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Bible Commentaries
Romanos 14

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

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Versículos 1-23

Cap�tulo 29

DEBER CRISTIANO: TERNURA Y TOLERANCIA MUTUA: LA SAGRADO DEL EJEMPLO

Romanos 14:1

PERO al que es d�bil, casi podr�amos traducirlo, al que sufre de debilidad, en su fe (en el sentido aqu� no de credo, un significado de ?????? raro en San Pablo, sino de confianza en su Se�or; confianza no s�lo para justificaci�n, sino, en este caso, por la santa libertad), bienvenido a la comuni�n, no por cr�ticas a sus escr�pulos, a sus ???????????, los ansiosos debates internos de conciencia.

Un hombre cree, tiene fe, emana una convicci�n de libertad, de tal modo y grado que come toda clase de alimentos; pero el hombre d�bil come solamente vegetales; un caso extremo, pero sin duda no infrecuente, en el que un converso, cansado por sus propios escr�pulos entre la comida y la comida, corta el nudo rechazando la carne por completo. El que come, que no desprecie al que no come; mientras que el que no come, no juzgue al que come: porque nuestro Dios le dio la bienvenida a la comuni�n, cuando vino a los pies de su Hijo para ser aceptado.

T�, �qui�n eres t�, juzgando as� a la dom�stica de Otro? A su propio Se�or, a su propio Maestro. se para, en aprobaci�n, -o, si eso debe ser, cae en disgusto; pero se mantendr� en aprobaci�n; porque capaz es ese Se�or de ponerlo as�, de pedirle que "se ponga de pie", bajo Su sonrisa sancionadora. Un hombre distingue el d�a sobre el d�a; mientras que otro distingue todos los d�as; una frase parad�jica pero inteligible; describe el pensamiento del hombre que, menos ansioso que su vecino por los "d�as santos" declarados, todav�a no apunta a "nivelar" sino a "nivelar" su uso del tiempo; contar todos los d�as como "santos", igualmente dedicados a la voluntad y obra de Dios.

Que cada uno est� completamente seguro en su propia mente; utilizando el poder de pensamiento que le ha dado su Maestro, d�jelo resolver con reverencia la cuesti�n y luego vivir a la altura de sus convicciones comprobadas, mientras (esto es insinuado por el enf�tico "su propia mente") respeta las convicciones de su vecino. El hombre que "piensa" en el d�a, el "d�a santo" en cuesti�n, en cualquier caso dado, para el Se�or, �l lo "cuida"; (y el hombre que "no le importa" el d�a, al Se�or no le "preocupa"); ambas partes, como cristianos, en sus convicciones y en su pr�ctica, est�n relacionadas y son responsables, directa y principalmente ante el Se�or; ese hecho siempre debe regir y matizar sus juicios mutuos.

Y el que come, el que come con indiferencia y sin escr�pulos, al Se�or come, porque da gracias a Dios en su comida; y el que no come, al Se�or no come la comida escrupulosa, y da gracias a Dios por aquello de lo que su conciencia le permite participar.

La conexi�n del p�rrafo reci�n atravesado con lo anterior es sugerente e instructivo. Existe una estrecha conexi�n entre los dos; est� marcado expresamente por el "pero" (??) del ver. 1 ( Romanos 14:1 ), un enlace extra�amente perdido en la Versi�n Autorizada. El "pero" indica una diferencia de pensamiento, por leve que sea, entre los dos pasajes.

Y la diferencia, tal como la leemos, es esta. El final del cap�tulo trece ha ido en la direcci�n de la vigilia cristiana, la decisi�n y el campo de batalla de la fe conquistadora. El converso romano, despertado por el sonido de su trompeta, estar� ansioso por ponerse en pie y actuar, contra el enemigo y por su Se�or, armado de pies a cabeza con Cristo. Concentrar� todo su prop�sito en una vida de santidad abierta y activa.

Se llenar� de un nuevo sentido a la vez de la seriedad y de la libertad del Evangelio. Pero entonces alg�n "hermano d�bil" se cruzar� en su camino. Ser� alg�n converso reciente, quiz�s del mismo juda�smo, quiz�s un ex pagano, pero influenciado por las ideas jud�as tan prevalentes en ese momento en muchos c�rculos romanos. Este cristiano, que no desconf�a, al menos en teor�a, del �nico perd�n y aceptaci�n del Se�or, est�, sin embargo, bastante lleno de escr�pulos que, para el hombre plenamente "armado de Cristo", pueden parecer, y parecen, lamentablemente morbosos, errores y obst�culos realmente graves.

