Lectionary Calendar
Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
Attention!
For 10¢ a day you can enjoy StudyLight.org ads
free while helping to build churches and support pastors in Uganda.
Click here to learn more!

Bible Commentaries
Apocalipsis 11

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Buscar…
Enter query below:

Versículos 1-19

CAPITULO VIII

SEGUNDA VISI�N CONSOLATORIA Y S�PTIMA TROMPETA.

Apocalipsis 11:1 .

DE la primera visi�n consoladora pasamos a la segunda:

"Y me fue dada una ca�a semejante a una vara; y se dijo: Lev�ntate y mide el templo de Dios, y el altar, y a los que en �l adoran. Y el atrio que est� fuera del templo, echa por fuera y mide no, porque ha sido dado a las naciones; y la ciudad santa hollar�n cuarenta y dos meses ( Apocalipsis 11:1 ) ".

Varios puntos relacionados con estos vers�culos exigen un examen antes de que se pueda hacer cualquier intento de recopilar el significado de la visi�n en su conjunto.

1. �Qu� se entiende por la medici�n del templo? Como en tantos otros casos, la figura est� tomada del Antiguo Testamento. En el profeta Zacar�as leemos: "Volv� a alzar mis ojos y mir�, y vi a un hombre con un cordel de medir en la mano. Entonces dije: �A d�nde vas? Y me dijo: Para medir Jerusal�n, para ver �Cu�l es su anchura y su longitud?

"1 En el mismo sentido, pero a�n m�s particularmente, el profeta Ezequiel habla:" En visiones de Dios me llev� a la tierra de Israel, y me puso sobre un monte muy alto, por el cual era como el marco de una ciudad en el sur. Y me llev� all�, y he aqu� hab�a un hombre, cuya apariencia era como apariencia de bronce, con un hilo de lino en la mano y una ca�a de medir; y se par� a la puerta.

. Y he aqu� una pared en el exterior de la casa en derredor, y en la mano del hombre una ca�a de medir de seis codos de largo por codo y un palmo de ancho, as� que midi� ", 2 despu�s de lo cual sigue una descripci�n minuciosa y ampliada de la medida de todas las partes de ese templo que iba a ser la gloria del pueblo de Dios en los �ltimos d�as De estos pasajes no s�lo aprendemos de d�nde se tom� la idea de la "medida", sino cu�l era su significado.

El relato de Ezequiel muestra claramente que as� medir expresa el pensamiento de preservaci�n, no de destrucci�n. Que Zacar�as pretende el mismo pensamiento se desprende de las palabras que siguen inmediatamente a la instrucci�n que se le dio a medir: "Porque yo, dice el Se�or, ser� para ella un muro de fuego alrededor, y ser� la gloria en medio de ella;" 3 mientras que, si se necesitaran m�s pruebas sobre este punto, se encuentra en el hecho de que la medici�n de este pasaje no es �nica en el Apocalipsis.

Tambi�n se mide la nueva Jerusal�n: "Y el que hablaba conmigo ten�a por medida una ca�a de oro para medir la ciudad, sus puertas y su muro. Y midi� su muro, ciento cuarenta y cuatro codos. , seg�n la medida de un hombre, es decir, de un �ngel ". 4 Por tanto, cuando Dios mide, no mide con indignaci�n, sino para que el objeto medido sea, en un sentido m�s profundo que el ordinario, la morada de Su gloria.

(1 Zacar�as 2:1 ; Zacar�as 2 Ezequiel 40:2 ; Ezequiel 3 Zacar�as 2:5 ; Zacar�as 4 Apocalipsis 21:15 ; Apocalipsis 21:17 )

2. �Qu� se entiende por el templo, el altar y la fundici�n exterior del atrio que est� fuera del templo? En otras palabras, �debemos interpretar estos objetos y la acci�n tomada con estos �ltimos de manera literal o figurada? �Debemos pensar en las cosas mismas o en ciertas ideas espirituales que suelen representar? El primer punto de vista no es solo el de muchos comentaristas eminentes; incluso constituye uno de los principales motivos por los que afirman que el templo herodiano del monte Moriah a�n exist�a cuando escribi� el Apocaliptista.

Se alega que no podr�a haber recibido instrucciones de "medir" el templo si ese edificio ya hubiera sido derribado y no hubiera quedado piedra sobre piedra. Sin embargo, cuando prestamos atenci�n a las palabras, parecer�a que este punto de vista debe dejarse de lado en favor de una interpretaci�n figurativa. Para -

(1) La palabra "templo" induce a error. El t�rmino empleado en el original no significa los edificios del templo en su conjunto, sino solo su santuario o santuario m�s interno, esa parte conocida como el "Lugar Sant�simo", que estaba separada de todas las dem�s partes de la estructura sagrada por la segunda velo. Sin duda, en lo que respecta al simple acto de medir, una parte podr�a haberse medido tan f�cilmente como el todo.

Pero una atenci�n m�s cercana a lo que estaba en la mente del Vidente mostrar� que cuando habla as� de la naos o del santuario, no est� pensando en absoluto en el Templo de Jerusal�n, sino en el Tabern�culo en el desierto sobre el cual fue moldeado el Templo. El vers�culo diecinueve del cap�tulo deja esto en claro. En ese vers�culo lo encontramos diciendo: "Y fue abierto el templo" (el naos ) "de Dios que est� en los cielos, y fue visto en Su templo" (Su naos ) "el arca de Su pacto.

"Sabemos, sin embargo, que el arca del pacto nunca tuvo un lugar en el Templo que existi� en los d�as de Cristo. Hab�a desaparecido con la destrucci�n del primer Templo, mucho antes de esa fecha. El Templo del que se habla en el siglo XIX. De hecho, se dice que el vers�culo est� "en el cielo"; y se puede pensar que el arca, aunque no en la tierra, podr�a haber sido vista all�, pero ning�n lector del Apocalipsis de S.

Juan puede dudar que para �l el santuario de Dios en la tierra era una representaci�n exacta del santuario celestial, que lo que Dios hab�a dado en forma material a los hombres era una copia fiel de las ideas de Su reino espiritual y eterno. Por lo tanto, no podr�a haber puesto en el original lo que, si hubiera tenido en mente el Templo de Jerusal�n, sab�a que no exist�a dentro de sus recintos; y la conclusi�n es irresistible de que cuando habla de un naos que deb�a medirse, hab�a dirigido sus pensamientos, no al edificio de piedra del monte Moriah, sino a su antiguo prototipo. Por este motivo, entonces, aunque no podr�a aducirse otro, parece que tenemos derecho a sostener que aqu� es imposible una interpretaci�n literal de la palabra "templo".

