un Washington o un Robespierre. Cada uno puede ser ahora un mont�n de cenizas, pero �cu�l fue la verdadera distinci�n a lo largo de las carreras de estos hombres? �Qu� es el amor y qu� es el honor? No podemos responder hasta que obtengamos los datos. Observe, entonces, dos cosas, el elemento inestable y el punto de soluci�n donde irrumpe la luz.

1. La pregunta sin resolver: "�D�nde est�?" Has perdido un hijo. �Ad�nde se ha ido? No dices que has perdido un tesoro hasta que no has ido al lugar donde est�s seguro de que est� y no lo encuentras. Est�s desconsolado porque est�s desconcertado. Estabas hablando con un amigo a tu lado. Inesperadamente desapareci� sin tu conocimiento, y te encuentras hablando con la vacante. La madre se inclina y se asoma a la cuna vac�a, toma un zapatito, un juguete, un tesoro y dice: ���l estuvo aqu�, deber�a estar aqu�, debe estar aqu�! �Donde esta el?" �Aqu� no�, es toda la respuesta que le da la naturaleza.

Ella est� desconcertada. La misma consulta toca el escepticismo. Aunque existe un asentimiento intelectual y l�gico a la doctrina de la inmortalidad, existe una dificultad para considerar la idea. No podemos ver el esp�ritu o su paso hacia arriba. Entramos en la c�mara de la muerte. Vemos ese cuerpo inm�vil, blanco y fl�cido; las prendas que vest�a, las medicinas administradas y los objetos que alguna vez contempl�. Miramos hacia afuera y vemos que el cielo est� tan azul como siempre, y el traqueteo de pies de caza se escucha, como de costumbre, en la calle. Gritamos en voz alta: ��Ho! �Hab�is visto pasar un esp�ritu? �Aqu� no�, vuelve de nuevo. �D�nde, d�nde est� �l? Este es el elemento sin resolver.

2. Aqu� est� el punto donde la luz irrumpe en el alma desconcertada. Se encuentra en la revelaci�n de una forma de carne y una forma de esp�ritu reveladas en Cristo, el Resucitado. La ciencia nos habla de elementos materiales, invisibles por la visi�n natural, gl�bulos de �ter y cristales de luz para ser detectados por instrumentos preparados por el �ptico. El microscopio revela �tomos que el ojo sin ayuda nunca podr�a encontrar.

De modo que el Nuevo Testamento revela lo que la naturaleza y la ciencia no pueden manifestar. La disoluci�n no es la aniquilaci�n. Leemos: "En �l estaba la vida". Vino, descendi� y volvi� a subir. Cuando se apaga una vela, �a d�nde va la luz? Cristo sali� y volvi�, de un lado a otro, mientras le muestra a un ni�o el camino entrando y saliendo por una puerta. Sali� de Dios y su primera vida fue una revelaci�n gloriosa; pero no debemos olvidar Su segunda vida despu�s de Su muerte, sepultura y resurrecci�n.

Entreg� el esp�ritu y se acost� en el sepulcro; luego se puso de pie, camin� y habl� con los disc�pulos, un ser humano. Mostr� el hecho de que porque �l vive, nosotros tambi�n viviremos. �Quiero que los que me has dado, donde yo estoy, est�n conmigo. No dejes que tu coraz�n est� preocupado. Voy a prepararte un lugar ". Ahora la luz, refluyente y radiante, irrumpe en nuestro camino. �l no est� aqu�, sino que resucit�, y �este mismo Jes�s� volver�.

Puedo preguntarle a una madre: "�D�nde est�n tus hijos?" Puede decir que est�n en la escuela, jugando o en alg�n lugar de las instalaciones. No est�n perdidos, aunque es posible que ella no los localice exactamente. O, ��D�nde est� tu esposo? Sali� hace un rato �, o,� Los ni�os salieron con �l; su padre los sac� de casa temprano ". As� con nuestro querido difunto. Fuera de la vista no est�n fuera de la mente; no est� fuera de su mente, por supuesto, y, no est� fuera de su mente, ni fuera de su vista, creo. Est�n "en alg�n lugar de las premisas", el universo de Dios de muchas mansiones, expandi�ndose, radiante por todas partes. Es una morada. ( Hugh S. Carpenter, DD )

La consulta de las edades

Este interrogatorio ha sonado a lo largo de los siglos y hoy emociona a todo coraz�n reflexivo. Por lo tanto, si Job pronunci� estas palabras en un momento de duda, fue porque se sent� en la hora del crep�sculo de la revelaci�n. Por lo tanto, tambi�n debemos buscar nuestra respuesta a la pregunta de Jes�s, m�s que de Job, de la revelaci�n completa y final del Nuevo Testamento, y no de los tipos y sombras del Antiguo.

I. Est� en alguna parte. La muerte no es aniquilaci�n.

1. Jes�s ense�� la existencia del hombre despu�s de la muerte con tanta frecuencia y en t�rminos tan enf�ticos que se convirti� en algo esencial en la doctrina cristiana. En sus palabras a los saduceos, en la par�bola del hombre rico y L�zaro, cuando hablaba con Mar�a y Marta, cuando consolaba a sus disc�pulos que estaban de luto por su pr�xima partida, en su �ltima oraci�n con y por ellos, en todas partes implicaba claramente que el hombre sigue existiendo en alg�n lugar despu�s de la muerte.

2. A esta revelaci�n de vida e inmortalidad, nuestro coraz�n asiente con alegr�a.

3. La raz�n, igualmente, a�ade su sanci�n. As� creemos que los muertos est�n en alguna parte, no han dejado de estar.

II. �Pero donde? Esta es la palabra enf�tica.

1. Donde el entorno se corresponda con el car�cter. En esta vida, el hombre encuentra la tierra preparada para su ocupaci�n, como una casa que ha sido erigida, amueblada, calentada, iluminada. Creyendo en la universalidad y continuidad del derecho, esperamos la misma disposici�n y adaptaci�n en lo sucesivo. Es la "ley del medio ambiente" del cient�fico, la "providencia divina" del cristiano. El Apocalipsis hace que esta expectativa sea una certeza: Los justos entran en un reino "preparado para ellos desde la fundaci�n del mundo"; los malvados parten a un lugar "preparado para el diablo y sus �ngeles".

2. Donde lo lleva la ley de la gravitaci�n espiritual. En la Casa de la Moneda de Estados Unidos son escalas construidas con un ingenio y una delicadeza que son maravillosas. En ellos finalmente se prueban todas las monedas. Cada uno se pesa por s� mismo. Desde la balanza, cada moneda se desliza hacia una de varias aberturas, seg�n su peso; si es demasiado ligero, en este; si es demasiado pesado, en eso; si es correcto, en el tercero.

III. Donde la justicia y la misericordia se unen para colocarlo. La justicia y la misericordia se unen para determinar el destino de los imp�os y los justos. La redenci�n manifiesta ambos; tambi�n lo hace la retribuci�n. Conclusi�n - No se trata tanto de "d�nde" sino de "qu�"; porque el "qu�" determina el "d�nde". Nosotros mismos estamos determinando el "qu�" en nuestra aceptaci�n o rechazo de Cristo. ( Byron A. Woods. )

Una visi�n cu�druple del hombre tras la muerte.

1. El hombre todav�a est� en la tierra, en cuanto a su influencia. La cantidad total de bien o mal que alguien haga no se determinar� hasta el fin del mundo.

2. El hombre est� en la tumba, como su cuerpo. En este sentido, todas las cosas son iguales para todos. Como el santo, tambi�n lo es el pecador.

3. Est� en la eternidad, como su alma. El hombre consta de dos partes: el alma y el cuerpo. Al morir, estos se separan por una temporada. El cuerpo vuelve a su polvo nativo; el alma vuelve a Dios, que la dio.

4. Est� en el cielo o en el infierno, en cuanto a su estado. �Qu� pensamiento tan solemne es este! ( C. Clayton, MA )

La brevedad y la vanidad de la vida humana.

1. El hombre est� sujeto a la decadencia, aunque no sufre ni violencia externa ni da�o interno. En medio de la vida estamos en la muerte.

2. Muchos mueren por accidente: suicidio, violencia, intemperancia.

3. La mortalidad de la raza humana es universal.

4. La vida humana es tan corta e incierta que invariablemente se compara con aquellas cosas que est�n m�s sujetas a cambios.

5. Qu� ejemplar tenemos de los estragos de la muerte desde la �poca de Ad�n.

6. La muerte va acompa�ada de circunstancias dolorosas. "�l entrega el fantasma".

1. Esta expresi�n implica que despu�s de que el hombre ha muerto y se ha consumido, el alma todav�a permanece en un estado separado. �sta es una de esas verdades que incluso la propia raz�n ense�a.

2. Que el alma permanece en un estado separado es cierto, seg�n los pasajes de las Escrituras y los hechos. Como la aparici�n de Samuel a Sa�l. Mois�s y El�as en la Transfiguraci�n.

En la resurrecci�n de Cristo, muchos de los muertos se levantaron y aparecieron. "�Y d�nde est� �l?"

1. �sta es una pregunta que se hace con mucha frecuencia y con mucha naturalidad, cuando faltan aquellos de los que ve�amos o o�amos hablar constantemente, o con los que sol�amos conversar.

2. La respuesta conmovedora es: "Han muerto y se han consumido; han abandonado el fantasma". �Qu� ha sido del alma? Solo sabemos que el destino final del hombre depende de su estado y car�cter en la hora de la muerte. Es cierto que ni los justos ni los malvados disfrutan o sufren su felicidad o miseria hasta despu�s de la resurrecci�n. El espacio intermedio ofrece tiempo suficiente para la reflexi�n.

3. �Pero cu�l ser� el tema de su reflexi�n?

(1) Cosas presentes: lo bueno; las bendiciones, los goces, la compa��a del para�so. Los malos los horrores, los dolores, los compa�eros del abismo oscuro.

(2) Cosas ausentes: lo piadoso, la partida de todo mal; el imp�o, la ausencia de todo bien.

(3) Cosas del pasado: los justos, una larga y peligrosa peregrinaci�n; los malvados, una vida in�til y malvada.

(4) Lo que vendr�: los salvados, las glorias del �ltimo gran d�a, la absoluci�n del juez, la uni�n con el cuerpo, la perspectiva de una felicidad sin fin; los perdidos, los terrores del gran d�a, la presencia y sentencia del Juez, la conciencia de tener que soportar tormentos eternos. ( B. Bailey. )

Versículo 12

Hasta que los cielos no existan, no despertar�n, ni se levantar�n de su sue�o.

El sue�o de la muerte

1. La muerte es como el sue�o en su apariencia externa. Esta semejanza deber�a recordarnos, cuando nos acostamos a dormir, esa muerte a la que se asemeja el sue�o. Deber�a ense�arnos a mirarlo sin consternaci�n.

2. El sue�o y la muerte son tanto un refugio de los males y preocupaciones de esta vida como un descanso de su trabajo.

3. En ambos el alma est� todav�a consciente. El alma nunca duerme y de ah� el fen�meno de los sue�os.

4. A cada uno le sigue un despertar. La consideraci�n de que en breve "dormir�s en el polvo", y no sabes qu� tan pronto, deber�a obligarte a buscar el perd�n de tus pecados y la remoci�n de tu iniquidad, antes de que sea demasiado tarde. ( G. Cole. )

Versículo 14

Si un hombre muere, �volver� a vivir?

La �nica pregunta de la humanidad y sus m�ltiples respuestas

I. La �nica pregunta.

1. Siempre se ha preguntado. En todos los per�odos de la historia se ha propuesto; el tiempo no ha disminuido su inter�s; siempre brotar� naturalmente del coraz�n del hombre.

2. Se pregunta en todas partes. Es la cuesti�n de todas las naciones y de todas las condiciones de los hombres. Es universal, una cuesti�n eminentemente humana.

3. Surge en diversas circunstancias. La brevedad y las vicisitudes de la vida, los sufrimientos de los buenos y la prosperidad de los malvados; las muertes prematuras, el duelo y la expectativa de nuestra propia disoluci�n lo sugieren.

4. Se pregunta con diferentes sentimientos. Con desesperaci�n. El ateo. Con esperanza y ganas. "�Ser o no ser? Esa es la pregunta." "�De d�nde viene esta agradable esperanza, este tierno deseo, este anhelo de inmortalidad?" Con terror. El asesino, el tirano, el impenitente, el descarriado. Se pregunta triunfalmente: "�No eres t� desde la eternidad hasta la eternidad, oh Dios, Santo m�o?"

II. Las muchas respuestas. Hay tres respuestas diferentes.

1. Lo negativo, o el del ate�smo. "No hay Dios, y no puede haber inmortalidad". Esta es una afirmaci�n sin prueba. �Qui�n puede probarlo?

2. El neutral o el secularismo. "No lo sabemos, pero no importa". Sin embargo, importa. Entonces no podemos evitar sentirnos interesados ??en �l.

3. La afirmativa o la del cristianismo. La mayor�a de los hombres han respondido que s�. Pero las respuestas afirmativas han variado mucho en tono e importancia. La �nica respuesta del cristianismo es plena y segura.

(1) Es tranquilo y digno. "Yo soy la resurrecci�n y la vida."

(2) Proclama una inmortalidad completa. Seg�n �l, todo el hombre debe perpetuarse y perfeccionarse en la eternidad. Seremos como �l. Hay un cuerpo espiritual.

(3) Es pr�ctico. "Nosotros no miramos las cosas que se ven, sino las que no se ven".

(4) Es santo en su influencia. "El que tiene esta esperanza en �l, se purifica a s� mismo, como �l es puro". ( Richard Hancock. )

El gravamen humano sobre la vida inmortal

Para la mayor�a de nosotros es un verdadero problema imaginarnos fuera del cuerpo, pero a�n siendo el mismo hombre o mujer. Este toque de problema es completamente natural, porque estamos en el cuerpo y pertenecemos a la vida que es ahora, y descubrimos que en proporci�n a la riqueza de nuestra vida humana est� esta profunda lealtad a las cosas que uno puede tocar y ver. No creo que este problema se resuelva con la exhortaci�n perpetua a considerar estas condiciones de nuestra vida humana como tantas cargas de las que deber�amos sacudirnos, a tratar esta naturaleza que Dios nos da como si estuviera en cuarentena; un lugar para terminar cuanto antes mejor, para que podamos alcanzar los bellos placeres del descanso eterno.

Tal sentimiento puede llegar a ser natural a trav�s de una constante cavilaci�n sobre la mezquindad y pobreza de lo mejor que hay para nosotros aqu� abajo si tomamos ese giro; o para aquellos que han tenido una dura pelea y est�n bastante agotados; o que han drenado al mundo de todas sus cosas placenteras, y lo tirar�an como la piel de una naranja. O puede parecer natural para algunos que han sido entrenados desde su ni�ez a fijar todo su coraz�n en el mundo venidero, y as� pensar en esto como un trampol�n, y nada m�s, entre las eternidades.

Pero los hombres que han hablado en este tono estaban fuera de lugar con el mundo, o se hab�an ca�do con �l; o bien eran hombres que no practicaban lo que predicaban. Tampoco se resuelve este problema con la sugerencia que hacen los hombres, a partir de una cierta desesperaci�n que uno piensa, de que puede haber una bendici�n infinita a trav�s de nuestro paso de nuevo a la vida infinita, perdiendo nuestra identidad en ese misterio del que salimos, olvid�ndonos por completo de �l. para siempre y haci�ndose uno con Dios.

Nada en este universo puede ser de un momento m�s profundo para un hombre completo que su propia vida personal. Puedes hablar con �l hasta el d�a del juicio final sobre estar perdido en el infinito, pero �l se aferra a s� mismo como el verdadero factor. Para m�, la soluci�n de este problema est� donde siempre ha estado, en los Evangelios, y en nuestro poder para captar sus nobles significados y hacer nuestra la verdad que dicen. Para sentir los poderes del mundo venidero, debemos acercarnos a este Cristo que ha sacado a la luz la vida y la inmortalidad.

Esto es en lo que pueden descansar aquellos que conf�an en estos Evangelios antiguos y sencillos, y creen en Jesucristo como el ser m�s humano que el mundo haya conocido y, por tanto, el m�s Divino. Que este cambio, cuando se produzca, no nos sacar� de las dulces verdades de nuestra propia existencia, ni nos llevar� a extra�os en una vida tan separada de esta que amamos que es mejor que nunca nazcamos antes que encontrarnos con una frustraci�n tan triste.

La soluci�n de esta cuesti�n de la vida inmortal no reside, como me parece, en la metaf�sica, en la evoluci�n, ni siquiera en las verdades comprobadas de la filosof�a. Yace donde siempre ha estado, en la verdad como en Jes�s, quien nos asegura que no podemos amar lo que es digno del amor de estos corazones humanos sin ning�n prop�sito. As� que llevemos esto a nuestro coraz�n: que est� bien, y que est� en la l�nea de la vida que tenemos que vivir, trazados aqu�, si queremos hacerlo tan noble y bueno como podamos. ( Robert Collyer, DD )

Renuncia a la Divina Voluntad

I. Tenemos la perspectiva de un cambio. Muchos cambios son incidentales para el ser humano, pero hay tres que destacan por encima del resto. Se produce un cambio extraordinario cuando los seres humanos se vuelven racionales. Un cambio m�s trascendental se produce cuando los seres humanos se vuelven religiosos. Sobre todo, la gran consumaci�n est� reservada para el momento en que los seres humanos se vuelven inmortales. Entonces expirar� el t�rmino de nuestra minor�a y recibiremos nuestra mejor herencia.

