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Bible Commentaries
Apocalipsis 13

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-18

CAPITULO X.

LOS SEGUNDOS Y TERCEROS GRANDES ENEMIGOS DE LA IGLESIA.

Apocalipsis 13:1

Hemos visto que el prop�sito principal del cap. 12 fue para presentarnos al drag�n, o Satan�s, el primer gran enemigo de la Iglesia. El objeto del cap. 13 es para familiarizarnos con su segundo y tercer gran enemigo, y as� capacitarnos para formarnos una concepci�n distinta de los poderosos enemigos con los que los seguidores de Cristo tienen que luchar. Los dos enemigos a los que se hace referencia se denominan respectivamente "una bestia" ( Apocalipsis 13:1 ) y "otra bestia" ( Apocalipsis 13:11 ), o, como se les denomina generalmente, la primera bestia y la segunda bestia.

A la palabra "bestia" debe asign�rsele en ambos casos su sentido m�s pleno y pre�ado. Las dos "bestias" no son s�lo bestias, sino bestias salvajes, fuertes, feroces, rapaces y crueles, incluso la aparente suavidad y ternura de la segunda est� asociada con esas palabras de drag�n que s�lo pueden provenir de un coraz�n de drag�n. * (* Apocalipsis 13:11 )

El primero se describe as�:

"Y vi una bestia que sub�a del mar, que ten�a diez cuernos e incluso cabezas, y en sus cuernos diez diademas, y en sus cabezas nombres de blasfemia. Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies eran como pies de oso, y su boca como boca de le�n: y el drag�n le dio su poder, su trono y gran autoridad, y vi una de sus cabezas como si hubiera sido degollada hasta la muerte; y la herida de su muerte fue sanada, y toda la tierra se maravill� en pos de la bestia.

Y adoraron al drag�n porque hab�a dado su autoridad a la bestia; y adoraron a la bestia, diciendo: �Qui�n es semejante a la bestia y qui�n podr� pelear con ella? Y se le dio una boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para continuar cuarenta y dos meses. Y abri� su boca para blasfemar contra Dios, para blasfemar contra su nombre y su tabern�culo, contra el tabern�culo en los cielos.

Y le fue dado hacer guerra contra los santos y vencerlos; y se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y naci�n. Y todos los moradores de la tierra le adorar�n, todo aquel cuyo nombre no est� escrito desde la fundaci�n del mundo en el libro de la vida del Cordero que fue degollado. Si alguno tiene o�do, oiga. Si alguno lleva al cautiverio, al cautiverio va; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto. Aqu� est� la paciencia y la fe de los santos ( Apocalipsis 13:1 ) ".

La descripci�n nos remonta a las profec�as de Daniel, y el lenguaje del profeta nos ayuda a comprender el del Vidente. As� habla el primero: "Daniel habl� y dijo: Vi en mi visi�n de noche, y he aqu�, los cuatro vientos del cielo romp�an sobre el gran mar. Y cuatro grandes bestias subieron del mar, diversas el primero era semejante a un le�n, y ten�a alas de �guila; mir� hasta que le arrancaron las alas, y fue levantado de la tierra, y hecho para pararse sobre dos pies como un hombre, y el coraz�n de un hombre era que se le ha dado.

Y he aqu� otra bestia, una segunda, semejante a un oso, que se levantaba de un lado, y ten�a tres costillas en su boca entre sus dientes; y le dijeron as�: Lev�ntate, devora mucha carne. Despu�s de esto mir�, y he aqu� otro, semejante a un leopardo, que ten�a sobre el dorso cuatro alas de ave; la bestia tambi�n ten�a cuatro cabezas; y se le dio dominio. Despu�s de esto vi en las visiones nocturnas, y he aqu� una cuarta bestia, terrible y poderosa, y muy fuerte; y ten�a grandes dientes de hierro: devor� y parti� en pedazos, y pisote� el residuo con sus pies: y era diferente de todas las bestias que hab�an antes de �l; y ten�a diez cuernos.

Consider� los cuernos, y he aqu� que apareci� entre ellos otro cuerno, uno peque�o, ante el cual tres de los primeros cuernos fueron arrancados de ra�z; y he aqu�, en este cuerno hab�a ojos como los ojos de un hombre. , y una boca que habla grandes cosas ". l Estos detalles encarnan la imagen del profeta de la potencia mundial en cuatro fases sucesivas de su manifestaci�n, hasta que culmina en el" cuerno peque�o "; y no es posible dudar que el Vidente, mientras las modifica con la libertad caracter�stica, encuentra en ellas el fundamento de su figura. (* Daniel 7:2 )

En ambos casos existe el mismo origen: el mar barrido por fuertes vientos desde todos los puntos de la br�jula, hasta que las fuerzas opuestas se precipitan unas sobre otras, se mezclan en una confusi�n salvaje, lanzan su roc�o al aire, y luego, oscurecido por el reflejo de las nubes arriba y turbias de arena, se agotan con un rugido largo y hosco sobre la playa. En ambos casos se hace referencia a los mismos animales, aunque en la visi�n de Daniel est�n separados, en la de St.

