Lectionary Calendar
Saturday, September 28th, 2024
the Week of Proper 20 / Ordinary 25
Attention!
StudyLight.org has pledged to help build churches in Uganda. Help us with that pledge and support pastors in the heart of Africa.
Click here to join the effort!

Bible Commentaries
Proverbios 27

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

Buscar…
Enter query below:

Versículo 1

No te jactes del ma�ana; porque no sabes lo que traer� el d�a.

Sobre la conducta a realizarse frente a eventos futuros

Es innecesario probar el cambio y la mutabilidad de nuestro estado actual, o el hecho de que los cambios no pueden ser previstos por nosotros. Por obvios que sean, ser�a bueno que los pensamientos de los hombres se concentraran m�s en ellos. Pero por un extra�o y predominante enga�o, casi todos piensan que su propio caso es una excepci�n a la ley general; y que pueda elaborar planes con tanta confianza en su situaci�n actual como si se le diera alguna seguridad de que nunca cambiar�a.

Ha sido tan ideado por la Providencia que no deber�a haber estabilidad permanente en la condici�n del hombre en la tierra. Las semillas de la alteraci�n se siembran en todas partes. Y piense de qu� peque�as e insignificantes causas dependen los cambios. En medio de todas estas contingencias, cada d�a se forman planes y dise�os para el futuro. Y esto es apropiado y apropiado. Pueden indicarse reglas y precauciones.

I. No te jactes del ma�ana, nunca presumas arrogantemente del futuro. Cuidado con el orgullo y la vanidad. En el d�a de la prosperidad, regoc�jate con temblor.

II. No desesperes por el ma�ana. Las situaciones adversas llenan a muchos de miedos y alarmas de lo que est� por venir. El d�a puede traer alg�n alivio imprevisto y, por lo tanto, debemos esperar en medio de la angustia. La doctrina que los cambios del mundo inculcan perpetuamente es que ning�n estado de las cosas externas deber�a parecer tan importante, o deber�a afectar y agitar tanto nuestro esp�ritu como para privarnos de una mente tranquila, igual y firme. La ansiedad, cuando se apodera del coraz�n, es una enfermedad peligrosa, que produce tanto mucho pecado como mucha miseria.

III. No demore hasta ma�ana lo que conviene hacer hoy. T� no eres el se�or del ma�ana. La dilaci�n ha sido, a lo largo de todas las �pocas, la ruina de la humanidad. Muchas de las desgracias que sufren los hombres en sus preocupaciones mundanas son consecuencia de la demora. El ma�ana, cargado con las preocupaciones de hoy, adem�s de las propias, est� atascado y avergonzado. Los males del mismo tipo, que surgen de la misma causa, se apoderan de los hombres en sus intereses morales y espirituales.

IV. Est�n todos los d�as preparados para lo que pueda traer ma�ana. La mejor preparaci�n para todas las incertidumbres del futuro consiste en una mente bien ordenada, una buena conciencia y una alegre sumisi�n a la voluntad del cielo. Si ma�ana te trae alg�n bien inesperado, prep�rate para recibirlo con gratitud, templanza y modestia. Si trae maldad, prep�rate para recibirlo con entereza viril.

V. Construya sus esperanzas de felicidad en algo m�s s�lido y duradero de lo que probablemente produzca hoy o ma�ana. El que descansa enteramente sobre este mundo edifica su casa sobre la arena. Somos engendrados de nuevo para una "esperanza viva". He aqu� el objeto al que un sabio dirigir� su atenci�n principal, para que, habiendo cumplido su parte en la tierra con fidelidad y honor, pueda, por los m�ritos de su Salvador, buscar un lugar en las mansiones de la eternidad. y paz tranquila. Esta perspectiva es el gran correctivo de la actual vanidad de la vida humana. ( Hugh Blair, DD .)

Jactancia

La naturaleza del hombre se inclina a jactarse, a glorificarse en algo, y esto surge de alguna excelencia o ventaja percibida, y as� se origina en el poder de comprensi�n del hombre. Hay una gloria y jactancia que es buena, especialmente una jactancia en Dios. Es el aprehendido inter�s personal en una cosa lo que la convierte en objeto de jactancia. Nada es verdaderamente propio del alma sino aquello que sobrevive a todos los cambios y es inseparable de �l.

Puede haber una leg�tima gloria en las obras de Dios. A menudo, los hombres se enorgullecen de lo que es su verg�enza. En este texto se presenta el objeto de la jactancia degenerada y viciosa. �No te jactes de ti mismo�, ni de ti mismo. El yo es el centro de los afectos y movimientos del hombre. Esta es la gran "Diana" que adora el coraz�n. Los afectos de los hombres se dividen en tres grandes cabezas de cosas creadas.

1. Los bienes o perfecciones de la mente.

2. Los bienes o ventajas del cuerpo.

3. Las cosas que est�n sin nosotros, buena suerte, riquezas y honor.

Tambi�n hay una fuerte inclinaci�n en el hombre hacia el tiempo venidero; tiene un apetito inmortal. Si el alma del hombre estuviera en la integridad primitiva, esta providencia del alma alcanzar�a la eternidad, que es la �nica medida justa de la resistencia de cualquier esp�ritu inmortal. Pero como el entendimiento del hombre se oscurece, no puede ver nada m�s all� del "ma�ana". Pero la confianza en el ma�ana es una locura, debido a la inestabilidad de todas las cosas externas y a nuestra ignorancia de los acontecimientos futuros.

De todas las jactancias, la m�s irracional y sin fundamento es la que surge de la presunci�n de cosas futuras, que son tan inciertas tanto en s� mismas como para nosotros. El yo es el gran y �ltimo objeto de la gloria del hombre. La posesi�n presente de ning�n hombre lo satisface, sin la adici�n de esperanza y expectativa para el futuro. Nuestros ingresos actuales no contentar�n el coraz�n. Por lo tanto, el alma, por as� decirlo, anticipa y anticipa el ma�ana. Pero considere ...

1. Cu�n independientes son todas las cosas de nosotros y de nuestra elecci�n.

2. La inconstancia de todas las cosas materiales. No hay nada seguro, pero todas las cosas son inciertas.

3. Nuestra ignorancia sobre los cambios venideros. Todas las cosas proclaman la locura y la locura de aquello sobre lo que est� puesto el coraz�n del hombre. "El consejo del Se�or", solo eso "permanecer�". ( H. Binning .)

La necesidad de un arrepentimiento presente

Los hombres no tienen escr�pulos en reconocer la doctrina del arrepentimiento, sino el tiempo para hacerlo. Dicen: "Ma�ana ser� tiempo suficiente". Y dicen esto, una y otra vez, a trav�s de todas las etapas de la vida. Preste atenci�n a la absoluta necesidad de nuestra realizaci�n actual de esta gran obra de arrepentimiento.

I. Muestre esto con las peligrosas incertidumbres de las que tienen que depender todos los hombres que retrasan. No hay tal cosa insinuada en las Escrituras como arrepentimiento futuro. No hay motivo para esperar que un arrepentimiento tard�o beneficie a los hombres que, consciente y voluntariamente, difieren ese arrepentimiento que es el deber del presente.

1. �Qu� certeza puede haber en aquello que depende de un fundamento tan incierto como la vida del hombre? �Qui�n puede asegurar un m�s all� en el que arrepentirse?

2. As� como la vida es incierta, tambi�n es incierta la continuidad de la gracia de Dios.

II. Cu�n impropios ser�n los tiempos resueltos por tales hombres para arrepentirse para la obra de su arrepentimiento. Como el momento de la enfermedad, la vejez o la muerte.

III. Toda excusa que los hombres puedan dar a favor de sus retrasos debe, si se considera seriamente, obligarlos a apresurar su arrepentimiento.

1. Disculpe - sus pecados son tan peque�os; se pueden desechar f�cilmente a voluntad.

2. Los pecados son tan grandes; es muy dif�cil arrepentirse.

3. La vida ahora est� demasiado llena de otras cosas. Considere que cada momento consume algo del hilo de la vida; y el de todos los negocios y empleos, ninguno puede ser m�s requisito que hacer las paces con Dios. ( William Bramston .)

Ma�ana

Algunos se ven obstaculizados por las dudas o cegados por una incredulidad definida; otros son repelidos del evangelio por los prejuicios de la educaci�n temprana; otros por influencias mundanas, otros por amor al pecado; y algunos por un miedo cobarde a las posibles consecuencias de la decisi�n. El principal obst�culo, sin embargo, es el h�bito de procrastinar. La culpa es com�n incluso en asuntos mundanos. Hay cosas que se deben hacer de una vez y otras que se pueden dejar.

Estos �ltimos tienen muchas posibilidades de que nunca se realicen. Son pocos los que no tienen la intenci�n acechante de pensar en asuntos religiosos tarde o temprano. Muchos no est�n dispuestos a actuar r�pidamente porque temen que la religi�n pueda interferir con su forma de vida, su prosperidad comercial y sus placeres sociales. Poco a poco, cuando otros asuntos no sean tan urgentes, es posible que encuentren una temporada conveniente.

Este h�bito de procrastinar crece en nosotros hasta que se convierte en una especie de segunda naturaleza, y al final, incluso si quisi�ramos actuar con prontitud, parece que casi hemos perdido el poder. Para alguien que duda de la Biblia, hay cien que simplemente la postergan por el momento. El Esp�ritu Santo dice: "Hoy"; todav�a dicen: "Ma�ana". �C�mo podemos contrarrestar mejor esta disposici�n a la postergaci�n? El mundo nominalmente cristiano est� impregnado de la noci�n radicalmente falsa de que la religi�n tiene que ver principalmente con el futuro y no con el presente.

Esta noci�n es alentada por el uso de la palabra "salvaci�n". Los hombres no ven que necesitan ser salvados ahora. La verdadera religi�n es un asunto de urgencia actual. La religi�n es el �nico secreto del verdadero disfrute de la vida. Otra causa de la procrastinaci�n es una idea falsa de la importancia relativa de las cosas temporales y espirituales. La religi�n se considera distinta de los prop�sitos pr�cticos de la vida.

Esta es una estimaci�n invertida de la importancia relativa de las cosas. �Por qu� deber�amos decir hoy en lugar de ma�ana? Porque, de toda nuestra vida, s�lo hoy es realmente nuestro. El ma�ana pertenece a Dios. Cada ma�ana que Dios te asigna, cuando te llega es un hoy. El ma�ana que creemos que har� tanto por nosotros nunca llega. Hoy puede asegurar nuestros mejores intereses; ma�ana pueden haber desaparecido de nosotros y se perder�n para siempre.

Adem�s, tenemos un gran trabajo que hacer, y solo un tiempo limitado para hacerlo. Y vivimos en un mundo que perece, y hombres y mujeres mueren sin preparaci�n cada d�a que pasa. Por decisi�n religiosa, cu�nta felicidad podemos conferir a los dem�s mediante nuestro ejemplo e influencia personal. En este mundo de cambios e incertidumbres, nadie puede estar seguro de que ma�ana tendr� algo. Piensa tambi�n en c�mo est�s tratando a tu Se�or cuando, d�a a d�a, sigues diciendo: �Ma�ana.

�Hoy ??vuelve a ofrecer el don inefable. Su momento es ahora. Otro ma�ana, y �l puede verse obligado a partir de mala gana, cansado al fin por tu despiadada indiferencia. Oh, averg��nzate de que, hasta ahora, �l no haya recibido nada de ti m�s que "ma�ana". ( WH Hay Aitken, MA .)

La locura y el peligro de jactarse del ma�ana

Ninguna verdad es m�s obvia que la de la inestabilidad de la vida humana y la incertidumbre de todas las cosas terrenales; y, sin embargo, no hay ninguno que produzca una impresi�n menos duradera en la mente o un efecto menos pr�ctico en la conducta. Parece ser una verdad tan trillada que pasa desapercibida. Todos nuestros cursos de acci�n, todos nuestros h�bitos de pensamiento, implican que tenemos una permanencia m�s prolongada y un inter�s m�s firme en las cosas que nos rodean, de lo que parece justificar una plena convicci�n de su vanidad e incertidumbre.

