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Bible Commentaries
Job 28

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

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Versículo 1

Un lugar para el oro donde lo multan.

Refinando el oro

"Hay un lugar para el oro donde lo multan". Esta l�nea del Libro de Job, tan fuerte en sus monos�labos, describe un proceso tanto espiritual como qu�mico. Una y otra vez en la Biblia, el car�cter piadoso es descrito por el feliz s�mil del oro. Ser�a f�cil acabar con los puntos de semejanza. Todas las naciones, desde las m�s pulidas hasta las salvajes, han estado de acuerdo en considerarlo como el m�s bello de los metales.

Tipifica la "belleza de la santidad". Es un metal imperecedero. Cuando abrieron la tumba de un antiguo rey etruriano, enterrado hace veinticinco siglos, solo encontraron un mont�n de polvo real. El �nico objeto que permaneci� intacto por el tiempo fue un filete de oro que ce��a la frente del monarca. As� la verdadera piedad sobrevive a los estragos del tiempo y los estragos de la tumba. El oro es la base de una moneda solvente; y el temor genuino de Dios es la base de todas las virtudes que circulan entre la humanidad.

La esencia de toda piedad es la obediencia a Dios. Es la eterna ley del derecho que se pone en pr�ctica a diario. En estos d�as se habla demasiado de la est�tica de la religi�n y sus sensibilidades. El hogar de la religi�n est� en la conciencia. Su consigna es la palabra "deber�a". Su mayor gozo es hacer la voluntad de Dios. ( TL Cuyler, DD )

Versículo 6

Y tiene polvo de oro.

C�mo convertir todo en oro

Este cap�tulo de Job describe con toda la fuerza y ??belleza de un poeta la vida del minero en su soledad, sus peligros y sus triunfos. En aquellos viejos tiempos, los hombres soportaron el trabajo y enfrentaron los peligros para ganar el oro escondido o las piedras preciosas. Y desde entonces hasta ahora, los hombres siempre han estado ansiosos por encontrar oro. La pasi�n por el oro es una de las m�s fuertes del coraz�n humano. Ha contribuido mucho a moldear la historia del mundo.

Nos ha dado nuevas artes, nuevas ciencias y nuevas industrias. Ha poblado lugares solitarios y ha llenado tierras vac�as con multitudes ocupadas. �Por qu� el oro es tan codiciado? Por un lado, es muy raro. El oro tiene muchas propiedades que le son propias. Y es muy duradero. La principal raz�n de la alta estima por el oro es que es el principal medio de intercambio entre compradores y vendedores. Algunas cosas, por muy valiosas que sean, el oro no se puede comprar.

No puede comprar sabidur�a, conocimiento o bondad. Su posesi�n significa poder para adquirir todo el bien mundano. La felicidad no se compra con oro. El secreto que les voy a contar es, - C�mo convertir todo en oro. No en un sentido literal. Algunas personas, aunque pobres, son tan felices como si todo el oro fuera suyo. Es posible que sus carteras nunca est�n muy llenas, pero sus corazones siempre est�n llenos de fe y amor. Siempre son brillantes, y tienen una sonrisa alegre y una palabra amable para todos los que est�n en problemas.

Estas personas han encontrado el secreto de convertir todo en oro. �Cu�l es el secreto? Pablo dice: "He aprendido, en cualquier estado en que me encuentre, a estar contento con ello". Hab�a aprendido tanto a amar la voluntad del Padre Celestial, a confiar en �l, que todo el cuidado, el miedo y las tinieblas hab�an huido de la vida y se hab�an marchado. toc� con perpetua luz dorada. Y ese es el secreto que conocen todos los hombres que pueden convertir las cosas en oro. Ama a Cristo y s�guelo, y habr�s descubierto el secreto: c�mo convertir todo en oro. ( James Legge, MA )

Versículo 10

Su ojo ve todo lo precioso.

Cada cosa preciosa

Estas palabras se refieren al minero que excava en busca del tesoro escondido en la tierra. Encuentra la veta de plata y el lugar para el oro. Pero si el ojo del hombre ve las cosas preciosas, pensemos c�mo las ve Dios.

I. Ve la promesa y la posibilidad. Hay muchas cosas de las cuales, de un vistazo, los hombres pueden ver el valor; cosas que se proclaman en voz alta. Algunas cosas que solo el genio puede ver. El oro est� en el cuarzo, pero invisible. �Y qu� pobre es la humanidad! Cu�n dif�cil es encontrar en muchas personas alguna promesa de bondad, alguna posibilidad de alg�n valor. �Pero he aqu�! nuestro Dios se inclina sobre nosotros, y para �l esta humanidad es infinitamente preciosa.

Para �l es una perla de gran precio, por la cual lo ha dado todo, para comprarla para los suyos. Esta es la gloria de nuestro Dios; este es el significado de Su salvaci�n: que �l ve en la humanidad un valor infinito, aquello que �l puede elevar, embellecer y transformar a Su propia imagen y semejanza.

II. �l ve el esfuerzo y la voluntad, donde otros ven s�lo el pobre resultado. Dios no mide lo que le traemos, lo pesa. �l sabe lo que cuesta.

III. �l ve el gran resultado, donde nosotros vemos el proceso. Dios ve para Jos� el trono de Egipto; el cetro de esa gran naci�n est� en su mano. Pero, �qu� ve Jos� cuando se lo llevan los madianitas? As� es como Dios ve siempre el glorioso resultado cuando nosotros solo vemos los tristes procesos. Oye el grito de alegr�a de la casa de la cosecha, donde solo tenemos la tierra fr�a y la oscuridad de la tumba. Esta es nuestra seguridad y nuestra bendici�n: entregarnos a �l, que sabe c�mo convertirnos en la cuenta beat, y dejar que �l se salga con la suya perfectamente con nosotros. ( Mark Guy Pearse. )

Versículos 11-12

Lo que est� escondido lo saca a la luz.

Los usos religiosos y las limitaciones de la ciencia

I. Los usos religiosos de la ciencia. �Lo que est� escondido, el hombre lo saca a la luz�. Algunos piensan que no hay nada m�s que antagonismo entre ciencia y religi�n. Es obvio que la ciencia que traza la mente de Dios en la naturaleza debe estar comprometida con la fe que discierne la gracia interior de Su coraz�n, voluntad y car�cter.

1. La ciencia est� ayudando a crear un ambiente perfecto para los hombres, y tambi�n lo es la hermana y ayuda id�nea de la religi�n que busca crear un car�cter perfecto en ellos. Existe una conexi�n muy estrecha entre el car�cter y el entorno.

2. La ciencia tiene un uso religioso, en la medida en que revela m�s plenamente el poder divino, la sabidur�a y la bondad de la naturaleza.

3. La ciencia tiene un uso religioso, en la medida en que tiende a establecer la unidad y supremac�a de Dios. Estos son art�culos cardinales de nuestro credo. La ciencia ha probado la unidad y uniformidad de la naturaleza, y as� ha confirmado la gran doctrina de que hay un solo Dios vivo y verdadero.

II. Las limitaciones de la ciencia. No puede tomar el lugar de la religi�n, ni sus revelaciones son todo lo que el coraz�n m�s profundo del hombre necesita y desea. Los m�todos cient�ficos no tocan la esfera de los hechos espirituales. Algunas de las palabras de Job suenan como una profec�a de ense�anzas agn�sticas modernas. La ciencia tiene su propia esfera, en la que su m�todo es v�lido y su autoridad suprema. Pero hay otra esfera en la que la conciencia y el esp�ritu son los �rganos de observaci�n.

Aceptemos con devota gratitud las riquezas que nos trae la ciencia. Pero no olvidemos nunca que no puede llevarnos al lugar secreto del Alt�simo, ni saciar nuestra sed m�s profunda de paz, pureza y comuni�n con Dios. El camino a estas bendiciones es el camino de la obediencia moral y la comuni�n espiritual a trav�s del amor a Dios en Cristo. ( WT Bankhead, MA, BD )

Versículos 12-28

Pero, �d�nde se encontrar� la sabidur�a?

