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Bible Commentaries
Apocalipsis 14

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-20

CAPITULO XI

EL CORDERO DEL MONTE SION Y LA COSECHA Y VENDIMIA DEL MUNDO.

Apocalipsis 14:1 .

Los cap�tulos duod�cimo y decimotercero de este libro fueron dise�ados para presentarnos un cuadro de los tres grandes enemigos de la Iglesia de Cristo. Se nos ha hablado del drag�n, principio y ra�z de todos los males, internos o externos, que padece esa Iglesia. El es el primer enemigo. Adem�s, se nos ha hablado de la primera bestia, de ese poder o pr�ncipe del mundo a quien el drag�n ha confiado su autoridad.

El es el segundo enemigo. Por �ltimo, se nos ha hablado de ese falso esp�ritu de religi�n que se une al mundo y que, a�n m�s opuesto que el mundo mismo al esp�ritu no mundano del cristianismo, hace que la relaci�n de los hijos de Dios con el mundo sea peor de lo que podr�a ser de otra manera. Ha estado. El cuadro as� presentado est� en el m�s alto grado adecuado para deprimir y desanimar. El pensamiento m�s especialmente de la falta de fe en la Iglesia llena de dolor el coraz�n.

El rasgo m�s triste de los sufrimientos de Jes�s fue que fue "herido en la casa de sus amigos"; y hay una profundidad de patetismo mayor que la ordinaria en las palabras con las que el disc�pulo amado concluye su relato de la lucha de su Maestro con los jud�os: "Estas cosas dijo Jes�s; y se fue, y se ocult� de ellos. Hab�a hecho tantas se�ales delante de ellos, pero ellos no creyeron en �l, para que se cumpliera la palabra del profeta Isa�as, que dijo: Se�or, �qui�n ha cre�do a nuestro anuncio? Y a qui�n ha sido revelado el brazo del Se�or. ? " * (* Juan 12:36 )

Incluso entonces, sin embargo, no fue del todo oscuridad y derrota, porque el evangelista agrega inmediatamente: "Sin embargo, aun de los gobernantes, muchos creyeron en �l"; y cierra la lucha con las palabras de serena confianza en s� mismo de parte de Jes�s: "Por tanto, lo que hablo, como el Padre me ha dicho, as� hablo". * As� tambi�n es aqu�, y pasamos del espect�culo oscuro en el que nuestros ojos han descansado a una escena de luz celestial, belleza y reposo.

En efecto, el lector puede imaginar al principio que la simetr�a de estructura que se ha se�alado como caracter�stica del Apocalipsis no se conserva mediante la disposici�n de sus partes en el presente caso. Estamos a punto de encontrarnos en el siguiente cap�tulo la tercera y �ltima serie de plagas; y quiz�s podr�amos esperar que las visiones consoladoras contenidas en este cap�tulo debieran haber encontrado un lugar entre la sexta y la s�ptima copa, al igual que las visiones consoladoras del cap.

7 y de los caps. 10 y 11 encontraron su lugar entre el sexto y s�ptimo Sellos y la sexta y s�ptima Trompetas. En lugar de esto, la s�ptima copa, en Apocalipsis 15:17, sigue inmediatamente a la sexta, en Apocalipsis 15:12 del mismo cap�tulo; y las visiones de �nimo contenidas en el cap�tulo que tenemos ante nosotros preceden a todas las Copas. La explicaci�n puede ser que los Bowls son la �ltima y m�s alta serie de juicios, y que cuando comienzan no puede haber m�s pausas.

Una plaga debe precipitarse sobre otra hasta llegar al final. Las sentencias definitivas no admiten interrupciones ni demoras. (* Juan 12:42 : 50)

Con este esp�ritu pasamos a la primera visi�n del cap. 14:

�Y mir�, y he aqu�, el Cordero de pie sobre el monte de Sion, y con �l ciento cuarenta y cuatro mil, que ten�an escrito en la frente el nombre de �l y el nombre de su Padre. Y o� una voz del cielo: como voz de muchas aguas, y como voz de gran trueno; y la voz que o� era como voz de arpistas que tocaban sus arpas, y cantaban como un c�ntico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro. los seres vivientes y los ancianos; y nadie pod�a aprender la canci�n sino los ciento cuarenta y cuatro mil, aun los que hab�an sido comprados de la tierra.

Estos son los que no se negaron con las mujeres; porque son v�rgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Estos fueron comprados de entre los hombres, primicias para Dios y para el Cordero. Y en su boca no se hall� mentira; no tienen defecto ( Apocalipsis 14:1 ) ".

La escena de la visi�n es "el monte de Si�n", del que Si�n se habla tan a menudo tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento como el asiento peculiar de Dios, ya los ojos de Israel, famoso por la belleza de su roc�o matutino. 1 Es la Si�n en la que Dios "habita", 2 el monte de Si�n al que "am�", 3 y "del cual viene la salvaci�n". 4 Es ese "monte santo de Sion" sobre el cual Dios puso al Hijo como Rey cuando le dijo: "Mi Hijo eres t�; hoy te he engendrado.