(2) Incluso si se permitiera que el santuario y el altar pudieran medirse, el mandato es totalmente inaplicable a la siguiente cl�usula siguiente: los que adoran en �l . Y es especialmente cierto si adoptamos la construcci�n natural, mediante la cual la palabra "all�" se relaciona con la palabra "altar". No podemos hablar literalmente de personas que adoran "en" un altar. Es m�s, aunque relacionemos "all�" con "el templo", la idea de medir a las personas con una vara est� en desacuerdo con las realidades de la vida y el uso ordinario del lenguaje humano. Se introduce as� un elemento figurativo en el coraz�n mismo de la cl�usula cuyo significado est� en disputa.

(3) Se puede hacer una observaci�n similar con respecto a las palabras emitidas sin en Apocalipsis 11:2 . La orden judicial hace referencia al patio exterior del Templo, y la idea de "echar fuera" un espacio tan extenso es claramente inadmisible. Tanto los traductores han sentido esto que tanto en la versi�n autorizada como en la revisada han reemplazado las palabras "echar fuera" por las palabras "dejar fuera".

"El atrio exterior del templo no pod�a ser" expulsado "; por lo tanto, debe" dejarse fuera ". La interpretaci�n as� dada, sin embargo, no hace justicia al original, porque, aunque la palabra empleada no siempre incluye la actual violencia, ciertamente implica una acci�n de un tipo m�s positivo que el mero dejar en paz o pasar de largo. M�s que esto. Estamos bajo la obligaci�n especial en el presente caso de no despojar a la palabra usada por el Ap�stol de su fuerza apropiada, porque Veamos inmediatamente que, correctamente interpretada, es una de las expresiones m�s interesantes de su libro, y de mayor valor para ayudarnos a determinar la naturaleza precisa de su pensamiento. Mientras tanto, basta decir que el empleo del t�rmino en la conexi�n en la que ocurre aqu� est� en desacuerdo con una interpretaci�n simplemente literal.

(4) No se puede negar que casi todas las dem�s expresiones en los siguientes vers�culos de la visi�n son figurativas o metaf�ricas. Si vamos a interpretar esta parte literalmente, ser� imposible aplicar la misma regla a otras partes; y tendremos una mezcla de lo literal y lo metaf�rico que desconcertar� por completo nuestros esfuerzos por comprender el significado del Vidente.

(5) Tenemos la declaraci�n de los propios labios del escritor de que, al menos hablando de Jerusal�n, no debe entenderse literalmente. En Apocalipsis 11:8 se refiere a "la gran ciudad, que espiritualmente se llama Sodoma y Egipto". La sugerencia as� dada en cuanto a un punto de su descripci�n puede aceptarse como aplicable a todo.

Concluimos, por tanto, que la "medida", el "templo" o naos , el "altar", el "atrio que est� fuera" y el "vaciado exterior" de este �ltimo deben considerarse figurados.

3. Nuestro tercer punto de investigaci�n es: �Cu�l es el significado de la figura? No hay por qu� vacilar en lo que se mencion� primero: "el templo, el altar y los que en �l adoran". Estas, las partes m�s sagradas de los edificios del templo, solo pueden denotar la parte m�s sagrada del verdadero Israel de Dios. Son esos disc�pulos de Cristo que constituyen Su santuario, Su altar de oro del incienso de donde sus oraciones se elevan continuamente ante �l, Sus adoradores en esp�ritu y en verdad.

Estos, como ya hemos tenido ocasi�n de ver a menudo, se conservar�n a salvo en medio de los problemas de la Iglesia y del mundo. En un pasaje se nos ha dicho que est�n contados *; ahora se nos informa adem�s de que se miden. (* Juan 7:4 )

Es m�s dif�cil explicar a qui�n se refiere "el atrio que no tiene templo". Pero hay tres cosas claras. Primero, son parte de los edificios del Templo, aunque no de su santuario interior. En segundo lugar, pertenecen a Jerusal�n; y Jerusal�n, a pesar de su condici�n degenerada, segu�a siendo la ciudad de Dios, manteni�ndose para �l en una relaci�n diferente a la de las "naciones", incluso cuando se hab�a hundido debajo de ellas y hab�a hecho m�s para merecer Su disgusto.

En tercer lugar, no pueden ser los gentiles, porque de ellos se distinguen manifiestamente cuando se dice que el atrio exterior "ha sido entregado a las naciones, y la ciudad santa hollar�n cuarenta y dos meses". 1 Solo queda una conclusi�n. El "atrio que est� afuera" debe simbolizar la porci�n infiel de la Iglesia cristiana, como los que pisan los atrios de la casa de Dios, pero a quienes �l habla como habl� a la Jerusal�n de anta�o: "No traigas m�s ofrendas vanas; el incienso es Abominaci�n para M�; las lunas nuevas y los s�bados, la convocatoria de asambleas, no puedo eliminarla; es iniquidad, la reuni�n solemne.

Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas se�aladas aborrece mi alma; me son turbaci�n; Estoy cansado de soportarlos ". 2 (1 Apocalipsis 11:2 ; Apocalipsis 2 Isa�as 1:13 )

La exactitud del sentido as� asignado a esta parte de la visi�n est� poderosamente confirmada por lo que parece ser el verdadero fundamento de la expresi�n singular de la que ya se ha hablado hasta ahora, "arrojar fuera". Algo debe estar en la parte inferior de la figura; y nada parece tan probable como esto: que es la "expulsi�n" que tuvo lugar en el caso del ciego de nacimiento, y la apertura de cuyos ojos por Jes�s se relata en el cuarto Evangelio.

De ese hombre se nos dice que cuando los jud�os ya no pudieron responderle "lo echaron fuera". 1 La palabra es la misma que se emplea ahora, y lo m�s probable es que el pensamiento tambi�n sea el mismo. La excomuni�n de la sinagoga es en la mente del Vidente, no un castigo temporal, no una simple condena mundana, sino una sentencia espiritual que priva de privilegios espirituales mal comprendidos y abusados. Sin embargo, tal expulsi�n s�lo puede aplicarse a aquellos que alguna vez estuvieron en los atrios de la casa del Se�or oa los miembros infieles de la Iglesia cristiana.

