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Bible Commentaries
Job 29

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

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Versículo 2

Oh, que fuera como en meses pasados.

Las fluctuaciones de una vida religiosa.

I. Su prevalencia. Los reflujos y las mareas de sentimientos son comunes a toda la vida, buena o mala. Los estados de �nimo religiosos son tan frecuentes, tan inciertos y tan inmanejables como cualquier otro estado de �nimo, y en determinadas condiciones est�n absolutamente fuera de nuestro control. Forzarnos a subir a un estado elevado de sentimiento espiritual es un asunto que no siempre podemos hacer. Las ocasiones importantes no siempre nos encuentran con el poder necesario, sin embargo, es posible que hayamos trabajado para lograrlo.

Hay primavera y verano, oto�o e invierno, en la naturaleza; de hecho, todo en la naturaleza sugiere que debemos tener nuestras pausas y descansos, que es imposible continuar en una l�nea de pensamiento o acci�n sin cesar o cambiar. Tenga cuidado de pasar condenas radicales sobre usted mismo o sobre los dem�s, en momentos de escasez espiritual.

II. Las causas generales de la fluctuaci�n religiosa.

1. Tome lo constitucional.

(1) Para empezar con lo f�sico. Cualquier defecto en los �rganos digestivos vitales cambiar� todo el curso de la vida religiosa de un hombre. Sus variaciones, tiros y vueltas inexplicables e irregularidades, son en muchos casos el resultado por completo de alguna enfermedad f�sica.

(2) O puede ser mental. Es maravilloso c�mo nuestras emociones y susceptibilidades est�n ligadas a nuestra naturaleza intelectual. Es el cerebro, el organismo corporal, el que da identidad, distinci�n, car�cter a toda nuestra vida. En cierto sentido, el material es simplemente un instrumento de naturaleza espiritual; pero en otro, y en un sentido muy importante, es el elemento rector y dominante, en lo que respecta a nuestras emociones, sentimientos y experiencia: lo espiritual toma toda su complexi�n de lo material.

La vacilaci�n que se puede ver en uno, cuando otro se apresura a actuar, se debe simplemente a que el intelecto con mucha frecuencia mantiene la voluntad restringida. Algunas personas act�an por impulso, no por raz�n, con probabilidades en las que una mente sana y vigorosa no se atrever�a a confiar.

(3) Pero nuevamente, nuestra experiencia var�a mucho desde otro punto de debilidad constitucional, y ese es el punto de vista moral. Uno de los grandes misterios de la vida son las desigualdades de percepciones morales que se encuentran en el mundo, independientemente de la gracia de Dios. Todas las tendencias naturales de un hombre mienten hacia el pecado; y sentir el bien y hacer el bien es un conflicto perpetuo. No es de extra�ar que a menudo se sienta abrumado por la desesperaci�n.

2. Providenciales, es decir , causas fuera de nuestro control, no puestas en movimiento por nuestro deseo o deseo, o por nuestra negligencia - y de todos los h�roes mencionados en la Biblia, ninguno sufri� m�s a este respecto que Job. Cuando la Providencia inflige heridas, te env�a tristeza, no sue�es que la pesadez de tu alma es una indicaci�n de un coraz�n infiel. Dios te est� probando, tamiz�ndote. Tener fe; todo est� bien; la gracia no es ceder al pecado. Cuando deba ser invierno en tu alma, no intentes que sea verano. "A quien ama el Se�or", etc.

3. Caracter�stica. Y&mdash

(1) entre ellos se encuentra una expectativa desmesurada de asistencia de otros, que en algunas personas equivale ni m�s ni menos que a un concepto err�neo radical de lo que realmente es la religi�n. Si la vida ha de ser grande, noble, bendecida, debe surgir de la sagrada independencia. El sentimiento religioso, el crecimiento, el poder, no se desarrollan con las caricias y los afectos de nuestros amigos. Sus propios recursos son mejores que todos los dem�s recursos juntos, de cualquier tipo o naturaleza.

Hasta que pueda obtener la naturaleza del robusto roble, que da la bienvenida tanto al fr�o del invierno como al calor penetrante del verano, estar� en una condici�n fluctuante todos los d�as de su vida. Como un cristal de intemperie, en lo que se refiere a las cosas espirituales.

(2) Una causa caracter�stica de nuestra vida religiosa ascendente y descendente es esta, dependiendo demasiado de la eficacia del esfuerzo espasm�dico.

4. Las causas vitales o radicales, que, al fin y al cabo, son las causas reales. Son

(1) El intento de ser religioso sin el principio religioso; el intento de llevar una nueva vida sin una nueva naturaleza, muy imperante ahora, pero con consecuencias muy fatales. Vive estos llenos de pecado secreto.

(2) Es el caso donde ha habido una conversi�n genuina, pero donde el fuego se ha apagado y no queda nada m�s que la apariencia de piedad, y no el poder.

(3) Es el caso donde hay una conexi�n real con la vida de Dios, pero tan d�bil e irregular, que el creyente es sacudido por todo viento y doctrina.

III. El remedio para esta inconstancia, esta fluctuaci�n.

1. Entr�gate a un autoexamen muy frecuente y minucioso ante Dios.

2. Debes ser m�s fiel en los detalles de tu vida religiosa. Las cosas peque�as se convierten en cosas grandes.

3. Debes ser m�s constante en tu atenci�n a los medios de gracia, m�s particularmente a las ordenanzas especiales de la casa de Dios; pero&mdash

4. Elevado y supremo por encima de cualquier otra precauci�n y remedio, siempre debes mantener tu coraz�n abierto a la luz del cielo y la gracia de Dios; y luego, cualesquiera que sean sus obst�culos, sus inconvenientes, su debilidad constitucional o sus aflicciones espirituales, todos ceder�n ante la fuerza de su fe en Dios. ( TE Westerdale. )

Fluctuaci�n espiritual

No hay condici�n m�s triste o m�s deprimente que aquella en la que miramos hacia atr�s con pesar, hacia d�as mejores y horas m�s felices. Este trasfondo de tristeza lamentable hace que el grito de Job sea pat�tico. Hab�a visto d�as mejores. Debido a que midi� el favor de Dios por la cantidad de prosperidad mundana que le hab�a sido dada, lleg� a la conclusi�n de que Dios, al menos mensurable, lo hab�a abandonado. Era un est�ndar equivocado por el cual juzgar a Dios, aun as� era su est�ndar.

Estamos interesados ??en la experiencia de Job en la medida en que es una ilustraci�n de la experiencia espiritual. Nuestra vida espiritual o religiosa, como la f�sica, est� sujeta a fluctuaciones. Hay causas y remedios para una condici�n espiritual tan fluctuante.

I. Investigue las causas.

1. Causas f�sicas. Es dif�cil saber cu�ntas de nuestras fluctuaciones espirituales se deben a nuestros cuerpos. La mente y el alma tienen poder de control sobre el cuerpo; pero es igualmente cierto que el cuerpo los gobierna. El cuerpo es el canal de nuestras emociones m�s nobles y de nuestros dolores m�s profundos. Dado que el cuerpo tiene su efecto sobre el esp�ritu, debe ser guardado y cuidado religiosamente.

2. La mente. Sus diferentes estados de �nimo afectan a todas las dem�s partes de nuestras vidas. Sus poderes, deformados por el pecado, nos llevan de aqu� para all�. Es la verdadera religi�n que atrae y llega tanto a la mente como al coraz�n, la raz�n y las emociones; pero las divagaciones voluntarias y los cuestionamientos siempre inquietos de la mente la llevan con demasiada frecuencia de amarras seguras. Los pensamientos que abrigamos; el tipo de lectura que seleccionamos; los h�bitos de juicio que cultivamos, todos tienen su efecto en nuestro coraz�n.

3. Causas providenciales. Las circunstancias en las que nos encontramos, y sobre las que no tenemos control, parecen cambiar a menudo toda nuestra perspectiva. As� sucedi� con Job. Es comparativamente f�cil tener una mentalidad espiritual siempre que todo vaya bien, pero los problemas a menudo apartan al pobre y d�bil coraz�n de su refugio y hacen que el cielo parezca oscuro.

4. La gente vive con demasiada frecuencia en un plano espiritual demasiado bajo. No vivimos lo suficientemente cerca de Dios. Hay comuni�n y compa�erismo con Dios que es descuidado y abandonado. Los hombres viven en un plano cada vez m�s bajo, y luego se preguntan por qu� su fe no es tan clara, sus corazones no son tan c�lidos y sus esp�ritus tan radiantes como en los d�as anteriores: por qu� el cielo parece m�s lejano cuanto m�s se acercan a la eternidad. Se imaginan que Dios ha cambiado, mientras que el cambio est� todo en ellos. Las tierras bajas espirituales seguramente contar�n sobre la vida espiritual.

II. Inferencias en relaci�n con este tema.

1. Que ning�n cristiano llegue a la conclusi�n de que, debido a que ha estado sujeto a tales cambios, ha perdido la religi�n y el favor de Dios. Este fue uno de los problemas de Job. La religi�n es algo m�s profundo que nuestros sentimientos y mucho m�s completo. No encuentra su base en nuestros cambios de humor ni en nuestras emociones cambiantes, sino en la Palabra inmutable y las provisiones de Dios.

2. Debe haber un nivel de vida m�s alto que el mero sentimiento. Si las emociones fueran el indicador de nuestra vida religiosa, nunca podr�amos estar completamente seguros de nuestra posici�n espiritual. Hubo momentos de depresi�n y exaltaci�n del lado humano de la vida del Salvador. A lo largo de Su accidentada experiencia, el �nico gran principio de acci�n fue que �l pod�a hacer la voluntad de Dios. El est�ndar m�s alto que se nos presenta no son nuestras emociones fluctuantes, sino nuestro ferviente cumplimiento de la voluntad de Dios.

III. Remedios para esta fluctuaci�n espiritual.

1. Autoexamen estricto y frecuente.

2. Se presta mucha atenci�n a los detalles de la vida.

3. Actividad pr�ctica. Dios quiere que trabajemos y hagamos por �l, tengamos ganas de hacerlo o no.

4. Que las ventanas del alma se mantengan constantemente abiertas hacia el cielo. El Salvador hizo eso. Toda la fuerza disponible viene de arriba. ( Francis F. West. )

Retrospectivas dolorosas

La humanidad es una hermandad, y el lenguaje de Job encuentra respuesta en muchos corazones piadosos.

