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Bible Commentaries
1 Corintios 2

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-5

Cap�tulo 4

LA LOCURA DE PREDICAR

En la secci�n anterior de esta ep�stola, Pablo introdujo el tema que era prominente en sus pensamientos mientras escrib�a: el estado dividido de la Iglesia de Corinto. �l conjur� a los partidos rivales con el nombre de Cristo para que se mantuvieran unidos, descartaran los nombres de los partidos y se combinaran en una sola confesi�n. Les record� que Cristo es indivisible y que la Iglesia fundada en Cristo tambi�n debe ser una. Les muestra cu�n imposible es que nadie m�s que Cristo sea el fundamento de la Iglesia, y agradece a Dios que no haya dado ning�n pretexto a nadie para suponer que hab�a buscado fundar un partido.

Si hubiera bautizado siquiera a los conversos al cristianismo, podr�a haber habido personas lo suficientemente tontas como para susurrar que hab�a bautizado en su propio nombre y que ten�a la intenci�n de fundar una comunidad paulina, no cristiana. Pero providencialmente hab�a bautizado a muy pocos, y se hab�a limitado a predicar el Evangelio, que consideraba la obra propia a la que Cristo le hab�a "enviado"; es decir, para lo cual ten�a una comisi�n y autoridad de Ap�stol.

Pero al repudiar as� la idea de haber apoyado la fundaci�n de un partido paulino, se le ocurre que algunos dir�n: S�, es cierto que no bautiz�; pero su predicaci�n pudo haber ganado partidarios de manera m�s eficaz de lo que hubiera podido lograr incluso bautiz�ndolos en su propio nombre. Y as� Pablo contin�a mostrando que su predicaci�n no fue la de un demagogo o l�der de un partido, sino que fue una simple declaraci�n de un hecho, adornado y desencadenado por absolutamente nada que pudiera desviar la atenci�n del hecho, ya sea hacia el orador o hacia su estilo. . De ah� esta digresi�n sobre la necedad de la predicaci�n.

En esta secci�n de la ep�stola, el prop�sito de Pablo es explicar a los corintios (1) el estilo de predicaci�n que hab�a adoptado mientras estaba con ellos y (2) por qu� hab�a adoptado este estilo.

I. Su tiempo en Corinto, les asegura, lo hab�a gastado, no en propagar una filosof�a o sistema de verdad peculiar a �l, y que podr�a haber sido identificado con su nombre, sino en presentar la Cruz de Cristo y hacer las declaraciones m�s claras. de hecho con respecto a la muerte de Cristo. Al acercarse a los corintios, Pablo necesariamente hab�a sopesado en su propia mente los m�ritos comparativos de varios modos de presentar el Evangelio.

Al igual que todos los hombres que est�n a punto de dirigirse a una audiencia, �l tom� en consideraci�n las aptitudes, peculiaridades y expectativas de su audiencia, para poder enmarcar sus argumentos, declaraciones y llamamientos de tal manera que sea m�s probable que lleven a cabo su punto. Los corintios, como bien sab�a Pablo, estaban especialmente abiertos a los atractivos de la ret�rica y la discusi�n filos�fica. Era probable que una nueva filosof�a revestida de un lenguaje elegante asegurara varios disc�pulos.

Y estaba bastante en el poder de Pablo presentar el Evangelio como una filosof�a. Pudo haber hablado a los corintios en un lenguaje extenso e impresionante del destino del hombre, de la unidad de la raza y del hombre ideal en Cristo. Podr�a haber basado todo lo que ten�a para ense�arles en algunos de los dictados o teor�as aceptadas de sus propios fil�sofos. Pudo haber propuesto algunos argumentos nuevos a favor de la inmortalidad o la existencia de un Dios personal, y haber mostrado cu�n congruente es el Evangelio con estas grandes verdades.

�l podr�a, como algunos maestros posteriores, haber enfatizado alg�n aspecto particular de la verdad divina, y haber identificado su ense�anza con este aspecto del cristianismo de tal manera que fund� una escuela o secta conocida por su nombre. Pero deliberadamente rechaz� este m�todo de presentar el Evangelio y decidi� no saber nada entre ellos excepto "Jesucristo y este crucificado". Despoj� a su mente, por as� decirlo, de todo su conocimiento y pensamiento, y lleg� entre ellos como un hombre ignorante que solo ten�a hechos que contar.

Entonces, en este caso, Pablo confi� deliberadamente en la mera declaraci�n de hechos, y no en ninguna teor�a sobre estos hechos. �sta es una distinci�n sumamente importante que todos los predicadores deben tener en cuenta, ya sea que se sientan llamados por sus circunstancias a adoptar el m�todo de Pablo o no. Al predicar a audiencias con quienes los hechos est�n familiarizados, es perfectamente justificable sacar inferencias de ellos y teorizar sobre ellos para la instrucci�n y edificaci�n del pueblo cristiano.

El mismo Pablo habl� de "sabidur�a entre los perfectos". Pero lo que hay que se�alar es que para hacer la obra propia del Evangelio, para hacer cristianos a los hombres, no es la teor�a ni la explicaci�n, sino el hecho, lo que es eficaz. Es la presentaci�n de Cristo tal como se presenta en los Evangelios escritos, la narraci�n de su vida y muerte sin nota ni comentario, teor�a o inferencia, argumento o apelaci�n, lo que se encuentra en el primer rango de eficiencia como medio de evangelizar al mundo. . Pablo, siempre moderado, no denuncia otros m�todos de presentar los Evangelios como ileg�timos; pero en sus circunstancias, la mera presentaci�n de los hechos parec�a el �nico m�todo sabio.

Sin duda, podemos presionar indebidamente las palabras de Pablo; y probablemente deber�amos hacerlo si supi�ramos que �l simplemente les dijo a sus oyentes c�mo Cristo hab�a vivido y muerto y no les dio ninguna idea del significado de Su muerte. Sin embargo, lo menos que podemos deducir de sus palabras es que confiaba m�s en los hechos que en cualquier explicaci�n de los hechos, m�s en la narraci�n que en la inferencia y la teor�a. Ciertamente, el descuido de esta distinci�n hace que una gran proporci�n de la predicaci�n moderna sea ineficaz y f�til.

Los predicadores dedican su tiempo a explicar c�mo la Cruz de Cristo debe influir en los hombres, mientras que deben ocupar su tiempo en presentar la Cruz de Cristo de tal manera que influya en los hombres. Dan explicaciones laboriosas de la fe y elaboran instrucciones con respecto al m�todo y los resultados de la fe, mientras deben exhibir a Cristo para que la fe se despierte instintivamente. El actor en el escenario no instruye a su audiencia sobre c�mo deber�a ser afectado por la obra; �l les presenta tal o cual escena que instintivamente sonr�en o encuentran que se les llenan los ojos.