Ellos, como los jud�os de anta�o, "echar�an fuera" a los humildes disc�pulos que Jes�s "encontr�"; 2 y los ech� fuera. ( 1 Juan 9:34; 2 Juan 1:9 : 35)

Si la explicaci�n que se da ahora de los primeros vers�culos de este cap�tulo es correcta, hemos llegado a una etapa muy notable en estas visiones apocal�pticas. Por primera vez, excepto en las cartas a las iglesias, 1 tenemos una clara l�nea de distinci�n entre las partes profesantes y verdaderas de la Iglesia de Cristo, o, como se puede expresar de otra manera, entre los "llamados" y el elegido." 2 A�n no hemos visto hasta qu� punto la misma distinci�n nos encontrar� en visiones posteriores de este libro.

Por el momento, puede ser suficiente decir que el trazado de tal distinci�n se corresponde exactamente con lo que podr�amos haber estado preparados para esperar. Nada puede ser m�s seguro que eso en las cosas que realmente lo rodean. San Juan contempl� el molde y el tipo de las cosas que vendr�an. Ahora Jerusal�n, la Iglesia de Dios en Israel, conten�a dos clases dentro de sus muros: aquellos que estaban cumpliendo su alto destino y aquellos por quienes ese destino fue mal entendido, despreciado y desechado.

�No ha sido siempre lo mismo en la Iglesia cristiana? Si el mundo entr� en uno, �no ha entrado tan desastrosamente en el otro? Ese campo que es "el reino de los cielos" sobre la tierra nunca ha querido ciza�a tan bien como trigo. Crecen juntos y ning�n hombre puede separarlos. Cuando llegue el momento apropiado, Dios mismo dar� la palabra; los �ngeles se llevar�n la ciza�a, y el gran labrador recoger� el trigo en su granero.

(1 Apocalipsis 2:24 ; Apocalipsis 3:1 ; Apocalipsis 3:4 ; Apocalipsis 2 Comp. Mateo 22:14 )

4. A�n queda una pregunta: �Cu�l es el significado de los cuarenta y dos meses durante los cuales la ciudad santa ser� hollada por las naciones? La misma expresi�n nos encontramos en Apocalipsis 13:5 , donde se dice que "a la bestia se le dio autoridad para continuar cuarenta y dos meses". Pero cuarenta y dos meses son tambi�n tres a�os y medio, habiendo consistido el a�o jud�o en doce meses, excepto cuando se insert� un mes intercalado entre los doce para preservar la armon�a entre las estaciones y la rotaci�n del tiempo.

Por lo tanto, se alude nuevamente al mismo per�odo en Apocalipsis 12:14 , cuando se dice de la mujer que huy� al desierto que est� all� alimentada por "un tiempo, tiempos y medio tiempo". Una vez m�s, leemos en Apocalipsis 11:3 y en Apocalipsis 12:6 de un per�odo denotado por "mil doscientos sesenta d�as"; y una comparaci�n de este �ltimo pasaje con Apocalipsis 11:14 del mismo cap�tulo muestra claramente que es equivalente a los tres tiempos y medio o a�os.

Tres y medio multiplicado por trescientos sesenta, el n�mero de d�as del a�o jud�o, nos da exactamente los mil doscientos sesenta d�as. Estos tres per�odos, por tanto, son los mismos. Por qu� deben adoptarse las diferentes designaciones es otra cuesti�n a la que, hasta donde sabemos, no se ha dado todav�a una respuesta satisfactoria, aunque puede ser que, por alguna raz�n oculta, el Vidente contemple en "meses" una expresi�n adecuada. para el dominio del mal, en "d�as" uno apropiado para los sufrimientos de los buenos.

El fundamento de este m�todo de mirar la historia de la Iglesia se encuentra en el libro de Daniel, donde leemos acerca de la cuarta bestia, o el cuarto reino, "Y hablar� grandes palabras contra el Alt�simo, y consumir� a los santos del Alt�simo, y pens�is en cambiar los tiempos y las leyes; y ser�n entregados en su mano hasta el tiempo, los tiempos y la divisi�n de los tiempos ". 1 El mismo libro nos ayuda tambi�n a responder la pregunta sobre el per�odo particular de la historia de la Iglesia denotado por los d�as, meses o a�os a los que se hace referencia, porque en otro pasaje el profeta dice: "Y �l confirmar� el pacto con muchos durante una semana: ya la mitad de la semana har� cesar el sacrificio y la ofrenda.

"2 Por lo tanto, los tres a�os y medio, o la mitad de siete a�os, denotan el per�odo completo que se extiende desde el cese del sacrificio y la oblaci�n. En otras palabras, denotan la era cristiana desde su comienzo hasta su fin, y que m�s especialmente del lado de su car�cter perturbado y quebrantado, del poder que en �l ejerce el mal, de las angustias y sufrimientos del bien. Durante �l los disc�pulos del Salvador no alcanzan la plenitud de su descanso; su victoria es no ganado.

Idealmente es as�; siempre ha sido as� desde que Jes�s venci�: pero a�n no se ha ganado en las realidades reales del caso; y, aunque en cierto sentido todos los privilegios celestiales son de ellos, sus dificultades son tan grandes y sus oponentes tan numerosos y poderosos, que la verdadera expresi�n de su estado es siete a�os rotos, o tres a�os y medio. Durante este tiempo, en consecuencia, la ciudad santa se representa como pisoteada por las naciones.

Los que se encuentran a gusto en Sion puede que no lo sientan; pero para los verdaderos disc�pulos de Jes�s se cumple la profec�a de su Maestro: "En el mundo tendr�is tribulaci�n". * (1 Daniel 7:25 ; Daniel 2 Daniel 9:27 ; Daniel 3 Juan 16:33)

La visi�n ahora procede:

Y dar� poder a mis dos testigos, y ellos profetizar�n mil doscientos sesenta d�as, vestidos de cilicio. Estos son los dos olivos y los dos candeleros que est�n delante del Se�or de la tierra. si desea hacerles da�o, de su boca sale fuego y devora a sus enemigos; y si alguno quisiere hacerles da�o, de esta manera debe ser muerto.

Estos tienen poder para cerrar los cielos, para que no llueva durante los d�as de su profec�a; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces deseen. Y cuando hayan terminado su testimonio, la bestia que sube del abismo har� guerra contra ellos, los vencer� y los matar�. Y su cad�ver yace en la plaza de la gran ciudad, que espiritualmente se llama Sodoma y Egipto, donde tambi�n su Se�or fue crucificado.

Y de entre los pueblos y tribus y lenguas y naciones los hombres miran su cad�ver durante tres d�as y medio, y no permiten que sus cad�veres sean depositados en una tumba. Y los moradores de la tierra se regocijan con ellos y se regocijan; y se enviar�n regalos unos a otros; porque estos dos profetas atormentaron a los moradores de la tierra. Y despu�s de tres d�as y medio, el aliento de vida de Dios entr� en ellos, y se pusieron de pie; y cay� gran temor sobre los que los vieron.

