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Bible Commentaries
1 Timoteo 3

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

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Versículos 1-7

El oficio de un obispo.

El oficio de un obispo un buen trabajo

Si un hombre desea el oficio de obispo por principios rectos, lo desea.

no una dignidad secular - no un buen beneficio - no un puesto de honor o ganancia - no una vida ociosa f�cil - pero desea un trabajo; en verdad es una buena obra, pero sigue siendo una obra.

I. Puede llamarse propiamente obra, si consideramos los deberes del oficio, que exigen la m�xima asiduidad, y algunos de los cuales son peculiarmente dolorosos y laboriosos.

II. Es un buen trabajo, ya sea que lo considere, para qui�n, con qui�n o para qu� trabaja. Los ministros del evangelio trabajan para Dios, quien est� llevando a cabo el gran plan de salvaci�n en nuestro mundo. Su servicio inmediato es el asunto peculiar de sus vidas. Los ministros tambi�n trabajan para Jesucristo. Fue �l quien originalmente les dio su comisi�n; fue �l quien les asign� su trabajo; es �l quien est� interesado en su �xito.

Nuevamente, los ministros del evangelio trabajan por las almas de los hombres. Hacer el bien a la humanidad es el gran prop�sito de su cargo. Consideremos a continuaci�n con qui�n trabajan los ministros del evangelio; y veremos qu� tan bueno es su empleo. �Son colaboradores de Dios�. ( 2 Corintios 6:1 ). Tambi�n son colaboradores de Jesucristo, promoviendo la misma causa por la que �l se hizo hombre; por lo cual vivi� la vida de un siervo, y muri� la muerte de un malhechor y un esclavo.

Tambi�n se les puede llamar colaboradores del Esp�ritu Santo, cuyo gran oficio es santificar a las criaturas depravadas y prepararlas para la refinada felicidad del cielo. Tambi�n act�an en concierto con los �ngeles; porque �qu� son estas gloriosas criaturas sino �esp�ritus ministradores enviados para ministrar a los que ser�n herederos de la salvaci�n�? ( Hebreos 1:14 ).

Una vez, un �ngel condescendi� en llamar a un ministro del evangelio su consiervo ( Apocalipsis 19:10 ). Los ministros tambi�n est�n ocupados en la obra en la que los ap�stoles fueron antes que ellos. El oficio de un obispo parecer� adem�s una buena obra, si se considera por lo que trabajan los ministros. De hecho, no trabajan por una recompensa sobre la base del m�rito personal; pero lo esperan seg�n el plan del evangelio, por medio de Jesucristo.

En este punto de vista, como Mois�s, tienen �respeto por la recompensa� ( Hebreos 11:26 ). Y as� parece que su labor laboriosa y dolorosa es buena, buena en s� misma, buena para el mundo y buena para ellos mismos. ( S. Davies, MA )

El ministro ideal

El ap�stol que mantuvo con m�s valent�a la hermandad de los creyentes reconoci� claramente la necesidad del orden y el oficio en las comunidades cristianas.

I. Se insiste fuertemente en las caracter�sticas morales del pastor ideal. Curiosamente, no se dice nada sobre su piedad, su amor por Dios, su comuni�n con �l, su deleite en �l, su devoci�n por �l; pero esto se presupone naturalmente como la base del resto. No se menciona aqu�, en parte porque Timoteo no requiri� que se le recordara que la religi�n personal es el primer elemento esencial en todo trabajo espiritual, y en parte porque fue menos capaz de juzgar la piedad interior en otros que las cualidades mencionadas aqu�.

1. El autogobierno es uno de los principales y debe manifestarse en todas las direcciones. El obispo debe ser sobrio, ejerciendo el autocontrol habitual, no s�lo en lo que respecta a las bebidas embriagantes, sino tambi�n en lo que respecta a la complacencia en los placeres de todo tipo, dando ejemplo de dominio sobre lo carnal y sensual. Pero el temperamento debe estar tan bajo control como otras pasiones, porque el maestro cristiano no debe ser un "alborotador", no debe ser un luchador, "sino paciente".

2. Nuevamente, el buen juicio es una calificaci�n muy necesaria para todo pastor y maestro. Esta es sin duda una de las razones de Pablo para instar a Timoteo, como lo hace en el vers�culo sexto, que un pastor en la Iglesia no debe ser un �novicio� , es decir , un converso reciente. Si la vida joven de una planta se expone al resplandor del sol, sobrevendr� la muerte. Y en la vida de cada criatura, insecto, p�jaro y bestia, y sobre todo en la vida del hombre, el per�odo de desarrollo debe preceder al per�odo de manifestaci�n.

3. Otra caracter�stica del ministro ideal debe ser la franqueza y la franqueza. La frase "dado a la hospitalidad" en la Versi�n Autorizada, o m�s correctamente "un amante de los extra�os", denota lo que era relativamente m�s importante entonces que ahora.

II. Las relaciones del ministro con quienes lo rodean, su correcta relaci�n con Dios se supone.

1. Debe ser marido de una sola mujer.

2. Luego se hace alusi�n a la propia casa del pastor a diferencia de la casa de Dios. Por eso se insta a que cualquier l�der de la Iglesia gobierne bien su propia casa, teniendo a sus hijos en sujeci�n con toda seriedad. Sobre lo cual el Dr. Reynolds ha dicho maravillosamente: "La vida infantil del hogar del pastor deber�a sugerir el car�cter sagrado de un templo y el orden de un palacio". �Y no es esto cierto para todos nosotros? �No es en el hogar donde somos m�s probados, y no es all� donde mejor podemos glorificar a Dios?

3. La relaci�n que el pastor debe tener con el mundo. En este pasaje se pone mucho �nfasis en ser "irreprensibles" y tener "buen testimonio de los que est�n fuera", es decir, de los que est�n fuera del reino de Cristo. No podemos permitirnos, como representantes de Cristo, desafiar la opini�n del mundo sobre nosotros en lo que respecta a la reputaci�n moral. El mundo es un mal juez de la doctrina, de los motivos y de las esperanzas y pensamientos religiosos; pero es un juez de car�cter agudo y, en general, preciso; y cuando los miembros y l�deres de la Iglesia sean reconocidos por el mundo como hombres y mujeres honestos, sinceros, confiables y puros, Cristo ganar� el d�a contra sus enemigos. ( A. Rowland, LL. B. )

Preferencia por el ministerio

Un cl�rigo nos informa en una carta que nos env�a una notable confesi�n del difunto senador John A. Logan. Dice que al hablar con el senador poco antes de su muerte, Logan dijo: "A menudo he pensado que me gustar�a estar en el ministerio". Le respond�: "Para haber hecho eso, general, debe haber renunciado a muchas ambiciones". �Eso�, fue su noble respuesta, �eso no ser�a nada. Pronto llegar� el fin, y entonces se ver� que estas cosas no valen nada ". Estaba convencido de su honestidad transparente cuando pronunci� estas palabras, y soy de la opini�n de que simplemente habl� como cre�a y sent�a. ( Prensa de Filadelfia. )

La dignidad del ministerio cristiano

Adem�s, si sopesamos todas las cosas en la balanza de la justicia, veremos que no hay rey, cualquiera que sea la pompa que lo rodea, que como rey no est� en dignidad abajo, no dir� s�lo un obispo, sino incluso un simple pastor de aldea, considerado pastor. S�lo tenemos, para darnos cuenta del hecho, poner nuestros ojos en las funciones del pastor y del rey respectivamente. �A qu� se refieren los trabajos de los pr�ncipes? �No es para que los malhechores sean reprimidos por la vigilancia de la ley, y para que el bien no sea perturbado? Es decir, �actuar para que las personas y los bienes de los ciudadanos del estado est�n a salvo? Pero �cu�nto m�s excelente es el prop�sito del ministro del evangelio, que desea establecer en cada alma individual la m�s serena tranquilidad apaciguando y sometiendo los deseos del mundo! Las labores del rey est�n destinadas a garantizar que el estado viva en paz con sus vecinos; el objetivo del sacerdote es que todos est�n en paz con Dios, que cada uno posea paz interior y que nadie tenga en su coraz�n el hacer da�o a otro.

El pr�ncipe se propone proteger la casa, las tierras y el ganado de determinadas personas de la violencia de los depredadores. Pero, �qu� dise�a el sacerdote? Para defender la propiedad de las almas que le fueron confiadas, su fe, su caridad, su templanza, su pureza contra los asaltos del diablo; propiedad que confiere felicidad a quienes la poseen, y cuya p�rdida los sumerge en la m�s terrible desgracia.

.. En una palabra, todo lo que est� bajo la direcci�n del pr�ncipe es terrenal y pasajero; pero lo que ocupa el pastor es divino, celestial, eterno. Y, por tanto, cuanta diferencia hay entre el cielo y la tierra, entre el cuerpo y el alma, entre los bienes temporales y las posesiones eternas, tanta diferencia hay entre las funciones encomendadas al rey y la confianza depositada en el sacerdote. . ( Erasmo. )

Una familia bien gobernada

Cuando haya un verdadero orden y una ley en la casa, no vendr� de una forma de mando dura, bulliciosa, irritante y atroz. La mansedumbre hablar� la palabra de la firmeza, y la firmeza se vestir� con los aires de la verdadera mansedumbre. �Cu�ntos vemos que deliran con autoridad y mantienen la tempestad desde la ma�ana hasta la noche, que nunca se detienen a ver si se observa de hecho algo que proh�ben o mandan! De hecho, realmente olvidan lo que han mandado.

Sus mandatos se suceden tan densamente que se api�an unos a otros, e incluso se empujan sucesivamente unos a otros fuera del recuerdo. El resultado es que por este ca�oneo de pop-gun, los sucesivos perdigones de mando son a su vez todos volados. Si algo es digno de ser prohibido o mandado, es digno de ser vigilado y cumplido fielmente. De esto depende el �nfasis real de la autoridad, no de la fuerza del viento del enunciado.

Que se manden s�lo tales y tantas cosas a las que se pueda atender fielmente; �stos con voz suave y cinematogr�fica, como si su t�tulo de obediencia radicara en su propio m�rito; y luego dejar que el ni�o rinda cuentas perfectamente inevitables y fieles; y en ese momento se ver� que el orden y la ley tienen un �nfasis propio y un poder para gobernar por su propio derecho divino. La belleza de una familia bien gobernada se ver� de esta manera como una especie de poder silencioso y de apariencia natural, como si se tratara solo de una cuesti�n de crecimiento, y nunca podr�a haber sido de otra manera. ( Horacio Bushnell. )

Lutero y sus hijos

Lutero sol�a ense�ar a sus hijos a leer la Biblia de la siguiente manera. Primero, leer un libro cuidadosamente, luego estudiar cap�tulo por cap�tulo, luego vers�culo por vers�culo, y finalmente palabra por palabra, porque, dijo, �Es como una persona que sacude un �rbol frutal. Primero sacudiendo el �rbol y recogiendo el fruto que cae al suelo, luego sacudiendo cada rama y luego cada ramita de la rama, y ??por �ltimo mirando cuidadosamente debajo de cada hoja para ver que no quede fruto. De esta manera, y de ninguna otra, encontraremos tambi�n los tesoros escondidos que hay en la Biblia �. ( J. Stewart. )

Un ministro por encima del amor al dinero

Hace poco, en Calcuta, un nativo, un comerciante cristiano, estaba profundamente interesado en una comunidad de "marginados", e hizo una oferta de � 60 al a�o a cualquier cristiano nativo que se fuera a vivir entre estas personas. y ens��ales la Palabra de Vida. Tan pronto como se hizo la oferta, apareci� un candidato para el cargo. �Quien era �l? El cristiano m�s humilde, devoto y consecuente que jam�s haya conocido.

Fue profesor en un colegio misionero, MA y LL.B. de la Universidad de Calcuta, y percibiendo un salario de 200 libras esterlinas al a�o. �Tal era el candidato para este cargo de � 60 al a�o! ( Christian Herald. )

Un obispo liberal

La generosidad y la munificencia del obispo Baring fueron ilimitadas. Se puede dar un ejemplo entre muchos. Pasaba el domingo con un vicario bendecido con medios muy moderados y una familia numerosa. Su se�or�a not� los rostros p�lidos de los ni�os y le dijo a su madre: �Debes llevar a estos peque�os a la playa, y su padre tambi�n debe descansar por completo. Cumplir� con su deber durante seis semanas.

La buena dama se pregunt� d�nde iba a encontrar los medios para llevar a cabo este excelente plan. Sin embargo, cuando el obispo le estrech� la mano al irse, le puso un billete de 50 libras en la mano de la manera m�s amable y resolvi� el problema. Sin embargo, no todos los que tienen tanta riqueza hereditaria como el difunto obispo de Durham. ( Christian Herald. )

Ministros no contenciosos

(Versi�n revisada): - En la siguiente an�cdota del difunto presidente Wayland se ilustra c�mo una respuesta suave puede apartar la ira y la insatisfacci�n. El di�cono Moses Pond fue al Dr. Wayland una vez con la queja de que la predicaci�n no lo edificaba. �Lo siento�, dijo el pastor; �S� que son malos sermones. Ojal� pudiera mejorarlos. Ven, oremos para que yo pueda hacerlo.

�El di�cono, contando la historia, sol�a decir,� Dr. Wayland or� y yo or�; �l llor� y yo llor�. Pero he pensado cien veces que era extra�o que no me echara de casa. Les digo que nunca hubo un hombre mejor ni un predicador m�s grande que el Dr. Wayland ". ( W. Baxendale. )

Apto para ense�ar . -

El p�lpito una luz y una torre

Estas tres palabras son una sola en griego. La ignorancia es la herencia de nuestra ca�da en el Ed�n. La gran obra del ministerio de Cristo es iluminar la mente oscurecida. Hay un fuego que no da luz y una llama fr�a fosforescente que no da calor. Nuestra ense�anza, mientras disipa las tinieblas del pecado, debe derramar sus rayos para dar vida a las virtudes congeladas.

1. Para satisfacer las exigencias de un buen maestro, uno debe estar dispuesto a aprender. Los ap�stoles, dejando caer sus redes y otros oficios mundanos, fueron a una escuela de los profetas, como nunca antes ni desde entonces existi� en la tierra. Su �nico instructor fue el Gran Maestro, el Creador de todas las cosas. Aprendieron sabidur�a sin un libro de la fuente de todo conocimiento.

2. Si queremos ense�ar, debemos tener una lecci�n que impartir.

3. Para ser apto para ense�ar, uno debe dominar la lecci�n que impartir�.

4. Para ser apto para ense�ar, es indispensable un entusiasmo sagrado.

5. Para poder ense�ar bajo las alas del Esp�ritu Eterno, Paloma Santa, debemos reunir fuerza y ??�xito mediante la oraci�n.

6. Apto para ense�ar, finalmente, tiene el elemento de fe. ( WH Van Doren. )

Cuida la Iglesia de Dios.

Cuidado pastoral

Observe el cargo sagrado encomendado a los obispos, pastores o pastores designados por Dios. En primer lugar, debo insistir en que los pastores de Cristo, que cuidan de la Iglesia encomendada a su cargo, deben cuidar su alimentaci�n, que no tendr�n nada para comer sino lo que es puro y sano. Que en el cuidado que los siervos de Dios deben cuidar de la Iglesia encomendada a su cargo, deben nutrir tres descripciones de car�cter, o tres clases de la familia especificadas en las Escrituras: beb�s, j�venes y padres.

Este cuidado de la Iglesia debe ser con toda ternura, pero con toda firmeza, y bajo la conciencia de responsabilidad. Debe ser con toda ternura. Debemos ser mansos, como dice el ap�stol, �como la nodriza acaricia a sus hijos; y como dese�bamos su bienestar, est�bamos dispuestos a impartirles nuestras propias almas, porque ustedes eran queridos por nuestras almas �. Pero no s�lo debemos usar la ternura - �con mansedumbre instruyendo a los que se oponen� - hacia los corderos, los d�biles, los peque�os; pero debemos usar toda la firmeza. Adem�s, si fingimos preocuparnos por la Iglesia de Dios, debe ser manteniendo nuestros corazones y pensamientos fijos en nuestra responsabilidad. ( J. Hierros. )

No soy un novato . -

Vanidad en los predicadores

I. Los predicadores j�venes est�n especialmente sujetos a tal vanidad. Es el novato el que puede ser "enaltecido con orgullo".

1. Los j�venes est�n naturalmente dispuestos a sobrevalorar sus habilidades.

2. Son particularmente susceptibles a la adulaci�n. Cuanto menos ilustrados e irreflexivos son los hombres, m�s dados a los halagos.

II. El destino del diablo debe seguir tal vanidad. "Caer en la condenaci�n del diablo". ( El homilista. )

Orgullo ministerial reprendido

Un anciano te�logo escoc�s ten�a que recurrir ocasionalmente a la ayuda de personas en per�odo de prueba. Un d�a, un joven, muy presumido de sus logros como predicador, ofici�, y al descender del escritorio, se encontr� con el anciano caballero con las manos extendidas y, esperando grandes elogios, dijo: �No te pido cumplidos, te lo ruego. " �Na, na, ja, mi joven amigo�, dijo el p�rroco, �hoy en d�a me alegro de todos.

Rowland Hill sobre la obra ministerial : - Ning�n hombre ha tenido opiniones m�s fuertes que el Sr. Rowland Hill sobre la verdadera naturaleza de la obra ministerial y sobre la necesidad de una dependencia humilde de la ayuda del Se�or para recibir una bendici�n en ella. Uno de sus comentarios fue: �Si me favorecen en cualquier momento con lo que se llama una buena oportunidad, soy demasiado propenso a encontrarme diciendo: '�Bien hecho!', Cuando deber�a acostarme en el polvo y darle a Dios toda la gloria.

Otro fue: �Se�or, hazme desconfiar de m� mismo, para que pueda confiar solo en Ti; la autodependencia es el camino alto de los fariseos hacia la destrucci�n �. Estaba muy acostumbrado a instar a todos los que entraban al sagrado oficio sobre la necesidad de mantener el temperamento cristiano y celestial entre su pueblo. �Algunas personas�, dec�a, �parecen haber sido ba�adas en verjuicio de cangrejo en su infancia, que les penetr� la piel y las ha vuelto amargas desde entonces; pero esto no sirve para un mensajero del evangelio; as� como lleva un mensaje, debe manifestar un esp�ritu de amor.

"A �l le gustaba el consejo del Dr. Ryland a sus j�venes acad�micos:" No importa, ning�n serm�n tiene valor o es probable que sea �til, si no tiene las tres R, "La ruina por la ca�da, la redenci�n por Cristo. , Regeneraci�n por el Esp�ritu Santo ". De s� mismo coment�: "Mi objetivo en cada serm�n es un llamado fuerte y lujurioso a los pecadores, a vivificar a los santos y a ser una bendici�n universal para todos". Era uno de los dichos favoritos de �l: �Cuanto m�s cerca vivimos de Dios, mejor estaremos capacitados para servirle.

�Oh, c�mo odio mi propio ruido, cuando no tengo nada de qu� hacer ruido! La sabidur�a celestial crea una expresi�n celestial ". En una carta al Sr. Jones, observa: �Hay algo en la predicaci�n del evangelio, con el Esp�ritu Santo enviado desde el cielo, a lo que anhelo llegar. A veces creo que me apetece un poco, y luego grito casi tan mal como el gal�s. Si nos ocupamos de las realidades divinas, deber�amos sentirlas as�, y la gente en general se sentir� con nosotros y reconocer� el poder que hace maravillas en la tierra; mientras que la predicaci�n seca, formal y de discusi�n deja a los oyentes justo donde los encontr�.

Sin embargo, los favorecidos de esta manera ten�an que ser favorecidos con mucha humildad. Somos demasiado propensos a estar orgullosos de lo que no es nuestro. �Oh humildad, humildad, humildad! " No es de extra�ar, con tales impresiones en cuanto a la naturaleza de su trabajo y el estado de su mente, que la predicaci�n del Sr. Rowland Hill fuera tan honrada y bendecida por Dios. "�Se�or, ayuda!" fue su oraci�n constante y ferviente, y fue escuchada. ( Scottish Christian Herald. )

Humildad en los ministros

El reverendo George Gilfillan, que muri� en 1877, no solo fue un autor de alguna distinci�n, sino tambi�n un ingenio. Una congregaci�n a la que hab�a estado predicando le present�, cuando estaba en prueba, un traje; y despu�s de pon�rselos, amarraron los viejos en un bulto. "�D�nde los enviar�?" dijo el sastre. �Los tomar� yo mismo�, dijo Gilfillan; "Los he cargado demasiado tiempo sobre mi espalda como para avergonzarme de llevarlos bajo el brazo". No hab�a falso orgullo en �l. Dio el debido honor a los viejos amigos. ( Christian Herald. )

Orgullo ministerial reprendido

La revista religiosa estadounidense, The Independent, relata la siguiente historia de vanidad reprendida, que fue contada recientemente en una reuni�n de ministros por el Rev. Dr. Gould, de Worcester. �Un tal reverendo Samuel Smith hab�a estado hablando de manera muy erudita y altiva, y ahora caminaba a casa con su hermano, esperando ansiosamente alguna palabra de elogio. Al no encontrarlo, dej� caer una leve indirecta indirecta, para ver qu� pod�a extraerse.

Estaba algo sorprendido y consternado por el arrebato: �Te digo, Sam, qu� es. En lugar de predicar "Jesucristo y este crucificado", parece que ha estado predicando a Samuel Smith y a �l con dignidad ". Cu�n necesario es que los predicadores del evangelio se escondan a la sombra de la Cruz de Cristo y se olviden de s� mismos en la majestad del mensaje que entregan.

I. Un ministro de buena reputaci�n : - Hace unos treinta a�os, el actual Obispo de Minnesota fue a Chicago y construy� una iglesia cerca del centro comercial de la ciudad. En aquellos d�as no hab�a tranv�as, y sucedi� que el reverendo caballero estableci� su residencia en West Chicago, cerca de una l�nea de �mnibus. Con frecuencia ocurr�a que el �mnibus estaba abarrotado y muchos se ve�an obligados a tomar un �pasaje por cubierta�.

�El escritor iba en el asiento con el conductor un s�bado por la noche, cuando la conversaci�n gir� en torno al trabajo dominical y la consistencia de los cristianos profesos, el conductor pens� que era bastante dif�cil que deber�a estar obligado a trabajar el domingo, mientras que otros deber�an tomar su trabajo. descansar. De su conversaci�n se desprende que su fe en el cristianismo era bastante d�bil; pero volvi�ndose hacia m� dijo, con considerable �nfasis: �Hay un cl�rigo a quien respeto y creo que es un cristiano constante.

�Siendo un poco curioso por saber qui�n era el cl�rigo y en qu� pruebas hab�a basado su opini�n, le ped� una explicaci�n. �Bueno�, dijo, �est� el reverendo Sr. Whipple, que construy� esa iglesia en el centro de la ciudad; tiene un pase libre sobre esta l�nea, pero camina hacia abajo y hacia atr�s los domingos en lugar de comprometer su cristianismo; eso me demuestra que es un cristiano constante ". A veces ocurre que el serm�n m�s elocuente de un cl�rigo est� siendo predicado cuando menos lo espera; y cualquier cristiano privado puede predicar el mismo tipo de serm�n. ( Edad cristiana. )

Las causas y los remedios del orgullo

Dif�cilmente se puede dejar de percibir que este razonamiento de San Pablo se basa en la suposici�n de que los que saben poco son los que m�s corren el peligro de enorgullecerse. Es solo porque el hombre es un novato por lo que es probable que sea elevado. �No es un hecho conocido y confesado que el arrogante y presumido es, por lo general, el superficial y el ignorante? Dif�cilmente encontrar� al hombre de verdadero poder y gran talento que no sea un hombre sencillo y sin afectaciones.

Rara vez te llevar�a a una estimaci�n falsa de las personas, si tuvieras que tomar como regla, que donde hay manifestaci�n de vanidad, hay superficialidad de intelecto. �Y por qu� es esto, sino porque el que m�s sabe es m�s consciente de lo poco que sabe? �Puede enorgullecerse de su poder mental quien, habi�ndolo aplicado a la investigaci�n de la verdad, ha descubierto poco m�s que que la verdad agotar�a un poder mil veces mayor? �Puede estar orgulloso de su progreso cient�fico quien, despu�s de haber trabajado mucho y duro, se encuentra s�lo como un principiante, tan vastas son las extensiones que se encuentran vagamente m�s all�? �Oh! no es, y nunca ser�, el hombre de experiencia que se muestra altivo y engre�do.

Por lo tanto, hemos tomado el caso en general de un novato en el conocimiento, ya que ayuda a colocar bajo un punto de vista m�s claro la esencia del argumento de San Pablo, a saber, que la ignorancia es el gran padre del orgullo. Pero ahora nos limitaremos a las ramas particulares de la vida a las que debe haberse referido el ap�stol cuando escribi� la direcci�n para la exclusi�n de un novicio; y puesto que es un novato en la doctrina cristiana de la que habla, quiz�s abarquemos completamente su argumento si prestamos nuestra atenci�n al conocimiento de nosotros mismos, en los dos grandes aspectos de nuestro estado por naturaleza y nuestro estado por gracia.

De todo conocimiento no hay, sin duda alguna, que sea m�s valioso en s� mismo o m�s dif�cil de alcanzar que el autoconocimiento; ninguno m�s valioso, porque un hombre tiene un inter�s inconmensurablemente mayor o un inter�s m�s profundo en s� mismo que en todo el universo circundante; ninguno m�s dif�cil de lograr, porque lo tenemos en la autoridad de la Biblia misma, que nadie m�s que un Ser Divino puede escudri�ar el coraz�n humano.

Y si no pudi�ramos demostrar de todo el conocimiento que es un correctivo del orgullo, o al menos leer lecciones a cada uno, en cuanto a su incompetencia e insignificancia, que lo deja imperdonable si no es humilde, no tendr�amos dificultad para hacer esto con respecto al autoconocimiento. Sea, por as� decirlo, que el estudio de las estrellas en sus trayectorias tiende a dar al hombre grandes pensamientos sobre s� mismo; porque, de hecho, hasta que no se mira de cerca el asunto, hay algo ennoblecedor, algo que parece excusar, si no formar, una elevada estimaci�n del poder, cuando, con paso atrevido, el astr�nomo persigue a los cuerpos celestes por caminos inexplorados. regiones, rastreando sus andanzas y contando sus revoluciones; pero en lo que respecta, en todo caso, al autoconocimiento,

Si consideramos al hombre en su condici�n natural, �c�mo podr�a estar orgulloso alguien que conociera a fondo esa condici�n? El autoconocimiento �conocimiento del cuerpo�, como se asigna a todos los des�rdenes de la tumba, ser�a el correctivo m�s eficaz para la autocomplacencia, de la cual la belleza es el alimento. �Qui�n, de nuevo, podr�a estar orgulloso de su rango, engre�do debido a una insignificante elevaci�n por encima de sus semejantes, que estaba profundamente consciente de su propia posici�n como una criatura responsable? Quien, una vez m�s, pudo enorgullecerse de su fuerza intelectual, de su ingenio, de su sabidur�a, de su elocuci�n, que conoc�a la altura de la que hab�a ca�do - y ve�a en s� mismo s�lo los fragmentos - casi hab�amos dicho la basura - -�De lo que Dios dise�� y cre� para que fuera? De hecho, aqu�, en general, tiene el gran correctivo para el orgullo.

Los hombres s�lo tienen que reconocerse a s� mismos como criaturas ca�das y depravadas, y casi podr�amos aventurarnos a decir que no podr�an estar orgullosos. Pero hemos hablado del autoconocimiento como si fuera un conocimiento del hombre s�lo en relaci�n con su condici�n natural. Sin embargo, debemos considerarlo como un ser redimido, y no simplemente como un ca�do; porque posiblemente, aunque el conocimiento de �l en su estado arruinado sea el correctivo del orgullo, puede que no sea lo mismo con el conocimiento de �l en su estado restaurado.

S�, un leve conocimiento del evangelio, lejos de generar humildad, puede incluso tender a fomentar el orgullo. Existe tal oposici�n entre el hombre arruinado y el hombre redimido, si en un estado puede mostrarse como repugnante e in�til, en el otro se le puede considerar de tal importancia como rescatado por Cristo mientras los �ngeles fueron abandonados para perecer, que Es dif�cil evitar la primera vez que se escucha el evangelio, sentir que, despu�s de todo, nuestra degradaci�n debe haber sido exagerada y nuestra insignificancia exagerada.

As�, el novicio corre una vez m�s el peligro de ser enorgullecido. Como el novicio en ese conocimiento que tiene que ver con el hombre ca�do, as� el novicio en ese conocimiento que tiene que ver con el hombre redimido, est� sujeto, por su poco conocimiento, a pensar en s� mismo m�s de lo que deber�a. �Y no disminuir� el peligro a medida que se estudie y se comprenda el Evangelio con mayor detenimiento? S�, de hecho; pues �qu� fue sino la peor calumnia sobre el sistema del cristianismo suponer que no se adaptaba a la humildad productora? Y si a este argumento a favor de la humildad, que est� entretejido con toda la textura del evangelio,

La redenci�n como esquema de maravillas en el que los mismos �ngeles desean mirar, puede encender en �l un sue�o de su importancia; pero la redenci�n que emana de la gracia gratuita, lo convencer� de su nada; y la redenci�n, que requiere de �l la mente que tambi�n estaba en Cristo, lo cubrir� de confusi�n. Y as� llegamos a la misma conclusi�n, cuando examinamos el autoconocimiento con respecto a nuestra condici�n de redimidos, a la que llegamos cuando lo examinamos con respecto a nuestra condici�n de ca�dos. Es el novicio quien est� en mayor peligro de orgullo; es su novicio lo que lo expone al peligro. ( H. Melvill, BD )

Versículos 8-13

Asimismo, los di�conos deben ser serios.

El di�cono ideal

I. Los di�conos deben ser de car�cter noble ( 1 Timoteo 3:8 ).

1. Deb�an ser serios , es decir , de comportamiento serio, no compartiendo las locuras y alegr�as de las ciudades amantes del placer como �feso, sino reverenciados como hombres que viven en una atm�sfera m�s elevada y pura.

2. No hablar con doble lengua, diciendo una cosa a este hombre y otra a aqu�l, dando lugar a malentendidos y diferencias. El chisme es a veces tan da�ino como la calumnia.

3. No es dado a mucho vino. Tal temperamento deber�a ser una caracter�stica de cualquier verdadero cristiano, y es absolutamente esencial para quien dirija y represente a la Iglesia.

4. No codiciosos de ganancias deshonestas o "ganancias viles".

II. Los di�conos deben ser fuertes en la fe ( 1 Timoteo 3:9 ). �Manteniendo el misterio de la fe con pura conciencia�.

III. La iglesia debe confiar en los di�conos ( 1 Timoteo 3:10 ). �Que tambi�n �stos sean probados primero�, porque sus calificaciones deben ser probadas y reconocidas, a fin de que puedan tener la confianza de sus hermanos.

IV. Los di�conos pueden buscar la recompensa de recompensa ( 1 Timoteo 3:13 ). La frase �compren para s� mismos un buen grado� o, como en la versi�n revisada, �ganan para s� mismos una buena reputaci�n�, incluye la idea de obtener una gran reputaci�n entre los hermanos; y eso no deja de tener su valor. Pero implica, tambi�n, avanzar en la fe, en la valent�a y en la sabidur�a, fruto del servicio activo y fiel.

Y esta es la preparaci�n y la promesa del honor que se dar� en el �ltimo gran d�a, honor que variar� entre los santos seg�n la medida de su capacidad y fidelidad. ( A. Rowland, LL. B. )

Doble lengua

Durante la guerra civil en Estados Unidos, tres oficiales del norte fueron nombrados en una comisi�n con tres oficiales del sur, despu�s de la batalla de Prairie Grove, para negociar un intercambio de prisioneros. Mientras la comisi�n estaba sentada, un granjero anciano entr� en la habitaci�n, pensando que era la oficina del preboste. Sus ojos estaban nublados, pero r�pidamente not� los uniformes y, suponi�ndose en presencia del personal del Norte, comenz� a protestar por su lealtad a la Uni�n.

Uno de los oficiales le aconsej� en broma que fuera cauteloso y, se�alando a los oficiales del Sur, le dijo que los mirara. El anciano se puso las gafas y, reconociendo el uniforme, explic� que su coraz�n estaba con el Sur en la gran lucha, y que su �nico hijo era un soldado del ej�rcito del Sur. Mirando alrededor de la habitaci�n, reconoci� tambi�n a los uniformes del Norte, y estaba desconcertado.

Por fin, apoy� ambas manos sobre la mesa y, observando a todo el grupo, dijo: �Bueno, se�ores, esto es un poco variado; pero sigan adelante y luchen entre ustedes. Puedo vivir bajo cualquier gobierno ". ( Christian Herald. )

Una vida equ�voca que debe evitarse

Hace alg�n tiempo, dos viajeros fueron a �frica. Al llegar a un lago, se buscaba encontrar ad�nde tend�a la corriente lanzando un flotador en su superficie; y lentamente, pero con seguridad, flot� hacia el este. �La corriente es hacia el este�, dijo el viajero, satisfecho con su descubrimiento. Alg�n tiempo despu�s, otro viajero se par� junto al mismo lago, pregunt�ndose "a s� mismo la misma pregunta," �Ad�nde tiende la corriente? " �l tambi�n lanz� un flotador sobre la superficie del agua, que de inmediato flot� hacia el oeste.

�La corriente va hacia el oeste�, dijo; y, despu�s de su descubrimiento, obtuvo su desembocadura, y as� lo rastre� hasta donde desembocaba en el Oc�ano Atl�ntico. Procuremos que nuestra vida no sea incierta, como este lago, que en un momento parece ir hacia el cielo y en otro parece ir con el mundo. M�s bien, que nosotros, que llevamos el nombre de Jes�s, dejemos que nuestras vidas corran como un arroyo tranquilo y constante y, a medida que avanzamos, dejemos un registro brillante de nuestras vidas detr�s de nosotros. ( Christian Herald. )

Sosteniendo el misterio de la fe .