John combin�: el leopardo, con su repentina y cruel primavera; el oso, con su brutalidad lenta e implacable; y el le�n, con su poder que todo lo conquista. Finalmente, en el caso de ambos se hace menci�n tambi�n de "diez cuernos", que son distintos de la sucesi�n lineal de cabezas. Hasta ahora, por lo tanto, podemos tener pocas dudas en afirmar la conclusi�n a la que llegaron la mayor�a de los comentaristas de que en esta bestia que sale del mar tenemos un emblema de ese poder del mundo que, bajo la gu�a del "pr�ncipe de los mundo ", se opone y persigue a la Iglesia de Cristo. Varios detalles al respecto, sin embargo, a�n exigen nuestro aviso.

1. Los cuernos no deben considerarse distribuidos entre las cabezas, sino m�s bien como un grupo por s� mismos, constituyendo junto con la s�ptima cabeza una manifestaci�n de la bestia distinta de la expresada por cada una de las cabezas separadas. En cierto sentido, la s�ptima cabeza, con sus diez cuernos, es, pues, una de las siete, porque en ellas se expresa la bestia. En otro sentido, es como la "cuarta bestia" del profeta Daniel: "diferente de todas las bestias que fueron antes" y a�n m�s terrible que ellas.

2. Las siete cabezas parecen representar m�s adecuadamente los siete poderes del mundo por los cuales los hijos de Dios hab�an sido perseguidos en el pasado o iban a ser perseguidos en el futuro. De hecho, a menudo se ha supuesto que representan siete formas de gobierno romano o siete emperadores que ocuparon sucesivamente el trono imperial. Pero ninguno de estos sietes puede ser fijado definitivamente por los defensores del pensamiento general; mientras que toda la vena del pasaje sugiere que la bestia que, en la forma ahora tratada, sin duda representa una potencia mundial contigua a toda la tierra, crece en esta forma s�lo en su s�ptima manifestaci�n de cabeza y diez cuernos.

Las otras cabezas son m�s bien preparatorias para la �ltima que para ser clasificadas por igual junto con ella. Por lo tanto, un comienzo natural con el poder perseguidor m�s antiguo mencionado en esa historia b�blica del que el Apocaliptista hace un uso tan extenso, y siguiendo la l�nea hasta el En la �poca del vidente, las siete cabezas parecen representar los poderes egipcios, asirios, babil�nicos, medopersas, griegos y romanos, junto con ese poder, m�s amplio incluso que el romano, que San Juan vio que estaba a punto de enfurecerse en los apresurados d�as de "la �ltima vez" contra la sencillez, la pureza, la santidad y la falta de mundanalidad del peque�o reba�o de Cristo.

Cada uno de estos poderes es una "cabeza". La �ltima es la esencia concentrada, la influencia m�s universal, m�s penetrante de todas. En conjunto, proporcionan, como ninguna otra interpretaci�n, lo que es absolutamente esencial para una correcta comprensi�n de la figura: la idea de integridad.

3. Con tal interpretaci�n tambi�n obtenemos una interpretaci�n natural de la cabeza contemplada como si hubiera sido degollada hasta la muerte; y san� el golpe de su muerte. Otras representaciones no pueden permitirse esto, ya que ninguna forma sucesiva de gobierno en Roma y ning�n emperador sucesivo proporcionan un miembro de su serie del cual se puede decir que primero es asesinado y luego devuelto a una vida de mayor energ�a y acci�n m�s acelerada. .

Sin embargo, sin el pensamiento de la muerte y la resurrecci�n es imposible cumplir con las condiciones del problema. La cabeza de la que se habla en Apocalipsis 13:3 no hab�a sido simplemente herida o golpeada : hab�a sido " degollada hasta la muerte"; y no era simplemente su "herida mortal", 1 o incluso "su golpe de muerte" 2, era el "golpe de su muerte" lo que hab�a sido curado.

Hab�a habido muerte real y resurrecci�n de la muerte, el contraste y la parodia de esa muerte y resurrecci�n que hab�a ca�do sobre el Cordero sacrificado y resucitado. 3 Tal muerte y resurrecci�n solo pueden aplicarse adecuadamente a ese sistema de influencia mundana, o, en otras palabras, a ese "pr�ncipe del mundo", cuyo poder sobre su pueblo Jes�s no fue simplemente para modificar, sino para extinguir.