Estamos dispuestos a permitir, como regla general, que todo lo que hay debajo sea fugaz e incierto, pero en nuestro propio caso estamos ansiosos por encontrar una afortunada excepci�n. Esto, al menos, est� en el fondo de nuestro coraz�n, brota indistintamente en nuestros pensamientos y susurra paz y seguridad, donde ninguno de ellos es detectable por el ojo de la raz�n. El conocimiento del destino de los dem�s nunca puede eliminar por completo este error, porque est� profundamente arraigado en el coraz�n.

Por jactarse del ma�ana se entiende una confiada expectativa de su llegada y un c�lculo indudable de los placeres que se puede esperar que traiga consigo; tal seguridad imaginaria de poseerlo, que puede llevarnos a aplazar lo que ahora deber�a hacerse hasta ese per�odo imaginario. El mayor mal al que esto conduce es el aplazamiento de una vida religiosa a alg�n per�odo futuro de nuestra existencia; es demasiado com�n que el hombre considere la religi�n como algo totalmente incompatible con las b�squedas y los placeres del mundo presente.

Por lo tanto, conf�a en la posibilidad de que se le extienda el d�a de ma�ana, y en ese per�odo incierto se compromete con la seria tarea de deshacerse de los malos h�bitos que ha contra�do, y de poner freno a las pasiones corruptas que hasta ahora se ha entregado, y de cultivar. las gracias cristianas. Con demasiada frecuencia, en la breve y angustiosa hora de nuestra existencia final, todo el trabajo m�s serio de la vida tiene que hacerse.

Que sea nuestro objetivo, entonces, considerar la religi�n, no como una tarea que se nos ordena realizar, sino como un privilegio que se nos invita a compartir. Para la mayor�a de los males de la vida, la religi�n es un remedio eficaz y, en general, un alentador alivio.

1. Hay muchas miserias que el d�a de ma�ana trae continuamente, que son la consecuencia directa de nuestra propia conducta imprudente o de nuestros propios h�bitos viciosos. Surgen de una falta de religi�n; y la posesi�n de �l, por supuesto, los aliviar�a.

2. El sufrimiento tambi�n nos pertenece como hijos de la mortalidad; tales como dolor, enfermedad, dolencia, edad. La religi�n no puede eliminar por completo tales males, pero puede mitigarlos y aliviarlos de manera muy material. Y, al menos, nos permite mirarlos correctamente.

3. Hay una clase de desilusiones a las que est�n sujetos los hombres irreligiosos, pero de las que el verdadero cristiano est� completamente libre. El hombre mundano est� completamente inmerso en las cosas de esta vida, sus placeres y sus preocupaciones. Cuando llega el cambiante ma�ana y �stos son barridos, �l est� arruinado. La felicidad del hombre religioso no depende de accidentes como estos. ( R. Parkinson, BD .)

Ma�ana

I. El abuso del ma�ana. "No te jactes" -

1. Debido a que es extremadamente tonto jactarse en absoluto, la jactancia nunca hace que un hombre sea m�s grande en la estima de los dem�s, ni mejora las propiedades inmobiliarias de su cuerpo ni de su alma. Las ma�anas vienen de Dios; no tienes derecho a gloriarte en ellos.

2. Porque el ma�ana es una de las cosas m�s fr�giles de la creaci�n y, por tanto, de la que menos se puede jactar. No te jactes del ma�ana, no lo tienes. No te jactes del ma�ana; es posible que nunca lo tengas. No te jactes del ma�ana; si lo tuvieras, te enga�ar�a. No te jactes del ma�ana, porque ma�ana puedes estar donde los ma�anas ser�n cosas espantosas de las que temblar.

3. Porque es sumamente da�ino jactarse. Es doloroso ahora. Algunos hombres son llevados a extravagancias extraordinarias por sus esperanzas del futuro. Ma�ana tambi�n es doloroso. Porque te decepcionar� el ma�ana si te jactas de �l antes de que llegue. El exceso de confianza no solo conlleva un gran dolor para ellos mismos, sino tambi�n para los dem�s.

II. El abuso de lo espiritual ma�ana. Nunca te jactes del ma�ana con respecto a la salvaci�n de tu alma. Aquellos que piensan que ser� m�s f�cil para ellos arrepentirse ma�ana que hoy. Aquellos que suponen que tendr�n mucho tiempo para arrepentirse y regresar a Dios s� lo hacen. Aquellos que se jactan de alguna manera resuelven hacerlo mejor.

III. Si no hay que jactarse de los ma�anas, �no sirven para nada? No; podemos esperarlos con confianza y gozo, y podemos buscar de manera sabia proveer para el ma�ana. ( CH Spurgeon .)

La locura y el peligro de retrasos en la religi�n

I. Los hombres est�n naturalmente inclinados a jactarse de algo.

II. Los hombres tienden a retrasar la religi�n tanto como puedan. Se jactan del ma�ana.

III. Es vil y pecaminoso dejar las preocupaciones de la religi�n para ma�ana.

IV. Solo Dios sabe lo que vendr�. Los jud�os de la �poca de Cristo estaban so�ando con la prosperidad futura, pero �l previ� su ruina y destrucci�n como algo cercano. Nosotros, como ellos, trazamos planes para el futuro e invadimos la provincia del Alt�simo. Quiz�s anticipamos riqueza, honor.

V. Los grandes cambios ocurren en poco tiempo. "Porque no sabes lo que traer� el d�a". Desde la introducci�n del pecado, la criatura en su mejor estado es completamente vanidad. ( Grabador cristiano .)

El peligro de confiar en el futuro

I. En este pasaje se insin�a muy claramente que somos demasiado propensos a jactarnos del ma�ana. Los j�venes esperan vivir hasta la vejez; los de mediana edad, habiendo pasado las etapas m�s cr�ticas de la infancia y la ni�ez, reconocen, con demasiada seguridad, las canas; mientras que los viejos miran a su alrededor en busca de ejemplos, algunos de los cuales pueden recoger de una edad extrema, y ??esperan que ellos mismos se sumen al n�mero de casos extraordinarios de longevidad.

La jactancia del ma�ana tambi�n aparece en la elaboraci�n de esquemas mundanos de comodidad y engrandecimiento futuros. Aquel que se propone como objeto hacer una suma a toda costa, para que, en un tiempo determinado, pueda ejecutar el plan de una gran mansi�n, adecuada a la fortuna, y luego divertirse. Mira d�nde est� el mal; no en pensar en el ma�ana, en el camino de hacer una preparaci�n sabia y prudente, llevando siempre con nosotros, �Si el Se�or quiere�; pero el mal es esa jactancia del ma�ana que implica en pecaminosos, al menos en planes mundanos y presuntuosos, en referencia a alg�n per�odo futuro, o ese tipo de referencia al ma�ana que sustituye a la atenci�n, inmediata y seria. , a nuestros intereses m�s importantes, incluso eternos.

II. Que es una tonter�a alardear de ma�ana: "Somos j�venes". Otorgado; pero los j�venes caen muchas veces. La hoja verde a menudo se ve caer, mordida por las heladas o sacudida por el viento. Los j�venes y fuertes han sido llamados por enfermedad o accidente, la mayor�a eran j�venes. "Pero ya hemos soportado muchas pruebas de nuestra constituci�n y muchos ataques, y todav�a somos vigorosos". Sin embargo, llegar� el �ltimo, y el siguiente puede ser fatal.

�Pero somos una raza longeva. Padre y madre, s�, abuelo y muchos parientes vivieron hasta una edad avanzada ". Olvidas las excepciones. "Pero de alguna manera tenemos esta persuasi�n de que viviremos mucho tiempo y, en cualquier caso, no nos permitiremos el l�gubre presagio de una tumba temprana". Esto es muy enga�oso, es una tonter�a, no pueden dar ninguna raz�n para ello, pronto se dar�n cuenta de que se estaban enga�ando a s� mismos.

III. Que hay mucho peligro en complacer esta disposici�n.

1. Fomenta la irreligi�n y el ate�smo. Dejando fuera de c�lculo su propio estado de debilidad y dependencia, la incertidumbre del tiempo y su ignorancia del futuro, forma sus planes sin ninguna referencia al Divino Dispositor. Construyes muchos planes alt�simos, que saborean a la vez la impiedad y la locura.

2. Se descubre que fomenta algunas de las peores pasiones del coraz�n humano. La ambiciosa raz�n es as�: Unos pocos pasos m�s, y ascender� a la cima de mi profesi�n, o de mi rango en la sociedad, y eso en el curso normal de los acontecimientos, lo que supone la eliminaci�n de otros por el golpe de la mortalidad, como medio de elevaci�n. El codicioso a�ade mont�n a mont�n, con deseos cada vez m�s insaciables, olvid�ndose de su fin �ltimo, y de ese pa�s al que va, donde su riqueza no le servir� de nada.

Una consideraci�n debida de esto podr�a, por la bendici�n divina, cortar de ra�z esta propensi�n a la humillaci�n e id�latra, y dar al alma una direcci�n hacia el cielo. Un d�a puede traer muchos de los eventos m�s inesperados, arrojando una nube oscura sobre las perspectivas m�s halagadoras. Este d�a mejorado puede ser el medio feliz de detener el mal que la presunci�n del ma�ana tiende tanto a fomentar.

3. La jactancia del ma�ana es muy perjudicial para las preocupaciones espirituales y eternas. Es el m�s exitoso de todos los artilugios de Satan�s y el modo m�s f�cil de cumplir sus designios. ( W. Burns .)

Ignorancia del futuro

I. A qu� se aplicar�n las palabras del texto. Sobre algunas cosas podemos calcular con cierto grado de certeza. Aplicar texto

1. Con respecto a nosotros mismos. Y se aplicar� tanto al bien como al mal. El texto parece tener a la vista el mal.

2. A las dispensaciones de la Providencia.

3. Esta incertidumbre afecta a nuestras vidas. Algunos son cortados en medio del pecado. Algunos en medio de declinaciones religiosas.

II. �Qu� razones se pueden dar para esta ignorancia del futuro? Nunca se dise�� que el hombre conociera el futuro. Incluso los �ngeles en el cielo no tienen este conocimiento. �Se sumar�a tal conocimiento a nuestra felicidad? o mejorar nuestro car�cter religioso? Este arreglo nos mantiene completamente dependientes de Dios. Por este medio, �l mantiene al mundo asombrado.

III. Aplique el hecho a algunos prop�sitos �tiles.

1. Debe frenar la vana curiosidad.

2. Nos ense�a a esperar lo mejor.

3. Es bueno estar preparado para lo peor.

4. Aprenda la importancia de la religi�n real. ( Charles Hyatt .)

La ignorancia del hombre sobre el futuro

I. El sentimiento contenido en el texto. Ning�n hombre intentar� contradecir la afirmaci�n que hace.

1. Somos ignorantes del futuro en cuanto a nuestras circunstancias.

2. No podemos decir qu� puede traernos un d�a en cuanto al estado de nuestros cuerpos y nuestras mentes.

3. Somos ignorantes del futuro en cuanto a nuestras familias y conexiones.

4. Somos totalmente ignorantes del futuro, en cuanto a la continuidad de nuestras vidas.

II. Algunas lecciones de instrucci�n pr�ctica.

1. Aprenda la importancia de una vida de fe y dependencia de Dios. El hombre nunca fue dise�ado para ser independiente.

2. Aprenda a cultivar un esp�ritu de santa resignaci�n a la voluntad divina.

3. Aprenda a cultivar un esp�ritu de cautelosa moderaci�n en las cosas de esta vida presente.

4. Aprenda a cultivar un esp�ritu de humildad. ( R. Cameron .)

Ignorancia del futuro

El Sr. DL Moody dice: �Para recordar el siguiente acto, dar�a mi mano derecha. La noche en que la campana del Court House de Chicago estaba sonando como alarma de fuego, mi serm�n fue sobre '�Qu� har� con Jes�s? Y le dije a la audiencia: 'Quiero que decidan esta cuesti�n el pr�ximo domingo'. �Qu� error! Esa noche vi el resplandor de las llamas y supe que Chicago estaba condenada. Nunca volv� a ver a esa audiencia ".

Versículo 2

Que te alabe otro, y no tu propia boca.

