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Bible Commentaries
2 Samuel 11

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

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Versículo 1

El a�o venci�.

El fin del a�o viejo: una ayuda para comenzar el nuevo

I. El final del a�o presenta una buena oportunidad para indagar c�mo consideramos al gobierno divino. Dios gobierna el mundo de acuerdo con leyes naturales y morales, por medio del Evangelio y por los arreglos de Su providencia. Probemos nosotros mismos en relaci�n con cada uno.

1. Ley natural, como se ve en las obras de sus manos. Eso no es religi�n, sino fanatismo, que derrama desprecio sobre estas obras. Todo hombre deber�a buscarlos y encontrar placer en ellos. Su poder eterno y su Divinidad se declaran de ese modo. Todo el a�o, de noche y de d�a, os ha estado ense�ando; "D�a a d�a da voz, y noche a noche da conocimiento". Si has sido un estudiante atento de estas grandes obras, te has postrado con menor reverencia ante el estrado de Sus pies, confesando: "Con sabidur�a las hiciste todas". Si no lo ha hecho, vaya y aprenda con el ni�o peque�o.

2. Ley moral. Hubo una ley promulgada en el Sina� que desde entonces ha sido derogada; pero lo que sustancialmente se entiende por ley moral nunca ha sido, y nunca podr� ser abrogado. Es la ley de este y de todos los dem�s mundos, la ley para los �ngeles y los hombres, la ley del amor. �Amar�s al Se�or tu Dios con todo tu coraz�n, alma y fuerzas; ya tu pr�jimo como a ti mismo �.

3. El Evangelio. Primero, el evangelio es gratis. No necesitas nada que te califique para recibir sus bendiciones; puede recibirlos gratuitamente, tal como est�. "Todo est� listo". La segunda cosa es que el Evangelio est� lleno. No necesitas nada m�s. �Mi Dios suplir� todas vuestras necesidades de sus riquezas en gloria por Cristo Jes�s�.

4. Dios gobierna el mundo por los arreglos de Su providencia. �stos tratan de determinar el temperamento de nuestra mente de manera muy decidida.

5. Pero hay otros arreglos de la providencia de Dios que nos rodean como individuos y que nos ponen a prueba con mayor precisi�n.

II. El final del a�o sugiere, la importancia de poner a prueba nuestra condici�n moral.

1. Si vamos al cielo, estamos m�s cerca que nunca; y esta noche nos recuerda cu�n pronto pasaremos los portales de la gloria. �Estamos mejor preparados que al comienzo de la b�squeda del empleo del cielo?

2. �Nos ha ense�ado la experiencia del a�o nuestra debilidad e inutilidad, y nos ha humillado al arrepentimiento? �Por tanto, me aborrezco y me arrepiento�. "�Siervos in�tiles!"

3. �Somos claramente conscientes del perd�n del pasado?

4. �Estamos seguros de que hay dentro de nosotros una disposici�n opuesta a todo pecado? �Podemos decir con el santo Sr. Corbett: �Seg�n el mejor juicio que pueda hacer sobre la naturaleza del pecado, y el marco de mi propio coraz�n y el curso de mi vida, no conozco ning�n pecado que me incumba que no consista en arrepentimiento habitual, y con el odio del pecado, y con un consentimiento sincero de que Dios sea mi Salvador y Santificador, y con el amor de Dios sobre todo �.

5. �Nos ha dejado el a�o deseando sincera y sinceramente la realizaci�n de todo lo bueno en nosotros y por nosotros?

III. El final del a�o sugiere la conveniencia de examinar y revisar nuestros planes para el empleo de nuestro tiempo.

1. En cuanto a nuestros h�bitos devocionales.

2. En cuanto a nuestro caminar con Dios.

3. En cuanto a nuestro trabajo. �Est�n todos nuestros talentos empleados para Dios? "Ocupar hasta que yo venga". "El tiempo es corto". Todo lo que tu mano encuentre para hacer, hazlo ".

4. En cuanto a nuestras diversiones. "No uses recreaci�n ni deleite de los sentidos, pero en ese mismo momento podr�s desear a Dios, que sea santificado para fines espirituales".

IV. Y, por �ltimo, el fin de a�o nos recuerda el �fin de todas las cosas� y nos invita a prepararnos para �l.

1. Espero la muerte.

2. Anticipe la venida del Se�or y el juicio futuro. ( TE Thoresby. )

El vuelo del tiempo

Cuando Michael Faraday, el c�lebre hombre de ciencia, era un pobre aprendiz, utiliz� cada momento libre para hacer experimentos. En una carta a un novio, despu�s de contar uno de estos experimentos, agreg�: �Todo lo que necesito es tiempo. �Oh, que pudiera comprar a un precio econ�mico algunas de las horas libres de nuestros caballeros modernos, no, d�as! Creo que ser�a un buen negocio, tanto para ellos como para m� �. El joven hab�a aprendido el primer secreto del �xito: no perder el tiempo; no tirarlo a personas in�tiles o actividades in�tiles.

Los fr�volos no piensan en nada m�s que pasatiempos y modos de "matar el tiempo"; pero llegar� un d�a, incluso para los m�s fr�volos, en el que valorar�n el tiempo tanto como lo hizo nuestra impetuosa reina Isabel cuando exclam� en su lecho de muerte: "Mi reino por un momento". ( Carcaj .)

El tiempo en que los reyes salen a la batalla.

Una convocatoria a la batalla

Parece haber existido en los tiempos antiguos, entre los peque�os soberanos de Oriente, temporadas regulares para la guerra; tal vez marcharon en primavera, cuando la hierba proporcionar�a alimento para sus caballos, o posiblemente en oto�o, cuando las tropas podr�an alimentarse de las cosechas en pie. Estos soberanos de peque�os territorios eran poco mejores que los capitanes de hordas de ladrones, y sus ingresos se derivaban m�s del saqueo que de los impuestos leg�timos.

Podemos agradecer a Dios por vivir en una era m�s feliz, porque las miserias de las naciones estaban entonces m�s all� de la imaginaci�n. Por desoladora que sea la guerra ahora, sus males son comparativamente peque�os en comparaci�n con aquellos d�as de saqueo perpetuo. Pero no voy a hablar de reyes. Debo transferir el texto a alg�n otro uso m�s pr�ctico. Hay un momento en nuestros corazones en el que la guerra interior se desencadena con una violencia inusual. En ciertas temporadas, nuestras corrupciones estallan con extrema violencia; y si por un tiempo parecen haber formado una tregua con nosotros, o haber perdido su poder, de repente los encontramos llenos de vigor, feroces y terribles; y dif�cil ser� la lucha para nosotros, mediante la oraci�n y la santa vigilancia, para evitar convertirnos en esclavos de nuestros enemigos internos. Pens� en usar el texto en referencia a las actividades cristianas. Hay momentos en que los cristianos

I. Ha llegado el momento de que los reyes salgan a la batalla. El momento especial para las actividades cristianas es ahora. En algunos sentidos, no, en el sentido m�s elevado, los creyentes deben estar siempre activos. Nunca deber�a haber un d�a ocioso, ni una hora perdida, ni siquiera un momento est�ril para un siervo de Dios.

1. El tiempo para que los reyes salgan a la batalla ser� siempre cuando las tropas del rey est�n preparadas para la batalla; Quiero decir, el tiempo para el trabajo espiritual es cuando el trabajador est� especialmente preparado para ello.

2. Otra temporada de trabajo especial deber�a ser, cuando los hombres cristianos con discernimiento sientan los movimientos del Esp�ritu de Dios llam�ndolos a un servicio inusual. �Cuando oigas el sonido de un movimiento en las copas de las moreras, entonces te mover�s�, dijo Dios a David, y luego David se movi�, y los filisteos fueron heridos. Algunos de ustedes, �no escuchan el sonido de la marcha en las copas de las moreras?

3. Otra se�al del tiempo para que los reyes salgan a la batalla es sin duda cuando el Se�or mismo obra. La presencia de buenos hombres con nosotros es alentadora, pero oh, la presencia del Dios de buenos hombres deber�a estimularnos mucho m�s. Mahoma en una de sus primeras batallas famosas, estimul� a sus soldados a la lucha declarando que pod�a escuchar el relincho de los caballos de los �ngeles mientras cabalgaban hacia el conflicto para ganar la victoria de los fieles.

No decimos as�, pero seguramente los caballos de fuego y los carros de fuego est�n alrededor del fiel siervo de Dios, y el ojo que discierne de la fe puede ver al Dios de la providencia moviendo cielo y tierra para ayudar a su iglesia, si su iglesia se levanta. del polvo y se puso sus hermosas vestiduras, y resolvi� conquistar en nombre de su Maestro.

II. Dado que ha llegado el momento de la batalla, ahora todo soldado debe ir a la guerra.

1. Todos los creyentes pertenecen a Cristo. Ustedes son sus siervos, llevan en sus cuerpos su marca, las marcas del Se�or Cristo, porque "no sois vuestro propio, hab�is sido comprados por precio".

2. Agregar�, todos ustedes los creyentes aman a Cristo. Su pertenencia a �l ha forjado en usted un verdadero afecto por �l.

3. Adem�s, perm�tanme recordarles que hay una fuerza prometida para cada uno de ustedes. "Como tus d�as, as� ser�n tus fuerzas". �Debo decir que hay trabajo para todos por hacer que est� muy cerca? El predicador nunca se quedar� sin el suyo. Dios se encargar� de proporcionar a todos sus siervos trabajo suficiente. Recuerdo haber le�do en el libro de Cotton Mather sobre planes de utilidad, que comenta que a veces a costa de un chel�n, bajo la bendici�n de Dios, un alma se ha convertido.