El Redentor del mundo vino, no solo para herir o debilitar, sino para "destruir" al que ten�a el poder de la muerte, es decir, el diablo, y para dar libertad perfecta y eterna a todos los que permitieran las cadenas. en el que Satan�s los hab�a atado para que fueran quebrantados. 4 Pero la muerte, por as� decirlo, de Satan�s en relaci�n con ellos fue acompa�ada de su resurrecci�n en relaci�n con el mundo, sobre el cual el gran enemigo de las almas ejerci� desde entonces un dominio m�s irresistible que nunca.

El tiempo es el que ya se mencion� en el cap�tulo anterior, cuando el diablo descendi� a la tierra, "teniendo gran ira, sabiendo que le queda poco tiempo". 5 Tampoco hay ninguna dificultad para determinar a cu�l de las siete cabezas de la bestia se aplican la muerte y la resurrecci�n de las que se habla, ya que una comparaci�n de Apocalipsis 17:8 con el pasaje presente muestra que se trata del sexto, o romano, cabeza que St.

John tiene la intenci�n de que su lenguaje se refiera. (1 Apocalipsis 13:3 , AV; 2 Apocalipsis 13:3 , RV; 3 Apocalipsis 5:6 ; Apocalipsis 4 Hebreos 2:14 ; Hebreos 5 Apocalipsis 12:12 )

4. Se debe prestar especial atenci�n al hecho de que es sobre la bestia en su estado de resurrecci�n donde vamos a morar, porque toda la tierra se maravilla en pos de la bestia, no antes, sino posteriormente, hasta el momento en que el golpe de su muerte est� sanada. Tambi�n en esa condici�n, no se cree que est� furioso solo en el imperio romano. Su influencia es universal. Dondequiera que est�n, �l est�: y se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y naci�n.

2 La divisi�n cu�druple indica universalidad absoluta; y toda la tierra , es decir, todos los imp�os, adora a la bestia, incluso todos aquellos cuyo nombre no est� escrito en el libro de la vida del Cordero. 3 As�, enfurecido con una extensi�n de poder que nunca posey� ninguna forma de gobierno romano o ning�n emperador de Roma, tambi�n se enfureci� a lo largo de todo el tiempo, desde la primera hasta la segunda venida del Se�or, porque se le ha dado autoridad para continuar cuarenta y dos meses 4 el per�odo as� denotado que abarca toda la era cristiana desde su comienzo hasta su fin.

(1 Apocalipsis 13:3 ; Apocalipsis 2 Apocalipsis 13:7 ; Apocalipsis 3 Apocalipsis 13:8 ; Apocalipsis 4 Apocalipsis 13:5 )

5. Cabe se�alar tres puntos m�s antes de llegar a la conclusi�n general a la que conduce todo esto. En primer lugar, la bestia es vicegerente de otro poder que act�a a trav�s de �l y por medio de �l. El drag�n le dio su poder, su trono y gran autoridad. El drag�n mismo no act�a directamente. Tiene su representante, vicario o sustituto, en la bestia. En segundo lugar, el culto que "toda la tierra" rinde a la bestia, cuando grita: �Qui�n es semejante a la bestia? �Y qui�n podr� hacerle la guerra?es una obvia imitaci�n de las atribuciones de alabanza a Dios contenidas en no pocos pasajes del Antiguo Testamento: "�Qui�n como el Se�or nuestro Dios, que tiene su asiento en lo alto?"; "�A qui�n, pues, me comparar�is para ser igual a �l? Dice el Santo"; �O�dme, casa de Jacob, y todo el remanente de la casa de Israel.

. �A qui�n me comparar�is, y me har�is igual, y me comparar�is para que seamos semejantes? "1 En tercer lugar, la bestia abre su boca, no s�lo para blasfemar contra Dios, sino contra su tabern�culo, s� tabern�culo en el cielo, 2 expresiones en las que el uso de la palabra tabern�culo M conduce directamente al pensamiento de oposici�n a Aquel que se hizo carne y habit� entre nosotros, y que ahora extiende Su tabern�culo sobre Sus santos.

3 (1 Salmo 113:5 ; Isa�as 40:25 ; Isa�as 46:3 ; Isa�as 46:5 ; Isa�as 2 Apocalipsis 13:6 ; 3 Juan 1:14 ; Apocalipsis 7:15 )

La descripci�n completa de la bestia es as�, en m�ltiples detalles, una parodia del Se�or Jesucristo mismo, la Cabeza y Rey, el Guardi�n y Protector de Su pueblo. Como este �ltimo, el primero es el representante, el "enviado", de un poder invisible, por quien se le "da" toda la autoridad; tiene su muerte y su resurrecci�n de entre los muertos; tiene su multitud de adoradores admirados y entusiastas; su autoridad sobre aquellos que poseen su dominio no est� limitada por fronteras nacionales, sino que es cont�nua con el mundo entero; re�ne y une en s� todos los elementos dispersos de oscuridad y enemistad a la verdad que hab�a existido previamente entre los hombres y de la que hab�a sufrido la Iglesia de Dios.