A los espectadores de la Crucifixi�n que se golpeaban el pecho y regresaban a sus casas con asombro y remordimiento, no se les dijo que deb�an sentir remordimientos; les bast� que vieran al Crucificado. As� es siempre; es la visi�n directa de la Cruz, y no todo lo que se dice de ella, lo que es m�s eficaz para producir penitencia y fe. Y es tarea del predicador presentar claramente a Cristo ya �l crucificado ante los ojos de los hombres; Una vez hecho esto, habr� poca necesidad de explicaciones de fe o de inculcaci�n de penitencia. Haz que los hombres vean a Cristo, pon al Crucificado claro ante ellos, y no necesitas decirles que se arrepientan y crean; si esa visi�n no los hace arrepentirse, no contar la tuya los har�.

El mero hecho de que fuera una Persona, no un sistema de filosof�a, lo que Pablo proclamaba era prueba suficiente de que no estaba ansioso por convertirse en el fundador de una escuela o en el l�der de un partido. Fue a otra Persona, no a s� mismo, a quien dirigi� la atenci�n y la fe de sus oyentes. Y lo que distingue permanentemente al cristianismo de todas las filosof�as es que presenta a los hombres, no un sistema de verdad para ser entendido, sino una Persona en quien confiar.

El cristianismo no es traernos una nueva verdad, sino traernos una nueva Persona. La manifestaci�n de Dios en Cristo est� en armon�a con toda la verdad; pero no estamos obligados a percibir y comprender esa armon�a, sino a creer en Cristo. El cristianismo es para todos los hombres, y no para unos pocos selectos y altamente educados; y depende, por tanto, no de la capacidad excepcional de ver la verdad, sino de las emociones humanas universales de amor y confianza.

II. Pablo justifica su rechazo de la filosof�a o la "sabidur�a" y su adopci�n del m�todo m�s simple pero m�s dif�cil de declarar los hechos por tres razones. La primera es que el m�todo de Dios hab�a cambiado. Durante un tiempo, Dios permiti� que los griegos lo buscaran con su propia sabidur�a; ahora se les presenta en la locura de la cruz ( 1 Corintios 1:17 ).

El segundo motivo es que los sabios no responden universalmente a la predicaci�n de la cruz, un hecho que muestra que no es la sabidur�a a lo que apela la predicaci�n ( 1 Corintios 1:26 ). Y su tercer motivo es que, tem�a que, si usaba la "sabidur�a" al presentar el Evangelio, sus oyentes podr�an sentirse atra�dos s�lo superficialmente por su capacidad de persuasi�n y no profundamente conmovidos por el poder intr�nseco de la Cruz. 1 Corintios 2:1 .

1. Su primera raz�n es que Dios hab�a cambiado su m�todo. "Porque en la sabidur�a de Dios, el mundo no conoci� a Dios mediante la sabidur�a, agrad� a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicaci�n". Incluso el m�s sabio de los griegos s�lo hab�a alcanzado visiones inadecuadas e indefinidas de Dios. Admirables y pat�ticas son las b�squedas de los nobles intelectos que se encuentran en la primera fila de la filosof�a griega; y algunos de sus descubrimientos con respecto a Dios y sus caminos est�n llenos de instrucci�n.

Pero estos pensamientos, acariciados por unos pocos hombres sabios y devotos, nunca penetraron en el pueblo, y por su vaguedad e incertidumbre fueron incapaces de influir profundamente en nadie. Pasar incluso de Plat�n al Evangelio de Juan es realmente pasar de las tinieblas a la luz. Plat�n filosofa, y algunas almas parecen por un momento ver las cosas con mayor claridad; Pedro predica y tres mil almas cobran vida.

Si Dios iba a ser conocido por los hombres en general, no era a trav�s de la influencia de la filosof�a. La filosof�a ya hab�a hecho todo lo posible; y en lo que respecta a cualquier conocimiento popular y santificador de Dios, la filosof�a bien podr�a no haberlo sido nunca. "El mundo por sabidur�a no conoci� a Dios". No se puede hacer una afirmaci�n m�s segura sobre el mundo antiguo.

Lo que, de hecho, ha dado a conocer a Dios es la Cruz de Cristo. Sin duda debe haber parecido una locura y una mera locura convocar al buscador de Dios para que se aleje de las elevadas y elevadas especulaciones de Plat�n sobre el bien y lo eterno y se�alarle al Crucificado, a una forma humana galimatizada en la cruz de un malhechor, a un hombre que hab�a sido ahorcado. Nadie conoc�a mejor que Pablo la infamia asociada a esa muerte maldita, y nadie pod�a medir m�s claramente la sorpresa y estupefacci�n con que la mente griega escuchar�a el anuncio de que all� estaba Dios para ser visto y conocido.

Pablo entendi� la ofensa de la Cruz, pero tambi�n conoc�a su poder. "Los jud�os piden se�al, y los griegos buscan sabidur�a; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, a los jud�os tropiezo y a los griegos locura, pero a los llamados, as� jud�os como griegos, Cristo poder de Dios, y la sabidur�a de Dios ".

Como prueba de que Dios estaba en medio de ellos y como revelaci�n de la naturaleza de Dios, los jud�os requer�an una se�al, una demostraci�n de poder f�sico. Una de las tentaciones de Cristo fue saltar desde la cima del templo, porque as� habr�a ganado la aceptaci�n como el Cristo. La gente nunca dej� de clamar por una se�al. Quer�an que �l ordenara que se quitara una monta�a y se la arrojara al mar; deseaban que �l ordenara que el sol se detuviera o que el Jord�n se retirara a su fuente.

Quer�an que �l hiciera alguna demostraci�n de poder sobrehumano, por lo que dejaron sin lugar a dudas que Dios estaba presente. Incluso al final, les habr�a satisfecho si hubiera ordenado que se cayeran los clavos y hubiera bajado de la cruz entre ellos. No pod�an entender que permanecer en la Cruz era la verdadera prueba de la Divinidad. La Cruz les pareci� una confesi�n de debilidad. Buscaron una demostraci�n de que el poder de Dios estaba en Cristo y se les se�al� la Cruz.

Pero para ellos, la Cruz era un obst�culo que no pod�an superar. Y, sin embargo, en �l estaba todo el poder de Dios para la salvaci�n del mundo. Todo el poder que habita en Dios para sacar a los hombres del pecado hacia la santidad y hacia �l mismo estaba en realidad en la Cruz. Porque el poder de Dios que se requiere para atraer a los hombres hacia �l no es el poder de alterar el curso de los r�os o cambiar el lugar de las monta�as, sino el poder de simpatizar, de hacer suyas las penas de los hombres, de sacrificarse, de dar todo por el bien. necesidades de sus criaturas.