Sin embargo, �es simplemente el alma de un creyente en Jesucristo la que entra en el reino? �Debe su antiguo socio, el cuerpo, yacer siempre en el polvo o vagar por una provincia separada y menos espl�ndida del imperio divino?

II. La influencia de esta perspectiva.

1. La perspectiva de nuestro cambio puede verse en conexi�n con la corriente de nuestros pensamientos.

2. En relaci�n con nuestra estimaci�n de todos los bienes terrenales.

3. En relaci�n con nuestros esfuerzos y s�plicas individuales.

4. En conexi�n con todos nuestros dolores y angustias intermedios.

5. En conexi�n con todo lo que es grandioso y gozoso. ( J. Hughes. )

El verdadero argumento a favor de la inmortalidad

I. La raz�n no responde. Entonces los hombres dicen que no hay pruebas positivas; "Pero espera", dice la ciencia, "he desentra�ado misterios antes"; por eso la pregunta ansiosa.

II. Respuestas de la ciencia:

1. El cuerpo muere, pero el alma vive.

(1) Cuerpo preparado para alma, no alma para cuerpo.

(2) Pero el alma tiene anhelos, esperanzas; �Puede la ciencia satisfacerlos?

2. En la naturaleza est� la ley de la correlaci�n: lo incompleto se completa. Pero somos conscientes de que el alma no ha alcanzado la m�xima perfecci�n; pero, dice la ciencia, mira c�mo la naturaleza satisface las demandas de sus criaturas.

(1) Pero, �puede la naturaleza satisfacer el anhelo del ser interminable? No. El testimonio de la ciencia no satisface completamente. Sus especulaciones nacen de lo finito. Buscamos el fundamento seguro: el verdadero argumento a favor de la inmortalidad. �De d�nde puede venir?

III. Una voz familiar llega a nuestros corazones. "Doy la vida eterna". "Yo soy la Vida". S�, en el testimonio de Jesucristo est� el misterio de ser aclarado. La ciencia no puede dar nada tan positivo. Por lo tanto, finalmente ...

1. �Cu�l es su responsabilidad como ser inmortal?

2. �C�mo est� cumpliendo con esa responsabilidad? ( Homil�tica Mensual. )

Las dos preguntas sobre la muerte

I. De esta verdad tenemos indicios en la naturaleza.

1. El anhelo del alma es una promesa y profec�a de inmortalidad. El ala del p�jaro y la aleta del pez profetizan el aire y el agua; el ojo y el o�do, la luz y el sonido. Si la esperanza del hombre no tiene objeto, es la �nica excepci�n en la naturaleza.

2. La fuerza nunca se pierde. Es invisible e indestructible. Pasa de un cuerpo a otro, cambia de forma y modo de manifestaci�n, pero nunca se pierde ni siquiera disminuye. Nunca se pierde energ�a.

3. La vida, la fuerza m�s grandiosa, es por tanto indestructible. Incluso el pensamiento no puede morir; �c�mo, entonces, el pensador mismo? La muerte es disoluci�n, decadencia. �Qu� hay en mente para disolverse o descomponerse?

4. La metamorfosis en la naturaleza insin�a e ilustra la vida como cambios sobrevivientes de forma y modo de existencia.

II. Sugerencias en la palabra de Dios.

1. Creaci�n del hombre, hecha de polvo. Inhalaci�n del alma viviente. Pena de muerte infligida al cuerpo; pero el alma nunca dijo morir en el mismo sentido. ( Lucas 15:1 , donde la muerte es la alienaci�n del hijo del padre; Romanos 8:1 , donde la mentalidad carnal es la muerte ) .

2. La muerte del hombre como se describe en Eclesiast�s 12:1 . Polvo regresando a la tierra. Esp�ritu a Dios. Sencilla referencia a la historia de la creaci�n. El aliento se abandona, pero no muere, y simboliza el Esp�ritu.

3. Esta verdad est� incorporada en toda la estructura de las Escrituras. La sangre de Abel represent� su vida que fue vocal incluso despu�s de su muerte. (Comp. Apocalipsis 6:9 , donde las almas o vidas de m�rtires claman a Dios . ) El gran incentivo para la justicia en ambos testamentos es la uni�n con Dios aqu�, fusion�ndose en tal uni�n perfeccionada all�, como se ilustra en Enoc y El�as.

4. Se asume la inmortalidad. ( Mateo 22:23 , cuando Cristo confronta a los saduceos . ) �l ense�a que las almas en el cielo viven bajo condiciones nuevas y sobrenaturales; y entonces Dios es el Dios de los vivos, no de los muertos.

III. Pero hay una ense�anza distinta sobre este tema. Ejemplos: La Transfiguraci�n, donde Mois�s representa a los santos que han muerto y a los santos de El�as que pasan a la gloria sin muerte, pero ambos igualmente vivos. Las palabras al ladr�n arrepentido: "Hoy conmigo en el para�so". La visi�n agonizante y la exclamaci�n de Stephen: "Recibe mi esp�ritu". Pablo (Flp 1: 23-24; 2 Corintios 5:6 ; 2Co 5: 9; 1 Tesalonicenses 4:14 ; 1 Corintios 3:1 ), donde se muestra que una vida futura es necesaria para completar los premios. de esta vida. (Comp. Lucas 16:1 ., La par�bola del hombre rico y L�zaro . ) ( Arthur T. Pierson, DD )

La inmortalidad del alma

Aunque la doctrina de la inmortalidad del alma es peculiar del cristianismo, ha atra�do los pensamientos y la atenci�n de los hombres m�s sabios de todos los tiempos. Antes del advenimiento de Cristo, la doctrina era poco conocida incluso por los m�s sabios de la humanidad, ya fueran jud�os o gentiles. Nuestra fe actual se basa en la Palabra de Dios. La muerte no es un sue�o eterno, el hombre vivir� de nuevo.

1. La muerte del alma no se puede reconciliar con la justicia de Dios. La justicia en esta vida tiene una escala mal equilibrada. El vicio rara vez es castigado como se merece, y a�n m�s raro es que la virtud reciba su debida recompensa. Si la muerte es un sue�o eterno y la vida del hombre termina en la tumba, �c�mo reconciliaremos su condici�n actual con la justicia de Dios? Esta pregunta presenta un argumento a favor de la inmortalidad del alma que los fil�sofos y los esc�pticos no pueden responder, una prueba moral que casi participa de la naturaleza de la demostraci�n.

2. La muerte del alma no se puede reconciliar con la sabidur�a de Dios. En la providencia de Dios nada sucede sin fin, sin raz�n. La mente humana no act�a sin un prop�sito o fin, por muy equivocado o d�bil que sea ese fin. Si esto es cierto para la mente finita del hombre, imperfecta como es, cu�nto m�s es cierto para la mente infinita de Dios, tan poderosa de ejecutar como perfecta de concebir.

El hombre es capaz de una mejora infinita. Aunque la mente del hombre progresa constantemente, nunca madura del todo. Nunca decimos que su destino se haya cumplido. Entonces, �c�mo podemos reconciliar la historia y la condici�n del hombre con la sabidur�a de Dios?

3. La muerte del alma no se puede reconciliar con la bondad de Dios. El deseo de otra vida es universal, no est� delimitado por l�neas geogr�ficas, no est� limitado por el clima o el color. El hombre se escandaliza ante la mera idea de la aniquilaci�n. Si la muerte es un sue�o eterno, �por qu� deber�a el hombre temer morir, por qu� prestar atenci�n a los reproches de la conciencia? �Un Dios de bondad plant� este deseo en el coraz�n del hombre simplemente para burlarse de �l con un fantasma? �Cre� esperanzas y anhelos que nunca podr�an realizarse? No necesita responder. ( GF Cushman, DD )

Cuando un hombre muere

�Viven en otras tierras o la tumba se les ha cerrado para siempre?

I. La respuesta pagana; o la luz de la raz�n sobre este tema. Los paganos miraban hacia el futuro con graves recelos. Incluso los m�s ilustrados pod�an hacer poco m�s que formular conjeturas. A falta de informaci�n positiva, basaron sus argumentos en los principios de la raz�n. Como todos sentimos, sintieron un deseo natural de inmortalidad. Este instinto universal recibe confirmaci�n de muchas formas.

1. Por analog�a con la naturaleza. Toda la naturaleza muere para volver a vivir.

2. Por las anomal�as de la existencia.

(1) Irregularidades sociales.

(2) Entorno insatisfactorio,

(3) Muertes tempranas. A la luz de la naturaleza, solo podemos decir que una vida futura es una posibilidad.

II. La respuesta jud�a. Aqu� pasamos de la oscuridad al crep�sculo. Los jud�os tuvieron los primeros rayos d�biles de la revelaci�n divina. Su informaci�n, limitada como estaba a predicciones y promesas, era imperfecta e ininteligible para la gran masa de personas en cuya conducta la doctrina ejerc�a poca o ninguna influencia pr�ctica. Tal oscuridad estaba en consonancia con el car�cter temporal y progresivo de su dispensaci�n.

III. La respuesta cristiana. Aqu� llegamos a la luz del d�a. A la luz del Evangelio, la cuesti�n del texto no presenta dificultad. El cristiano responde, con plena certeza de fe: "S�, volver� a vivir". Esto es cierto para el alma, pero �qu� pasa con el cuerpo? La ciencia moderna tiende a huir con una impresi�n err�nea de lo que se entiende por resurrecci�n. San Pablo encuentra la objeci�n moderna por su analog�a de la semilla.

No nos quedamos en la incertidumbre de lo que sucede cuando un hombre muere. Despu�s de la muerte, el juicio. La raza humana se reunir� al llamado de la �ltima trompeta. Todos volver�n a vivir despu�s del largo sue�o de la tumba. ( D. Merson, MA, BD )

�Acaba la muerte con todo?

Esto, no hace falta decirlo, no es una investigaci�n hipot�tica sobre lo que puede suceder en esta vida, como si fuera posible que un hombre no muriera; porque un poco antes, dijo del hombre en relaci�n con la ley de su mortalidad se�alada, �sus d�as est�n determinados, el n�mero de sus meses est� contigo, t� estableciste sus l�mites que no puede traspasar� (vers�culo 5). La investigaci�n hace referencia a lo que ser� o no ser� despu�s de la muerte.

�Y cu�l, se ha preguntado, era el propio punto de vista de Job? Al respecto, se han mantenido opiniones directamente opuestas. Un escritor de nota considerable dice: �La �nica respuesta que puede dar la conciencia de Job, ignorante de algo mejor, es: No, no hay vida despu�s de la muerte. Sin embargo, no es menos un anhelo de su coraz�n lo que da lugar al deseo; es el pensamiento m�s favorable - una posibilidad deseable - que, si fuera una realidad, lo consolar�a bajo todo el sufrimiento presente, 'todos los d�as de mi guerra' (de mi tiempo se�alado) 'esperar�a hasta mi lleg� el cambio.

M�s adelante dice que �incluso Job no tiene ning�n conocimiento superior con respecto a la vida futura. �l niega la resurrecci�n y la vida eterna, no como quien las conoce, y sin embargo no las sabr� nada, pero realmente no las sabe: nuestra vida terrena le parece fluir hacia las tinieblas del Seol, y m�s all� del Seol, el hombre ya no existe ". Teniendo tales puntos de vista, no es de extra�ar en absoluto que en estas palabras Job sea visto como afirmando su creencia de que la muerte es la extinci�n del ser, y que para el hombre no hay despertar ni resucitar para siempre (vers�culos 7- 12).

Otros han tenido una opini�n muy diferente en cuanto a la respuesta que Job habr�a dado a la pregunta: "Si un hombre muere, �volver� a vivir?" Aplastado como estaba Job por sus aflicciones, tanto en el cuerpo como en la mente, no creo que tuviera una visi�n tan triste de la muerte y de un estado futuro. Posiblemente confunden la esperanza y las perspectivas de Job para el futuro, no menos que sus tres amigos hicieron su car�cter y el probable dise�o de sus sufrimientos, quienes no saben, o son incapaces de percibir, que era su esperanza de una vida futura, y de completa reivindicaci�n, implicando honor y felicidad en un estado futuro, que casi solo lo sostuvo bajo su inusual carga de problemas.

Hay varios argumentos que podr�an ser instados a mostrar que Job cre�a en un estado futuro, tanto de recompensas como de castigos, o en general, de una vida m�s all� de la tumba. Primero, los sacrificios de Job, cuando tem�a que sus hijos hubieran pecado en su banquete, muestran que �l conoc�a la maldad del pecado y ten�a fe en el �nico sacrificio expiatorio de un Redentor. En segundo lugar, Job demostr� que conoc�a y cre�a en un estado futuro de retribuci�n y en el juicio final, cuando dijo: �Temed la espada; porque la ira trae castigos de espada, para que sep�is que hay juicio �( Job 19:29 ).

Y nuevamente, cuando dijo: �Los imp�os est�n reservados para el d�a de la destrucci�n, ser�n llevados al d�a de la ira� ( Job 21:30 ). En tercer lugar, las palabras de Job no pueden explicarse de manera coherente con sus aspiraciones, a menos que admitamos que �l cre�a en la resurrecci�n de su cuerpo, cuando dijo: "S� que mi Redentor vive", etc.

En el contexto que precede a esa pregunta, "Si un hombre muere, �volver� a vivir?" admitimos f�cilmente que Job afirma la verdad incontrovertible de que cuando un hombre muere, ya no vive m�s en este mundo, cuando dice: "Pero el hombre muere y abandona el esp�ritu, y �d�nde est�?" Sin embargo, al mismo tiempo sostenemos que as� como Enoc, el s�ptimo desde Ad�n, pudo hablar de "el Se�or viniendo con diez mil de sus santos para ejecutar juicio sobre todos", as� podr�a Job ser capacitado por el mismo esp�ritu de inspiraci�n, para use palabras que expresen su creencia en la resurrecci�n de los muertos en la disoluci�n de todas las cosas, y que probablemente lo hizo cuando dijo: �El hombre yace y no se levanta; hasta que los cielos no sean m�s, no despertar�n, ni se levantar�n del sue�o �(vers�culo 12).

Lo que se ha dicho indica cu�l debe ser nuestra conclusi�n final con respecto a la pregunta: "Si un hombre muere, �volver� a vivir?" Pero hay algunas cosas que sugerir�an una respuesta negativa a la pregunta. Como por ejemplo&mdash

1. La estructura y el desarrollo del cuerpo del hombre no nos dan raz�n para pensar que si un hombre muere, vivir� de nuevo. Hay muchas expresiones en las Escrituras que son adecuadas para recordarnos la fragilidad de nuestro cuerpo. As� se declara "que toda carne es como hierba, y toda su bondad como flor de hierba". De manera similar, nuestros cuerpos no est�n formados por las sustancias m�s duras de la naturaleza, como la piedra y el hierro, sino que est�n formados por carne, sangre y huesos, que son perecederos por su propia naturaleza.

Adem�s, no solo son muy susceptibles de lesionarse, sino que tambi�n son muy propensos a ser aplastados o destruidos por accidente o enfermedad. No hay en nuestros cuerpos ninguna energ�a de poder autosuficiente. Necesitamos comida, ropa y sue�o para nutrirlos, refrescarlos y reparar sus energ�as desperdiciadas; pero todo esto es suficiente por poco tiempo. El desarrollo gradual del cuerpo del hombre tambi�n, a trav�s de la infancia y la madurez, hasta la vejez, con su decadencia segura e inevitable, parece indicar una existencia completa, cuya realizaci�n no puede tener continuidad.

2. La observaci�n y la experiencia en general, dicen, No, en respuesta a esta pregunta, o que si un hombre muere, no volver� a vivir. La muerte temporal es el cese de la vida en el estado actual del ser. �Y qui�n est� ah�, que al mirar el cuerpo sin vida de alguien que est� muerto, los miembros inm�viles que alguna vez fueron tan activos, y el rostro p�lido una vez tan lleno de inteligencia y expresi�n, pero ahora tan espantoso y tan cambiado, podr�a de cualquier cosa que aparezca, entretenga lo m�s m�nimo, espere que alguien as� vuelva a vivir? Pero la observaci�n personal con respecto a este asunto est� confirmada por la experiencia general de la humanidad, de �poca en �poca.

De hecho, si un hombre muere, no vuelve a vivir. Ninguno de aquellos tambi�n a quienes la muerte ha reunido durante todas las edades pasadas, se encontrar� restaurado a la vida nuevamente mezcl�ndose con los habitantes de este mundo, porque �de ese bourne no regresa ning�n viajero�.

3. La causa original y la naturaleza de la muerte no dan raz�n para pensar que si un hombre muere, vivir� de nuevo. No hay informaci�n que pueda obtenerse de la luz de la naturaleza sobre la causa original y el origen de la muerte, aunque la raz�n puede llegar a la conclusi�n de que puede ser, y de hecho debe ser, un mal penal. Es la Palabra de Dios sola, que es nuestro �nico gu�a e instructor seguro con respecto a la causa original de la muerte, y las circunstancias y la manera en que entr� en nuestro mundo.

�Por un hombre�, se dice, �el pecado entr� en el mundo, y por el pecado la muerte; y as� la muerte pas� a todos los hombres, por cuanto todos pecaron �. Nuevamente se nos dice que "la paga del pecado es muerte". Entonces se manifiesta en la Palabra de Dios, que la muerte es la pena del pecado, de la desobediencia del hombre al �nico Justo Legislador y de su rebeli�n contra su Creador y Rey. Una consideraci�n atenta de la muerte podr�a llevarnos a la conclusi�n de que es y debe ser un mal penal infligido a nuestra raza.