�Qu� ser� entonces esta primera bestia? No Roma, ni pagana ni papal; ni una sola forma de gobierno terrenal, por fuerte que sea; no cualquier emperador romano, por m�s vicioso o cruel que sea; pero la influencia general del mundo, en la medida en que se opone a Dios, sustituye lo humano por lo divino, lo visible por lo invisible, lo temporal por lo eterno. �l es la personificaci�n de ese mundo del que escribe San Pablo: "Recibimos, no el esp�ritu del mundo, sino el esp�ritu que es de Dios", 1 del cual San Pablo.

Santiago habla cuando dice: "Todo aquel que quiere ser amigo del mundo, se hace enemigo de Dios", 2 y respecto a lo cual san Juan exhorta: "No am�is al mundo ni las cosas que hay en el mundo. Si Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no est� en �l. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no es del Padre. , pero es del mundo.

"3 Esta bestia, en resumen, es el mundo visto en ese aspecto en el que nuestro Se�or mismo pudo decir de ella que el diablo era su pr�ncipe, lo cual dijo a sus disc�pulos que hab�a vencido, y por lo cual or� en su alto -Oraci�n sacerdotal: "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes fuera del maligno". Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

"4 (1 1 Corintios 2:12 ; Comp. G�latas 6:14 ; G�latas 2 Santiago 4:4 ; Santiago 3 1 Juan 2:15 ; 1 Juan 4 Juan 14:30 ; Juan 16:33 ; Juan 17:15 )

La influencia de la bestia de la que se habla aqu�, por lo tanto, no se limita a ning�n partido, secta o edad. Puede encontrarse en la Iglesia y en el Estado, en cada sociedad, en cada familia o incluso en cada coraz�n, porque dondequiera que el hombre sea gobernado por lo que se ve en lugar de lo invisible o lo material en lugar de lo espiritual, all� "el el mundo es. "Nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernantes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en los lugares celestiales". * (* Efesios 6:12 )

Contra este enemigo se preservar� la verdadera vida de los santos. Nada puede da�ar la vida que est� escondida con Cristo en Dios. Pero los santos, no obstante, pueden ser turbados, perseguidos y asesinados, como lo fueron los testigos del cap. 11, por la bestia que le hab�a dado para hacer guerra contra ellos y vencerlos. Tal es el pensamiento que conduce a las �ltimas palabras del p�rrafo del que nos ocupamos ahora: Si alguno se lleva al cautiverio, al cautiverio va; si alguno mata a espada, a espada ser� muerto.

En la gran ley de Dios, la lex talionis , se da consuelo a los perseguidos. Sus enemigos los llevar�an al cautiverio, pero les espera un cautiverio peor. Matar�an con la espada, pero con una espada m�s cortante que la del poder humano ellos mismos morir�an. �No hay suficiente en eso para inspirar a los santos con paciencia y fe? Bien puedan soportar con coraz�n infalible cuando recuerden qui�n est� de su lado, porque "es justo para con Dios recompensar la aflicci�n a los que los afligen", y a los afligidos "descansar" * - descansar con los Ap�stoles, Profetas, m�rtires, toda la Iglesia de Dios, no descansen nunca m�s para ser perturbados ni por el pecado ni por el dolor. Aqu� est� la paciencia y la fe de los santos . (* 2 Tesalonicenses 1:6)

Se ha descrito al segundo enemigo de la Iglesia, o la primera bestia. San Juan ahora procede al tercer enemigo, o la segunda bestia: -

Y vi otra bestia que sub�a de la tierra; y ten�a dos cuernos semejantes a los de un cordero, y hablaba como un drag�n. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia ante sus ojos; y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia, cuya muerte fue sanada. Y hace grandes se�ales para hacer que incluso haga descender fuego del cielo sobre la tierra a la vista de los hombres.

Y enga�a a los moradores de la tierra por las se�ales que le fue dado hacer en presencia de la bestia; diciendo a los moradores de la tierra que le hagan una imagen a la bestia, que es de filo de espada, y vivir�. Y le fue dado que le infundiera aliento, a la imagen de la bestia, para que la imagen de la bestia hablara y hiciera que todos los que no adoraran la imagen de la bestia fueran muertos.

Y hace que a todos, peque�os y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente, y que nadie pueda comprar o vender, salvo el que tenga la marca, incluso el nombre de la bestia o el n�mero de su nombre ( Apocalipsis 13:11 ) ".

