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Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
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Bible Commentaries
El Comentario Bíblico del Expositor El Comentario Bíblico del Expositor
Declaración de derechos de autor
Estos archivos están en el dominio público.
Texto cortesía de BibleSupport.com. Usado con permiso.
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Texto cortesía de BibleSupport.com. Usado con permiso.
Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Micah 6". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/micah-6.html.
Nicoll, William R. "Comentario sobre Micah 6". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/
Versículos 1-8
LA RAZONABILIDAD DE LA VERDADERA RELIGI�N
Miqueas 6:1
Hemos llegado ahora a un pasaje del que todas las tinieblas de fecha y autor�a desaparecen ante la transparencia y el esplendor de su contenido. "Estos pocos vers�culos", dice un gran cr�tico, "en los que Miqueas expone la verdadera esencia de la religi�n, pueden levantar un t�tulo bien fundado para ser contados como los m�s importantes en la literatura prof�tica. Como casi ning�n otro, nos brindan una idea de la naturaleza m�s �ntima de la religi�n de Israel, tal como la transmitieron los profetas ".
Por lo general, es s�lo el �ltimo de los vers�culos sobre el que se otorga la admiraci�n del lector: "�Qu� pide el Se�or de ti, oh hombre, sino que hagas justicia, ames la misericordia y camines humildemente con tu Dios?" Pero en verdad el resto del pasaje no difiere en gloria; la maravilla no reside m�s en su perorata que en su argumento en su conjunto.
El pasaje tiene la misma forma que el cap�tulo inicial del libro, el del Argumento o Debate entre el Dios de Israel y su pueblo, sobre el gran teatro de la naturaleza. El coraz�n debe estar embotado para que no salte a las Presencias ante las cuales se promulga el juicio.
El profeta habla:
"�O�d ahora lo que dice el SE�OR; lev�ntate, contienda delante de los montes, y los collados oigan tu voz! �O�d, montes, el argumento del Se�or, y vosotros, los fundamentos eternos de la tierra!"
Esto no es un mero paisaje. En todas las cuestiones morales entre Dios y el hombre, los profetas sienten que la Naturaleza est� involucrada. O es llamada como testigo de la larga historia de sus relaciones mutuas, o como compartiendo el sentimiento de Dios sobre la intolerancia del mal que los hombres han acumulado sobre ella, o por sus sequ�as, inundaciones y terremotos como verdugo de su condenaci�n. . Es en la primera de estas capacidades que el profeta en este pasaje apela a las monta�as y los cimientos eternos de la tierra. Son llamados, no porque sean los m�s grandes de las existencias, sino porque son los m�s llenos de recuerdos y asociaciones con ambas partes del Juicio.
Sin embargo, la idea principal del pasaje es el juicio en s�. Hemos visto m�s de una vez que las formas de religi�n que los profetas debieron combatir fueron las que la expresaron mec�nicamente en forma de ritual y sacrificio, y las que lo expresaron en mero entusiasmo y �xtasis. Entre tales extremos, los profetas insistieron en que la religi�n era conocimiento y que era conducta de trato racional y deber amoroso entre Dios y el hombre. Esto es lo que figuran en su escena favorita de un Debate que ahora tenemos ante nosotros.
"El SE�OR pelea con su pueblo, y viene a discutir con Israel".
Para nosotros, acostumbrados a la comuni�n con la Deidad, como con un Padre, esto puede parecer formal y legal. Pero si lo consideramos as�, lo cometemos como una injusticia. La forma surgi� por la rebeli�n contra las ideas mec�nicas y sensacionales de la religi�n. Enfatiz� la religi�n como racional y moral, y al mismo tiempo preserv� la razonabilidad de Dios y la libertad del hombre. Dios habl� con las personas a las que hab�a educado: les suplic�, escuch� sus declaraciones y preguntas y present� sus propias evidencias y razones.