Para aquellos que creen en el Dios all� revelado, la Cruz es el poder de Dios. Es este amor de Dios el que los domina y les hace imposible resistirlo. A un Dios que se les da a conocer en el sacrificio de s� mismos, r�pidamente

2. Como segundo fundamento sobre el que basar la justificaci�n de su m�todo de predicaci�n, Pablo apela a los elementos constitutivos de los que se compon�a realmente la Iglesia de Corinto. Est� claro, dice, que no es por la sabidur�a humana, ni por el poder, ni por nada generalmente estimado entre los hombres que usted ocupa su lugar en la Iglesia. El hecho es que �no son llamados muchos sabios seg�n la carne, no muchos valientes, no muchos nobles.

"Si la sabidur�a o el poder humanos mantuvieran las puertas del reino, ustedes mismos no estar�an en �l. Ser estimados, influyentes y sabios, no es un pasaporte a este nuevo reino. No son los hombres quienes por su sabidur�a encuentran a Dios y por su nobleza de car�cter se encomiendan a �l, pero es Dios quien elige y llama a los hombres, y la misma ausencia de sabidur�a y posesiones hace que los hombres est�n m�s dispuestos a escuchar su llamado.

"Lo necio del mundo escogi� Dios para confundir a los sabios; y lo d�bil del mundo escogi� Dios para avergonzar lo poderoso y lo vil del mundo, y lo menospreciado escogi� Dios, s�, y lo que no es, deshacer lo que es, para que ninguna carne se glor�e en su presencia ". Todo es obra de Dios ahora; es "De �l est�is vosotros en Cristo Jes�s"; es Dios quien te ha elegido.

La sabidur�a humana tuvo su oportunidad y logr� poco; Dios ahora, por la necedad de la Cruz, eleva al despreciado, al necio, al d�bil, a una posici�n mucho m�s alta que la que los sabios y nobles pueden alcanzar con su poder y su sabidur�a.

Pablo justifica as� su m�todo por sus resultados. Utiliza como arma la necedad de la Cruz, y esta necedad de Dios se muestra m�s sabia que los hombres. Puede parecer un arma de lo m�s improbable con la que lograr grandes cosas, pero es Dios quien la usa, y eso marca la diferencia. De ah� el �nfasis a lo largo de este pasaje en la agencia de Dios. "Dios te ha escogido"; "De Dios est�is vosotros en Cristo Jes�s"; "De Dios os ha sido hecho sabidur�a.

"Este m�todo usado por Pablo es el m�todo y el medio de trabajo de Dios, y por lo tanto tiene �xito. Pero por esta raz�n tambi�n se quita todo motivo de jactancia a los que est�n dentro de la Iglesia cristiana. No es su sabidur�a ni su fuerza, sino la obra de Dios. , que les ha dado superioridad sobre los sabios y nobles del mundo. "Ninguna carne puede gloriarse en la presencia de Dios." Los sabios y poderosos de la tierra no pueden gloriarse, porque su sabidur�a y poder�o de nada sirvieron para llevarlos a Dios; los que son en Cristo Jes�s puede glorificarse tan poco, porque no se debe a ninguna sabidur�a o poder de ellos, sino a la llamada y la energ�a de Dios, son lo que son.

No ten�an importancia, eran pobres, insignificantes, marginados y esclavos, sin amigos mientras viv�an y cuando estaban muertos no faltaban en ning�n hogar; pero Dios los llam� y les dio una vida nueva y esperanzada en Cristo Jes�s.

En los d�as de Pablo, este argumento de la pobreza general y la insignificancia de los miembros de la Iglesia cristiana fue f�cilmente extra�do. Las cosas han cambiado ahora; y la Iglesia est� llena de sabios, poderosos, nobles. Pero la proposici�n principal de Pablo permanece: todo el que est� en Cristo Jes�s, no por sabidur�a o poder propio, sino porque Dios lo ha elegido y llamado. Y el resultado pr�ctico permanece.

Que el cristiano, mientras se regocija en su posici�n, sea humilde. Algo anda mal en el cristianismo del hombre que, tan pronto como se libera del fango, desprecia a todos los que todav�a est�n enredados. La actitud moralista asumida por algunos cristianos, el aire de "M�rame" que llevan consigo, su condena indiferente a los incr�dulos, la superioridad con la que desaprueban las diversiones y las alegr�as, todo parece indicar que han olvidado que es por la gracia de Dios son lo que son.

La dulzura y la humilde amistad de Pablo surgieron de su constante sensaci�n de que, fuera lo que fuese, lo era por la gracia de Dios. Fue atra�do con compasi�n hacia los m�s incr�dulos porque siempre dec�a dentro de s� mismo: Ah�, pero por la gracia de Dios, va Pablo. El cristiano debe decirse a s� mismo: No es porque sea mejor o m�s sabio que otros hombres que soy cristiano; no es porque busqu� a Dios con sinceridad, sino porque �l me busc�, que ahora soy Suyo.

La dura sospecha y hostilidad con que mucha gente buena ve a los incr�dulos y a los imp�os se suavizar�a as� con una mezcla de humilde autoconocimiento. Sin duda, el incr�dulo es a menudo culpable, el ego�sta buscador de placeres indudablemente se expone a una condena justa, pero no por el hombre que es consciente de que, si no fuera por la gracia de Dios, �l mismo ser�a incr�dulo y pecador.

Por �ltimo, Pablo justifica su descuido de la sabidur�a y la ret�rica sobre la base de que si hubiera usado "palabras seductoras de la sabidur�a del hombre", los oyentes podr�an haber sido indebidamente influenciados por la mera apariencia en la que se present� el Evangelio y muy poco influenciados por la esencia del mismo. . Tem�a adornar el relato simple o disfrazar el simple hecho, no sea que la atenci�n de su audiencia se desv�e de la sustancia de su mensaje.

Estaba decidido a que la fe de ellos no se basara en la sabidur�a de los hombres, sino en el poder de Dios; es decir, que los que creyeron deber�an hacerlo, no porque vieran en el cristianismo una filosof�a que pudiera competir con los sistemas actuales, sino porque en la Cruz de Cristo sintieron todo el poder redentor de Dios ejercido sobre su propia alma. .