"5 Tambi�n es esa Sion, a la cual" los redimidos del Se�or volver�n, y vendr�n con c�nticos; y el gozo eterno estar� sobre sus cabezas. "6 Finalmente, es la casa de la cual el escritor sagrado, escribiendo a los hebreos, dice:" Hab�is venido al monte Sion, y a la ciudad del Dios viviente, la Jerusal�n celestial y a innumerables huestes de �ngeles, a la asamblea general y a la Iglesia de los primog�nitos, que est�n inscritos en el cielo, y a Dios, Juez de todos, y a los esp�ritus de los justos hechos perfectos, y a Jes�s el Mediador de un nuevo pacto, ya la sangre rociada, que habla mejor que la de Abel.

"7 Sobre este monte de Sion el Cordero, es decir, el Cordero crucificado y resucitado del cap�tulo 5, est� firme, sereno y tranquilo. (1 Salmo 133:3 ; Salmo 2 Salmo 9:11 ; Salmo 3 Salmo 78:68 ; Salmo 4 Salmo 14:7 ; Salmo 5 Salmo 2:6 ; Salmo 6 Isa�as 35:10 ; Isa�as 7 Hebreos 12:22 )

Sin embargo, hay m�s que la belleza exterior o los recuerdos sagrados para marcar la escena a la que nos presentan. El monte Sion puede ser "hermoso en elevaci�n, el gozo de toda la tierra, en los lados del norte, la ciudad del gran Rey". * Pero hay m�sica para el o�do y belleza para la vista. El monte resuena con el canto, rico y lleno de significado para quienes pueden comprenderlo. Se oye una voz del cielo que parece distinguirse de la voz de los ciento cuarenta y cuatro mil de los que se hablar� inmediatamente.

No se nos dice de qui�n proviene; pero est� all�, como voz de muchas aguas, y como voz de gran trueno, y como voz de arpistas tocando sus arpas. Majestad y dulzura lo marcan. Es la m�sica que siempre est� en la presencia de Dios, no la m�sica de �ngeles solamente, o santos glorificados, o una creaci�n redimida. Lo m�s probable es que sea el de todos juntos. Y el c�ntico que cantan es nuevo, como el de Apocalipsis 5:9 , que cantan "los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos, que tienen cada uno un arpa y copas de oro de incienso, que son las oraciones de los santos.

"Ese c�ntico que la Iglesia en la tierra comprende, y s�lo ella puede comprender. Hablaba de verdades que s�lo los redimidos pod�an apreciar, y de alegr�as que s�lo ellos pod�an valorar. Hay una comuni�n de los santos, de todos los santos de la tierra y de todos que llenan los atrios de la casa del Se�or en las alturas. Incluso ahora la Iglesia puede escuchar con o�dos embelesados ??los c�nticos que en el futuro se unir� a cantar. (* Salmo 48:2 )

Parados junto al Cordero en el monte Sion, hay ciento cuarenta y cuatro mil, que tienen el nombre del Cordero y el nombre de Su Padre escritos en sus frentes, en se�al de su estado sacerdotal. No podemos evitar preguntar: �Son estos los mismos ciento cuarenta y cuatro mil de los que hemos le�do en el cap. 7 como sellados en sus frentes, �o son diferentes? La inferencia natural es que son iguales.

Usar un n�mero tan peculiar de dos porciones diferentes de la Iglesia de Dios conducir�a a una confusi�n inconsistente con las declaraciones usualmente claras y directas, aunque m�sticas, de este libro. Adem�s de que tienen la marca o sello de Dios en ambos casos en la misma parte de su cuerpo, - la frente. Es cierto que el art�culo definido no se antepone al n�mero; pero tampoco ese art�culo tiene como prefijo el "mar cristalino" de Apocalipsis 15:1 , y sin embargo nadie duda de que este es el mismo "mar cristalino" que el del cap.

4. Adem�s, la ausencia del art�culo puede explicarse por el hecho de que la referencia no es directamente a los ciento cuarenta y cuatro mil de Apocalipsis 7:4 , sino a la innumerable multitud de Apocalipsis 7:9 .

* Ya hemos visto, sin embargo, que estas dos empresas son lo mismo, aunque las personas que las componen son vistas bajo diferentes luces; y los ciento cuarenta y cuatro mil aqu� corresponden, no a la primera, sino a la segunda compa��a. Est�n en plena posesi�n de sus privilegios y gozos cristianos. No est�n "en el cielo", en el sentido corriente de ese t�rmino. Est�n en la tierra. Pero las dos empresas mencionadas anteriormente se encuentran en ellos. Ambos est�n sellados y en presencia del Cordero. (* Comp. Lee en Speaker's Commentary en loc . La distinci�n entre las dos referencias se da incorrectamente.)

El car�cter de los ciento cuarenta y cuatro mil pr�ximos reclama nuestros pensamientos.

