Lectionary Calendar
Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
Attention!
Take your personal ministry to the Next Level by helping StudyLight build churches and supporting pastors in Uganda.
Click here to join the effort!

Bible Commentaries
Romanos 4

El Comentario Bíblico del ExpositorEl Comentario Bíblico del Expositor

Buscar…
Enter query below:

Versículos 1-12

Cap�tulo 10

ABRAHAM Y DAVID

Romanos 4:1

El litigante jud�o todav�a est� presente en el pensamiento del Ap�stol. No podr�a ser de otra manera en este argumento. Ninguna pregunta era m�s apremiante para la mente jud�a que la de la Aceptaci�n; Hasta ahora, verdaderamente, la ense�anza y la disciplina del Antiguo Testamento no hab�an sido en vano. Y San Pablo no s�lo, en su Apostolado cristiano, hab�a debatido ese problema innumerables veces con los combatientes rab�nicos; �l mismo hab�a sido rabino y conoc�a por experiencia tanto los recelos de la conciencia del rabinista como los subterfugios de su razonamiento.

As� que ahora se levanta ante �l el gran nombre de Abraham, como consigna familiar de la controversia de la Aceptaci�n. Ha estado luchando por un veredicto absolutamente inclusivo de "culpable" contra el hombre, contra todos los hombres. Ha estado cerrando con todas sus fuerzas las puertas del pensamiento contra la "jactancia" humana, contra la m�s m�nima afirmaci�n del hombre de haber merecido su aceptaci�n. �Puede llevar este principio a cuestiones bastante imparciales? �Puede �l, un jud�o en presencia de jud�os, aplicarlo sin disculpas, sin reservas, al mismo "Amigo de Dios"? �Qu� le dir� a ese majestuoso Ejemplo de hombre? Su nombre en s� mismo suena como un reclamo de casi adoraci�n.

A medida que avanza por la escena del G�nesis, nosotros, incluso los gentiles, nos levantamos como en un homenaje reverente, honrando esta figura tan real y tan cercana al ideal; marcado por innumerables l�neas de individualidad, totalmente diferente al cuadro compuesto de la leyenda o el poema, pero caminando con Dios mismo en una relaci�n personal tan habitual, tan tranquila, tan agradable. �Es este un nombre que debe nublar la afirmaci�n de que aqu�, como en todas partes, la aceptaci�n no tiene esperanza de no ser por la clemencia de Dios "en forma de don, sin obras de ley"? �No fue aceptado al menos Abraham porque era moralmente digno de ser aceptado? Y si Abraham, seguramente, en posibilidad abstracta, otros tambi�n. Debe haber un grupo de hombres, peque�os o grandes, hay al menos un hombre, que puede "jactarse" de su paz con Dios.

Por otro lado, si con Abraham no fue as�, entonces la inferencia es f�cil para todos los dem�s hombres. �Qui�n sino �l se llama "el amigo"? Isa�as 41:8 mismo Mois�s, el Legislador casi deificado, no es sino "el Siervo", en quien conf�a, es �ntimo, honrado en un grado sublime por su eterno Maestro. Pero nunca se le llama "el Amigo".

"Ese t�tulo peculiar parece excluir por completo la cuesti�n de una aceptaci�n legal. �Qui�n piensa en su amigo como alguien cuya relaci�n con �l necesita ser buena en derecho? El amigo est� por as� decirlo detr�s de la ley, o por encima de ella, en el respeto Mantiene una relaci�n que implica simpat�as personales, identidad de intereses, contacto de pensamiento y voluntad, no una ansiosa liquidaci�n previa de reclamaciones y condonaci�n de responsabilidades.

Entonces, si el Amigo del Juez Eterno prueba, sin embargo, haber necesitado la Justificaci�n, y haberla recibido por el canal no de su valor personal sino de la gracia de Dios, habr� pocas dudas sobre la necesidad de otros hombres y el camino. solo por el cual otros hombres lo encontrar�n.

Al acercarse a este gran ejemplo, por lo que resultar� ser, San Pablo est� a punto de ilustrar todos los puntos principales de su inspirado argumento. Por cierto, por implicaci�n, nos da el hecho fundamental de que incluso un Abraham, incluso "el Amigo", necesitaba justificaci�n de alguna manera. Tal es el Eterno Santo que ning�n hombre puede caminar a Su lado y vivir, no, no en el camino de la m�s �ntima "amistad", sin una aceptaci�n ante Su rostro como Juez.

Por otra parte, tal es �l, que incluso un Abraham encontr� esta aceptaci�n, de hecho, no por m�rito sino por fe; no present�ndose a s� mismo, sino renunciando a s� mismo y tomando a Dios por todos; no suplicando: "Yo soy digno", sino "T� eres fiel". Debe demostrarse que la justificaci�n de Abraham fue tal que no le dio el menor motivo para el aplauso propio; no se basaba en lo m�s m�nimo en el m�rito.

Fue "por gracia, no por deuda". Una promesa de bondad soberana. conectado con la redenci�n de s� mismo y del mundo, le fue hecho. No era moralmente digno de tal promesa, aunque solo fuera porque no era moralmente perfecto. Y �l era, humanamente hablando, f�sicamente incapaz de hacerlo. Pero Dios se ofreci� a s� mismo gratuitamente a Abraham, en su promesa; y Abraham abri� los brazos vac�os de la confianza personal para recibir el regalo inmerecido.