Aqu� nuevamente las cosas han cambiado desde la �poca de Pablo. Los asaltantes del cristianismo lo han defendido y sus apologistas se han visto obligados a demostrar que est� en armon�a con la filosof�a m�s s�lida. Era inevitable que esto se hiciera. Toda filosof�a ahora debe tener en cuenta el cristianismo. Ha demostrado ser tan fiel a la naturaleza humana, y ha arrojado tanta luz sobre todo el sistema de cosas y ha modificado tanto la acci�n de los hombres y el curso de la civilizaci�n, que hay que encontrarle un lugar en toda filosof�a.

Pero aceptar el cristianismo porque ha sido una poderosa influencia para bien en el mundo, o porque armoniza con la filosof�a m�s aprobada, o porque es favorable al m�s alto desarrollo del intelecto, puede ser verdaderamente leg�timo; pero Pablo consider� que la �nica fe s�lida y confiable se produc�a por el contacto personal directo con la Cruz. Y esto permanece siempre cierto.

Aprobar el cristianismo como sistema y adoptarlo como fe son dos cosas distintas. Es muy posible respetar el cristianismo por transmitirnos una gran cantidad de verdad �til, mientras nos mantenemos alejados de la influencia de la Cruz. Podemos aprobar la moralidad que est� involucrada en la religi�n de Cristo, podemos apoyarla y defenderla porque estamos persuadidos de que ninguna otra fuerza es lo suficientemente poderosa para difundir el amor por la ley y alg�n poder de autocontrol entre todas las clases de la sociedad. Podemos ver con bastante claridad que el cristianismo es la �nica religi�n que un europeo educado puede aceptar y, sin embargo, nunca hemos sentido el poder de Dios en la Cruz de Cristo.

Si creemos en el cristianismo porque se aprueba a nuestro juicio como la mejor soluci�n a los problemas de la vida, est� bien; pero aun as�, si eso es todo lo que nos atrae a Cristo, nuestra fe se basa en la sabidur�a de los hombres m�s que en el poder de Dios.

Entonces, �en qu� sentido somos cristianos? �Hemos permitido que la Cruz de Cristo nos d� una impresi�n peculiar? �Le hemos dado la oportunidad de influir en nosotros? �Hemos considerado con toda seriedad de esp�ritu lo que se nos presenta en la Cruz? �Hemos descubierto honestamente nuestros corazones al amor de Cristo? �Nos hemos admitido a nosotros mismos que fue por nosotros que muri�? Si es as�, entonces debemos haber sentido el poder de Dios en la Cruz.

Debemos habernos encontrado cautivos por este amor de Dios. Es posible que hayamos podido resistir la ley de Dios; es posible que hayamos podido olvidarnos de sus amenazas. Las ayudas naturales a la bondad que Dios nos ha dado en la familia, en el mundo que nos rodea, en la suerte de la vida, es posible que nos hayamos encontrado demasiado d�biles para levantarnos por encima de la tentaci�n y llevarnos a una vida realmente elevada y pura. Pero en la Cruz experimentamos por fin lo que es el poder divino; conocemos el atractivo irresistible del autosacrificio divino, el patetismo vencedor y regenerador del deseo divino de salvarnos del pecado y la destrucci�n, la energ�a que sostiene y vivifica que fluye en nuestro ser desde la simpat�a divina y la esperanza en nuestro favor.

La Cruz es el verdadero punto de contacto entre Dios y el hombre. Es el punto en el que la plenitud de la energ�a Divina se aplica realmente a nosotros, los hombres. Para recibir todo el beneficio y la bendici�n que Dios ahora puede darnos, solo necesitamos estar en verdadero contacto con la Cruz: a trav�s de ella nos convertimos en receptores directos de la santidad, el amor, el poder de Dios. En �l Cristo se nos hace sabidur�a, justicia, santificaci�n y redenci�n.

En verdad, todo lo que Dios puede hacer por nosotros para liberarnos del pecado y restaurarnos a �l mismo y la felicidad se hace por nosotros en la Cruz; ya trav�s de ella recibimos todo lo que es necesario, todo lo que la santidad de Dios requiere, todo lo que Su amor desea que poseamos.

Versículos 6-16

Cap�tulo 5

SABIDURIA DIVINA

En el p�rrafo anterior, Pablo ha explicado por qu� hab�a proclamado los hechos desnudos con respecto a Cristo y Su crucifixi�n y confiado en la Cruz misma para impresionar a los corintios y conducirlos a Dios, y por qu� hab�a resistido la tentaci�n de apelar al gusto corintio por la ret�rica. y filosof�a al exhibir el cristianismo como filosof�a. Cre�a que donde la conversi�n era el objeto de la predicaci�n, ning�n m�todo pod�a compararse en eficiencia con la simple presentaci�n de la Cruz.

Pero a veces se encontraba en circunstancias en las que la conversi�n no pod�a ser su objetivo. Ocasionalmente fue llamado, como se llama regularmente a los predicadores de nuestros d�as, para predicar a los que ya eran cristianos. Y nos dice que en estas circunstancias, hablando "entre los perfectos" o en presencia de cristianos bastante maduros, no tuvo ning�n escr�pulo en desplegar la "sabidur�a" o la filosof�a de la verdad de Cristo.

Exponer las verdades m�s profundas reveladas por Cristo era in�til o incluso hiriente para los meros "ni�os" en Cristo o para aquellos que a�n no hab�an nacido de nuevo; pero para el adolescente y para aquellos que pudieran afirmar haber alcanzado una firme masculinidad de car�cter cristiano, estaba dispuesto a ense�ar todo lo que �l mismo sab�a. Estas palabras, "Sin embargo, hablamos sabidur�a entre los que son perfectos", hace el texto del siguiente p�rrafo, en el que procede a explicar (1) qu� es la sabidur�a; (2) c�mo lo habla; (3) a qui�n le habla.

I. Primero, la sabidur�a de la que habla entre los perfectos, aunque eminentemente merecedora del nombre, no est� a la altura de las filosof�as humanas, ni tiene un origen similar. No es solo uno m�s a�adido a la b�squeda humana de la verdad. Los pr�ncipes de este mundo, sus hombres de luz y direcci�n, han tenido sus propias teor�as sobre Dios y el hombre, y sin embargo, realmente "han fracasado". La incompetencia de los hombres y las teor�as que realmente controlan los asuntos humanos queda fuera de toda duda por la crucifixi�n de Cristo.

En la persona de Cristo, la gloria de Dios se manifest� como una gloria, de la cual el hombre deb�a participar; si hubiera existido entre los hombres una percepci�n verdadera de la naturaleza real de Dios, la Crucifixi�n habr�a sido imposible. El hecho de que la gloria encarnada de Dios haya sido crucificada es una demostraci�n de la insuficiencia de todas las ense�anzas anteriores sobre Dios. Pero la sabidur�a ense�ada por Pablo no es solo una teor�a m�s, ideada por el ingenio especulativo del hombre; es una revelaci�n hecha por Dios de un conocimiento inalcanzable por el esfuerzo humano.

