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Bible Commentaries
1 Corintios 3

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-2

Cap�tulo 5

SABIDURIA DIVINA

En el p�rrafo anterior, Pablo ha explicado por qu� hab�a proclamado los hechos desnudos con respecto a Cristo y Su crucifixi�n y confiado en la Cruz misma para impresionar a los corintios y conducirlos a Dios, y por qu� hab�a resistido la tentaci�n de apelar al gusto corintio por la ret�rica. y filosof�a al exhibir el cristianismo como filosof�a. Cre�a que donde la conversi�n era el objeto de la predicaci�n, ning�n m�todo pod�a compararse en eficiencia con la simple presentaci�n de la Cruz.

Pero a veces se encontraba en circunstancias en las que la conversi�n no pod�a ser su objetivo. Ocasionalmente fue llamado, como se llama regularmente a los predicadores de nuestros d�as, para predicar a los que ya eran cristianos. Y nos dice que en estas circunstancias, hablando "entre los perfectos" o en presencia de cristianos bastante maduros, no tuvo ning�n escr�pulo en desplegar la "sabidur�a" o la filosof�a de la verdad de Cristo.

Exponer las verdades m�s profundas reveladas por Cristo era in�til o incluso hiriente para los meros "ni�os" en Cristo o para aquellos que a�n no hab�an nacido de nuevo; pero para el adolescente y para aquellos que pudieran afirmar haber alcanzado una firme masculinidad de car�cter cristiano, estaba dispuesto a ense�ar todo lo que �l mismo sab�a. Estas palabras, "Sin embargo, hablamos sabidur�a entre los que son perfectos", hace el texto del siguiente p�rrafo, en el que procede a explicar (1) qu� es la sabidur�a; (2) c�mo lo habla; (3) a qui�n le habla.

I. Primero, la sabidur�a de la que habla entre los perfectos, aunque eminentemente merecedora del nombre, no est� a la altura de las filosof�as humanas, ni tiene un origen similar. No es solo uno m�s a�adido a la b�squeda humana de la verdad. Los pr�ncipes de este mundo, sus hombres de luz y direcci�n, han tenido sus propias teor�as sobre Dios y el hombre, y sin embargo, realmente "han fracasado". La incompetencia de los hombres y las teor�as que realmente controlan los asuntos humanos queda fuera de toda duda por la crucifixi�n de Cristo.

En la persona de Cristo, la gloria de Dios se manifest� como una gloria, de la cual el hombre deb�a participar; si hubiera existido entre los hombres una percepci�n verdadera de la naturaleza real de Dios, la Crucifixi�n habr�a sido imposible. El hecho de que la gloria encarnada de Dios haya sido crucificada es una demostraci�n de la insuficiencia de todas las ense�anzas anteriores sobre Dios. Pero la sabidur�a ense�ada por Pablo no es solo una teor�a m�s, ideada por el ingenio especulativo del hombre; es una revelaci�n hecha por Dios de un conocimiento inalcanzable por el esfuerzo humano.

Aqu� fallan las tres grandes fuentes del conocimiento humano: ver, o�r y pensar por igual. "El ojo no vio, el o�do no oy�, el concebir no ha entrado en el coraz�n del hombre", esta sabidur�a. Hasta ahora ha sido un misterio, una cosa escondida; ahora Dios mismo lo ha revelado.

Lo que es el contenido de esta sabidur�a, lo podemos percibir f�cilmente a partir de los ejemplos que nos da Pablo en su Ep�stola a los Efesios y en otros lugares. Es una declaraci�n del prop�sito divino para con el hombre, o de "las cosas que Dios ha preparado para los que le aman". Pablo se deleit� en explayarse sobre los resultados de gran alcance de la muerte de Cristo, las ilustraciones que da de la naturaleza de Dios y de la justicia, su lugar como el gran centro moral, uniendo y reconciliando todas las cosas.

Se complace en mostrar la superioridad del Evangelio sobre la Ley y en construir una filosof�a de la historia que arroje luz sobre todo el plan de formaci�n de los hombres por parte de Dios. Nunca se cansa de contemplar el prop�sito de Dios y su cumplimiento por la muerte de Cristo, ni de mostrar c�mo de la miseria, la enfermedad, la guerra, la ignorancia y la ruina moral, y lo que parec�a una mera ruina de un mundo all�. por medio de este �nico elemento sanador, la restauraci�n del hombre a Dios y los unos a los otros, la comuni�n con Dios y la paz en la tierra, en resumen, un reino de Dios entre los hombres.

Vio claramente c�mo a trav�s de todo lo que hab�a sucedido previamente en la tierra, y a trav�s de todo lo que los hombres hab�an pensado, se hab�a hecho una preparaci�n para el cumplimiento de este misericordioso prop�sito de Dios. Estas eran "las cosas profundas de Dios" que le hicieron ver cu�n diferente era la sabidur�a de Dios de la sabidur�a de los hombres.

Esta "sabidur�a" que ense�� Pablo ha tenido un lugar m�s grande e influyente en la mente de los hombres que cualquier otro sistema de pensamiento humano. La cristiandad ha visto a Cristo a trav�s de los ojos de Pablo. Interpret� el cristianismo al mundo e hizo que los hombres se dieran cuenta de lo que hab�a estado y hab�a entre ellos. Los hombres de la facultad m�s grande, como Agust�n y Lutero, no han podido encontrar una religi�n en Cristo hasta que entraron a Su escuela por la puerta de Pablo.

Al tropezar con una o dos peculiaridades jud�as que ata�en a la teolog�a de Pablo, algunos cr�ticos modernos nos aseguran que, "despu�s de haber sido durante trescientos a�os" -y podr�an haber dicho durante mil quinientos a�os- "el m�dico cristiano por excelencia, Pablo es ahora llegando al final de su reinado ". Matthew Arnold, con un discernimiento m�s verdadero, si no sobre bases m�s s�lidas, predice que "la doctrina de Pablo surgir� de la tumba donde ha estado enterrada durante siglos.

Edificar� la Iglesia del futuro. Tendr� el consentimiento de generaciones m�s felices, el aplauso de �pocas menos supersticiosas. Todo ser� muy poco para pagar la mitad de la deuda que la Iglesia de Dios tiene con el m�s peque�o de los Ap�stoles, que no era apto para ser llamado Ap�stol, porque persegu�a a la Iglesia de Dios ".

Podemos encontrar en los escritos de Pablo argumentos que, por convincentes que sean para el jud�o, no lo son para nosotros; podemos preferir su ense�anza experimental y �tica a su ense�anza doctrinal; algunas personas estimables s�lo pueden aceptarlo cuando lo han purgado de su calvinismo; otros cierran los ojos a esto o aquello que les parece una mancha en sus escritos; pero el hecho es que a este hombre le debemos nuestro cristianismo.