Libros como "Alarm" de Alleyne, "Call to the Unconverted" de Baxter y "Rise and Progress" de Doddridge han hecho maravillas en a�os pasados; ya esta hora usted puede tener por un centavo o menos, verdades expuestas de tal manera que aseguren la atenci�n del lector. El Sr. Cecil dice que tuvo que estar muy agradecido con Dios por su madre, no tanto porque ella lo presion� para que leyera buenos libros, sino porque ella se cuid� de poner buenos libros donde era probable que �l los tomara.

III. Hay grandes motivos que nos animan a luchar fervientemente por Cristo. Los motivos se agrupan en torno a cinco puntos.

1. El primero es nuestro Rey.

2. Recuerde a continuaci�n el estandarte bajo el cual luchamos: el estandarte de la verdad, de la sangre expiatoria.

3. Recuerde, a continuaci�n, otra palabra: los cautivos a quienes espera por el poder del Esp�ritu Santo redimir de la esclavitud del pecado. �C�mo nuestros soldados del mot�n indio avanzaron como leones contra los amotinados cuando recordaron a Cawnpore y todas las crueldades a las que hab�an estado expuestos sus hermanos! �Cu�n incansablemente marcharon, cu�n severamente lucharon cuando estaban a la vista del enemigo! Despu�s de esta clase, debemos luchar con aquellos que han esclavizado y herido a nuestros hermanos.

4. Recuerde, nuevamente, y esta palabra debe estimularnos a luchar bien, el enemigo, el enemigo negro y cruel.

5. Un est�mulo m�s, y esa es nuestra recompensa. "Los que hacen justicia a muchos, resplandecer�n como las estrellas por los siglos de los siglos".

IV. Los m�s altos est�mulos se presentan f�cilmente para inducirlo a unirse a los ej�rcitos en guerra.

1. Es bastante seguro que Dios tiene un pueblo elegido todav�a sobre la tierra; Entonces, �no veis que es una obra esperanzadora encontrar a estos elegidos por la predicaci�n de la palabra?

2. Recuerde, tambi�n, que Dios nunca le ha fallado a un verdadero obrero todav�a.

3. Recuerda, tambi�n, que si no vieras almas convertidas, Dios lo glorificar�a con tu exaltaci�n de Cristo, y tu hablar de Cristo, y tus fervientes oraciones y l�grimas por el bien de los dem�s.

IV. El solemne peligro de la inacci�n. ( CH Spurgeon. )

Respuesta alegre a la llamada de batalla.

Incluso el deber m�s desagradable, si se hace con amor, puede ser un medio de bendici�n. Cuando lleguemos a creer realmente en esta gran verdad, no buscaremos otra recompensa por nuestro servicio que la alegre presencia de Cristo en la meta. Acudiremos a cada tarea con gran alegr�a, porque Cristo nos esperar� en ella. Llegaremos a ser como ese soldado ingl�s en la India. El m�dico estaba inspeccionando a las tropas para ver qui�nes estaban en condiciones de unirse al ataque de Delhi, y pas� junto a este joven, que parec�a enfermo.

�No digas que no soy apto para el deber�, exclam� el joven h�roe; "Es s�lo un toque de fiebre, y el sonido de la corneta me har� bien". Tal es el ardor con el que los cristianos debemos dar un salto al llamado de Cristo.

La presencia divina un incentivo

�As� como los soldados luchan mejor en presencia de su general, y los eruditos manejan sus libros con mayor atenci�n cuando est�n bajo la mirada de su maestro, as�, al vivir siempre a la vista de Dios, somos m�s estudiosos para complacerlo. Cuanto m�s a menudo consideramos al Se�or, m�s vemos que ning�n servicio puede ser suficientemente santo o suficientemente bueno para un Dios como �l �. Esto no necesita comentarios, pero debe realizarse. �Mira, soldado de la cruz, el ojo del Capit�n de nuestra salvaci�n est� fijo en ti! Jes�s grita: "Conozco tus obras". �No te incitar� esto a hacer obras valientes y las convertir� en h�roes? Si no es as�, �qu� lo har�? ( CH Spurgeon .)

Versículos 2-24

Y sucedi� en un atardecer.

La ca�da y el castigo de David ilustrados

I. Las circunstancias de David antes de su ca�da. Durante varios a�os hab�a estado en un estado de gran angustia: pero no fue en este estado de prueba y aflicci�n que ofendi�. Durante este per�odo lo vemos ejercitando, en un grado notable, la fe, la resignaci�n, la humildad, la paciencia, la mansedumbre del siervo de Dios. Pero ahora Dios hab�a terminado con sus problemas. Durante algunos a�os hab�a sido el monarca m�s poderoso de esa parte del mundo. Estas fueron sus circunstancias cuando cay�.

II. Considere la peculiar tentaci�n que sufri� para presentarse a David, y la forma en que la enfrent�. Surgi� la tentaci�n, una tentaci�n repentina y grande. Da paso a la seducci�n. Desciende tranquilamente de su palacio con la determinaci�n de poner en acci�n la maldad de su coraz�n y de perpetrar el crimen que le hab�a sugerido el tentador. Podemos concebir que este fue el punto de inflexi�n en la carrera de David.

�Oh! David hab�a hecho una pausa, pero por un momento; si se hubiera retirado un tiempo para deliberar sobre su conducta; si hubiera hecho una oraci�n pidiendo ayuda divina; si hubiera pasado incluso a los deberes de su cargo real para desviar sus pensamientos por un canal diferente; la trampa podr�a haberse roto, y �l ha escapado. �Pero Ay! David queda como un monumento melanc�lico de lo que puede llegar a ser el mejor hombre cuando abandona a su Dios, y cuando su Dios, en consecuencia, lo abandona a �l.

III. El estado de David despu�s de su primer pecado y su progreso hacia nuevas ofensas. �Qu� debe haber sentido David despu�s de perpetrar el primer crimen? Inmediatamente el sentido de la presencia divina, la esperanza inspiradora del favor divino y la gloria eterna, se alejar�a de �l. Las consecuencias de su crimen se estaban haciendo visibles, y el otrora noble y generoso David ahora recurre a bajos artificios para ocultar su culpa.

Env�a por el marido herido. Lo trata con una sutileza indigna tanto para �l como para su leal s�bdito, esforz�ndose por imponerle una descendencia espuria. Sin embargo, cuando el enga�o no prevalezca sobre Ur�as, un nuevo crimen debe obligarlo. El crimen conduce al crimen. David, por lo tanto, impulsado por el temor a ser descubierto, decide agregar asesinato al adulterio.

IV. Los planes criminales de David hab�an surtido efecto y Ur�as ya no pod�a perturbar el lecho de su seductor y asesino. Pero cuando no qued� ning�n obst�culo para el disfrute, la Mano Divina lo arrest� repentinamente en su carrera culpable. Dios envi� a Nat�n el Profeta para convencerlo de su culpa.

V. La terrible consecuencia de esta transgresi�n. Donde Dios perdona, no siempre perdona del todo. Puede perdonar el pecado de tal manera que no inflija al pecador una condenaci�n eterna y, sin embargo, lo castigue severamente. Y tal fue el caso de David. Adem�s de la herida que hab�a sufrido su alma, y ??que, tal vez, nunca podr�a curarse por completo despu�s, encontramos el resto de la vida de David acosada por dolores perpetuos.

1. Puede ense�arnos a guardarnos de la declinaci�n en la gracia y a vigilarnos de la tentaci�n. Si la tentaci�n es urgente, huye de ella y piensa en la ca�da de David.

2. Caridad y ternura al juzgar a los que caen. No los llames, como el mundo tiende a llamarlos, hip�critas. David no era un hip�crita, pero David cay�.

3. Finalmente, cuid�monos de emplear la ca�da de David como una s�plica por el pecado, y de suponer que una restauraci�n como la suya del favor y la santidad nos ser� concedida. Antes de que podamos construir sobre la esperanza de una restauraci�n como la suya, nuestras circunstancias deben ser las de David. ( J. Venn, MA )

La gran transgresi�n de David

Cu�n ardientemente habr�a deseado la mayor�a, si no todos los lectores de la vida de David, que el primer vers�culo de este cap�tulo hubiera sido: �Y muri� David, y fue recogido a sus padres; y su hijo rein� en su lugar �. La era dorada de su vida ha pasado; su sol ha comenzado a ponerse; y lo que queda de su vida est� marcado por registros de cr�menes y castigos, de pecados y tristezas. Lo que encontramos ahora no es como un punto sino un eclipse; no es un simple grano que desfigura levemente un rostro bello, sino un tumor que deforma el rostro y drena todo el cuerpo; de su vigor.

Hay algo bastante notable en la valiente manera en que la Biblia revela la culpabilidad de David; se expone en toda su enormidad, sin un intento de excusarlo o paliarlo; y la �nica declaraci�n introducida en toda la narraci�n para caracterizar sus procedimientos son estas palabras tranquilas pero terriblemente expresivas con las que termina el cap�tulo: �Pero lo que David hab�a hecho desagrad� al Se�or.

