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Bible Commentaries
1 Samuel 6

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-21

CAPITULO VII.

EL ARCA ENTRE LOS FILISTINOS.

1 Samuel 5:1 ; 1 Samuel 6:1

AUNQUE la historia de Samuel guarda silencio en cuanto a los hechos de los filisteos inmediatamente despu�s de su gran victoria sobre Israel, aprendemos de otras partes de la Biblia ( Salmo 78:60 ) Jeremias 7:12 ; Jeremias 26:9 ) que procedieron a Silo, masacraron a los sacerdotes, destruyeron la ciudad y la dejaron como un monumento de desolaci�n, como lo fue siempre.

Probablemente esto se consider� una secuela apropiada de la captura del arca, un modo apropiado de completar y conmemorar su victoria sobre el Dios nacional de los hebreos. Porque bien podemos creer que fue este rasgo sin precedentes de su �xito lo que predominaba en la mente de los filisteos. La idea predominante entre las naciones circundantes con respecto al Dios de los hebreos era que �l era un Dios de gran poder.

Las maravillas hechas por �l en Egipto todav�a llenaban la imaginaci�n popular ( 1 Samuel 6:6 ); la mano fuerte y el brazo extendido con que hab�a expulsado a las siete naciones de Cana�n y preparado el camino para su pueblo no fueron olvidados. Tampoco en conflictos m�s recientes ninguna de las naciones circundantes hab�a obtenido la m�s m�nima ventaja sobre �l.

Fue en su nombre que Barac y D�bora hab�an derrotado a los cananeos; era la espada del Se�or y de Gede�n lo que hab�a provocado tal consternaci�n en los corazones de los madianitas. Pero ahora la marea estaba completamente cambiada; no solo el Dios hebreo hab�a fallado en proteger a su pueblo, sino que la ruina hab�a llegado tanto a �l como a ellos, y su mismo santuario estaba en manos de los filisteos. No es de extra�ar que los filisteos estuvieran maravillosamente regocijados. "Borremos de la faz de la tierra todo rastro y memorial de su adoraci�n", fue su clamor.

Inflijamos tal humillaci�n en el lugar sagrado a Su nombre que nunca m�s Sus adoradores podr�n recobrar el valor y levantar la cabeza, y ni nosotros ni nuestros hijos temblaremos m�s ante la menci�n de Sus terribles hechos.

No tenemos ni una palabra sobre Samuel en relaci�n con todo esto. Las noticias del campo de batalla, seguidas de la muerte de Eli y de la esposa de Finees, debieron de ser un golpe terrible para �l. Pero adem�s de ser tranquilo por naturaleza (como lo demostr� su porte despu�s de recibir el mensaje sobre la casa de Eli), estaba habitualmente en comuni�n con Dios, y con este h�bito disfrutaba de una gran ayuda para el dominio de s� mismo y la rapidez de acci�n en emergencias repentinas y perplejidades. .

Que el plan mal aconsejado para llevar el arca a la batalla implicaba una verdadera humillaci�n del Dios de Israel, o tendr�a alg�n efecto maligno en el pacto jurado a Abraham, Isaac y Jacob, no pudo suponer ni por un momento. Pero la confusi�n y los problemas que surgir�an, especialmente si los filisteos avanzaban sobre Silo, era una consideraci�n muy seria. Quedaba mucho en Shiloh que necesitaba ser atendido.

Hab�a vasijas sagradas, y posiblemente registros nacionales, que no deb�a permitirse que cayeran en manos del enemigo. De qu� manera Samuel pudo asegurar la seguridad de estos; por qu� medios asegur� su propia seguridad personal cuando "los sacerdotes cayeron a espada" ( Salmo 78:64 ), no podemos decirlo. Pero el Se�or estaba con Samuel, y aun en esta hora de horror nacional dirigi� sus procedimientos y estableci� sobre �l la obra de sus manos.

El hecho al que hemos llamado la atenci�n, que fue sobre el Dios de Israel que los filisteos hab�an triunfado, es la clave de las transacciones registradas tan minuciosamente en los cap�tulos quinto y sexto. El gran objetivo de estos cap�tulos es mostrar c�mo Dios desenga�� a los filisteos en este importante punto. Los desenga�� de una manera muy tranquila y poco demostrativa. En ciertas ocasiones, Dios impresiona a los hombres por sus grandes agentes, por fuego, terremotos y tempestades, por "viento tormentoso que cumple su palabra".