Y oyeron una gran voz del cielo que les dec�a: Subid ac�. Y subieron al cielo en la nube; y sus enemigos los vieron. Y en esa hora hubo un gran terremoto, y la d�cima parte de la ciudad cay�; y murieron en el terremoto siete mil personas; y el resto se asust� y dio gloria al Dios del cielo ( Apocalipsis 11:3 ) ".

Las figuras de esta parte de la visi�n, como las de la primera parte, est�n extra�das del Antiguo Testamento. Que el lenguaje no debe entenderse literalmente dif�cilmente admite controversia, porque, sea lo que sea lo que se hubiera pensado de los "dos testigos" si hubi�ramos le�do solo de ellos, la descripci�n dada de sus personas, o de su persona (porque en Apocalipsis 11:8 , donde se hace menci�n de su cad�ver - no "cuerpos" - son tratados como uno), de su trabajo, de su muerte y de su resurrecci�n y ascensi�n, es tan obviamente figurativo que hace necesario ver todo el pasaje en esa luz.

Los elementos principales de la figura son proporcionados por el profeta Zacar�as. "Y el �ngel que hablaba conmigo", dice el profeta, "volvi� y me despert�, como un hombre que se despierta del sue�o, y me dijo: �Qu� ves? Y yo dije: He mirado, y He aqu� un candelero todo de oro, con un cuenco sobre �l, y sus siete l�mparas sobre �l, y siete tubos para las siete l�mparas, que est�n sobre �l; y dos olivos junto a �l, uno a la derecha de el cuenco, y el otro a su lado izquierdo.

Respond�, pues, y le habl� al �ngel que hablaba conmigo, diciendo: �Qu� son estos, se�or m�o? Entonces �l respondi� y me habl�, diciendo: Esta es la palabra de Jehov� a Zorobabel, que dice: No con ej�rcito ni con fuerza, sino con mi Esp�ritu, dice Jehov� de los ej�rcitos. �Qui�n eres t�, oh gran monte? Delante de Zorobabel ser�s una llanura; y �l sacar� su l�pida con j�bilo, clamando: Gracia, gracia a ella.

. Entonces respond�, y le dije: �Qu� son estos dos olivos al lado derecho del candelero y al lado izquierdo del mismo? Y respond� otra vez, y le dije: �Qu� son estos dos ramos de olivo que por los dos tubos de oro vac�an el aceite de oro? Y �l respondi� y me dijo: �No sabes qu� son estos? Y dije: No, mi se�or. Entonces dijo: Estos son los dos ungidos, que est�n junto al Se�or de toda la tierra.

"1 En estas palabras, de hecho, leemos s�lo de un candelero de oro, mientras que ahora leemos de dos. Pero ya hemos descubierto que el Vidente del Apocalipsis, al usar las figuras a las que estaba acostumbrado, no se vincula a todos. sus detalles; y la �nica inferencia que puede extraerse de esta diferencia, as� como de la circunstancia ya se�alada en Apocalipsis 11:8 , es que el n�mero "dos" debe considerarse menos en s� mismo que como un fortalecimiento de la idea de el numero uno.

Esta circunstancia demuestra adem�s que los dos testigos no se pueden dividir entre los dos olivos y los dos candeleros, como si un testigo fuera el primero y el otro el segundo. Ambos tomados en conjunto expresan la idea de ser testigo, y a la completa elucidaci�n de esa idea pertenecen tambi�n el olivo y el candelero. El testimonio es alimentado por corrientes perpetuas de ese aceite celestial, de esa unci�n del Esp�ritu, que est� representado por el olivo; y alumbra alrededor como el candelero.

Los dos testigos, por lo tanto, no son dos individuos que se levantar�n durante el curso de la historia de la Iglesia, para que den testimonio de los hechos y principios de la fe cristiana. El Vidente de hecho puede haber recordado que hab�a sido el plan de Dios en el pasado comisionar a Sus siervos, no individualmente, sino en parejas. Puede haber recordado a Mois�s y Aar�n, Josu� y Caleb, El�as y Eliseo, Zorobabel y Josu�, o puede haber pensado en el hecho de que nuestro Se�or envi� a Sus disc�pulos de dos en dos.

La probabilidad, sin embargo, es que, al hablar de "testificar", pens� principalmente en ese precepto de la ley que requer�a el testimonio de dos testigos para confirmar una declaraci�n. Sin embargo, no se limita al pensamiento de dos testigos individuales, por eminentes que sean, que en un trabajo fiel llenar�n su breve per�odo de vida humana y morir�n. El testimonio que tiene a la vista es que todo el pueblo de Cristo debe darlo, en todas partes y durante toda la era cristiana.

Desde el primer hasta el �ltimo momento de la historia de la Iglesia en este mundo, habr� aquellos que se levantar�n y nunca dejar�n de profetizar o, en otras palabras, dar testimonio de la verdad de Dios tal como es en Jes�s. La tarea ser� dif�cil, pero no la rehuir�n. Se vestir�n de cilicio, pero sus vestiduras de verg�enza contar�n como vestiduras de honor. Ocupar�n el puesto de Aquel que, en los d�as de Su humillaci�n, fue el "Testigo fiel y verdadero".

"Alimentados por el Esp�ritu que estaba en �l, ser�n, como �l, la luz del mundo, 2 para que Dios nunca se quede sin algunos, al menos, que testifiquen de �l. (1 Z Zacar�as 4 ; 2 Juan 1:8 :.. 12 Comp Mateo 5:14 )

Habiendo hablado de las personas de los dos testigos, San Juan procede a describir el poder con el que, en medio de su aparente debilidad, se apoya su testimonio; y una vez m�s encuentra en las historias m�s sorprendentes del Antiguo Testamento los materiales con los que construye su brillante imaginaci�n.

In the first place, fire proceedeth out of their mouth, and devoureth their enemies, so that these enemies are killed by the manifest judgment of God, and even, in His righteous retribution, by the very instrument of destruction they would have themselves employed. Elijah and the three companions of Daniel are before us, when at the word of Elijah fire descended out of heaven, and consumed the two captains and their fifties, 1 and when the companions of Daniel were not only left unharmed amidst the flames, but when the fire leaped out upon and slew the men by whom they had been cast into the furnace.

2 Este fuego que sale de la boca de los dos testigos es como la espada aguda de dos filos que sale de la boca del Hijo del Hombre en la primera visi�n del libro. 3 En segundo lugar, los testigos tienen poder para cerrar el cielo, para que no llueva durante los d�as de su profec�a. El�as est� de nuevo ante nosotros cuando exclam� en presencia de Acab: "Vive el Se�or Dios de Israel, delante de quien estoy, que no habr� lluvia ni roc�o en estos a�os, sino seg�n mi palabra", y cuando "llovi�". no en la tierra durante tres a�os y seis meses.

