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Bible Commentaries
Salmos 39

El Ilustrador BíblicoEl Ilustrador Bíblico

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Versículos 1-13

Dije: Seguir� mis caminos, para no ofender en mi lengua; Mantendr� mi boca por as� decirlo con un freno.

Pensamiento y oraci�n bajo prueba

I. Pensamiento sometido a prueba.

1. Su enunciado reprimido. "Dije, prestar� atenci�n a mis caminos".

(1) Este esfuerzo como represi�n fue piadoso. �Por qu� intent� "ponerle bozal" a la lengua? "Que no peco". Sinti� con toda probabilidad que las circunstancias que le provocaron sus sufrimientos hab�an despertado en �l ideas tan esc�pticas acerca de la rectitud o benevolencia del procedimiento divino, cuya manifestaci�n, a los o�dos de los malvados, mientras estaban "ante �l", ser�a muy pecaminoso.

(2) Este esfuerzo de represi�n fue doloroso. Los pensamientos aprisionados, como inundaciones reprimidas, aumentan en fuerza turbulenta; cuanto m�s se reprimen, m�s se agitan, se hinchan y luchan.

(3) Este esfuerzo de represi�n fue temporal. Sus pensamientos se volvieron finalmente incontenibles. "Habl� con mi lengua". �A quien? No a los imp�os �no resolvi� hacer esto porque fuera pecaminoso� sino al gran Jehov�.

2. Su atenci�n detenido. El car�cter de la vida. Su terminabilidad. Su fragilidad. Su brevedad. Su vanidad. Su vac�o. Sus inquietudes. Sus trabajos in�tiles. ( Homilista. )

El juicio t�cito de la humanidad

Las Escrituras hablan de dos formas diferentes sobre c�mo juzgar a los dem�s. Por un lado, dice: "No juzgu�is nada antes de tiempo, hasta que venga el d�a del Se�or"; por otro lado, dice: "El espiritual juzga todas las cosas"; y se nos dice que consideremos al Esp�ritu Santo, del cual participamos, como un esp�ritu de discernimiento. Tampoco, si este discernimiento existe en los cristianos, �podemos limitarlo a distinguir solo a los pecadores flagrantes de los hombres bien dirigidos? No; se extiende mucho m�s lejos que eso; va mucho m�s profundo.

Los cristianos que est�n dotados con el esp�ritu de santidad, y que tienen con ese don el esp�ritu tambi�n de sabidur�a y conocimiento, pueden ver d�nde est� el coraz�n correcto en los dem�s y d�nde no. Esto es parte de ese poder inconsciente que reside en la bondad como tal; porque el bien no encuentra el bien en los dem�s. Por otro lado, disfrazarlo como quieran, se detecta el car�cter contrario, y lo repele.

De modo que la bondad, como tal, tiene una verdadera sabidur�a. Pero, quiz�s, la gran ley con respecto al juicio que se establece en nuestros textos se refiere a la entrega del juicio, no debe permitirse plena expresi�n y manifestaci�n. El juicio ser� franco, el nuestro puede no serlo. La Escritura tiene ante nosotros el terror de una terrible exposici�n cuando �los secretos de todos los corazones ser�n dados a conocer� ( Lucas 8:1 ; Lucas 12:3 ).

Pero la lengua del juicio intermedio est� atada. Hay un embargo impuesto a su entrega. Este, entonces, es el significado de "la brida mientras el imp�o est� a mis ojos". Est� impl�cito un juicio de alg�n tipo, pero debe ser un juicio mudo. En este temperamento del salmista, entonces, observamos primero, una fuerza mayor que la que pertenece al otro temperamento de expresi�n impetuosa y prematura: fuerza no solo del dominio propio, sino del sentimiento y la pasi�n reales.

Tal estado de �nimo debe ser necesariamente m�s fuerte, ya que no requiere la prueba que proporciona la expresi�n inmediata e impetuosa. Es porque sienten que quieren este apoyo de la expresi�n externa por lo que los hombres hacen esta demostraci�n externa. La fuerza de nuestro lenguaje reacciona sobre nosotros y nuestras mentes se animan con �l, de modo que su propia convicci�n interior no cede. Quieren que se mantenga su veredicto.

Por tanto, esta forma muda de juicio debe ser necesariamente fuerte. Las circunstancias del mundo son tales, que esta mayor fuerza de sentimiento, esta forma silenciosa de juicio, es positivamente necesaria para afrontarlas. Para considerar lo que la expresi�n perpetua del juicio, lo que implicar�a la respuesta constante al desaf�o de la otra parte. Este desaf�o siempre est� sucediendo. Es imposible vivir en el mundo sin escuchar constantemente la admiraci�n y el elogio prodigados por aquello que sabemos en nuestro coraz�n que es de car�cter vac�o e inferior.

. El mundo generalmente acepta el �xito como una prueba; de hecho, el juicio popular est� casi obligado a ser excesivamente brusco. Debe tomar a los hombres tal como est�n y aceptar los elogios mec�nicos que emanan de una ley de opini�n p�blica. Y, de hecho, la exposici�n de lo malo en este mundo es casi imposible. Pero si ning�n juicio, por verdadero que sea en el santuario del coraz�n, puede declararse por las mismas condiciones de la sociedad, esta es una clara revelaci�n de la voluntad de Dios de que tal manifestaci�n no debe intentarse, y que intentarlo ser�a sea ??para anticipar su prop�sito divino.

Y luego no tenemos nada a lo que recurrir sino a la regla del salmista, la regla de un juicio mudo y silencioso. �Guardar� mi boca, por as� decirlo�, etc. Pero tales hombres no escapan del todo al juicio. Los buenos los juzgan y deciden acerca de ellos, aunque no se pronuncie. �No hay una sentencia t�cita sobre �l, un veredicto silencioso en la conciencia de los justos y santos que va m�s all� de las �explicaciones�? �Y no es este veredicto mudo una anticipaci�n de ese juicio que no ser� silencioso sino franco, la revelaci�n y manifestaci�n del coraz�n humano que tendr� lugar en el �ltimo d�a? No, �y no hay siquiera un juicio en el propio coraz�n de Iris que �l no pase con total comodidad? �No hay una voz dentro de �l que hablar�a si lo permitiera y no lo reprimiera? y que, si hablara, esparcir�a por los vientos todos sus refugios de mentiras. Tememos eso. (JB Mozley, DD )

El mal hablar y los medios adecuados para prevenirlo

I. La razonabilidad de esta resoluci�n, y particularmente con respecto a nosotros, como cristianos, de no ofender con la lengua.

1. Hablar mal trae un gran esc�ndalo a nuestra santa religi�n, ya que es tan directamente opuesta a su genio y esp�ritu, a los muchos preceptos expresos que ocurren en ella, y esa bondad y franqueza de temperamento que tan notablemente se descubri� en nuestro bendito Salvador.

2. La injusticia de este crimen con respecto a los dem�s.

(1) Es una verdad muy evidente, que seg�n el valor de cualquier cosa, en la que invadimos el derecho de otro hombre, el mal que le hacemos se aumenta proporcionalmente. No es menos cierto que de todas las ventajas y comodidades externas de la vida humana, ninguna es de mayor importancia para un hombre que un buen nombre.

(2) Adem�s de defraudar a un hombre de reputaci�n y honor, este crimen es en su mayor parte muy perjudicial y perjudicial para �l con respecto a sus otros intereses, y muy a menudo demuestra un perjuicio para el p�blico. Porque, como bien observa Plutarco, la reputaci�n de honor y valor le brinda mil oportunidades de hacer el bien en el mundo, al abrirle un pasaje f�cil a los corazones y afectos de los hombres; mientras que, dice, si un hombre se encuentra bajo alguna calumnia o sospecha, no puede ejercer sus virtudes, nunca tan bien calificadas, en beneficio de los dem�s, sin cometer una especie de violencia sobre ellos.

(3) Lo que agrava a�n m�s la injusticia de este crimen es que es tan dif�cil reparar a la parte agraviada. Un esc�ndalo, una vez que se ha ido al extranjero, no se recuerda f�cilmente; pero as� como un vapor venenoso infecta a veces una ciudad o regi�n entera, as� una calumnia, una vez que se desencadena y se encuentra con una inclinaci�n tan generalizada a provocarla, no s�lo tiende a extenderse, sino que cuanto m�s se propaga, m�s se propaga. generalmente aumenta su malignidad.

3. La insolencia de los culpables de este crimen.

(1) Son pocas las personas que dan a sus lenguas una libertad general de esc�ndalo y difamaci�n que no irrita a otros para llevarse la misma libertad con ellos.

(2) La locura e imprudencia de este vicio de hablar mal parece m�s all� de aqu�, que rara vez responde a un gran fin que nos proponemos a nosotros mismos. Somos propensos a imaginar que, al reducir o arrojar tierra sobre otras personas, nos ponemos en camino hacia una mayor ventaja y nos presentamos con una mejor luz; pero debemos considerar que el mundo tiene, en ese mismo momento, un ojo sobre nuestra conducta, y el mismo derecho a emitir un juicio sobre ella, como tenemos que sentarnos sobre las acciones de otras personas.

Y que juzgar� de nosotros, no por nuestras declaraciones contra sus vicios o defectos, y la elevaci�n que por ello nos dar�amos por encima de ellos; sino de nuestras calificaciones o comportamiento personales.

(3) A las personas que se dan la libertad de reflexionar sobre las acciones y el comportamiento delictivos de otras personas, o de acusarlas quiz�s de delitos en los que nunca pensaron, se les observa con frecuencia que expresan sus propias inclinaciones y dan algunas pistas visibles y claras. lo que ellos mismos hubieran estado dispuestos a hacer en las mismas circunstancias de tentaci�n.

II. El m�todo adecuado para hacer que esta resoluci�n sea buena.

1. Prestar atenci�n a nuestros caminos implica en general que mantenemos una vigilancia estricta y vigilante sobre todas nuestras acciones, que las examinamos con frecuencia y las llamamos, y declaramos imparcialmente las cuentas entre Dios y nuestra propia conciencia.

2. Pero considerar� esta expresi�n en su sentido m�s comedido, ya que implica el gran deber de la autorreflexi�n o el examen. Un deber que, si cumplimos con el cuidado y la frecuencia que debemos, tendremos menos tiempo y menos inclinaci�n a preocuparnos por las fallas o des�rdenes de otras personas.

(1) Tendremos menos tiempo para esta diversi�n criminal; porque, al recordar con frecuencia nuestros propios caminos, descubriremos cu�ntas oportunidades de mejora religiosa hemos desaprovechado ya, o quiz�s abusado con prop�sitos muy perversos e irreligiosos; y que nos concierne, por tanto, mediante una aplicaci�n m�s estricta y constante de los deberes de la religi�n para el futuro, emplear nuestros m�ximos esfuerzos para redimir el tiempo.

(2) Al examinar con frecuencia el estado de nuestras propias almas, tambi�n tendremos menos inclinaci�n a censurar la conducta de los dem�s. Al considerar cu�n aptos somos nosotros para ser tentados, y cu�n f�cilmente hemos sido vencidos por la tentaci�n, estaremos dispuestos a emitir un juicio m�s favorable sobre las faltas de otras personas; pensaremos que es irrazonable esperar que sean perfectos, mientras somos conscientes de tantos defectos personales; Nos avergonzaremos de condenar a hombres de pasiones similares por tomarse esas libertades que creemos excusables en nosotros mismos.

III. Mejora.

1. Si hablar mal es en general un pecado tan atroz, y en tantos casos perjudicial para la parte contra quien se habla, la culpa de ello a�n debe aumentar, cuando se difamen a personas en particular que tengan un car�cter extraordinario, o cuya reputaci�n sea de mayor influencia; como los pr�ncipes y magistrados civiles que est�n bajo su autoridad, cuyo honor es el inter�s com�n de la sociedad misma apoyar y mantener, porque en proporci�n a cualquier desprecio o indignidad ofrecida a sus personas, su autoridad misma se volver� barata y precaria. .

2. Por lo que se ha dicho, podemos observar la decadencia general de la piedad cristiana.

3. Si hablar mal es un crimen tan atroz, cuidemos no s�lo de evitarlo nosotros mismos, sino de desacreditarlo en los dem�s. Debo admitir que se requiere algo de valor y resoluci�n para detener un torrente que corre tan fuerte, y con el que tantas multitudes son arrastradas; pero cuanto m�s general es cualquier pr�ctica pecaminosa, es un argumento de mayor valent�a y generosidad mental oponerse a ella.

Pero si no tenemos suficiente poder sobre nosotros mismos para hacer eso, cuidemos, al menos, de que no seamos pensados ??por ninguna aparente complacencia en ello, para alentar una conversaci�n tan poco cristiana. ( R. Fiddes. )

Versículo 2

Me qued� mudo por el silencio.

Silencio: pecaminoso y sagrado

�Estaba David en lo cierto al guardar silencio "incluso desde el bien"? Matthew Henry comenta: ��Fue su sabidur�a que se abstuviera de hablar bien cuando los malvados estaban delante de �l, porque no arrojar�a perlas a los cerdos? M�s bien creo que fue su debilidad. La misma ley que proh�be todas las comunicaciones corruptas requiere lo que es bueno para el uso de edificante ". Se pueden practicar virtudes encomiables con tanto entusiasmo que degeneren en vicios. El silencio puede indicar la mayor fortaleza de car�cter o la mayor debilidad.

I. Ser mudo con el silencio puede ser un gran pecado. A menudo implica:

1. Descuido del deber. Nuestras lenguas y voces nos fueron dadas tanto con el prop�sito de hacer o�r las alabanzas de Dios como para conversar unos con otros. �Estaremos tan en deuda con Dios por todas sus misericordias y nunca le rendiremos nuestra alabanza? La naturaleza siempre expresa sus adoraciones a nuestro Rey. Su alabanza encuentra expresi�n en cada mano, Los p�jaros la cantan, en el bajo profundo los mares la rugen, las estrellas la brillan, las flores con dulce perfume la respiran, los fuertes vientos y los suaves c�firos la cantan, primavera, verano, oto�o, invierno, Hay cuatro coristas de los que ascienden, pero cuatro partes de un himno alegre.