�En la marcha audaz e intr�pida de la Providencia, a menudo vemos la mano de Dios. �Qu� simple hombre, enmarcando el car�cter de uno dise�ado para ser un modelo de excelencia, y para llevar la designaci�n de �el hombre conforme al coraz�n de Dios�, se habr�a atrevido a atribuirle una maldad como esta? La verdad es que, aunque la reputaci�n de David hubiera sido mucho m�s brillante, si hubiera muerto en este punto de su carrera; la moraleja de su vida, por as� decirlo, habr�a sido menos completa.

De alguna manera que no podemos explicar correctamente, no parece haber sido el deber sensible ni a la culpa ni al peligro de esta tendencia. No parece haberlo vigilado como contra otros pecados, ni haberse esforzado por la gracia para dominarlo. En el pasaje que ahora tenemos ante nosotros encontramos una cat�strofe, resultado de este estado de cosas, que fue verdaderamente el comienzo de los dolores.

El rey de Israel se familiariza con los dolores y las pruebas, comparados con los que cualquiera de los que hab�a sufrido al huir y esperar de Sa�l eran realmente ligeros. La lujuria que ha perdonado y complacido, reapareciendo en sus hijos, introduce el incesto y el asesinato en el seno de su familia; viola la santidad de su hogar; y en lugar del hermoso orden y la dulce tranquilidad de hermanos y hermanas que viven juntos en unidad, su palacio se convierte en una morada de apetitos brutales y pasiones asesinas, la mancha y el horror de los cuales el tiempo no puede disminuir ni eliminar.

Una ca�da como la de David no pudo haber sido del todo instant�nea. Debe haber sido precedido por una decadencia espiritual, probablemente de considerable duraci�n. Lo m�s probable es que la gran prosperidad que ahora flu�a sobre David en todas direcciones hab�a tenido un efecto desfavorable en su alma. Durante un largo per�odo, los mismos extremos de su situaci�n lo hab�an llevado a depender de Dios; se le impuso la necesidad; pero ahora esa necesidad fue eliminada.

A��dase a esto el hecho mencionado al comienzo de este cap�tulo, y as� mencionado como para implicar que es significativo: que en el momento en que los reyes van a la batalla, David permiti� que su ej�rcito se fuera sin �l, y �se qued� todav�a en Jerusal�n ". Esto parece implicar que el rey hab�a ca�do en un estado de �nimo lujoso y autocomplaciente; que estaba dispuesto a quedarse quieto y divertirse en lugar de acompa�ar a sus valientes soldados a las abnegadas labores y peligros del campo.

A continuaci�n, observemos la manera en que David fue conducido de un paso a otro del pecado. Su primer pecado fue: sufrir ser arrestado al ver a la mujer; su ca�da comenz� con un pecado del coraz�n; si hubiera hecho un pacto con sus ojos, como Job, habr�a cortado la tentaci�n de ra�z; se habr�a salvado de un mundo de agon�a y pecado. Tratemos de recoger brevemente, primero, los principales tipos de pecado de los que David fue culpable en esta ocasi�n; y luego, sus principales agravios.

(1) Estaba el delito de adulterio, que inclu�a, como siempre, el pecado de robo y el asesinato de la personalidad, y constitu�a, seg�n la ley penal de los jud�os, un delito capital, cuyo castigo para ambos fiestas fue la muerte.

(2) Intento de enga�o, en sus esfuerzos por evitar que se conozca su delito.

(3) Tentar a Ur�as a la embriaguez, desafiando la maldici�n denunciada posteriormente por el profeta.

(4) Ingratitud e injusticia hacia Ur�as, cuyos nobles servicios a la causa de su rey se encontraron con un �cruel regreso�.

(5) mezquindad y traici�n; fue una mala intenci�n aprovechar la ausencia de Uriah en primera instancia; fue un intento, a trav�s de �l, de ocultar el crimen; fue cruel intentar intoxicarlo; y fue incre�blemente cruel convertirlo en portador de una carta en la que se detallaba un complot para su muerte.

(6) Ordenar a otra persona (Joab) que realice una acci�n injusta y atroz. Y,

(7) El pecado culminante del asesinato - ligeramente enmascarado, sin duda, y menos atroz en apariencia como lo era el modo de muerte - al que estaba expuesto todo soldado, pero, en esencia, asesinato deliberado.

Los agravamientos de estos pecados fueron grandes.

(1) Todo esto fue hecho por el rey de la naci�n, quien estaba obligado no solo a ser un ejemplo para su pueblo en general, sino especialmente a desacreditar el crimen y alentar y recompensar la valent�a en su servicio.

(2) Dios le hab�a mostrado una bondad singular a David; Dios lo hab�a rescatado de todos sus enemigos, lo hab�a colocado en el trono y lo hab�a rodeado de toda especie de disfrute leg�timo.

(3) La misma profesi�n que hizo David, y en su mayor parte de manera tan constante, su reputaci�n de hombre bueno y santo, agrav� sus ofensas.

(4) Hab�a alcanzado una edad madura o casi avanzada; hab�a rebasado el l�mite de la juventud y, por lo tanto, era m�s imperdonable al ceder el paso a las pasiones juveniles. Y

(5) Estaba el ejemplo de Ur�as, un patr�n tan eminente de fidelidad a su deber como soldado, de firme aversi�n incluso a las indulgencias legales que podr�an indisponerlo para las penurias de la vida de un soldado, o ser inadecuado para el camarada. de hombres valientes y abnegados. Tal era el laberinto de culpa y maldad en el que ahora el rey David fue traicionado. Entonces, cabe preguntarse, �c�mo se puede explicar la cosa? Puede servir, hasta cierto punto, para explicarlo, si tenemos en cuenta la fuente de la vida espiritual y el modo en que opera.

Cuando un hombre se convierte, dos principios opuestos comienzan a luchar en su coraz�n: el viejo y el nuevo: "La carne codicia contra el esp�ritu, y el esp�ritu codicia contra la carne". En algunas naturalezas, tanto el viejo como el nuevo poseen una vehemencia inusual; los desesperados dinamismos de lo viejo son controlados �nicamente por el vigor a�n mayor de lo nuevo; y si por alg�n medio el nuevo hombre pierde su vigor por un tiempo, si se interrumpe la comunicaci�n con la gran Fuente de ese vigor, el viejo puede causar espantosos estragos.

Algunos hombres son gigantes en todos los sentidos: Lutero, por ejemplo, era un gigante en intelecto, un gigante en fuerza y ??poder animal, un gigante en afectos bondadosos; y cuando en tales hombres las inclinaciones nativas rompen las restricciones de la nueva naturaleza, no es una maldad com�n lo que puede buscarse. As� sucedi� con David. Pero una cosa es dar cuenta del pecado de David y otra es excusarlo. Estos comentarios est�n dise�ados para un prop�sito, no para el otro. Toda la transacci�n tiene el car�cter de un faro, y el faro es uno de los m�s oscuros incluso en los registros fieles de la historia de las Escrituras.

(1) En primer lugar, muestra el terrible peligro de interrumpir, aunque sea brevemente, el ejercicio de velar y orar, de interrumpir la comuni�n con la gran Fuente de la fuerza espiritual, especialmente cuando se eliminan los males que primero nos hicieron orar con fervor. Una hora de sue�o puede dejar a Sans�n a merced de Dalila, y cuando despierta, sus fuerzas se han desvanecido.

(2) Adem�s, ofrece una triste prueba del peligro de perder el tiempo con el pecado incluso en el pensamiento. Admitir el pecado dentro del recinto de la imaginaci�n, y existe el mayor peligro de que finalmente domine el alma. Los puestos de avanzada de la guarnici�n espiritual deben colocarse de manera que protejan incluso los pensamientos, y en el momento en que se descubre al enemigo all�, se debe dar la alarma y comenzar la lucha.

(3) A�n m�s, su falla ejemplifica el espantoso riesgo de tolerar en cualquier parte de nuestro coraz�n un solo pecado. Un pecado lleva a otro ya otro; especialmente si el primero es un pecado que es deseable ocultar. ( WG Blaikie, MA )

Transgresi�n: su progreso y consumaci�n.

I. El origen de las transgresiones de David. Rara vez, si es que alguna vez, ocurre que el crimen, en un grado enorme, sea perpetrado por hombres, incluso del sello com�n, por un impulso repentino y moment�neo. Casi invariablemente se observa una gradaci�n regular en el pecado, hasta que se eleva en todo el ascendiente feroz y espantoso de la culpa abierta. As� fue aqu�. No desprecies el miedo a la iniquidad extrema, como si fueras incapaz de tal cosa.

Si David cay�, quien una vez estuvo tan alto y 'santo en car�cter cristiano, hasta qu� profundidad podemos caer todav�a, nosotros que nunca hemos alcanzado algo como su primera piedad: su piedad primitiva.

II. El progreso del pecado se abre ahora ante nosotros. La indolencia y la sensualidad ejercieron su efecto regular e invariable sobre el monarca descarriado. Se levanta de su cama al atardecer: el lecho del lujo, cada pasi�n mimada, cada avenida hacia el pecado abierta de par en par, nada m�s necesario para provocar su ruina que alg�n objeto externo que mueva el acto manifiesto del mal. La esposa de Ur�as, uno de sus principales y m�s fieles generales, se convierte en objeto de tentaci�n.

Triunfa la tentaci�n y se cumple la primera obra de iniquidad. El pecado ahora se vuelve obligatorio; el miedo a ser descubierto y a la infamia, quiz�s al peligro personal de la justa ira de Ur�as, lleva al culpable real a todos los medios y despreciables expedientes para ocultar su transgresi�n. El pecado ahora lleva al alma a la violencia; y con una traici�n fr�a e insensible, Ur�as se convierte en el mensajero inocente de su propia destrucci�n.

