Lectionary Calendar
Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
Attention!
StudyLight.org has pledged to help build churches in Uganda. Help us with that pledge and support pastors in the heart of Africa.
Click here to join the effort!

Bible Commentaries
Job 18

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Buscar…
Enter query below:

Versículos 1-21

XV.

UN ESQUEMA DE REGLA MUNDIAL

Job 18:1

BILDAD HABLA

COMPUESTO en el ordenado paralelismo del mashal terminado , este discurso de Bildad destaca por su fuerza y ??sutileza y, no menos, por su cruel rigor bastante diferenciado entre los dirigidos a Job. Es el ataque m�s mordaz que tiene que soportar la v�ctima. La ley de la retribuci�n se enuncia en un tono severo que parece no dejar lugar a dudas. La fuerza que domina y mata se presenta m�s como destino o destino que como gobierno moral.

No se intenta describir el car�cter del hombre sobre el que recae el castigo. No escuchamos nada sobre el orgulloso desaf�o o el crimen de establecerse en viviendas bajo la maldici�n divina. Bildad no aventura definiciones que no se ajusten al caso de Job. Califica a un hombre sin Dios, y luego, con un gusto tenaz, sigue su enredo en la red del desastre. Todo lo que dice es general, abstracto; sin embargo, todo ello est� calculado para perforar la armadura de la supuesta presunci�n de Job.

No debe soportarlo m�s; que contra toda sabidur�a y certeza este hombre, claramente puesto entre los objetos de la ira, debe seguir defendi�ndose como si el juicio de los hombres y de Dios fuera en vano.

Con singular inconsistencia se habla del imp�o como alguien que durante alg�n tiempo prospera en el mundo. Tiene un asentamiento del que es expulsado, una familia que perece, un nombre de cierta reputaci�n que pierde. Bildad comienza admitiendo lo que luego niega, que un hombre de mala vida puede tener �xito. De hecho, es solo por un tiempo, y tal vez la idea sea que se vuelva malvado a medida que se vuelve rico y fuerte.

Sin embargo, si el efecto de la prosperidad es hacer que un hombre sea orgulloso y cruel y, de esta manera, llevarlo a la vez a lazos y trampas de acuerdo con una rigurosa ley natural, �c�mo puede entonces el �xito mundano ser la recompensa de la virtud? Bildad est� m�s cerca de la marca con la descripci�n que con el razonamiento. Es como si le dijera a Job: Sin duda alguna vez fuiste un buen hombre; eras mi amigo y un siervo de Dios; pero mucho me temo que la prosperidad te haya hecho da�o. Est� claro que, como hombre imp�o, ahora eres conducido de la luz a la oscuridad, que el miedo y la muerte te esperan. El hablante no ve que est� volcando su propio esquema de gobierno mundial.

Aqu� hay amargura, el sentimiento personal de quien tiene la intenci�n de hacer cumplir. �El hombre que est� delante de �l piensa que �l es tan importante que el Todopoderoso intervendr� para ser fiador de �l y justificar su justicia propia? Es necesario que Job ni siquiera parezca sacar lo mejor del argumento. Ning�n espectador dir� que sus nuevas herej�as parecen tener un color de verdad. En consecuencia, el orador es muy diferente de lo que era en su primer discurso.

Se deja de lado la muestra de cortes�a y amistad. Vemos el temperamento de una mente alimentada con puntos de vista tradicionales de la verdad, atada con las cadenas de la incompetencia autosatisfecha. En su admirable exposici�n de esta parte del libro, el Dr. Cox cita varios proverbios �rabes de larga data que est�n incorporados, de una forma u otra, en el discurso de Bildad. Es un credo fr�o que se basa en esta sabidur�a del mundo. Aquel que puede usar dichos sombr�os contra los dem�s tiende a pensar que es superior a sus flaquezas, sin correr el riesgo de sufrir las penas que amenaza. Y el discurso de Bildad es irritante solo porque se omite todo lo que podr�a dar un giro o bisagra a la cr�tica de Job.

