Lectionary Calendar
Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
Attention!
Tired of seeing ads while studying? Now you can enjoy an "Ads Free" version of the site for as little as 10¢ a day and support a great cause!
Click here to learn more!

Bible Commentaries
Job 9

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Buscar…
Enter query below:

Versículos 1-35

X. EL PENSAMIENTO DE UN DIARIO Job 9:1 ; Job 10:1

Job HABLA

Es con una reafirmaci�n infinitamente triste de lo que Dios le ha hecho aparecer a trav�s del discurso de Bildad que Job comienza su respuesta. S� S�; es tan. �C�mo puede el hombre ser justo ante tal Dios? Me dices que mis hijos est�n abrumados por la destrucci�n por sus pecados. Me dices que yo, que todav�a no he muerto del todo, puedo tener una nueva prosperidad si me pongo en buenas relaciones con Dios. �Pero como puede ser eso? No hay rectitud, obediencia, obediencia piadosa, sacrificio que lo satisfaga.

Hice todo lo posible; pero Dios me ha condenado. Y si �l es lo que dices, Su condenaci�n es incontestable. Tiene tal sabidur�a para idear acusaciones y mantenerlas contra el hombre d�bil, que espera que no pueda haber ninguna para ning�n ser humano. Responder a una de las mil acusaciones que Dios puede presentar, si lucha con el hombre, es imposible. Los terremotos son signos de su indignaci�n, que remueven monta�as y sacuden la tierra de su lugar.

Puede apagar la luz del sol y la luna y sellar las estrellas. �Qu� es el hombre al lado de la omnipotencia de Aquel que solo extendi� los cielos, cuya marcha es sobre las enormes olas del oc�ano, que es el Creador de las constelaciones, el Oso, el Gigante, las Pl�yades y las c�maras o espacios del cielo del sur? Es el juego de poder irresistible que Job traza a su alrededor, y la mente o voluntad divina es inescrutable.

"He aqu�, �l va a mi lado y yo no lo veo:

�l sigue adelante y yo no lo percibo.

He aqu�, �l se apodera. �Qui�n lo detendr�?

�Qui�n le dir�: �Qu� haces?

Paso a paso, el pensamiento aqu� avanza hacia esa espantosa imaginaci�n de la injusticia de Dios que debe surgir en rebeli�n o desesperaci�n. Job, volvi�ndose contra la amarga l�gica de la tradici�n, parece por el momento sumergirse en la impiedad. Pensador sincero y serio, cae en una tensi�n que casi nos vemos obligados a llamar falsa y blasfema. Bildad y Elifaz parecen ser santos, Job un rebelde contra Dios.

El Todopoderoso, dice, es como un le�n que se apodera de la presa y no se le puede impedir devorar. Es un tirano iracundo bajo el cual los ayudantes de Rahab, esos poderes que seg�n alg�n mito de la naturaleza sostienen al drag�n del mar en su conflicto con el cielo, se inclinan y ceden. �Intentar� Job responderle? Es en vano. No puede. Elegir palabras en semejante controversia no servir�a de nada. Incluso un derecho en su causa ser�a dominado por la omnipotencia tir�nica.

No tendr�a m�s recurso que suplicar piedad como un malhechor detectado. Una vez Job pudo haber pensado que se escuchar�a una apelaci�n a la justicia, que su confianza en la justicia estaba bien fundada. Ahora se est� alejando de esa creencia. Este Ser cuyo poder desp�tico se ha establecido en su opini�n no tiene ning�n sentido del derecho del hombre. No le importa nada el hombre.

�Qu� es Dios? �C�mo aparece a la luz de los sufrimientos de Job?

"Me quebranta con tempestad,

Aumenta mis llagas sin causa.