Y, sin embargo, cu�n a menudo el hombre permanece mudo con un silencio culpable en medio de la mir�ada de voces armoniosas que lo rodean. A menudo tambi�n guardamos silencio cuando deber�amos hablar en nombre de Dios. Tememos confesarlo aunque �l nos pide que seamos Sus testigos. Oh, que pudieras sentir el pecado de tu reticencia; la criminalidad de los labios sellados! Una religi�n silenciosa, o una religi�n hablante, profesor cristiano, �cu�l ser�?

2. El permiso que se nos ha concedido de hablar en nombre de Cristo debe considerarse a la luz de un alto privilegio, as� como de un deber solemne. �No podemos dejar de decir lo que hemos visto y o�do.

3. Nuestro silencio pecaminoso a menudo implica una p�rdida de bendici�n personal.

II. Pero el silencio es a menudo una virtud. Cuando David se sinti� abrumado por un sentido de la misericordia de Dios como se expresa en el mensaje de Nat�n ( 2 Samuel 7:18 ), su sentido de obligaci�n hacia Dios era tan grande que sinti� que su alma se llenaba de emociones a las que apenas pod�a expresar, as� que �l �se sent� delante del Se�or�, abrumado por el peso de la bendici�n.

�No hemos sentido a menudo nuestras almas temblar con una adoraci�n que nuestros labios no pod�an expresar? Cuando hemos buscado la comuni�n con nuestro Se�or en Sus sufrimientos y meditado sobre Sus "agon�as desconocidas". El crecimiento silencioso y el desarrollo secreto del car�cter son los m�s aceptados por Dios. Muchos cristianos le est�n rindiendo mayor alabanza por la influencia silenciosa pero poderosa de un car�cter santificado, que otros que hablan en voz alta pero son menos circunspectos en la vida.

Todo crecimiento es silencioso. El �rbol crece a�o tras a�o sin ning�n ruido. Contraste la construcci�n de la torre de Babel y la del templo, que, "Como una palmera alta brot� la tela silenciosa". Piense tambi�n en la oraci�n silenciosa; y de dulce y graciosa sumisi�n. Cu�n exaltado es el logro de ese cristiano que puede callar mientras el hombre persigue. Para m�, ninguna parte de la historia de la vida de nuestro Salvador en la tierra es m�s convincente en la prueba de Su Deidad que Su sumisi�n a Sus crueles perseguidores: �Cuando fue injuriado, no volvi� a insultar; cuando lo abofete�, no amenaz� �. En verdad, aqu� est� la Divinidad. La omnipotencia refrena la omnipotencia. Busquemos la gracia para imitarlo. ( W. Williams. )

Versículo 4

Mi coraz�n estaba dentro de m�; mientras meditaba, el fuego ard�a; entonces dije con mi lengua: Se�or, hazme conocer mi fin, y la medida de mis d�as, cu�l es, para que sepa lo fr�gil que estoy.

Un sentido de nuestra fragilidad, un tema de oraci�n.

El obispo Horsley dice que David, movido por una contrici�n piadosa, derrama esta oraci�n para conocer su fin y la medida de sus d�as.

I. �Por qu� la contrici�n debe llevar a tal oraci�n? David no habla de perd�n, aunque eso es lo que primero pide el coraz�n contrito. Pero aqu� ni siquiera reza por esto. Aparentemente no lo hace, pero realmente lo hace. Que la oraci�n sea ense�ada cu�n fr�giles somos, es virtualmente una oraci�n para que seamos m�s santos, m�s aversos al pecado y m�s dedicados al gran fin de nuestro ser. Que es esto se muestra:

1. Por el hecho de que el intervalo entre la obra mala y la ejecuci�n de la sentencia contra ella hace que el coraz�n de los hombres se fije firmemente en ellos para hacer el mal. Si la pena siguiera inmediatamente al crimen, los hombres no se atrever�an a pecar como ahora lo hacen sin temor. Conf�an en la esperanza que inspira la demora en el castigo. Existe una especie de idea no reconocida de que lo prolongado e indefinido nunca surtir� efecto. Pueden intervenir mil cosas para evitar la ejecuci�n.

2. O hay otro en el trabajo, y un sentimiento no completamente diferente. Se confiesa que el pecado debe ser arrepentido y abandonado, ya que de lo contrario vendr� una terrible retribuci�n en el futuro; pero se imagina que la vida todav�a ofrecer� muchas oportunidades, de modo que es seguro, o al menos no inminentemente peligroso, persistir un poco m�s en la indulgencia criminal, que mantiene al pecador en esta su procrastinaci�n.

Si pudiera pr�cticamente derrocar esta teor�a suya, y sustituirla por la persuasi�n de que "en medio de la vida est� en la muerte", casi se ver�a obligado, por su sensaci�n de exposici�n al peligro, a tomar medidas para la eternidad venidera. en el umbral del cual puede estar en cualquier momento, y que puede estar sobre �l, en su horror e inmutabilidad, antes de que respire de nuevo. �Cu�ntos todav�a creen en la antigua mentira con la que el tentador enga�� a Eva: �No morir�is ciertamente.

"Qu� pocos viven" como forasteros y peregrinos "aqu� en la tierra. En lugar de eso, hay un gran asentamiento, como si la tierra fuera su hogar; una negligencia en los deberes religiosos, como si no hubiera gran motivo para la diligencia; un aplazamiento de muchos sacrificios y actuaciones, como si el caso no fuera urgente; y esto tambi�n, donde las partes no s�lo se declaran cuidadosas por el alma, sino que claramente deben distinguirse de la gran masa que las rodea, por un esfuerzo general para hacer la voluntad de su Dios.

�Y qu� debemos decir que es necesario para corregir estos errores e inconsistencias? �Cu�l ser�a, al menos, un motor poderoso para producir una mayor firmeza en los justos, una mayor abstracci�n de la tierra, una mayor devoci�n a la religi�n? Respondemos sin dudarlo: una profunda convicci�n de la incertidumbre de la vida. Si los hombres tuvieran tal convicci�n, no podr�an vivir, como lo hacen ahora, tan enredados en el mundo, tan ansiosos en su servicio. Le advertir�a que se alejara de la b�squeda desmedida de las cosas terrenales.

II. Pero tenga en cuenta la petici�n en s�. Qu� hecho tan curioso es que se le ofrezca a Dios tal petici�n. Sus t�rminos son lo suficientemente expl�citos, al menos hay pocas dudas en cuanto a su deriva. No quiere decir que Dios deba mostrarle la medida exacta de sus d�as y el n�mero exacto de los que a�n ten�a que vivir. Tal petici�n ser�a ilegal, porque ser�a una intromisi�n en esas "cosas secretas" que "pertenecen s�lo a Dios".

Pero lo que el salmista busca conocer es la fragilidad de su vida. �sta es la deriva y el alcance de la petici�n, que pueda tener una sensaci�n duradera de la brevedad y la incertidumbre de la vida. Ahora bien, �no es extra�o que se ofrezca tal oraci�n? No le pido a Dios que me haga saber que tales sustancias son venenosas cuando todo ejemplo da testimonio de que lo son; o que el tiempo es variable, cuando tengo constantes pruebas de ello.

No rezo para saber nada, lo que s� indudablemente por libros, o testimonios u observaciones. �Por qu�, entonces, rezar para que me hagan saber lo fr�gil que soy? Parece rezar para que se le haga saber que el sol sale y se pone; que las tormentas pueden nublar repentinamente el cielo, o que puede suceder cualquier otra cosa que ya sabemos que suele suceder. Y, sin embargo, David, quien era tan poco probable como nosotros para cerrar los ojos a verdades conocidas, ofrece esta oraci�n: "Se�or, hazme conocer mi fin", etc.

No puedo dejar de sacar una lecci�n de esto para la propia gu�a ministerial en el desempe�o de la oficina ministerial. Si hay algo m�s que otro que desear�a haber impresionado en todas las clases de mis oyentes, es la verdad simple, evidente por s� misma, universalmente confesada, que son seres fr�giles susceptibles de morir en cualquier momento, y seguros en ning�n momento. tiempo muy lejano para ser trasladado a otro, incluso a un mundo invisible.

Ya les he mostrado que se necesita poco, m�s all� de la conciencia permanente de esta verdad, para producir en aquellos que hasta ahora han descuidado la religi�n, una seria atenci�n a las cosas de la eternidad; y en otros, que se han consagrado a Dios, una mayor y creciente diligencia en la cultura de la santidad personal. De modo que, naturalmente, uno de los grandes objetivos del ministro ser� ganar poder para la verdad de la incertidumbre de la vida; retirarlo del c�mulo de hechos, que se reconocen m�s que sentir, y colocarlo entre los que influyen en la conducta.

�C�mo se debe proceder en la consecuci�n de este objetivo? Sabes muy bien lo que se intenta habitualmente; y si la raz�n juzga el asunto, posiblemente lo declare m�s apto para triunfar. Est�n todas las evidencias conmovedoras que se pueden reunir de la fragilidad humana. Pero, por justo y admirable que sea en teor�a, �es este curso pr�cticamente efectivo cuando el hecho del que deseamos producir convicci�n es la incertidumbre de la vida? �Pobre de m�! no.

El testimonio universal de la experiencia ministerial es que un serm�n bien elaborado sobre la fragilidad de la vida es com�nmente ineficaz para hacer que los hombres est�n al acecho de la proximidad de la muerte. Aqu� es donde nuestro texto viene con una gran lecci�n. No hace m�s que hacerse eco de este resultado de la experiencia ministerial. El salmista ora para que se le haga conocer su fragilidad; como si estuviera muy consciente de que la meditaci�n y la observaci�n nunca le llevar�an a casa, a pesar de que le parec�a imposible cerrar los ojos ante el hecho.

Y si se trata de una cosa para la oraci�n, es bastante evidente que todas las meditaciones entre las tumbas y todas las cavilaciones sobre los muertos ser�n pr�cticamente in�tiles, excepto cuando pongan a los hombres de rodillas. Aqu�, entonces, est� la gran lecci�n que, como ministro, [extraemos del texto. Deseo inculcarles su fragilidad y les ruego que permitan que esto sea parte de su oraci�n diaria al Todopoderoso: �Hazme conocer mi fin, y la medida de mis d�as, cu�l es; para que sepa lo fr�gil que soy ". ( Henry Melvill, BD )

Reflexiones para el a�o nuevo

I. Que la vida humana debe terminar. El conocimiento y la creencia de que nuestro tiempo est� en las manos de Dios tiene una poderosa influencia para hacernos humildes, abnegados, vigilantes y santos. El regreso del d�a y la noche, la revoluci�n de los cuerpos celestes, el latido de nuestros corazones, la circulaci�n de la sangre, cada reloj en nuestra habitaci�n y cada reloj que llevamos, todos proclaman la verdad conmovedora, que nuestros d�as se apresuran a un final.

II. Que la medida de nuestros d�as la determina Dios. La soberan�a del Alt�simo se descubre eminentemente en las diversas medidas de la vida humana.

III. Que el conocimiento de nuestro fin y de la medida de nuestros d�as es de gran utilidad pr�ctica en la vida cristiana. "Para que sepa lo fr�gil que soy".

IV. Que solo Dios puede ense�arnos el fin, la medida y el valor de la vida presente. �Se�or, hazme conocer mi fin�, etc. Esta es una lecci�n que la sabidur�a de los hombres no puede ense�ar. Llevamos, confesamos la verdad general de que todos deben morir; pero actuamos como si no fuera cierto, como si nunca fuera a ser interpretado por nosotros mismos. Pero cuando Dios nos ense�a nuestro fin, nos inspira con otros puntos de vista. Nadie puede ser indiferente a la muerte y la mortalidad cuando Dios es su maestro. ( Revista cristiana. )

"Hazme conocer mi fin"

De esta oraci�n parecer�a que los hombres tienden a olvidar su fin. �Por qu� los hombres olvidan su �ltimo fin?

I. Negativamente.

1. No porque pueda haber alguna duda sobre su importancia. �Qu� acontecimiento tan trascendental es la muerte! La terminaci�n de nuestra conexi�n terrenal y nuestra introducci�n en un estado misterioso, retributivo, probablemente inalterable.

2. No porque los hombres no lo recuerden. Si ves una pintura, el artista est� en su tumba, un libro, el autor ya no existe, un retrato, el tema se ha convertido en polvo.

3. No porque exista la m�s m�nima esperanza de evitarlo. "Est� establecido que todos los hombres mueran una sola vez".

II. Afirmativamente.

1. Una repugnancia instintiva hacia ella. Todos los hombres temen 2: 2. La dificultad de realizarlo. No es posible que sepamos lo que es morir. Es un conocimiento que solo se puede adquirir mediante la experiencia.

3. Lo com�n de la ocurrencia. Si solo unos pocos en todo un pa�s murieran en el transcurso de un a�o, y uno o dos en nuestro vecindario, la extra�eza podr�a afectarnos.

4. La esperanza general de longevidad.

5. El poder absorbente del alma de las cosas mundanas. "�Qu� comeremos, qu� beberemos, con qu� nos vestiremos?" Esta es la pregunta absorbente. Pero, �por qu� los hombres deber�an considerar su �ltimo fin?

(1) Para moderar su apego a las cosas terrenales.

(2) Estimular la preparaci�n para un estado superior.