Las dificultades especulativas de un intelecto inquisitivo resueltas por el coraz�n de la piedad pr�ctica

En este cap�tulo se desarrollan de manera destacada dos cosas: el poder del hombre y su debilidad; su poder para suplir las necesidades materiales de su naturaleza y su debilidad para suplir sus ansias mentales.

I. Todo intelecto inquisitivo tiene dificultades que est� ansioso por eliminar. Dos clases de dificultades intelectuales: las relacionadas con el �mbito f�sico del ser y las relacionadas con la moral. La primera clase est� presionando a los cient�ficos. La �ltima clase por quienes piensan en temas morales. Las dificultades en el departamento moral presionan mucho m�s fuerte y terriblemente sobre el coraz�n del hombre que las del f�sico.

II. Que el principio que elimina esas dificultades no puede ser adquirido por la riqueza ni alcanzado por la investigaci�n. Ser�a in�til buscarlo en el dominio de la naturaleza inanimada. Tambi�n lo ser�a una b�squeda en el dominio de la vida, o en el dominio de las almas difuntas. (Muerte, Sheol� )

III. El coraz�n de la piedad pr�ctica produce una soluci�n satisfactoria de todos los deberes intelectuales dolorosos.

1. Esto lo afirma quien comprende lo que es la sabidur�a.

2. Esto est� probado por la naturaleza del caso.

(1) Manteniendo en la mente una confianza inquebrantable y alegre en el gran Dispensador de todas las cosas.

(2) Manteniendo la conciencia de que lo que no entendemos ahora, lo sabremos en el futuro.

(3) Limpiando de la mente aquellos sentimientos que impiden que el intelecto comprenda las cosas espirituales.

(4) Dando al alma un sentimiento dominante af�n al impulso primario de Dios. La piedad, entonces, es la Sabidur�a, el principio solvente. ( Homilista. )

El uso religioso de la sabidur�a

�Qu� es esta gracia de sabidur�a y por qu� es tan exaltada?

1. La sabidur�a, como se describe en la Biblia, es ese ansioso deseo de conocimiento que permanece insatisfecho mientras se deja sin explorar un rinc�n de las tinieblas; esa pasi�n por el saber que, como las flotas de Salom�n, penetr� en las regiones m�s lejanas del mundo entonces conocido y trajo de las costas m�s lejanas las reservas de la historia natural. Un esp�ritu de investigaci�n puede, sin duda, volverse fr�volo e in�til. Pero esa no es su misi�n celestial.

2. La idea religiosa de la sabidur�a es el ejercicio del "juicio pr�ctico y la discreci�n"; �Un coraz�n sabio y entendido para discernir entre el bien y el mal�; la capacidad de "justicia, juicio y equidad". Sin duda, la sabidur�a no es bondad en s� misma. Los Proverbios no son los Salmos, Salom�n no era David. Pero la sabidur�a est� al lado de la bondad, y la religi�n se apoya en ella. Cu�nto da�o se ha hecho porque los hombres se han negado a reconocer que el sentido com�n es una gracia cristiana.

�Qu� nuevo aspecto se pondr�a a la holgazaner�a, al ego�smo, a la extravagancia de la juventud, si se nos pudiera ense�ar a pensar no s�lo en la pecaminosidad, sino en su despreciable insensatez, si se nos pudiera inducir, no s�lo a confesar la frecuencia con que lo hacemos! �ramos miserables pecadores, pero tambi�n cu�ntas veces hemos sido miserables tontos; qu� gran seguridad para el bienestar humano si nos dispusi�ramos no solo a ser mejores, sino m�s sabios, no solo a obtener santidad y virtud, sino, como dice Salom�n, a adquirir sabidur�a, a adquirir entendimiento; Orar para que Aquel que da generosamente y no reproche, adem�s de Sus otras bendiciones, �nos d� sabidur�a�. ( Dean Stanley. )

Cultura y religi�n

Por cultura entendemos la condici�n del intelecto instruido y entrenado que es el resultado de la educaci�n, el refinamiento y un gran conocimiento de los hechos de la naturaleza y la historia. Por religi�n entendemos esa relaci�n personal con el Rey supremo, y ese car�cter de calidad moral y espiritual que para nosotros es cristiano, y que depende de la fe en el Evangelio como su fuente y la obediencia a la ley de Jesucristo como su direcci�n y control. fuerza.

Las relaciones que estos lados de la acci�n humana puedan tener entre s� nunca pueden ser de poca importancia. Algunos sostienen que son antag�nicos. Se dice que las edades de la fe no son las �pocas de la inteligencia. El aprendizaje hace que la religi�n disminuya. Pero la historia muestra que las �pocas del progreso del hombre, cuando hay una fuerza mayor y una vitalidad m�s vigorosa, est�n marcadas por est�mulos, no solo a la inteligencia y el aprendizaje de la mente humana, sino tambi�n a la fe y el car�cter correspondiente de la mente humana. el coraz�n humano.

Ilustre el per�odo del renacimiento del saber y las letras. �No fue esta �poca tambi�n el renacimiento de una fe m�s verdadera? Si el aprendizaje revivi�, seguramente tambi�n el Evangelio de Jesucristo encontr� una nueva vida. Hubo una nueva aceleraci�n de la vida intelectual en el siglo XVIII. �Pero no era la �poca de Whitefield y Wesley? �Y qu� hemos visto en nuestro propio tiempo? Presumimos de su inteligencia. Pero es el d�a de la evangelizaci�n, y en ning�n lugar esta forma de vida religiosa es m�s fuerte que en los centros de aprendizaje.

1. La religi�n es en s� misma un medio de disciplina mental. Uno de los primeros objetos de estudio que proporciona la religi�n es la naturaleza del alma humana misma. Es muy dif�cil marcar el l�mite donde la filosof�a de la mente se separa de la religi�n del esp�ritu. La religi�n es hist�rica, y nadie puede ceder correctamente a la influencia de la religi�n sin seguir el progreso de la doctrina cristiana y el desarrollo de la Iglesia.

Y qu� historia ha sido esta eclesi�stica, esta historia dogm�tica de dos milenios. Este conocimiento hist�rico que aporta la religi�n nos conduce a esa figura solitaria cuya sombra se ha proyectado a lo largo de cada siglo desde su aparici�n entre los hombres. La religi�n comienza y termina con nosotros con el conocimiento de Jesucristo. �Qu� objeto del pensamiento humano puede proporcionar tal disciplina, tal inspiraci�n, tal direcci�n, como Su vida y obra? La historia es solo el comentario de Cristo.

Los eventos de todas las �pocas solo comienzan en �l y conducen a �l nuevamente. Hemos dejado para lo �ltimo el pensamiento m�s grande de todos los que presenta la religi�n. �A qui�n adoramos? �A qui�n buscamos? �Qui�n es el fin �ltimo de todo esfuerzo cristiano, toda creencia religiosa, toda vida devota? Es Dios: el Supremo, el Infinito, el Ser necesario, fuente de toda vida, regulador de todos los movimientos, manantial de toda la creaci�n, el primero, el �ltimo, el principio y el fin del ser universal.

Ninguna ciencia puede llevarnos m�s all� del umbral de Su morada. La relaci�n del hombre con Dios incluye los profundos enigmas del pecado y el mal, la gran especulaci�n de la libertad, la necesidad, la responsabilidad y la ley. No es de extra�ar que los fil�sofos de las escuelas llamaran a la teolog�a la Reina de las Ciencias.

2. La otra cara de la relaci�n que la religi�n tiene con el cultivo mental es la influencia protectora y medicinal que puede ejercer para proteger o remediar los males, en cuyo peligro siempre se encuentra un ejercicio exclusivamente mental.

(1) La religi�n corrige la tendencia de la cultura a ignorar los l�mites del poder del hombre. Si la mente se preocupa s�lo por los objetos de la naturaleza, los hechos y leyes del mundo exterior y las presentaciones puramente fenom�nicas del intelecto humano mismo, corre el gran peligro de no percibir las l�neas m�s all� de las cuales su avance est� absolutamente prohibido.

