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Bible Commentaries
1 Corintios 15

Comentario del Pobre Hombre de HawkerComentario del Pobre Hombre

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Versículo 1

CONTENIDO

Este es un Cap�tulo muy bendito, sobre el tema de la Resurrecci�n del Se�or Jes�s. Desde la Resurrecci�n de Cristo, el Ap�stol prueba la nuestra. Y se muestran los benditos Efectos de la Doctrina.

Versículos 1-11

(1) Adem�s, hermanos, os declaro el evangelio que os prediqu�, el cual tambi�n hab�is recibido, y en el cual est�is firmes; (2) Por el cual tambi�n sois salvos, si record�is lo que os he predicado, si no cre�steis en vano. (3) Porque os he entregado ante todo lo que tambi�n recib�, que Cristo muri� por nuestros pecados seg�n las Escrituras; (4) Y que fue sepultado, y que resucit� al tercer d�a seg�n las Escrituras: (5) Y que fue visto a Cefas, luego a los doce: (6) Despu�s de eso, fue visto a m�s de cinco cien hermanos a la vez; de los cuales la mayor parte permanece hasta el presente, pero algunos se han quedado dormidos.

(7) Despu�s de eso, fue visto por James; luego de todos los ap�stoles. (8) Y por �ltimo, tambi�n a m� me fue visto, como a un nacido fuera de tiempo. (9) Porque yo soy el m�s peque�o de los ap�stoles, que no soy digno de ser llamado ap�stol, porque persegu� a la iglesia de Dios. (10) Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y la gracia que me ha concedido no fue en vano; pero trabaj� m�s que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios que estaba conmigo. (11) Por tanto, sea yo o ellos, as� predicamos, y as� cre�steis.

El gran y principal punto al que, por Dios Esp�ritu Santo, se dirigi� aqu� a la mente del Ap�stol, fue el de ense�ar a la Iglesia la gloriosa doctrina de la Resurrecci�n. Y nunca la Iglesia de Dios puede estar suficientemente agradecida al Se�or el Esp�ritu, por el ministerio de su siervo en esta verdad trascendental, como se establece aqu� en este cap�tulo bendito. �Lector! miremos hacia arriba y bendigamos a Dios por ello, al entrar en su lectura; y suplicar por gracia, para leer y comprender, para tener esa bienaventuranza de participaci�n, prometida a los miembros del cuerpo de Cristo, sobre quienes la muerte segunda no tuvo poder, Apocalipsis 20:6

El Ap�stol comienza el tema, llamando a la doctrina de la resurrecci�n, de manera comprensiva, el Evangelio. Y, de hecho, as� es. Porque forma la piedra angular del arco. En cuya verdad, todo el edificio est� entretejido. Y es digno de la observaci�n del lector, que despu�s del regreso de Cristo a la gloria y el descenso de Dios el Esp�ritu Santo sobre la mente de los ap�stoles; toda su predicaci�n fue llamada, un testimonio de la resurrecci�n de Cristo, Hechos 1:22 .

Y la parte m�s irritante del ministerio de los ap�stoles a los jud�os fue que predicaron, a trav�s de Jes�s, la resurrecci�n de los muertos, Hechos 4:33 ; Hechos 4:33 . La predicaci�n de Pablo en Atenas fue considerada como un exponente de dioses extra�os, porque les predic� a Jes�s y la resurrecci�n, Hechos 17:18 .

�Lector! de ah� puede aprender la importancia infinita de la doctrina misma. Es, como Pablo les dijo aqu� a los Corintios, la fuente misma de salvaci�n, de la muerte y del sepulcro; Por el cual, dijo, sois salvos: es decir, en la resurrecci�n de Cristo. No por nuestro recuerdo de �l, ni siquiera por nuestra firmeza en la fe; porque la resurrecci�n del Se�or Jesucristo es un hecho seguro, cierto e incuestionable en s� mismo, se crea o no.

Y bendito sea Dios, la salvaci�n de la Iglesia de Cristo, est� fundada en Cristo mismo; no en el acto m�s elevado de fe en su pueblo. Pero el significado del Ap�stol, cuando dice: Por el cual tambi�n sois salvos, si ten�is en la memoria lo que os prediqu�; es decir, su gozo en �l, y su consuelo en �l, ser� inquebrantable, y se convertir� para usted en una evidencia de que es salvo en Cristo, con una salvaci�n eterna, por este aferrarse firmemente y retener la creencia cordial en �l, en un uso pr�ctico de ella, en su coraz�n y conciencia.

En el mismo sentido es lo que a�ade el Ap�stol, cuando dice: a menos que hab�is cre�do en vano. No puede haber una verdadera fe en vano: porque la fe que es del Esp�ritu de Dios, la fe de los elegidos de Dios; Tito 1:1 , es un principio vivo en el alma, inspirado por el Esp�ritu Santo en la regeneraci�n: y siendo de �l, y mantenido vivo por �l, que es el Autor y Consumador de la fe, vive y permanece para siempre.

De modo que los redimidos del Se�or, a quienes Cristo mismo llama, los hijos de la resurrecci�n, Lucas 20:36 , no pueden dejar de creer; tampoco pueden creer en vano. La resurrecci�n misma es en ellos un principio que da vida. En virtud de su uni�n con Cristo, tienen parte en la primera resurrecci�n; siendo por regeneraci�n engendrado para esta esperanza viva, por la resurrecci�n de Jes�s de entre los muertos, 1 Pedro 1:3 .