El hombre est� muriendo desde el momento de su nacimiento. �No manifiesta �toda circunstancia la ira de Dios contra la obra de sus manos? La destruye como si fuera repugnante a sus ojos. Este no es el castigo de un padre, sino la venganza de un juez ". Por tanto, la causa original y la naturaleza penal de la muerte no permiten pensar que, si un hombre muere, volver� a vivir.

4. El testimonio de la naturaleza no es igual y, por lo tanto, si bien existe la posibilidad, no hay certeza de que si un hombre muere, vivir� de nuevo. Debe reconocerse que en la naturaleza hay muchas muertes y resurrecciones que est�n muy estrechamente relacionadas entre s�. A la luz de la Palabra de Dios, podemos ver algunos de ellos al menos como emblemas de la resurrecci�n de nuestros cuerpos. Pero la simple ocurrencia de estos no nos transmite por s� misma ninguna certeza de que si un hombre muere, vivir� de nuevo.

5. Los poderes y facultades del alma hacen que no sea improbable que si un hombre muere, vuelva a vivir. El hombre est� constituido en su estado actual de ser, de cuerpo y de alma. Estos act�an mutuamente entre s�, pero tienen propiedades distintas. El hombre es capaz de conocer a Dios y de Su voluntad, o de la verdad y el deber moral y religioso. Puede albergar la concepci�n de la gloria, el honor y la inmortalidad, en un estado de ser superior y futuro.

El hombre tiene una conciencia que puede actuar en el presente en el desempe�o de los deberes que se debe a s� mismo y a sus semejantes, y sobre todo a Dios, mediante concepciones de Dios y de lo que es bueno y malo para con �l. La conciencia puede llenarse actualmente con el temor de su ira, o tranquilizarse con la seguridad de su favor, basada en motivos racionales y no en la imaginaci�n o la fantas�a.

Es probable, por lo tanto, que aunque el cuerpo muera, el alma debe vivir para siempre, porque todos estos poderes ser�an in�tiles si el alma, en el momento de la muerte, �se acostara en la oscuridad eterna y se mezclara con los terrones del valle�.

6. La Palabra de Dios nos da la seguridad m�s expl�cita de la existencia futura del alma.

7. Que la Palabra de Dios nos declara no solo la inmortalidad del alma, sino la certeza de la resurrecci�n del cuerpo. ( Revista original de la Secesi�n. )

Aniquilaci�n en la muerte

En opini�n de los pante�stas, el individuo es s�lo una manifestaci�n transitoria de la vida colectiva de la humanidad; aparece por un momento como las olas en la superficie del oc�ano, y luego se desvanece, y una sola cosa sobrevive, �la humanidad! En consecuencia, no hay m�s eternidad que la de las especies. �Aniquilaci�n! �Mira esa antigua doctrina que sedujo a la raza hind� y la hundi� en un sue�o secular, m�rala ahora extendiendo su l�gubre velo sobre nosotros! En el mismo momento en que enviamos misioneros a predicar la resurrecci�n y la vida a las naciones del Este, nosotros mismos estamos siendo envueltos, por as� decirlo, en el mismo error que los perdi�.

�Aniquilaci�n! A menudo la escuchamos proclamada con singular entusiasmo. Los hombres nos dicen: �Deja tu orgullo, abandona tus esperanzas ego�stas; los individuos mueren, pero la humanidad permanece: trabajo, por tanto, por la humanidad; tus aflicciones, tus sufrimientos forman parte de la armon�a universal. Ma�ana desaparecer�s, pero la humanidad seguir� progresando; tus l�grimas, tus sacrificios contribuyen a su grandeza.

Eso es suficiente para inspirarte con una ambici�n generosa; adem�s, la aniquilaci�n es dulce para quien ha sufrido �. No obstante, estas doctrinas no afectar�an a las masas si no apelaran a los instintos ahora despertados en todas partes; Me refiero a esos complejos deseos de justicia y gozo inmediato, de reparaci�n y venganza que conmocionan tan profundamente a las clases que sufren. Es en nombre de los intereses presentes de la humanidad que los hombres combaten toda esperanza de una vida futura.

�No nos digan m�s, dicen, de un mundo m�s all�. La humanidad ha estado demasiado tiempo envuelta en una contemplaci�n enervante y ext�tica. Demasiado tiempo ha vagado en sue�os m�sticos. Durante demasiado tiempo, bajo la h�bil direcci�n de los sacerdotes, ha buscado el reino invisible de Dios, mientras que de sus manos se le arrancaba el reino de la tierra, que es su verdadero dominio. Por fin le ha llegado la hora de su virilidad; ahora debe tomar posesi�n de la tierra.

La fe esclavizante debe dar paso ahora a la ciencia emancipadora. �Cu�ndo ha entrado la ciencia en esa era de conquistas que verdaderamente han liberado a la humanidad? Desde la hora en que se ha resuelto firmemente a liberarse del dominio de todo misterio, a considerar todas las cosas como fen�menos por resolver. �Cu�ndo ha comenzado el hombre a luchar victoriosamente contra la opresi�n? Desde el momento en que, renunciando a la idea de un recurso incierto a la justicia futura, se le reivindicaron sus derechos ya en la tierra.

Esta tarea debe lograrse. El mundo invisible debe dejarse a quienes lo predican, y toda nuestra atenci�n debe centrarse en el presente. La igualdad en la felicidad en la tierra debe ser reivindicada cada vez con m�s fuerza. �Fuera, entonces, aquellos que nos hablan de la vida futura, porque lo sepan o no, se interponen en el camino del progreso y de la emancipaci�n de las naciones! �. Todos ustedes han escuchado ese lenguaje y, tal vez, lo hayan visto recibido con entusiastas aplausos.

�Qui�n se atrever�a a afirmar que la idea de una vida futura nunca se ha puesto al servicio de la desigualdad? Recordemos los d�as en que la Iglesia con sus innumerables privilegios, poseyendo inmensas porciones de territorio, exenta de los impuestos bajo los cuales gem�an las masas, consolaba a las clases m�s pobres con la perspectiva de gozos y compensaciones celestiales. Denuncio y repudio esta iniquidad; pero que nadie lo remonte al Evangelio, porque el Evangelio es inocente de �l.

Ah, si fuera verdad que el Evangelio se hab�a opuesto a la justicia y la igualdad, expl�came c�mo, a pesar de los m�ltiples abusos de la Iglesia, sucede que es en medio de las naciones cristianas donde la idea de justicia es tan vivo y ardiente? Al proclamar el triunfo total de la justicia en el mundo venidero, el cristianismo ha preparado el advenimiento de la justicia en esta vida. No opongas, por tanto, estas dos ense�anzas, porque la una llama a la otra, porque se completan por un v�nculo indisoluble de solidaridad.

Y, sin embargo, en otro aspecto, la aniquilaci�n nos atrae. Si es cierto que todos los seres humanos anhelan la vida, �no es igualmente cierto que la vida nos pesa a veces? �Y no es el privilegio y la tristeza de las mentes m�s nobles sentir m�s dolorosamente el peso de esta carga? Los hombres se burlan de la idea de una vida futura. De nuevo, �sabes por qu�? �Ah! aqu� me encuentro con la raz�n oculta y no confesada, pero la m�s poderosa de todas.

Se burlan de ello y lo niegan porque temen el encuentro con el Dios santo. Veo que quienes se esfuerzan por creer en �l no le dan su nombre real. Retroceden ante la aniquilaci�n, y cuando se encuentran en presencia de la muerte, toman prestado nuestro lenguaje y lo usan como un manto brillante para cubrir la desnudez de su sistema. Ellos tambi�n hablan de inmortalidad, pero esta inmortalidad, �d�nde la colocan? Algunos lo colocan en la memoria de los hombres, y muchas veces con conmovedora elocuencia nos presentan este recuerdo conservado como algo sagrado y convirti�ndose en un culto destinado a reemplazar al de los dioses paganos. Un hombre de genio, el fundador de la filosof�a positiva, Auguste Comte, ha hecho de esta idea una verdadera religi�n.

1. �Vivimos en la memoria de los dem�s! Y, por favor, �son muchos aquellos cuyas obras han escapado al olvido? Son pocos los que est�n llamados a realizar acciones gloriosas; la vida de la gran mayor�a se compone de deberes peque�os, insignificantes, humildes pero muy necesarios. La gran masa de la humanidad se sacrifica a unos pocos privilegiados y la desigualdad perdura para siempre. �Si tan solo todos estos seres favorecidos merecieran este honor! �Qu� justicia, gran Dios, es la justicia de los hombres! Llegar� el d�a en que, seg�n las palabras de la Escritura, estos �ltimos en el orden de la admiraci�n humana ser�n los primeros elegidos de la gloria divina. Demasiado para esta eternidad de memoria.

2. Se nos presenta otro m�s elevado, m�s digno: la eternidad de nuestras acciones. Los hombres nos dicen: �Pasamos, pero nuestras obras permanecen; nos despedimos de aquellas buenas acciones que han contribuido al avance de la humanidad; vivimos en las verdades que hemos proclamado con valent�a sin temor al hombre, y que as� transmitimos a las generaciones futuras para que se traduzcan en hechos nobles. Esta eternidad de nuestras obras es verdaderamente la vida eterna.

�Nosotros que somos cristianos, no negaremos esta solidaridad, esta acci�n del individuo en su conjunto, esta posteridad espiritual que todos dejamos despu�s de nosotros; creemos, adem�s, que se expresa m�s claramente en el Evangelio. Sin embargo, cuestiono la verdad de este gran pensamiento si se niega la vida futura. Concedo que muchas de nuestras acciones son rentables para el conjunto y permanecen como piedras en el edificio universal.

Por otro lado, cu�ntos hay, de nuestras aflicciones en particular, que no encuentran explicaci�n aqu� abajo, y que quedan para siempre infructuosas si miramos s�lo sus consecuencias terrenales. �Qu� dir�s a ese afligido que ha estado acostado durante a�os sobre un lecho de tormento? Nosotros, los cristianos, les decimos que son conocidos por Dios, que ni un solo dolor pasa desapercibido para Aquel que es amor y ve su vida; les decimos que sus sufrimientos tienen un final a�n inexplicable, pero seguro, del cual la eternidad revelar� el secreto.

Pero si el Se�or no est� all�, si ning�n ojo ha visto su sacrificio silencioso, �qu� derecho tienes de decirles que sus obras vivir�n despu�s de ellos? Eso no es todo. Viviremos de nuevo en nuestras obras, dec�s; y los malvados, �qu� hay de ellos? �Es esa la eternidad que les reserva? Si quiere decir con esto que, aunque muertos, sus iniquidades permanecen y contin�an contaminando la tierra, �ah! sabemos esto demasiado bien.

Ahora bien, cuando me dices que los malvados son castigados por la supervivencia de sus acciones, �eres consciente de lo que afirmas? Afirmas que este hombre que ha muerto feliz y bendecido es castigado en las v�ctimas que ha herido, en los inocentes a los que ha deshonrado. Estas almas sobre las que pesar�n larga y pesadamente sus cr�menes y vicios, sentir�n que sobrevive en sus obras, soportar�n las fatales consecuencias de las iniquidades de las que s�lo ha probado el fruto; �Y les ense�ar�as que este es el castigo de Dios sobre �l, y que la justicia eterna encuentra suficiente satisfacci�n en esta monstruosa iniquidad? �Esto es, entonces, a lo que conduce la teor�a de la eternidad de las acciones! No es de extra�ar que el m�s serio de nuestros adversarios no se preocupe por defenderlo y prefiera pasar la cuesti�n de la eternidad en silencio.

Nos dicen: ��Qu� le importa al hombre recto las consecuencias de sus acciones! en sus acciones no mira ni al cielo ni a la tierra: la aprobaci�n de su conciencia es todo lo que busca �. �La conciencia es suficiente! Estas palabras orgullosas, que nuestros estoicos modernos han heredado de sus antepasados ??romanos. �Quieren decir que s�lo hacen lo verdaderamente bueno, que lo hacen sin c�lculo y sin la atracci�n interesada de la recompensa? �Quieren decir que el acto m�s noble se vuelve vil si es impulsado por un motivo mercenario? Si es as�, tienen raz�n; pero el Evangelio lo ha dicho desde hace mucho tiempo.

�La conciencia es suficiente! �Ah! si por aprobaci�n de esta conciencia se entendiera la aprobaci�n de Dios mismo, cuya voz es la conciencia, entonces entender�a esta afirmaci�n, pero sin aprobarla plenamente; pero ese no es el significado que se le atribuye. Lo que se quiere decir es simplemente esto: el hombre aplicando la ley a s� mismo y constituy�ndose a s� mismo, su propio juez; hombre aprob�ndose y bendici�ndose a s� mismo.

�Bien! Afirmo que esto es falso, porque el hombre, al no ser su propio creador, no puede ser autosuficiente. �Bien! �Nos equivocamos cuando nos levantamos de nuestra conciencia a Aquel que lo hizo, y cuando invocamos a Dios como nuestra ayuda y testigo? No; la conciencia no es suficiente; necesitamos algo m�s, pedimos la reparaci�n que proclama esta conciencia. La conciencia es el profeta de la justicia; pero no debe pronunciar sus profec�as en vano.

Nos dice que la felicidad eterna est� ligada al bien y el sufrimiento al mal. Esta creencia no es simplemente una respuesta a deseos interesados, es la expresi�n de esa ley eterna que los cristianos llaman la fidelidad de Dios. Adem�s, �ha reflexionado sobre el otro lado de la cuesti�n? Dices que la conciencia es suficiente. �Te atrever�s a afirmar que es suficiente para los culpables? La realidad nos muestra que la conciencia se endurece cada vez m�s a medida que se comete el pecado, y cada vez es m�s incapaz de pronunciar el veredicto que esperamos de �l.

Hablas de dejar al infeliz culpable cara a cara con su conciencia; pero sabe sobornar a este juez, sabe silenciar su voz, sabe que lo mejor que puede hacer para sofocarlo y desconcertarlo por completo es degradarse cada vez m�s profundamente. No admitir�s el castigo que el cristianismo reserva para el pecador y lo reemplazar�s por una degradaci�n gradual. �Cu�l de ustedes dos respeta m�s a la humanidad? He se�alado las consecuencias de todas las teor�as que afirman la aniquilaci�n del alma individual.

Despu�s de la conciencia, interrogar�a al coraz�n humano y mostrar�a c�mo la noci�n de aniquilaci�n responde poco a ese anhelo infinito de amor que se encuentra en lo m�s profundo de nuestro ser. �Pero es necesario insistir en este punto? Estas dos palabras, amor y aniquilaci�n, opuestas entre s�, �no forman un contraste penoso y rid�culo? �No protesta el coraz�n contra la muerte cuando no lo deforman los sofismas? ( E. Bersier, DD )

Inmortalidad y naturaleza

Es un hecho extra�o que la mente humana siempre se haya aferrado a la inmortalidad del alma y, sin embargo, siempre la haya dudado; siempre creyendo, pero siempre atormentado por la duda. Sin embargo, esto no desacredita la verdad. Si la creencia no fuera cierta, la duda la habr�a vencido hace mucho tiempo, porque nada m�s que la verdad puede soportar un cuestionamiento constante. Esta verdad retoma y expone el antagonismo que se encuentra en la propia naturaleza del hombre, como un ser moral sometido a condiciones materiales, una mente encerrada en un cuerpo.

La conciencia de la mente y la naturaleza moral siempre afirma la inmortalidad; el sentido de nuestras condiciones corporales siempre sugiere su imposibilidad. Es lo mismo que siempre se ha manifestado en la filosof�a; el idealismo que niega la existencia de la materia y el materialismo que niega la realidad del esp�ritu. Pero la verdadera filosof�a de la mente humana es tanto idealista como materialista. Casi toda duda o negaci�n de la inmortalidad proviene del predominio de una filosof�a materialista; casi siempre por alguna presi�n indebida del mundo exterior.

Los grandes pecadores rara vez cuestionan la inmortalidad. El pecado irrita la naturaleza moral, lo mantiene r�pido, y mientras la naturaleza moral tenga voz, afirma una vida futura. Justo ahora la duda nos acecha con una ins�lita persistencia. Ciertas fases de la ciencia se enfrentan a la inmortalidad en aparente oposici�n. La doctrina de la continuidad o evoluci�n en su forma extrema, al incluir todo en una categor�a de materia, parece hacer muy improbable la existencia futura.

Pero m�s que esto, hay una atm�sfera, engendrada por un h�bito com�n de pensamiento, adverso a la creencia. Hay un poder del aire que nos influye, sin raz�n ni elecci�n. La ciencia est� cambiando r�pidamente su esp�ritu y actitud. Est� revelando cada vez m�s las infinitas posibilidades de la naturaleza. La verdadera ciencia admite que algunas cosas pueden ser verdaderas que no puede verificar por el resultado o por cualquier prueba que pueda usar.

La evoluci�n no explica el comienzo de la vida, el plan de mi vida, la potencia que obra en la materia; por los hechos de la conciencia, por la libertad moral y la consiguiente personalidad. Al considerar la inmortalidad, es bastante seguro dejar de lado la ciencia con todas sus teor�as sobre la continuidad de la fuerza y ??la evoluci�n de la vida f�sica, la potencialidad forjada y cosas por el estilo. Somos lo que somos, seres morales, con personalidad, libertad, conciencia y sentido moral; y porque somos lo que somos, hay motivos para esperar la vida inmortal.