1. No se contaminaron con mujeres, porque son v�rgenes. Las palabras no pueden entenderse literalmente, sino que deben tomarse en el sentido de las palabras similares del ap�stol Pablo, cuando, escribiendo a los Corintios, dice: "Porque los celo con un celo piadoso, porque me despos� con uno. Esposo, para presentarte como una virgen pura a Cristo ". l Tales "una virgen pura" eran las ciento cuarenta y cuatro mil que estaban ahora sobre el monte de Sion.

Hab�an renunciado a toda esa infidelidad a Dios y a la verdad divina de la que tantas veces se habla en el Antiguo Testamento como fornicaci�n espiritual o adulterio. Hab�an renunciado a todo pecado. En el lenguaje de San Juan en su primera ep�stola, ten�an "el Dios verdadero y la vida eterna". Se hab�an "guardado de los �dolos". 2 (1 2 Corintios 11:2 ; 2 Corintios 2 1 Juan 5:20 )

2. Siguen al Cordero por dondequiera que va. No se apartan de ninguna parte de la vida del Redentor, ya sea en la tierra o en el cielo. Lo siguen en su humillaci�n, trabajos, sufrimientos, muerte, resurrecci�n y ascensi�n. Obedecen el mandamiento "S�gueme" * en la prosperidad o la adversidad, en la alegr�a o en la tristeza, en la persecuci�n o en el triunfo. Dondequiera que est� su Se�or, ellos tambi�n son, uno con �l, miembros de Su Cuerpo y participantes de Su Esp�ritu. (* Juan 21:22 )

3. Son comprados de entre los hombres, primicias para Dios y para el Cordero. Y en su boca no se hall� mentira; no tienen tacha. Sobre el hecho de que son "comprados" no es necesario detenerse. Ya nos hemos encontrado con la expresi�n en Apocalipsis 5:9 , en uno de los cantos triunfantes de los redimidos.

Tampoco parece necesario hablar de las calificaciones morales aqu� enumeradas, m�s all� de observar que en otras partes de este libro se dice expresamente que la "mentira" excluye de la nueva Jerusal�n y es una marca de aquellos sobre quienes la puerta est� cerrado, 1 mientras que el ep�teto "sin tacha" se aplica en otros lugares, en m�s de una ocasi�n, a nuestro Se�or. 2 (1 Apocalipsis 21:27 ; Apocalipsis 22:15 ; Apocalipsis 2 Hebreos 9:14 ; 1 Pedro 1:19 )

La denominaci�n "una primicia" exige m�s atenci�n. La figura se extrae de la conocida ofrenda de "primicias" seg�n la ley jud�a, en la que la primera porci�n de cualquier cosecha se dedicaba a Dios, en se�al de que todo le pertenec�a y era reconocido como suyo. Por lo tanto, siempre implica que algo del mismo tipo lo seguir�, y en este sentido se usa a menudo en el Nuevo Testamento: "Si la primicia es santa, tambi�n lo es la masa"; "Epaenetus, que es el primero. frutos de Asia para Cristo "; "Ahora Cristo ha resucitado de los muertos, primicia de los que durmieron"; Ustedes conocen la casa de Est�fanas, que son las primicias de Acaya.

"1 De la misma manera, la menci�n de los ciento cuarenta y cuatro mil como" primicias "sugiere la idea de algo a seguir. Qu� es eso, es m�s dif�cil de decir. Dif�cilmente pueden ser otros cristianos pertenecientes a una �poca posterior de la historia de la Iglesia en la tierra, porque ha llegado el fin. Dif�cilmente pueden ser cristianos los que hayan hecho o sufrido m�s que otros miembros de la familia cristiana, porque en St.

A los ojos de Juan todos los cristianos est�n unidos a Cristo, tanto en el trabajo como en el martirio. Solo queda una suposici�n. Se habla de los ciento cuarenta y cuatro mil, como toda la Iglesia de Dios, en el sentido en que el ap�stol Santiago usa la misma expresi�n: "Por su propia voluntad nos sac� por la palabra de verdad, para que deber�a ser una especie de primicia de sus criaturas ". 2 No como la primera porci�n de la Iglesia en la tierra, seguida por otra porci�n, sino como la primera porci�n de un reino de Dios m�s amplio y m�s grande que la Iglesia, son las palabras que deben entenderse.

La Iglesia entera es primicia de Dios; y cuando sea colocada sobre su altar, tenemos la promesa de que vendr� el tiempo en que la creaci�n seguir� en su s�quito, cuando "ser� liberada de la esclavitud de la corrupci�n a la libertad de la gloria de los hijos de Dios". 3 cuando "los montes y los collados estallar�n delante del Redentor en c�nticos, y todos los �rboles del campo batir�n palmas.