Por tanto, el principio est� asegurado en Cristo su Cabeza, quien dijo: Porque yo vivo, vosotros tambi�n vivir�is, Juan 14:19 . Su consuelo, su gozo, su felicidad ser�n ciertamente m�s o menos animados, seg�n el mayor o menor grado de sus actos diarios de fe sobre la Persona y obra consumada de Cristo. Pero, su seguridad no est� en sus puntos de vista de Cristo, sino en el mismo Cristo.

Esa fe, o creencia, que es vana y flota pero en la memoria, no puede ser m�s que lo hist�rico. Si hab�a algo de esta descripci�n, que se hab�a infiltrado en la Iglesia de Corinto; la Iglesia misma, por lo que el Ap�stol dijo aqu�, podr�a detectar tales caracteres y marcar la diferencia en s� mismos.

El Ap�stol, habiendo allanado el camino para el gran tema que ten�a en mente, ahora procede a recordarle a la Iglesia los bosquejos de toda su predicaci�n, en relaci�n con la Persona, oficios, car�cter, realeza, perfecciones y gloria del Se�or. Jesucristo. Y Pablo exige a�n m�s la atenci�n de la Iglesia, porque lo que les hab�a entregado, �l mismo lo hab�a recibido del Se�or. �Lector! Te ruego eternamente que recuerdes esta gran caracter�stica del ministerio de Pablo.

�De qui�n se le ense�� a Pablo lo que entreg� a los dem�s? No, se permiti� responder a la pregunta. Os certifico, hermanos, (dijo Pablo en su Ep�stola a la Iglesia de Galacia), que el Evangelio que de m� fue predicado no es seg�n el hombre. Porque ni lo recib� de un hombre, ni fui ense�ado sino por la revelaci�n de Jesucristo. Ver G�latas 1:10 .

Y, como Pablo fue convertido milagrosamente por el Se�or, desde el cielo: Hechos 9:1 , as� fue especialmente ordenado al ministerio, por la ordenaci�n de Dios el Esp�ritu Santo, Hechos 13:1 . �Lector! har�as bien, cuando en cualquier momento, Satan�s o el mundo te tienten, para hacer una pausa, en cualquiera de las preciosas verdades de Dios, entregadas por Pablo, para recordar estas cosas.

No creo que sea necesario engrosar estas p�ginas, al hacer observaciones sobre este serm�n del Ap�stol, cuyas cabezas ha dado aqu�, de lo que antes hab�a predicado a la Iglesia de Corinto. De la muerte de Cristo, seg�n la predicci�n de las Escrituras de los Profetas; los evangelistas se han relacionado muy completamente. Al lector le resultar�a provechoso, mientras examina la maravillosa historia, comparar una con la otra: G�nesis 3:15 ; Salmo 22:1 ; Salmo 69:1 ; Isa�as 53:1 ; Daniel 9:1 ; Zacar�as 13:7 ; Zacar�as 13:7 .

Y que consulte tambi�n las representaciones t�picas, seg�n la ley: �xodo 12:1 ; Lev�tico 16:1 ; N�meros 21:9 con Juan 3:14 .

As� tambi�n, de la resurrecci�n de Cristo, que tambi�n Pablo nota, que fue seg�n las Escrituras, Salmo 16:10 ; Isa�as 26:19 ; Oseas 6:2

No podemos admirar suficientemente el aire de santo triunfo, con el que habla aqu� el Ap�stol, de las muchas apariciones de Cristo a sus disc�pulos, despu�s de que resucit� de entre los muertos. Quinientos hermanos a la vez, y los cuales, dice Pablo en el momento en que escribi� esta ep�stola, (que no fue m�s de veinticinco a�os desde el per�odo de la resurrecci�n de Cristo), la mayor parte permanece hasta el presente. Por mucho que diga, quien dude del hecho, puede obtener plena seguridad de su verdad de las personas mismas.

El conocimiento personal de Pablo de la resurrecci�n de Cristo surgi� de no menos de cuatro manifestaciones distintas, que el Se�or Jes�s hizo de s� mismo al Ap�stol. Ver Hechos 9:1 ; Hechos 18:9 ; Hechos 22:17 ; Hechos 23:11 .

Podr�a haber incluido tambi�n esos otros dos casos registrados, Hechos 27:23 y 2 Corintios 12:2 , porque ser�a dif�cil, si no imposible, probar que Cristo, quien, en su oficio de mediador y personaje, es frecuentemente llamado el �ngel de la Alianza, ( Malaqu�as 3:1 ) no estaba en uno, y no se manifestaba a su sirviente en el otro, Lucas 23:43

No debo detener al lector en un largo aviso de la humildad de alma de Pablo, en el relato que aqu� da de s� mismo. El objetivo principal de este cap�tulo es contemplar lo que Pablo dice de nuestro Se�or, y no el siervo. Pero, por cierto, que el lector no pase por alto cu�nta gracia humilla, cuando el mayor de todos los Ap�stoles se llama a s� mismo el menor de todos los santos. �Lector! lo que somos, lo que es cada hombre en sus logros m�s altos, si se considera s�lo por un momento, sin Cristo.

Y, �oh! �Qu� bendici�n debe ser para ti, para m�, para toda la simiente elegida, cuando podemos decir, como lo hizo Pablo aqu�, por la gracia de Dios soy lo que soy! �S�! es todo por gracia, la elecci�n original de Dios, nuestra regeneraci�n, llamado, redimiendo, justificando, santificando, adoptando y finalmente siendo glorificados; toda la Iglesia rastrea todas sus misericordias a la gracia, de una eternidad a otra, y cada paso en el camino, durante el estado de tiempo presente en el que la Iglesia est� conduciendo de casa a la gloria, tiene esta inscripci�n marcada a medida que avanzamos, Para la alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el amado, Efesios 1:6 .