En ninguna parte se muestra mejor la habilidad del autor que en hacer que estos protagonistas de Job digan cosas falsas de manera plausible y eficaz. Sus recursos son maravillosos. Despu�s del primer c�rculo de discursos, las l�neas de oposici�n a Job marcadas por el tenor de la controversia pueden parecer que no admiten m�s o muy pocos argumentos nuevos. Sin embargo, esta direcci�n es tan gr�fica y pintoresca como las anteriores. Toda la fuerza de la oposici�n est� puesta en esas sentencias que amontonan amenaza sobre amenaza con tan aparente verdad.

La raz�n es que se acerca la crisis. Mediante el ataque de Bildad, el que sufre debe despertar a su m�s alto esfuerzo, esa palabra prof�tica que es, en cierto sentido, la raz�n de ser del libro. Se puede decir que el trabajo que se hace aqu� es para siempre. El manifiesto de la humanidad contra el rabinismo, de la fe del hombre sencillo contra la teolog�a dura, se coloca junto a los argumentos m�s enga�osos a favor de una regla que divida a los hombres en buenos y malos, simplemente cuando parezcan felices o desafortunados.

Bildad abre el ataque acusando a Job de buscar palabras, una acusaci�n de tipo general que aparentemente se refiere a las fuertes expresiones que hab�a usado al describir sus sufrimientos a manos de Dios y de la cr�tica de los hombres. Luego llama a Job para que comprenda sus propios errores, para que pueda estar en condiciones de recibir la verdad. Pervirtiendo y exagerando el lenguaje de Job, exige por qu� los amigos deben ser contados como bestias e inmundos, y por qu� deben ser marcados as� por un hombre que se rebel� contra la providencia.

"�Por qu� somos contados como bestias,

�Tan inmundo ante tus ojos?

T� que te desgarras en tu ira,

Por tu causa ser� abandonada la tierra,

�Y la roca se mover� de su lugar? "

La interpretaci�n de Ewald aqu� resalta la fuerza de las preguntas. "�Acaso este loco que se quej� de que la ira de Dios lo desgarr�, pero que, por el contrario, traiciona suficientemente su propia mala conciencia al desgarrarse en su ira, realmente exige que por su cuenta, para que pueda ser justificado, se haga la tierra? desolado (ya que realmente, si Dios mismo pervirtiera la justicia, el orden y la paz, las bendiciones de la feliz ocupaci�n de la tierra no podr�an subsistir)? �Tambi�n espera que lo m�s firme, el orden divino del mundo, sea quitado? �De su lugar? �Oh, el tonto, que en su propia perversidad y confusi�n se rebela contra el orden eterno del universo! " Todo est� resuelto desde tiempos inmemoriales por las leyes de la providencia. Sin m�s discusi�n Bildad reafirma lo que el decreto inmutable, como �l lo conoce,

Sin embargo, la luz de los imp�os se apagar�,

Y el resplandor de su fuego no brillar�,

La luz se apagar� en su tienda,

Y su l�mpara sobre �l se apagar�.

Los pasos de su fuerza ser�n estrechos,

Y su propio consejo lo derribar�.

Porque sus propios pies lo empujan a la red,

Y camina sobre los trabajos.

Una trampa lo agarra por el tal�n,

Y una soga lo sujeta,

En el suelo se esconde su bucle,

Y su malla en el camino.

Reiterando, mediante un juego de palabras, el hecho, tal como le parece a Bildad, queda muy claro: que para el malvado el mundo est� lleno de peligros, deliberadamente preparados como trampas para los animales salvajes que el cazador tiende. La proposici�n general es que la luz de su prosperidad es un accidente. Pronto se apagar� y su hogar ser� desolado. Esto sucede primero mediante una restricci�n puesta en sus movimientos.

La sensaci�n de que alg�n poder enemigo lo observa, lo persigue, lo obliga a moverse con cuidado y ya no con el paso libre de la seguridad. Luego, en el estrecho campo en el que est� confinado, es atrapado una y otra vez por las trampas y mallas que manos invisibles le colocan. Sus mejores dispositivos para su propia seguridad lo ponen en peligro.

