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Bible Commentaries
Job 17

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-16

XIV.

"MI TESTIGO EN EL CIELO"

Job 16:1 ; Job 17:1

Job HABLA

Si fuera reconfortante que se le hablara de la miseria y la desgracia, de escuchar la condenaci�n de los malhechores insolentes descritos una y otra vez en diferentes t�rminos, Job deber�a haber sido consolado. Pero sus amigos hab�an perdido de vista su misi�n y ten�a que hacerlos volver.

"He escuchado muchas cosas de este tipo:

Consoladores aflictivos sois todos vosotros.

�Tendr�n fin las palabras vanas? "

�Les har�a considerar que el arpa perpetua en una cuerda no es m�s que un logro sobrio! Volviendo uno tras otro al hombre inicuo, al pecador imp�o, astuto, perverso, sensual, autoritario, y su destino seguro de desastre y extinci�n, son a la vez obstinadamente descorteses y lamentablemente ineptos para la mente de Job. No est� dispuesto a discutir de nuevo con ellos, pero no puede abstenerse de expresar su dolor y, de hecho, su indignaci�n porque le han ofrecido una piedra por pan.

Excus�ndose, lo hab�an culpado de su indiferencia hacia los "consuelos de Dios". De todo lo que hab�a sido consciente era de sus "palabras unidas" en su contra con mucho movimiento de cabeza. �Fue ese consuelo divino? Al parecer, cualquier cosa era lo suficientemente buena para �l, un hombre bajo el golpe de Dios. Quiz�s sea un poco injusto con sus consoladores. No pueden abandonar su credo para aliviar su dolor. En cierto sentido, habr�a sido f�cil murmurar tonter�as tranquilizadoras.

"Uno escribe que 'quedan otros amigos',

Que 'La p�rdida es com�n a la carrera'-

Y com�n es el lugar com�n

Y paja vac�a bien destinada a grano ".

"Esa p�rdida es com�n no har�a

La m�a menos amarga, bastante m�s:

�Muy com�n! Nunca us� la ma�ana

Por la noche, pero un coraz�n se rompi� ".

Aun as�: la charla cort�s y superficial de los hombres que dec�an: Amigo, s�lo est�s afligido accidentalmente; No hay ning�n golpe de Dios en esto: espere un poco a que pasen las sombras, y mientras tanto, perm�tanos alegrarlo con historias de los viejos tiempos: esa conversaci�n le habr�a servido a Job a�n menos que el serio intento de los amigos por resolver el problema. Por tanto, con una iron�a algo desconsiderada les culpa por no dar lo que, si lo hubieran ofrecido, �l hubiera rechazado con desprecio.

"Yo tambi�n podr�a hablar como t�;

Si tu alma estuviera en lugar de mi alma,

Podr�a unir palabras contra ti

Y sacudir mi cabeza hacia ti;

Podr�a fortalecerte con mi boca,

Y el consuelo de mis labios deber�a aliviar tu dolor ".

El pasaje es completamente ir�nico. No se produce ning�n cambio de tono en Job 16:5 , como la palabra inicial, pero en la versi�n en ingl�s pretende implicar. Job quiere decir, por supuesto, que el consuelo que ofrec�an nunca les habr�a ofrecido. Ser�a f�cil, pero abominable.

Hasta ahora en triste sarcasmo; y luego, la sensaci�n de desolaci�n cayendo demasiado en su mente como para bromear o protestar, vuelve a su queja. �Qu� es �l entre los hombres? �Qu� es �l en s� mismo? �Qu� es �l ante Dios? Solo, herido, objeto de un feroz asalto y un irritante reproche. Despu�s de una pausa de pensamiento doloroso, reanuda el intento de expresar sus aflicciones, una protesta final antes de que sus labios se callen en la muerte. No puede esperar que hablar alivie su dolor o mitigue su dolor. Preferir�a soportar

"En toda la masculinidad silenciosa del dolor".

Pero hasta ahora el llamamiento que ha hecho a Dios sigue sin respuesta, porque sabe que no ha sido escuchado. Por lo tanto, parece un deber para con su propia reputaci�n y su fe que se esfuerce una vez m�s por romper las obstinadas dudas sobre su integridad que a�n alejan de �l a quienes fueron sus amigos. De hecho, utiliza un lenguaje que no elogiar� su caso, pero que tiende a confirmar todas las sospechas. Si fuera sabio en el camino del mundo, se abstendr�a de repetir su queja contra Dios.