(2) Otro peligro es el orgullo y la autovaloraci�n que a veces ocasiona el mero cultivo intelectual. Este es un vicio moral, una falta de car�cter, una imperfecci�n del coraz�n. El sabio debe ser humilde. El verdadero aprendizaje es aprender lo que no podemos saber. La fe, la adoraci�n y el amor de adoraci�n mantienen para siempre al coraz�n humano en el reconocimiento listo y leal de su Dios.

(3) Otro peligro es social, que afecta al hombre educado tal como es visto en relaci�n con sus semejantes. Un aprendizaje que no es m�s que intelectual tiende a hacernos olvidar nuestra hermandad. No hay nada m�s ego�sta que la cultura. Hay un desprecio al saber que todo hombre corre peligro. El �nico correctivo es la religi�n. En sus cortes nos encontramos sobre un terreno com�n. ( LD Bevan, DD )

La b�squeda de alterar la sabidur�a

La sabidur�a que el hombre est� interesado en adquirir debe ser una sabidur�a que lo sustituya por toda la eternidad.

I. Lo abstruso y maravilloso de los descubrimientos humanos. El fil�sofo natural est� empe�ado en una b�squeda; y muchos de sus descubrimientos est�n acompa�ados de resultados muy beneficiosos para el mundo en general. Vamos a comprobar, a continuaci�n, si se ha descubierto la perla del precio por el que buscamos. En la investigaci�n de la naturaleza, los hombres muestran una energ�a y perseverancia que son dignas de una causa m�s noble. Pero no hay descanso, no hay paz, no hay satisfacci�n en esta b�squeda. Es de su propia naturaleza estar inquieto.

II. Hay un l�mite infranqueable que los descubrimientos humanos no pueden traspasar. El campo de la providencia nos desconcierta desde el principio. La naturaleza no nos brinda ninguna luz para resolver los secretos de las dispensaciones divinas .

III. "�De d�nde viene la sabidur�a?" �Ser� siempre infructuosa nuestra b�squeda? El asiento de la sabidur�a es, fue y siempre ha sido el seno de Dios. De �l debemos aprenderlo, si es que queremos aprenderlo. Su Palabra har� que toda mente descanse. Nos revelar� cu�l es la verdadera sabidur�a, que es la esfera del hombre, y en la que podemos consentir. "El temor del Se�or, eso es sabidur�a". Apartarse del mal es la sabidur�a de las sabidur�as, la m�s alta, la �nica sabidur�a verdadera. ( EM Goulburn, DGL )

El valor inestimable de la verdadera sabidur�a o religi�n

Un hombre sin religi�n no es sabio; no tan sabio como deber�a ser; ni tan sabio como podr�a ser. Es la religi�n la que le ense�a a un hombre a actuar dignamente hacia diferentes objetos, a llamarlos por sus nombres propios. Es la religi�n la que le ense�a al hombre a tener el mayor cuidado con las cosas m�s preciosas. Es la religi�n la que le ense�a a un hombre c�mo dedicar el mejor momento al trabajo m�s importante. Es la religi�n la que le ense�a a un hombre a esforzarse m�s para ganar la aprobaci�n de Aquel que tiene en su poder para hacer la mayor parte; es la religi�n, en una palabra, lo que capacita a un hombre para entrar al cielo. ( David Roberts, DD )

El secreto de la sabiduria

�Por qu� la sabidur�a es mucho m�s dif�cil de encontrar que cualquier otra cosa? �Por qu� el hombre puede leer todos los dem�s acertijos de la naturaleza excepto el que le fascina? Nada aqu� puede escapar a su escrutinio; nada puede impedir su avance. M�relo, dice el cap�tulo, mientras cava, extrae, escudri�a, tamiza y purga la escoria con fuego, y re�ne las diversas riquezas. Mire la pista donde desentierra su plata y el horno donde refina su oro. Y, sin embargo, a pesar de toda esta supremac�a pr�ctica, esta intimidad magistral sobre la naturaleza, �est� m�s cerca del descubrimiento de su �ltimo secreto? �Puede desenterrar la verdad como un diamante? �Puede comprarlo en el mercado de coral? No, �de qu� sirven sus perlas y sus rub�es? De alguna manera, el secreto siempre lo est� eludiendo.

Justo cuando los hombres parecen estar m�s cerca de �l, se les escapa. La naturaleza siempre lo sugiere, pero siempre lo oculta. El mar, que parec�a murmurarlo en sue�os, ahora dice: "No est� en m�"; la profundidad, que nos hab�a atra�do a su inquietante maravilla, ahora dice: "No est� conmigo". De alguna manera, todos se detienen en seco. �Este es un camino que ning�n p�jaro conoce; ni siquiera el ojo del buitre lo ha visto; las fieras nunca lo han pisado; los leoncillos no pasan por ese camino; est� escondido de los ojos de todos los vivientes, y guardado cerca de las aves del cielo.

�Eso confiesa el Libro. �Ah! c�mo esa antigua experiencia se repite en nosotros hoy. Nunca fue el contraste m�s v�vido o aplastante que ahora entre la asombrosa eficiencia pr�ctica de nuestro manejo cient�fico de los tesoros materiales de la tierra y la inutilidad de nuestra b�squeda del secreto interior. A�n as�, el espect�culo de la naturaleza despliega ante nosotros su �ntima invitaci�n a venir y tomar posesi�n; no hay receso que no podamos penetrar; no hay altura y profundidad a la que no podamos entrar.

Se hace nuestro y nos sentimos su amo. Estamos asombrados de nuestra propia supremac�a. Ning�n obst�culo nos derrota, ning�n peligro aterroriza. A las profundidades de la tierra hundimos nuestros ejes; por todos sus mares enviamos nuestras flotas; nuestros hornos arden y nuestras f�bricas rugen. Cu�n intr�pida nuestra b�squeda; �Qu� sublime nuestra capacidad, nuestra paciencia, nuestra perseverancia! Pero una cosa permanece tan lejana, tan esquiva como siempre.

Sobre un descubrimiento no podemos poner nuestra mano. Hay un punto en el que nuestro dominio decae repentinamente; nuestra astucia nos falla, y nuestro valor y nuestra confianza en nosotros mismos desaparecen debajo de nosotros. Agarramos lo que nos imaginamos que es lo que deseamos encontrar y nuestros dedos se cierran sobre el vac�o. �A d�nde se fue? �Por qu� no podemos retenerlo, esta sabidur�a, este secreto espiritual, esta realidad de las cosas? Ah, s�, �por qu�? �Supusimos que lo encontrar�amos, escondido en alguna mina con zafiros y polvo de oro? �Esper�bamos desenterrarlo alg�n d�a? Es m�s, no por tal camino podemos llegar a la sabidur�a; no de esa manera se captura.

El prop�sito espiritual, la realidad interior de las cosas, es de otro tipo. No por facultades como estas que pone en juego nuestra eficiencia pr�ctica, la aprehenderemos: "Viendo que est� escondida de los ojos de todos los vivientes y mantenida cerca de las aves del cielo". La habilidad pr�ctica, obviamente, nos falla rid�culamente. Pero la ciencia pr�ctica, la ciencia del descubrimiento experimental, �no puede eso ayudarnos? Es nuestro mismo �rgano de descubrimiento: �no puede descubrir la sabidur�a? �Pobre de m�! Tambi�n aqu� encontramos que el ejercicio mismo de esas facultades cient�ficas mediante las cuales se han logrado nuestros asombrosos triunfos excluye y destierra nuestra posibilidad de llegar por estos m�todos al secreto de la realidad.

Cuanto m�s sabemos de esa manera, menos llegamos. La difusi�n de nuestra ciencia, en la que nos hemos mostrado tan magistrales, tan victoriosos, se gana a costa de limitaciones intelectuales que proh�ben nuestra aprehensi�n de lo �nico que deseamos saber. La ciencia nos ha alejado m�s del secreto de lo que est�bamos antes de ser cient�ficos. Ha hecho m�s evidente lo esquivo que es ese secreto.