Jactancia

La jactancia es siempre una fuente de debilidad y una revelaci�n de vanidad. En la vanidad no hay sustancia; es aliento in�til, es vapor necio. Cuando se deja que un hombre se alabe a s� mismo, es evidente que ha vivido una vida invertida, no una vida llena de bienaventuranza y comodidad en relaci�n con otros hombres. El sol no se alaba a s� mismo, pero bajo su esplendor y calor, los hombres miran hacia arriba y dicen cu�n agradable es para los ojos contemplar la luz.

Por otro lado, debemos tener cuidado con un enga�o muy com�n y peligroso. Hay un sentido en el que todo hombre deber�a poder elogiarse a s� mismo; de lo contrario, dejar� que el aplauso del p�blico sea una burla y una mentira. Nuestro propio coraz�n no deber�a condenarnos. El salmista sol�a gloriarse en su integridad y se�alarla como su refugio en tiempos de malentendidos. ( J. Parker, DD .)

Versículo 3

Arena pesada.

El peso de la arena

Por tonto, este libro significa, no tanto la debilidad intelectual como la oblicuidad moral y religiosa, que son las cosas m�s est�pidas de las que un hombre puede ser culpable. El hacedor de refranes compara dos cosas pesadas, piedras y arena, y dice que son plumas en comparaci�n con el peso de plomo de la ira de tal hombre. Quiero hacer una par�bola del texto. �Qu� es m�s ligero que un grano de arena? �Qu� pesa m�s que una bolsa llena? La acumulaci�n de cosas ligeras es abrumadoramente pesada. �Hay algo as� en nuestras vidas?

I. Esto nos recuerda la importancia suprema de las nimiedades. Las peque�as cosas hacen la vida, y si son peque�as, entonces lo es. Somos malos jueces de lo grande o lo peque�o. Tenemos una estimaci�n muy vulgar del ruido, la notoriedad y el tama�o. Creemos que las cosas tranquilas son las peque�as. Las acciones m�s triviales tienen la habilidad de conducir a grandes resultados, m�s all� de lo esperado. Estas acciones triviales crean car�cter. Los hombres no est�n hechos por crisis. Las crisis revelan lo que nosotros mismos hemos hecho por bagatelas. Nos formamos a nosotros mismos por la forma en que hacemos las cosas peque�as.

II. El peso abrumador de los peque�os pecados. La presi�n acumulada sobre un hombre de una multitud de faltas y transgresiones perfectamente triviales constituye un tremendo agregado que pesa sobre �l. Las palabras "grande" y "peque�o" no deben aplicarse en referencia a cosas sobre las cuales "correcto" e "incorrecto" son las palabras adecuadas para emplear. Los actos hacen delitos, pero los motivos hacen pecados. Hablar de magnitud, con respecto a los pecados, es m�s bien introducir una consideraci�n irrelevante.

Los pecados peque�os, por su abundancia, tienen un poder acumulativo terrible; una tremenda capacidad de reproducci�n. Todas nuestras malas acciones tienen una extra�a afinidad entre s�. Ir mal en una direcci�n conduce a toda una serie de transgresiones consecuentes de un tipo u otro. Cada pecado nos hace m�s accesibles a los ataques de todos los dem�s. Si nos entregamos a peque�os actos de transgresi�n, tenga la certeza de que pasaremos de ellos a otros mucho mayores. Un abrumador peso de culpa resulta de la acumulaci�n de peque�os pecados.

III. Cuestiones sencillas y pr�cticas de estos pensamientos.

1. La absoluta necesidad de una vigilancia completa y siempre despierta de nosotros mismos.

2. Este pensamiento puede acabar con nuestra estimaci�n f�cil y autocomplaciente de nosotros mismos.

3. �No deber�amos volvernos con corazones humildes a Aquel que es el �nico que puede librarnos del h�bito y el poder de estas faltas acumuladas, y que es el �nico que puede quitarnos la carga de la culpa y la responsabilidad de nuestros hombros? ( A. Maclaren, DD .)

Versículo 4

La ira es cruel y la ira es atroz; pero �qui�n podr� enfrentarse a la envidia?

Ira y envidia

I. Los principios malignos indicados en el texto prevalecen extensa y peligrosamente. Estar irritado y de mal humor es una de las tendencias comunes de nuestra naturaleza, que se manifiesta incluso en la ni�ez. La ra�z es la ira, la ira. Esta ra�z perniciosa crece de manera diferente en diferentes naturalezas y con m�s o menos vigor. Este principio vicioso generalmente se considera demasiado complaciente, como si fuera una parte necesaria de nuestra naturaleza.

La ira es peligrosa. Su tendencia es aumentar. La chispa se convertir� en una llama. La intensidad de la ira depende de las circunstancias externas y tambi�n del estado de nuestra salud. Las excitantes causas externas cambian continuamente. El vicio necio de irritar el temperamento de los dem�s es demasiado com�n. A algunos les gusta atormentar a los susceptibles. Otros son perpetuamente criticadores y burlones. La envidia es la condici�n de quien mira la felicidad de otro y anhela poseerla.

La envidia generalmente busca ocultarse y trabajar en secreto y en la oscuridad. La pasi�n abat�a a su v�ctima en el mercado p�blico, mientras que la envidia sopesaba cuidadosamente y mezclaba el veneno para que su v�ctima lo consumiera inconscientemente en su comida. Este principio peligroso y mortal tiene una existencia extensa. La envidia es el desarrollo de g�rmenes que se difunden universalmente. Luego busque en las profundidades de su naturaleza los g�rmenes m�s diminutos de este mal.

II. �En qu� radica nuestra seguridad frente al crecimiento y desarrollo de estos principios? Puede haber fuerzas al acecho en nuestra naturaleza que necesitan ser controladas por un poder m�s fuerte que la mera cultura intelectual. Nuestra civilizaci�n superior con demasiada frecuencia solo dora el crimen y arroja su manto sobre �l. Una profesi�n religiosa formal puede cubrir los deseos m�s viles de la humanidad. Hay un poder superior. El cristianismo ofrece un poder divino mediante el cual la naturaleza maligna puede ser purificada y toda pasi�n maligna puede ser sometida.

Nuestra seguridad, nuestra �nica seguridad, radica en la renovaci�n y santificaci�n de nuestra naturaleza por el Esp�ritu Santo. Separados de la presencia consciente de Cristo, y desprovistos de su gracia renovadora y providencia protectora, �qui�n puede saber en qu� da�o podemos caer! ( Robert Ann .)

El pecado de la envidia

El envidioso es mucho m�s negro que el apasionado; porque el comportamiento escandaloso de una persona enojada hace sonar una alarma para que su vecino est� en guardia, pero el envidioso oculta su maldad hasta que tiene la oportunidad de asestar un golpe mortal sin peligro de perder el objetivo. Uno es un perro, que ladra antes de morder, el otro es una v�bora en la hierba, que pica al viajero cuando no teme que le hagan da�o; porque la malicia del envidioso es generalmente insospechada, porque no se le dio ocasi�n. Es el bien y la felicidad del objeto envidiado lo que excit� su malignidad, y ni siquiera finge haber recibido ninguna provocaci�n. ( George Lawson, DD .)

La naturaleza y la picard�a de la envidia

El sabio compara la envidia con dos conmociones muy exorbitantes de la mente del hombre, la ira y la ira. Peor que estos, m�s cruel y poco caritativa, m�s injusta, violenta y traviesa, es la envidia. No hay ninguna bondad, ni ninguna fuerza, que sea una protecci�n suficiente contra ella.

1. No existe la inocencia de ning�n hombre, la virtud de nadie que pueda librarlo de los espantosos golpes de la envidia. A veces, la bondad de un hombre enciende los corazones de los envidiosos. Ver el caso de Ca�n y Abel; de Esa�; de los hermanos de Jos�; de Saulo, etc. El ejemplo m�s grande de todos es la envidia de los escribas y fariseos contra nuestro Salvador.

2. No hay hombre tan grande y poderoso, o de tan seguro estado o fortuna, que la violencia de la envidia haya sido capaz de derrocarlo. Ilustre el caso de Abner.

I. Una descripci�n justa de la envidia. Es un disgusto o un problema que surge en la mente de un hombre por la visi�n o el conocimiento de la prosperidad de otro, y hace que un hombre odie a esa persona y trate de arruinarla. Com�nmente surge ante la vista de la prosperidad de los inferiores o iguales. Los hombres envidian a los dem�s lo que creen que ellos mismos o mejor merecen. Rara vez envidian las cosas o las personas que est�n muy por encima de ellos.

Distingue la envidia de la emulaci�n. Ilustre con estas dos cualidades en Sa�l y Jonat�n, con motivo de la muerte de Goliat por parte de David. La emulaci�n es una gran y noble virtud, envidiar a un vicio pobre y furtivo. Siempre se esconde. Ning�n hombre se reconocer� a s� mismo como envidioso. Lo disfraza bajo un fingido celo por la verdad; o un gran amor por el bienestar p�blico; o una preocupaci�n caritativa por el cr�dito de su vecino. Cu�n pocos hombres est�n completamente libres de este vicio.

II. Los efectos maliciosos que produce la envidia. Mira estos, para que podamos estar m�s en contra de ella; para que podamos evitarlo nosotros mismos; para que nos cuidemos de ello en otros; para que utilicemos nuestros mayores esfuerzos para apagar esta llama. Los disturbios en el estado, el cisma en la Iglesia y los problemas en un vecindario o en una familia privada, generalmente se pueden atribuir a la envidia. �Con qu� fin han hecho todo este mal los hombres envidiosos? �Qu� obtienen con eso? La envidia es su propio castigo.

Nadie puede encontrar mayor tormento para un envidioso que el que se inflige a s� mismo. Incluso si logra derribar a un hombre, rara vez se coloca en su lugar. �C�mo es que Dios soporta y parece dejar en paz a estos hombres envidiosos que hacen da�o? Son agentes que realizan Su obra disciplinaria en Su pueblo. Hace que los hombres se vigilen a s� mismos. Los envidiosos r�pidamente se encienden y muestran fallas que podr�amos haber pasado por alto. Los envidiosos calumnian los defectos, no las virtudes. Los remedios son ...

1. Una correcta comprensi�n de las cosas de este mundo.

2. Una debida sumisi�n a la voluntad de Dios.

3. Una verdadera humildad.

4. Una caridad cristiana.

Este �ltimo lo arranca de ra�z; y planta en nuestro coraz�n lo que es m�s contrario a ella. ( Jonathan Blagrave, DD .)

Versículos 5-6

Mejor es la reprensi�n abierta que el amor secreto.

Reprobaci�n caritativa

El amor propio es tan natural para nosotros que, como nos hace aptos para halagarnos a nosotros mismos en todas las ocasiones, tambi�n nos inclina a aceptar con demasiada facilidad los halagos de todos los dem�s. Nuestra falta de voluntad para conocer nuestras propias faltas, o para sentirnos humildes ante el sentido de ellas, nos incomoda cuando cualquier aventura en el acto de amistad m�s caritativo, pero a menudo el m�s inaceptable, es el de contarnos nuestras faltas. Pero mientras tengamos defectos es muy conveniente que los conozcamos.

Y como estamos demasiado cegados en nuestro propio favor, es una gran felicidad caer en manos de amigos que no nos perdonar�n. Ning�n hombre puede realizar este acto de amistad sin que se imponga alguna fuerza. A pocos les encanta tocar una parte tierna o llorar a una persona que les es querida. Los amigos ven las fallas cuando a�n son secretas, antes de que se conviertan en una observaci�n abierta; as�, por la bondadosa severidad de sus reprensiones, se salvan de la verg�enza que pronto traer�n los descubrimientos que pronto har�n la envidia.

La amistad que lleva a un hombre a reprender a otro llana y rotundamente es mejor que el amor secreto o el amor silencioso, indulgente y ciego. Tales reproches pueden ser como heridas y producir un malestar muy doloroso; pero incluso eso ser� medicinal. La primera y necesaria regla para manejar nuestras reprensiones es que ning�n hombre debe ofrecerse a redarg�ir a otro que sea eminentemente y notoriamente defectuoso. Otra es, reprender de tal manera que parezca que somos sus amigos a quienes reprobamos, y que los corregimos por su propio bien.