La primera bestia sali� del "mar" ( Apocalipsis 13:1 ); la segunda bestia surge de la tierra : y el contraste, tan marcado, entre estas dos fuentes, hace necesario trazar una l�nea clara y definida de distinci�n entre el origen de una bestia y el de la otra. El "mar", sin embargo, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, es el s�mbolo de la masa de las naciones gentiles, del mundo pagano en su condici�n de alienaci�n de Dios y de la verdadera vida religiosa.

En contraste con esto, la "tierra", como se usa aqu�, debe ser el s�mbolo de los jud�os, entre los cuales, en cualquier medida que hubieran abusado de sus privilegios, el Todopoderoso se hab�a revelado a S� mismo de una manera especial, mostrando "Su palabra a Jacob. , Sus estatutos y sus juicios a Israel ". * Los jud�os eran un pueblo agr�cola, no comercial; y miraron con desconfianza y desagrado el gran camino alto por el que se derramaba el comercio de las naciones.

De ah� que el mar, en su inquietud y esterilidad, se convirtiera para ellos en el emblema de un mundo irreligioso; la tierra, en su tranquilidad y fecundidad, emblema de la religi�n con todas sus bendiciones. En este sentido, el contraste aqu� debe entenderse; y la afirmaci�n sobre el origen diferente de la primera y la segunda bestia es por s� misma suficiente para determinar que, mientras la primera pertenece a una esfera secular, la �ltima pertenece a una esfera religiosa.

Muchos otros detalles mencionados en relaci�n con la segunda bestia confirman esta conclusi�n. (* Salmo 147:19 )

1. Los dos cuernos semejantes a los de un cordero son sin duda una parodia de los "siete cuernos" del Cordero, de los que se habla tan a menudo en estas visiones; y la descripci�n nos lleva al pensamiento del Anticristo, de alguien que se erige a s� mismo como el verdadero Cristo, de alguien que, profesando imitar al Redentor, es todav�a Su opuesto.

2. Las palabras Y habl� como un drag�n nos recuerdan la descripci�n que dio nuestro Se�or de aquellos falsos maestros que "vienen con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces", 1 as� como el lenguaje de San Pablo cuando �l advierte a los ancianos de Efeso que despu�s de su partida "entrar�n en medio de ellos lobos rapaces que no perdonar�n al reba�o". 2 (1 Mateo 7:15 ; Mateo 2 Hechos 20:29 )

3. La funci�n a la que se dedica esta bestia es religiosa, no secular. Hace que la tierra y sus habitantes adoren a la primera bestia; y habi�ndolos persuadido de que le hicieran una imagen a esa bestia, se le dio a �l que le diera aliento, s�, a la imagen de la bestia, para que la imagen de la bestia hablara y hiciera que todos los que no debieran adorar la imagen de la bestia debe ser asesinado? * (* Apocalipsis 13:12 ; Apocalipsis 13:15 )

4. Las grandes se�ales y prodigios hechos por esta bestia, tales como hacer descender fuego del cielo sobre la tierra a la vista de los hombres, son una reminiscencia del profeta El�as en el Carmelo; mientras que las se�ales por las cuales enga�a exitosamente al mundo nos llevan de nuevo a las palabras de Jes�s: "Se levantar�n falsos Cristos y falsos profetas, y har�n grandes se�ales y prodigios, para desviar, si es posible, incluso a los elegidos. "1 St.

Las palabras de Pablo tambi�n, cuando habla del hombre de pecado, hacen menci�n similar de sus "se�ales": "cuya venida es seg�n la obra de Satan�s con todo poder y se�ales y prodigios mentirosos, y con todo enga�o de iniquidad para los que est�n pereciendo, porque no recibieron el amor de la verdad para ser salvos ". 2 (1 Mateo 24:24 ; Mateo 2 2 Tesalonicenses 2:9 )

5. Finalmente, el hecho de que esta bestia lleve el nombre de "el falso profeta" 1, el mismo t�rmino usado por San Juan cuando habla de los falsos maestros que hab�an surgido en su d�a, 2 seguramente puede ser aceptado como concluyente de que nosotros tenemos aqu� un s�mbolo de los anticristos de la primera ep�stola de ese ap�stol. De los anticristos, que se observe, no del Anticristo como una sola manifestaci�n individual. Porque hay una caracter�stica de esta bestia que da la impresi�n de que m�s de un agente est� incluido bajo los t�rminos del s�mbolo.

La bestia tiene dos cuernos. �Por qu� dos? Podemos estar seguros de que la circunstancia no carece de significado y que no est� determinada �nicamente por el hecho de que el animal al que se hace referencia tenga en su condici�n natural los rudimentos de no m�s de dos. En otras visiones del Apocalipsis leemos de un cordero con "siete cuernos" y de una cabeza de la bestia con "diez cuernos", siendo los n�meros en ambos casos simb�licos.

