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Bible Commentaries
1 Samuel 9

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-14

CAPITULO XI.

SA�L LLEV� A SAMUEL.

1 Samuel 9:1 .

La providencia de DIOS es un plan maravilloso; una red de muchos hilos, tejidos con maravillosa habilidad; una red compuesta por todo tipo de materiales, grandes y peque�os, pero tan dispuestos que el m�s peque�o de ellos es tan esencial como el m�s grande para la integridad del tejido.

Uno podr�a suponer que muchos de los dramas del Antiguo Testamento fueron planeados con el mismo prop�sito de mostrar cu�n �ntimamente las cosas seculares y las cosas sagradas, como las llamamos, est�n conectadas entre s�; cu�n enteramente los acontecimientos m�s diminutos son controlados por Dios, y al mismo tiempo cu�n completamente se preserva la libertad del hombre. El encuentro de dos convictos en una prisi�n egipcia es un eslab�n vital en la cadena de acontecimientos que convierte a Jos� en gobernador de Egipto; una joven que viene a ba�arse en el r�o preserva la vida de Mois�s y asegura la fuga de los israelitas; la consideraci�n atenta de un padre por la comodidad de sus hijos en el ej�rcito pone a David en contacto con Goliat y prepara el camino para su elevaci�n al trono; la belleza de una ni�a hebrea fascinando a un rey persa salva a toda la raza hebrea de la masacre y el exterminio.

As� que en el pasaje que ahora tenemos ante nosotros. El extrav�o de algunos asnos de los pastos de un granjero hebreo une a los dos hombres, de los cuales uno era el antiguo gobernante y el otro iba a ser el nuevo gobernante de Israel. El hecho de que estos dos se encontraran, y que el mayor de ellos tuviera la oportunidad de instruir e influir en el m�s joven, fue de la mayor consecuencia para el bienestar futuro de la naci�n.

Y el encuentro se produce de esa manera casual que a primera vista parece indicar que todas las cosas suceden sin plan ni prop�sito. Sin embargo, en un examen m�s detenido, descubrimos que cada evento ha sido planeado para encajar con todos los dem�s, tan cuidadosamente como las piezas de un mapa diseccionado o los fragmentos de un fino mosaico. Pero de todos los actores del drama, ninguno siente que se interfiera de alguna manera con su libertad. Todos ellos tienen perfecta libertad para seguir el curso que se les recomiende.

As�, maravillosamente, las dos cosas van juntas: la ordenaci�n divina y la libertad humana. C�mo deber�a ser as�, nos desconcierta explicarlo. Pero que es as�, debe ser obvio para toda mente reflexiva. Y es porque vemos las dos cosas tan armoniosas en los asuntos comunes de la vida, que podemos creer que act�an armoniosamente en el plano superior de redenci�n y salvaci�n. Porque tambi�n en esa esfera todas las cosas caen de acuerdo con el plan Divino.

"Conocidas de Dios son todas sus obras desde el principio del mundo". Sin embargo, esta predestinaci�n universal no interfiere en ning�n grado con la libertad del hombre. Si los hombres rechazan las ofertas de Dios, es porque personalmente no est�n dispuestos a aceptarlas. Si reciben Sus ofertas, es porque se les ha dado la voluntad de hacerlo. "No quer�is venir a m� para que teng�is vida", dijo nuestro Se�or a los jud�os. Y, sin embargo, siempre es cierto que "Dios es el que obra en vosotros tanto el querer como el hacer por su buena voluntad".

Habiendo Dios dado permiso al pueblo para nombrar un rey, ese rey ahora tiene que ser encontrado. �Qu� clase de persona debe ser el primer rey? El primero en reemplazar el antiguo gobierno de los jueces inspirados por Dios, el primero en satisfacer los anhelos del pueblo, el primero en guiar a la naci�n que hab�a sido designada por Dios para ocupar ese lugar. cerrar una relaci�n consigo mismo?

Parec�a deseable que en el primer rey de Israel se unieran dos clases de cualidades, en cierto grado contradictorias entre s�. Primero, debe poseer algunas de las cualidades por las cuales la gente desea tener un rey; mientras que, al mismo tiempo, desde el punto de vista de Dios, es deseable que bajo su mando la gente pruebe un poco los males que Samuel hab�a dicho que se derivar�an de su elecci�n.

Para un pueblo oriental, una personalidad majestuosa y dominante era esencial para un rey ideal. Les gustaba un rey que luciera bien en las grandes ocasiones, que fuera una figura imponente al frente de un ej�rcito o en el centro de una procesi�n; eso llamar�a la atenci�n de los extra�os e inspirar�a a primera vista un respeto involuntario por la naci�n que ten�a tal gobernante a la cabeza. Nadie podr�a haber realizado m�s plenamente los deseos de la gente a este respecto que Saulo. "Un joven escogido y bueno; no hab�a entre los hijos de Israel una persona m�s buena que �l; de sus hombros y hacia arriba era m�s alto que todos los del pueblo".

Adem�s, aunque su tribu era peque�a en n�mero, no era peque�a en influencia. Y su familia era de una casta superior, ya que Kish era "un hombre poderoso de poder". Y las cualidades personales de Sa�l eran atractivas y prometedoras. Se mostr� dispuesto a cumplir con la orden de su padre sobre los asnos descarriados y emprender un laborioso viaje para buscarlos. Estaba interesado en el negocio de su padre y estaba listo para ayudarlo en su momento de necesidad.