El "hermano d�bil" dedica mucho tiempo a estudiar las reglas tradicionales de ayuno y banquete, y el c�digo de comida permitida. Est� seguro de que el Dios que lo ha aceptado le ocultar� su rostro si deja pasar la luna nueva como un d�a cualquiera; o si el s�bado no es guardado por la regla, no de las Escrituras, sino de los rabinos. Cada comida social le brinda una ocasi�n dolorosa y frecuente para preocuparse a s� mismo ya los dem�s; se refugia quiz�s en un vegetarianismo ansioso, en la desesperaci�n de no mancharse de otra manera.

E inevitablemente, tales escr�pulos no terminan en s� mismos. Infectan todo el tono de pensamiento y acci�n del hombre. Cuestiona y discute todo, consigo mismo, si no con los dem�s. Est� en camino de dejar que su visi�n de la aceptaci�n en Cristo se debilite y se confunda m�s. Camina, vive; pero se mueve como un hombre encadenado y en una prisi�n.

Un caso como este ser�a una tentaci�n dolorosa para el cristiano "fuerte". Se sentir�a muy inclinado, por s� mismo, primero a hacer una protesta en�rgica y luego, si la dificultad resultaba obstinada, a pensar seriamente en su amigo de mente estrecha; dudar en absoluto de su derecho al nombre de pila; para reprocharle, o (lo peor de todo) para satirizarlo. Mientras tanto, el cristiano "d�bil" tambi�n tendr�a sus pensamientos duros.

No mostrar�a, de ninguna manera con certeza, tanta mansedumbre como "debilidad". Dejar�a que su vecino viera, de una forma u otra, que lo consideraba poco mejor que un mundano, que hizo de Cristo una excusa para la autocomplacencia personal.

�C�mo afronta el Ap�stol el caso de prueba, que debe haberse cruzado en su propio camino tantas veces, ya veces en forma de una amarga oposici�n de aquellos que estaban "sufriendo de debilidad en su fe"? Es bastante claro que sus propias convicciones estaban en manos de "los fuertes", en lo que respecta a los principios. �l "sab�a que nada era inmundo" ( Romanos 14:14 ).

Sab�a que el Se�or no se entristec�a, sino que lo complac�a, por el uso templado y agradecido, no perturbado por miedos m�rbidos, de Sus bondades naturales. Sab�a que el sistema de fiestas jud�as hab�a encontrado su objetivo y su fin en el perpetuo "celebremos la fiesta" 1 Corintios 5:3 de la vida feliz y santificada del verdadero creyente.

Y en consecuencia, de paso, reprende a "los d�biles" por sus duras cr�ticas (???????) a "los fuertes". Pero luego, pone a�n m�s peso, el peso principal, en sus reprensiones y advertencias a "los fuertes". Su principio podr�a estar en lo cierto en este gran detalle. Pero esto dej� intacto el principio imperativo a�n m�s estricto de "caminar en el amor"; tomar parte contra ellos mismos; vivir en este asunto, como en todo lo dem�s, para los dem�s.

No deb�an avergonzarse en absoluto de sus principios especiales. Pero iban a estar profundamente avergonzados de la conducta poco amorosa de una hora. Deb�an estar tranquilamente convencidos, con respecto al juicio privado. Deb�an ser m�s que tolerantes, deb�an ser amorosos, con respecto a la vida com�n en el Se�or.

Su "fuerza" en Cristo nunca debi� ser desagradable; nunca para ser "usado como el de un gigante". Se deb�a demostrar, ante todo, con paciencia. Deb�a tomar la forma de la calma y la firme disposici�n a comprender el punto de vista de los dem�s. Deb�a aparecer como reverencia por la conciencia de otro, incluso cuando la conciencia se extrav�a por falta de mejor luz.

Llevemos este principio apost�lico a la vida religiosa moderna. Hay ocasiones en las que estaremos especialmente obligados a ponerlo cuidadosamente en relaci�n con otros principios, por supuesto. Cuando San Pablo, unos meses antes, escribi� a Galacia y tuvo que lidiar con un error que oscureci� toda la verdad del camino del pecador hacia Dios, tal como se encuentra directamente a trav�s de Cristo, no dijo: "Que todo hombre est� completamente seguro en su propia mente.