En cualquier intento de probar la inmortalidad, aparte de las Escrituras, debemos confiar casi por completo en razones que la hagan probable. Nuestra conciencia de la personalidad y la libertad moral lo declaran posible, pero otras consideraciones lo hacen tambi�n probable y moralmente cierto. No permitamos que ning�n sentido de debilidad invierta la palabra probabilidad. Muchas de nuestras convicciones m�s s�lidas se basan en probabilidades agregadas. De hecho, todos los asuntos relacionados con el futuro, incluso el amanecer, son cuestiones de probabilidad. D� algunos de los motivos para creer que el alma del hombre es inmortal.

1. La principal corriente de opini�n humana se encamina con fuerza y ??firmeza hacia la creencia en la inmortalidad.

2. Las mentes maestras han sido m�s fuertes en sus afirmaciones al respecto.

3. El anhelo del alma por la vida y su horror ante la idea de la extinci�n.

4. La acci�n de la mente en el pensamiento engendra la sensaci�n de una vida continua. Quien ha aprendido a pensar se encuentra ante una tarea interminable. El hombre llega al l�mite de la nada.

5. Un argumento paralelo se encuentra en la naturaleza del amor. No puede tolerar el pensamiento de su propio fin.

6. Hay en el hombre poderes latentes y otros medio revelados, para los cuales la vida humana no ofrece una explicaci�n adecuada.

7. La imaginaci�n lleva consigo una clara insinuaci�n de una esfera m�s grande que el presente. Es dif�cil concebir por qu� se nos otorga este poder de ampliar nuestro reino real, si de hecho no tiene alguna garant�a.

8. El mismo curso de pensamiento se aplica a la naturaleza moral. Algunos han afirmado que podr�an haber creado un universo mejor. .. El paso del instinto a la libertad y la conciencia, es un paso del tiempo a la eternidad. La conciencia no est� realmente correlacionada con la vida humana. Lo �tico implica lo eterno. Vu�lvete de la naturaleza humana a la naturaleza Divina.

Encontraremos un grupo de insinuaciones similar, pero inmensamente m�s claro. Asumiendo la concepci�n te�sta de Dios como infinito y de car�cter perfecto, esta concepci�n se confunde si no hay inmortalidad para el hombre.

1. Hay un fracaso en los prop�sitos superiores de Dios con respecto a la raza; se indican buenos fines, pero no se alcanzan. El hombre fue hecho para la felicidad, pero la raza no es feliz.

2. El hecho de que no se haga justicia en la tierra nos envuelve en la misma confusi�n. El desprecio del amor puede ser soportado, pero ese derecho que debe deshacerse para siempre es aquello contra lo cual el alma, por su constituci�n, debe protestar para siempre. El sentimiento de justicia es la base de todo lo dem�s en el hombre y en Dios. Pero la justicia no se hace en la tierra, y nunca se hace, si no hay m�s all�.

3. El hombre es menos perfecto que el resto de la creaci�n y, en relaci�n con �l mismo, es menos perfecto en sus facultades superiores que en las inferiores.

4. As� como el amor es la prueba m�s fuerte de inmortalidad en el lado del hombre del argumento, tambi�n lo es en el lado de Dios. Las probabilidades pueden multiplicarse enormemente. Si se expresan en su totalidad, agotar�an toda la naturaleza de Dios y del hombre. ( Theodore Munger. )

Hay una vida futura

Apenas conocemos una religi�n cuya creencia en una vida futura no forme parte de su credo. La excepci�n m�s notable es la del budismo. Nuestros instintos naturales est�n en contra de la negaci�n de la inmortalidad. En la inmortalidad se cree, adem�s de su revelaci�n en el Evangelio cristiano, tanto las razas civilizadas como las salvajes. A lo sumo, esto no equivale a m�s que una probabilidad; pero las probabilidades cuentan para algo.

Las dos causas principales de la incredulidad son la mala moral y la mala filosof�a. Por mala moral me refiero a una forma de vivir la vida que es ahora, o bien no querer que la doctrina de una vida futura sea verdadera, o no mantener en actividad aquellos elementos superiores de nuestra naturaleza a los que la doctrina apela m�s particularmente. Para creer sincera y pr�cticamente que somos inmortales, debemos sentirnos m�s o menos inmortales.

Pero este sentimiento de inmortalidad rara vez visitar� el seno del hombre que no trata honestamente de vivir en la tierra la vida del cielo. No es probable que el hombre animal pueda discernir las cosas espirituales. La incredulidad tambi�n surge de una mala filosof�a. Muchos de los que llevan una vida recta no tienen fe en la inmortalidad como creen los cristianos. Toda la inmortalidad que buscan es vivir en los corazones que dejan atr�s, �en mentes mejoradas por su presencia.

�Son agn�sticos o materialistas. Contra esta incredulidad ponemos la afirmaci�n del Evangelio cristiano de que el hombre est� destinado a una vida m�s all� de la tumba. La vida futura no es en la naturaleza de las cosas una cuesti�n de experiencia presente. Es casi por completo una cuesti�n de revelaci�n directa de Dios. Debemos aceptarlo porque es parte esencial de la fe cristiana. Sin embargo, hay algunas consideraciones que hacen que la verdad de una vida futura sea eminentemente razonable.

1. El hecho de la personalidad humana. La m�s impresionante de las obras de Dios es el alma del hombre. Un alma, �un yo! �Es posible agotar el significado de esos misteriosos t�rminos? Nuestros marcos f�sicos cambian constantemente, pero nuestras personalidades se conservan. �El �nico cambio que llamamos muerte nos va a destruir? La misma sugerencia es absurda.

2. Nuestro sentimiento de la simetr�a de las cosas exige una vida futura. La extinci�n, la extinci�n total de una sola alma humana sacudir�a mi fe en Dios hasta sus cimientos.

3. Nuestra conciencia exige una vida futura. Hablar como si los buenos hombres disfrutaran aqu� de la plenitud de la recompensa y los malos sufrieran aqu� la plenitud de la pena, no es exacto. Hay desigualdades morales, inconsistencias morales, que necesitan una vida futura para su eliminaci�n y reparaci�n. As�, cuando el cristianismo llega a nosotros con su magn�fica revelaci�n de la inmortalidad, nos encuentra ya preparados, por los motivos que acabamos de notar, para acoger la revelaci�n, porque concuerda con algunas de las convicciones m�s profundas tanto de nuestra cabeza como de nuestro ser. corazones.

El testigo de afuera es confirmado por el testigo de adentro. Sin embargo, no es nuestra raz�n ni nuestros sentimientos en los que se basa la revelaci�n cristiana de una vida futura. Se trata de la "resurrecci�n de Jesucristo de entre los muertos". Toda la ense�anza del cristianismo sobre la cuesti�n gira all�. ( Henry Varley, BA )

La resurrecci�n

I. Las ense�anzas directas de la Biblia. Las predicciones de la resurrecci�n en el Antiguo Testamento participan del car�cter general de la profec�a, y contienen muchas cosas que ni siquiera los profetas mismos pod�an entender. Dios, que habl� a los padres por medio de profetas, nos ha hablado por Cristo. Y Cristo sab�a lo que �l mismo dec�a. Los disc�pulos predicaron, a trav�s de Jes�s, la resurrecci�n de entre los muertos. As� como el Se�or Jes�s fue levantado, tambi�n deber�an serlo todos Sus seguidores. Fue la primicia de los que durmieron. La Biblia ense�a la doctrina de la resurrecci�n por los casos que registra.

II. Las ense�anzas indirectas de la Biblia. Hay una verdad que est� involucrada en casi todos los principios de moralidad que sanciona la Biblia, que confirma plenamente la idea de la resurrecci�n del cuerpo: la existencia futura y eterna del hombre. El hombre vivir� m�s all� y vivir� para siempre. El alma viviente, el esp�ritu infinito, es el hombre real; pero desde el per�odo m�s antiguo hasta el presente, la personalidad se ha atribuido por igual al alma y al cuerpo, aunque, en t�rminos estrictos, ninguno tiene existencia personal.

Una humanidad adecuada supone la uni�n de cuerpo y esp�ritu. Que el hombre sea heredero de una existencia eterna correspondiente a su existencia presente en la uni�n de esp�ritu y cuerpo, se desprende de la doctrina de la humanidad eterna de Cristo. Creemos que, en el �ltimo d�a, el Todopoderoso resucitar� los cuerpos de los muertos, los reunir� con los esp�ritus que antes los animaban, y as�, una vez m�s, har� del hombre un alma viviente.

Aborde la objeci�n de que la muerte implica descomposici�n. �En qu� consiste la identidad personal? La identidad del cuerpo no se encuentra en el agregado de sus part�culas, ni en ninguna disposici�n precisa de ellas. La identidad no se puede adscribir a un modo de ser, solo al ser mismo. La identidad no consiste en materialidad burda. Con qu� temible inter�s reviste la doctrina de la resurrecci�n a la causa del sensualista. Pero tenemos en esta doctrina una base de esperanza, as� como tambi�n de temor. ( J. Rey Se�or. )

Naturaleza e inmortalidad

La mente del hombre es algo esencialmente diferente de su cuerpo y, por tanto, la muerte del cuerpo no implica la destrucci�n de la mente. Hay quienes son materialistas. Sostienen que no existe nada m�s que materia. Consideran la mente como una funci�n del cerebro. Si esto fuera as�, se producir�an algunas consecuencias graves.

1. El hombre ser�a entonces s�lo una m�quina. No habr�a ninguna diferencia espec�fica entre �l y los brutos. Ciertamente, el cerebro es el �rgano de la mente; pero la ciencia f�sica ha dejado sin explicar la naturaleza y el origen de nuestro ser mental y moral. Todav�a hay un gran abismo entre la materia viva y la muerta. Los cient�ficos no pueden probar que la materia muerta pueda originar vida. En la conciencia no hay nada com�n con la materia.

Un pensamiento no se puede pesar ni medir; ni puede amar; ni nuestro poder de voluntad. �Qu� tiene el materialismo que decirle a la conciencia? El materialismo no puede explicar la naturaleza mental, moral y religiosa del hombre. La mente no es secretada por el cerebro, sino que es una entidad distinta e inmaterial. Esto no prueba que el alma sea inmortal, pero desv�a un argumento de aquellos que probar�an que el alma no es inmortal.

2. En el gobierno moral del mundo existen tales desigualdades que debe haber un estado futuro de existencia consciente en el que estas desigualdades ser�n rectificadas. �Vemos en el mundo un sistema absolutamente perfecto de recompensas y castigos? �Recibe cada hombre en esta vida sus merecimientos? Es verdad que el camino de los transgresores es duro, y que la piedad es provechosa para la vida que ahora es.

Es inseparable de cualquier concepto apropiado de Dios, que Su justicia gobierna el mundo. Podemos estar seguros de que completar� Su plan; y en su obra perfeccionada, reivindicar� su justicia y mostrar� que todos sus caminos son iguales.

3. Las capacidades y aspiraciones del alma apuntan a la inmortalidad. Los animales inferiores se adaptan al lugar que ocupan. La muerte completa su vida, y es la terminaci�n natural de ella, no hay indicios de capacidad para una vida superior. Sucede lo contrario con el hombre. Mire el poder del hombre para acumular conocimiento. No hay l�mite para el poder adquisitivo del hombre, si tan solo tuviera vida.

Hay una indicaci�n de la inmortalidad del hombre en su anhelo natural e indestructible de ella. Que un hombre pueda desear alguna bendici�n no es prueba de que est� destinado a obtenerla; pero en este caso debes considerar c�mo este deseo se inculca en el mismo nervio y fibra de nuestro ser espiritual. Nos encogemos horrorizados ante la sola idea de la aniquilaci�n. Dios ha hecho de este deseo de inmortalidad parte integrante de nuestro ser.

Nace con nosotros y crece con nosotros. Entonces tambi�n, el hombre es la �nica criatura en la tierra que se ha elevado al conocimiento de Dios, y tiene una naturaleza que conduce a la adoraci�n de Dios. No, Dios es la necesidad del alma humana. Si la existencia consciente del hombre va a terminar con la muerte, no veo ninguna raz�n para estas elevadas dotes que lo llevan a conocer y adorar a Dios.

4. En el funcionamiento de la conciencia tenemos presagios prof�ticos de inmortalidad. Mire la acci�n prof�tica de la conciencia. Nos insta a prepararnos para ciertas eventualidades en el futuro. La conciencia nos urge a evitar el mal y hacer el bien, para que nos vaya bien en el futuro. Tome dos clases de hombres: los que son sostenidos por su conciencia y los que son atormentados por su conciencia.

Analizamos sus sentimientos y convicciones, y descubrimos que se apoderan de la eternidad y esperan el juicio. El hombre que se encuentra con la muerte para no manchar su conciencia, es impulsado por un elevado instinto moral, que necesita un futuro eterno para aprobar su sabidur�a y reivindicar sus sacrificios. Pero cuando se viola la conciencia, la angustia que causa tambi�n apunta hacia el futuro. La conciencia presagia claramente una vida futura del ser consciente.

5. La universalidad de la creencia en la inmortalidad es una evidencia de su verdad. Entre las naciones b�rbaras y civilizadas, en todas partes, se encuentra esta creencia en un estado futuro de existencia consciente. Re�na estos diferentes argumentos. �Qu� ha hecho Jes�s? �Dar a conocer una existencia futura no conocida antes? No; pero ilumin�, o aclar� lo que se entend�a imperfectamente, y mostr� que s�lo a trav�s de �l se puede obtener una gloriosa inmortalidad. ( A. Oliver, BA )

�Viviremos de nuevo?

La pregunta es la pregunta de quien duda. En los d�as de Job, los hombres no pod�an traspasar las tinieblas del sepulcro. De ah� las visiones sombr�as que los hombres ten�an de la muerte. Hay mucho en el aspecto visible de la muerte que puede llevar a la conclusi�n m�s triste.

1. La resurrecci�n no es imposible. �Puede algo ser demasiado dif�cil para Aquel que nos hizo? Si Dios nos dio la vida, puede devolvernos la vida.

2. La resurrecci�n es de esperar, est� en consonancia con el instinto implantado en nosotros por nuestro Hacedor. El hombre tiene en todas partes un anhelo de inmortalidad. Considere el lugar que ocupa el hombre aqu� como la tierra entre las criaturas de Dios. �l solo es una criatura responsable. Pero la recompensa y el castigo no siempre se imponen de acuerdo con las acciones de un hombre en la actualidad. Si bien este es el caso, �no parece una negaci�n de la justicia de Dios decir que esta vida lo es todo? Luego tenemos la Palabra de Dios de la promesa de que �aunque un hombre muera, vivir� de nuevo.

�Y tenemos la resurrecci�n del propio Hijo de Dios, Jesucristo, como ejemplo. Esto es lo que nos da la victoria sobre nuestras dudas y miedos. Esta es la roca sobre la que construimos nuestra esperanza de volver a levantarnos. Si estos cuerpos nuestros son designados para la inmortalidad, �se necesita un predicador para hacer cumplir la necesidad de una conversaci�n pura, sobria y piadosa? Mire el fuerte apoyo y consuelo que la creencia en una resurrecci�n puede dar al coraz�n. ( RDB Rawnsley, MA )

Vida m�s all� de la tumba

La fe en una vida m�s all� de la tumba es la base real, aunque a menudo no reconocida, de toda paz y felicidad estable para nosotros. Sin esta creencia subyacente, nuestra existencia actual no puede tener coherencia, prop�sito o significado reales. La fe en una vida futura es el fundamento invisible de todo lo que es m�s hermoso y noble en la humanidad. Incluso la alegr�a y la vivacidad descuidada de los irreflexivos me parecen estar basadas en �ltima instancia en la fe racional y reflexiva de las almas m�s profundas.

Debajo de la felicidad superficial de las naturalezas triviales se encuentra estrato tras estrato del pensamiento humano profundo, que se extiende hacia el n�cleo mismo del universo. La felicidad ordinaria y mundana realmente depende de convicciones que sus due�os no obtienen ni mantienen conscientemente. Los esp�ritus m�s profundos de nuestra raza se encuentran a menudo en el m�s grave desconcierto y dolor, y su dolor, incluso ahora, amenaza la continuidad de las satisfacciones ordinarias del hombre.

Realmente parece que, aunque en realidad no deber�a haber una vida futura, debamos inventar una para hacerla tolerable. De ah�, quiz�s, la fant�stica doctrina de la inmortalidad ense�ada por los positivistas. El mejor servicio que un esp�ritu reflexivo puede prestar ahora es enfrentar el fantasma inquietante de la vida moderna, la duda de una existencia futura, lidiar honestamente con todas las dificultades acuciantes, buscar conocer la verdad muy real.

Ciertamente, debe ser siempre dolorosa esta b�squeda solitaria del alma peregrina aventurera. Tampoco debe esperar mucha simpat�a del hombre. Pero el investigador resuelto a�n puede encontrar algo de consuelo en Dios. No creo que el cristianismo est� comprometido con ninguna teor�a en particular sobre la inmortalidad natural del alma finita, o sobre su absoluta independencia de la materia en cualquier forma. El punto de vista cristiano es que la vida del alma finita depende enteramente de la vida eterna e increada de Dios.

La nuestra es una inmortalidad derivada y no natural. No creo que San Pablo sostuviera en absoluto la doctrina del obispo Butler de la absoluta independencia del principio espiritual o mental dentro de nosotros. Los puntos de vista del ap�stol estaban m�s cerca de los favorecidos por la ciencia moderna. Butler apenas pensaba que un cuerpo fuera una necesidad real; San Pablo anhelaba un "cuerpo espiritual". Me alegra pensar que, si vivo m�s all� de la tumba, no es necesario que sea un mero fantasma, o un ser groseramente material como soy en la tierra.