Aceptando los misterios de la fe

Puedo beber de la primavera clara y fr�a, y refrescarme, aunque no espero perforar los terribles cimientos de granito de donde viene. Puedo tomar del grano de las gavillas leonadas o de la vid cargada, aunque no puedo decir c�mo la ra�z y las fibras inconscientes seleccionan, eligen, sin confundir nunca, de un suelo com�n lo que producir� su fruto espec�fico. Puedo regocijarme en el sol brillante, y abanicar mi mejilla con el viento que respira, aunque soy ignorante como un ni�o del gran palacio de la luz, y �no s� cu�ndo viene el viento, ni a d�nde va.

" A�n as�; Inclino mis labios resecos hacia el �agua viva� y me levanto revivido; y no conozco a ning�n hombre ni mujer que alguna vez lo haya intentado y se haya visto obstaculizado. Estoy contento con eso. ( AB Grosart. )

El misterio de la fe

I. Ahora bien, existe un error predominante al que estamos expuestos en la actualidad, de no reconocer suficientemente en la verdad revelada los misterios que est�n m�s all� del alcance de la comprensi�n humana. Con mucho, la mayor parte de las doctrinas que componen el esquema del cristianismo son misterios que sobrepasan la comprensi�n del hombre. Tal es, por ejemplo, la doctrina de la Trinidad en Unidad. Sin embargo, perm�tanme observar aqu� que, aunque es un misterio, es un misterio de fe.

No es una revelaci�n de la cual el misterio ofrezca alguna excusa para la incredulidad. Es un misterio, lo confieso, de parte de Dios, de incomprensible sabidur�a, poder y amor; pero, sin embargo, es un misterio en el que podemos confiar con la mayor seguridad. Es m�s importante observar esto, porque hay muchas mentes ante las cuales los misterios de la verdad divina se presentan como una disculpa por la incredulidad.

Los hechos del cristianismo y las doctrinas que se derivan de ellos est�n ampliamente atestiguados. Hay una propiedad maravillosa que se evidencia por s� misma en el Evangelio. Aunque est� repleto de misterios, est� construido de tal manera que demuestra su idoneidad para las necesidades morales de los ca�dos. Apelamos, entonces, no solo a la evidencia sobre la cual descansa la verdad del evangelio, como est� contenida en la Palabra de Dios, sino tambi�n a los resultados que han acompa�ado a su proclamaci�n, en corroboraci�n de su afirmaci�n, aunque sea un misterio, a la fe impl�cita. . Es este misterio el que ha conferido a la humanidad diez mil bendiciones por el tiempo, las promesas y presagios de bendiciones a�n m�s ricas en la eternidad.

II. Pero aqu� surge la pregunta pr�ctica, �qu� es �tener el misterio de la fe en una conciencia pura�? o, en otras palabras, �a qu� curso de acci�n somos llamados por la direcci�n que el ap�stol da aqu�? Ahora bien, una conciencia pura es "una conciencia libre de ofensa hacia Dios y hacia el hombre". Es una conciencia iluminada por el Esp�ritu Santo y libre de acusaci�n, ya sea por motivo de deber omitido o de precepto infringido.

Para guardar el misterio de la fe con limpia conciencia, por lo tanto, es a ser tan bajo la influencia de la verdad revelada para ser impulsado por lo tanto a la pr�ctica todo lo que Dios ha ordenado , y evitar todo lo que Dios ha prohibido. Ahora, por nada es la Biblia m�s notable que por la naturaleza pr�ctica de todas sus revelaciones. No existe una doctrina de la verdad revelada que no est� dise�ada y adaptada para influir en la vida diaria y la conversaci�n; y nunca se puede sostener la verdad en una conciencia pura, sino donde el credo que se profesa se ejemplifica en la conducta.

Tomemos, por ejemplo, cualquiera de las verdades elementales de la revelaci�n, y podr� discernir de inmediato su car�cter pr�ctico. Est� la verdad revelada de la omnipresencia de Dios, una verdad que ning�n hombre puede sostener el misterio de la fe y, sin embargo, negar. Seg�n esta doctrina, creemos que Dios est� presente en todas partes y en todo momento. Nunca podremos escapar de Su observaci�n, nunca eludir Su atenta inspecci�n.

Esto es parte del misterio de la fe. Y as� con respecto a todos los componentes del misterio de la fe. Mantenerlo en una conciencia pura es permitir que cada doctrina cristiana tenga su influencia leg�tima sobre todo el caminar y la conversaci�n. Se trata, entonces, de "tener el misterio de la fe en una conciencia pura". Es hacer de cada doctrina revelada un motivo nuevo para luchar por la perfecci�n moral.

�Pobre de m�! puede haber un "guardar el misterio de la fe", pero no "en una conciencia pura". Puede haber familiaridad con la verdad cristiana, ortodoxia de credo, claridad en la enunciaci�n de los misterios evang�licos, celo en el mantenimiento de la verdad y habilidad para luchar contra el error, donde, sin embargo, buscamos en vano una correspondencia entre la profesi�n. del labio y el lenguaje de la vida diaria.

Se guarda el misterio de la fe; se expone, profesa, defiende y, sin embargo, no se sostiene en la conciencia pura. Su influencia es contrarrestada por una vida no regulada por los principios confesados. ( Bp. Bickersteth. )

Versículo 11

Aun as�, sus esposas deben ser graves.

La esposa del pastor

Un buen ejemplo es el primer ministerio del pastor, y Pablo asocia a la esposa en este ministerio, cuando desea que las esposas sean "graves, no calumniadoras, sobrias, fieles en todo". Se ha considerado que esto es tan importante que en ciertas iglesias, las de Hungr�a, el ministro ha sido responsabilizado positivamente por la conducta de su esposa. �l est� en todas partes tan moralmente, y la responsabilidad es grave, el ministerio puede sufrir considerablemente si no se le tiene en cuenta.

�Cu�nto pueden los humores y vicios de la esposa (calumnias, avaricia, negligencia, exhibici�n, etc.) comprometer la respetabilidad del pastor? Y a la inversa: Juliano el ap�stata, observando que una de las causas del �xito del evangelio era la pureza en los modales de sus seguidores, y especialmente de sus ministros, y deseando permitir que el paganismo compitiera con el cristianismo, orden� a los sacerdotes paganos que mantuvieran a sus esposas. , ni�os y dom�sticos en la misma santidad de modales. ( Vinet. )

Talebearing desanimado

Hannah More ten�a una buena forma de manejar a los chismosos. Se dice que cada vez que le dec�an algo despectivo hacia otro, su respuesta invariable era: "Ven, iremos y preguntaremos si esto es cierto". El efecto a veces era rid�culamente doloroso. El chismoso se sorprendi�, balbuce� una salvedad o suplic� que no se le hiciera caso. Pero la buena dama fue inexorable; Se quit� el esc�ndalo al escandalizado, para hacer averiguaciones y comparar cuentas.

No es muy probable que alguien alguna vez se haya atrevido a repetirle una historia de chismes a Hannah More. Cuando se le pregunt� a Milton si ten�a la intenci�n de ense�ar idiomas a sus hijas, respondi�: "�No, una lengua es suficiente para una mujer!" ( EJ Hardy, MA )

Versículo 12

Marido de una mujer.

Un padre negligente

Una vez fui el invitado, dice el Sr. Moody, de un hombre cristiano, cuyos hijos estaban saliendo mal. Una noche tuvo lugar una conversaci�n sobre ellos; y con l�grimas rodando por sus mejillas, dijo: "Mis cuatro hijos mayores salieron mal y me temo que los dem�s est�n siguiendo su ejemplo". Dije: �Echemos un vistazo a esta cosa. H�blame de tu familia. �Cu�ntas noches vas a la iglesia? " "El domingo por la noche.

Soy un oficial de la iglesia y estoy all� el domingo por la noche �. "�Y el lunes?" "Oh, soy di�cono y estoy en la iglesia el lunes por la noche". "�Y el martes por la noche?" "Estoy conectado con el gobierno de la ciudad y tengo que asistir a las reuniones de los comit�s del consejo". "�El mi�rcoles por la noche es una reuni�n de oraci�n y vas a la iglesia?" "S�." �As� es como est�s ocupado cuatro noches.

�Qu� haces con los otros tres? " �Pertenezco a los masones. Tengo un alto cargo en el albergue y tengo que estar all� ". �Eso representa cinco noches. Por supuesto, como ocupa una posici�n social alta, a menudo asiste a cenas y comit�s. Quiz�s salga una noche a la semana a cenas y comit�s ". "Promediar� todo eso". �Entonces�, dije, �hay una noche m�s, es decir, la noche del s�bado; �que haces entonces?" �Oh, soy superintendente de la escuela sab�tica, y me encierro en mi habitaci�n y preparo la lecci�n para mi clase de Biblia del d�a siguiente.

"Entonces no dejas que tus hijos entren en tu habitaci�n, �verdad?" "No; ciertamente no." "Entonces, �sus hijos tienen que salir temprano en la ma�ana y est�n lejos de la oraci�n familiar?" "S�; algunos se bajan temprano, otros se levantan tarde y no est�n presentes en el culto matutino ". �Y tienes que irte lo m�s temprano posible a tus asuntos� tan pronto como termine la adoraci�n, me marcho.

�A qu� hora cenas? A las seis." �Ves a tus hijos a los seis. Pero no siempre eres puntual. Supongo que a las seis y media, �no es as�? "S�, eso es m�s o menos el promedio". �Y sus reuniones comienzan alrededor de las siete y media; para que tenga poco tiempo con sus hijos. �Qu� has hecho por ellos? Y en ese mismo momento estaba intentando ser alcalde de la ciudad. Dej� caer la cabeza y dijo que nunca antes hab�a pensado en ello con esa luz. Hay muchos as�. Est�n dedicando su tiempo a los asuntos p�blicos, dejando de lado a sus hijos y sus hogares.

Maldades de la poligamia

Titus, hermano de Africaner, era el �nico individuo en la estaci�n que ten�a dos esposas, y temiendo la influencia del ejemplo, ocasionalmente he hecho una delicada referencia al tema y gradualmente pude hacer comentarios m�s directos sobre el punto que era uno de los m�s importantes. las barreras a su felicidad; pero se mantuvo firme, admitiendo, al mismo tiempo, que un hombre con dos esposas no deb�a ser envidiado, y agreg�: �A menudo est� alborotado, y cuando se pelean, no sabe de qui�n tomar parte.

�Dijo que a menudo resolv�a que cuando hab�a un gran disturbio, pagar�a uno. Una ma�ana pens� que hab�a llegado el d�a previsto. Se acerc� a mi puerta conduciendo a un ex en el que estaba sentada una de sus esposas. "�Cu�l es el problema?" Yo consult�. D�ndome un apret�n de manos y riendo, respondi�: �Solo lo viejo otra vez. Mynheer no debe re�rse demasiado de m�, porque ahora me espera.

Las dos esposas se hab�an peleado en el puesto de avanzada, y una furiosa le hab�a arrojado un palo seco y podrido a la otra, que hab�a entrado en la palma de su mano, y hab�a dejado un trozo de una pulgada de largo y el grosor de un dedo. La mano se hab�a hinchado hasta casi cuatro veces su tama�o habitual. "�Por qu�" le pregunt�, "no la trajiste antes?" �Ten�a miedo de verte y no vendr�a hasta que le asegur� que eras un maak mensche � (un hombre d�cil ). Habiendo hecho una incisi�n y extra�do el trozo de madera, se derriti� en l�grimas de gratitud, mientras yo la exhortaba sinceramente a una mejor forma de vida. ( Dr. Moffatt. )

Compren para s� mismos un buen grado . -

El buen grado

Las palabras se refieren, en primer lugar, al fiel cumplimiento de los deberes inherentes al oficio de di�cono. Los que han �usado bien el oficio de di�cono� son los que han trabajado en el diaconado con honor para s� mismos y gloria para su Maestro; porque �bien� es la misma palabra que se usa en la �ltima parte del vers�culo, y que se traduce bien, en un buen grado. Es el t�rmino espec�fico para lo bello en la acci�n humana, en contraste con el cumplimiento a rega�adientes de la mera obligaci�n.

Implica en el trabajador no s�lo diligencia y celo, sino tambi�n cuidado y pureza de motivo; y el mejor uso de cada poder y oportunidad que Dios nos ha confiado: el cumplimiento franco, amoroso, abnegado y olvidado de una santa obligaci�n. Tal idea no puede confinarse a ning�n oficio especial y, por lo tanto, no es el trabajo particular realizado lo que se pone al frente, sino la gracia mostrada en el modo de hacerlo: el hermoso cumplimiento del deber para con Dios, en cualquiera que sea la esfera de la Iglesia y cualquiera que sea la naturaleza exacta del deber que se cumple.

Pero, adem�s, las palabras proporcionan un motivo estimulante para este sincero cumplimiento del deber, al poner ante el deseo del alma una cierta ventaja que debe asegurarse. Aqu� debemos descartar cuidadosamente la idea de comprar, es decir, de merecer de alguna manera, como si estuvi�ramos negociando con Dios. Se ha pensado que la palabra "grado" se refiere a la posici�n eclesi�stica y al oficio de la iglesia; pero tal significado ser�a una apelaci�n al ego�smo profesional y estar�a totalmente fuera de armon�a con el esp�ritu de St.

Paul, y con el significado de su lenguaje. Debemos buscar mucho m�s profundamente para encontrar la mente de Dios. Un buen grado es un grado lleno de honor, alabanza y gozo, y lo que el alma puede codiciar con toda la fuerza de un afecto renovado y santificado. �En qu� consiste el buen grado que resulta del cumplimiento honorable del deber?

I.Consiste en un estado superior de vida espiritual, una fe m�s fuerte, una esperanza m�s brillante, un amor m�s fascinante y cautivador; en resumen, una posesi�n m�s grande de dios, como si la Deidad interior arrojara Su propia gracia y gloria sobre el alma en la que �l habita. La gracia no es m�s que la salud del alma, la restauraci�n de una criatura herida por el pecado en el pleno disfrute para el que fue destinada. Una gran medida de gracia es, por tanto, una gran medida de salud, �y no es la salud una delicia? �Hay placer en el dolor de cabeza, en el miembro cansado, en la fiebre abrasadora, o en el dolor desgarrador, o en la debilidad y la languidez y las extra�as incapacidades de la enfermedad y la dolencia? Pero, �no debe suceder lo mismo con el alma? Dudas, miedos, alarmas, conflictos, extra�as b�squedas del coraz�n, vagos tanteos del esp�ritu y ocasionales agon�as de conciencia,

Que el cumplimiento honorable de todos los deberes promueve la salud del alma es bastante claro. Cuanto m�s constantemente se cumple el deber, m�s constantemente est�n presentes la fe, la esperanza y el amor; y luego crecen con el ejercicio hasta que se convierten en el h�bito del alma, su vida misma, el aliento de su ser, una parte del ser viviente en la omnipresente presencia y poder de Dios. Que esta gran medida de vida espiritual es el buen grado del texto, se muestra en las �ltimas palabras, �gran denuedo en la fe.

�El significado literal de la palabra traducida como� audacia �es libertad, franqueza y confianza al hablar. Tiene dos relaciones. Uno mira hacia el hombre cuando el alma, rica en su propio amor por Cristo, y realmente rebosante de hielo en el Esp�ritu Santo, derrama sobre los dem�s la plenitud de su propio afecto, no con esfuerzo, sino con frescura, naturalidad, espont�nea, como el manantial vivo dentro del alma misma, el poder del Esp�ritu Santo de Dios fluye hacia la expresi�n.

Tal audacia al hablar a otros sobre sus almas implica un brillo y calidez de emoci�n, una fuerza de experiencia y un poder de amor que podr�a llenar el alma de un �ngel. Luego hay otro significado de la palabra. Se utiliza en otros lugares para dar a conocer el acceso a Dios.

II. Pero un buen grado incluye una idea adicional, y ese es un estado superior en la gloria, un lugar m�s cercano a Dios en el mundo por venir, un conocimiento m�s perfecto de �l y un disfrute m�s fascinante de �l por los siglos de los siglos. Esto, debemos tenerlo en cuenta, brota del otro y no es m�s que su consumaci�n. Dios es infinito. Sus dones ser�n ilimitados como �l mismo; Sus dones de conocimiento, santidad, fortaleza, gozo y �xtasis ser�n infinitos.

En Dios no hay l�mite alguno. Si por toda la eternidad disfrutaremos m�s y m�s de Dios, ser� porque el poder de disfrutar crece con el disfrute a medida que el alma se hace m�s y m�s grande con el Dios que la llena. La gracia aqu� aumenta la capacidad de gloria en el m�s all�. Cuanta m�s gracia, m�s gloria. ( E. Garbett, MA )

La fidelidad en una posici�n inferior conduce a una mayor

El Dr. Morrison escribi� a sus amigos en Inglaterra y les pidi� que le enviaran otro misionero. Un joven del campo vino y se ofreci�. Lleg� a la oficina de la Sociedad Misionera y fue presentado a los caballeros de la junta y tuvo una larga charla con ellos. Luego le pidieron que volviera a llamar en una o dos horas y le dar�an una respuesta. Al hablar del asunto despu�s de que �l se fue, llegaron a la conclusi�n de que este joven no har�a nada como colega del Dr.

Morrison. Finalmente, le dijeron al Dr. Phillips, uno de sus miembros: �Doctor, usted ve al joven y le dice que no lo consideramos apto para ser misionero; pero que si quisiera salir como siervo del misionero lo enviaremos �. Al m�dico no le gust� mucho hacer esto; pero lo hizo. Le dijo al joven exactamente lo que dec�a la junta. Ahora, muchos j�venes se hubieran enojado al escuchar esto y hubieran dicho: �No, no har� tal cosa.

Si no puedo salir como misionero, no ir� en absoluto ". Pero este joven no se sinti� ni actu� as�. Despu�s de escuchar lo que dijo el m�dico, su respuesta fue: �Bueno, se�or, si los se�ores no me creen apto para ser misionero, ir� como sirviente. Estoy dispuesto a cortar le�a, o sacar agua, o hacer cualquier cosa para ayudar en la causa de mi Maestro celestial ". Fue enviado como siervo, pero pronto lleg� a ser misionero y result� ser el Rev. Dr. Milne, uno de los mejores y m�s grandes misioneros que jam�s haya ido a ning�n pa�s. ( R. Newton, DD )

Versículo 15

Para que sepas c�mo debes comportarte en la casa de Dios.

Lo que deber�a ser la Iglesia

I. El glorioso nombre de la Iglesia: "La Iglesia del Dios viviente".

1. Se llama Iglesia. �Qu� es una iglesia? Es una asamblea; y una Iglesia cristiana es una asamblea de hombres fieles; de hombres que conocen la verdad, la creen, la confiesan y se adhieren a ella. La palabra griega significa una asamblea convocada de toda la poblaci�n para ejercer el derecho de ciudadan�a. Una ecclesia, o Iglesia, no es una turba, ni una reuni�n desordenada que se apresura sin fin ni prop�sito, sino una asamblea regular de personas llamadas por gracia y reunidas por el Esp�ritu Santo. Esas personas forman la asamblea del Dios viviente.

2. Pero el t�tulo crece sobre nosotros cuando lo leemos como "la Iglesia de Dios". Hay una sinagoga de Satan�s y hay una Iglesia de Dios. Hay iglesias as� llamadas que no son de Dios, aunque toman sobre s� Su nombre; pero qu� honor es ser uno de la asamblea de Dios, ser uno de los que Dios ha escogido, a quien Dios ha llamado, a quien Dios ha vivificado, a quien Dios ha santificado, a quien Dios ama y llama Suyos. es esa asamblea en la que �l reside. El t�tulo se realza en su excelencia por la palabra que se aplica a Dios.

3. Es �la Iglesia del Dios viviente�, no tu congregaci�n, oh Diana, aunque dijeron de ti que ca�ste del cielo, �porque eres una imagen sin vida! �Qu� era Diana de los Efesios? �Qu� vida o poder hab�a en ese bloque sin sentido? Timoteo sab�a que la asamblea que se reuni� en nombre de Diana no fue convocada por un dios viviente. Es un hecho glorioso que nuestro Dios, el Dios de la Iglesia, vive y reina, y que muestra Su vida a nuestro alrededor.

Lo vemos sosteniendo la naturaleza, gobernando la providencia y reinando en medio de Su Iglesia; y mientras lo vemos, lo adoramos. Si nunca has sido vivificado por el Esp�ritu de Dios, si est�s muerto en delitos y pecados, �qu� tienes que ver con la Iglesia del Dios viviente? Oh, muertos y corruptos, �c�mo pod�is tener comuni�n con los vivos en Sion?

II. Su dise�o en referencia a Dios. El ap�stol habla de la Iglesia del Dios viviente como la casa de Dios.

1. Supongo que debemos entender por el hecho de que la Iglesia es la casa de Dios, que es el lugar de Su adoraci�n. Como anta�o, el Templo era el lugar santo al que los hijos de Israel sub�an en peregrinaci�n, el punto hacia el cual abr�an sus ventanas cuando oraban, y el lugar del �nico altar y el �nico sacrificio; as� que ahora la Iglesia de Dios es el �nico lugar de la verdadera adoraci�n de Dios. No se le adora espiritualmente en ning�n otro lugar. No sue�es, imp�o, que puedes adorar al Dios viviente. Lo primero esencial para tu aceptaci�n es que aceptes Su salvaci�n.

2. Pero me gusta m�s alejarme de la idea algo ceremoniosa de un templo y pasar a la idea m�s familiar de una casa o un hogar. El Se�or hace de la Iglesia el lugar de Su morada. El pensamiento en s� es encantador. Es esa antigua profec�a cumplida: "Habitar� en ellos y caminar� en ellos". Dios llama a su Iglesia una casa en el sentido de que reside all�. De la Iglesia leemos: "Dios est� en medio de ella, no ser� conmovida".

3. En su propia casa un hombre no solo habita, porque puede hacerlo en cualquier posada; pero all� se siente como en casa y, por tanto, es el lugar de su manifestaci�n. No ves al hombre en el estrado, porque ah� ves al juez; ni por negocios, porque ah� ves al comerciante; pero en casa, con los hijos, como uno de ellos, ves al hombre, al padre, al marido; ves su coraz�n y su alma.

Y Dios no se ve en todo el universo con el grado de claridad con el que se ve en medio de Su pueblo. El Se�or Dios se manifiesta m�s gloriosamente en su pueblo que en todas las obras de la creaci�n.

4. La casa de un hombre es tambi�n el lugar de su gobierno paterno. En la Iglesia estamos bajo el gobierno actual de nuestro Padre celestial. En la Iglesia de Dios a veces ver�s esto de manera muy notable.

5. Una vez m�s, es por su propia casa que un hombre trabaja y gasta sus fuerzas; es el objeto de sus prop�sitos m�s selectos. Si un hombre recorre el mar y la tierra para ganar oro, es para su casa. Si se levanta temprano y se sienta tarde y come el pan de la prudencia, todav�a es para su casa. Y as�, el gran cabeza de familia gobierna todas las cosas para su familia escogida, y el fin y el designio de toda providencia, si tuvi�ramos que rastrearla hasta su objeto �ltimo, es el bien de aquellos que aman a Dios y son llamados de acuerdo con Su voluntad. objetivo.

�No dejaremos este punto sin observar cu�n santos deben ser, entonces, todos los miembros de las iglesias cristianas! "La santidad viene a ser tu casa". Cu�n obedientes tambi�n debemos ser nosotros; porque si somos parte de la casa de Dios, sea nuestro gozo someternos al Maestro. Cu�n asombrado deber�a estar cada miembro de la iglesia al pensar que est� integrado en la casa de Dios. �Qu� espantoso es este lugar! No es otra que la casa de Dios �. Al mismo tiempo, �cu�n llenos de amor debemos estar, porque Dios es amor! Una casa no es hogar si no hay amor, y una Iglesia no es eclesi�stica si hay divisi�n entre los hermanos.

III. El dise�o de la Iglesia en referencia a la verdad. Pablo lo compara con un pilar y su pedestal o s�tano; para eso, creo, ser�a una traducci�n justa. El templo de Diana, en �feso, estaba adornado con m�s de cien columnas de estupendo tama�o. Eran en su mayor�a de m�rmol de Parian, y fueron suministrados por las diversas ciudades de Asia como ofrendas a la diosa, o fueron aportados por pr�ncipes y hombres ricos.

Se dice que estos pilares eran inmensos monolitos: piedras individuales de sesenta pies de altura, y estaban colocadas sobre un s�tano que se elevaba diez escalones por encima del �rea circundante. Diana ten�a su pilar y su s�tano, pero no ten�a pilar o s�tano de la verdad, el suyo era todo una impostura. Ahora, Pablo llama a la Iglesia de Dios el s�tano y columna de la verdad. �Qu� quiere decir? Note, que ella no es la creadora de la verdad, ni la inventora y modeladora de la doctrina.

Recordemos tambi�n que la figura no debe ser empujada m�s all� de lo que se supone que debe ense�ar. En cierto sentido, la Iglesia no puede ser columna y baluarte de la verdad. La verdad es verdadera en s� misma y debe su origen a Dios mismo y a la naturaleza de las cosas. La Iglesia no se describe aqu� como el fundamento m�s profundo de la verdad, porque el cimiento del pilar de la verdad descansa sobre una roca, y la Iglesia descansa sobre Dios, la Roca de los siglos.

Pero la verdad en s� misma es una cosa, como la verdad existente en el mundo es otra. Me atrever�a a decir que el proverbio es cierto, pero la verdad nunca prevalece hasta que alguna mente viviente la cree, la reivindica y la proclama en el exterior. La persona que asume as� una gran verdad, la declara, lucha por ella y la da a conocer, puede ser llamada con mucha propiedad el pilar y la base de la causa; porque la difusi�n del principio depende de �l.

Podemos decir de la Reforma, Lutero fue su pilar y su basamento; o del metodismo, lo mismo podr�a decirse de Wesley. Note c�mo en otro lugar Pablo dice que Santiago, Cefas y Juan parec�an ser pilares; es decir, eran defensores de la buena causa. Note que el texto habla de �la Iglesia de Dios�, es decir, todo el pueblo de Dios, y no solo el clero. �Qu� significa la expresi�n: el pilar y el s�tano?

1. Creo que significa que en la Iglesia debe permanecer la verdad. En la Iglesia del Dios vivo permanece siempre, incluso como una columna no se mueve de su lugar. En la confesi�n de la Iglesia hecha por cada uno de sus miembros, en la ense�anza de sus ministros y en el testimonio de todo el cuerpo, la verdad se encontrar� en todo momento. La Iglesia de Dios no es la arena movediza de la verdad, sino el pilar y el pedestal de ella: no es la isla flotante de la verdad, sino la columna eterna de ella.

2. Significa que en la verdadera Iglesia la verdad se eleva como sobre un pilar. La verdad no solo descansa all� como un pedestal, sino que permanece erguida como un pilar. Es deber y privilegio de la Iglesia de Dios exaltar la verdad a la vista abierta de toda la humanidad. Posiblemente hayas visto la columna de Trajano o la columna de la Place Vendome de Par�s; estos pueden servir como ilustraciones. Alrededor de estos ejes se ven las victorias del conquistador representadas en relieve y elevadas en el aire para que todos las vean. Ahora, la Iglesia de Dios es un pilar que levanta y publica, por todas partes, los logros de nuestro Se�or conquistador.

3. Nuevamente, Dios tiene la intenci�n de que una Iglesia exponga la verdad con belleza; porque en un templo los pilares y las columnas son para adorno y para servicio. El servicio de Dios debe formarse en la belleza de la santidad.

4. Una vez m�s, es asunto de la Iglesia mantener la verdad con todas sus fuerzas. Ella est� puesta como muro de bronce y columna de hierro contra todo error.

Las verdades que pueden derivarse del texto son de un orden.

1. Toda la Iglesia debe mantener la verdad.

2. A continuaci�n, recuerde que una Iglesia sin iglesia no es fiel a la verdad.

3. A continuaci�n, recuerde que cualquier Iglesia falla en su dise�o como columna y pedestal de la verdad en la medida en que se aparta de la verdad. ( CH Spurgeon. )

Comportamiento apropiado en la casa de Dios

No fue una superstici�n vana lo que llev� al viejo Dr. Johnson a descubrir su cabeza, mientras estaba de pie dentro de los muros desiertos de una capilla en ruinas, en las Orcadas, diciendo a su compa�ero menos devoto: �Miro con reverencia cada lugar que se ha establecido aparte de la religi�n ". El pecado clamoroso de nuestros d�as es el pecado de irreverrencia. La �nica ocasi�n en que se dice que nuestro bendito Se�or se enoj�, fue cuando vio la casa de Su Padre profanada.

Hace muchos a�os, un digno ministro de la Kirk escocesa, asisti� a una reuni�n misional en Londres y pas� un domingo all�. Un viaje desde Escocia a la gran ciudad no era entonces un hecho tan com�n como para pasar sin previo aviso y, al aparecer de nuevo en su propio p�lpito, deseaba "mejorar" la ocasi�n para el beneficio espiritual de su reba�o. En consecuencia, coment�, en el transcurso de su serm�n matutino, "Tengo tres maravillas que contarles hoy, que vi cuando estuve en Londres", y luego prosigui� con su vena habitual de predicaci�n, sin la m�s m�nima referencia a su promesa.

Al salir del lugar de culto, muchas miradas inquisitivas se dirigieron al hombre digno, tanto como para decir: "�Te has olvidado de contarnos las tres maravillas!" En el servicio de la tarde, el edificio estaba abarrotado de gente, y la curiosidad (como de costumbre) atra�a a m�s gente que el sentido del deber. Despu�s de concluir la adoraci�n acostumbrada, el venerable predicador coment�: �Bueno, amigos m�os, ahora tengo que contarles las tres maravillas que vi en Londres.

"En medio de un silencio sin aliento, prosigui� as�:" La primera maravilla que tengo para contar lo que vi en Londres es, cuando tom� mi lugar en el p�lpito, la gente me estaba esperando, y no tuve ocasi�n de esperar ellos; y nunca vi algo as� aqu�. La segunda maravilla que vi en Londres es que cuando la oraci�n estaba llegando a su fin, no hubo empujones ni ruidos; y nunca vi algo as� aqu�.

La tercera maravilla es que no hubo necesidad de alcanzar los sombreros y envolver las Biblias cuando se cantaba el �ltimo salmo, y no hubo salida mientras se pronunciaba la bendici�n; y nunca vi eso aqu�, hasta esta tarde ". Los modales en la iglesia ciertamente han mejorado mucho, en todas partes, desde entonces, pero a�n no ha amanecido el d�a en que la mayor�a de las congregaciones no estar�an mejor para escuchar esta simple historia.

Hemos venido a este lugar para adorar a Dios, y podemos preguntarnos correctamente si realmente hemos estado haciendo lo que vinimos a buscar. �Hemos asumido nuestra parte en el servicio solemne con coraz�n y voz? La parte receptiva de nuestra hermosa adoraci�n es una de sus caracter�sticas m�s llamativas e importantes. Hay algo tan animado en la aclamaci�n cordial de una multitud de voces, que toda lengua deber�a ser desatada y todo coraz�n expresar su gratitud y alegr�a.

��Qu� se pensar�a si un solo p�jaro celebrara el amanecer con su nota d�bil? Es cuando el aire se llena de voces melodiosas, y, cuando desde cada arbusto y copa de �rbol, y a trav�s de todos los campos y arboledas, se produce la alegre mezcla de melodiosas alabanzas, las respuestas de los p�jaros son dignas de la ma�ana. . Y, seguramente, el servicio del templo requiere una expresi�n espont�nea de todos los adoradores.

�Qui�n que ha escuchado las olas que llegan rompiendo a la orilla con un ritmo lejano, fuerte y majestuoso, no ha sentido su poder? Y no hay nada como esta masa de sonido para ser conmovedor e inspirador. Hay momentos en los que la voz suave y apacible ser� suficiente; pero, para los fines del culto p�blico, incluso el mundo inanimado revela algo m�s �(John Cotton Smith). Estamos aprendiendo a comportarnos correctamente en el santo templo de Dios, aqu�, para que podamos disfrutar de la adoraci�n del santuario celestial en el m�s all�. Las cosas que ahora contemplamos no son m�s que sombras de lo verdadero y lo perdurable. ( JH Norton. )

La Iglesia la casa de Dios

I. Aqu� est� la Iglesia de Dios. En el discurso com�n, generalmente queremos decir con esta palabra un edificio apartado por el pueblo cristiano para el culto p�blico; pero es dudoso que el t�rmino griego que traducimos �iglesia� se use alguna vez en las Escrituras en este sentido. La palabra original significa una asamblea, una asamblea de cualquier tipo; y con frecuencia se traduce as� en nuestro Testamento en ingl�s. Pero debemos seguir la palabra a�n m�s lejos.

A menudo se usa para significar todas las iglesias que existen al mismo tiempo en la tierra. Y a�n as� no lo hemos hecho. Hay un significado m�s que lleva la expresi�n, y el m�s elevado de todos. Sin embargo, ahora no tiene nada que ver con el cristiano meramente nominal; ahora se necesita un sentido puramente espiritual, aunque amplio. Por la Iglesia, entonces, como usamos la palabra hoy, nos referimos a todo el pueblo de Dios de cada �poca y naci�n, visto como una sola asamblea. Ahora vamos a ver esto bajo una luz particular.

II. Es una casa.

1. Tiene una base. Y es una parte de la piedad vital, y la parte principal, entender esto. No es evidente por s� mismo. Los hombres no ven los cimientos de un edificio. El ni�o que entra en esta casa de oraci�n nunca piensa en la obra enterrada que soporta sus muros. P�dale que construya una iglesia m�mica a imitaci�n de ella; no pone ning�n fundamento. Pero el arquitecto, el trabajador pr�ctico, comienza con la fundaci�n.