"4 (1 Romanos 11:16 ; Romanos 16:5 ; 1 Corintios 15:20 ; 1 Corintios 16:15 ; 1 Corintios 2 Santiago 1:18 ; Santiago 3 Romanos 8:21 ; Romanos 4 Isa�as 55:12 )

�Por qu� la naturaleza se regocijar� as� ante el Se�or? Que el salmista responda: "Porque �l viene, porque viene a juzgar la tierra; juzgar� al mundo con justicia, ya los pueblos con su verdad". * Este pensamiento puede introducirnos a la siguiente porci�n del cap�tulo: (* Salmo 96:13 ) -

"Y vi a otro �ngel que volaba en medio del cielo, que ten�a un evangelio eterno que proclamar sobre los que est�n sentados en la tierra, y sobre toda naci�n, tribu, lengua y pueblo; y dijo con gran voz: Temed a Dios. y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio; adorad al que hizo los cielos, la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.

Y otro, un segundo �ngel, lo sigui�, diciendo: Ca�da, ca�da es Babilonia la grande, que ha dado a beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicaci�n.

Y otro �ngel, un tercero, los sigui�, espiando con gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe una marca en la frente o en la mano, tambi�n beber� del vino de la ira de Dios. Dios, que est� mezclado sin mezcla en la copa de su ira; y ser� atormentado con fuego y azufre delante de los santos �ngeles y delante del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos; y no tienen reposo de d�a ni de noche, los que adoran la bestia y su imagen, y cualquiera que reciba la marca de su nombre.

Aqu� est� la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jes�s. Y o� una voz del cielo que dec�a: Escribe: Bienaventurados los muertos que de aqu� en adelante mueren en el Se�or. S�, dice el Esp�ritu, para que descansen de sus fatigas; porque sus obras siguen con ellos.

Y vi, y he aqu� una nube blanca, y sobre la nube vi a uno sentado como un Hijo del hombre, que ten�a en su cabeza una corona de oro y en su mano una hoz aguda.

Y sali� otro �ngel del templo, clamando con gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Env�a tu hoz y siega; porque ha llegado la hora de la siega; porque la mies de la tierra est� madura. Y el que estaba sentado sobre la nube arroj� su hoz sobre la tierra; y la tierra fue segada.

Y otro �ngel sali� del templo que est� en el cielo, tambi�n �l con una hoz aguda.

Y otro �ngel sali� del altar, el que tiene potestad sobre el fuego; y clam� con gran voz al que ten�a la hoz aguda, diciendo: Env�a tu hoz aguda y recoge los racimos de la vid de la tierra; porque sus racimos de uvas est�n maduros. Y el �ngel arroj� su hoz en la tierra, y recogi� la vid de la tierra, y la ech� en el lagar, en el gran lagar de la ira de Dios.

Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad, y del lagar sali� sangre hasta los frenos de los caballos, hasta mil seiscientos estadios ( Apocalipsis 14:6 ).

El primer punto que debe notarse en relaci�n con estos vers�culos es su estructura, porque la estructura es de importancia para la interpretaci�n. Se observar� f�cilmente que el pasaje en su conjunto consta de siete partes, las tres primeras y las tres �ltimas introducidas por un "�ngel", mientras que la parte central o principal est� ocupada por Uno que, a partir de la descripci�n, puede ser nada menos que nuestro Se�or mismo.

En esta parte tambi�n es obvio que el Se�or viene para terminar la historia del mundo y recoger esa cosecha de Su pueblo que ya est� completamente o incluso demasiado madura. Por lo tanto, no puede haber duda de que estamos aqu� al final de la presente dispensaci�n; y, como cinco de las seis partes que se agrupan en torno a la figura central se ocupan del juicio sobre los malvados, se presume que la �nica parte restante, la primera de las seis, estar� ocupada con el mismo tema.

En esta primera parte, de hecho, leemos acerca de un evangelio eterno proclamado sobre los habitantes de la tierra, y sobre toda naci�n, tribu, lengua y pueblo; y la primera impresi�n que nos ha causado es que tenemos aqu� una proclamaci�n universal y final de las buenas nuevas de gran gozo, para que el mundo pueda, en el �ltimo momento, arrepentirse, creer y ser salvo. Pero tal interpretaci�n, por plausible y generalmente aceptada que sea, debe dejarse de lado.

La luz arrojada sobre las palabras por su posici�n en la serie de siete partes ya mencionadas es un poderoso argumento en su contra. Todo en el pasaje mismo conduce a la misma conclusi�n. No leemos, como deber�amos, si este fuera el significado, haber le�do, de "el", sino de "un" evangelio eterno. Este evangelio no se proclama "a", sino "sobre" aquellos a quienes se dirige. Sus oyentes no "moran", como en las Versiones Autorizada y Revisada, sino, como en el margen de esta �ltima, "se sientan" en la tierra, en el mundo pecaminoso, en el descuido del orgullo y la seguridad en s� mismos. .

As�, la gran ramera "se sienta sobre muchas aguas"; y as� dice Babilonia en su coraz�n: "Estoy sentada como reina, y no soy viuda, y no ver� duelo". 1 Aqu� no hay humillaci�n, ni esp�ritu de arrepentimiento, ni preparaci�n para el Evangelio; mientras que la menci�n de la "tierra ny la cu�druple divisi�n de sus habitantes nos llevan a pensar en hombres que contin�an en sus pecados, sobre los cuales se pronuncia una condenaci�n".