"Pero estos no son necesarios en esta ocasi�n. Agencias mucho menos sorprendentes har�n el trabajo. Dios recuperar� Su nombre y fama entre las naciones con fuerzas mucho m�s humildes. Mediante el ejercicio m�s insignificante de Su poder, estos filisteos ser�n llevados a su El fin del ingenio, y toda la sabidur�a de sus hombres m�s sabios y todo el arte de sus sacerdotes m�s astutos ser�n necesarios para idear alguna propiciaci�n por Aquel que es infinitamente demasiado fuerte para ellos, y para evitar que su pa�s sea arruinado por los silenciosos. obra de su poder inquebrantable.

1. En primer lugar, se lleva el arca a Ashdod, donde se encontraba el gran templo de su Dios, Dag�n. Se coloca dentro del recinto del templo, en alg�n lugar de subordinaci�n, sin duda, al lugar del �dolo. Quiz�s la expectativa de los filisteos era que en el ejercicio de su poder sobrenatural su dios provocar�a la mutilaci�n o destrucci�n del s�mbolo hebreo. La ma�ana mostr� otra vista.

Fue Dag�n el que fue humillado ante el arca, ca�do al suelo sobre su rostro. Al d�a siguiente le hab�a sobrevenido una humillaci�n peor. Adem�s de haber ca�do, su cabeza y manos fueron separadas de la imagen, y solo qued� el mu��n. Y adem�s de esto, la gente sufr�a extensamente de una enfermedad dolorosa, emerods o hemorroides, y esto tambi�n se atribu�a a la influencia del Dios de los hebreos.

La gente de Ashdod no deseaba prolongar la contienda. Reunieron a los pr�ncipes de los filisteos y les preguntaron qu� se deb�a hacer. Los se�ores probablemente concluyeron que se trataba de una mera mala suerte local. Pero lo que hab�a sucedido en Ashdod no suceder�a en ning�n otro lugar. Que el arca sea llevada a Gat.

2. En consecuencia, se lleva el arca a Gat. Pero tan pronto como est� all�, la enfermedad que hab�a estallado en Ashdod cae sobre los gititas, y la mortalidad es terrible. La gente de Gat tiene demasiada prisa para volver a llamar a los pr�ncipes de los filisteos para que digan lo que se debe hacer. Simplemente llevan el arca a Ecr�n.

3. Y poca acogida que recibe de los ecronitas. Ahora se reconoce como el s�mbolo de un Dios enojado, cuyo poder para castigar y destruir es ilimitado. Los ecronitas est�n indignados con el pueblo de Gat. "Nos han tra�do el arca del Dios de Israel para matarnos a nosotros ya nuestro pueblo". La destrucci�n en Ecr�n parece haber sido m�s terrible que en los otros lugares - "El grito de la ciudad subi� al cielo.

"Los se�ores de los filisteos son convocados nuevamente para deliberar sobre el fracaso de su �ltimo consejo. No sirve de nada intentar en ning�n otro lugar del pa�s. La idea de la mala suerte local es absurda. D�jalo ir de nuevo a su propio lugar. ! es el grito. �Ay de que hayamos destruido Shiloh, porque d�nde podemos enviarlo ahora? No podemos arriesgarnos a cometer m�s errores. Convoquemos a los sacerdotes y adivinos para determinar c�mo se va a deshacer de �l y con qu� regalos u ofrendas para acompa�arlo �Ojal� nunca lo hubi�ramos tocado!

Los sacerdotes y los adivinos dan una respuesta completa sobre todos los puntos que se les presentan. Primero, el arca cuando se env�a debe contener una ofrenda, a fin de propiciar al Dios hebreo por los insultos que se le han acumulado. La ofrenda deb�a tener la forma de emerods dorados y ratones dorados. Parecer�a que adem�s de la enfermedad que hab�a estallado en los cuerpos de las personas, hab�an tenido en sus campos la plaga de los ratones.

Estos ratones de campo se reproduc�an con asombrosa rapidez y, a veces, consum�an todo el producto del campo. Aqu� hay una ligera dificultad con los n�meros. Habr� cinco emerods de oro y cinco ratones de oro, seg�n el n�mero de los pr�ncipes de los filisteos ( 1 Samuel 6:3 ); pero se dice despu�s ( 1 Samuel 6:18 ) que el n�mero de los ratones de oro era de acuerdo con el n�mero de todas las ciudades de los filisteos pertenecientes a los cinco se�ores, tanto de ciudades cercadas como de aldeas rurales.

Se supone, sin embargo, que (como en la Septuaginta) el n�mero cinco no debe repetirse en el medio del primer pasaje ( 1 Samuel 6:4 ), sino que debe correr ", cinco emerods de oro, seg�n el n�mero de los pr�ncipes de los filisteos, y los ratones de oro, im�genes de los ratones que destruyen la tierra.