Fue �l quien deslig� del cuerpo moribundo del juda�smo la religi�n reci�n nacida y la mantuvo en alto a los ojos del mundo como la verdadera heredera del imperio universal. Fue �l cuyo agudo intelecto y agudo discernimiento moral penetraron hasta el coraz�n mismo de esta nueva cosa, y vio en ella una fuerza para conquistar el mundo y librar a los hombres de toda esclavitud y maldad de todo tipo. Fue �l quien aplic� a toda la gama de la vida y el deber humanos la fuerza �tica inagotable que yac�a en Cristo, y as� elev� de un solo esfuerzo el mundo pagano a un nuevo nivel de moralidad.

Fue el primero en mostrar la superioridad del amor a la ley, y en se�alar c�mo Dios confiaba en el amor y en convocar a los hombres a encontrar la confianza que Dios as� depositaba en ellos. No podemos medir la grandeza de Pablo, porque la luz que �l mismo ha derramado nos ha impedido volver a ponernos en la imaginaci�n en la oscuridad a trav�s de la cual tuvo que encontrar su camino. Solo podemos medir vagamente la fuerza que se requer�a para captar mientras �l captaba el significado de la manifestaci�n de Dios en la carne.

Luego, Pablo us� dos m�todos de ense�anza. Al dirigirse a los que a�n no hab�an sido ganados para Cristo, utiliz� la locura de la predicaci�n y les present� la Cruz de Cristo. Al dirigirse a aquellos que ya hab�an pose�do el poder de la Cruz y hab�an logrado alg�n crecimiento en el conocimiento y el car�cter cristianos, ampli� el significado de la Cruz y la luz que arroja sobre todas las relaciones morales, sobre Dios y sobre el hombre.

E incluso en este aspecto de su trabajo, niega cualquier deseo de propagar una filosof�a propia. El sistema de verdad que proclama al pueblo cristiano no lo ha ideado �l mismo. No es en virtud de su propia capacidad especulativa que lo ha descubierto. No es una de las sabidur�as de este mundo, que tiene su origen en el cerebro de un ingenioso te�rico. Por el contrario, tiene su origen en Dios y, por lo tanto, participa de la verdad y la estabilidad ligadas a los pensamientos de Dios.

II. Pero si el hombre no puede descubrirlo, �c�mo llega a saberlo Pablo? Para la inteligencia corintia no parec�an m�s que estas tres formas de aprender cualquier cosa: ver, o�r o pensar; y si ninguno de ellos pudo obtener la sabidur�a de Dios, �c�mo se logr�? Pablo procede a mostrar c�mo fue capacitado para "hablar" esta sabidur�a. �l hace esto en vers. 10-13 1 Corintios 2:10 , en el que sus principales afirmaciones son que el Esp�ritu de Dios solo conoce la mente de Dios, que este Esp�ritu le ha sido dado para revelarle la mente de Dios y capacitarlo para divulgar que mente a los dem�s con palabras adecuadas.

1. S�lo el Esp�ritu de Dios conoce la mente de Dios y escudri�a sus cosas profundas, as� como nadie sino el esp�ritu del hombre que est� en �l conoce las cosas del hombre. "Hay en cada hombre una vida oculta a todos los ojos, un mundo de impresiones, ansiedades, aspiraciones y luchas, de las cuales solo �l, en cuanto esp�ritu, es decir, ser consciente y personal, Este mundo interior es desconocido para los dem�s, excepto en la medida en que �l se lo revela a trav�s del habla.

"Y si a menudo nos sentimos desconcertados y enga�ados con respecto al car�cter humano y nos encontramos incapaces de penetrar en las" cosas profundas "del hombre, en sus pensamientos y motivos m�s �ntimos, mucho m�s es cierto que" las cosas profundas "de Dios est�n completamente m�s all� nuestro conocimiento y s�lo somos conocidos por el Esp�ritu de Dios que est� en �l. Una conjetura vaga e incierta, posiblemente no del todo err�nea, probablemente del todo err�nea, es todo lo que podemos lograr.

2. Y a�n m�s cierto es este de los prop�sitos de Dios. Aunque te hagas ilusiones de conocer la naturaleza de un hombre, ciertamente no puedes predecir sus intenciones. No puedes anticipar los pensamientos de un hombre capaz al que ves dise�ando una m�quina, o proyectando un edificio, o concibiendo una obra literaria; no se puede decir en qu� forma un hombre vengativo se vengar�; ni se puede penetrar a trav�s de la mirada abstra�da del caritativo y leer la forma precisa que tomar� su generosidad.

Toda gran obra, incluso del hombre, nos llega por sorpresa; los diversos inventos que facilitan los negocios, los nuevos poemas, los nuevos libros, las nuevas obras de arte, nunca se hab�an concebido antes. Eran misterios ocultos hasta que la mente originaria los revel�. Y mucho m�s eran las intenciones de Dios y Su m�todo para lograrlo inconcebible para cualquiera que no fuera �l mismo. Cu�l fue el prop�sito de Dios al crear al hombre, qu� dise�� lograr mediante la muerte de Cristo, cu�l ser�a el resultado de toda la vida humana, y la tentaci�n y la lucha, estas cosas eran el secreto de Dios, conocido s�lo por el Esp�ritu de Dios que estaba en �l.

3. Este Esp�ritu, declara Pablo, le fue dado y le revel� los prop�sitos de Dios, "las cosas que Dios nos ha dado gratuitamente". Hab�a recibido "no el esp�ritu del mundo", lo que le habr�a permitido s�lo teorizar, especular y crear otra "sabidur�a de este mundo"; pero hab�a recibido "el Esp�ritu que es de Dios", y este Esp�ritu le hab�a revelado "las cosas que Dios ha preparado para los que le aman".

Podemos pensar en la revelaci�n como un acto de Dios o como la recibe el hombre. Dios se revela en todo lo que hace, como el hombre revela su car�cter en todo lo que hace. Por lo tanto, con el primer acto de Dios en el m�s remoto pasado comenz� la revelaci�n. A�n no hab�a nadie que recibiera el conocimiento de Dios, pero Dios mostr� Su naturaleza y Su prop�sito tan pronto como comenz� a hacer algo. Y esta revelaci�n de s� mismo ha continuado desde entonces.

En el mundo que nos rodea y en la tierra en la que vivimos, Dios se revela; "las cosas hechas", como dice Pablo, "nos dan claramente para ver y comprender las cosas invisibles de Dios, su naturaleza invisible, desde la creaci�n del mundo". A�n m�s plenamente se revela la naturaleza de Dios en el hombre: en la conciencia, distinguiendo entre el bien y el mal; en el esp�ritu anhelando la comuni�n con el Eterno. En la historia de las naciones, y especialmente en la historia de esa naci�n que se fund� en su idea de Dios, �l se revel� a S� mismo.

Gui�ndolo, libr�ndolo de Egipto, castig�ndolo, Dios se dio a conocer a Israel. Y finalmente, en Jesucristo, Dios dio la manifestaci�n m�s completa posible de s� mismo. El velo fue levantado por completo, y Dios entr� tanto como le fue posible en libre intercambio con Sus criaturas. Se puso al alcance de nuestro conocimiento.