I. La declinaci�n es el primer pensamiento que sugieren estas palabras. Esto puede haber sido apenas perceptible, porque como la vida espiritual se desarrolla no por estados de �nimo violentos, ni por impulsos espasm�dicos, sino gradualmente; como su afluencia es como la afluencia de las mareas, la declinaci�n espiritual es gradual: no se registra a s� misma, es comparativamente inconsciente. A�n as�, existen causas espec�ficas por las que se produce.

1. Especulaci�n religiosa. No conviene alterar la br�jula o la carta. �Qu� evitar� que una embarcaci�n se desv�e de su curso si se ha hecho que la aguja se desv�e de su posici�n real? Las verdades b�blicas deben mantenerse inviolables, no es que deba haber una aceptaci�n ciega y sin raz�n de las creencias religiosas, sino que se nos recomiendan ciertas verdades que est�n m�s all� de toda controversia.

2. Los cuidados del mundo. �stas son causas fruct�feras de decadencia espiritual. No era de extra�ar que Pedro quisiera permanecer en la cima del Tabor con Cristo. Bajo un sol tropical, alimentado por el aire templado, las frutas ricas y deliciosas maduran f�cilmente; as�, cerca del Trono, en momentos semejantes a la hora de la transfiguraci�n, se desarrollan r�pidamente las gracias cristianas; pero el contacto cada hora con el mundo ajetreado, sus ansiedades y distracciones, pueden ser perjudiciales para la piedad y deformar el car�cter cristiano.

3. Descuido de los medios de gracia. Estos son elogiados, no arbitrariamente. Son las leyes de la vida espiritual, condiciones esenciales de crecimiento.

II. La solicitud es una indicaci�n esperanzadora. Es un signo de vida espiritual. La Iglesia de Laodicea fue acusada de indiferentismo. "Ojal� tuvieras fr�o o calor".

III. El deseo puede cumplirse. ( John Love. )

El arrepentimiento de Job y el nuestro

I. Comencemos diciendo que los lamentos como los expresados ??en el texto son y deben ser muy amargos. Si lo que lamentamos es la p�rdida de las cosas espirituales, entonces podemos decir desde el fondo de nuestro coraz�n: "Oh, si yo fuera como en los meses pasados". Es una gran cosa para un hombre estar cerca de Dios; Es un privilegio de elecci�n ser admitido en el c�rculo �ntimo de la comuni�n y convertirse en el amigo familiar de Dios.

Por grandioso que sea el privilegio, tan grande es la p�rdida del mismo. Ninguna oscuridad es tan oscura como la que cae sobre los ojos acostumbrados a la luz. El hombre que nunca ha gozado de la comuni�n con Dios no sabe nada de lo que debe ser perderla. Las misericordias que Job deplor� en nuestro texto no son peque�as.

1. Primero, se queja de haber perdido la conciencia de la preservaci�n Divina. �l dice: "Oh, si yo fuera como en los meses pasados, como en los d�as en que Dios me preserv�". Hay d�as con los cristianos en los que pueden ver la mano de Dios a su alrededor, deteni�ndolos en los primeros acercamientos del pecado y poniendo un cerco en todos sus caminos.

2. Job tambi�n hab�a perdido el consuelo divino, porque mira hacia atr�s con lamentaci�n al tiempo en que la vela de Dios brillaba sobre su cabeza, cuando el sol del amor de Dios estaba, por as� decirlo, en el cenit, y no proyectaba sombra; cuando se regocij� sin cesar, y triunf� de la ma�ana a la noche en el Dios de su salvaci�n. "El gozo del Se�or es nuestra fuerza". Adem�s, Job deplor� la p�rdida de la iluminaci�n divina.

�A su luz�, dice, �camin� en tinieblas�, es decir, la perplejidad dej� de ser perplejidad; Dios arroj� tal luz sobre los misterios de la Providencia, que donde otros perdieron su camino, Job, sabio por el cielo, pudo encontrarlo. Ha habido ocasiones en las que, para nuestra paciente fe, todo ha sido claro.

3. Adem�s, Job hab�a perdido la comuni�n Divina; as� parece, porque llor� los d�as de su juventud, cuando el secreto de Dios estaba sobre su tabern�culo. �Qui�n le dir� a otro cu�l es el secreto de Dios?

II. Pero, en segundo lugar, perm�tame recordarle que estos lamentos no son inevitables; es decir, no es absolutamente necesario que un cristiano los sienta o se vea obligado a expresarlos. Se ha convertido en una tradici�n entre nosotros, que cada cristiano debe retroceder en cierta medida, y que el crecimiento en la gracia no se puede sostener ininterrumpidamente. No hay ninguna necesidad inherente en la vida divina misma que la obligue a declinar, porque �no est� escrito: "Ser� en �l un pozo de agua que brotar� para vida eterna"? Y no hay per�odo de nuestra vida en el que sea necesario que retrocedamos. Ciertamente, la vejez no ofrece excusa para el declive: �a�n dar�n fruto en la vejez; ser�n gordos y florecientes; para mostrar que el Se�or es recto ".

III. Pero ahora me veo obligado a decir que los lamentos expresados ??en nuestro texto son extremadamente comunes y solo aqu� y all� nos encontramos con un creyente que no ha tenido motivos para usarlos. No deber�a ser as�, pero es as�. Lo com�n de este lamento puede explicarse en parte por la tendencia universal a subestimar el presente y exagerar la excelencia del pasado. Entonces, nuevamente, los arrepentimientos pueden surgir en algunos casos de un celo santo.

El cristiano, en cualquier estado en el que se encuentre, siente mucho su propia imperfecci�n y lamenta sus defectos conscientes. Y, perm�tanme agregar, que muy a menudo estos lamentos nuestros sobre el pasado no son sabios. Es imposible establecer una comparaci�n justa entre las diversas etapas de la experiencia cristiana, para dar una preferencia juiciosa a una sobre otra. Considere, como en una par�bola, las estaciones del a�o.

Hay muchas personas que, en medio de las bellezas de la primavera, dicen: ��Ah, pero qu� irregular es el tiempo! Estos vientos de marzo y chubascos de abril van y vienen con tales arranques y arranques, que no se puede depender de nada. Dame las glorias m�s seguras del verano ". Sin embargo, cuando sienten el calor del verano y se enjugan el sudor de la frente, dicen: �Despu�s de todo, con toda la belleza que nos rodea, admiramos m�s la frescura, el verdor y la vivacidad de la primavera.

La campanilla blanca y el azafr�n, que se presentan como la vanguardia del ej�rcito de flores, tienen un derecho superior sobre ellos ". Ahora bien, es in�til comparar la primavera con el verano; se diferencian y cada una tiene sus bellezas. Agradezcan a cada uno de ustedes por lo que tienen, porque por la gracia de Dios ustedes son lo que son. Sin embargo, despu�s de hacer todas estas deducciones, no puedo concebir que en conjunto expliquen la prevalencia de estos lamentos; Me temo que el hecho surge de la triste verdad de que muchos de nosotros nos hemos deteriorado en la gracia, hemos deca�do en esp�ritu y degenerado en el coraz�n.

IV. Dado que estos lamentos son extremadamente comunes, es de temer que en algunos casos sean muy necesarios. �No hay signos de declive que algunos de nosotros podr�amos descubrir en nosotros mismos, con un examen muy leve? �No es el amor fraternal, en muchos cristianos, muy cuestionable?

V. Pero debo pasar para observar que estos lamentos por s� mismos son in�tiles. No es rentable leer estas palabras de Job y decir: �As� es, as� es como me siento�, y luego continuar de la misma manera. Si un hombre ha descuidado su negocio y, por lo tanto, ha perdido su oficio, puede marcar un giro en sus asuntos cuando dice: "Ojal� hubiera sido m�s trabajador"; pero si permanece en la misma pereza de antes, �de qu� sirve su arrepentimiento? Si no busca ser restaurado, est� agregando a todos sus pecados anteriores el de mentir ante Dios, al expresar lamentaciones que no siente en su alma.

VI. Estos lamentos, cuando son necesarios, son muy humillantes. Durante el tiempo que hemos estado retrocediendo deber�amos haber avanzado. �Qu� gozos hemos perdido con nuestros vagabundeos! Qu� progreso nos hemos perdido. �Ay, cu�nto ha perdido la Iglesia por nosotros! porque si el cristiano se vuelve pobre en gracia, disminuye la riqueza de la gracia de la Iglesia. VII. Estos lamentos, entonces, son humillantes y pueden resultar muy rentables de muchas otras formas. Primero, nos muestran qu� es la naturaleza humana. Aprenda nuevamente a valorar las bendiciones espirituales que a�n quedan. Esto deber�a ense�arnos a vivir por fe, ya que nuestros mejores logros nos fallan.

VIII. Estos lamentos no deben ser continuos: deben eliminarse. Vuelve a donde empezaste. No se quede discutiendo si es cristiano o no. Acude a Cristo como un pobre pecador culpable. ( CH Spurgeon. )

Confort para los abatidos

I. Primero, hay una queja. �Cu�ntos cristianos miran el pasado con placer, el futuro con pavor y el presente con dolor!

1. El primero es el caso de un hombre que ha perdido el brillo de sus evidencias.

2. Otra fase de esta gran queja, que tambi�n asume con mucha frecuencia, es aquella por la que nos lamentamos, no tanto porque nuestras evidencias se hayan marchitado, sino porque no gozamos de una perpetua paz mental en cuanto a otros asuntos. �Oh�, dice uno, ��Oh, si yo fuera como en meses pasados! porque entonces los problemas y pruebas que me sobrevinieron fueron menos que nada ".

3. Otro individuo, quiz�s, est� hablando as� acerca de su disfrute en la casa de Dios y los medios de la gracia. "Oh", dice uno, "en los �ltimos meses, cuando sub� a la casa de Dios, �con qu� dulzura o�!"

4. Hay algunos de nosotros que lamentamos profundamente que nuestra conciencia no sea tan tierna como sol�a ser; y por eso nuestra alma clama con amargura: "�Oh, si yo fuera como en meses pasados!" �Cuando conoc� al Se�or por primera vez�, dicen, �casi ten�a miedo de poner un pie delante del otro, no fuera a extraviarme�.