"La idea de presentar ofrendas a los dioses correspondientes al objeto en relaci�n con el cual fueron presentadas a menudo fue aplicada por naciones paganas." Los que se salvaron del naufragio ofrecieron im�genes del naufragio, o de la ropa que ten�an en tiempo, en el Templo de Isis; esclavos y cautivos, en agradecimiento por la recuperaci�n de su libertad, ofrecieron cadenas a los Lares; gladiadores retirados, sus armas a H�rcules; y en el siglo V prevaleci� entre los cristianos la costumbre de ofrecer en sus iglesias oro o plata, manos, pies, ojos, etc.

, a cambio de curaciones efectuadas en esos miembros respectivamente en respuesta a la oraci�n. Esta fue probablemente una costumbre pagana transferida a la Iglesia cristiana; porque todav�a se encuentra un uso similar entre los paganos de la India " (Comentario del orador).

4. A continuaci�n, en cuanto a la forma en que se iba a enviar el arca. Se iba a fabricar un carro nuevo y se iban a sujetar al carro dos vacas lecheras que nunca antes hab�an estado enganchadas. Esto deb�a ser por respeto al Dios de Israel; Las cosas nuevas se consideraron m�s honorables, ya que nuestro Se�or mont� en un pollino "en el que nunca se hab�a sentado nadie", y Su cuerpo fue depositado en un sepulcro nuevo. Las vacas deb�an dejarse sin gu�a para determinar su camino; si tomaban el camino a Judea, el camino del valle hacia Bet-semes, eso ser�a una se�al de que todos sus problemas hab�an venido del Dios de los hebreos; pero si tomaban cualquier otro camino, el camino a cualquier lugar del pa�s filisteo, eso probar�a que solo hab�a habido una coincidencia, y ninguna relaci�n de causa y efecto entre la captura del arca y los males que les hab�an sobrevenido.

Era el principio de la suerte que se aplicaba para determinar una cuesti�n moral grave. Era un m�todo al que, en ausencia de mejor luz, los hombres estaban lo suficientemente dispuestos a recurrir en aquellos tiempos, y al que en una ocasi�n memorable se recurri� en la Iglesia cristiana primitiva ( Hechos 1:1 ). La luz mucho m�s completa que Dios ha dado a los hombres sobre las cuestiones morales y religiosas restringe grandemente, si es que no suprime, las ocasiones leg�timas de recurrir a tal m�todo.

Si alguna vez es l�cito, s�lo puede serlo en el ejercicio de un esp�ritu piadoso y solemne, porque los ap�stoles no lo utilizaron por s� solo, sino s�lo despu�s de una ferviente oraci�n para que Dios hiciera de la suerte el instrumento para dar a conocer Su voluntad.

Por fin, el arca abandona la tierra de los filisteos. Durante siete meses terribles se hab�a extendido entre ellos la ansiedad, el terror y la muerte. Nada m�s que la ruina parec�a probable que surgiera de una residencia m�s prolongada del arca en sus territorios. Se alegraron de deshacerse de �l, emerods dorados, ratones dorados, carro nuevo, vacas lecheras y todo. Nos recuerda una escena en la historia del Evangelio, que tuvo lugar en Gadara despu�s de que los diablos empujaran a la manada de cerdos por el acantilado hacia el lago.

La gente del lugar suplic� a Jes�s que se fuera de sus costas. Es una verdad solemne que hay aspectos del car�cter de Dios, aspectos del car�cter del Salvador, en los que �l es s�lo un terror y un problema. Estos son los aspectos en los que se ve a Dios opuesto a lo que los hombres aman y aprecian, arrancando sus tesoros de ellos o arranc�ndolos de sus tesoros. Es terrible conocer a Dios solo en estos aspectos.

Sin embargo, es el aspecto en el que Dios suele aparecer al pecador. Es el aspecto en el que nuestra conciencia le presenta cuando somos conscientes de haber incurrido en su disgusto. Y mientras el hombre sigue siendo un pecador y est� enamorado de su pecado, puede tratar de disfrazar el solemne hecho en su propia mente, pero es cierto que su deseo secreto es deshacerse de Dios. Como dice el ap�stol, no le gusta retener a Dios en su conocimiento ( Romanos 1:28 ).

�l le dice a Dios: "Ap�rtate de nosotros, porque no deseamos el conocimiento de tus caminos" ( Job 31:14 ). Es m�s, va un paso m�s all�: "El necio ha dicho en su coraz�n: No hay Dios" ( Salmo 14:1 ). Cuando todav�a lo reconoce, puede intentar propiciarlo con ofrendas y compensar las transgresiones que comete en algunas cosas mediante actos de adoraci�n voluntaria o humillaci�n voluntaria en otras.