Pero no fue suficiente que Dios se revelara objetivamente en Cristo; tambi�n debe haber una revelaci�n subjetiva dentro del alma del espectador. No era suficiente que Dios se manifestara en la carne y que se permitiera a los hombres sacar las inferencias que pudieran de esa manifestaci�n; pero, adem�s de esto, Dios le dio Su Esp�ritu a Pablo ya otros para que pudieran ver el significado pleno de esa manifestaci�n.

Era muy posible que los hombres fueran testigos de la revelaci�n objetiva sin comprenderla. Se necesita el ojo abierto, as� como la luz exterior. Y Pablo en todas partes insiste en esto: que hab�a recibido su conocimiento de la verdad divina por revelaci�n, no por el mero ejercicio de su propio pensamiento sin ayuda, sino por una iluminaci�n espiritual a trav�s del don del Esp�ritu de Dios.

La presencia del Esp�ritu de Dios en cualquier hombre, por supuesto, solo puede ser verificada por los resultados. El Esp�ritu de Dios que obra en la naturaleza del hombre y por medio de ella no puede conocerse en separaci�n del esp�ritu del hombre y la obra realizada en ese esp�ritu. Esta revelaci�n interior a la que se refiere Pablo se logra mediante la acci�n del Esp�ritu Divino sobre las facultades humanas, avivando y elevando estas facultades. La revelaci�n o conocimiento nuevo adquirido por Pablo fue dado por Dios, pero al mismo tiempo fue adquirido por las propias facultades de Pablo, de modo que permaneci� con �l siempre, as� como el conocimiento que adquirimos naturalmente permanece con nosotros y puede ser utilizado libremente por nosotros. .

Una revelaci�n interior puede llegar a un hombre s�lo en forma de impresiones, convicciones, pensamientos que surgen en su propia mente. Pablo sab�a que su conocimiento era una revelaci�n de Dios, no por la rapidez con que fue impartido, no por las apariciones sobrenaturales que lo acompa�aban, ni por ning�n sentido o conciencia de otro Esp�ritu trabajando con el suyo, sino por los resultados. Es siempre la sustancia o el contenido de cualquier revelaci�n lo que prueba su origen. Pablo sab�a que ten�a la mente de Cristo porque descubri� que pod�a entender las palabras y la obra de Cristo, pod�a simpatizar perfectamente con sus objetivos y ver las cosas desde el punto de vista de Cristo.

En su humildad, muchas personas se abstienen de hacer aqu� esta afirmaci�n hecha por Pablo; nunca pueden afirmar sin vacilar que se les ha dado el Esp�ritu de Dios o que tienen la mente de Cristo. Tales personas deber�an reconocer que fue la misma humildad de Pablo lo que le permiti� afirmar con tanta confianza estas cosas de s� mismo. Sab�a que el conocimiento de los prop�sitos de Cristo que ten�a y la simpat�a por ellos eran la evidencia del Esp�ritu de Dios obrando en �l.

Sab�a que sin el Esp�ritu de Dios �l mismo nunca podr�a haber tenido estos pensamientos. Y es cuando reconocemos m�s nuestra propia insuficiencia que estamos m�s dispuestos a confesar la presencia del Esp�ritu de Dios.

4. Pero Pablo hace una afirmaci�n m�s. El conocimiento que tiene de las cosas divinas no solo es una revelaci�n hecha por el Esp�ritu de Dios, sino que las palabras en las que declara esta revelaci�n a otros le son ense�adas por el mismo Esp�ritu: "cosas que tambi�n hablamos nosotros, no con las palabras que la sabidur�a del hombre ense�a, pero la que ense�a el Esp�ritu Santo, comparando lo espiritual con lo espiritual ". El significado de estas �ltimas palabras es dudoso.

O bien significan "ajustar las palabras espirituales a las verdades espirituales" o "aplicar las verdades espirituales a las personas espirituales". El sentido del pasaje no se altera materialmente, cualquiera que sea el significado que se adopte. Pablo afirma claramente que as� como su conocimiento se obtiene por la revelaci�n de Dios a �l, su expresi�n de este conocimiento es por inspiraci�n de Dios. El esp�ritu del mundo produce sus filosof�as y las viste con un lenguaje apropiado.

Las filosof�as con las que estaban familiarizados los corintios ense�aban c�mo se hizo el mundo y cu�l es la naturaleza del hombre, y lo hicieron en un lenguaje lleno de tecnicismos y adornados con recursos ret�ricos. Paul neg� esto; tanto su conocimiento como la forma en que lo ense�� fueron dictados, no por el Esp�ritu de este mundo, sino por el Esp�ritu de Dios. Las mismas verdades que Pablo declar� podr�an haber sido declaradas en un mejor griego del que �l us�, y podr�an haber sido adornadas con material ilustrativo y referencias a sus propios autores.

Este estilo de presentar la verdad divina pudo haber sido impulsado a Pablo por algunos de sus oyentes corintios como mucho m�s probable que encontrara entrada en la mente griega. Pero Pablo se neg� a permitir que su estilo fuera formado por la sabidur�a humana y los m�todos literarios de autores seculares, y pens� que era m�s adecuado proclamar la verdad espiritual en un lenguaje espiritual y en palabras que le fueron ense�adas por el Esp�ritu Santo.

Esta declaraci�n de Pablo puede interpretarse como una garant�a de la exactitud general de su ense�anza; pero no se pretend�a que fuera eso. Pablo no se expres� de esta manera para convencer a los hombres de su exactitud, y mucho menos para convencerlos de que cada palabra que pronunciaba era infaliblemente correcta; lo que pretend�a era justificar su uso de cierto tipo de lenguaje y cierto estilo de ense�anza. El esp�ritu de este mundo adopta un m�todo para insinuar conocimiento en la mente; el Esp�ritu de Dios usa otro m�todo.

Es lo �ltimo que adopta Pablo. Eso es lo que quiere decir, y es obvio a partir de esta declaraci�n suya que no podemos deducir nada con respecto a la inspiraci�n verbal o la infalibilidad de cada palabra que pronunci�.

De hecho, podr�a parecer un argumento muy simple y s�lido si dij�ramos que Pablo afirma que las palabras en las que encarna su ense�anza le son ense�adas por el Esp�ritu Santo y que, por lo tanto, no puede haber error en ellas. Pero interpretar las palabras de cualquier escritor sin tener en cuenta su intenci�n al escribirlas es cegarnos voluntariamente a su verdadero significado. Y la intenci�n de Pablo en este pasaje es contrastar dos m�todos de ense�anza, dos estilos de lenguaje, el mundano o secular y el espiritual, y afirmar que el estilo que adopt� fue el que le ense�� el Esp�ritu Santo.

Un artista cuyo trabajo fue criticado podr�a defenderse diciendo: "Me form� en la escuela impresionista", o "Utilizo los principios que me ense�� Ruskin", o "Soy alumno de este u otro gran maestro"; pero estas respuestas, si bien son bastante relevantes como defensa y explicaci�n del estilo particular de pintura que ha adoptado, no pretenden identificar el trabajo del erudito con el del maestro, ni insinuar que el maestro es responsable de todo el alumno. lo hace.