La religi�n -un pasaje como �ste afirma- la religi�n no es una cosa de autoridad ni de ceremonial ni de mero sentimiento, sino de argumento, presentaci�n razonable y debate. La raz�n no se saca de los tribunales: se respeta la libertad del hombre; y no lo toman por sorpresa sus miedos o sus sentimientos. Esta concepci�n sublime y generosa de la religi�n, que debemos ante todo a los profetas en su contienda con las teor�as supersticiosas y perezosas de la religi�n que desgraciadamente sobreviven entre nosotros, fue llevada a su cl�max en el Antiguo Testamento por otra clase de escritores.
Lo encontramos elaborado con gran poder y belleza en los Libros de la Sabidur�a. En ellos, la Raz�n Divina ha emergido de las formas legales que ahora tenemos ante nosotros, y se ha convertido en el Asociado y Amigo del Hombre. El Pr�logo del Libro de los Proverbios cuenta c�mo la Sabidur�a, compa�era de Dios desde la fundaci�n del mundo, desciende para habitar entre los hombres. Sale a sus calles y mercados, discute y suplica all� con una urgencia que es igual a la urgencia de la tentaci�n misma.
Pero 'no es todo el ministerio terrenal del Hijo de Dios, Sus argumentos con los m�dicos, Sus par�bolas a la gente com�n, Su dulce y prolongada educaci�n de Sus disc�pulos, que vemos la razonabilidad de la religi�n en toda su fuerza y ??belleza. .
En ese tribunal libre de la raz�n en el que los profetas vieron a Dios y al hombre suplicar juntos, los sujetos fueron tales que se convirtieron en ambos. Porque Dios no revela misterios ni pide poder, pero el debate se desarrolla sobre los hechos y evidencias de la vida: la aparici�n del car�cter en la historia; si el pasado no est� lleno de esfuerzos de amor; si Dios, como la voluntad humana le permiti�, no hab�a logrado la liberaci�n y el progreso de su pueblo.
Dios habla: -
Pueblo m�o, �qu� te he hecho? �Y c�mo te he cansado? Resp�ndeme. Porque te saqu� de la tierra de Misraim, y de la casa de servidumbre te redim�. Envi� delante de ti a Mois�s, Ahar�n y Miriam, pueblo m�o, acu�rdate ahora de lo que aconsej� Balac, rey de Moab, y de c�mo le respondi� Balaam, hijo de Beor, para que conozcas las buenas obras de Jehov�.
Los profetas siempre vuelven a Egipto o al desierto. All� Dios hizo al pueblo, all� lo redimi�. Tanto en el libro de leyes como en la profec�a, es el hecho de la redenci�n lo que constituye el fundamento principal de Su apelaci�n. Redimido por �l, el pueblo no es suyo, sino suyo. Tratados con ese maravilloso amor y paciencia, como la paciencia y el amor, est�n llamados a otorgar a los d�biles y miserables que est�n debajo de ellos. Uno de los m�s grandes int�rpretes de los profetas de nuestra �poca, Frederick Denison Maurice, ha dicho sobre este pasaje:
"No conocemos a Dios hasta que lo reconocemos como un Libertador; no entendemos nuestro propio trabajo en el mundo hasta que creemos que somos enviados a �l para llevar a cabo Sus designios para la liberaci�n de nosotros mismos y de la raza. debajo hay una esclavitud de la voluntad. Dios es enf�ticamente el Redentor de la voluntad. Es en el car�cter de Chat que �l se revela a nosotros. No podr�amos pensar en Dios en absoluto como el Dios, el Dios viviente, si no lo consider�ramos como tal Redentor.
Pero si es de mi voluntad, entonces de todas las voluntades: tarde o temprano estoy convencido de que �l se manifestar� como el Restaurador, Regenerador, no de otra cosa, sino de este techo el esp�ritu ca�do que est� dentro de nosotros ".