Mucho depende del temperamento con el que se d� la reprensi�n. La regla m�s completa es ordenar nuestras reprensiones con discreci�n y prudencia. Las cosas de las que criticamos deben ser importantes. Las personas j�venes e inferiores no deber�an normalmente reprender a sus mayores y superiores. Y debe elegirse un momento prudente y prudente. Tenga cuidado de que no sea un mero encontrar fallas en algunas nociones generales y populares. Ilustre cosas como conversaciones lascivas, palabrotas, etc. ( Mons. Gilbert ).

Amor falso

El contraste no se da entre la �reprensi�n abierta� y el amor que no es real, sino s�lo afectado, y asumir el atuendo y la manera de lo real, adula e impone a su objeto. Esto no podr�a, con decoro, llamarse "amor secreto". Es amor profesado que esconde enemistad o indiferencia. El "amor secreto" es el amor que es en verdad real, pero que no se expresa fielmente cuando deber�a, cuando el bien de su objeto exige tal fidelidad; que se abstiene de hacerlo porque no est� dispuesto a infligir el dolor presente; que, por lo tanto, se confabula con los males existentes, permiti�ndoles pasar silenciosamente cuando son tales que deben ser notados y reprendidos. Este es un amor falso, que realmente da�a su objeto. ( R. Wardlaw, DD .)

Versículo 6

Fieles son las heridas de un amigo; pero los besos del enemigo son enga�osos.

La amistad de Dios y la enemistad de Satan�s

Los verdaderos amigos son escasos. El viejo c�nico que andaba a plena luz del d�a con una linterna encendida en busca de �un hombre� habr�a tenido igual dificultad para encontrar un verdadero amigo. La verdadera amistad a menudo asume un atuendo rudo; la enemistad puede revestirse con el vestido robado del amor. A los hombres les gusta m�s la adulaci�n que la reprensi�n del amigo fiel. El que habla la verdad a menudo inflige dolor.

I. La amistad de Dios siempre trae consigo tristeza. Desde lo m�s profundo de Su coraz�n amoroso, Dios convoca al pecador pr�digo para que regrese. Si regresa, debe esperar un viaje agotador. Es un camino fatigoso, el accidentado del arrepentimiento.

II. La enemistad de Satan�s a menudo se disfraza mediante enga�osas ofertas de gozo. Enemigo, trata con simulaciones de amor y enga�a con un beso. Cuando Satan�s tent� a Cristo, vino por as� decirlo con besos, es decir, con sobornos. �No es as� alguna vez? El pecado viste el atuendo de la amistad sin su realidad, y los hombres son esclavos de las apariencias. El hombre verdaderamente sabio muestra mejor su sabidur�a al detectar los abrazos de un enemigo, la falsa promesa, los labios mentirosos. ( Homilista .)

Versículo 7

El alma llena aborrece el panal de miel.

Apetito espiritual

Es una gran bendici�n cuando la comida y el apetito se unen. A veces, los hombres han sido alimentados tan lujosamente que el apetito se ha alejado por completo de ellos. Las reglas que se aplican al apetito corporal son igualmente v�lidas para la mente. F�cilmente perdemos nuestro gusto por cualquier cosa de la que nos hartamos. Los hombres en las cosas de Dios no siempre tienen apetito por la verdad m�s dulce y preciosa.

I. Jesucristo mismo es m�s dulce que el panal de miel. Esto queda claro si consideramos qui�n es �l y lo que da y hace. Nuestro Se�or es la encarnaci�n del amor divino. El amor de Dios es dulce y Jes�s es ese amor manifestado. Jes�s es en s� mismo la personificaci�n de la misericordia ilimitada hacia los pecadores, as� como el amor por las criaturas. Jes�s debe ser dulce, porque satisface todas nuestras necesidades como pecadores. �l insufla en nuestros corazones la dulzura de una paz abundante. Su mismo nombre huele a esperanza celestial para los creyentes. Jes�s es dulce con Dios mismo y con los �ngeles del cielo. Es su presencia la que hace que el cielo sea lo que es.

II. Hay quienes aborrecen la dulzura de nuestro Se�or. Algunos lo aborrecen para pisotearlo. Otros siempre le est�n murmurando. Algunos le son completamente indiferentes. El aborrecimiento se manifiesta por peque�os signos. Viene de que un alma est� llena - del mundo; de la religiosidad exterior; o de orgullo.

III. Hay quienes aprecian la dulzura de Cristo. Ore por un buen apetito por Cristo, y cuando lo tenga, cons�rvelo. No desperdicie su buen apetito en nada menos dulce que el verdadero panal de miel. Cuando tenga el apetito, consi�ntalo. ( CH Spurgeon .)

Un apetito por las cosas buenas esenciales para su disfrute.

Para apreciar una cosa, primero debes sentir su deseo. Esto aplica a&mdash

I. Bien corp�reo. Es el apetito lo que hace que los alimentos corporales sean dulces y agradables. Delicioso fue el man� para los israelitas al principio. �Cu�l de los dos es m�s bendecido, el hombre que tiene la abundancia de lo placentero sin el poder de disfrutar o el que tiene la comida m�s escasa y humilde con el gozo pleno del alma hambrienta?

II. Bien intelectual. Un hombre puede tener una biblioteca inmensa y no tener apetito por los libros. Para �l, la biblioteca de valor incalculable es peor que in�til. Prefiero ser el hombre de un libro, no, de ning�n libro en absoluto, excepto el libro de mi propia alma, el libro de la naturaleza, con un apetito por la verdad, que el due�o de la biblioteca m�s selecta del mundo con ning�n deseo de conocimiento.

III. Bien espiritual. ( D. Thomas, DD .)

Versículo 8

Como p�jaro que se aleja de su nido, as� es el hombre que se aleja de su lugar.

La incomodidad y el peligro de que las personas est�n ausentes durante mucho tiempo de su hogar.

Nada que afecte nuestros intereses religiosos, propiamente hablando, puede llamarse poco. Todo lo que pueda influir en el temperamento presente y el estado futuro del alma es importante e importante. Este texto es una advertencia contra un esp�ritu divagante en general. �Un p�jaro que se aleja de su nido� deja sus huevos sin eclosionar, o mata de hambre a sus cr�as, o las expone al peligro. Las malas consecuencias de los vagabundeos inquietos y prolongados fuera de casa son:

1. Los que deambulan pierden muchas comodidades relativas. Un fil�sofo pagano observa que "los vagabundos tienen muchos conocidos, pero pocos amigos".

2. Los asuntos dom�sticos de los vagabundos sufren mucho. Su trabajo se detiene o contin�a con mucha indiferencia.

3. Se pierde un tiempo precioso deambulando fuera de casa. Muchos cuyos negocios legales los llevan al extranjero permanecen mucho m�s tiempo del necesario. Juegan en cada lugar por donde vienen, y deben charlar con todas las personas que tienen tan poca prudencia como ellos.

4. Los vagabundos est�n expuestos a muchas tentaciones que deben evitarse.

5. Este h�bito es un gran obst�culo para la religi�n familiar. Apliquemos estos pensamientos a nosotros mismos e indaguemos hasta qu� punto nos concierne esta amonestaci�n. Es importante que los j�venes cultiven el h�bito de quedarse en casa. Es particularmente malo que los sirvientes se desv�en de su lugar. Las relaciones deben esforzarse por hacer que el hogar sea agradable para los dem�s. Es especialmente malo alejarse de la casa de Dios. ( J. Orton .)

P�jaros errantes

Algunas personas siempre est�n inquietas; deben moverse. Son como p�jaros errantes. Estas personas no saben que el lugar correcto es siempre el mejor lugar para ellos. Cualquiera que sea nuestro llamado en la vida, no tengamos prisa por dejarlo. Conf�e en ello, donde Dios nos ha colocado es lo mejor para nosotros despu�s de todo. El lugar correcto para todos nosotros es donde mejor podemos servir a Jes�s y donde podemos glorificarlo. Un p�jaro que se sale de su nido es uno que se ver� en peligro y en problemas. Un p�jaro que se desv�e de su nido lo perder�. Tres consejos

1. Ama tu propio nido y permanece en �l.

2. Mantenga limpio el nido y haga feliz su hogar.

3. Sin nido es tan bueno para usted como su propia, y por lo tanto no tratan de cambiar lo . ( JJ Ellis .)

El vagabundo

I. Como el p�jaro tiene su nido, as� el hombre tiene su lugar. Y ambos son de designaci�n Divina. Detr�s del instinto del p�jaro y la naturaleza social del hombre debemos reconocer el prop�sito de Dios. El lugar del hombre est� en

1. El hogar. "Dios establece a los solitarios en familias".

2. En la sociedad. �Que toda alma est� sujeta a los poderes superiores, porque los poderes existentes son ordenados por Dios�.

3. En la Iglesia, su compa�erismo, culto, trabajo.

II. Como el p�jaro necesita el nido, el hombre necesita el lugar.

III. Como el nido necesita al p�jaro, el lugar necesita al hombre.

IV. "Errante."

V. Las consecuencias de vagar.

VI. Apelar a los vagabundos. �Vuelve! el lugar te espera. Tu propio coraz�n hace eco de su grito. ( Revisi�n homil�tica .)

Antinaturalidad

El pecado revierte los arreglos divinos. En consecuencia, es la cosa m�s antinatural del universo de Dios. Hablamos de "depravaci�n natural"; es, hablando con propiedad, una depravaci�n antinatural. El pecado es lo ex�tico de la tierra; la solan�cea del alma; ha "trastornado el mundo" y ha empujado al hombre fuera de su lugar apropiado.

I. El hombre en su lugar equivocado. Aqu� llamado "un vagabundo". "�D�nde est�s?" Dios le pregunt� a Ad�n; insinuando que no estaba donde deber�a haber estado. El pecado lo hab�a echado de su lugar. Algunas cosas relativas al estado original del hombre: el lugar del que se hab�a alejado.

1. Fue un estado de aprobaci�n divina consciente. La conciencia estaba en reposo.

2. Un estado de iluminaci�n Divina. La criatura disfrut� del gran privilegio de tener compa��a con su Creador. El pecado ha manchado la conciencia y ha oscurecido el entendimiento.

3. Un estado de simpat�as divinas. Sus afectos supremos estaban centrados en su Hacedor. Hacia �l, sus emociones se mov�an como brillantes constelaciones alrededor del sol. El error fatal que el pecado ha introducido en los corazones de los hombres es el vano intento de satisfacer las necesidades de lo espiritual en el suministro de lo material.

II. Hombre en su lugar correcto. "El hombre es como es su coraz�n". Los males que se han enumerado surgen del trastorno moral de los afectos. El evangelio viene a restaurar el �lugar� perdido al restaurar la confianza perdida. Lo hace revelando a Dios de tal manera que inspire confianza. El evangelio es la revelaci�n del amor divino que quita el pecado y acerca al pecador a s� mismo. El lugar de descanso del alma es la fe y el amor. ( G. Hunt Jackson .)

El p�jaro errante

Las personas de la especie vagabunda rara vez, si es que alguna vez, prosperan.

1. En los asuntos comunes de la vida, Salom�n ten�a raz�n. La inquietud de la mente de ese hombre y la inestabilidad de su conducta, que constantemente cambia de posici�n y prop�sito, no augura �xito en ninguna de sus aventuras. Ver casos de af�n por salir del pa�s de origen; cambio de ocupaci�n; situaci�n cambiante y conocido. Y ciertamente es cierto al cambiar el servicio religioso de uno en la causa de Dios.

2. En cosas espirituales. Todos tenemos una tendencia a buscar evidencias, signos, marcas, experiencias, gracias y coincidencias de un tipo u otro. Cuando un cristiano se aleja de su lugar, de la sencillez de su fe en Jes�s, en ese momento se aleja de su refugio seguro en la roca s�lida. Muchos creyentes se desv�an de su lugar. El lugar del creyente est� en el seno de su Se�or, o a la diestra de su Maestro, o sentado a sus pies con Mar�a. Los h�bitos errantes implican una falta de vigilancia. ( CH Spurgeon .)