�Qu� serie de iniquidades estrechamente vinculadas: indolencia, lujo, lujuria, adulterio, hipocres�a, falsedad, traici�n, asesinato! Y esto no es todo; tenemos aqu� una sola serie de cr�menes; tambi�n hay una complicaci�n que no debemos pasar por alto si queremos leer la historia en toda su instructiva en�rgica y solemne. Betsab� se convierte en c�mplice del pecado, v�ctima moral de la pasi�n culpable del rey, mientras que su marido es sacrificado a sus miedos. �Aqu� hay almas y cuerpos de hombres, vidas preciosas, que se divierten bajo el dominio infernal de la culpa triunfante! �Qu� crimen tan complicado! �Qu� historia tan espantosa!

III. La consumaci�n del mal. Todo lo que hemos examinado hasta ahora pertenece �nicamente a la culpa sustancial; la culpa marcada, es cierto, con la atrocidad, pero la consumaci�n del mal a�n permanece para nuestras reflexiones. Hab�an transcurrido muchos meses desde el comienzo de este lamentable asunto, y tambi�n hab�a transcurrido un largo per�odo de tiempo entre la muerte de Ur�as y la visita de Nat�n, para despertar al transgresor real al arrepentimiento.

Durante todo este intervalo, no hubo ning�n movimiento de remordimiento hacia el cielo en el coraz�n del rey; temi� la reprensi�n del hombre, y la ira del hombre, como hemos visto, y trabaj� con esfuerzos asesinos para evitarlos; pero todav�a no hab�a remordimiento hacia Dios, no hab�a reconocimiento de su vileza, seg�n la ve�a el Alt�simo, no hab�a miedo a la censura divina, a la indignaci�n divina, no hab�a ning�n esfuerzo por detener o incluso desaprobar la ira de Jehov�.

Entonces, David hab�a ca�do en una infidelidad pr�ctica; toda consideraci�n activa de la existencia, omnisciencia y justicia de Dios se hab�a desvanecido. Qu� misterio es el pecado; nos posee para la autodestrucci�n, mientras que no disminuye nuestra sagacidad o habilidad para ordenar y condenar la culpa de otros. Es suficiente para la malicia y el prop�sito sat�nicos, si el alma se llena de todo sentimiento santo, sabidur�a y cualidad para la ocupaci�n externa, siempre que permanezca muerta para sus propios intereses, indiferente a su propia culpa. Esta postraci�n del juicio, esta muerte de conciencia, consumaba la miseria espiritual del monarca ca�do.

�Cu�nto tiempo deber�a haber durado tal estado, si Dios no hubiera llamado especialmente al pecador al arrepentimiento? �Para siempre! No quedaba poder humano, no quedaba ning�n remedio natural para su restauraci�n. Para recuperarlo, el miedo hab�a fallado, la conciencia hab�a fallado y el recuerdo de la obediencia pasada hab�a fallado. La raz�n fue aturdida y atontada para siempre, si Dios, en su fidelidad y misericordia, no hubiera enviado un lloriqueo especial a su alma, llamando al arrepentimiento. Deteng�monos aqu� un breve momento, mientras recopilamos la amonestaci�n, que puede ser derivada de lo que hemos le�do ahora.

1. Y primero, como vimos el progreso constante y progresivo del pecado, desde el germen casi imperceptible de la indolencia y el lujo, hasta el crimen real de asesinato, y el enamoramiento absoluto de todo sentido espiritual y juicio, perm�tanos aqu�, digo , cuidado con el menor cumplimiento de la iniquidad. A menudo jugamos con pecados de poca importancia, ponemos limitaciones a nuestro cumplimiento de las locuras o lujos, o indulgencias inofensivas del mundo, como se les llama.

2. Reflexione con horror sobre la complicaci�n del pecado. Solo para nuestra autogratificaci�n es que al principio nos conducen al crimen; que la gratificaci�n debe tener v�ctimas; s�, si el mal que nos asedia dentro de nosotros no es m�s que el orgullo o la codicia, debe tener v�ctimas. Algunos deben sufrir por nuestra indulgencia, muchos se endurecer�n por nuestro ejemplo en culpa; porque a menudo el hombre que es llamado, en el lenguaje falso del mundo, solo su propio enemigo, tendr� que responder, quiz�s, por la muerte eterna de los dem�s.

3. No conf�es en nada a tu propia astucia de discernimiento entre el bien y el mal, tu propia mentalidad espiritual y santidad, sobre los objetos externos y otros hombres. Nuestra profesi�n no vale nada, nuestros logros espirituales no son prueba de aprobaci�n personal con Dios, de santidad personal, mientras van m�s all� del yo. Debemos lidiar con nosotros mismos, probarnos a nosotros mismos, juzgarnos a nosotros mismos y vivir en comuni�n, uni�n secreta con Cristo, o nuestra religi�n no es m�s que metal que resuena y c�mbalo tintineante.

IV. El regreso a la virtud. Marque la prueba; aqu� hay un rey, con todos los poderes de vida y muerte sobre sus s�bditos, en su propia voluntad, en sus propias manos. Se enfrenta a un hombre de estado humilde, de suerte humilde, un hombre desprovisto de influencia terrenal aliada. Este hombre lo acusa de un grave asesinato, y eso tambi�n en pleno mediod�a, ante sus cortesanos y consejeros, en su mismo trono de juicio; y tan lejos de ceder al resentimiento por una intrusi�n tan atrevida, o de expresar el menor disgusto por la acusaci�n abrupta y p�blica con la que es tan atacado, se hunde de inmediato en la contrici�n y confiesa su iniquidad: �He pecado contra el Se�or.

�Esto es lo que necesitamos, una convicci�n completa de nuestros pecados ahora; ciertamente lo tendremos en el mundo venidero, si no lo lograremos aqu�. Pero la convicci�n es demasiado tarde para cualquier cosa que no sea el tormento eterno; debemos tenerlo aqu�, para que bajo un profundo sentido de nuestra condici�n perdida, podamos solicitar el perd�n de las ricas misericordias del Redentor.

V. Perd�n I �Y se puede obtener perd�n por iniquidades como el adulterio y el asesinato, por delitos tan extremos? S�, por todas las transgresiones; los m�s viles pueden esperar; esta historia es para nuestro aliento, para buscar esa gracia que nunca le fue negada al hombre suplicante: "Cristo puede salvar perpetuamente a todos los que por �l vienen a Dios".

VI. Sin est�mulo al pecado negligente y admisi�n infructuosa de la criminalidad, con el prop�sito secreto o declarado de continuar en el crimen. Aquello de lo que la naturaleza retrocede con m�s alarma de lo que pueden inspirar todas las amenazas de la miseria eterna es el sufrimiento presente; que fue infligido, con toda su severidad, a David. ( CM Fleury, A. M. )

Pereza y pecado

I. David en ese momento disfrut� de una gran prosperidad. Las promesas hechas en la adversidad no se han olvidado. Su devoci�n a Dios es ferviente y creciente. No hubo rebeliones en casa. La tierra estaba tranquila. El gran deseo de su coraz�n se hab�a convertido en una avenida a trav�s de la cual se pod�a prestar el servicio a Dios.

1. La prosperidad lo enervaba. La prosperidad es un peligro para los hombres del molde de David. �Compare la prontitud con la que sali� en los viejos tiempos cuando Sa�l lo cazaba como a un p�jaro! �Estaba de pie en lugares altos! Necesitaba gracia aferrada.

2. Pereza inducida por la prosperidad. Nuestra vida interior responde mucho a nuestra condici�n exterior.

II. Cuando la oportunidad y la tentaci�n se encuentran, hay una lucha. Sin reservas, la Biblia cuenta la historia vergonzosa - muestra c�mo un pecado arrastra a otro hasta que te obliga a escribir contra el nombre del hombre (no libre de la debilidad de las imperfecciones humanas, pero sincero y recto) - para escribir contra ese hombre la horrible lista de cr�menes, enga�o, adulterio, injusticia, traici�n y asesinato.

III. Las influencias que minaron el muro de su voluntad. Sientes instintivamente que tal ca�da no pudo haber sido instant�nea: cincuenta a�os, un devoto y recto hombre de Dios para caer as�. La tempestad no tiene fuerza para romper tal roble si el coraz�n del �rbol est� sano. La narraci�n sagrada muestra la debilidad, revela la decadencia secreta.

1. Cierre las puertas de la imaginaci�n contra las im�genes carnales; haz un pacto con tus ojos y c�mplelo. Hab�a un "plato preparado" en la c�mara de la mente de David, o la belleza de Betsab� hab�a sido tan nula para �l. Preste atenci�n a d�nde va para sus recreaciones. El paseo inactivo puede, en algunos estados de �nimo, dar lugar a dificultades. Se ocult� cuando deber�a haber confesado. Es mejor haberse deslizado al propiciatorio cubierto con su inmundicia que, como lo hizo, esperar en el palacio con su pecado. ( �L Piedra .)

David y Betsab�

Despu�s de tantas espl�ndidas victorias logradas por David, despu�s de tan frecuentes triunfos sobre sus enemigos, no qued� nada m�s que el sometimiento de aquellas pasiones que son excitadas por la prosperidad y la riqueza: pero estos eran enemigos m�s dif�ciles de someter que los filisteos y las otras naciones poderosas que este valiente guerrero hab�a vencido. �El que domina su esp�ritu es m�s fuerte que el que toma una ciudad.