Si se hubiera quedado primero para gan�rselo, lo habr�a excluido; habr�a cerrado los brazos. Renunciando con raz�n a s� mismo, porque viendo y confiando en su Dios misericordioso, la vista de cuya santa gloria aniquila la idea de las pretensiones del hombre. abri� los brazos y el Dios de la paz llen� el Vac�o. El hombre recibi� la aprobaci�n de Dios, porque no interpuso nada suyo para interceptarlo.

Desde un punto de vista, el punto de vista m�s importante aqu�, no importaba cu�l hab�a sido la conducta de Abraham. De hecho, ya era devoto cuando ocurri� el incidente de G�nesis 15:1 . Pero tambi�n era un pecador; eso queda bastante claro en G�nesis 12:1 , el mismo cap�tulo del Llamado.

Y potencialmente, seg�n las Escrituras, era un gran pecador; porque era un ejemplo del coraz�n humano. Pero esto, si bien constituy� la urgente necesidad de aceptaci�n de Abraham, no fue en lo m�s m�nimo una barrera para su aceptaci�n, cuando se apart� de s� mismo, en la gran crisis de la fe absoluta, y acept� a Dios en su promesa.

El principio de aceptaci�n del "Amigo" era id�nticamente el que subyace en la aceptaci�n del transgresor m�s flagrante. Como pronto nos recordar� San Pablo, David en la culpa de su adulterio asesino, y Abraham en el camino grave de su adoraci�n y obediencia, est�n al mismo nivel aqu�. Real o potencialmente, cada uno es un gran pecador. Cada uno se vuelve de s� mismo, indigno, a Dios en Su promesa. Y la promesa es suya, no porque su mano est� llena de m�rito, sino porque est� vac�a de s� mismo.

Es cierto que la justificaci�n de Abraham, a diferencia de la de David, no est� conectada expl�citamente en la narraci�n con una crisis moral de su alma. En G�nesis 15:1 no se le representa como un penitente consciente, huyendo de la justicia al Juez. Pero, �no hay una sugerencia profunda de que algo parecido a esto pas� sobre �l y a trav�s de �l? Esa breve afirmaci�n, que "�l confi� en el Se�or, y se lo cont� por justicia", es una anomal�a en la historia, si no tiene una profundidad espiritual escondida en ella.

�Por qu�, en ese mismo momento, deber�amos decirnos esto acerca de su aceptaci�n ante Dios? �No es porque la inmensidad de la promesa hab�a hecho ver al hombre en contraste el absoluto fracaso de un m�rito correspondiente en s� mismo? Job Job 42:1 fue llevado a la penitencia desesperada no por los fuegos de la Ley sino por las glorias de la Creaci�n.

�No fue Abraham tra�do a la misma conciencia, cualquiera que sea la forma que haya tomado en su car�cter y per�odo, por las mayores glorias de la Promesa? Seguramente fue all� y entonces que aprendi� ese secreto del autorrechazo en favor de Dios que es la otra cara de toda fe verdadera, y que sali� a la luz muchos a�os despu�s, en sus poderosos problemas de "obra", cuando puso a Isaac. en el altar.

Es cierto, nuevamente, que la fe de Abraham, su confianza justificadora, no est� conectada en la narraci�n con ninguna expectativa articulada de un sacrificio expiatorio. Pero aqu� primero nos atrevemos a decir, incluso a riesgo de esa formidable acusaci�n, una teor�a antigua y obsoleta del credo patriarcal, que probablemente Abraham sab�a mucho m�s sobre el que viene de lo que una cr�tica moderna com�nmente permitir�. "Se regocij� de ver mi d�a; y lo vio, y se regocij�".

Juan 8:56 Y adem�s, la fe que justifica, aunque lo que toca en realidad es la bendita Propiciaci�n, o m�s bien Dios en la Propiciaci�n, no siempre implica un conocimiento articulado de toda la "raz�n de la esperanza". Ciertamente implica una verdadera sumisi�n a todo lo que el creyente conoce de la revelaci�n de esa raz�n.

Pero �l puede (por las circunstancias) saber muy poco de �l y, sin embargo, ser un creyente. El santo que or� Salmo 143:2 "No entres en juicio con tu siervo, oh Se�or, porque ante tus ojos ning�n ser viviente ser� justificado", se arroj� sobre un Dios que, siendo absolutamente santo, pero de alguna manera puede, tal como �l es, justificar al pecador.

Quiz�s �l sab�a mucho de la raz�n de la Expiaci�n, ya que est� en la mente de Dios, y como se explica, como se demuestra, en la Cruz. Pero quiz�s no lo hizo. Lo que hizo fue arrojarse a la luz plena que ten�a, "sin un ruego", sobre su Juez, como un hombre terriblemente consciente de su necesidad, y confiando s�lo en una misericordia soberana, que tambi�n debe ser un justo, un ley que honra la misericordia, porque es la misericordia del Se�or Justo.

Mientras tanto, no nos equivoquemos, como si tales palabras significaran que un credo definido de la Obra expiatoria no es posible, o no es precioso. Esta ep�stola nos ayudar� a alcanzar tal credo, y tambi�n lo har�n G�latas, Hebreos, Isa�as, Lev�tico y toda la Escritura. "Los profetas y reyes deseaban ver las cosas que nosotros vemos, y no las vieron". Lucas 10:24 Pero esa no es raz�n por la que no debemos adorar la misericordia que nos ha revelado la Cruz y el Cordero bendito.

Pero es hora de llegar a las palabras del Ap�stol tal como est�n.