"Dijo Romanos 1:8 " Si un �ngel del cielo predica cualquier otro Evangelio, que no es otro, sea anatema. "La pregunta que hab�a all� era: �Es Cristo todo, o no lo es? �Es la fe todo, o es �No, para que nos aferremos a �l? Incluso en Galacia, advirti� a los conversos del error miserable y fatal de "mordernos y devorarnos unos a otros".

G�latas 5:15 Pero les exhort� a que no arruinaran su paz con Dios por un error fundamental. Aqu�, en Roma, la cuesti�n era diferente; era secundario. Se refer�a a ciertos detalles de la pr�ctica cristiana. �Era un ceremonialismo gastado y exagerado parte de la voluntad de Dios, en la vida del creyente justificado? No fue as�, de hecho.

Sin embargo, fue un asunto sobre el cual el Se�or, por medio de Su Ap�stol, m�s bien aconsej� que mand�. No era de la fundaci�n. Y la ley que siempre prevalec�a en la discusi�n era la tolerancia nacida del amor. Recordemos esto en nuestros d�as, ya sea que nuestras m�s �ntimas simpat�as est�n con "los fuertes" o con "los d�biles". En Jesucristo, es posible realizar el ideal de este p�rrafo incluso en nuestra cristiandad dividida.

Es posible estar convencido, pero comprensivo. Es posible ver al Se�or por nosotros mismos con gloriosa claridad, pero comprender las dificultades pr�cticas que sienten los dem�s, y amar y respetar donde hay incluso grandes divergencias. Nadie trabaja m�s por un consenso espiritual final que aquel que, en Cristo, as� vive.

Entretanto, dicho sea de paso, el Ap�stol, en este pasaje que tanto frena a "los fuertes", deja caer m�ximas que protegen para siempre todo lo que es bueno y verdadero en esa frase gastada y a menudo mal utilizada, "el derecho al juicio privado". Ning�n d�spota espiritual, ning�n pretendiente de ser el director autocr�tico de una conciencia, podr�a haber escrito esas palabras: "Que cada uno tenga la certeza en su propia mente"; "�Qui�n eres t� que juzgas a la casa de otro?" Tales frases afirman no tanto el derecho como el deber, para el cristiano individual, de un reverente "pensar por s� mismo".

"Mantienen un individualismo verdadero y noble. Y hay una necesidad especial en la Iglesia en este momento de recordar, en su lugar, el valor del individualismo cristiano. La idea de la comunidad, la sociedad, es ahora tan ampliamente prevalente (sin duda no sin la providencia de Dios) en la vida humana, y tambi�n en la Iglesia, que una afirmaci�n del individuo, que alguna vez fue desproporcionada, ahora es a menudo necesaria, para que la idea social, a su vez, no sea exagerada en un error peligroso.

Coherencia, reciprocidad, verdad del Cuerpo y de los Integrantes; todo esto, en su lugar, no solo es importante, sino divino. El individuo debe perder inevitablemente donde el individualismo es toda su idea. Pero es malo para la comunidad, sobre todo para la Iglesia, donde en el total el individuo tiende realmente a fusionarse y perderse. Ay de la Iglesia donde la Iglesia trata de ocupar el lugar del individuo en el conocimiento de Dios, en el amor de Cristo, en el poder del Esp�ritu.

De hecho, la comunidad religiosa debe perder inevitablemente donde el comunismo religioso es toda su idea. Puede ser perfectamente fuerte s�lo cuando las conciencias individuales son tiernas e iluminadas; donde las almas individuales conocen personalmente a Dios en Cristo; donde las voluntades individuales est�n listas, si el Se�or lo llama, para defender la verdad conocida incluso en contra de la Sociedad religiosa; -si tambi�n el individualismo no es la voluntad propia, sino la responsabilidad personal cristiana; si el hombre "piensa por s� mismo" de rodillas; si reverencia el individualismo de los dem�s y las relaciones de cada uno con todos.

El individualismo de Romanos 14:1 , afirmado en un argumento lleno de los secretos m�s profundos de la cohesi�n, es lo santo y saludable que es porque es cristiano. No se desarrolla por la afirmaci�n de uno mismo, sino por la comuni�n individual con Cristo.

Ahora pasa a declaraciones m�s amplias y a�n m�s completas en la misma direcci�n.

