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Bible Commentaries
1 Samuel 31

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-13

CAPITULO XXXVI

LA MUERTE DE SAUL.

1 Samuel 31:1 .

La llanura de Esdrel�n, donde se libr� la batalla entre Sa�l y los filisteos, se ha celebrado durante muchos encuentros mortales, desde el per�odo m�s antiguo de la historia. Los monumentos de Egipto descifrados recientemente dejan muy claro que mucho antes de que el pa�s fuera pose�do por los israelitas, la llanura hab�a experimentado el impacto de los ej�rcitos contendientes. Los registros del reinado de Thotmes III, a quien a veces se le ha llamado el Alejandro Magno de Egipto, dan testimonio de una lucha decisiva en su tiempo cerca de Meguido, y enumeran los nombres de muchos pueblos de los alrededores, la mayor�a de los cuales aparecen en la Biblia. historia, cuyo bot�n fue llevado a Egipto y colocado en los templos de los dioses egipcios.

Tambi�n aqu� fue despu�s que Barac se encontr� con los cananeos, y con Gede�n con los madianitas y amalecitas; aqu� "Jeh� hiri� a todos los que quedaban de la casa de Acab en Jezreel, ya todos sus grandes hombres, y sus amigos familiares, y sus sacerdotes, hasta que no dej� ninguno;" aqu� Jos�as muri� en su gran batalla con los egipcios; aqu� estaba el gran lamento despu�s de la muerte de Jos�as, celebrado por Zacar�as, "el luto de Hadad-Rim�n en el valle de Meguido"; en resumen, en las palabras del Dr.

Clarke, "Esdrael�n ha sido el lugar elegido para acampar en todas las grandes contiendas llevadas a cabo en el pa�s, hasta la desastrosa marcha de Napole�n Bonaparte desde Egipto a Siria. Jud�os, gentiles, sarracenos, cruzados, egipcios, persas, drusos, turcos, �rabes y los franceses, guerreros de todas las naciones que est�n debajo del cielo, han levantado sus tiendas en las llanuras de Esdrel�n, y han visto sus estandartes mojados con el roc�o de Tabor y Herm�n.

Tan tarde como en 1840, cuando la Pacha de Egipto se apoder� de Siria, se vio obligado a abandonar el pa�s cuando la ciudadela de Acre, que protege la entrada de la llanura de Esdrel�n por mar, fue bombardeada y destruida por la flota brit�nica. No es de extra�ar que en las visiones simb�licas del Apocalipsis, una ciudad en esta llanura, Armaged�n, sea seleccionada como el campo de batalla para el gran conflicto cuando los reyes de toda la tierra deben reunirse para la batalla de los grandes. d�a del Dios Todopoderoso.

Como en las llanuras de B�lgica, las llanuras de Lombard�a o el carruaje de Stirling, se ha librado batalla tras batalla en el espacio entre Jezreel y Gilboa, para decidir qui�n deber�a ser el amo de todo el territorio adyacente.

Se dice que la hueste filistea se reuni� y acamp� en Sunem ( 1 Samuel 28:4 ), y luego reuni� a todas sus huestes en Afec y acamp� junto a la fuente que est� en Jezreel ( 1 Samuel 29:1 ). Es decir, avanzaron de una posici�n hacia el oeste a una hacia el norte, que ocuparon por �ltima vez antes de la batalla.

Desde el principio, parece que Sa�l dispuso sus tropas en la ladera norte del monte Gilboa y permaneci� en esa posici�n durante la batalla. Era una excelente posici�n para luchar, pero muy desfavorable para retirarse. Aparentemente, los filisteos comenzaron la batalla movi�ndose hacia el sur a trav�s de la llanura hasta llegar al pie de Gilboa, donde comenz� el tira y afloja. A pesar de la posici�n favorable de los hebreos, fueron completamente derrotados.

Los arqueros parecen haber realizado una ejecuci�n mortal; a medida que avanzaban m�s cerca de la hueste de Israel, este �ltimo retroced�a para salir del alcance; mientras que los filisteos, ganando confianza, los presionar�an cada vez m�s, hasta que la retirada ordenada se convirti� en una derrota terrible. Tan completamente derrotado estaba el ej�rcito israelita que no parece que hayan intentado una sola manifestaci�n, lo cual, como tuvieron que retirarse sobre el monte Gilboa, habr�a sido tan natural que lo hicieran.