�Pero Ay! de cu�n grande es incluso una porci�n de hombres en tierras cristianas, es cierto que no aman a Dios. Sus corazones no lo anhelan. Pensar en �l es un elemento perturbador e inc�modo. La comuni�n del coraz�n con �l es una dificultad que no debe superarse. Las formas de adoraci�n que dejan el coraz�n sin ejercitar son un gran alivio. La adoraci�n realizada por coros e instrumentos y las reglas est�ticas son bien recibidas como un sustituto de la relaci�n y el homenaje del alma.

�Podr�a algo demostrar m�s claramente la necesidad de un gran cambio espiritual? �Qu� sino la visi�n de Dios en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo puede lograrlo? E incluso las gloriosas verdades de la redenci�n no son eficaces en s� mismas. La semilla debe caer en un buen suelo. El que orden� que la luz brille en las tinieblas debe brillar en nuestra mente para dar la luz de la gloria de Dios en el rostro de Su Ungido.

Pero seguramente es un gran paso hacia este cambio sentir la necesidad del mismo. El coraz�n que es honesto con Dios, y que dice: "Oh Dios Todopoderoso, no te amo, no soy feliz en tu presencia, me gusta m�s la vida sin ti; pero estoy convencido de que esta es una condici�n miserable, y m�s pecaminoso. �Quieres, en infinita misericordia, tener compasi�n de m�? �Quieres cambiarme de tal manera que pueda llegar a amarte, amar Tu compa��a, acoger el pensamiento de Ti y adorarte en esp�ritu y en verdad? ? " - Un coraz�n as�, expres�ndose as�, seguramente no ser� abandonado.

No podemos decir cu�nto tiempo pasar� antes de que se conceda su b�squeda; pero ciertamente llegar� el d�a en que el c�ntico nuevo se pondr� en su boca: "Bendice, alma m�a, al Se�or, y no olvides todos sus beneficios. El perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias, el que redime tu vida de destrucci�n, que te corona de misericordia y tiernas misericordias; que sacia tu boca de bienes, para que tu juventud se renueve como la del �guila ".

5. Y ahora el arca ha llegado a Bet-semes, en la tribu de Jud�. Los se�ores de los filisteos lo han seguido, observ�ndolo, como Miriam observaba a su hermano peque�o en el Nilo, para ver qu� ser�a de �l. Ni se volver�n hasta que hayan visto a los hombres de Bet-semes recibirlo, hasta que hayan visto a los levitas bajarlo del carro, hasta que hayan visto el carro rajado, y las vacas ofrecidas como ofrenda por la culpa, y hasta que hayan visto sus propias joyas de oro, junto con las ofrendas quemadas y los sacrificios del pueblo de Bet-semes, presentados en debida forma al Se�or.

Hasta ahora todo va bien en Bethshemesh. El arca est� en suelo hebreo. La gente de all� no teme ni a los emerods ni a los ratones que tanto angustiaron a sus vecinos filisteos. Despu�s de un tiempo de gran depresi�n, el sol comienza a sonre�r de nuevo sobre Israel. Los hombres de Bet-semes est�n cosechando su cosecha de cebada, esa es una misericordia de Dios. Y aqu� aparece de la manera m�s inesperada la vista que de todas las visiones posibles fue la m�s bienvenida a sus ojos; aqu�, ilesa e indemne, est� el arca del pacto que hab�a sido entregada por perdida, probablemente desesperada, incluso por sus amigos m�s ardientes.

�C�mo pod�a Israel tener la esperanza de apoderarse de esa caja aparentemente insignificante, excepto mediante una invasi�n de los filisteos con una fuerza abrumadora, con tal fuerza que una naci�n que hab�a perdido �ltimamente treinta mil hombres no pod�a dominar? E incluso si se organizara una expedici�n tan abrumadora, �qu� tan f�cil no ser�a para los filisteos quemar el arca y as� aniquilar la misma cosa para recuperar que se emprendi� la guerra? Sin embargo, aqu� est� el arca de regreso sin la intervenci�n de un solo soldado.

No se ha dado rescate por ello, no se ha dado un golpe, no se ha prometido nada, no se ha amenazado nada. �Aqu� viene, como si �ngeles invisibles lo hubieran tra�do, con sus tesoros preciosos y recuerdos a�n m�s preciosos como antes! Fue como un presagio del regreso del cautiverio, una experiencia que podr�a haber encontrado expresi�n en las palabras: "Cuando el Se�or volvi� de nuevo el cautiverio de Sion, �ramos como los que so�amos".