Mill sostiene que la idea de la extinci�n �no es real ni naturalmente terrible� por el hecho de que se presenta como una recompensa en el credo budista. Aqu� ignora por completo el hecho de que el profundo pesimismo, que hace que el budista odie una vida futura de conciencia, tambi�n lo hace odiar la vida presente. Curiosamente, en el ensayo de Mill, se considera que la miseria de la vida presente induce a los hombres a desagradar y no creer en una vida futura, y tambi�n los predispone a exigirla y creer en ella.

Mill ense�a que si la vida del hombre en la tierra fuera m�s satisfactoria, probablemente dejar�a de preocuparse por otra existencia. En general, considerando la naturaleza y la formaci�n inicial de John Stuart Mill, se acerc� tanto a la gran fe te�sta como pod�amos esperar razonablemente. Creo que encontraremos que, en general, nuestra posici�n hoy es algo m�s fuerte que la que ocuparon los defensores de la inmortalidad en d�as anteriores, aunque es posible que tengamos que encontrar algunos obst�culos nuevos para creer.

Debemos admitir que los fen�menos meramente f�sicos de la muerte apuntan a la aniquilaci�n. La dificultad de concebir que nuestra individualidad sobrevivir� al impacto de la separaci�n de su organismo, probablemente surja de nuestra ignorancia, y podr�a no ser ninguna dificultad si tuvi�ramos un conocimiento m�s completo. En gran medida, la ciencia cura ahora las heridas que infligi� al esp�ritu humano en d�as anteriores. La ciencia m�s elevada no nos dice que una vida futura sea imposible para nosotros; s�lo dice que no nos lo puede garantizar; nos deja bastante libres para consultar nuestra naturaleza moral y espiritual.

Los cristianos todav�a podemos creer en una existencia futura por motivos derivados de la raz�n. No veo motivos para no creer en una vida futura, si los argumentos morales a su favor son contundentes y concluyentes. Un fuerte argumento moral es la naturaleza insatisfactoria de nuestra vida actual. Este es un argumento muy real, si creemos en un Dios benevolente. Otro argumento se deriva del hecho de que el gobierno moral de Dios es solo incipiente aqu� en la tierra.

La condici�n incipiente de muchas de nuestras facultades m�s elevadas tambi�n parece sugerir fe en la continuidad y el desarrollo de la vida m�s all� de la tumba. La progresividad es la marca distintiva del hombre. El glorioso instinto de adoraci�n tambi�n parece vindicarnos una esperanza razonable de una vida m�s grandiosa en la presencia m�s cercana de Dios. Nuestra naturaleza moral presente est� llena de sugerencias de una vida futura. Los afectos de los hombres abogan con elocuencia m�s elocuente por una vida futura.

Dios ha puesto la eternidad en nuestros corazones, aunque nuestra cabeza lo cuestione. El amor humano m�s profundo est� saturado de fe en la inmortalidad. Ni siquiera puede hablar en absoluto sin implicar la esperanza eterna. Los afectos m�s elevados, naciendo de Dios, son profetas acreditados de la verdadera religi�n. ( A. Cranford, MA )

Nuestra inmortalidad La voluntad de Dios

Los argumentos comunes a favor de la inmortalidad del hombre son irrelevantes. No somos inmortales, porque queramos serlo, o pensamos que lo somos, o porque la inmortalidad nos conviene como se�ores de la creaci�n, o porque amamos la vida, y el pensamiento de la aniquilaci�n nos desagrada, o porque hay dentro nosotros un anhelo de existencia sin fin. Todos estos argumentos, aunque impotentes con los viejos paganos de los que hemos estado hablando, son frecuentemente invocados por quienes tienen el Evangelio en sus manos, como si fueran todopoderosos.

Pero el Evangelio, como no los necesita, los ignora. Uno de los paganos, y coincidiendo con otros, nos dir�a que �todo lo que comienza, acaba� (Panaetius). Y otro (Epicuro) que "la mente cesa con la disoluci�n". Por tanto, nosotros, como tuvimos un principio, a pesar de todos nuestros razonamientos en contra, al lado o m�s all� del Evangelio, podr�amos dejar de existir. Puede que no nos guste el pensamiento, es duro, triste, escalofriante; pero si nos coloca en el lugar que nos corresponde ante Dios, si sirve para frenar ese orgullo de inmortalidad, que es el obst�culo m�s puro para prepararnos para ella, no ignoremos la verdad, que nosotros, como comenzamos a ser, como todas las otras cosas, si fuera la voluntad de Dios, dejar de ser.

.. Pero Dios lo ha querido de otra manera. Si con Job preguntamos: "Si un hombre muere, �volver� a vivir?" la respuesta es directa, lo har�. �Y por qu�? No porque nosotros, teniendo una mejor comprensi�n de lo que se llama Teolog�a Natural y las leyes de la vida, y siendo m�s conscientes de la dignidad de nuestra naturaleza que los hombres de anta�o, podamos razonar mejor para creer en esta verdad. No; nuestra inmortalidad no depende de argumentos naturales ni de predilecciones sensuales.

Somos inmortales porque Dios nos lo ha dicho. Es su voluntad. Y como para abatir nuestro orgullo, la inmortalidad del alma nos ha sido testificada por la resurrecci�n del cuerpo. La prueba de uno est� en el otro. El evangelio de Cristo no sabe nada de la inmortalidad del alma, aparte de la inmortalidad de todo el hombre. Y si consideramos a uno por descuido del otro, ponemos en peligro la bienaventuranza de ambos.

Hemos comenzado a existir, pero no por esta raz�n, sino porque es un decreto de Dios, y Jesucristo ha resucitado de entre los muertos y ascendi� al cielo en nuestra naturaleza, existiremos para siempre. Este es el pensamiento solemne, que nunca debe estar mucho tiempo ausente de nuestras mentes. Vivimos, y adi�s debemos hacerlo. La destrucci�n del orden actual del globo no afectar� a nuestro ser m�s que la ca�da de una gota de lluvia o una estrella fugaz.

Demasiado terrible es la verdad de nuestra inmortalidad, aunque la esperanza de los santos deber�a volverla hermosa, para permitir que nos enorgullezca. El regalo puede elevarnos m�s all� de los brutos, pero si su alternativa es la tierra sin esperanza, nos hundir� debajo de ellos. ( Alfred Bowen Evans. )

si y no

I. Primero respondemos la pregunta con un "No". No volver� a vivir aqu�; no volver� a mezclarse con sus compa�eros y repetir� la vida que la muerte ha puesto fin.

1. �Se despedir� por s� mismo? No; si ha vivido y muerto como pecador, esa vida pecaminosa suya no se repetir� jam�s. Sea dulce la copa; es la �ltima vez que la beber�s. Una vez insultar�s al cielo alto, pero no dos veces. La longanimidad de Dios te esperar� a trav�s de tu vida de provocaciones; pero no nacer�s de nuevo en este mundo; No manchar�s por segunda vez su aire con blasfemias, ni borrar�s sus bellezas con impiedad.

No volver�s a vivir para olvidar al Dios que te ha colmado cada d�a de misericordias. Si mueres, no volver�s a vivir para sofocar la voz de tu conciencia y apagar el Esp�ritu de Dios. Dig�moslo solemnemente, por terrible que parezca, es bueno que el pecador no vuelva a vivir en este mundo. "�Oh!" dir�s, cuando est�s muriendo, �si pudiera vivir de nuevo, no pecar�a como lo hice una vez.

�A menos que tuvieras un coraz�n nuevo y un esp�ritu recto, si pudieras vivir de nuevo, vivir�as como lo hac�as antes. En el caso del hijo de Dios, es lo mismo, en lo que a �l se refiere, cuando muera no volver� a vivir. Nunca m�s se arrepentir� amargamente del pecado; no m�s lamentar la plaga de su propio coraz�n, y temblar bajo un sentimiento de ira merecida. La batalla se libra una vez: no debe repetirse.

2. �Vivir� para los dem�s? No. El pecador no vivir� para da�ar a otros. Si un hombre muere, no volver� a vivir para esparcir la cicuta y sembrar el pecado en surcos. �Qu�, traer de vuelta a ese ladr�n para entrenar a otros en sus malas acciones? �Traer de regreso a ese hombre moralista que siempre hablaba en contra del Evangelio y se esforzaba por perjudicar las mentes de otros hombres contra la luz del Evangelio? No no. Y ahora, d�jame recordarte que pasa lo mismo con el santo, "Si un hombre muere, �volver� a vivir?" No.

Esta es nuestra temporada para orar por nuestros semejantes, y es una temporada que nunca volver�. Apres�rate a trabajar mientras es llamado hoy; C��ete los lomos y corre la carrera celestial, porque el sol se pone para no volver a salir sobre esta tierra.

II. "Si un hombre muere, �volver� a vivir?" S�, s�, lo que har�. No muere como un perro; vivir� de nuevo; no aqu�, sino en otra tierra mejor o m�s terrible. El alma, lo sabemos, nunca muere. El cuerpo mismo vivir� de nuevo. Esto les llega a todos los hombres por medio de Cristo, que todos los hombres tienen una resurrecci�n. Pero m�s que eso. Todos ellos volver�n a vivir en el estado eterno; o glorificado para siempre con Dios en Cristo, bendecido con los santos �ngeles, cerrado para siempre de todo peligro y alarma; o en ese lugar designado para los esp�ritus desterrados que se han apartado de Dios y ahora descubren que Dios los ha apartado de �l.

Vivir�is de nuevo; que nadie os tiente a creer lo contrario. Y esc�chate, pecador; d�jame tomarte de la mano un momento; tus pecados volver�n a vivir. No est�n muertos. Te has olvidado de ellos, pero Dios no. Y tu conciencia vivir�. No suele estar vivo ahora. Es silencioso, casi tan silencioso como los muertos en la tumba. Pero pronto despertar�. Recuerda que tus v�ctimas volver�n a vivir. ( CH Spurgeon. )

Creencia en la inmortalidad

El gran orador romano, Cicer�n, dijo: ��S�, oh s�! Pero si me equivoco al creer que el alma del hombre es inmortal, me equivoco de buena gana, y mientras viva no se me extorsionar� el delicioso error; y si despu�s de la muerte no siento nada, como piensan algunos fil�sofos, no temo que alg�n fil�sofo muerto se r�a de m� por mi error �. S�crates declar�: �Creo que se necesita una vida futura para vengar los errores de esta vida presente.

En la vida futura se nos administrar� justicia, y aquellos que hayan cumplido con su deber aqu� en esa vida futura encontrar�n su mayor deleite en la b�squeda de la sabidur�a �. S�, el alma est� en el exilio. Como la paloma mensajera liberada, se apresura a regresar al seno del Padre. �El hombre no est� satisfecho con su humanidad! Como ha dicho un escritor, nuestra raza extra�a su hogar. ( Revisi�n homil�tica. )

Todos los d�as de mi tiempo se�alado esperar� hasta que llegue mi cambio. -

La reanimaci�n y su hora se�alada.

Se nos informa de Col�n, que visiones del poderoso continente que m�s tarde iba a revelar surgieron en su mente mucho antes de emprender el viaje que lo condujo all�. Estaba convencido de que exist�a tal continente y ard�a con un ardiente deseo de explorar sus maravillas ocultas. Se nos dice que vagaba a menudo por las orillas del inmenso oc�ano, o que trepaba por alg�n empinado rocoso, para poder contemplar el mundo de las aguas.

Debe haber un continente occidental; �Y qui�n no afrontar�a los peligros de las profundidades si, acaso, la empresa terminara en un descubrimiento tan maravilloso? Los descubrimientos de Col�n, por maravillosa que fuera la exposici�n que all� hizo de la sagacidad y la perseverancia humanas, despu�s de todo, no se relacionaban sino con una parte de este mundo ca�do; un mundo en el que al gran descubridor mismo se le podr�a permitir ir a la tumba abandonado, empobrecido, perseguido.

Pero todo hombre que tenga su puesto en las orillas del oc�ano de la eternidad, antes de mucho tiempo debe embarcarse en sus agitadas aguas, perseguir por s� mismo la peligrosa navegaci�n y ocupar un lugar en el misterioso mundo del m�s all�. En esa regi�n de misterio hay empleos, sufrimientos, alegr�as. Tremendos son los resultados que resultan de cruzar ese oc�ano de la eternidad. Oh, bueno, por lo tanto, que estemos en nuestro acantilado atl�ntico, esforzando nuestros ojos sobre las profundidades, mientras se acercan las sombras del atardecer; escuchando el rugido de las aguas, si acaso podemos reunir de all� alguna inteligencia sobre el mundo distante. �Cu�l ser� mi destino all�?

I. Evidentemente, Job vivi� con la esperanza de una resurrecci�n venidera. Habla de un �rbol talado que, sin embargo, bajo la influencia del calor y la humedad, vuelve a brotar; y expresa su asombro de que el hombre, cuando �muere y abandona el esp�ritu�, sea completamente �consumido� y se convierta en una nulidad. Habla de r�os y charcos de agua que se secan con los calores del verano; pero deja la impresi�n de que no olvid� que las lluvias que regresaran los devolver�an a su estado anterior.

Ora para que Dios lo �esconda en la tumba� y all� lo �mantenga en secreto� hasta que pase Su ira, cuando, en el momento se�alado, sea recordado y restaurado. "Todos los d�as de mi tiempo se�alado esperar�, hasta que llegue mi cambio". �Es �ste, como si hubiera dicho, el destino del hombre, el orden de la providencia de Dios al tratar con �l, primero morir y luego revivir? �Deben eliminarse las semillas de la muerte de su cuerpo en la tumba? si es as�, no tengo por qu� temer a la muerte; Prefiero recibirlo con alegr�a, mirando hacia el futuro con confianza, esperando con paciencia el d�a de la resurrecci�n y �sabiendo que mi Redentor vive.

Nos conviene, en estos �ltimos tiempos, detenernos con especial inter�s en la doctrina de la resurrecci�n. Es un hecho que hemos nacido; es un hecho que moriremos; y es otro hecho, igualmente cierto, que resucitaremos de nuestras tumbas. Dios puede hacerlo y ha emitido la promesa. �Oh, maravillosa exhibici�n que se puede obtener del poder de Jehov�! As� que he visto una de nuestras monta�as escocesas revestida con su manto invernal de nieve e incrustada por todos lados con hielo de gruesas nervaduras.

Ni una hoja verde ni una flor diminuta romp�a la uniformidad de los p�ramos nevados. �Qu� desolaci�n, qu� tristeza y qu� muerte! �Qui�n supondr�a que debajo de esa cubierta helada, la vida, el calor y la belleza yac�an sepultados, esperando su gloriosa resurrecci�n! Sin embargo, as� es. Los meses de invierno pasaron, la nieve y el hielo desaparecieron, los arroyos fluyeron y brillaron de nuevo bajo el sol, y todo el paisaje, una vez tan fr�o y l�gubre, se ilumin� con mil visiones de hermosura y alegr�a.

Tambi�n el invierno de la tumba tiene su primavera que regresa, y mientras la fe se�ala con el dedo la �poca gloriosa, la esperanza llena el alma con un fervor de gozo futuro. "Si un hombre muere, �volver� a vivir?" As� dice el Se�or: "Al�grate"; "Yo soy la resurrecci�n y la vida; el que cree en m�, aunque est� muerto, vivir� �.

II. Evidentemente, Job estaba convencido de que los a�os de su vida estaban fijos y contados. �l habla, como perciben, de un "tiempo se�alado". Y esta idea se sugiere repetidamente en otros lugares, cuando lo encontramos declarando que el Todopoderoso ha "contado sus pasos", "ha determinado sus d�as y el n�mero de sus meses" y lo ha hecho "cumplir sus d�as como un asalariado". Estas expresiones no solo implican, sino que en distintos t�rminos afirman, la soberan�a de Dios al fijar la duraci�n de la vida humana.

Cada hombre vive su "tiempo se�alado", y ni un momento m�s. Hay muchas otras expresiones de la Escritura que hacen la misma afirmaci�n. El Predicador Real nos dice que hay �un tiempo para nacer y un tiempo para morir�, como si los dos grandes l�mites, al menos, de la existencia humana, estuvieran fijados positivamente por decreto divino. El salmista habla de la "medida de sus d�as" y la compara con "el ancho de una mano"; expresiones que no s�lo son indicativas de la brevedad de la vida humana, sino tambi�n de su cuant�a precisa y real.

El ap�stol Pablo habla de "terminar su carrera" y de "una carrera puesta delante de nosotros"; t�rminos tomados del hip�dromo mesurado en los juegos de gimnasia de los antiguos griegos, que, en la medida en que el lenguaje puede expresarlo, afirman la doctrina que acabamos de anunciar. Y, de hecho, la misma doctrina fluye, como consecuencia necesaria, de todo lo que sabemos de las perfecciones de Dios. Si es una verdad que Dios Todopoderoso determina en cada caso la duraci�n de la vida humana y fija la hora y las circunstancias de nuestra disoluci�n, debemos darle cr�dito por el ejercicio de la sabidur�a suprema en esta parte de Su procedimiento.

Ninguna vida se prolonga ni se acorta sin una buena causa. Debemos reflejar que la existencia permanente o incluso prolongada en este mundo no es el fin para el que fuimos creados. Este mundo es el gran semillero o vivero de aquellas almas que est�n destinadas a ocupar diversos lugares y realizar distintas funciones en el m�s all�. Nuestra residencia, en consecuencia, en este mundo, no es un fin, sino un medio; y como el Todopoderoso ha ordenado que este sea el caso, podemos estar seguros de que no ocurre ni una sola mudanza, de lo visible a lo espiritual, sino en el ejercicio de la sabidur�a suprema.