Aqu� fallan las tres grandes fuentes del conocimiento humano: ver, o�r y pensar por igual. "El ojo no vio, el o�do no oy�, el concebir no ha entrado en el coraz�n del hombre", esta sabidur�a. Hasta ahora ha sido un misterio, una cosa escondida; ahora Dios mismo lo ha revelado.

Lo que es el contenido de esta sabidur�a, lo podemos percibir f�cilmente a partir de los ejemplos que nos da Pablo en su Ep�stola a los Efesios y en otros lugares. Es una declaraci�n del prop�sito divino para con el hombre, o de "las cosas que Dios ha preparado para los que le aman". Pablo se deleit� en explayarse sobre los resultados de gran alcance de la muerte de Cristo, las ilustraciones que da de la naturaleza de Dios y de la justicia, su lugar como el gran centro moral, uniendo y reconciliando todas las cosas.

Se complace en mostrar la superioridad del Evangelio sobre la Ley y en construir una filosof�a de la historia que arroje luz sobre todo el plan de formaci�n de los hombres por parte de Dios. Nunca se cansa de contemplar el prop�sito de Dios y su cumplimiento por la muerte de Cristo, ni de mostrar c�mo de la miseria, la enfermedad, la guerra, la ignorancia y la ruina moral, y lo que parec�a una mera ruina de un mundo all�. por medio de este �nico elemento sanador, la restauraci�n del hombre a Dios y los unos a los otros, la comuni�n con Dios y la paz en la tierra, en resumen, un reino de Dios entre los hombres.

Vio claramente c�mo a trav�s de todo lo que hab�a sucedido previamente en la tierra, y a trav�s de todo lo que los hombres hab�an pensado, se hab�a hecho una preparaci�n para el cumplimiento de este misericordioso prop�sito de Dios. Estas eran "las cosas profundas de Dios" que le hicieron ver cu�n diferente era la sabidur�a de Dios de la sabidur�a de los hombres.

Esta "sabidur�a" que ense�� Pablo ha tenido un lugar m�s grande e influyente en la mente de los hombres que cualquier otro sistema de pensamiento humano. La cristiandad ha visto a Cristo a trav�s de los ojos de Pablo. Interpret� el cristianismo al mundo e hizo que los hombres se dieran cuenta de lo que hab�a estado y hab�a entre ellos. Los hombres de la facultad m�s grande, como Agust�n y Lutero, no han podido encontrar una religi�n en Cristo hasta que entraron a Su escuela por la puerta de Pablo.

Al tropezar con una o dos peculiaridades jud�as que ata�en a la teolog�a de Pablo, algunos cr�ticos modernos nos aseguran que, "despu�s de haber sido durante trescientos a�os" -y podr�an haber dicho durante mil quinientos a�os- "el m�dico cristiano por excelencia, Pablo es ahora llegando al final de su reinado ". Matthew Arnold, con un discernimiento m�s verdadero, si no sobre bases m�s s�lidas, predice que "la doctrina de Pablo surgir� de la tumba donde ha estado enterrada durante siglos.

Edificar� la Iglesia del futuro. Tendr� el consentimiento de generaciones m�s felices, el aplauso de �pocas menos supersticiosas. Todo ser� muy poco para pagar la mitad de la deuda que la Iglesia de Dios tiene con el m�s peque�o de los Ap�stoles, que no era apto para ser llamado Ap�stol, porque persegu�a a la Iglesia de Dios ".

Podemos encontrar en los escritos de Pablo argumentos que, por convincentes que sean para el jud�o, no lo son para nosotros; podemos preferir su ense�anza experimental y �tica a su ense�anza doctrinal; algunas personas estimables s�lo pueden aceptarlo cuando lo han purgado de su calvinismo; otros cierran los ojos a esto o aquello que les parece una mancha en sus escritos; pero el hecho es que a este hombre le debemos nuestro cristianismo.

Fue �l quien deslig� del cuerpo moribundo del juda�smo la religi�n reci�n nacida y la mantuvo en alto a los ojos del mundo como la verdadera heredera del imperio universal. Fue �l cuyo agudo intelecto y agudo discernimiento moral penetraron hasta el coraz�n mismo de esta nueva cosa, y vio en ella una fuerza para conquistar el mundo y librar a los hombres de toda esclavitud y maldad de todo tipo. Fue �l quien aplic� a toda la gama de la vida y el deber humanos la fuerza �tica inagotable que yac�a en Cristo, y as� elev� de un solo esfuerzo el mundo pagano a un nuevo nivel de moralidad.

Fue el primero en mostrar la superioridad del amor a la ley, y en se�alar c�mo Dios confiaba en el amor y en convocar a los hombres a encontrar la confianza que Dios as� depositaba en ellos. No podemos medir la grandeza de Pablo, porque la luz que �l mismo ha derramado nos ha impedido volver a ponernos en la imaginaci�n en la oscuridad a trav�s de la cual tuvo que encontrar su camino. Solo podemos medir vagamente la fuerza que se requer�a para captar mientras �l captaba el significado de la manifestaci�n de Dios en la carne.

Luego, Pablo us� dos m�todos de ense�anza. Al dirigirse a los que a�n no hab�an sido ganados para Cristo, utiliz� la locura de la predicaci�n y les present� la Cruz de Cristo. Al dirigirse a aquellos que ya hab�an pose�do el poder de la Cruz y hab�an logrado alg�n crecimiento en el conocimiento y el car�cter cristianos, ampli� el significado de la Cruz y la luz que arroja sobre todas las relaciones morales, sobre Dios y sobre el hombre.

E incluso en este aspecto de su trabajo, niega cualquier deseo de propagar una filosof�a propia. El sistema de verdad que proclama al pueblo cristiano no lo ha ideado �l mismo. No es en virtud de su propia capacidad especulativa que lo ha descubierto. No es una de las sabidur�as de este mundo, que tiene su origen en el cerebro de un ingenioso te�rico. Por el contrario, tiene su origen en Dios y, por lo tanto, participa de la verdad y la estabilidad ligadas a los pensamientos de Dios.