En la mayor�a de las controversias que los profetas abren entre Dios y el hombre, el tema del lado de este �ltimo es su pecado. Pero eso no es as� aqu�. En la controversia que abre el Libro de Miqueas, el argumento recae sobre las transgresiones del pueblo, pero aqu� sobre sus m�todos sinceros, aunque err�neos, de acercarse a Dios. All� Dios trata con conciencias apagadas, pero aqu� con corazones oscurecidos e implorantes.
En ese caso, tuvimos rebeldes que abandonaron al Dios verdadero por �dolos, pero aqu� hay buscadores fervientes de Dios, que han perdido el camino y est�n cansados. En consecuencia, como all� prevaleci� la indignaci�n, aqu� prevalece la piedad; y aunque formalmente se trata de una controversia bajo la misma forma jur�dica que antes, el pasaje respira ternura y dulzura de principio a fin. Por esto, as� como por los recuerdos de la historia antigua de Israel, recordamos el estilo de Oseas.
Pero no hay ninguna objeci�n, como en su libro, con la continua devoci�n de la gente al ritual. Todo eso es pasado y prevalece un nuevo temperamento. Israel finalmente ha llegado a sentir la vanidad del celo exagerado con el que Am�s los describe excediendo los requisitos legales del sacrificio; y con una desesperaci�n, suficientemente evidente en los superlativos que utilizan, confiesan la futilidad y el cansancio de todo el sistema, incluso en las formas de sacrificio m�s fastuosas e imposibles.
Entonces, �qu� les queda por hacer? El profeta responde con hermosas palabras que expresan un ideal de religi�n al que ning�n siglo posterior ha podido a�adir ni grandeza ni ternura.
La gente habla: -
"�Con qu� me presentar� delante de Jehov�? �Me inclinar� ante Dios el Alt�simo? �Me presentar� ante �l con holocaustos, con becerros de un a�o? �Se agradar� Jehov� con millares de carneros, con mir�adas de r�os de aceite? �Dar� a mi primog�nito como ofrenda por la culpa el fruto de mi cuerpo por el pecado de mi alma? "
El profeta responde:
"�l te ha mostrado, oh hombre, lo que es bueno; �Y qu� busca el Se�or de ti, sino hacer justicia y amar la misericordia, y caminar humildemente con tu Dios?"
Este es el mayor dicho del Antiguo Testamento; y solo hay otro en el Nuevo que lo supera:
"Venid a m� todos los que est�is trabajados y cargados, y yo os har� descansar".
"Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de m�, que soy manso y humilde de coraz�n, y hallar�is descanso para vuestras almas".
"Porque mi yugo es f�cil, y ligera mi carga".
Versículos 9-16
EL PECADO DE LA MEDIDA ESCANT
Miqueas 6:9 ; Miqueas 7:1
EL estado del texto de Miqueas 6:9 ; Miqueas 7:1 es tan confuso como la condici�n de la sociedad que describe: es dif�cil sacar raz�n, e imposible sacar rima, de las cl�usulas separadas. Ser� mejor que lo demos como est�, y luego enunciemos la sustancia de su doctrina, que, a pesar de la oscuridad de los detalles, es, como sucede tan a menudo en casos similares, perfectamente clara y contundente.
El pasaje consta de dos porciones, que pueden no haber pertenecido originalmente entre s�, pero que parecen reflejar el mismo desorden de la vida c�vica, con el juicio que se le impone. En el primero de ellos, Miqueas 7:9 , el profeta llama la atenci�n sobre la voz de Dios, que describe la vida fraudulenta de Jerusal�n y los males que le est� trayendo.
En el segundo, Miqueas 7:1 , Jerusal�n lamenta su sociedad corrupta; pero quiz�s escuchemos su voz solo en Miqueas 7:1 , y luego la del profeta.
El profeta habla:
"�Escucha! �Jehov� clama a la ciudad! (�Es salvaci�n temer tu nombre!) �Oye, tribu y consejo de la ciudad!"