Y el negocio que emprendi� parece haberlo ejecutado con gran paciencia y minuciosidad. Un viaje a pie por gran parte del territorio de Benjam�n no fue tarea f�cil. En conjunto, se muestra, como decimos, un hombre capaz. No tiene miedo de enfrentarse a lo fastidioso; no consulta simplemente por su comodidad y placer; el trabajo no lo angustia y las dificultades no lo intimidan.

Todo esto era prometedor hasta ahora, y parece haber sido exactamente lo que la gente deseaba. Pero, por otro lado, parece haber existido, desde el principio, una gran necesidad en Sa�l. Desde el principio, parece haber querido todo lo que era m�s conspicuo y valioso en Samuel. Es una circunstancia que no deja de tener su significado, que el nombre y la obra de Samuel no parecen haberle sido familiares o ni siquiera conocidos por �l.

Fue su siervo el que supo de Samuel y le dijo a Sa�l que �l estaba en la ciudad, en la tierra de Zuf ( 1 Samuel 9:5 ). Esto no puede dejar de parecernos muy extra�o. Deber�amos haber pensado que el nombre de Samuel habr�a sido tan familiar para todo el pueblo de Israel como el de la reina Victoria para el pueblo de Gran Breta�a.

Pero Saulo no parece haberlo escuchado, como algo extraordinario. �No indica esto una familia que vive completamente fuera de todas las conexiones religiosas, completamente inmersa en cosas seculares, sin preocuparse por las personas piadosas y casi nunca pronunciando su nombre? Es singular cu�n absolutamente ignorantes son los hombres mundanos de lo que sucede en los c�rculos religiosos, si resulta que no tienen ning�n familiar cercano o conocido en el mundo religioso que les lleve la noticia de vez en cuando.

Y como Sa�l viv�a as� fuera de todos los c�rculos religiosos, parece que le faltaba por completo esa gran cualidad que se necesitaba para un rey de Israel: la lealtad al Rey celestial. Aqu� fue donde la diferencia entre �l y Samuel fue tan grande. La lealtad a Dios y a la naci�n de Dios fue el fundamento mismo de la vida de Samuel. No conoc�a nada parecido al ego�smo. �l hab�a experimentado temprano ese cambio trascendental, cuando Dios sustituye al yo como el eje de la vida.

Las afirmaciones del gran Rey fueron siempre primordiales a sus ojos. Lo que agradar�a a Dios y lo honrar�a, fue la primera pregunta que le vino a la mente. Y as� como Israel era el pueblo de Dios, el inter�s y el bienestar de Israel siempre le fueron muy queridos. Y as� fue como se pod�a confiar en que Samuel no pensar�a en s� mismo, no pensar�a en sus propios deseos o intereses, excepto como absolutamente subordinado a los deseos e intereses de su Dios y de su naci�n.

Fue esto lo que le dio tanta solidez al car�cter de Samuel y lo hizo tan invaluable para su pueblo. En todas las esferas de la vida es una cualidad preciosa. Ya sea como sirvientes dom�sticos, o como empleados o administradores, dependientes de otros, esas personas son siempre de un valor incalculable cuyos corazones est�n as� puestos en objetos externos a ellos mismos, y que est�n a prueba de las tentaciones comunes del ego�smo y la mundanalidad.

Y cuando son los gobernantes de una naci�n, y son capaces de ignorar su bienestar personal en su ardiente deseo de beneficiar a todo el pueblo, ascienden al rango de h�roes y, despu�s de su muerte, sus nombres quedan consagrados en la memoria de un pueblo. gente agradecida y admiradora.

Pero en estas elevadas cualidades, Sa�l parece haber estado totalmente deficiente. Porque aunque al principio no era ego�sta ni autoindulgente, aunque obedeci� de buena gana a su padre al ir a buscar a los asnos descarriados, no ten�a ra�ces profundas de altruismo en su naturaleza y, poco a poco, a la hora de la muerte. tentaci�n, el pie hendido apareci� con tristeza. Y pronto la gente aprender�a que as� como Saulo no ten�a en �l una profunda reverencia por la voluntad de Dios, tampoco ten�a en �l una consideraci�n profunda e irrenunciable por el bienestar del pueblo de Dios.

La gente llegar�a a ver el error fatal que hab�an cometido al seleccionar un rey simplemente por sus cualidades superficiales, y pasar por alto todo lo que lo hubiera aliado, como Samuel era un aliado, con Dios mismo. Ahora parece haber sido el prop�sito de Dios que el primer rey de Israel fuera un hombre de esta clase. A trav�s de �l, la gente aprender�a que el rey que simplemente cumpl�a con sus nociones, era capaz, cuando se desarrollaba su voluntad propia, de arrastrar a la naci�n a la ruina.

�No! no eran las cualidades superficiales de Saulo las que ser�an una bendici�n para la naci�n. No fue un hombre con simpat�a espiritual hacia el Dios viviente el que elevar�a la posici�n de Israel entre los reinos circundantes y les traer�a la sumisi�n y el respeto de los reyes extranjeros. La piedad intensa y constante de Samuel fue probablemente la cualidad que no era popular entre la gente. En la mundanalidad de su esp�ritu, probablemente Sa�l era m�s de su agrado.

Sin embargo, era este Samuel, que no era mundano pero piadoso, el que los hab�a liberado del amargo yugo de los filisteos, y era este Sa�l apuesto pero poco espiritual el que los iba a traer de nuevo a la esclavitud de sus antiguos enemigos. Esta fue la triste lecci�n que se aprendi� del reinado de Sa�l.