De manera similar, la respuesta de Pablo es relevante como una explicaci�n de su raz�n para negarse a usar los m�todos de los ret�ricos profesionales para ense�ar sus verdades espirituales. "Los modos espirituales de presentar la verdad y evitar el artificio ret�rico y el embellecimiento concuerdan mejor con lo que tengo que decir". Quien deduzca de esto que cada palabra individual que Pablo habl� o escribi� es absolutamente la mejor, lo har� bajo su propio riesgo y sin la autoridad de Pablo. Ciertamente, no era la intenci�n de Pablo hacer tal declaraci�n. Y es tan peligroso poner demasiado en las palabras de Paul como poner muy poco.

III. Habiendo demostrado que la sabidur�a que ense�a es espiritual, y que su m�todo de ense�arla es espiritual, finalmente procede a mostrar que s�lo puede ense�arse a personas espirituales. "El hombre espiritual juzga todas las cosas"; puede discernir si est� "entre los perfectos" o entre los carnales, si puede hablar con sabidur�a o si debe limitarse a la verdad elemental. Pero, por otro lado, �l mismo no puede ser juzgado por el hombre carnal.

Es en vano que los creyentes rudimentarios encuentren fallas en el m�todo de ense�anza de Pablo; no pueden juzgarlo, porque no pueden comprender la mente del Se�or que lo gu�a. No habr�a servido de nada ense�ar sabidur�a espiritual en Corinto, porque los miembros de esa Iglesia eran todav�a ni�os en Cristo, carnales y no espirituales. Su carnalidad fue probada por su facidez. Segu�an gobernados por las pasiones que gobiernan al hombre natural.

Por tanto, Pablo los aliment� con leche y no con carne fuerte; con el sencillo y conmovedor Evangelio de la Cruz, y no con esas elevadas y trascendentales deducciones de �l que divulg� entre los esp�ritus preparados y comprensivos.

En las distinciones de hombres en naturales, carnales y espirituales, Pablo muestra aqu� cu�n libre estaba de tecnicismos teol�gicos y cu�n directo miraba los hechos. �l no divide a los hombres sumariamente en creyentes e incr�dulos, clasificando a todos los creyentes como espirituales, a todos los incr�dulos como carnales. �l no quita la iglesia a todos los que no son espirituales. Puede sentirse decepcionado de que ciertos miembros de la Iglesia sean carnales y tarden mucho en alcanzar la madurez de la virilidad cristiana, pero no niega a esas personas carnales un lugar en la Iglesia.

Les da tiempo. No los adula ni los enga�a en cuanto a su condici�n. No los considera perfectos ni los repudia como no regenerados. �l permite que nazcan de nuevo; pero como el beb� es aparentemente un mero animal, que no exhibe cualidades mentales o de coraz�n, sino solo instintos animales, y sin embargo, mediante el cuidado y la alimentaci�n adecuada se convierte en un hombre adulto, el beb� cristiano puede ser todav�a carnal, con muy poco que diferenciar. �l del hombre natural, sin embargo, el germen del cristiano espiritual puede estar all�, y con el cuidado y la nutrici�n adecuada crecer�.

La confianza que Pablo expresa aqu� con respecto a su superioridad al juicio de los hombres carnales es una superioridad inseparable del conocimiento en cualquier departamento. La verdad siempre lleva consigo un poder de autoevidencia, y quien alcanza una percepci�n clara de la verdad en cualquier rama del conocimiento es consciente de que es la verdad que ha alcanzado. Cuando la mente lleva mucho tiempo confundida sobre una dificultad y finalmente ve la soluci�n, es como si el sol hubiera salido. La mente se convence de inmediato.

Nadie tuvo m�s derecho que Pablo a decir: "Tengo la mente de Cristo". Todos los d�as de su vida dec�an lo mismo. Inmediatamente entr� en la mente de Cristo y m�s que ning�n otro hombre la llev� a cabo. Fue por su simpat�a moral por los objetivos de Cristo que entr� tan completamente en el conocimiento de su persona y obra. Vivi� su camino hacia la verdad. Y todo nuestro mejor conocimiento se alcanza de la misma manera. Las verdades que vemos con mayor claridad y de las que tenemos una seguridad m�s profunda son las que nos ha ense�ado nuestra propia experiencia. La verdad espiritual es de un tipo que solo los hombres espirituales pueden comprender.

Los hombres espirituales son aquellos que pueden decir, con Pablo: "No hemos recibido el esp�ritu del mundo, sino el Esp�ritu que es de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado gratuitamente". A lo que los ojos de los hombres deben abrirse especialmente es a la generosidad de Dios y la consecuente riqueza y esperanza de la vida humana, el asombroso deleite de Pablo en la gracia de Dios y la adaptaci�n amorosa de s� mismo a las necesidades humanas encuentra continuamente expresi�n en sus escritos.

Su propio sentido de indignidad magnific� la misericordia perdonadora de Dios. Se regocijaba en un amor divino que era conocimiento pasajero, pero en el que sab�a que se pod�a confiar al m�ximo. La visi�n de este amor abri� a su esperanza un panorama de felicidad. Hay una alegr�a natural en la vida que todos los hombres pueden comprender. Esta vida apela de muchas maneras a nuestra sed de felicidad y, a menudo, parece que no necesitamos nada m�s.

Pero, de una forma u otra, la mayor�a de nosotros aprendemos que lo que se nos presenta naturalmente en este mundo no es suficiente, de hecho solo trae ansiedad y dolor a largo plazo. Y luego es que, por la gracia de Dios, los hombres llegan a descubrir que esta vida no es m�s que una peque�a laguna que conduce y alimenta el oc�ano ilimitado del amor de Dios m�s all�. Aprenden que hay una esperanza que no se puede arruinar, una alegr�a ininterrumpida, una plenitud de vida que satisface y satisface todos los instintos, afectos y prop�sitos.

Empiezan a ver las cosas que Dios ha preparado para los que le aman, las cosas que gratuitamente nos son dadas por Dios "gratuitamente", dadas sin m�rito nuestro, dadas para hacernos felices, dadas por un amor que debe encontrar. expresi�n.

Pero para conocer y apreciar las cosas que Dios nos da gratuitamente, el hombre debe tener el Esp�ritu de Dios. Porque los dones de Dios son espirituales; se adhieren al car�cter, a lo que es eternamente nuestro. No pueden ser recibidos por aquellos que reh�san la severidad del entrenamiento de Dios y no est�n conscientes de la realidad del crecimiento espiritual, de pasar de una masculinidad carnal a una espiritual. El camino hacia estas alegr�as eternas y que todo lo satisface puede ser dif�cil; El camino de Cristo no fue f�cil, y quienes lo siguen deben, de una forma u otra, poner a prueba su fe en lo invisible.