Entonces, �qu� diremos que Abraham ha encontrado, "ha encontrado", el tiempo perfecto de hecho permanente y siempre significativo, "ha encontrado", en su gran descubrimiento de la paz divina, nuestro antepasado seg�n la carne? "Seg�n la carne"; es decir, (teniendo en cuenta el uso moral predominante de la palabra "carne" en esta ep�stola), "con respecto a s� mismo", "en la regi�n de sus propias obras y m�ritos". Porque si Abraham fue justificado por las obras, se jacta; tiene derecho a aplaudirse a s� mismo.

S�, tal es el principio que aqu� se indica; si el hombre lo merece, el hombre tiene derecho a aplaudirse a s� mismo. �No podemos decir, de paso, que el sentido instintivo com�n de la discordia moral del autoaplauso, sobre todo en lo espiritual, es uno entre muchos testigos de la verdad de nuestra justificaci�n s�lo por la fe? Pero San Pablo prosigue; ah, pero no hacia Dios; no cuando incluso un Abraham lo mira a la cara y se ve a s� mismo en esa Luz.

Como si dijera: "Si se gan� la justificaci�n, podr�a haberse jactado con raz�n; pero la 'jactancia leg�tima', cuando el hombre ve a Dios, es algo impensable; por lo tanto, su justificaci�n fue dada, no ganada". Porque, �qu� dice la Escritura, el pasaje, el gran texto? G�nesis 15:6 "Y crey� Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.

"Ahora bien, al que trabaja, su recompensa, su recompensa ganada, no se le considera como gracia, ni como un don de generosidad, sino como deuda; es para el que no trabaja, sino que cree y conf�a en �l. quien justifica al imp�o, que "su fe es contada por justicia". "El imp�o", como para resaltar por un caso extremo la gloria de la maravillosa paradoja. "El imp�o" es sin duda una palabra intensa y oscura; no s�lo se refiere al pecador, sino al pecador abierto y desafiante.

Todo coraz�n humano es capaz de cometer tal pecaminosidad, porque "el coraz�n es m�s enga�oso que todas las cosas". A este respecto, como hemos visto, en el aspecto potencial, incluso un Abraham es un gran pecador. Pero en verdad hay "pecadores y pecadores" en las experiencias de la vida; y San Pablo est� listo ahora con un ejemplo conspicuo de la justificaci�n de alguien que fue verdaderamente, en un per�odo miserable, por su propia culpa, "un imp�o".

"Has dado ocasi�n a los enemigos del Se�or para blasfemar". 2 Samuel 12:14 En verdad lo hab�a hecho. La fotograf�a fiel de las Escrituras nos muestra a David, el elegido, el fiel, el hombre de experiencias espirituales, actuando su mirada lujuriosa en el adulterio, y medio cubriendo su adulterio con el m�s b�sico de los asesinatos constructivos, y luego, durante largos meses, negarse a arrepentirse. Sin embargo, David fue justificado: "He pecado contra el Se�or"; "El Se�or tambi�n ha quitado tu pecado.

"Se volvi� de su yo terriblemente arruinado a Dios, y de inmediato recibi� la remisi�n. Luego, y hasta el final, fue castigado. Pero all� y en ese momento fue justificado sin reservas, y con una justificaci�n que lo hizo cantar una bienaventuranza fuerte.

As� como David tambi�n expresa su felicitaci�n del hombre (y era �l mismo) a quien Dios considera justicia sin distinci�n de obras, "Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido remitidas y cuyos pecados han sido cubiertos; Bienaventurado el hombre a quien el Se�or no quiere cuenta el pecado ". Salmo 32:1 Palabras maravillosas, en el contexto de la experiencia de la que brotan! Un alma humana que ha transgredido mucho, y que lo conoce bien, y sabe tambi�n que hasta el final sufrir� una dolorosa disciplina a causa de ello, por ejemplo y humillaci�n, conoce sin embargo su perd�n, y lo conoce como una felicidad indescriptible.

La iniquidad ha sido "levantada"; el pecado ha sido "cubierto", ha sido borrado del libro de "ajuste de cuentas", escrito por el Juez. El penitente no se perdonar� jam�s a s� mismo: en este mismo Salmo arranca de su pecado toda la cobertura tejida por su propio coraz�n. Pero su Dios le ha dado perd�n, lo ha tenido por uno que no ha pecado, en cuanto al acceso a �l y la paz con �l est�n en cuesti�n. Y as� su canto de verg�enza y penitencia comienza con una bienaventuranza y termina con un grito de alegr�a.

Hacemos una pausa para notar la exposici�n impl�cita aqu� de la frase "para contar justicia". Es tratar al hombre como alguien cuyo relato es claro. "Bienaventurado el hombre a quien el Se�or no contar� como pecado". En la frase misma, "contar justicia" (como en su equivalente latino, "imputar justicia"), la pregunta, qu� aclara la cuenta, no se responde. Supongamos el caso imposible de un registro mantenido absolutamente claro por la propia bondad sin pecado del hombre; entonces la "justicia imputada", la "justicia imputada" significar�a el contentamiento de la Ley con �l por sus propios m�ritos.

Pero el contexto del pecado humano fija la referencia real a una "imputaci�n" que significa que el registro terriblemente defectuoso es tratado, por una raz�n divinamente v�lida, como si fuera, lo que no es, bueno. El hombre est� en paz con su Juez, aunque ha pecado, porque el Juez lo ha unido a �l mismo, asumi� su responsabilidad y respondi� por ella a Su propia Ley. El hombre es tratado como justo, siendo un pecador, por causa de su glorioso Redentor. Es perd�n, pero m�s que perd�n. No es un mero despido indulgente; es una acogida como de los dignos del abrazo del Santo.