M�s bien hablar�a de su desdicha como un simple hecho de la experiencia y se esforzar�a por argumentar a s� mismo hasta la sumisi�n. Esta l�nea no la ha tomado y nunca la toma. Est� presente en su propia mente que la mano de Dios est� contra �l. No puede decir si los hombres se unir�n a �l poco a poco en una apelaci�n de Dios a Dios. Pero una vez m�s, declarar� todo lo que ve o parece ver. Cada paso puede llevarlo a un aislamiento m�s doloroso, pero proclamar� su error.

Ciertamente, ahora me ha fatigado.

Has asolado mi compa��a;

Me has agarrado,

Y es un testigo contra m�;

Y mi flaqueza se levanta contra m�

Dando testimonio en mi rostro ".

Est� exhausto; ha llegado a la �ltima etapa. El c�rculo de su familia y amigos en el que una vez estuvo disfrutando del amor y la estima de todos, �d�nde est� ahora? Ese agarre de la vida se ha ido. Entonces, como por pura malicia, Dios le ha quitado la salud y, al hacerlo, ha dejado una acusaci�n de indignidad. Por la dolorosa enfermedad, la mano divina lo agarra, lo deprime. La emaciaci�n de su cuerpo atestigua en su contra como objeto de ira.

S�; Dios es su enemigo, �y qu� terrible enemigo! Es como un le�n salvaje que desgarra con los dientes y mira como si quisiera devorar. Con Dios, tambi�n los hombres, en su grado, lo persiguen y lo asaltan. La gente de la ciudad ha salido a mirarlo. Se ha corrido la voz de que el Todopoderoso lo est� aplastando por su orgulloso desaf�o y blasfemia. Hombres que una vez temblaron ante �l le han golpeado en la mejilla con reproche. Se re�nen en grupos para burlarse de �l. Es entregado en sus manos.

Pero es Dios, no los hombres, de cuya extra�a obra tiene que hablar con m�s amargura. Las palabras casi le fallan para expresar lo que ha hecho su Todopoderoso Enemigo.

Yo estaba tranquilo y me parti� en pedazos;

S� me ha tomado por el cuello

Y me hizo pedazos:

�l tambi�n me ha puesto por su trasero,

Sus flechas me rodean,

�l parte mis riendas y no perdona,

Derrama mi hiel en tierra;

Me quebranta brecha tras brecha,

Corre sobre m� como un gigante.

Figura tras figura expresa el sentido de persecuci�n por parte de alguien lleno de recursos al que no se puede resistir. Job declara estar f�sicamente magullado y quebrantado. Las picaduras y llagas de su enfermedad son como flechas disparadas por todos los lados que le duelen la carne. Es como una fortaleza asediada y asaltada por alg�n enemigo irresistible. Su fuerza humillada hasta el polvo, sus ojos llenos de llanto, los p�rpados hinchados de modo que no puede ver, yace abatido e indefenso, herido hasta el coraz�n.

Pero no con el humor castigado de quien ha hecho el mal y ahora se somete a una sumisi�n contrita. Eso est� tan lejos de �l como siempre. Todo el relato es de persecuci�n inmerecida. Sufre, pero sigue protestando que no hay violencia en sus manos, tambi�n su oraci�n es pura. Que ni Dios ni el hombre piensen que est� ocultando el pecado y apelando astutamente. Sincero es en cada palabra.

En este punto, donde podr�a esperarse que el lenguaje apasionado de Job conduzca a un nuevo estallido contra el cielo y la tierra, uno de los giros m�s dram�ticos en el pensamiento del que sufre lo lleva repentinamente a una armon�a menor con la creaci�n y el Creador. Su entusiasmo es intenso. El entusiasmo espiritual se acerca al punto m�s alto. Invoca a la tierra para que lo ayude y la monta�a resuena. �l protesta porque su reclamo de integridad tiene su testimonio y debe ser reconocido.

Para este nuevo y m�s pat�tico esfuerzo por alcanzar una fidelidad benigna en Dios que a�n no han suscitado todos sus gritos, se han preparado los discursos anteriores. Levant�ndose del pensamiento de que todo era uno para Dios, ya sea que �l viviera o muriera, ya que los perfectos y los malvados son igualmente destruidos, lamentando la falta de un jornalero entre �l y el Alt�simo, Job en el cap�tulo d�cimo toc� el pensamiento de que su Hacedor no pod�a despreciar la obra de sus propias manos.