2 A�n m�s, las palabras puestas en boca del que habla "con gran voz", y que parecen contener la sustancia del evangelio as� proclamado, no tienen sonido de misericordia, ninguna historia de amor, ninguna menci�n de el nombre de Jes�s. Hablan de temer a Dios y darle gloria, como pueden hacer incluso los perdidos, 3 de la hora, ni siquiera el "d�a" de Su juicio ; y describen el gobierno del gran Creador reuniendo las cuatro cosas: el cielo, la tierra, el mar y las fuentes de las aguas , sobre las cuales el juicio ya ha ca�do en la serie de las Trompetas, y a�n no ha ca�do en el de los Cuencos.

4 Por �ltimo, la descripci�n que se da del �ngel nos recuerda tanto a la descripci�n que se da del "�guila" en Apocalipsis 8:13 que, al menos, parece probable que su misi�n sea similar a la del infortunio. (1 Apocalipsis 17:1 ; Apocalipsis 18:7 ; 2 Comp.

Apocalipsis 11:9 ; Apocalipsis 13:7 ; 3 comp. Santiago 2:19 ; 4 R Apocalipsis 8 y 15)

A la luz de todas estas circunstancias, parece que nos vemos obligados a llegar a la conclusi�n de que el "evangelio" al que se hace referencia es una proclamaci�n de juicio, que es ese lado de la misi�n del Salvador en el que �l aparece como el abanico aventador por el cual Sus enemigos se esparcen como la paja, mientras que sus disc�pulos se recogen como el trigo. Entonces, aqu� no hay indicios de una conversi�n del mundo. El mundo se encuentra autoconvicto ante el tribunal del juicio, para escuchar su perdici�n.

El grito del segundo �ngel corresponde al del primero. Proclama la ca�da de Babilonia y su causa. Las cuestiones profundamente interesantes relacionadas con esta ciudad nos encontraremos en un momento posterior. Mientras tanto, basta con observar que se describe a Babilonia como ca�da . El juez no solo est� a la puerta: ha comenzado su obra.

Las palabras del tercer �ngel contin�an la tensi�n as� comenzada y constituyen el cuadro m�s terrible del destino de los imp�os que se encuentra en las Escrituras. El ojo se encoge ante el espect�culo. El coraz�n falla de miedo cuando se leen las palabras. Ese vino de la ira de Dios que est� mezclado sin mezclar en la copa de su ira, ese vino en el cual, contrariamente al uso del tiempo, no se ha permitido entrar agua, ning�n elemento mitigante; que atormentan con fuego y azufre en presencia de los santos �ngeles y en presencia del Cordero; ese humo de su tormento que sube por las edades de las edades; ese no-descanso d�a y noche, de un tipo tan diferente del no-descanso que hemos le�do en Apocalipsis 4:8 - todos presentan una imagen de la que apenas podemos hacer otra cosa que apartarnos temblando.

�Puede ser este el Evangelio de Jes�s, el Cordero de Dios? �Puede ser �sta una revelaci�n dada al disc�pulo a quien Jes�s amaba y que hab�a entrado tan profundamente en el esp�ritu de ternura y compasi�n de su Maestro por el pecador?

1. Consideremos que las palabras se dirigen, no directamente a los pecadores, sino a la Iglesia de Cristo, que est� a salvo de la amenaza de muerte; no al primero para que sean llevados al arrepentimiento, sino al segundo, para que, al pensar en lo que ella ha escapado, se llene de eterna gratitud y gozo.

2. Observemos el grado en que se supone que se desarroll� el pecado; que no es el pecado de Mar�a en la casa de Sim�n, del ladr�n arrepentido, del carcelero de Filipinas, o de los publicanos y rameras que se reunieron alrededor de nuestro Se�or en los d�as de su carne para escucharlo, sino que pecaron audazmente, determinado, amado y aferrado como el bien elegido por el pecador, el pecado de los pecadores que morir�n por el pecado como los m�rtires mueren por Cristo y la santidad.

3. Observemos que, sea lo que sea lo que quiera decir el �ngel, ciertamente no habla de una existencia sin fin en un tormento sin fin, porque las palabras del original traducidas infelizmente tanto en la versi�n autorizada como en la revisada "por los siglos de los siglos" deber�an apropiadamente para ser traducido "por edades de edades"; * y, como se distinguen en esta ocasi�n solo en el Apocalipsis de la primera de estas expresiones por la ausencia de los art�culos griegos, no deben traducirse de la misma manera. (* As� aparecen en el margen de la Versi�n Revisada)

4. Recordemos las fuertes figuras ret�ricas en las que los habitantes de Oriente sol�an expresar sus sentimientos, figuras ilustradas en el presente caso por la menci�n de ese "fuego y azufre" que nadie interpretar� literalmente, como as� como por el lenguaje de San Judas cuando describe a Sodoma y Gomorra como "un ejemplo de fuego eterno". * (* Judas 1:7 margen de RV).