Tal es la Justificaci�n de Dios. Tendremos que recordarlo a lo largo de todo el curso de la ep�stola. Hacer de Justificaci�n un mero sin�nimo de Perd�n es siempre inadecuado. La justificaci�n es la contemplaci�n y el tratamiento del pecador arrepentido, que se encuentra en Cristo, como justo, como satisfactorio para la Ley, no simplemente como alguien a quien la Ley deja ir. �Es esto una ficci�n? Para nada. Est� vitalmente vinculado a dos grandes hechos espirituales.

Una es que el Amigo del pecador se ha ocupado �l mismo, en inter�s del pecador, de la Ley, honrando su santo reclamo al m�ximo bajo las condiciones humanas que �l asumi� libremente. La otra es que misteriosa, pero realmente, ha unido al pecador consigo mismo, en la fe, por el Esp�ritu; lo uni� a s� mismo como miembro, como rama, como esposa. Cristo y sus disc�pulos son realmente uno en el orden de la vida espiritual. Y entonces la comunidad entre �l y ellos 'es real, la comunidad de su deuda por un lado, de Su m�rito por el otro.

Ahora surge de nuevo la pregunta, nunca muy distante en el pensamiento de San Pablo y en su vida, qu� tienen que ver estos hechos de la Justificaci�n con los pecadores gentiles. Aqu� est� David bendiciendo a Dios por su inmerecida aceptaci�n, una aceptaci�n, por cierto, totalmente desconectada del ritual del altar. Aqu�, sobre todo, est� Abraham, "justificado por la fe". Pero David era un hijo del pacto de la circuncisi�n.

Y Abraham fue el padre de ese pacto. �No hablan sus justificaciones s�lo a quienes est�n con ellos dentro de ese c�rculo encantado? �No fue Abraham justificado por la fe m�s la circuncisi�n? �No actu� la fe solo porque �l ya era uno de los privilegiados? Por tanto, esta felicitaci�n, este grito de "Bienaventurados los justificados gratuitamente", �es sobre la circuncisi�n o sobre la incircuncisi�n? Porque decimos que a Abraham, con �nfasis en "Abraham", su fe fue contada como justicia.

La pregunta, quiere decir, es leg�tima, "porque" "Abraham no es a primera vista un ejemplo de la justificaci�n del mundo exterior, las razas humanas no privilegiadas. Pero considere: �c�mo se contabiliz� entonces? �A Abraham en la circuncisi�n o en la incircuncisi�n? No en la circuncisi�n, sino en la incircuncisi�n; Tuvieron que pasar al menos catorce a�os antes de que llegara el rito del pacto. Y recibi� la se�al de la circuncisi�n (con un �nfasis en "se�al", como si dijera que la "cosa", la realidad firmada, ya era suya), como un sello sobre la justicia de la fe que hubo en su incircuncisi�n, un sello sobre la aceptaci�n que recibi�, antecedente de todo privilegio formal, en esa mano desnuda de fe.

Y todo esto fue as�, y as� se registr�, con un prop�sito de gran alcance: que �l pudiera ser padre, ejemplo, representante de todos los que, a pesar de la incircuncisi�n, creen, para que les sea contada la justicia; y padre de la circuncisi�n, ejemplar y representante dentro de su c�rculo tambi�n, para aquellos que no s�lo pertenecen a la circuncisi�n, sino para aquellos que tambi�n caminan en el camino de la incircuncisi�n-fe de nuestro padre Abraham.

De modo que el privilegio no ten�a nada que ver con la aceptaci�n, excepto refrendar la concesi�n de una gracia absolutamente gratuita. El Sello no hizo nada en absoluto para hacer el Pacto. Solo verific� el hecho y garantiz� la buena fe del Dador. Como son los sacramentos cristianos, as� era el sacramento patriarcal; fue "un testimonio seguro y una se�al eficaz de la gracia y la buena voluntad de Dios". Pero la gracia y el bien no vendr�n a trav�s del Sacramento como a trav�s de un m�dium, sino directamente de Dios al hombre que tom� a Dios en Su palabra.

"El medio por el cual recibi�", la boca con la que se aliment� del alimento celestial, "fue la fe". El rito no se produjo entre el hombre y el Se�or que lo aceptaba, sino que estaba presente a un lado para asegurarle con un hecho f�sico concurrente que todo era verdad. "Nada entre" era la ley de la gran transacci�n; nada, ni siquiera una ordenanza dada por Dios; nada m�s que los brazos vac�os recibiendo al Se�or mismo; -y los brazos vac�os en efecto pusieron "nada entremedio".

Lo siguiente se extrae del comentario sobre esta ep�stola en "La Biblia de Cambridge" (p. 261): "[�Qu� diremos a] la discrepancia verbal entre la ense�anza expl�cita de San Pablo de que 'un hombre es justificado por la fe sin obras, 'y la ense�anza igualmente expl�cita de Santiago de que' por las obras el hombre es justificado, y no solo por la fe '? Con solo el Nuevo Testamento ante nosotros, es dif�cil no asumir que el �nico Ap�stol tiene en vista alguna distorsi�n del doctrina del otro.

Pero el hecho (ver 'G�latas' de Lightfoot, nota separada del cap�tulo 3) de que la fe de Abraham era un texto rab�nico b�sico altera el caso, al hacer perfectamente posible que Santiago (escribiendo a los miembros de la Dispersi�n jud�a) no hubiera pero la ense�anza rab�nica a la vista. Y la l�nea que tom� esa ense�anza la indica Santiago 2:19 , donde se da un ejemplo de la fe en cuesti�n; y ese ejemplo tiene que ver totalmente con el gran punto de la ortodoxia estrictamente jud�a: DIOS ES UNO.