El tiempo durante el cual el esp�ritu de todo hombre debe someterse a las influencias de este mundo, y las influencias especiales a las que est� sometido, son cosas de la designaci�n divina; y no meramente la gloria de Dios, sino el bienestar de toda la creaci�n, se contempla en cada cita de este tipo. En consecuencia, nos corresponde a nosotros sentir y actuar habitualmente sobre la verdad del dicho del Patriarca: Hay un tiempo se�alado para todos nosotros.

Puede que no sepamos la hora de nuestra partida de esta escena sublunar; la estaci�n, el lugar y las circunstancias de nuestra disoluci�n no pueden ser revelados a ninguna inteligencia creada. Pero todo es conocido por Dios, y es asunto de arreglos y ordenaciones previas. Adem�s, en �l se consultan los intereses eternos de todo el universo. El Juez de toda la tierra hace lo que es sabio, bueno y recto.

En consecuencia, valoremos el esp�ritu de contentamiento y sumisi�n; llenando el lugar asignado con mansedumbre, humildad y fe; cumpliendo con los deberes que tenemos ante nosotros con perseverancia y celo piadoso; manteni�ndonos preparados, dondequiera que nos llegue la convocatoria, para levantarnos y partir.

III. Job tom� la resoluci�n de esperar con paciencia la evoluci�n de los prop�sitos divinos. "Todos los d�as de mi tiempo se�alado esperar�, hasta que llegue mi cambio". Podr�a tener que aguantar durante una temporada; pero la reivindicaci�n de su car�cter y el eterno restablecimiento de su felicidad eran acontecimientos futuros, tan seguros de ocurrir como la salida del sol de ma�ana o el brote de las flores de la primavera siguiente.

Lo que se sinti� llamado a hacer fue tener paciencia al esperarlos. La prueba, aunque severa y de larga duraci�n, llegar�a a su fin en alg�n momento; la angustia, aunque prolongada, no durar�a para siempre; el eterno peso de gloria que se acercaba compensar�a con creces los sufrimientos que lo precedieron. �Oh, qu� diferente es esto de la fe y la esperanza del mundo! La historia ha registrado los incidentes y dichos en el lecho de muerte de uno de los l�deres infieles de la gran Revoluci�n Francesa.

�Roc�ame�, dijo Mirabeau, mientras agonizaba, �roc�ame con olores, coronadme de flores; porque me estoy hundiendo en el sue�o eterno ". �Oh, qu� contraste! �El infiel moribundo por un lado, el patriarca agonizante por el otro! El primero no ten�a Dios en quien confiar; ning�n Salvador a quien acudir cuando el coraz�n y la carne se desmayaban; no hay esperanza m�s que el sue�o eterno de la aniquilaci�n. Paz que no ten�a, ni la esperanza de ella.

Y, sin embargo, era un hombre moribundo y lo sinti�. El rugido de las aguas oscuras estaba en sus o�dos, y todo lo que esperaba y deseaba era ser tragado por ellas y dejar de ser. �Y esto es todo lo que la Raz�n, la deidad jactanciosa del ate�smo franc�s, puede sugerir para encontrar al Rey de los Terrores, el destino de la tumba? - unas gotas de perfume, que pronto exhalar�n, y dejar�n este pobre tabern�culo de arcilla pudri�ndose y pudri�ndose. �horrible! �Una corona de flores, que antes de ma�ana se marchitar�n y se burlar�n de la frente para adornarla! �Pobre preparaci�n para la entrada del alma en la c�mara de presencia del Dios Todopoderoso! �Miserable consuelo, cuando los hilos del coraz�n est�n a punto de estallar! Mira, sin embargo, ese patriarca dolorosamente angustiado.

Los dolores acumulados retuercen su esp�ritu de angustia. Ha perdido todo lo que el mundo valora: riqueza, hijos, salud e incluso la buena opini�n y la simpat�a de sus amigos. Es un heredero de gloria predestinado; su nombre est� en el libro de la vida. Es un santo en medio de todos sus dolores; y Dios lo ama, aunque la angustia corporal y mental lo convierte en presa. �Oh, por la fe y la esperanza del siervo de Dios! ( J. Cochrane, MA )

El triunfo de la paciencia

Job utiliza el hecho de que la vida humana es tan corta y tan dolorosa, como un argumento de por qu� Dios deber�a dejarlo en paz y no castigarlo. La vida, parece decir, es lo suficientemente corta sin ser acortada, y lo suficientemente triste sin ser amargada por los juicios de Dios. Lo que Job parece querer decir es que cuando morimos una vez, no podemos reanudar nuestra vida terrenal. Hay mucho de solemne en esta verdad.

Hay muchas cosas en la tierra que podemos hacer por segunda vez; si se hace imperfectamente la primera vez, un fracaso no es del todo fatal. Pero solo podemos morir una vez. Si nuestra corta vida se desperdicia y morimos sin estar preparados, no podemos recuperar las oportunidades perdidas, no podemos regresar para morir de nuevo. Es f�cil ver lo que Job quiere decir con su "tiempo se�alado" y tambi�n con el "cambio" que esperaba. Pero al aplicarnos estas palabras a nosotros mismos, podemos tomar un rango m�s amplio; porque hay un tiempo se�alado para muchos eventos y per�odos diferentes de la vida humana, as� como para la vida misma; y correspondiendo a cada uno de estos hay un cambio, por el cual el verdadero cristiano debe esperar.

1. Hay temporadas de tentaciones y conflictos especiales en la vida cristiana. Pero la tentaci�n soportada, es un gran avance para la vida espiritual.

2. Es una ley en el reino de Dios que debemos tener problemas. Hay pecado en nuestros corazones, y donde hay pecado, tarde o temprano debe haber castigo. Por tanto, conviene tomar la decisi�n de que seremos probados, de modo que, cuando llegue, no lo consideremos extra�o. Podemos salvarnos de algunas pruebas si vivimos cerca de Dios. Pero a�n necesitaremos algunas pruebas. Cu�nto hay que consolarnos debajo de ellos, si tan solo somos de Cristo. ( George Wagner. )

La vida una guerra

Primero, escuchemos la advertencia: "Si un hombre muere, �volver� a vivir?" La vida de otros hombres, su ceguera ante los cambios y la decadencia en s� mismos que son tan evidentes para sus semejantes, la experiencia de nuestros propios corazones, sobre todo, que han retenido tan a la ligera muchas impresiones fuertes, pueden hacernos sentir la necesidad de esta precauci�n. De hecho, viviremos para siempre. Nuestras almas no pueden perder la conciencia.

Pero una eternidad inmortal no ofrecer� un per�odo similar a esta vida en la tierra. No habr� nueva prueba, ning�n nuevo lugar de conflicto con el mal, no habr� tiempo para buscar al Se�or y hacer el bien a nuestras propias almas. En esto consiste el verdadero valor y la inestimable importancia de la vida; es el �nico tiempo de prueba para un juicio externo; es el momento de prepararnos �para la herencia de los santos en luz.

En cierto sentido, podemos ver que permitir a los que desperdician la vida presente una segunda prueba en la tierra habr�a producido un mal incalculable. Incluso as�, con la muerte y el juicio a la vista, cu�ntos viven descuidadamente. Si los hombres supieran que despu�s de la muerte viene la entrada a un per�odo adicional de preparaci�n, el arrepentimiento ser�a mucho m�s raro y el n�mero de los que est�n hollando el camino angosto que conduce al cielo disminuir� enormemente.

En la facilidad supuesta, los que reviv�an de la muerte entrar�an en su segunda prueba, no con una propensi�n infantil al mal, sino con un coraz�n acostumbrado a la sensualidad, y podr�amos decir, inflexiblemente endurecido en la desobediencia. �No se volver�an entonces casi imposibles la enmienda de los pecadores y la constancia de los piadosos? Estas consideraciones pueden ense�arnos que es un m�todo a la vez necesario, justo y misericordioso, por el cual �est� establecido que los hombres mueran una sola vez, pero despu�s el juicio.

�Esta es la hora en que Dios os ha designado, no para ira, sino para alcanzar la salvaci�n por medio de �l; ser colaboradores de �l en la realizaci�n de su renovaci�n. Si consideramos nuestros caminos, �cu�nto hay que corregir y enmendar! Cu�nto queda a�n para que el Esp�ritu de Dios obre en nosotros. Tales reflexiones pueden prepararnos para adoptar la resoluci�n de Job: �Todos los d�as de mi tiempo se�alado esperar� hasta que llegue mi cambio.

�La palabra traducida como� tiempo se�alado �tiene en el original un significado peculiar. Casi siempre significa "un ej�rcito", como en la expresi�n "Se�or Dios de los ej�rcitos" o "Se�or Dios de los ej�rcitos". La palabra guerra es la misma que emplea Job; para que podamos leer: "Todos los d�as de mi guerra esperar� hasta que llegue mi cambio". Con gran propiedad, Job podr�a hablar de s� mismo como soportando una gran batalla de aflicciones.

Pero para cada uno de nosotros esta palabra "guerra" es muy significativa. El t�rmino nos impresiona el deber de la abnegaci�n. Sin olvido de las cosas que quedan atr�s, sin sumisi�n y pronta obediencia a la orden del general, ning�n soldado, por excelentes que sean sus cualidades personales, por muy grande que sea su coraje, ser� de alguna utilidad para el ej�rcito al que se ha unido, sino m�s bien una incumbencia. �Cu�nto m�s nos conviene esta renuncia a nuestra propia voluntad y placer, que seguimos a tal L�der! Nuestra guerra es un acto especial de fe; porque es un combate espiritual.

Nuestros enemigos no se muestran. Aquel que ha hecho alg�n esfuerzo real por vivir una vida piadosa, sabe que "las armas de nuestra guerra no son carnales". Esta figura de nuestra guerra representa para nosotros, sobre todo, la necesidad de paciencia. "Todos los d�as de mi guerra esperar�" ... Para el que est� emulando la resoluci�n de Job, no solo hay precauci�n, sino abundante consuelo en su reflejo de que si un hombre muere, no volver� a vivir como tal. la vida como presente. La vida humana es el d�a en que debemos regocijarnos y trabajar. ( M. Biggs, MA )

Las ventajas de la resignaci�n religiosa

Job bas� su resignaci�n en el principio de que, aunque Dios se complaci� en hacer una prueba tan severa de sus virtudes e inocencia, a su debido tiempo, lo devolver�a a su antigua prosperidad aqu�, o lo recompensar�a con una felicidad inconcebible en el futuro.

I. �En qu� latitud debemos entender la noci�n de Job de un tiempo se�alado? Seg�n lo fijado para el per�odo de la vida humana. El per�odo de nuestra vida no lo determina perentoriamente Dios; pero cada persona en particular tiene la opci�n de prolongarlo o acortarlo, seg�n su buena o mala conducta. La presciencia de Dios no tiene, en s� misma, influencia alguna sobre las cosas conocidas de antemano; tampoco es incompatible con la libertad de la voluntad del hombre; ni determina nuestra elecci�n.

La duraci�n de la vida depende mucho de la regularidad o irregularidad de la conducta. Incluso la observaci�n com�n nos proporciona las consecuencias fatales que acompa�an inseparablemente a la intemperancia y la lujuria. La religi�n y la virtud conducen naturalmente a la prolongaci�n de la vida, proporcion�ndonos la ventaja de reglas fijas de conducta.

II. Es nuestro deber indispensable esperar, con paciencia, todos los d�as de este tiempo se�alado. Nuestras desilusiones y calamidades est�n bajo la inspecci�n y a disposici�n de la sabia providencia, y por lo tanto deben ser soportadas sin el menor descontento o queja. La conciencia de actuar en concierto con el gobernador supremo del universo, no puede dejar de afectar una mente humana con los transportes m�s vivos de alegr�a y tranquilidad.

III. Reglas para asentar en nuestra mente este gran deber de resignaci�n.

1. Mantener la firme creencia de que el universo est� bajo la superintendencia de un Ser todopoderoso, cuya justicia finalmente distribuir� recompensas y castigos seg�n nuestras virtudes y vicios.

2. Debe imponerse una moderaci�n eficaz a nuestra impaciencia e inquietud.

3. Conf�e en que despu�s brotar� la alegr�a.

4. La tranquilidad interior del esp�ritu, que procede de una conciencia de fidelidad en nuestro deber, es inexpresable. ( W. Adey. )

Los buenos hombres esperan el d�a de su muerte

La mutabilidad se adhiere a toda la humanidad desde la cuna hasta la tumba.

I. La muerte es un cambio designado. Fue como consecuencia de la primera ofensa del hombre que se dict� una sentencia de muerte sobre toda la raza humana. Luego se asign� a todos los hombres a morir una vez. Muchos admiten que Dios ha designado la muerte a todos los hombres; pero niegue que �l haya fijado el tiempo, el lugar o el medio de la muerte de una persona en particular. Pero parece dif�cil concebir c�mo fue posible que Dios designara la muerte a cada individuo, sin se�alar el tiempo, el lugar y el medio de su muerte.

II. Lo que est� impl�cito en la espera del hombre piadoso por el cambio designado.

1. La expectativa habitual de la hora de su muerte. Esperar siempre conlleva la idea de expectativa.

2. Una contemplaci�n habitual, as� como una expectativa de muerte.

3. Que se vean preparados para su gran y �ltimo cambio.

4. Que desean que llegue el momento de dejar el mundo. Esperamos lo que deseamos, no lo que tememos.

III. Tienen buenas razones para esto esperando todos los d�as de su tiempo se�alado, hasta que llegue su cambio.

1. Porque los pondr� en un estado de perfecta santidad.

2. Y en un estado de conocimiento perfecto.

3. Y en un estado de reposo perfecto y perpetuo.

4. No s�lo los liberar� de todo mal, sino que los pondr� en posesi�n de todo bien. Mejora&mdash

(1) Debe argumentar una gran imperfecci�n en los cristianos, no esperar y esperar el d�a de su muerte.

(2) Es de gran importancia asegurar su vocaci�n y elecci�n, porque sin esto no pueden esperar adecuadamente el d�a de la muerte.

(3) Si los hombres buenos esperan as�, obtienen de su religi�n una felicidad a la que los pecadores son extra�os. ( N. Emmons, DD )

Esperando la muerte

Todos somos, como Job, mortales; como �l, podemos ser asaltados por graves aflicciones y tentados a desear la muerte con impaciencia; pero debemos, como �l, controlar estos deseos impacientes y decidir esperar hasta que llegue nuestro cambio.

I. Considere la muerte como un cambio. La palabra es impresionante y llena de significado. Insin�a fuertemente la creencia de Job en la inmortalidad del alma y en un estado futuro de existencia. Aunque la muerte no es la extinci�n de nuestro ser, es un cambio.

1. Es el comienzo de un gran cambio en nuestro cuerpo.

2. En nuestro modo de existencia. Hasta la muerte, nuestros esp�ritus est�n revestidos de un cuerpo, pero despu�s de la muerte existen en un estado incorp�reo, el estado de esp�ritus separados. Este cambio ir� acompa�ado de un cambio correspondiente en nuestro modo de percepci�n. Entonces veremos sin ojos, oiremos sin o�dos y sentiremos sin tacto.

3. En los objetos de percepci�n experimentaremos, en efecto, un cambio de lugar. La muerte nos saca de un mundo a otro. Entonces percibiremos de la manera m�s clara, constante y eterna a Dios, el Padre de los esp�ritus y del mundo espiritual.

4. En nuestros empleos y en la forma de gastar nuestra existencia.

5. En nuestro estado y situaci�n. Este mundo es un mundo de pruebas. Mientras permanezcamos en �l, estamos en un estado de prueba. Nuestros d�as son d�as de gracia.

6. Un gran cambio con respecto a la felicidad y la miseria.

II. El tiempo se�alado asignado a cada uno de nosotros en la tierra, al vencimiento del cual se producir� el cambio. El n�mero de nuestros meses est� con Dios; Nos pone l�mites que no podemos traspasar. Debemos permitir que Dios haya fijado a cada hombre un tiempo se�alado, o negar el gobierno providencial del universo.

III. �Qu� implica esperar los d�as de nuestro tiempo se�alado?

1. Esperar a que Dios considere oportuno liberarnos, sin apresurar voluntariamente nuestra muerte, ya sea de manera directa o indirecta.

2. Una expectativa habitual de ello. No se puede decir que ning�n hombre espere un acontecimiento que no espera, ni se puede decir con propiedad que esperemos todos nuestros d�as hasta la muerte, a menos que vivamos en la expectativa habitual de ello.

3. Cuidado habitual para preservar y mantener el estado de �nimo en el que desear�amos estar cuando llega. Cualquier preparaci�n que sea necesaria, el buen hombre se encargar� de hacerla.

4. Se puede considerar con justicia que esperar nuestro cambio implica cierto grado de deseo por �l.

Algunas razones por las que debemos esperarlo de la manera correcta.

1. La perfecta razonabilidad de hacerlo. Considere la certeza y la importancia de la muerte.

2. El mandato de Cristo, con las promesas y amenazas que lo acompa�an. P�rense, dice �l, ce�idos los lomos y arregladas las l�mparas. Sed como siervos que esperan a su Se�or, para que cuando �l venga pod�is abrirle inmediatamente; porque no sab�is a qu� hora vendr� el Hijo del Hombre. Bienaventurado el siervo a quien encuentre haci�ndolo. ( E. Payson, DD )

El cristiano esperando su cambio final

Hay mucho sentimiento santo en estas tranquilas palabras.