Porque ninguno de nosotros vive para s� mismo, y ninguno de nosotros muere para s� mismo. �C�mo y por qu�? �Es simplemente que "nosotros" vivimos vidas siempre, necesariamente relacionadas entre s�? Realmente tiene esto en su coraz�n. Pero �l lo alcanza a trav�s de la mayor, m�s profunda y antecedente verdad de nuestra relaci�n con el Se�or. El cristiano se relaciona con su hermano Christian por medio de Cristo, no con Cristo por medio de su hermano, o por medio del Organismo com�n en el que los hermanos son "miembros de cada uno".

"" Al Se�or ", con absoluta franqueza, con una perfecta y maravillosa inmediatez, cada cristiano individual se relaciona primero. Su vida y su muerte son" para otros ", pero a trav�s de �l. El reclamo del Maestro es eternamente primero; porque es basado directamente en la obra redentora en la que �l nos compr� para s� mismo.

Porque si vivimos, para el Se�or vivimos; y si estamos muertos, para el Se�or estamos muertos; en el estado del difunto, como antes, "la relaci�n permanece". As� que, si estemos muertos o si vivimos, del Se�or somos; Su propiedad, ligada primero y en todo a Su posesi�n. Porque con este fin Cristo muri� y vivi� de nuevo, para llegar a ser Se�or de nosotros muertos y vivos.

Aqu� est� la verdad profunda que ya se ve en pasajes anteriores de la Ep�stola. Hemos razonado, sobre todo en el cap�tulo sexto, en su revelaci�n del camino de la santidad, que nuestras �nicas relaciones rectas posibles con el Se�or est�n vinculadas y gobernadas por el hecho de que a �l le pertenecemos justa y eternamente. All�, sin embargo, la idea era m�s nuestra rendici�n bajo sus derechos. Aqu� se trata del poderoso hecho antecedente, bajo el cual nuestra rendici�n m�s absoluta no es m�s que el reconocimiento de Su reclamo irrenunciable.

Lo que el Ap�stol dice aqu�, en este maravilloso pasaje de doctrina y deber mezclados, es que, seamos o no due�os de nuestro vasallaje a Cristo, no somos m�s que sus vasallos de jure. �l no solo nos ha rescatado, sino que tambi�n nos ha rescatado para comprarnos para los suyos. Podemos ser fieles al hecho en nuestra actitud interna; podemos olvidarlo; pero no podemos escapar de �l. Nos mira cada hora a la cara, respondamos o no. Seguir� mir�ndonos a la cara a trav�s de la vida eterna por venir.

Porque, evidentemente, es este aspecto objetivo de nuestra "pertenencia" lo que aqu� se trata. San Pablo, no est� razonando con los "d�biles" y los "fuertes" desde su experiencia, desde su lealtad consciente al Se�or. M�s bien, los est� llamando a una nueva comprensi�n de lo que deber�a ser esa lealtad. Para ello les recuerda el eterno reclamo del Se�or, cumplido en Su muerte y Resurrecci�n; Su afirmaci�n de ser tan su Maestro, individualmente y en conjunto, que cada pensamiento de los dem�s deb�a ser gobernado por esa afirmaci�n de �l sobre todos ellos.

"El Se�or" debe interponerse siempre; con un derecho inalienable. Cada cristiano est� anexado, por todas las leyes del cielo, a �l. As� que cada uno no debe hacer, sino darse cuenta de esa anexi�n, en cada pensamiento sobre el pr�jimo y sobre el hermano.

Mientras tanto, el pasaje nos invita a comentar m�s, en otra direcci�n. Es uno de esos enunciados que, luminosos con la luz que da su contexto, brillan tambi�n con una luz propia, brind�ndonos revelaciones independientes de la materia circundante. Aqu� aparece una de esas revelaciones; afecta nuestro conocimiento del Estado Intermedio.

El Ap�stol, cuatro veces en este breve p�rrafo, menciona la muerte y los muertos. "Ninguno de nosotros muere para s� mismo"; "Si morimos, para el Se�or morimos"; "Si morimos, del Se�or somos"; "Para que sea el Se�or de los muertos". Y esta �ltima frase, con su menci�n no de los moribundos, sino de los muertos, nos recuerda que la referencia en todas ellas es a la relaci�n del cristiano con su Se�or, no solo en la hora de la muerte, sino en el estado despu�s de la muerte.