5. Hay algunos de nosotros que no tenemos tanto celo por la gloria de Dios y la salvaci�n de los hombres como sol�amos tener.

II. Pero ahora estamos a punto de tomar estos diferentes personajes y contarte la causa y la cura.

1. Una de las causas de este lamentable estado de cosas es el defecto en la oraci�n; y, por supuesto, la cura se encuentra en alg�n lugar contiguo a la causa. No rezas como lo hac�as antes. Nada trae tanta delgadez al alma de un hombre como la falta de oraci�n.

2. Quiz�s, de nuevo, est�s diciendo: "�Oh, si yo fuera como en los �ltimos meses!" no tanto por culpa tuya como por culpa de tu ministro.

3. Pero hay una raz�n mejor a�n que les resultar� m�s familiar a algunos de ustedes. No se trata tanto de la maldad de la comida, como de la poca frecuencia con la que vienes a comerla.

4. Pero con frecuencia esta queja surge de la idolatr�a. Muchos han entregado su coraz�n a otra cosa que no sea Dios, y han puesto su afecto en las cosas de la tierra, en lugar de las cosas del cielo. Quiz�s nos hemos vuelto seguros de nosotros mismos y santurrones. Si es as�, esa es una de las razones por las que no est� con nosotros como en los �ltimos meses. ( CH Spurgeon. )

Versículo 12

Porque libr� a los pobres que lloraban.

El uso y aplicaci�n de la riqueza y la autoridad.

Estas palabras, naturalmente, nos llevan a reflexionar sobre el noble uso y mejora que este venerable personaje hizo de su anterior prosperidad; considerar nuestro propio deber como se nos representa en su ejemplo; y los objetos apropiados de nuestra compasi�n.

I. El uso y aplicaci�n adecuados de la riqueza y la autoridad. Las distinciones que surgen del poder y el sometimiento, de la riqueza y la pobreza, de la comodidad y la aflicci�n, aparecen divididas de manera tan desigual e irregular entre los hombres, y con tan poca consideraci�n por las razones morales, que algunos observadores superficiales las han transformado en una objeci�n contra la sabidur�a y la justicia de Dios. Pero ejecutan un plan de providencia sabio y regular; son necesarios para preservar el orden y la econom�a de la sociedad humana, y unir y hacer querer a la humanidad entre s�.

La riqueza y la autoridad deben ser reconocidas para distinguirnos solo como servidores superiores, designados por nuestro Maestro com�n, para hacer justicia en la familia y dar a todos su carne a su debido tiempo. No debemos imaginar que estos favores nos sean concedidos simplemente por nuestro propio bien, para permitirnos vivir en esplendor y tranquilidad. Los pobres tienen un derecho y una propiedad en abundancia de los que est�n mejor abastecidos. Ning�n hombre est� m�s justificado en absorber y acaparar las comunes d�divas del cielo que lo que pueda admitir esta afirmaci�n.

Estos alegatos de la raz�n natural y la justicia la religi�n los ha hecho cumplir con la autoridad de un mandato positivo. Con respecto al objeto, debemos observar, que tanto las obligaciones del deber como las medidas que se le prescriben, est�n bajo algunas limitaciones; porque aunque se requiere que nuestra benevolencia sea universal, sin embargo, nuestras habilidades se limitan a una br�jula mucho m�s estrecha y, por lo tanto, nos obligan a elegir y distinguir en las aplicaciones externas de nuestra caridad.

Los motivos que deben prevalecer en nosotros para cumplir con estas grandes obligaciones, impuestas por la justicia y nuestra religi�n, son ese gozo y complacencia interior que fluyen sobre el alma de los actos de misericordia y liberalidad; y sobre todo, esas inestimables recompensas que el Evangelio nos ha ense�ado a esperar de estos deberes; perd�n del pecado aqu�, y los tesoros eternos del cielo en el m�s all�.

II. Las palabras nos permiten tener en cuenta algunos puntos de vista inferiores. Mientras estamos empleados en el ejercicio de la beneficencia y la caridad, aparecemos en el car�cter venerable de sustitutos de Dios, comisionados por �l para extender la mano y distribuir Sus bendiciones entre nuestros compa�eros s�bditos. Sobre los retornos de gratitud de los objetos de nuestra caridad, y del mundo que es testigo de ella, se nos permite reflexionar con placer como un est�mulo presente dise�ado por Dios para excitar y recompensar nuestra virtud.

El otro motivo aqu� propuesto para nuestro est�mulo, las bendiciones de aquellos a quienes relevamos, es por naturaleza propiamente religioso; deriva toda su fuerza de la convicci�n de nuestra dependencia de la Providencia y de la eficacia de las oraciones humanas. ( J. Rogers, DD )

Ojos a los ciegos

Eso no es ego�smo. No es la expresi�n de un esp�ritu engre�do. Con demasiada frecuencia, el ego�smo es hijo de los baj�os. Rara vez, si es que alguna vez, surge de un coraz�n profundo y atribulado. El ego�smo florece mejor donde menos se conoce el dolor profundo. Y aqu� hay un hombre abrumado por el dolor. La muerte ha oscurecido todas las ventanas de su hogar y est� agobiado por el peso de un dolor casi intolerable.

Este no es un lugar en el que encontrar un discurso ligero y ego�sta. Cualesquiera que sean las palabras que este hombre diga, el peso mismo de su dolor se las quitar�. Es un hombre que va a sus ayeres para encontrar alg�n consuelo para el dolor de hoy. �l est� apelando a la memoria para proporcionar un poco de tranquilidad a su coraz�n para su presente angustia amarga. �Tres veces feliz el hombre que puede llamar a tales recuerdos para ayudarlo en la hora de su angustia! �Los pobres que lloraron�, los �hu�rfanos� y los �que est�n a punto de morir�, y la �viuda�, los �cojos� y los �ciegos� todav�a hacen sus llamamientos en la tierra, y es cierto hoy como siempre que la �nica respuesta cristiana es la del patriarca Job.

He notado que la controversia sobre los afligidos y los desafortunados a menudo se considera un sustituto de su alivio. Las discusiones abstractas a menudo dan como resultado especulaciones nebulosas que solo oscurecen el deber personal de uno. Suele ocurrir que abundan las controversias donde deber�a reinar la simpat�a. Una y otra vez encontramos esto ilustrado en las experiencias de nuestro Se�or. Hay controversistas discutiendo la cuesti�n abstracta de por qu� tal o cual hombre naci� ciego, mientras que el ciego mismo estaba solicitando ayuda pr�ctica.

Creo que existe una gran cantidad de sufrimiento y angustia que podr�a ser efectivamente frenado por alg�n reordenamiento de nuestras condiciones sociales y econ�micas. No creo que en estas materias la legislaci�n sea del todo impotente. En cualquier caso, podemos asegurarnos de que la legislaci�n premie la virtud y no el vicio. Pero cuando la legislaci�n haya hecho todo lo posible, la desgracia seguir� estando con nosotros.

Ante estas cosas, rodeadas de ellas por todos lados, �cu�l es la actitud cristiana? La actitud del patriarca Job. El cristianismo es un evangelio de compasi�n y ayuda pr�ctica, y estar desprovisto de estas cosas es ser completamente ajeno a la comunidad de Israel. Esto no es nuevo. El ni�o m�s peque�o de esta asamblea podr�a decirnos que el cristianismo sin ayuda es un gran absurdo.

Pero aunque todos sabemos estas cosas, el peligro es que tenemos las ideas correctas sin los sentimientos correctos correspondientes. Es tan f�cil ser ortodoxo de mente pero heterodoxo de coraz�n; tener ideas cristianas, pero sentimientos no cristianos. Nuestro cristianismo puede ser inteligente pero no comprensivo. Lo que queremos es el sentimiento ortodoxo unido al pensamiento ortodoxo. �C�mo lograr esto? No creo que nunca tengamos un sentimiento realmente profundo por nuestros compa�eros de sufrimiento hasta que tambi�n hayamos sufrido profundamente.

Empiezas a rezar por los marineros cuando tu propio hijo est� en las profundidades. Cuando tienes un hijo lisiado, �qu� coraz�n tienes por los lisiados! A veces parece que Dios no puede unirnos en un sentimiento com�n sin llevarnos a trav�s de un dolor com�n. No hay nada que suelde tanto los corazones. No conozco nada m�s pat�tico en la vida de Browning que la reconciliaci�n entre �l y el gran actor Macready.

Hab�an sido amigos cercanos e �ntimos, pero por alguna insignificancia se pelearon, y cada uno sigui� su propio camino, y durante a�os se rompi� su servicial relaci�n. Luego vino un gran problema. Aproximadamente al mismo tiempo que perdieron a sus esposas, y poco tiempo despu�s, mientras cada uno de ellos caminaba en su soledad y en silencio en un suburbio de Londres, de repente se encontraron cara a cara, y Browning, con un gran estallido de emoci�n, se apoder� de la mano de su viejo amigo, y dijo: "Oh, Macready"; y Macready, con el coraz�n dolorido, respondi�: �Oh, Browning.

Eso fue todo lo que pudieron decirse, y en el fuego de un gran y com�n dolor las dos vidas cortadas se soldaron de nuevo. Pero si el sufrimiento no nos ha profundizado, podemos hacer algo para profundizarnos a nosotros mismos. Encontr�monos cara a cara con las realidades. En primer lugar, podemos recordar el viejo y trillado lugar com�n de que "la verdad es m�s extra�a que la ficci�n". Podemos encontrar cosas m�s lamentables por las que llorar en cualquier calle de esta ciudad que en todas las obras de ficci�n que puedan salir de la prensa a lo largo del a�o.

No s� qu� tendr� que decir Cristo a las personas que lloran por sus novelas, pero que nunca lloran por las grandes ciudades como �l lo hizo a causa de sus angustias y aflicciones. ( JH Jowett, MA )

La simpat�a debe ser pr�ctica

Un oficial de la guardia costera italiana inform� sobre un naufragio a su gobierno con estas palabras: �Vimos el naufragio e intentamos brindar toda la ayuda posible a trav�s de la trompeta parlante. Nos gritamos bastante roncos, y a pesar de que a la ma�ana siguiente veinte cad�veres fueron arrastrados a la orilla ". Un conocido profesor escoc�s sol�a contar esta historia y agregar: �Gran parte de nuestra benevolencia es de la variedad de las trompetas parlantes, e incluso de esto nos jactamos. El samaritano del Nuevo Testamento representa la benevolencia de la que el mundo tiene mayor necesidad ".