Versículos 12-19

Ahora bien, si se predica que Cristo resucit� de los muertos, �c�mo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrecci�n de muertos? (13) Pero si no hay resurrecci�n de muertos, entonces Cristo no resucit�; (14) Y si Cristo no resucit�, entonces nuestra predicaci�n es vana, y tambi�n vuestra fe es vana. (15) S�, y somos testigos falsos de Dios; porque hemos testificado de Dios que resucit� a Cristo, al cual no resucit�, si es que los muertos no resucitan.

(16) Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucit�; (17) Y si Cristo no resucit�, vuestra fe es vana; todav�a est�is en vuestros pecados. (18) Entonces tambi�n los que durmieron en Cristo perecieron. (19) Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los m�s miserables de todos los hombres.

Parece muy claro, por lo que el Ap�stol ha dicho aqu�, que hab�a algunos entre los corintios que negaban la resurrecci�n de los muertos, porque Pablo dice: �c�mo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrecci�n de muertos? De modo que no eran los hombres de Corinto; entre los paganos de esa ciudad, ni de los jud�os que pudieran estar viviendo all�, ni de los saduceos de ese lugar; pero, evidentemente, algunos que profesaban una creencia general en Cristo y se mezclaban con el pueblo del Se�or, que constitu�a lo que se llamaba la Iglesia de Corinto.

�Lector! detente y observa c�mo las herej�as tempranas surgieron en la Iglesia para perturbar su paz. Leemos de muchos en los escritos apost�licos, 2Ti_1: 15; 2Ti_2: 17-18; 1 Juan 2:18 ; Judas 1:18 ; Judas 1:18

Qu� hermosa cadena de razonamientos utiliza el Ap�stol para preparar las mentes de los corintios para la recepci�n plena y cordial de este glorioso y fundamento de nuestra sant�sima fe. Adopta una figura conocida en la ret�rica, de admitir lo que un hombre sabe que est� mal, para poder probar m�s plenamente a partir de ello, lo que un hombre sabe que es correcto; y luego, por un cl�max, se eleva a la completa convicci�n de la verdad, de mostrar la locura de los principios opuestos.

Los corintios estaban bien seguros, por el hecho m�s incontestable, de que el mismo Cristo hab�a resucitado de entre los muertos. Esta doctrina se predic� uniformemente entre ellos y se crey� cordialmente. Pero, a pesar de esto, aunque la resurrecci�n de Cristo necesariamente implic� en ella, la m�s completa seguridad de la resurrecci�n segura de sus miembros, ya que el mayor incluye al menor, y como Cabeza, el cuerpo; sin embargo, hubo algunos que, aunque cre�an en uno, dudaban del otro.

El Ap�stol comienza, por lo tanto, tomando la objeci�n de esos incr�dulos en su propio terreno: Si no hay resurrecci�n de los muertos, entonces Cristo no resucit�. La cosa admitida como imposible en un caso, implica una imposibilidad en el otro. Porque Cristo se levant� como cabeza p�blica de su cuerpo, la Iglesia. Y, por tanto, la resurrecci�n de los muertos debe traer consigo la resurrecci�n de todos sus miembros.

El suyo es el ejemplo de todo lo que vendr� despu�s. Su resurrecci�n se convirti� en una de las arras de ellos. El mismo objeto de su resurrecci�n se convirti� en prueba y prenda de ello. Porque muri� a t�tulo p�blico por su pueblo. Y se present� en la misma capacidad p�blica para ellos. El gran objeto de su encarnaci�n, los sufrimientos, la obediencia, la muerte y la resurrecci�n, formaron un solo y mismo acto completo en referencia a ellos. De modo que si se pierde un eslab�n de la cadena, se pierde todo. Y, si Cristo no ha resucitado, toda predicaci�n es vana, y no puede haber fe en Cristo, �pero lo que es igualmente vano!

Tampoco esto es todo. Porque, si es posible, surgen peores consecuencias. En el supuesto de que Cristo no resucite, los que fueron especialmente escogidos para ser testigos de su resurrecci�n, se convierten en falsos testigos: �s�, falsos testigos de Dios! Porque afirman lo que entonces no es cierto: que Dios lo levant� de entre los muertos y lo exalt� como Pr�ncipe y Salvador a su diestra en la majestad en las alturas. Y, sin embargo, no lo resucit�, ni Cristo fue justificado en el Esp�ritu; si es que no se levant� como Cabeza de su cuerpo, la Iglesia, y Dios no lo sac� de entre los muertos, como el Gran Pastor de sus ovejas, por la sangre del Pacto eterno. �Lector! antes de continuar, ora, vuelve a esas dulces Escrituras, Romanos 1:4 ; 1 Corintios 6:14 ; 1 Timoteo 3:16; Hebreos 13:20 ; Apocalipsis 1:17 ; Apocalipsis 1:17

Y para resumir todo en esta manera negativa de argumentar, si, dice el Ap�stol, Cristo no resucit�, vuestra fe es vana, todav�a est�is en vuestros pecados, y los que durmieron en Cristo, es decir, murieron triunfantes. en Cristo, con la plena seguridad de resucitar en �l, y por �l, en el �ltimo d�a, son hundidos para no resucitar m�s. Y, en este caso, todas nuestras grandes esperanzas de inmortalidad y gloria, en la presencia de Dios y, el Cordero, desaparecen para siempre.