El p�nico y la consternaci�n parecen haberse apoderado de ellos muy al principio de la batalla; que ser�an derrotados probablemente era una conclusi�n inevitable, pero la actitud de un ej�rcito en retirada parece haberse asumido m�s r�pida y repentinamente de lo que podr�a haberse supuesto. Si el ej�rcito filisteo, al ver la confusi�n inicial de los israelitas, tuviera el valor de derramarse a lo largo de los valles a cada lado de Gilboa, su enemigo no tendr�a ninguna forma de retirada excepto sobre la cima de la colina. Y cuando se alcanzara, y los israelitas comenzaran a descender, las flechas de los filisteos perseguidores caer�an sobre ellos con un efecto m�s mort�fero que nunca, y la matanza ser�a tremenda.

A Saulo parece que nunca le falt� valor personal, y en el curso de la batalla �l y su eje evidentemente estuvieron en lo m�s duro de la pelea. "Los filisteos siguieron duramente a Sa�l ya sus hijos; y los filisteos mataron a Jonat�n, a Abinadab y a Melquis�a, hijos de Sa�l". El mismo Sa�l se angusti� mucho en su huida a causa de los arqueros. Al encontrarse herido y sin carro ni otros medios de escape, se apoder� de �l el horror de que si una vez que el enemigo se apoderaba de �l vivo lo someter�an a una mutilaci�n sin nombre o una humillaci�n horrible demasiado terrible para ser pensada. De ah� su petici�n a su escudero de que cayera sobre �l. Cuando el escudero se neg�, le quit� una espada y se suicid�.

Puede f�cilmente admitirse que para alguien que no se rige habitualmente por la voluntad de Dios, �ste fue el camino m�s sabio a seguir. Si el trato de los filisteos a los reyes cautivos se parec�a al de los asirios, la muerte era preferible a la vida. Cuando encontramos en los monumentos asirios cuadros tan espantosos como los de reyes obligados a llevar la cabeza de sus hijos en procesi�n, o ellos mismos clavados en el suelo con estacas clavadas en sus manos y pies, y atravesando el horrible proceso de ser desollados vivos, No es de extra�ar que Sa�l se acobardara de horror ante lo que habr�a tenido que sufrir si lo hubieran hecho prisionero.

Pero, �qu� debemos pensar del aspecto moral de su acto de suicidio? Que en todos los casos ordinarios el suicidio es un pecado atrevido, �qui�n puede negarlo? Dios no le ha dado al hombre la disposici�n de su vida en ese sentido. Es una cosa atrevida para el hombre cerrar su d�a de gracia antes de lo que Dios lo hubiera cerrado. Es una imprudencia correr a la presencia de su Hacedor antes de que Su Hacedor lo haya llamado a aparecer. Es presuntuoso calcular c�mo mejorar su condici�n sumergi�ndose en una eternidad inexplorada.

Sin duda uno debe ser tierno al juzgar a los hombres presionados con dureza por terrores reales o imaginarios, tal vez su raz�n se tambalee, sus instintos temblorosos y el horror de la gran oscuridad oscureci�ndolo todo. Sin embargo, �cu�ntas veces, en sus �ltimas palabras escritas, el suicida da testimonio contra s� mismo cuando espera que Dios lo perdone y suplica a sus amigos que lo perdonen? �No muestra esto que en su alma secreta es consciente de que deber�a haber soportado m�s tiempo, deber�a haberse abandonado m�s como un hombre, y haber sufrido cada extremo de la fortuna antes de apagar la llama de la vida dentro de �l?

La verdad es que el suicidio de Saulo, como el de muchos otros, es un acto que no puede ser juzgado por s� mismo, sino que debe tomarse en relaci�n con el curso de su vida anterior. Hemos dicho que para alguien que no se rige habitualmente por la voluntad de Dios, la autodestrucci�n en ese momento era el camino m�s sabio. Es decir, si simplemente sopes� lo que parec�a estar involucrado en terminar su vida con lo que estaba involucrado en que los filisteos lo tomaran y lo torturaran, la primera alternativa era, con mucho, la m�s tolerable.

Pero surge la pregunta: si no hubiera ignorado habitualmente la voluntad de Dios, �habr�a estado alguna vez en esa situaci�n? La criminalidad de muchos actos debe revertirse en un acto anterior, del cual ha surgido. Un borracho en un libertinaje de medianoche se pelea con su padre y le clava un cuchillo en el coraz�n. Cuando vuelve en s� mismo, es absolutamente inconsciente de lo que ha hecho. Te dice que no deseaba ni deseaba herir a su padre.