Nuevamente, en el cap�tulo 14, la posibilidad de redenci�n del Seol lo alegr� un poco. Ahora, bajo la sombra de una muerte inminente, abandona la esperanza de ser liberado del inframundo. Inmediatamente, si es que llega, su reivindicaci�n debe llegar. Y existe, escrito en el pecho de la tierra, abierto a los cielos, en alg�n lugar con palabras claras ante el Alt�simo. No en vano el orador en sus d�as de felicidad pasada sirvi� a Dios con todo su coraz�n.

El Dios al que entonces adoraba escuch� sus oraciones, acept� sus ofrendas, lo alegr� con una amistad que era. ning�n sue�o vac�o. En alg�n lugar a�n vive su Divino Amigo, todav�a observa sus l�grimas y agon�as y llantos. Aquellos enemigos que lo rodeaban se burlaban de �l con pecados que nunca cometi�, esta horrible enfermedad lo llevaba a la muerte; -Dios sabe de estos, sabe que son crueles e inmerecidos. �l clama a ese Dios, Eloah de los Elohim, M�s alto que el m�s alto.

Oh Tierra, no cubras mi sangre,

�Y que mi grito no tenga lugar de descanso!

Incluso ahora, �he aqu�! mi testigo est� en el cielo,

Y el que me respalda est� en las alturas.

Mis amigos me desprecian:

Mis ojos derraman l�grimas por Dios.

Que juzgar�a a un hombre contra Dios,

Y un hijo de hombre contra su amigo.

Ahora, en la etapa actual del ser, antes de que expiren esos a�os que lo llevan a la tumba, Job suplica la vindicaci�n que existe en los registros del cielo. Como un hijo de hombre, �l suplica, no como alguien que tiene un derecho peculiar, sino simplemente como una criatura del Todopoderoso; y suplica por primera vez con l�grimas. No debe pasarse por alto el hecho de que tambi�n se ruega a la tierra que lo ayude. Hay un toque de emoci�n amplia y nost�lgica, una sensaci�n de que Eloah debe considerar el testimonio de Su mundo. El pensamiento tiene su color de un sentimiento muy antiguo; nos devuelve a la fe primitiva y al anhelo mudo antes que a la fe.

�Hay en alg�n sentido una profundidad m�s profunda en la fidelidad de Dios, un cielo m�s alto, m�s dif�cil de penetrar, de la benignidad divina? Job est� haciendo un esfuerzo audaz para romper esa barrera que ya hemos descubierto que existe en el pensamiento hebreo entre Dios, revelado por la naturaleza y la providencia, y Dios como vindicador de la vida individual. El hombre tiene eso en su propio coraz�n que da fe de su vida, aunque la calamidad y la enfermedad lo acusen.

Y en el coraz�n de Dios tambi�n debe haber un testimonio de Su fiel siervo, aunque, mientras tanto, algo interfiere con el testimonio que Dios podr�a dar. El atractivo de Job es que el sol brille m�s all� de las nubes. Est� ah�; Dios es fiel y verdadero. Brillar�. �Pero d�jalo brillar ahora! La vida humana es breve y la demora ser� desastrosa. Grito pat�tico: una lucha contra lo que en la vida cotidiana es lo inexorable. �Cu�ntos han seguido el camino del que no volver�n, aparentemente inauditos, sin justificaci�n, ocultos en la calumnia y la verg�enza! Y, sin embargo, Job ten�a raz�n. El Hacedor se fija en la obra de sus manos.

La filosof�a del atractivo de Job es esta, que debajo de toda aparente discordia hay una nota clara. El universo es uno y pertenece a Uno, desde el cielo m�s alto hasta el abismo m�s profundo. Naturaleza, providencia, �qu� son sino el velo detr�s del cual se oculta el �nico Supremo, el velo que las propias manos de Dios han labrado? Vemos lo Divino en los pliegues, del velo, las maravillosas im�genes de las arras. Sin embargo, detr�s est� Aquel que teje las formas cambiantes, iridiscente con los colores del cielo, oscuro con un misterio indecible.

El hombre est� ahora a la sombra del velo, ahora a su luz, compadecido de s� mismo, exultante, desesperado, en �xtasis. Pasar�a la barrera. No ceder� a su voluntad. Ahora no es un velo, sino un muro de firmeza. Sin embargo, la fe de este lado responde a la verdad del m�s all�; de esto el alma est� asegurada. El clamor es que Dios desentra�e los enigmas de Su propia providencia, que revele el principio de Su disciplina, que aclare lo que desconcierta la mente y la conciencia de Su criatura pensante y sufriente.