David qued� prendado de los encantos de Betsab�, la esposa de Ur�as, un valiente y generoso soldado, que en ese momento estaba librando las batallas de su pa�s y participando en el sitio de Rab�. Contrariamente a las leyes de Dios, a todo sentimiento de honor y a todo dictado de generosidad, �l la indujo a violar sus compromisos nupciales. �Qu� diremos de esta conducta? �Vamos a atenuar los cr�menes de David con algunos comentaristas bien intencionados pero imprudentes? No; �l mismo, cuando sus ojos se abrieron para contemplar la profundidad del abismo en el que hab�a ca�do, no intentar�a disminuir el horror de sus transgresiones. Fue culpable de cr�menes que ninguno m�s enorme se encuentra en la lista negra de pecados.

1. �Hay alguien que est� dispuesto a justificar sus enormidades con el ejemplo de David? �Qui�nes se dicen a s� mismos: "Si David, a pesar de estos enormes cr�menes, fue un santo de Dios y obtuvo el perd�n, estoy a salvo?" Consideren los tales su conducta habitual, sus espl�ndidas virtudes y su profundo arrepentimiento. Al examinar su conducta habitual, vemos un coraz�n dedicado a Dios. Cay� en actos de la mayor maldad; pero �stos no eran permanentes, sino diametralmente opuestos a su andar y conversaci�n general.

La justicia tambi�n requiere que contrastemos su asesinato y adulterio con las espl�ndidas acciones de su vida. �David�, dice el historiador sagrado ( 1 Reyes 15:5 ) �hizo lo recto ante los ojos del Se�or, y no se apart� de todo lo que le hab�a mandado todos los d�as de su vida, excepto en el asunto de Ur�as el hitita.

�Piense en su confianza en Dios; de su confianza en el pacto eterno; de la magnanimidad y clemencia que tantas veces demostr�; de su celo por la gloria de Dios; de su humildad; de su aquiescencia en las m�s severas dispensaciones de la providencia; de las piadosas emociones que brillan en sus salmos y se sienten en su coraz�n; y despu�s de hacer este repaso general de su vida, digamos si hay muchos que desde el lecho de la muerte puedan mirar hacia atr�s a monumentos m�s numerosos o m�s espl�ndidos de piedad y virtud.

Considere tambi�n la profundidad de su arrepentimiento. M�ralo postrado en el polvo, derretido en l�grimas, suplicando por la vida de su alma; mirando hacia atr�s con indecible angustia a su conducta; llevando su recuerdo agonizante a la tumba; nunca paliar sus cr�menes; huyendo del perd�n a la gracia inmerecida.

2. Este tema nos ense�a que un pecado nos lleva gradualmente a otro; que quien entra en un curso delictivo no sabe d�nde se detendr� en su curso; que el que se entrega a pasiones impetuosas y apetitos desorbitados pronto se ver� privado del poder de decirles: "Hasta aqu� vendr�is, y no m�s"; y que, por lo tanto, nuestra �nica seguridad se encuentra en resistir los primeros acercamientos al crimen y �abstenernos de toda apariencia de maldad.

�Op�nganse, entonces, a los comienzos del mal; cuidado con albergar un pensamiento pecaminoso; no sabes hasta qu� extremos de culpa y verg�enza puede llevarte; no se puede decir d�nde terminar�n sus destructivas consecuencias.

3. Este tema se dirige a aquellos que, como David, se han apartado de los caminos del Se�or; han violado sus compromisos; han herido sus conciencias; entristeciste al Esp�ritu de Dios y a sus santos. Hay un sacrificio que tiene la virtud suficiente para expiar toda tu culpa acumulada. Mediante la aplicaci�n de la sangre de Jes�s y la comunicaci�n de su Esp�ritu, obtendr�s la restauraci�n de la paz con Dios y la fuerza para servirle en el tiempo venidero; como David y como Pedro se recuper� de tus ca�das, volver�s a participar de su favor y amor.

4. Al revisar esta historia, naturalmente nos vemos llevados a preguntarnos: �Por qu� la Providencia permiti� esta vergonzosa ca�da en David? o, para ampliar la pregunta: �Por qu� Dios permite que el pecado permanezca y, a veces, brote por la fuerza en sus hijos regenerados? Esta pregunta no puede responderse f�cilmente. No es por falta de poder para evitarlo; porque perfectamente pod�a santificarlos. No es por falta de odio a su pecado; parece odioso, m�s odioso en ellos que en otros.

No es por falta de amor hacia ellos; los considera sus amigos e hijos. Entonces, �por qu� no los santifica inmaculadamente? Las siguientes son, quiz�s, algunas de las razones de esta dispensaci�n. �stos no justifican en absoluto al ofensor, aunque reivindican la providencia de Dios, y muestran su omnipotencia al educar el bien del mal mismo.

(1) Por ellos, la gracia de Dios, en la justificaci�n, es ilustre y ser� eternamente magnificada.

(2) As� se les ense�a la profundidad de esa iniquidad que hay en ellos, y se les vuelve humildes y dependientes.

(3) As� se les ense�a a valorar m�s la defensa e intercesi�n del Se�or Jes�s.

(4) El recuerdo de la angustia del alma que soportaron ante Dios les restaur� el gozo de su salvaci�n; el recuerdo de �el ajenjo y la hiel� les inspira un temor adicional al pecado y los hace m�s estudiosos para mortificarlo. Tiemblan por la enfermedad que ya han sentido y caminan con temor santo.

(5) Por lo tanto, por la maravillosa providencia de Dios, est�n preparados para el servicio. �Cuando te conviertas�, dice Cristo a Pedro, despu�s de predecir su ca�da, �fortalece a tus hermanos�. Mediante la amarga experiencia del poder del pecado, pueden amonestar a otros contra �l.

(6) Los pecados de los creyentes los convierten en lenguas para el cielo. Est�n listos para dejar este cuerpo de carne si con �l pueden dejar el cuerpo de pecado y muerte. �Gimen, agobiados�, y suspiran por esa tierra de perfecta santidad, donde ya no ofender�n m�s a su Dios. ( H. Kollock, D. D. )

La ca�da de David

�Qu� llev� al gran pecado de David? Hizo por otro lo que deber�a haber hecho �l mismo. Observe el vers�culo 1, "Cuando salgan los reyes"; "David envi� a Joab"; "David se qued� quieto".

1. La indulgencia de la carne en una cosa peque�a condujo a la indulgencia en una mayor. ( Romanos 13:12 ; Romanos 8:12 ; G�latas 5:16 .)

2. Un pecado lleva a otro, o requiere que otro lo cubra.

3. � Vea el efecto endurecedor del pecado! �El tierno David se convierte en un monstruo de crueldad! (Lea, despu�s de 2 Samuel 11:26 ; 2 Samuel 12:26 hasta el final).

4. � La degradaci�n del pecado! Joab fue tomado en consejo.

5. La contemplaci�n invisible del Se�or de las acciones del hombre. (Vers�culo 27. Hebreos 4:13 ; Proverbios 15:11 .) Yo, la gran carga del crimen. Para los cristianos, el ingrediente terrible del pecado voluntario es este: crucifican a Cristo de nuevo.

Hacen que su nombre sea blasfemado. ( Romanos 2:24 .) Esto hace nuestra responsabilidad; de ah� 1 Pedro 2:12 ; 2 Corintios 6:3 .

II. El arrepentimiento de David. Note la confesi�n inmediata por convicci�n de su pecado. Su confesi�n breve, sentida, yendo a la ra�z del asunto. ( RE Faulkner .)

Los d�as oscuros de David

Si el coraz�n se enaltece, si el orgullo y el engreimiento reemplazan a la humildad y el olvido viril de s� mismo, es probable que el alma pierda su aferramiento a Dios y su estrecha comuni�n con �l, y existe el peligro de que la tentaci�n prevalezca sobre las alturas. principio, peligro de que el "hombre natural" usurpe el lugar del "hombre espiritual", peligro de ca�da. As� sucedi� con David. La altura de su �xito y el esplendor de su triunfo pueden haberlo desconcertado.

Era un hombre fuerte con una naturaleza apasionada, y a trav�s de sus pasiones cay�. Fue un verdadero ejemplo de la terrible declaraci�n de St. James. �l fue "alejado de su lujuria y seducido"; y cuando la concupiscencia hab�a concebido, tra�a pecado; y el pecado, cuando fue consumado, dio a luz la muerte. Un pecado deliberado tiene esta propiedad terrible de que, a menos que se controle de inmediato, mediante una confesi�n honesta y un regreso a Dios, seguramente conducir� a otros pecados. Tal fue el caso de David. Trat� de encubrir el crimen que hab�a cometido mediante varios esfuerzos para enga�ar a Uriah y hacer imposible que se conociera el oscuro secreto.

2. Hab�a pasado un a�o desde la ca�da de David. Hab�a regresado a Jerusal�n triunfante. Probablemente, el muerto Ur�as fue olvidado. El hijo de la culpa fue quemado y amado por David con una ternura apasionada. La espantosa historia, sin embargo, no fue, tal vez muy seguros, olvidada por el propio rey. Por mucho que la comisi�n de los cr�menes de adulterio y asesinato hubiera herido o cegado su conciencia, como siempre lo hace el pecado voluntario, a�n as�, "el hombre conforme al coraz�n de Dios", el hombre que hab�a mostrado a trav�s de muchas tentaciones "un hombre honesto y bueno coraz�n �, el hombre que hab�a amado y confiado en Dios con tanta fidelidad, no podr�a haber descansado del todo a sus anchas bajo el terrible recuerdo de que hab�a permitido que la baja pasi�n conquistara su mejor yo.