�Lector! haga una pausa en la declaraci�n solemne, como aqu� redactada por el Ap�stol, sobre la suposici�n de la posibilidad, de que no hubo resurrecci�n de los muertos. Y, aunque usted sabe por un Maestro infalible, y por una ense�anza infalible, que no puede estar sujeta a error, que todo el razonamiento aqu� utilizado y elaborado hasta tal altura, comienza con premisas falsas y, en consecuencia, podr�a terminar pero en conclusiones falsas; sin embargo, aprenda de �l lo que Dios el Esp�ritu Santo quiso claramente de �l, para mayor gozo y consuelo de toda su Iglesia y su pueblo; Cu�n verdaderamente bendecido es tener tal cadena, como la tenemos, de evidencias inexpugnables de la verdad de la resurrecci�n de Jes�s, y acompa�ada con todas sus benditas consecuencias para nosotros mismos, para que nuestra fe no se base en la sabidur�a de los hombres, pero en el poder de Dios.

Versículos 20-23

(20) Pero ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos y se ha convertido en las primicias de los que durmieron. (21) Porque puesto que la muerte vino por un hombre, tambi�n por un hombre vino la resurrecci�n de los muertos. (22) Porque as� como en Ad�n todos mueren, as� tambi�n en Cristo todos ser�n vivificados. (23) Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; despu�s los que son de Cristo en su venida.

Habiendo refutado el Ap�stol todo lo que las opiniones err�neas de los hombres se habr�an formado a s� mismos, bajo la presunci�n de que no hubo resurrecci�n, ahora llega a su tema favorito, para mostrar la bienaventuranza que surge, la convicci�n incontestable de que la hay. Y, procede a hacer que parezca, y m�s o menos, desde este lugar hasta el cierre del cap�tulo, mora con arrebatamiento en la contemplaci�n, que, en la resurrecci�n del Se�or Jes�s, la Iglesia no s�lo lo contempla resucitado. , pero en esa gloriosa capacidad, como Cabeza y precursora de cada individuo de su pueblo.

Porque, dice Pablo, se ha convertido en las primicias de los que durmieron. Como la primera gavilla en el campo, en la �poca de la siega, madura m�s pronto, recogida y tra�da por primera vez, no es sino la prenda y las arras de todo lo que vendr� despu�s; as� Cristo, el primero en resurrecci�n, porque le correspond�a en todo tener la preeminencia, Colosenses 1:18 ), es como el grano de trigo puro que cay� en la tierra, el cual, muriendo, da mucho fruto. Ver Juan 12:24 y Comentario.

Ruego al lector que admire conmigo la alusi�n incontestable y sorprendente que hace Pablo, a modo de ilustraci�n de la doctrina de la muerte y la resurrecci�n, en el caso de los dos Adanes. Uno involucra a toda la generaci�n en la muerte, por el pecado, el otro incluye la regeneraci�n de toda su vida. Por el hombre vino la muerte, por el hombre vino la vida. En Ad�n todos mueren, en Cristo todos ser�n vivificados. Y el razonamiento es incontestable.

Hay una gran propiedad en ello .; Porque si yo, un pobre pecador, estoy involucrado en el pecado, y en todas las consecuencias del pecado, por haber nacido de la simiente y la raza de Ad�n; as� que por paridad de raz�n, es justo que yo sea incluido en la justicia, la justicia de nuestro Se�or Jesucristo, al nacer de su simiente y ser descendiente de �l. Y as� soy, si puedo demostrar mi relaci�n con uno, como lo hago con el otro.

Y aqu� radica el gran punto de decisi�n. Ahora yo, y todo pecador, probamos plenamente que somos de la raza de pecado de Ad�n, siendo evidentemente nacidos de su estirpe corrupta, pecando, como �l pec�, y sintiendo las consecuencias de ello, como �l sinti�. La pregunta es, �puedo probar que soy de la simiente de Cristo, al nacer de nuevo en Cristo y ser hecho hijo de Dios por adopci�n y gracia? �sta es la base del razonamiento del Ap�stol, y la m�s explicable es la prueba.

Porque, como nunca deb� haber estado involucrado, ni en el pecado ni en la condenaci�n de Ad�n, si no se hubiera probado que hab�a sido suyo por generaci�n; as�, por la misma prueba, a menos que tenga testimonio de que soy de Cristo por regeneraci�n, no puedo reclamar todas las benditas consecuencias que resultan totalmente de esta fuente. Dejemos que las palabras del Ap�stol se pesen en esta norma, y ??el juicio debe ser sin error. Como en Ad�n todos mueren, en Cristo todos ser�n vivificados.

Versículos 24-28

(24) Entonces vendr� el fin, cuando entregue el reino a Dios, el Padre; cuando haya suprimido todo dominio y toda autoridad y poder. (25) Porque es necesario que �l reine hasta que ponga a todos sus enemigos debajo de sus pies. (26) El �ltimo enemigo que ser� destruido es la muerte. (27) Porque todo ha puesto debajo de sus pies. Pero cuando dice que todas las cosas le son sujetas, es manifiesto que est� exceptuado el que le sujet� todas las cosas. (28) Y cuando todas las cosas le est�n sujetas, entonces tambi�n el Hijo mismo se sujetar� al que le sujet� a �l todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.