Miramos desesperadamente las estrellas tan remotas que la luz, que puede viajar noventa y tres millones de millas hasta el sol en ocho minutos, tarda horas y d�as e incluso a�os en llegar. Y mucho m�s all� de esas estrellas, de nuevo, un mill�n de otras se dispersaron en enjambres de bruma enredada. �D�nde estamos en un universo as�? �Qu� es el hombre? �C�mo puede contar? �Qu� relaci�n puede haber entre �l, en su terrible insignificancia diminuta, y �l en su inimaginable inmensidad? �C�mo se atrev�a a meterse con todas sus rid�culas emociones y sus absurdos deseos? �Qu� sabe ese vasto mundo de �l en su fr�a indiferencia? �All�, en ese abismo inconmensurable e inconmensurable? Atr�s nos hundimos para mirar dentro; pero �es m�s esperanzador nuestro in-look all�? La querida y familiar faz de la tierra ha desaparecido bajo los tamices de la ciencia f�sica.

Y lo que nos asusta es que todo este universo mec�nico en el que estamos cient�ficamente introducidos nos omite, nos ignora, sigue sin nosotros. Aquello que es nuestra vida real, nuestro pensamiento, nuestra voluntad, nuestra imaginaci�n, nuestro afecto, nuestra pasi�n, no pueden encontrarse all�; no pueden expresarse en t�rminos de mecanismo. La ciencia pr�ctica dice: "No est� en m�"; la ciencia organizada dice: �No est� en m�.

��D�nde se hallar� la sabidur�a? �Hay alg�n otro camino de b�squeda? �D�nde hay una mejor promesa de llegada? Bueno, hay una oferta que creo que nos acerca mucho m�s que la ciencia f�sica. Es el del arte. En el impulso creativo, en la emoci�n imaginativa que se enciende ante la vista o el sonido de la belleza, tenemos aquello que parece abrir la puerta al secreto de la existencia, a la mente con la que se hizo la naturaleza.

La naturaleza se nos explica mejor como un espect�culo majestuoso, como un esfuerzo vivo que encuentra su alegr�a en ser lo que es. Eso es lo que nos grita toda la naturaleza. La vida rebosa, la vida baila, la vida canta: es una gloria estar vivo. �No es esa la verdad a la que gritaron los hijos de Dios en la primera ma�ana de la creaci�n? La tierra era un hecho tan magn�fico; estaba de pie como una imagen; creci� como un poema y se movi� como m�sica.

Dios encontr� Su gozo al desplegar Su poder en toda esta radiante majestad; Lo amaba por estar vivo, por ser la expresi�n de su amor. Y ese gozo de Dios en la mera existencia pas� a todas las cosas para convertirse en su alma. No necesitamos preguntar aqu� para qu� fin ulterior se hicieron, o para qu� sirven. Es tan dif�cil discernir qu� saldr� de todo esto. �Pero por qu� preguntar? Basta de que sean lo que son.

Vivir es suficiente; vivir es ser inteligible; vivir es estar justificado. Si tan s�lo el mundo se contenta con regocijarse en ser lo que es, lo ha logrado. ��Oh, todas las obras del Se�or, bendecid al Se�or! Alabadle y ensalzadle para siempre �. Este grito de alabanza puede barrer tanto que de otra manera nos dejar�a perplejos o angustiarnos en la creaci�n del mundo. Sus penalidades, sus pruebas, sus sufrimientos, pueden pasar a�n al gran himno.

Fuego y granizo, aunque arden y se rompen, sin embargo, son lo que son, y como tal, incluso mientras sufrimos bajo ellos, nos alegra alabar al Se�or y magnificarlo para siempre. El poeta, el m�sico, puede sugerirnos c�mo los dolores m�s profundos de la gran tragedia humana pueden adquirir un nuevo significado bajo el glamour del arte, y pueden producir, bajo la presi�n de la alta imaginaci�n, un misterio de alegr�a m�s dulce y m�s rico. S�, en la pasi�n del artista estamos cerca de nuestro secreto, estamos llamando a la puerta, por as� decirlo.

Sin embargo, �qui�n puede atreverse a quedarse satisfecho con esa soluci�n? quien se detendr� ah�? Indignado nuestro coraz�n lo repudia. No podemos ser como aquellos que, como Goethe, podr�an considerar el universo como el material de una obra de arte. La m�sica, la poes�a, en efecto, pueden sugerirnos que el dolor, el amor y la muerte no son todos en vano; pueden extraer una alegr�a agridulce de la dureza. Y sin embargo, y sin embargo, no nos atrevemos a recorrer las calles de Londres hoy y decir: �Consu�late; eres parte de la eterna tragedia; prestas patetismo al drama humano.

Tus penas se convierten en canciones, tus aflicciones se recogen en la gran sinfon�a orquestal del tiempo. Los hombres y las mujeres son mucho m�s interesantes cuando sufren que cuando tienen �xito. Si tan solo pudieras verlo y sentirlo, tu problema conduce a la paz final, incluso cuando las discordias en una pieza de desarrollo musical que chocan con tanta fuerza en el o�do son esenciales para el cierre perfecto en el que se resuelven suavemente.

�No, eso no servir�; ese no puede ser nuestro Evangelio para los pobres y los cargados. Entonces, �d�nde se encontrar�? �D�nde est� realmente el lugar del entendimiento? �Cu�l es nuestra �ltima palabra? �No es lo mismo que se da en el libro de Job? �El temor del Se�or, eso es sabidur�a; apartarse del mal, eso es entendimiento ". La vida moral nos guarda el secreto central de la realidad. La vida moral es nuestro acto de comuni�n con el poder que est� en el coraz�n de las cosas.

En �l llegamos; por ella llegamos a casa. Cientos de problemas pueden estar a nuestro alrededor sin resolver; es posible que tengamos que caminar en la ceguera en medio de un mundo del que no podemos hacer nada. Es posible que seamos totalmente incapaces de explicar el origen de las cosas, interpretar su prop�sito o prever su fin. Pero por todo esto podemos permitirnos esperar; porque, en lo m�s profundo de nuestro ser, tenemos eso en nosotros que nos mantiene encerrados dentro de la luz misma de la vida, dentro de la misma eternidad de Dios.

Su voluntad, esa voluntad en la que los mundos se mueven y est�n en existencia, se cierra alrededor de nuestra voluntad; Su amor, ese amor que es la fuente de toda la creaci�n y el fin de todo deseo, se pliega sobre nuestra peque�a llama temblorosa de amor. Somos suyos; El es nuestro. Rendidos a la ley de Su vida, estamos en paz dentro del mismo secreto de todos los secretos. Alg�n d�a conoceremos, veremos y entenderemos. Entonces el asombroso prop�sito se revelar� y cantaremos nuestro �Aleluya, Am�n.

Pero basta si ahora, por ciegos que seamos, e impotentes y tambaleantes, podamos ser conscientes de que �l, a quien poseemos y que nos desea, es �l mismo la �nica realidad suprema de todo lo que existe, que �l es Se�or y Dios. de todo, que por fin ser� todo en todos. Al entregarnos a �l, al obedecerle en Su temor, reside nuestra �nica sabidur�a presente, una sabidur�a que contiene la promesa y la garant�a de toda otra sabidur�a que pueda existir.

Este es el misterio de la conciencia, de la voluntad, del coraz�n, del temor del Se�or. A trav�s de �l, y solo a trav�s de �l, puede el hombre entrar dentro del velo, dentro de la luz. Esta fe en la ley moral se est� poniendo a prueba hoy en d�a, simplemente porque las vastas revelaciones de la ciencia parecen alejarnos cada vez m�s de un mundo en el que prevalecen los prop�sitos morales. El mundo del mecanismo infinito que se abre ante nosotros, alcanzando distancias espantosas m�s all� de nuestro poder incluso de imaginar, operando en una escala diminuta que paraliza nuestra raz�n, tiene el aire de algo completamente no moral.

No parece haber ning�n v�nculo que se mantenga entre �l y nuestros prop�sitos y convicciones. �D�nde estamos? �Qu� significado tenemos nosotros? �Qu� importancia nos atrevemos a atribuir a nuestras peque�as acciones? �Ah! Cu�n dif�cil es sostener nuestra creencia de que todos estos soles rodantes son como un mero polvo en la balanza frente a un Mandamiento que dice: "T� har�s", "No har�s". No pueden compararse con un pecado. El alma tiene eso que los supera a todos.