No es s�lo que Jesucristo, como el Muerto resucitado, es el Dispensador absoluto del tiempo y la manera de nuestra muerte. No es s�lo que cuando llegue nuestra muerte debemos aceptarla como una oportunidad para "glorificar a Dios" Juan 21:19 , Filipenses 1:20 en la vista y en la memoria de quienes la conocen. Es que cuando hemos "pasado por la muerte" y salimos al otro lado,

"Cuando entramos en esas regiones, cuando tocamos la orilla sagrada," nuestra relaci�n con el muerto resucit�, con Aquel que, como tal, "tiene las llaves del Hades y de la muerte", Apocalipsis 1:18 es perfectamente continuo y el mismo. �l es nuestro Maestro absoluto, tanto all� como aqu�. Y nosotros, por consecuencia y correlaci�n, somos vasallos, siervos, siervos de �l, tanto all� como aqu�.

He aqu� una verdad que, no podemos dejar de pensar, paga generosamente el recuerdo y la reflexi�n repetidos del cristiano; y eso no solo en la forma de afirmar los derechos eternos de nuestro bendito Redentor sobre nosotros, sino en la forma de arrojar luz y paz, y el sentido de la realidad y la expectativa, tanto en la perspectiva de nuestro propio paso a la eternidad como en la pensamientos que abrigamos sobre la vida presente de nuestros santos amados que han entrado en ella antes que nosotros.

Es precioso todo lo que realmente ayuda al alma en tales pensamientos, y al mismo tiempo la mantiene plena y pr�cticamente viva a las realidades de la fe, la paciencia y la obediencia aqu� abajo, aqu� en la hora presente. Si bien la complacencia de la imaginaci�n no autorizada en esa direcci�n casi siempre enerva y perturba la acci�n presente de la fe b�blica, la menor ayuda para una comprensi�n y anticipaci�n s�lidas, proporcionada por la Palabra que no puede mentir, es en su naturaleza santificadora y fortalecedora. Seguro que tenemos aqu� una ayuda de este tipo.

El que muri� y resucit� es en esta hora, con santa fuerza y ??justicia, "el Se�or" de los benditos muertos. Entonces, los benditos muertos son vasallos y siervos de Aquel que muri� y resucit�. Y todo nuestro pensamiento de ellos, como est�n ahora, a esta hora, "en esas moradas celestiales, donde las almas de los que duermen en el Se�or Jes�s disfrutan de un descanso y una felicidad perpetuos", gana indefinidamente en vida, en realidad, en fuerza. y gloria, como los vemos, a trav�s de esta estrecha pero brillante "puerta en el cielo", Apocalipsis 5:1 no descansando solamente sino sirviendo tambi�n ante su Se�or, quien los ha comprado para Su uso, y quien los mantiene en Su uso como verdaderamente ahora como cuando tuvimos el gozo de su presencia con nosotros, y �l fue visto por nosotros viviendo y trabajando en ellos ya trav�s de ellos aqu�.

Es cierto que el car�cter principal y esencial de su estado actual es el descanso, como el de su estado de resurrecci�n ser� la acci�n. Pero los dos estados se desbordan entre s�. En un pasaje glorioso, el Ap�stol describe la bienaventuranza de la resurrecci�n como tambi�n "descanso". 2 Tesalonicenses 1:7 Y aqu� lo tenemos indicado que el descanso intermedio celestial tambi�n es servicio.

No podemos decir cu�l es la naturaleza precisa de ese servicio. "Nuestro conocimiento de esa vida es peque�o". Ciertamente, "en vano nuestra fantas�a se esfuerza por pintar" su bienaventuranza, tanto de reposo como de ocupaci�n. Esto es parte de nuestra suerte normal y elegida por Dios aqu�, que es "andar por fe, no por vista", 2 Corintios 5:7 ?? ??? ??????, "no por Objeto visto", no por objetos vistos.

Pero bendita es la asistencia espiritual en tal caminar cuando recordamos, paso a paso, a medida que nos acercamos a esa feliz asamblea de arriba, que, cualquiera que sea la manera y el ejercicio de su vida santa, es la vida en verdad; poder, no debilidad; servicio, no inacci�n. El que muri� y revivi� es Se�or, no solo de nosotros, sino de ellos.