Detengo al lector en esos vers�culos, solo para observarle, que cuando se diga, el Se�or Jes�s entregar� el reino a Dios y Padre, y que tambi�n el Hijo mismo se sujetar� a �l. que le sujet� a �l todas las cosas, para que Dios sea todo en todos; el significado es claramente, de acuerdo con toda la analog�a de las Escrituras, que como todos los prop�sitos por los cuales el reino de gracia, durante el actual estado de tiempo de la Iglesia, son respondidos, y para los cuales, de hecho, el mismo estado de tiempo de las eras de la Iglesia designadas; el reino de gracia cesar�; porque al final comienza la exhibici�n abierta del reino de gloria.

Pero todo esto no se refiere a la Persona de Cristo, como si el Se�or Jes�s dejara de ser mediador; o, como si todas las comunicaciones de gloria entonces no fueran tanto en �l, y por �l, como las comunicaciones de la gracia ahora cesa el reino de gracia de Cristo; pero Cristo nunca deja de ser Cristo, es decir, Dios-hombre por naturaleza. Nunca por toda la eternidad dejar� de ser la Cabeza de su cuerpo la Iglesia, la plenitud que lo llena todo en todo, Efesios 1:22 .

�l es, fue y ser� el eterno mediador de comunicaci�n con la Iglesia, aqu� en gracia y despu�s en gloria. Y todos nuestros acercamientos, dibujos cercanos, goces, felicidades, gloria, manifestaciones y comuniones con Jehov�; en su triple car�cter de Persona, fluir� sobre la Iglesia en todos los individuos que constituyen el �nico cuerpo de Cristo la Iglesia, de �l, y por �l, que es la Cabeza de todas las cosas, a su cuerpo la Iglesia, seg�n lo que el Profeta, comisionado por el Esp�ritu Santo, declar�, el Se�or ser� para ti luz eterna, y tu Dios tu gloria, Isa�as 60:19 ; Apocalipsis 22:5 .

Versículos 29-34

(29) De lo contrario, �qu� har�n los que se bautizan por los muertos, si los muertos no resucitan en absoluto? �Por qu�, entonces, se bautizan por los muertos? (30) �Y por qu� estamos en peligro cada hora? (31) Protesto por el gozo que tengo en Cristo Jes�s Se�or nuestro, cada d�a muero. (32) Si como hombre he peleado con bestias en �feso, �de qu� me aprovechar� si los muertos no resucitan? comamos y bebamos; porque ma�ana moriremos. (33) No se enga�en: las malas comunicaciones corrompen las buenas costumbres. (34) Despierta a la justicia, y no peques; porque algunos no tienen el conocimiento de Dios: esto lo digo para tu verg�enza.

Quiz�s no haya un pasaje en toda la Biblia que sea m�s dif�cil de entender que el que tenemos ante nosotros, del bautismo por los muertos. Varias han sido las opiniones, tanto de los eruditos como de los ignorantes al respecto. Por los eruditos, me refiero a los ense�ados por Dios, Juan 6:45 . Y por los ignorantes, hombres que profesan un gran conocimiento de la sabidur�a de este mundo, pero que nunca fueron ense�ados por Dios.

Y hay n�meros de esta �ltima clase que han escrito sobre la palabra de Dios. De ellos, sin embargo, nada se puede aprender de las cosas divinas, no m�s que de los ciegos que imaginan, pero no tienen concepci�n de los colores. Pero, entre los eruditos, los ense�ados por Dios, no parece haber nadie que haya sido ense�ado por Dios el Esp�ritu Santo, acerca de este bautismo por los muertos. Y, por lo tanto, lo que Dios no ha considerado apropiado explicar, deber�a parecer m�s sabidur�a de la Iglesia para guardar silencio, que presumir de conjeturas, para estar en peligro de intentar ser sabio por encima de lo que est� escrito.

Me atrevo, por tanto, a se�alar que sirve para fortalecer la visi�n que el Evangelio da sobre los bautismos del Esp�ritu, tan esencialmente necesarios, como el mismo Se�or Jes�s los declar�, y tan insignificantes todos los dem�s, donde el Santo El fantasma no acompa�a su uso. Lucas 24:49 con Hechos 1:8 ; Hechos 1:8 .

Versículos 35-50

(35) Pero alguno dir�: �C�mo resucitan los muertos? y con que cuerpo vienen? (36) Necio, lo que siembras no se vivifica si no muere; (37) Y lo que siembras, no siembras el cuerpo que ser�, sino el grano desnudo, puede que sea de trigo o de alguna otra. grano: (38) Pero Dios le da un cuerpo como le place, ya cada semilla su propio cuerpo. (39) No toda carne es la misma carne; pero hay una clase de carne de hombre, otra carne de animal, otra de pez y otra de ave.

(40) Tambi�n hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres: pero la gloria de lo celestial es una, y la gloria de lo terrestre es otra. (41) Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, porque una estrella difiere de otra en la gloria. (42) As� tambi�n es la resurrecci�n de los muertos. Se siembra en corrupci�n; resucita en incorrupci�n: (43) se siembra en deshonra; resucitar� en gloria: se siembra en debilidad; se levanta en poder: (44) Se siembra un cuerpo natural; se levanta un cuerpo espiritual.

Hay un cuerpo natural y hay un cuerpo espiritual. (45) As� est� escrito: El primer hombre Ad�n fue hecho alma viviente; el postrer Ad�n fue hecho un esp�ritu vivificante. (46) Sin embargo, no es primero lo espiritual, sino lo natural; y luego lo espiritual. (47) El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es el Se�or del cielo. (48) Como el terrenal, as� tambi�n los terrenales; y como el celestial, as� tambi�n los celestiales.