I. Un cambio que se avecina. Job ya hab�a experimentado muchos y grandes cambios; sin embargo, habla aqu� como quien espera un cambio, como si hasta ahora nunca hubiera experimentado una sola vicisitud. Quiere decir muerte.

1. Para los justos, la muerte es un cambio de mundos.

2. Un cambio de sociedad. Los sentimientos sociales del hombre sin duda lo seguir�n al cielo.

3. Nosotros mismos seremos transformados por la muerte. Esto es necesario para que podamos disfrutar plenamente de nuestro cambio de mundos y sociedad. Nuestras almas cambiar�n. Ser�n agrandados, fortalecidos y, sobre todo, purificados. Nuestros cuerpos, as� como nuestras almas, cambiar�n en �ltima instancia. El cambio tendr� lugar en nuestra condici�n y circunstancias externas, as� como en nosotros mismos.

II. El deber del pueblo de Dios con respecto a este cambio. El texto dice que deben esperarlo. Esta espera es el estado de �nimo m�s elevado y santo al que la gracia divina puede llevarnos con referencia a nuestro cambio futuro. Es una gran cosa seguir viviendo en el pensamiento constante y la expectativa de ello. Esta espera es un triunfo sobre, no solo la mentalidad mundana del coraz�n humano, sino el miedo y la incredulidad del coraz�n humano.

Parece un gran logro sentir el deseo de morir; el deseo que es el anhelo de estar con Cristo. Este estado de �nimo, incluso cuando se alcanza, a menudo en problemas profundos cede. Perm�tanme invitarlos a cultivar esta disposici�n paciente y expectante. Es bueno por s� mismo. Es bueno porque redunda en el honor de Dios. Tiene buena influencia en todo el car�cter cristiano. Es solo por un tiempo que podemos necesitar esta gracia. ( C. Bradley. )

Un cambio que se avecina

Aqu� hemos reflejado ante nosotros el car�cter del verdadero cristiano, que ni siquiera en lo m�s profundo de la adversidad, echar� a un lado su confianza en Dios, sabiendo que las aflicciones no proceden de la tierra, sino de aquel sin quien ni un gorri�n cae. all�.

I. La pregunta propuesta. "Si un hombre muere, �volver� a vivir?" La verdad de una resurrecci�n puede ser impresa en nosotros por analog�a de la naturaleza y por palabra de revelaci�n. El mismo poder que hace que la tierra produzca abundantemente para el uso del hombre, en lo sucesivo har� que el mar, la muerte y el infierno entreguen los muertos que hay en ellos. La revelaci�n parecer�a reforzar lo que la creaci�n nos invitar�a silenciosamente a contemplar.

II. El azar al que se hace alusi�n. Es una clase de personas, y una sola, de quienes se puede decir que esperar�n hasta que llegue su cambio: aquellos que se han revestido del Se�or Jes�s mientras est�n aqu�, y que continuamente anhelan y esperan Su gloriosa aparici�n. . Ser� un cambio glorioso. Nos introducir� en la gloria; esa gloria la podemos conocer aqu�, pero en parte, porque su plenitud se revelar� m�s adelante.

Otro rasgo distintivo de su car�cter es el de ser inmutable. Porque el que har� que esto suceda, �l mismo es sin mudanza, ni sombra de variaci�n; y aquellos que sean hechos semejantes al glorioso cuerpo de Cristo, as� tambi�n ser�n; una era tras otra en r�pida sucesi�n, y las se�ales de decadencia no aparecer�n en estos cuerpos glorificados, pero siempre ser�n los mismos, y sus a�os no fallar�n. ( E. Jones. )

Esperando el tiempo de Dios para morir

En sus momentos de desesperaci�n, incluso los hombres buenos han deseado estar en la tumba, pero como Job, cuando han vuelto a la calma y la confianza en Dios, cada uno ha dicho: �Todos los d�as de mi tiempo se�alado esperar�, hasta que mi el cambio viene ". Ning�n buen hombre desear� deliberadamente morir. Los verdaderos siervos de Dios nunca lo deshonrar�n proclamando que la tarea que les asign� es tan intolerable que ser�a mejor ser como los terrones del valle que ocuparse en su ejecuci�n.

Los verdaderos soldados de Cristo, que han sido puestos por �l en posiciones de especial dificultad, peligro o penuria, para que puedan distinguirse peculiarmente y ganar para �l una gloria peculiar, nunca anhelar�n simplemente el final de la campa�a. La victoria, no la facilidad, ser� el objeto supremo de su deseo. Odiar�n el deseo de abandonar su puesto, tal como lo har�an en realidad. Hasta que el capit�n de su salvaci�n los convoque a s� mismo, soportar�n alegremente las dificultades.

Incluso aquellos de los seguidores de Cristo para quienes la vida parece un horno prolongado de aflicci�n, nunca olvidar�n que Dios los coloc� en �l y que Su ojo est� sobre ellos como refinador y purificador de plata. Ninguno de ellos desear�a apagar el fuego antes de que su Padre Celestial mismo lo considere oportuno. ( RA Bertram. )

Muerte un gran cambio

Qu� transici�n fue para Pablo: de la cubierta resbaladiza de un barco que se hund�a a la tranquila presencia de Jes�s. Qu� transici�n fue para el m�rtir Latimer: de la hoguera al trono. Qu� transici�n fue para Robert Hall, de la agon�a a la gloria. Qu� transici�n fue para Richard Baxter: de la hidropes�a al "descanso eterno de los santos". Y qu� transici�n ser� para ti, de un mundo de dolor a un mundo de alegr�a.

John Hollard, al morir, dijo: ��Qu� significa este brillo en la habitaci�n? �Has encendido las velas? "No", dijeron; "No hemos encendido velas". �Entonces�, dijo, �bienvenido cielo�; la luz ya brillaba sobre su almohada. ( T. De Witt Talmage. )

El ultimo cambio

El patriarca puede estar refiri�ndose a la resurrecci�n del cuerpo del estado de los muertos; o al cambio que se produce al morir.

I. La muerte de un buen hombre es un cambio en el alma misma. Un hombre puede ser llamado buen hombre, comparado con muchos a su alrededor; sin embargo, la diferencia es enorme entre lo que es ahora y lo que llegar� a ser, cuando la muerte traslade su alma de la tierra al cielo.

II. Tambi�n ser� un cambio con respecto a la habitaci�n del alma. La habitaci�n del alma, en la vida que ahora es, no es muy conveniente para su disfrute. Un ap�stol llama a este tabern�culo �un cuerpo vil�, vil relativamente, vil moralmente y vil mortalmente.

III. La muerte de un buen hombre es un cambio en las relaciones humanas. Los mejores hombres de este mundo son imperfectos. El cristiano no s�lo tiene que ver aqu� con hombres buenos, aunque imperfectos, sino con hombres que no profesan religi�n alguna; con los abiertamente profanos y con los profesores insinceros. De todas esas relaciones se libera a un buen hombre cuando termina su conexi�n con el tiempo. Luego, su esp�ritu glorificado se introduce en ese lugar elevado y santo donde no hay hombres imperfectos o malvados. Sus compa�eros ahora son los esp�ritus de hombres justos hechos perfectos.

IV. Tambi�n es un cambio en cuanto a la relaci�n del hombre bueno con Dios. En este mundo, este tipo de relaciones a menudo se interrumpen. A ninguna interrupci�n o privaci�n est� sometida el alma de un buen hombre despu�s de la muerte. El alma estar� preparada para habitar en la presencia inmediata de Dios. El cambio indicado tiene lugar a una hora determinada. El cambio que tiene lugar en la muerte es el que esperan todos los hombres buenos. Todos los hombres buenos esperan la muerte prepar�ndose para ella. ( Thomas Adam. )

Nuestra vida, nuestro trabajo, nuestro cambio

I. Primero, observemos el aspecto bajo el cual Job consideraba esta vida mortal. �l lo llama un "tiempo se�alado" o, como dice el hebreo, "una guerra".

1. Observe que Job modela nuestra vida como una �poca. �Bendito sea Dios, que este estado presente no es una eternidad! Aunque sus conflictos parezcan largos, deben tener un final. El invierno puede arrastrar su fatigada longitud, pero la primavera le pisa los talones. Entonces, hermanos m�os, juzguemos el juicio inmortal; No pesemos nuestros problemas en la balanza mal ajustada de esta pobre vida humana, sino usemos el siclo de la eternidad.

2. Job tambi�n llama a nuestra vida un tiempo �se�alado�. Sabes qui�n fij� tus d�as. No los design� usted mismo y, por lo tanto, no puede arrepentirse de la cita. Satan�s tampoco lo design�, porque las llaves del infierno y de la muerte no cuelgan de su cinto. Al Dios Todopoderoso pertenecen los problemas de la muerte.

3. Observar� tambi�n que Job habla muy sabiamente de los �d�as� de nuestro tiempo se�alado. Es prudente prescindir del peso de la vida en su conjunto y aprender a llevarlo en las parcelas en que la ha dividido la Providencia. No debo dejar de recordarles el hebreo: "Todos los d�as de mi guerra esperar�". La vida es de hecho una "guerra"; y as� como un hombre se alista en nuestro ej�rcito por un per�odo de a�os, y luego su servicio se agota y �l es libre, as� cada creyente se alista en el servicio de la vida, para servir a Dios hasta que termine su alistamiento, y dormimos. en la muerte.

Tomando estos pensamientos juntos como la visi�n de Job de la vida terrenal, �entonces qu�? Bueno, es solo una vez, como ya hemos dicho: serviremos a nuestro Dios en la tierra luchando por Su gloria solo una vez. Cumplamos honorablemente los compromisos de nuestro alistamiento. No hay batallas que pelear ni victorias que ganar en el cielo.

II. El punto de vista de Job sobre nuestro trabajo mientras estamos en la tierra es que debemos esperar. "Todos los d�as de mi tiempo se�alado esperar�". La palabra "esperar" est� llena de ense�anza.

1. En primer lugar, la vida cristiana debe ser de espera; es decir, desatar por todas las cosas terrenales.

2. Sin embargo, un segundo significado del texto es el siguiente: debemos esperar esperando irnos, esperando que nuestro Se�or nos llame a diario ya cada hora. El estado apropiado y saludable de un cristiano es anticipar la hora de su partida tan cercana.

3. Esperar significa perseverar con paciencia.

4. Servir es tambi�n otro tipo de espera. A veces no era un sirviente y luego se escond�a en casa sin hacer nada en otra temporada, como si su per�odo de servicio hubiera terminado.

5. Adem�s, para cerrar este aspecto de la vida cristiana, debemos desear ser llamados a casa.

III. Ahora viene la estimaci�n del futuro de Job. Se expresa en esta palabra, "Hasta que venga mi cambio".

1. Obs�rvese que, en cierto sentido, la muerte y la resurrecci�n no son un cambio para un cristiano, no son un cambio en cuanto a su identidad. El mismo hombre que vive aqu� vivir� para siempre. No habr� diferencia en el objetivo de la vida del cristiano cuando llegue al cielo. Vive para servir a Dios aqu�: vivir� con el mismo fin y apuntar� all�. Y el cristiano no experimentar� un cambio muy grande en cuanto a sus compa�eros.

Aqu� en la tierra lo mejor de la tierra es todo su deleite; Cristo Jes�s, su hermano mayor, permanece con �l; el Esp�ritu Santo, el Consolador, reside dentro de �l; se comunica con el Padre y con Su Hijo Jesucristo.

2. Para el cristiano ser� un cambio de lugar.

3. Especialmente ser� un cambio para el cristiano en cuanto a lo que estar� dentro de �l. Ning�n cuerpo de esta muerte para obstaculizarlo; no hay enfermedades que lo aplasten; ning�n pensamiento errante que perturbe su devoci�n; no hay p�jaros que desciendan sobre el sacrificio, necesitando ser ahuyentados. Bien, buen patriarca, �usaste el t�rmino, porque es el m�s grande de todos los cambios? Quiz�s para ti ser� un cambio repentino. ( CH Spurgeon. )

Versículo 15

Llamar�s y yo te responder�.

Dios llamando a la muerte

El Sr. Moody sol�a decir: �Alg�n d�a leer� en los peri�dicos que Dwight L. Moody est� muerto. No lo crea. Cuando digan que estoy muerto, estar� m�s vivo que nunca ". Ahora bien, es muy f�cil decir que cuando uno est� bien y fuerte, pero las �ltimas horas que el Sr. Moody tuvo en la tierra se qued� mirando a la muerte directamente a los ojos sin un carcaj. Temprano en la ma�ana de su �ltimo d�a en la tierra, antes del amanecer, su hijo Will, que estaba de guardia junto a su cama, lo escuch� susurrar algo y, inclinado sobre la cama, escuch� las palabras: �La tierra se aleja, el cielo se abre, �Dios est� llamando! " Will estaba molesto y llam� a los otros miembros de la familia a la habitaci�n.

"No, no, padre", dijo; "No tan mal como eso". Su padre abri� los ojos y, al ver a la familia reunida a su alrededor, dijo: �He estado dentro de las puertas. He visto las caras de los ni�os �, las de sus dos nietos que hab�an muerto durante el verano y la primavera. Al poco tiempo volvi� a hundirse en la inconsciencia, pero volvi� a estar consciente, abri� los ojos y dijo: ��Es esto la muerte? Esto no es malo.

No hay valle. �Esto es una bendici�n! �Esto es dulce! �Esto es glorioso! " Entonces su hija, con el coraz�n roto, dijo: "�Padre, no nos dejes!" �Oh�, respondi�, �Emma, ??no voy a desperdiciar mi vida. Si Dios quiere que viva, vivir�; pero si Dios me est� llamando, �debo levantarme y salir! " Poco tiempo despu�s, alguien intent� despertarlo; pero dijo d�bilmente: �Dios me est� llamando; no me devuelvas la llamada. Este es mi D�a de la Coronaci�n; �Lo he buscado durante mucho tiempo! " �Y as� subi� para su coronaci�n! ( AR Torrey, DD )

Tendr�s deseo de la obra de Tus manos. -

Confianza en el Creador

El Libro de Job me parece el m�s atrevido de los poemas; desde una posici�n del realismo m�s indefinido, asalta la ciudadela misma del ideal. Job es el tipo de instancia de la humanidad en las profundidades de su miseria. Asentado en el coraz�n de una desesperaci�n de plomo, Job clama en voz alta al poder invisible, apenas conocido, que sin embargo considera el Dios de su vida. Pero su grito no es m�s que el de un esclavo. Ante el juez afirma su inocencia y no se humillar�, sabiendo, en verdad, que comportarse as� ser�a insultar al santo.

Siente que no se ha merecido tal sufrimiento y no dir� ni escuchar� mentiras para Dios. Prometeo es m�s paciente que Job. Prometeo tiene que ver con un tirano al que desprecia. Job est� m�s turbado, porque es �l, que est� a la cabeza y al coraz�n, el principio y el fin de las cosas, quien ha puesto su mano sobre �l. No puede, no lo creer�, un tirano. No se atreve a pensar que Dios es injusto; pero, por tanto, no puede permitir que haya hecho algo para merecer el trato que est� recibiendo de Sus manos.

Por tanto, �l est� necesariamente en profunda perplejidad, porque �c�mo pueden reconciliarse las dos cosas? No se le ha ocurrido todav�a el pensamiento de que lo que ser�a injusto imponerle como castigo, todav�a se le puede imponer como un favor. Si Job hubiera sido calvinista o luterano, el libro de Job habr�a sido muy diferente. Su perplejidad habr�a sido entonces: c�mo Dios, siendo justo, podr�a exigir de un hombre m�s de lo que �l pod�a hacer, y castigarlo como si su pecado fuera el de un ser perfecto, que eligi� hacer el mal del que sab�a todo. la enormidad.

De un alma cuya conciencia misma es la contradicci�n, no debemos buscar la l�gica; la miseria rara vez es l�gica; es en s� mismo una discordia. Sintiendo como si Dios le hubiera hecho da�o, Job anhela ver a Dios, se esfuerza en Su presencia, anhela estar cara a cara con �l. Se enfrentar�a al �nico. Mire m�s de cerca la forma de pensar y hablar de Job acerca de Dios, y directamente a Dios. Tales palabras agradan al Padre de los esp�ritus.

�l no es un Dios para aceptar los halagos que lo declaran por encima de la obligaci�n hacia sus criaturas. Job conf�a en recibir justicia. Dios no dice ni una palabra de reprensi�n a Job por la libertad de expresi�n. La grandeza del poema es que Job defiende su causa ante Dios contra toda protesta de la autoridad religiosa, no reconoce a nadie m�s que a Dios y se justifica en ella. Y lo m�s grandioso de todo es esto, que implica, si no lo dice realmente, que Dios le debe algo a su criatura.

Este es el comienzo del mayor descubrimiento de todos: que Dios se debe a la criatura que ha hecho a su imagen, porque as� lo ha hecho incapaz de vivir sin �l. Al principio, no es f�cil ver d�nde Dios le da alguna respuesta a Job. No puedo encontrar que �l le ofrezca la menor explicaci�n de la astucia con que lo ha afligido. Lo justifica con sus palabras. Las respuestas se dirigen al mismo Job, no a su intelecto; a la imaginaci�n reveladora y divina en el hombre, ya ninguna facultad l�gica en absoluto.