No puede pasarlo por alto, porque comprende su importancia. De modo que el mero pretendiente a la piedad piensa que la Iglesia tiene poco que ver con el Se�or Jes�s, sino que lleva Su nombre. Se imagina que �l mismo puede prescindir de �l.

2. Los materiales de esta casa tambi�n se encuentran mencionados en las Escrituras. Sin embargo, son los �ltimos en los que deber�amos haber pensado que podr�an construirlo. Llegamos, entonces, a esta conclusi�n: ninguna mezquindad, ninguna culpa har� que Dios rechace a ninguno de nosotros. Pero aunque todos son terrenales y todos viles, estos materiales, en algunos puntos, difieren mucho entre s�. Vemos entre ellos a hombres de todos los pa�ses, de todas las clases, de todos los personajes, de todas las edades; aqu� un pobre, all� un rico y noble; aqu� un hombre del intelecto m�s elevado.

Sin embargo, hay que decir una cosa m�s de estos materiales: en toda esta masa diversificada no hay nada que no est� preparado para el edificio celestial antes de llegar a �l. Es cierto que Dios elige en Su maravillosa misericordia los materiales terrenales y b�sicos con los que construir Su casa; no podr�a haber m�s bajo; pero no los deja viles, no, ni terrenales. Trabaja en ellos. Aunque no los encuentra aptos para el cielo, los hace as�.

3. Pero los materiales, independientemente de c�mo se seleccionen y preparen, no formar�n por s� mismos un edificio, no, ni siquiera si se encuentra al este sobre una buena base. Adem�s, debe haber una combinaci�n de todos ellos. Deben estar ordenados, ordenados y unidos; cada uno debe ir a su lugar apropiado; de lo contrario, ser�n un mont�n confuso, no una casa. Ahora, hay una gran ignorancia de este hecho entre nosotros, aplicado a la Iglesia. Casi olvidamos que Dios tiene una Iglesia. Nos sentimos como si estuvi�ramos solos ante �l, y fu�ramos a ser salvos solos.

III. Ahora hemos visto a la Iglesia como una casa, pero el texto va m�s all�; la llama La Casa de Dios.

1. �l es el constructor de esta casa. El plan es suyo, al igual que el progreso y la finalizaci�n.

2. Tambi�n es el propietario de esta casa. �l lo est� construyendo para s� mismo. "Este pueblo", dice, "lo he formado para m�".

3. Y �l tambi�n es el gran habitante de esta casa. Est� construido con este mismo prop�sito, para ser "una habitaci�n de Dios por medio del Esp�ritu". "He aqu�", dice San Juan, cuando se refiere a ella como la nueva Jerusal�n, "he aqu�, el tabern�culo de Dios est� con los hombres". ( C. Bradley, MA )

En la casa de dios

1. Debes comportarte tranquilamente.

2. Debes comportarte con atenci�n.

3. Debes comportarte con seriedad. ( P. Carter. )

La Casa de Dios

I. La casa de Dios es la morada de Dios.

1. La casa de Dios debe ser la morada del amor. La Iglesia no es solo el lugar donde mora el Padre, sino donde Sus hijos e hijas viven en mutua confianza bajo el dominio del supremo amor por �l. Esta amorosa confianza es la esencia de un hogar. Una casa espl�ndida con detalles lujosos no es un hogar real si no hay amor en ella.

III. La casa de Dios debe ser la esfera de servicio. La Iglesia es el instrumento de trabajo de nuestro Se�or.

IV. La casa de Dios debe mantener la verdad de Dios. Parece haber pocas dudas de que Pablo quiso decir lo que dice la estructura gramatical de la oraci�n: que la Iglesia, que es la casa de Dios, es tambi�n "columna y baluarte (o basamento) de la verdad". La Iglesia, entonces, debe ser lo que Cristo fue, el Testigo de la Verdad. Es a trav�s de la experiencia humana que el mundo lo sabr�.

La verdad de Dios no puede volverse influyente y viva si se deja en textos y credos, en s�mbolos y f�rmulas. Debe entrar en la conciencia de los hombres; debe convertirse en una experiencia viva; debe encontrar expresi�n en car�cter y acci�n, y revelarse en amor, adoraci�n y obediencia. ( A. Rowland, LL. B. )

Que es la Iglesia del Dios vivo .

La Iglesia y la vida del alma

Debo tratar a la Iglesia como promotora de la vida del alma entre los hombres que ya est�n realmente regenerados. Procedamos, entonces, a preguntarnos si la Iglesia mantiene o no una relaci�n en desarrollo y perfeccionamiento con la vida del alma de sus propios n�meros. Doy por sentado que s� sostiene tal relaci�n, y sostengo esto:

I. De la deriva general de la revelaci�n divina en cuanto a la posici�n influyente que sostiene la Iglesia en la gran econom�a redentora. Uno de los hechos m�s grandiosos en la historia del hombre es que Dios nunca ha dado un paso que se pueda descubrir, ni ha realizado un acto visible para su redenci�n, sino a trav�s de la Iglesia. Esto es cierto tanto para la historia primaria como para la completa de la redenci�n. No se consagr� un sacerdote, no se construy� un altar, no se design� una v�ctima, ning�n bardo toc� su lira, ning�n profeta alz� la voz, y no se abrig� una esperanza en la dispensaci�n primaria bajo la ley, sino a trav�s de la Iglesia. .

Cuando los principios y prop�sitos elaborados de la redenci�n fueron enunciados completamente en los hechos consumados del evangelio, Dios todav�a habl� y actu� por la Iglesia. Sus disc�pulos eran v�stagos vivientes de la misma fraternidad. Cristo no obr� un milagro, no pronunci� una verdad, no soport� un dolor, sino para Su Iglesia. Y sus siervos eran como su amo en este asunto. Cada viaje que hicieron, cada insulto que recibieron, cada libro que escribieron y cada martirio que recibieron, fue para la Iglesia.

De todo esto, queda claro que la Iglesia no es un asunto de importancia trivial en el mundo, sino que es una de las grandes fuerzas morales del universo. Ella es nada menos que el aparato subordinado del amor redentor, el andamio que los hombres y los �ngeles montan para fisgonear en la arquitectura secreta y robar un pensamiento de este estupendo templo. De modo que la Iglesia no es el mandato arbitrario del siervo, sino la instituci�n autorizada del Se�or. Ella iba a formar una especie de centro en el imperio ilimitado de Jehov�, el palacio del gran Rey, desde el cual �l deber�a balancear el cetro de la administraci�n moral con misericordia y paz.

II. De las �ntimas relaciones que existen entre ella y "Cristo nuestra vida". Uno de los puntos m�s dif�ciles de esta discusi�n ser� definir, con algo as� como claridad y amplitud, la uni�n espec�fica que une a Cristo y Su Iglesia. Afortunadamente, nuestro texto nos introduce en la idea central de esta unidad mediante el uso de la palabra "vivo": "La Iglesia del Dios vivo".

�Esta terrible denominaci�n de la Deidad se usa muy pocas veces en las Escrituras, y nunca, salvo en ocasiones y temas de gran importancia. Por ejemplo, lo encontramos en la profunda lucha del alma de David cuando clama: "Mi alma tiene sed de Dios, el Dios viviente", lo que indica los anhelos m�s intensos de un alma inmortal despu�s de sus fuentes de vida originales. Nuevamente, se usa en la revelaci�n sobrenatural de la divinidad de Cristo, hecha a Pedro: �T� eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

�Ella es llamada la� Iglesia del Dios viviente �. Ahora, nunca leemos de la Iglesia como la "Iglesia del Dios Alt�simo", aunque leemos de los "siervos del Dios Alt�simo". Nunca leemos sobre la Iglesia del Dios eterno, aunque leemos sobre el "mandamiento del Dios eterno". Nunca leemos de la Iglesia del Dios santo, aunque leemos que el �Se�or nuestro Dios es santo�; ni de la Iglesia del Dios fuerte, aunque leemos de Cristo, que �su nombre ser� llamado Dios fuerte.

Pero cuando la pluma inspirada viene a darnos las complejidades de sus relaciones con la Iglesia, se invoca este lenguaje m�stico. Ella est� unida a �l ya sea como la Iglesia del Dios viviente, la columna y baluarte de la verdad, o como el Monte Si�n, la ciudad del Dios viviente. Aqu� descubrimos la hermosa distinci�n que el Esp�ritu Santo usa en la definici�n del evangelio. La Iglesia est� unida a Cristo, no como una esposa muerta, �porque �l no es Dios de muertos, sino de vivos.

Ella est� aliada a �l, no como un Dios de la imaginaci�n, sino como la Fuente de toda vitalidad. Ella lo posee, no como la vida ideal personificada de Dios, sino como el Dios de la vida: "el Dios viviente". Aqu�, entonces, la vida palpita tras la vida. Sin duda, Dios es la causa de todas las causas, la vida de todas las vidas, el prol�fico original de toda existencia. �l no es solo la Vida Universal, sino el �Dios viviente� universal.

En �l todas las vidas �viven, se mueven y existen�, desde el leviat�n que azota el oc�ano con furia, hasta el insecto que imperceptiblemente gira en los remolinos del aire. Pero en la Iglesia hay una encarnaci�n de cada atributo y perfecci�n del "Dios vivo", que forma una morada inherente, y no una mera relaci�n de influencia. La vida de Sus criaturas inferiores da expresi�n a Su gobierno, pero la Iglesia da expresi�n a Su personalidad, a toda Su naturaleza moral, y no puedes verlo en ning�n otro lugar como lo encuentras all�.

Dios habita en medio de Su Iglesia en una realidad tangible. La Iglesia puede decir, como ning�n otro cuerpo de hombres puede decir: "Somos hechos part�cipes de la naturaleza Divina". La vida de la Iglesia ha sido su caracter�stica m�s gloriosa; porque es un hecho notable que, fuera de la Iglesia, todav�a no se han descubierto grandes fuerzas morales en la elevaci�n y salvaci�n de la raza.

III. Del tenor general del pensamiento y la expresi�n b�blica, que trata a la Iglesia como a la Iglesia.

IV. De los desarrollos hist�ricos de la vida de la Iglesia misma. La verdadera vida del alma siempre se ha encontrado en la Iglesia y no se ha encontrado fuera de ella. Dios siempre ha forjado en gran medida la vida de la Iglesia por medio de la Iglesia. Los hombres nunca buscan luz en otra parte que no sea el sol. Los hombres nunca buscan la vida del alma sino la Iglesia. A veces esa vida ha sido extremadamente d�bil en la Iglesia. La raz�n es que, como todos los dem�s tipos de vida, siempre se ha disuelto en una sucesi�n de manifestaciones clasificadas.

Lo encuentras siempre en el mismo lugar y en las mismas condiciones. Siempre se encuentra la vida de las flores en el capullo de rosa y la vida del bosque en los bosques. Siempre encuentras vida compasiva en el coraz�n y vida intelectual en el cerebro. �D�nde, entonces, buscar�s la vida del alma sino en la Iglesia? �D�nde buscar�s este impulso dominante sino d�nde lo ha plantado el Dios viviente? La vida de Su plantaci�n est� profundamente arraigada en esa palpitante naturaleza del alma que est� tan cerca de Su propia esencia.

Solo puedes verlo en sus desarrollos. Pero donde existe, inevitablemente habr� "primero hierba, luego espiga, luego grano lleno en la espiga". La vida divina se desarrollar� en su fecundidad de bendiciones. Una Deidad viviente debe tener un templo viviente. Sin embargo, ning�n dispositivo del hombre puede fabricar esta vida; cada chispa del fuego y cada forma de llama es del "Dios viviente". Los ap�ndices del hombre pueden debilitarlo, las observancias m�sticas pueden deslumbrarlo, pero arde m�s divino en su propio resplandor.

Estos son mis argumentos en apoyo de la proposici�n de que la Iglesia mantiene una relaci�n que se desarrolla y perfecciona con la vida del alma de sus propios miembros. La vida del alma en la Iglesia es capaz de encender la misma vida en otros. El poder reci�n despertado de esta nave compa�era supera todos los dem�s sentimientos y los subordina a s� mismo. Presagia una coincidencia de motivo, sentimiento y principio, que realza la vida de todo el cuerpo y combina la fuerza com�n de la comunidad en las relaciones m�s tiernas.

Su vida org�nica es un cometido sagrado, y "el Dios viviente" reclama su uso. Son la levadura y, en un proceso de fermentaci�n silencioso y secreto, est�n, por las fuerzas de sus operaciones continuas, para difundir la humedad a trav�s de cada part�cula de la masa. Y, sin embargo, nadie debe perderse a s� mismo en conjunto, nadie debe invitar a la insignificancia. El miembro m�s despreciable puede estampar la huella de su vida moral en todas las dem�s almas vivientes de la confraternidad. ( T. Armitage, DD )

La Iglesia Cristiana, la Casa de Dios

La tropolog�a sagrada, por la cual entiendo las diversas figuras y similitudes mediante las cuales las personas, los personajes y los eventos son tra�dos a nuestro conocimiento y familiarizados con nuestras mentes, en la Biblia, abre al estudiante de la Sagrada Escritura un campo de pensamiento e investigaci�n. a la vez m�s hermoso e instructivo. Dios el Padre, por ejemplo, est� representado como un Rey, un Gobernador, un Jefe de Casa, un Padre, un Maestro.

Dios el Hijo es presentado ante nosotros como el Verbo, Pastor, Pariente, Redentor, Roca, Luz, Vid, Puerta, Esposo, Pr�ncipe de Paz; Dios el Esp�ritu Santo, como fuego, agua, consolador, testigo, esp�ritu de adopci�n, fuente. Los cristianos fieles son llamados santos, disc�pulos, hijos, siervos, amigos, sacerdotes y reyes para Dios. Los ministros son designados por t�tulos adecuados: vigilantes, pastores, embajadores, mayordomos.

I. La casa misma, llamada preeminentemente "la casa de Dios". Hay idoneidad, dise�o, belleza y fuerza en comparar la Iglesia del Dios viviente, de la que somos miembros, y a la que debemos lealtad, a Su casa.

1. Su Constructor es Dios mismo. Un sistema a la vez tan simple y estupendo, como el que se exhibi� en el origen y el fin de la Iglesia, no podr�a haber sido m�s el resultado de un dispositivo humano, que la creaci�n del universo, con todas las armon�as de sus movimientos, y todas las belleza de sus partes. El amor insondable fue dise�ado, la sabidur�a inescrutable ideada y el Poder Todopoderoso ejecut� ese dispositivo de bondad para un mundo perdido y arruinado encarnado en el evangelio.

Cuando la orden del Alt�simo lleg� a Mois�s en el desierto, adonde hab�a conducido al ej�rcito escogido, diciendo: "Hazme un tabern�culo para que habite entre ellos", cada parte de esa tienda misteriosa, incluso hasta los m�s humildes, iba a ser hecho de acuerdo con un modelo que Dios mismo le mostr�. Y por que Porque iba a ser un tipo de Su Iglesia, en la que, en cuanto a su forma espiritual, car�cter, uso, nombramientos, fin, nada deb�a ser de dispositivo humano.

2. Su principal piedra angular es Cristo Jes�s. La voz de la profec�a da fe de este glorioso elemento de estabilidad de la Iglesia.

3. Los ap�stoles y profetas son los cimientos sobre los que se construye la Iglesia.

II. Los habitantes de la casa.

1. �l ha dado a Jesucristo como Cabeza de todas las cosas de Su cuerpo, la Iglesia, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. �l, entonces, es el Sumo Sacerdote de la casa de Dios. �l es el Maestro de esa gran familia, tanto en el cielo como en la tierra, a la que se llama por Su nombre.

2. Los habitantes de esta casa de Dios son todos los que entran en la Iglesia por el bautismo, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Esp�ritu Santo.

III. Las bendiciones de la casa de Dios, la Iglesia.

1. La Iglesia ofrece refugio y santuario a sus fieles habitantes. �El gorri�n�, dice el salmista inspirado, �ha encontrado una casa, y la golondrina un nido para s� donde puede poner a sus cr�as; tus altares, oh Se�or de los ej�rcitos, mi Rey y mi Dios �. Sin la palidez de la Iglesia, el pecador no tiene casa, est� desnudo, es miserable.

2. La Iglesia, la casa de Dios, es un estado de disciplina y gobierno. El orden es la primera ley del cielo, y sin �l toda la estructura y el tejido de la sociedad caer�a en una ruina sin cura.

3. Pero la comida tambi�n es necesaria para la familia del cielo, y la Iglesia de Dios se la proporciona.

4. El gran Cabeza de la familia espiritual administra Su casa por mayordomos.

5. Una de las principales bendiciones de la Iglesia, considerada como la casa de Dios, aqu� o en el cielo, es el intercambio de gracia y la comuni�n.

IV. El fin para el que se fund� esa casa y esa familia se organiz�. ( RP Buddicom, MA )

La Iglesia del Dios viviente

I. En primer lugar, entonces, observo que la Iglesia da testimonio de una verdad, de una verdad especial, y en esta relaci�n puede denominarse "la columna de la verdad". Es un pilar de testimonio. Esa verdad es la revelaci�n de Dios en Jesucristo. De esa revelaci�n, la Iglesia tiene el registro, mantiene la veracidad e ilustra el poder. La Iglesia misma es testigo de que se ha dado tal revelaci�n.

Seguimos este cuerpo de creyentes cristianos a trav�s de las edades pasadas, hasta que llegamos a un per�odo en el que no exist�a. Da testimonio del relato del Nuevo Testamento sobre su propio origen. En s� mismo es una prueba permanente de la autenticidad de ese relato. Podemos probar esta evidencia con pruebas positivas y negativas. En primer lugar, si el Nuevo Testamento no proporciona un relato satisfactorio del origen de la Iglesia cristiana, nada m�s lo hace.

O, si asumimos que nunca hubo una personalidad real como aquella de la que la Iglesia da testimonio y sobre la que se funda, que �sta es s�lo una vida ideal, que, mediante un proceso de evoluci�n m�tica, se ha desarrollado de una realidad esbelta a lo que est� en las p�ginas del Evangelio; bien podemos preguntarnos, �c�mo ha cristalizado este aumento en tal armon�a y producido un ideal que satisface las concepciones m�s elevadas de todas las edades y de todos los hombres? Si tal persona no pudo haber sido fabricada o evolucionada m�ticamente en el momento en que debemos admitir la existencia de nuestros registros escritos, nos vemos impulsados ??a la prueba positiva de que tal Ser vivi�, ense�� y actu�, y la Iglesia se mantiene firme. como columna de testimonio de esa manifestaci�n Divina en Jesucristo.

Adem�s, aunque la Iglesia conserva el registro y mantiene la veracidad de esta revelaci�n, tambi�n ilustra su poder. Una vez m�s, tomando la Iglesia tal como est� hoy - una instituci�n innegable y existente - y remont�ndonos, llegamos una vez m�s al hecho al que atribuye su origen. No necesito decir que fue un per�odo notable en la historia de la humanidad. Un mundo exhausto, un mundo atribulado, un mundo que yace en el triste crep�sculo de un eclipse.

Y luego, de repente, una nueva era emergiendo de la vieja - un surco agudo y distinto que rompe la superficie de la historia, nuevas ideas, una nueva fe, una nueva vida. Una transformaci�n evidente: en su rapidez, profundidad y minuciosidad, realmente un milagro de transformaci�n. No hay efecto sin causa. Y para un efecto tan estupendo como �ste debe haber habido una causa especial. �D�nde podemos encontrar tal causa? En las condiciones del viejo mundo, �acabo de aludir? Esa Iglesia sigue en pie, un testimonio irreprochable de la revelaci�n de Dios en Cristo y la operaci�n de esa verdad en la tierra.

Divino en su origen como el acto creativo en el mundo material, como el procedimiento del mundo material desde la creaci�n ahora funciona por leyes ordinarias y en condiciones humanas. Est� avanzado por instrumentos humanos. Est� distorsionado por errores humanos. Est� obstaculizado por los pecados humanos. Y, sin embargo, triunfa manifiestamente, como poder intr�nseco, a trav�s de estos instrumentos. Disipa estos errores.

Derrite estos pecados. Evidentemente act�a como una verdad especial, una fuerza divina, en el mundo. Cambia costumbres. Moldea los modales. Funciona en leyes. Brota en instituciones ben�ficas. Transfigura la vida de los hombres. Sobrevive al naufragio de las dinast�as. Humilla a los orgullosos. Exalta a los humildes. Revela el valor de la humanidad. Da a los m�s humildes una fe que es m�s gloriosa que una corona, una dignidad m�s grandiosa que los mantos de coronaci�n. Incluso cuando se evoca para el mal, sirve al bien.

II. He hablado de la Iglesia como testigo, pilar del testimonio de una verdad especial. A continuaci�n, perm�tanme referirme a �l como, en cierto sentido, el fundamento de toda verdad. Y, como he sugerido, hay un sentido en el que la Iglesia no es s�lo el "fundamento de la verdad especial" que caracteriza al Nuevo Testamento, sino que, en la medida en que se apoya, as�, a su vez, consagra - o, Podr�a decir, encarna, la verdad �ltima que existe detr�s de todas las formas de verdad, detr�s de los hechos visibles que explora la ciencia y las cosas invisibles que la fe aprehende.

As� afirma una "moral eterna e inmutable", entronizada por encima de las fluctuaciones de la conveniencia y el capricho de la voluntad propia, una realidad del Ser espiritual de la que brota toda vida, y as� autentica la conciencia, reivindica la oraci�n, explica el orden. del mundo f�sico, e interpreta las aspiraciones del alma humana. Y esto tambi�n es cierto: los hechos de la ciencia no se pueden cancelar.

Por tanto, en relaci�n con los grandes intereses de la religi�n, deben ajustarse. La Iglesia, asumiendo que es el �fundamento de la verdad�, debe probarlos con la simple verdad. Y, en este c�lculo, �qu� son los hechos? El naturalista verifica los objetos de sus sentidos y su raz�n, y los llama "hechos". Pero el creyente cristiano, en su propia conciencia, tiene la misma evidencia de "hechos". El ge�logo no tiene m�s confianza en cuanto al trilobrito en la roca, o los astr�nomos en cuanto a Sirio en el cielo, que el alma devota en cuanto a la comuni�n con su Salvador y su Dios.

El fil�sofo apunta su telescopio, o arregla su microscopio, y cuenta lo que Dios ha hecho en el mundo exterior, en los brillantes ej�rcitos del cielo, o en la infusoria mir�ada de pliegues palpitando con la vida universal. Pero el doliente toma el lente de la fe y, al mirar a trav�s de la tumba rota de Jes�s, domina el horizonte del mundo inmortal. A trav�s del brillo claro de sus l�grimas, el penitente mira en su propio coraz�n, y en la iluminaci�n del amor divino contempla nuevas esperanzas, nuevos prop�sitos, nuevas posibilidades, avivados en la transfiguraci�n de una vida regenerada.

Sabe en qui�n ha cre�do. Sabe lo que Cristo ha hecho por su alma. Sabe en qu� atm�sfera sube con la oraci�n. Y aqu� perm�tanme hacer una sugerencia pr�ctica basada en esta unidad de verdad. Ninguna exhortaci�n al joven ministro es m�s com�n que la de "estudiar la Biblia". Pero esto no implica un mero estudio textual. Estamos estudiando la Biblia cuando estudiamos alguna verdad. Esa Escritura viva debe ser le�da, aprendida y aplicada en presencia de toda la naturaleza y toda la historia. Debemos llevar su luz al mundo que nos rodea, y regresar con nuestro conocimiento y experiencia para encontrar en �l una realidad m�s fresca y profundidades m�s profundas de significado.

III. Pero procedo a observar que esta es "la Iglesia del Dios Viviente". No solo da testimonio de una verdad especial, no solo afirma toda la verdad, sino que tambi�n es el veh�culo de la vida divina. ( EH Chapin. )

La Iglesia del Dios Viviente

Pero, �qu� significa cuando se dice tan expresamente, "la Iglesia del Dios Viviente"? �Es en contraste con los templos de los paganos, cuyos dioses est�n muertos y no pueden o�r, hablar ni ver? �O significa m�s expresamente que es �la Iglesia de Dios� quien est� �viviendo� para mantener, guiar, bendecir y dar vida a Su pueblo; y, por lo tanto, debido a que es "la Iglesia del Dios Viviente", nunca puede morir.

Puede cambiarse, pero no puede morir. Cristo vive y todos somos miembros de Cristo. Miembros vivos de una cabeza viviente; y desde esa Cabeza la vida fluye siempre hacia el cuerpo. Por tanto, "la Iglesia" en �l no puede dejar de ser "una Iglesia viva". Y somos "el templo del Esp�ritu Santo que vive en nosotros". Pero esto es solo una parte de lo que significa. Debe, como su gran Autor, si es una Iglesia viva, mostrar signos de vida. Ahora bien, �cu�les son las evidencias de la vida? Tomemos la analog�a de la vida humana.

1. Para hacer vida humana debe existir el aliento. Todo el que vive debe, por necesidad, respirar. Lo mismo ocurre con �la Iglesia� y con cada miembro de la Iglesia. Hay un respiro. El Esp�ritu Santo es el aliento. Debemos respirar ese aliento del Esp�ritu; y as� respirar pensamientos c�lidos, pensamientos amorosos, pensamientos felices, pensamientos santos.

2. Pero la respiraci�n requiere alimentarse con palabras que miran y expresan este sentimiento interior. Palabras de alabanza, palabras de oraci�n, palabras de gloria, palabras de poder. �Puede haber vida sin expresi�n? Si no es en el habla, �no ser� de otra manera?

3. � Y puede continuar sin crecer? Si el hombre es un hombre de Dios, y si la Iglesia es "la Iglesia del Dios viviente", debe haber crecimiento. El alma del hombre debe crecer. Todos los frutos del Esp�ritu deben crecer en �l. Es igualmente consecuencia y signo de vida. �Una Iglesia que no crece puede dudar de si es Iglesia en absoluto!

4. � Y con el crecimiento y la respiraci�n vendr� la acci�n! Actuar de acuerdo con el principio que trabaja en nuestro interior.

5. Debe haber expansi�n. Es el principio de toda religi�n verdadera y de toda Iglesia. ( J. Vaughan, MA )

La Iglesia: su naturaleza y funciones

Dejando a un lado la noci�n de infalibilidad, procedamos a considerar cu�n correctamente, sin tal pretensi�n in�til y arrogante, la Iglesia es llamada columna y baluarte de la verdad.

1. En primer lugar, y principalmente, la Iglesia se llama as� porque, para usar el lenguaje de nuestro art�culo vig�simo, es "testigo y guardiana de la Sagrada Escritura". El cristianismo se encuentra en la Biblia, y original y puramente en ning�n otro lugar. �Qui�n deber�a quedarse con el libro sino aquellos que lo usan? �Qui�nes est�n ansiosos por su conservaci�n, sino quienes la valoran, la convierten en la regla de su vida? Esto es a la vez natural y necesario.

Que llevan los registros de la literatura y la ciencia, pero hombres eruditos; �Y qui�n es el registro divino del conocimiento religioso sino los hombres de religi�n? Siempre lo han guardado y lo mantendr�n siempre, mientras exista la religi�n en el mundo.

2. Pero adem�s, la Iglesia no guarda apenas el volumen, dando fe de su autenticidad y velando por su integridad, actuando as� como columna y baluarte de la verdad; pero busca promover la verdad mediante un sistema de instrucci�n, cuya base es el contenido de ese volumen. Ella no act�a simplemente como editora del libro, sino como conferenciante sobre �l. Sus pensamientos no son los suyos.

Ella no tiene una pretensi�n tan arrogante. Tiene luz, pero es luz prestada. Ella brilla, pero es por reflejo del Libro Sagrado. Es digno de menci�n, adem�s, que la Iglesia, en el desempe�o de esta funci�n, no est� haciendo una cosa meramente opcional; ella est� obligada a hacerlo. La oficina es inseparable de su ser.

3. Ser�a una ilustraci�n y aplicaci�n adicionales de este punto para mostrar de qu� manera se requiere que la Iglesia cumpla con este deber. Ella est� obligada a hacer circular las Escrituras. ( William Gorri�n. )

Columna y baluarte de la verdad. -

El pilar y baluarte de la verdad

I. Que la Iglesia es columna y baluarte de la verdad.

1. Que por Iglesia en este texto no se refiere �nicamente a los ministros.

2. Est� lejos de concluir que una Iglesia es el pilar de la verdad de otra.

3. Es evidente, tanto por la raz�n como por las Escrituras, que la verdad es el pilar y el crecimiento de la Iglesia, y no la Iglesia de la verdad (Efesios 11: 20-21; 1 Corintios 3:9 ).

Aqu� podemos preguntarnos cu�l es esa verdad de la que habla el ap�stol. Hay una verdad de la historia que nos deleita; saber lo que se est� haciendo en pa�ses lejanos, o se ha hecho en �pocas pasadas, pero esto es m�s nuestro entretenimiento que nuestra preocupaci�n. Hay una verdad argumental. Esto es a�n m�s atractivo, ya que es el alimento adecuado de nuestra raz�n. Tambi�n hay una verdad de conversaci�n; que es lo que llamamos integridad. Adem�s de estas, hay verdades de la filosof�a que no tienen nada que ver con la doctrina de Cristo Jes�s. Pero la verdad que nuestro ap�stol quiere decir es de otro tipo.

1. Se trata de las mayores preocupaciones.

2. Viene con la evidencia m�s completa.

3. Siempre es lo mismo.

4. Se sigue con los mejores efectos. ( T. Bradbury. )

El pilar y baluarte de la verdad

I. CONSIDEREMOS EL ATRIBUTO APROPIADO AQU� ASIGNADO A DIOS. Se le llama el "Dios vivo" y, por lo tanto, se le designa no s�lo en este lugar, sino tambi�n en muchos otros lugares. Es autoexistente e independiente. Nunca hubo un momento en el que �l comenz� a existir, y nunca habr� un momento en el que �l dejar� de existir: �l no tiene "ni principio de d�as ni fin de vida". Tambi�n es "la Fuente de la Vida" para todos los dem�s seres a lo largo de toda la creaci�n. Tambi�n hay una vida superior, que, si somos cristianos en verdad, la hemos recibido de �l.

II. Consideremos el nombre significativo que aqu� se le da a la Iglesia de Dios. Se llama la casa de Dios. "La casa de Dios, que es la Iglesia del Dios viviente". �l habita en ellos individualmente, tomando Su morada en su coraz�n y convirti�ndolo en un templo santo para �l mismo. "�No sab�is", pregunta nuestro ap�stol por escrito a los corintios, "que vuestro cuerpo es templo del Esp�ritu Santo que est� en vosotros, que ten�is de Dios?" �l tambi�n habita colectivamente entre Su pueblo, estando presente en todas sus asambleas, como est� escrito: �En todos los lugares donde anoto Mi nombre, vendr� a ti y te bendecir�.

Pero hay otro sentido en el que la palabra casa surgi� en la Escritura, y en el que con propiedad puede entenderse aqu�. A veces representa a los habitantes de la casa, el hogar o la familia. As� se dice de Cornelio, el centuri�n romano, que era "un hombre piadoso, y tem�a a Dios con toda su casa"; es decir, toda su familia. La Iglesia es la familia de Dios. �Cu�n grande, entonces, es el privilegio de quienes pertenecen a la casa y familia de Dios!

III. Consideremos el importante oficio sostenido por la Iglesia en el mundo. Est� presente en el texto como "columna y baluarte", es decir, soporte y sost�n "de la verdad". Para promover este objetivo, sus ministros deben predicar la verdad, toda la verdad y nada m�s que la verdad. Los miembros de la Iglesia tambi�n deben cooperar con sus ministros para dar apoyo y vigencia a la verdad.

IV. Llamar su atenci�n sobre el deber manifiesto que recae sobre nosotros como miembros de la Iglesia visible de Cristo, y particularmente como miembros de esa rama apost�lica establecida en estos reinos. "Para que sepas c�mo debes comportarte en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad". Tambi�n hay otro deber que recae sobre nosotros como miembros de la Iglesia: debemos vivir la verdad.

En otras palabras, debemos ejemplificar sus santos efectos en nuestra vida y conversaci�n. Pero hay un tercer deber que estamos llamados a cumplir como miembros de la Iglesia, a saber, dar a conocer la verdad, en la medida de lo posible, a los que la ignoran. ( D. Rees, MA )

Seguridad de la Iglesia

Hablando de ese enorme pico de monta�a conocido como Matterhorn, que es la admiraci�n universal de los viajeros alpinos, un escritor dice que los materiales que lo componen son notables, y contin�a con la siguiente descripci�n: �Pocos arquitectos quisieran construir con ellos. La ladera de las rocas hacia el noroeste est� cubierta de dos pies de profundidad con sus ruinas, una masa de pizarra suelta y pizarrosa, de un color rojo ladrillo p�lido, que cede bajo los pies como cenizas, de modo que, al correr hacia abajo, se Paso una yarda y deslice tres.

La roca es realmente dura debajo, pero todav�a est� dispuesta en delgadas hileras de estas lutitas hendidas, tan finamente colocadas que en lugares se parecen m�s a un mont�n de hojas de oto�o trituradas que a una roca, y la primera sensaci�n es de absoluta sorpresa, como si la monta�a fue sostenida por milagro; pero la sorpresa se convierte en una reverencia m�s inteligente por el Gran Constructor cuando encontramos, en medio de la masa de estas hojas muertas, un curso de roca viva, de cuarzo tan blanco como la nieve que lo rodea, y m�s duro que un lecho de acero.

Es solo una de las mil bandas de hierro que tejen la fuerza de la poderosa monta�a. Tanto a trav�s del contrafuerte como del muro, las hileras de su variada mamposter�a se ven en su orden sucesivo, lisas y verdaderas como si estuvieran colocadas por l�nea y plomada, pero de grosor y resistencia que var�an continuamente, y con cornisas plateadas que relucen a lo largo del borde de cada una. liderado por los vientos nevados y tallado por el sol.