Si hablas de la fuerza de los valientes, "M�rame", dice;

Si de juicio, '�Qui�n me asignar� un tiempo?' "

Es decir, nadie puede pedir cuentas a Dios. A Job le parece que el temperamento del Todopoderoso es tal que el hombre debe abandonar toda controversia. En su coraz�n, Job todav�a est� convencido de que no ha hecho ning�n mal. Pero no lo dir�. Anticipar� la deliberada condenaci�n del Todopoderoso. Dios atacar�a su vida. Job responde con feroz rebeli�n: "Asalta, qu�tala, no me importa, porque la desprecio. Sea justo o malo, es lo mismo. Dios destruye al perfecto y al imp�o" ( Job 9:22 ). .

Ahora, �debemos explicar este lenguaje? Si no es as�, �c�mo defenderemos al escritor que lo ha puesto en boca de uno que sigue siendo el h�roe del libro y que sigue apareciendo como amigo de Dios? Para muchos en nuestros d�as, como en la antig�edad, la religi�n es tan aburrida y sin vida, su deseo de la amistad de Dios es tan tibio, que la pasi�n de las palabras de Job les resulta incomprensible. Su coraje de desesperaci�n pertenece a una gama de sentimientos en los que nunca entraron, ni so�aron con entrar.

El mundo calculador es su hogar, y en su atm�sfera g�lida no hay posibilidad de ese af�n por la vida espiritual que llena el alma como con fuego. Para aquellos que niegan el pecado y desprecian la ansiedad acerca del alma, el libro puede parecerles un sue�o del viejo mundo, una alegor�a hebrea en lugar de la historia de un hombre. Pero el lenguaje de Job no es un arrebato de anarqu�a; surge de un pensamiento profundo y serio.

Es dif�cil encontrar aqu� un paralelo moderno exacto; pero no tenemos que ir muy atr�s para alguien que fue conducido como Job por la teolog�a falsa al desconcierto, algo as� como la sinraz�n. En su "Grace Abunding", John Bunyan revela las profundidades del miedo en el que a menudo lo hund�an los duros argumentos y las malas interpretaciones de las Escrituras, cuando deber�a haberse regocijado en la libertad de un hijo de Dios. El caso de Bunyan es, en cierto sentido, muy diferente al de Job.

Sin embargo, ambos son instados casi a desesperar de Dios; y Bunyan, al darse cuenta de este punto de semejanza, una y otra vez usa palabras puestas en boca de Job. Las dudas y sospechas son sugeridas por su lectura o por los sermones que escucha, y considera que su aparici�n en su mente es una prueba de su maldad. En un lugar dice: "Ahora pens� que seguramente estoy pose�do por el diablo; en otras ocasiones pens� que estar�a desprovisto de mi juicio; porque, en lugar de alabar y magnificar a Dios con los dem�s, si lo hubiera escuchado hablar De pronto, alg�n pensamiento blasfemo horrible u otro saldr�a de mi coraz�n contra �l, de modo que si pensaba que Dios exist�a, o pensaba que no exist�a tal cosa, no pod�a amar, ni paz, ni disposici�n de gracia. siente dentro de mi.

"Bunyan ten�a una imaginaci�n v�vida. Estaba obsesionado por extra�os antojos por los espiritualmente aventureros. �Qu� ser�a pecar el pecado que es de muerte?" En una medida tan fuerte ", dice," fue esta tentaci�n sobre m�, que a menudo he estado dispuesto a poner mis manos debajo de mi barbilla para evitar que mi boca se abra. "La idea de que �l deber�a" vender y separarse de Cristo "fue una que lo afligi� terriblemente; y," por fin ", dice," Despu�s de mucho esfuerzo, sent� que este pensamiento atravesaba mi coraz�n: D�jalo ir si quiere.

. Despu�s de esto, durante dos a�os juntos nada me quedar�a m�s que la condenaci�n y la expectativa de condenaci�n. Este pensamiento hab�a pasado por mi coraz�n: Dios me ha dejado ir y estoy ca�do. Oh, pens�, que estaba conmigo como en los meses pasados, como en los d�as en que Dios me preserv� ".