Piedad y riquezas

I. El texto muestra la naturaleza de un car�cter verdaderamente justo y poderoso, ayudado por grandes posesiones seculares. Job era muy rico; el tambien era muy piadoso

1. Su justicia imparcial.

2. Su amplia caridad.

3. Su oportuna asistencia a los necesitados.

4. Su liderazgo ejemplar.

En todos ellos vemos un car�cter verdaderamente poderoso y noble. Piedad, caridad, justicia, grandiosamente mezcladas y ejemplificadas. Vemos al menos �que no hay incompatibilidad entre un car�cter santo y una vasta riqueza secular.

II. El texto muestra que la piedad m�s perfecta no es seguridad contra la p�rdida de una gran abundancia secular. La riqueza puede desaparecer, pero la piedad permanecer�.

III. El texto muestra que el hombre rico y piadoso, al estar en peligro de perder su riqueza, debe, mientras la posee, usarla sabiamente. Esto deber�a inspirarnos ...

1. A la prontitud y liberalidad en nuestros dones; y

2. A una correcta discreci�n de los objetos que apoyamos. Ser�a dif�cil estimar una vida como la que aqu� se expone. Un buen hombre rico abunda en recursos de bien en todas las direcciones de la gloria de Dios y el bienestar del hombre. Y si es as� que nos quitan la riqueza, nunca perderemos nuestra piedad, que es la posesi�n mucho mayor. ( Thomas Colclough. )

Versículo 13

La bendici�n de aquel que estaba a punto de perecer.

La bienaventuranza de hacer el bien

I. Job tuvo la bendici�n de aquellos que estaban listos para perecer.

1. Un hombre puede estar dispuesto a morir por circunstancias adversas.

2. O por alg�n peligro inminente y peligro al que est� expuesto.

3. En tales casos, hombres de pura benevolencia se interponen para salvar al pobre infeliz que est� a punto de morir.

4. Cu�ntos en el mundo moral est�n dispuestos a perecer por sus pecados e iniquidades. La bendici�n del que est� a punto de perecer viene sobre el hombre que alivia al necesitado, rescata a los expuestos al peligro y que convence al pecador del error de sus caminos.

II. Job hab�a hecho que el coraz�n de la viuda cantara de gozo.

1. Las viudas se encuentran en circunstancias muy angustiosas.

2. A menudo tiene una familia numerosa a su cuidado.

3. El mundo est� siempre dispuesto a aprovecharse de una viuda desolada.

4. Job fue bondadoso con las viudas en los d�as de su prosperidad. Su conducta fue generosa y noble, y digna de un gran y buen hombre. Imitemos el ejemplo de Job. Inferencias

(1) Los actos de benevolencia son buenas pruebas de un coraz�n renovado.

(2) Aquellos que son bondadosos con los dem�s recibir�n una abundante recompensa.

(3) En el d�a del juicio, las obras de misericordia se presentar�n como evidencia de piedad. ( Bosquejos de cuatrocientos sermones. )

Rescata a los que perecen

I. Una necesidad urgente. "Listo para perecer". Oh, que todos pudi�ramos acudir en ayuda de los pobres, que est�n dispuestos a perecer en medio del oc�ano de la embriaguez, la miseria y la miseria. Hay una falta de simpat�a. Lo encontramos en todas las clases. Los hombres mueren a nuestro alrededor por falta del poder del Evangelio.

II. Una recompensa asegurada. Hay una recompensa segura, si cumple la voluntad de Dios. Sea un entusiasta. Busquen a las personas que perecen y arriesguen ustedes mismos en el servicio del Se�or Jesucristo.

III. Un disfrute personal. Ha habido Uno que, para salvarlos, se entreg� a s� mismo. Deje que su bendici�n venga sobre �l mientras permanece con fe al pie de la Cruz. Este disfrute personal solo puede llegar a nosotros cuando somos verdaderos cristianos. ( William Birch. )

Versículos 14-17

Me vest� de justicia.

Ad magistratum

Cuando otros nos abren mal, no es vanidad, sino caridad, hacernos abrir bien. Y cualquier apariencia de locura o vana jactancia que haya al hacerlo, son responsables de todos los que nos obligan a ello, y no de nosotros. No fue ni orgullo ni pasi�n en Job, sino una compulsi�n como esta, lo que lo hizo proclamar tan a menudo su propia justicia. Parece que Job era un buen hombre, adem�s de un gran hombre; y siendo bueno, era mucho mejor, cuanto mayor era.

El esp�ritu afligido de Job pronunci� estas palabras para su propia justificaci�n; pero el bendito Esp�ritu de Dios las ha escrito desde entonces para nuestra instrucci�n; para ense�arnos, a partir del ejemplo de Job, c�mo usar esa medida de grandeza y poder que �l nos ha dado, ya sea m�s o menos, para Su gloria y el bien com�n. Tenemos que aprender los deberes principales que conciernen a quienes viven en alg�n grado de eficiencia o autoridad. Esos deberes son cuatro.

I. Cuidado, amor y celo por la justicia. �sta es la principal tarea del magistrado. "Me vest� de justicia y ella me visti�". La met�fora de la ropa se usa mucho en las Escrituras en esta noci�n, ya que se aplica al alma y las cosas que pertenecen al alma. Nos vestimos por necesidad, para cubrir nuestra desnudez; por seguridad o defensa contra enemigos; o por estado y solemnidad, por distinci�n de cargos y grados.

Las palabras de Job dan a entender el gran amor que ten�a por la justicia y el gran deleite que sent�a por ella. Y es el deber principal del magistrado hacer justicia y deleitarse en ella. Debe convertirlo en su principal negocio y, sin embargo, considerarlo como su diversi�n liviana. Los magistrados pueden aprender de los ejemplos de Job, de Salom�n y del mismo Jesucristo. La justicia es una cosa excelente en s� misma; de ella resulta mucha gloria para Dios; para nosotros tanto consuelo, y para los dem�s, tanto beneficio.

II. Compasi�n por los pobres y afligidos. Las necesidades de los hombres son muchas y de gran variedad; pero la mayor�a de ellos provienen de uno de estos dos defectos, ignorancia o falta de habilidad; e impotencia, o falta de poder: aqu� significa ceguera y cojera. Un magistrado puede ser "ojos para los ciegos", dando consejos s�lidos y honestos a los simples. �l puede ser "pies para el cojo", dando rostro y ayuda en causas justas y honestas; y �padre de los pobres�, al brindar seguridad y protecci�n convenientes a los que est�n en peligro.

La preeminencia de los magistrados consiste en su capacidad para hacer el bien y ayudar a los afligidos, m�s que a los dem�s. A medida que reciben poder de Dios, reciben honores, servicio y tributos de su pueblo por el mantenimiento de ese poder. Dios ha grabado en la conciencia natural de todo hombre las nociones de temor, honor, reverencia, obediencia, sujeci�n, contribuci�n y otros deberes que deben realizarse hacia reyes, magistrados y otros superiores.

La misericordia y la justicia deben ir juntas y ayudar a templar la una a la otra. El magistrado debe ser un padre para los pobres, para protegerlo de las heridas y aliviar sus necesidades, pero no para mantenerlo en la ociosidad. Debe hacer provisiones para ponerlo a trabajar; y corr�gelo con dureza si se vuelve ocioso, disoluto o terco.

III. Dolores y paciencia en el examen de las causas. "La causa que no conoc�a, la busqu�". En la administraci�n de justicia, el magistrado no debe diferenciar entre ricos y pobres, lejanos o cercanos, amigos o enemigos. El deber especial impuesto a los magistrados es la diligencia, la paciencia y el cuidado de escuchar, examinar e investigar la verdad de las cosas y la equidad de las causas de los hombres. La verdad a menudo yace, por as� decirlo, en el fondo de un pozo, y tiene que ser encontrada y sacada a la luz. La inocencia misma est� a menudo cargada de acusaciones falsas.

IV. Fortaleza y coraje en la ejecuci�n de la justicia. "Rompo las fauces de los malvados". Job alude a bestias salvajes, bestias de presa; tipos de los codiciosos y violentos del mundo. Para romper las fauces de los malvados se requiere un coraz�n fuerte y un valor inquebrantable. Esto es necesario para el trabajo del magistrado y para el mantenimiento de su dignidad. Inferencias

1. De direcci�n; para la elecci�n y nombramiento de magistrados de acuerdo con las cuatro propiedades anteriores.

2. De reproche; por una justa reprimenda de los magistrados que no cumplan con cualquiera de estos cuatro deberes.

3. De exhortaci�n; a los que son o ser�n magistrados, para que se conduzcan en ella de acuerdo con estas cuatro reglas. ( Obispo Sanderson. )

Serm�n sobre la elecci�n de un alcalde

Las reflexiones de Job sobre la floreciente propiedad que una vez hab�a disfrutado lo afligieron y animaron al mismo tiempo.

I. Qu� bendici�n p�blica es un buen magistrado: una bendici�n tan amplia como la comunidad a la que pertenece; una bendici�n que incluye todas las dem�s bendiciones que se relacionen con esta vida. Los beneficios de un gobierno justo y bueno para aquellos que son tan felices como para estar bajo �l, como la salud para los cuerpos vigorosos, o las estaciones fruct�feras en climas templados, son bendiciones tan comunes y familiares que rara vez se valoran o disfrutan como deber�an. ser.

II. Las marcas externas de distinci�n y esplendor que se le asignan al magistrado. De estos, el manto y la diadema, mencionados por Job, son ilustraciones. Se pretend�a as�:

1. Excitar al magistrado con el debido grado de vigilancia y preocupaci�n por el bien p�blico. El magistrado se hizo grande para inspirarlo con resoluciones de vivir adecuadamente a su alta profesi�n y vocaci�n.