Pero de esta excursi�n a lo sagrado Invisible debemos regresar. San Pablo est� ahora concentrado en el caminar del creyente de amor y generosidad en esta vida, no en la pr�xima. Pero t�, �por qu� juzgas a tu hermano? (retoma el verbo, ???????, usado en su antigua apelaci�n a los "d�biles", Romanos 14:3 ). O t� tambi�n (se vuelve hacia el "fuerte"; vuelve a ver Romanos 14:3 ) -�Por qu� desprecias a tu hermano? Porque estaremos, todos nosotros, en un nivel, cualesquiera que sean nuestros sentimientos mutuos en la tierra, cualquier reclamo que hayamos hecho aqu� para sentarnos como jueces de nuestros hermanos, ante el tribunal de nuestro Dios.

Porque est� escrito, Isa�as 45:23 "Vivo yo, dice el Se�or, cierto es como Mi Ser eterno, que a m�, no a otro, doblar� toda rodilla, y toda lengua confesar�, atribuir� toda soberan�a, a Dios ", no a la criatura. Entonces, cada uno de nosotros, sobre s� mismo, no sobre las faltas o errores de su hermano, dar� cuenta a Dios.

Tenemos aqu�, como en 2 Corintios 5:10 , y nuevamente, bajo otras im�genes, 1 Corintios 3:11 , un destello de esa perspectiva introspectiva para el cristiano, su llamado de aqu� en adelante, como cristiano, al tribunal. de su Se�or.

En los tres pasajes, y ahora particularmente en este, el lenguaje, aunque se presta libremente al Assize universal, est� limitado por el contexto, en cuanto a su significado directo, al escrutinio del Maestro de Sus propios siervos como tales. La cuesti�n a ser juzgada y decidida (hablando a la manera de los hombres) en Su "tribunal", en esta referencia, no es la de la gloria o la perdici�n; se aceptan las personas de los examinados; la investigaci�n est� en el tribunal interno del Palacio, por as� decirlo; considera el premio del Rey en cuanto a los resultados y el valor del trabajo y la conducta de Sus siervos aceptados, como Sus representantes, en su vida terrenal.

"Viene el Se�or de los siervos, y les cuenta". Mateo 25:19 Han sido justificados por la fe. Se han unido a su gloriosa Cabeza. Ellos "ser�n salvos", 1 Corintios 3:15 cualquiera que sea el destino de su "trabajo".

Pero, �qu� dir� su Se�or de su obra? �Qu� han hecho por �l en trabajo, en testimonio y sobre todo en car�cter? �l les dir� lo que piensa. Ser� infinitamente bondadoso, pero no adular�. Y de alguna manera, seguramente, "todav�a no parece" c�mo, pero de alguna manera, la eternidad, incluso la eternidad de la salvaci�n, llevar� la huella de ese premio, la huella del pasado de servicio, estimado por el Rey ". la cosecha sea? "

Y todo esto tendr� lugar (este es el �nfasis especial de la perspectiva aqu�) con una solemne individualidad de investigaci�n. "Cada uno de nosotros, por s� mismo, dar� cuenta". Reflexionamos, un poco m�s arriba, sobre el verdadero lugar del "individualismo" en la vida de la gracia. Vemos aqu� que ciertamente habr� un lugar para ello en las experiencias de la eternidad. El escrutinio del "tribunal" no afectar� a la Sociedad, al Organismo, al total, sino al miembro, al hombre.

Cada uno permanecer� all� en solemne soledad, ante su divino examinador. Qu� era �l, como miembro del Se�or, esa ser� la cuesti�n. Lo que ser�, como tal, en las funciones del estado sin fin, ese ser� el resultado.

No nos turbemos por esa perspectiva con la angustia de los mundanos, como si no conoci�ramos a Aquel que nos escudri�ar� y no le am�ramos. En torno al pensamiento de Su "tribunal", en ese aspecto, no se proyectan terrores exterminadores. Pero es una perspectiva adecuada para hacer grave y llena de prop�sito la vida que todav�a "est� escondida con Cristo en Dios", y que en verdad es vida por la gracia. Es un recordatorio profundo de que el amado Salvador es tambi�n, y no en una forma de hablar, sino en una eterna sinceridad, el Maestro tambi�n. No quisi�ramos que �l no fuera as�. �l no ser�a todo lo que es para nosotros como Salvador, si no fuera as� tambi�n y para siempre.