(3) Para permitirnos darle la bienvenida cuando llegue. ( Homilista. )

La vida breve es aqu� nuestra porci�n

Algunos ven una especie de mezquindad en este vers�culo, el fruto de la impaciencia bajo la mano castigadora de Dios. Pero no nos corresponde a nosotros reprender al salmista, porque �cu�l es su impaciencia comparada con la nuestra? David reza: "Hazme conocer mi fin". Pero, �era su fragilidad un secreto que no pod�a descubrir? Podemos estar seguros de que lo sab�a en parte, pero quer�a saberlo de una manera m�s perfecta; con esa iluminaci�n espiritual que solo Dios pod�a comunicar. As� sabr�a ...

I. Su fin. �Sabemos esto?

1. Su certeza. Debo morir. No hay descarga en esa guerra. �Nos damos cuenta de ese hecho?

2. Ser� nuestro fin. No un alto, sino un final. Mi fin para todas las cosas bajo el sol: pecado, tristeza, servicio, oportunidad para hacer y hacer el bien. Piense en los acompa�amientos de nuestro final, las �ltimas escenas aqu� en las que participaremos. Imag�nelo todo en sus mentes tanto como pueda. Ensaye todo lo que pueda. Y piensa en sus resultados. Entonces es que aunque acabamos aqu�, entramos en la parte m�s solemne de nuestra existencia.

�Ad�nde ir�s? Estar con Cristo, o entre los perdidos, �cu�l? Necesitamos que se nos haga conocer nuestro fin, que se nos haga creer firmemente en �l, que seamos conscientes de ello v�vidamente, a fin de estar preparados para �l cuando llegue.

II. La medida de sus d�as. Son solo los d�as de Dios los que no se pueden contar. Los nuestros pueden, �como los pobres cuentan sus ovejas�, porque son muy pocos. Pero el hecho de que el hombre sea pecador hace que sea una bendici�n que sus d�as sean pocos. �Tendr�amos un Voltaire para siempre acechar por este mundo, o algo como �l? Midamos nuestros d�as para no desperdiciarlos.

III. Su fragilidad. Somos como viajeros en un camino que cruza un profundo abismo. Algunos lo saben, pero la mayor�a lo olvidan. Los que est�n en las primeras filas caen en �l, y los dem�s lo har�n, pero todav�a no piensan en ello. As� continuamos todos hasta llegar a ese paso fatal que nos sumergir� en la eternidad. ( CH Spurgeon. )

Versículo 5

He aqu�, T� has hecho mis d�as como la palma de una mano, Y mi edad es como nada delante de Ti: en verdad, todo hombre en su mejor estado es completamente vanidad.

La brevedad y la vanidad de la vida humana.

Estas simples palabras tienen una energ�a que nadie m�s que un moribundo puede comprender completamente. De hecho, es posible que hayamos sentido algo de su significado, ya que los hemos escuchado leer sobre el cad�ver de un amigo querido, pero este sentimiento no ha sido ni profundo ni duradero. Los afanes o placeres del mundo han vuelto a llamar y han tenido toda nuestra atenci�n. Las palabras del salmista nos llevan a considerar:

I. Por qu� llama a los d�as de la vida nuestros d�as. Estrictamente hablando, no lo son, ninguno de ellos, pero ...

1. Nos traen innumerables misericordias mientras se apresuran.

2. Y nos son permitidos para que en ellos trabajemos por la eternidad.

3. Tenemos que dar cuenta de ellos en lo sucesivo. Est�n registrados en el Libro de Dios.

II. Su brevedad. Lo son en comparaci�n.

1. Con el per�odo una vez asignado a la vida del hombre.

2. Con la duraci�n de muchos objetos que nos rodean.

3. Con la eternidad de Dios.

4. Con el trabajo que tenemos que hacer.

Entonces, cu�n diligentes deber�amos ser. Y cu�n silenciosamente pasan nuestros a�os. Tambi�n hay otro pensamiento doloroso relacionado con la silenciosa rapidez del tiempo: cuanto m�s nos quedamos en el mundo, m�s r�pido aparece su vuelo. Un a�o para un hombre no es m�s que unos pocos meses para un ni�o. Nuestros d�as parecen apresurarse con un movimiento m�s silencioso y r�pido cuanto m�s se acercan a la meta de la muerte, como si estuvieran ansiosos por llevarnos desprevenidos a nuestra eternidad destinada.

El hecho es que el tiempo, hablando correctamente, no es m�s que una sucesi�n de ideas; estas ideas son menos numerosas y las impresiones que dejan menos profundas y permanentes en la vejez que en la juventud; y consecuentemente el camino de la vida tiene menos marcas que nos recuerden nuestro progreso.

III. Su vanidad. Pero aqu�, quiz�s, se pueda decir: ��Y si el per�odo de la vida es as� transitorio? El hombre es un ser grande y noble, y tiene poderes que le permiten amontonar en esta corta existencia una consecuencia y una dignidad adecuadas a su grandeza �. Sin embargo, las palabras que tenemos ante nosotros no hablan ese idioma. Hay otra verdad declarada en ellos, que derrama desprecio sobre toda grandeza humana.

Nos hablan, no s�lo de la brevedad de la vida, sino de la vanidad, la absoluta nada del hombre. Este es el testimonio que dan: "En verdad, todo hombre, en su mejor estado, es completamente vanidad". Por lo tanto&mdash

1. Cu�n precarias y poco valiosas son todas nuestras bendiciones terrenales. La muerte pronto se los lleva.

2. Y as� de todos nuestros planes y perspectivas. Entonces, con qu� fuerza se nos recuerda el gran deber de consideraci�n, de pensamientos serios sobre nuestra vida y responsabilidad; cu�n grande es el mal del pecado y cu�n necesaria es nuestra confianza en Dios. ( C. Bradley, MA )

La vanidad del hombre en su mejor estado

I. Tu tema de la meditaci�n del salmista. "Cada hombre en su mejor estado". Cu�n gloriosa fue la condici�n en la que fue creado el hombre. Pero de eso cay�. Sin embargo, gracias a la misericordia de Dios en Cristo, su condici�n es una de las muchas bendiciones. Puede tener el favor divino y puede morar en la presencia divina aqu�. Pero el salmista pensaba en el hombre en el estado en el que posee la mayor parte de las ventajas mundanas y en el que otros hombres suelen llamarlo el m�s feliz. Imag�nese a un hombre as�: ciudadano, fil�sofo, monarca.

II. Escuche lo que se dice de tal persona, el hecho humillante de que es "totalmente vanidad". Porque la muerte en cualquier momento puede llegar y derribar el cuerpo m�s robusto, el poseedor de la mayor prosperidad. Recuerda esto y prep�rate para la vida eterna.

III. La manera enf�tica es la que se insta a nuestra atenci�n. �En verdad�, cada hombre en, etc., etc. Y necesitamos que la verdad sea impuesta, manifiesta y com�n como es. ( W. Curling, MA )

La vanidad del hombre

I. La existencia del hombre sin inmortalidad es vanidad.

1. Es vano en el sentido de vac�o. Es una ficci�n vac�a, una burbuja inflada.

(1) Carece de satisfacci�n interior.

(2) Carece de resistencia.

2. Es vano en el sentido de inutilidad. Suponiendo que no hay inmortalidad, �a qu� prop�sito �til responde nuestra existencia? Aprecio las producciones literarias del genio, pero creo que las mejores son indignas de nuestra creaci�n.

II. La existencia del hombre con una inmortalidad imp�a es vanidad.

1. Es una existencia que persigue eternamente un fantasma.

2. Es una existencia que eternamente produce da�o. Aprender&mdash

(1) El valor infinito del Evangelio.

(2) La locura infinita del que rechaza el Evangelio. ( Homilista. )

La breve duraci�n de la vida humana

I. La vida es corta, con respecto a la gran obra que se nos ha encomendado realizar. El hombre en su mejor estado aqu� abajo sigue siendo una condici�n mejorable. No hay perfecci�n en este lado de la tumba.

1. El hombre de los logros m�s elevados en virtud es elevado a una posici�n de donde tiene un descubrimiento m�s amplio que otros de la miseria y los defectos de su posici�n actual. Los logros del hombre en virtud y piedad lo afectan de manera similar a lo que producen las otras adquisiciones de la vida: cuanto m�s se gana, m�s se presenta para desear. El cristiano, en su mejor estado, siempre se siente atascado en su carrera y siempre est� dejando a un lado esos pesos que lo retrasan en su movimiento.

2. Como ocurre con los logros de la piedad, as� ocurre con los del conocimiento. La vida m�s larga se considera demasiado corta para abarcar el conocimiento de lo que Dios nos ha revelado en Su Palabra. Para algunos, la duraci�n de la existencia mortal ha resultado ser demasiado corta para la consecuci�n de un bien sustancial. Fueron cortados en medio de resoluciones de enmienda. Para esto, la vida era sobradamente suficiente; pero, como dice S�neca, "nos quejamos de su escasez, por el desperdicio que se hace".

II. La vida es corta desde un punto de vista comparativo; y es en referencia a la consideraci�n del tema bajo esta luz, que la comparaci�n en nuestro texto de vida al palmo es particularmente apropiada.

1. Para el ni�o en los albores de la vida, cuando la raz�n comienza a expandirse, y el pensamiento para medir la perspectiva de d�as felices se extiende ante �l, a trav�s de todas las etapas de su carrera terrenal, el plazo anticipado de a�os le parece tan vasto que llene su imaginaci�n de asombro y demuestre su capacidad de comprensi�n. Pero, con el paso de los a�os, el plazo asignado de la vida humana parece acortarse.

2. Pero cuando el salmista resbal�, "Hiciste mis d�as como la anchura de una mano", debe haber pensado en el Eterno de los siglos, a quien se dirigi�, con quien "mil a�os son como un d�a", y comparado con cuyo inconmensurable duraci�n de nuestra existencia aqu� bien puede compararse con un palmo. �Nuestros d�as� es una frase empleada en las Escrituras para denotar el t�rmino de nuestra existencia aqu�, que se mide por la revoluci�n de los d�as, en contraste con nuestro ser futuro, cuando el tiempo ya no ser�.

El salmista pens� en lo grande, en la eternidad ilimitada que ten�a ante �l; de esa interminable sucesi�n de edades por las que debemos vivir, aumentando en conocimiento y en felicidad; y volviendo su mirada al ser comparativamente insignificante, limitado y circunscrito que ahora disfrutaba, sin embargo, considerando el vasto resultado que pend�a de �l, exclam�: �Has hecho mis d�as como un palmo.

�Ese lenguaje es apropiado para la vida humana. Hemos recibido un lugar entre las cosas que tienen fundamento. Nuestras almas inmortales existen en Dios, quien les ha impartido, en referencia al futuro, un atributo para �l mismo: la eternidad. ( John Watson. )

La vanidad de la vida humana y la naturaleza.

I. La fuerza y ??el �nfasis del texto.

1. El salmista nos da aqu� una descripci�n muy enf�tica de la medida de sus d�as,

(1) �El ancho de una mano�, o el ancho de cuatro dedos, era una de las medidas menos geom�tricas entre los jud�os; que bien podr�amos llamar una pulgada o dos de Tiempo. �Pero Ay! el hilo de la vida es tan delgado como corto; ya menudo se rompe antes de que se escurra esta pulgada o dos.

(2) El salmista habla de ello en t�rminos a�n m�s decrecientes cuando agrega: "Mi edad es como nada ante ti".

2. El salmista nos da una descripci�n mucho m�s decreciente de la fragilidad de nuestra naturaleza que de la medida de nuestros d�as. Porque, "en verdad, todo hombre en su mejor estado es completamente vanidad".

(1) �l es as� en s� mismo, tanto en cuerpo como en mente. Su cuerpo no es m�s que una masa viviente de tierra, que se precipita hacia la deformidad y el polvo. Cu�n d�biles, contra�dos y bajos son los mejores poderes de su mente; �Cu�n d�bil su raz�n, cu�n estrecho su entendimiento!

(2) Sus b�squedas y deseos son vanos.

(3) Sus goces son vanos: riquezas, placeres, honores.

(4) Su vida es vana: pasajera, breve, incierta.

II. Por qu� nuestros sentimientos comunes de la vida humana son tan diferentes de los del salmista.

1. Los hombres no prestan atenci�n constante a la naturaleza, consecuencia y resultado final de las cosas; pero limite sus puntos de vista a los objetos presentes y las apariencias, que seguramente los enga�ar�n.

2. El sentido y el apetito corrompen el juicio con demasiada frecuencia. Es dif�cil para los hombres creer lo que no deber�an ser verdad. La verdad es que sus afectos est�n comprometidos y no pueden evitar pensar bien en lo que aman; no les importa o�r menospreciar aquellas cosas que valoran en exceso; ni se les puede persuadir f�cilmente para que piensen que aquello en lo que han puesto con cari�o sus corazones es tan completamente vano.

III. Pronto estaremos convencidos de la justicia de esta descripci�n si consideramos debidamente dos cosas.

1. Qu� es el hombre en comparaci�n con lo que ser�. �No consideramos un solo momento de tiempo como un mero punto, en comparaci�n con los muchos a�os que hemos vivido? Pero un solo momento de tiempo tiene una proporci�n infinitamente mayor al per�odo de la vida humana que todo el per�odo de la vida humana a la eternidad. Cu�n preocupados, entonces, deber�amos estar por un curso de piedad constante y virtud para agregar un valor a esta nada, mejorando nuestros a�os transitorios para los prop�sitos de la bienaventuranza eterna. Porque de este momento del tiempo depende la eternidad.

2. Seremos m�s sensibles a la justicia de esta descripci�n que nos da el salmista de la vanidad de la humanidad, si consideramos de qu� manera act�an generalmente en comparaci�n con lo que deber�an hacer.

(1) De qu� manera deben vivir como criaturas razonables en un estado de prueba y preparaci�n para un mundo eterno. Impresionados con este pensamiento, �no tendr�an mucho cuidado de vigilar su coraz�n y comportamiento, y examinar diariamente su temperamento y conducta por esa regla de justicia que Dios les ha dado para su direcci�n y gu�a? �No sea que caigan desprevenidos en el pecado, en peligro y detrimento de su inter�s inmortal?