El Libro de Job nos ayuda a comprender a Bunyan y esos terrores suyos que asombran a nuestra serena generaci�n. Dado un hombre como Job o como Bunyan, para quien la religi�n lo es todo, que debe sentirse seguro de la justicia divina, la verdad y la misericordia, pasar� mucho m�s all� de las emociones y frases mesuradas de aquellos que est�n m�s que contentos a medias con el mundo y la misericordia. ellos mismos. El escritor aqu�, cuyas propias etapas de pensamiento est�n registradas, y Bunyan, que con rara fuerza y ??sinceridad vuelve sobre el camino de su vida, son hombres de espl�ndido car�cter y virtud.

Titanes de la vida religiosa, angustiados y atados con grilletes de hierro a la roca del dolor por el bien de la humanidad universal. Son una maravilla para los mundanos, hablan en t�rminos con los que se estremece el suave profesor de religi�n. Pero su perseverancia, su vehemente resoluci�n, rompen las falsedades de la �poca y entran en la redenci�n de la raza.

La tensi�n de la queja de Job aumenta en amargura. Parece ver injusticia omnipotente en todas partes. Si un azote ( Job 9:23 ) como un rayo, un accidente o una enfermedad mata de repente, parece que no hay nada m�s que burla del inocente. Dios mira el naufragio de la esperanza humana, desde el cielo en calma despu�s de la tormenta, a la luz del atardecer que dora la tumba del desierto.

Y en el mundo de los hombres, los malvados se salen con la suya. Dios vela el rostro del juez para que este cegado a la equidad de la causa. Por lo tanto, despu�s de las discusiones de sus amigos, Job se ve obligado a ver el mal en todas partes y a decir que es obra de Dios. La estrofa termina con la brusca y feroz demanda: -Si no, �qui�n es entonces?

El breve pasaje desde el vers�culo veinticinco hasta el final del cap�tulo 9 ( Job 9:25 ) vuelve tristemente a la tensi�n de la debilidad personal y la s�plica. R�pidamente pasan los d�as de Job, m�s r�pido que un corredor, en la medida en que no ve nada bueno. O son como los esquifes de juncos en el r�o o el �guila lanzada. Olvidar su dolor es imposible.

No puede dar una apariencia de serenidad o esperanza. Dios lo mantiene atado como a un transgresor. "Ser� condenado en todo lo que haga. �Por qu� entonces me canso en vano?" Al mirar su cuerpo descolorido, cubierto por la mugre de la enfermedad, lo encuentra un signo del odio de Dios. Pero si pudiera lavarlo con nieve, es decir, hasta la blancura de la nieve, si pudiera purificar esas extremidades ennegrecidas con lej�a, la renovaci�n no ir�a m�s lejos. Dios lo hundir�a de nuevo en el fango; su propia ropa lo aborrecer�a.

Y ahora hay un cambio de tono. Su mente, que se rebela contra su propia conclusi�n, se vuelve hacia el pensamiento de la reconciliaci�n. Si bien todav�a habla de ello como una imposibilidad, le llega un lamento doloroso, un vago sue�o o reflejo en lugar de esa feroz rebeli�n que descolor� el mundo entero y lo hizo aparecer como un escenario de injusticia. Con eso no puede pretender satisfacerse a s� mismo. De nuevo su humanidad se agita en �l:

"Porque �l no es hombre, como yo, para que yo le responda,

Que debemos unirnos en juicio.

No hay hombre del d�a entre nosotros

Eso podr�a poner su mano sobre nosotros dos.

Quite de m� su vara,

Y que no me sobrecoja su terror;

Entonces hablar�a y no le temer�a:

Porque yo no soy en tal caso en m� mismo ".