Pero Dios no se propuso abandonar por completo a su pueblo. Cuando debiera aprender la lecci�n de la historia de Sa�l, �l los guiar�a a un rey de un sello diferente. Les dar�a un rey conforme a Su propio coraz�n, uno que har�a de la voluntad de Dios el gran gobierno y del bienestar del pueblo el gran fin de su gobierno. David grabar�a en la historia de la naci�n con letras m�s profundas que incluso Samuel, la lecci�n m�s importante, que tanto para reyes y pa�ses como para individuos, "el temor de Jehov� es el principio de la sabidur�a"; que Dios honra a los que le honran, mientras que los que le desprecian ser�n en verdad tenidos en cuenta.

Pero vayamos ahora a las circunstancias que llevaron al encuentro de Sa�l y Samuel. Los culos de Kish se hab�an extraviado. Muy probablemente se hab�an desviado en un momento en que eran especialmente necesarios. Las operaciones de la granja tuvieron que ser suspendidas por falta de ellas, quiz�s en una temporada en la que cualquier retraso ser�a especialmente inconveniente. En todos los rangos de la vida, los hombres est�n sujetos a estas aflicciones, y �l es un hombre feliz que no se inquieta por ellas, pero mantiene la calma, a pesar de todas las preocupaciones.

Especialmente es un hombre feliz que conserva su ecuanimidad bajo la convicci�n de que la cosa es designada por Dios, y que Aquel que anul� la p�rdida de los culos de Kish por eventos tan importantes en la historia de su hijo, es capaz de ordenar todos sus problemas. y se preocupa de que resulten propicios para su mayor bien. A la orden de Kish, Saul y uno de los sirvientes salen a buscar los asnos. Con las localidades precisas por las que pasaron, no estamos familiarizados con precisi�n, lugares como Shalim o Zuph a�n no han sido identificados.

Pero el recorrido debe haber sido extenso, extendi�ndose por la mayor parte del territorio de Benjam�n; y como debi� haber sido necesario dar muchos rodeos, cuesta arriba y valle abajo, hacia esta finca y hacia aquella, el trabajo involucrado debi� haber sido muy grande. No fue una b�squeda superficial sino minuciosa.

Por fin, cuando llegaron a la tierra de Zuf, hab�an estado fuera tanto tiempo que Sa�l pens� que era necesario regresar, no fuera que su padre pensara que alg�n mal les hab�a sobrevenido. Pero el criado ten�a otra cuerda en su arco. Aunque Sa�l no estaba familiarizado con el nombre o el car�cter de Samuel, su siervo era lo que Dios oculta a los sabios y prudentes, que a veces revela a los ni�os. Es algo interesante en la historia de la Iglesia, la frecuencia con la que grandes personas han estado en deuda con los siervos por una gu�a importante, tal vez incluso por su primer conocimiento de la verdad salvadora.

La peque�a doncella cautiva que ministraba en la casa de Naam�n el sirio fue el canal a trav�s del cual lleg� a conocer al profeta de Israel que pudo sanarlo. Muchos cristianos distinguidos han reconocido, como el conde de Shaftesbury, sus obligaciones para con una enfermera piadosa que cuando era ni�o le cont� historias b�blicas y presion� en su coraz�n las demandas de Dios. Felices esos siervos que son fieles en estas circunstancias, y de quienes se puede decir: "�Han hecho lo que pudieron!" De este siervo de Sa�l no sabemos nada en absoluto, salvo que, en el dilema de su amo, le habl� de siervo del Se�or, y lo indujo a acudir a �l para librarlo de su dificultad.

No parece que la ciudad fuera el lugar de residencia habitual de Samuel. Era un lugar al que hab�a venido a celebrar un servicio religioso y, evidentemente, la ocasi�n era de mucha importancia. Es interesante observar c�mo se super� la dificultad de no tener presente para ofrecer al hombre de Dios, seg�n la costumbre del pa�s. Sa�l, aunque se encontraba en circunstancias c�modas, no ten�a absolutamente ninguna part�cula de dinero con �l.

Su sirviente no ten�a m�s que un cuarto de siclo, aparentemente no dise�ado para gastos, pero tal vez un peque�o recuerdo o una especie de amuleto que llevaba consigo. Pero hab�a tanta hospitalidad en aquellos d�as que la gente que andaba por el pa�s no necesitaba dinero. As� fue cuando nuestro Se�or instruy� a los disc�pulos al enviarlos a su viaje misionero: "No llev�is ni oro ni plata ni bronce en vuestros bolsos, ni alforja para el camino, ni dos t�nicas, ni zapatos, ni bordones para el obrero. es digno de su comida.

"Aquellos que han presumido de estas instrucciones, sosteniendo que el misionero moderno no necesita ning�n sustento que se le proporcione, pero que puede confiar con seguridad en la hospitalidad de los paganos, olvidan cu�n diferente era el caso y la costumbre entre el pueblo hebreo.

Pero ahora, cuando Saulo y su sirviente llegaron a la ciudad, se lleva a cabo otra reuni�n providencial para ayudarlos a alcanzar su objetivo. "Mientras sub�an la colina hacia la ciudad, encontraron doncellas que sal�an a sacar agua". La ciudad estaba colina arriba y, naturalmente, el suministro de agua estar�a abajo. De las doncellas que bajaban a la fuente obtuvieron informaci�n adecuada para agilizar sus movimientos.