2. Asegurar la persona del magistrado, en la que siempre est� involucrada la tranquilidad y seguridad ciudadanas.

3. Asegurar que el magistrado sea tenido en la debida estimaci�n y reverencia por todos los que est�n sujetos a �l. Est� en el gobierno civil, como en las oficinas de la religi�n; lo cual, si fueran despojados de todas las decenas externas de la adoraci�n, no causar�a la debida impresi�n en las mentes de quienes los asisten. Las solemnidades que rodean al magistrado, a�aden dignidad a todas sus acciones y peso a todas sus palabras y opiniones.

4. Ayudar al magistrado a reverenciarse a s� mismo. El que se estima y se reverencia a s� mismo no dejar� de adoptar los m�todos m�s verdaderos para obtener la estima y la reverencia de los dem�s.

III. Los deberes del magistrado. El principal honor del magistrado consiste en mantener la dignidad de su car�cter mediante acciones adecuadas y en descargar la alta confianza que se deposita en �l, con integridad, sabidur�a y coraje. La reputaci�n es el gran motor mediante el cual quienes poseen el poder deben hacer que ese poder sea �til para los fines y usos del gobierno. Las varas y las hachas de los pr�ncipes y sus delegados pueden asombrar a muchos para que obedezcan; pero la fama de su bondad y justicia y otras virtudes trabajar�n m�s; har� que los hombres no solo sean obedientes, sino que est�n dispuestos a obedecer.

Un personaje establecido difunde la influencia de los que se mueven en una esfera alta, alrededor y debajo de ellos. Las acciones de los hombres en las altas esferas son todas conspicuas y pueden ser escaneadas y tamizadas. No pueden esconderse de los ojos del mundo como pueden hacerlo los hombres privados. Los grandes lugares nunca est�n bien llenos sino por grandes mentes; y es tan natural para una gran mente buscar el honor mediante el debido desempe�o de una alta confianza, como lo es para los hombres peque�os sacarle menos provecho.

Un buen magistrado debe estar dotado de un esp�ritu p�blico y estar libre de puntos de vista estrechos y ego�stas. Debe distribuir justicia de manera imparcial, sin respeto a personas, intereses u opiniones. La cortes�a y la condescendencia es otra cualidad feliz de un magistrado. La generosidad tambi�n, y un generoso desprecio de aquello en lo que demasiados hombres colocan su felicidad, deben entrar para realzar su car�cter. De todas las buenas cualidades, la que m�s recomienda y adorna al magistrado es su cuidado de la religi�n; que, como es lo m�s valioso del mundo, les da el valor m�s verdadero a quienes promueven la estima y la pr�ctica de la misma, con su ejemplo, autoridad, influencia y aliento. ( F. Atterbury, DD )

Versículo 15

Yo era ojos para los ciegos.

Auto-multiplicaci�n

�No son m�os mis ojos? No, nada es tuyo; y hasta que no consiga que esa verdad se introduzca en su alma, no podr� ser cristiano. �No puede un hombre hacer lo que quiera con los suyos? S�, cuando lo consiga. Tu mano no es tuya, entonces, �qu� pasa con la cosita que hay en ella? Cuanto mayor incluye menos. Ni un cabello de tu cabeza es tuyo, ni un soplo de tu cuerpo es tuyo; la sangre de Cristo os compr� cada zumbido y cada fibra, o no compr� a ninguno de vosotros.

Si un hombre tiene visi�n, la tiene por el bien de quien no la tiene. Esa es la ley de propiedad del Nuevo Testamento. Todo hombre que necesite tu ayuda puede hacer parte de ti mismo, y mediante una transmigraci�n de almas, que nada tiene que ver con las viejas f�bulas de la metempsicosis, puedes acoger a otros hombres en ti, ponerte en otros hombres y vivir. la vida p�blica, la vida filantr�pica, sin que mucha gente sepa mucho de ella.

�No da nada el que tiene ojos a los ciegos, que lee la letra peque�a para los que tienen los ojos apagados? Dicen que podemos distinguir estas letras grandes, pero �qu� es toda esta letra peque�a? �No es nada leer la Biblia a una persona cuyos ojos est�n fallando y que ya no puede ver la dulce revelaci�n de Dios en tipo oscuro? �No es nada sentarse durante una hora junto a una pobre alma solitaria un domingo por la noche y leerle a esa alma palabras del cielo? �El que hace esto no hace nada porque su nombre no aparece en esta lista o en aquella? La dificultad con la que todos los hombres tienen que lidiar es que no pueden alejarse de sus propias concepciones estrechas y estrechas de lo que son las cosas.

Si no haces exactamente lo que yo hago y cuando yo lo hago, entonces el enemigo me sugiere que no est�s haciendo nada, mientras que puedes estar haciendo diez mil veces m�s de lo que jam�s se me ocurri� concebir que ser�a posible para un hombre. hacer. Por lo tanto, hay algunas personas que no pueden alejarse de la idea de que, a menos que un ministerio est� asociado con miles y miles de conversiones, no est� haciendo nada.

Bendito sea Dios, no son jueces, solo son cr�ticos. �No hace nada quien estimula a toda la humanidad que hay en un hombre? �No hace nada el que hace que el cobarde diga: "Dios, ay�dame a ser valiente, y cuando el enemigo vuelva, me enfrentar� a �l con toda la fuerza"? No intente escribir la lista de suscripci�n de otro hombre para �l. Todo hombre dar� cuenta de s� mismo a Dios.

�Suficiente! Dios es amor. Hay otros que no pueden alejarse de la idea de que a menos que tengas organizaciones interminables, todo un tumulto de mecanismos, no est�s haciendo nada. �El ciego no juega ning�n papel en todo este maravilloso drama de amor? El ciego nunca deber�a olvidar qui�n fue el que lo condujo a trav�s de la v�a p�blica. Incluso un ciego no est� exento de gratitud; incluso el hombre que ha sido ayudado debe recordar al hombre que lo ayud�; incluso Dios se sienta para recibir nuestros tributos de agradecimiento; no los necesita, pero sabe que es bueno para nosotros limpiar nuestro ego�smo permitiendo que se derrame a trav�s de �l nuestras corrientes de gratitud.

�Has reconocido a todos los hombres que fueron ojos para ti? No temo. �Qui�nes eran los ojos para ti en los negocios cuando eras joven y ve�as muy poco? �Qui�n era ese hombre fuerte de ojos penetrantes que ve�a millas m�s all� de la l�nea donde fallaba su visi�n, y que le dec�a: As� y as� yace el horizonte del destino y la esfera de las posibilidades comerciales? Te beneficiaste de los ojos de ese hombre y de la gu�a de ese hombre: �qu� has hecho por �l? �Sabe que algunos de sus hijos tienen dificultades? �Sabes que su viuda ser�a casi feliz si tuviera una libra a la semana m�s de lo que tiene? �Sabes que ese hombre, entonces tan bueno y fuerte, no tiene una l�pida para se�alar d�nde est�n sus huesos? Puede poner uno y escribir en �l: ��l me ayud�, fue ojos para m�; si no fuera por ese hombre cuyo cuerpo yace aqu�, habr�a muerto de noche sin haber visto la luz �; y ese pasaje de la Biblia que los hombres pueden leer, y la lectura puede comenzar a sentir, y el sentimiento puede comenzar a orar, y la oraci�n puede comenzar a ayudar a otros j�venes.

�Qui�n te aconsej� cuando estabas en dificultades? Pero, �qu� valor monetario se atribuye a un buen consejo? �A qui�n le importa pagar por las ideas? Pague por ladrillos y piedras, pilares de hierro y luz de gas y vidrio pintado, pero nunca, dice el avaro, pague por el alma, la mente, la sangre, la furia de la alta inspiraci�n. Muchos hombres no ven a los ciegos o los ayudar�an. �Quieres que te diga por qu� muchos hombres no ven a los ciegos? La respuesta es, porque no los buscan; y es incre�ble lo mucho que puedes extra�ar si nunca lo buscas.

Hay almas que se est�n diciendo esta mentira a s� mismas, es decir, si tan solo tuviera la oportunidad, podr�a hacer un buen trato, pero las personas que necesitan este tipo de ayuda nunca parecen interponerse en mi camino: sin duda, hay muchos que merecen la pena. casos en el mundo si uno los conociera. �C�mo te atreves a descansar en la oscuridad despu�s de decir esa falsedad? �Fuera con tanta hipocres�a! Estoy dispuesto a decir esto, que algunos de nosotros tenemos mayores oportunidades de ver que otros hombres.

Eso es necesariamente cierto: pero los otros hombres deber�an decir a los que tienen una perspectiva m�s amplia: Gasten este dinero por m�; Lo dar�a con mi propia mano si supiera las facilidades, pero tienes mayores oportunidades de verlas: gasta doscientas libras al a�o por m�. Piense en un hombre que tiene sus diez mil, quince, veinte mil al a�o, y nunca convierte a ning�n hombre que tenga una visi�n amplia de la sociedad en su tesorero o su fideicomisario.

Recordemos que hay otra ceguera que la del cuerpo. Aqu� est� el campo m�s amplio, aqu� hay espacio para el genio, la simpat�a, la oraci�n y el amor. �Yo era ojos para los ciegos� - los ignorantes; Les ense�� sus letras, les di la clave del conocimiento, les ense�� a leer un poco por s� mismos, y luego les di uno o dos libros; y ahora est�n leyendo y creciendo mentalmente; est�n pensando profundamente en cuestiones pr�cticas y ellos mismos est�n ense�ando a leer a otras personas.

�Yo era ojos para los ciegos�, para aquellos que trabajaban en la oscuridad de la superstici�n, pensando en presagios y asustados por las sugerencias de presencias espectrales; no la gran espiritualidad que llena el universo con el Esp�ritu Santo, sino el miedo a la bruja y el demonio y el diablillo y el hada: para ellos purgu� el aire, les hice sentir que el aire era un gran viento de salud del cielo, destinado a rejuvenecer hombres, para hacer a los hombres j�venes y alegres, alegres con una alegr�a solemne; y ahora comieron dici�ndoles a otras personas que Dios es luz, Dios es amor, y que los que temen al Dios y Padre de nuestro Se�or Jesucristo no tienen nada m�s que temer, porque est�n en la luz del amor. ( Joseph Parker, DD )

"Ojos para los ciegos"

I. La condici�n peculiarmente dependiente de los ciegos.

1. En cuanto a las cosas espirituales, los ciegos son peculiarmente dependientes. En las cosas espirituales, todos los hombres dependen. A veces, la ceguera se env�a en juicio. �Cu�ntos son los libros que no poseen los ciegos? De cu�ntos objetos de la vista extrae la Escritura lecciones de fe. Estos deben ser m�s dif�ciles para los ciegos que para los dem�s.