Ahora, todo esto sugiere una par�bola. La Iglesia de Dios, esa gloriosa monta�a de Su morada, aparentemente est� construida con materiales muy fr�giles. Los santos son, seg�n todas las apariencias, m�s como �un mont�n de hojas de oto�o trituradas que una roca�, y bajo los pies de los tiranos y perseguidores parecen ceder como cenizas; y, sin embargo, la Iglesia desaf�a la tormenta y se eleva, el obelisco de la verdad, el pilar eterno de la gracia omnipotente.

Fe, con mirada de �guila, percibe las mil bandas de hierro que impiden la desintegraci�n de la masa, y el fundamento central m�s duro que un lecho de acero sobre el que descansa el colosal tejido. La Iglesia permanece para siempre: amor infinito, fidelidad y poder la sostienen, y las puertas del infierno no prevalecer�n contra ella. ( CH Spurgeon. )

Versículo 16

Y sin duda, grande es el misterio de la piedad.

Misterio

Expresar� la naturaleza de la cosa en s� misma en esta definici�n, a saber, que un misterio es la verdad revelada por Dios por encima del poder de la raz�n natural para descubrir o comprender.

1. Que es una verdad. Por lo que excluimos todo de ser un misterio absurdo y contradictorio, ya que una verdad no puede serlo en modo alguno.

2. Que sea revelado por Dios, es decir, en cuanto a su existencia, que existe tal cosa. Porque de lo contrario, en cuanto a la naturaleza de la cosa en s�, y varios otros aspectos en los que puede ser conocida, no se supone que su revelaci�n se extienda tan lejos.

3. Que sobrepase todo el poder de la raz�n natural para descubrirlo o averiguarlo.

4. Que sea algo que la mera raz�n natural (incluso despu�s de ser descubierta) no puede comprender. Digo comprender, es decir, conocerlo perfectamente, y en la medida en que se pueda conocer ( 1 Corintios 13:12 ). Que el misterio de esos asuntos de fe est� muy subordinado a los grandes fines importantes de la religi�n, y eso se debe a los siguientes relatos.

I. Porque la religi�n, en su instituci�n principal, fue dise�ada para dejar impresiones de asombro y temor reverencial en la mente de los hombres. La distancia preserva el respeto y todav�a nos imaginamos un valor trascendente en las cosas que est�n por encima de nuestro alcance. Mois�s nunca fue m�s reverenciado que cuando se puso el velo. Es m�s, el mismo sanctum sanctorum no habr�a tenido tanta veneraci�n por parte de los jud�os si se les hubiera permitido entrar en �l y contemplarlo y contemplarlo tan a menudo como lo hac�an en las otras partes del templo.

El mismo sumo sacerdote, que era el �nico que ten�a permitido entrar en �l, deb�a hacerlo una vez al a�o, no fuera que la frecuencia de la vista pudiera disminuir insensiblemente esa adoraci�n que algo tan sagrado a�n deb�a mantener en sus pensamientos. En todo gran respeto, u honor mostrado, hay algo de asombro; pero una cosa que se ve a menudo (lo sabemos), aunque nunca sea tan excelente, pero dejando de ser nueva, tambi�n deja de ser maravillada.

Ya que no es el valor o la excelencia, sino la extra�eza de la cosa, lo que atrae la mirada y la admiraci�n de los hombres hacia ella. Porque, �se puede imaginar algo en la naturaleza m�s glorioso y hermoso que el sol brillando con toda su fuerza? y sin embargo, �cu�ntos espectadores y maravillas m�s encuentra el mismo sol bajo un eclipse? Pero para profundizar a�n m�s en esta noci�n y observaci�n, concibo que no estar� mal considerar c�mo ha sido costumbre de todas las naciones sobrias y sabias del mundo a�n reservar los grandes ritos de su religi�n en occulto. �Cu�n cuidadosamente los egipcios, esos grandes maestros de todo saber, cerraron sus cosas sagradas de todo acceso y conocimiento del vulgo!

II. Un segundo fundamento del misterio de la religi�n (tal como Dios lo entrega a la humanidad) es su prop�sito m�s sabio de humillar as� el orgullo y la altivez de la raz�n del hombre. En resumen, el hombre ser�a como Dios en conocimiento, y por eso cay�; y ahora, si �l tambi�n ser� como �l en la felicidad, Dios lo har� de tal manera que lo convencer� en su propia cara de que no sabe nada. Todo el curso de su salvaci�n ser� todo enigma y misterio para �l; ser� (como puedo expresarlo as�) llevado al cielo en una nube.

En lugar de que la evidencia brote de las cosas mismas, y un conocimiento claro que surja de tal evidencia, su entendimiento ahora debe estar contento con la pobre y tenue luz de la fe, que gu�a solo en la fuerza y ??la luz del conocimiento de otro, y es propiamente un ver con los ojos de otro, como si no fueran totalmente incapaces de informarnos acerca de las grandes cosas de nuestra paz, mediante una inspecci�n inmediata de esas cosas mismas.

Porque as� como el efecto primitivo del conocimiento fue primero levantar y luego derribar, el m�todo contrario del gramo y la fe es primero deprimir y luego avanzar. La dificultad y la extra�eza de algunos de los art�culos principales de nuestra religi�n son instrumentos notables en la mano de Dios para mantener el alma baja y humilde, y para controlar esas autocomplacencias en las que tiende a convertirse en una presunci�n exagerada de sus propias opiniones m�s que por cualquier otra cosa.

Porque el hombre, naturalmente, no aprecia tanto la descendencia de su cuerpo como la de su alma. Sus nociones son sus favoritos; de modo que ni los ni�os ni el yo le son ni la mitad de queridos que el �nico engendrado de su mente. Y por lo tanto, en las dispensaciones de la religi�n Dios har� que este unig�nito, este m�s amado, este Isaac de nuestras almas (por encima de todas las dem�s ofrendas que un hombre pueda traerle) sea sacrificado y entregado a �l.

III. Dios se ha complacido en poner un misterio en los art�culos m�s importantes de nuestra religi�n, para as� involucrarnos en una b�squeda m�s cercana y diligente de ellos. Querr�a que fueran objeto de nuestro estudio y, con ese fin, los ha vuelto duros y dif�ciles. Porque nadie estudia las cosas claras y evidentes, y aquellas que por su claridad nativa incluso impiden nuestra b�squeda, y por su propia voluntad se ofrecen a nuestro entendimiento.

El fundamento de toda investigaci�n es la oscuridad y el valor de lo que se pregunta. Y Dios ha pensado bien en hacer que la constituci�n y la complexi�n de nuestra religi�n se adecuen a ella para que sea nuestro negocio y nuestra tarea; exigir y hacer uso de toda nuestra fuerza intelectual y, en una palabra, probar la fuerza de nuestras mejores, m�s nobles y activas facultades. Porque ning�n hombre puede sobrevivir a las razones de la investigaci�n mientras lleve algo de ignorancia sobre �l.

Y eso todo hombre debe, y debe hacer, mientras est� en este estado de mortalidad. Porque �l, que �l mismo es s�lo una parte de la naturaleza, nunca lo abarcar� ni comprender� todo. La verdad (se nos dice) habita en lo bajo y en el fondo; y las cosas m�s valiosas de la creaci�n est�n ocultas y ocultas por el gran Creador de ellas, de la visi�n com�n del mundo. Dios y los diamantes, con las piedras y los metales m�s preciosos, est�n cubiertos y cubiertos en las entra�as de la tierra; la misma condici�n de su ser les da tambi�n su entierro.

De modo que se debe hacer violencia a la naturaleza antes de que ella los produzca y los d� a luz. Y luego, en lo que concierne a la mente del hombre, Dios, en Su sabia Providencia, ha proyectado las cosas para que mejoren los negocios de los hombres en este mundo; para que as� el mismo trabajo de su condici�n todav�a pueda recordarles su imperfecci�n. ( R. Sur. )

El misterio de la piedad

I. Que el plan de la piedad es muy misterioso con respecto a su plan. Por lo tanto, la forma en que se enfrentar�a el caso de la ca�da del hombre y c�mo su salvaci�n se llevar�a a cabo en perfecta armon�a con todos los atributos divinos, permaneci� como un profundo secreto, hasta que Dios mismo se complaci� en anunciarlo al mundo. Incluso la inteligencia angelical era inadecuada para su invenci�n.

II. Que el esquema de la piedad es muy misterioso con respecto a su modo de desarrollo. Que, de hecho, sus principales y m�s importantes verdades deber�an haber estado ocultas durante tanto tiempo al mundo, o s�lo �l, oscurecidas por tipos y figuras; que su revelaci�n haya sido tan gradual y tan tard�a en alcanzar su consumaci�n bien puede considerarse un misterio. �Por qu� sufri� a tantos millones de la raza para cuyo beneficio fue dise�ado, y para cuya salvaci�n parece necesario conocerlo, morir sin siquiera haber o�do hablar de �l?

III.Que el esquema de la piedad es muy misterioso con respecto a la naturaleza y modo de sus operaciones. Deducimos de las palabras de nuestro Se�or, que las operaciones por las cuales el Esp�ritu Santo regenera a los hombres a trav�s del sistema de la verdad evang�lica ser�an inescrutables. �El viento sopla de donde quiere�, etc. �C�mo, por ejemplo, este sistema de verdad ilumina la mente, transmite convicci�n al juicio, despierta y alarma la conciencia, gana el asentimiento del entendimiento, llena al pecador de penitencia y dolor piadoso, conquistar sus afectos, someter toda su alma a Dios y transformarlo, esp�ritu culpable y contaminado, en una nueva criatura en Cristo Jes�s? �Cu�l es la naturaleza de esas operaciones invisibles e impalpables mediante las cuales el hombre es iluminado, perdonado y nacido de nuevo? �C�mo se produce la luz celestial en la mente oscurecida por el pecado?

IV. Que el plan de la piedad es muy misterioso con respecto a sus triunfos. Los medios externos y la agencia mediante los cuales se aseguran estos triunfos pueden ser bastante claros y obvios como hechos; pero luego parecen del todo inadecuados para lograrlos.

V. Que el plan de la piedad es muy misterioso con respecto a su consumaci�n. Su car�cter es, pues, uniforme desde el principio hasta el final. Este gran drama de verdad y misericordia fue abierto por las resoluciones m�s misteriosas y los actos estupendos; es sostenido y llevado a cabo por las evoluciones y la agencia m�s sublimes; y se cerrar� en medio de las m�s trascendentes e inefables escenas de grandeza y bienaventuranza.

Todos los muertos ser�n resucitados. Los hombres y los demonios deben ser procesados ??ante el tribunal de Cristo. Los cielos y la tierra antiguos pasar�n. Se crear� un cielo y una tierra nuevos de incomparable belleza y santidad para la recepci�n de los redimidos.

1. Este tema nos ense�a la necesidad de una fe impl�cita en todas las verdades y doctrinas que Dios ha revelado en Su Palabra. Esto, de hecho, lo encontraremos a menudo necesario. Hechos misteriosos que desconciertan nuestra raz�n exigen nuestra fe. En Sus declaraciones m�s oscuras, Dios debe ser reconocido impl�citamente.

2. Este tema nos ense�a la necesidad de apreciar el esp�ritu de paciencia y humildad. Tambi�n descubriremos que esto es de suma importancia. No podemos anticipar el final, ni apresurarnos a revelarlo antes de la hora se�alada por el Padre.

3. Este tema nos ense�a que debemos recibir con gran gratitud los inefables y eternos beneficios que este grandioso y misterioso plan de piedad fue dise�ado para conferir a los hombres redimidos. Rechazarlos, o incluso despreocuparse por ellos, es sin duda la ingratitud m�s negra y odiosa, �y debe constituir el cl�max mismo de la rebeli�n y la culpa! ( S. Lucas. )

El misterio de la piedad

I. Un misterio es algo que se mantiene en secreto, encerrado a la vista de los hombres. Este sentido concuerda con las doctrinas del cristianismo en tres aspectos.

1. Como estaban ocultos de �pocas pasadas.

2. Como lo son todav�a de la mayor parte del mundo.

3. A medida que contin�an as�, en cierto grado, al propio pueblo de Dios.

El templo de Dios no se abrir� hasta que lleguemos al cielo, y all� veremos el arca de Su pacto. Seg�n estos relatos, se puede decir que nuestro evangelio est� escondido; as� fue para los jud�os, as� fue para los que se perdieron; y, en parte, es as� para el creyente mismo; y, por tanto, puede llamarse misterio.

1. Se le llama misterio por su importancia.

2. Se le llama misterio porque nunca podr�a haber sido conocido sino por revelaci�n.

3. Un misterio es algo que est� por encima de la comprensi�n de nuestra raz�n. Nadie conoce las cosas de Dios, sino el Esp�ritu de Dios. Y esto me lleva a ...

II. Muestre que el misterio de cualquier doctrina no impide que sea verdadera.

1. La dificultad o facilidad de una doctrina no la convierte en asunto de nuestra fe, pero nos basamos enteramente en la suficiencia de la evidencia.

2. Esto ocurre en todos los aspectos de la vida, y es extra�o que lo excluyamos de la religi�n.

3. No es de ninguna manera inexplicable que la naturaleza y los designios de Dios sean "incomprensibles para nosotros".

4. Es necesario que nuestro entendimiento honre la revelaci�n de Dios mediante una sujeci�n, as� como nuestra voluntad mediante una obediencia.

5. Estos no son misterios forjados por el hombre, pero los tenemos en el Libro de Dios.

6. No est�n ocultos por ning�n partido o tribu entre nosotros, sino que est�n abiertos para ser vistos y le�dos por todos los hombres. Por lo tanto&mdash

7. El prop�sito de predicarlos no es establecer la tiran�a de los sacerdotes, sino llevar a la gente a venerar a su Dios, depender de �l y aplicarlo a �l.

III. �Cu�l es el beneficio de tener misterios en la religi�n cristiana? �Por qu� nuestro legislador no pudo haber hecho lo que hicieron los dem�s, solo habernos presentado un conjunto de reglas y distribuido bajo los diversos principios de la pr�ctica, sin comprometer nuestra fe en ninguna especulaci�n? Cuando la ley se establece por la fe, adquiere una firmeza y una influencia que nunca podr�a haber tenido de otra manera.

1. Por los misterios del evangelio somos llevados a una estima por la salvaci�n misma que Dios nos ha dado, porque as� vemos que fue el artificio de la sabidur�a infinita.

2. Tenemos los mejores argumentos para nuestro deber desde la encarnaci�n, satisfacci�n y resurrecci�n de Jesucristo.

3. Tenemos el ejemplo m�s noble de toda santidad pr�ctica de Dios manifestado en la carne.

4. Nos inclina y anima especialmente el deber de la oraci�n, por este camino nuevo y vivo que nos ha sido consagrado a trav�s del velo, es decir, su carne. ( Hebreos 10:20 ).

5. Tenemos la mayor esperanza de tener �xito en todo el trabajo de nuestro deber, desde la redenci�n que ahora est� establecida.

6. Estos misterios ampl�an y estimulan los principios de toda religi�n pr�ctica. Es en una meditaci�n sobre estos que avivamos la gracia de Dios que est� en nosotros.

7. De esta manera somos mantenidos agachados ante nuestros propios ojos; como encontramos, hay cosas que est�n por encima del alcance de la naturaleza y m�s all� de la comprensi�n de la fe.

8. Esto nos muestra la necesidad de depender del Esp�ritu para la iluminaci�n, as� como de Cristo para la aceptaci�n.

9. Esto ense�a un mayor valor por la revelaci�n que Dios ha hecho de s� mismo.

10. Esto atrae nuestros deseos hacia el cielo, sin el cual no puede haber ni la pureza ni el consuelo de la religi�n. Anhelamos estar donde se quita el velo del objeto y los grilletes de la facultad.

IV. Cuando el ap�stol llama a esto un gran misterio, supongo que lo hace en una forma de preeminencia a lo que contienen otras religiones, m�s especialmente estas dos.

1. Los misterios de los paganos.

2. Hab�a misterios en la religi�n jud�a. ( Salmo 111:4 ; Salmo 48:9 ), en medio de Su templo, y fue terrible fuera de Sus lugares santos.

(1) En este sentido, el misterio de la piedad es m�s grande que cualquiera entre los paganos, ya que lo aprendemos de inmediato. Aqu� no se desperdician a�os en una tediosa preparaci�n. No se mantiene a la gente en un aburrimiento preparatorio.

(2) Este misterio trata sobre asuntos de mayor importancia para nuestra felicidad final. Esta es la vida eterna, conocer al �nico Dios verdadero y a Jesucristo, a quien �l ha enviado. ( Juan 17:3 ).

(3) Estos misterios nos los dio Dios mismo.

(4) Estos misterios deben difundirse y darse a conocer.

2. Hab�a innegables misterios entre los jud�os,

(1) Nuestros misterios se distinguen de los que Dios les dio a los jud�os por su continuidad.

(2) Nuestros misterios nos remiten a ellos mismos. Los jud�os ten�an respeto por otra cosa.

(3) Nuestros misterios llegan de una manera m�s noble, en un m�todo m�s agradable a la naturaleza sublime de un alma racional.

(4) Este misterio tiene una mayor influencia, tanto en la pureza como en la paz. Se dice adem�s que este misterio es grande sin controversia.

1. No significa que no deba haber disputas al respecto. El hombre natural nunca recibi� y nunca recibir� las cosas del Esp�ritu de Dios; son locura para �l.

2. Este misterio es indiscutible para todas las edades del pueblo de Dios.

3. Este misterio es indiscutible para aquellos a quienes la gracia de Dios ha sacado de las tinieblas de la infidelidad.

4. Este es un misterio indiscutible, porque sigue siendo un misterio despu�s de todos los caminos que han tomado los hombres para explicarlo.

Algunas instrucciones pr�cticas sobre el uso que se debe hacer de los misterios en la religi�n.

1. Si quiere tratar el cristianismo o cualquier art�culo en particular como un misterio, tenga cuidado de separar la doctrina de todas las mezclas que la curiosidad o la superstici�n le han aportado.

2. Lea las Escrituras con diligencia, comparando las cosas espirituales con las espirituales.

3. Asista a las ordenanzas del evangelio. El que anda con sabios ser� sabio.

4. Ore por el Esp�ritu.

5. Oc�pese de discutir sobre estos misterios y de volverse vanidosos en su imaginaci�n.

6. Preoc�pese m�s por mejorar un misterio que por explicarlo. ( T. Bradbury. )

El misterio de la piedad

I. Investiguemos cu�les son los rasgos del misterio que pertenecen al esquema de la redenci�n.

1. Es un misterio si consideramos los sujetos de esa redenci�n.

2. Hay misterio en el modo de esta redenci�n.

3. Hay un misterio en la magnitud de las consecuencias acumuladas de esta redenci�n. La enemistad entre el cielo y la tierra ha sido ajustada por �l.

4. Es un misterio, porque ninguna sabidur�a humana podr�a haberlo ideado. Es una gema de gracia excavada en la mina m�s profunda de la inteligencia divina y levantada del m�s profundo rec�ndito de la compasi�n divina.

5. Era un misterio que desconcert� al maligno ingenio de los demonios para explicarlo.

6. Y si pas� el entendimiento de la oscura confederaci�n del infierno, igualmente excedi� la capacidad de los �ngeles para desentra�ar su intenci�n.

7. Es un misterio que necesitar� una eternidad para explorarlo.

II. Observe la idoneidad de la frase: "el misterio de la piedad".

1. Es as�, porque revela la �nica base de la piedad.

2. Al creer en esto, tenemos derecho a todas las bendiciones de la piedad.

3. Por su influencia en el coraz�n y la vida, conduce a la pr�ctica de la piedad.

4. Porque todo redunda en honor y gloria de Dios. De este misterio podemos aprender a elevar nuestro aprecio por la grandeza y sublimidad de la revelaci�n cristiana. ( A. Mursell. )

El misterio de la piedad

I. El misterio de la piedad misma.

1. El hecho de que Dios fue manifestado en carne.

(1) La manifestaci�n afirmada es la manifestaci�n de Dios. Es la manifestaci�n de Jehov�, del Creador, Preservador y Se�or de todo, de Aquel a quien se debe toda adoraci�n y todo dominio y gloria. Esto se encuentra en la superficie misma del texto. �No hay nada m�s que contar? Hay m�s. Dios es uno. Pero las Personas de la Deidad son tres. Y esta no es la manifestaci�n de la Primera o de la Tercera Persona de la Deidad, sino de la Segunda. Es la manifestaci�n de Dios el Hijo.

(2) En cuanto a la otra cuesti�n, la naturaleza de esta manifestaci�n, observamos que fue personal. Hay muchas manifestaciones de Dios, manifestaciones de �l en el mundo y en la Iglesia, en Sus obras y en Su Palabra. Pero estas son manifestaciones de car�cter y perfecciones. Una manifestaci�n de la sabidur�a divina, el poder, la santidad y el amor, es una manifestaci�n de Dios; pero no es una manifestaci�n personal.

Es una manifestaci�n de los atributos y la gloria de Dios, y de los atributos y la gloria de las Personas en la Deidad; pero no es una manifestaci�n de las Personas mismas. Hay una manifestaci�n del Padre en aquellos que son Sus hijos; hay una manifestaci�n del Hijo en aquellos a quienes no se averg�enza de llamar sus hermanos; y hay una manifestaci�n del Esp�ritu en todos los que �l regenera y santifica.

S�, sin duda, las Personas Divinas se manifiestan as�. Pero, aunque la manifestaci�n sea una manifestaci�n de Personas, no es una manifestaci�n personal de ellas. Se manifiestan de manera mediadora, no inmediata, como el trabajador se manifiesta por su trabajo. No hay ninguna manifestaci�n personal inmediata de Dios que le haya sido otorgada al hombre, excepto esa manifestaci�n de �l que constituye el misterio de la piedad.

No pasamos por alto las manifestaciones de Dios que disfrutaron los patriarcas, como la que tuvo Abraham en las llanuras de Mature y la que tuvo Jacob en Peniel. Estos fueron presagios de ese misterio de piedad que revel� el cumplimiento de los tiempos. La manifestaci�n personal de Dios es muy apreciada. Podemos juzgarlo por el deseo que se siente de ver al sabio o al fil�sofo que ha enriquecido las reservas de nuestro conocimiento con sus especulaciones y descubrimientos.

Es posible que hayamos le�do la historia del gran hombre una y otra vez; podemos estar familiarizados con lo que ha logrado; es posible que hayamos visto los frutos de su genio, su trabajo, su valor; tambi�n podemos poseer su retrato; pero el efecto de todo esto no ser� disminuir, sino aumentar, el deseo de contemplar su persona y verse a s� mismo. As� es en el caso que tenemos ante nosotros. El conocimiento de los caminos y las obras de Dios, la luz orientada hacia Su car�cter y las gloriosas perfecciones de las ense�anzas de las Escrituras y la experiencia de la Iglesia, nunca apagar�n el deseo de tener la visi�n de Dios mismo.

Debemos observar adem�s, con respecto a la naturaleza de esta manifestaci�n de Dios, que fue una manifestaci�n "en la carne". "Dios fue manifestado en carne". Leemos acerca del Esp�ritu Santo descendiendo en forma corporal, como una paloma. Pero el Esp�ritu Santo no era una paloma. Tom�, para la ocasi�n, la forma visible de una paloma; pero no hab�a paloma real en el estuche, como tampoco lo hay en la imagen o semejanza de una paloma que el l�piz del artista puede crear.

Dios el Hijo, sin embargo, era hombre. �l era Hombre tan verdadera y realmente como Dios. Si hubiera venido con nada m�s que la figura o semejanza de un hombre, esa semejanza asumida temporalmente, no se podr�a decir tan bien que Dios se manifest�. Puede servir para abrir a�n m�s esta manifestaci�n de Dios en la carne, si explicamos un poco, como podamos, y como las Escrituras nos capacitan, c�mo se produjo la manifestaci�n.

Hasta aqu� estamos en condiciones de decir: que Dios se manifest� en la carne por la asunci�n en Su Persona, por parte del Hijo, de la naturaleza humana, consistente en un cuerpo verdadero y un alma razonable. El Hijo asumi� la naturaleza humana en Su Persona. �l lo asumi� en Su Persona para que Dios el Hijo y el hombre Jesucristo no fueran dos Personas, sino una. No se trataba de que una nueva Persona estuviera constituida por dos Personas previamente existentes.

Su naturaleza humana nunca existi� por s� misma ni como persona; y la Persona del Hijo era eterna. En esa Persona se tom� o asumi� la naturaleza humana, como se ha dicho, permaneciendo inalterada la identidad de la Persona. No hubo conversi�n de lo Divino en la naturaleza humana. Si ese hubiera sido el caso, debe haber dejado de ser Dios al convertirse en hombre. Tampoco hubo mezcla de naturalezas. Las dos naturalezas no se convirtieron en una sola naturaleza, combinando sus atributos.

Sin embargo, exist�a una uni�n entre las dos naturalezas. Pero esta uni�n no era como otras uniones que tal vez conozcamos. No se parec�a a la uni�n entre el alma y el cuerpo del hombre. No era as� en esto: el cuerpo y el alma forman una sola naturaleza entre ellos. No se parec�a a la uni�n entre Cristo y los creyentes; porque esa es una uni�n donde se conserva la personalidad distinta. Y era diferente a la uni�n entre las Personas en la Deidad. Los casos, de hecho, est�n completamente en contraste. All�, encontramos Personas distintas y una naturaleza. Aqu�, encontramos una Persona y naturalezas distintas.

2. Pasando ahora del hecho declarado, que Dios fue manifestado en carne, llegamos a la raz�n de ello. La raz�n no fue otra que la salvaci�n del hombre pecador. Era necesaria una naturaleza creada, porque solo una naturaleza creada pod�a sufrir, y solo sobre una naturaleza creada pod�a caer el golpe de la ira. Sin embargo, no tom� la naturaleza de los �ngeles. La naturaleza humana era necesaria, para conectarlo m�s estrechamente con nuestro pacto roto, por un lado, y con nosotros que lo rompimos, por el otro.

Fue carne lo que tom�, porque iba a ser el segundo hombre, el postrer Ad�n; y, en esa capacidad, magnificar la ley y hacerla honorable, y herir la cabeza de la serpiente. Pero una naturaleza finita debe haber fallado por s� misma. No es necesario que haya fallado en su prop�sito o por falta de voluntad; pero debe haber fallado en suficiencia y por falta de fuerzas.

II. Las circunstancias que encomiendan el misterio de la piedad a nuestra fe y admiraci�n. ( A. Gray. )

Dios fue manifestado en carne . -

El importante misterio de la Encarnaci�n

I. Debo ilustrar la doctrina de Dios manifestada en carne. Es una verdad indudable que las perfecciones y la gloria de Dios Padre se manifestaron en la Encarnaci�n, vida y muerte de Su Hijo unig�nito. Si �stos, en un aspecto, velaron la gloria divina, dieron, en otro, una visi�n nueva y m�s completa de su brillo. La Escritura no oculta las razones por las que Dios se manifest� as� en carne.

Quiz�s, pregunten algunos, �c�mo se puede decir que Dios se manifest� en carne? La naturaleza que asumi�, y los prop�sitos de humillaci�n y sufrimiento por los que los asumi�, �no oscurecieron, en lugar de manifestar, Su Deidad? Sin embargo, si algunas circunstancias de la encarnaci�n de Cristo indicaron mezquindad y humillaci�n; en otros, se manifestaron la majestad y la grandeza divinas. Cielo y tierra, �ngeles y demonios, reyes y s�bditos, amigos y enemigos, se unen para honrar su nacimiento.

Perm�tanme ahora dirigir su atenci�n a la mejora pr�ctica de este tema. No juzgues las opiniones o el car�cter de ning�n hombre, o sociedad de hombres, por sus circunstancias externas. No desprecien, por su nacimiento, su pobreza o apariencia mezquina, al hombre que ense�a una doctrina excelente, o que exhibe un ejemplo eminentemente virtuoso. Solo las ideas y un comportamiento correspondiente, no la riqueza o la indigencia, son las verdaderas pruebas de valor.

Piensa en cu�n miserables y desamparadas fueron tus circunstancias, que requirieron tan grandes y asombrosos medios de liberaci�n. Admira y mejora esta asombrosa condescendencia. Que la m�s c�lida gratitud encienda cada pecho al contemplar el amor que dio origen a esta condescendencia. Trabajad para que Aquel que se manifest� en vuestra naturaleza, tambi�n se manifieste en vuestras personas: o, como Pablo lo expresa, �para que la vida de Jes�s se manifieste en vuestro cuerpo� ( 2 Corintios 4:10 ).

Reflexione sobre cu�n altamente dignificada y ennoblecida la naturaleza humana por la encarnaci�n del Hijo de Dios. Mejore y regoc�jese en el fundamento puesto, por Dios manifestado en carne, para el aliento de la fe. No se hunda en sus dudas y temores; porque para rescatar a los pecadores de la destrucci�n, �l, que estaba en el seno del Padre, jur� Su coraz�n como su rescate para que, como Abogado de ellos, pudiera acercarse a Dios y defender con �xito su causa.

II. Pablo describe esta doctrina como un misterio. La palabra "misterio" se toma prestada de los ritos y ejercicios religiosos secretos entre los paganos, a los que s�lo unos pocos, despu�s de probar su secreto, fueron admitidos por el Hierofante o el Mistagogo. De ah� que se traslade a la encarnaci�n de Cristo, y sus importantes causas y consecuencias, que s�lo pueden ser descubiertas por el Esp�ritu, no por nuestros sentidos, imaginaci�n o facultades intelectuales.

Para los hombres, que no tienen otra gu�a que la luz de la naturaleza, las maravillas del amor redentor eran totalmente desconocidas: y desconocidas deb�an haber permanecido para siempre, si los primeros administradores de los misterios de Dios no las hubieran aprendido por inspiraci�n y estuvieran autorizados para ense�ar. ellos. Bajo el Antiguo Testamento, los jud�os solo ten�an tipos oscuros y profec�as oscuras de esas cosas buenas por venir. La sabidur�a de Dios en un misterio era una sabidur�a oculta, que ninguno de los pr�ncipes de este mundo conoc�a; porque, si lo hubieran sabido, no habr�an crucificado al Se�or de la Gloria.

Una vez m�s, el evangelio es un misterio; porque a unos pocos que disfrutan de la dispensaci�n externa del evangelio se les revela internamente su belleza nativa y su energ�a Divina. Solo los santos est�n divinamente iluminados para percibir su certeza y gloria.

III. La doctrina de la encarnaci�n de nuestro Se�or, y de sus causas y consecuencias, es, sin controversia, un gran misterio. No solo ha sido confirmado por la evidencia m�s completa; pero es indiscutible para todos aquellos a quienes Jes�s ha manifestado el nombre del Padre. Bueno, tambi�n, que esta doctrina se considere grandiosa. Exhibe verdades en su propia naturaleza trascendentemente excelentes. Todo esto, sin embargo, no excusar� nuestro tropiezo ante esta sabidur�a de Dios en un misterio, o estas cosas profundas de Dios.

IV. La doctrina de la encarnaci�n de nuestro Se�or es un misterio de piedad. Se admite que verdades del todo desconocidas y doctrinas perfectamente ininteligibles no pueden ser motivos de piedad. Pero, a pesar de esto, los motivos de piedad pueden derivarse de eso, en un misterio, que se conoce y se comprende. Aunque no puedo comprender la doctrina de la Trinidad, o la divinidad y la condici�n de hijo de Cristo, puedo comprender lo suficiente del amor del Padre, al enviar a Su Hijo para ser el Salvador del mundo, y de la redenci�n comprada por Su sangre, para influir en mi temperamento y conducta.

Los art�culos de la religi�n natural nos afectan profundamente, los cuales a�n se conocen de manera oscura e imperfecta. Ahora, todo esto fue revelado para que pudi�ramos ser santificados mediante la verdad. La visi�n que exhibe, tanto de la justicia como de la bondad de Dios, ofrece los motivos m�s fuertes para reverenciar la autoridad de Dios, valorar su favor, confiar en su misericordia y obedecer sus leyes.

V.La doctrina de la encarnaci�n es columna y baluarte de la verdad: no de la verdad, ni siquiera de la verdad religiosa en general, sino de la palabra de verdad, el evangelio de nuestra salvaci�n, en el que se publica ese plan de redenci�n: que la raz�n nunca podr�a haber descubierto. La palabra original, traducida suelo, no aparece en ning�n otro lugar de los escritos sagrados. Pero evidentemente significa aquello sobre lo que cualquier cosa descansa firmemente.

Aqu�, por lo tanto, donde se relaciona con un edificio, y se une a la palabra "pilar", significa cimiento. Un pilar solo sostiene parte de una tela. Una base soporta el peso de todo el edificio. La met�fora insin�a que la doctrina de la Persona y Encarnaci�n de Jes�s es necesaria para sustentar toda la doctrina de la redenci�n; y que, si se quitara la doctrina de la Encarnaci�n, toda la doctrina de la redenci�n se derrumbar�a.

Todos los dem�s art�culos de fe se basan y obtienen estabilidad de su conexi�n con este. Si el Hijo de Dios no asumi� un cuerpo verdadero y un alma razonable, no era el "Cordero de Dios que quita los pecados del mundo". Lo primero en un edificio es poner los cimientos; y la primera cosa peculiar del cristianismo que los ap�stoles ense�aron fue la encarnaci�n de Jes�s, y su redenci�n para Dios por medio de su sangre: aunque para allanar el camino para que esta verdad fuera recibida, tambi�n inculcaron los principios y obligaciones de la religi�n natural, y las evidencias del cristianismo, de profec�as y milagros ( 1 Corintios 15:1 ).

Y ahora, �cu�l es la conclusi�n de todo el asunto? No es extra�o que el evangelio a menudo se encuentre con malas diversiones, que algunos pronuncien los misterios de su necedad, y otros consideren la piedad que estos misterios tienden a producir un yugo insoportable. Aprenda de este tema para distinguir la verdadera religi�n y la piedad genuina de las apariencias falsas. El paganismo y el papado tienen sus misterios; pero son misterios de iniquidad.