Se enteraron de que el profeta ya hab�a llegado. Los preparativos para el sacrificio que iba a ofrecer ahora estaban en marcha. Era el momento de hablar con �l, si ten�an asuntos que negociar. Muy pronto estar�a subiendo al lugar alto, y entonces comenzar�an los ritos solemnes, seguidos de la fiesta, que absorber�a toda su atenci�n. Si quer�an atraparlo en el momento adecuado, deb�an "apresurarse".

"Que apresuraron el paso, no podemos dudarlo. Y fue necesario; porque justo cuando llegaron a la ciudad, Samuel hizo su aparici�n, a punto de subir al lugar alto. Si hubieran perdido ese momento, probablemente habr�an tenido no hubo oportunidad durante todo el d�a, ni es probable que Sa�l, que no deseaba mucho la compa��a del profeta, hubiera esperado hasta que terminaran el sacrificio y la fiesta.

Los dos hombres se reunieron justo a tiempo. Y as�, otro eslab�n esencial de la cadena de Dios, que puso en contacto al antiguo y nuevo gobernante de Israel, se ajust� felizmente, todo por medios aparentemente accidentales para nosotros, pero formando parte del gran plan de Dios.

De esta parte de la narraci�n podemos derivar dos grandes lecciones, una con referencia a Dios y la otra con referencia al hombre.

Primero, en lo que respecta a Dios, no podemos dejar de ver cu�n silenciosa, secretamente, a menudo lenta, pero segura, cumple Sus prop�sitos. Hay ciertos r�os en la naturaleza que fluyen tan suavemente, que cuando se mira solo el agua, el ojo del espectador es incapaz de discernir ning�n movimiento. A menudo, los caminos de Dios se parecen a esos r�os. Mirando lo que est� sucediendo en la vida com�n, es tan ordinario, tan absolutamente silencioso, que no puedes ver rastro alguno de ning�n plan Divino.

Las cosas parecen dejadas por s� mismas y Dios parece no tener ninguna conexi�n con ellas. Y sin embargo, todo el tiempo, el m�s insignificante de ellos est� contribuyendo al cumplimiento de los poderosos planes de Dios. Por medio de diez mil veces diez mil agentes, conscientes e inconscientes, las cosas avanzan hacia la gran consumaci�n. Los hombres pueden ser instrumentos en las manos de Dios sin saberlo. Cuando Ciro estaba moviendo sus ej�rcitos hacia Babilonia, poco sab�a que estaba logrando el prop�sito divino de humillar al opresor y liberar a su pueblo oprimido.

Y en todos los acontecimientos de la vida com�n, los hombres parecen ser tan completamente sus propios amos, parece que existe tal falta de cualquier influencia externa, que Dios corre el riesgo de perderse por completo de vista. Y sin embargo, como vemos en el cap�tulo que tenemos ante nosotros, Dios realmente est� obrando. Ya sea que los hombres lo sepan o no, realmente est�n cumpliendo los prop�sitos de Su voluntad. Con calma pero con firmeza, como las estrellas en los cielos silenciosos, los hombres est�n llevando a cabo los planes de Dios.

Sus enemigos m�s salvajes realmente est�n ayudando a aumentar Sus triunfos. �Oh, qu� vano es el intento de resistir su poderosa mano! Viene el d�a, cuando todas las se�ales de confusi�n y derrota desaparecer�n, cuando la influencia de la ca�da de un gorri�n en los planes de Dios se har� evidente, y toda criatura inteligente en la tierra y el cielo se unir� en el poderoso grito: "Aleluya, porque el Se�or Dios Omnipotente reina".

Pero nuevamente, hay una lecci�n �til en este cap�tulo para dirigir la conducta de los hombres. Ves en qu� direcci�n se movi� la mente del siervo de Sa�l en busca de gu�a en el d�a de la dificultad. Fue hacia el siervo de Dios. Y tambi�n ven c�mo, cuando Saulo y �l decidieron consultar al hombre de Dios, fueron providencialmente guiados hacia �l. Para nosotros, el camino est� abierto al mismo Dios, sin la intervenci�n de ning�n profeta.

Busquemos el acceso a Dios en cada momento de angustia. �No tenemos mil ejemplos de ello en la historia de la Biblia y tambi�n en otra historia? Los hombres dicen que no est� bien que molestemos a Dios con nimiedades. Es m�s, el Dios viviente no sabe lo que es el problema, y ??en Su plan no hay nimiedades. No hay l�mite de una forma u otra en el mandamiento: " En todo, mediante oraci�n y s�plica con acci�n de gracias, sean conocidas sus peticiones ante Dios.

"Recon�celo en todos tus caminos, y �l dirigir� tus pasos". Pero sobre todo, recon�celo en referencia al camino de la vida eterna. Aseg�rate de estar en el camino del cielo. Usa bien la gu�a con la que Que la palabra de Dios sea una luz para tus pies y una l�mpara para tu camino, y entonces tu camino mismo ser� "como la luz resplandeciente, que resplandece cada vez m�s hasta el d�a perfecto".

Versículos 15-27

CAPITULO XII.

PRIMER ENCUENTRO DE SAMUEL Y SAUL.

1 Samuel 9:15 .

EL encuentro entre Samuel y Sa�l fue precedido por encuentros previos entre Samuel y Dios. Dios hab�a preparado al profeta para su visita del futuro rey de Israel, y lo primero que se nos presenta en estos vers�culos es la comunicaci�n sobre este tema que se le hab�a hecho al profeta un d�a antes.