(2) �Descubrimos que realmente viven de esta manera? �No es el curso general y la conducta de sus vidas a menudo el reverso de esto? �Cu�n raramente est�n dispuestos a pensar en otro mundo! �Qu� desatento con el gobierno de sus vidas y pasiones!

IV. Mejora.

1. Teniendo en cuenta estas cosas, cuid�monos de que tambi�n nosotros seamos llevados por el error de los imp�os.

2. El texto, si se considera bien, seguramente debe ser una cura soberana para la envidia; a menos que la vanidad, la insensatez y la miseria sean sus propios objetos.

3. �Es el hombre en su mejor estado totalmente vanidad? �En qu� se encuentra, entonces, en su peor estado?

4. Aprendamos as� a rectificar nuestros sentimientos de la vida humana y todas sus vanidades.

(1) �Qu� pensamos de ellos bajo un doloroso ataque de dolor o enfermedad? Cuando todos juntos no pueden comprarnos ni siquiera un momento de tranquilidad.

(2) �Qu� deber�amos pensar de ellos al morir? Es entonces cuando los hombres siempre forman los pensamientos m�s verdaderos de la vida humana.

(3) Supongamos que juzg�ramos de ellos por el car�cter general de quienes poseen la mayor�a de ellos; y ver los efectos perniciosos que generalmente tienen sobre la mente de los hombres; �Qu� pensaremos entonces de ellos?

5. �Son estas cosas realmente vanas? es hora, entonces, de que busquemos un bien m�s sustancial. ( J. Mason, MA )

De vanidad

Considere al hombre en toda la variedad de su comportamiento y humor, en su mejor y m�s asentado estado (por tanto las importaciones originales); es m�s, en la mejor gesti�n de sus asuntos, en la sutileza y fuerza de todos sus designios y proyecciones; incluso en la preeminencia de su raz�n y pretendida excelencia de su sabidur�a; cuando se propone mirar y hablar con m�s sabidur�a, y quitarse el rostro de la vanidad; cuando piensa que tiene m�s raz�n y sus logros son m�s exitosos; t�malo con todas sus ventajas, y v�stelo por encima de la naturaleza, con todas las mejoras del arte y las ciencias, y sigue siendo el m�s petulante de la creaci�n, y la m�s simple travesura que aparece en el escenario del mundo.

I. Considere al hombre en su capacidad civil y secular. La mayor confianza que los hombres suelen tener en las cosas del mundo proviene de una gran riqueza y tesoro. Pero, �cu�l es el fundamento de esta confianza, sino una mayor porci�n de la tierra que pisamos, o alguna parte refinada de ella, alguna basura sacada de sus entra�as, bru�ida y resplandeciente (para complacer al necio), y estampada con algunos? imagen y supercripci�n.

Pero observa la vanidad; �Somos ni�os cuando jugamos con nimiedades, y sabios cuando nos complacemos con estos grandes juguetes? O m�s bien, para confirmar nuestra vanidad, �no somos como ellos, dados a cambiar, y tiramos una tonter�a para asumir otra? La diferencia no puede ser m�s que que uno es el placer y la diversi�n de los ni�os y el otro de los hombres; pero ambos la misma vanidad.

II. Exam�nelo en cuanto a su estado moral y divino, ya que es hijo y disc�pulo de la virtud, la sabidur�a y la religi�n; como �l es guiado por la raz�n y presuntamente gobernado por la conciencia; all� tambi�n est� la vanidad.

1. La dignidad original del hombre por encima de otras criaturas es que el lazo est� dotado de un alma racional, una sustancia pura e inmaterial que no puede morir ni extinguirse; por este v�nculo se asemeja a los �ngeles, es m�s, cierta afinidad con Dios mismo, siendo creado a Su imagen, y no puede dejar de pensar que la inmortalidad es esencial para su propio ser; pero, ay de m�, al invertir las palabras del ap�stol, este inmortal puede revestirse de mortalidad, y este incorruptible puede revestirse de corrupci�n.

2. Si arriesgamos una tensi�n m�s alta, incluso con los mejores efectos de la raz�n; a las altisonantes pretensiones de sabidur�a y aprendizaje, haremos m�s o menos los mismos descubrimientos. La sabidur�a de los hombres no es solo necedad para con Dios, sino realmente en s� misma; y el conocimiento es tan verdadero como falsamente llamado ciencia.

III. Fijar en un estado y condici�n de vida realmente el mejor y el �nico que no est� sujeto a la vanidad es f�cil, y en pocas palabras se puede descubrir, al menos en la contemplaci�n, aunque la experiencia ha demostrado que la pr�ctica es muy rara y dif�cil. Si nos reuni�ramos y nos reuni�ramos, y debati�ramos este gran punto entre nosotros en el pr�ximo mundo, en un peque�o espacio antes de que llegue nuestro juicio en ese gran tribunal de Dios, �qu�, te ruego, llamar�as sabidur�a? �C�mo llamar�as la exenci�n de la vanidad y la locura? No est�is seguros de aquello por lo que en el mundo precedente obtuvimos una gran propiedad; porque, �ay! que se ha ido y perdido para nosotros y nuestra posteridad, nada de esa naturaleza puede escapar a la conflagraci�n general.

�No! ni aquello por lo que una vez obtuvimos fama y renombre, porque eso tambi�n se desvaneci�, y tal vez sea realmente ignominioso y bajo en la estima de todos en ese d�a; porque entonces est�n seguros de que nuestros juicios ser�n m�s perspicaces, y tendremos otros pensamientos y aprehensiones de las cosas. Ni yo ni aquello por lo que llegamos a las artes y las ciencias, fuimos estadistas o pol�ticos; porque no los utilizaremos ni en el cielo ni en el infierno.

Nuestro conocimiento debe, entonces, ser de otra naturaleza, de mucha mayor perfecci�n, o no podremos ser felices; y tambi�n pecadores, cuanto m�s sagaces y perspicaces se vuelven, m�s preparados y calificados (como podemos decir) estar�n para su debido castigo; su remordimiento y tormentos ser�n m�s dolorosos y m�s picantes. Entonces, infaliblemente, pronunciaremos sobre el debate, que fuimos completamente vanos en el otro mundo, y que esa fue la sabidur�a m�s verdadera que se ejerci� en todos los medios previos para este gran y terrible d�a de juicio, para asegurar el gran inter�s de la eternidad. vida. ( John Cooke, MA )

Versículo 6

Ciertamente todo hombre camina en vano espect�culo.

La amargura y la bienaventuranza de la brevedad de la vida

(con Salmo 39:12 ): - Estos dos dichos son dos formas distintas de expresar lo mismo. Hay un pensamiento com�n subyacente a ambos, pero las asociaciones con las que se conecta ese pensamiento com�n en estos dos vers�culos son claramente diferentes. La primera es amarga y triste, una triste verdad a medias. El otro, del mismo hecho, extrae bienaventuranza y esperanza.

El uno puede provenir de un punto de vista no superior al nivel de la experiencia mundana, el otro es una verdad de fe. El primero es, en el mejor de los casos, parcial, y sin el otro puede ser perjudicial; este �ltimo lo completa, lo explica y lo santifica. Y este progreso y variedad es la clave de todo el salmo. El escritor, como consecuencia de alguna calamidad personal, no sabemos qu�, se qued� mudo de silencio. Sus pensamientos eran tristes y miserables.

Por fin habla y se queja m�s que reza por la profunda tristeza de la vida. Se dilata en esto, pero la idea de que sea alpino es demasiado terrible: la oscuridad de su vista lo estaba haciendo tambalear; por eso se vuelve a Dios: �Y ahora, Se�or, �qu� espero? mi esperanza est� en ti ". El salmo cambia a partir de este punto; se contempla la misma tristeza, pero con qu� diferencia. Ve la luz brillante del tope que fluye desde las m�s espeluznantes masas de nubes opacas hasta que su penumbra comienza a brillar con un brillo interior y se suaviza en solemnes p�rpuras y rojos.

�l hab�a dicho: "Me qued� mudo con el silencio, incluso con el bien". Pero cuando su esperanza est� en Dios, el silencio cambia de car�cter y se convierte en resignaci�n y sumisi�n. Es un extra�o, pero "contigo", eso marca la diferencia. Es el invitado de Dios en su vida pasajera. Esa vida es corta, como la estancia de un extranjero en tierra extra�a, pero est� bajo el cuidado del Rey de la tierra; por tanto, no hay por qu� tener miedo ni dolor. Se nos presentan tres puntos.

I. El pensamiento de la vida com�n a ambos vers�culos del texto. �Todo hombre camina en un espect�culo vano�, y �en una imagen� o �sombra�, camina como una sombra. Es decir, toda la vida y actividad exterior de cada hombre se representa como fugaz e insustancial, como el reflejo de una nube que oscurece leguas de la ladera de la monta�a en un momento, y "antes de que un hombre pueda decir, he aqu�", es ido de nuevo para siempre.

Luego mire la otra imagen empleada en la otra cl�usula de nuestro texto, para expresar la misma idea: "Soy un forastero y un peregrino como todos mis padres". La frase tiene historia. En esa narraci�n m�s pat�tica de un dolor del viejo mundo que hace mucho tiempo se calm� y consol�, cuando "Abraham se levant� de antes de su muerte" y anhelaba un lugar de enterramiento para Sara de los hijos de Het, suplic�: "Soy un extra�o y un peregrino contigo ". �l era tan. Y tal es la relaci�n del hombre con este mundo.

II. El vac�o l�gubre que ese pensamiento separado de Dios infunde en la vida, porque la vida es fugaz, por lo tanto, en parte, es tan vac�o e insatisfactorio. �Por qu� deber�amos preocuparnos y quebrantarnos el coraz�n, "y despreciar las delicias, y vivir d�as laboriosos" con prop�sitos que durar�n tan poco tiempo, y cosas que tan pronto tendremos que dejar? " �No ser�a mejor quedarse quieto? Tales pensamientos tienen al menos una verdad parcial en ellos, y son dif�ciles de afrontar mientras pensemos solo en los hechos y resultados de la vida del hombre que podemos ver con nuestros ojos.

S�, yo si lo hemos dicho todo, cuando hemos dicho - los hombres pasan como una sombra fugaz, si mi vida no tiene ra�ces en lo eterno, ni conciencia de una vida que no se desvanece, cuando todo es plano e in�til, una ilusi�n, una locura, un sue�o. Mientras tanto, anhelo algo m�s elevado: "Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente". Dios "ha puesto la eternidad en el coraz�n del hombre", como dice Eclesiast�s.

Y todos estos anhelos y aspiraciones atestiguan que una vida tan limitada como la que fue nunca podr� llenar nuestras almas ni darnos descanso. �Puedes llenar los pantanos del Mississippi con cualquier carreta de leones que puedas arrojar? �Pueden llenar sus almas con algo que pertenezca a esta vida fugaz? �Tiene una sombra voladora un grosor apreciable, o un mill�n de ellas juntas ocupar�n un espacio en tu coraz�n vac�o y hambriento? Pero observe c�mo nuestro otro texto en sus palabras significativas nos da:

III. La bienaventuranza que brota de este mismo pensamiento de la vida cuando se mira en relaci�n con Dios. La mera convicci�n de la brevedad y la vacuidad de la vida no es en s� misma un pensamiento religioso o �til. Todo depende de lo que le asocie. Las palabras, "Soy un forastero y un peregrino contigo", apuntan a la ley del jubileo, cuando todas las tierras regresaron a sus due�os originales.

Pero su objetivo religioso era mantener vivo en la mente de Israel su sentido de dependencia de Dios. �La tierra no se vender� para siempre, porque el laudo es m�o, porque ustedes son extranjeros y extranjeros conmigo. Por supuesto, hab�a un sentido especial en el que eso era cierto con respecto a Israel, pero David pens� que las palabras eran tan verdaderas con respecto a toda su relaci�n con Dios, como con respecto a la posesi�n de Israel de su herencia nacional.

Si entendemos que estas palabras completan todo lo que ya hemos dicho, cu�n diferente se ve esta vida transitoria e insustancial. Debe tener la luz de ambos lados para el estereoscopio y hacer s�lida la imagen de la superficie plana. �Transitorio! s�, pero se pasa en la presencia de Dios. Ahora, si nos aferramos a esta verdad, qu� tranquila bendici�n fluir� a nuestros corazones. Porque si "eres un extranjero contigo", entonces somos los hu�spedes del Rey, el Se�or de la tierra.

Tenemos un compa�ero constante y una presencia permanente. �l est� con nosotros, caminar� con nosotros, se sentar� con nosotros y har� que nuestros corazones brillen. Extra�os somos, de hecho, aqu�, pero no solitarios, porque somos "extra�os contigo". Como en alg�n hogar ancestral en el que una familia ha vivido durante siglos, hijo tras padre ha descansado en estas grandes c�maras y ha estado a salvo detr�s de los fuertes muros, as�, edad tras edad, los que lo aman permanecen en Dios.

"T� has sido nuestra morada en todas las generaciones". �Extra�os contigo� - entonces podemos llevar nuestros pensamientos hacia el momento en que iremos a nuestro verdadero hogar, ni vagar m�s por la tierra que no es nuestra. Si incluso aqu� est� con nosotros, �qu� ser� all�? �Y por qu� deber�amos temer a la muerte? �Est� triste el centinela cuando se acerca la hora de relevar a la guardia? �Est� triste el vagabundo en tierras lejanas cuando vuelve su rostro hacia su hogar? �Y por qu� no deber�amos alegrarnos de pensar que nosotros, extra�os y extranjeros aqu�, pronto partiremos hacia la verdadera metr�poli, la patria de nuestras almas? Yo no s� por qu�. ( A. Maclaren, DD )

Las vanidades de la tierra y las verdades del cielo

I. David registra su visi�n de la vida humana.

1. Habla de la vida como un caminar. Parece haber tenido en su mente la idea de una gran procesi�n: "Ciertamente todo hombre camina en un espect�culo vano". Tales cosas eran m�s comunes en los pa�ses orientales que entre nosotros; pero ya sea el espect�culo del Lord Mayor o cualquier otro, es una imagen de lo que es esta vida mortal. Entre algunas clases de la sociedad, el espect�culo lo es todo; deben �mantener las apariencias.