(49) Y as� como trajimos la imagen del terrenal, traeremos tambi�n la imagen del celestial. (50) Pero esto digo, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni la corrupci�n hereda la incorrupci�n.

�Qui�nes fueron los que plantearon la pregunta, c�mo resucitan los muertos y con qu� cuerpo vienen? no se dice; pero tenemos motivos para agradecer que se haya dicho que el Ap�stol, bajo la ense�anza divina, pudiera responderla como lo ha hecho aqu� completamente, y que Dios el Esp�ritu Santo ha hecho que se registren tanto la pregunta como la respuesta. Ninguna forma de palabras puede ser m�s clara que la que Pablo ha usado para familiarizar a la Iglesia con la doctrina agradable.

Y no hay im�genes o similitudes m�s llamativas, a modo de ilustraci�n no creo necesario a�adir una palabra sobre este punto, que el mismo Se�or ha explicado. La llamativa figura del ma�z, que muriendo y pudri�ndose en la tierra se hace vivir; y la diversidad de la carne, para mostrar que habr� diversidad de grados en la resurrecci�n; y las diferentes glorias de los cuerpos celestes, que es otra semejanza tomada de ellos, en ilustraci�n de los mismos; todos estos explican maravillosamente mientras prueban la doctrina.

Pero, pasando por alto estos, que son tan claros que no necesitan comentario, quisiera ofrecer una observaci�n o dos sobre la parte en la que el Ap�stol se detiene, en referencia a la resurrecci�n, cuando considera a Cristo el segundo Ad�n, as� llamado, como un esp�ritu vivificante. El postrer Ad�n (dice �l) fue hecho un esp�ritu vivificante. Y el Ap�stol saca esta conclusi�n tan preciosa y bendita de ello, que como en la naturaleza de Ad�n del primer hombre, tales son los que son terrenales; as�, en la naturaleza recibida del segundo Hombre, son los celestiales.

Todo lo cual corresponde a lo que Cristo mismo ense��, que como el Padre levanta a los muertos y los vivifica, as� tambi�n el Hijo da vida a quien quiere, Juan 5:21

Ruego al lector que preste mucha atenci�n, hasta este punto. En mi opini�n, es muy dulce y bendecido. Y todo hijo de Dios verdaderamente regenerado, consciente de su uni�n y unidad con Cristo, lo encontrar�, bajo las ense�anzas del Esp�ritu Santo, verdaderamente dulce y bendito.

No me quedar� en este lugar para insistir en ese gran punto, (aunque es el fundamento de todos los dem�s), con respecto a la bienaventuranza de la resurrecci�n misma, quiero decir que la resurrecci�n de Cristo es la �nica causa de la nuestra. Esto lo dar� por sentado, el hijo de Dios ha sido ense�ado por el Esp�ritu Santo y lo conoce como un principio vivo y pr�ctico en su naturaleza renovada. La experiencia diaria en su acceso al trono, y el regocijo en la esperanza de la gloria de Dios, le ha tra�do a casa la dulce verdad a su alma, que Cristo fue entregado por nuestras ofensas y resucitado para nuestra justificaci�n, Romanos 4:25 ; En esto pone fondo su alegr�a, esperanza y consuelo por completo.

Pero lo que tengo ahora particularmente en vista es de lo que el Ap�stol ha dicho aqu� acerca de Cristo, el segundo Ad�n, como un esp�ritu vivificante, para observar cu�n benditamente asegurada es la resurrecci�n del pueblo del Se�or a partir de este principio divino. Es en virtud de la uni�n y unidad con Cristo, como miembros de su cuerpo, de su carne; y de sus huesos, que Cristo da vida a su pueblo y resucita los cuerpos de sus santos en el �ltimo d�a.

Ahora, como prueba de esta doctrina tan preciosa y reconfortante, hay uno o dos puntos interesantes que deben ser atendidos, que ponen este tema en la luz m�s clara, y que no solo explican los principios de la resurrecci�n, ya que todos provienen de Cristo mismo, pero haz de la espera un gozo inefable y lleno de gloria. Ruego al lector que los examine uno por uno.

Y primero. Aunque se nos ense�e a considerar a Cristo y a su pueblo como uno, y a contemplarlo como un esp�ritu vivificante, se sigue inmediatamente que de ese avivamiento, como Cabeza de su cuerpo, la Iglesia, cada miembro individual de su cuerpo ser� resucitado, y resucitado en el �ltimo d�a. Esto fue lo que Jes�s mismo predic� en la tumba de L�zaro, cuando dijo, Yo soy la resurrecci�n y la vida, Juan 11:25 .

Y lo mismo que su siervo Pablo fue comisionado para decirle a la Iglesia, cuando dijo, tu vida est� escondida con Cristo en Dios, cuando Cristo, que es nuestra vida, aparezca, entonces t� tambi�n aparecer�s con �l en gloria, Colosenses 3:3 . De modo que Cristo mismo es la vida de su pueblo, precisamente, como la cabeza de un cuerpo humano es la vida de ese cuerpo, y el principio eficaz de comunicar nueva vida al polvo de sus santos, est� en �l y frente a �l.

Esto tambi�n lo predic� el Se�or mismo por medio de Ezequiel, cuando dijo: Pueblo m�o, abrir� tus sepulcros y har� que subas de tus sepulcros y te lleve a la tierra de Israel. Y sabr�is que yo soy el Se�or, cuando abra vuestros sepulcros, oh pueblo m�o, y os saque de vuestros sepulcros, y ponga mi esp�ritu en vosotros. Entonces sabr�is que yo, el Se�or, he hablado y lo he cumplido, dice el Se�or, Ezequiel 37:12 .