Dios habla: -
"... en la casa de los imp�os tesoros de la iniquidad, y la medida escasa maldita? �Ser� ella pura con la balanza mala, y con la bolsa de pesas falsas, cuyos ricos est�n llenos de violencia, y sus ciudadanos hablan falsedad, y �Enga�o es su lengua en su boca? Pero yo, por mi parte, he comenzado a atormentarte, a arruinarte a causa de tus pecados. T� comes y no te sacias ".
"�Pero tu hambre est� en medio de ti! Y pero trata de quitar, no puedes quitar Y lo que traes, lo doy a la espada. T� siembras, pero nunca cosechas; Pies aceitunas, pero nunca unges con aceite. Y debes, pero no beber vino. As� guardas los estatutos de Omri, y los h�bitos de la casa de Acab, y andas en sus principios, s�lo para que yo te haga perder, y a sus habitantes por diversi�n. �llevar�is el oprobio de los gentiles! "
Jerusal�n habla: -
"�Ay, ay de m�, porque he llegado a ser como basura de la cosecha, como rebuscos de la vendimia; ni un racimo para comer, ni un higo que mi alma desee! Perecieron los leales de la tierra, De los rectos entre los hombres No hay ninguno: Todos ellos est�n al acecho de sangre; Cada uno toma a su hermano en la red. Sus manos est�n en el mal para hacerlo cabalmente. El pr�ncipe exige, El juez juzga por pago, Y el gran hombre habla su concupiscencia. ; As� que juntos lo tejen.
El mejor de ellos no es m�s que un matorral de espinas, cf. Proverbios 15:19 El m�s recto peor que un seto espinoso. El d�a que vieron tus centinelas, se acerca tu visitaci�n; Ahora es su caos cf. Isa�as 22:5 �ven! �No conf�es en ning�n amigo! �No conf�es en ning�n confidente! De la que est� en tu seno, guarda las puertas de tu boca. Porque el hijo insulta al padre, la hija se levanta contra su madre, la nuera contra su suegra; Y los enemigos de un hombre son los hombres de su casa ".
Miqueas, aunque el profeta del pa�s y cr�tico severo de su vida, caracteriz� a la propia Jerusal�n como el centro de los pecados de la naci�n. No se refiri� solo a la idolatr�a, sino tambi�n a la irreligi�n de los pol�ticos y a la cruel injusticia de los ricos en la capital. El veneno que debilit� la sangre de la naci�n hab�a encontrado su entrada a sus venas en el mismo coraz�n. All� se hab�a reunido el mal que estaba sacudiendo al estado hasta una r�pida disoluci�n.
Esta secci�n del Libro de Miqueas, ya sea por ese profeta o no, no describe rasgos de la vida de Jerusal�n que no estuvieran presentes en el siglo VIII; y puede considerarse como el cuadro m�s detallado de los males que denunci� sumariamente. Es una de las cr�ticas m�s conmovedoras a una comunidad comercial que jam�s hayan aparecido en la literatura. En igual relieve vemos los instrumentos m�s mezquinos y los agentes m�s destacados de la codicia y la crueldad, la medida escasa, las falsas pesas, el pr�ncipe sin escr�pulos y el juez venal.
Y aunque hay algunos pecados denunciados que son imposibles en nuestra civilizaci�n, sin embargo, la falsedad, el miserable fraude, la crueldad de la eterna lucha por la vida se exponen exactamente como los vemos hoy a nuestro alrededor. A trav�s de la elocuencia antigua y a menudo oscura del profeta, sentimos esos golpes y aristas afiladas que todav�a se abren paso en todas partes a trav�s de nuestra civilizaci�n cristiana. Recordemos tambi�n que la comunidad a la que se dirigi� el profeta era, como la nuestra, profesamente religiosa.