Considere esta doctrina de una manera adecuada a su naturaleza. Es un misterio. No afecte ser sabio m�s all� de lo que est� escrito. Admira y adora lo que no puedes comprender completamente. Es un misterio de piedad. Al dar rienda suelta a la comodidad y la seguridad, aunque derrochador e inmoral, no act�es como si fuera un misterio de iniquidad. Recuerda que el mero conocimiento especulativo te condenar�, no te salvar�. Es la columna y baluarte de la verdad. Aprecia ese evangelio que te ha publicado una doctrina tan trascendentemente gloriosa e importante. ( J. Erskine, DD )

El misterio de la piedad

La grandeza e importancia de la verdad que la Iglesia deb�a mantener se da como motivo de fidelidad por parte de los cristianos.

I. El contraste entre carne y esp�ritu. �Fue manifestado en carne, justificado en esp�ritu�. Porque no es lo que apela a nuestra observaci�n natural, a nuestra naturaleza sensual oa nuestras facultades puramente intelectuales, lo que despierta la convicci�n de que �l es nuestro Se�or, sino que es Su toque divino, sentido en el coraz�n y la conciencia, lo que nos conduce, como Tom�s, caer a sus pies y decir: "Se�or m�o y Dios m�o".

II. El segundo contraste sugerido es entre los �ngeles y las naciones. �Fue visto por los �ngeles y predicado a los gentiles�. Estos son de nuevo opuestos naturales. Los �ngeles son los habitantes benditos de una esfera superior; Los gentiles son los habitantes m�s corruptos y degradados de este mundo inferior. Y es Su gloria que Sus reclamos hayan sido admitidos por nacionalidades opuestas y divergentes, por los m�s variados tipos de hombres, como leg�timo Rey de todo el mundo.

III. El �ltimo contraste que se dibuja aqu� es entre lo terrenal y lo celestial. "Fue cre�do en el mundo, recibido arriba en gloria". �Qu� contraste entre el brillo y la pureza celestiales en los que est� consagrado y la enfermedad, la muerte y el pecado que prevalecen en el mundo! No s� c�mo los cristianos todav�a podr�amos trabajar con esperanza si no fuera porque Jes�s, el purificador Todopoderoso, el �nico Salvador, puede ser cre�do, y es cre�do por nosotros en el mundo, como Uno capaz y dispuesto a traer la salvaci�n a los perdidos y degradados. ( A. Rowland, LL. B. )

La fuente se abri�; o el misterio de la piedad revelado

1. La piedad es o los principios de la religi�n cristiana, o la disposici�n interior del alma hacia ellos, el santo afecto interior del alma. La palabra implica ambos: porque la piedad no es s�lo los principios desnudos de la religi�n, sino tambi�n el afecto cristiano, la inclinaci�n interior del alma, adecuada a los principios divinos. Debe haber una disposici�n piadosa, que nos lleve a verdades piadosas. Estas benditas verdades del evangelio requieren y engendran un car�cter piadoso; el fin de ellos es la piedad; enmarcan el alma a la piedad. As� vemos que las verdades mismas son piedad, llev�ndonos a Dios y santidad.

De ah� que se sigan estas otras verdades brevemente.

1. En primer lugar, que ninguna verdad engendra piedad y piedad de vida sino verdades divinas; porque eso se llama "piedad", porque engendra piedad. Todos los artificios de los hombres en el mundo no pueden engendrar piedad.

2. Nuevamente, por lo tanto, en que la verdad divina se llama piedad, nos muestra que si queremos ser piadosos, debemos serlo por razones del cristianismo; no, dije, construyendo nuestros propios dispositivos, como hacen los insensatos sin gracia. Pero si queremos ser piadosos, debe ser por razones y motivos de la verdad Divina. Eso engendra piedad.

3. Nuevamente, por lo tanto, podemos buscar una regla para discernir cu�ndo somos piadosos. �Qu� hace a un verdadero cristiano? Cuando �l cree abiertamente en los fundamentos de la verdad divina, los art�culos de la fe, cuando puede repasarlos, �eso hace a un verdadero cristiano? No. Pero cuando estas verdades engendran y producen "piedad". Porque la religi�n es una verdad "seg�n la piedad", no s�lo seg�n la especulaci�n y la noci�n.

La verdad religiosa evang�lica es "sabidur�a"; y la sabidur�a es un conocimiento de las cosas que dirige a la pr�ctica. Un hombre es un hombre sabio cuando sabe para practicar lo que sabe. El evangelio es sabidur�a divina, pr�ctica de ense�anza y conocimiento. Obra piedad; de lo contrario, el hombre no tiene sino un conocimiento humano de las cosas divinas. Por lo tanto, el cristiano tiene principios piadosos que se basan en el evangelio y un porte piadoso adecuado a esos principios. Ahora bien, esta piedad es "un misterio". �Qu� es un misterio?

La palabra significa algo oculto.

1. Un misterio es un secreto, no s�lo por el momento, sino que era un secreto, aunque ahora sea revelado; porque ahora se descubre el evangelio. Se le llama misterio, no tanto que sea secreto, sino que lo era antes de ser revelado.

2. En segundo lugar, a eso se le llama misterio en la Escritura, el cual, aunque est� claro para la manifestaci�n del mismo, sin embargo, sus razones est�n ocultas. Como la conversi�n de los gentiles, que deber�a haber tal cosa, por qu� Dios debe ser tan misericordioso con ellos, se llama un misterio.

3. En tercer lugar, un misterio en las Escrituras se toma por aquello que es una verdad escondida y es transmitida por algo externo. El matrimonio es un misterio, porque transmite el matrimonio espiritual oculto entre Cristo y Su Iglesia. Entonces, toda la verdad evang�lica es un misterio.

Por estas razones:&mdash

1. En primer lugar, porque estaba escondido y oculto a todos los hombres, hasta que Dios lo sac� de Su propio seno: primero a Ad�n en el para�so, despu�s de la Ca�da; y a�n m�s claramente despu�s a los jud�os; y en el tiempo de Cristo m�s plenamente a jud�os y gentiles. Estaba escondido en el pecho de Dios. No era algo enmarcado por �ngeles u hombres. Cristo lo sac� del seno de su Padre.

2. Nuevamente, es un misterio; porque cuando fue revelado, fue revelado a pocos. Fue revelado al principio, pero a los jud�os: "Dios es conocido entre los jud�os", etc. ( Salmo 48:3 ). Estaba envuelto en ceremonias y tipos, y en general promesas, a ellos. Estaba bastante escondido de la mayor parte del mundo.

3. Una vez m�s, cuando Cristo vino y fue descubierto a los gentiles, sin embargo, es un misterio incluso en la Iglesia, para los hombres carnales, que oyen el evangelio y, sin embargo, no lo entienden, que tienen el velo sobre sus corazones. Est� "escondido para los que perecen" ( 2 Corintios 4:3 ).

4. En cuarto lugar, es un misterio, porque aunque vemos una parte integral de �l, no vemos el evangelio completo. No vemos todo, ni del todo. "Vemos, pero en parte, y sabemos, pero en parte". ( 1 Corintios 8:9 )

5. S�, y es un misterio con respecto a lo que no sabemos, pero de aqu� en adelante conoceremos, pero �es la doctrina del evangelio en s� solo un misterio? No. Todas las gracias son misterios, cada gracia. Que un hombre lo sepa una vez, y encontrar� que hay un misterio en la fe; que el alma terrenal del hombre debe ser llevada por encima de s� misma, para creer verdades sobrenaturales, y depender de lo que no ve, para influir en la vida por razones espirituales; que el coraz�n del hombre crea; que un hombre en apuros deba comportarse tranquila y pacientemente, desde apoyos y fundamentos sobrenaturales, es un misterio.

Que el transporte del alma se voltee universalmente de otra manera; que el juicio y los afectos se volvieran hacia atr�s, por as� decirlo; que el que antes era orgulloso ahora sea humilde; que el que antes era ambicioso deber�a ahora despreciar el mundo vanidoso; que el que antes estaba entregado a sus concupiscencias y vanidades, ahora, por el contrario, sea serio y celestial: aqu� hay un verdadero misterio cuando todo se vuelve atr�s.

En Cristo todo es misterio: dos naturalezas, Dios y hombre, en una Persona; mortal e inmortal; grandeza y bajeza; infinitud y finitud, en una Persona. La Iglesia misma es una cosa m�stica. Porque bajo la bajeza, bajo el desprecio del mundo, �qu� se esconde?

Un pueblo glorioso.

1. �Es as� que la religi�n es un misterio? Entonces, en primer lugar, no se extra�e que no se conozca en el mundo: y que no s�lo no se conozca, sino que se le persiga y se odie. �Pobre de m�! es algo oculto. Los hombres no conocen su excelencia.

2. Una vez m�s, si es un misterio, entonces deber�a ense�arnos a llevarnos de acuerdo con �l. La naturaleza ense�� incluso a los paganos a comportarse con reverencia en sus misterios; Procul este profani, "Fuera todo profano". Llev�monos, pues, con reverencia hacia la verdad de Dios, hacia todas las verdades, aunque nunca sean tan contrarias a nuestra raz�n.

3. De nuevo, �son estas cosas misterios, grandes misterios? Bendigamos a Dios, que nos las revel�, para el evangelio glorioso. �Oh, c�mo San Pablo, en cada ep�stola, incita a la gente a estar agradecida por revelar estos misterios!

4. Una vez m�s, es un misterio, por lo tanto, deber�a ense�arnos de la misma manera a no asumir el conocimiento de �l con ning�n ingenio o parte nuestra, a pensar en investigarlo simplemente con la fuerza del ingenio y el estudio de libros, y todo ayudas humanas que pueden ser. Es un misterio y debe ser descubierto por Dios mismo, por Su Esp�ritu. No debemos luchar con las dificultades de la religi�n con partes naturales. Es un misterio.

Ahora, por lo tanto, debe haberle quitado un doble velo: un velo de la cosa y el grito de nuestros ojos. Es un misterio con respecto a las cosas mismas y con respecto a nosotros. No es suficiente que las cosas sean ligeras, algunas que ahora son reveladas por el evangelio, pero debe quitarse de nuestro coraz�n aquello que obstaculiza nuestra vista.

5. Una vez m�s, al ser un misterio, no puede surgir de los principios de la naturaleza, no puede surgir de las razones. Pero, �no tiene raz�n, entonces, en el evangelio? Si. La raz�n santificada tiene que sacar conclusiones santificadas de principios santificados. Hasta aqu� la raz�n es �til en estos misterios, para mostrar que no son opuestos a la raz�n, est�n por encima de la raz�n, pero no son contrarios a ella, as� como la luz del sol est� por encima de la luz de una vela, pero no es contrario a ella.

Aqu� est� la mayor raz�n para ceder la raz�n a la fe. La fe es la raz�n de las razones en estas cosas, y la mayor raz�n es rendirse a Dios que las ha revelado. �No est� aqu� la raz�n m�s grande del mundo para creerle al que es la verdad misma?

6. Una vez m�s, viendo que es un misterio, que nadie se desespere. No es el embarazo del erudito aqu� lo que se lo lleva. Es la excelencia del maestro. Si el Esp�ritu de Dios es el maestro, no importa cu�n aburrido sea el erudito.

7. Es un misterio, por lo tanto, ten cuidado de menospreciar las verdades divinas. Las cabezas vac�as y superficiales del mundo hacen grandes cosas con nimiedades, y se asombran de las chucher�as y vanidades, y piensan que es una gracia despreciar las cosas divinas. Este gran misterio de piedad lo desprecian. �C�mo llegaremos a conocer este misterio como deber�amos y a ser responsables? Debemos desear que Dios abra nuestros ojos, que como la luz ha brillado, como dice el ap�stol, "La gracia de Dios ha resplandecido" ( Tito 2:11 ); as� como hay una ligereza en los misterios, as� puede haberla en nuestros ojos.

Ahora, el Esp�ritu no solo ense�a las verdades del evangelio, sino tambi�n la aplicaci�n de esas verdades, que son nuestras.

1. Nuevamente, si queremos entender estos misterios, trabajemos por los esp�ritus humildes; porque el Esp�ritu obra esa disposici�n en primer lugar.

2. Y traer consigo un deseo serio de saber con el prop�sito de ser moldeados a lo que sabemos; ser entregados a la obediencia de lo que sabemos; porque entonces Dios nos lo descubrir�. La sabidur�a es f�cil para el que quiere. Junto con la oraci�n y la humildad, traigamos un prop�sito y un deseo de ser ense�ados, y encontraremos la sabidur�a Divina f�cil para el que lo desee. Ninguno aborta jam�s en la Iglesia, excepto aquellos que tienen corazones falsos.

3. Y ten cuidado de las pasiones y los prejuicios, de los afectos carnales que despiertan la pasi�n; porque har�n que el alma no pueda ver misterios que son claros en s� mismos. Como somos fuertes en cualquier pasi�n, as� juzgamos; y el coraz�n, cuando se entrega a la pasi�n, transforma la verdad en s� mismo, por as� decirlo. Incluso cuando hay una infusi�n del ojo, como en la ictericia o similares, aprehende colores como �l mismo; de modo que cuando el gusto est� viciado, prueba las cosas, no como son en s� mismas, sino como son. As� que el coraz�n corrupto transforma este misterio sagrado en s� mismo, y muchas veces la Escritura busca defender su propio pecado, y el estado corrupto en el que se encuentra. Creer� lo que dice.

Por lo tanto, es de gran importancia llegar con corazones y mentes limpios a los misterios de Dios. "Gran misterio".

1. Ese es el adjunto. Es un "gran misterio" Y aqu� podr�a ser interminable; porque no s�lo es grande como un misterio, es decir, hay mucho de �l oculto, sino que es un gran y excelente misterio, si consideramos de d�nde vino, del seno de Dios, de la sabidur�a de Dios.

2. Si miramos el final, para unir a Dios y el hombre - el hombre que hab�a ca�do, para traerlo de regreso a Dios, para traerlo de la profundidad de la miseria a la altura de toda felicidad; un "gran misterio" a este respecto.

3. Una vez m�s, es "grande", por la multiplicidad de sabidur�a que Dios descubri� al publicarla, en ciertos grados: primero, en tipos, luego despu�s que lleg� a las verdades; primero, en promesas y luego en actuaciones.

4. Nuevamente es un gran misterio, por eso funciona. Porque es un misterio que no solo es un descubrimiento de secretos, sino que transforma a quienes lo conocen y lo creen. Somos transformados por ella a la semejanza de Cristo, de quien es un misterio; ser como �l es, lleno de gracia. Tiene un poder transformador y cambiante.

5. Si consideramos cualquier parte de ella - Cristo, o Su Iglesia, o cualquier cosa - es un misterio, y "un gran misterio". Debe ser grande, que los mismos �ngeles deseen fisgonear ( 1 Pedro 1:12 ).

6. Si consideramos a aquellos que no pudieron entrometerse; como es 1 Corintios 2:6 ; 1 Corintios 2:8 que los sabios del mundo nada entendieron de �l.

7. De nuevo, es un gran misterio, porque nos hace grandes. Hace que los tiempos sean grandiosos, y las personas grandiosas que viven en esos tiempos. �Qu� hizo a Juan Bautista m�s grande que todos los profetas y otros en aquellos tiempos? Porque vio a Cristo venir en carne. Tengamos cuidado, por tanto, de poner un precio m�s alto a la religi�n. Es un misterio y un gran misterio; por tanto, debe tener una gran estima. Aporta gran comodidad y grandes privilegios.

8. Una vez m�s, es un gran misterio, si se compara con todos los dem�s misterios. La creaci�n fue un gran misterio para que todas las cosas fueran hechas de la nada, orden de la confusi�n; que Dios hiciera del hombre una criatura gloriosa del polvo de la tierra, era un gran asunto.

Pero, �qu� es esto en comparaci�n con que Dios se haga hombre?

1. En primer lugar, aprendan del bendito San Pablo c�mo ser afectados cuando hablamos y pensamos en la gloriosa verdad de Dios; que debemos trabajar en nuestro coraz�n, para tener grandes pensamientos y grandes expresiones de ello. San Pablo pens� que no era suficiente llamarlo un misterio, sino un gran misterio. No solo lo llama riquezas, sino riquezas inescrutables. De las riquezas y del tesoro del coraz�n hablar� la boca.

(1) Y para que podamos hacer esto mejor, trabajemos para tener en nuestro entendimiento tan profundo como podamos de ese misterio de pecaminosidad que est� en nosotros, y ese misterio de miseria.

(2) De nuevo, si quisi�ramos tener pensamientos y aprensiones amplios y sensibles de estas cosas, como el bendito ap�stol, reservemos un tiempo para meditar en estas cosas, hasta que el coraz�n se caliente; trabajemos para fijar nuestros pensamientos, tanto como podamos, en ellos todos los d�as; a considerar la excelencia de este misterio de la religi�n en s� mismo, y el fruto de �l en este mundo y en el mundo venidero.

Es un buen empleo; porque desde all� no nos maravillaremos de nada m�s en el mundo. �Cu�l es la raz�n por la que los hombres se admiran por los peque�os misterios, por las cosas pobres? Porque sus pensamientos nunca se elevaron a consideraciones superiores.

2. Hagamos grandes esfuerzos para aprenderlo, y un gran respeto hacia �l, y un gran amor a Dios por �l. Dejemos que todo en nosotros responda a este "gran misterio", que es un "gran misterio". "Sin controversia". Es as� bajo el amplio sello de la confesi�n p�blica, como significa la palabra en general; por la confesi�n de todos, es "genial". Es una verdad confesada que el "misterio de la piedad es grande". Como si el ap�stol hubiera dicho, no necesito darte una mayor confirmaci�n; es, sin duda ni controversia, un gran misterio.

(1) En primer lugar, en s� mismo, no cabe duda. Es una gran verdad fundamentada, tan luminosa y clara como si el evangelio fuera escrito con un rayo de sol, como se dice. No hay nada m�s claro y m�s controvertido que las sagradas verdades evang�licas.

(2) Y como son claros y ligeros, algunos en s� mismos, as� son aprehendidos por todo el pueblo de Dios. Sin embargo, puede ser controvertido por otros, aunque no son considerables. Todos los que son hijos de la Iglesia, que tienen los ojos abiertos, lo confiesan y se maravillan de ello como �un gran misterio�. Ellos sin duda alguna y controversia lo abrazan. Las cosas no est�n tan claras en el evangelio como para que todos los pecadores y rebeldes puedan ver si lo har�n o no.

1. S�lo har� el uso que hizo un gran erudito en su tiempo sobre el tema, un noble conde de Mirandula. Si no cabe cuestionar estas cosas, si han sido confirmadas por tantos milagros, como lo han sido en sentido estricto, �por qu� entonces, c�mo es que los hombres viven como si no cuestionaran su falsedad? �Qu� clase de hombres son los que viven como si fuera �sin controversia�, que las verdades cristianas no tienen nada de verdad en ellos? Los hombres viven tan descuidadamente y profanamente, y desprecian y desprecian estos grandes misterios, como si no hicieran ninguna duda, pero son falsos.

2. Una vez m�s, en lo que dice, "sin controversia", o en confesi�n, "grande es el misterio de la piedad": aqu� podemos saber, entonces, qu� verdades han de ser consideradas como verdades universales cat�licas, las que sin duda se reciben . Ahora llegamos a los detalles de este gran misterio. "Dios manifestado en carne". Esta y las otras ramas que siguen, todas se hablan de Cristo.

De hecho, el "misterio de la piedad" no es m�s que Cristo, y lo que Cristo hizo. Cristo fue "manifestado en carne, justificado en el Esp�ritu, visto por los �ngeles, predicado a los gentiles, cre�do en el mundo, recibido arriba en gloria". Para que de lo general podamos observar esto, que "Cristo es el alcance de la Escritura". Cristo es la perla de ese anillo; Cristo es el principal, el centro donde terminan todas esas l�neas.

Comienza aqu� con esto, "Dios manifestado en carne"; no Dios tomado esencialmente, sino tomado personalmente. Dios en Segunda Persona, se manifest�. Todas las acciones son de personas. La Segunda Persona se encarn�. Las Tres Personas son todas Dios; sin embargo, no todos estaban encarnados, porque fue una acci�n personal de la Segunda Persona.

�Y por qu� en esa Persona?

1. Porque era la imagen de Dios. Y nadie m�s que la imagen de Dios podr�a restaurarnos a esa imagen. �l era el Hijo de Dios, y nadie m�s que el Hijo natural pod�a hacernos hijos. Por "carne" se entiende aqu� la naturaleza humana; propiedad de la naturaleza humana, tanto en cuerpo como en alma. Y por "carne" tambi�n se suele entender las debilidades y debilidades del hombre, la condici�n miserable del hombre. En ese Dios, la Segunda Persona, apareci� en nuestra naturaleza, en nuestra naturaleza d�bil y corrompida despu�s de la Ca�da; de ah� viene

1. En primer lugar, el enriquecimiento de nuestra naturaleza con todas las gracias en Cristo, como en Colosenses 2:3 .

2. El ennoblecimiento de nuestra naturaleza. En el hecho de que Dios apareci� en nuestra naturaleza, se ennoblece mucho.

3. En tercer lugar, de ah� viene la habilitaci�n de nuestra naturaleza para la obra de salvaci�n que se realiz� en nuestra naturaleza. Vino de ah�, "Dios estaba en la carne".

4. Y de ah� viene esto igualmente, que todo lo que Cristo hizo en nuestra naturaleza, Dios lo hizo, porque Dios apareci� en nuestra naturaleza. No tom� sobre s� la persona de ning�n hombre, sino la naturaleza.

5. De ah� viene tambi�n la uni�n entre Cristo y nosotros. �De d�nde somos "hijos de Dios"? Porque era el "Hijo del Hombre", "Dios en nuestra carne". Hay tres uniones: la uni�n de naturalezas, Dios para hacerse hombre; la uni�n de la gracia, que somos uno con Cristo; y la uni�n de la gloria.

6. De ah� nace igualmente la simpat�a entre Cristo y nosotros; porque se dice que Cristo sufre con nosotros.

7. De ah� tambi�n la eficacia de lo que hizo Cristo, para que la muerte de un hombre sea suficiente para todo el mundo.

Fue que "Dios estaba en la carne". El ap�stol bien puede llamar a esto, "Dios manifestado en carne", un "misterio", y colocarlo en el primer rango.

1. � Y pensaremos que un misterio tan grande como �ste fue con un prop�sito peque�o? que el gran Dios tomara sobre s� un pedazo de tierra? �Oh, qu� audacia tenemos ahora para ir a �Dios en nuestra carne�!

2. De nuevo, por esto, que Dios fue �manifestado en nuestra carne�, cuidemos de no contaminar esta carne nuestra, esta naturaleza nuestra. �Qu�? �Es esta "carne" m�a unida a la Segunda Persona? �Est� esta "carne" m�a ahora en el cielo, "sentada a la diestra de Dios"?

3. Asimismo, deber�a ense�arnos a rebajarnos a cualquier servicio de Cristo o de nuestros hermanos. �Qu�! �El amor de Dios lo llev� al vientre de la virgen? �Lo atrajo a tomar mi naturaleza y mi carne en �l? Presta atenci�n al orgullo. Dios mismo se despoj� de s� mismo, �y estar�s t� lleno de orgullo? Se volvi� "sin reputaci�n" ( Filipenses 2:7 ), y �te mantendr�s firme en los t�rminos del cr�dito?

4. Por �ltimo, trabajemos para que Cristo se manifieste en nuestra carne particular, en nuestras personas. As� como �l era Dios manifestado en carne con respecto a esa misa bendita que �l tom� sobre �l, as� todos trabajar�amos para que Dios �se manifestara en nuestra carne�. �Como es eso? Debemos tener a Cristo como naci� en nosotros, �formado en nosotros�, como habla el ap�stol ( Colosenses 1:27 ). ( R. Sibbes. )

El misterio del Dios encarnado

El sistema cristiano es un gran y santo misterio, que presenta una funci�n importante para el mantenimiento de la verdad divina. El misterio puede ser solo un secreto y no comprender nada dif�cil en s� mismo. Cuando se rompe, el secreto puede ser lo m�s sencillo. El llamado de los gentiles fue un gran encubrimiento. Pero hay muchos que se burlan de este punto de vista, que hablan del misterio como incompatible con el significado de una revelaci�n.

Ahora bien, esta objeci�n seguramente va demasiado lejos y urge demasiado. Porque entonces ser�a inconsistente que cualquier religi�n pretendiera una autoridad divina. La religi�n debe, al dirigirse a nosotros, aunque su informaci�n sea muy escasa, hablarnos de la Deidad, insistiendo en las relaciones espirituales y los asuntos eternos. El pretexto m�s pobre de cualquier religi�n debe ser un te�smo. "�Qui�n puede encontrar a Dios buscando?" Tan vanamente vac�o es el adagio, donde comienza el misterio, termina la religi�n. Ni menos ligera es la observaci�n de que antes de creer en una proposici�n deben apreciarse todos sus t�rminos.

Hay algo en cada t�rmino de conocimiento que desaf�a esta percepci�n r�gida. Otros diversifican la objeci�n dando por sentado que la revelaci�n s�lo puede ser una apelaci�n a nuestra raz�n y que, por lo tanto, no contendr� ning�n misterio; nada m�s que lo inteligible para la raz�n. Suscribimos alegremente que la raz�n debe juzgar su evidencia, que la raz�n debe determinar su alcance. El misterio no es objeto de nuestra fe fuera del testimonio que lo atestigua y del hecho en que consiste.

La noci�n adecuada para que nos formemos de una revelaci�n es que sus elementos esenciales exceder�n por completo nuestro poder de descubrimiento. La luz de la raz�n se ha convertido en una frase tan com�n que puede parecer arriesgado poner en tela de juicio su correcci�n. Pero no tiene sentido. La raz�n no puede presumir de luz. Es s�lo la capacidad de juzgar sobre cualquier tema que se le presente. Encuentra una analog�a general de su funci�n en el ojo corporal.

Eso no imparte la luz elemental, sino que la recibe, junto con la impresi�n de esas im�genes que desvela. No es m�s que un �rgano que se ejerce sobre las cosas externas. La raz�n no es m�s fuente de conocimiento que la visi�n corporal es la del d�a. Un sol moral y un mundo espiritual son tan necesarios para uno como el sol f�sico y el mundo material lo son para el otro.

1. Los antiguos misterios no eran m�s que afectaciones de las maravillas que se les atribu�an. Se rodearon de una reserva intencionada. No inclu�an nada que no pudiera ser f�cilmente aprehendido. Si hubo alguna dificultad, la idearon. Si el curso de la revelaci�n fue lento, lo hicieron lento. Si la cortina se levantaba laboriosamente, la hab�an colgado pesadamente para que pudiera levantarse.

Todo estaba destinado a despertar la curiosidad, producir impresi�n, golpear al aspirante con efectos art�sticos. Era el escenario de un teatro. A diferencia de esta perplejidad deliberada, de este amplio cortinaje que no cubr�a nada, el misterio de la piedad era realmente trascendente. No se apagaba en ning�n pliegue, era aborrecible desde cualquier disfraz. Hablaba con palabras no hinchadas de vanidad. Se rode� a s� mismo sin ninguna duda ni asombro. La nube que estaba sobre �l era de su propia gloria.

2. El efecto que la iniciaci�n en los antiguos misterios produjo en la mente del candidato fue generalmente de desilusi�n y aversi�n. El hombre de inteligencia, aunque lleg� a ellos como un creyente, no pod�a salir de ellos con ninguna seguridad. La indignaci�n por los impostores en bandas fue su primer sentimiento. El desprecio por las momias, por espl�ndidas que fueran, las practicaba r�pidamente.

Hab�an dicho "mentiras en hipocres�a". Su "enga�o fue falsedad". Si alguna part�cula de la verdad estaba en su posesi�n, la hab�an "retenido en injusticia". Pero los que tienen "conocimiento en el misterio de Cristo" se elevan en todo sentimiento de gratitud y satisfacci�n con cada paso de ese conocimiento. Nada ha fallado a sus expectativas. Nada se ha hundido en su estima. �Es maravilloso a nuestros ojos!

3. Mucho retraso asisti� a la probaci�n de aquellos que buscaban enrolarse entre los iluminados en los misterios antiguos. Sus juicios fueron prolongados. Antes de que se alcanzara la profesi�n, se llevaban a cabo todas las ceremonias fastidiosas y tediosas. La lustraci�n sigui� a la lustraci�n, cada poder de resistencia se asign� al m�ximo, las c�maras subterr�neas reverberaron entre s�, hab�a una prisi�n y el escape de sus horrores no era seguro, el p�nico congel� el cuerpo m�s fuerte, todos los extremos de sensaci�n se combinaron, y todo el servicio estaba cercado con todas las precauciones contra la impaciencia ansiosa o la prisa inquisitiva. Pero el misterio de la piedad no conoce restricciones tan sospechosas. �Learn of Me� es el idioma de su Fundador. Un temperamento d�cil es la condici�n exclusiva. Nos apresuramos y no nos demoramos.

4. Los votos de secreto m�s espantosos fueron exigidos a quienes recibieron la supuesta purgaci�n de estos misterios. Una execraci�n universal cay� sobre el traidor. "No podemos dejar de decir lo que hemos visto y o�do". �Teniendo nosotros el mismo esp�ritu de fe, seg�n est� escrito, cre�, y por eso habl�; nosotros tambi�n creemos, y por tanto hablamos �. "Hacer que todos los hombres vean cu�l es la comuni�n del misterio". Ellos "usaron una gran sencillez de expresi�n".

5. Toda la disposici�n de esta disciplina singular era odiosa. Parec�a desfavorable a la gran masa de nuestra raza. Ego�sta en sus prop�sitos, desprovisto de cualquier noble filantrop�a, pretend�a la perpetua servidumbre de la multitud en la ignorancia y la degradaci�n. Fue el auxiliar m�s cruel y poderoso del dispositivo sacerdotal y del despotismo pol�tico. En contraposici�n a esta altiva insolencia, a este vil desprecio con que los Mystagogos desde�aban y tildaban a la especie, el cristianismo examina nuestra naturaleza en sus rasgos m�s amplios, sus intimidades m�s verdaderas, sus generalidades m�s grandiosas.

Si est� marcado por una parcialidad, es hacia los pobres. Dice: "�Cu�n dif�cilmente entrar�n en el reino de Dios los que tienen riquezas!" Dice: "�Que el hermano de bajo grado se regocije en que es exaltado!" Entre sus m�s brillantes; Evidencias, coronando todos sus milagros, est� este testimonio: "A los pobres se predica el evangelio". Sus misericordias son para todos. Podemos suponer que el escritor inspirado del texto, al dar forma al misterio de Dios indudablemente grande, tuvo en cuenta la separaci�n com�n de las ceremonias menores y mayores por las que los respectivos postulantes fueron llamados a pasar.

Estos fueron considerados los �nicos dignos del ep�teto y los �nicos capaces de justificarlo. Ahora los mayores misterios del mundo pagano pretend�an resolver dificultades religiosas. Prometieron que una gran parte de la credulidad popular podr�a simplificarse. Interpretaron los hechos en alegor�as. Despojaron a la f�bula de sus accesorios y expusieron la moraleja que se expresaba en ella. Pero el misterio de la piedad fue una gran interpretaci�n.

Era una clave para los cifrados. Era la sustancia de las sombras. Fue el cumplimiento de visiones. Dio luz y significado a "los dichos oscuros de la antig�edad". Esos mayores misterios se jactaban de una doctrina predominante. No sabemos con certeza qu� fue eso. Ya sea que se haya cuestionado la unidad de la naturaleza divina o la inmortalidad del alma, creemos que podemos concluir, con perfecta confianza, que no fue ni lo uno ni lo otro.

Ahora, el misterio de la piedad tiene su verdad cardinal. Es el Verbo Encarnado. Todo lo relacionado con esta manifestaci�n es como �l mismo. Es ofrenda por el pecado y sacrificio propiciatorio. Recibimos la expiaci�n. Se nos declara una forma de doctrina. Es el glorioso evangelio de Cristo. Esos misterios m�s grandes ejercieron una poderosa influencia. Las c�maras de im�genes no se olvidar�n pronto, incluso si se explica su importancia.

El terror a veces prevalec�a o ced�a al gozo y al reposo. Algunos sintieron un pavor immitigable, otros un alivio sereno. El misterio de la piedad es poder. Cristo habita en el coraz�n por fe. Todos los resortes de nuestro ser se mueven. Su amor nos constri�e. Esos mayores misterios pretend�an impartir una vida interior. Se supon�a que el esp�ritu emerger�a de una muerte m�stica, para adquirir nuevos poderes y ocupar nuevas relaciones.

El r�gimen de su noviciado se llam� su nacimiento. El hombre que hab�a pasado por estos ejercicios fue aclamado p�blicamente como dotado de una existencia superior a la intelectual. Pertenec�a a una clase privilegiada. Este nuevo nacimiento es para la santidad. Es la regeneraci�n, una nueva creaci�n de nosotros. Es renovar, renovarnos. Con una marcada descripci�n se anuncia este misterio; es el misterio de la piedad. Este misterio se caracteriza por sus atributos de pureza y piadosa excelencia.

Pertenecen a ella. Tiene tendencia a inspirarlos. Son sus glorias siempre presentes y sus emanaciones invariables. Pero aqu� se reparte la reprimenda. Aquellos arcanos a los que se opone el misterio de la santidad, fueron el esc�ndalo de las edades por las que sobrevivieron. Eran "obras de tinieblas". Pero la proposici�n del texto no se agota. Afirma un uso particular que el misterio de la piedad sirve en relaci�n con la verdad.

�C�mo es el misterio de la Encarnaci�n columna y baluarte del evangelio? As� se declara su importancia para todo el plan de la misericordia redentora, y esa importancia se reivindica f�cilmente. ( RW Hamilton, DD )

El Dios encarnado reivindicado

I. El hecho de una encarnaci�n divina en la persona de Jesucristo. La proposici�n es compleja y, en primer lugar, la reduciremos a sus partes.