II. Pero si el hombre no puede descubrirlo, �c�mo llega a saberlo Pablo? Para la inteligencia corintia no parec�an m�s que estas tres formas de aprender cualquier cosa: ver, o�r o pensar; y si ninguno de ellos pudo obtener la sabidur�a de Dios, �c�mo se logr�? Pablo procede a mostrar c�mo fue capacitado para "hablar" esta sabidur�a. �l hace esto en vers. 10-13 1 Corintios 2:10 , en el que sus principales afirmaciones son que el Esp�ritu de Dios solo conoce la mente de Dios, que este Esp�ritu le ha sido dado para revelarle la mente de Dios y capacitarlo para divulgar que mente a los dem�s con palabras adecuadas.

1. S�lo el Esp�ritu de Dios conoce la mente de Dios y escudri�a sus cosas profundas, as� como nadie sino el esp�ritu del hombre que est� en �l conoce las cosas del hombre. "Hay en cada hombre una vida oculta a todos los ojos, un mundo de impresiones, ansiedades, aspiraciones y luchas, de las cuales solo �l, en cuanto esp�ritu, es decir, ser consciente y personal, Este mundo interior es desconocido para los dem�s, excepto en la medida en que �l se lo revela a trav�s del habla.

"Y si a menudo nos sentimos desconcertados y enga�ados con respecto al car�cter humano y nos encontramos incapaces de penetrar en las" cosas profundas "del hombre, en sus pensamientos y motivos m�s �ntimos, mucho m�s es cierto que" las cosas profundas "de Dios est�n completamente m�s all� nuestro conocimiento y s�lo somos conocidos por el Esp�ritu de Dios que est� en �l. Una conjetura vaga e incierta, posiblemente no del todo err�nea, probablemente del todo err�nea, es todo lo que podemos lograr.

2. Y a�n m�s cierto es este de los prop�sitos de Dios. Aunque te hagas ilusiones de conocer la naturaleza de un hombre, ciertamente no puedes predecir sus intenciones. No puedes anticipar los pensamientos de un hombre capaz al que ves dise�ando una m�quina, o proyectando un edificio, o concibiendo una obra literaria; no se puede decir en qu� forma un hombre vengativo se vengar�; ni se puede penetrar a trav�s de la mirada abstra�da del caritativo y leer la forma precisa que tomar� su generosidad.

Toda gran obra, incluso del hombre, nos llega por sorpresa; los diversos inventos que facilitan los negocios, los nuevos poemas, los nuevos libros, las nuevas obras de arte, nunca se hab�an concebido antes. Eran misterios ocultos hasta que la mente originaria los revel�. Y mucho m�s eran las intenciones de Dios y Su m�todo para lograrlo inconcebible para cualquiera que no fuera �l mismo. Cu�l fue el prop�sito de Dios al crear al hombre, qu� dise�� lograr mediante la muerte de Cristo, cu�l ser�a el resultado de toda la vida humana, y la tentaci�n y la lucha, estas cosas eran el secreto de Dios, conocido s�lo por el Esp�ritu de Dios que estaba en �l.

3. Este Esp�ritu, declara Pablo, le fue dado y le revel� los prop�sitos de Dios, "las cosas que Dios nos ha dado gratuitamente". Hab�a recibido "no el esp�ritu del mundo", lo que le habr�a permitido s�lo teorizar, especular y crear otra "sabidur�a de este mundo"; pero hab�a recibido "el Esp�ritu que es de Dios", y este Esp�ritu le hab�a revelado "las cosas que Dios ha preparado para los que le aman".

Podemos pensar en la revelaci�n como un acto de Dios o como la recibe el hombre. Dios se revela en todo lo que hace, como el hombre revela su car�cter en todo lo que hace. Por lo tanto, con el primer acto de Dios en el m�s remoto pasado comenz� la revelaci�n. A�n no hab�a nadie que recibiera el conocimiento de Dios, pero Dios mostr� Su naturaleza y Su prop�sito tan pronto como comenz� a hacer algo. Y esta revelaci�n de s� mismo ha continuado desde entonces.

En el mundo que nos rodea y en la tierra en la que vivimos, Dios se revela; "las cosas hechas", como dice Pablo, "nos dan claramente para ver y comprender las cosas invisibles de Dios, su naturaleza invisible, desde la creaci�n del mundo". A�n m�s plenamente se revela la naturaleza de Dios en el hombre: en la conciencia, distinguiendo entre el bien y el mal; en el esp�ritu anhelando la comuni�n con el Eterno. En la historia de las naciones, y especialmente en la historia de esa naci�n que se fund� en su idea de Dios, �l se revel� a S� mismo.

Gui�ndolo, libr�ndolo de Egipto, castig�ndolo, Dios se dio a conocer a Israel. Y finalmente, en Jesucristo, Dios dio la manifestaci�n m�s completa posible de s� mismo. El velo fue levantado por completo, y Dios entr� tanto como le fue posible en libre intercambio con Sus criaturas. Se puso al alcance de nuestro conocimiento.

Pero no fue suficiente que Dios se revelara objetivamente en Cristo; tambi�n debe haber una revelaci�n subjetiva dentro del alma del espectador. No era suficiente que Dios se manifestara en la carne y que se permitiera a los hombres sacar las inferencias que pudieran de esa manifestaci�n; pero, adem�s de esto, Dios le dio Su Esp�ritu a Pablo ya otros para que pudieran ver el significado pleno de esa manifestaci�n.

Era muy posible que los hombres fueran testigos de la revelaci�n objetiva sin comprenderla. Se necesita el ojo abierto, as� como la luz exterior. Y Pablo en todas partes insiste en esto: que hab�a recibido su conocimiento de la verdad divina por revelaci�n, no por el mero ejercicio de su propio pensamiento sin ayuda, sino por una iluminaci�n espiritual a trav�s del don del Esp�ritu de Dios.

La presencia del Esp�ritu de Dios en cualquier hombre, por supuesto, solo puede ser verificada por los resultados. El Esp�ritu de Dios que obra en la naturaleza del hombre y por medio de ella no puede conocerse en separaci�n del esp�ritu del hombre y la obra realizada en ese esp�ritu. Esta revelaci�n interior a la que se refiere Pablo se logra mediante la acci�n del Esp�ritu Divino sobre las facultades humanas, avivando y elevando estas facultades. La revelaci�n o conocimiento nuevo adquirido por Pablo fue dado por Dios, pero al mismo tiempo fue adquirido por las propias facultades de Pablo, de modo que permaneci� con �l siempre, as� como el conocimiento que adquirimos naturalmente permanece con nosotros y puede ser utilizado libremente por nosotros. .