Si pudiera hablar con Dios como un hombre habla con su amigo, las sombras podr�an desaparecer. El Dios real, no irracional, ni injusto ni desp�tico, comienza a aparecer aqu�; y a falta de una conversaci�n personal, y de un jornalero, o �rbitro, que podr�a imponer las manos reconciliadoras sobre ambos y unirlos, Job clama por un intervalo de fuerza y ??libertad, para que sin miedo y angustia �l mismo pueda expresar el asunto en juego. .

La idea de un jornalero, aunque se niega la posibilidad de un ayudante tan amistoso, es una nueva marca de audacia en el pensamiento del drama. En esa palabra, el escritor inspirado da la nota de un prop�sito divino que a�n no prev�. No debemos decir que aqu� tenemos la predicci�n de un Redentor a la vez Dios y hombre. El autor no tiene tal afirmaci�n que hacer. Pero de manera muy notable, los deseos de Job se dirigen en esa direcci�n en la que el advenimiento y la obra de Cristo han cumplido el decreto de la gracia.

No puede haber duda de la inspiraci�n de un escritor que as� golpea la corriente de la voluntad y la revelaci�n divinas. No de manera oscura est� impl�cito en este Libro de Job que, por muy serio que sea el hombre en la religi�n, por recto y fiel (por todo lo que fue este Job), hay misterios de temor y dolor relacionados con su vida en este mundo que pueden resolverse. s�lo por Aquel que trae la luz de la eternidad al rango del tiempo, que es a la vez "verdadero Dios y verdadero hombre", cuya superaci�n exige y anima nuestra fe.

Ahora, el grito nost�lgico de Job: "No hay hombre del d�a entre nosotros", que surge de las profundidades de una experiencia a la que est�n expuestos tanto los mejores como los peores en esta vida, una experiencia que en ning�n caso puede justificarse o contabilizarse. porque, a menos que sea por el hecho de la inmortalidad, es, digamos, como se presenta aqu�, un grito puramente humano. El hombre que "no puede ser el exilio de Dios", obligado siempre a buscar la comprensi�n de la voluntad y el car�cter de Dios, se encuentra en medio de una calamidad repentina y un dolor extremo, cara a cara con la muerte.

La oscuridad que envuelve toda su existencia que �l anhela ver disipada o atravesada con rayos de luz clara y reveladora. �Qu� diremos de �l? Si tal deseo, surgiendo en lo m�s �ntimo de la mente, no tuviera ninguna correspondencia con los hechos, habr�a falsedad en el coraz�n de las cosas. La misma forma que toma el deseo, de un Mediador que deber�a conocer por igual a Dios y al hombre, que simpatice con la criatura, conozca la mente del Creador, no puede ser una casualidad.

Es el fruto de una necesidad divina en la constituci�n y la vida del alma humana. Nos apuntan a un argumento irrefutable; pero el pensamiento, mientras tanto, no lo sigue. La inmortalidad espera una revelaci�n.

Job ha orado por descanso. No llega. Otro ataque de dolor hace una pausa en su discurso, y con el cap�tulo d�cimo comienza un largo discurso al Alt�simo, no feroz como antes, sino doloroso, sometido.

"Mi alma est� cansada de mi vida.

Dar� curso libre a mi denuncia;

Hablar� con amargura de mi alma ".

Apenas es posible tocar la tremenda que sigue sin estropear su pat�tica y profunda belleza. Hay una exquisita dignidad de moderaci�n y franqueza en esta apelaci�n al Creador. Es un Artista cuya excelente obra est� en peligro, y que por su aparente descuido de ella, o m�s terrible de concebir, su resoluci�n de destruirla.

Primero, el clamor es: "No me condenes. �Es bueno para ti que desprecies la obra de tus manos?" Es maravilloso para Job que sea despreciado por in�til, mientras que al mismo tiempo Dios parece brillar en el consejo de los imp�os. �C�mo puede eso, oh T� Alt�simo, estar en armon�a con Tu naturaleza? Hace una suposici�n, que incluso al formularla debe rechazar: "�Tienes ojos de carne? �O ves como ve el hombre?" Un hombre celoso, revestido de una peque�a y breve autoridad, podr�a investigar las fechor�as de un pr�jimo.