Qu� dif�cil; sin embargo, esa es nuestra fe. �El temor del Se�or�, decimos, �eso es sabidur�a�. �Podemos retenerlo r�pido? �Viviremos y moriremos en �l? �Lo pronunciaremos en voz alta y lo mantendremos frente a todos los millones de soles? No; la gu�a, la seguridad que necesitamos debe ser fuerte, decidida, magistral, absoluta, si ha de resistir la terrible contrapresi�n. Debe hablar una voz que nunca vacile, una voz que contenga el sonido mismo de la autoridad, una voz que no se pueda contradecir.

Y por lo tanto, para suplir este impulso autoritario, ha nacido en el mundo un Beb�, a trav�s del cual una apelaci�n como esa puede llegar a nosotros, �l vivir� y morir� para verificar el temor del Se�or como la �nica y �nica sabidur�a del hombre. A trav�s de Sus labios, el hombre puede saber, con una certeza que ninguna contra-experiencia podr� jam�s sacudir, que vale la pena perder el mundo entero, si tan s�lo puede salvar su alma; la verdad, la rectitud y la pureza son el �nico tesoro que puede acumular para s� mismo en el cielo, que m�s vale que se saque el ojo derecho antes que obtener de �l un placer lujurioso, que m�s le valga que lo ahoguen con una piedra de molino al cuello. en las profundidades del mar que hacer da�o al m�s peque�o de los peque�os de Dios.

En el sudor de sangre, en el sacrificio de la Cruz, �l exhibir� el esplendor invencible de la voluntad dedicada al precio de todo lo que la vida puede ofrecer. Y, adem�s, Aquel que afirma que la supremac�a del inter�s moral es aquel que, por Su misma naturaleza, proclama que el hombre, concentr�ndose en este inter�s moral �nico y dejando que todo siga su camino, se encuentra a s� mismo con la realidad eterna de la vida. cosas, una con la vida �ltima, una con el Padre de toda carne; porque Aquel que muere as� a todo menos al mandamiento moral es �l mismo Aquel en quien Dios resume toda la creaci�n.

Por lo tanto, no se le pide que desprecie o condene el maravilloso mundo revelado por la ciencia o revelado por el arte; No se les pide que piensen poco en ese vasto universo, con sus esferas rodantes, porque est� puesto ante ustedes, aqu� en la tierra, este �nico y supremo prop�sito: temer a Dios y odiar el mal. Porque en esta cuesti�n moral reside el secreto de la suma total de cosas; y la pura voluntad de Jes�s es la voluntad sobre la que se enmarca toda existencia.

Gana all� y ganar�s en todas partes; ganar all� en la lucha moral, y he aqu�, "Todo es tuyo, lo que est� en el cielo, lo que est� en la tierra y lo que est� debajo de la tierra". �Todo, por fin todo ser� tuyo! tienes el secreto del poder: "Porque t� eres de Cristo, y Cristo es de Dios". Pero recuerda, debes ganar all� o te perder�s, sea lo que sea lo que ganes. Ese es nuestro Evangelio. Y aqu�, en esta arena, no hay nadie que, en Cristo, no gane. Tu vida puede convertirse en una victoria. S�; incluso para ti, que te sientes, quiz�s, terriblemente golpeado por la presi�n de un mundo duro. ( Canon Scott Holland. )

Versículo 17

Y el cristal no puede igualarlo.

El cristal exacto

En primer lugar, se�alo que la religi�n es superior al cristal en exactitud. Esa masa informe de cristal contra la que accidentalmente chocaste tu pie se presenta con m�s exactitud que cualquier ciudad terrestre. Hay seis estilos de cristalizaci�n y todos ellos ordenados por Dios. Cada cristal tiene precisi�n matem�tica. La geometr�a de Dios lo atraviesa, y es un cuadrado, o es un rect�ngulo, o es un romboide o, de alguna manera, tiene una figura matem�tica.

Ahora bien, la religi�n supera eso por el simple hecho de que la precisi�n espiritual es m�s hermosa que la precisi�n material. Los atributos de Dios son exactos. La ley de Dios exacta. Los decretos de Dios son exactos. La administraci�n de Dios del mundo es exacta. Nunca contando mal, aunque �l cuenta las briznas de hierba y las estrellas, las arenas y los ciclos. Sus providencias nunca tratan con nosotros perpendicularmente cuando esas providencias deben ser oblicuas, ni laterales cuando deben ser verticales.

Todo en nuestra vida arreglado sin posibilidad de error. Cada vida es un prisma de seis lados. Nacido en el momento adecuado; muriendo en el momento adecuado. No hay sucesos en nuestra teolog�a. Si pensara que este es un universo descuidado, me volver�a loco. Dios no es anarquista. Ley, orden, simetr�a, precisi�n. Un cuadrado perfecto. Un rect�ngulo perfecto. Un romboide perfecto. Un circulo perfecto. El borde del manto de gobierno de Dios nunca se deshilacha.

No hay tornillos sueltos en la maquinaria del mundo. No sucedi� simplemente que Napole�n fue atacado con indigesti�n en Borodino, por lo que se volvi� incompetente por el d�a. No sucedi� simplemente que John Thomas, el misionero, en una isla pagana, esperando un atuendo y �rdenes para otra gira misional, recibi� ese atuendo y esas �rdenes en una caja que flot� en tierra, mientras que el barco y la tripulaci�n que transportaba el nunca se supo de la caja.

Los ladridos del perro de FW Robertson, nos dice, lo llevaron a una serie de eventos que lo llevaron del ej�rcito al ministerio cristiano, donde sirvi� a Dios con una utilidad de renombre mundial. No sucedi� simplemente as�. Creo en una Providencia en particular. Creo que la geometr�a de Dios puede verse en toda nuestra vida de manera m�s hermosa que en la cristalograf�a. Job ten�a raz�n. "El cristal no puede igualarlo". ( T. De Witt Talmage. )

Versículos 20-21

Verlo est� oculto a los ojos de todos los vivientes.

Misterio y dogma

Es el dogmatismo de la ciencia lo que se interpone en el camino de la reconciliaci�n tan necesaria, incluso m�s que el dogmatismo de la teolog�a. Nada es tan hostil al misterio como el dogmatismo. El sentido de misterio es el sentido de inmensidad, indefinici�n, grandeza. En el momento en que vienes con tus dogmas para medir y explicar todo, ese momento el misterio, la inmensidad, la grandeza, comienzan a desvanecerse. Bien entendido, los hechos de la ciencia y los hechos de la teolog�a nos apuntan a algo infinitamente m�s grande y m�s misterioso que los dogmas con los que tratamos de explicar, y al explicarlos, con demasiada frecuencia los encarcelamos y empeque�ecemos. Sin embargo, debemos tener dogmas tanto en teolog�a como en ciencia. Ning�n progreso, ninguna tradici�n, es posible sin ellos. Debemos aprender a usarlos sin abusar de ellos. ( DI Vaughan, MD )

Versículo 28

He aqu� el temor del Se�or, eso es sabidur�a.

La sabidur�a de ser religioso

�Temer al Se�or� y �apartarse del mal� son frases que la Escritura utiliza en una amplitud muy amplia para expresarnos la suma de la religi�n y la totalidad de nuestro deber.

I. Es habitual expresar toda la religi�n mediante alg�n principio eminente o parte de �l. Los grandes principios de la religi�n son el conocimiento, la fe, el recuerdo, el amor y el miedo. La suma de todas las religiones a menudo se expresa en alguna parte eminente de ella. Como "apartarse del mal", "buscar a Dios".

II. La idoneidad de estas dos frases para describir la religi�n. Para el primero, �el temor de Jehov�, la idoneidad de esta frase aparecer� si consideramos la gran influencia que el temor de Dios tiene sobre los hombres para hacerlos religiosos. Hay dos frenos o restricciones que Dios ha puesto sobre la naturaleza humana: la verg�enza y el temor. El miedo es el m�s fuerte. Para la segunda frase, �apartarse del mal�, aparecer� su idoneidad para expresar todo el deber del hombre si consideramos la conexi�n necesaria que existe entre la parte negativa y positiva de nuestro deber. El que tiene cuidado de evitar todo pecado, se esforzar� sinceramente por cumplir con su deber. La proposici�n en el texto es que la religi�n es el mejor conocimiento y sabidur�a. Haz esto bien.