No fue su verdadero yo quien lo hizo, sino su verdadero yo dominado, derrocado, brutalizado por la bebida monstruosa. �Lo disculpa por esto? Lejos de ahi. Lo disculpa de un plan deliberado contra la vida de su padre. Pero dices que la posibilidad de ese hecho estuvo involucrada en que se emborrachara. Que un hombre se emborrache, se prive a s� mismo durante el tiempo de sus sentidos y se exponga a una influencia que pueda llevarlo a cometer el crimen m�s horrible y antinatural, es un pecado terrible.

As� se traslada la criminalidad del asesinato al acto anterior de emborracharse. Por lo que respecta al suicidio de Sa�l. La criminalidad de ese acto debe volver al pecado del que fue culpable cuando decidi� seguir su propia voluntad en lugar de la voluntad de Dios. Fue a trav�s de ese pecado que fue llevado a su posici�n actual. Si hubiera sido obediente a Dios, nunca se habr�a encontrado en tal dilema.

Por un lado, nunca habr�a sido tan derrotado y humillado en la batalla; y por otro lado habr�a confiado en la protecci�n divina incluso cuando un enemigo sanguinario como los filisteos estaba a punto de apoderarse de �l. Fue la verdadera fuente tanto de su derrota p�blica como de su desesperaci�n privada lo que indic� cuando le dijo a Samuel; "Dios se ha apartado de m�"; y podr�a haber estado seguro de que Dios no se habr�a apartado de �l si �l no se hubiera apartado primero de Dios.

Es un principio de vida m�s importante que podemos ver cuando vemos la influencia que un acto de pecado tiene sobre otro. De hecho, es muy raro que las consecuencias de cualquier pecado terminen en s� mismas. El pecado tiene un maravilloso poder de engendrar, de llevarte a otros actos en los que no pensaste al principio, de involucrarte en mallas que entonces estaban fuera de tu vista. Y este proceso de multiplicaci�n del pecado es un curso que puede comenzar muy temprano.

A los ni�os se les advierte en el himno: "El que comete una falta al principio y miente para ocultarla, hace dos". Un pecado necesita ser cubierto, y se recurre a otro pecado para proveer la cobertura. Eso no es todo. Tienes un compa�ero en tu pecado, y para liberarte quiz�s traicionas a tu compa�ero. Ese socio puede ser no solo el vaso m�s d�bil, sino tambi�n, con mucho, el que sufre m�s y, sin embargo, en su miserable ego�smo, niega toda participaci�n en el pecado, o deja a su socio arruinado.

�Pobre de m�! �Pobre de m�! cu�n terribles son los caminos del pecado. �Cu�n dif�cil es a menudo para el pecador volver sobre sus pasos! Y qu� terrible es el estado de �nimo cuando uno dice, debo cometer este pecado o aquel, �no tengo otra alternativa! Cu�n terrible fue la posici�n de Sa�l cuando dijo: "Debo destruirme". Verdaderamente el pecado es un amo duro e insensible: "El camino de los transgresores es duro". El �nico que anda en integridad, anda con seguridad. "Bienaventurados los impecables de camino, que andan en la ley del Se�or".

La terrible naturaleza de la derrota que los israelitas sufrieron en este d�a a manos de los filisteos es evidente por lo que se dice en el vers�culo s�ptimo: "Y cuando los hombres de Israel que estaban al otro lado del valle, y los que estaban al otro lado del Jord�n , vio que los hombres de Israel hu�an y que Sa�l y sus hijos hab�an muerto, abandonaron sus ciudades y huyeron, y vinieron los filisteos y habitaron en ellos.

"La llanura de Esdrel�n est� interrumpida, y en cierto sentido dividida en dos, por tres colinas: Tabor, Gilboa y Peque�o Herm�n. En el lado oriental de estas colinas, la llanura contin�a hasta el valle del Jord�n. El efecto de la batalla de Gilboa fue que todos los asentamientos ricos en esa parte de la llanura tuvieron que ser abandonados por los israelitas y entregados a los filisteos. M�s que eso, el valle del Jord�n dej� de brindar la protecci�n que hasta ese momento hab�a proporcionado contra los enemigos. del oeste.

En su mayor parte, las tribus transjordanas estuvieron expuestas a un grupo de enemigos bastante diferente. Los sirios del norte, los moabitas y los amonitas del este, y los madianitas y amalecitas de los desiertos m�s remotos, eran generalmente los enemigos de Rub�n, Gad y Manas�s. Pero en esta ocasi�n les asalt� un nuevo enemigo. Los filisteos realmente cruzaron el Jord�n, y los ricos pastos de Galaad y Bas�n, con los reba�os y vacas que pululaban sobre ellos, se convirtieron en presa de los incircuncisos.