Es muy interesante observar cu�n f�cilmente Samuel todav�a se presta para cualquier servicio que pueda prestar en nombre de su pueblo, bajo el nuevo arreglo que Dios hab�a permitido para su gobierno. Hemos visto lo mortificado que estaba Samuel al principio, cuando la gente se le acerc� para pedirle un rey. Lo tom� como una afrenta personal, as� como un grave error p�blico. Consciente como estaba de haber cumplido fielmente con su deber y de haber prestado un alto servicio a la naci�n, y descansando tranquilamente, como probablemente lo estaba, en la expectativa de que al menos durante alg�n tiempo, Israel avanzar�a pac�fica y felizmente. las l�neas que �l hab�a trazado para ellos, debi� haber sido un golpe estremecedor cuando vinieron a �l y le pidieron que anulara todo lo que hab�a hecho, y los hiciera un rey.

Debe haber sido uno de esos momentos desconcertantes en los que la vida entera parece perdida y todas las esperanzas m�s queridas y los trabajos m�s duros yacen destrozados, como los fragmentos de una vasija de alfarero. Hemos visto c�mo, en ese triste momento, Samuel llev� sus dolores al Se�or, y aprendiendo as� a ver todo el asunto desde el punto de vista de Dios, c�mo lleg� a dar relativamente poca cuenta de su propia desilusi�n, y a pensar s�lo c�mo todav�a pod�a servir a la causa de Dios, c�mo pod�a todav�a ayudar a la gente, c�mo pod�a evitar que la embarcaci�n que ya no deb�a conducir chocara contra las rocas ocultas que ve�a tan claramente delante. Es imposible no sorprenderse con la belleza y pureza del car�cter de Samuel en este modo de acci�n.

�Cu�ntos buenos hombres se ofenden cuando son despreciados o reemplazados por alg�n comit� u otro organismo, en relaci�n con una causa pol�tica, social o religiosa a la que ha tratado de ayudar! Si no me aceptan, dice, d�jalos sin m�. Si no me permiten realizar el curso que he seguido, y que sin duda ha sido muy beneficioso, no tendr� nada m�s que ver con ellos. Se enfurru�a en su tienda como Aquiles, o se pasa al enemigo como Coriolano.

�No as� Samuel! Su amor por la gente es demasiado profundo para permitir tal curso. Se han portado mal con �l, pero no los dejar�. Como una esposa herida pero amorosa, que trabaja con todo el arte del afecto paciente para recuperar al marido que la ha abusado y le ha roto el coraz�n; como un padre sufrido, que atiende con sus propias manos el trabajo descuidado de su hijo disipado, para salvarlo si es posible de las consecuencias de su locura, Samuel pasa por alto su desaire personal y soporta la locura p�blica del pueblo, en el esfuerzo por serles de alguna utilidad en la importante etapa de su historia en la que est�n entrando.

Recibe comunicaciones divinas con respecto al hombre que lo reemplazar� en el gobierno del pueblo, y en lugar de celos y aversi�n, muestra toda la disposici�n para ayudarlo. Es reconfortante encontrar muestras de magnanimidad y desinter�s. Por miserable que sea la naturaleza humana en s� misma, puede volverse muy noble cuando es rehabilitada por el Esp�ritu de Dios. �Necesitamos preguntar cu�l es el curso m�s noble? Siente que quiz�s su iglesia no lo ha tratado con suficiente consideraci�n.

Te preocupas, te quejas, te mantienes alejado de la iglesia, viertes tu queja en todos los o�dos abiertos. �Samuel lo habr�a hecho? �No es tu conducta la contraria a la de �l? Al lado del suyo, �no debe el suyo ser declarado pobre y miserable? �No es necesario que estudien el cap�tulo trece de 1 Corintios, y cuando lean acerca de la caridad que "todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta", preg�ntense si no se podr�a decir de ustedes que no tienes ni parte ni mucho en este asunto?

La comunicaci�n que Dios le hab�a hecho a Samuel era que al d�a siguiente le enviar�a al hombre a quien ungir�a como capit�n de Israel, para salvarlos de los filisteos; porque hab�a mirado a su pueblo, porque su clamor hab�a llegado hasta �l. Hay una aparente inconsistencia aqu� con lo que se dice en otros lugares. En el cap. 8:13 ( 1 Samuel 8:13 ), se dice que "los filisteos no volvieron m�s a la costa de Israel, y que la mano de Jehov� estuvo contra los filisteos todos los d�as de Samuel".

"Pero probablemente" todos los d�as de Samuel "significa s�lo los d�as en que se esforz� activamente contra ellos. Mientras Samuel los observaba y los controlaba, se manten�an controlados; pero cuando dej� de hacerlo, reanudaron su hostilidad activa. .Los vers�culos finales del cap�tulo 8 ( 1 Samuel 8:19 ), muestran que en el tiempo de Sa�l la opresi�n filistea se hab�a vuelto tan irritante que los mismos herreros hab�an sido removidos de la tierra de Israel, y ni siquiera hab�a una provisi�n correcta. para afilar rejas, rejas, hachas o azadones.

Sin duda, Sa�l elimin� esta opresi�n por un tiempo, y la eleg�a de David muestra cu�n beneficioso fue su reinado de otras maneras, aunque el �ltimo acto de su vida fue un encuentro con los filisteos en el que fue completamente derrotado. Es evidente que antes de la �poca de Sa�l, la tiran�a de sus enemigos hab�a sido muy irritante para los israelitas. Las palabras de Dios, "ha subido a m� su clamor", indican silenciosamente un terrible estado de angustia.