Deben realmente, y no s�lo de palabra, pasar de la dependencia de este mundo actual a la dependencia de Dios; de alguna manera deben llegar a creer que debajo y en todo lo que aqu� vemos y experimentamos se encuentra el amor inalterable y sin mezcla de Dios, que en �ltima instancia es esto con lo que tienen que ver, esto lo que explica todo.

Cu�n pronto los hombres piensan que han agotado el inagotable, el amor y los recursos de Dios; con qu� rapidez los hombres se cansan de la vida y piensan que lo han visto todo y lo saben todo; �Cu�n dispuestos est�n los hombres a concluir que para ellos la existencia es un fracaso y no puede producir un gozo perfecto, mientras que todav�a saben muy poco de las cosas que Dios ha preparado para aquellos que lo aman como el reci�n nacido conoce la vida y experimenta? que yacen ante �l.

S�lo has tocado el borde de su manto; �Qu� debe ser para abrazar Su coraz�n? Felices aquellos a quienes la oscuridad de este mundo revela las distancias ilimitadas del cielo estrellado, y quienes encuentran que los golpes que han destrozado su felicidad terrenal simplemente han roto la c�scara que confinaba su verdadera vida y les ha dado entrada a un mundo infinito y eterno.

Versículos 1-23

Cap�tulo 6

EL EDIFICIO Y LA MANDARIDAD DE DIOS

PABLO, habiendo justificado abundantemente su m�todo de predicaci�n a los corintios, y habiendo demostrado por qu� se content� con la simple presentaci�n de la cruz, reanuda su reprimenda directa del esp�ritu de partido de ellos. Les ha dicho que todav�a no eran aptos para llevar la "sabidur�a" que �l ense�� en algunas iglesias, y la prueba misma de su inmadurez se encuentra en su partidismo. "Mientras uno dice: Yo soy de Pablo, y otro, Yo soy de Apolos, �no sois carnales? �Qui�n, pues, es Pablo y qui�n es Apolos, sino ministros en quienes cre�steis?" Los maestros por cuyos nombres se enorgullec�an de ser conocidos no eran fundadores de escuelas ni dirigentes de partidos, que buscaban el reconocimiento y la supremac�a; eran "ministros", siervos que fueron usados ??por un Se�or com�n para despertar la fe, no en ellos mismos, sino en �l.

Cada uno ten�a sus propios dones y su propia tarea. "Yo he plantado". A m� me fue dado fundar la Iglesia en Corinto. Apolos vino detr�s de m� y ayud� a que mi planta creciera. Pero fue Dios mismo quien dio la influencia vital necesaria para que nuestro trabajo fuera eficaz. Apolos y yo somos un solo instrumento en la mano de Dios, como el hombre que pone las velas y el que sostiene el tim�n son un solo instrumento usado por el capit�n del barco, o como el alba�il que corta y el constructor que coloca las piedras en sus manos. los lugares son un instrumento para la realizaci�n del dise�o del maestro de obras. "Somos colaboradores usados ??por Dios; ustedes son la labranza de Dios, el edificio de Dios".

A lo largo de este p�rrafo, es este pensamiento en el que Pablo se detiene: que la Iglesia es originada y mantenida, no por hombres, sino por Dios. Los maestros no son m�s que instrumentos de Dios; y sin embargo, siendo instrumentos humanos, cada uno tiene su propia responsabilidad, ya que cada uno tiene su parte de la �nica obra.

De esta verdad de que solo Dios es el Dador de vida espiritual y que la Iglesia es su edificio se pueden extraer varias inferencias.

1. Nuestra alabanza por cualquier bien que hayamos recibido de tipo espiritual debe darse, no solo a los hombres, sino principalmente a Dios. Los corintios estaban conscientes de que al recibir el cristianismo hab�an recibido una gran bendici�n. Sent�an que la gratitud se deb�a en alguna parte. Los nuevos pensamientos que ten�an de Dios, la conciencia del amor eterno de Cristo, la esperanza de la inmortalidad, la influencia sostenida de la amistad de Cristo, el nuevo mundo en el que parec�an vivir, todo esto les hac�a pensar en aquellos que les hab�an tra�do este nueva felicidad.

Pero Pablo tem�a que su reconocimiento de s� mismo y de Apolos eclipsara su gratitud hacia Dios. La gente a veces se felicita por haber adoptado un buen estilo de religi�n, no demasiado sentimental, no sensacionalista y espasm�dico, no infantilmente externo, no fr�amente doctrinal; est�n agradecidos de haber le�do los libros que leyeron en un momento cr�tico de su crecimiento espiritual y mental; pueden rastrear claramente hasta ciertas personas una influencia que saben que fortaleci� su car�cter; y piensan con gratitud ya veces con excesiva admiraci�n por tales libros y personas.

Pablo les dec�a: No es culpable pensar con gratitud en aquellos que han contribuido a promover su conocimiento de la verdad o su vida cristiana; pero recuerde siempre que usted es la labranza de Dios y el edificio de Dios, y que es a �l toda su alabanza en �ltima instancia.

2. Es en Dios en quien debemos buscar todo crecimiento adicional. Debemos utilizar los mejores libros; debemos someternos a influencias que sabemos que son buenas para nosotros, sean las que sean para los dem�s; debemos emplear concienzudamente los medios de gracia que permitan nuestras circunstancias; pero, sobre todo, debemos pedirle a Dios que d� el aumento. Sin duda, el uso de los medios que Dios usa para aumentar nuestra vida es una oraci�n silenciosa pero constante; sin embargo, no somos meros �rboles plantados para esperar las influencias que nos llegan, sino que tenemos la voluntad de elegir la vida que traen estas influencias y de abrir nuestro ser al Dios viviente que se imparte a S� mismo en nosotros en ya trav�s de ellas.

3. Si somos la labranza y el edificio de Dios, reverenciamos la obra de Dios en nosotros mismos. Puede parecer una estructura muy desvencijada e insegura que se est� levantando dentro de nosotros, una planta muy enfermiza y poco prometedora; y nos sentimos tentados a burlarnos de los comienzos del bien en nosotros mismos y decepcionarnos por el lento progreso que el nuevo hombre hace en nosotros. Enfadados por nuestro peque�o logro, por el pobre espect�culo que hace nuestro car�cter entre los cristianos, por la apariencia atrofiada que presenta la planta de la gracia en nosotros, nos sentimos tentados a pisotearla de una vez por todas y perderla de vista.

La gracia a veces parece hacer tan poco por nosotros en situaciones de emergencia, y la transformaci�n de nuestro car�cter parece tan indeciblemente lenta y superficial, que estamos dispuestos a pensar que el cambio radical que necesitamos nunca se podr� lograr. Pero pensamientos diferentes se apoderan de nosotros cuando recordamos que esta transformaci�n de car�cter no es algo que podamos lograr solo a trav�s de una elecci�n juiciosa y un uso perseverante de los medios adecuados, sino que es la obra de Dios.