Nadie m�s que Aquel que teje la tela puede retirarla y dejar que la luz de la eternidad brille sobre las mara�as del tiempo. Desde Dios el Enmascarador hasta Dios el Revelador, desde Dios que se esconde ante Dios que es Luz, en quien no hay tinieblas en absoluto, apelamos. Orar sobre ese es el gran privilegio del hombre, la vida espiritual del hombre.

De modo que el pasaje que hemos le�do es un espl�ndido enunciado del alma viajera desgastada consciente de las posibilidades sublimes, �no dir�amos certezas? Job es inspirado por Dios en su clamor, no profano, ni loco, sino prof�tico. Porque Dios es un traficante valiente con los hombres y le gustan los hijos valientes. El juicio pol�tico que casi nos estremecemos de escuchar no es abominable para �l porque es la verdad de un alma. La afirmaci�n de que Dios es testigo del hombre es el verdadero valor de la fe: es sincera y est� justificada.

La demanda de reivindicaci�n inmediata que a�n se insta es inseparable de las circunstancias.

Para cuando lleguen unos a�os

Ir� por el camino de donde no volver�.

Mi esp�ritu se consumi�, mis d�as se extinguieron;

La tumba est� lista para m�.

Seguro que hay burlas conmigo

Y mis ojos se posan en su provocaci�n.

Haga una promesa ahora; s� fiador por m� contigo mismo.

�Qui�n me dar� la mano?

Movi�ndose hacia el inframundo, el fuego de su esp�ritu ardiendo bajo a causa de su enfermedad, su cuerpo preparando su propia tumba, los transe�ntes burl�ndose de �l bajo la sensaci�n de que sus ojos permanecen cerrados con fatiga y resistencia, tiene necesidad de uno para emprender para �l, para darle prenda de redenci�n. Pero, �qui�n excepto Dios a quien puede apelar? �Qu� otro amigo queda? �Qui�n m�s dar�a fianza por alguien tan desamparado? Contra la enfermedad y el destino, contra la aparente ruina de la esperanza y la vida, �no defender� Dios mismo a Su siervo? En cuanto a los hombres, sus amigos, sus enemigos, la fianza divina para Job retroceder� sobre ellos y sus crueles burlas.

Sus corazones est�n "ocultos al entendimiento", incapaces de captar la verdad del caso; "Por tanto, no los ensalzar�s", es decir, los humillar�s. S�, cuando Dios redime su prenda, declara abiertamente que se ha comprometido por su siervo, se cumplir� el proverbio: "El que da a sus compa�eros por presa, aun los ojos de sus hijos desfallecer�n". Es un proverbio de la antigua forma de pensar y conlleva una especie de imprecaci�n. Job se olvida de s� mismo al usarlo. Sin embargo, �c�mo, de lo contrario, se puede invocar la justicia de Dios contra aquellos que pervierten el juicio y no recibir�n la defensa sincera de un moribundo?

"Incluso me han convertido en un sin�nimo de la poblaci�n;

Me he convertido en uno en cuyo rostro escupen:

Tambi�n mi ojo falla a causa del dolor. "

Esto es aparentemente entre par�ntesis, y luego Job vuelve al resultado de la intervenci�n de su Amigo Divino. Una raz�n por la que Dios deber�a ser su fiador es el lamentable estado en el que se encuentra. Pero otra raz�n es el nuevo �mpetu que se dar� a la religi�n, el despertar de los buenos hombres de su abatimiento, la seguridad de los puros de coraz�n, el crecimiento de la fuerza espiritual en los fieles y verdaderos. Una nueva luz arrojada sobre la providencia sorprender� y revivir� al mundo.

"Los rectos se asombrar�n de esto,

Y el inocente se levantar� contra el imp�o.

Y el justo guardar� su camino,

Y el limpio de manos se fortalece cada vez m�s ".

Con esta esperanza de que su vida sea rescatada de las tinieblas y la fe del bien restablecida por el cumplimiento de la garant�a de Dios, Job se consuela a s� mismo por un poco, pero solo por un poco, un momento de fuerza, durante el cual �l tiene valor para despedir a sus amigos:

Pero en cuanto a todos vosotros, volved y v�monos;

Porque no hallar� sabio entre vosotros ".