Los "dos cuernos" de los que ahora se habla tambi�n deben ser simb�licos; y as� vista, la expresi�n nos lleva al pensamiento de los dos testigos, de los dos profetas de la verdad, de los que se habla en el cap. 11. Pero estos dos testigos representan a todos los testigos fieles de Cristo; y, de la misma manera, los dos cuernos representan a los muchos pervertidores de la fe cristiana contemplados por el Vidente surgiendo a su alrededor, quien, profesando ser Ap�stoles del Cordero, se esforz� por derrocar Su Evangelio.

(1 Comp. Apocalipsis 16:13 ; Apocalipsis 19:20 ; Apocalipsis 20:10 ; Apocalipsis 2 1 Juan 4:1 )

Estas consideraciones conducen a una interpretaci�n natural y simple de lo que se entiende por la segunda bestia La interpretaci�n plausible sugerida por muchos de los comentaristas m�s capaces de este libro, que por la segunda bestia se entiende "sabidur�a mundana, que comprende todo en el aprendizaje, la ciencia y el arte que la naturaleza humana por s� misma, en su estado civilizado, puede alcanzar, el poder mundano en sus elementos m�s refinados y espirituales, su clase prof�tica o sacerdotal "*, debe ser descartado sin vacilar.

No logra captar la esencia misma del s�mbolo. Habla de una influencia secular y mundana, cuando todo el punto de las palabras de San Juan radica en esto: que la influencia de la que habla es religiosa. No en algo que brota del mundo en su sentido ordinario, sino en algo que brota de la Iglesia y de la fe de la Iglesia, se debe buscar el significado del Ap�stol. (* Fairbairn, Sobre la profec�a , p. 328)

�Hubo entonces algo en la �poca de San Juan que pudiera haber sugerido la figura as� empleada? �Hab�a presenciado alguna vez alg�n espect�culo que pudiera haber grabado esos pensamientos en su alma? Volvamos a su Evangelio y aprendamos de �l a mirar el mundo tal como era cuando se encontr� con sus ojos. �Qu� hab�a visto y visto con una indignaci�n que penetra hasta la m�dula su relato de la vida de su Maestro? Hab�a visto la instituci�n divina del juda�smo, dise�ada por el Dios de Israel para preparar el camino para la Luz y la Vida de los hombres, pervertida por sus guardianes designados, y convertida en un instrumento para cegar en lugar de iluminar el alma. Hab�a visto al Eterno. Hijo, en toda la gloria de su "gracia" y "verdad", llegando a las cosas que son suyas, y sin embargo, los hombres que son suyos lo rechazan,

Hab�a visto el templo, que deber�a haber estado lleno de las oraciones de un culto espiritual, profanado por el tr�fico mundano y el amor a las ganancias. Es m�s, recordaba una escena tan terrible que nunca podr�a olvidarla; cuando en la sala del juicio de Pilato incluso ese representante sin escr�pulos del poder romano se hab�a esforzado una y otra vez por liberar a Jes�s, y cuando los jud�os solo hab�an tenido �xito en llevar a cabo su plan con el argumento: "Si liberas a este hombre, no eres Amigo de C�sar.

�Son amigos de C�sar! �Valoran los honores otorgados por C�sar! �Oh vil hipocres�a! �Oh, oscuro extremo del odio! �El juda�smo a los pies de C�sar! �Tan poderosamente se hab�a apoderado de la mente del disc�pulo amado el pensamiento de estas cosas, Estaba tan profundamente conmovido por la estrechez, la intolerancia y el fanatismo que hab�an usurpado el lugar de la generosidad, la ternura y el amor, que, para encontrar expresi�n para sus sentimientos, se vio obligado a dar un nuevo significado a una palabra vieja, y concentrar en el t�rmino "los jud�os" todo lo m�s opuesto a Cristo y al cristianismo. (* Juan 19:12 )

Tampoco fue solo en el juda�smo que San Juan hab�a visto el esp�ritu de la religi�n tan dominado por el esp�ritu del mundo que se convirti� en el esclavo del mundo. Hab�a presenciado lo mismo en el paganismo. No es de ninguna manera improbable que cuando habla de la imagen de la bestia pueda pensar tambi�n en esas im�genes de C�sar, cuya adoraci�n fue puesta en todas partes como prueba de devoci�n al Estado romano y de abjuraci�n de la fe cristiana.

Una vez m�s, las formas y sanciones de la religi�n se hab�an utilizado para fortalecer el dominio del poder secular y la fuerza mundana. Tanto el juda�smo como el paganismo, en resumen, proporcionaron los pensamientos que, traducidos al lenguaje del simbolismo, se expresan en la concepci�n de la segunda bestia y su relaci�n con la primera.