As�, el terror de los filisteos, hasta entonces confinado a la parte occidental del pa�s, se extendi�, con todos sus horrores concomitantes, a lo largo y ancho de Israel. Obtenemos una visi�n v�vida del estado del pa�s cuando se llam� a David para que se hiciera cargo de �l. Y obtenemos una visi�n v�vida de lo peor que la verg�enza, el crimen fatal, al que David habr�a sido conducido si hubiera permanecido en el campamento filisteo y hubiera tomado parte en esta campa�a.

Cu�n completamente aplastados los filisteos consideraban que estaban los israelitas, y cu�n incapaces de asestar un golpe en su propia defensa, es evidente por el trato humillante de los cuerpos de Sa�l y sus hijos, cuyos detalles se dan en este cap�tulo y en el pasaje paralelo en 1 Cr�nicas (cap�tulo 10). Si hubiera existido la posibilidad de que los israelitas se vieran obligados a realizar un nuevo esfuerzo por el deshonor hecho a su rey y pr�ncipes, ese deshonor no habr�a sido tan terriblemente insultante.

Pero no exist�a tal posibilidad. El trato fue doblemente insultante. La cabeza de Sa�l, separada de su cuerpo, fue puesta en el templo de Dag�n ( 1 Cr�nicas 10:1 .); su armadura fue colgada en la casa de Astarot; y su cuerpo fue atado al muro de Bet-san. Parece que se les dio el mismo trato a sus tres hijos.

La otra parte del insulto surgi� del esp�ritu id�latra con el que se hizo todo esto. Se orden� que las nuevas de la victoria fueran llevadas a la casa de sus �dolos as� como a su pueblo (1 Sam. 21: 9). Los trofeos se exhibieron en los templos de estos �dolos. El esp�ritu de jactancia, que tanto hab�a despertado a David contra Goliat porque desafi� a los ej�rcitos del Dios viviente, apareci� mucho m�s ofensivo que nunca.

Israel no solo fue derrotado, sino que a juicio de los filisteos, el Dios de Israel, as� como Dag�n y Astarot, hab�an triunfado sobre Jehov�. La humillaci�n sufrida en los d�as en que el arca de Dios les tra�a tales calamidades y sus dioses ahora se veng� ampliamente. La imagen de Dag�n no se encontr� tendida boca abajo, toda destrozada excepto el mu��n, despu�s de que las cabezas de Sa�l y sus hijos hubieran sido colocadas en su templo.

S�, y los nobles al menos de los filisteos se jactar�an de que la matanza de Goliat por David, y la colocaci�n de su cabeza y su armadura cerca de Jerusal�n, probablemente en el lugar santo de Israel, fueron ampliamente vengadas. �Bien le fue a David, podemos decir de nuevo, que no particip� en esta terrible batalla! De ahora en adelante indudablemente no habr�a m�s tregua de su parte hacia los filisteos. �No hab�an deshonrado la persona de su rey? �No hab�an insultado el cad�ver de Jonat�n, su noble amigo? �No hab�an lanzado un nuevo desaf�o contra el Dios de Israel? �No hab�an esparcido el robo y la devastaci�n a lo largo y ancho del pa�s, y hab�an convertido a cada familia feliz en un grupo de esclavos acobardados? �Esta gente iba a seguir siendo honrada con su amistad? "Oh alma m�a, no entres en su secreto;

El �nico incidente redentor, en toda esta dolorosa narraci�n, es la empresa en�rgica de los hombres de Jabes de Galaad, llegando a Bet-shan de noche, quitando los cuerpos de Sa�l y sus hijos del muro y quem�ndolos con todo honor en Jabes, Bet-san estaba a una distancia considerable de Gilboa, donde Sa�l y sus hijos parecen haber ca�do; pero probablemente era la ciudad m�s grande de la vecindad, y por lo tanto la mejor adaptada para poner los restos del rey y los pr�ncipes en abierta verg�enza.

Jabesh-gilead estaba en alg�n lugar al otro lado del Jord�n, distante de Bet-shan varias millas. Era muy digno de cr�dito para su pueblo que, despu�s de un largo intervalo, el recuerdo de la primera haza�a de Sa�l, cuando los liber� de las crueles amenazas de los amonitas, todav�a era lo suficientemente fuerte como para impulsarlos a la gentil acci�n que asegur� un entierro honorable para el pueblo. cuerpos de Sa�l y sus hijos. Somos conscientes de un sentimiento de reverencia que se eleva en nuestros corazones hacia este pueblo al pensar en su bondad para con los muertos, como si toda la raza humana fuera una familia, y una bondad hecha hace casi tres mil a�os fuera en cierto sentido una bondad para con los muertos. Nosotros mismos.