Han perdido todo derecho a reclamar su atenci�n. Su continua discusi�n sobre los caminos de Dios solo agravar� su dolor. Que se vayan entonces y lo dejen en paz.

El pasaje final del discurso que se refiere a una esperanza presente en la mente de Job ha sido interpretado de diversas formas. Generalmente se supone que la referencia es a la promesa de los amigos de que el arrepentimiento le brindar� alivio de los problemas y una nueva prosperidad. Pero esto se descart� hace mucho tiempo. Parece claro que mi esperanza, una expresi�n usada dos veces, no puede referirse a una presionada sobre Job pero nunca aceptada.

Debe denotar la esperanza de que Dios, despu�s de la muerte de Job, dejar�a a un lado su ira y perdonar�a, o la esperanza de que Dios le dar�a la mano y tomar�a su caso contra todas las fuerzas y circunstancias adversas. Si este es el significado, el curso del pensamiento en la �ltima estrofa, desde Job 17:11 adelante, es el siguiente: -La vida se est� agotando para m�, todo lo que tuve una vez en mi coraz�n para hacer es detenerme, traer hasta el fin; Mis pensamientos son tan sombr�os que ponen la noche para el d�a, la luz est� cerca de las tinieblas. Si espero hasta que venga la muerte y el Seol sea mi habitaci�n y mi cuerpo sea entregado a la corrupci�n, �d�nde estar� entonces mi esperanza de vindicaci�n? En cuanto al cumplimiento de mi confianza en Dios, �qui�n lo ver�?

El esfuerzo que se hizo una vez para mantener la esperanza incluso frente a la muerte no se olvida. Pero ahora se pregunta si tiene menos fundamento. La sensaci�n de descomposici�n corporal domina su valiente previsi�n de una liberaci�n del Seol. Su mente necesita que se le aplique otra tensi�n antes de que se eleve a la magn�fica afirmaci�n: sin mi carne ver� a Dios. Las mareas de la confianza fluyen y refluyen. Aqu� hay un reflujo. El pr�ximo avance marcar� la marea de la fe decidida.

Si espero hasta que el Seol sea mi casa;

Hasta que extienda mi lecho en tinieblas:

Si le hubiera dicho a la corrupci�n: Mi padre eres t�,

Al gusano, mi madre y mi hermana.

�D�nde estaba entonces mi esperanza?

En cuanto a mi esperanza, �qui�n la ver�?

Bajar� hasta los barrotes del Seol,

Cuando una vez hay descanso en el polvo.

�Qu� vigoroso es el pensamiento que tiene que luchar con la tumba y la corrupci�n! El cuerpo en su emaciaci�n y descomposici�n, condenado a ser presa de gusanos, parece arrastrar consigo a las tinieblas m�s profundas la vida �vida del esp�ritu. Aquellos que tienen la perspectiva cristiana de otra vida pueden medir por la opresi�n que Job tiene que soportar el valor de esa revelaci�n de inmortalidad que es el don de Cristo.

No por error, no por incredulidad, un hombre como Job luch� con una muerte l�gubre, se esforz� por mantenerla a raya hasta que su car�cter se aclarara. No hab�a ninguna doctrina reconocida del futuro sobre la que fundarse. Por pura necesidad, cada alma agobiada ten�a que buscar su propio Apocalipsis. El que hab�a sufrido con el coraz�n ensangrentado un sacrificio de toda la vida, el que se hab�a esforzado por liberar a sus compa�eros esclavos y finalmente se hab�a hundido abrumado por un poder tir�nico, los valientes derrotados, los buenos traicionados, los que buscaron a trav�s de creencias paganas y los que encontraron en la religi�n revelada. las promesas de Dios �todos por igual� permanecieron en triste ignorancia antes de una muerte inexorable, contemplaron las sombras del inframundo y lucharon individualmente por la esperanza en medio de la oscuridad cada vez m�s profunda.

La sensaci�n del abrumador desastre de la muerte para alguien cuya vida y religi�n son condenadas con desd�n no se atribuye a Job como una prueba peculiar, que rara vez se mezcla con la experiencia humana. El autor del libro lo ha sentido �l mismo y ha visto su sombra en muchos rostros. "�D�nde", como se pregunta, "estaban las l�grimas de Dios cuando devolvi� a la quietud eterna las manos extendidas hacia �l con fe agonizante?"