Pero Dios no puede hacerlo. Su majestad proh�be; y especialmente porque sabe, por un lado, que Job no es culpable y, por otro, que nadie puede escapar de sus manos. Los hombres a menudo se apoderan de los inocentes y los torturan para descubrir delitos imputados. La suposici�n de que Dios act�a como un d�spota o el sirviente de un d�spota se hace solo para estar al lado del este. Pero vuelve a apelar a Dios como Creador, y piensa en esa tierna forma del cuerpo que parece un argumento para un cuidado tan tierno del alma y la vida espiritual.

Gran parte del poder y la bondad se destina al perfeccionamiento del cuerpo y al desarrollo de la vida f�sica a partir de la debilidad y la forma embrionaria. �Acaso Aquel que ha obrado as�, que ha a�adido favor y amor aparente, ha estado ocultando todo el tiempo un designio de burla? Incluso al crear, �ten�a Dios el prop�sito de hacer de Su criatura un mero juguete para la voluntad propia de la Omnipotencia?

"Sin embargo, estas cosas las escondiste en tu coraz�n".

Estas cosas: el hogar desolado, la vida marginada, la lepra. Job usa una palabra extra�a: "S� que esto fue contigo". Su conclusi�n se expresa a grandes rasgos, que nada puede importar al tratar con tal Creador. La insistencia de los amigos en la esperanza del perd�n, la propia conciencia de integridad de Job, va en balde.

"Si yo pecara, t� me notar�as,

Y no me absolver�as de mi iniquidad.

Si fuera yo malo, �ay de m�!

Si fuera justo, no deber�a levantar la cabeza ".

El Poder supremo del mundo ha tomado un aspecto no de fuerza irracional, sino de decidida mala voluntad hacia el hombre. La �nica seguridad parece estar en quedarse quieto para no excitar contra �l la actividad de este Dios terrible que caza como un le�n y se deleita en maravillas de fuerza derrochadora. Parece que, habiendo sido despertado una vez, el Enemigo Divino no dejar� de perseguir. Se encontrar�an nuevos testigos, nuevas causas de indignaci�n; una serie cambiante de problemas seguir�a al ataque.

Me he aventurado a interpretar todo el discurso en t�rminos de suposici�n, como una teor�a que Job arroja en la oscuridad absoluta que lo rodea. No lo adopta. Imaginar que �l realmente cree esto, o que el autor del libro pretend�a proponer tal teor�a como incluso aproximadamente verdadera, es absolutamente imposible. Y, sin embargo, cuando uno piensa en ello, quiz�s imposible es una palabra demasiado fuerte. La doctrina de la soberan�a de Dios es una verdad fundamental; pero ha sido concebido y elaborado de tal manera que llev� a muchos razonadores a un sue�o de crueldad y fuerza irresponsable, no muy diferente del que atormenta la mente de Job.

Algunos hombres que se esforzaban religiosamente por explicar la Biblia y profesaban creer en el amor de Dios por el mundo han defendido algo por el estilo con no poca seriedad. Por ejemplo: uno niega la aniquilaci�n de los malvados por la buena raz�n de que Dios tiene una profunda reverencia por el ser o la existencia, de modo que quien una vez posey� la voluntad debe existir para siempre; pero a partir de esto el escritor contin�a sosteniendo que los imp�os son �tiles para Dios como el material sobre el cual opera su justicia, que de hecho han sido creados �nicamente para el castigo eterno a fin de que a trav�s de ellos se pueda ver claramente la justicia del Todopoderoso.