Nos llevan de regreso a las palabras pronunciadas en la zarza ardiente: "He visto, he visto la aflicci�n de mi pueblo que est� en Egipto, he o�do su clamor a causa de sus capataces, porque conozco sus dolores". Dios habla a la manera de los hombres. No necesita que le llegue ning�n grito a sus o�dos para hablarle de las aflicciones de los oprimidos. Sin embargo, parece esperar hasta que se eleve ese clamor, hasta que se le haga la s�plica, hasta que la conciencia de absoluta impotencia env�e a los hombres al estrado de sus pies.

Y una verdad muy bendita es que se compadece del clamor de los oprimidos. Hay mucho significado en la expresi�n simple: "Su clamor ha llegado hasta M�". Denota una simpat�a muy tierna, una preocupaci�n por todo lo que han estado sufriendo y una resoluci�n para intervenir en su nombre. Dios nunca es impasible. ni indiferente a los dolores y sufrimientos de Su pueblo. Todos est�n dise�ados para servir como castigos con miras al bien supremo.

El ojo de Dios siempre est� mirando para ver si el castigo es suficiente y, cuando es as�, para detener el sufrimiento. En la c�mara del Inquisidor, el ojo de Dios estaba siempre en la bota y el tornillo de mariposa, en el cuchillo y las tenazas, en el horno y todos los dem�s instrumentos de tortura. En la habitaci�n del enfermo. Observa al paciente agotado y que lucha, conoce cada paroxismo de dolor, conoce todas las inquietudes y agitaciones de la noche agotadora. Comprende la angustia del coraz�n amoroso cuando uno tras otro de sus tesoros es arrancado.

�l conoce la indecible angustia cuando la mala conducta de un ni�o lleva a los herederos grises con dolor a la tumba. Las apariencias pueden ser al rev�s, pero "el Se�or Dios es misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en misericordia". La noche puede ser larga y fatigosa, pero el amanecer llega a la hora se�alada. "Hab�is o�do de la paciencia de Job, y hab�is visto el fin del Se�or, que el Se�or es muy misericordioso y misericordioso".

Pero ahora Samuel y Sa�l se han encontrado. Sa�l no est� familiarizado con la apariencia de Samuel como con su nombre; se acerca a �l y le pregunta d�nde est� la casa del vidente. "Yo soy el vidente", responde Samuel; pero por el momento Samuel no estaba en libertad y no pod�a conversar con Sa�l. Lo invita a subir con �l al lugar alto y participar en el servicio religioso. Luego lo invita a la fiesta que sigue al sacrificio.

Al d�a siguiente, lo tratar� como un profeta, y le har� importantes comunicaciones. Pero en lo que respecta al asunto que le ocupa en este momento, los culos de su padre, no necesita preocuparse m�s por ese asunto, porque los culos se encuentran. Luego le da a Sa�l una pista de lo que se avecina. Le anuncia que �l y la casa de su padre son el objeto de todo el deseo de Israel. No es muy evidente si Sa�l ten�a alguna idea del significado de esta observaci�n.

Puede ser que lo viera como una mera expresi�n de cortes�a, saboreando la habitual exageraci�n de Oriente. En todo caso, su respuesta se expres� en esos t�rminos de extravagante humildad que tambi�n era una cuesti�n de costumbre oriental. "�No soy yo hijo de Benjam�n, de la m�s peque�a de las tribus de Israel? �Y mi familia la m�s peque�a de todas las familias de la tribu de Benjam�n? �Por qu�, pues, me hablas as�?"

El siguiente sacrificio atrae la atenci�n de todos. El primer encuentro de Samuel con Sa�l tiene lugar sobre el s�mbolo de la expiaci�n, sobre el sacrificio que muestra al hombre como pecador y declara que sin derramamiento de sangre no hay remisi�n del pecado. Sin duda, la circunstancia fue muy impresionante para Samuel, y se convertir�a en su uso apropiado en la conversaci�n posterior con Sa�l, ya sea que Sa�l entrara en el esp�ritu de la misma o no.

Si se le pregunta. �C�mo pod�a tener lugar un sacrificio en lo alto de esta ciudad, cuando Dios hab�a ordenado que solo en el lugar que �l eligiera deb�an realizarse tales ritos? - la respuesta es que en ese momento Siloh estaba en ruinas, y el monte Sion todav�a estaba en posesi�n de los jebuseos. A�n no se hab�an hecho los arreglos finales para el ceremonial hebreo, y en el actual estado provisional e inestable de las cosas, los sacrificios no se limitaban a un solo lugar.

Despu�s del sacrificio, vino la fiesta. Fue entonces cuando Samuel comenz� a darle pistas m�s expl�citas a Sa�l sobre la dignidad a la que iba a ser elevado. La fiesta se celebr� en "la sala", una habitaci�n adyacente al lugar del sacrificio, al que Samuel hab�a invitado a una gran compa��a, treinta de los principales habitantes de la ciudad.

En primer lugar, se felicita a Saulo y a su siervo al tener asignado el lugar de honor. Entonces se sienten honrados al tener una porci�n ante ellos que hab�a sido especialmente reservada para ellos el d�a anterior. El discurso sobre esta porci�n en el ver. 24 ( 1 Samuel 9:24 ) es algo oscuro si se considera como un discurso de Samuel.