El pecado m�s extendido con el que el profeta acusa a Jerusal�n en estos d�as de su actividad comercial es la falsedad: "Sus habitantes hablan mentira, y su lengua es enga�o en su boca". En la "Historia de la moral europea" del Sr. Lecky encontramos la opini�n de que "el �nico aspecto en el que el crecimiento de la vida industrial ha ejercido una influencia favorable sobre la moral ha sido en la promoci�n de la verdad". El tributo es justo, pero tiene otro lado.
Las exigencias del comercio y la industria son fatales para la mayor�a de las pretensiones, faltas de sinceridad y adulaciones convencionales que tienden a surgir en todos los tipos de sociedad. En la vida comercial, quiz�s m�s que en cualquier otra, un hombre es tomado, y debe ser tomado, por su valor inherente. Los negocios, la vida que se llama por excelencia el ajetreo, desgasta toda m�scara, toda falsa apariencia y unci�n, y no deja tiempo para el canto y el desfile que son tan propensos a aumentar en todas las dem�s profesiones.
Adem�s, el alma del comercio es el cr�dito. Los hombres tienen que demostrar que se puede confiar en ellos antes de que otros hombres traten con ellos, al menos en esa escala grande y lujosa en la que solo pueden llevarse a cabo las grandes empresas comerciales. Cuando miramos hacia atr�s en la historia del comercio y la industria, y vemos c�mo han creado una atm�sfera en la que los hombres deben, en �ltima instancia, parecer lo que realmente son; c�mo han reemplazado sus necesidades los celos, los subterfugios, las intrigas que alguna vez se consideraron indispensables para las relaciones de hombres de diferentes pueblos, por un gran cr�dito y confianza internacionales; c�mo rompen las falsas convenciones que dividen a una clase de otra, debemos rendirles homenaje, como uno de los mayores instrumentos de la verdad que hace libres.
Pero a todo esto hay otro lado. Si el comercio ha hecho explotar tanta falta de sinceridad convencional, ha desarrollado una especie del g�nero que es bastante propia. En nuestros d�as, nada puede mentir como un anuncio. El dicho, "los trucos del oficio" se ha vuelto proverbial. Todo el mundo sabe que la terrible tensi�n y el acoso de la vida comercial se deben en gran parte a la gran cantidad de falsedad que existe.
La prisa por hacerse rico, la rivalidad y la competencia despiadadas, han desarrollado un descuido de los derechos de los dem�s a la verdad de nosotros mismos, con una capacidad de subterfugio e intriga, que recuerda a nadie, tanto como ese estado de guerra b�rbara. de donde fue la antigua gloria del comercio haber ayudado a la humanidad a surgir. �Son las palabras del profeta sobre Jerusal�n demasiado fuertes para grandes porciones de nuestras propias comunidades comerciales? Los hombres que mejor los conocen no dir�n que lo son.
Pero valoremos m�s bien los poderes del comercio que contribuyen a la verdad. Digamos a los hombres que se dedican al comercio que no hay nadie para quien sea m�s f�cil ser limpio y recto; que las mentiras, ya sean de acci�n o de habla, s�lo aumentan el gasto mental y la tensi�n moral de la vida; y que la salud, la capacidad, la previsi�n, las oportunidades de un gran comerciante dependen en �ltima instancia de su determinaci�n de ser veraz y del coraje con el que se adhiere a la verdad.
Un h�bito de falsedad en el que se insiste el profeta es el uso de escalas injustas y medidas cortas. Las "provisiones" o fortunas de su �poca son "decenas de maldades", porque se han acumulado mediante el uso del 'efa magro', las balanzas del mal "y" la bolsa de pesas falsas ". Estos son males m�s. com�n en Oriente que entre nosotros: el gobierno moderno los hace casi imposibles. Pero, de todos modos, el nuestro es el pecado de la escasa medida, y m�s en proporci�n a la mayor velocidad y rivalidad de nuestra vida comercial.