3. Dios estaba mirando con misericordia a su siervo, y Nat�n fue enviado a �l para llevarlo a la plenitud de un arrepentimiento sincero y restaurar la paz con Dios. Nathan cumpli� con su deber sin miedo y por completo. Cualesquiera que sean los dolores que haya y deba haber para los arrepentidos que han ca�do profundamente, "Dios es el Dios de consuelo", y consol� a David. Betsab� era ahora su esposa. Otro ni�o les naci� y David, con el sentido de la paz restaurada con Dios, lo llam� Salom�n, "el pac�fico". ( WJ Knox Little, MA )

La ca�da de David

Este cap�tulo presenta la historia de la ca�da del alma de David desde el pin�culo de la mayor prosperidad a la que Dios lo elev�. La ca�da de David fue doble, en dos pecados (sin arrepentimiento), a saber, el pecado de adulterio y el pecado de asesinato.

I. Las observaciones sobre las circunstancias concomitantes son:

1. El tiempo del adulterio de David. Esto tiene una descripci�n triple, como

(1) La �poca del a�o, en primavera;

(2) El tiempo de guerra, cuando David reanud� su guerra contra los amonitas; y

(3) La hora del d�a, al atardecer ( 2 Samuel 11:1 ). A lo que se puede agregar

(4) El tiempo de la edad y el reinado de David. El c�lculo com�n hace que sea el s�ptimo a�o de David, el cuadrag�simo noveno de su edad y el decimonoveno de su reinado. Pero el Dr. Lightfoot aprendido calcula que es el vig�simo sexto de su reinado y, por lo tanto, el cincuenta y seis de su edad, ya que ten�a treinta a�os cuando comenz� su reinado en Hebr�n, estando en el d�cimo a�o de Samuel.

2. El lugar del pecado de David: era su propio palacio donde se permit�a la comodidad y el placer, cuando deber�a haber estado peleando las batallas del Se�or en el campo con su ej�rcito contra los amonitas. Mientras se mantuvo en el extranjero en las guerras en su propia persona, estaba lo suficientemente seguro. Era la marea de la tarde cuando David deber�a haber estado en su devoci�n, como hab�a sido su costumbre ( Salmo 55:17 ), ya que no estar�a en el campo para pelear.

3. En la tercera circunstancia, la persona, cuya vista fue la ocasi�n de la ca�da del alma de David. Ella se describe aqu� de diversas maneras:

(1) Una mujer lav�ndose, es decir, de su impureza legal ( Lev�tico 15:19 ; Lev�tico 18:19 .) Posiblemente alguna ventana se dej� abierta por descuido en su habitaci�n, que estaba cerca del palacio real, donde pod�a espie no beholder; pero la lujuria, siendo vidente y lujurioso, David la vio a trav�s de la ventana que luego se dej� abierta por casualidad o por descuido.

(2) "Muy hermoso para la vista". Este fue un cebo fuerte para David, quien se hab�a estado complaciendo con un exceso de comida y bebida.

(3) Se la describe por su nombre, as� como por su belleza ( 2 Samuel 11:3 ). David pregunt� por ella, qui�n era, cuando deber�a haberse reprochado a s� mismo por mirar y codiciar un objeto prohibido; m�s especialmente cuando descubri� que ella era hija de uno y esposa de otro de sus famosos dignos ( 2 Samuel 23:39 23:34; 2 Samuel 23:39 ).

(4) "David envi� mensajeros a buscarla". La lujuria desenfrenada, como la vid silvestre, deambular� por el seto.

(5) Ella vino de su propia casa a su palacio, no por la fuerza sino por persuasi�n, fingiendo s�lo hablar con ella; pero no vino tan bien fortalecida para resistir una tentaci�n como deber�a.

II. Vayamos a un lado con Mois�s para tener una peque�a perspectiva de esto, una gran maravilla,

1. En cuanto a David, "un hombre conforme al coraz�n de Dios", pero su lujuria desenfrenada lo hab�a metamorfoseado en una bestia, ahora bien podr�a decir en las palabras de Asaf: "�Tan necio e ignorante era yo, e incluso como una bestia! delante de ti ". ( Salmo 73:23 .) Esto nos ense�a que los mejores de los hombres son los mejores hombres; �Y qui�n eres t�, oh hombre, que te crees lo suficientemente seguro y protegido de los actos del pecado? �Ciertamente no conoces la plaga de tu coraz�n� ( 1 Reyes 8:38 ).

2. En cuanto a Betsab�, algunos dicen que no estaba libre de defectos por varios motivos.

(1) Que se ba�� en su jard�n, tan cerca de la corte del rey, porque Ur�as, siendo uno de los dignos de David, ten�a su casa asignada cerca del palacio real.

(2) Que ella vino de buena gana con el primer mensajero sin ning�n tipo de celos de una trampa para ella, despu�s de que ella se lav� demasiado abiertamente a la vista de la corte.

(3) Que se rindi� tan f�cilmente a las tentaciones de David sin ninguna reticencia, olvid�ndose de su fidelidad a su honorable esposo, eligiendo m�s bien ser una vil ramera para un rey que una esposa honesta para un buen s�bdito.

III. David agrega el asesinato a su adulterio, en lugar de arrepentirse de su pecado.

1. Primero, el plan de David para congelar su pecado de los ojos de los hombres, mientras tanto, sin tener en cuenta el ojo de Dios que todo lo ve, etc.

(1) Env�a a buscar a Ur�as para que, al regresar a casa y acostarse con su esposa, crea que este hijo ahora engendrado es de su propia engendramiento.

(2) El discurso entre David y Ur�as a su regreso por convocatoria real (v.7)

(3) David todav�a trata con Ur�as mientras est� sobrio, y disimuladamente le da una dispensa amistosa (v. 8) y le pide que se vaya a casa y se refresque despu�s de su trabajo, �y regoc�jese con la esposa de su juventud� ( Proverbios 5:18 . ) Sin dudar, pero �l conversar�a con su esposa, y as� cubrir�a tanto su pecado como su verg�enza.

(4) La protesta de David con Ur�as, ocasionada por no aceptar el permiso del Rey para ir a su casa, sino dormir toda la noche entre la guardia del rey (v. 9).

(5) Ur�as todav�a mantiene su resoluci�n (v. 11) ni la dignidad del rey (dice Pedro M�rtir) ni la belleza e importunidad de su esposa pudieron rescatarlo de su humor refractario. As�, la providencia de Dios contrarrest� todas las pol�ticas y proyectos de David, quien desde el principio se propuso ocultar su pecado, cuando el Dios m�s sabio lo haga revelado; y para que el rey no piense que es un malhumor demasiado descarado en un s�bdito para ser tan perentorio, presenta una raz�n muy importante para persistir en su resoluci�n.

(6) A�n as�, David, en lugar de arrepentirse, procede de mal en peor ( 2 Samuel 11:12 ), cuando se encontr� enfadado en sus antiguos planes con Ur�as mientras estaba sobrio, intentar� un truco m�s para emborrachar a Ur�as, para que, en estado de ebriedad, se olvide de su juramento y se acueste con su esposa, despoj�ndose de toda su antigua austeridad.

2. El �ltimo, pero peor eslab�n de esa l�gubre cadena de la lujuria de David: David estaba tan lejos de arrepentirse de su pecado que, al ver su oficio (para ocultar su adulterio, le fall� en todos los otros medios justos que invent�, ahora) se resuelve sobre la crueldad en el uso de m�todos inmundos para cortar insensiblemente a este buen Ur�as, y as� cubrir su adulterio con asesinato, para que no viva para acusar a la ad�ltera.

(1) En orden a esto, le escribi� una carta a Joab (v. 14), no con negro sino con sangre, y Ur�as debe llevar esta espada a Joab para que le corte la garganta.

(2) Ur�as debe ser puesto en la batalla m�s ardiente, y luego se tambale� (v.15). Joab debe creer que esta excelente persona ten�a de alguna manera merecida la muerte, y debe ser el verdugo; sin embargo, no pod�a ignorar la ley, que ning�n criminal debe morir sin dos o tres testigos en su contra; por lo tanto, fue demasiado obsequioso al obedecer una orden tan tir�nica (v.16, 17), pero Joab tal vez esperaba congraciarse con David por el asesinato de Abner, que a�n no hab�a respondido, porque ahora David era como si fuera no menos culpable que �l mismo. Bien o mal, complacer� al rey.

(3) Joab dicta las nuevas en el orden en que el mensajero debe informar a David (v. 18, 19), y si el rey objeta cualquier imprudencia en la empresa, debe responder: "Ur�as tambi�n ha muerto", y eso responde a todas objeciones.

(4) David estaba complacido, diciendo "No se enoje Joab", etc. (v. 25), donde suaviza a su general, desprecia la matanza de tantos hombres valientes y disimula profundamente con el mensajero, que ni su ni se le podr�a descubrir la orden sangrienta ni la obediencia aduladora de Joab. David hab�a estado todav�a luchando contra la corriente en el uso de medios justos, y nadie lo har�a con su contenido; pero, habiendo tenido �xito en esta p�rfida pol�tica, �oh, c�mo se abraza a s� mismo bajo la dureza de coraz�n!