1. Por prueba directa de ello.

(1) La religi�n es el mejor conocimiento. Es el conocimiento de aquellas cosas que son en s� mismas m�s excelentes; y tambi�n de aquellas cosas que nos resultan m�s �tiles y necesarias que sepamos.

(2) Ser religioso es la verdadera Sabidur�a. Porque es sabio para nosotros mismos y es sabio en cuanto a nuestros intereses principales.

2. Procurando mostrar la ignorancia y la locura de la irreligi�n. Todos los que son irreligiosos lo son en uno de estos dos relatos. Ya sea porque no creen en los fundamentos y principios de la religi�n, como la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y las recompensas futuras, o porque, aunque de alguna manera creen estas cosas, viven en contra de esto, su creencia. . Los primeros son culpables de lo que llamamos especulativo, los otros de ate�smo pr�ctico. El ate�smo especulativo no es razonable en cinco aspectos.

(1) Porque no da una explicaci�n tolerable de la existencia del mundo.

(2) Tampoco da ninguna explicaci�n razonable del consentimiento universal de la humanidad en esta aprehensi�n de que hay un Dios.

(3) Requiere m�s evidencia de las cosas de las que son capaces.

(4) El ateo pretende saber lo que ning�n hombre puede saber.

(5) El ate�smo se contradice. El ate�smo especulativo es una opini�n sumamente imprudente e inc�moda, porque va en contra del inter�s actual y la felicidad de la humanidad, y porque es infinitamente peligroso e inseguro en el tema. El ateo pr�ctico tambi�n es culpable de una locura prodigiosa.

3. La tercera forma de confirmaci�n ser� esforz�ndose por reivindicar la religi�n de aquellas imputaciones comunes que parecen acusarla de ignorancia o imprudencia. Principalmente estos: credulidad, singularidad, hacer un trato tonto. Entonces, ser�s verdaderamente Sabio, ser�s sabio para ti mismo, sabio para tu alma, sabio por la eternidad. Decide un curso de vida religioso. ( J. Tillotson, DD )

La sabidur�a de temer al Se�or

El temor de Dios, recomendado por nuestra religi�n, supone que tenemos nociones justas y adecuadas de los atributos divinos y de la providencia y el gobierno divinos. Nuestro temor de �l ser�, naturalmente, el temor de ofenderlo. El temor del Se�or despertar� f�cilmente un deseo sincero y ardiente de familiarizarse con todas las diversas verdades que el Todopoderoso ha revelado a los hijos de los hombres.

El temor del Se�or dispondr� a los hombres a adorarlo, y eso con toda su alma, su mente, su fuerza. El temor del Se�or es un poderoso freno a las malas pasiones y las inclinaciones corruptas de los hombres. El temor del Se�or excitar� a los hombres a cumplir fielmente todos sus deberes para con Dios y sus semejantes. La religi�n ense�a que los mejores fines que podemos perseguir son la gloria de Dios, la perfecci�n y la felicidad de tu naturaleza.

Solo la religi�n nos transmite esa sabidur�a que disipa la oscuridad y la ignorancia de aquellas cosas que pertenecen esencialmente a nuestra paz. El curso de vida que la religi�n recomienda es favorable a la paz mental, a la satisfacci�n con el estado en el que nos encontramos, a la salud del cuerpo, a la duraci�n de los d�as, al ejercicio vigoroso de todas nuestras facultades y, en consecuencia, al pleno disfrute de todos. las bendiciones externas de la providencia. ( W. Shiels. )

La naturaleza de la verdadera sabidur�a

Los muchos errores en los que caen los hombres al pasar por la vida, surgen de visiones falsas de nuestro estado actual. Esta vida se considera con frecuencia como un estado de cosas separado e independiente, como si estuviera completamente desconectado del futuro. De ah� surgen innumerables errores respecto a la naturaleza de la verdadera sabidur�a. La Escritura rectifica nuestros errores. Responde a la pregunta: �Qu� es la sabidur�a? La verdadera religi�n es sabidur�a. Mirarlo.

I. En su principio interior. "El temor del Se�or". No el miedo que despierta la aprehensi�n del mal. No servilismo sino filial. La reverencia de un ni�o obediente. Siempre va acompa�ado de amor, gozo y el consuelo del Esp�ritu Santo.

II. En sus frutos visibles. "Apartamiento del mal". Por maldad se quiere decir aqu� pecado: todo deseo, palabra y acci�n que tengamos motivos para creer que desagrada al Dios Todopoderoso. Las Escrituras representan uniformemente la renuncia al pecado como un efecto necesario y seguro del temor de Dios. �Debemos entender que aquellos que poseen este principio, se apartan uniforme y constantemente de todo mal? para que est�n completamente libres de pecado y nunca caigan por la fuerza de la tentaci�n? El estado de perfecta pureza y absoluta conformidad a la voluntad de Dios nunca se alcanza plenamente en este lado de la tumba. Sin embargo, existe una gran y amplia diferencia entre el car�cter de los que temen a Dios y los que no le temen.

III. En su excelente car�cter. Temer al Se�or es sabidur�a; apartarse del mal es "entendimiento". La verdadera sabidur�a s�lo se encuentra en los principios y en la conducta que conduzcan a la verdadera felicidad. La pregunta es: �En qu� consiste la verdadera felicidad? Preg�ntale al religioso d�nde lo ha encontrado. ( JS Pratt. )

Sabidur�a de un curso de vida religioso

1. Cierto es que todo el cuerpo de leyes morales y religiosas son las leyes del sabio y buen Legislador del mundo, cuyo prop�sito al impartirnos nuestro ser fue, sin duda, comunicar una parte de su felicidad y mejorarla a los hombres. m�xima capacidad de nuestra naturaleza. La sabidur�a Divina es nuestra seguridad de que nuestros caminos terminar�n en paz.

2. Con el fin de reivindicar la sabidur�a de una conducta religiosa, no puede ser impropio obviar un prejuicio que se propaga con demasiada frecuencia y se recibe con demasiada facilidad, a saber, que las felicidades del pr�ximo mundo no deben obtenerse de acuerdo con los t�rminos estrictos. del cristianismo, sin renunciar a los goces del presente. El misericordioso Autor de la religi�n no ha tratado tan mal a la humanidad. La religi�n proh�be s�lo aquellos males enga�osos pero destructivos que las pasiones de la humanidad han disfrazado con el disfraz del placer; esas actividades irregulares en las que ning�n hombre sabio pondr�a jam�s su felicidad o podr�a encontrarla.

Dios, que ha llenado la tierra con su bondad y nos ha rodeado de objetos que hizo agradables a nuestra naturaleza, no puede suponerse que nos exija que rechacemos su generosidad y que los consideremos a todos como el fruto de ese �rbol en el para�so, que era agradable a la vista pero prohibido degustar. Sean cuales fueren los placeres del vicio, todav�a hay un placer superior en dominar sus pasiones; porque es el placer de la raz�n y la sabidur�a; el placer de un intelectual, no de un mero ser animal; un placer que siempre resistir� la prueba de la reflexi�n y que nunca deja de impartir una satisfacci�n verdadera y permanente.

3. La sabidur�a de una conducta religiosa puede surgir por ser el fundamento seguro de esa paz mental que es el principal componente de la felicidad. Las condiciones de la vida humana no nos permitir�n esperar una exenci�n total de los males. La religi�n ciertamente nos traer� paz interior, pero no puede protegernos de contingencias externas. La religi�n no revertir� las distinciones de posici�n que la Providencia ha designado.

No nos proteger� de las pasiones ajenas. La religi�n no es menos amigable en su influencia en la vida social que en la privada, y es igualmente propicia para la felicidad del p�blico y de los individuos. Todas las virtudes que pueden dar seguridad y prosperidad a un pueblo, todos los deberes que las mejores leyes pol�ticas exigen como necesarios o conducentes a la tranquilidad p�blica, est�n prescritos por nuestra religi�n. Si la pr�ctica de la religi�n prevaleciera en general, los hombres escapar�an de m�s de la mitad de los males que afligen a la humanidad.