" Tan; y, en todo el mundo, eso es todo lo que hay - "apariencias" - un espect�culo vano. Ojal� pudi�ramos captar esa idea como algo pr�ctico, que todo lo que podemos ver es sombra, pero lo que no podemos ver es la sustancia real.

2. Habla de la vida como una preocupaci�n. "Seguramente est�n inquietos". As� son. Cu�n pocas personas est�n tan libres del esp�ritu de las cosas de este mundo como para pasar tranquilamente por esta vida. Vea c�mo comienzan la vida, ansiosos por sus alegr�as, sus honores, su riqueza. Observe c�mo se afanan, se afanan y trabajan. �Cu�nto trabajo cerebral se realiza a la luz del aceite de medianoche! M�s de un hombre agita su mente y fatiga su esp�ritu, hasta que su vida se pierde en encontrar un medio de vida. Est�n tratando de vivir, �y he aqu�! la vida se fue; y se despiertan y se preguntan c�mo es que lo han dejado ir y no han vivido realmente en absoluto.

3. David pasa a hablar de la vida como un �xito; y menciona a los que se supon�a que hab�an tenido �xito en la vida; aunque, f�jate, no es un �xito en la vida, despu�s de todo, acumular riquezas. ��l acumula riquezas�. Eso es todo lo que no participa de ellos, no los usa, simplemente los amontona. Acumula sin goce. � �l amontona riquezas y no sabe qui�n las recoger�. Deja su riqueza sin placer. Estoy seguro de que hay muchos hombres que se revolcar�an en su tumba si supieran lo que se est� haciendo con su riqueza ganada con tanto esfuerzo.

II. David expresa sus propias emociones al contemplar estas cosas.

1. Ha tomado una decisi�n. "Y ahora, Se�or". Me gusta ese modo de hablar; es una gran cosa venir a Dios con un "ahora". Cada momento es solemne si lo hici�ramos; pero hay ciertos puntos de inflexi�n en la vida, cuando a un hombre se le han abierto los ojos para ver la falacia de sus actividades anteriores, cuando, deteni�ndose donde los caminos se encuentran, mira hacia la se�al y dice: �Y ahora, Se�or , gu�ame; ay�dame a dar la vuelta a la derecha, a evitar la sombra ya buscar lo sustancial. Ahora, Se�or ".

2. Tambi�n me gusta esta expresi�n de las emociones de David, porque consulta con Dios: �Todo hombre anda en vano espect�culo; pero, �dice �l,� y ahora, Se�or, no hay vanidad contigo, no hay enga�o, no hay enga�o contigo, he aqu�, me aparto de este espejismo, que acaba de enga�arme, a Ti, mi Dios, la Roca de mi salvaci�n, y te miro. Y ahora, Se�or. "

3. Es un hombre cuya esperanza est� en Dios.

III. David ofrece una oraci�n apropiada y necesaria, "L�brame", etc.

1. De los pecados cometidos.

2. De los asaltos del pecado.

3. De pecados especialmente peligrosos.

4. De merecido deshonor.

5. Por difamaci�n inmerecida.

6. De la decepci�n espiritual.

7. De horribles burlas al final. ( CH Spurgeon. )

Seguramente se inquietan en vano. -

Vanas inquietudes

I. Porque son completamente in�tiles. La mayor�a, si no todas, las cosas que las ocasionan son inevitables.

1. El acercamiento de la edad.

2. El avance de las reformas.

3. La separaci�n de la propiedad.

4. El advenimiento de la muerte.

II. Porque son extra�bles. Desde que lleg� el cristianismo, todas las inquietudes del alma pueden ser silenciadas. Se les mantiene en �perfecta paz� cuyas mentes est�n puestas en Dios. ( Homilista. )

Versículos 7-8

Y ahora, Se�or, �qu� espero?

mi esperanza est� en ti. L�brame de todas mis rebeliones; no me hagas el oprobio de los insensatos.

El llamado y la oraci�n de un alma que espera

I. Su espera.

1. Lo que no esper�, no por ning�n bien terrenal.

2. Lo que esperaba: manifestaci�n del amor de Dios. Eliminaci�n de la aflicci�n. El sometimiento de sus pecados. Una sonrisa de Dios. Que se haga la voluntad de Dios en �l.

II. Su esperanza: Dios.

III. Su oraci�n: "L�brame de todo", etc.

1. De la culpa;

2. La inmundicia;

3. El amor;

4. El poder;

5. La comisi�n del pecado.

IV. El reproche que tem�a: el de "los necios". Sab�a que pod�a sufrirlo y lo tem�a mucho. ( JC Philpot. )

Fe y cultura

El �ltimo de estos dos vers�culos es el lenguaje de un hombre que hab�a visto mucho de la vida. Y, sin embargo, debemos reconocer que la vida del hombre es hoy m�s plena, m�s intensa, m�s multifac�tica que nunca. Cu�ntos intereses toca; en medio de las complicaciones de gran alcance que vive y se mueve; bajo qu� enorme presi�n se precipita. La �poca que llamamos nuestra es principalmente inventadora y creativa.

En una palabra, porque esa es la pregunta a la que nuestro texto nos lleva directamente, �es el mundo realmente m�s feliz por lo que la civilizaci�n ha hecho por �l, o no? Nadie dir� que la civilizaci�n no ha hecho nada por la raza y que no ha habido ning�n progreso aparte del de la Cruz. Afirmar eso ser�a afirmar lo que es falso. Porque la civilizaci�n puede carecer de fe cristiana. El ego�smo ilustrado ha descubierto durante mucho tiempo que el individuo est� mejor y m�s feliz cuando la comunidad es honesta, saludable y se respeta mutuamente.

Por tanto, no es seguro que la sociedad, como usted y yo la conocemos, caer�a en la barbarie sin el conocimiento de la fe del Crucificado. Pero la pregunta tambi�n es: �Permanecer�a la felicidad humana? o m�s bien, �es a la civilizaci�n a la que el mundo debe su felicidad, y somos nosotros los de hoy, con nuestra civilizaci�n superior y m�s fina, m�s felices que nuestros antepasados? No ten�an la multitud de ventajas que tenemos nosotros, y el alcance y el ritmo de su vida eran casi infinitamente m�s estrechos y m�s lentos.

Pero al ampliar la gama y acelerar el ritmo, �hemos profundizado la corriente y enriquecido la calidad de nuestras vidas? "Has multiplicado la naci�n", dice el profeta, "y no has aumentado el gozo". Y, sin embargo, hay un Libro que te habla de una vida que quien vive en ella "no teme ninguna mala noticia, porque su coraz�n est� firme y cree en el Se�or". Hay una fe que ha aprendido a preguntar y responder la m�s profunda de todas las preguntas en la palabra: �Y ahora, Se�or, �cu�l es mi esperanza? Verdaderamente mi esperanza est� en ti.

�Hay una vida - conoces al menos a uno o dos que la viven aqu� y all� - en la que el mundo no es ni un osario, ni sus placeres polvo y cenizas. Es por esta ampliaci�n del horizonte de su vida, que la sociedad humana quiere ese mensaje de fe que la civilizaci�n no puede ni puede traer. El hombre va a la escuela aqu�, y las cosas que toca, ve y necesita aqu�, son simplemente juguetes con los que est� construyendo casas de bloques en la guarder�a, hasta que est� en condiciones de vivir y trabajar en el futuro. .

Es para recordarles este rango superior de pensamiento y aspiraci�n que existe esta santa casa. �Para qu� venimos a la iglesia si no necesitamos que se nos recuerde, por lo que vemos, o�mos y hacemos aqu�, de un mundo y una vida fuera de los l�mites de la civilizaci�n m�s amplia y no revelados por las investigaciones de la cultura m�s minuciosa? Tenemos esperanzas que no se cumplen con ning�n logro visible. Tenemos miedos que no son silenciados por ninguna voz terrenal.

Y hay ocasiones en las que tenemos otra conciencia m�s amarga: la conciencia del pecado personal. Queremos ser perdonados. Queremos renovarnos. Queremos emanciparnos. En una palabra, queremos ese elemento en nuestras vidas que nunca entra en �l hasta que la Cruz ha entrado en �l, y al mismo tiempo nos ha conquistado por su amor y nos ha transformado por su infinita y divina compasi�n. Queremos todo esto, digo. �Se nos ha ocurrido pensar alguna vez en esas otras vidas que no lo quieren menos y que pueden quedarse sin �l tan f�cilmente? ( HG Potter. )

El creyente que espera en Dios

I. Su apelaci�n. Eso implica&mdash

1. Una persuasi�n experimental de insuficiencia. Esto est� grabado en caracteres demasiado profundos para ser borrados por la mano del tiempo, y demasiado legibles para ser borrados por vanidades pasajeras.

2. Una fuerte sensaci�n de peligro. Siente que las afirmaciones del Todopoderoso son tan imperativas como razonables; y est� convencido de que mientras los afectos sean esclavizados por los objetos terrenales, el alma corre el peligro de perecer eternamente.

3. La superficialidad de aquellas esperanzas que tienen respecto al m�rito de la criatura como causa de procuraci�n de la salvaci�n.

II. Su afirmaci�n.

1. Su esperanza de perd�n, aceptaci�n y salvaci�n eterna centrada en Dios.

2. Su esperanza de apoyo, consuelo y felicidad estaba depositada en Dios. A menudo no podemos obtener ayuda ni simpat�a del mundo; en Dios tenemos ambos: �l alivia y �l se compadece. ( W. Knight, MA )

Esperando y esperando

I. Aqu� hay una pregunta. Un hombre no va de cabeza hacia Dios, sino de coraz�n. El gran problema de los pecadores es que ponen la cabeza antes que el coraz�n. "�Qu� espero?"

1. Hay un hombre que dice: "Estoy esperando el buen tiempo del Se�or, el tiempo del Se�or". Bueno, entonces, por fin ha llegado ese buen momento. Estos servicios de avivamiento son para lograr que los hombres est�n dispuestos a ser salvos, y no para que Dios est� dispuesto a salvarlos. Es el tiempo aceptado por Dios. Cada momento que eres un pecador es el momento en que Dios est� listo para salvarte. Por tanto, les digo que nunca ver�n las puertas m�s abiertas de lo que est�n ahora.

2. Otro dice: "No estoy esperando el tiempo de Dios, estoy esperando mejores condiciones". D�jame contarte sobre los t�rminos del negocio. Hay muchas personas que quieren ir al cielo seg�n su propio horario. Quieren beber un poco, mentir un poco y jugar de vez en cuando. �Por qu� un hombre va a pedir mejores condiciones que dejar las cosas que lo da�an en la tierra y le impiden ir al cielo?

3. �No espero mejores condiciones�, dice el pecador; �S� que lo correcto es lo correcto y lo incorrecto est� mal. Estoy esperando que la Iglesia haga lo correcto ". �Esperando que la Iglesia lo haga bien! Sea la Iglesia, y haga lo que quiera, voy a servir al Se�or. No te quedes fuera por los hip�critas, entra y ayuda a expulsarlos.

4. �Estoy esperando sentir�, dice alg�n compa�ero. Tu me miras. �Qu� quieres decir con sentimiento? �Te refieres a un pensamiento serio? Si no lo dice en serio, no quiere decir nada. Si un pensamiento serio no es sentimiento, no hay pensamiento serio en el arrepentimiento. Cuando un hombre ve que debe hacer el bien y dejar el mal, ese es el �nico sentimiento que tiene sobre el tema. �Crees que deber�as ser cristiano y empezar esta noche? Si lo hace, tendr� suficiente sentimiento para barrerlo justo debajo de la Cruz, si comienza ahora.

5. Otro hombre dice: �No estoy esperando sentir; Estoy esperando 'hasta que est� en forma ". Aqu� hay un compa�ero que se muere de hambre; hay una mesa ricamente cargada. "�Tienes hambre?. .. S�, tengo tanta hambre como puedo; pero no puedo ir, mis manos no est�n en forma ". "Aqu� hay agua, jab�n y toallas". �l dice: "No estoy en condiciones de lavarme". No se quede atr�s porque "no estoy en forma". Ven aqu� y ponte en forma. �Vino Jesucristo al mundo para salvar a gente buena? Oh no; sino para salvar a los pecadores.

6. "S� que Cristo muri� para salvarme, pero estoy esperando para probarme a m� mismo por un tiempo". Muchos deciden ser buenos hombres y lo intentan. El diablo se r�e al verlos.

7. "Estoy esperando la fe". S�; has esperado cuarenta a�os por la fe. �Cu�nto has ahorrado? Como el hombre que ten�a diez fanegas de trigo, y estaba esperando a que creciera m�s antes de sembrar lo que ten�a. "Quiero ser herrero tan pronto como tenga m�sculo". �Por qu� no lo haces? All� est�, hasta que por fin no tiene suficiente m�sculo para levantar el martillo. Lo est� consiguiendo con una venganza. �C�mo adquiriste la fe? usando lo que ten�as. Pero ahora miremos el otro lado. Hemos estado mirando al hombre, d�jenos ...