5. Recordemos que el odio al pecado es el correlativo del amor a la bondad, y que el reino de Dios no puede establecerse plenamente en el mundo hasta que el pecado haya sido completamente desterrado de �l.

6. Sobre todo, marquemos cuidadosamente la distinci�n, tan a menudo forzada sobre nosotros en los escritos de San Juan, entre los pecadores en el sentido ordinario y el sistema de pecado al que otros pecadores se aferran con la enemistad m�s mortal a Dios y la justicia; y, al hacer todo esto, las palabras del tercer �ngel producir�n en nosotros otra impresi�n que la primera. En la medida en que el ser humano est� ante nosotros, s�lo seremos movidos a la compasi�n y al af�n de salvar.

Pero su pecado, el pecado que ha dominado los elementos divinamente implantados de su naturaleza, que ha ensuciado lo que Dios purific� y amarg� lo que Dios endulz�, el pecado que someti� a un creado en la nobleza de la imagen de Dios a la miserable servidumbre. del diablo, el pecado cuyo pensamiento podemos separar, como el ap�stol Pablo, del "yo" de la verdadera naturaleza del hombre * - de ese pecado s�lo podemos decir: Que la ira de Dios se derrame sobre �l sin mezcla con misericordia; que sea destruido con una destrucci�n cuyo recuerdo perdurar� "por siglos de siglos" e incluso tomar� su lugar entre las verdades que sostienen el trono del Eterno y aseguran la obediencia y la felicidad de Sus criaturas.

Si un ministro de Cristo piensa que puede obtener de este pasaje, o de otros similares, una comisi�n para ir a los pecadores en lugar de pecar con "noticias de condenaci�n", confunde igualmente al Maestro a quien sirve y la comisi�n con la cual se le ha confiado. (* Romanos 7 )

En este punto, despu�s de pensar en ese esp�ritu de lealtad a la bestia que atrae tales terrores sobre s� misma, y ??antes de llegar a la figura central de todo el movimiento, se interponen algunas palabras de consuelo. El significado de la primera parte de ellos es similar al de Apocalipsis 13:10 , y no es necesario hablar m�s de �l.

El significado de su segunda parte, que nos transmite el contenido de la "voz del cielo", exige un momento de atenci�n. Bienaventurados , exclama la voz celestial (al mismo tiempo que antepone el comando Escribir ), son los muertos que mueren en el Lora desde ahora. Es dif�cil determinar el momento preciso al que se refiere la palabra "de ahora en adelante". Si es el momento del fin, el momento de la Segunda Venida del Se�or, entonces la promesa debe expresar la gloria de la resurrecci�n.

Pero, por no hablar del hecho de que "descansar de las labores" es demasiado d�bil para resaltar la gloria del estado de resurrecci�n, en ese instante no hay m�s tiempo para morir en el Se�or. Los vivos ser�n "cambiados". Parece mejor, por tanto, entender las palabras como una voz de consuelo que recorre toda la era cristiana. Desde el punto de vista del "cielo", apenas se piensa en el paso del tiempo. Todo es ahora.

El significado de "morir en el Se�or", nuevamente, no debe considerarse como equivalente a la expresi�n b�blica "dormir en Jes�s". No est� en la mente del Vidente la idea de "quedarse dormido" en un hogar cristiano tranquilo, sino de "morir" como Jes�s muri�; y no la idea de descansar del trabajo, sino de descansar de las fatigas , una palabra completamente diferente y mucho m�s fuerte, est� en la respuesta del Esp�ritu. As� son bendecidos los creyentes.

Su vida es una vida de trabajo, de privaciones, de pruebas, de persecuci�n, de muerte; pero cuando mueren, "descansan" y sus "obras", es decir, su car�cter cristiano y su vida, no se pierden. Los siguen y se encuentran con ellos nuevamente en las mansiones celestiales como el registro de todo lo que han hecho y sufrido por la causa de su Maestro.

Los primeros tres �ngeles han cumplido su tarea. Ahora llegamos al cuarto y principal miembro de esta serie de siete, y nos reunimos con el Se�or cuando viene para llevar a Su pueblo consigo, para que donde �l est�, all� tambi�n est�n ellos. No podemos dudar ni por un momento de que es el Se�or quien est� aqu� ante nosotros. La designaci�n semejante a un Hijo del Hombre, al igual que la de Apocalipsis 1:13 , establece en s� misma el hecho, que es nuevamente confirmado por la menci�n de la nube blanca y de la corona de oro.