1. La hombr�a del Mes�as.

2. Que el Mes�as siempre posey� la naturaleza divina mientras que asumi� la nuestra. Aunque puede que no haya nadie que discuta desde Su Deidad contra la realidad de Su humanidad, sin embargo, es de temer que muchos la aten�en, lo m�s com�n es argumentar desde Su humanidad en contra de Su Deidad.

(1) Se le dan t�tulos de divinidad y hombr�a. �l es el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre.

(2) Se le atribuyen atributos de infinitud y limitaci�n.

(3) Se le asignan representaciones de autosuficiencia y dependencia.

II. Este gran misterio de la piedad, Dios el Hijo tomando nuestra naturaleza, se titula una manifestaci�n. La luz del conocimiento de la gloria de Dios est� en el rostro de Jesucristo. Conocer al �nico Dios verdadero es conocer a Jesucristo, a quien �l envi�. Como no podemos entender a Dios, que es Esp�ritu, Dios se manifiesta en carne. Es la copia sensible, el espejo transparente, por el que ser� conocido.

Una manifestaci�n es aclarar aquello que es dif�cil y oscuro. Es de ocurrencia frecuente cuando las Escrituras posteriores hablan de Cristo. �La vida fue manifestada, y nosotros la hemos visto, y os mostramos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifest�. Ahora bien, hab�a obras que deb�a hacer, as� como revelaciones que desarrollar. Tampoco supongamos que esta manifestaci�n haya sido siempre desapercibida y no apreciada. De hecho, fue reconocido. "Al principio de los milagros manifest� su gloria, y sus disc�pulos creyeron en �l". ( RW Hamilton, DD )

El misterio de la piedad

1. Concuerda con el dise�o principal de la piedad.

2. Tiene tendencia a promoverlo.

3. Tiene la mejor influencia sobre �l.

1. No hay nada en los misterios de la religi�n que sea incompatible con la santidad para Dios y la beneficencia para los hombres.

2. Las doctrinas del cristianismo tienden a promover toda piedad.

3. Los misterios de la religi�n no solo tienen una tendencia a promover la piedad, sino que le dan la mejor influencia.

I. �Cu�l es la piedad aqu� mencionada? Analizar esto nos dar� un argumento para las doctrinas que lo promueven.

1. Un art�culo de piedad, y de hecho el principal de ellos, es que nos postramos y adoremos ante el Se�or nuestro Hacedor.

2. Nuestra semejanza con Dios. La piedad es la semejanza de Dios.

3. La piedad consiste en una comuni�n con Dios, que es el intercambio de amor entre �l y nosotros.

4. Esta misma piedad incluye nuestra expectativa de Dios.

5. La piedad toma en cuenta nuestra consideraci�n por las instituciones divinas.

6. La piedad incluye nuestro amor por las personas piadosas.

7. Nuestra utilidad para aquellos que a�n no lo han hecho es una parte importante de la religi�n.

II. Ahora preguntaremos c�mo esta piedad, al comprender nuestro deber para con Dios y nuestra beneficencia para con el hombre, es promovida por los misterios de la religi�n.

1. Si no fuera por estos misterios, no podr�amos haber tenido un camino abierto hacia el trono de la gracia.

2. Otro principio de piedad que mejoran los misterios de la religi�n es la reverencia a la Divina Majestad.

3. Es en la creencia de estas doctrinas que sentimos los principios de nuestro amor por Dios, que no son m�s que el rebote del Suyo hacia nosotros.

4. Descubrimos por experiencia que esto hace que la adoraci�n de Dios sea nuestro deleite y placer.

5. En esta revelaci�n tenemos los mejores y m�s grandes ejemplos de nuestro deber.

6. Esto les inspir� esperanza.

7. Esto le ha dado a las buenas personas un principio de caridad para con aquellos que se diferencian de ellos, y el valor m�s verdadero para aquellos por quienes est�n de acuerdo.

Cerrar� lo que has escuchado con una breve solicitud.

1. Si estos son misterios de la piedad, entonces ves el verdadero origen de la oposici�n que se les hace, no porque est�n por encima de la raz�n, sino porque est�n en contra de la corrupci�n y ocultan el orgullo del hombre.

2. Mejoremos las doctrinas de la religi�n con este prop�sito, para hacernos mejores y m�s sabios. ( T. Bradbury. )

El misterio de la piedad

I. Jesucristo era carne, un hombre real. Esto ha sido negado. Algunos han dicho que Jes�s era un mero fantasma o fantasma, que los hombres sent�an que ve�an un cuerpo como el nuestro, pero era un espectro, una visi�n, los ojos con los que miraban eran los ojos de la imaginaci�n. Otros han dicho que era m�s que una apariencia aireada, pero no carne; que la naturaleza de Cristo era una manifestaci�n material especial, digamos, una nube sobre la que actu� el poder divino y que se hizo aparecer como un cuerpo humano.

Algunos han dicho que la carne era sustancia celestial y no terrenal; algo et�reo que finalmente fue absorbido por el sol. Otros, nuevamente, han sostenido que en el cuerpo de Jes�s no hab�a un principio com�n de vida ni un alma humana. Jesucristo era carne, hombre real, carne, huesos, sangre, esp�ritu, alma y cuerpo.

II. Jesucristo fue Dios manifestado en carne. En este �nico Ser podemos ver al Hombre real y al Dios verdadero. No es un hombre piadoso, sino un Dios-hombre. Una doble vida, m�s alta y m�s baja, est� indicada por muchas circunstancias. Nace de una mujer y es concebido por el Esp�ritu Santo. Desde Bel�n hasta el Monte de los Olivos, y desde el Monte de los Olivos hasta el gran trono blanco, Dios se manifiesta en la carne de Jesucristo.

III. Que Jesucristo es Dios manifestado en carne es un misterio profundo. Se declara el hecho, pero se retiene la explicaci�n. Se proclama la manifestaci�n de Dios en Jes�s, se oculta el modo. Los fil�sofos cristianos, a lo largo de los siglos, han intentado penetrar en esta manifestaci�n; todav�a es un misterio.

IV. Este misterio es grandioso. No es una farsa y un truco, no es pueril y rid�culo, no es in�til y nocivo como los misterios de los antiguos paganos y de las iglesias corruptas, sino real y magn�fico, trascendental, solemne y bendecido en su intenci�n. La encarnaci�n no existe para el misterio, pero el misterio necesariamente encierra el hecho. Y el hecho, aunque grande en maravillas, es igualmente grande en sabidur�a y poder, en bondad y en amor.

V. Pero este gran misterio es el misterio de la piedad. El hecho misterioso, no el misterio del hecho, es el medio de Dios para obrar piedad en nosotros, y nuestro medio para obrar piedad en nosotros mismos. El conocimiento de Dios es esencial para la piedad; y este misterio es Dios manifestado. Cristo muestra la realidad de Dios, Su existencia positiva, Su independencia, Su verdad, Su poder, Su sabidur�a, Su conocimiento, todos los atributos que lo constituyen como el Dios verdadero.

La gracia de Dios, su afecto por sus hijos, su misericordia para con los penitentes, son revelados por Cristo. Un Dios verdadero y misericordioso es manifestado por el Dios-hombre. La fe en Dios es esencial para la piedad. La sumisi�n a Dios es esencial para la piedad; y esto asegura el misterio de la encarnaci�n. El amor a Dios es esencial para la piedad. Y a esto apela especialmente el gran misterio. De modo que Jesucristo, como Dios manifestado en carne, es un medio para conocer a Dios, para creer en Dios, someternos a Dios y amarlo.

Esto conduce a la devoci�n, a la consagraci�n total a Dios. Esto produce piedad, el cumplimiento de todos los deberes para con Dios. Por este medio se pone al descubierto el fundamento de la religi�n verdadera, se revela el objeto de la religi�n, se ense�a la naturaleza de la religi�n pura, se revela la bienaventuranza de la piedad y se produce realmente la piedad.

VI. Grande es el misterio de la piedad sin controversia. Es decir, por el consentimiento de todos, Dios manifestado en carne es un gran misterio. �Cu�ntos usan la luz del d�a sin tener ninguna teor�a sobre su naturaleza, o incluso sin saber que se han formado teor�as! �Cu�ntos respiran el aire ignorando sus componentes e incapaces de comprender la explicaci�n que puede dar la ciencia! El conocimiento de la qu�mica de los alimentos y de la fisiolog�a de la digesti�n no es esencial para la nutrici�n; y un hombre puede vivir de su trabajo sin tener una idea de la filosof�a del trabajo.

Ahora bien, aqu� est� la luz espiritual en la que, aunque sea el misterio, podemos caminar. Y aqu� hay una atm�sfera moral que, aunque sea un misterio, podemos respirar. Y aqu� hay una esfera de vida piadosa en la que, por misterio que sea, podemos movernos y actuar. Dios manifestado en carne es el gran misterio de la piedad. Las lecciones que aqu� se ense�an son las siguientes:

1. Para ser piadosos debemos responder a Dios manifestado. Dios no puede ser conocido correcta y adecuadamente excepto a trav�s de Cristo; y el conocimiento de Dios es esencial para la religi�n real.

2. Para recibir la manifestaci�n de Dios debemos inclinarnos ante el misterio.

3. Si hemos recibido este misterio, cumplamos con nuestro deber. ( S. Mart�n. )

Dios manifestado en carne

I. La persona de la que habla es Dios.

II. El gran misterio de la piedad nos dice que este Dios se manifest�. La revelaci�n que ha hecho de s� mismo es el fundamento de toda nuestra religi�n.

1. Una manifestaci�n que Dios ha hecho de s� mismo es en un car�cter que nos da nuestra preocupaci�n m�s temprana por �l, que �l es el primero de todas las cosas.

2. Se manifiesta como objeto de culto universal. Esto fluye del primero como una inferencia pr�ctica.

3. Otra manifestaci�n que tenemos de Dios, y en la que el evangelio supera a todo lo anterior, es que �l es un legislador.

4. El evangelio nos da una manifestaci�n del gran Dios bajo el car�cter de juez.

5. Dios se nos manifiesta como alguien a quien hemos deshonrado; la parte ofendida.

6. Cuando Dios se manifiesta, es como el autor de nuestra reconciliaci�n.

7. Dios se nos manifiesta como el autor o contribuidor de esa justicia en la que somos justificados.

8. Dios se manifiesta como el autor y fuente de esas gracias por las que somos hechos a su imagen.

9. Dios se ha manifestado a S� mismo como el gran ejemplo y modelo de toda nuestra santidad.

10. Otra manifestaci�n que tenemos de Dios es que �l es el autor y dador de esas alegr�as que est�n reservadas para nosotros en otro mundo.

III. Ahora debemos considerar esa manifestaci�n particular de Dios a la que el texto nos ha conducido, y se dice que es en la carne.

1. Se ha manifestado en voces: sol�a hablar al mundo.

2. Se manifest� por sue�os y visiones de la noche ( Job 33:15 ).

3. Sol�a ??manifestarse levantando personas eminentes, ya sea como profetas para ense�ar a su pueblo o como salvadores para defenderlos.

4. Se manifest� en milagros.

5. Se manifest� a S� mismo en una ley escrita.

6. Se manifest� mediante varias ordenanzas.

7. Tambi�n se manifest� apareciendo a ellos con frecuencia. El �ngel de su presencia los salv� ( Isa�as 63:9 ).

8. La �ltima y m�s grande manifestaci�n que tenemos de Dios es en la carne.

(1) Su manifestaci�n en la carne excede todas las dem�s manifestaciones que �l mismo dio, ya que es m�s familiar.

(2) Esta manifestaci�n de Dios es muy cierta y convincente. Muchas veces no sab�an si era Dios quien les hablaba o no.

(3) Esta manifestaci�n en la carne es la m�s expresiva de nuestra uni�n con �l ( Salmo 68:20 ).

(4) Esta manifestaci�n en la carne fue para el �resultado de una gran expiaci�n ( Hebreos 2:17 ).

(5) Mediante esta manifestaci�n en la carne, �l dio las mejores instrucciones en el asunto de nuestro deber.

(6) Esto nos da la mayor seguridad de nuestra felicidad, porque �l ha llevado su cuerpo con �l al cielo: All� entr� Jes�s nuestro precursor ( Hebreos 6:20 ).

(7) Esto muestra la bondad de Dios nuestro Salvador para con los hombres ( Juan 3:16 ).

IV. El car�cter noble que aqu� se le da, como misterio de piedad. Bajo este encabezado hay dos partes.

1. Que es un misterio.

(1) �No es un misterio que Aquel que habita en esa luz a la que nadie puede acercarse se hizo visible para nosotros?

(2) Otra cosa misteriosa en esta doctrina es que el que ha dispuesto su trono en los cielos debe habitar entre los hombres.

(3) Otra parte del misterio es que el que no ha derivado ning�n ser de un hombre debe nacer de una mujer.

(4) El que era Se�or de todo, toma la forma de un siervo. Esto lleva la maravilla un poco m�s profundo.

(5) El que era eternamente santo vino en semejanza de carne de pecado.

(6) Aquel cuyo reino domina sobre todo es un var�n de dolores y familiarizado con el dolor.

(7) Otro misterio es que el que es bendito para siempre se convierta en maldici�n para su pueblo.

(8) Otra parte de este misterio es que el Pr�ncipe de la Vida debe ser obediente hasta la muerte de cruz.

V. Este es un misterio de piedad y tiene una influencia feliz sobre toda religi�n pr�ctica. La gente es mejor por creerlo.

1. Esta doctrina es un gran argumento de nuestro deber para con Dios.

2. La creencia de que Dios se manifiesta en carne se basa en nuestro valor por la revelaci�n que nos ha dado; y negarlo conlleva la conclusi�n m�s peligrosa contra la mejor dispensaci�n a la que haya estado sometido un pueblo.

3. Esta doctrina es el fundamento principal de nuestra esperanza, y sin eso estoy seguro de que no puede haber religi�n.

4. Esta doctrina es aparentemente la preocupaci�n de los hombres buenos, que trabajan en su propia salvaci�n con temor y temblor.

5. No hay inconveniente pr�ctico en creer que Dios se manifest� en carne; no da�a nuestra seriedad en ning�n art�culo de piedad o consuelo.

6. Ciertamente es algo muy deseable, y deseable, que el que fue manifestado en carne sea Dios.

(1) Se reconocer� f�cilmente que el hecho de que un Dios se manifieste en la carne es infinitamente m�s bondadoso y condescendiente que la criatura m�s elevada que jam�s se haya formado.

(2) En esto tenemos una mayor prueba de la satisfacci�n que �l ha hecho.

(3) En esta doctrina tenemos una base mejor para nuestra dependencia de �l.

Solicitud:

1. Por lo tanto, vemos que es bastante err�neo pretender una explicaci�n de esta doctrina, porque esa es la manera de destruir todo el misterio. Hay dos glorias en el art�culo: primero, que es verdad; y en segundo lugar, que es demasiado grande para la comprensi�n de la raz�n humana; y estoy seguro de que no es de utilidad para el primero si nos esforzamos por dejar de lado el segundo.

2. Si es un misterio, no se puede conocer sin la ayuda del Esp�ritu Santo ( 1 Corintios 2:10 ). ( T. Bradbury. )

Cristo, la manifestaci�n de Dios

No tenemos la facultad de obtener una percepci�n inmediata del Gran Supremo. El Rey eterno, inmortal, invisible, es invisible para todos; y en Su existencia, Sus perfecciones, Sus prop�sitos, �l es para todos los seres un profundo secreto, excepto cuando �l se revela voluntariamente a ellos. Con lo que los �ngeles puedan saber de Dios, o con lo que los demonios puedan saber de Dios, ahora no estamos particularmente preocupados. El texto habla de una manifestaci�n de Dios al hombre.

El hombre no fue creado para comer, beber y morir; para pasar su existencia terrenal absorto en b�squedas carnales, y cuidados terrenales y placeres transitorios. Fue creado para tener comuni�n con Dios, para servirle, para contribuir a su gloria. Pero un Dios desconocido y no revelado no puede ser adorado ni obedecido. "Dios fue manifestado en carne". No creo que sea necesario demostrarles ahora que esto realmente sucedi� en la encarnaci�n de Jesucristo.

Es tan claro como puede ser a primera vista del pasaje, que este es el evento al que se refiere el escritor sagrado. Deseamos considerar la Encarnaci�n como una manifestaci�n de Dios. Parece como si Dios, cuyo prop�sito es sacar el bien del mal y hacer que la ira del hombre lo alabe, hubiera cometido la transgresi�n culpable del hombre que necesitaba la Encarnaci�n para su expiaci�n, la ocasi�n de traerse a S� mismo. m�s cerca de sus criaturas, y abri�ndose m�s a sus miradas de asombro y admiraci�n, de lo que podr�a haberlo hecho si lo que aborrece no hubiera presentado la ocasi�n.

Por supuesto, no queremos dar a entender que Dios era completamente desconocido en el mundo antes de la Encarnaci�n, y que no exist�a o era posible otra forma que �sta, de llegar a un conocimiento de Su existencia y atributos. Hay una luz en la naturaleza que revela a Dios, y hay lecciones con respecto a �l difundidas ante los ojos de todos los hombres. Pero la revelaci�n ha superado a la naturaleza. No hablamos ahora de satisfacer las nuevas necesidades que la apostas�a ha introducido y para las cuales la naturaleza no tiene la apariencia de un remedio; sino de este particular, que ahora tenemos ante nosotros: el dar a conocer a Dios.

El profeta y el sacerdote cumplieron cada uno su curso para ense�ar a la gente el conocimiento; los salmistas agregaron sus melod�as celestiales; el Esp�ritu de Dios, el mismo autor de estas diversas lecciones, las ense�� al coraz�n iluminado por su gracia. Y aqu�, de nuevo, si no supi�ramos, por el hecho real, lo que a�n estaba en reserva, podr�amos estar dispuestos a preguntar qu� m�s se podr�a agregar a estas ense�anzas, tan abundantes, tan completas y tan expl�citas de la Palabra de Dios, para dar a conocer mejor a Jehov�? Y, sin embargo, aunque el lenguaje de la comunicaci�n inspirada puede no dejar nada sin decir que las palabras puedan transmitir, y nada m�s que desear, nada siquiera posible, en el camino de la descripci�n de la naturaleza y perfecciones del Alt�simo; Aun as�, nos presentar�a a un conocimiento m�s cercano de este terrible Ser si, en lugar de simplemente escuchar a distancia acerca de �l,

Aqu� hay otro avance en la presentaci�n del conocimiento de Dios. As�, el terrible derrocamiento de Sodoma, las plagas enviadas sobre el endurecido Fara�n, los juicios sobre la murmuraci�n de Israel, hablan de manera m�s impresionante que cualquier idioma, la santidad, la justicia y la terrible venganza de nuestro Dios. As� que las diversas interposiciones de Dios en nombre de su pueblo, para su liberaci�n del peligro y para su rescate de sus enemigos, la magnificencia de su descenso al Sina�, la comida que les dio en el desierto, la gu�a de la columna de nube y de fuego, da una concepci�n m�s v�vida de Dios, y d�janos entrar m�s en los latidos de Su coraz�n lleno de gracia, y mu�stranos m�s de la gloria de Su naturaleza de lo que cualquier palabra pueda expresar.

Y ahora uno podr�a, con fuerte apariencia de raz�n, concluir que los diversos modos de revelar a Dios deben ser completos, y que no se puede imaginar nada m�s para agregar a los ya recitados. Y a�n as�, la sabidur�a de Dios nos ha mostrado que a�n no se hab�a agotado, que a�n hab�a algo posible, superior a todos ellos. Lo hubi�ramos declarado incre�ble si no hubiera ocurrido realmente. Incumbe al Dios invisible hacerse visible y asumir una morada entre los hombres, nacer, vivir y morir.

Esto, que en apariencia estaba prohibido por Su espiritualidad, Su omnipresencia y Su eternidad, se logr�, no obstante, cuando Dios se manifest� en la carne. El Dios invisible, eterno y omnipotente se visti� de forma humana y se dio una existencia local, temporal, tangible, para ponerse al alcance de nuestros sentidos corporales; �l descendi� para morar entre nosotros, no por un mero s�mbolo de Su presencia, sino de manera real, personal y visible.

Y as� se revel� al hombre, no de segunda mano, a trav�s del ministerio de sus siervos, ni mediante demostraciones ocasionales y moment�neas de su propio poder y magnificencia, sino mediante una vida de conversaci�n �ntima e ininterrumpida en medio de ellos. Y ahora debemos, para la presentaci�n adecuada de nuestro tema, ir en alg�n detalle con respecto a las diversas perfecciones de la naturaleza Divina, y mostrar c�mo, con respecto a todas ellas, nuestro conocimiento recibe nueva confirmaci�n y claridad adicional por esta manifestaci�n de Dios. en la carne; y c�mo, en el caso de muchos, recibe grandes accesiones sobre todo lo que antes se conoc�a, o podr�a, aparte de la Encarnaci�n, conocerse respecto a ellas.

Y aqu� debe observarse que no estamos hablando ahora de Jes�s como maestro. La misma existencia de Dios recibe aqu� una nueva confirmaci�n. De hecho, algunos se han referido a los milagros de Jes�s como proporcionando a sus mentes el �nico argumento absolutamente irrefutable, que hay un Ser inteligible, el Autor y el Se�or de la Naturaleza. La unidad de Dios tambi�n est� reci�n demostrada tanto contra las mil deidades de un paganismo id�latra como contra los dos principios independientes del bien y el mal de la superstici�n persa, por la autoridad ilimitada que Jes�s ejerci� libremente, ordenando obediencia tambi�n en el reino de las tinieblas. como el de la luz.

Pero no podemos demorarnos en estos y otros puntos similares. Pasamos a la santidad de Dios. Esto fue puesto en una luz por la Encarnaci�n en la que nunca apareci� antes, y en la cual (sin pretender limitar la sabidur�a o el poder de Dios) podemos decir que, hasta donde podemos juzgar, no podr�a haber aparecido sin �l. . Nuestra prueba de esto no se basa en el hecho, por melanc�lico que sea, de que la idea de santidad se pierde por completo entre los paganos, a quienes Dios no se ha dado a conocer.

Y as� es con todos los atributos de Dios. Todos adquieren un nuevo brillo del misterio de la Encarnaci�n; y cuando se les ve en el rostro de Jesucristo, aparecen con una impresionabilidad que nunca antes hab�an asumido. �D�nde se exhibi� la gran paciencia de Dios como la vemos en Jes�s? Si antes hab�a dado pruebas de su consideraci�n por la raza humana, �qu� cercan�a induce esto, m�s all� de cualquier otra cosa concebible, de que �l venga y viva entre nosotros y lleve una naturaleza humana, se convierta en hueso de nuestros huesos y carne de nuestros seres humanos? carne, participa de nuestras flaquezas y debilidades, para que �l pueda librarnos de ellas y lleve nuestra naturaleza con �l a la gloria.

Quisi�ramos haberles se�alado c�mo los sentimientos del coraz�n natural del hombre hacia Dios se exhibieron aqu� igualmente, en su trato de Dios manifestado en la carne; cu�n perfecta bondad y excelencia celestial levantaron contra �l la malicia que lo traicion�, conden� y crucific�; y c�mo es la misma enemistad del coraz�n natural lo que lleva a tantos a ponerse del lado de Sus perseguidores, y si no claman locamente: "�Fuera!" sin embargo, para demostrar con sus vidas, as� como con sus profesiones, que no permitir�n que este Hombre reine sobre ellos. ( WH verde. )

El misterio del Dios encarnado

I. En �l hemos anunciado claramente la divinidad suprema y esencial del redentor. "Dios fue manifestado en carne". Esto se afirma de Cristo, del Hijo.

II. Estas palabras anuncian la perfecta hombr�a del redentor. Carne aqu� significa nuestra humanidad com�n. No es necesario que le digan que no significa una naturaleza humana corrupta; ni tampoco significa el cuerpo como algo distinto del esp�ritu; pero la naturaleza humana en su totalidad como distinta de la naturaleza divina. �Porque tanto el que santifica como los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se averg�enza de llamarlos hermanos.

��l no parec�a simplemente un hombre, ni simplemente asumi� la forma humana, como lo hizo cuando se apareci� a los patriarcas y profetas antes de Su Encarnaci�n; pero �l era real y verdaderamente hombre, ten�a carne y sangre, cuerpo y esp�ritu, y todos los elementos y caracter�sticas de nuestra humanidad com�n.

III. La tercera doctrina importante anunciada en el texto es la uni�n de dos naturalezas distintas y muy diferentes en una persona. "Dios fue manifestado en carne". La doctrina de las Escrituras es claramente que �l es el Dios perfecto y el Hombre perfecto en una Persona. Las dos naturalezas estaban unidas, no mezcladas: la naturaleza humana no pod�a absorber a la Divina, ni la Divina absorb�a a la humana.

IV. El texto afirma que este procedimiento misterioso result� en una exhibici�n especial y peculiar de la divinidad. "Dios fue manifestado en carne". No significa simplemente que la Deidad se encarn� en nuestra naturaleza; pero que a trav�s de este evento misterioso y otros que le siguieron, la voluntad, la naturaleza, los atributos y el car�cter de Jehov� se revelaron especialmente al mundo y se hicieron palpables para la observaci�n y la inteligencia humanas.

�Nadie ha visto a Dios jam�s; el unig�nito Hijo, que est� en el seno del Padre, �l le ha dado a conocer �. �l es "el resplandor de la gloria del Padre, y la imagen expresa de Su persona". "Dios estaba en Cristo"; y Cristo es Dios manifestado. La representaci�n es precisa, completa, perfecta y, en la forma m�s condescendiente y atractiva, proporciona la visi�n id�ntica de la Deidad paterna.

"Yo y mi Padre somos uno". Tampoco la manifestaci�n se limita a la tierra. En la persona y obra del Dios-hombre, Jehov� se revela revelado tanto a los �ngeles como a los hombres. La manifestaci�n se hace en un escenario superior, en un teatro m�s amplio, y ante una inteligencia m�s penetrante y elevada. �Qu� m�todo tan maravilloso y condescendiente para ense�arnos c�mo mirar a Dios!

V. Los grandes objetos para los que se dise�� este misterioso evento. Sin duda, eran los que ped�an estos maravillosos medios y, seg�n se requer�a y justificaban, su adopci�n. El vasto y misterioso despliegue de condescendencia y amor proporcionado por Dios manifestado en la carne no se har�a para asegurar fines insignificantes, ni para prop�sitos que podr�an haberse logrado por medios menos costosos y extraordinarios.

Los objetos contemplados, en definitiva, son infinitamente importantes. �Dios fue manifestado en carne� para ense�arnos la voluntad y el car�cter Divinos, - para proporcionar un Ejemplo perfecto para nuestra imitaci�n; para poder morir para hacer una expiaci�n completa por nuestros pecados; para que pudiera hacer una amplia provisi�n para nuestro perd�n y santificaci�n; para que se convierta en nuestro fiel y misericordioso Sumo Sacerdote, nuestro compasivo Amigo y poderoso Abogado ante Dios: para que destruya las obras y el poder del diablo.

1. Aprendemos de este tema, que el Salvador provey� para nosotros es preeminentemente adecuado para Su oficio.

2. Aprendemos de este tema cu�n confiadamente podemos comprometernos con este Salvador, y confiar en �l para la aceptaci�n y la vida. ( S. Lucas. )

�Por qu� Dios se encarn�?

I. Dios quiso de ese modo revelarse m�s clara y amorosamente al hombre.

II. Que pudiera unir a los seres creados consigo mismo mediante el v�nculo m�s estrecho, y dar la prueba m�s conmovedora de su consideraci�n por las inteligencias creadas como nosotros.

III. Para que �l pudiera en nuestra naturaleza, y como uno de nosotros, dar los testimonios m�s desinteresados ??y decisivos de que ten�a raz�n.

IV. Para que as� pudiera dar la prueba m�s contundente de que la dignidad y la felicidad de las criaturas no s�lo era compatible con un estado de sujeci�n, sino que realmente consist�a en una completa conformidad con la voluntad divina.

V. Que Dios pueda mostrar m�s odio al pecado perdonando al transgresor que castig�ndolo.

VI. Para que pudiera brindar la m�xima seguridad de la salvaci�n de su pueblo. ( John Hall. )

La divinidad de cristo

Como una corona de coronaci�n despojada de sus joyas, as� el evangelio es despojado de la divinidad de Cristo. Es cierto que queda oro puro en la ense�anza moral y el precepto incomparable, pero las cavidades abiertas muestran donde una vez brill� la gloria principal. Tampoco el evangelio solo se mutila al negar la divinidad de Jes�s. El car�cter de Jes�s como hombre pasa de ser un maestro tranquilo y constante a un entusiasta sincero y loco.

De la divinidad a la locura, �ese es un descenso terrible! Pero no hay alternativa. No solo el evangelio y el car�cter de Jes�s est�n mutilados por la negaci�n de su divinidad, sino que mi relaci�n con �l est� desolada. Encuentro que no puedo tocar la divinidad de Jes�s sin tocar mi respeto por Su persona. Podr�a respetarlo si fuera un profeta como Mois�s o El�as, o si fuera un h�roe como Carlomagno o Lutero.

Pero como alguien que hizo las afirmaciones que hizo, como alguien que exige todo mi coraz�n y mi adoraci�n, debo darle eso o nada, o como mucho una l�grima. Sin la divinidad de Cristo, la luz de mi vida se aten�a, mi amor se enfr�a, mi esperanza se desvanece, la luz del sol se apaga del paisaje espiritual y todas las cosas pierden su claridad en la sombra universal. ( RS Barrett. )

La encarnaci�n de dios

El paganismo es una encarnaci�n fuera de lugar. Algunas de estas encarnaciones imaginarias son muy repugnantes, y algunas de ellas son realmente sublimes. El gato y el cocodrilo egipcios son formas groseras para que Dios las adopte. Las horribles fetiches del Continente Oscuro son a�n peores. Las mitolog�as griegas son cl�sicas y hermosas: hay algo imponente en el culto al fuego de los pars�cs y en el dios del r�o indio que se mueve con majestad.

Pero cuando Dios realmente vino a morar entre nosotros, vino como un ni�o humano, un ni�o en los brazos de su madre. Esta es a la vez la forma m�s misteriosa, m�s hermosa y m�s universal que Dios podr�a tomar, hasta donde podamos pensar. El m�s misterioso, porque Darwin y Huxley no reconocen un misterio m�s desconcertante que el de la madre y el ni�o. La m�s bella, porque Rafael y Murillo no intentaron pintar nada m�s bello que un ni�o en brazos de su madre.

El m�s universal, porque el viajero que rodea la tierra no oye ninguna voz que declare la hermandad del hombre como la voz de un ni�o. Es un lenguaje universal, siempre el mismo, ya sea que el llanto quejumbroso provenga del indio papoose que cuelga del arco, o del bambino italiano entre las soleadas colinas de la Toscana. El mismo toque de la naturaleza, ya sea que provenga de las pieles de Laplander, o del stand de Hottentot, o del bungalow de Hindoo, o del quiosco de Turk, o de la tienda de los �rabes, o de las cortinas de seda de un palacio, o de la s�rdida pobreza de una buhardilla. �Misterioso! �Hermosa! �Universal! ( RS Barrett. )

De la humillaci�n de Cristo en su encarnaci�n

�Por qu� Jesucristo se hizo carne?

1. La causa especial y repulsiva fue la gracia gratuita; fue amor en Dios Padre para enviar a Cristo, y amor en Cristo que vino a encarnarse. El amor era el motivo intr�nseco.

2. Cristo tom� nuestra carne sobre �l para poder tomar nuestros pecados sobre �l. �l tom� nuestra carne para poder tomar nuestros pecados y as� apaciguar la ira de Dios.

3. Cristo tom� nuestra carne para poder hacer que la naturaleza humana le pareciera hermosa a Dios, y que la naturaleza divina le pareciera hermosa al hombre. As� como cuando el sol brilla sobre el cristal, �ste arroja un brillo resplandeciente, as� Cristo, revestido de nuestra carne, hace brillar la naturaleza humana y parecer amable a los ojos de Dios. As� como Cristo, al estar revestido de nuestra carne, hace que la naturaleza humana le parezca hermosa a Dios, as� �l hace que la naturaleza divina le parezca hermosa al hombre.

Ahora no debemos tener miedo de mirar a Dios, vi�ndolo a trav�s de la naturaleza humana de Cristo. Era una costumbre antigua entre los pastores, que sol�an vestirse con pieles de oveja para agradar m�s a las ovejas; as� Cristo se visti� de nuestra carne para que la naturaleza divina nos sea m�s agradable.

4. Jesucristo se uni� al hombre "para que el hombre se acercara m�s a Dios". Dios antes era nuestro enemigo a causa del pecado; pero Cristo, tomando nuestra carne, media por nosotros y nos pone en favor de Dios. Si Salom�n se asombr� de que Dios morara en el templo, que estaba enriquecido y adornado con oro, �c�mo podemos asombrarnos de que Dios habite en la naturaleza d�bil y fr�gil del hombre? He aqu� un acertijo o paradoja secreta, �Dios manifestado en carne.

�El texto lo llama un misterio. Que el hombre fuera hecho a la imagen de Dios fue una maravilla; pero que Dios sea hecho a imagen del hombre es una maravilla mayor. De ah�, "Dios manifestado en carne, Cristo nacido de una virgen", una cosa no s�lo extra�a en la naturaleza, sino imposible, aprenda que no hay imposibilidades con Dios. �l no ser�a nuestro Dios si no pudiera hacer m�s de lo que podemos pensar. Puede reconciliar los contrarios.