(5) Betsab� lament� la muerte de su esposo (v. 26), y sin duda fue un duelo fingido y alegre. Ella estaba interiormente complacida, tanto como libre del miedo a su ira y el castigo de una ad�ltera, como: como esperando ahora ser convertida en reina. Si hubiera sido consciente de su pecado (despu�s sin duda lo fue), habr�a llorado como una paloma, como lo hizo la reina Huzza ( Nah�m 2:7 .

) Pero despu�s de siete d�as de duelo (dice Josefo) el tiempo ordinario ( G�nesis 50:10 , 1 Samuel 31:13 ) el ad�ltero se cas� con la ad�ltera; y probablemente se podr�a apresurar m�s aqu� para que David pensara que ella estaba encinta despu�s de casarse (v.

27.) �Pero lo que David ten�a (solo desagrad� al Se�or�, que no era simplemente que se casara con ella, porque eso no est� prohibido en ninguna parte en las Escrituras, sino que la atrajo al adulterio y luego asesin� a su esposo. ( C. Ness .)

Susceptibilidad al pecado

El profesor George Lincoln Goodale, hablando del cultivo de plantas, dijo: �Es imposible para nosotros ignorar el hecho de que parece haber ocasiones en la vida de una especie en las que parece ser peculiarmente susceptible a las influencias de su entorno. Una especie, como un barco cuidadosamente cargado, representa un equilibrio de fuerzas internas y externas. Las perturbaciones pueden provenir de variaciones desde adentro, como por un cargamento que se desplaza, o en algunos casos desde afuera.

Podemos suponer que ambas fuerzas est�n activas en la producci�n de variaci�n, un cambio en la condici�n interna que hace que la planta sea m�s susceptible a cualquier cambio en su entorno. "Bajo la influencia de cualquier alteraci�n marcada, puede producirse un estado de equilibrio inestable, en cuyo momento la especie como tal es f�cilmente afectada por agentes muy leves". An�loga a la observaci�n de las plantas en crecimiento por parte de un cient�fico erudito es la experiencia de cada vida humana en crecimiento.

No podemos pasar por alto su evidencia siempre repetida de que hay ocasiones en las que el car�cter, para usar la frase del Dr. Goodale, "parece ser particularmente susceptible a la influencia de su entorno"; y las perturbaciones, ya sea desde adentro o desde afuera, producen tal estado de "equilibrio inestable", que el personaje es "f�cilmente actuado por cualquier agencia muy leve". Entonces es cuando, por muy poco, se dan los pasos importantes de la vida y conducen al �xito o al fracaso. ( Revisi�n homil�tica .)

Las horas d�biles de un hombre

Un hombre es d�bil, no por el poder que ataca, sino por la falta de poder defensivo. No importaba d�nde se realiz� el asalto en Gettysburg al tercer d�a, por el adversario que intent� perforar el centro de las l�neas; y no importaba que vinieran tras un perfecto torbellino de ca�onazos; porque el poder de resistencia era mayor que el poder de ataque. Esa es una hora de debilidad cuando el poder de resistencia es d�bil.

Ahora bien, nada es m�s d�bil que la conciencia cuando est� paralizada por el toque de la avaricia. Hay tal apetito en algunas naturalezas por el oro que, aunque a veces son varoniles y buenos en mil aspectos, en otras ocasiones, cuando domina la avaricia, sus sentimientos morales se ven paralizados por �l; y esas son sus horas d�biles. Hay algunos hombres cuya hora de debilidad est� relacionada con sus pasiones. Hay algunos hombres cuya hora d�bil est� en el grado inferior de los placeres.

Hay algunos hombres cuya hora d�bil es comer. Hay otros hombres cuya hora d�bil es la bebida. �Oh, cu�ntos hombres nobles se han ce�ido, cu�ntos hombres de genio han sido completamente destruidos, cu�ntas personas de esperanza y promesa han sido completamente derrocadas por la intemperancia! ( HW Beecher .)

Es imperativo la vigilancia contra los apetitos desenfrenados

Las pasiones carnales son como marineros rebeldes, que deben mantenerse bajo cubierta. �Nunca permitas a tu naturaleza inferior nada mejor que un pasaje de tercera clase. Deja que la vigilancia mure: las cubiertas como un centinela armado y derriben con gran prontitud cualquier cosa que se parezca a un mot�n de apetitos desenfrenados �. Dice el ap�stol: "Mortifica, literalmente, mata a tus miembros que est�n sobre la tierra". ( EP Thwing. )

Sin, un invitado malicioso;

"El pecado es un hu�sped enfermo", dice Manton, "porque siempre prende fuego a sus alojamientos". Entretenido dentro del pecho humano, y acariciado y acariciado, hace que su anfitri�n no sea m�s que un malvado. Coloca las brasas del deseo maligno dentro del alma con la intenci�n evidente de encender al hombre entero con pasiones feroces. Dejemos que estas pasiones se enfurezcan y la llama arder� incluso hasta el infierno m�s profundo.

�Qui�n no cerrar�a la puerta a un invitado as�? O, si se sabe que est� acechando dentro, �qui�n no lo sacar�a a rastras? Cu�n necios son los que se deleitan en semejante enemigo y lo tratan con m�s cuidado que a su mejor amigo. ( CH Spurgeon .)

Mirar algo equivocado es peligroso

El coqueteo d�bil con los deseos prohibidos seguramente terminar� en aferrarse a ellos de manera perversa. �J�venes, cu�dense! Est�s al borde de un gran precipicio cuando miras, desde tu imaginada seguridad, a algo equivocado; y esforzarse demasiado y parecer demasiado amistoso conduce a un peligro peligroso de volcarse y perderse. Si sabes que una cosa no se puede ganar sin transgresi�n, no interfieras en anhelarla. Ap�rtate del borde y cierra los ojos para no contemplar la vanidad. ( A. Maclaren, DD)

Satan�s siempre cerca de los ociosos

El hecho de que David se entregara a la comodidad y el placer fue la ra�z de toda su miseria. Las aguas estancadas acumulan suciedad. Las moscas se posan sobre los perfumes m�s dulces cuando est�n fr�os y los corrompen. Como el cangrejo se apodera de la ostra boquiabierta, as� Satan�s se apodera de los ociosos. Ning�n musgo se pega a la piedra rodante, que si se queda quieta quedar�a cubierta de maleza. Las malas hierbas m�s rancias crecen en la tierra m�s gruesa. El agua que se ha calentado pronto se congela; el esp�ritu m�s activo se cansa m�s pronto de la holgazaner�a.

La tierra est� quieta y es toda escoria; los cielos siempre se mueven y son puros. Cuidado con la comodidad y la ociosidad: aqu� comenz� la ca�da de David. No digas de esto, como Lot dijo de Zoar: "�No es peque�o?" La paridad de un pecado no quita su pravidad; y un menor da paso a un mayor, como hacen las cu�as en la hendidura de madera. Pompeyo deseaba que todos sus soldados pudieran entrar en cierta ciudad; cuando eso fue negado, dijo: "No entren soldados d�biles y heridos"; lo hicieron, y luego pronto abrieron las puertas a todo el ej�rcito. ( J. Trapp .)

Versículo 13

Y cuando David lo llam�, lo emborrach�.

La pecaminosidad de causar embriaguez.

Es una cosa muy perversa, bajo cualquier dise�o, emborrachar a una persona. �Ay del que lo hace! ( Habacuc 2:15 .) Dios pondr� una copa de temblor en las manos de los que ponen en manos de otros la copa de la embriaguez. Robarle la raz�n a un hombre es peor que robarle su dinero, y llevarlo al pecado peor que meterlo en cualquier problema. ( M. Henry .)

Versículo 14

David le escribi� una carta a Joab.

&mdashAs� que en la historia griega, Proetus envi� a Belerofonte a Jobates con su propia sentencia de muerte. (Cp. Hom. II. 6: 168, 169.) �No quisiera matarlo, que su alma aborrec�a; pero al padre de su esposa, el rey de Licia, lo envi�, con s�mbolos cargados de terrible importancia, en tablas dobladas trazadas, envenenando, la mente del monarca para trabajar en su muerte ". ( AF Kirkpatrick, MA )

Versículo 27

Pero lo que David hab�a hecho desagrad� al Se�or.

La inseguridad universal de la perseverancia religiosa

La transacci�n se registra extensamente en el cap�tulo que contiene el texto; y las conclusiones que podemos sacar de su revisi�n son numerosas.

1. La primera, y de ninguna manera la menos importante de ellas, es la prueba que surge de que ninguno de nosotros puede reclamar ninguna gracia constre�ida que, a pesar de nosotros mismos, nos obligar� a la santidad ya la salvaci�n. Que David disfrut� de la gracia de Dios en un grado muy especial, es lo que ning�n cristiano puede negar: y es de esperar que pocos se sientan m�s favorecidos que �l en este particular.

Sin embargo, aqu� tenemos una melancol�a, pero todav�a una prueba sumamente positiva y saludable de que ninguna porci�n de la gracia de Dios, por considerable que sea, proteger� al hombre de las m�s terribles atrocidades, a menos que la emplee cuando se le d�. Nuestra fe no debe ser la confianza en que seremos salvos, sino la confianza en que, si obedecemos. Dios lo mejor que podamos, seremos salvos; y nuestra esperanza debe ser que podamos rendir esa obediencia que puede ser aceptada por medio de Cristo; mientras que nuestras vidas deben ser dignas de tal esperanza; debemos demostrar que tenemos esta esperanza en nosotros, purific�ndonos a nosotros mismos, as� como �l es puro.