Una revelaci�n interior puede llegar a un hombre s�lo en forma de impresiones, convicciones, pensamientos que surgen en su propia mente. Pablo sab�a que su conocimiento era una revelaci�n de Dios, no por la rapidez con que fue impartido, no por las apariciones sobrenaturales que lo acompa�aban, ni por ning�n sentido o conciencia de otro Esp�ritu trabajando con el suyo, sino por los resultados. Es siempre la sustancia o el contenido de cualquier revelaci�n lo que prueba su origen. Pablo sab�a que ten�a la mente de Cristo porque descubri� que pod�a entender las palabras y la obra de Cristo, pod�a simpatizar perfectamente con sus objetivos y ver las cosas desde el punto de vista de Cristo.

En su humildad, muchas personas se abstienen de hacer aqu� esta afirmaci�n hecha por Pablo; nunca pueden afirmar sin vacilar que se les ha dado el Esp�ritu de Dios o que tienen la mente de Cristo. Tales personas deber�an reconocer que fue la misma humildad de Pablo lo que le permiti� afirmar con tanta confianza estas cosas de s� mismo. Sab�a que el conocimiento de los prop�sitos de Cristo que ten�a y la simpat�a por ellos eran la evidencia del Esp�ritu de Dios obrando en �l.

Sab�a que sin el Esp�ritu de Dios �l mismo nunca podr�a haber tenido estos pensamientos. Y es cuando reconocemos m�s nuestra propia insuficiencia que estamos m�s dispuestos a confesar la presencia del Esp�ritu de Dios.

4. Pero Pablo hace una afirmaci�n m�s. El conocimiento que tiene de las cosas divinas no solo es una revelaci�n hecha por el Esp�ritu de Dios, sino que las palabras en las que declara esta revelaci�n a otros le son ense�adas por el mismo Esp�ritu: "cosas que tambi�n hablamos nosotros, no con las palabras que la sabidur�a del hombre ense�a, pero la que ense�a el Esp�ritu Santo, comparando lo espiritual con lo espiritual ". El significado de estas �ltimas palabras es dudoso.

O bien significan "ajustar las palabras espirituales a las verdades espirituales" o "aplicar las verdades espirituales a las personas espirituales". El sentido del pasaje no se altera materialmente, cualquiera que sea el significado que se adopte. Pablo afirma claramente que as� como su conocimiento se obtiene por la revelaci�n de Dios a �l, su expresi�n de este conocimiento es por inspiraci�n de Dios. El esp�ritu del mundo produce sus filosof�as y las viste con un lenguaje apropiado.

Las filosof�as con las que estaban familiarizados los corintios ense�aban c�mo se hizo el mundo y cu�l es la naturaleza del hombre, y lo hicieron en un lenguaje lleno de tecnicismos y adornados con recursos ret�ricos. Paul neg� esto; tanto su conocimiento como la forma en que lo ense�� fueron dictados, no por el Esp�ritu de este mundo, sino por el Esp�ritu de Dios. Las mismas verdades que Pablo declar� podr�an haber sido declaradas en un mejor griego del que �l us�, y podr�an haber sido adornadas con material ilustrativo y referencias a sus propios autores.

Este estilo de presentar la verdad divina pudo haber sido impulsado a Pablo por algunos de sus oyentes corintios como mucho m�s probable que encontrara entrada en la mente griega. Pero Pablo se neg� a permitir que su estilo fuera formado por la sabidur�a humana y los m�todos literarios de autores seculares, y pens� que era m�s adecuado proclamar la verdad espiritual en un lenguaje espiritual y en palabras que le fueron ense�adas por el Esp�ritu Santo.

Esta declaraci�n de Pablo puede interpretarse como una garant�a de la exactitud general de su ense�anza; pero no se pretend�a que fuera eso. Pablo no se expres� de esta manera para convencer a los hombres de su exactitud, y mucho menos para convencerlos de que cada palabra que pronunciaba era infaliblemente correcta; lo que pretend�a era justificar su uso de cierto tipo de lenguaje y cierto estilo de ense�anza. El esp�ritu de este mundo adopta un m�todo para insinuar conocimiento en la mente; el Esp�ritu de Dios usa otro m�todo.

Es lo �ltimo que adopta Pablo. Eso es lo que quiere decir, y es obvio a partir de esta declaraci�n suya que no podemos deducir nada con respecto a la inspiraci�n verbal o la infalibilidad de cada palabra que pronunci�.

De hecho, podr�a parecer un argumento muy simple y s�lido si dij�ramos que Pablo afirma que las palabras en las que encarna su ense�anza le son ense�adas por el Esp�ritu Santo y que, por lo tanto, no puede haber error en ellas. Pero interpretar las palabras de cualquier escritor sin tener en cuenta su intenci�n al escribirlas es cegarnos voluntariamente a su verdadero significado. Y la intenci�n de Pablo en este pasaje es contrastar dos m�todos de ense�anza, dos estilos de lenguaje, el mundano o secular y el espiritual, y afirmar que el estilo que adopt� fue el que le ense�� el Esp�ritu Santo.

Un artista cuyo trabajo fue criticado podr�a defenderse diciendo: "Me form� en la escuela impresionista", o "Utilizo los principios que me ense�� Ruskin", o "Soy alumno de este u otro gran maestro"; pero estas respuestas, si bien son bastante relevantes como defensa y explicaci�n del estilo particular de pintura que ha adoptado, no pretenden identificar el trabajo del erudito con el del maestro, ni insinuar que el maestro es responsable de todo el alumno. lo hace.

De manera similar, la respuesta de Pablo es relevante como una explicaci�n de su raz�n para negarse a usar los m�todos de los ret�ricos profesionales para ense�ar sus verdades espirituales. "Los modos espirituales de presentar la verdad y evitar el artificio ret�rico y el embellecimiento concuerdan mejor con lo que tengo que decir". Quien deduzca de esto que cada palabra individual que Pablo habl� o escribi� es absolutamente la mejor, lo har� bajo su propio riesgo y sin la autoridad de Pablo. Ciertamente, no era la intenci�n de Pablo hacer tal declaraci�n. Y es tan peligroso poner demasiado en las palabras de Paul como poner muy poco.

III. Habiendo demostrado que la sabidur�a que ense�a es espiritual, y que su m�todo de ense�arla es espiritual, finalmente procede a mostrar que s�lo puede ense�arse a personas espirituales. "El hombre espiritual juzga todas las cosas"; puede discernir si est� "entre los perfectos" o entre los carnales, si puede hablar con sabidur�a o si debe limitarse a la verdad elemental. Pero, por otro lado, �l mismo no puede ser juzgado por el hombre carnal.

Es en vano que los creyentes rudimentarios encuentren fallas en el m�todo de ense�anza de Pablo; no pueden juzgarlo, porque no pueden comprender la mente del Se�or que lo gu�a. No habr�a servido de nada ense�ar sabidur�a espiritual en Corinto, porque los miembros de esa Iglesia eran todav�a ni�os en Cristo, carnales y no espirituales. Su carnalidad fue probada por su facidez. Segu�an gobernados por las pasiones que gobiernan al hombre natural.