�Cu�n aptos somos para desanimarnos con aparentes imposibilidades! �C�mo mueren nuestros corazones dentro de nosotros cuando las cosas se cruzan con nuestro sentido y raz�n! �De qu� nos aprovechar� que Cristo naci� en el mundo, a menos que nazca en nuestro coraz�n: que estuvo unido a nuestra naturaleza, a menos que est� unido a nuestras personas? Sea como Cristo en gracia. �l era como nosotros en tener nuestra carne, seamos como �l en tener Su gracia. ( T. Watson. )

Justificado en el esp�ritu .

El Dios encarnado reivindicado

Carne y esp�ritu se oponen entre s� como t�rminos. El esp�ritu no est� hecho para representar el alma humana, porque eso est� incluido en la palabra carne; que significa todos los componentes de la humanidad. El esp�ritu tampoco pretende ser la Tercera Persona de la Trinidad, pues hay ant�tesis, y el contraste debe encontrarse en la misma persona respecto a quien se afirma. Dios fue manifestado en carne, en su carne: fue justificado en el esp�ritu, en su esp�ritu. Ahora, entonces, procedemos a preguntar: �Es la seguridad de la Divinidad de nuestro Se�or, su perfecta evidencia, la justificaci�n de todos Sus actos y empresas durante Su manifestaci�n en carne entre nosotros?

1. Jesucristo asumi� una forma de dignidad muy original y autoridad preeminente.

2. Jesucristo fue castigado con la muerte bajo acusaci�n de blasfemia.

3. Se acus� a Jesucristo de una impostura.

4. Jesucristo asumi� la fianza y la representaci�n mediadora.

5. Jesucristo llev� la imputaci�n y fue sometido al estigma de la culpa humana.

6. Los m�todos que sigui� el Salvador para el cumplimiento de Sus fines parec�an improbables e ineficaces.

7. El Hijo de Dios hizo ciertas promesas a su pueblo, que siempre deben haber probado su poder para cumplirlas.

8. Las disposiciones y ejercicios de la mente que el Redentor inculc� a sus disc�pulos con respecto a s� mismo, pueden crear una extra�a incertidumbre. ( RW Hamilton, DD )

Justificado en el esp�ritu

Estas palabras se agregan para responder a una objeci�n que puede surgir de la primera. �l era "Dios manifestado en carne". �l mismo se cubri� con un velo. No podr�a haber sufrido de otra manera. Parec�a ser nada m�s que un hombre pobre, un hombre degradado y abatido: un hombre perseguido, calumniado y deshonrado en el mundo. Se pensaba que era un intruso. No importa lo que apareci�, cuando estaba velado con nuestra carne; Fue "justificado en el esp�ritu" para ser el verdadero Mes�as; ser Dios adem�s de hombre.

"Justificado." Implica dos cosas en la frase de la Escritura: una libertad y limpieza de falsas presunciones e imputaciones, y declarado ser verdaderamente lo que �l era; ser diferente de lo que se pensaba que era del mundo inicuo. "En el espiritu." Es decir, en Su Deidad: eso se manifest� en Su vida y muerte, en Su resurrecci�n y ascensi�n. Estaba "justificado" en un doble sentido.

1. Con respecto a Dios, �l fue justificado y limpiado de nuestros pecados que tom� sobre �l. �l �carg� con nuestros pecados sobre el madero� y se los llev�, para que nunca volvieran a aparecer para nuestra incomodidad. Ahora, el Esp�ritu levant�ndolo de entre los muertos, mostr� que la deuda estaba completamente saldada, porque nuestra Fianza estaba fuera de prisi�n. Todas las cosas est�n primero en Cristo y luego en nosotros. �l fue absuelto y justificado de nuestros pecados, y luego nosotros.

2. Y luego fue justificado por el Esp�ritu de todas las imputaciones de los hombres, de los conceptos err�neos que el mundo ten�a de �l. Pensaban que �l era un simple hombre o un hombre pecador. No. Era m�s que un simple hombre; m�s que un santo; �l era Dios-hombre.

La raz�n por la que se justific� a s� mismo para ser as�.

1. Fue m�s para fortalecer nuestra fe. Todos Sus milagros no eran m�s que destellos de Su naturaleza Divina, tantas expresiones de Su poder Divino; y&mdash

2. Para tapar la boca de todos los rebeldes insolentes. "Justificado en el esp�ritu".

Entonces, en primer lugar ...

1. Cristo finalmente se justificar� a s� mismo. Esta es una base de fe. Sin embargo, �l est� ahora como una se�al que muchos hablan en contra y contradicen, sin embargo, llegar� el momento en que �l se justificar� gloriosamente a S� mismo ante todo el mundo. Ese es nuestro consuelo. Ahora, por as� decirlo, Sus oficios se oscurecen: Su oficio real se oscurece y Su oficio prof�tico se oscurece; pero finalmente parecer� que �l es el Rey de la Iglesia, y todos los reinos ser�n de Cristo.

Vienen tiempos gloriosos, especialmente el glorioso d�a de la resurrecci�n. Cristo finalmente ser� aclarado, ser� justificado. El sol al fin esparcir� todas las nubes. Una vez m�s, as� como Cristo se justificar� a s� mismo, tambi�n justificar� a su Iglesia y a sus hijos, primero o �ltimo, por su Esp�ritu. Sus hijos ahora son considerados la deslocalizaci�n del mundo. Por lo tanto, en nuestros eclipses y desgracias, consol�monos todos en esto. �C�mo justificamos a Cristo?

(1) Justificamos a Cristo cuando, por obra interior del Esp�ritu, lo sentimos y reconocemos que es tal como �l es: Cristo es Dios.

(2) Aquellos que tienen a Cristo iluminando sus entendimientos, para concebir los misterios de la religi�n, justifican a Cristo como el Profeta de Su Iglesia; porque lo sienten iluminando sus entendimientos.

(3) Aquellos que encuentran su conciencia pacificada, por la obediencia y el sacrificio de Cristo, lo justifican para ser su Sacerdote; porque pueden oponerse a la sangre de Cristo rociada sobre sus corazones, a todas las tentaciones de Satan�s y al levantamiento de sus propias conciencias dudosas.

(4) En una palabra, justificamos y declaramos y hacemos bueno que �l es nuestro Rey, y ponemos una corona real sobre Su cabeza, cuando permitimos que �l nos gobierne y subyugue nuestros esp�ritus y nuestras rebeliones; cuando no apreciamos movimientos contrarios a Su Esp�ritu; cuando descansamos en Su palabra y no en las tradiciones, pero nos inclinamos ante el cetro de la Palabra de Cristo. En particular, lo justificamos, que �resucit� de entre los muertos� cuando creemos que somos libres de nuestros pecados, ya que nuestra Fianza est� fuera de prisi�n.

En el siguiente lugar, para nuestra direcci�n; as� como Cristo se justific� a s� mismo por su Esp�ritu, por su poder divino, as� sepamos que es nuestro deber justificarnos a nosotros mismos, justificar nuestra profesi�n, justificar toda la verdad divina. Hagamos bien el hecho de que somos hijos de Dios, que somos verdaderamente cristianos; no solo para tener el nombre, sino la unci�n de Cristo; para que podamos limpiar nuestra religi�n de imputaciones falsas; o bien, en lugar de justificar nuestra profesi�n, justificamos las calumnias que est�n en su contra.

�C�mo ser� esto? El texto dice: "por el Esp�ritu". Porque as� como Cristo se �justific� a s� mismo, es decir, se declar� a s� mismo como era �por su Esp�ritu�, as� todo cristiano tiene el �Esp�ritu de Cristo, o de lo contrario no es de �l� ( Romanos 8:9 ). ( R. Sibbes. )

Justificado en el esp�ritu

Hay en las palabras una doble ant�tesis, o distinci�n de lo que sucedi� antes.

1. El primero est� en la naturaleza o tipo de revelaci�n; en la carne fue manifestado, en el esp�ritu es justificado. El primero no lleva el descubrimiento lo suficientemente lejos para toda Su gloria; muchos vieron que eran extra�os a estos �ltimos.

2. La otra distinci�n aqu� se refiere a la forma del descubrimiento. Fue manifestado en carne, es justificado en esp�ritu; que puede entenderse de estas tres formas.

(1) Fue justificado en el esp�ritu, es decir, el asiento de esta justificaci�n, el lugar donde se fija, es el alma del hombre. Que �l fue manifestado en carne lo pod�amos ver con nuestros ojos; pero cuando �l es justificado, eso est� todo dentro; all� la mente, la conciencia, los afectos, acogen la discusi�n. Y esta es la gran obra del Esp�ritu Santo; lo que �l tiene a cargo.

(2) La naturaleza de esta justificaci�n es totalmente espiritual. As� como se entrega a la mente y la conciencia, las imprime de una manera adecuada al esp�ritu del hombre. Su manifestaci�n fue en la carne, mediante milagros, se�ales y prodigios, para mostrar Su poder; con mansedumbre, humildad y paciencia, para mostrar su pureza; por angustia, verg�enza y muerte, para declarar su m�rito. Estos eran externos, los hechos sobre los que sosten�a su car�cter se ve�an en el exterior, la cosa no se hac�a en un rinc�n; pero la manera de transmitir esto al alma es diferente. Las cosas del Esp�ritu de Dios se disciernen espiritualmente ( 1 Corintios 2:14 ).

(3) Que el Esp�ritu es el Autor de esta justificaci�n; es �l quien obra en nuestras almas de la manera que he estado describiendo.

I. Investigaremos el sentido de las palabras, que Cristo Jes�s fue justificado.

1. Ten�a una aprobaci�n divina, tanto para su car�cter como para sus acciones. Que era el Mes�as, el ungido del Se�or; y que lo que hizo fue recto y bueno ( Juan 8:29 ).

2. Tambi�n fue alabado y admirado como otra parte de Su justificaci�n ( Romanos 3:4 ).

II. �Sobre qu� cabezas es as� justificado Cristo?

1. En cuanto a su misi�n, que fue enviado por Dios.

2. En cuanto a Su gloria personal.

3. En cuanto a su idoneidad para la empresa.

4. En cuanto a la idoneidad de los m�todos que us�.

5. En cuanto a su reclamo de la gran recompensa de arriba.

6. En cuanto a Su posesi�n actual de ella.

III. La escritura nos ha proporcionado varios detalles. Cristo fue justificado en esp�ritu.

1. Por las advertencias prof�ticas que le fueron dadas.

2. Por su mobiliario personal.

3. En la hora de Su muerte y sufrimiento.

4. M�s especialmente en su resurrecci�n.

5. En el d�a de Pentecost�s.

6. En la convicci�n de los pecadores.

7. En el consuelo de los creyentes.

IV. El que as� es justificado en el esp�ritu no es otro que el Dios Alt�simo.

V. Que es un misterio de piedad.

1. Es algo misterioso en su propia naturaleza, que el que fue manifestado en la carne sea justificado en el esp�ritu.

(1) Un testimonio dado a nuestro bendito Se�or fue acerca de Su muerte; y puedes considerarlo como un misterio que �l deber�a tomar tal camino para llevar a cabo Su dise�o, ya que toda la humanidad imagin� que ser�a fatal para �l ( 1 Corintios 1:25 ).

(2) Es un misterio que �l deber�a ser propiedad del Padre al mismo tiempo que �l se cre�a abandonado.

(3) Otro misterio es este: que lo mismo que parec�a obstaculizar la fe de los hombres, luego la anime. Me refiero a la muerte de nuestro bendito Se�or.

(4) Es a�n m�s un misterio que Aquel que apareci� en su muerte, como si estuviera enteramente en manos del enemigo, poco despu�s declare Su propio poder en la resurrecci�n.

(5) La manera en que el Esp�ritu justifica a Cristo en un alma que estaba llena de prejuicios contra �l es muy misteriosa. Solicitud:

1. Si la justificaci�n de Cristo en el Esp�ritu es un misterio, no es de extra�ar que el honor de nuestro Se�or sea tan golpeado.

2. Esto nos muestra cu�n vanas ser�n todas las formas de promover el conocimiento de Cristo que no sean agradables al Esp�ritu.

VI. Ver� que es un misterio de piedad, al considerar la influencia que tiene sobre los siguientes principios.

1. Con esto aprendemos a acercarnos con reverencia a Aquel con quien tenemos que tratar.

2. Si Dios es justificado en nuestro esp�ritu, nos llenar� de preocupaci�n por agradarle.

3. Esto nos da pensamientos humildes sobre nosotros mismos.

4. Esto nos inspira caridad hacia los dem�s.

5. Otro principio sobre el que influye el testimonio del Esp�ritu es la paz y la esperanza que atraviesa la vida de los creyentes.

6. Lo prepara para la hora de la muerte; se atreve a confiar su alma al cuidado de un Redentor por fin. Se�or Jes�s, recibe mi esp�ritu. ( T. Bradbury. )

Jes�s justificado en el esp�ritu

I. Justificar es absolver de un cargo y declararse inocente. Por tanto, la sabidur�a se justifica de sus hijos. La liberan de las acusaciones de sus enemigos y declaran que sus sentimientos hacia ella son excelentes y hermosos. Pero, �de qu� cargo fue justificado? Es una verdad importante que, por Su gloriosa resurrecci�n, y la consiguiente efusi�n del Esp�ritu, fue declarado absuelto de los pecados que le fueron impuestos como nuestro Fiador y Sustituto.

1. Fue justificado por Su naturaleza Divina, o por esos rayos de Divinidad que a menudo estallaban y brillaban intensamente en Sus noches m�s oscuras de humillaci�n y sufrimiento. No mostr� su realeza con un espl�ndido carruaje, con suntuosos entretenimientos o haciendo avanzar a sus seguidores a los honores mundanos. Pero lo demostr� m�s gloriosamente al dar lo que ning�n pr�ncipe terrenal podr�a dar: salud a los enfermos, vida a los muertos, virtud a los derrochadores y perd�n a los culpables. Cuando descubri� los signos de la enfermedad humana, tambi�n descubri� los atributos de la gloria y el poder divinos.

2. Jes�s fue justificado; y las acusaciones de entusiasmo o impostura, que la ignorancia o la malicia trajeron contra �l, fueron refutadas por el Esp�ritu Santo. El car�cter del Mes�as, que los profetas inspirados hab�an delineado, probaba plenamente que Jes�s era en verdad el Cristo. Su Esp�ritu que estaba en ellos testific� mucho antes de Su aparici�n, el tiempo, lugar y manera de Su nacimiento; las circunstancias de su vida y muerte, su profunda humillaci�n y humillaci�n; y la gloria que vendr�a despu�s.

Juan, quien fue lleno del Esp�ritu Santo desde el vientre de su madre, lo se�al� como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Mientras tanto, deje que su temperamento y conducta justifiquen esas afirmaciones de Jes�s, que otros rechazan y condenan. Justifique su pretensi�n de divinidad. �Justific� Jes�s, por el Esp�ritu, sus afirmaciones? Bajo la influencia del Esp�ritu, justifique sus pretensiones al car�cter de cristianos y demuestre la excelencia de ese car�cter. ( J. Erskine, DD )

El Salvador vindicado

I. El esp�ritu vindic� al salvador demostrando la divinidad que profesaba. La evidencia se extiende sobre un campo amplio, pero es clara y decisiva. El Esp�ritu testific� de �l en los profetas, prediciendo su car�cter divino, as� como los sufrimientos y la gloria subsiguiente. En medio de Sus formas m�s bajas de humillaci�n y reproche, los profetas videntes reconocen en �l la plena majestad de la Deidad y todas las prerrogativas del Infinito.

No menos claras y decisivas son las declaraciones inspiradas del Nuevo Testamento. Su Divinidad se anuncia sin vacilar ni vacilar. Y para que nada le faltara a la demostraci�n, el Esp�ritu lo levant� de entre los muertos.

II. El Esp�ritu vindic� al Salvador al dar fe de su derecho a las afirmaciones que hizo. Estas afirmaciones eran del car�cter m�s elevado y abarcaban, de hecho, el oficio del Mes�as y todas las prerrogativas y perfecciones del Dios Alt�simo. Afirm� ser la Luz y la Vida del mundo, el Maestro autorizado de la voluntad de Dios, la Cabeza y Soberano de la Iglesia, y el Creador, Gobernante y Juez de todos los hombres. Desafi� como Su derecho el gobierno y el homenaje del universo. El Esp�ritu solemnemente testific� y justific� estas elevadas afirmaciones.

III. El Esp�ritu vindic� al Salvador al limpiarlo de todas las calumnias con las que sus enemigos calumniaron su persona y car�cter.

IV. El Esp�ritu vindic� al Salvador al completar la revelaci�n que �l mismo inici�. Mediante revelaciones nuevas o m�s completas, termin� el sistema divino de la verdad que ya hab�a sido desarrollado en gran medida por la ense�anza personal y la historia de Cristo.

V. El esp�ritu ha vindicado al Salvador al otorgar las bendiciones que profesaba haber comprado. No solo revel� la verdad que Cristo dej� parcial o totalmente sin revelar, sino que tambi�n comunic� las bendiciones que afirm� haber obtenido para el hombre mediante sus sufrimientos y muerte.

VI. El Esp�ritu vindic� al Salvador al mostrar Su gloria. �l ha levantado y quitado el velo que lo envolv�a, y nos ha mostrado el terrible esplendor del Augusto que tabern�culo a semejanza de carne de pecado en la persona de Jes�s de Nazaret. Desplegar el manto de gloria del Redentor fue uno de los grandes objetivos de la revelaci�n que el Esp�ritu inspir�. Ilumin� las profundidades m�s profundas de Su humillaci�n y reproche, y brill� a trav�s del eclipse m�s oscuro de Su Divinidad.

Los profetas vieron al Redentor como Jehov� de los ej�rcitos, con Su tren de inefable gloria llenando el templo y brillando a trav�s del cielo y la tierra. El Esp�ritu, en suma, los condujo a una altura de visi�n desde donde vieron la eternidad y la inmensidad llenas de la majestad de Su infinito Ser, y llameantes con el brillo de Sus inconmensurables perfecciones. Por otra parte, �c�mo mostr� el Esp�ritu la gloria del Redentor a trav�s de los maravillosos milagros que obr�? ( S. Lucas. )

Visto de �ngeles . -

Jes�s visto de los �ngeles

I. Para explicar este tema, observo:

1. Los �ngeles fueron testigos de los acontecimientos m�s importantes que afectaron al Redentor.

2. Los �ngeles, que contemplaron esta asombrosa escena, tuvieron el honor de ministrar a Jes�s en estos Sus sufrimientos. As�, despu�s de la tentaci�n de nuestro Se�or en el desierto, leemos: �Entonces el diablo le dej�, y he aqu� que vienen �ngeles y le sirven� ( Mateo 4:11 ).

3. Los �ngeles contemplan y fisgonean en los grandes designios, para los cuales la Sabidur�a Infinita orden� toda esta escena de condescendencia y sufrimiento. No solo vieron a Dios manifestado en la carne, sino que vieron los prop�sitos por los cuales �l fue manifestado, por los cuales �l vivi�, por los cuales �l muri�.

4. Mientras contemplan el amor que impuls� al Hijo de Dios a condescender y a sufrir, los �ngeles aprenden a amar, y con disposici�n a atender y ministrar a los m�s humildes de aquellos a quienes el Se�or de los �ngeles am�, y por cuya salvaci�n �l encorvado tan bajo.

5. Los �ngeles, que vieron a Dios manifestado en carne, fueron los primeros en publicar al hombre algunos de los acontecimientos m�s importantes que presenciaron. Un �ngel le inform� a Daniel que el Mes�as deber�a ser cortado, aunque no por �l mismo. Un �ngel fue el primer publicador del nacimiento del Salvador.

II. Y ahora para concluir con algunas reflexiones pr�cticas.

(1) � Qu� espantosa la locura e ingratitud de muchos! Los �ngeles desean indagar en los misterios de la gracia; y los hombres, m�s preocupados por ellos, estiman que es un desprecio concederles un pensamiento serio. Cierran los ojos, desprecian y se burlan, mientras los �ngeles miran, se maravillan y adoran.

(2) Imita a los �ngeles. Los sufrimientos y la gloria del Redentor son su meditaci�n favorita. Que tambi�n sean tuyos. Cuente todas las cosas como p�rdida y esti�rcol por la excelencia del conocimiento de Cristo.

(3) Regoc�jense de que Aquel que fue visto por los �ngeles, fue manifestado en carne. Triunfa, oh cristiano, en ese nombre Emanuel, Dios con nosotros. En la creaci�n, el hombre fue hecho un poco m�s bajo que los �ngeles. En la redenci�n, el Hijo de Dios, al asumir nuestra naturaleza, nos ha hecho un honor infinitamente mayor que a ellos.

(4) Preg�ntele a su coraz�n: �Hemos visto alguna vez al Se�or? Hab�is o�do de �l con el o�do del o�do. �Lo hab�is visto, por el ojo de la fe, de tal modo que os aborrec�s y os arrepent�s en polvo y ceniza? �Contemplar Su gloria quita el prejuicio contra �l, cautiva sus corazones y los transforma a Su imagen? ( J. Erskine, DD )

Visto de �ngeles

La palabra no est� tan bien traducida, porque es m�s fecunda de lo que se traduce aqu�: "Fue visto". Es verdad. Pero fue visto con admiraci�n y asombro de �ngeles.

1. Lo vieron con asombro. Porque �no era de extra�ar que Dios se rebajara tanto como para ser encerrado en el estrecho del vientre de una virgen? Era motivo de admiraci�n para los �ngeles ver al gran Dios agacharse tan bajo, vestirse de una naturaleza tan pobre como la del hombre, que es m�s vil que la suya.

2. Y debido a que �l era su Cabeza, como la Segunda Persona, y ellos eran criaturas para atender a Cristo, su vista y asombro deben tender a alguna pr�ctica adecuada a su condici�n. Por tanto, lo vieron y se maravillaron de �l, como si asistieran a Cristo en ninguno de los pasajes de Su humillaci�n y j�bilo, en Su vida, en Su muerte, en Su resurrecci�n y ascensi�n.

3. Lo vieron as� como fueron testigos de �l ante el hombre. Dieron testimonio y testimonio de �l.

(1) �Ver�n los �ngeles y se maravillar�n de estas cosas? �Por el amor, la misericordia y la sabidur�a de Dios al gobernar su Iglesia, al unir cosas irreconciliables a la comprensi�n del hombre, justicia infinita con misericordia infinita en Cristo, que la ira y la justicia de Dios sean satisfechas en Cristo y, por lo tanto, se nos muestre la misericordia infinita? �Se maravillar�n de ello, y se gozar�n y se deleitar�n en ello, y nosotros menospreciaremos aquellas cosas que son el asombro de los �ngeles? Hay una compa��a de esp�ritus profanos, ojal� no hubiera muchos entre nosotros, que apenas se atrever�n a mirar estas cosas, que apenas tienen el libro de Dios en sus casas. Pueden maravillarse ante una historia, un poema o alg�n dispositivo espumoso; en el fondo, las cosas netas dignas de ser tomadas en cuenta.

(2) Una vez m�s, de ah� que Cristo fue visto, asistido y admirado por los �ngeles, nos llega un gran consuelo. As� que tenemos un consuelo derivado de la asistencia de los �ngeles a Cristo. Pero seguramente, todo lo que le hicieron a �l, nos lo hacen a nosotros, porque hay el mismo respeto por la Cabeza y los miembros. Y por eso tenemos la base de la perpetuidad de ella, que nos ser�n para siempre ayudantes; porque su amor y respeto por nosotros se basa en su amor y respeto por Cristo.

Asimismo, puede consolarnos en todas nuestras extremidades, en todas nuestras deserciones. El tiempo puede venir, querida , que podamos estar desierto del mundo, y desierto de nuestros amigos; es posible que estemos en una situaci�n en la que no tengamos a nadie en el mundo cerca de nosotros. �Oh! pero si un hombre es un verdadero cristiano, siempre estar� rodeado de Dios y de �ngeles. Un cristiano es un rey; nunca est� sin su guardia, esa guardia invisible de �ngeles. ( R. Sibbes. )

Dios manifestado a los �ngeles mediante el plan de la redenci�n humana

I. En el fondo de su condescendencia. Es probable que ni siquiera los �ngeles puedan ver directamente a Dios en la Persona del Padre y en Su esencia infinita. Lo ven solo en las exhibiciones de Su gloria. Su condescendencia llega hasta lo m�s profundo. Lo ven reinando con el Padre en medio de las inefables glorias del cielo, "despoj�ndose de su reputaci�n, tomando sobre �l la forma de un siervo y humill�ndose para volverse obediente hasta la muerte, la muerte de cruz".

II. En el esquema de la piedad, Dios fue visto por los �ngeles en el misterio de Su encarnaci�n. Este evento, tan extra�o e incomparable en su car�cter, despertar�a su m�s profundo inter�s y atraer�a en gran medida su atenci�n. Aprender�an algo de ella a partir de la primera promesa, aunque sin duda implicaba mucho m�s de lo que percibieron al principio. Sin embargo, no debemos suponer que todo el misterio de Su encarnaci�n fue entonces dado a conocer a los �ngeles.

III. En el esquema de la piedad, Dios fue visto por los �ngeles en la sabidur�a suprema de Sus consejos. En su invenci�n y ejecuci�n, vieron una demostraci�n de inteligencia que nunca antes les hab�a impresionado.

IV. En el esquema de la piedad, Dios fue visto por los �ngeles en la solemne majestad de Su justicia. Nunca hab�an visto este atributo destacarse en una manifestaci�n tan tremenda, como cuando vieron a Cristo hacer �una propiciaci�n para declarar la justicia de Dios para la remisi�n de los pecados pasados�.

V. En el esquema de la piedad, Dios fue visto por los �ngeles en los inmensos logros de Su poder. Vieron todo el poder en el cielo y en la tierra encomendado al Hijo encarnado, y lo ejercieron omnipotentemente para el rescate del hombre y para el derrocamiento de sus enemigos.

VI. En el esquema de la piedad, Dios fue visto por los �ngeles en la infinita ternura de Su amor. All� vieron la manifestaci�n m�s completa de este atributo y reunieron sus m�s elevadas concepciones de su profundidad y altura. Aqu� vieron por primera vez su modo peculiar, la misericordia. Hab�an visto antes que se desarrollaba como bondad, como infinita benignidad, pero no en su forma peculiar, la misericordia. No requirieron sacrificio.

VII. En el misterio de la piedad, Dios fue visto por los �ngeles en la perfecta armon�a de Sus atributos.

VIII. En el esquema de la piedad, Dios fue visto por los �ngeles en la grandeza de Sus prop�sitos �ltimos. �Qu� cantidad de eventos incomparables se precipitan en su brillante vista! �Tierra redimida! �Diablos vencidos! �Muerte destruida! ��ngeles establecidos! �El universo conservado! �El pecado y la ruina confinados al infierno! �El hombre salvado! �Gloria! - �Toda la Deidad ilustrada! - �El Padre glorificado! - �Y toda la hueste fiel de Dios unida en una gran y gozosa familia para siempre! �Qu� prop�sitos se desarrollan aqu�! As� aprendemos que el plan de nuestra redenci�n interesa profundamente a todo el universo. ( S. Lucas. )

Visto de �ngeles

I. �Qu� le sirve a ese Dios que fue manifestado en carne y justificado en esp�ritu para ser visto por los �ngeles?

1. Por lo tanto, podemos acumular la estima que ten�an por la persona de nuestro Se�or.

2. La estima que los �ngeles ten�an por nuestro bendito Se�or surge de su cuidado para promover el dise�o que �l hizo. Cristo es visto y admirado por los �ngeles en Su dise�o, as� como en Su persona porque es su cuidado difundir el evangelio.

II. El siguiente encabezamiento general es considerar como un misterio que nuestro Dios sea visto por los �ngeles. Ahora bien, esta parte de la historia, que fue visto por los �ngeles, es maravillosa.

1. Este era un Salvador de quien no ten�an necesidad, porque nunca pecaron.

2. Realza a�n m�s esta maravilla que deban prestar tanta atenci�n a alguien que descendi� a una naturaleza por debajo de la suya.

III. No tengo m�s que hacer con esta rama de la religi�n cristiana que mostrarles c�mo es un misterio de piedad.

1. La creencia en esto da vida y alma a nuestro deber.

2. Otro acto de nuestro deber es una valiente profesi�n de Su nombre.

3. Al ser visto por los �ngeles, de la manera que he descrito, se nos anima en nuestra dependencia de Su gracia, como lo que nos basta.

4. Aqu� hay un argumento a favor de su cuidado y amor por el pueblo de un Redentor.

Predic� a los gentiles . -

Predicado a los gentiles

En primer lugar, debe haber una dispensaci�n de Cristo. Vea la equidad de esto incluso en las cosas entre los hombres. No es suficiente que se proporcione un m�dico; pero debe haber una aplicaci�n. No es suficiente que haya un tesoro; pero debe haber una excavaci�n. No es suficiente que haya una vela o luz; pero debe haber un resguardo de la luz para el bien y el uso de otros.

No era suficiente que hubiera una "serpiente de bronce", pero la serpiente de bronce deb�a ser "levantada" para que la gente pudiera verla. No es suficiente que haya tapices y colgaduras gloriosas, sino que deben desplegarse. Qu� es predicar.

1. Predicar es abrir el misterio de Cristo, abrir todo lo que hay en Cristo; para romper la caja para que el sabor sea percibido por todos. Abrir la naturaleza y la persona de Cristo lo que es; para abrir los oficios de Cristo. Y tambi�n los estados en los que desempe�� Su oficio. Primero, el estado de humillaci�n. Pero no es suficiente predicar a Cristo, dejar abierto todo esto a la vista de los dem�s; pero al abrirlos debe haber una aplicaci�n de ellos al uso del pueblo de Dios, para que puedan ver su inter�s en ellos; y debe haber un atractivo de ellos, porque predicar es cortejar.

Y debido a que la gente est� en un estado contrario a Cristo, �predicar a Cristo� es incluso comenzar con la ley, descubrir a la gente su estado por naturaleza. Un hombre nunca puede predicar el evangelio si no abre camino al evangelio mostrando y convenciendo a la gente de lo que son de Cristo. Esta predicaci�n es aquella por la cual Dios distribuye la salvaci�n y la gracia ordinariamente. Y Dios en sabidur�a ve que es la forma m�s adecuada de dispensar Su gracia a los hombres por medio de los hombres. �Por qu�?

(1) Probar nuestra obediencia a la verdad misma. Quiere que los hombres consideren las cosas que se hablan, no por la persona que las habla, sino por la excelencia de las cosas.

(2) Y entonces Dios unir�a de hombre a hombre con lazos de amor. Ahora hay una relaci�n entre el pastor y la gente por esta ordenanza de Dios.

(3) Y luego es m�s adecuado a nuestra condici�n. No pod�amos escuchar a Dios hablar, ni a otras criaturas excelentes.

(4) Y es m�s proporcional a nuestra debilidad tener hombres que hablen por experiencia propia que prediquen el evangelio, que hayan sentido el consuelo de s� mismos. Trabaja m�s sobre nosotros. Por tanto, fijemos un precio a la ordenanza de Dios. Debe haber esta dispensaci�n. Cristo debe ser "predicado". La predicaci�n es el carro que lleva a Cristo arriba y abajo del mundo. Pero luego, en el siguiente lugar, esta predicaci�n debe ser de Cristo; Cristo debe ser �predicado.

�Pero no se debe predicar nada sino a Cristo? Respondo: Nada m�s que Cristo, o aquello que tiende a Cristo. El fundamento de todos estos deberes debe venir de Cristo. Las gracias para estos deberes deben ser obtenidas de Cristo; y las razones y motivos de la conversaci�n de un cristiano deben ser de Cristo, y del estado al que Cristo nos ha hecho avanzar. Las razones predominantes de una vida santa proceden de Cristo.

Ahora Cristo debe ser predicado total y exclusivamente. �No debemos quitar nada de Cristo, ni unir nada a Cristo. Cristo debe ser predicado; pero a quien? "A los gentiles". Aqu� reside el misterio de que Cristo, que fue "manifestado en la carne, justificado en el esp�ritu", etc., debe ser "predicado a los gentiles". Pero, �por qu� permiti� Dios que los gentiles "anduvieran en sus propios caminos"? ( Hechos 14:16 ).

��Por qu� descuid� y pas� por alto a los gentiles, y les permiti� seguir� por sus propios caminos �tantos miles de a�os antes de la venida de Cristo? �No eran criaturas de Dios al igual que los jud�os? Respondo: Este es un misterio, que Dios permita que esas personas ingeniosas, que fueron de excelente calidad, sigan "por sus propios caminos". Pero hab�a suficiente materia en s� mismos. No necesita llamar a Dios a nuestro bar para que responda por s� mismo.

Eran maliciosos contra la luz que conoc�an. Encarcelaron la luz de la naturaleza que ten�an, como es Romanos 1:21 . Fueron infieles en lo que ten�an. Es la soberan�a de Dios. Debe dejar que Dios haga lo que quiera. Por lo tanto, no podemos estar demasiado agradecidos por ese maravilloso favor del que hemos disfrutado juntos tanto tiempo bajo la gloriosa luz del evangelio.

De ah� que tengamos una base igualmente para ampliar el evangelio a toda la gente, porque los gentiles ahora tienen inter�s en Cristo; que los comerciantes y los que se entregan a la navegaci�n, puedan llevar con �xito el evangelio a toda la gente. No hay nadie excluido ahora desde Cristo en esta �ltima era del mundo; y ciertamente hay una gran esperanza en esos occidentales. ( R. Sibbes. )

Jes�s predic� a los gentiles

I. Debo representar de qu� manera Cristo fue predicado a los gentiles.

1. Las grandes verdades que se relacionan con Cristo les fueron declaradas y explicadas. Cristo, por lo tanto, fue el tema principal, aunque no el �nico, de los sermones del ap�stol, y todo lo dem�s se predic� en referencia a �l. �Lo que se nos dice de los sermones de Pablo en Corinto y Roma es igualmente cierto de los sermones del resto de los ap�stoles. �Cu�les fueron las cosas acerca de Cristo que ense�aron? Es imposible decirlas en un solo serm�n.