En su mano tiene una hoz afilada con la que segar�. As� tambi�n en diferentes pasajes del Nuevo Testamento nuestro Se�or habla de la mies de su pueblo, aunque en ellos act�a por medio de sus �ngeles y ap�stoles. 1 En un pasaje del Evangelio de San Juan, act�a por s� mismo. 2 El Redentor glorificado est� as� listo para completar Su obra. (1 Mateo 9:37 ; Mateo 13:29 ; Mateo 2 Juan 14: 3)

Ahora aparece otro �ngel , el primero de la segunda serie de tres, y llamado "otro", no en comparaci�n con Aquel que estaba sentado sobre la nube blanca, y que es exaltado muy por encima de todos los �ngeles, sino en comparaci�n con los �ngeles de los que se habl� anteriormente. en los vers�culos sexto, octavo y noveno del cap�tulo. Se dice que este �ngel sali� del templo , es decir, del naos , del santuario m�s interno del templo, y el aviso es importante, porque muestra que proviene de la presencia inmediata de Dios, y es un mensajero de �l.

Por tanto, puede decir al Hijo: Env�a tu hoz y siega. "El Hijo no puede hacer nada por s� mismo, sino lo que ve hacer al Padre". 1 Hasta que el Padre d� la se�al de que "a�n no ha llegado la hora"; y m�s especialmente de la hora que ahora lleg� Jes�s mismo hab�a dicho: "Pero de aquel d�a o aquella hora nadie sabe, ni aun los �ngeles en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre". 2 Ha llegado el d�a, la hora, el momento; y, como es habitual en este libro, el mensaje del Padre es comunicado por un �ngel.

La insinuaci�n de que la hora ha llegado se basa en el hecho de que la cosecha que est� a punto de recogerse est� completamente madura . La versi�n revisada se traduce "demasiado madura"; pero la traducci�n, aunque literal, es infeliz, y tan falsa como incuestionablemente sugiere una idea falsa. El tiempo de Dios para trabajar siempre es correcto, no incorrecto; y es perfectamente leg�timo entender la palabra del original en el sentido de simplemente seco, duro, absorbido los jugos suaves de su estado de maduraci�n y llegado el momento de su firmeza.

3 As� convocado por el mensaje del Padre a la obra, el Hijo entra en ella sin demora. "Seg�n oye, juzga". 4 El que estaba sentado sobre la nube arroj� su hoz sobre la tierra; y la tierra fue segada. ( 1 Juan 5:19 ; 1 Juan 2 Marco 13:32 ; 3 Comp. El "secado" del margen de la Versi�n Revisada; 4 Juan 5:30 )

A continuaci�n aparece el segundo �ngel del segundo grupo de tres, que tiene, como el que estaba sentado sobre la nube, "una hoz aguda"; y �l tambi�n espera la citaci�n para utilizarlo.

Esta convocatoria la da el tercer �ngel del segundo grupo, de quien se dice que sali� del altar, el que tiene potestad sobre el fuego. El altar de este vers�culo debe ser el ya mencionado en Apocalipsis 8:3 , donde se nos dijo que "vino otro �ngel y se par� sobre el altar, con un incensario de oro", un altar que nos han llevado a identificar con el de bronce. altar de Apocalipsis 5:9 , debajo del cual se encontraban las almas de los santos del Antiguo Testamento; y el "fuego" sobre el cual este �ngel tiene poder debe ser el "fuego" de Apocalipsis 8:5 , el fuego tomado de ese altar para encender el incienso de las oraciones de los santos.

El �ngel es, pues, un mensajero de juicio, a punto de ordenar que se d� una respuesta final y completa a la oraci�n de que el Todopoderoso terminar� Su obra y reivindicar� Su causa. En consecuencia, a este personaje corresponde su mensaje, porque llam� con gran voz al que ten�a la hoz aguda (es decir, al segundo �ngel) , diciendo: Env�a tu hoz aguda y recoge los racimos de la vid de la tierra; porque sus racimos de uvas est�n maduros.

Una vendimia, no una cosecha de grano, est� aqu� ante nosotros; y es imposible dudar que el prop�sito del Vidente es trazar una amplia l�nea de distinci�n entre los dos. Esta �ltima es la cosecha del bien; la primera es la cosecha del mal: y la propiedad de la figura as� usada para el mal se percibe f�cilmente cuando recordamos que las uvas se recolectaban para ser pisoteadas en la grasa del vino, y que el jugo al pisotear ten�a el color de la sangre.

De hecho, la figura ya era familiar para los profetas: "Que las naciones se muevan y suban al valle de Josafat" (es decir, el Se�or juzga): "porque all� me sentar� para juzgar a todas las naciones de los alrededores. Echad la hoz, porque la vendimia est� madura; venid, pisad, que el lagar est� lleno, rebosan las grasas, porque mucha es su maldad "; 1 �Por qu� est�s rojo en tus vestidos, y tus vestidos como el que pisa en la grasa del vino? Yo solo he pisado el lagar, y del pueblo nadie hab�a conmigo; s�, los pis� en mi ira, y los pisote�. con mi furor, y su sangre de vida ha sido rociada sobre mis vestidos, y he manchado todos mis vestidos.

Porque el d�a de la venganza est� en mi coraz�n, y mi a�o de redenci�n ha llegado ". 2 La cifra se emplea aqu� de manera similar, porque el �ngel recogi� la vid (no" la vendimia ", toda la vid fue arrancada por las ra�ces) de la tierra, y echarla en el lagar, en el gran lagar, de la ira de Dios. Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad, y del lagar sali� sangre hasta los frenos de los caballos. , hasta mil seiscientos estadios.