Entonces, nuevamente, por el profeta Isa�as, la misma verdad bendita es proclamada y certificada para ser cumplida de la misma manera. S�, Dios el Padre da su palabra personal en la confirmaci�n de ella tambi�n. Tus muertos, dijo Dios Padre a su amado Hijo, como Cristo mediador, tus muertos vivir�n. A lo que se representa a Cristo respondiendo, se levantar�n junto con mi cad�ver. Luego viene el llamado de Cristo a sus muertos: Despertad y cantad los moradores del polvo.

Compare esto con lo que el Esp�ritu Santo ha dicho por Pablo acerca de los que duermen en Jes�s, cuando el Se�or mismo descienda del cielo con aclamaci�n, y los muertos en Cristo resuciten primero, 1 Tesalonicenses 4:13 hasta el fin. Entonces Dios Padre retoma la conversaci�n, y con una bella figura, explica c�mo se cumplir� el acto glorioso: tu roc�o es como roc�o de hierbas, y la tierra arrojar� sus muertos, Isa�as 26:19 .

Como en la estaci�n invernal del a�o, no hay nada en toda la creaci�n vegetal, tan poco prometedor como las ramas secas de hierbas, y sin embargo de su ra�z brota en la primavera la humedad para darles nueva vida y verdor; as� Cristo, ra�z de su pueblo, en la ma�ana de la resurrecci�n, reanima el polvo de su cuerpo m�stico, y su roc�o es la �nica causa de su renovada vida. A este efecto tambi�n est� esa dulce promesa. Salmo 110:3

De ah� se desprende muy plenamente que en la resurrecci�n de Cristo, la resurrecci�n de su pueblo no s�lo se asegura, sino que se efect�a. Cristo mismo es la �nica causa eficaz. Se logra por su uni�n con �l, seg�n lo que �l dijo, porque yo vivo, ustedes tambi�n vivir�n, Juan 14:19 . Y lo que el Lector debe considerar m�s particularmente, de hecho, es el gran punto que estoy trabajando bajo Dios el Esp�ritu, ense�ando a grabar en su mente, que la resurrecci�n de los justos.

(creyentes justificados en Cristo), difiere completamente de los imp�os, los no regenerados y los no llamados. Viene la hora en que todos los que est�n en los sepulcros oir�n su voz y saldr�n, Juan 5:28 . Pero se dice que esto se efect�a sobre los muertos sin gracia por el poder desnudo de Dios, al escuchar su voz. No es as�, los miembros del cuerpo m�stico de Cristo.

Surgen de su uni�n con �l, como un esp�ritu vivificante. Y el Esp�ritu Santo le da su confirmaci�n adicional, por su siervo Pablo, cuando habla a la Iglesia: Si Cristo est� en ustedes, el cuerpo est� muerto a causa del pecado, pero el esp�ritu es vida debido a la justicia; es decir, el cuerpo no se renueva, porque nunca fue intencionado mientras en el presente estado de tiempo, cuando el esp�ritu en la regeneraci�n es santificado en Cristo, regresa, en el tiempo se�alado, como un cuerpo de pecado y muerte, a la polvo de la tierra, y queda hasta la ma�ana de la resurrecci�n.

Pero el esp�ritu es vida debido a la justicia, es decir, siendo uno con Cristo e interesado en la justicia de Cristo; el cuerpo duerme en Jes�s, y tambi�n es suyo por redenci�n. Y, por lo tanto, el Esp�ritu Santo agrega por medio del Ap�stol: Pero, si el Esp�ritu de Aquel que levant� a Jes�s de los muertos mora en ustedes, el que levant� a Cristo de los muertos tambi�n vivificar� sus cuerpos mortales por su Esp�ritu que mora en t�, Romanos 8:10 .

El Esp�ritu de Cristo que mora en nosotros se convierte en la �nica causa eficaz de levantar el cuerpo de la tumba de la muerte en la resurrecci�n, as� como el Esp�ritu de Cristo se convierte en la �nica causa eficaz de levantar el alma de la tumba del pecado en la regeneraci�n. Espero haberme explicado a la aprehensi�n del lector, sobre este tema tan reconfortante para el alma, y ??de esas preciosas escrituras de Dios, muy plenamente mostradas, la dulzura de ese glorioso car�cter de oficio de Cristo, en lo que concierne a su pueblo, que como Pablo ha dicho aqu�, el postrer Ad�n es un Esp�ritu vivificante.

En segundo lugar. Es otro gran punto en la doctrina de la resurrecci�n tener en cuenta y, bajo la ense�anza divina, recordar siempre y vivir en el disfrute de, que los cuerpos de los creyentes se levantar�n los mismos cuerpos id�nticos a medida que desciendan. a la tumba. Como Cristo resucit� el mismo cuerpo que fue puesto en el sepulcro, as� tambi�n su pueblo. Como era el Jefe, tambi�n deben ser los miembros.

A Job se le ense�� esta preciosa verdad, y se regocij� en ella, siglos antes de que se cumpliera la obra de redenci�n: Job 19:25

Y Pablo lo confirma de la manera m�s decidida, cuando dice, este corruptible debe vestirse de incorrupci�n, y este mortal debe vestirse de inmortalidad. De hecho, suponiendo que este no fuera el caso, la doctrina de la resurrecci�n se perder�a. Si el Se�or le diera a su pueblo un cuerpo nuevo, esto no ser�a una resurrecci�n, sino una creaci�n. Y en este sentido, �qu� ha sido del cuerpo m�stico de Cristo? Maravillosamente cambiado ser� en verdad, y estar� preparado para el disfrute eterno de Dios en gloria.