Contra este mismo tipo de teolog�a, Job se rebela. Incluso a la luz de su mundo, era un credo de oscuridad. Que Dios odia la maldad, que todo lo ego�sta, vengativo, cruel, inmundo, falso, sea llevado ante �l, �qui�n puede dudar? Que de acuerdo con su decreto el pecado trae su castigo dando como resultado la paga de la muerte, �qui�n puede dudar? Pero para representar a Aquel que nos ha hecho a todos, y debe haber previsto nuestro pecado, sin ning�n tipo de responsabilidad por nosotros, haciendo pedazos las m�quinas que ha hecho porque no sirven a Su prop�sito, aunque sab�a incluso al hacerlas que no lo har�an; qu� espantosa falsedad es esta; puede justificar a Dios s�lo a expensas de no desificarlo.

Una cosa que ense�a este Libro de Job es que no debemos ir en contra de nuestra propia raz�n sincera ni de nuestro sentido de la justicia y la verdad para cuadrar los hechos con cualquier esquema o teor�a. La ense�anza y el pensamiento religiosos no deben afirmar nada que no sea del todo franco, puramente justo y que, en �ltima instancia, podamos aplicar a nosotros mismos. �Ser� el hombre m�s justo que Dios, m�s generoso que Dios, m�s fiel que Dios? �Muere el pensamiento y todo sistema que mantenga una teor�a tan falsa y trate de imponerla en la mente humana! Sin embargo, no caiga en el error opuesto; de eso tambi�n nos preservar� la franqueza.

Ning�n hombre sincero, atento a las realidades del mundo y las terribles ordenanzas de la naturaleza, puede sospechar del Poder Universal de la indiferencia hacia el mal, de cualquier prop�sito de dejar la ley sin sanci�n. No escapamos en un momento; Dios es nuestro Padre; la justicia es vindicada, al igual que la fe.

A medida que avanzan los coloquios, se produce gradualmente la impresi�n de que el escritor de este libro est� luchando con ese estudio que compromete cada vez m�s el intelecto del hombre. �Qu� es lo real? �C�mo se relaciona con el ideal, considerado como justicia, como belleza, como verdad? �C�mo se relaciona con Dios, soberano y santo? La apertura del libro podr�a haber llevado directamente a la teor�a de que el mundo real, el presente cargado de pecado, desastre y muerte, no es del orden Divino, por lo tanto es de un Diablo.

Pero la desaparici�n de Satan�s hace a un lado cualquier idea de dualismo, y promete al escritor que encontrar� una soluci�n, si es que la encuentra, en una voluntad, un prop�sito, un evento Divino. Sobre el mismo Job descienden la carga y el esfuerzo en su conflicto con lo real como desastre, enigma, muerte inminente, juicio falso, teolog�a establecida y esquemas de explicaci�n. El ideal se le escapa, se pierde entre la ola que sube y el cielo que baja.

En todo el horizonte no ve ning�n espacio despejado donde pueda desarrollarse el d�a. Pero permanece en su coraz�n; y en el cielo nocturno aguarda donde las grandes constelaciones brillan en su deslumbrante pureza y eterna calma, cavilando silenciosas sobre el mundo como desde inconmensurable lejan�a lejana. Incluso desde esa distancia, Dios env�a y cumplir� un plan. Mientras tanto, el hombre extiende sus manos en vano desde la tierra ensombrecida hacia esas luces agudas, siempre tan remotas y fr�as.

Mu�strame por qu� luchas conmigo.

�Te agrada que oprimas,

Para que desprecies la obra de tus manos

Y brillar en el consejo de los imp�os?

�Tienes ojos de carne?

�O ves como ve el hombre?

Tus d�as, �son como los d�as del hombre?

Tus a�os son como los d�as del hombre,

Que inquietas por mi culpa,

Y escudri�as mi pecado,

Aunque sepas que no soy malvado,

�Y nadie podr� librarte de tu mano?

Tus manos me hicieron y me moldearon

Juntos alrededor; y t� me destruyes. Job 10:2

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Job 9". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/job-9.html.
 
adsfree-icon
Ads FreeProfile