"4 Finalmente, cuando se nos dice que los testigos tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces lo deseen, nos acordamos de Mois�s y de las plagas infligidas por �l. sobre los opresores de Israel en Egipto. (1 2 Reyes 1:10 ; 2 Reyes 1:12 ; 2 Reyes 2 Daniel 3:22 ; Daniel 3 Apocalipsis 1:16 ; Apocalipsis 4 1 Reyes 17:1 ; Santiago 5:17 )

Las tres figuras ense�an la misma lecci�n. El Todopoderoso no ha efectuado ninguna liberaci�n para Su pueblo en el pasado que no est� dispuesto a repetir. El Dios de Mois�s, El�as y Daniel es el inmutable Jehov�. Ha hecho con Su Iglesia un pacto eterno; y las manifestaciones m�s sorprendentes de su poder en tiempos pasados ??"sucedieron a modo de ejemplo, y fueron escritas para nuestra amonestaci�n, sobre quienes han llegado los fines de los siglos". * (* 1 Corintios 10:11 )

Por tanto, en consecuencia, la Iglesia termina su testimonio. 1 As� sucedi� con nuestro Se�or en su oraci�n de sumo sacerdote y en la cruz: "Yo te glorifiqu� en la tierra, habiendo cumplido la obra que me diste que hiciera"; "Esta terminado." 2 Pero esta "terminaci�n" de su testimonio por parte de los dos testigos apunta a m�s que el final de los tres a�os y medio considerados simplemente como un per�odo de tiempo.

En la mente del Vidente no est� presente el pensamiento del tiempo solo, sino de la finalizaci�n del testimonio. En todo momento de la historia de los verdaderos disc�pulos de Cristo, esa culminaci�n la alcanzan algunos de ellos. A lo largo de los tres a�os y medio, su testimonio se lleva con poder y se termina con triunfo, de modo que el mundo siempre est� sin excusa. (1 Apocalipsis 11:7 ; Apocalipsis 2 Jn 17: 4; Juan 19:30 )

Habiendo hablado del poder de los testigos, San Juan se dirige a continuaci�n al pensamiento de su malvado destino. La bestia que sube del abismo har� guerra contra ellos, los vencer� y los matar�. Esta "bestia" a�n no ha sido descrita; pero es una caracter�stica del Ap�stol, tanto en el cuarto Evangelio como en el Apocalipsis, anticipar a veces lo que est� por venir y presentarnos a personas a quienes solo aprenderemos a conocer plenamente en un punto posterior de su narraci�n. .

Ese es el caso aqu�. Esta bestia nos volver� a encontrar en el cap. 13 y cap. 17, donde veremos que es el poder concentrado de un mundo material y visible en su oposici�n a un mundo espiritual e invisible. Tambi�n conviene se�alar que la representaci�n dada de la bestia nos presenta uno de los contrastes m�s llamativos de San Juan, y uno que debemos recordar cuidadosamente si queremos entender sus visiones.

�Por qu� hablar de su "salida del abismo"? Porque la bestia es el contraste del Salvador resucitado . Solo despu�s de Su resurrecci�n, nuestro Se�or entr� en Su dominio como Rey, Cabeza y Guardi�n de Su pueblo. De la misma manera, solo despu�s de una resurrecci�n que se le atribuye burlonamente, esta bestia alcanza su rango completo de influencia. Luego, en el colmo de su furor y en la c�spide de su poder, se opone a los testigos de Cristo.

De hecho, no puede impedirles que realicen su trabajo; terminar�n su testimonio a pesar de ello; pero, cuando se haga, obtendr� un aparente triunfo. As� como el Hijo de Dios fue clavado en la cruz, y en esa hora de su debilidad pareci� ser conquistado por el mundo, as� ser� con ellos. Ser�n vencidos y asesinados.

Tampoco es eso todo, pues su cad�ver (no los cad�veres 1) es tratado con la mayor contusi�n. Se encuentra en la amplia calle abierta de la gran ciudad, que las palabras donde tambi�n su Se�or fue crucificado muestran claramente que es Jerusal�n. �Pero Jerusal�n! �En qu� aspecto se la contempla aqu�? No como "la ciudad santa", "la ciudad amada", la Sion que Dios hab�a deseado para su habitaci�n, y de la cual hab�a dicho: "Este es mi reposo para siempre; aqu� habitar�, porque lo he deseado, "2 pero Jerusal�n degenerada, Jerusal�n lleg� a ser como Sodoma por su iniquidad, y como Egipto por su opresi�n del Israel de Dios.

El lenguaje es fuerte, tan fuerte que muchos int�rpretes han considerado imposible aplicarlo a Jerusal�n en ning�n sentido, y han imaginado que no ten�an m�s alternativa que pensar en Roma. Sin embargo, no es m�s fuerte que el lenguaje usado muchas veces por los profetas de la antig�edad: "Gobernantes de Sodoma, o�d la palabra del Se�or; escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra. �C�mo es la ciudad fiel? �convi�rtete en una ramera !.

la justicia morada en ella; pero ahora asesinos ". 3 (1 Ver Margen de RV; 2 Salmo 132:13 ; Salmo 3 Isa�as 1:10 ; Isa�as 1:21 )

Sin embargo, si esta ciudad es Jerusal�n, �qu� representa? Seguramente, por las razones ya expuestas, ni los verdaderos disc�pulos de Jes�s, ni las naciones paganas del mundo. Tenemos ante nosotros la Iglesia degenerada, la Iglesia que se ha conformado con el mundo. Que la Iglesia contempla a los fieles testigos de la mentira de Cristo Crucificado al descubierto. Sus heridas no dejan huella en su coraz�n y no hacen brotar l�grimas de sus ojos.

Incluso invita al mundo al espect�culo; y el mundo, siempre deseoso de escuchar la voz de una Iglesia degenerada, responde a la invitaci�n. "Mira", y obviamente sin conmiseraci�n, a la forma postrada y destrozada que ha ca�do en la contienda. Esto lo hace durante tres d�as y medio, la mitad de siete, un per�odo interrumpido de angustia; y no permitir� que el cad�ver sea depositado en una tumba.