Parece m�s natural considerarlo como un discurso del cocinero. Se observar� que la palabra "Samuel" en el medio del vers�culo est� en cursiva, mostrando que no est� en hebreo, por lo que es m�s natural considerar que la cl�usula tiene "el cocinero" como su nominativo, y de hecho esta charla sobre la raci�n es m�s adecuada para el cocinero que para Samuel. A los sirvientes no se les prohibi� hablar durante los entretenimientos; ni sus amos desde�aron siquiera tener una conversaci�n seria con ellos (ver Nehem�as 2:2 ).

Hay otra correcci�n de la versi�n autorizada que debe realizarse. Al final de la ver. 24 ( 1 Samuel 9:24 ) las palabras "Ya que dije" no son una traducci�n literal. El original es simplemente la palabra que constantemente se traduce diciendo . Se ha sugerido ("Comentario del orador") que se deben proporcionar una palabra o dos para completar el sentido, y el vers�culo luego dir�a: - "hasta este tiempo te ha sido guardado [contra la fiesta de la que Samuel habl� ], diciendo, he invitado a la gente.

"La parte as� reservada era el hombro y sus accesorios. Por qu� esta parte fue considerada como m�s honorable que cualquier otra, no lo sabemos, ni es de ning�n momento; el punto de importancia es, primero, que por instrucciones expresas de Samuel hab�a sido reservado para Sa�l, y segundo, que estas instrucciones se hab�an dado tan pronto como Samuel hizo los arreglos para la fiesta. Honrar a Sa�l como el rey destinado de Israel era el prop�sito inquebrantable de Samuel.

Algunos hombres podr�an haber dicho: ser� tiempo suficiente para mostrar esta se�al de respeto cuando el hombre sea realmente elegido rey. Si hubiera habido el m�s m�nimo sentimiento de rencor en la mente de Samuel, esto es lo que habr�a pensado. Pero en lugar de resentir a Sa�l por su nueva dignidad, est� dispuesto a reconocerla. No habr� freno de su parte del honor para el hombre a quien el Se�or se complaci� en honrar.

Si las palabras de ver. 24 ( 1 Samuel 9:24 ) fueron realmente dichas por el cocinero, deben haber agregado un nuevo elemento de sorpresa e impresi�n a Sa�l. Era evidente que se esperaba que asistiera a esta fiesta. El cocinero hab�a sido advertido de que ven�a un hombre importante y, por lo tanto, le hab�a reservado esa porci�n. Saulo debe haber sentido tanto que un poder sobrenatural hab�a estado actuando como que alg�n destino extra�o, posiblemente la dignidad real, estaba reservado para �l.

Para nosotros, reflexionando sobre las circunstancias, lo m�s sorprendente es la manera maravillosa en que se cumple el prop�sito fijo de Dios, mientras todos los agentes en el asunto permanecen perfectamente libres. Que Sa�l y su sirviente estuvieran presentes con Samuel en esa fiesta, era el decreto fijo del cielo. Pero se produjo de forma bastante natural. No hubo ninguna restricci�n en la mente del siervo de Sa�l cuando, estando en la tierra de Zuf, propuso que fueran a la ciudad y trataran de interrogar al hombre de Dios.

No hubo coacci�n para las doncellas cuando a cierta hora bajaron a la fuente a buscar agua, y en el camino se encontraron con Sa�l y su criado. Sa�l y su sirviente no tuvieron ninguna restricci�n, salvo la creada por el sentido com�n, cuando apresuraron el paso para encontrarse con Samuel en el camino hacia el sacrificio. Cada uno de estos eventos se produjo libre y naturalmente. Sin embargo, todos eran eslabones necesarios en la cadena de los prop�sitos de Dios.

Desde el punto de vista de Dios eran necesarios, desde el punto de vista del hombre eran casuales. As�, necesidad y libertad armonizaban juntas, como siempre lo hacen en los planes y operaciones de Dios. Es absurdo decir que la predestinaci�n de Dios quita la libertad del hombre. No es razonable suponer que debido a que Dios ha predestinado todos los eventos, no necesitamos dar ning�n paso en el asunto de nuestra salvaci�n.

Tal idea se basa en una completa incomprensi�n de la relaci�n en la que Dios nos ha puesto con �l. Pasa por alto la gran verdad, que los caminos de Dios no son nuestros caminos, ni Sus pensamientos son nuestros pensamientos. La relaci�n de la Voluntad Infinita con las voluntades de las criaturas finitas es un misterio que no podemos sondear; pero el efecto sobre nosotros deber�a ser el de impulsarnos a buscar que nuestra voluntad est� siempre en armon�a con la de Dios, y que as� se cumpla la petici�n en la oraci�n del Se�or: "H�gase tu voluntad en la tierra como en el cielo. "

La fiesta ha terminado; Samuel y Sa�l regresan a la ciudad, y all�, en la azotea, comulgan juntos. El verso vig�simo sexto parece narrar en detalle lo que se contiene resumidamente en el vig�simo quinto. Despu�s de regresar del sacrificio y la fiesta, parece que se han comprometido a descansar. Temprano en la ma�ana, cerca del amanecer, tuvieron su conversaci�n en el techo de la casa, y luego Samuel despidi� a Sa�l, llev�ndolo parte del camino.