II. Vu�lvase ahora a Dios. "Mi esperanza est� en Dios". Ahora ha tocado la nota clave de la vida eterna. Mi esperanza no est� en las riquezas, pastor, amigos, padre y madre, hijos, Iglesia; pero mi esperanza est� en Dios. �Empezar�s esta noche? Puedes decir: "Soy muy d�bil". Lo s�; pero tu esperanza est� en Dios. "S�; pero soy un pobre pecador ". Mi esperanza est� en Dios; no est� en m�. S� que soy un pecador.

S�; pero eres muy, muy d�bil; eres tan fr�gil como una ca�a cascada. S�; pero mi esperanza est� en Dios. Si me entrego a Dios, nunca me hundir�: me quedar� en pie mientras Dios se mantenga en pie. Pongo mi mano en la mano de Dios y se lo encomiendo todo esta noche. �No lo har�s? D�jame tomarte de la mano y ayudarte a emprender el camino hacia el cielo. ( SP Jones. )

La vanidad de las cosas terrenales que llevan a la esperanza en Dios

El texto es una conclusi�n extra�da del vers�culo anterior que habla del "espect�culo vano" en el que "todo hombre" camina. Cada expresi�n sirve para demostrar esta vanidad. Pero no debemos estar descontentos con la tierra ni despreciar esas bendiciones temporales que la Providencia pone a nuestro alcance. Lejos est� el pensamiento. Es el reposo en tales cosas, y no el uso de ellas, contra lo que los hombres deben ser advertidos.

E incluso los cristianos necesitan esta advertencia. Por lo tanto, es necesario que sintamos profundamente la vanidad de todas las cosas terrenales para que podamos adoptar con mayor seriedad el lenguaje del texto. Nunca volaremos hacia el Creador, como la fuente de toda verdadera felicidad, hasta que desesperemos por completo de encontrarla en la criatura. Y ahora perm�tanme regocijarme con ustedes que han encontrado su esperanza en el Se�or. Hemos llegado a serlo por medio de Jesucristo, quien se dio a s� mismo como rescate por un mundo arruinado y nos redimi� para Dios con su sangre. Feliz es la gente en tal caso, y qui�n puede decir con David: "�A qui�n tengo yo en el cielo sino a ti, y", etc. ( J. Slade, MA )

Versículo 8

Mientras meditaba, el fuego ard�a.

El lugar del sentimiento en la religi�n

David fue uno que sinti�, pens� y actu� con fuerza. No hab�a tintes neutros en �l. Y sinti� que necesitaba contenerse, para que su fuerte sentimiento no lo llevara a pecar. Por lo tanto, dijo: �Me ocupar� de no pecar con la lengua�, etc. Pero el sentimiento es algo que debe desearse. Al igual que con David, pensar a menudo lo impulsa: los dos siempre deben estar en la proporci�n justa. Pero es mejor tener demasiado que muy poco sentimiento.

No podemos amar a un hombre insensible. Tim sentimiento coraz�n es la parte m�s humana, as� como la parte m�s humana de nuestra humanidad. Pero lo admiramos s�lo cuando se apoya en un juicio claro y, por lo tanto, est� controlado. Pero es dif�cil decir cu�l es la fuerza m�s fuerte. Ambos deben encontrarse en la religi�n. Pero debemos recordar que algunas naturalezas tienen poca capacidad para la emoci�n, y nos equivocamos en ese relato al dudar de su cristianismo. Es un triste error considerar la emoci�n como una salvaci�n. La salvaci�n depende de nuestro Se�or dispuesto. Dios perdona, aunque un hombre nunca llore. ( JB Aitken. )

Meditaci�n tranquila

I. Digamos algo en alabanza de la meditaci�n. No hacemos mucho de esto en estos d�as. Preferimos lo divertido a la meditaci�n, en gran medida. Pero&mdash

1. Es bueno reflexionar sobre las cosas de Dios porque as� obtenemos el alimento de ellas. El mero escuchar o leer sin esto no servir�.

2. Fija la verdad en la memoria. Si queremos que la verdad sea fotografiada en nuestro coraz�n, debemos mantenerla mucho antes que la lente espiritual.

3. Nos lleva a los secretos de la verdad.

4. Ministra gozo. "Mi meditaci�n de �l ser� dulce".

5. Y se vuelve m�s f�cil con la pr�ctica. Un hombre nunca tiene una mano floja o un coraz�n fr�o que est� muy meditando. Es un arte bendito.

II. Pon un poco de combustible en el fuego de la meditaci�n. �Cu�ntos son los temas que se podr�an sugerir? Amor eterno. Amor moribundo. Salvaci�n. Cielo. Infierno. Y a ustedes, que no est�n regenerados, les insto a que reflexionen sobre su estado actual. Cu�l debe ser tu fin si contin�as como est�s. Del Se�or Jesucristo. Cuidado, no sea que llegue el d�a en que tengas que meditar sin esperanza. ( CH Spurgeon. )

Hombre meditando, ardiendo, hablando

I. La dignidad de la naturaleza humana.

1. Pensamiento. "Mientras estaba reflexionando". �Qu� maravilloso poder es el poder del pensamiento!

(1) Mediante el pensamiento, el hombre puede poner el universo a su servicio.

(2) Por medio del pensamiento, el hombre puede elevarse al Creador, elevarse a alg�n conocimiento de �l, parecerse a �l, tener comuni�n con �l.

(3) Con el pensamiento puede regular su propio destino. Con �l puede cambiar su car�cter. El pensamiento es el timonel del alma.

2. Emoci�n moral. "El fuego ardi�". Fue el fuego del sentimiento moral. Todas las existencias sensibles que conocemos tienen alg�n tipo de sentimiento, pero solo el hombre tiene sentimiento moral: sentimiento en relaci�n con el pecado, el deber y Dios. Este sentimiento se enciende con el pensamiento.

3. Discurso. "Yo habl�". Qu� maravilloso poder es el poder del habla. Por ella nos revelamos, logramos conquistas sobre las almas y las ganamos a nuestros deseos y nuestros caminos. �Qu� grande es el hombre!

II. El proceso de arrepentimiento. Pero, �c�mo se va a encender este fuego? Este es el m�todo. Reflexionando. �Sobre las molestias del pecado, sus consecuencias o su castigo? El pensamiento debe detenerse en la misericordia de Dios, no meramente en la naturaleza y la providencia, sino en la misi�n, los sufrimientos y la muerte del Hijo unig�nito de Dios.

III. La filosof�a de la verdadera elocuencia. �Mientras meditaba, el fuego ard�a, luego habl� con mi lengua�. �Cu�ndo es la lengua elocuente?

1. Cuando se usa como alivio para el alma.

2. Cuando se utiliza como veh�culo de las emociones morales m�s fuertes. Las emociones morales son el�ctricas. ( Homilista. )

Motivos

Cuando somos testigos de la realizaci�n de un acto noble, cuando nos familiarizamos con un car�cter noble, cuando leemos la vida de un gran y buen hombre, nos sentimos tentados a atribuir su superioridad, al menos en gran medida, a una diferencia de circunstancias. . �Ha tenido facilidades, incentivos, motivos�, solemos decir, �que no han ca�do en la suerte de la mayor�a de los hombres. Danos las mismas facilidades, danos los mismos incentivos y motivos para la virtud, y deber�amos alegrarnos de hacer lo que �l ha hecho.

Sin duda, hay un sentido en el que esto es cierto. Ha sentido motivos que nosotros no tenemos. Pero, �por qu� los ha sentido? Para responder a esta pregunta, debemos comenzar respondiendo a varias otras de las que depende. �Qu� son los motivos? El motivo, considerado externamente, es la raz�n para actuar o no actuar, de una manera particular; lo cual, por supuesto, ser� atendido de manera muy diferente por diferentes personas, y por lo tanto les afectar� de manera muy diferente.

Consideremos ahora qu� da eficacia a un motivo sobre otro en casos particulares. No es suficiente que exista la calidad; el individuo debe sentir, debe percibir que existe, o para �l no existe. Y ahora estamos preparados para abordar la tercera pregunta: �Por qu� es que mientras un hombre est� vivo para los motivos superiores de la conducta humana, otro est� vivo s�lo para los motivos inferiores? Algo sin duda es atribuible a la diferencia de organizaci�n y temperamento, pero no al conjunto.

Si lo fuera, �c�mo podr�amos dar cuenta de los cambios materiales y esenciales en la sensibilidad moral y religiosa, que a menudo sufre el mismo individuo? En el caso del arrepentimiento, que implica un cambio real de coraz�n, dif�cilmente se podr� pretender que esto altera la organizaci�n o el temperamento de un hombre; y, sin embargo, cu�n enteramente altera su sensibilidad hacia los motivos morales y religiosos. Estos motivos siempre estuvieron ante �l; pero no los vio, o al menos no los sinti�, como ahora.

A este respecto, se diferencia de su yo anterior, as� como todos los hombres buenos difieren de todos los hombres malos; sin embargo, considerado org�nicamente, es el mismo hombre de siempre. Lo mismo ocurre con los h�bitos adquiridos, considerados como predisponentes a que los hombres se vean afectados por determinados motivos. �Por qu� los motivos tienen m�s influencia sobre la mente en la medida en que est� predispuesta de alguna manera a verse afectada por ellos? La principal, si no la �nica raz�n, es que tal mente les presta m�s atenci�n y pensamiento, entra en ellos m�s completa y enteramente como realidades, regresa a ellos con mayor frecuencia y se detiene en ellos con exclusi�n de otras cosas.

De ah� se sigue que la atenci�n sincera a los motivos m�s elevados de la conducta humana despierta los mejores afectos del alma; y nuevamente, es s�lo renovando esta atenci�n d�a a d�a que estos afectos se mantienen vivos y se vuelven cada vez m�s intensos. En palabras del texto: "Mientras meditaba, el fuego ard�a". Por esta raz�n, las Escrituras en todas partes ponen gran �nfasis en la meditaci�n y la santa contemplaci�n, en la comuni�n con Dios y con nuestra propia alma, y ??en tener nuestra conversaci�n en el cielo, como condiciones de �novedad de vida.

Si llevamos este principio con nosotros, no encontraremos mucha dificultad para explicar algunas de las mayores perplejidades de la vida cristiana. En primer lugar, nos ayudar� a definir, con suficiente claridad al menos a todos los efectos pr�cticos, el oficio del libre albedr�o. Sea lo que sea en teor�a, no cabe duda de que, en la pr�ctica, generalmente nos sentimos decepcionados cuando esperamos mucho del poder de autodeterminaci�n del hombre.

La raz�n no es que este poder no exista, sino que no se aplica en el momento y lugar adecuados. Una vez m�s, el mismo principio ayudar� a explicar por qu�, cuando los hombres se vuelven decididamente religiosos, a menudo es como consecuencia de alg�n acontecimiento sorprendente o impresionante: la muerte de un amigo, una fuga notable, un discurso mordaz, un comentario sorprendente, un sue�o, un pensamiento. Se puede decir que tal ocurrencia no agrega ni un �pice al n�mero o la fuerza de los motivos de una vida cristiana que estas personas ten�an, y que sab�an que ten�an, antes.

Y esto es cierto; pero llama la atenci�n sobre esos motivos; y esto, como hemos visto, es todo lo que se quer�a. Una vez m�s, el punto de vista adoptado aqu� sobre la manera en que los hombres se vuelven vivos para los motivos m�s elevados tambi�n explicar� satisfactoriamente las excitaciones locales y temporales en la moral y la religi�n. A veces se refieren a simpat�a e imitaci�n, e incluso a causas menos puras. Mucho de lo que es pasajero en ellos, y muchas de las circunstancias concomitantes, sin duda deben explicarse de esta manera; pero no el todo.

Lo real y duradero de estos movimientos tiene su origen en la atenci�n generalizada al tema que, de una u otra forma, se ha despertado. No se pretende que se descubran o inventen nuevos motivos. Perm�tanme, entonces, volver una vez m�s a la s�plica formulada con tanta frecuencia por los no devotos, los indiferentes, los mundanos: a saber, que no sienten los motivos de la virtud y la piedad que hacen los hombres buenos.

Se admite el hecho; pero cuando llegamos a analizarlo, encontramos que, al menos en la mayor�a de los casos, resulta no ser una excusa, sino parte del mal. Como hemos visto, no distinguen, no creen, no sienten porque no asisten. Pero la atenci�n es un acto eminentemente voluntario y, por tanto, respecto del cual todos son eminentemente libres y responsables. ( J. Walker, DD )

Los usos de la soledad

El tema de la soledad ha sido un tema favorito de la declamaci�n rom�ntica y la insipidez sentimental; y, por esta raz�n, muchas personas sensatas se inclinan a evitarlo. S�lo har� justicia a su importancia y dignidad reales, al declarar su conexi�n con algunos de nuestros deberes m�s elevados y su influencia sobre nuestros afectos m�s espirituales; hablar de �l con seriedad y sencillez, como disciplina necesaria de las facultades mentales, como valioso monitor de nuestra situaci�n real y destino, como oportunidad de elecci�n para el autoexamen imparcial, la reflexi�n provechosa y la comuni�n celestial.

I. Como preparativo para la sociedad y para la acci�n,

1. Es as�, en un aspecto, simplemente porque proporciona reposo al cansancio. Regresamos a nuestro trabajo con m�s vigor cuando nuestras fuerzas debilitadas han tenido tiempo de recuperar su primavera, y nuestros esp�ritus menguantes han recibido un nuevo suministro de sustento y fuerza. Se renuevan los atractivos de las cosas desiertas; Se da un nuevo impulso a la carrera y una nueva belleza al premio.

2. Pero nuestra capacidad de deber no est� simplemente animada por una adici�n de poder; se agranda con la adquisici�n de conocimientos. Vemos al mundo con ventaja, por as� decirlo, cuando lo vemos como espectadores y no como actores. Podemos observar con m�s exactitud las pasiones que agitan el pecho de los hombres cuando nosotros mismos estamos fuera del alcance de su influencia. Podemos rastrear con m�s precisi�n sus acciones hasta sus motivos, cuando estamos apartados, y podemos asimilar, como desde una eminencia, tanto la fuente como el arroyo.