4. Puede aparecer as� la sabidur�a de una vida religiosa, porque tal conducta es infinitamente preferible, infinitamente m�s prudente y segura, cuando se tiene en cuenta el futuro. En general, el buen hombre disfruta de una felicidad superior en este mundo, y en el pr�ximo est� solo, sin ning�n rival, en sus esperanzas y pretensiones. ( G. Carr. )

Todo el deber

Cuando encontramos en este y en tantos otros lugares de la Sagrada Escritura, el temor de Dios puesto para expresar todo nuestro deber, y tantas cosas buenas que se dicen de �l, uno puede sospechar con justicia la verdad de lo que algunos hombres, con demasiada osad�a, han avanzado, como si la obediencia que procede de un principio de temor fuera totalmente condenable y no tendr�a importancia a los ojos de Dios. Sin duda, si el temor del Se�or es sabidur�a, el razonamiento de estos hombres debe ser una locura.

El amor perfecto echa fuera el temor, pero es el temor de los hombres, no de Dios. Observe tambi�n que la religi�n se nos describe en el texto mediante expresiones que suponen claramente que es algo pr�ctico. Consiste no s�lo en un conjunto de nociones y opiniones que pueden poseer la cabeza sin tocar el coraz�n, sino que es algo que influye e influye en los afectos, fluye hacia la acci�n y da vida y gracia, consistencia y regularidad a la conducta. .

El temor del Se�or, al que aqu� se aplica el car�cter de la sabidur�a, debe suponerse que se manifiesta en los felices frutos de una conducta bien ordenada, piadosa, prudente y recta. Debe suponerse que el temor del Se�or significa tal temor religioso y reverencia a la Divina Majestad, tal sentido de Dios que prevalece en nuestras mentes, que efectivamente nos inclinar� a obedecerle en el curso y la conducta de nuestra vida.

1. Esa es la sabidur�a en la que los hombres m�s sabios est�n de acuerdo y declaran que es as�. Los hombres m�s sabios de todas las edades han acordado recomendar una vida de religi�n y virtud. Los mejores y m�s sabios de los fil�sofos siempre estuvieron del lado de la religi�n, inculcando diligentemente el temor y la adoraci�n de la Deidad, de acuerdo con esa luz imperfecta y conocimiento de �l que pod�an alcanzar por la fuerza de la raz�n; e imponiendo a los hombres la pr�ctica de todos los deberes morales.

2. Esa es la sabidur�a que toda nuestra observaci�n y experiencia del mundo confirma evidentemente que es as�. Como siempre se ha considerado a la experiencia como la mejor amante y la mejor gu�a para la verdad, todo lo que se nos presente as� probado y recomendado como sabidur�a, debe permit�rsele con toda raz�n. Y esto, en un c�lculo justo y equitativo, encontraremos que estamos del lado de la religi�n. El Libro de Eclesiast�s no es m�s que una demostraci�n de la sabidur�a de una vida religiosa a partir de la observaci�n y la experiencia del mundo. Una muy poca experiencia del mundo nos convencer� de la incertidumbre de todas las cosas aqu� abajo. Pero la felicidad de la otra vida superar� nuestras m�ximas expectativas.

3. Esa es la sabidur�a que, en todos los sucesos y en cada estado de la vida, hace al hombre satisfecho de s� mismo, y de la que ning�n hombre ha encontrado nunca raz�n para arrepentirse. Este es el privilegio peculiar de un curso de vida virtuoso y religioso. �Qui�n vio alguna vez raz�n para arrepentirse o sentirse inc�modo porque hab�a cumplido con su deber, porque hab�a puesto su gran cuidado y esfuerzo en vivir en el temor de Dios y en la observancia diligente de sus mandamientos?

4. Esa es la sabidur�a que, en el resultado final y en el evento de las cosas, ciertamente parecer� serlo. Ese debe ser necesariamente el curso m�s sabio que un hombre puede tomar, el cual no solo tiende a traerle paz y satisfacci�n por el presente, sino que le asegura una porci�n de felicidad en el futuro, y esa felicidad m�s completa y duradera, incluso para siempre jam�s. Cuando consideramos el temor de Dios y la pr�ctica de nuestro deber a esta luz, y lo comparamos con su impiedad y vicio contrarios, cuando reflexionamos sobre la bendita recompensa de uno y los tristes caminos del otro; debemos perder todo sentido del bien y del mal si no estamos completamente convencidos de la verdad del texto. ( C. Peters, MA )

El temor del se�or

�Puede el hombre alcanzar la m�s alta sabidur�a, el m�s alto estado de excelencia, sin una revelaci�n de Dios? Cuando se nos presenta al hombre como poseedor de poderes y capacidades de los que se puede decir que conquista la naturaleza, �c�mo es posible que el desarrollo intelectual no sea igualado por la elevaci�n moral? Despu�s de todo, se le describe como no haber encontrado sabidur�a. La ciencia puede dar conocimiento, pero no puede alcanzar la sabidur�a. �De d�nde, entonces, este misterio de la inconsistencia, este enigma de la grandeza y la peque�ez, del bien y del mal? El hombre no est� en el estado en el que fue creado.

Es un monumento en ruinas de una criatura que alguna vez fue noble. �Puede el hombre ca�do adquirir sabidur�a? Puede adquirir riquezas, pero no puede poner precio a la sabidur�a. La terrible lecci�n de la historia enfatiza la palabra de Dios en cuanto a la degradaci�n moral que ha marcado al hombre en todos los tiempos. La sabidur�a personificada se ve en la persona de Cristo. En �l est�n escondidos todos los tesoros de la sabidur�a. �Cu�l es la adaptaci�n del hombre para recibir lo que Dios se complace en revelar? Dios comunica la sabidur�a; el hombre lo recibe, apreciando y simpatizando con la mente divina, y esta capacidad de recepci�n existi� desde el principio. �Cu�l es la posici�n y el deber propios del hombre como consecuencia de esta comunicaci�n divina? ( JC Cadman. )

Que es sabiduria

1. La sabidur�a no es aprender. Constantemente observamos cu�nto puede saber un hombre y, sin embargo, qu� tonto puede ser.

2. La sabidur�a no es astucia, aunque a menudo se la confunde, especialmente por los j�venes, que tienden a dar a un cierto tipo de capacidad intelectual mucha m�s admiraci�n de la que merece. Lo que queremos como gu�a pr�ctica es la sabidur�a del juez. Si consideramos la Sabidur�a pr�ctica como aquello que nos gu�a a la l�nea de conducta mejor calculada para asegurar nuestra felicidad, indudablemente debe ser prudente asegurarnos el favor de Aquel que es infinito en poder y cuyas recompensas son eternas.

Cuando nos dirigimos al Nuevo Testamento, encontramos una base para la �tica cristiana muy diferente a la del ego�smo m�s ilustrado. La fuente de nuestras acciones debe ser el amor a Cristo, y la semejanza a Cristo el modelo de perfecci�n al que debemos apuntar. �Y cu�l fue el car�cter de Cristo? "Cristo no se agrad� a s� mismo". Vino a beneficiarse; teniendo en cuenta s�lo el gran objetivo por el que hab�a venido, y buscar y salvar a los que se hab�an perdido.

Cristo no se agrad� a s� mismo, as� que cada uno agrade a su pr�jimo para su bien para edificaci�n. Aqu� est� la paradoja del cristianismo. La sabidur�a nos ense�a a proveer para nuestra felicidad de la manera m�s iluminada; pero aqu� tenemos lo que parece una regla bastante diferente; no busques tu propia felicidad en absoluto; vivir y trabajar por la felicidad de los dem�s. La clave de la paradoja se encuentra en las palabras de nuestro Se�or: �Es m�s bienaventurado dar que recibir.

"Si quieres saber cu�les son los frutos de aquello que es algo superior y m�s c�lido que la mera virtud, el amor real por los dem�s, como aquel del cual la vida terrenal de nuestro Redentor es el modelo m�s elevado, solo necesitamos imaginar Su ejemplo seguido por un solo individuo. Es eminentemente cierto del amor: "Dad, y se os dar�". ( J. Salm�n. )

�D�nde se encuentra la sabidur�a?