El p�jaro errante

La ense�anza del proverbio puede ser que un hombre que abandona su propio hogar, su propia esfera, situaci�n, vocaci�n, es extra�o, inc�modo, solitario, expuesto; se ha alejado del deber y se ha puesto en peligro, y est� tan desamparado. un p�jaro perdido que se ha escapado de su nido y no puede encontrar el camino de regreso. Nuestro tema es que los hombres, las instituciones, las iglesias, son m�s �tiles cuando son fieles a su propia vocaci�n particular y cuando son fieles a sus propias caracter�sticas distintivas.

Existe el peligro de que las iglesias cristianas se desv�en de su lugar. Lejos de m� despreciar la importancia de las cuestiones sociales y el trabajo social. Pero se nos dice que somos fuertes en la medida en que nos ocupamos de las cuestiones sociales y desempe�amos el papel de reformadores sociales. Pero nuestro trabajo es supremamente espiritual; nuestro trabajo es para el alma del hombre. Para nosotros, la principal causa de la miseria que hay en este mundo se encuentra en la condici�n espiritual de los hombres, en su alienaci�n de Dios.

La Iglesia de Cristo no debe ser una asociaci�n de abastecimiento de alimentos, ni una empresa bancaria, ni una sociedad para la reforma de las costumbres. Nuestro trabajo es llevar a los hombres a Dios. La monitorizaci�n del texto puede aplicarse a individuos. Hay pocas cosas m�s comunes que el hecho de que los hombres abandonen la esfera en la que sus propios poderes peculiares tienen un amplio margen para una esfera en la que esos poderes apenas se requieren. Un enamoramiento lleva a veces a los hombres a buscar puestos para los que no est�n llamados y para los que manifiestamente no son aptos.

A algunos de nosotros no se nos permite permanecer en un solo lugar. Nos vemos obligados a ser vagabundos sobre la faz de la tierra. La determinaci�n de permanecer en la propia suerte y ser fiel a los propios dones y aptitudes es el secreto del poder. Si un hombre demuestra su propia obra, se regocijar� en s� mismo. Cultivar un v�vido sentido de la personalidad y una solemne convicci�n de nuestro propio significado individual.

No servir�s mejor a tu generaci�n convirti�ndote en una reproducci�n descolorida de un car�cter m�s fuerte. Si un hombre honestamente hace lo mejor con sus propios poderes en su propio lugar, no vivir� en vano. No podemos escapar de nuestras limitaciones personales, pero podemos hacer un buen trabajo y, a pesar de ello, ministrar muchas bendiciones. Tambi�n nos alejamos de nuestro lugar cuando descuidamos las cosas que nos rodean, y nos esforzamos en buscar cosas extra�as y distantes en busca de satisfacci�n.

Las cosas m�s elevadas y mejores nos son posibles donde estamos. En nuestro propio lugar es posible la m�s alta cultura del car�cter. Nuestro lugar no tiene limitaciones para el crecimiento espiritual. Podemos ser hombres en Cristo Jes�s donde estemos. As� que que no haya quejas ni vagabundeos. �l ordena nuestro lote; pong�monos en ella. ( James Lewis .)

Versículo 10

Mejor es vecino cercano que hermano lejano.

Sociabilidad

Este proverbio se�ala que cuando se necesita ayuda, el vecino cercano, aunque ame menos, es m�s �til que el hermano que est� lejos. La sociedad es absolutamente necesaria para la existencia humana. El compa�erismo nos obliga a pensar y sentir en com�n. Una sociabilidad generosa corrige prejuicios irracionales. Como no hay dos mentes exactamente iguales, tampoco dos pueden ver un tema exactamente desde el mismo punto de vista.

Cuanto mayor sea el n�mero de mentes que podamos poner en relaci�n con cualquier aspecto de la verdad, m�s cerca estaremos del aspecto correcto. Se puede objetar que muchos piensan err�neamente y, por lo tanto, el compa�erismo con ellos nos llevar�a de la verdad y no hacia ella. Lo ser�a si adopt�ramos sus opiniones, pero no si, al tamizarlas y escudri�arlas, comprendi�ramos las nuestras con m�s firmeza. Lo mismo ocurre en el �mbito de la experiencia cristiana.

La sociabilidad es, entonces, un deber que todos tenemos con la sociedad, que debemos pagar escrupulosamente seg�n nuestros medios y nuestras oportunidades. Sobre la naturaleza de la verdadera sociabilidad se cometen grandes errores. La diversi�n no es el primer prop�sito de la sociedad. Para ser verdaderamente sociables debemos ser capaces de hacer la sociedad m�s cristiana de lo que era; para infundirle algo m�s, aunque sea poco, del esp�ritu de simpat�a, verdad, pureza y amor que ten�a.

Pero para hacer esto debemos tener el esp�ritu nosotros mismos. Tambi�n deber�amos poder hacerlo m�s intelectual, agregando informaci�n, dando ideas y estimulando el esfuerzo mental. Entonces no siempre podemos estar en sociedad. En la soledad recogemos esos g�rmenes de pensamiento que luego vamos a esparcir. El poder que tenemos de influir en la sociedad con nuestras palabras es uno cuyo valor no podemos sobreestimar, uno que debe cultivarse al m�s alto nivel.

El beneficio derivado del compa�erismo debe depender de las personas con las que nos relacionamos. Los malos compa�eros han llevado a muchos a la ruina. La sociabilidad tiende a producir hipocres�a y posterior autoenga�o en ciertos personajes. Con demasiada frecuencia, la conversaci�n en sociedad no es verdadera ni edificante. En grados insensibles, el hablador ins�pido se convierte en el chisme ocioso, y el chisme se hunde en el calumniador envenenado. Est�, entonces, en nuestro poder influir en la sociedad para bien o para mal. La sociabilidad debe ser una maldici�n o una bendici�n cuando la usemos. ( J. McCann, DD .)

Amistad

El Se�or Jes�s encontr� fuerza y ??consuelo en el amor de los amigos humanos. Que no s�lo deber�a haber compadecido a los hombres y amarlos, sino que deber�a haber encontrado aqu� y all� a hombres y mujeres cuya presencia y afecto eran un alivio para �l, bajo el peso de sus dolores; hombres y mujeres que le dieron descanso cuando estaba cansado y gozo cuando estaba angustiado; esto puede parecer sorprendente a como. Cristo mismo, el Hijo del Eterno, ten�a sus amigos humanos. Amaba a todos los hombres lo suficiente como para morir por ellos, pero hab�a algunos a quienes amaba m�s que a otros.

1. Algunos hombres est�n tan felices de heredar amigos de sus padres. Vale la pena tener el amor del amigo de nuestro padre. Si es un buen hombre, habr� un cierto poder en �l que ser� una restricci�n para mantener ahora de la buena manera que tu padre habr�a aprobado. La experiencia de la vida de tu padre sobrevive en �l para darte consejos. Si alguna vez se metiera en problemas, pague las deudas de su padre con una atenci�n amistosa hacia �l.

2. "No abandones a tu propio amigo". Hay amigos y amigos. La mayor�a de nuestros amigos son conocidos y nada m�s. Las amistades del tipo perfecto e ideal son necesariamente raras. Por amigos nos referimos a aquellos por quienes tenemos un gran afecto y que nos tienen un gran afecto. Un hombre sabio dijo: �Quiero que mis amigos me apoyen cuando me equivoque; otras personas me apoyar�n cuando tenga raz�n ". Cuando tengas amigos de ese tipo, no los abandones. Gu�rdelos cuando los tenga.

3. Tambi�n vale la pena mantener las amistades que no alcanzan este ideal. En su mayor parte, nuestros amigos deben ser personas cuyas circunstancias, educaci�n e historia sean muy parecidas a las nuestras. Hay personas que abandonan a un conjunto completo de sus "amigos" cada vez que obtienen un aumento considerable de sus ingresos. En su mayor parte, las amistades cercanas y reales deben formarse temprano en la vida. Cuando se forman amistades cercanas despu�s de que un hombre ha pasado la mediana edad, generalmente es con personas mucho m�s j�venes.

4. Del lugar y el poder de la amistad en la vida, solo aquellos que han tenido y han conservado amigos leales y dignos pueden tener alg�n conocimiento real. Bacon dice: "La amistad redobla las alegr�as y corta el dolor en mitades". Las amistades ayudan a controlar y dominar esa absorci�n ego�sta en nuestros propios �xitos y en nuestras propias tristezas que envenenan las fuentes mismas de la vida y paralizan todos sus poderes m�s nobles.

Nuestra confianza en su bondad y nuestro deleite en su afecto nos salvan del cinismo. Pensamos lo mejor de la raza humana porque pensamos muy bien de ellos. Cuando no aceptamos absolutamente el juicio de un amigo, nuestra mente se aclara para discutir una cuesti�n dif�cil con �l. Nuestros amigos se ponen del lado de todo lo que es mejor en nosotros contra todo lo que es mezquino, cobarde y peligroso; sirven al prop�sito de una conciencia externa. Nuestros amigos nos ven, no simplemente como somos, sino como podr�amos ser.

5. El cristiano formar� sus amistades m�s cercanas con hombres que comparten su fe en Cristo y su esperanza de inmortalidad. Estos amigos seguir�n siendo nuestros amigos en los reinos que se encuentran m�s all� de la muerte. ( RW Dale, LL.D. )

Amistad genuina

I. La amistad se basa en el amor verdadero. La concordia de sentimientos, la concordancia de gustos, la unidad de prop�sito, el compa�erismo frecuente, no son suficientes. Estos pueden existir sin la uni�n de corazones. El amor es el elemento esencial de la verdadera amistad. "Para mi amigo primero, y luego para m�", es el esp�ritu de la verdadera amistad. La idea del sacrificio est� en la amistad, y el sacrificio est� en la naturaleza misma del amor.

II. La amistad es rec�proca en su crecimiento y preservaci�n. No puede ser una cosa unilateral. S�neca dijo: "Ama si quieres ser amado". La atm�sfera de sospecha o desconfianza es fatal para la verdadera amistad.

III. La amistad genuina se fortalece en el momento de la prueba. No hay nada como la adversidad para poner a prueba los apegos de la vida. Vea algunos puntos del deber en la verdadera amistad. No anime a su amigo a conocer sus secretos. Si son revelados, aseg�rate de no traicionarlos nunca. Hay una creciente reticencia y dignidad incluso en la amistad. No creas que puedes tratar a tu amigo de todos modos porque es tu amigo.

Las amistades m�s queridas no pueden prescindir de la consideraci�n, la bondad y la cortes�a. No permita que ning�n asunto trivial interfiera con su amistad. No olvides orar y buscar el bienestar espiritual de tu amigo. A medida que crea en el poder de la oraci�n, ore por su amigo. Cultive una comuni�n cercana y entra�able con el mejor amigo: el amigo de los pecadores. ( J. Hiles Hitchens, DD .)

Sobre la amistad

Todo lo que se relacione con el comportamiento de los hombres en su car�cter social es de gran importancia en la religi�n. Los deberes que surgen de ese car�cter forman muchas ramas de la gran ley de la caridad. La verdadera piedad no es menos amigable con los hombres que el celo por el honor de Dios. Oc�pese de la naturaleza y los deberes de la amistad virtuosa, tan estrechamente relacionada con el verdadero esp�ritu de la religi�n. Entre la humanidad, las amistades o conexiones son de diferentes tipos.

Algunas de las llamadas amistades mejor se llamar�an conspiraciones. Algunos no son m�s que conexiones de partidos pol�ticos. Las amistades privadas surgen de la similitud de disposici�n, la correspondiente armon�a de mentes. Las amistades sinceras y afectuosas forman algunas de las mayores bendiciones de la vida humana. Los deberes fundamentales de la verdadera amistad son la constancia y la fidelidad.

1. No espere perfecci�n en nadie con quien entabla amistad. Si lo hacemos, nos aseguraremos de encontrarnos con decepciones. Los j�venes tienden a apreciar las ideas rom�nticas y a formar expectativas imposibles. En las mejores personas, las grandes y s�lidas cualidades contrarrestan las enfermedades comunes. Estas cualidades debes buscar al formar amistades; al buen sentido y la prudencia; virtud, buen humor y firmeza de afecto.

2. No se sienta herido por las diferencias de opini�n que surjan en las relaciones sexuales con sus amigos. Seguro que esto ocurrir�. La perpetua uniformidad de pensamiento se volver�a mon�tona e ins�pida.