As� lo describe Pablo. Y bendito sea Dios, as� lo encontraremos. Ya no ser� objeto de pecado, tristeza, tentaci�n y maldad. Se sembr� cuerpo natural, resucitar� cuerpo espiritual. Y, como los esp�ritus no est�n sujetos a enfermedades corporales, todos los cuidados e inquietudes de los que nuestra carne es heredera, en este estado mortal, ser�n conocidos y no se sentir�n m�s. Pero se conservar� la identidad.

La misma persona que yo soy ahora y que t� eres ahora ser� la misma. La mano que escribe esas humildes l�neas del Comentario del Pobre, y el ojo que las lee, o el o�do que las oye, ser� la misma. Cambiados de la debilidad al poder, y de la deshonra a la gloria, seremos, personalmente, los mismos seres que somos ahora. Jes�s cambiar� nuestro cuerpo vil, para que se amolde a su cuerpo glorioso, de acuerdo con la obra por la cual �l es capaz de someter todas las cosas para s� mismo. Filipenses 3:21

No debo detener m�s al Lector. Pero que el Se�or el Esp�ritu Santo gu�e a todo creyente verdaderamente llamado y regenerado a un goce sincero de estas cosas refrescantes para el alma. En la bendita expectativa de ello, todos podemos clamar con Job; �Esc�ndeme en la tumba y mantenme en secreto hasta la hora se�alada y acu�rdate de m�! Todos los d�as de mi tiempo se�alado esperar� hasta que llegue mi cambio. Job 14:13 .

Versículos 51-58

. Pero el milagroso e instant�neo cambio de la mortalidad a la inmortalidad, que �l afirma aqu�, y que debe realizarse sin pasar por la muerte, es un misterio del que no se habla en ninguna otra parte. �Lector! T� y yo encontramos un motivo incesante para bendecir a Dios por el ministerio de Pablo. D�nde y cu�ndo el Se�or le ense�� esto, ya sea cuando fue arrebatado al tercer cielo o en cualquiera de las otras visiones con las que fue favorecido, no es tan material para que sepamos, como para haber recibido su testimonio, como el El Se�or lo comision� para entregar.

El canto de triunfo con el que Pablo cierra este cap�tulo bendito, es al que todos los verdaderos creyentes en Cristo, con igual gozo, est�n llamados a unirse. Y mientras los cantamos, porque todos nuestros triunfos son en Cristo, que nadie olvide que son las propias palabras del Se�or, proclamadas como una promesa del Pacto, y que Pablo, ense�ado por el Se�or, las ha convertido en un himno de alabanza, como las promesas de Dios en Cristo, que son todo s� y am�n, deber�an serlo.

V�ase Oseas 13:14 . �Oh! para que la gracia se una al c�ntico santo. Cristo ha destruido la muerte con su muerte. Quit� el aguij�n de la muerte, que es el pecado, al quitarlo y al curar las heridas del pecado con su sangre. Absuelto ahora, entonces no puede haber condena. Cuando un creyente redimido muere, muere en Cristo y para Cristo, y es uno con Cristo. Jes�s habla: No temas, tengo las llaves del infierno y de la muerte. Am�n. Apocalipsis 1:18 .

Versículo 58

REFLEXIONES

�Sobre! �T� que eres la resurrecci�n y la vida! �Granizo! �T�, glorioso y omnipotente Se�or Jes�s! A la verdad, te declaraste Hijo de Dios, con poder, seg�n el Esp�ritu de santidad, por tu resurrecci�n de entre los muertos. Y de ese modo has mostrado hasta la m�s completa demostraci�n, que en tu vida vive tu pueblo, y por tu resurrecci�n tambi�n el de ellos est� asegurado, convirti�ndote t� mismo en las primicias de los que durmieron. �Alabado sea tu nombre grande y glorioso! El pecado ahora est� perdonado. La justicia ahora est� satisfecha. Ahora se cumple la ley. Satan�s conquist�. �Infierno sometido y cielo abierto a todos los creyentes!

�Oh! �Fieles en Cristo! regoc�jense en la esperanza de la gloria de Dios. La muerte ya no tiene aguij�n; el paso por el sepulcro no es m�s que valle de sombra de muerte, porque la sustancia se ha acabado. Cristo ha perfumado el sepulcro con su santo cuerpo. Ya no es el territorio del diablo, sino la c�mara de descanso del pueblo del Se�or. Desde all�, ahora se ven vistas claras de la ciudad del Dios viviente.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Se�or Jesucristo, quien, seg�n su abundante misericordia, nos engendr� para esta esperanza viva por la resurrecci�n de Jesucristo de entre los muertos. Bendito sea Dios Hijo, que es la resurrecci�n y la vida de su pueblo. Y bendito sea Dios el Esp�ritu Santo, que por el lavamiento de la regeneraci�n, que derram� sobre nosotros abundantemente, por Jesucristo nuestro Salvador, nos hizo part�cipes de la naturaleza divina, para que, justificados por su gracia, seamos herederos. seg�n la esperanza de la vida eterna! Am�n y am�n.

Información bibliográfica
Hawker, Robert, D.D. "Comentario sobre 1 Corinthians 15". "Comentario del Pobre Hombre de Hawker". https://beta.studylight.org/commentaries/spa/pmc/1-corinthians-15.html. 1828.
 
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