Puede que haya poca apariencia o promesa de bien en usted; pero debajo de lo peque�o est� lo infinitamente grande, incluso el prop�sito y el amor de Dios mismo. "Vosotros sois la labranza de Dios"; por tanto, la esperanza te conviene. La liberaci�n del alma humana del mal, su redenci�n a la pureza y la nobleza, esto es lo que compromete todo el cuidado y la energ�a de Dios.

4. Por la misma raz�n debemos esperar a los dem�s como a nosotros mismos. Es el fundamento de toda esperanza saber que Dios siempre ha inclinado a los hombres a la justicia y siempre lo har�. Muy a menudo miramos con tristeza la impiedad, la frivolidad, la profunda degradaci�n y la miseria que abundan, y sentimos como si la carga de elevar a los hombres a una condici�n superior recayera sobre nosotros; el flujo incesante de vida humana dentro y fuera del mundo, las condiciones desesperadas en las que muchos nacen, las terribles influencias a las que est�n expuestos, la extrema dificultad de ganar incluso a un hombre para el bien, la posibilidad de que no se pueda ganar m�s y que el linaje cristiano pueda morir, estas consideraciones oprimen el esp�ritu y hacen que los hombres desesperen de ver alguna vez un reino de Dios en la tierra.

Pero Pablo nunca pod�a desesperarse porque en todo momento estaba convencido de que toda la energ�a que sale incesantemente de Dios sale para lograr el bien, y nada m�s que el bien, y que entre los buenos fines que Dios est� logrando no hay nada por lo que �l se haya sacrificado. tanto y al que apunta con tanta determinaci�n como la restauraci�n de los hombres a la pureza, el amor y la bondad.

5. Pero la principal inferencia que Pablo extrae de la verdad de que la Iglesia es el edificio de Dios es la grave responsabilidad de aquellos que trabajan para Dios en esta obra. En cuanto a la propia parte de Pablo en la obra, la colocaci�n de los cimientos, dice que fue relativamente f�cil. All� no hab�a posibilidad de que cometiera un error. "Nadie puede poner otro fundamento que el que est� puesto, el cual es Jesucristo". Cualquier maestro que profese poner otro fundamento renuncia a su pretensi�n de ser un maestro cristiano.

Si alguien procede a poner otro fundamento que no sea Cristo, no es una Iglesia cristiana lo que tiene la intenci�n de construir. Aquel que no se basa en los hechos de la vida y muerte de Cristo, aquel cuya instrucci�n no presupone a Cristo como su fundamento, puede ser �til para algunos prop�sitos de la vida, pero no como constructor del templo cristiano. Aquel que ense�a moralidad sin siquiera insinuar que sin Cristo no puede alcanzarse en su forma m�s elevada, puede tener su utilidad, pero no como maestro cristiano.

El que usa el p�lpito cristiano para la propagaci�n de ideas pol�ticas o socialistas puede ser un maestro s�lido y �til; pero su lugar apropiado es la plataforma o la C�mara de los Comunes o alguna instituci�n similar, y no la Iglesia cristiana. Y la pregunta en este momento, dice Pablo, no es qu� otras instituciones puedes encontrar provechosamente en el mundo, sino c�mo se completar� esta instituci�n de la Iglesia, ya fundada.

Otro fundamento que ning�n maestro cristiano se propone poner; pero sobre esta base se est� construyendo material muy variado y cuestionable, en algunos casos oro, plata y piedras de valor, en otros madera, heno, rastrojo.

Cuando Corinto se levant� de sus ruinas, no era raro ver una miserable choza erigida contra la pared de m�rmol de un templo o el espl�ndido p�rtico de alg�n palacio desierto convertido en habitable por un mosaico de barro y paja. Lo que un visitante reciente vio en Luxor puede aceptarse como cierto en cierta medida en Corinto: "Chozas de barro, torres de palomas de barro, patios de barro y un grupo de mezquitas de barro como nidos de avispas dentro y alrededor de las ruinas.

Arquitrabes esculpidos con t�tulos reales sostienen los techos de miserables caba�as. Majestuosos capiteles asoman en medio de los cobertizos en los que b�falos, camellos, burros, perros y seres humanos se re�nen en desagradable compa�erismo. "De modo que en Corinto las enormes losas de piedra costosa y cuidadosamente cincelada yac�an estables como la roca sobre la que descansaban. , pero ahora la gloria de tales cimientos fue deshonrada por escu�lidas superestructuras.

Y la imagen en la mente de Paul de la Iglesia de Corinto suger�a v�vidamente lo que hab�a visto mientras caminaba entre esos edificios heterog�neos. Ve que la Iglesia se levanta con una extra�a mezcla de dise�o y material. La base, �l sabe, es la misma; pero sobre el m�rmol macizo se levanta una loca estructura de material de segunda mano y mal adaptado, aqu� una pared apuntalada con tablas podridas, all� un agujero tapado con paja, a un lado una puerta ricamente decorada, con oro y plata profusamente labrados en su dise�o, en el otro lado un tabique de arcilla o un tablero suelto.

Le duele ver la estructura incongruente. Ve a los maestros trayendo, con gran apariencia de diligencia, la m�s simple basura, madera, heno, rastrojo, aparentemente inconscientes de la incongruencia de su material con los cimientos sobre los que construyen. Los ve arrebatados con cada fantas�a pasajera: el rastrojo sin vida que ha perdido su semilla viva de la verdad, el barro de la carretera com�n, los pensamientos m�s listos que llegan a la mano, y coloc�ndolos en la pared del templo.

�Qu� dir�a Pablo si ahora viera la superestructura que mil ochocientos a�os se ha levantado sobre un solo fundamento? �Se ve alguna estructura m�s heterog�nea que la Iglesia de Cristo? Cu�n evidentemente indigno del fundamento es mucho de lo que se ha construido sobre �l; cu�ntos maestros han trabajado todos sus d�as para erigir lo que ya se ha demostrado que es un mero castillo de naipes; y cu�ntas personas se han incorporado al templo viviente que no han aportado estabilidad ni belleza al edificio.

Cu�n descuidados han sido a menudo los constructores, ansiosos solo de tener cantidad para mostrar, independientemente de la calidad, ambiciosos que se les acredite haber extendido en gran medida el tama�o de la Iglesia, aparte de cualquier consideraci�n del valor o inutilidad del material agregado. Como en cualquier edificio, as� en la Iglesia, el tama�o adicional es un peligro adicional, si el material no es s�lido.

La solidez del material que ha sido edificado sobre el fundamento de Cristo ser� probada, como todas las dem�s cosas. "El d�a lo declarar�"; esa luz de la presencia de Cristo y su dominio sobre todas las cosas, esa luz que penetrar� en todas las cosas humanas cuando entre en nuestra vida verdadera, eso lo declarar�. "El fuego probar� la obra de cada uno, cualquiera que sea. Si la obra de alguno permanece, recibir� recompensa.