Las personas a las que se dirig�a [eran, pues, aquellas cuya] idea de fe no era una aceptaci�n confiable, una creencia del coraz�n, sino una adhesi�n ortodoxa, una creencia de la cabeza. Y Santiago [tom�] a estas personas estrictamente en su propio terreno, y asumi�, para su argumento, que su propia explicaci�n de fe muy defectuosa era correcta ".

"As� estar�a demostrando el punto, igualmente querido por San Pablo, de que la mera ortodoxia te�rica, aparte de los efectos sobre la voluntad, no tiene valor. No estar�a, en el grado m�s remoto, disputando la doctrina paulina de que el alma culpable es puesto en una posici�n de aceptaci�n con el Padre s�lo por la conexi�n vital con el Hijo, y que esta conexi�n se efect�a, absoluta y sola, no por m�rito personal, sino por la aceptaci�n confiable de la Propiciaci�n y su m�rito vicario todo suficiente.

De una aceptaci�n tan confiable, inevitablemente se seguir�n "obras" (en el sentido m�s profundo); no como antecedentes sino como consecuencia de la justificaci�n. Y as�, 'es la fe sola la que justifica; pero la fe que justifica nunca puede estar sola ".

Versículos 13-25

Cap�tulo 11

ABRAHAM (2)

Romanos 4:13

OTRA VEZ nos acercamos al nombre de Abraham, Amigo de Dios, Padre de los Fieles. Lo hemos visto justificado por la fe, aceptado personalmente porque se volvi� por completo al Promotor soberano. Lo vemos ahora en algunos de los gloriosos temas de esa aceptaci�n; "Heredero del mundo", "Padre de muchas naciones". Y aqu� tambi�n todo es por gracia, todo viene a trav�s de la fe. Ni obras, ni m�ritos, ni privilegios ancestrales ni rituales, aseguraron a Abraham la poderosa Promesa; era suyo porque �l, sin alegar absolutamente nada de dignidad personal, y apoyado por ninguna garant�a de ordenanza, "crey� en Dios".

Lo vemos mientras sale de su tienda bajo ese glorioso dosel, esa "noche de estrellas" siria. Miramos hacia arriba con �l a las poderosas profundidades y recibimos su impresi�n en nuestros ojos. �Contempla los innumerables puntos y nubes de luz! �Qui�n puede contar los rayos semivisibles que blanquean los cielos, relucientes detr�s, m�s all�, de miles de luminarias m�s numerables? Al anciano solitario que est� mirando all�, quiz�s al lado de su Amigo divino manifestado en forma humana, se le dice que trate de contar. Y luego escucha la promesa: "As� ser� tu descendencia".

Fue entonces y all� donde recibi� la justificaci�n por la fe. Fue entonces y all� tambi�n que, por fe, como un hombre sin convenio, indigno, pero llamado a tomar lo que Dios le dio, recibi� la promesa de que ser�a "heredero del mundo".

Fue una paradoja inigualable -a menos que coloquemos junto a ella la escena cuando, dieciocho siglos despu�s, en la misma tierra, un descendiente de Abraham, un artesano sirio, hablando como l�der religioso a sus seguidores, les dijo Mateo 13:37 que el "campo era el mundo", y �l el Amo del campo.

�"Heredero del mundo"! �Significaba esto, del propio universo? Quiz�s lo hizo, porque Cristo iba a ser el Demandante de la promesa a su debido tiempo; y bajo sus pies todas las cosas, literalmente todas, ya est�n en orden, y de ahora en adelante ser�n en realidad. Pero la referencia m�s limitada, y probablemente en este lugar m�s ajustada, es suficientemente amplia; una referencia al "mundo" de la tierra y del hombre sobre �l. En su "semilla", ese mayor sin hijos iba a ser Rey de los Hombres, Monarca de los continentes y oc�anos.

A �l, en su simiente, "los confines de la tierra" le fueron entregados "para su posesi�n". No solo su peque�o clan, acampado en los campos oscuros que lo rodeaban, ni siquiera los descendientes directos solo de su cuerpo, por numerosos que fueran, sino que "todas las naciones", "todas las familias de la tierra" deb�an "llamarlo bienaventurado", y para ser bendecidos en �l, como su Jefe patriarcal, su Cabeza en alianza con Dios. "A�n no vemos todas las cosas" cumplidas de esta asombrosa concesi�n y garant�a.

No lo haremos hasta que se hayan hecho visibles los vastos desarrollos prometidos de los caminos de Dios. Pero ya vemos pasos tomados hacia ese tema, pasos largos, majestuosos, que nunca se volver�n atr�s. Vemos en esta hora, literalmente, en todas las regiones del mundo humano, a los mensajeros �un ej�rcito cada vez m�s numeroso� del Nombre del "Hijo de David, el Hijo de Abraham". Trabajan en todas partes y en todas partes, a pesar de innumerables dificultades, est�n ganando el mundo para el gran Heredero de la Promesa.

Por caminos que no conocen han salido estos misioneros; caminos trazados por la providencia hist�rica de Dios y por su vida eterna en la Iglesia y en el alma. Cuando "el mundo" ha parecido cerrado, por la guerra, por la pol�tica, por el h�bito, por la geograf�a, se ha abierto para que puedan entrar; hasta que veamos a Jap�n echando atr�s las puertas de sus castillos, y �frica interior no s�lo descubri� sino que se convirti� en una palabra familiar por el bien de sus misiones, de sus martirios, de la determinaci�n de sus jefes nativos de abolir la esclavitud incluso en su forma dom�stica.