San Pablo se apresura a hacer m�s llamamientos, despu�s de este solemne pron�stico. Y ahora todo su �nfasis est� puesto en el deber de los "fuertes" de usar su "fuerza" no para la autoafirmaci�n, ni siquiera para el ego�smo espiritual, sino todo para Cristo, todo para los dem�s, todo en amor.

Por tanto, no m�s nos juzguemos unos a otros; pero juzga, decide, m�s bien, no para poner tropiezo o trampa para nuestro hermano. S� - �l ejemplifica su propia experiencia y principio - y estoy seguro en el Se�or Jes�s, como alguien que est� en uni�n y comuni�n con �l, viendo la verdad y la vida desde ese punto de vista, que nada, nada por el estilo en cuesti�n, ning�n alimento. , ning�n tiempo es "inmundo" en s� mismo; literalmente, "por s� mismo", por cualquier da�o inherente; s�lo para el hombre que considera algo "inmundo", para �l es inmundo.

Y por lo tanto, porque no eres su conciencia, no debes alterar su conciencia. En este caso, est� equivocado; confundido con su propia p�rdida y con la p�rdida de la Iglesia. S�, pero lo que quiere no es tu compulsi�n, sino la luz del Se�or. Si puede hacerlo, transmita esa luz en un testimonio que impresiona por el amor santo y la consideraci�n desinteresada. Pero no te atrevas, por el amor de Dios, a forzar una conciencia.

Porque conciencia significa la mejor visi�n real que tiene el hombre de la ley del bien y del mal. Puede ser una vista borrosa y distorsionada; pero es su mejor momento en este momento. �l no puede violarlo sin pecar, ni puedes pedirle que lo haga sin que t� mismo peque. Es posible que la conciencia no siempre vea bien. Pero transgredir la conciencia siempre est� mal.

Pues -la palabra retoma el argumento en general, m�s que el �ltimo detalle del mismo- si por el bien de la comida tu hermano sufre dolor, el dolor de una lucha moral entre sus convicciones actuales y tu ejemplo dominante, has dejado de caminar (?????? ??????????) amor sabio. No trabajes, con tu comida, (hay un punto de b�squeda en el "tu", tocando hasta los dientes el profundo ego�smo de la acci�n) arruinarlo por quien Cristo muri�.

Tales oraciones son demasiado intensas y tiernas para ser llamadas sarc�sticas; de lo contrario, �qu� ventaja tan fina y aguda llevan! "�Por el bien de la comida!" "�Con tu comida!" El hombre sale del sue�o de lo que parec�a una afirmaci�n de libertad, pero que, despu�s de todo, era una indulgencia bastante aburrida, es decir, una mera esclavitud de s� mismo. �Me gusta esta carne, me gusta esta bebida, no me gusta la preocupaci�n de estos escr�pulos, me interrumpen, me fastidian.

�Infeliz! Es mejor ser esclavo de los escr�pulos que de uno mismo. Para permitirse otro plato, menospreciar�a la conciencia de un amigo inquieto y, en lo que concierne a su conducta, lo empujar�a a violarlo. . Pero eso significa, un empuj�n en la pendiente que se inclina hacia la ruina espiritual. El camino a la perdici�n est� pavimentado con conciencias violadas. El Se�or puede contrarrestar tu acci�n y salvar a tu hermano herido de s� mismo y de ti.

Pero tu acci�n est�, sin embargo, calculada para su perdici�n. Y todo el tiempo esta alma, por la cual, en comparaci�n con tu aburrida y estrecha "libertad"; te preocupas tan poco, el Se�or te cuid� tanto que muri� por ello.

Oh, pensamiento consagrante, unido ahora, para siempre, para el cristiano, a toda alma humana sobre la que pueda influir: "�Por quien Cristo muri�!"

Por tanto, no dejes que tu bien, tu glorioso credo de santa libertad en Cristo, sea criticado, como s�lo una autocomplacencia apenas velada despu�s de todo; porque el reino de nuestro Dios no es pastar ni beber; �l no reclama un trono en su alma, y ??en su Sociedad, simplemente para agrandar su tarifa, para convertirlo en su sagrado privilegio, como un fin en s� mismo, para tomar lo que le plazca en la mesa; pero la justicia, seguramente aqu�, en la Ep�stola Romana, la "justicia" de nuestra aceptaci�n divina, y la paz, la paz de las relaciones perfectas con �l en Cristo, y el gozo en el Esp�ritu Santo, la alegr�a pura y fuerte de los justificados, como en en su santuario de salvaci�n beben el "agua viva" y "se regocijan siempre en el Se�or".