Hombres felices de Bet-semes, para quienes Dios prepar� una sorpresa tan deliciosa. Verdaderamente �l puede hacer en nosotros mucho m�s abundantemente de lo que pedimos o pensamos. �Cu�n inescrutables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! No desesperemos nunca de Dios ni de ninguna causa con la que se identifique. "Descansa en el Se�or y esp�ralo con paciencia." "El Se�or desarma el consejo de las naciones; �l invalida los designios del pueblo. El consejo del Se�or permanece para siempre, y los pensamientos de su coraz�n por todas las generaciones ".

�Pero Ay! los hombres de Bet-semes no obraron seg�n el beneficio recibido. Su curiosidad prevaleci� sobre su reverencia: miraron dentro del arca del Se�or. Como si el vaso sagrado no hubiera tenido suficiente indignidad en el fragor de la batalla, en los templos de los filisteos incircuncisos y en el carro tirado por las vacas, �deb�an exponerlo a una profanaci�n adicional! �Ay de ellos! su curiosidad prevaleci� sobre su reverencia.

Y por ello tuvieron que pagar una pena terrible. "El Se�or hiri� de los hombres de Bet-semes a cincuenta mil tres setenta y diez hombres". La opini�n generalizada, sin embargo, es que se ha deslizado un error en el texto que hace que las muertes asciendan a cincuenta mil sesenta y diez. Bethshemesh nunca fue m�s que un pueblo o una peque�a ciudad, y no podr�a haber tenido una poblaci�n tan grande. Probablemente el sesenta y diez, sin los cincuenta mil, es todo lo que estaba originalmente en el texto.

Incluso eso ser�a "una gran matanza" en la poblaci�n de un peque�o pueblo. Era algo muy triste que un acontecimiento tan gozoso se viese empa�ado por un juicio as�. Pero, �cu�ntas veces son tiempos y escenas que Dios ha iluminado mucho? estropeado por la locura y la imprudencia de los hombres!

Los hombres indiscretos de Bethshemesh han tenido sus hom�logos muchas veces en los �ltimos d�as. Muchos hombres, con fuertes inclinaciones teol�gicas, han manifestado un fuerte deseo de fisgonear en las '' cosas secretas que pertenecen al Se�or nuestro Dios. '' Presciencia, elecci�n, libre albedr�o, castigo del pecado; los hombres a menudo han olvidado que hay mucho en tales temas que exceden la capacidad de la mente humana, y que as� como Dios ha mostrado reserva en lo que ha revelado acerca de ellos, as� los hombres deben mostrar una santa modestia en su manera de tratarlos.

E incluso en el manejo de las cosas sagradas en general, en el camino de la discusi�n teol�gica, se ha mostrado muy a menudo una falta de reverencia. Nos conviene a todos con el mayor cuidado de cuidarnos de abusar de la misericordiosa condescendencia que Dios ha mostrado en Su revelaci�n y en el uso que �l quiere que hagamos de ella. Fue una regla excelente que un te�logo extranjero se impuso a s� mismo para mantener el esp�ritu de reverencia: nunca hablar de Dios sin hablar con Dios.

Dios se ha acercado mucho a nosotros en Cristo y ha dado a todos los que lo aceptan el lugar y los privilegios de los ni�os. �l nos permite acercarnos mucho a �l en oraci�n. "En todo", dice, "con oraci�n y s�plica con acci�n de gracias, da a conocer tus peticiones a Dios". Pero mientras aceptamos con gratitud estos privilegios, y mientras los disfrutamos nos volvemos muy �ntimos con Dios, nunca olvidemos la distancia infinita entre nosotros y la condescendencia infinita manifestada en el permitirnos entrar en el lugar m�s santo de todos.

Nunca olvidemos que a sus ojos somos "como polvo y ceniza", indignos de alzar nuestros ojos al lugar donde habita Su honor. Combinar reverencia e intimidad en nuestro trato con Dios, la reverencia m�s profunda con la intimidad m�s cercana, es realizar el ideal m�s elevado de adoraci�n. Dios mismo quiere que recordemos, al acercarnos a �l, que �l est� en el cielo y nosotros en la tierra. "As� dice el Alt�simo y Sublime que habita en la Eternidad y cuyo nombre es santo: Yo habito en el lugar alto y santo, pero tambi�n con el que es de esp�ritu contrito y humilde, para reavivar el esp�ritu de los humildes y revivir los corazones de los contritos ".

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Samuel 6". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/1-samuel-6.html.
 
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