El argumento impl�cito, no expresado, en los poemas parece ser el siguiente: que Job, viendo a Dios tan lejos ante �l en poder, y Sus obras tan lejos de su comprensi�n, deber�a haber razonado que Aquel que pod�a obrar tan grandiosamente m�s all� de su capacidad. comprensi�n, ciertamente debe usar la sabidur�a en las cosas que lo conmovieron m�s cerca, aunque no se acercaron m�s a su comprensi�n. El verdadero hijo, el justo, confiar� absolutamente, contra toda apariencia, en el Dios que ha creado en �l el amor de la justicia. Dios no le dice a Job por qu� lo hab�a afligido; �l despierta la confianza en su coraz�n de ni�o. ( George Macdonald, DD )

La confianza del creyente

Parecer�a como si al usar estas palabras Job se refiriera a la resurrecci�n del cuerpo. Podemos considerarlos, de una manera m�s general, como una afirmaci�n de la confianza del patriarca en Dios; de su seguridad de que ser�a guardado para vida eterna. Los creyentes son invariablemente testigos de que cuanto m�s motivo tenga un hombre para estar lleno de esperanza y confianza, m�s diligente ser� en el uso de los medios de gracia designados.

Los privilegios de la verdadera religi�n no tienden a generar presunci�n. El hombre que tiene la garant�a b�blica m�s fuerte para sentirse seguro del cielo es siempre el hombre que se esfuerza m�s fervientemente por alcanzar el cielo. Nunca se atreva a apropiarse de las ricas seguridades que se encuentran en la Biblia, a menos que tenga una buena raz�n para creer que est� creciendo en el odio al pecado y en la lucha por la santidad. No temas tomar para ti todas las promesas hechas por Dios a Su Iglesia, siempre y cuando sea tu deseo sincero y tu esfuerzo de todo coraz�n llegar a ser m�s conforme a la imagen de tu Salvador.

1. El lenguaje de la confianza. "T� llamar�s y yo te responder�". Recuerde de cu�ntas formas llama Dios. Las palabras de Job indican una gran confianza en la salvaci�n final. Debemos regocijarnos mucho al saber que todos ustedes han podido desechar la duda y la sospecha, y sentirse "engendrados de nuevo para una herencia incorruptible e inmaculada". Pero tememos que apoye su seguridad en bases insuficientes. Estos son dos grandes rasgos de la piedad genuina: no estar contento con las adquisiciones presentes y descansar para el futuro en las ayudas de Dios.

2. Job se fortalece a s� mismo en la convicci�n de que Dios tendr� "el deseo de la obra de sus manos". Entre todas las razones que Job podr�a haber alegado por las cuales Dios deber�a velar por �l, elige la de que es obra de las manos de Dios. Sin embargo, hay una segunda creaci�n m�s maravillosa, m�s indicativa del amor divino que la primera; y en esto, probablemente, fue que los pensamientos de Job se desviaron.

El alma humana se form� originalmente a la imagen de Dios, pero perdi� esa imagen por la transgresi�n de Ad�n. Tan maravillosa es su restauraci�n, m�s all� de todo poder excepto el Divino, que se habla de ella como en realidad una nueva creaci�n, cuando se reimprime con los rasgos perdidos. ( Henry Melvill, BD )

Los derechos de creaci�n

Un cap�tulo como este no est� de ninguna manera solo en el Antiguo Testamento. La naturaleza entonces, como ahora, prestaba sue�os horribles al que buscaba la inmortalidad. Por un indicio de la naturaleza, que habla a favor de la inmortalidad, puede encontrar cien del mismo sector que se oponen a ella. En su b�squeda de una base s�lida sobre la cual construir alguna esperanza, por escasa que sea, para el futuro desconocido m�s all� de la muerte, el escritor se ve conducido por fin a la base m�s simple y s�lida de todas: el hecho de la creaci�n y lo que implica. en la creaci�n.

Cada cap�tulo de su obra est� impregnado de un sentimiento de misterio, inmensidad y asombro cada vez que habla de Dios. Pero se mantiene firme por su fe en un Creador, cuya criatura, hecha a Su semejanza, �l mismo es. Su argumento es este: "La criatura simplemente como criatura, en virtud de la creaci�n, tiene un Reclamo sobre el Creador, que el Creador ser� el primero en reconocer". Quiz�s suene audaz hablar as� de la creaci�n, como dar un t�tulo al cuidado del Creador.

Si el Creador fuera un Creador infiel e injusto, de hecho no habr�a l�mite para el poder de tratar y deshacerse de Sus criaturas. Es nuestra felicidad saber que el poder no est� bien con �l; que el Todopoderoso es tambi�n el Omnisciente y el Todomisericordioso. Cada cosa o persona creada tiene ciertos derechos y derechos frente al Creador. Estos derechos y reclamos est�n determinados por sus capacidades.

El hombre es capaz de conocer y hacer la voluntad de su Creador. Aquel que es capaz de tener comuni�n con Dios nunca dejar� que el Creador perezca en la muerte. Estamos en manos de un Padre, un Creador, que sabe lo que har�a con nosotros, sabe de lo que somos capaces, sabe para qu� nos cre�; y quien ciertamente no nos dejar� hasta que haya hecho lo que nos ha dicho. La confianza de Job en Dios estaba plenamente justificada. ( DJ Vaughan, MA )

Versículo 16

Porque entumeces mis pasos.

Dios recorriendo nuestros caminos

Algunas personas piensan que esta idea es opresiva. Ellos se encogen ante eso. Contrae su ser y deprime su energ�a. Has visto una manzana madura que ha estado en el almac�n todo el invierno hasta que se evaporan todos sus jugos y su piel se seca y arruga, y su tama�o se reduce a una cuarta parte de lo que era. Toma esa manzana marchita y arrugada, y col�cala debajo de la campana de vidrio de una bomba de aire, y mientras retiras el aire que la presiona desde afuera, el aire dentro de s� mismo hace que se expanda, alisa sus arrugas y la hace una vez m�s la manzana regordeta y fresca que era cuando reci�n arrancada.

Suponen que un efecto similar se producir�a en su ser si se eliminara el opresivo comp�s de Dios. Se mover�an m�s f�cilmente bajo su propia mirada indulgente que bajo la estricta mirada de la justicia de Dios. Pero esta es una vana expectativa. Una carga m�s pesada los presionar�a que el hecho de que Dios los rodee. La manzana se hincha mec�nicamente solo con su propio gas interno, y no con los jugos frescos de la vida.

Est� vac�o y sin sustancia. Y tambi�n lo es la vida de la que se quita la presi�n consciente de Dios sobre ella. Estar sin Dios en el mundo es estar sin esperanza. Puede haber la apariencia de estar vivo, pero el alma est� muerta. ( Hugh Macmillan, DD )

Versículo 17

Sellada en una bolsa mi transgresi�n.

Memoria

La cifra aqu� empleada para denotar la certeza de una investigaci�n futura de todas las transacciones secretas de la vida de un hombre se extrae de la manera peculiar en que los comerciantes orientales realizaban a veces los pagos, por conveniencia. Una cierta suma de dinero, o peso de oro, habiendo sido sembrada de manera segura en una bolsa, se grab� en ella el sello del banquero, y pas� corriente de mano en mano sin ser abierta para ser contada o pesada con el prop�sito de determinar la cantidad exacta que debe contener cuando se puso en circulaci�n por primera vez.

Esta costumbre se usa para ense�ar la doctrina de un d�a de cuentas con cada alma individual. La bolsa debe por fin ser abierta y descosida, para que se manifieste el contenido oculto a los ojos. M�rense a ustedes mismos durante el tiempo de su prueba en la tierra, como si los secretos de su vida, la vida de su alma ante Dios, todas las ajetreadas y variadas emociones de su existencia, estuvieran �sellados� y, por as� decirlo, � cosido �dentro de ti, como dinero en la bolsa; conservada all� por la memoria, y por la memoria tambi�n para ser producida, en un momento determinado, para inspecci�n y juicio.

La memoria es una maravillosa facultad de la mente; donde existe la conciencia, tambi�n est� la memoria; no muere con el cuerpo, sino que est� activo en el alma cuando se emancipa de la carne. Su instrumento es el cerebro. La memoria, que es el poder de retener lo que una vez hemos captado y de recordarlo a gusto, hace del cerebro la sede de sus operaciones, su ajetreado taller, su centro mec�nico, donde pone todas las ruedas y los intrincados movimientos del cerebro. maquinaria del intelecto.

Aunque nuestras diversas facultades act�an sobre el sistema f�sico, residen esencialmente en el alma. Si esta es la relaci�n entre la materia y el esp�ritu, entre el cuerpo y el alma, podemos entender su acci�n conjunta, mientras que podemos distinguir el agente del instrumento, el cobarde de la m�quina, el alma del cuerpo. Tome a un individuo y analice el funcionamiento de su memoria sobre su historia espiritual. ( G. Roberts. )

Las aguas desgastan las piedras.

Acci�n silenciosa de la lluvia

El agente m�s conspicuo empleado (en la desintegraci�n de rocas) es la lluvia. La lluvia no es qu�micamente pura, pero siempre contiene alguna proporci�n de ox�geno y �cido carb�nico absorbidos de la atm�sfera; y una vez que llega al suelo, los �cidos org�nicos se derivan de la materia vegetal y animal en descomposici�n con la que los suelos est�n m�s o menos impregnados. Armado con tales agentes qu�micos, ataca los diversos minerales de los que est�n compuestas las rocas y, por lo tanto, tarde o temprano, estos minerales se rompen.

.. En todas las regiones donde llueve, el resultado de esta acci�n qu�mica es conspicuo; las rocas solubles se est�n disolviendo en todas partes, mientras que las rocas parcialmente solubles se est�n pudriendo y desintegrando. En las zonas de piedra caliza se puede demostrar que a veces se han eliminado de la superficie de la tierra de forma gradual y silenciosa cientos de pies de roca. Y la gran profundidad alcanzada de vez en cuando por la roca podrida atestigua igualmente la acci�n destructiva del agua de lluvia que se filtra desde la superficie. ( Dr. Geikie ' sEscultura de la Tierra. �)

Versículos 18-19

Y seguramente la monta�a que cae se reduce a nada.

La ley de la naturaleza y de la vida.

Si el patriarca de Uz pudiera escuchar todas las cr�ticas de sus comentaristas, su paciencia se ver�a m�s probada que la de sus contempor�neos.

1. Job pronunci� intencionalmente una verdad solemne. Habla de los cambios a los que est� sometida la vida humana, grandes y repentinas revoluciones y cambios, y los cambios que resultan del lento y silencioso funcionamiento de causas triviales.

(1) Muchas cosas en la vida son fijas y estables como las monta�as, pero sin embargo se eliminan repentinamente. Los �nicos objetos permanentes y permanentes son los espirituales.

(2) Muchas cosas en la vida reciben su impresi�n y derivan su car�cter de la operaci�n de causas triviales. Hay un poder en el funcionamiento lento y uniforme de las peque�as cosas. El presente es el resultado del pasado.

(3) Muchas cosas de la vida que son muy valiosas y singularmente fr�giles, sin embargo, son arrastradas por un diluvio. Constantemente se producen cambios ante nuestros ojos.

2. Job declar� inconscientemente un gran hecho. Hay leyes por las que se regulan todos los cambios y convulsiones de la naturaleza. Existe en la naturaleza una disposici�n contra el desperdicio que parece seguir al cambio. Las cosas que brotan del polvo deben su belleza o fecundidad a la tierra, que se renueva constantemente. No hay suelo tan milagrosamente prol�fico como el dolor; la semilla sembrada all� producir� los frutos apacibles de la justicia. La vida parece tener su nacimiento en la muerte. Hay un gran cambio producido directamente por la agencia Divina. Es indispensable que experimentemos esto.

3. Nuestros d�as tienen un final definitivo. Si la vida es tan breve, aprov�chala, aprovecha todas sus oportunidades, busca estar preparado para la muerte. ( HJ Bevis. )

Versículo 20

T� le cambias el rostro y lo despides.

Mittimus del hombre

I. El cambio. El rostro humano un libro instructivo. Todos sus cambios no son obra ni orden de Dios. Las l�neas agudas de la codicia, las curvas del orgullo, el rubor de la sensualidad, etc. Estas son las marcas del pecado y de Satan�s; el pecado ara surcos tanto como el tiempo.

1. Est� el cambio que hace el tiempo. Desde la infancia hasta la vejez, el rostro sufre continuamente alteraciones. La suavidad da lugar a las arrugas; frescura al tono desgastado y p�lido de la edad. El espejo es un maestro solemne.

2. El cambio realizado por el cuidado. Los amigos de Job no lo reconocieron; el dolor oscurece los ojos; la ansiedad deja su marca de dolor en los rasgos. Nehem�as ante el rey. Ezequ�as.

3. El cambio por enfermedad. El dolor imprime all� las pruebas de su presencia; en ojos hundidos y palidez n�vea, la enfermedad pone su sello en el rostro.

4. El cambio por muerte. La muerte es un escultor que talla su propia imagen en el m�rmol blanco del marco moribundo.

5. El cambio por gracia. La influencia de la religi�n en el semblante. La superficie de un lago, cuando est� cubierta de nubes o refleja el brillo del sol. �Qui�n no conoce un rostro amado y santo, con poca tierra y mucho cielo en �l, esperando en la Puerta Hermosa hasta que Dios les abra la puerta del templo y pasen a la gloria superior? El rostro de Esteban ante el concilio jud�o.

6. El cambio de gloria. Gloria de resurrecci�n. "Seremos como �l, porque lo veremos como �l es". Pero el cambio de gracia y el cambio de gloria son solo consecuencia de un "cambio de coraz�n".

II. El envio.

1. �Qui�n lo env�a? "T�." En las manos de Dios est�n los asuntos de la vida. Cuando �l dice: "Ve", nadie puede resistirse a Su mandato. La locura del hombre al usar la vida, ay, desperdiciarla como si fuera suya y a su disposici�n. "Perd�name, para que recobre las fuerzas", etc.

2. �De qu� es enviado? De libertad condicional. Ahora es el d�a de la salvaci�n, solo ahora. De posesiones. No trajimos nada al mundo, y es cierto, etc. De privilegios. Oraci�n, Palabra, Santuario, S�bados, etc. De los placeres. Al�grate, joven, en los d�as, etc. De las misericordias. Esa flor no florece m�s all� del r�o. Recuerde tambi�n el cristiano que es enviado de:

(1) Tentaci�n.

(2) Dolor.

(3) Pecado.

(4) Muerte.

3. �Ad�nde es enviado? "�l entrega el fantasma, �y d�nde est�?"

(1) A la tumba.

(2) Al juicio.

(3) Al cielo. Al infierno.

(4) A un destino fijo y final. Para responder a esta pregunta debemos preguntarnos: �C�mo muri�? Porque "a los que duermen en Jes�s, Dios los traer� consigo".

4. �A d�nde lo env�an? "Si el buen se�or de la casa lo hubiera sabido", etc. ( J. Jackson Wray ) .

Versículo 22

Pero su carne sobre �l tendr� dolor, y su alma dentro de �l se lamentar�.

Sensaci�n f�sica despu�s de la muerte.

�No era la opini�n de los jud�os antiguos que el alma retuvo algo de la sensaci�n de la carne hasta que el cuerpo se hubo disuelto por completo? No ser�a extra�o que as� fuera, considerando la proximidad de los jud�os a los egipcios; ya que los egipcios sosten�an la noci�n de que la continuidad de la existencia del alma depend�a de la preservaci�n del organismo corporal, una noci�n que condujo al embalsamamiento y entierro seguro del cad�ver.

T�cito atribuye claramente esta noci�n a los jud�os como sus creadores. Tambi�n hay algunos textos del Antiguo Testamento que a primera vista parecen transmitir tal creencia, por ejemplo, el vers�culo 22, hablando de un hombre como muerto, agrega: �Pero su carne sufrir� sobre �l, y su alma se lamentar� dentro de �l. �; e Isa�as 66:24 , � Isa�as 66:24 y ver�n los cad�veres de los hombres que se rebelaron.

Me; porque su gusano no morir�, ni su fuego se apagar� �. Dillman y otros consideran que estos textos prueban que los jud�os se aferraron a la doctrina de la conciencia f�sica en la tumba. Delitzsch considera el dolor del alma como meramente sentimental, "El proceso de corrupci�n del cuerpo arroja reflejos dolorosos en el alma difunta". El profesor Davidson admite que tanto ha sido la noci�n jud�a. �Hay dos ideas expresadas:

(1) Que el cuerpo en la tumba, siendo el de una persona a�n existente, siente el roer y el desgaste de la corrupci�n, y que el alma en el sheol lleva una existencia triste y triste; y

(2) Que estos elementos de la persona, aunque separados, todav�a pertenecen a la persona ". El profesor Evans dice: "Mediante la personificaci�n po�tica, la carne que se pudre se representa aqu� compartiendo el doloroso descontento, la miseria persistente del alma encarcelada". De manera similar, el Dr. Barnes, "Es por la imaginaci�n que aqu� se atribuye el dolor al cad�ver". El profesor Lochler se inclina por la opini�n de que los jud�os cre�an �que el hombre lleva consigo al sheol una cierta corporeidad (cierto residuo, n�cleo o alg�n reflejo del cuerpo terrenal).

Estos pasajes, tomados en vista de la revelaci�n posterior a trav�s de Cristo, pueden servir como ilustraci�n de c�mo �l liber� a aquellos "que toda su vida estuvieron en servidumbre por temor a la muerte", as� como de la creciente luz del amanecer de las Escrituras hist�ricas. ( Homil�tica Mensual ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Job 14". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/job-14.html. 1905-1909. Nueva York.
 
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