Ning�n programa de conciencia secular ha tenido que ver con esto. Causas completamente fuera del alcance de la combinaci�n humana han sido, de hecho, combinadas; el mundo se ha abierto al mensaje abrah�mico al igual que la Iglesia ha sido inspirada de nuevo para entrar y ha sido despertada a una comprensi�n m�s profunda de su gloriosa misi�n. Porque aqu� tambi�n est� el dedo de Dios; no s�lo en la historia del mundo, sino en la vida de la Iglesia y del cristiano.

Desde hace un largo siglo, en los centros m�s vivos de la cristiandad, ha habido un despertar y un despertar de una conciencia poderosa y revivida de la gloria del Evangelio, de la Cruz y del Esp�ritu; de la gracia de Cristo, y tambi�n de Su reclamo. Y a esta hora, despu�s de muchos pron�sticos sombr�os de pensamientos incr�dulos y aprensivos, hay m�s hombres y mujeres listos para ir a los confines de la tierra con el mensaje del Hijo de Abraham, que en todos los tiempos anteriores.

Compare estos temas, incluso estos, dejando fuera de la vista el poderoso futuro, con la noche estrellada cuando se le pidi� al Amigo de Dios errante que creyera en lo incre�ble, y fue justificado por la fe, y fue investido mediante la fe con la corona del mundo. �No est� Dios en verdad en el cumplimiento? �No estaba en verdad en la promesa? Nosotros mismos somos parte del cumplimiento; nosotros, una de las "muchas naciones" de las cuales el gran Solitario fue entonces hecho "el Padre". Demos nuestro testimonio y pongamos nuestro sello.

Al hacerlo, damos testimonio e ilustramos la obra, la obra siempre bendita de la fe. La confianza de ese hombre, en esa gran hora de medianoche, no merec�a nada, pero recibi� todo. Tom� en primer lugar la aceptaci�n de Dios, y luego con ella, como si estuviera doblada e incrustada en ella, tom� riquezas inagotables de privilegios y bendiciones; sobre todo, la bendici�n de ser una bendici�n. As� que ahora, en vista de esa hora de la Promesa y de estas edades de cumplimiento, vemos nuestro propio camino de paz en su divina simplicidad.

Leemos, como si estuvieran escritas en el cielo con estrellas, las palabras "Justificado por la fe". Y ya entendemos lo que la Ep�stola pronto nos revelar� ampliamente, c�mo para nosotros, como para Abraham, bendiciones incalculables de otras �rdenes se encuentran atesoradas en la concesi�n de nuestra aceptaci�n "No s�lo para �l, sino tambi�n para nosotros, creyendo".

Volvamos nuevamente al texto.

Porque no por la ley vino la promesa a Abraham, oa su simiente, de que �l ser�a el heredero del mundo, sino por la justicia de la fe; a trav�s de la aceptaci�n recibida por la fe no pactada y sin privilegios. Porque si los que pertenecen a la ley heredan la promesa de Abraham, la fe es ipso facto nula y la promesa es ipso facto anulada. Porque ira es lo que obra la ley; s�lo donde no existe la ley, tampoco la transgresi�n.

Tanto como decir que suspender la bendici�n eterna, la bendici�n que por su naturaleza s�lo puede tratar con las condiciones ideales, sobre la obediencia del hombre a la ley, es bloquear fatalmente la esperanza de una realizaci�n. �Por qu�? No porque la Ley no sea santa; no porque la desobediencia no sea culpable; como si el hombre alguna vez, por un momento, se viera obligado mec�nicamente a desobedecer. Pero debido a que, de hecho, el hombre es un ser ca�do, sin embargo, lleg� a serlo.

y cualquiera que sea su culpa como tal. Est� ca�do y no tiene un verdadero poder de restauraci�n. Entonces, si ha de ser bendecido, la obra debe comenzar a pesar de s� mismo. Debe venir de afuera, debe venir gratis, debe ser por gracia, a trav�s de la fe. Por lo tanto, est� en (literalmente, "fuera de") la fe, para ser sabio en la gracia, para asegurar la promesa, a toda la simiente, no solo a lo que pertenece a la Ley, sino a lo que pertenece a la la fe de Abraham, a la "simiente" cuyo reclamo no es menor ni mayor que la fe de Abraham; quien es el padre de todos nosotros, como est� escrito, G�nesis 17:5 "Padre de muchas naciones te he puesto" - a los ojos del Dios en quien �l crey�, que vivifica a los muertos, y llama, se dirige, trata, cosas no-ser como ser.

"A los ojos de Dios"; como para decir que poco importa lo que Abraham sea para "todos nosotros" ante los ojos del hombre, ante los ojos y la estimaci�n del fariseo. El Eterno Justificador y Promotor trat� con Abraham y en �l con el mundo, antes del nacimiento de esa Ley que el fariseo ha pervertido en su muralla de privilegio y aislamiento. Se ocup� de que la poderosa transacci�n se llevara a cabo no solo en realidad, sino de manera significativa, en campo abierto y bajo la ilimitada capa de estrellas.

No afectar�a a una tribu, sino a todas las naciones. Era para asegurar bendiciones que no deb�an ser demandadas por los privilegiados, sino tomadas por los necesitados. Y as� el gran creyente representativo fue llamado a creer ante la ley, ante el sacramento legal y bajo toda circunstancia personal de humillaci�n y des�nimo. Quien, pasada la esperanza, sobre la esperanza, crey�; pasando de la esperanza muerta de la naturaleza a la mera esperanza de la promesa, de modo que se convirti� en padre de muchas naciones; seg�n lo que est� dicho, "As� ser� tu descendencia.