3. Sin embargo, de otra manera estamos capacitados por la soledad para volver a la sociedad, mejor capacitados que antes para sus deberes y exigencias. Nos hacen m�s amables, m�s gentiles, m�s tolerantes.

4. Se nos ense�a, tambi�n, en las temporadas de soledad ocasional, un conocimiento m�s correcto de nosotros mismos del que deber�amos poseer de otra manera. Estamos, pues, en camino de ejercer m�s franqueza en el escrutinio de las opiniones, sentimientos y acciones de nuestro pr�jimo, y m�s timidez en la defensa de los nuestros.

II. Como favorable a los m�s exaltados sentimientos de devoci�n.

1. El hombre tiene la comuni�n m�s �ntima con su Hacedor cuando no hay m�s ser que su Hacedor cerca de �l. Las m�s fervientes aspiraciones de su coraz�n surgen del templo de la soledad; porque se levantan sin testimonio, sin freno y sin contaminaci�n.

2. La soledad es favorable a la devoci�n porque tiende a hacer que la devoci�n sea coherente, racional y ennoblecedora. Cuando estamos a solas con Dios, lo vemos con una visi�n m�s clara y parecemos estar dotados de una percepci�n m�s �ntima de su car�cter. Nos acercamos m�s a Su presencia y bebemos m�s directa y copiosamente de Su Esp�ritu.

III. Su tendencia a inspirar reflexiones serias sobre las grandes preocupaciones de la existencia: la vida, la muerte, la eternidad.

1. Hay algo en el vigor esencial, en la frescura regenerada y en los objetos naturales de larga duraci�n, que a menudo nos impresiona con m�s fuerza el sentimiento de la brevedad e incertidumbre de nuestra propia existencia terrena. Ning�n sentimiento se ofrece con m�s naturalidad al que medita solo entre las obras silenciosas de Dios, que el que renuevan sus fuerzas mientras �l se desgasta, y que permanecer�n cuando �l se vaya.

El sol parece decirle: Saldr� con esplendor y me pondr� en gloria; y la luna, caminar� en mi resplandor; y las colinas, permaneceremos en nuestra majestad; y los arroyos, correremos con toda nuestra plenitud, cuando ya no te conozcamos ni te contamos entre nosotros. La insinuaci�n es melanc�lica, pero no es cruel, ni se recibe con crueldad, porque la voz de la naturaleza no es como la voz de los hombres. Siempre es un sonido de consuelo y simpat�a, y nunca de desprecio o indiferencia.

2. Queda por se�alar una conexi�n entre pensamientos de esta naturaleza y una fuente a�n mayor. Cuando estamos comprometidos en comuni�n secreta con ese Ser eterno en cuyas manos est�n nuestra vida y nuestro aliento, y cuyos son todos nuestros caminos, necesariamente recordamos nuestra propia fragilidad y dependencia, la brevedad de nuestro t�rmino mortal y nuestro profundo responsabilidad. ( FWP Greenwood. )

Versículo 9

Enmudec�, no abr� mi boca, porque T� lo hiciste.

Silencioso ante dios

Este salmo es la expresi�n de un hombre en problemas. Emociona con un sentimiento fuerte pero reprimido. En un hombre reflexivo, los problemas siempre se duplican. Al dolor de la aflicci�n inmediata se suma el problema moral que plantea, de la raz�n y la justicia de la administraci�n de Dios en el mundo, del permiso del mal, de la tendencia y destino de este vano espect�culo llamado vida. Cada dolor o desastre especial es una corriente, que se dirige hacia este oc�ano insondable de pensamiento, con una corriente r�pida e irresistible.

El salmo representa una experiencia familiar. Muchos sienten, si no piensan, profundamente. Pero aqu� hay una fuerte represi�n y un fuerte sentimiento. El escritor est� en guardia contra las palabras apresuradas. �Dije, har� caso�, etc. Pero en nuestro texto llegamos a una raz�n m�s profunda para el silencio. El hombre est� tan abrumado por la grandeza y el misterio del trato de Dios con �l que se ve obligado a guardar silencio.

Hay algunos misterios que podemos, eso creemos, resolver, pero hay otros sobre los cuales solo podemos decir: "T� lo hiciste", eso es todo. Nos paramos como un viajero tard�o ante la puerta cerrada de un templo egipcio, elev�ndonos, sombr�os y sombr�os, bajo las estrellas, y ning�n sonido responde a nuestra llamada. Esta, entonces, es la imagen simple y severa de nuestro texto: un hombre en silencio ante la verdad, �Dios lo hizo! El texto asume que Dios es un hecho y asume adem�s la fe en Dios.

Dios y su providencia se dan por sentado. �Entonces que? Bueno, es algo que nos hemos aferrado firmemente a un hecho. Se gana mucho cuando el dolor, por severo que sea, o el misterio, por oscuro que sea, ha sido atribuido a Dios. Cuando podemos decir, no algo, sino alguien, lo hizo, el asunto se simplifica enormemente. Ya no tenemos que contar las oportunidades. Independientemente de lo que pensemos de la dispensaci�n, conocemos su origen.

Dios lo hizo. Un maestro le propone a un ni�o un dif�cil problema de �lgebra. El chico se pone resuelto a trabajar. Pasa el d�a y no puede solucionarlo. Se lo lleva a casa y trabaja all�. Regresa al d�a siguiente con el maestro y le dice: "No puedo hacerlo"; y luego comienza a hablar apasionadamente, a decir qu� m�todos ha probado, a insinuar que el maestro puede haber cometido un error en su declaraci�n, a quejarse de que esto o aquello en su �lgebra no est� claramente definido.

El maestro ve la dificultad; y, como primer paso para aclararlo, dice en voz baja: ��Qu�date quieto! No hables m�s, yo planteo el problema y s� que est� bien �. Y si no dice m�s y el chico vuelve a su asiento, ha ganado algo en esa entrevista. Hay poder en el pensamiento que el muchacho da vueltas en su mente: �Este problema lo plante� alguien que sabe. Mi maestro, a quien siempre he encontrado sabio y veraz, lo hizo.

La idea de que puede haber habido un error en el enunciado de la suma se le escapa de la cabeza y, en todo caso, el asunto se ha aliviado hasta ahora; y, bajo el impulso de ese alivio, puede atacar la cuesti�n de nuevo y con �xito; o, si no, ganar� con el silencio, con la moderaci�n. El maestro lo silencia sabiamente, no para controlar su pregunta, sino para poner su mente en la condici�n adecuada para recibir una explicaci�n.

Y as� es como Dios nos trata a menudo. �Bueno�, se puede decir, �todo eso puede ser muy bueno para un ni�o; pero un hombre que razona no puede ser eliminado de esa manera ". Todo lo que puedo decir es que muchos hombres razonadores tienen que aceptar eso o nada. Y despu�s de todo, puede ser que la satisfacci�n del ni�o tenga algo de racional en el fondo, la Raz�n no puede obligar a Dios a responder; y supongamos que pudiera, �ser�a mejor el hombre? Tome una ilustraci�n simple.

Hay ciertas razones relacionadas con la educaci�n o la herencia de su hijo que lo obligan a vivir durante algunos a�os en un lugar desagradable y desagradable. Ni el clima, el paisaje ni la sociedad es lo que podr�as desear. El ni�o pregunta: �No somos pobres, �verdad, padre?� - �No� - ��No podr�amos vivir en otro lugar?� - �S� - �Entonces, �por qu� nos quedamos aqu� cuando hay tantos lugares agradables en otros lugares? " No puedes dec�rselo; no pod�a entender las razones; pero, por todo eso, la lecci�n que el ni�o aprende a trav�s de su silencio, al estar obligado a contentarse con el simple hecho de que el padre lo hace, es m�s valiosa que el conocimiento de las razones.

Incluso si �l hiciera una conjetura astuta sobre tus razones, eso no te agradar�a ni la mitad de su aceptaci�n alegre e incondicional de la verdad de que lo amas y que har�s lo mejor por �l. Ahora bien, en tal dependencia de Dios se encuentra el fundamento mismo de todo car�cter verdadero, y es por eso que Dios pone tanto �nfasis en esta lecci�n, y tan a menudo nos pone cara a cara con Su "Yo lo hice". Ese tipo de ense�anza puede no hacer fil�sofos; cuando lo hace, los hace de gran molde, pero hace a Pablo y Lutero.

Pero cuando miramos esto, "T� lo hiciste", encontramos que tiene algunos tesoros de conocimiento para nosotros. La fe no es ignorancia. Comenzamos a hacer descubrimientos, �ste, que si Dios lo hizo, entonces la sabidur�a infinita lo hizo y el poder infinito lo hizo. "�Ah!" dices, �lo sabemos, pero demasiado bien. El golpe est� en nuestros corazones y hogares. Est� escrito en tumbas frescas y en la cicatriz de l�gubres separaciones ". Todo cierto.

�Pero el poder no tiene otro aspecto que este terrible? �Lo simbolizaremos solo con una mano lanzando rayos? �O no podemos imaginarnos una mano, verdaderamente fuerte, pero abierta, y derramando bendiciones? �Toda potestad me es dada�, dice Jes�s. Sin embargo, puso su mano sobre los ojos ciegos, y vieron; sobre el paral�tico, y salt� y corri�. Dios lo hizo, y por eso s� que el amor infinito lo hizo. Ese es un conocimiento que vale la pena tener.

Seguramente, cuando lleguemos a eso, encontraremos la roca produciendo agua. �Ah! Despu�s de todo, tenemos que arrastrarnos hacia atr�s para descansar en la sombra del amor. �Y c�mo esta verdad cobra poder cuando vamos a este texto, llevando a Cristo con nosotros! �C�mo se enciende bajo Su toque! Dios lo hizo; y miro hacia ese rostro de amor indescriptible, con su frente marcada por espinas, y digo: �T� lo hiciste. El que te ha visto a ti, ha visto al Padre.

Estoy en pena; el dolor es llevado a casa por una mano traspasada: T� lo hiciste. La mano traspasada me habla del coraz�n amoroso detr�s de la mano; y si el amor lo ha hecho, que me quede callado y contento ". ( Sr. Vincent, DD )

Sumisi�n silenciosa a la voluntad divina

I. Lo que no queremos hacer.

1. No debemos desviar nuestra atenci�n de un objeto superior, investigando con demasiada ansiedad las causas secundarias; mucho menos agravar nuestra angustia, lamentando en vano las circunstancias de un caso, del cual el hecho prueba suficientemente su total consonancia con la voluntad de Dios; mientras que estas circunstancias deben considerarse �nicamente como la espada o el bast�n, que sirvi� para infligir una herida necesaria.

2. Tampoco seamos tentados demasiado a especular sobre las intenciones secretas de nuestro Padre celestial en tal visitaci�n; o demasiado sol�cito para preguntar si se trata de una imposici�n de misericordia o de ira.

3. Mucho menos debemos adoptar el lenguaje, o albergar un sentimiento de impaciencia o descontento.

4. Tampoco debemos desesperarnos. Aunque se seque el arroyo, que una vez fluy� con bendiciones para nuestro lote, la Fuente de donde fue abastecida a�n permanece; y aunque el amigo se haya ido, queda la Omnipotencia.

II. Qu� debemos hacer.

1. Comencemos por reconocer la imperfecci�n de nuestro propio juicio ciego y falible, que nos hab�a llevado a construir nuestras esperanzas tan altas sobre una sombra pasajera.

2. Sin embargo, es doloroso, ya que sin duda sentimos este acto severo de la soberan�a divina, consideremos a continuaci�n que as� como nuestros pecados han merecido m�s claramente todo lo que hay en ellos de castigo, nuestro solo arrepentimiento y profunda contrici�n por el pecado pueden evitar sus peores consecuencias como maldici�n nacional.

3. Un deber indudablemente es, incluso en el extremo m�s extremo, y en ausencia de todos los recursos humanos, asegurarnos de que �el Se�or reina�; y que en Su supremo dominio est�n involucradas las operaciones y los resultados del poder infinito, la sabidur�a, la bondad y la misericordia. Para los cristianos, la misma seguridad resplandece con un brillo superior por medio de esa revelaci�n m�s pura que nos fue dada a conocer por la venida de nuestro Se�or Jesucristo, y sellada a nosotros por Su sangre. ( CJ Hoare, MA )

Sumisi�n bajo castigos divinos

I. Lo que no es.

1. No es un silencio que surge de una indiferencia insensible hacia la aflicci�n. No se nos dice que violemos nuestra naturaleza.

2. No es un silencio hosco, como el mal humor de un ni�o maltratado, que se niega obstinadamente a hablar cuando alguno de sus deseos no es satisfecho.

3. Tampoco es un silencio que brota de la constituci�n natural, o del buen sentido, como se le llama, natural o adquirido. Tal silencio, tal sumisi�n no puede ser aceptable a Dios, en la medida en que Dios no es considerado en absoluto en �l.

4. Una vez m�s, los hombres pueden callar bajo sus aflicciones, no sea que con murmuraciones caigan sobre s� mismos a�n peores. Sin embargo, tal sumisi�n tiene m�s respeto a uno mismo que a Dios.

5. No es un silencio desesperante.

II. Lo que es. "Porque t� lo hiciste".

1. El cristiano en sus aflicciones considera qui�n es Dios. �l ve en ellos la mano del Todopoderoso, el Alt�simo y Poderoso, perfectamente santo, justo y bueno. Y mir�ndose a s� mismo, que no es m�s que polvo y ceniza pecaminosa, dice: "�C�mo me atrever� a murmurar contra Dios?"

2. Pero mientras el cristiano se somete silenciosamente a Dios, desde un profundo sentido de su poder y majestad, su temor se mezcla con amor, porque ve a Dios no solo como un soberano todopoderoso, sino como un padre bondadoso.