"Porque el que de esta manera vive como siervo de Cristo, gastando sus talentos espirituales no para s� mismo, sino para su Maestro, agrada a su Dios y es genuino para sus semejantes. S�, resiste la prueba del escrutinio de ellos. Pronto pueden detectar la falsificaci�n bajo las afirmaciones espirituales que realmente afirman el yo, pero su conciencia afirma la autenticidad de una vida de santidad altruista y feliz, que la vida "no reverbera la vacuidad".

En consecuencia, por lo tanto, persigamos los intereses de la paz y los intereses de una edificaci�n que es mutua; la "edificaci�n" que mira m�s all� del hombre a su hermano, a sus hermanos, y templa con esa mirada incluso sus planes para su propia vida espiritual.

De nuevo vuelve al doloroso grotesco de preferir las comodidades personales, e incluso la afirmaci�n del principio de libertad personal, al bien de los dem�s. No por causa de la comida deshagas la obra de nuestro Dios. "Todas las cosas son puras"; sin duda cita una consigna que se escucha a menudo; y era la verdad misma en abstracto, pero capaz de convertirse en una falacia fatal en la pr�ctica; pero cualquier cosa es mala para el hombre que es tra�do por un tropiezo para comerlo. S�, esto es malo. �Qu� hay de bueno en contraste?

Bueno es no comer carne, y no beber vino (una palabra para nuestro tiempo y sus condiciones), y no hacer nada en lo que tu hermano sea tropezado, atrapado o debilitado. S�, esta es la libertad cristiana; una liberaci�n de la fuerte y sutil ley del yo; una libertad para vivir para los dem�s, independientemente de su maldad, pero sirvientes de sus almas.

T�, la fe que tienes, tenla por ti mismo, en la presencia de tu Dios. Has cre�do; por tanto, est�is en Cristo; en Cristo, por tanto, eres libre, por fe, de las restricciones preparatorias del pasado. S�; pero todo esto no se les da para exhibici�n personal, sino para la comuni�n divina. Su resultado correcto es una intimidad santa con tu Dios, ya que en la confianza de tu aceptaci�n lo conoces como tu Padre, "nada en el medio.

"Pero en cuanto a las relaciones humanas, est�s emancipado, no para molestar a los vecinos con gritos de libertad y actos de libertinaje, sino para que tengas tiempo de servirlos con amor. Feliz el hombre que no se juzga a s� mismo, que lo hace. no, en efecto, decide en contra de su propia alma, en lo que �l aprueba, ?????????, declara satisfactorio a la conciencia. Infeliz el que se dice a s� mismo: "Esto es l�cito", cuando el veredicto es todo el tiempo comprado por el amor propio, o si no por la haza�a del hombre, y el alma sabe en el fondo que la cosa no es como deber�a ser.

Y el hombre que duda, cuya conciencia no est� realmente satisfecha entre el bien y el mal del asunto, si come, est� condenado, en la corte de su propio coraz�n y de la opini�n agraviada de su Se�or, porque no era el resultado de la fe; la acci�n no ten�a por fundamento la santa convicci�n de la libertad de los justificados. Ahora bien, todo lo que no sea el resultado de la fe, es pecado; es decir, manifiestamente, "cualquier cosa" en un caso como �ste; cualquier indulgencia, cualquier obediencia al ejemplo, que el hombre, en un estado de ambig�edad interior, decida por un principio distinto al de su uni�n con Cristo por la fe.

As�, el Ap�stol de la Justificaci�n y del Esp�ritu Santo es tambi�n el Ap�stol de la Conciencia. �l es tan urgente sobre el terrible car�cter sagrado de nuestro sentido del bien y el mal, como sobre la oferta y la seguridad, en Cristo, de la paz con Dios, y la santa morada en nosotros, y la esperanza de gloria. Dejemos que nuestros pasos sigan los suyos con reverencia, mientras caminamos con Dios y con los hombres. "Regocij�monos en Cristo Jes�s", con un "gozo" que est� "en el Esp�ritu Santo". Reverenciamos el deber, reverenciamos la conciencia, en nuestra propia vida y tambi�n en la vida que nos rodea.

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Romans 14". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/romans-14.html.
 
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