"Y, debido a que no fall� en su fe, no not� su propio cuerpo, ya convertido en muerte, cerca de un siglo como ahora, y el estado de muerte del �tero de Sara. No, en la promesa de Dios -no vacil� por su incredulidad, sino que recibi� fuerza por su fe, dando gloria a Dios, la "gloria" de tratar con �l como siendo lo que �l es, Todopoderoso y Verdadero, y plenamente persuadido de que lo que �l ha prometido �l es capaz de hacer.

Por tanto, en realidad le fue contado por justicia. No porque tal "dar a Dios la gloria", que es solo Su eterno deber, fuera moralmente meritorio, en el m�s m�nimo grado. Si fuera as�, Abraham "tendr�a de qu� gloriarse", el "por qu�" se refiere a todo el registro, a toda la transacci�n. Aqu� estaba un hombre que tom� el camino correcto para recibir la bendici�n soberana. No interpuso nada entre el Promotor y �l mismo. Trat� al Prometedor como lo que es, todo suficiente y fiel. Abri� su mano vac�a en esa persuasi�n, y as�, debido a que la mano estaba vac�a, la bendici�n fue puesta sobre su palma.

Ahora bien, no fue escrito s�lo por su cuenta, que le fue contado, sino tambi�n por nosotros, a quienes seguramente ser� contado, en la intenci�n fija del divino Justificador, como cada sucesivo aspirante viene a recibir; creyendo como lo hacemos en la resurrecci�n de Jes�s nuestro Se�or de entre los muertos; quien fue entregado a causa de nuestras transgresiones, y resucitado a causa de nuestra justificaci�n.

Aqu� el gran argumento pasa a una pausa, a la cadencia de un glorioso descanso. Cada vez m�s, a medida que lo hemos perseguido, se ha desprendido de las obstrucciones del oponente y avanz� con un movimiento m�s amplio hacia una afirmaci�n positiva y regocijada de las alegr�as y la riqueza de los creyentes. Hemos dejado muy atr�s las cavilaciones pertinaces que preguntan, ahora si hay alguna esperanza para el hombre fuera del legalismo, ahora si dentro del legalismo puede haber alg�n peligro incluso para la impiedad deliberada, y nuevamente si el Evangelio de la aceptaci�n gratuita no anula la ley de deber.

Hemos dejado al fariseo por Abraham, y nos hemos parado a su lado para mirar y escuchar. �l, en la sencillez de un alma que se ha visto a s� misma y ha visto al Se�or, y por lo tanto no tiene una palabra, un pensamiento, sobre el privilegio personal, reclamo o incluso aptitud, recibe una aceptaci�n perfecta en la mano de la fe, y descubre que la aceptaci�n lleva consigo una promesa de poder y bendici�n inimaginables. Y ahora, de Abraham, el Ap�stol se vuelve hacia "nosotros", "todos nosotros", "tambi�n nosotros".

"Sus pensamientos ya no est�n en adversarios y objeciones, sino en la compa��a de los fieles, en los que son uno con Abraham y entre s�, en su feliz disposici�n de venir, sin un sue�o de m�rito, y tomar de Dios Su poderosa paz en el nombre de Cristo. No se encuentra en la sinagoga o en la escuela, disputando, sino en la asamblea de creyentes, ense�ando, desplegando en paz la riqueza de la gracia. Habla para felicitar, para adorar.

Un�monos all� en esp�ritu, y sent�monos con Aquila y Priscila, con Nereo, Ninfas y Persis, y recordemos a nuestro turno que "tambi�n fue escrito para nosotros". Seguramente, y con una plenitud de bendici�n que nunca podremos encontrar en su perfecci�n, tambi�n para nosotros "la fe seguramente ser� contada, ?????? ??????????. Como justicia, creyendo como nosotros, ???? ???????????, en el Levantamiento de Jes�s nuestro Se�or, tambi�n el nuestro, de entre los muertos.

"Para nosotros, como para ellos, el Padre se presenta a S� mismo como el Resucitador del Hijo. �l es conocido por nosotros en ese acto. Nos da Su propia garant�a para una confianza ilimitada en Su car�cter, Sus prop�sitos, Su intenci�n sin reservas. aceptar al pecador que se pone de pie en el nombre de su Hijo crucificado y resucitado. �l nos pide que no olvidemos que �l es el Juez, que ni por un momento puede confabularnos. Pero nos pide que creamos, que veamos, que �l, siendo el Juez, y tambi�n el Dador de la Ley, ha tratado con Su propia Ley, de una manera que la satisface, que se satisface a �l mismo.

�l nos ordena as� entender que �l ahora "seguramente" justificar�, aceptar�, hallar� no culpable, hallar� justo, satisfactorio, al pecador que cree. �l viene a nosotros, �l, este Padre eterno de nuestro Se�or, para asegurarnos, en la Resurrecci�n, que ha buscado, y ha "encontrado, un rescate"; que no se le ha convencido para que tenga misericordia, una misericordia detr�s de la cual, por lo tanto, puede acechar una reserva l�gubre, pero que �l mismo ha "establecido" la propiciaci�n amada, y luego lo ha aceptado (no ella, sino �l) con la aceptaci�n de no Su palabra solamente pero Su obra.