3. Cultivar la franqueza de temperamento y modales. Nada disuelve la amistad con m�s certeza que los celos que surgen de la oscuridad y el ocultamiento.

4. Cultive modales amables y serviciales. Es un error com�n que la intimidad familiar reemplaza la atenci�n a los deberes menores del comportamiento. Que no se produzca ninguna dureza, ninguna apariencia de negligencia, ninguna afectaci�n desde�osa de superioridad en las relaciones entre amigos. Una respuesta agria, una propensi�n a la reprimenda, un esp�ritu cautivo y contradictorio, a menudo se sabe que amargan la vida dom�stica y distinguen a los amigos.

5. No escuches precipitadamente los informes malvados contra tus amigos. Sea lento para creer algo en contra del amigo que ha elegido. No dejes que el veneno de los celos manche tu mente f�cilmente y rompa tu paz.

6. No abandone a su amigo en peligro o angustia. Cuando tu amigo es calumniado, entonces es el momento de abrazar su causa abierta y audazmente. El celo honorable de la amistad ha atra�do, en todas las �pocas, la veneraci�n de la humanidad. ( Hugh Blair, DD .)

Razones para valorar la verdadera amistad

1. Por el placer de hacerlo. Hay mucha dulzura en consultar y conversar con un amigo cordial. La dulzura de la amistad no radica en la alegr�a sincera, sino en un consejo sincero, un consejo fiel, dado con sinceridad y sin halagos.

2. Por el provecho y la ventaja de ello, especialmente en un d�a de calamidad. No esperen alivio de un pariente por el bien de un pariente, sino apl�quense a sus vecinos, que est�n cerca y estar�n dispuestos a ayudarnos en lo que sea necesario. ( Matthew Henry .)

La amistad de Dios hacia el hombre y el hombre hacia Dios

No hay amigo como un viejo amigo. Es el calor de toda una vida que ha fundido los corazones de quienes han caminado juntos el largo camino de la vida como amigos. Es posible que cualquiera que busque al Se�or y su voluntad sea contado entre sus amigos. Dios es el amigo del hombre; y se admite que el hombre es amigo de Dios. �Cu�les son los t�rminos en los que debemos mantenernos frente a un amigo? En las amistades huecas, dos cosas son el deseo, la fe y el amor.

Pero en la amistad que se nos permite apreciar hacia Dios, estas son las piedras angulares, una fe viva e iluminada y un amor activo resplandeciente. �Estamos disfrutando del sol celestial de esta divina amistad paternal? Si es as�, lo demostraremos en nuestra propia vida fiel y afectuosa, como amigos de Dios. De todas las agencias vivientes, un amigo es el m�s vivo, el m�s alerta. ( Archidi�cono Mildmay .)

Cerca y lejos

Las frases antit�ticas, "cerca" y "lejos", tienen aqu� una referencia evidente, no a la localidad, sino a la disposici�n. Un vecino amable y de buena disposici�n, que no tiene m�s relaci�n con nosotros que la del vecindario, es muy preferible a un hermano, a cualquier pariente, que sea fr�o, distante y alienado. Incluso el afecto natural requiere ser ejercido con discreci�n. Cuando se apela imprudentemente, en momentos inapropiados, en circunstancias inapropiadas y con una frecuencia inapropiada, puede enfriarse, puede perderse, puede convertirse en desagrado. ( R. Wardlaw, DD .)

Versículo 12

El hombre prudente ve el mal y se esconde; pero los simples pasan y son castigados.

Ojos y sin ojos

La distinci�n no es entre "bondad" y "maldad", sino entre fuerza y ??debilidad, sabidur�a e insensatez. El hombre que "ve" y "act�a" obliga victoriosamente a las circunstancias para promover sus propios fines. El hombre "ciego" y el "a la deriva" es conquistado por la fuerza de las circunstancias, y sufre pena y p�rdida. El proverbio es aplicable a todas las esferas de la vida y el esfuerzo humanos, y se vuelve cada vez m�s r�gida y absolutamente cierto cuanto m�s ascendemos.

En las esferas inferiores de acci�n pueden aparecer males que el hombre m�s prudente no puede evitar; y los "simples" a veces pueden escapar del desastre por una afortunada combinaci�n de circunstancias. Pero estas son excepciones. Cuando ascendemos a la esfera de los esfuerzos morales y espirituales, incluso las excepciones se desvanecen y el principio se vuelve absoluto.

1. La vida y el destino del hombre est�n determinados, no por un destino inexorable y eterno, sino por su hombr�a libre. Las circunstancias son el material con el que tiene que tejer la prenda de su vida, y depende de s� mismo si ser� una prenda de honor o deshonra.

2. La distinci�n radical entre los hombres radica en la posesi�n de una verdadera visi�n. El verdadero hombre ve las realidades de las cosas, contempla lo m�s verdadero y eterno. El hombre no espiritual solo ve el espect�culo y la apariencia de las cosas. Esta verdadera visi�n, caracter�stica esencial del hombre espiritual, es m�s que una aprehensi�n intelectual. Es una percepci�n en la que se ejercita todo el ser.

3. La verdadera visi�n determina la verdadera acci�n. Hay un sentido en el que un hombre puede "ver" y, sin embargo, seguir sus malas pasiones en lugar de su conocimiento m�s noble. Pero en tales casos hay algo peligrosamente defectuoso en la visi�n. Ha faltado profundidad, esplendor y divinidad.

4. La �visi�n� y la �acci�n� determinan el destino. La "deriva" es fatal; "pasar" en la corriente irresistible de las circunstancias es "sufrir". Por falta de la "verdadera visi�n" que crea la verdadera acci�n, los imperios han perecido y los individuos est�n sujetos a la misma ley. La ceguera espiritual es muerte. ( John Thomas, MA .)

La previsi�n de la prudencia

Un buen marido reparar� su casa mientras hace buen tiempo, no la postergar� hasta el invierno; un piloto cuidadoso aprovechar� el viento y la marea, por lo que se har� a la mar y no se quedar� hasta que surja una tormenta. El viajero se tomar� su tiempo en su viaje y cuidar� su paso cuando llegue la noche, no sea que la oscuridad lo alcance; el herrero golpear� mientras el hierro est� caliente, no sea que se enfr�e y pierda su trabajo; por eso debemos hacer de cada d�a el d�a de nuestro arrepentimiento; para hacer uso del tiempo presente, para que cuando lleguemos a morir no tengamos nada que hacer m�s que morir, porque habr� un tiempo en que no habr� lugar para el arrepentimiento, cuando el tiempo no habr� m�s; cuando la puerta se cierre, cuando no haya ninguna entrada. ( J. Spencer .)

Versículo 14

El que bendice a su amigo a gran voz, levant�ndose de ma�ana, le ser� contado maldici�n.

La maldici�n de los halagos ostentosos

La adulaci�n es una especie de conducta generalmente m�s placentera, siempre m�s perniciosa. La adulaci�n en el texto es un alarde ruidoso. Se entromete en todas las ocasiones; est� ocupado y demostrativo.

I. Es una maldici�n para su autor. El que practica la adulaci�n inflige un da�o incalculable a su propia naturaleza espiritual. El esp�ritu de independencia, el sentimiento de hombr�a honesta, dan paso a un instinto reptante y reptante; es un arte furtivo que se usa para engatusar y suavizar a los tontos.

II. Es una maldici�n para su v�ctima. Quiz�s esto es lo que Salom�n quiere decir cuando dice �le ser� contado por maldici�n� , es decir, el objeto de la misma. "De todas las bestias salvajes", dice Johnson, "gu�rdame de un adulador". ( Homilista .)

Versículo 17

Hierro afila hierro; as� el hombre afila el rostro de su amigo.

Amistad

Ejemplos de amistad en las Escrituras son David y Jonat�n; Rut y Noem�; Pablo y Timoteo; y nuestro Se�or y las hermanas Betania. En la literatura cl�sica vemos que la amistad tuvo un gran papel, tanto en el gobierno de los estados como en la vida de los individuos. Es un aspecto de la pol�tica y de la naturaleza humana, y de toda virtud. En parte debido al car�cter diferente de la vida dom�stica, el v�nculo de amistad parece haber ejercido mayor influencia entre los griegos y los romanos que entre nosotros; y aunque estos apegos a veces pueden haber degenerado en maldad, no podemos dudar de que mucho de lo noble en la vida anterior tambi�n era puro.

V�anse los casos de Aquiles y Patroclo, y de Pylades y Orestes. La escuela de S�crates era tanto un c�rculo de amigos como un grupo de disc�pulos. Las amistades romanas se ilustran en Escipi�n y Loelio, y en Cicer�n y �tico. Shakespeare brinda varios tipos de amistad. En la juventud, cuando la vida se abre ante nosotros, f�cilmente formamos amistades. Un joven, incluso si es pobre en bienes mundanos, puede razonablemente esperar ser rico en amigos.

Lo semejante atrae a lo semejante, y la juventud se regocija en la juventud. No podemos hacer amistades exactamente como nos plazca. Las amistades no se hacen, sino que surgen de gustos similares, de respeto mutuo, del descubrimiento de alguna vena de simpat�a hasta ahora insospechada. Dependen tambi�n de nuestro propio poder de inspirar amistad en los dem�s. Sin embargo, la elecci�n de amigos tampoco es totalmente independiente de nosotros. Un hombre puede buscar amigos propiamente. Se beneficia, o se perjudica, de la compa��a de aquellos con quienes vive. Tal como son, lo ser� en alg�n grado.

I. El car�cter de la verdadera amistad. Debe ser simple, varonil, sin reservas; ni d�biles, ni afectuosos, ni extravagantes, ni tampoco exigentes m�s de lo que la naturaleza humana puede dar; ni intrusivo en los secretos del alma de otro, o curioso acerca de sus circunstancias. El elemento m�s importante de la amistad es la fidelidad. Los amigos aprenden unos de otros; forman los personajes unos de otros; llevan las cargas unos de otros; compensan los defectos del otro.

Los antiguos hablaban de tres tipos de amistad: una por lo �til, otra por lo agradable y una tercera por lo bueno o noble. El primero es una contradicci�n de t�rminos. Es una asociaci�n, no una amistad. Todo el mundo conoce el placer de tener un amigo. �Existe una amistad por el bien de los nobles y los buenos? La humanidad es un ser dependiente, y no podemos dejar de ver cu�nto, cuando est�n conectados, pueden hacer por la elevaci�n del car�cter de los dem�s y por la mejora de la humanidad.

II. Cambiando amistades. Al igual que los dem�s bienes de la vida, la amistad suele ser mixta e imperfecta, y puede verse interrumpida por las circunstancias cambiantes o el temperamento de los hombres. Pocos tienen los mismos amigos en la juventud que en la edad. Algunas amistades juveniles son demasiado violentas para durar; tienen en ellos alg�n elemento de debilidad o sentimentalismo, y los sentimientos desaparecen. O, en alg�n momento cr�tico de la vida, un amigo no ha estado a nuestro lado, y luego nuestro amor por �l se enfr�a.

Pero hay deberes que le debemos a un amigo extinto. Nunca debemos hablar en contra de �l ni hacer uso de nuestro conocimiento sobre �l. No se debe permitir que una palabra pasajera interrumpa la amistad de a�os. Es una observaci�n curiosa, que las naturalezas m�s sensibles son tambi�n las m�s propensas a herir los sentimientos de los dem�s.

III. Amistad cristiana. El esp�ritu de la vida de un hombre puede ser m�s o menos conscientemente cristiano. La amistad puede basarse en motivos religiosos y puede surgir de un principio religioso. Las amistades humanas requieren constantemente ser purificadas y elevadas de la tierra al cielo. Y, sin embargo, no deben perderse en emociones espirituales o en palabras irreales. Es mejor que la amistad no tenga ning�n elemento religioso que degenerar en hipocres�a y falta de sinceridad.

Todos nosotros a veces podemos pensar en nosotros mismos y en nuestros amigos como seres vivos para Dios, y en el amor humano como portadores de la imagen de la Divinidad. Hay algunos entre nosotros que hemos sabido lo que es perder a un amigo. La muerte es una maestra amable. �Qui�n que ha perdido a un amigo no desear�a haber hecho m�s por �l ahora que se lo llevaron? La memoria de ellos todav�a est� consagrada y eleva nuestras vidas. ( Profesor Jowett .)