Sin embargo, no debemos imaginar que, aunque San Juan parti� de estas cosas, su visi�n se limit� a ellas. No piensa en los jud�os ni en los paganos s�lo en una �poca determinada, sino en el hombre; no de la naturaleza humana s�lo como aparece en medio de las circunstancias especiales de su propia �poca, sino como aparece en todas partes y a lo largo de todos los tiempos. No se contenta con detenerse �nicamente en los fen�menos existentes. Penetra en los principios de los que surgen.

Y dondequiera que vea un esp�ritu que profesa defender la religi�n, pero objetando todas las verdades desagradables con las que est� conectado en la fe cristiana, dondequiera que vea la puerta a la gloria futura ensanchada en lugar de estrecha y el camino ancho en lugar de estrecho, all� contempla la terrible combinaci�n de la primera y la segunda bestia presentada en este cap�tulo. La luz se ha convertido en tinieblas, �y cu�n grandes son las tinieblas! l La sal ha perdido su sabor y no es apta ni para la tierra ni para el muladar.

2 (1 Mateo 6:23 ; Mateo 2 Lucas 14:34 )

Al hablar de la subordinaci�n de la segunda a la primera bestia, el Vidente hab�a hablado de una marca dada a todos los seguidores de la �ltima en su mano derecha o en su frente, y sin la cual nadie ser�a admitido a los privilegios. de su asociaci�n o de compra o venta en su ciudad. Adem�s, describi� esta marca como el nombre de la bestia o el n�mero de su nombre. Explicar m�s completamente la naturaleza de esta "marca" parece ser el objetivo del �ltimo vers�culo del cap�tulo:

"Aqu� hay sabidur�a. El que tiene entendimiento, cuente el n�mero de la bestia; porque es el n�mero de un hombre, y su n�mero es seiscientos sesenta y seis ( Apocalipsis 13:18 )".

Para discutir con algo as� como la plenitud de las preguntas dif�ciles relacionadas con estas palabras, se requerir�a un volumen en lugar de las pocas oraciones al final de un cap�tulo que se puede dedicar aqu�. Refiri�ndose, por tanto, a sus lectores a lo que ha escrito en otra parte sobre este tema, * el escritor s�lo puede hacer una o dos breves observaciones, a fin de se�alar el camino en el que debe buscarse la soluci�n de los problemas sugeridos por las palabras. (* The Revelation of St. John: Baird Lectures publicado por Macmillan and Co., segunda edici�n, p. 142, etc., 319, etc.)

De hecho, es notable que el Vidente hable en absoluto del "n�mero" del nombre de la bestia; es decir, del n�mero que se obtendr�a sumando los n�meros representados por las distintas letras del nombre. �Por qu� no contentarse con el nombre mismo? A lo largo de este libro, nunca se habla de los seguidores de Cristo como estampados con un n�mero, sino con el nombre del Padre o del Hijo, o con un nombre nuevo que nadie "conoce" sino el que lo recibe.

* Ahora bien, el principio de Ant�tesis o Contraste, que rige en gran medida la estructura del Apocalipsis, podr�a llevarnos a esperar un procedimiento similar en el caso de los seguidores de la bestia. Entonces, �por qu� no se recurre a �l? (* Comp. Apocalipsis 3:12 ; Apocalipsis 14:1 ; Apocalipsis 2:17 )

1. Puede que el mismo San Juan no conociera el nombre. Es posible que s�lo conociera el car�cter de la bestia y el hecho, que los indagadores pasan por alto con demasiada frecuencia, de que a ese personaje su nombre, cuando se da a conocer, debe corresponder. No es ning�n nombre, ninguna designaci�n, mediante la cual se pueda individualizar a la bestia, lo que cumplir� las condiciones de su pensamiento. Ning�n lector de los escritos de San Juan puede haber dejado de notar que para �l la palabra "nombre" es mucho m�s que un mero apelativo.

Expresa la naturaleza interior de la persona a la que se aplica. El "nombre" del Padre expresa el car�cter del Padre, el del Hijo el car�cter del Hijo. El Vidente, por lo tanto, podr�a estar satisfecho en el presente caso con su convicci�n de que el nombre de la bestia, cualquiera que sea, debe ser un nombre que exprese la naturaleza interna de la bestia; y es posible que no haya pedido m�s. No solo eso.

Cuando entramos en el estilo del pensamiento del Ap�stol, podemos incluso preguntarnos si era posible para un cristiano conocer el nombre de la bestia en el sentido que exige la palabra "nombre". Nadie podr�a conocer el nuevo nombre escrito en la piedra blanca que se le dio al que vence "sino el que lo recibe. * En otras palabras, nadie m�s que un cristiano podr�a tener esa experiencia cristiana que le permitir�a entender el" nuevo nombre ". .