�l es el Dios de la paz. Como lo sabemos? Pensamos que �l era el Dios del tribunal y la condenaci�n. S�; pero ha "rescatado al gran Pastor de entre los muertos, en la sangre del pacto eterno". Hebreos 13:20 Entonces, oh Padre eterno de nuestro Se�or, te creeremos; creeremos en ti; lo haremos, lo haremos, en la letra misma de las palabras Thou ??? ??? ?????????, como en un profundo reposo. Verdaderamente, en este glorioso respecto, aunque T� est�s consumiendo Fuego, "no hay nada en Ti que temer".

"Que fue entregado a causa de nuestras rebeliones". As� trat� el Padre con el Hijo, que se entreg� a s� mismo. "Agrad� al Se�or herirlo"; "No escatim� ni a su propio Hijo". "Por nuestras transgresiones"; para afrontar el hecho de que nos hab�amos descarriado. �Qu�, ese hecho iba a cumplirse as�? �Era nuestra voluntad propia, nuestro orgullo, nuestra falsedad, nuestra impureza, nuestra indiferencia hacia Dios, nuestra resistencia a Dios, para ser enfrentados as�? �Hab�a que afrontarlo en absoluto y no dejarlo completamente solo con sus propios y horribles problemas?

�Era eternamente necesario que, si se cumpl�a, se cumpliera as�, nada menos que con la entrega de Jes�s nuestro Se�or? Aun as� fue. Ciertamente, si un expediente m�s suave hubiera enfrentado nuestra culpa, el Padre no habr�a "entregado" al Hijo. La Cruz no era m�s que una absoluta condici�n sine qua non. Est� ese pecado, y en Dios, que hizo que fuera eternamente necesario que, si el hombre iba a ser justificado, el Hijo de Dios no solo deb�a vivir, sino morir, y no solo morir, sino morir as�, entregado, entregado a Dios. sea ??hecho hasta la muerte, como han hecho los que cometen grandes pecados.

En lo profundo de la doctrina divina de la Expiaci�n se encuentra este elemento, el "a causa de nuestras transgresiones"; la exigencia del G�lgota, por nuestros pecados. La remisi�n, la absoluci�n, la aceptaci�n, no era asunto del mandato verbal de la autocracia divina. No se trataba de un asunto entre Dios y la creaci�n, que para �l es "una cosita", sino entre Dios y su ley, es decir, �l mismo, como juez eterno.

Y esto, para el Eterno, no es poca cosa. As� que la soluci�n no requer�a poca cosa, sino la muerte expiatoria, la imposici�n del Padre sobre el Hijo de las iniquidades de todos nosotros, para que abramos los brazos y recibamos del Padre los m�ritos del Hijo.

"Y fue levantado a causa de nuestra justificaci�n": porque nuestra aceptaci�n hab�a sido ganada, por Su liberaci�n. �sta es la explicaci�n m�s simple de la gram�tica y de la importancia. La Resurrecci�n del Se�or aparece como, por as� decirlo, la poderosa secuela, y tambi�n la demostraci�n, garant�a, proclamaci�n de Su aceptaci�n como Propiciaci�n y, por lo tanto, de nuestra aceptaci�n en �l. Porque en verdad fue nuestra justificaci�n, cuando �l pag� nuestra pena.

Es cierto que la aceptaci�n no se acumula para el individuo hasta que cree y, por lo tanto, recibe. El regalo no se pone en la mano hasta que est� abierto y vac�o. Pero el regalo se ha comprado listo para el destinatario mucho antes de que se arrodille para recibirlo. Fue suyo, en provisi�n, desde el momento de la compra; y el glorioso Comprador subi� de las profundidades donde hab�a bajado a comprar, sosteniendo en alto en Sus manos sagradas el Don de oro, nuestro porque Suyo para nosotros.

Un poco antes de escribir a Roma, San Pablo le hab�a escrito a Corinto, y la misma verdad estaba en su alma entonces, aunque s�lo le sal�a de manera pasajera, aunque con infinita impresi�n. "Si Cristo no ha resucitado, vana es vuestra fe; a�n est�is en vuestros pecados". 1 Corintios 15:17 Es decir, as� que el contexto muestra irrefutablemente, todav�a est�s en la culpa de tus pecados; todav�a est�s injustificado.

"En vuestros pecados" no es posible que se refiera a la condici�n moral de los convertidos; porque de hecho, que ninguna doctrina pod�a negar, los corintios eran "hombres cambiados". "En vuestros pecados" se refiere, por tanto, a la culpa, a la ley, a la aceptaci�n. Y les pide que consideren la Expiaci�n como el objetivo sine qua non para eso, y la Resurrecci�n como la �nica garant�a posible y necesaria para tener fe en que la Expiaci�n ha asegurado su fin.

"El que fue entregado, el que resucit�". �Cu�ndo? Aproximadamente veinticinco a�os antes de que Pablo se sentara a dictar esta frase en la casa de Gayo. En ese momento hab�a alrededor de trescientas personas vivas conocidas, al menos, 1 Corintios 15:6 que hab�an visto al Resucitado con los ojos abiertos y lo hab�an escuchado con o�dos conscientes.

Desde un punto de vista, todo era eterno, espiritual, invisible. Desde otro punto de vista, nuestra salvaci�n fue tan concreta, tan hist�rica, tan relacionada con el lugar y la fecha, como la batalla de Actium o la muerte de S�crates. Y lo que se hizo, queda hecho.

"�Pueden los largos a�os sobre Dios mismo exigir y hacer esa ficci�n que una vez fue un hecho?"

Información bibliográfica
Nicoll, William R. "Comentario sobre Romans 4". "El Comentario Bíblico del Expositor". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/teb/romans-4.html.
 
adsfree-icon
Ads FreeProfile