Por tanto, Pablo los aliment� con leche y no con carne fuerte; con el sencillo y conmovedor Evangelio de la Cruz, y no con esas elevadas y trascendentales deducciones de �l que divulg� entre los esp�ritus preparados y comprensivos.

En las distinciones de hombres en naturales, carnales y espirituales, Pablo muestra aqu� cu�n libre estaba de tecnicismos teol�gicos y cu�n directo miraba los hechos. �l no divide a los hombres sumariamente en creyentes e incr�dulos, clasificando a todos los creyentes como espirituales, a todos los incr�dulos como carnales. �l no quita la iglesia a todos los que no son espirituales. Puede sentirse decepcionado de que ciertos miembros de la Iglesia sean carnales y tarden mucho en alcanzar la madurez de la virilidad cristiana, pero no niega a esas personas carnales un lugar en la Iglesia.

Les da tiempo. No los adula ni los enga�a en cuanto a su condici�n. No los considera perfectos ni los repudia como no regenerados. �l permite que nazcan de nuevo; pero como el beb� es aparentemente un mero animal, que no exhibe cualidades mentales o de coraz�n, sino solo instintos animales, y sin embargo, mediante el cuidado y la alimentaci�n adecuada se convierte en un hombre adulto, el beb� cristiano puede ser todav�a carnal, con muy poco que diferenciar. �l del hombre natural, sin embargo, el germen del cristiano espiritual puede estar all�, y con el cuidado y la nutrici�n adecuada crecer�.

La confianza que Pablo expresa aqu� con respecto a su superioridad al juicio de los hombres carnales es una superioridad inseparable del conocimiento en cualquier departamento. La verdad siempre lleva consigo un poder de autoevidencia, y quien alcanza una percepci�n clara de la verdad en cualquier rama del conocimiento es consciente de que es la verdad que ha alcanzado. Cuando la mente lleva mucho tiempo confundida sobre una dificultad y finalmente ve la soluci�n, es como si el sol hubiera salido. La mente se convence de inmediato.

Nadie tuvo m�s derecho que Pablo a decir: "Tengo la mente de Cristo". Todos los d�as de su vida dec�an lo mismo. Inmediatamente entr� en la mente de Cristo y m�s que ning�n otro hombre la llev� a cabo. Fue por su simpat�a moral por los objetivos de Cristo que entr� tan completamente en el conocimiento de su persona y obra. Vivi� su camino hacia la verdad. Y todo nuestro mejor conocimiento se alcanza de la misma manera. Las verdades que vemos con mayor claridad y de las que tenemos una seguridad m�s profunda son las que nos ha ense�ado nuestra propia experiencia. La verdad espiritual es de un tipo que solo los hombres espirituales pueden comprender.

Los hombres espirituales son aquellos que pueden decir, con Pablo: "No hemos recibido el esp�ritu del mundo, sino el Esp�ritu que es de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado gratuitamente". A lo que los ojos de los hombres deben abrirse especialmente es a la generosidad de Dios y la consecuente riqueza y esperanza de la vida humana, el asombroso deleite de Pablo en la gracia de Dios y la adaptaci�n amorosa de s� mismo a las necesidades humanas encuentra continuamente expresi�n en sus escritos.

Su propio sentido de indignidad magnific� la misericordia perdonadora de Dios. Se regocijaba en un amor divino que era conocimiento pasajero, pero en el que sab�a que se pod�a confiar al m�ximo. La visi�n de este amor abri� a su esperanza un panorama de felicidad. Hay una alegr�a natural en la vida que todos los hombres pueden comprender. Esta vida apela de muchas maneras a nuestra sed de felicidad y, a menudo, parece que no necesitamos nada m�s.

Pero, de una forma u otra, la mayor�a de nosotros aprendemos que lo que se nos presenta naturalmente en este mundo no es suficiente, de hecho solo trae ansiedad y dolor a largo plazo. Y luego es que, por la gracia de Dios, los hombres llegan a descubrir que esta vida no es m�s que una peque�a laguna que conduce y alimenta el oc�ano ilimitado del amor de Dios m�s all�. Aprenden que hay una esperanza que no se puede arruinar, una alegr�a ininterrumpida, una plenitud de vida que satisface y satisface todos los instintos, afectos y prop�sitos.

Empiezan a ver las cosas que Dios ha preparado para los que le aman, las cosas que gratuitamente nos son dadas por Dios "gratuitamente", dadas sin m�rito nuestro, dadas para hacernos felices, dadas por un amor que debe encontrar. expresi�n.

Pero para conocer y apreciar las cosas que Dios nos da gratuitamente, el hombre debe tener el Esp�ritu de Dios. Porque los dones de Dios son espirituales; se adhieren al car�cter, a lo que es eternamente nuestro. No pueden ser recibidos por aquellos que reh�san la severidad del entrenamiento de Dios y no est�n conscientes de la realidad del crecimiento espiritual, de pasar de una masculinidad carnal a una espiritual. El camino hacia estas alegr�as eternas y que todo lo satisface puede ser dif�cil; El camino de Cristo no fue f�cil, y quienes lo siguen deben, de una forma u otra, poner a prueba su fe en lo invisible.

Deben realmente, y no s�lo de palabra, pasar de la dependencia de este mundo actual a la dependencia de Dios; de alguna manera deben llegar a creer que debajo y en todo lo que aqu� vemos y experimentamos se encuentra el amor inalterable y sin mezcla de Dios, que en �ltima instancia es esto con lo que tienen que ver, esto lo que explica todo.

Cu�n pronto los hombres piensan que han agotado el inagotable, el amor y los recursos de Dios; con qu� rapidez los hombres se cansan de la vida y piensan que lo han visto todo y lo saben todo; �Cu�n dispuestos est�n los hombres a concluir que para ellos la existencia es un fracaso y no puede producir un gozo perfecto, mientras que todav�a saben muy poco de las cosas que Dios ha preparado para aquellos que lo aman como el reci�n nacido conoce la vida y experimenta? que yacen ante �l.

S�lo has tocado el borde de su manto; �Qu� debe ser para abrazar Su coraz�n? Felices aquellos a quienes la oscuridad de este mundo revela las distancias ilimitadas del cielo estrellado, y quienes encuentran que los golpes que han destrozado su felicidad terrenal simplemente han roto la c�scara que confinaba su verdadera vida y les ha dado entrada a un mundo infinito y eterno.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Corinthians 2". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/1-corinthians-2.html.
 
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