En estas palabras tenemos sin duda el juicio de los malvados, y s�lo la �ltima parte de ellos necesita detenernos por un momento. (1 Joel 3:12 ; Joel 2 Isa�as 63:2 )

1. �Qu� se quiere decir con la afirmaci�n de que el mar de sangre as� creado por la matanza de la que se habla lleg� "hasta las bridas de los caballos"? Los caballos son los de Apocalipsis 19:11 , donde tenemos nuevamente una descripci�n de la victoria final de Cristo sobre todos sus enemigos, y donde se dice nuevamente de �l que "�l pisa el lagar del furor de la ira de Dios Todopoderoso.

"1 El mismo lagar que nos encuentra aqu� nos encuentra all�. La batalla y la victoria son la misma; y los caballos aqu� son, por tanto, aquellos sobre los que cabalga Aquel que es llamado Fiel y Verdadero, junto con Sus ej�rcitos que est�n en el cielo. conquistar La menci�n de "las bridas" de los caballos es m�s incierta y m�s dif�cil de explicar, pero un pasaje del Antiguo Testamento nos ayuda. Al hablar de las glorias de los �ltimos d�as, el profeta Zacar�as dice: "En ese d�a estar� sobre las campanillas de los caballos (las campanas ensartadas a lo largo de las bridas) SANTO AL SE�OR.

"2 El mar de sangre alcanz�, pero no se le permiti� tocar, estas sagradas palabras. (1 Apocalipsis 19:15 ; Apocalipsis 2 Zacar�as 14:20 )

2. �Qu� se entiende por el espacio de "mil seiscientos estadios" sobre el que se extend�a el mar? Resolverlo simplemente en un gran espacio est� en desacuerdo con el esp�ritu del Apocalipsis; e imaginar que marca la extensi�n de Tierra Santa desde Dan hasta Beer-sheba es introducir un c�lculo incorrecto y olvidar qui�nes constituyen las huestes de maldad que hab�an estado involucradas en la batalla: Estos no eran los habitantes de Palestina solamente , sino de "la tierra", mencionado tres veces en la descripci�n.

Eran "todas las naciones" de las que habla el segundo �ngel del primer grupo, todos los que adoran a la bestia y su imagen y reciben una marca en la frente o en la mano, a la que se refiere el tercer �ngel del mismo grupo. As� son los malvados reunidos de todos los rincones de la tierra. Con esta idea coinciden las cifras 1.600: cuatro, el n�mero del mundo, multiplicado por s� mismo para expresar la intensidad, y luego por cien, el n�mero tan a menudo asociado con el mal en este libro.

Si "estadios", literalmente "estadios", se eligen como medida del espacio porque, como sugiri� Cornelius a Lapide, la arena o circo en el que sufrieron los m�rtires se llamaba "El Estadio" *, puede ser in�til conjeturar. Basta que los mil seiscientos estadios representen toda la superficie de la tierra sobre la que los malvados "se sientan" a gusto, la eficacia universal de la hoz con la que est�n reunidos para su perdici�n. (* Comp. 1 Corintios 9:24 )

Hay otro punto que deber�a notarse m�s particularmente antes de cerrar la consideraci�n de este cap�tulo. La cosecha de los buenos es recogida por el Se�or mismo, la de los malos por Su �ngel. La misma lecci�n parece leerse en las par�bolas de la ciza�a y de la red. En el primero (aunque las alusiones en cada par�bola pueden parecer implicar que los �ngeles toman parte en ambos actos) se dice que "al fin del mundo, el Hijo del hombre enviar� a sus �ngeles, y se reunir�n fuera de su reino todo lo que causa tropiezo y los que hacen iniquidad.

"l En este �ltimo leemos:" As� ser� en el fin del mundo: los �ngeles saldr�n, y apartar�n a los imp�os de entre los justos, y los arrojar�n al horno de fuego ". 2 De la misma manera aqu�. El Hijo del Hombre mismo re�ne a los Suyos para su descanso eterno. Es un �ngel, aunque comisionado por �l, quien re�ne a los imp�os para su destino. "�Y no hay belleza y ternura en este contraste? Es como si ese Hijo del hombre y el Hijo de Dios, que es Juez de vivos y muertos, Juez tanto de justos como de imp�os, amase una mitad de Su oficio y no amase a la otra.

Es como si apreciara como su propia prerrogativa la cosecha de la tierra y se alegrara de delegar en otras manos la cosecha. Es como si el ministerio de la misericordia fuera Su oficio elegido, y el ministerio de la ira Su severa necesidad. Uno como el Hijo del Hombre saca la hoz de la cosecha; uno de naturaleza creada, aunque ang�lica, se emplea para enviar la hoz de la destrucci�n.

"3 (1 Mateo 13:41 ; Mateo 2 Mateo 13:49 ; 2 Vaughan us , p. 378)

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Revelation 14". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/revelation-14.html.
 
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