2. En cuanto a las cosas temporales. Tan pocas profesiones y oficios pueden seguir los ciegos.

II. El deber y el modo de convertirse en ojos de los ciegos. Es nuestro deber estudiar la mente de Dios hacia los ciegos y orar, y esforzarnos con Su ayuda para tener la misma mentalidad, de acuerdo con nuestra oportunidad. En cuanto al modo, esto se aplicar� a las personas. Todos deben mantener la m�s sincera simpat�a, todos deben estar dispuestos a brindar su ayuda pr�ctica; pero diferentes personas pueden ayudar de diferentes maneras. ( John Hambleton, MA )

Bondad social de Job

Job era evidentemente un amigo y benefactor com�n, un amante de la humanidad, que empleaba alegremente su tiempo, su trabajo y su sustancia en promover el bienestar y la felicidad de los dem�s.

I. Job era ojos para los ciegos ". Esto se entiende com�nmente por ceguera intelectual, de aquellos cuyas mentes est�n oscurecidas. Ser ojos para ellos debe significar, en consecuencia, iluminar esas mentes oscuras con los rayos del conocimiento y la instrucci�n. Este sentido figurado de las palabras no tiene por qu� excluir el literal. La p�rdida de la vista es una calamidad tan conmovedora, un estado tan irritante e inc�modo, que despierta compasi�n en algunos senos que no son propensos a verse muy afectados por otros objetos. Los poderes racionales de un hombre, que es la vista interior, pueden estar cegados por el pecado, la ignorancia o la distracci�n.

II. Job era pies para el cojo. La solidez del cuerpo y una constituci�n sana, con todos los miembros �ntegros y capaces de ejercer sus respectivas funciones, es toda la herencia en la que nace el gran n�mero de la humanidad. Ciertamente dura es su suerte, y muy severa la dispensaci�n en que han ca�do, los que no tienen pan para comer ni manos con que trabajar por �l; que est�n gravemente mutilados y paralizados en sus miembros, atormentados por dolores atormentadores o consumidos por enfermedades persistentes. Para ello, se proporcionan hospitales especiales.

III. Job fue un padre para los pobres. Ten�a un alma demasiado grande y generosa para dejar que su generosidad fluyera simplemente por el canal de su familia. �l es en esto un modelo muy noble para la imitaci�n. ( Andrew Snape, DD )

Felices recuerdos de la utilidad pasada

El invento m�s bello del poeta Dante no es su retrato de Beatrice, ni de Francesca, sino su descripci�n del r�o Eunoe, en cuyas aguas, habiendo estado sumergido, uno recuerda a la vez todas las buenas acciones y pensamientos de su vida pasada. Mucho antes de la �poca de Dante, los poetas del mundo pagano hab�an cantado sobre un arroyo llamado Leteo, en el que si uno se sumerg�a olvidaba los dolores del pasado.

Uno fue fruto de los paganos, el otro del pensamiento cristiano. Los paganos no pod�an esperar nada mejor que el olvido. El completo olvido era todo lo que el coraz�n pecador se atrev�a a esperar. Pero el cristianismo no solo apunta con esperanza al futuro, sino que santifica el pasado. Llena la vida de los hombres con acciones bondadosas y recuerdos bendecidos que nunca se olvidar�n. Y en el futuro eterno, los hijos de Dios con la memoria acelerada lo alabar�n por el pasado. ( D. Columpio. )

Versículo 16

Fui padre de los pobres.

Un padre para los pobres

El texto es parte de la noble reivindicaci�n de Job de s� mismo de una acusaci�n de hipocres�a e impiedad. Job estaba tan lejos de considerar a los pobres como hechos para �l, tan lejos de descuidarlos y oprimirlos, que su riqueza y la influencia que lo acompa�aba lo impulsaron a convertirse en su abogado, a hacerse amigo de los que no ten�an amigos y a intentar el alivio de todas las especies de seres humanos. angustia.

I. El car�cter paterno, en cuanto respeta a los pobres. Incluye&mdash

1. Una preocupaci�n real y afectuosa por los pobres. Job estaba tan lejos de considerar a los pobres como hechos para su engrandecimiento, para rendirle homenaje, para esperar su asentimiento, que se ve�a y se respetaba en ellos; hicieron suya su causa, entraron en sus aflicciones y tuvieron un coraz�n para sentir por todas sus necesidades y dolores.

2. Esquemas bien digeridos y esfuerzos bien dirigidos para promover, bajo Dios, su bien temporal y eterno. No puede haber verdadera caridad, entre los ricos, sin liberalidad. Este mundo ca�do abre un campo ampliamente extendido para el ejercicio de cada principio compasivo y benevolente en el coraz�n. El car�cter paterno tiene relaci�n con los cuerpos de los pobres, como el de un padre con los cuerpos de su descendencia inmediata. M�s importantes son las almas de los pobres.

II. Recomendar e instar el car�cter paterno, ya que respeta a los pobres. Un argumento podr�a surgir de la propia constituci�n de la naturaleza humana. Un principio de amor propio es com�n a todos. El car�cter paterno es m�s divino, m�s divino que cualquier otra cosa que est� al alcance y la capacidad del hombre. Hace ese mismo uso de los talentos y ventajas que Dios dise��. El personaje entra en la parte principal y sustancial del cristianismo. Siempre resultar� de ella una s�lida comodidad y felicidad. ( N. Hill. )

Un padre para los pobres

Un hombre as� es sin duda uno de los amigos m�s �tiles de la virtud, la religi�n y la sociedad. Las dos ramas principales del cuidado paterno son la provisi�n y la instrucci�n. Una atenci�n seria y ben�vola a la causa de los pobres es parte necesaria del car�cter de todo aquel que act�a sobre la base de principios, ya sea como cristiano o como hombre, de todo aquel que valora la constituci�n civil o religiosa de este pa�s.

�El justo considera la causa de los pobres�, porque los considera part�cipes de la misma naturaleza e hijos del mismo Padre que �l. El justo se mira a s� mismo y, de ah�, aprende a mostrar compasi�n por los dem�s. Su naturaleza lo impulsa a este cargo ben�volo; su raz�n lo inculca; su conciencia lo aprueba; su condici�n de vida le da poder para cumplirla.

Lo que es guiado por los principios de la raz�n y la moralidad, es llevado a su seno por las declaraciones del Evangelio. Los enfermos, los trabajadores y los perezosos constituyen el gran cuerpo de los pobres. Los enfermos reclaman nuestra compasi�n para aliviar nuestra atenci�n para emplearlos; los perezosos nuestra resoluci�n hacia ellos; los trabajadores los obligan a trabajar. Se presentan dificultades en la modelizaci�n de todos los esquemas de provisi�n de los pobres, desde ese poder discrecional que inevitablemente debe permitirse en la ejecuci�n de los mismos.

De nuevo surge la dificultad del predominio del lujo que vemos que tienta a todas las personas a vivir por encima del rango que tienen en la sociedad. La instrucci�n es la segunda parte del cuidado de un padre. El tema de instrucci�n para los pobres es la religi�n cristiana establecida en este reino. Los principios del Evangelio cultivan los intereses generales de la sociedad civil. ( Arzobispo Hay Drummond. )

Sobre la beneficencia

1. Mediante el ejercicio de la compasi�n y la bondad hacia nuestros semejantes, cumplimos la intenci�n de la providencia. Las bendiciones de la vida se distribuyen en proporciones muy diferentes a diferentes clases de hombres. La divisi�n de la humanidad en ricos y pobres no es el efecto de ninguna instituci�n pol�tica en particular. Es totalmente inevitable en el curso de los asuntos humanos. Todo lo que tiene que hacer la sociedad es asegurar a los trabajadores los frutos de sus virtuosos trabajos.

Esta divisi�n de la humanidad en ricos y pobres no debe considerarse un motivo de arrepentimiento. Hay muchos efectos beneficiosos que parece muy adecuado producir. Brinda una oportunidad para el ejercicio de la virtud humana, en una variedad infinita de situaciones; mantiene vivo el esp�ritu de industria, ofreciendo al trabajador la esperanza de alcanzar la distinci�n; mejora la condici�n humana, al hacer que los esfuerzos de cada individuo, en su propia esfera particular, sean m�s propicios de lo que ser�an de otro modo para la felicidad general de la sociedad.

Pero, en este estado imperfecto, aparecen con frecuencia desigualdades que exigen la interposici�n de los generosos. A veces surgen desastres que ni la prudencia ni la industria pueden prevenir. La presi�n de la angustia corporal a menudo hace que las manos de los diligentes cuelguen. De ah� surge una nueva relaci�n; una relaci�n entre los afortunados y los miserables. Deje que ambas partes sean instruidas en su deber. Todo lo que poseas, se lo debes a la generosidad de tu Creador.

Ustedes son los depositarios de Su generosidad, no los que dispongan absolutamente. No tienes la libertad de desperdiciar sus dones, como tu propio capricho o pasi�n te lo dicte; pero se requieren para cumplir con el prop�sito del Dador. En pocas situaciones los hombres carecen de los medios para contribuir a la felicidad de sus semejantes. Dios no ha dejado a los desdichados sin recursos. Ha ordenado que la compasi�n sea el b�lsamo de la miseria.

Los ego�stas, de hecho, parecen no contemplar en todo el mundo ning�n ser m�s que ellos mismos. S�lo para ellos sale el sol, desciende el roc�o y la tierra da su crecimiento. Tales eran los sentimientos del intransigente Nabal.

2. El ejercicio de nuestra compasi�n y bondad hacia nuestros hermanos es una de las mejores expresiones de nuestra piedad hacia Dios. �Qu� daremos al Se�or por todas sus misericordias? Dios mismo es exaltado por encima del alcance de nuestros servicios m�s perfectos; nuestra bondad no se extiende a �l. Nuestros hermanos est�n al alcance de nuestra beneficencia, y nuestra caridad hacia ellos es piedad hacia nuestro Hacedor. Ning�n fervor de afecto religioso expiar� la falta de caridad. Su limosna debe ascender con sus oraciones como un memorial ante Dios.