2. La siguiente consideraci�n que nos obliga a prestar atenci�n es la diferencia entre las circunstancias de David en el momento de su ca�da y aquellas en las que se encuentra, cuando tuvo el mejor de todos los testimonios, de que "el Se�or estaba con �l". Ahora vemos que, por m�s deseables que sean la prosperidad y el ocio en s� mismos, tienen peligros, que para resistir requiere toda la fuerza que Dios ha puesto a nuestra disposici�n.

David no era un novato en sus halagos. Durante diez a�os hab�a estado en posesi�n indiscutible del esplendor y los lujos del reino de todo Israel. Todo este per�odo hab�a sido tan notable como los d�as m�s oscuros de su adversidad por el cumplimiento m�s religioso de los dos grandes deberes integrales, el amor a Dios y el amor al pr�jimo. Por tanto, por ofensivo que sea el pensamiento para quien se siente seguro en su propia justicia, o quien se imagina tan firmemente en la mano del Se�or que nada puede arrancarlo de all�, es, sin embargo, la conclusi�n inevitable de La melanc�lica verdad ahora bajo consideraci�n de que ning�n hombre, cualquiera que sea su verdadera santidad, o cualquiera que sea su opini�n sobre la decisi�n de su destino futuro, est� a salvo de las manchas de los pecados m�s mortales.

David, al parecer, hab�a sido hasta entonces tan santo en la prosperidad como en la angustia; y, podr�a suponerse, estaba ahora tan �ntimo con la grandeza y el poder como para no tener nada que temer de su influencia, especialmente cuando se considera que fue por la religi�n habitual que se hab�a mantenido inviolado en medio de las pruebas de la persecuci�n y las tentaciones. de lujo. Pero en esta crisis hubo una circunstancia notable.

Ya hab�a hecho todo lo que se requer�a de �l en la vida activa, y parec�a que ahora no quedaba nada m�s que dirigir sus pensamientos hacia los intereses y el buen gobierno de su reino. Cuando su almohada era la roca y su cortina la cueva; cuando su espada, bajo la Providencia, le procuraba el pan de cada d�a de los enemigos de su pa�s, y los medios de existencia constitu�an el objeto y la b�squeda de la vida, era piadoso e inamovible; debe haber estado activo, o debe haber renunciado a su vida.

Pero ahora el caso era muy diferente; no s�lo ten�a todas las necesidades, sino todos los lujos que la voluptuosidad m�s refinada pod�a concebir, atendiendo profusamente a su alrededor: ten�a ciertamente el deber de su cargo, grabar su importancia en su mente; pero luego tuvo la oportunidad de descuidarlo; �e incluso David, al parecer, no estaba a prueba de las solicitudes de esta oportunidad! Para todos nosotros, este ejemplo est� plagado de materiales para la aplicaci�n personal m�s seria.

La carne misma trabaja con nosotros mientras nos afanamos por su sustento; pero una vez que lo hemos logrado, ingratamente se vuelve contra nosotros y se esfuerza por esclavizarnos a su dominio. Donde las necesidades de la vida no lo obligan a trabajar, existe un gran peligro, incluso para el cristiano confirmado, de que el valor del tiempo y la necesidad de mejorarlo no est�n siempre presentes en su mente; mientras que las tentaciones que surgen de la propia naturaleza de su situaci�n son tales que en todo momento exigen la m�s cercana y diligente circunspecci�n.

Y cuando el momento de descuido y la tentaci�n coinciden, como suele suceder, el ejemplo que tenemos ante nosotros es una terrible demostraci�n de la ruina que debe seguir. El crimen de Betsab� no puede ocultarse por mucho tiempo: el castigo fue la muerte; o, por lo tanto, Betsab� debe ser sacrificada a la ley, o su esposo debe ser removido a tiempo para permitirle convertirse en la esposa de David antes de que surjan sospechas.

David ya no vacila: la orden fatal se sella deliberadamente y se pone en manos de la v�ctima generosa e inocente, que inmediatamente es colocada por su comandante en el puesto m�s agradable a sus sentimientos, el frente de la batalla m�s ardiente, y traicionado por sus cobardes compa�eros en manos de un enemigo implacable. Tal es el progreso uniforme natural del pecado, dondequiera que eche ra�ces, aunque la tierra sea el coraz�n de David. ( H. Thompson, M. A. )

Dos aspectos de David

1. Este cap�tulo revela el car�cter de David en sus aspectos m�s angustiantes. De un extremo a otro es una producci�n digna s�lo del genio mismo de la perdici�n, su misma grandeza se convierte en la medida de su pecado. Todos sus sentidos se encienden en el infierno. El esp�ritu de generosidad est� muerto dentro de �l. El esp�ritu de justicia est� desterrado de su naturaleza. �C�mo se desvaneci� del cielo la estrella de la ma�ana! �C�mo se oscureci� el oro fino! �C�mo han ca�do los grandes! Es casi imposible creer que esta sea la naturaleza humana en absoluto.

No busquemos excusar a David. Da�amos la Biblia, y todo el prop�sito del volumen inspirado, si hablamos tan solo una palabra en defensa de una serie de acciones que podr�an haber sido concebidas por Satan�s y ejecutadas dentro de las tinieblas de la perdici�n.

2. La frase m�s importante es la �ltima: "Pero lo que David hab�a hecho desagrad� al Se�or". Sin esa frase, el cap�tulo habr�a sido intolerable. A partir de este momento, David deber� llevar el juicio del Se�or. No se suponga que incluso el rey David podr�a cometer semejante serie de errores y crueldades, tocar su arpa con tanta habilidad como siempre y cantar ante el cielo con tanta alegr�a como siempre lo hizo.

El arpa de David adquiri� un nuevo tono tras esta infamia. Los salmos fueron escritos por David despu�s de esta gran transgresi�n que no pudo haber sido escrita antes de su comisi�n. Se agregaron a�os a la vida del rey; estaba inclinado bajo una carga invisible; su rostro estaba arrugado por el dolor, y sus ojos estaban empa�ados por l�grimas de contrici�n.

3. Vemos ahora algo de lo que es la naturaleza humana cuando se deja que se muestre. Estamos destinados a pasar a la historia como la �nica revelaci�n de la naturaleza humana. Es en vano inventar y discutir teor�as de la psicolog�a; es en vano considerar un aspecto de la naturaleza humana y juzgar el todo por la parte; Tambi�n es en vano fijar una fecha determinada en la historia de la humanidad y juzgar a los hombres seg�n esa norma de civilizaci�n.

La �nica pregunta es qu� han hecho los hombres en su peor estado de �nimo. Una respuesta a esa pregunta resolver� toda la cuesti�n con respecto a la depravaci�n humana. Estamos obligados a mirar un cap�tulo como el primero de la ep�stola a los Romanos, si queremos ver qu� es la naturaleza humana en sus posibilidades m�s �ntimas y m�s grandes. Tampoco debemos dejar de pensar en el espantoso espect�culo. Hablar de sensibilidades rebeldes, prejuicios muy excitados y declarar que tales casos est�n m�s all� del alcance de un estudio cuidadoso, es simplemente privarnos de algunas de las lecciones m�s s�lidas de la historia humana. . Debemos saber qu� es el pecado antes de que podamos tener una idea adecuada de la relaci�n Divina con �l. El pecado explica la cruz, el pecado explica la expiaci�n, el pecado explica a Cristo.

4. La Biblia debe ser juzgada por lo que Dios hubiera hecho, no por lo que hubiera hecho el hombre. Encuentre una sola oraci�n que apruebe la culpabilidad de David. Felizmente, no existe tal oraci�n en todo el registro. El esp�ritu de la Biblia, por lo tanto, no se ve en lo que hizo David, sino en los juicios que lo siguieron y oscurecieron su d�a con tremendos nubarrones. "Es una cosa terrible caer en las manos del Dios viviente". ( J. Parker, D. D. )

La agravaci�n del pecado de David

En cuanto a la ca�da de David, que no se mencione ni una sola vez entre ustedes, como conviene a los santos. La ca�da de David fue tal como no se menciona entre los gentiles. Pero, m�s all� de hablar de c�mo fue la ca�da de David, fue lo que sigui� a su ca�da lo que tanto desagrad� al Se�or. En palabras del �ltimo editor de Butler, "es m�s seguro ser malvado en la forma ordinaria que de esta corrupci�n que yace en la ra�z". Como se�ala Thomas Goodwin en su gran tratado sobre la "Agravaci�n del pecado".

�Fue el� asunto de Ur�as �, incluso m�s que el asunto de Betsab�, lo que despert� la ira del Se�or contra David. Es decir, fue el pecado de deliberaci�n y determinaci�n de David, m�s que su pecado de pasi�n repentina y embriagadora. Fueron ambos asuntos; fueron ambos pecados; pero no se puede pasar por alto que fue despu�s de doce meses de autoenga�o, hipocres�a interna y silencio auto-perdonador por parte de David que Nat�n fue enviado a David con tanta indignaci�n divina.

C�mo un hombre como David pudo haber vivido todo ese tiempo empapado hasta los ojos en adulterio y asesinato y no volverse loco es simplemente inconcebible: es decir, ser�a inconcebible si no tuvi�ramos nosotros mismos con los que hacer un paralelo e ilustrar a David, y hacer que David sea posible y natural para nosotros. ( Alex. Whyte, D. D. ).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "2 Samuel 11". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/2-samuel-11.html. 1905-1909. Nueva York.
 
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