Hab�a una religi�n que daba una respuesta amplia y elaborada a las cuestiones de la mortalidad. La amplia inteligencia del autor de Job dif�cilmente puede haber pasado por alto el credo y el ceremonial de Egipto; no puede haber dejado de recordar su "Libro de los muertos". Su propio trabajo, en todo momento, es a la vez un paralelo y un contraste con esa vieja visi�n de la vida futura y el juicio Divino. Se ha afirmado que algunas de las formas de expresi�n, especialmente en el cap�tulo diecinueve, tienen su origen en las escrituras egipcias, y que el "Libro de los Muertos" est� lleno de aspiraciones espirituales que le confieren un parecido sorprendente con el Libro de los Muertos. Trabajo.

Ahora, sin duda, la correspondencia es notable y merece ser examinada. El alma llega ante Osiris, que tiene el cayado del pastor y el azote penal. Thoth (o Logos) insufla nuevo esp�ritu en el cuerpo embalsamado, y el muerto suplica por s� mismo ante los asesores: "Salve a ti, gran Se�or de la Justicia. Llego cerca de ti. Soy uno de los consagrados a ti en la tierra". Llego a la tierra de la eternidad.

Vuelvo al pa�s eterno. Vivo es el que habita en tinieblas; todas sus grandezas viven. "El muerto de hecho no est� muerto, �l est� recreado; la boca de ning�n gusano lo devorar�. Al final del" Libro de los Muertos "est� escrito, el difunto" estar� entre los dioses ; su carne y sus huesos ser�n sanos como el que no ha muerto. �l brillar� como una estrella por los siglos de los siglos. Ve a Dios con su carne.

"La defensa del alma al reclamar la bienaventuranza es esta:" No he cometido venganza en acto ni en coraz�n, ni excesos en el amor ". No he herido a nadie con mentiras. No he ahuyentado a los mendigos, no he cometido traiciones, no he provocado l�grimas. No tom� la propiedad de otro, ni arruin� a otro, ni destru� las leyes de la justicia. No he suscitado contiendas, ni he descuidado al Creador de mi alma. No he perturbado la alegr�a de los dem�s. No he pasado por los oprimidos, pecando contra mi Creador, o el Se�or, o los poderes celestiales. Soy puro, puro ".

Hay muchas semejanzas evidentes que ya se han estudiado y que merecer�an una mayor atenci�n; Pero surgen las preguntas, hasta qu� punto el autor del Libro de Job rechaz� las influencias egipcias, y por qu�, frente a una soluci�n de su problema aparentemente impuesta sobre �l con la autoridad de los siglos, se esforz� a�n por encontrar una soluci�n a su problema. propio, arrojando mientras tanto a su h�roe a la desesperanza de alguien para quien la muerte como un hecho f�sico es definitivo, obligado a renunciar a la expectativa de un hombre del d�a que debe afirmar su justicia ante el Se�or de todos.

El "Libro de los Muertos" se identificaba, en primer lugar, con el polite�smo, con la idolatr�a y con un sistema sacerdotal; y un pensador cuya creencia era completamente monote�sta, cuya mente se apartaba decididamente del ritual, cuyos intereses eran ampliamente humanos, no era probable que aceptara como una revelaci�n las promesas de los sacerdotes egipcios a sus aristocr�ticos mecenas, o que buscara luz en los misterios de Isis y Osiris.

A lo largo de su libro, nuestro autor avanza hacia una conclusi�n totalmente distinta a las ideas de la fe egipcia con respecto a la confianza del alma. Pero sobre todo su mente parece haber sido repelida por el excesivo cuidado dado al cad�ver, con la consecuente materializaci�n de la religi�n. Para �l, la vida significaba tanto que necesitaba una base mucho m�s espiritual para su continuidad que la que se pod�a encontrar en la preservaci�n del cuerpo desgastado; Con un esfuerzo raro e insuperable, se esforzaba m�s all� del tiempo y el sentido tras una visi�n de la vida en la uni�n del esp�ritu del hombre con su Hacedor, y esa constancia Divina en la que la �nica fe pod�a tener aceptaci�n y reposo.

Job no ha expresado jam�s el pensamiento de mantenerse en existencia mediante el embalsamamiento de su cuerpo. El autor parece despreciar ese sue�o infantil de continuidad. Muerte significa decadencia, corrupci�n. Esta condenaci�n pas� sobre el cuerpo, la vida afligida debe soportar, y el alma debe apoyarse en la justicia y la gracia de Dios.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Job 17". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/job-17.html.
 
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