Es m�s, el mundo no se contenta ni siquiera con su victoria. Despu�s de la victoria debe tener su triunfo; y ese triunfo se nos presenta en una de las im�genes m�s maravillosas del Apocalipsis, cuando los que habitan en la tierra - es decir, los hombres del mundo - de entre los pueblos y tribus y lenguas y naciones, habiendo escuchado la Llamado de la Iglesia degenerada, se alegran de pensar en lo que han hecho.

Se regocijan por los cad�veres y se regocijan: y se env�an regalos unos a otros; porque estos dos profetas atormentaron a los moradores de la tierra. Recordamos a Herodes y Pilato, quienes, cuando el gobernador jud�o envi� a Jes�s a su hermano pagano, "se hicieron amigos ese mismo d�a". 1 Pero recordamos m�s. En el libro de Nehem�as encontramos menci�n de esa gran fiesta de los Tabern�culos que fue observada por el pueblo cuando escucharon de nuevo, despu�s de un largo silencio, el libro de la ley, y cuando "hubo una gran alegr�a".

"En relaci�n inmediata con esta fiesta, Nehem�as dijo al pueblo:" Id, comed la grosura y bebed el dulce, y enviad porciones a aquellos para quienes nada est� preparado; porque este d�a es santo para el Se�or; lo siento; porque el gozo del Se�or es vuestra fuerza "2; mientras que constitu�a tambi�n una parte del alegre ceremonial de la fiesta de la dedicaci�n del Templo que los jud�os hac�an los d�as de la fiesta" d�as de banquete y alegr�a, y de env�o porciones unas a otras y d�divas a los pobres.

"3 Teniendo en cuenta estos pasajes, y recordando el estilo general y la manera de San Juan, no podemos dudar en reconocer en la fiesta de estos vers�culos la Fiesta de los Tabern�culos del mundo, el contraste y la contraparte de la fiesta de la Iglesia ya hablada. de en la segunda visi�n consoladora del cap�tulo 7. (1 Lucas 23:12 ; Lucas 2 Nehem�as 8:10 ; Nehem�as 3 Ester 9:22 )

Si es as�, �qu� imagen presenta! - la Iglesia degenerada que invita al mundo a celebrar una fiesta sobre los cad�veres de los testigos de Cristo, y el mundo acepta la invitaci�n; la primera acomod�ndose a las costumbres de la segunda, y la segunda acogiendo la acomodaci�n; el uno no proclama doctrinas desagradables y no exige sacrificios dolorosos, el otro saluda con satisfacci�n la perspectiva de un yugo f�cil y de una compra barata de eternidad y de tiempo.

La imagen puede parecer demasiado terrible para ser verdad. Pero recordemos primero que, como todas las im�genes del Apocalipsis, es ideal, mostr�ndonos el funcionamiento de los principios en su �ltimo efecto, no en el primero; y luego pregunt�monos si nunca hemos le�do, o si nosotros mismos hemos visto, tal estado de cosas realmente realizado. �La Iglesia nunca se ha convertido en el mundo con el pretexto de ganar el mundo? �Nunca ha dicho cosas suaves o profetizado enga�os para poder atraer a aquellos que no soportar�n la idea de la dureza en el servicio religioso, y prefieren abrazar lo que en sus corazones internos saben que es una mentira que una amarga verdad? Este espect�culo se ha presenciado a menudo y, sin embargo, se presencia todos los d�as.

Uno puede comprender las costumbres del mundo y, incluso cuando se lamenta de que sus motivos no son mayores, puede amar a sus ciudadanos y respetar sus virtudes. Pero se alcanza un escal�n mucho m�s bajo en la declinaci�n cuando la plata de la Iglesia se vuelve escoria, cuando su vino se mezcla con agua, y cuando su voz ya no condena, ya no "atormenta a los que habitan en la tierra".

Sin embargo, en medio de toda su tribulaci�n, la porci�n fiel de la Iglesia tiene una recompensa gloriosa. Han sufrido con Cristo, pero tambi�n reinar�n con �l. Despu�s de todas sus pruebas en la vida, despu�s de su muerte, y despu�s del tiempo limitado durante el cual incluso estando muertos han sido deshonrados, vuelven a vivir. El aliento de vida de Dios entr� en ellos. Siguiendo a Aquel que es las primicias de los que duermen, se pusieron de pie.

1 Se oyeron una gran voz del cielo, que les dec�a: Subid ac�. Subieron al cielo en la nube; y all� se sientan con el Redentor vencedor en Su trono, as� como �l venci� y se sent� con Su Padre en Su trono. 2 Todo esto tambi�n tiene lugar en la misma presencia de sus enemigos, sobre quienes cay� un gran temor. Incluso la naturaleza simpatiza con ellos.

Habiendo esperado la revelaci�n de los hijos de Dios, y con la esperanza de que ella tambi�n sea liberada de la esclavitud de la corrupci�n a la libertad de la gloria de los hijos de Dios, 3 ella saluda su triunfo final. Hubo un gran terremoto, la d�cima parte de la ciudad (es decir, de Jerusal�n) cay�; y en el terremoto murieron siete mil personas. Es innecesario decir que las palabras son figurativas y simb�licas, denotando con toda probabilidad simplemente juicio, pero juicio restringido.

(1 Comp. Apocalipsis 5:6 ; Apocalipsis 2 Apocalipsis 3:21 ; Apocalipsis 3 Romanos 8:19 ; Romanos 8:21 )

S�lo las �ltimas palabras de la visi�n exigen una atenci�n m�s particular: los dem�s se asustaron y dieron gloria al Dios del cielo. El pensamiento es el mismo que nos encontramos cuando se nos dijo al final de la sexta Trompeta que "el resto de la humanidad que no fue muerta con estas plagas no se arrepinti�". * No hay arrepentimiento, no hay conversi�n. Hay terror; hay alarma; hay un tributo de asombro al Dios del cielo que ha reivindicado tan notablemente su propia causa; pero no hay nada m�s.

Tampoco se nos dice lo que puede o no seguir en alguna escena futura. Para el Vidente, el triunfo final del bien y el derrocamiento final del mal son suficientes. Puede ser paciente y, en lo que respecta a las personas, puede dejar el asunto en manos de Dios. (* Apocalipsis 9:20 )

Las dos visiones consoladoras interpuestas entre la sexta y la s�ptima Trompetas han terminado, y no podemos dejar de ver el gran avance que suponen las dos visiones de similar tipo interpuestas entre el sexto y el s�ptimo Sellos. Toda la acci�n ha progresado. En una etapa anterior, se puede decir que la Iglesia estuvo escondida en el hueco de la mano del Todopoderoso. En el pensamiento de la "gran tribulaci�n" que la espera, ha sido sellada, mientras que la paz y la alegr�a de su nueva condici�n se han puesto ante nosotros, ya que no tiene hambre ni sed, sino que es guiada por su Divino Pastor a verdes pastos y a fuentes de las aguas de la vida.