La empresa de Cristo en el pacto de redenci�n y las promesas que entonces le hizo el Padre; Su gloria personal, como Igual y Compa�ero del Todopoderoso, y como ungido en Su naturaleza humana con el Esp�ritu Santo y con poder; Su aptitud como Dios-hombre para redimir a la humanidad perdida.

2. Los ap�stoles presentaron a sus oyentes evidencia suficiente de las verdades concernientes a Cristo en las que fueron instruidos. As�, Pablo confundi� a los jud�os que habitaban en Damasco, demostrando que Jes�s es el verdadero Cristo. En una sinagoga en Tesal�nica, como era su costumbre, entr� a ellos, y tres d�as de reposo razon� con ellos a partir de las Escrituras, abriendo y alegando que Cristo ten�a que haber sufrido y resucitado de entre los muertos, y que Jes�s es el Cristo.

3. Los ap�stoles invitaron y ordenaron a sus oyentes que creyeran en Cristo, lo recibieran y descansaran solo en �l para la salvaci�n. Cristo y las bendiciones de Su compra se ofrecieron gratuitamente a todos, y todos fueron invitados y ordenados a aceptarlos.

II. Estoy a continuaci�n para mostrar en qu� sentido Cristo predic� a los gentiles es un misterio. Fue misterioso que, durante un largo per�odo, Dios les permiti� caminar en sus propios caminos, dando Sus estatutos a Jacob y Sus testimonios a Israel, mientras que �l no trat� as� con otras naciones. Sin embargo, esto era un misterio de sabidur�a. Sin embargo, sigue siendo un misterio que a los gentiles se les predic� a Cristo cuando estaban en el peor de los casos.

Busca las ep�stolas inspiradas y dime, �se celebr� Roma, Corinto, �feso o Creta por su sobriedad, caridad, justicia, benevolencia y otras virtudes humanas y sociales, cuando los ap�stoles fueron enviados a publicar en sus o�dos la religi�n de Jes�s? �Se parec�an en general a un S�crates, un Ar�stides, un Fabricio, un Camilo? �Pobre de m�! la sabidur�a y la bondad estaban lejos de ellos. �Qu� podemos decir a estas cosas? �Cu�n inescrutables son los juicios de Dios, y sus caminos insondables! Cuando se hicieron ofertas de salvaci�n de la manera m�s amplia a una generaci�n tan ilustrada y, sin embargo, tan libertina, �no se manifiesta esto que todos, por viles e indignos que sean, son bienvenidos por el Salvador? La confirmaci�n del cristianismo podr�a ser otro final de esta misteriosa dispensaci�n.

El evangelio ten�a la intenci�n de someter a los pecadores a Cristo. Por lo tanto, Dios lo env�a primero con ese dise�o, en una �poca en la que se enfrentar�a con la mayor oposici�n, para que sus asombrosas conquistas pudieran manifestar su original Divino. Y esto me lleva a observar que los efectos de la predicaci�n de Cristo a los gentiles fueron misteriosos y asombrosos. Cuando los hombres de Chipre y Cirene hablaron a los griegos, predicando al Se�or Jes�s, la mano del Se�or estaba con ellos; y muchos creyeron y se volvieron al Se�or. ( J. Erskine, DD )

El Salvador proclamado

I. Fue predicado a los gentiles como el Divino Hijo de Dios. Ii. Se predic� a los gentiles que el Dios encarnado hab�a presentado con su muerte en la cruz un sacrificio expiatorio por los pecados del mundo.

III. Cristo fue predicado a los gentiles como el sumo sacerdote y el hombre de los d�as designado para mediar entre Dios y el hombre y reconciliar al hombre con su creador ofendido.

IV. el Dios encarnado fue predicado a los gentiles como el gran centro y medio de uni�n de toda la Iglesia de Dios.

V. Cristo fue predicado a los gentiles como juez supremo y universal. ( S. Lucas. )

Predicado a los gentiles

I. Debo explicar lo mismo que aqu� se dice de Cristo Jes�s, que el Dios que fue manifestado en carne, justificado en el Esp�ritu y visto por los �ngeles, ahora se predica a los gentiles. �Cu�l es el significado de la expresi�n de que fue predicado? La palabra significa el oficio de heraldo o, como algunos piensan, de embajador.

1. Predicar a Cristo es declarar que �l es el �nico Mediador entre Dios y el hombre; y cuando esto se predica entre los gentiles, es para apartarlos del error de su camino y de las viles abominaciones en las que fueron metidos.

2. Cuando predicamos a Cristo, lo representamos como suficiente para responder a todo el peligro en el que se encuentran nuestras almas.

3. Predicar a Cristo es decir estas cosas de la manera m�s clara y abierta que podamos.

4. Predicamos a Cristo como Aquel que est� dispuesto a buscar y salvar lo perdido.

5. Nuestra predicaci�n de Cristo significa el dolor que tenemos para persuadir a la gente para que venga a �l.

6. Afirmamos Su autoridad sobre toda la creaci�n, y especialmente sobre las Iglesias; que tiene el gobierno sobre su hombro; que todo poder le es dado en el cielo y en la tierra.

7. En esta predicaci�n de Cristo tenemos un ojo en ese estado donde Su gloria ser� vista y la nuestra completa.

II. La otra parte de la verdad contenida en este texto es que fue predicado a los gentiles; por quien debemos entender a todo el resto del mundo, que por la providencia de Dios se hab�a distinguido durante mucho tiempo de un pueblo en particular.

1. Ver�, al repasar algunos relatos hist�ricos, que hasta que el evangelio lleg� a ser predicado en esta �ltima y mejor edici�n, la religi�n se limitaba y atra�a en s� misma por cada nueva dispensaci�n. Como por ejemplo&mdash

(1) Cuando Dios hab�a revelado esa promesa, que era el evangelio floreciente, de que la simiente de la mujer quebrar�a la cabeza de la serpiente, como fue entregada a nuestros primeros padres, por lo mismo concierne a toda su posteridad.

(2) Despu�s del diluvio, cuando toda nuestra naturaleza consist�a en nada m�s que lo que sali� del arca, No� tuvo tres hijos: Sem, Cam y Jafet, y es solo el primero de ellos entre los cuales la adoraci�n verdadera se mantuvo.

(3) Aqu� hay todav�a un estrechamiento adicional del inter�s Divino; porque aunque toda la familia de Abraham fue tomada en un pacto externo durante sus propios d�as, sin embargo, la mitad de ellos son eliminados despu�s.

(4) Aqu� hay una limitaci�n adicional; porque aunque a Isaac se le renov� la promesa de que en su descendencia ser�an bendecidas todas las familias de la tierra, eso s�lo se entiende por la mitad.

(5) De hecho, toda la familia de Jacob sigue poseyendo la religi�n verdadera, y las doce tribus son sacadas de Egipto; pero en el tiempo de Jeroboam diez de ellos caen tanto de su rey como de su Dios.

(6) Ya sea que las diez tribus regresaran con los dos o no, a m� me parece probable que lo hicieran, sin embargo, en poco tiempo se descubre que reviven el antiguo prejuicio. Los jud�os supon�an que los samaritanos no eran del linaje de Israel; pero es evidente que siempre lo reclamaron.

(7) Parece haber una distinci�n a�n m�s estrecha; porque la gente que viv�a a cierta distancia del templo, aunque no hubo disputa de su ascendencia lineal, se contabiliza de lejos.

2. A partir de ese per�odo la Divina misericordia entr� en otras medidas. Entonces puede ver c�mo la religi�n se ampli� en cumplimiento de antiguas profec�as.

(1) Nuestro Salvador fue un ministro de la circuncisi�n, y solo fue enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel; pero aun as�, dio un amanecer de su predicaci�n entre los gentiles.

(2) En consecuencia, a su muerte, quit� todo lo que hab�a mantenido la distinci�n entre jud�os y gentiles, y as� sent� las bases para que tuvieran el evangelio.

(3) Dio �rdenes a sus disc�pulos, poco despu�s de la resurrecci�n, para que le fueran testigos en Jerusal�n, Judea, Samaria y hasta los confines de la tierra.

(4) Para esto les da calificaciones. Est�n dotados de poder de lo alto; el Esp�ritu Santo vino sobre ellos.

(5) Lo hizo en cumplimiento de sus antiguas profec�as. El Libro de Dios est� lleno de este prop�sito. Se hacen promesas a aquellas personas que parec�an estar m�s lejos de la misericordia.

II. Aquel que as� se distingui� por un honor que no hab�a sido conocido durante muchas edades, no pod�a ser otro que el Dios Alt�simo. Jehov� ser� Rey sobre toda la tierra; y en aquel d�a habr� un solo Se�or, y su nombre uno.

1. No podemos predicar a nadie a los gentiles como el �nico Mediador entre Dios y el hombre, sino uno que es tanto Dios como hombre.

2. Al predicar a Cristo Jes�s, lo representamos al mundo como suficiente para responder a todas las necesidades de sus almas, tanto para expiarlos como para conquistarlos; que pag� el precio completo y que posee un fondo completo. No nos atrevemos a decir de una criatura, que nunca sea tan gloriosa, que con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.

3. Les dije que al predicar a Cristo Jes�s debemos hacer un descubrimiento p�blico de �l. No debemos ocultar Su justicia y Su verdad a la gran congregaci�n, y en eso debemos correr todos los peligros; pero esto es m�s de lo que le debemos a una criatura.

4. Al predicar a Cristo Jes�s declaramos su voluntad de salvar a los perdidos.

5. Nuestra predicaci�n est� persuadiendo a los pecadores a venir a �l, para que tengan vida.

6. Lo proclamamos como la gran Cabeza sobre todas las cosas para Su Iglesia.

III. Debemos considerar esta rama de nuestra religi�n como un misterio.

1. Es misterioso que los gentiles, que fueron descuidados durante tantas edades, tengan a Cristo Jes�s predicado entre ellos.

2. Estos gentiles no estaban preparados para recibir las noticias de un Salvador cuando �l vino a ser predicado entre ellos ( Hechos 14:16 ).

3. Es a�n m�s misterioso que los jud�os rechazaran a un Salvador que iba a ser predicado entre los gentiles.

4. Despu�s de Su deshonra de los jud�os, �l es el sujeto de nuestro ministerio.

5. Que Cristo debe ser predicado a los gentiles es lo que �l mismo puso un obst�culo en el camino. Actu� todo el tiempo como jud�o, como ministro de la circuncisi�n.

6. Esto era algo que los jud�os nunca deb�an concebir.

7. Es lo que los mismos ap�stoles llegaron a hacer de mala gana; sus pensamientos eran de un elenco nacional y de otros; y esto se qued� con ellos durante mucho tiempo.

8. Es parte del asombro que la predicaci�n entre los gentiles se ponga en tales manos. ��No son galileos estos hombres que hablan? �Y c�mo o�mos entre ellos en nuestra propia lengua las maravillas de Dios �?

9. Las personas que emple� no fueron preparadas por la educaci�n para esa vida de servicio p�blico a la que �l las llam� ( 1 Corintios 1:27 ).

10. Es a�n m�s un misterio el camino que tom� Dios para difundir este evangelio entre los gentiles; que �l deber�a levantar a estos hombres para correr toda clase de peligros, quienes podr�an haber vivido seguros y protegidos ( 1 Corintios 4:9 ).

11. La gran maravilla de todos es que deben estar capacitados con el don de lenguas.

12. Llam� a la mayor�a de ellos a sellar esta verdad con su sangre, que era el testimonio m�s elevado que la naturaleza pod�a dar de lo que la gracia hab�a ense�ado.

IV. Ahora debo mostrarles que esta rama del cristianismo disfruta del mismo car�cter hermoso que se le da a todas las dem�s; que es un misterio de piedad y promueve una religi�n pura y sin mancha ante Dios y nuestro Padre.

1. Es probable que el ministro que predica la Divinidad de Cristo y le dice al mundo claramente que �l no es otro que el Dios Alt�simo, promueve la religi�n entre los hombres porque habla. Vemos, sabemos lo que quiere decir.

2. Los que predican a Cristo como el Dios Alt�simo insisten en el objeto de su ministerio que merece ser as�.

3. Cuando predicamos a Cristo como Dios, responde a la demanda de su deber para con �l.

4. Esto concuerda con la naturaleza de su dependencia de �l. Nuestro evangelio nos dice que no hay salvaci�n en ning�n otro.

5. Esto proporciona toda la comodidad que podemos necesitar. La aplicaci�n de esto es para lo que tengo poco espacio; Por tanto, me limitar� a estos tres detalles.

(1) Si es Dios a quien predicamos a los gentiles, un Dios manifestado en carne, entonces puede estar muy seguro de que no tenemos raz�n para avergonzarnos del testimonio de nuestro Se�or.

(2) Por este motivo, recomend�monos a vuestra amistad y a vuestras sinceras oraciones. ( T. Bradbury. )

Cre�do en el mundo . -

Cre�do en el mundo

Despu�s de "predicar a los gentiles", se une a "creyeron en el mundo", para mostrar que la fe "viene por el o�r". De hecho, la �predicaci�n� es la ordenanza de Dios, santificada para engendrar la fe, para abrir el entendimiento, para atraer la voluntad y los afectos a Cristo. Por lo tanto, el evangelio revelado se llama "la Palabra de fe", porque engendra fe. Dios por ella obra la fe; y se le llama el �ministerio de la reconciliaci�n� ( 2 Corintios 5:18 ), porque Dios por medio de �l publica la reconciliaci�n.

As� como la predicaci�n precede a la fe, as� es el instrumento bendito, por raz�n del Esp�ritu que la acompa�a, para obrar la fe. Vemos la excelencia y el uso necesario de esta gracia de la fe. �C�mo creer en Cristo?

1. No debemos descansar sobre ninguna otra cosa, ni en nosotros mismos ni fuera de nosotros, sino solo en Cristo.

2. Y se debe recibir a Cristo �ntegro. Vemos aqu� a Cristo "crey� en el mundo" - el mundo que era opuesto, que eran enemigos, que estaban bajo Satan�s. Entonces, �qui�n se desesperar�?

Ahora, mostrar� c�mo esto es un misterio.

1. Primero, si consideramos lo que era el mundo, opuesto y enemigo de Cristo; y bajo su enemigo, siendo esclavos de Satan�s, siendo id�latras, enamorados de sus propias invenciones, que los hombres naturalmente hacen; aqu� estaba la maravilla del amor y la misericordia de Dios, que se lo concediera a tales desdichados. Era un misterio que el mundo deber�a creer. Si consideramos, adem�s de su grandeza y sabidur�a, la disposici�n maligna interna del mundo, que est� en posesi�n del hombre fuerte, para que estos hombres crean en el evangelio, seguramente debe ser un gran misterio.

2. Nuevamente, si consideramos las partes que llevaron el evangelio, por el cual el mundo fue subyugado: un grupo de hombres d�biles, hombres ignorantes, ninguno de los m�s profundos para el conocimiento, solo ellos ten�an el Esp�ritu Santo para ense�ar e instruir, para fortalecer. y fortificarlos - que el mundo no tom� en cuenta - hombres de condici�n miserable, de estima miserable, y pocos en n�mero: y estos hombres no vinieron con armas, o defensa exterior, sino meramente con la Palabra, y con sufrimientos. .

3. De nuevo, si consideramos la verdad que ense�aron, siendo contraria a la naturaleza del hombre, contraria a sus afectos; para imponer la abnegaci�n a los hombres que naturalmente est�n llenos de amor propio.

4. Nuevamente, si consideramos otra circunstancia, se suma al misterio; es decir, lo repentino de la conquista.

5. Una vez m�s, es una maravilla con respecto a Cristo, en quien el mundo "crey�". �Qu� era Cristo? De hecho, era el Hijo de Dios, pero apareci� en carne humillada, en forma de "siervo". Fue crucificado. Y para el mundo orgulloso creer en un Salvador crucificado, era un misterio.

6. Por �ltimo, es un gran misterio, especialmente en lo que respecta a la fe misma, siendo la fe tan contraria a la naturaleza del hombre. ( R. Sibbes. )

Jes�s crey� en el mundo

I. La importancia de que se crea en Cristo en el mundo. Sin duda, Pablo aqu� habla de la fe salvadora. Qu� es eso, se nos dice: "Todo aquel que cree que Jes�s es el Cristo, es nacido de Dios". Sin embargo, la fe, aunque ve a Jes�s en todos sus caracteres mediadores, en sus primeros actos lo contempla principalmente como una compra para nosotros por medio de sus meritorios sufrimientos. Y por lo tanto, en muchas escrituras la muerte y el sacrificio de Cristo se representan como el objeto peculiar de la fe.

II. El misterio de la creencia de Cristo en el mundo.

1. Es un misterio que incluso bajo las circunstancias externas m�s alentadoras, los hombres creen con salvaci�n. Muchos est�n tan inmersos en los negocios, o embriagados de placer, que en vano cortejan su atenci�n hacia objetos que no golpean sus sentidos. Un pecador humilde, que se condena a s� mismo, que se acerca valientemente al trono de la gracia, pidiendo misericordia para perdonar y gracia para ayudar, es en verdad un espect�culo maravilloso. La fe es un don de Dios; y ning�n obsequio insignificante com�n.

2. En la era apost�lica, la multitud a la que se hac�a creer era misteriosa. ( J. Erskine, DD )

El Salvador aceptado

I. El �xito de los primeros predicadores del Evangelio parecer� misterioso si consideramos los temas que proclamaron.

II. El �xito de los primeros predicadores del Evangelio parece enormemente misterioso cuando consideramos la agencia humana por la que fue asegurado: una agencia, humanamente hablando, la m�s inadecuada para tal �xito, y la m�s improbable de darse cuenta.

III. El �xito de los primeros predicadores del Evangelio parece misterioso cuando consideramos los numerosos y formidables obst�culos que se les enfrentaron y que tuvieron que superar.

IV. El �xito de los primeros predicadores del Evangelio parece muy misterioso cuando consideramos el modo en que se logr�.

V. El �xito de los primeros predicadores del Evangelio parece muy misterioso cuando consideramos su rapidez y extensi�n.

1. As� aprendemos por qui�n se ha logrado todo el �xito del evangelio en el pasado. Ese �xito anuncia de manera m�s clara y distintiva el ejercicio del poder de Dios.

2. Por lo tanto, tambi�n aprendemos de qui�n debemos esperar todo el �xito en el futuro. "Dios da el aumento". "Nuestra suficiencia es de Dios". "El Esp�ritu es el que da vida". Se debe depender completamente de Dios y debe tener toda la gloria.

3. Aprendemos adem�s, que no importa cu�n d�biles sean los instrumentos, si solo son llamados por Dios, y humildemente dependen de �l, y declaran claramente la verdad como es en Jes�s, el �xito coronar� sus esfuerzos. Pero debemos preguntarnos: �Has cre�do en Cristo? ( S. Lucas. )

Cre�do en el mundo

I. Qu� es para cualquier pueblo creer en Cristo.

1. Empiezo por lo que parece ser el acto de fe m�s bajo: recibir el testimonio que �l ha dado de s� mismo; creyendo que su doctrina es de Dios, que viene de arriba.

2. Los que creen en Cristo lo ven como el �nico Salvador de un mundo perdido.

3. Creer en Cristo es confiar en la justicia que �l ha tra�do para nuestra aceptaci�n ante Dios.

4. Creer en Cristo es derivar de su plenitud los principios de una nueva vida. La satisfacci�n que ha tenido fue con miras a esto.

5. Creer en Cristo es crecer en la vida espiritual.

6. Cuando creemos en Cristo, lo consideramos nuestro gran Consolador en todo momento de necesidad.

7. Los que creen en Cristo le obedecen en todo tipo de conversaci�n.

8. En particular, los que creen en Cristo, viven en los actos de adoraci�n religiosa a �l.

9. Creer en Cristo es confiar en �l para que lo proteja hasta el final de la vida.

10. Creer en Cristo es mirarlo como el consumador de nuestra fe; como uno que ha de dar el trazo completo a Su propia obra.

II. Ahora debo abrir este relato que se da de �l, como un argumento de Su divinidad; que Aquel en quien el mundo ha de creer, no puede ser otro que el Dios Alt�simo. Al creer, lo miramos como el �nico Salvador del mundo; y esto no se puede afirmar de alguien que no es Dios.

III. Como es un misterio. La naturaleza del trabajo.

1. Creer en s� mismo es un misterio; ya que est� actuando sin la direcci�n del sentido y la raz�n, y muy a menudo en contra de ellos, y por lo tanto en oposici�n al ejemplo y la pr�ctica de otros. De modo que debe proceder de algo que sentimos solo en nosotros mismos.

(1) Creer es actuar sin la direcci�n del sentido y la raz�n; depende de lo que no vemos y admira lo que no podemos comprender.

(2) Creer es a menudo actuar en contra de estos dos principios, por los cuales debemos ser conducidos en otras cosas.

(3) Creer es actuar en oposici�n a la pr�ctica y el ejemplo de los dem�s; y no es f�cil llegar tan alto,

(4) Esto procede de algo dentro de nosotros mismos.

IV. A lo que se dice del creer en general, podemos agregar la circunstancia del lugar donde los hombres deben buscarlo, lo que nos lleva m�s lejos en el misterio.

1. Observar� el misterio de creer en Cristo, si lo considera como algo que debe encontrarse en este mundo y no en el cielo. Si se hubiera dicho de �l ahora, que es recibido con gloria, f�cilmente podr�amos entrar en el informe, porque all� �l se revela con un brillo ilimitado: no hay velo en Su rostro, no hay limitaci�n para sus ojos.

2. Es misterioso que se crea en �l en un mundo donde hab�a sido rechazado.

3. A esto puede agregar otra consideraci�n, que aumenta la maravilla, que se cree en �l en un mundo donde la mayor evidencia ya ha demostrado en vano ( Juan 3:32 ).

4. As� se cree en �l en un mundo en el que ya no aparece.

5. As� se cree en �l en un mundo que posee el mayor prejuicio contra �l ( Juan 15:18 ).

6. Es a�n m�s extra�o que se crea en �l en un mundo que est� bajo el poder de Su enemigo m�s obstinado.

7. Es extra�o que la gente crea en Cristo en un mundo en el que no se obtiene nada. No afirmo esto en el sentido estricto de las palabras, porque ustedes saben que la piedad tiene la promesa de todas las cosas; pero lo que quiero decir es que el alma, en la reclinaci�n de su fe en Cristo Jes�s, mira por encima de todas las riquezas, honores y todas las bendiciones de la vida.

V. Debo mostrar ahora que el hecho de que el mundo crea en Cristo Jes�s como Dios manifestado en la carne es un medio de promover esa religi�n que siempre fue y ser� el adorno de cualquier profesi�n. Es un misterio de piedad. Esto aparecer� si lo hace, pero considere cu�l es el gran negocio de la religi�n y con qu� prop�sitos se recomienda como pr�ctica y se promete como una bendici�n. Supongo que consiste en estas cuatro cosas:

1. En sujeci�n a la autoridad de Cristo y en conformidad a Su imagen; esto puede llamarse religi�n interior, y as� lo considerar� en el principio.

2. De aqu� surge un deber tanto para con Dios como para el hombre, que est� ordenado en las dos tablas de la ley moral.

3. Una rama de esta religi�n es hacer profesi�n de Cristo, reconocerlo en el mundo y mostrar sus alabanzas.

4. El gozo y la satisfacci�n que Cristo da a su pueblo que as� espera en �l pueden llegar a formar parte de la noci�n general que tenemos de la piedad. Ahora, todos estos son iniciados, avanzados y extendidos por la creencia de aquellos misterios que encontramos en la fe, y en particular que �l es un Dios que se manifest� en la carne.

Aplicaci�n: Si es parte del misterio de la piedad que se crea en Cristo en el mundo, entonces ...

1. Ves c�mo tanto los ministros como las personas encajan mejor en el dise�o del cristianismo; uno predicando esta fe, y el otro recibi�ndola.

2. Si esa es una rama de la religi�n, que se cree en Cristo en el mundo, no es de extra�ar que Satan�s se oponga a ella ( 2 Corintios 4:4 ).

3. � Cu�n grande debe ser la maldad de los que obstaculizar�an la fe de Jes�s en el mundo!

4. �Qu� necesidad tenemos de ser muy fervorosos por esa fe que es obra de Dios?

5. Mirad que este fin sea respondido sobre vuestras almas ( Colosenses 1:28 ).

6. Aseg�rese de que, al creer en �l, considere todas Sus perfecciones. ( T. Bradbury. )

Recibido hasta la gloria . -

Recibido hasta la gloria

La gloria implica tres cosas. Es una exenci�n de lo opuesto y una conquista de la condici�n base contraria. Pero donde est�n estos tres - una exenci�n y libertad de toda bajeza, y todo lo que pueda disminuir el c�lculo y la estimaci�n, y cuando hay un fundamento de verdadera excelencia, y tambi�n un resplandor, una declaraci�n y una ruptura de esa excelencia - hay es gloria. No ser� del todo in�til hablar de las circunstancias en las que Cristo fue "llevado a la gloria".

1. �De d�nde fue llevado? Fue llevado �a la gloria� del monte de los Olivos, donde sol�a orar y donde sudaba agua y sangre, donde fue humillado.

2. � Y cu�ndo fue llevado �a la gloria�? No antes de haber terminado Su obra, como dice: �He terminado la obra que me diste que hiciera� ( Juan 17:4 ).

3. Los testigos de esto fueron los �ngeles. Proclamaron su encarnaci�n con gozo; y sin duda se alegraron mucho m�s de que �l ascendiera a la gloria. Ahora bien, esta naturaleza nuestra en Cristo est� pr�xima a la naturaleza de Dios en dignidad; aqu� hay un misterio. Entre muchos otros aspectos, es un misterio por su grandeza. Vemos despu�s de Su ascensi�n, cuando se le apareci� a Pablo en gloria, un atisbo de ello golpe� a Pablo; no pudo soportarlo.

En esta gloriosa condici�n en la que Cristo es recibido, �l cumple todos Sus oficios de la manera m�s c�moda. �l es un glorioso Profeta, para enviar Su Esp�ritu ahora para ense�ar y abrir el coraz�n. �l es un Sacerdote glorioso, que se presenta ante Dios en el Lugar Sant�simo, en el cielo por nosotros, para siempre; y �l es un Rey all� para siempre.

Para llegar a alguna aplicaci�n.

1. En primer lugar, debemos sentar esto como base y fundamento de lo que sigue, que Cristo ascendi� como una persona p�blica. No debe ser considerado como una persona en particular, solo por �l mismo, sino como el "Segundo Ad�n".

2. En segundo lugar, debemos saber que hay una maravillosa cercan�a entre Cristo y nosotros ahora; porque antes de que podamos pensar en alg�n consuelo por la �gloria de Cristo�, debemos ser uno con �l por fe, porque �l es el Salvador de Su cuerpo.

3. De nuevo, hay una causalidad, la fuerza de una causa en esto; porque Cristo, por tanto, nosotros. Aqu� no es s�lo una prioridad de orden, sino tambi�n una causa; y hay una gran raz�n.

4. Y luego debemos considerar a Cristo no solo como una causa eficiente, sino como un modelo y ejemplo de c�mo seremos �glorificados�. Es un consuelo, en la hora de la muerte, que entreguemos nuestras almas a Cristo, quien se fue antes para proporcionarnos un lugar. Asimismo, en nuestros pecados y enfermedades. Cuando tengamos que tratar con Dios Padre, a quien hemos ofendido con nuestros pecados, busquemos consuelo de aqu�.

Cristo ascendi� al cielo para presentarse ante su Padre como Mediador por nosotros; y, por tanto, Dios aparta de nosotros su ira. Considere el maravilloso amor de Cristo, que suspender�a Su gloria por tanto tiempo. De ah� que, asimismo, tengamos base de paciencia en todos nuestros sufrimientos por otro motivo, no del orden sino de la certeza de la gloria. �No sufriremos pacientemente, considerando la gloria que ciertamente tendremos? �Si sufrimos con �l, seremos glorificados con �l.

�( Romanos 8:17 ). Una vez m�s, el misterio de la gloria de Cristo tiende a la piedad a este respecto, para impulsarnos a la mentalidad celestial. ( Colosenses 3:1 ). ( R. Sibbes. )

Jes�s recibi� hasta la gloria

Considere la gloria en la que Jes�s es recibido como Mediador.

1. Est� investido con el glorioso oficio de interceder por los pecadores perdidos, procurando as� su reconciliaci�n y aceptaci�n con Dios. Nunca hubo un sacerdote o abogado tan verdaderamente glorioso.

2. Jes�s est� investido con el alto y honorable oficio de impartir luz salvadora y vida al mundo por las influencias de su Esp�ritu y gracia.

3. Jes�s avanza a la gloria del dominio universal. Al que los hombres despreciaron; a aquel a quien la naci�n aborrec�a; a un Siervo de gobernantes se le da dominio y gloria y un reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvan.

4. Cristo es recibido en gloria como el Precursor de Su pueblo y el Modelo de su inminente bienaventuranza.

Conclusi�n:

1. Que nuestra conversaci�n y nuestro coraz�n est�n donde est� nuestro Se�or.

2. Deja, oh cristiano, que la majestad y grandeza de tu Se�or te excite a una audaz y sin disfraz profesi�n de tu respeto hacia �l.

3. No desprecies la naturaleza que Dios as� exalt� en la persona de Cristo. Nuestra naturaleza, en �l, est� por encima de los �ngeles, y sigue en dignidad a la naturaleza de Dios.

4. Cu�n grande es la felicidad de los que son admitidos al cielo y contemplan la gloria del Redentor l ( J. Erskine, DD )

Recibido en la gloria

I. Su gloria puede considerarse:

1. Como es hombre, tiene

(1) La imperfecci�n de nuestra naturaleza.

(2) Descanso completo de todas sus labores.

(3) Gloria y reputaci�n en Su persona.

(4) Su alma se sacia de alegr�as.

(5) Su cuerpo es independiente de todos los suministros. Debido a que es un cuerpo glorioso, se lo recibe en una vida inmortal y un asentamiento eterno.

2. Tiene el cargo de juez; pero la mayor gloria es ...

(1) La uni�n de la naturaleza humana con lo Divino.

3. Como �l es mediador, Su gloria aparece en:

(1) La estupenda uni�n de las dos naturalezas.

(2) Su separaci�n para la obra de un Salvador.

(3) Su descarga de la confianza.

(4) Su absoluci�n del Padre.

(5) Se confirma la uni�n entre las dos naturalezas.

(6) En esta uni�n recibe las alabanzas del cielo.

(7) Contin�a la mediaci�n entre Dios y el hombre.

4. Como es Dios, tiene las glorias de la Deidad.

II. Ser recibido en esta gloria puede considerarse con referencia a:

1. Su naturaleza humana: Una nube lo recibi�; los �ngeles lo asistieron; �l habita en el cielo; Ha recibido la recompensa.

2. Su oficio mediador en la uni�n de naturalezas: es propiedad del Padre; reconocido por santos y �ngeles; declara su resoluci�n de continuar as�; procede en este car�cter a trav�s de todas sus obras, de la naturaleza, de la gracia, de la providencia; �l gobierna la Iglesia; Juzgar� al mundo.

3. Su naturaleza Divina; la gloria de esto aparece al quitarse el velo que estaba sobre �l y dejarlo a un lado para siempre; una nueva exposici�n a s� mismo a la adoraci�n de los �ngeles; hablando el idioma de un Dios en el cielo, y as� se revela en la tierra.

4. Por lo tanto, mantendr� Su gloria, en Su autoridad sobre la Iglesia, en Su plena y debida Deidad, y espera que la guardemos.

III. Grande es el misterio: Dios recibi� en gloria.

1. Un relato de los misterios en general, de este en particular. El que estaba desamparado abajo tiene toda plenitud arriba. El objeto de la ira de Dios vive a su favor. Estaba despojado de hombres y �ngeles, y ahora es su cabeza. Una naturaleza que sufre est� unida a una eterna.

2. Una reivindicaci�n de este misterio.

IV. Esta es una doctrina de piedad. Promueve

1. La fe, por la cual descansamos en la pura palabra de Dios, hacemos una profesi�n honesta de �l, vivimos con el deber hacia �l.

2. Esperanza, al ser due�os de Su Deidad, descansamos en Su justicia, confiamos en �l para que nos proteja, nos rendimos ante �l en la muerte.

3. Caridad, los varios sentidos de la palabra. La creencia en la divinidad de Cristo ense�a la tolerancia de los unos a los otros. Uni�n en la fe fundamento de la caridad. ( T. Bradbury. )

El salvador exaltado

I. La exaltaci�n de Cristo proporciona una prueba demostrativa de que ha terminado la gran obra de la expiaci�n.

II. La exaltaci�n de Cristo proporciona la prueba m�s completa de la aceptaci�n complaciente de su sacrificio.

III. El texto expresa la investidura real del redentor con poder y gloria mediadores. Esto es importante y necesario de observar. Deben hacerse distinciones. La �gloria� en la que fue recibido el Redentor no fue, por supuesto, la gloria esencial de Su Deidad. Esto lo posey� siempre, y de hecho no podr�a hacer de otra manera sin dejar de ser Dios, siendo inseparable de su naturaleza como persona divina.

No necesitamos recordarles nuevamente que, como Dios, el Redentor fue incapaz de exaltaci�n o de ascenso a la gloria. Suponer que �l es as� capaz es suponer que �l no es Dios y, por lo tanto, implica una contradicci�n. Pero como Mediador era, al menos econ�micamente, inferior al Padre, y actuaba como Su siervo, terminando la obra que le hab�a encomendado, y por tanto pod�a ser honrado y glorificado por �l.

IV. La declaraci�n incluye el instrumento de Cristo en su oficio de intercesi�n.

V. La exaltaci�n de Cristo proporciona la garant�a m�s segura para el pleno cumplimiento de todos los prop�sitos redentores de Jehov�.

VI. La exaltaci�n de Cristo proporciona la m�xima garant�a para la expansi�n universal de Su reino. ( S. Lucas. )

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "1 Timothy 3". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/1-timothy-3.html. 1905-1909. Nueva York.
 
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