3. Mediante el ejercicio de la compasi�n y la bondad hacia nuestros semejantes, promovemos nuestra propia felicidad. La benevolencia es una fuente de placer. Compare el benevolente con el ego�sta en cada situaci�n de la vida. Col�quelos en la riqueza y observe c�mo se diferencian. Col�quelos en la adversidad y vea en qu� se diferencian. Que venga la enfermedad al hombre que no ha tenido compasi�n de sus hermanos. �Qu� mal preparado est� para el d�a malo! Que aumente la enfermedad, que se acerque la muerte; �D�nde est� ahora la alegr�a de los ego�stas? ( W. Moodie, DD )

Hogar y escuela dominical

Aqu� hay una imagen incomparable de una vida humana grande y hermosa en ese tiempo patriarcal grandioso, tranquilo y majestuoso, que presenta un contraste refrescante con estos d�as �vidos, r�pidos y apresurados, en los que Dios tiene este nuestro destino. Cada �poca tiene su propia forma de dignidad y nobleza, y su propio campo de servicio Divino. Este gran jeque, que era el consolador de Christus de su pueblo, ni siquiera era miembro de la l�nea elegida.

Job vio en el coraz�n de la gran cuesti�n social de todas las edades cuando se declar� padre de los pobres. Es s�lo la sabidur�a, la firmeza y la ternura del padre lo que necesitan la pobreza y la ignorancia. Es justamente esto lo que la ley no puede ofrecerles. Esto explica la raz�n por la cual en todas las �pocas la verdadera ayuda de los pobres proviene de la mano c�lida de la vida de la Iglesia cristiana. Es un tema amplio y lleno de inter�s, el ministerio paternal de la Iglesia a los pobres y desamparados.

Nos detenemos en una sola caracter�stica. El deber m�s importante de un padre es la crianza y la cultura de los hijos. Veamos c�mo, cuando el padre falla total o parcialmente, la Iglesia da un paso adelante con su mano Divinamente servicial en su habitaci�n. Plat�n, en su concepci�n de la rep�blica ideal, pone a los ni�os a cargo del Estado desde el principio. Hace de su cultura su deber m�s sagrado, ya que de su sabidur�a, laboriosidad y h�bitos morales depende inevitablemente gran parte de la salud y la riqueza de la comunidad en las generaciones sucesivas.

Es pr�cticamente imposible en cualquier esquema de gobierno obtener una representaci�n completa de la m�s alta sabidur�a de la comunidad en los poderes de gobierno; y la formaci�n de todos los ni�os de la comunidad en un tipo elaborado por la sabidur�a humana, sin embargo, admirable, contradice y hace todo lo posible por frustrar el benigno prop�sito de Dios en las variadas dotes naturales de la humanidad. No ha hecho a los hombres de un solo tipo.

Piense en un hogar cristiano de un tipo cristiano elevado, donde los hijos son educados en una noble masculinidad y feminidad por padres a quienes reverencian y aman; donde la mano de la autoridad es firme pero nunca caprichosa; donde los estatutos y juicios de Dios se mantienen en absoluta supremac�a; pero donde los ni�os nunca se dejan cuestionar ni por un momento que el motivo de su manutenci�n es el amor.

Y de donde los ni�os son enviados largamente al teatro de la vida con esta profunda convicci�n en sus corazones: que la �nica vida que vale la pena vivir es una vida de servicio y ministerio a la humanidad. Multiplique ese hogar por todos los hogares de la comunidad, y qu� milenio de paz, alegr�a y riqueza traer�an. Pero m�relo desde el otro lado. Piense en miles de hogares, en los que los ni�os desde el primer momento crecen en un ambiente que mancha en la primavera su vida f�sica, mental y moral; en el que nunca escuchan el nombre de Dios o de Cristo sino en blasfemia.

Multiplique esos hogares por todos los hogares de la comunidad, y luego mida la ruina espantosa y mortal en la que finalmente se hundir�an ellos mismos y el Estado. �C�mo resuelve el cristianismo esta cuesti�n de la educaci�n de los hijos de una generaci�n, teniendo en cuenta, por un lado, la libertad del desarrollo individual y, por otro, la necesidad de aplicar la m�s alta sabidur�a? El Evangelio establece sobre los cimientos m�s firmes y duraderos la instituci�n del hogar.

Profundiza la responsabilidad parental; ampl�a las funciones de los padres; aumenta la estimaci�n de las cuestiones trascendentales que dependen del debido y cristiano cumplimiento del deber de los padres. El hogar es la unidad �ltima de la sociedad. Dios establece el patr�n a los padres; Dios ayuda al padre en la tarea; Dios ofrece el premio a los padres. Dios asiste al progreso de la humanidad con una instituci�n en la que est� consagrada Su verdad, en la que mora Su Esp�ritu y que es el �rgano vivo y siempre presente de Su consejo e influencia: la Iglesia cristiana.

Y aqu� entra en el campo la Escuela Dominical. Ser�a incorrecto decir que la instituci�n parental, el hogar, ha fracasado; pero una gran masa de padres humanos son completamente desiguales para la tarea que se les asigna. La Iglesia interviene con su mano amiga y env�a desde su seno un gran ej�rcito de maestros fervientes, amorosos y dedicados a s� mismos, para ser como padres de los ni�os cuyas almas no tienen padre, y para rodear a los temblorosos y desamparados marginados con la c�lida atm�sfera del amor cristiano.

Esta palabra, "fui un padre para los pobres", es la clave para la posici�n y el trabajo del maestro. No para reemplazar al padre, sino en todos los sentidos para estimularlo y ayudarlo, son maestros enviados por la Iglesia y por el mundo. Tres cosas que debe tener constantemente a la vista.

1. Instrucci�n. Impartir conocimientos es su primer y m�s importante trabajo. El maestro cristiano se limita principalmente al conocimiento m�s elevado.

2. El maestro debe ser pastor, pastor de los ni�os. La ense�anza de la escuela dominical es un trabajo pastoral.

3. El maestro debe seguir a los ni�os a sus hogares y hacer lo que pueda para endulzar y purificar la atm�sfera de sus vidas. Honro la Escuela Sab�tica porque ...

(1) Ha abierto un campo muy noble para esa pasi�n del ministerio que es la investidura divina de la Iglesia cristiana.

(2) Mantiene tan noblemente la tradici�n cristiana del servicio abnegado, extrae con tanta riqueza y entrena con tanta eficacia el esp�ritu abnegado y abnegado.

(3) El maestro y la ense�anza han formado un nexo, un v�nculo de conexi�n de incalculable fuerza e importancia, entre clases sociales celosas y, a menudo, hostiles.

(4) La Escuela Dominical es el vivero de la Iglesia cristiana. Educar al ni�o para Cristo y para su servicio es el gran objetivo del maestro. ( J. Baldwin Brown, BA )

Versículo 18

Entonces dije, morir� en mi nido.

Las decepciones de la vida

Si examinamos el mundo, descubriremos en todas partes variedad, variabilidad y sucesi�n. Nuestros cuerpos, nuestras relaciones, nuestras condiciones y circunstancias cambian constantemente. Pero esta diversidad constituye la belleza y la gloria de la providencia. Muestra las perfecciones divinas, haciendo que su interposici�n sea necesaria y obvia. Proporciona los medios por los cuales se prueban las disposiciones de los hombres y se forma su car�cter.

Se apodera de su esperanza y temor, alegr�a y tristeza; y ejerce todos los principios de su naturaleza, en su educaci�n para la eternidad. La Providencia es Dios en movimiento; Dios cumpliendo, explicando, haciendo cumplir Su propia palabra.

I. En estas palabras vemos algo bueno. Incluso en su mayor prosperidad, Job pens� en morir. La muerte es siempre una consideraci�n fastidiosa para el hombre de mundo. Se esfuerza por desterrarlo de sus pensamientos. Pero el creyente lo conoce familiarmente. Es mucho m�s dif�cil mantener un estado de �nimo correcto en circunstancias agradables y pr�speras que en escenas penosas y penosas.

II. Vemos algo deseable. Quien no desea que contin�en sus posesiones y goces; para escapar de revoluciones dolorosas en sus circunstancias? Hablamos del beneficio de la aflicci�n, pero la aflicci�n, simplemente considerada, no es elegible. Denunciamos las pasiones, pero estamos obligados a regular las pasiones, en lugar de expulsarlas. Las cosas temporales son buenas en s� mismas y necesarias. Nuestro error al desearlos consiste en dos cosas.

1. Al desearlos incondicionalmente. Al orar por las bendiciones temporales, siempre debemos mantener una reserva sobre nuestros deseos, incluida la sumisi�n a la voluntad de Dios, y una referencia a nuestro bienestar real.

2. Cuando los deseamos supremamente. Cualquiera que sea su utilidad, no deben compararse con las bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo. Las cosas deben valorarse y perseguirse seg�n su importancia.

III. Encontramos algo muy com�n. Es la opulencia y la tranquilidad que acaricia la confianza y la presunci�n. Es una suposici�n que no tendremos cambios porque no sentimos ninguno. La consecuencia es natural y se explica f�cilmente. Las cosas presentes impresionan poderosamente la mente.

IV. Algo muy falso y vano. "Entonces dije, morir� en mi nido". �Oh, Job! "No te jactes del ma�ana". Tan ignorantes somos del futuro, tan err�neos somos en nuestros c�lculos; tan expuestos somos a vicisitudes mortificantes. Cualquier cosa que atraiga nuestro afecto puede convertirse en una fuente de dolor; todo lo que despierte nuestra esperanza puede resultar un medio de decepci�n. Esa es la dura condici�n en la que tomamos todas nuestras comodidades terrenales.

�Estamos a salvo de la desilusi�n con respecto a la vida? o salud; o ni�os; o amistad; o propiedad? Sin embargo, tenga en cuenta que no le recomendamos que albergue aprensi�n y tristeza eternas. A Dios le desagrada cuando derramamos las misericordias que �l nos da para disfrutar con la desconfianza. Podemos evitar la solicitud y no ser culpables de la confianza mundana que hemos condenado. Te requiere ...

1. Ser moderado en sus apegos y sobrio en sus expectativas. La forma de escapar de la decepci�n es mantener humildes las esperanzas.