Amistad

Esto es lo que un amigo deber�a ser para otro; una piedra de afilar, para dar agudeza al filo de su energ�a. Un amigo puede animar a su amigo cuando el deber es dif�cil, cansado o doloroso; puede consolar, puede aconsejar. Pero la amistad se convierte con demasiada frecuencia en el trampol�n hacia las peores ca�das; y muchos pecadores tienen que agradecer a sus amigos el haber ca�do en pecados de los que, abandonados a s� mismo, se habr�a apartado con horror.

Dios, misericordiosamente, ha rodeado la mayor�a de los pecados con muchas barreras: la barrera de la ignorancia, la verg�enza y el afecto. Este �ltimo, en un amigo personal, puede ser especialmente �til. Un amigo puede ayudarnos tanto en lo correcto como en lo incorrecto. A veces es el deber de un verdadero amigo criticar abiertamente a un amigo. Pero la ocasi�n es muy rara. En la mayor�a de los casos, todo lo que se desea es mantener a la derecha, y har� m�s por mantener a su amigo a la derecha que por todo tipo de exhortaciones.

Pocas cosas pueden causar m�s dolor al alma en los a�os posteriores que el recuerdo de amigos enga�ados por nuestra amistad. La amistad, la simpat�a y el ejemplo alegre deber�an ayudarnos m�s que cualquier otra cosa a crecer como soldados y siervos de Cristo, y a pelear Su batalla cuando seamos adultos. El hierro no puede afilar el hierro m�s de lo que podr�amos afilarnos unos a otros. Las mismas diferencias en nuestro car�cter pueden ser de gran ayuda para hacer que la amistad sea valiosa, porque cuando un amigo es tentado mucho, el otro es fuerte y puede sostenerlo, y sin embargo, cuando llega otro tipo de tentaci�n, recibir� la misma cantidad de dinero. apoyo como �l dio. ( Frederick Temple, DD .)

"En la necesidad se conoce al amigo"

Bacon dice: "No tener amigos es encontrar el mundo como un desierto". Es solo un hombre mezquino que puede estar contento solo. Un amigo de confianza es una de las mayores bendiciones de la tierra. �Ay, por el espantoso contagio de las malas amistades! Washington dijo: "Sea cort�s con todos, tenga intimidad con unos pocos y deje que esos pocos sean probados antes de darles su confianza". Qu�date con tu amigo. Nunca podr� tener amigos verdaderos que a menudo los cambie.

Haga que su amigo se comprenda adecuadamente a s� mismo. Persuadirlo de sus locuras. Foci�n le dijo sinceramente a Ant�patro: "No puedo ser tu amigo y adulador". La verdadera amistad no puede existir entre hombres malos. La verdadera amistad se pone a prueba en la hora de la adversidad. Espere hasta que est� en problemas, y muchos amigos profesos se sentir�n t�midos de usted y le dar�n el paso definitivo. Mucha gente espera demasiado de sus amigos.

Hay un viejo refr�n que dice: "Los amigos, como las cuerdas de un viol�n, no deben apretarse demasiado". Las amistades a menudo producen da�o porque no se rigen por la sabidur�a y la prudencia. Es nuestro mejor amigo, amigo de nuestra alma. Dale un amplio margen al esc�ptico burl�n. Ten por amigos a hombres que �fortalecer�n tu mano en Dios�, que fomentar�n tu piedad y te har�n hombres m�s sabios, mejores y m�s santos. Solo en Cristo, el proverbio que encabeza este bosquejo encuentra su m�s completa verificaci�n. ( MC Peters .)

Conversar amistoso

Edward Irving describe este proverbio como que expresa a la fuerza el efecto de la conversaci�n religiosa y la comuni�n mediante una hermosa figura, que tampoco representa inadecuadamente la forma en que se produce el efecto. El hierro afila el hierro quitando el �xido que se ha contra�do por su separaci�n; de modo que la relaci�n entre amigo y amigo frota los prejuicios que han contra�do en su estado separado.

Y como el hierro, habiendo quitado el �xido que entr� en el material bueno de la hoja y obstaculiz� su empleo para la agricultura o la guerra, inmediatamente se aplica a la sustancia met�lica, la lleva al pulimento y al filo, muestra su temperamento apropiado. y lo adapta para su uso adecuado, de modo que las relaciones de amigos, habiendo eliminado los prejuicios que eran ajenos a la naturaleza y las buenas condiciones de cada uno, procede, en el siguiente lugar, a sacar a relucir el esp�ritu dormido que yac�a escondido, para encender cada uno. otros en brillo, y se preparan mutuamente para la acci�n. ( Francis Jacox .)

La aguda influencia de las relaciones religiosas

Todos conocemos bien el hecho cotidiano de que �el hierro afila al hierro�; todos hemos visto el acero utilizado para afilar una hoja, darle un filo y hacerla apta para hacer su trabajo. Tambi�n somos muy conscientes de que la hoja, cuando se afila, puede usarse para un buen prop�sito o abusarse para uno malo. El hacha puede usarse para talar la madera del templo o para derribar toda la obra tallada del mismo. El acero o la piedra de afilar para afilar, se adapta a la hoja para hacer el bien o el mal, seg�n las circunstancias.

El acto de afilar aumenta su poder, ya sea para bien o para mal; y lo mismo ocurre con los amigos de un hombre: lo incitan, lo excitan, pero es para bien o para mal, seg�n sean ellos mismos buenos o malos. Debemos cuidar qui�nes son nuestros amigos, no sea que recibamos da�o; cuidado con la clase de amigos que somos, no sea que lo compartamos. Aquellos que toleran lo que est� mal son responsables de gran parte del mal al que conduce su rostro.

Por ejemplo, todas las personas deben tener mucho cuidado con lo que se les gu�e con el semblante y el aliento de los amigos en ocasiones de festividad o espect�culo p�blico. Muchos en tales ocasiones tienen sus rostros afilados como no lo est�n en otros d�as. Se les anima a decir, a hacer, a jactarse, a darse el gusto, como nunca lo har�an, y nunca lo har�an, cuando se sientan en casa en sus propias casas. Sin embargo, es grato pensar que el hombre cuyo coraz�n es recto con Dios �agudiza� para bien �el semblante de su amigo.

No hay nada m�s falso sobre la religi�n verdadera que imaginar que atrofia nuestras mentes, que su prop�sito es apartarlas del c�lido calor de la vida social, donde puede florecer, donde, como una planta sana, puede abrirse y expandirse. , y col�quelos solos, para volverse orgullosos y ego�stas. La verdadera religi�n, como cualquier otro buen sentimiento, requiere que la sociedad la lleve a la perfecci�n. Ahora bien, si hay algo tan valioso en la relaci�n de los verdaderos cristianos, deben buscarlo con el esp�ritu mejor calculado para beneficiarse de tal comuni�n.

Deber�an buscarlo en la amistad cristiana. Deben estar constantemente al acecho de aquellos que est�n dispuestos a beber profundamente con ellos en la fuente de la verdad divina. Pero nuestras expectativas de esta verdad no deben limitarse al ejercicio de la amistad privada. No todos podemos estar unidos por tales lazos, por deseables que sean; pero, de nuevo, todos los verdaderos cristianos son verdaderos amigos. Puede que nunca hayan hablado; es posible que quieran presentarse unos a otros; la distancia de la situaci�n puede mantenerlos separados; las circunstancias pueden hacer que no se conozcan aunque est�n cerca del vecindario; sin embargo, siendo todos participantes del mismo Esp�ritu, tienen lo que est� calculado, bajo circunstancias alteradas, para hacerlos y mantenerlos amigos.

Todos los cristianos, repito, son amigos; y, por lo tanto, podemos esperar muchas circunstancias, salvo una estricta e �ntima amistad, calculadas para poner en juego el principio sobre el que me he estado refiriendo. Mencionar� dos circunstancias bajo las cuales esto puede suceder.

1. Recomendar�a a todas las personas que busquen este medio de mejora en sus familias. Con su familia, cada cristiano est� obligado a compartir, y al compartir, aumentar, sus devotos afectos. Hay innumerables grados de vida entre los miembros de nuestro Se�or: hay todas las etapas desde la simple consagraci�n a �l, en el bautismo y la profesi�n, hasta la uni�n m�s plena. Ser ayudantes de la fe de los dem�s a lo largo de estas diversas etapas - convertirse por comunicaci�n mutua en participantes conjuntos de un Esp�ritu com�n - es uno de los medios m�s eficaces de crecimiento espiritual. "El que riega, puede esperar ser tambi�n �l mismo regado".

2. Pero esto no es todo: �l est� en camino de tener su propio "rostro afilado", sus propios motivos avivados, su propia alma animada a la vigilancia, el amor, el celo, la diligencia y un esfuerzo por ser coherente. Si nos conocemos a nosotros mismos, sabemos que queremos todo tipo de motivo, todo tipo de ayuda. Luego, que cada cristiano pruebe el poder de reunirse cada ma�ana y cada noche para orar junto con su familia.

Pero, si es as�, �cu�nto m�s debemos agradecer a Dios por la ayuda adicional que nos brinda en las asambleas p�blicas de la congregaci�n? Aqu�, especialmente, la comuni�n de mentes afines es similar a la de arriba. Si llegamos a Su casa esperando mucho, implorando mucho, deseando mucho, ganar�amos mucho. Nuestro Dios nos enriquecer�a, y eso en parte a trav�s del canal de nuestra "comuni�n unos con otros". ( JHA Walsh, MA .)

Versículo 18

De modo que el que espera a su se�or ser� honrado.

La forma de honrar

Si un hombre en Palestina observaba cuidadosamente su higuera y la manten�a en buenas condiciones, era seguro que ser�a recompensado abundantemente a su debido tiempo. As� los buenos siervos obtienen honor como fruto de un servicio diligente.

I. La relaci�n que subsiste entre nosotros y nuestro Se�or - �l es nuestro Maestro. Ustedes son hombres, y naturalmente se mueven por todo lo que mueve a otros hombres, pero a�n as�, la fuerza motriz principal para ustedes que son cristianos es la supremac�a de Cristo. Tiene derecho a ser nuestro Maestro desde la dignidad misma de Su car�cter. Le rendimos servicio debido a su amor por nosotros. Y nuestra posici�n de sirvientes es irreversible.

II. Hay una conducta consistente con ser siervos de Jes�s. Un sirviente deber�a ...

1. Reconocerse a s� mismo para ser de su Maestro.

2. No tiene tiempo a su disposici�n.

3. Est� siempre en los asuntos de su Amo.

Como sirvientes, es nuestro deber aprender la voluntad de nuestro Maestro y hacerla cuando la sepamos. Es nuestro tambi�n obedecer al Maestro de buena gana y por amor a Su persona. La espera del Maestro debe ser realizada personalmente por el sirviente. Es nuestro, en la espera, permanecer cerca de Cristo.

III. La recompensa que ciertamente llega a los siervos fieles. Encuentra su honor en esperar a su Maestro. Todo siervo fiel de Cristo es honrado en el honor de su Maestro. Se le honra con la aprobaci�n de su Maestro. Se siente honrado de haberle dado m�s cosas que hacer. Es honrado a los ojos de sus compa�eros de servicio. Pero el honor principal del siervo fiel proviene de la Sant�sima Trinidad. ( CH Spurgeon .)

La recompensa de los siervos de Dios

El que cuida de la higuera, tiene higos por sus dolores, y el que espera a un buen amo, honra como recompensa. Verdaderamente, el Se�or Jes�s es el mejor de los maestros, y es un honor que se le permita hacer el menor acto por Su causa. Servir a algunos se�ores es vigilar un cangrejo y comer cangrejos como salario; pero servir a mi Se�or Jes�s es tener una higuera de los m�s dulces higos. Su servicio es en s� mismo un deleite; la permanencia en ella es promoci�n; el �xito en �l es bienaventuranza abajo; y la recompensa por ello es gloria en lo alto.