Esa primera haza�a de Sa�l, rescatar a los hombres de Jabes de Galaad, nunca parece haber sido superada por ninguna otra empresa de su reinado. Ahora que miramos hacia atr�s en la carrera de Sa�l, que ocupa una porci�n tan grande de este libro, no encontramos mucho que nos interese o refresque. Perteneci� a la orden de los reyes militares. No era de los que se dedicaban a la elevaci�n intelectual, social o religiosa de su reino.

Su �nica idea de un rey era librar a su pa�s de sus enemigos. "Pele�", se nos dice, "contra todos sus enemigos de todas partes, contra Moab, y contra los hijos de Am�n, y contra Edom, y contra el rey de Soba, y contra los filisteos; y adondequiera que se volviera, Y �l hizo con valent�a e hiri� a Amalec, y libr� a Israel de manos de los que lo despojaban.

"Ese �xito le dio un buen nombre como rey, pero no le atrajo mucho afecto; y tuvo m�s maldad que conferirles un bien positivo. La realeza engendr� en Sa�l lo que engendr� en la mayor�a de los reyes de Oriente, un temperamento imperioso, una voluntad desp�tica. Incluso en su propia familia jug� el d�spota. Y si jug� el d�spota en casa no lo hizo menos en p�blico. Todo lo que podemos decir a su favor es que no carg� con su despotismo hasta donde muchos.

Pero su temperamento celoso y hasta ahora desp�tico no pudo sino haber tenido un efecto perverso en su pueblo. No podemos suponer que cuando los celos eran tan profundos en su naturaleza, David fue el �nico de sus oficiales que los experiment�. La secesi�n de tantos hombres muy capaces a David, en la �poca en que �l estaba con los filisteos, parec�a como si Sa�l no pudiera sino sentir celos de cualquier hombre que se elevara a una alta eminencia militar.

Que Sa�l fuera capaz de tener impulsos amistosos es muy diferente a decir que su coraz�n era c�lido y ganador. El deseo m�s vital en �l era la falta de piedad. Ten�a poca fe en la naci�n como naci�n de Dios, herencia de Dios. Ten�a poco amor por los profetas, o por los hombres de fe, o por cualquiera que concediera gran importancia a las consideraciones morales y espirituales. Su persecuci�n de David y su asesinato de los sacerdotes son manchas profundas que nunca podr�n borrarse.

Y esa naturaleza imp�a suya empeor� a medida que avanzaba. Llama la atenci�n que la �ltima transacci�n de su reinado fuera un rotundo fracaso en el mismo departamento en el que habitualmente se hab�a destacado. Aquel que hab�a ganado la eminencia que ten�a como rey militar, fracas� por completo e involucr� a su pueblo en una humillaci�n total, en ese mismo departamento. Sus habilidades le fallaron porque Dios lo hab�a abandonado. Los filisteos a quienes hab�a derrotado tantas veces lo aplastaron al final. Para �l, el �ltimo acto de la vida era muy diferente al de Sans�n: Sans�n conquistando en su muerte, Sa�l derrotado y deshonrado en la suya.

�Necesitamos insistir de nuevo en la lecci�n? "A los que me honran, yo honrar�; pero los que me desprecian ser�n tenidos en cuenta". No te atrevas a dejar de lado a Dios en tu estimaci�n de las fuerzas que pesan sobre tu vida. No te atrevas a darle un lugar secundario. Dios debe ocupar el primer lugar en sus respetos. �Realmente lo est�s honrando sobre todo, apreciando Su favor, obedeciendo Su voluntad, confiando en Su palabra? �Est� intentando, en medio de muchos fracasos mort�feros, hacerlo? No es la peor vida la que cuenta con muchos fracasos, muchas confesiones, muchas oraciones por misericordia y por gracia para ayudar en momentos de necesidad, siempre que su coraz�n se dirija habitualmente a Dios como el gran fin de la existencia, la estrella polar. por el cual tus pasos son habitualmente dirigidos, el Soberano cuya santa voluntad debe ser tu gran gobierno,

Fin del Vol. I

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Samuel 31". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/1-samuel-31.html.
 
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