No se nos dice cu�l fue la conversaci�n en la azotea; pero no tenemos dificultad en conjeturar. Samuel no pudo dejar de comunicarle a Sa�l los pensamientos m�s preciados de su vida con respecto a la forma de gobernar a Israel. Debe haberle recordado el prop�sito de Dios con respecto a su pueblo, comenzando con el llamado de Abraham, insistiendo en la liberaci�n de Egipto y tocando la historia de los varios jueces y las lecciones que se derivan de cada uno.

Podemos imaginar el fervor con el que insist�a en Sa�l de que la �nica cosa m�s esencial para la prosperidad de la naci�n, la �nica cosa que los que est�n en el poder deben vigilar y apuntar continuamente, es la lealtad del pueblo a sus celestiales. Rey, y la fiel observancia de su ley y pacto. Se explayar�a enf�ticamente en los muchos casos en los que el descuido del pacto hab�a tra�do desastre y miseria, y en el maravilloso cambio en sus circunstancias externas que se hab�a producido con cada retorno de la fidelidad a su Rey.

Por supuesto, pronto iban a tener un rey. Deb�an cambiar su forma de gobierno y ser como el resto de las naciones. Pero si cambiaban su forma de gobierno, no deb�an entregar el paladio de su naci�n, no deb�an abandonar su " gloria et tutamen " . El nuevo rey ser�a tentado como todos los reyes a su alrededor a considerar su propia voluntad como su �nica regla de acci�n, y caer en la noci�n prevaleciente de que los reyes estaban por encima de la ley, porque la voluntad del rey era la ley, y nada pod�a ser m�s alto que eso.

�Qu� calamidad infinita ser�a para �l y para la naci�n, si el nuevo rey de Israel cayera en tal enga�o! S�, el rey estaba por encima de la ley, y la voluntad del rey era la ley; pero era el Rey de reyes el �nico que ten�a esta prerrogativa, y �ay del gobernante terrenal que se atrevi� a subir a Su trono y tomar en sus d�biles manos el cetro del Omnipotente!

Bien podemos creer que tal fue el tenor del primer encuentro de Samuel y Sa�l. No podemos dejar de avanzar un poco en nuestros pensamientos y pensar en lo que fue el �ltimo. La �ltima reuni�n fue en Endor, donde en la oscuridad y la desesperaci�n absoluta, el rey de Israel hab�a pensado en su primer amigo, tal vez hab�a recordado su gentil bondad en esta primera ocasi�n de su encuentro, y se pregunt� si no podr�a y no estar�a dispuesto a hacerlo. arroja algo de luz una vez m�s sobre su camino.

Pero, �ay !, el d�a de la visitaci�n misericordiosa se hab�a ido. La primera conversaci�n tuvo lugar a la luz de la madrugada; el �ltimo en la penumbra de la medianoche. La hora del d�a era apropiada para cada uno. En esa noche sepulcral, se hab�an cumplido los peores males que hab�a temido y contra los cuales sin duda le hab�a advertido en el terrado. Obstinado e indiferente a Dios, Sa�l hab�a tomado su propio camino y hab�a llevado a su pueblo al borde de la ruina.

A diferencia, toto c�lo , de Samuel en el trato que dio a su sucesor, hab�a cazado a David como una perdiz en las monta�as, y asaltado contra el hombre que iba a traer de regreso a la naci�n las bendiciones que le hab�a robado. Llevado al fin por su temeridad y pasi�n, s�lo pudo cosechar el fruto de lo que hab�a sembrado; "porque Dios no puede ser burlado; los que siembran para la carne, seg�n la carne segar�n corrupci�n, y los que siembran para el Esp�ritu, del Esp�ritu, segar�n vida eterna". De nuevo se escuch� la gran ley del reino: "A los que me honran, yo honrar�; mientras que los que me desprecian ser�n tenidos en cuenta".

Las buenas palabras de Samuel no cayeron en buen terreno. No tuvo en Sa�l un oyente agradable. Saulo era un hombre demasiado mundano para cuidar o apreciar las cosas espirituales. �Ay, cu�n a menudo, por una raz�n similar, las mejores palabras de los mejores hombres fracasan en su prop�sito! Pero, �c�mo se va a curar esto? �C�mo va a convertirse el coraz�n desagradable en un lecho adecuado para la buena semilla del Reino? Lo reconozco, es una cosa muy dif�cil.

Aquellos que est�n afligidos por la indiferencia hacia la verdad espiritual no buscar�n un remedio, porque la esencia misma de su enfermedad es que no les importa. Pero seguramente sus amigos y parientes cristianos, y todos los interesados ??en su bienestar, se preocupar�n mucho. �Tienen tales personas - personas cuyos corazones mundanos no muestran simpat�a por la verdad Divina - entre sus conocidos o en sus familias? �Personas tan empapadas de mundanalidad que las declaraciones m�s contundentes de la verdad salvadora se pierden tanto en ellas como se perder�an los granos del mejor trigo si se siembraran en un mont�n de arena? Oh, �c�mo deber�as esforzarte por tales personas en oraci�n? hay un remedio y hay un m�dico que puede aplicarlo; el Esp�ritu de Dios, si se le pide, puede repetir el proceso que fue tan eficaz en Filipos, cuando "el Se�or abri� el coraz�n de Lidia, que ellaatendi� a las cosas que dec�a Pablo. "" Si, pues, los malos sab�is dar bien a vuestros hijos, cu�nto m�s vuestro Padre que est� en los cielos dar� el Esp�ritu Santo a los que le pidan ".

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre 1 Samuel 9". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/1-samuel-9.html.
 
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