Tanto en campo abierto como en senderos estrechos es apresado y retenido. Cada vez m�s, el poder adverso lo confina, influyendo sobre su libertad y su vida hasta que sus temores supersticiosos se encienden. Los terrores lo confunden ahora por todos lados y de repente se presentan lo sobresaltan a sus pies. Este hombre, una vez fuerte, se vuelve d�bil; el que tuvo abundancia sabe lo que es el hambre. Y la muerte est� ahora claramente en su copa. La destrucci�n, una figura odiosa, est� constantemente a su lado, apareciendo como una enfermedad que ataca el cuerpo. Es lepra, la misma enfermedad que sufre Job.

"Devora los miembros de su piel,

Devora sus miembros, aun el primog�nito de la muerte,

Es arrancado de la tienda de su confianza,

Y es llevado al rey de los terrores ".

La personificaci�n de la muerte aqu� es natural, y se encuentran f�cilmente muchos paralelos con la figura. El horror de la muerte es una marca de una vida fuerte y saludable, especialmente entre aquellos que ven m�s all� de un oscuro Seol de triste existencia sin esperanza. El "primog�nito de la muerte" es la espantosa lepra negra, y tiene ese nombre figurado por poseer m�s que otras enfermedades ese poder de corromper el cuerpo que la muerte misma ejerce plenamente.

Esta fr�a predicci�n de la muerte de los imp�os a causa de la misma enfermedad que ha atacado a Job es verdaderamente cruel, especialmente desde los p�rpados de quien antes prometi� salud y felicidad en este mundo como resultado de la penitencia. Podemos decir que Bildad ha encontrado que es su deber predicar los terrores de Dios, y el deber le parece agradable, porque describe con insistencia y adorno el fin de los imp�os.

Pero deber�a haber aplazado esta terrible homil�a hasta tener una prueba clara de la maldad de Job. Bildad dice cosas en el celo de su esp�ritu contra los imp�os que luego lamentar� amargamente.

Habiendo llevado a la tumba a la v�ctima del destino, el orador tiene a�n m�s que decir. Hubo consecuencias que se extendieron m�s all� del propio sufrimiento y extinci�n de un hombre. Su familia, su nombre, todo lo que se deseaba recordar en este mundo le ser�a negado al malhechor. En el universo, como lo ve Bildad, no hay lugar para el arrepentimiento o la esperanza ni siquiera para los hijos del hombre contra quien se ha emitido el decreto del destino.

�Habitar�n en su tienda que no es de �l!

Se derramar� azufre sobre su habitaci�n;

Abajo se secar�n sus ra�ces,

Y sobre sus ramas se secar�;

Su memoria perecer� de la tierra,

Y no tendr� nombre en la tierra.

Ser� arrojado de la luz a las tinieblas,

Y expulsado del mundo.

La morada del pecador pasar� a manos de extra�os o ser� cubierta de azufre y maldita. Las ra�ces de su familia o clan, los que a�n sobreviven de una generaci�n mayor, y las ramas superiores (hijos o nietos, como en Job 18:19 ) se marchitar�n. Por tanto, su memoria perecer�, tanto en la tierra donde habit� como en el extranjero en otras regiones.

Su nombre pasar� al olvido, perseguido con aversi�n y disgusto fuera del mundo. Tal, dice Bildad, es el destino de los malvados. Job consider� oportuno hablar de hombres asombrados por la vindicaci�n que iba a disfrutar cuando Dios se le apareci�. Pero la sorpresa ser�a de otro tipo. Ante la destrucci�n total del malvado y su simiente, su propiedad y su memoria, los del oeste se asombrar�an y los del este se espantar�an.

Tan l�gico como muchos otros esquemas ofrecidos desde entonces al mundo, un esquema moral tambi�n, este de Bildad es a la vez determinado e incoherente. No tiene ninguna duda, no duda en presentarlo. Si fuera el gobernador moral, no habr�a misericordia para los pecadores que se negaran a ser condenados por el pecado, a su manera y de acuerdo con su ley de juicio. Les pondr�a trampas, los perseguir�a, se apoderar�a de cada argumento en su contra.

En su opini�n, esa es la �nica manera de vencer los corazones no regenerados y convencerlos de su culpa. Para salvar a un hombre, lo destruir�a. Para hacerlo penitente y santo, atacar�a todo su derecho a vivir. Del temperamento humano Bildad casi no tiene.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Job 18". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/job-18.html.
 
adsfree-icon
Ads FreeProfile