Si se quema la obra de alguno, sufrir� p�rdida; pero �l mismo se salvar�, pero as� como por el fuego. "Los corintios sab�an lo que significaba una prueba de fuego. Sab�an c�mo las llamas hab�an viajado sobre su propia ciudad, consumiendo todo lo que el fuego pod�a encender, y dejando de no alberga nada m�s que una madera chamuscada e in�til aqu� y all�, mientras los enormes m�rmoles se ergu�an entre las ruinas, y los metales preciosos, aunque fundidos, eran apreciados por el conquistador.

Contra el fuego no prevaleci� ninguna oraci�n, ninguna apelaci�n. Su juicio y decisiones fueron irreversibles; madera, heno, rastrojo, desaparecieron: s�lo qued� lo s�lido y valioso. Mediante un juicio tan irreversible, seremos juzgados nosotros y nuestro trabajo. Debemos entrar en una vida en la que la naturaleza y el car�cter del trabajo que hemos realizado en este mundo traer� sobre �l una destrucci�n total o una utilidad gratificante y creciente.

El fuego simplemente quema todo lo que se quemar� y deja lo que no lo har�. As� la nueva vida a la que vamos a pasar aniquila absolutamente lo que no est� de acuerdo con ella, y deja solo lo �til y congruente. No se trata aqu� de admitir explicaciones, de aducir circunstancias atenuantes, de apelar a la compasi�n, etc. Es un juicio, y un juicio de verdad absoluta, que toma las cosas como realmente son. El trabajo que se ha hecho bien y sabiamente se mantendr�; el trabajo necio, vano y ego�sta desaparecer�. Debemos pasar por el fuego.

Pablo, con su infalible discernimiento, acepta como una contingencia muy posible que un cristiano pueda hacer un trabajo pobre. En ese caso, dice Pablo, el hombre ser� salvo como por fuego; su obra ser� quemada, pero �l mismo ser� inescrupuloso. Estar� en la posici�n de un hombre cuya casa ha sido incendiada; el hombre se salva, pero su propiedad, todo lo que ha ido acumulando lentamente a su alrededor y valorado como fruto de su trabajo, se ha ido.

Puede que no haya recibido ninguna lesi�n corporal, pero est� tan desnudo que apenas se conoce a s� mismo, y todo el pensamiento y el trabajo de su vida parecen haber sido en vano. Entonces, dice Pablo, �pasar�n este y aquel hombre al estado celestial, escuchando detr�s de �l, cuando apenas entra, el estr�pito de todo lo que ha estado construyendo, mientras cae y sale como resultado de una vida laboriosa, un espantoso, ruina calcinada y nube de polvo.

Haber sido in�tiles, no haber hecho avanzar el reino de Cristo en absoluto, haber pasado nuestra vida construyendo una erecci�n pretenciosa que por fin llega a nuestros o�dos, llegar al final y encontrar que ni un solo ladrillo s�lido en toda la estructura es de nuestra puesta, y que el mundo hubiera estado bien sin nosotros, esto debe ser realmente humillante; pero es una humillaci�n que todos los cristianos ego�stas, mundanos y neciamente quisquillosos se est�n preparando para s� mismos.

A muchos cristianos les parece suficiente que est�n haciendo algo. Si tan s�lo son decentemente activos, poco les preocupa que su trabajo realmente no est� haciendo ning�n bien, como si estuvieran activos m�s para mantenerse calientes en una atm�sfera g�lida que para lograr un buen prop�sito. El trabajo realizado para este mundo debe ser tal que resista la inspecci�n y realmente haga lo que se requiere. El trabajo cristiano no debe ser menos, sino m�s completo.

A veces se encuentra un grado de descuido o maldad en aquellos que profesan ser maestros cristianos que Pablo no duda incondicionalmente en condenar. "Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruir�". Un maestro puede incurrir en esta ruina de diversas formas. Puede que, al guiar a alguien a Cristo, lo adapte oblicuamente al fundamento, de modo que nunca se logre un reposo firme en Cristo; pero el hombre permanece como una piedra suelta en un muro, inquieto e inquietante a su alrededor.

Cualquier doctrina que convierta la gracia de Dios en licencia incurre en esta condena. Sacar piedras del fango en el que han estado ech�ndolas y colocarlas en el templo es bueno y correcto, pero dejarlas sucias y sin pulir es desfigurar el templo. Cualquier ense�anza que no reconozca en el cristianismo los medios para volverse santos y anime a los hombres a creerse cristianos aunque no tengan ni deseen tener el Esp�ritu de Cristo, destruye el templo.

Pero somos responsables, al igual que nuestros maestros, de la aparici�n que presentamos en el templo de Dios. La piedra que va a ocupar un lugar permanente en un edificio se cuadra cuidadosamente y se golpea en su lugar, y su nivel se ajusta con la mayor delicadeza. �No har�a un cambio muy obvio en la apariencia y en la fuerza de la Iglesia si cada miembro de ella se esforzara por ponerse absolutamente fiel a Cristo? No hay duda de que hay mucha ansiedad acerca de nuestra relaci�n con Cristo, el examen y la medici�n frecuentes de nuestra posici�n actual; pero �no revela esto con demasiada frecuencia que la conciencia est� inquieta? A algunas personas se les impide descansar satisfactoriamente en Cristo debido a alguna opini�n err�nea sobre la fe o sobre la forma en que se forma la conexi�n,

Algunos no descansar�n en Cristo hasta que tengan el arrepentimiento que consideren suficiente; otros descansan tanto en �l que no se arrepienten. Es extra�o que los hombres compliquen tanto la sencillez de Cristo, que es la mano de nuestro Padre celestial, extendida para sacarnos de nuestro pecado y atraernos hacia �l. Si deseas el amor de Dios, ac�ptalo; si anhelas la santidad, toma a Cristo como tu Amigo; si no ves mayor gozo que servir en su gran causa, haz su voluntad y s�guelo.

�Pero Ay! para algunos, no es un malentendido lo que impide una conexi�n cercana entre el alma y Cristo, sino alg�n prop�sito mundano o alg�n pecado enredado y profundamente acariciado. La piedra fundamental es como una losa de m�rmol pulido, con su superficie superior lisa como un espejo, mientras que nosotros somos como piedras que han estado en la orilla del mar, incrustadas de conchas y l�quenes, perforadas con agujeros, crecidas en c�rculos y vueltas con antiest�ticos desigualdades; y si vamos a descansar con total estabilidad sobre los cimientos, estas excrecencias deben eliminarse.

Incluso una peque�a en un punto es suficiente para evitar una adhesi�n cercana. Un pecado retenido conscientemente, un mandamiento o expresi�n de la voluntad de Cristo que no responde, hace que toda nuestra conexi�n con �l sea inestable e insegura, nuestras confesiones y arrepentimientos sean falsos y endurecidos, nuestras oraciones vacilantes e insinceras, nuestro amor por Cristo vac�o, nuestra vida inconsistente, vacilante. y no rentable.