Muchos corren de un lado a otro y el conocimiento aumenta. Muchos nos est�n abriendo los maravillosos caminos de la ciencia. Pero, despu�s de todo, volvemos a la pregunta: "�D�nde se encontrar� la sabidur�a?" �D�nde ganaremos lo que puede satisfacernos plenamente, lo que puede llevarnos a Dios y alegrarnos con la luz de su rostro? La sabidur�a es una posesi�n interior, un tesoro espiritual. Su asiento no est� en la cabeza, sino en el coraz�n; no en la mente, sino en los afectos y la vida.

Aunque el conocimiento es poder, no es suficiente. El deseo de conocimiento es bueno. La sabidur�a, aunque de origen celestial, todav�a se nos concede para que la ejerzamos en la tierra. La forma de lograrlo es �temer a Dios y guardar sus mandamientos�. Esto incluye apartarse del mal.

1. Cu�n importante es que los j�venes comprendan este principio divino y act�en sobre �l de inmediato. Una de las dificultades de la juventud es el miedo a tus compa�eros. Est� llamado por la propia voz de Dios a oponerse firmemente a esto. El ni�o que carece de valor moral se convierte en un cobarde moral en la madurez. Una vez m�s, si no temes a Dios d�a y noche, ser�s conducido a caminos de impureza que pueden manchar tu vida entera y hacerte miserable durante a�os. Ser� necesario el temor de Dios para romper con los malos h�bitos.

2. Los mayores deben estar atentos cada vez m�s a esta gran palabra de Dios, que no es demasiado elevada para ninguno de nosotros y sobre la cual cada uno de nosotros puede actuar si quiere. Dediquemos cada uno de nosotros a la pr�ctica diaria de esta sabidur�a celestial, arraigada en el temor del Se�or. Nunca nos arrepentiremos de esa auto-devoci�n, esa devoci�n de por vida, esa educaci�n de por vida, esa santa disciplina del amor. ( GE Jelf, MA )

La busqueda de la sabiduria

No hay nada que el hombre persiga y cace m�s fervientemente que la sabidur�a y el entendimiento; y no hay nada que Dios desee m�s que obtener. Y, sin embargo, es tal la obstinaci�n de nuestra voluntad y la perversidad de nuestra naturaleza, que cuando Dios nos muestra la verdadera sabidur�a y el camino hacia ella, no seguiremos sus instrucciones, sino que la buscaremos de acuerdo con nuestra propia fantas�a, donde nunca se va a tener.

El diablo derroc� a nuestros primeros padres persuadi�ndolos de que aspiraran a una mayor medida de conocimiento del que Dios hab�a cre�do conveniente otorgarles; y siempre ha utilizado la misma tentaci�n para la ruina de su posteridad. Aquellos que, uno pensar�a, deber�an ser los m�s capaces de resistir sus tentaciones (me refiero a los �eruditos�), a menudo son frustrados por �l con mayor facilidad. Su gran conocimiento y sus partes, las m�s excelentes dotes, que podr�an ser muy �tiles para la gloria de Dios y el bien de Su Iglesia, los persuade a abusar en el mantenimiento de disputas y controversias innecesarias (a veces peligrosas).

En este texto y cap�tulo, los tres amigos de Job son muy audaces y tontamente positivos en sus afirmaciones sobre los decretos de Dios. Como si hubieran sido miembros del consejo privado de Dios, hubieran estado a su lado y comprendieran cabalmente todo el designio de su providencia al afligir tan severamente a su siervo Job, actualmente lo consideran un pecador sumamente grave. Todo esto Job oye y soporta con paciencia.

Era lo suficientemente sensato de que Dios lo hab�a afligido, y sab�a tambi�n que no era por su hipocres�a, sino por alg�n fin secreto mejor conocido por Su infinita sabidur�a; y, por tanto, no lo pregunta, sino que trabaja para cumplir con su propio deber y recibir el mal de la mano de Dios, si se lo env�a, as� como el bien, y soporta con paciencia cualquier carga que le imponga. �sta es toda la sabidur�a a la que aspira; no se entromete en el consejo secreto de Dios, ni busca el conocimiento que sab�a que era "demasiado maravilloso para �l". Dios comprende el camino de la sabidur�a, y solo �l lo comprende; y no querr� que nadie m�s lo entienda ni se entrometa en ello.

I. �Qu� se entiende por "temor del se�or"? El miedo peculiar de los hombres malvados no es la sabidur�a, sino la locura y la locura, es el pecado. Algunos hombres temen tanto a Dios que se esforzar�n por abstenerse de pecados graves y escandalosos; pero no por verdadero amor que tengan por Dios, o por cualquier odio que tengan al pecado, sino simplemente por inter�s propio, para que puedan escapar de esa venganza que saben que alg�n d�a se ejecutar� sobre los imp�os.

Este temor no es pecado en todos los hombres; en algunos es una virtud, y si no es la sabidur�a aqu� en el texto, al menos es un buen paso hacia la obtenci�n de ella. Es m�s, este temor a la ira de Dios est� tan lejos de ser ilegal, que es absolutamente necesario. El verdadero temor es el que procede del amor, no es m�s que amor, no a nosotros mismos, como el temor anterior, sino a Dios, como �nico objeto que puede merecer nuestros afectos. Esta gracia puede denominarse indiferentemente miedo o amor. Este es el temor que sostuvo a Job bajo sus poderosas aflicciones.

II. Qu� es "apartarse del mal" o del pecado; la �nica cosa en el mundo que podemos llamar correctamente maldad. Porque todo lo que Dios ha hecho es bueno. Apartarse de esta maldad del pecado en el nombre y temor del Se�or, es la mayor sabidur�a de la que es capaz el hombre. Pero entonces debemos estar seguros de hacerlo en el temor del Se�or.

(1) Este apartarse del mal en el temor del Se�or es nuestra mayor sabidur�a, porque nos librar� del mayor mal, tanto aqu� como en el m�s all�, del pecado y del infierno. Este miedo nos protege de todos los dem�s miedos.

(2) Esta sabidur�a nos procura el mayor bien.

(3) Esto, por s� solo, es suficiente para hacernos eternamente felices. ( Samuel Scattergood, MA )

Verdadera sabidur�a

�El temor del Se�or, eso es sabidur�a�, porque ella, y s�lo ella, asegura la verdadera felicidad para el hombre, tanto aqu� como en el m�s all�. Hace esto

I. Eliminando los muchos obst�culos morales a la felicidad del hombre. La carga del pecado. Una conciencia culpable. Contaminaci�n moral ( Romanos 5:1 ).

II. Por la restauraci�n del alma a su pr�stino estado de pureza y semejanza con Dios ( Efesios 4:24 ; Colosenses 3:10 ). Crea nuevos gustos: gustos por cosas sublimes, exaltadas, nobles y santas.

III. Por su tendencia real a asegurar incluso el bien temporal en circunstancias ordinarias. Inculca h�bitos sobrios, honestos, laboriosos y todo lo que ayude a los hombres a progresar en la vida.

IV. Por el consuelo que ofrece bajo todas las pruebas y dolores inevitables de la vida presente.

1. Consuelo en el pensamiento de la presente Providencia activa de Dios ( Mateo 10:29 ; Hebreos 12:8 ).

2. Consuelo otorgado por la presencia y acci�n bondadosa del Esp�ritu Santo ( Juan 14:16 ).

3. Consuelo realizado en la seguridad de un prop�sito divino para el bien en todos estos problemas ( Romanos 8:28 ).

4. Consuelo ante la perspectiva de la gloriosa herencia para la que estos problemas tienden a encajarnos ( 2 Corintios 4:16 ; Juan 14:1 ).

5. Por la seguridad que as� da de morar a la luz de Dios para siempre ( Salmo 16:11 ; Lucas 12:32 ; Mateo 13:43 ; Apocalipsis 22:3 ). ( Revista homil�tica ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Job 28". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/job-28.html. 1905-1909. Nueva York.
 
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