"De la misma manera ahora, San Juan pudo haber sentido que no era posible que los seguidores de Cristo conocieran el nombre del Anticristo. Solo la experiencia del Anticristo podr�a ense�ar el nombre del Anticristo, el servicio de la bestia el nombre de la bestia; y tal experiencia ning�n cristiano podr�a tener. Pero esto no tiene por qu� impedirle dar el n�mero. El "n�mero" hablaba s�lo de car�cter general y destino; y el conocimiento de �l no implicaba, como el conocimiento del "nombre", comuni�n de esp�ritu con aquel a quien pertenec�a el nombre.

(* Apocalipsis 2:17 . Comp. Juan 1:31 ; Juan 4:32 )

2. De esto se sigue que no el "nombre", sino el "n�mero" del nombre, es de importancia en la opini�n del Ap�stol. Sin duda, el nombre debe tener un significado que, tomado incluso en s� mismo, ser�a portentoso; pero, de acuerdo con el sistema de pensamiento artificial que se sigue aqu�, el "n�mero" es el verdadero presagio, el verdadero portador del mensaje Divino de ira y condenaci�n.

3. �sta es precisamente la lecci�n que da el n�mero 666. El mismo n�mero seis despert� un sentimiento de pavor en el pecho del jud�o que sent�a el significado de los n�meros. Cay� por debajo del n�mero sagrado siete tanto como ocho lo superaron. Este �ltimo n�mero denota m�s que la simple posesi�n de lo Divino. Como en el caso de la circuncisi�n en el octavo d�a, del "gran d�a" de la fiesta del octavo d�a, o de la resurrecci�n de nuestro Se�or el primer d�a de la semana, despu�s de los siete d�as anteriores, expresaba un nuevo comenzando en potencia activa.

Mediante un proceso similar, se sostuvo que el n�mero seis significaba la incapacidad de alcanzar el punto sagrado y la desesperanza no alcanzarlo. Para el jud�o hab�a, pues, una condenaci�n para el n�mero seis, incluso cuando estaba solo. Triplicarlo; que haya un m�ltiplo de diez por diez y luego una segunda vez por diez hasta obtener tres misteriosos seis seguidos uno al otro, 666; y hemos representado una potencia de maldad que no puede haber ninguna mayor, una espantosa fatalidad que la que no puede haber peor.

El n�mero a continuaci�n, es importante, no el nombre . Poni�ndonos en la posici�n del tiempo, escuchamos las palabras, Su n�mero es seiscientos sesenta y seis ; y tenemos suficiente para hacernos temblar. Es m�s, hay en ellos una profundidad de pecado y un peso de castigo que nadie puede "conocer" sino aquel que ha cometido el pecado y ha compartido el castigo.

Por todo lo dicho, parecer�a que no hay posibilidad de encontrar el nombre de la bestia en el nombre de un solo individuo que haya aparecido todav�a en el escenario de la historia. Bien puede ser que en Ner�n, o en Domiciano, o en cualquier otro perseguidor de la Iglesia, el Vidente contemplara un tipo de la bestia; pero todo el contenido del cap�tulo proh�be la suposici�n de que el significado del nombre se agota en un solo individuo.

Ning�n gobernante meramente humano, ning�n gobernante sobre una parte del mundo por grande que sea, ning�n gobernante que no haya muerto y resucitado de la tumba, y que despu�s de su resurrecci�n no haya sido aclamado con entusiasmo por "toda tribu, lengua y pueblo". , y naci�n, "puede ser la bestia a la que se hace referencia. Si San Juan esperaba tal gobernante en el futuro; si esta bestia, como el "cuerno peque�o" de Daniel, que ten�a "ojos como ojos de hombre, y boca que habla grandes cosas", 1 no s�lo era bestial, sino humana; o si en su individualidad no era m�s que una personificaci�n del pecado y la crueldad anticristianos, es otra cuesti�n m�s dif�cil.

Sin embargo, su tendencia a representar ideas abstractas mediante im�genes concretas conducir�a a la �ltima suposici�n m�s que a la primera. Una cosa est� clara: que el principio bestial ya estaba funcionando, aunque podr�a no haber alcanzado su pleno desarrollo. Los "muchos anticristos" 2 podr�an ser los precursores de un Anticristo a�n m�s terrible, pero trabajaron con el mismo esp�ritu y con el mismo fin. Tampoco han de ser menos objeto de alienaci�n y aborrecimiento para el cristiano ahora que cuando pueden estar concentrados en "el inicuo, a quien el Se�or Jes�s matar� con el aliento de su boca, y destruir� con la manifestaci�n de su viniendo.

"(1 Daniel 7:8 ; 2 Comp. 1 Juan 2:18 )

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Revelation 13". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/revelation-13.html.
 
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