2. Le pide que busque una mejor base de confianza y que conf�e en el Se�or.

3. Te invita a buscar una preparaci�n para todos los escenarios cambiantes de la vida.

4. Te invita a mirar m�s all� de este mundo vano y mutable hacia un estado de felicidad s�lida e inmutable. ( William Jay. )

Las decepciones de la vida

Tenemos aqu� la tristeza y el lamento de un hombre decepcionado. Las cosas hab�an resultado diferentes a sus expectativas. Muchas cosas conspiraron contra Job, y la providencia de Dios lo conden� a la desilusi�n. En el cap�tulo que tenemos ante nosotros, y en el siguiente, habla de las esperanzas que una vez tuvo, y de la frustraci�n de estas esperanzas por las que ahora se lamentaba, mientras se sentaba en las cenizas y se vest�a de cilicio.

Teniendo en cuenta la posici�n y las circunstancias de Job, nadie pod�a decir que sus expectativas fueran extravagantes. Pero antes de que llegara la vejez, se encontr� con su nido hecho pedazos, su reputaci�n destrozada, su prosperidad perecida, su influencia destruida y una terrible enfermedad que amenazaba con llevar su cuerpo a una tumba prematura. A medida que pasamos de una etapa de la vida a otra, tenemos que confesar que muchas de nuestras brillantes expectativas no han resultado m�s que enso�aciones.

�Qui�n no ha tenido que llorar por esperanzas frustradas? Estas decepciones en la vida nos suceden bajo la providencia de Dios; por lo tanto, podemos estar seguros de que est�n destinados a nuestra instrucci�n y disciplina, como una prueba de principios para la madurez de nuestro car�cter y la promoci�n de nuestra prosperidad espiritual. Estas decepciones se producen de dos formas.

1. Luchamos por aquello que nunca podemos conseguir.

2. La decepci�n llega a los hombres cuando alcanzan el punto por el que empezaron y luego descubren que no se corresponde con sus expectativas. Ilustre con la carrera por las riquezas o el deseo de poder. En la regi�n de la utilidad, a menudo hay decepci�n. La misma verdad se ilustra en el car�cter personal. Una cosa que hace esta decepci�n: nos acerca m�s a Dios. A veces puedo agradecer a Dios por todas las cosas oscuras de la vida humana que me impiden apoyarme en otra cosa que no sea Aquel de arriba, que es perfecto tanto en sabidur�a como en amor. ( Charles Vince. )

Vida; sus esperanzas y desilusiones, y su elegante dise�o

(vers�culos 18-20; 30:26, 31). Ser�a imposible encontrar una descripci�n de la prosperidad m�s admirable que la que se da en este cap�tulo. Job anticip� con cari�o que toda esta prosperidad y poder continuar�a para �l. Cu�n diferente result� el resultado. La experiencia de Job tiene su contraparte en la de los hijos de los hombres en general; en algunos, por supuesto, m�s que en otros, pero m�s o menos en todos. Para algunos, la decepci�n de la vida es la decepci�n del incumplimiento.

Esto se puede ilustrar en Abraham. �Cu�l es el dise�o amoroso de Dios en las desilusiones de la vida? Forman el medio por el cual alcanzamos mayores bendiciones que las que echamos de menos. �C�mo fue recompensado Job? No por bendiciones materiales, que fueron accesorias. La verdadera recompensa resid�a en la purificaci�n y perfeccionamiento de su car�cter y su vida; en las bendiciones espirituales que cosech� como resultado de la disciplina.

Lo mismo ocurre con nosotros. Si lo ejercen correctamente las influencias adversas de la vida, podemos ganar en cada p�rdida. Las desilusiones de la vida operan favorablemente al acercarnos a Dios. ( SD Hillman. )

Mi ra�z se extendi� por las aguas. -

El car�cter encomiable y censurable

I. Aqu� hay algo muy bueno. En su mayor prosperidad, Job pens� en morir.

II. Aqu� hay algo muy deseable. Job deseaba una continuaci�n de sus misericordias providenciales. Lo malo de desear el bien mundano es cuando lo deseamos incondicional y supremamente.

III. Aqu� hay algo muy com�n. Job, en su opulencia, apreciaba la confianza y la presunci�n.

IV. Aqu� hay algo muy falso. Job calcul� morir en su nido cuando la tormenta se avecinaba a su alrededor. ( Homilista. )

Versículo 20

Mi gloria estaba fresca en m�, y mi arco se renov� en mi mano.

Frescura

El texto nos habla del renombre de Job, y de la forma en que la providencia de Dios continu� manteniendo la gloria de su estado, su salud corporal y su prosperidad, su gloria estaba fresca en �l. No alcanz� una fama apresurada, y luego de repente fue olvidado. No resplandeci� como un meteoro y luego se desvaneci� en la oscuridad. Dice que su arco se renov� en su mano: mientras que por lo general el arco pierde su fuerza con el uso, y es menos capaz de disparar la flecha despu�s de un rato, y necesita permanecer quieto con una cuerda floja, de ninguna manera fue as�. con �l.

Pod�a enviar una flecha, luego otra, y luego otra, y el arco parec�a cobrar fuerza con el uso. Es decir, nunca pareci� estar agotado ni de mente ni de cuerpo. Sin embargo, esto no dur� siempre, porque Job en este cap�tulo nos est� hablando de algo que sol�a ser - algo que era - algo cuya p�rdida lament� con mucha tristeza - �mi gloria estaba fresca en m�. " De repente se vio despojado de sus riquezas y de su honor, y qued� en �ltimo lugar en la lista en lugar de ser el primero. En lo que respecta a la gloria, fue olvidado como un muerto. Esto nos da una lecci�n de que no confiamos en la estabilidad de las cosas terrenales.

I. Primero, entonces, note la excelencia de la frescura. � Salmo 92:10 ungido con aceite nuevo� ( Salmo 92:10 ). David hab�a sido ungido cuando a�n era joven para ser rey de Israel. Fue ungido una vez m�s cuando lleg� al reino: esa unci�n externa con aceite real fue el testimonio de la elecci�n de Dios y la insignia de la autorizaci�n de David, y muchas veces, cuando su trono parec�a precario, Dios lo confirm� en �l y someti� al pueblo que estaba debajo de �l. .

Cuando su dominio se debilit�, Dios lo fortaleci� y fortaleci� a sus siervos, y les dio grandes victorias; de modo que, como rey, con frecuencia era ungido con aceite nuevo. La frescura es algo m�s delicioso si lo ves en otro. Es un encanto en la naturaleza. Qu� agradable es ir al jard�n y ver las flores primaverales asomando. Qu� agradable marcar los arroyos, con su agua fresca saltando por las colinas despu�s de las lluvias. Pero la frescura espiritual tiene un doble encanto. A veces sabemos lo que es tener frescura de alma, que es el roc�o del Se�or.

1. C�mo se ve esa frescura en las devociones de un hombre. Oh, he escuchado algunas oraciones que son realmente f�tidas. Los he escuchado antes con tanta frecuencia que temo los viejos sonidos familiares. Algunas expresiones trilladas que recuerdo haber escuchado cuando era ni�o. Pero, por otro lado, oyes orar a un hombre que ora, cuya alma est� plenamente en comuni�n con Dios, �y qu� vida y frescura hay all�!

2. Por eso es bueno tener frescura sobre nuestros sentimientos. S� que no esperamos ser salvados por nuestros sentimientos; tampoco ponemos el sentimiento al lado de la fe; sin embargo, deber�a lamentar mucho tener confianza y, sin embargo, nunca sentirme. Ya sea alegr�a o tristeza, que sea un sentimiento vivo, fresco de las fuentes profundas del coraz�n. Ya sea exultaci�n o depresi�n, que sea verdad y no superficial o simulada. Odio la emoci�n que hay que aumentar. Dios nos proteja de los sentimientos rancios y nos d� frescura de emoci�n.

3. Creo que hay una gran belleza y excelencia en la frescura de la expresi�n. No se estorbe de eso.

4. Queridos amigos, deber�a haber frescura en nuestro trabajo. Debemos servir al Se�or hoy con tanta novedad como hace diez a�os.

II. Ahora me extender� sobre el miedo a perderlo, el miedo a su partida. He o�do a algunos expresar el pensamiento de que quiz�s las cosas de Dios podr�an perder su frescura para nosotros por nuestra familiaridad con ellas. Creo que lo contrario resultar� ser el caso si la familiaridad es la de un coraz�n santificado. Perm�tanme decirles algunos puntos en los que, me temo, tenemos un buen motivo de alarma, porque hacemos todo lo posible para despojarnos de toda vida y frescura.

Los cristianos pueden perder la frescura de s� mismos imit�ndose unos a otros. Adoptando como modelo alguna forma de vida cristiana distinta de la encarnada en la persona de nuestro Se�or, pronto fabricaremos un juego de gemas de pasta, pero el destello y la gloria del diamante ser�n desconocidos. Otra forma de estropear tu frescura es mediante la represi�n. Los cristianos m�s d�biles no se atreven a decir, sentir o hacer hasta que hayan pedido permiso a su l�der.

Sin embargo, si queremos mantener nuestra frescura, lo principal es no dejar nunca de lado nuestras almas. �Sabes en qu� estado se encuentra generalmente el hombre cuando te encanta su frescura? �No est� bien de salud? Sea recta la fuente del coraz�n, y pronto se ver� la frescura. Te he shogunado las cosas por las cuales un hombre puede perder su frescura; ev�telos con cuidado.

III. Termino con el tercer punto, que es esta preciosa palabra que nos da la esperanza de su renovaci�n. No pensemos que es necesario que envejezcamos, y que las cosas celestiales envejezcan con nosotros: porque, en primer lugar, nuestro Dios en quien confiamos renueva el rostro del a�o. Est� comenzando su obra de nuevo en los procesos justos de la naturaleza. El triste invierno ha pasado. Pon tu confianza en Dios, que renueva la faz de la tierra, y busca que Su Esp�ritu te reviva.

Adem�s, hay una excelente raz�n por la que puedes esperar que regrese toda tu frescura: es porque Cristo mora en ti. Luego est� la otra gran doctrina de la morada del Esp�ritu Santo. �l habita en ti. ( CH Spurgeon. ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Job 29". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/job-29.html. 1905-1909. Nueva York.
 
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