En esta �ltima etapa se encuentra en medio de su conflicto y sus sufrimientos. Ella est� en el fragor de su guerra, en el extremo de su estado perseguido. Desde la altura en que nos encontramos no miramos una llanura tranquila y apacible, con reba�os de ovejas descansando en sus prados; miramos hacia un campo donde los hombres armados se han encontrado en el impacto de la batalla. Est� el revuelo, la emoci�n, el tumulto de la lucha mortal por una libertad superior a la terrenal, por hogares m�s queridos que los terrenales.

Puede haber un rechazo temporal y una rendici�n moment�nea incluso del lado de los buenos, pero siguen adelante. El Capit�n de su salvaci�n est� a la cabeza; y paso a paso se gana terreno fresco, hasta que por fin suena la victoria y estamos listos para la s�ptima trompeta.

Antes de que suene hay una advertencia similar a la que precedi� al sonido del quinto y sexto *: (* Apocalipsis 8:13 ; Apocalipsis 9:12 ) -

"El segundo Ay ha pasado; he aqu�, el tercer Ay viene pronto ( Apocalipsis 11:14 )".

Estas palabras deben estar conectadas con el cierre del cap�tulo 9, todo lo que est� contenido en los cap�tulos. 10 y 11: 1-13 son, como hemos visto, epis�dicos.

Ahora suena la s�ptima trompeta:

"Y el s�ptimo �ngel toc� la trompeta; y siguieron grandes voces en el cielo, que dec�an: El reino del mundo ha llegado a ser el reino de nuestro Se�or y de su Cristo; y �l reinar� por los siglos de los siglos. Veinte ancianos, que se sientan ante Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios, diciendo: Te damos gracias, oh Se�or, Dios Todopoderoso, que eres y que eras, porque has tomado tu gran poder, y reinaste.

Y las naciones se despertaron a ira, y vino tu ira, y el tiempo de los muertos para ser juzgados, y el tiempo de dar su recompensa a tus siervos los profetas, tanto los santos como los que temen tu nombre, el peque�o y el peque�o. grande, y para destruir a los que destruyen la tierra. Y se abri� el templo de Dios que est� en el cielo, y se vio en su templo el arca de su pacto; y siguieron rel�mpagos, voces, truenos, terremotos y granizo ( Apocalipsis 11:15 ) ".

1. Por el reino del mundo del que se habla aqu� se quiere decir que el dominio sobre el mundo en su conjunto se ha convertido en posesi�n de nuestro Se�or y de Su Cristo; y ser� Suyo por los siglos de los siglos. No hay contradicci�n entre esta afirmaci�n de San Juan y la de San Pablo cuando, hablando del Hijo, el �ltimo Ap�stol dice: "Y cuando todas las cosas le hayan sido sujetas, entonces tambi�n el Hijo mismo se sujetar� a �l. que le sujet� todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.

"1 El" reino "del que habla San Pablo es el que ejerce nuestro Se�or para someter a sus enemigos, y debe llegar necesariamente a su fin cuando ya no haya enemigos que someter. El reino al que nos referimos aqu� es el dominio de Cristo como Cabeza y Rey de Su Iglesia, y de ese dominio no hay fin. De mayor importancia quiz�s sea observar que cuando se dice en las palabras que tenemos ante nosotros: El reino del mundo se ha convertido en el reino de nuestro Se�or, y de Su Cristo, no hay nada que lleve a la suposici�n de que este "reino" se convierte en Cristo por la conversi�n del mundo.

El significado simplemente es que el mal ha sido finalmente y para siempre sofocado, que el bien finalmente y para siempre triunfa. No se puede hacer ninguna inferencia en cuanto al destino de las personas malvadas m�s all� de esto: que no se encontrar�n en "los cielos nuevos y la tierra nueva en los que mora la justicia". 2 Si se necesitaran pruebas adicionales sobre este punto, las proporcionar�a el hecho de que en casi las siguientes palabras siguientes leemos acerca de las naciones que est�n despertando a la ira.

Estos son los malvados sobre quienes cae el juicio; y, en lugar de convertirse, se despiertan al �ltimo y m�s alto estallido de la maldad que brota de la desesperaci�n. (1 1 Corintios 15:28 ; 1 Corintios 2 2 Pedro 3:13 )

2. El c�ntico de los veinticuatro ancianos. Ya hemos tenido ocasi�n de notar ese c�ntico de los representantes de la creaci�n redimida en el que los cuatro seres vivientes celebraban "al Se�or, Dios, Todopoderoso, que era y que es y que ha de venir". * El c�ntico que ahora tenemos ante nosotros, cantado por los representantes de la Iglesia glorificada, est� elaborado precisamente en el mismo molde de tres atribuciones de alabanza al Se�or .

Pero en el tercer miembro hay una diferencia importante, omiti�ndose las palabras "y lo que vendr�". La explicaci�n es que el Se�or ha venido. La presente dispensaci�n est� llegando a su fin. (* Apocalipsis 4:8 )

3. A continuaci�n se describen los eventos del cierre. Es el tiempo de los muertos para ser juzgados y el tiempo de dar recompensa a los siervos fieles de Dios, a cualquier parte de la humanidad a la que hayan pertenecido y cualquiera que sea el puesto que hayan ocupado en la vida. Toda la familia del hombre se divide en dos grandes clases, y para una hay juicio, para la otra recompensa.

4. Antes de continuar, conviene llamar la atenci�n sobre uno o dos detalles de estos vers�culos que, aunque no est�n especialmente relacionados con el significado general del pasaje que es el objeto principal de este comentario, pueden ayudar a aclarar sobre el estilo del Ap�stol y la estructura de su obra.

(l) Por eso es importante observar su uso de la palabra profetas . Las personas de las que se habla est�n obviamente en contraste con "las naciones" y "los muertos para ser juzgados", y deben incluir a todos los que son fieles hasta la muerte. Ya hemos visto que todo verdadero seguidor de Cristo es a los ojos de San Juan un m�rtir, y que cuando piensa en los m�rtires de la Iglesia, tiene a la vista un c�rculo mucho m�s amplio que el de aquellos que encuentran la muerte a espada o en la estaca.