Nuestros mayores honores se obtendr�n en esa temporada cuando los higos est�n maduros, incluso en el pr�ximo mundo. Los �ngeles que ahora son nuestros servidores nos llevar�n a casa cuando termine nuestro trabajo diario. El cielo, donde est� Jes�s, ser� nuestra mansi�n honorable, la dicha eterna nuestra porci�n honorable, y el Se�or mismo ser� nuestro compa�ero honorable. ( CH Spurgeon .)

Un sirviente honrado

Los amigos de Melancthon estaban asombrados por su generosidad y se preguntaban c�mo, con sus escasos recursos, pod�a permitirse dar tanto en caridad. Se debi� principalmente a la buena gesti�n de un siervo fiel llamado Juan. Todo el deber de mantener a la familia fue encomendado a este dom�stico, cuyo cuidado y prudencia justificaron sobradamente la confianza depositada en �l. Evit� todo gasto innecesario y observ� con celos la propiedad de su amo.

Tambi�n fue el primer instructor de los ni�os durante su infancia. Juan envejeci� al servicio de su amo y muri� en su casa, lamentado por todos. Durante un servicio de treinta y cuatro a�os, �cu�nta utilidad obtuvieron el honrado Juan, y su maestro, a trav�s de su instrumentalidad! Melancthon invit� a los estudiantes de la universidad a asistir al funeral de su fiel servidor; pronunci� un discurso sobre su tumba; y compuso un epitafio en lat�n para su l�pida.

Versículo 19

Como en el agua la cara responde a la cara, as� el coraz�n de hombre a hombre.

Espejo de la naturaleza humana

Como un hombre que mira en el agua (usada antiguamente como un espejo) ve una transcripci�n exacta de su propio rostro, as� cada coraz�n tiene, por naturaleza, precisamente el mismo car�cter moral que cualquier otro coraz�n no santificado. Todo hijo de Ad�n, hasta que sea renovado por la gracia divina, tiene, en vista de la omnipotencia y la omnisciencia, el mismo aspecto moral. N�tese algunas de las circunstancias que han contribuido a que los hombres difieran en su conducta que tienen por naturaleza el mismo car�cter moral.

La gracia ha marcado una gran diferencia en hombres que se parec�an por naturaleza. La diferencia en las pasiones y afectos instintivos hace que los hombres difieran en su conducta. Algunos no tienen el talento para hacer travesuras que otros tienen. Otros no tienen las oportunidades. Un hombre puede hacer menos da�o que otro porque es m�s comedido.

1. Que todos los hombres tienen naturalmente el mismo car�cter moral puede inferirse de la similitud de origen, aspecto y h�bitos generales que pertenecen a todas las edades y todas las naciones de los hombres.

2. Dif�cilmente podemos fijar la vista en un individuo o comunidad de la antig�edad, pero podemos encontrar su semejanza exacta en alg�n individuo o comunidad con cuyo car�cter estemos familiarizados. De esto tomemos como ejemplos b�blicos la familia de Ad�n y de Jacob; los caracteres de Balaam, de Simei, de Joab y de Jezabel.

3. Han prevalecido en todas las �pocas y naciones los mismos cr�menes, exigiendo la influencia restrictiva de las mismas leyes. Los hombres siempre se han inclinado a despojar a sus semejantes de su propiedad. Las descripciones de depravaci�n que se aplicaron a Israel, Babilonia, Egipto, Siria, Sid�n e incluso Edom, se aplican con igual propiedad a los hombres de esta tierra.

4. Argumente sobre el hecho de que la Biblia nunca se ha vuelto obsoleta. Describe a hombres de otros per�odos, y la descripci�n se adapta a la generaci�n actual. Observaciones:

(1) Vemos una fuente de esas corrupciones de doctrina con las que el mundo est� lleno. Los hombres han determinado que la naturaleza humana ha mejorado. Habiendo resuelto este punto, infieren que la misma Biblia no se adapta a las diferentes edades y naciones.

(2) Este tema justifica un tipo de predicaci�n tan clara y precisa como cualquier cosa que se encuentre en la ley de Dios o en las comunicaciones de Cristo y Sus ap�stoles.

(3) El tema proporciona a los hombres imp�os los medios para conocer su propio car�cter.

(4) Podemos argumentar, a partir de este tema, que todos los hombres deben pasar el mismo segundo nacimiento para prepararlos para el reino de Dios.

(5) Vemos por qu� es necesario que haya un solo lugar de destino en el mundo venidero para todos los no regenerados. Los peque�os matices de diferencia que ahora aparecen en los imp�os son demasiado insignificantes para marcarlos en mundos distintos. ( DA Clark .)

Quienes son nuestros asociados en este mundo probablemente ser�n nuestros asociados en el pr�ximo.

El obispo Patrick explica este proverbio as�: "Un hombre puede verse a s� mismo, mientras mira a otros hombres, as� como conocer a otros hombres, considerando sus propias inclinaciones". El obispo Hall dice: "El que mira en el coraz�n de su amigo, ve all� el suyo". Lo m�s misterioso de la obra de Dios es el coraz�n del hombre. El Ed�n del coraz�n humano se ha transformado en un desierto de viles pasiones. Algunos se refrenan m�s que otros y, por lo tanto, existen diferentes grados de depravaci�n en el mundo; y quiz�s, al mirar a nuestro alrededor, podamos encontrar a qu� rango pertenecemos y qu� posibilidades tenemos de escapar de la ira de Dios.

1. Pregunt�monos qui�nes son nuestros amigos y asociados �ntimos.

2. Comparemos nosotros mismos con los moribundos. ( John Collinson .)

Versículo 21

As� es un hombre para su alabanza.

La influencia del aplauso

Las diversas pasiones implantadas en la naturaleza humana son necesarias para animar el alma al servicio de Dios y de nuestra generaci�n. El poeta cant�, "Amor a la fama, la pasi�n universal". El sabio contempl� este principio en la naturaleza humana; vio el efecto de la alabanza sobre la humanidad. El texto es una regla, basada en el efecto observable que tiene sobre el hombre; una regla refinada para probar nuestro verdadero car�cter moral o estado religioso.

Es, literalmente, �una olla para clarificar la plata y un horno para el oro; y un hombre a la boca de su alabanza ". La conducta de los hombres, con respecto a su alabanza, puede ser una prueba tan segura de su car�cter moral y religioso como lo es el crisol de plata y el horno de oro. Por alabanza debemos entender, no el aplauso de los individuos o de la multitud, dicho en un tono de iron�a sarc�stica; ni la que se da por error, como cuando se nos atribuye inocentemente la conducta de otro, con el elogio de su encomiable conducta.

Por alabanza de un hombre entendemos la alabanza real, sincera, otorgada por acciones o conductas encomiables a los ojos de los hombres, �tiles para la comunidad. Tal elogio responde a prop�sitos valiosos. Observar c�mo es un hombre para su alabanza es un asunto de gran importancia para cada alma del hombre. Su alabanza refina a un hombre, lo hace agradecido a Dios por un buen nombre entre los hombres. La alabanza a un alma justa la vuelve seriamente inquisitiva, si su conducta realmente merece alabanza, la alabanza no de los hombres, sino tambi�n de Dios.

La alabanza hace que el justo sea respetuoso con quienes la otorgan; y se vuelven m�s diligentes para mejorar en hacer el bien. La alabanza al justo es una prueba de fuego, donde necesita humildad y pensamientos sobrios. La alabanza otorgada al hombre imp�o lo vuelve vanidoso, seguro de s� mismo y engre�do. Se vuelve altivo e insolente. Celoso de su honor, est� impaciente por escuchar a otro elogiado. Las personas de este car�cter se vuelven descuidadas, independientemente de la alabanza de Dios.

La raz�n de los diferentes efectos de la alabanza es el estado diferente en el hombre interior del coraz�n. La raz�n de los diferentes efectos de la olla de clarificaci�n y el horno sobre los metales es la diferente naturaleza y calidad de los metales fundidos en ellos. La mejora natural de este tema es determinar nuestro car�cter moral y religioso por el efecto que la alabanza de los hombres tiene sobre nosotros. ( John Devotion, MA .)

La popularidad es la prueba de car�cter m�s dif�cil

Los hombres, tanto en la antig�edad como en la actualidad, someten los metales preciosos, como la plata y el oro, a la prueba del fuego. El fuego revel� su impureza y los hizo aparecer en su verdadero car�cter. Lo que el fuego es para estos metales, dice Solomon, la popularidad o el aplauso es para el car�cter del hombre: lo pone a prueba.

I. La popularidad revela la vanidad del orgulloso. �C�mo apareci� Absolom en el resplandor de la popularidad? (2 de Samuel 25:22). �C�mo apareci� Herodes? En medio de los gritos de sus aduladores asumi� que era un dios.

II. La popularidad revela la humildad de un verdadero hombre. Un verdadero hombre se acobarda ante el aplauso popular y se siente humillado entre sus gritos. El Dr. Payson, un cuidadoso observador de s� mismo, menciona entre sus juicios "elogios bien intencionados pero imprudentes". �Todos aqu�, le escribe a su madre, �ya ??sean amigos o enemigos, est�n conspirando para arruinarme. Satan�s y mi propio coraz�n, por supuesto, echar�n una mano, y si ustedes tambi�n se unen, temo que toda el agua fr�a que Cristo pueda arrojar sobre mi orgullo no evitar� que estalle en una llama destructiva.

Tan cierto como que alguien me halaga y me acaricia, mi Padre tiene que azotarme por ello, y una misericordia indescriptible es que se condesciende en hacerlo �. La popularidad es de hecho caracterizar lo que es el "crisol de clarificaci�n para la plata y el horno para el oro". Pocas cosas en la vida nos muestran de qu� est�n hechos los hombres m�s que esto. Los hombres peque�os cortejan este fuego, pero no pueden soportarlo. ( Homilista .)

Versículo 23

S� diligente en conocer el estado de tus reba�os y cuida bien de tus reba�os.

Amabilidad con los animales

Vivimos en una �poca en la que se presta gran atenci�n a la comodidad y el bienestar de todas las clases de la comunidad, y en la que se realizan esfuerzos para promover la felicidad general. Cuando se est� haciendo tanto para aumentar la felicidad de la familia humana, no debemos olvidarnos de los tontos animales, a los que, para nuestra comodidad, estamos tan en deuda. Siempre es una buena se�al para un hombre que se interese bondadosamente en los brutos.

Un hombre que puede tratar con rudeza a un caballo o un perro nunca podr� ser alguien en quien su propia familia encuentre mucho que amar. Se acabaron los d�as de los deportes crueles y repugnantes, en los que los hombres encontraban el placer de contemplar los sufrimientos de las criaturas inferiores. Pero una gran cantidad de dolor se sigue produciendo debido a la mera irreflexi�n. Vea los avisos b�blicos de animales.

1. El hecho de su creaci�n por Dios. Fueron tra�dos a la tierra antes que el hombre, y tienen, por prioridad, el derecho a las comodidades que ofrece.

2. Su nombre por Ad�n. Esto indicaba su se�or�o sobre ellos y el inter�s que Dios quer�a que tomara en ellos.

3. Cuando el hombre hab�a pecado, mediante la matanza de animales inocentes, se le ense�� de manera impresionante, y se le record� continuamente, el �nico camino de salvaci�n.

4. En la �poca del Diluvio, los animales fueron cuidadosamente preservados.

5. En la econom�a mosaica se promulgaron leyes para la protecci�n y el bienestar de las criaturas. Muchos cometen el error de pensar que los animales deben ser atemorizados para que obedezcan. Un trato amable y gentil, ya que es el m�s humano, tambi�n es el m�s acertado. Les gusta ser elogiados y animados: una palabra amable o un trazo cari�oso los hace maravillosamente felices, e incluso la expresi�n del semblante que aprenden a comprender.

Recuerda que se dice de Dios: "Con el hombre misericordioso ser�s misericordioso". Su ojo est� sobre nosotros y nos pedir� cuentas por cada acto de crueldad cometido contra las criaturas que ha creado. Por tanto, esfu�rzate por ser como �l en bondad y mansedumbre. ( J. Thain Davidson, DD .).

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Proverbs 27". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/proverbs-27.html. 1905-1909. Nueva York.
 
adsfree-icon
Ads FreeProfile