Y se debe hacer m�s incluso despu�s de que estemos firmemente instalados en nuestro lugar. Las piedras a menudo se ven lo suficientemente bien cuando se construyen por primera vez, pero pronto pierden su color; y su superficie y bordes finos se desmoronan y se desgastan, por lo que necesitan ser observados constantemente. As� que las piedras en el templo de Dios se empa�an y decoloran por la exposici�n. Se permite que un pecado tras otro manche la conciencia; una peque�a corrupci�n tras otra se asienta sobre el car�cter y devora su finura, y una vez que la piedra limpia y limpia ya no est� inmaculada, pensamos que es de poca importancia ser escrupuloso.

Entonces el clima nos habla: la atm�sfera ordinaria de esta vida, con su constante humedad de cuidados mundanos y sus ocasionales tormentas de p�rdida, decepci�n, colisiones sociales y embrollos dom�sticos, devora el temperamento celestial de nuestro car�cter y se va. sus bordes desiguales; y el hombre se vuelve agrio e irritable, y su superficie, todo lo que se ve a simple vista, es �spera y rota.

Sobre todo, �no parecen muchas personas cristianas pensar que es suficiente haber alcanzado un lugar en el edificio y, despu�s de pensar un poco y preocuparse por entrar en la vida cristiana, no dar un paso adelante durante el resto de sus vidas? Pero est� en el edificio de Dios como en los edificios muy ornamentados en general. No todas las piedras est�n esculpidas antes de colocarlas en su lugar, sino que se construyen en bruto, para que la construcci�n pueda continuar: y luego, en el tiempo libre, se talla en ellas el dispositivo propio de cada una.

Esta es la manera en que Dios edifica. Mucho despu�s de que un hombre ha sido establecido en la Iglesia de Cristo, Dios lo corta y talla a la forma que �l dise�a; pero nosotros, no siendo piedras muertas, sino vivas, tenemos el poder de estropear la belleza del designio de Dios, y de hecho distorsionarlo de tal manera que el resultado es un monstruo grotesco y espantoso, que no pertenece a ning�n mundo, ni de Dios ni de hombre. Si dejamos que mil otras influencias nos moldeen y moldeen, el dise�o de Dios necesariamente se arruinar�.

La locura del partidismo y el sectarismo se manifiesta finalmente en las palabras: "Nadie se glor�e en los hombres. Porque todo es vuestro, sea Pablo, Apolos o Cefas". El hombre que se aferr� a Pablo y no aprender�a nada de Apolos o Pedro se estaba defraudando a s� mismo de sus derechos. Ha sido la debilidad de los cristianos en todas las �pocas, y nunca m�s que en la nuestra, ver el bien en un solo aspecto de la verdad y no escuchar ninguna forma de ense�anza m�s que una.

The Broad Churchman desprecia al tradicionalista; el evang�lico se levanta las faldas cuando se acerca un amplio eclesi�stico. Los calvinistas y arminianos se enfrentan a pu�ales desenfundados. Cada uno se limita a su propia fortaleza, que cree que puede defender, y se muere de hambre con raciones de asedio mientras los campos se llenan de granos blancos afuera. El ojo est� dise�ado para abarcar una amplia gama de visi�n; pero los hombres se ponen anteojeras y se niegan incluso a mirar cualquier cosa que no est� directamente en la l�nea de visi�n.

Sabemos que limitarnos a una forma de alimento induce pobreza de sangre y enfermedad, y sin embargo, imaginamos que una vida espiritual saludable puede mantenerse solo si nos limitamos a una forma de doctrina y una forma de ver la verdad universal. Al evang�lico que se acobarda con horror ante la ense�anza liberal, y al pensador avanzado que se aparta con desprecio del evang�lico, Pablo les dir�a: Os hac�is un mal al escuchar s�lo una forma de la verdad; todo maestro que declara de qu� vive �l mismo tiene algo que ense�arte; despreciar o descuidar cualquier forma de ense�anza cristiana es empobrecerse. "Todo es tuyo", no este maestro o aquel en quien te glor�as, sino todos los maestros de Cristo.

Su propia expresi�n, "todas las cosas son tuyas", sugiere a Pablo toda la riqueza del cristiano, para quien existen no s�lo todos aquellos que se han esforzado por desplegar el significado de la revelaci�n cristiana, sino todas las cosas, ya sea "el mundo, o vida, o muerte, o cosas presentes, o cosas por venir ". Como es cierto de todos los maestros, por muy imponente que sea su genio, que la Iglesia no existe para ellos para que tengan un campo para su genio y seguidores para aplaudirlos y representarlos, sino que existen para la Iglesia, siendo su genio utilizado para el avance de la vida espiritual de esta y aquella alma desconocida y oculta; as� tambi�n es cierto de todas las cosas, de la vida y todas sus leyes, de la muerte y de todo lo que conduce, que son ordenadas por Dios para ministrar al crecimiento de Sus hijos.

Esta fue la actitud regia que el mismo Pablo asumi� y mantuvo hacia todos los acontecimientos y todo el mundo de las cosas creadas. Fue incapaz de derrotar. Los ultrajes y las muertes que soport�, los llev� como pruebas de la verdad de su evangelio. Sab�a que las tormentas de mala voluntad y persecuci�n que encontr� en todas partes solo lo estaban llevando a �l y a su evangelio m�s r�pidamente a todo el mundo. Y cuando mir� por fin la espada del verdugo romano, la reconoci� con alegr�a como el instrumento que de un golpe seco romper�a sus cadenas y lo liberar�a a la vida ilimitada y al pleno conocimiento de su Se�or.

La misma herencia pertenece a todo el que tiene fe para tomarla. "Todas las cosas son tuyas". Todo el curso de este mundo y todos sus incidentes particulares, la gama completa de la experiencia humana desde la primera hasta la �ltima, incluyendo todo aquello de lo que nos rehuimos y tememos, todo es para el bien del pueblo de Cristo. Qu� pensamientos brillan de la mente de este hombre. C�mo sus palabras a�n penetran, elevan y animan el alma. "Todas las cosas son tuyas.

"Las cat�strofes de la vida que parecen finalmente borrar la esperanza, las fuerzas salvajes elementales en cuya presencia el hombre fr�gil es como la polilla, el futuro desconocido del mundo f�sico, la muerte segura que aguarda a todo hombre y que no escucha ning�n llamamiento, todas las cosas. que naturalmente nos desaniman y nos obligan a sentir nuestra debilidad, -s�, dice Paul, todas estas cosas son tuyas, sirven a tu mayor bien, te llevan hacia tu gozo eterno, m�s ciertamente que las cosas que seleccionas y compras, o ganas, y valora como tuyo.

Ustedes son hombres libres, supremos sobre todas las cosas creadas, porque "ustedes son de Cristo", pertenecen a Aquel que gobierna todo y los ama como a los suyos; y por encima de Cristo y Su gobierno no hay voluntad adversa que pueda robarles cualquier bien, porque as� como ustedes son de Cristo, amados por �l, as� es Cristo Dios, y la voluntad suprema que gobierna todo, gobierna todo en los intereses de Cristo.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Corinthians 3". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/1-corinthians-3.html.
 
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