Para sus concepciones ideales de las cosas, el esp�ritu m�rtir hace m�rtir, y el esp�ritu m�rtir debe gobernar en cada disc�pulo del Crucificado. De la misma manera, el esp�ritu prof�tico hace al profeta, y de ese esp�ritu no puede faltar ning�n verdadero seguidor de Aquel en quien culmin� la profec�a. En este mismo cap�tulo hemos le�do que "profetizar" es obra de los dos testigos que son s�mbolo de toda la Iglesia cristiana, y que profetizan durante los mil doscientos sesenta d�as de su peregrinaje.

Por lo tanto, no debemos suponer que aquellos aqu� llamados "profetas" sean profetas en el sentido m�s estricto de la palabra, o ministros comisionados de Cristo. Todo el pueblo de Cristo son sus "siervos los profetas", y el idealismo de San Juan aparece claramente en la designaci�n que se les da.

(2) La siguiente cl�usula, que hemos traducido de una manera ligeramente diferente a la de las Versiones Autorizada y Revisada, no es menos importante: tanto los santos como los que temen Tu nombre, en lugar de "ya los santos ya los que temen tu nombre. " Es la manera de San Juan detenerse en primera instancia en una caracter�stica del objeto del que habla, y luego agregar otras caracter�sticas que le pertenecen, igualmente importantes, puede ser, en s� mismas, pero sin ocupar un lugar tan prominente. un lugar en la l�nea de pensamiento que est� persiguiendo en ese momento.

Se ofrece una ilustraci�n de esto en Juan 14:6 , donde las palabras de Jes�s se dan en la forma: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida". El contexto muestra que el �nfasis descansa totalmente en Jes�s como "el Camino", y que la adici�n de las palabras "la Verdad y la Vida" s�lo se hace para realzar y completar el pensamiento.

Aqu�, de la misma manera, el contenido de lo que est� involucrado en el t�rmino "los profetas" se completa con una declaraci�n adicional de lo que son los profetas. Son "los santos y los que temen el nombre de Dios". La doble estructura de esta declaraci�n, sin embargo, ilustra nuevamente la manera de San Juan. "Los santos" es, propiamente hablando, un ep�teto jud�o, mientras que todo lector de los Hechos de los Ap�stoles est� familiarizado con el hecho de que "los que temen a Dios" era un t�rmino aplicado a los pros�litos gentiles del juda�smo.

Tenemos as� un ejemplo del m�todo de San Juan de considerar el tema que trata desde un doble punto de vista, el primero jud�o, el segundo gentil. No est� pensando en dos divisiones de la Iglesia. La Iglesia es una; todos sus miembros constituyen un solo Cuerpo en Cristo. Pero visto desde el punto de vista jud�o, son "los santos"; de los gentiles, son los que "temen tu nombre".

(3) Los vers�culos en consideraci�n ofrecen una clara ilustraci�n del amor de San Juan por presentar el juicio bajo la forma de la lex talionis . Las naciones fueron "despertadas a la ira", y sobre ellas "vino la ira" de Dios. Hab�an "destruido la tierra" y Dios los "destruir�a". Al estudiar el Apocalipsis, todas las peculiaridades de estilo o estructura deben estar presentes en la mente. Con frecuencia son gu�as valiosas para la interpretaci�n.

La s�ptima trompeta ha sonado y el fin ha llegado. Se ha alcanzado un momento glorioso en el desarrollo del plan del Todopoderoso; y la mente del Vidente es exaltada y cautivada por la perspectiva. Sin embargo, no contempla la desaparici�n de la tierra y los cielos actuales, ninguna traslaci�n del reinado del bien a una regi�n espiritual invisible y hasta ahora no visitada del universo. Ser�a contrario a la fraseolog�a habitual de su libro entender por el cielo , en el que ve el arca del pacto de Dios, una localidad, un lugar "m�s all� de las nubes y m�s all� de la tumba.

"Su empleo de las palabras contrastadas" tierra "y" cielo "a lo largo de toda su serie de visiones lleva m�s bien a la suposici�n de que por estas �ltimas hemos de entender esa regi�n, dondequiera que est�, en la que s�lo dominan los principios espirituales. puede estar aqu�; puede estar en otra parte; parece dif�cilmente posible decirlo: pero cuanto m�s se adentre el lector en el esp�ritu de este libro, m�s dif�cil le resultar� resistir la impresi�n de que St.

Juan piensa en este mundo presente no solo como el escenario de la gran lucha entre el bien y el mal, sino tambi�n, cuando ha sido limpiado y purificado, como el asiento de la justicia eterna. Estas, en el caso actual, son palabras impactantes: "para destruir a los que destruyen la tierra". �Por qu� no destruir la tierra misma si s�lo va a ser quemada? �Por qu� hablar de �l en t�rminos que conduzcan casi directamente a la suposici�n de que se conservar� aunque perezcan sus destructores? Mientras que, por otro lado, si Dios al principio lo pronunci� como "muy bueno"; si puede ser un hogar de verdad, pureza y santidad; y si ser� el escenario del futuro y glorioso reinado de Cristo, entonces podemos decir con justicia: �Ay de los que destruyen la morada, el palacio, que ahora se preparan para el Pr�ncipe de paz!

Sea como fuere, fue un cierre apropiado de los juicios de las siete Trompetas que el "templo" de Dios, que es el santuario m�s interno o santuario de Su templo, se abriera. Ahora no hab�a necesidad de que Dios fuera "un Dios que se esconde". 1 Si en la tierra no hab�a nadie m�s que puros de coraz�n, �por qu� no iban a verle? 2 �l habitar�a en ellos y andar�a en ellos. 3 El tabern�culo del Se�or volver�a a estar con los hombres.

4 (1 Isa�as 45:15 ; Isa�as 2 Mateo 5:8 ; Mateo 3 2 Corintios 6:16 ; 2 Corintios 4 Apocalipsis 21:3 )

Cuando tambi�n se abri� el santuario, �qu� espect�culo m�s apropiado se pudo ver que "el arca de Su pacto", el s�mbolo de Su fidelidad, la prenda de ese amor Suyo que permanece inalterado cuando las monta�as parten y las colinas son removidas? �El Dios que guarda el pacto! Ninguna promesa del pasado hab�a fallado, y el pasado era la seriedad del futuro.

Tampoco debemos maravillarnos de los rel�mpagos, las voces, los truenos, el terremoto y el gran granizo que sigui�. Porque Dios hab�a "prometido, diciendo: A�n una vez m�s har� temblar no solo la tierra, sino tambi�n el cielo. Y esta palabra, Una vez m�s, significa la remoci�n de las cosas que son sacudidas, como cosas que son hechas. , para que permanezcan las cosas que no se conmueven ". * (* Hebreos 12:26 )

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Revelation 11". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/revelation-11.html.
 
adsfree-icon
Ads FreeProfile