El nombre que le da el profeta, "medida de delgadez", de "consumo" o "encogimiento", es un s�mbolo propio de todos esos deberes y oficios de hombre a hombre, cuyo cumplimiento pleno y generoso se ve disminuido por la prisa y la rencor de un ego�smo prevaleciente. La velocidad de la vida moderna tiende a acortarse, el tiempo invertido en cada pieza de trabajo, y a convertirlo en sin templar e incompleto. La lucha por la vida en el comercio, la rivalidad organizada entre el trabajo y el capital, no solo pone a cada hombre en guardia para no dar a nadie m�s de lo que le corresponde, sino que lo tienta a aprovechar cada oportunidad para escabullirse y restringir su propio servicio y producci�n.
Escuchar�s a los hombres defender esta parsimonia como si fuera una ley. Dicen que los negocios son imposibles sin el temperamento que ellos llaman "agudeza" o el h�bito que llaman "cortarse bien". Pero tal car�cter y conducta son la mism�sima decadencia de la sociedad. La contracci�n de las unidades debe significar siempre y en todas partes la desintegraci�n de la masa. Una sociedad cuyos miembros se esfuerzan por cumplir con sus deberes es una sociedad que no puede seguir siendo coherente.
El ego�smo puede ser firmeza, pero es la firmeza de la escarcha, el rigor de la muerte. S�lo el exceso desinteresado del deber, s�lo la lealtad generosa a los dem�s, dan a la sociedad la compacidad y la indisolubilidad de la vida. �Qui�n es responsable de la enemistad de clases y la desconfianza que existe entre el capital y el trabajo? Es el obrero cuyo �nico objetivo es asegurar la mayor cantidad de salario por la menor cantidad de trabajo, y quien, en su b�squeda ciega de eso, arruinar� todo el comercio de una ciudad o un distrito; es el empleador el que cree que no tiene obligaciones para con sus hombres m�s all� de pagarles por su trabajo lo m�nimo que pueda inducirlos a realizar; es el cliente que s�lo y siempre busca la baratura de un comprador de art�culos en esa prostituci�n del talento para el trabajo de estampar que est� matando r�pidamente el arte y la alegr�a,
Estos son los verdaderos anarquistas y rompedores de la sociedad. Seg�n sus m�todos, la coherencia social y la armon�a son imposibles. La vida misma es imposible. Ning�n organismo puede prosperar cuyas diversas extremidades se encogen sobre s� mismas. No hay vida excepto viviendo para otros.
Pero el profeta cubre todo el mal cuando dice que "los piadosos perecieron de la tierra". "Piadoso" es una traducci�n de desesperaci�n. El original significa el hombre distinguido por " hesedh " , esa palabra que en varias ocasiones hemos traducido "amor real", porque implica no s�lo un afecto sino lealtad a una relaci�n. Y, como nos recuerda con frecuencia el uso de la palabra, " hesedh " es amor y lealtad tanto a Dios como a nuestros semejantes.
No necesitamos disociarlos: son uno. Pero aqu� est� la direcci�n humana en la que mira la palabra. Significa un car�cter que cumple todas las relaciones de la sociedad con la fidelidad, la generosidad y la gracia que son los propios afectos del hombre al hombre. Tal personaje, dice el profeta, ha perecido de la tierra. Cada hombre vive ahora para s� mismo y, como consecuencia, se alimenta de su hermano. Todos est�n al acecho de sangre; cada uno caza a su hermano con una red.
"Esto no es el asesinato que describe el profeta: es la competencia imprudente y despiadada de las nuevas condiciones de vida desarrolladas en Jud� por la larga paz y el comercio del siglo VIII. Y lleva este ego�smo a una figura muy llamativa en Miqueas 7:4 : "El mejor de ellos es como un matorral de espinos, el m�s erguido" peor "que un seto espinoso." Se da cuenta exactamente de lo que queremos decir con agudeza y trato tajante: inter�s propio erizado, todos los puntos; espl�ndido en su defensa propia, pero est�ril de frutos, y sin nido ni encubierto para toda la vida.