3. El cristiano recuerda los prop�sitos bondadosos y valiosos por los que Dios aflige a sus hijos, y en ellos encuentra nuevos motivos para una silenciosa resignaci�n.

4. El que sufre piadoso se calma a s� mismo bajo la aflicci�n con la reflexi�n de que Dios no siempre estar� reprendi�ndolo; El llanto puede durar una noche, pero el gozo llega por la ma�ana.

5. El cristiano, cuando est� bajo la mano afligida de Dios, se entrega enteramente a Su disposici�n; con la firme confianza de que sufre seg�n la voluntad de Dios, el poder infinito lo hizo. "�Ah!" dices, �lo sabemos, pero demasiado bien. El golpe est� en nuestros corazones y hogares. Est� escrito en tumbas frescas y en la cicatriz de l�gubres separaciones ". Todo cierto. �Pero el poder no tiene otro aspecto que este terrible? �Lo simbolizaremos solo con una mano lanzando rayos? �O no podemos imaginarnos una banda, ciertamente fuerte, pero abierta, y derramando bendiciones? �Toda potestad me es dada�, dice Jes�s.

Sin embargo, puso su mano sobre los ojos ciegos, y vieron; sobre el paral�tico, y salt� y corri�. Dios lo hizo, y por eso s� que el amor infinito lo hizo. Ese es un conocimiento que vale la pena tener. Seguramente, cuando lleguemos a eso, encontraremos la roca produciendo agua. �Ah! despu�s de todo, tenemos que arrastrarnos hacia atr�s para descansar en la sombra del amor. �Y c�mo esta verdad cobra poder cuando vamos a este texto, llevando a Cristo con nosotros! �C�mo se enciende bajo Su toque! Dios lo hizo; y miro hacia ese rostro de amor indescriptible, con su frente marcada por espinas, y digo: �T� lo hiciste.

El que te ha visto a ti, ha visto al Padre. Estoy en pena; el dolor es llevado a casa por una mano traspasada: T� lo hiciste. La mano traspasada me habla del coraz�n amoroso detr�s de la mano; y si el amor lo ha hecho, que me quede callado y contento ". ( Sr. Vincent, DD )

Sumisi�n silenciosa a la voluntad divina

I. Lo que no debemos hacer.

1. No debemos desviar nuestra atenci�n de un objeto superior, investigando con demasiada ansiedad las causas secundarias; mucho menos agravar nuestra angustia, lamentando en vano las circunstancias de un caso, del cual el hecho prueba suficientemente su total consonancia con la voluntad de Dios; mientras que estas circunstancias deben considerarse �nicamente como la espada o el bast�n, que sirvi� para infligir una herida necesaria.

2. Tampoco seamos tentados demasiado a especular sobre las intenciones secretas de nuestro Padre celestial en tal visitaci�n; o demasiado sol�cito para preguntar si se trata de una imposici�n de misericordia o de ira.

3. Mucho menos debemos adoptar el lenguaje, o albergar un sentimiento de impaciencia o descontento.

4. Tampoco debemos desesperarnos. Aunque se seque el arroyo, que una vez fluy� con bendiciones para nuestro lote, la Fuente de donde fue abastecida a�n permanece; y aunque el amigo se haya ido, queda la Omnipotencia.

II. Qu� debemos hacer.

1. Comencemos por reconocer la imperfecci�n de nuestro propio juicio ciego y falible, que nos hab�a llevado a construir nuestras esperanzas tan altas sobre una sombra pasajera.

2. Sin embargo, es doloroso, ya que sin duda sentimos este acto severo de la soberan�a divina, consideremos a continuaci�n que as� como nuestros pecados han merecido m�s claramente todo lo que hay en ellos de castigo, nuestro solo arrepentimiento y profunda contrici�n por el pecado pueden evitar sus peores consecuencias como maldici�n nacional.

3. Un deber indudablemente es, incluso en el extremo m�s extremo, y en ausencia de todos los recursos humanos, asegurarnos de que �el Se�or reina�; y que en Su supremo dominio est�n involucradas las operaciones y los resultados del poder infinito, la sabidur�a, la bondad y la misericordia. Para los cristianos, la misma seguridad resplandece con un brillo superior por medio de esa revelaci�n m�s pura que nos fue dada a conocer por la venida de nuestro Se�or Jesucristo, y sellada a nosotros por Su sangre. ( CJ Hoare, MA )

Sumisi�n bajo castigos divinos

I. Lo que no es.

1. No es un silencio que surge de una indiferencia insensible hacia la aflicci�n. No se nos dice que violemos nuestra naturaleza.

2. No es un silencio hosco, como el mal humor de un ni�o maltratado, que se niega obstinadamente a hablar cuando alguno de sus deseos no es satisfecho.

3. Tampoco es un silencio que brota de la constituci�n natural, o del buen sentido, como se le llama, natural o adquirido. Tal silencio, tal sumisi�n no puede ser aceptable a Dios, en la medida en que Dios no es considerado en absoluto en �l.

4. Una vez m�s, los hombres pueden callar bajo sus aflicciones, no sea que con murmuraciones caigan sobre s� mismos a�n peores. Sin embargo, tal sumisi�n tiene m�s respeto a uno mismo que a Dios.

5. No es un silencio desesperante.

II. Lo que es. "Porque t� lo hiciste".

1. El cristiano en sus aflicciones considera qui�n es Dios. �l ve en ellos la mano del Todopoderoso, el Alt�simo y Poderoso, perfectamente santo, justo y bueno. Y mir�ndose a s� mismo, que no es m�s que polvo y ceniza pecaminosa, dice: "�C�mo me atrever� a murmurar contra Dios?"

2. Pero mientras el cristiano se somete silenciosamente a Dios, desde un profundo sentido de su poder y majestad, su temor se mezcla con amor, porque ve a Dios no solo como un soberano todopoderoso, sino como un padre bondadoso.

3. El cristiano recuerda los prop�sitos bondadosos y valiosos por los que Dios aflige a sus hijos, y en ellos encuentra nuevos motivos para una silenciosa resignaci�n.

4. El que sufre piadoso se calma a s� mismo bajo la aflicci�n con la reflexi�n de que Dios no siempre estar� reprendi�ndolo; El llanto puede durar una noche, pero el gozo llega por la ma�ana.

5. El cristiano, cuando est� bajo la mano afligida de Dios, se entrega enteramente a Su disposici�n; con la firme confianza de que sufre seg�n la voluntad de Dios, que es infinito en misericordia y bondad, y que por su misma fidelidad causa turbaci�n a su pueblo.

6. Una visi�n del Dios-hombre Cristo Jes�s sufriendo por los pecados del mundo entero proporciona al cristiano otro motivo muy poderoso para sobrellevar sus sufrimientos con silencio y sumisi�n.

7. Sin embargo, no es incompatible con esa sumisi�n expresar una sensaci�n de dolor y angustia; desear y orar por liberaci�n; o para utilizar cualquier medio legal por el cual podamos ser entregados. ( JT Sangar, MA )

El deber de la resignaci�n

Fe , obediencia y paciencia son los tres deberes que incumben al cristiano. La fe es una sumisi�n de nuestro entendimiento; obediencia, de nuestra voluntad; y paciencia, de todo el hombre a la voluntad de Dios. La consideraci�n de un deber como la paciencia es siempre conveniente, para los que se encuentran en la adversidad, como un cordial apoyo para ellos; a los que gozan de prosperidad, como un amuleto para protegerlos. Tenemos en el texto el comportamiento sumiso de David y la raz�n de ello.

I. La naturaleza y medida de la sumisi�n.

1. Negativamente. No es insensibilidad al sufrimiento. Ni abstenerse de orar para aliviarlo; ni del esfuerzo por quitarlo.

2. Positivamente, es la sumisi�n del entendimiento para que apruebe el procedimiento de Dios. De la voluntad, nuestra facultad principal. De las pasiones y afectos, com�nmente tan turbulentos, y de la lengua, para abstenerse de hablar duro y amargo, y del Esp�ritu, para que nos abstengamos de toda rabia y venganza contra los instrumentos de nuestra aflicci�n ( 2 Samuel 16:10 ). No se nos pide que consideremos a los enemigos como amigos, pero no debemos vengarnos.

3. Todo esto es muy dif�cil. Por lo tanto, considere el valor de tal esp�ritu sumiso, cu�n excelente es ( Romanos 1:10 ). V�alo en Mois�s y especialmente en Cristo. Fue el sufrimiento lo que redimi� al mundo. Pero es dif�cil, debido a la oposici�n que encontramos en nosotros mismos, y a la opini�n mezquina, aunque err�nea, que tiene la generalidad de los hombres. Por lo tanto, se necesita un esfuerzo temprano y prolongado despu�s de un estado de �nimo tan excelente.

II. Las razones y argumentos para ello debido a nuestra relaci�n con Dios. Pensar&mdash

1. Del irresistible poder de Dios. Cu�n in�til es la resistencia ( 1 Corintios 10:22 ; Salmo 135:6 ). Luego&mdash

2. Del absoluto dominio y soberan�a de Dios sobre todas las cosas, fundado, como es, sobre el t�tulo m�s grande e innegable, que es el de creaci�n y providencia ( Job 9:12 ; Apocalipsis 4:11 ).

3. Su sabidur�a infinita e infalible, que nunca tiene falta ( Job 4:18 ). �Ser�a mejor que nos sali�ramos con la nuestra? Los pasajeros de un barco siempre se someten a la discreci�n de su piloto.

4. Su gran bondad, benignidad y misericordia que est� "sobre todas sus obras". Dios no aflige voluntariamente ( Lamentaciones 3:38 ; Isa�as 28:21 ). Considere tambi�n:

5. La justicia exacta e inviolable de Dios. No pod�a hacernos mal.

6. Y c�mo recompensa al alma sumisa. "Hab�is o�do de la paciencia de Job, y hab�is visto el fin del Se�or". Si pudi�ramos confiar en que Dios har�a nuestro negocio por nosotros, para afirmar nuestra causa y vindicar nuestra inocencia, encontrar�amos que �l no solo responder�a, sino que superar�a nuestras esperanzas.

III. Conclusi�n. Aprender&mdash

1. La necesidad de sumisi�n.

2. Su prudencia. Hay pocas cosas en el mundo tan completamente malas, pero se puede obtener alguna ventaja con una gesti�n diestra. Como Isaac, tomemos la madera sobre nuestros hombros, aunque estemos dise�ados para el sacrificio, y �qui�n sabe si, como en su caso, vendr� la liberaci�n? ( 2 Corintios 4:17 ). El alivio interno, si no externo, nos llegar� si nos sometemos.

3. Piense tambi�n en la decencia y la belleza de tal sumisi�n ( Daniel 5:28 ; Lucas 21:19 ). As� podemos hacernos felices en la condici�n de vida m�s afligida, abyecta y desamparada. Por lo tanto, "tomemos nuestra cruz", "mirando a Jes�s" como nuestro gran ejemplo y quien, debido a que soport�, "ahora est� sentado a la diestra de Dios". ( R. Sur, DD )

Resignaci�n cristiana

Tal resignaci�n es demasiado rara. Las palabras de resignaci�n pueden estar en los labios, pero la impaciencia puede estar en el coraz�n. Para proveer contra tal mal debemos estudiar para ser verdaderos disc�pulos de Cristo; y debemos volver nuestra mente a esas doctrinas y habituarnos a esos ejercicios de religi�n, que nos ayudan a someternos en medio de las calamidades de la vida. Sin esa ayuda, nos vence cuando la calamidad cae sobre nosotros. Consideremos algunas de estas ayudas a la resignaci�n.

I. El recordar que cuando Dios nos visita con duelos, solo nos quita lo que es suyo. Ahora bien, si tomamos este punto de vista, si no solo lo asentimos especulativamente como una verdad abstracta, sino que lo tenemos como parte de nuestro credo pr�ctico, nos llevar� a renunciar a cualquier consuelo y a rendirnos con paciencia. y disponibilidad en las manos de Dios, de quien la recibimos al principio.

II. Que Dios acompa�e nuestros duelos con consuelo y apoyo. Cu�nto nos queda todav�a de bien. No todo est� perdido. �No ha sucedido con frecuencia en el caso de los afligidos que �su fin �ltimo�, como el de Job, ha sido �mucho m�s que su comienzo�? En todo esto hay algo que encaja bien para inspirarnos paciencia y alegr�a. Todo lo que sufrimos es mucho menos y todo lo que disfrutamos es mucho m�s de lo que merecemos. Pero �l nos da consuelo y apoyo de tipo espiritual, mucho m�s precioso y mucho m�s eficaz a�n. La Biblia, oraci�n, aqu�.

III. En tercer lugar, debemos resignarnos a la voluntad de Dios cuando nos aflige, porque la aflicci�n es para nuestro bien. Para las personas mundanas no hay nada bueno sino aquello que les da mucho placer. Pero para los verdaderos cristianos eso, y solo eso, es bueno, sea lo que sea, lo que promueve sus intereses espirituales e inmortales; lo que tiende a hacerlos m�s sabios y mejores. Hay todav�a otra consideraci�n por la cual debemos ser influenciados cuando estamos envueltos en una aflicci�n.

IV. Dios que lo env�a tiene derecho a nuestra paciente aquiescencia, a nuestra alegre sumisi�n, porque en el mismo momento en que estamos sufriendo bajo su mano, �l tiene en reserva y nos est� preparando la felicidad del cielo y la inmortalidad. ( A. Thompson, DD )

Versículo 11

Cuando con reprensiones corriges al hombre por iniquidad, haces consumir su hermosura como polilla; ciertamente todo hombre es vanidad.

La voladura secreta de los hombres

Estas palabras dan cuenta de dos cosas que son motivo de gran asombro.

1. C�mo sucede que hay tantos y tan grandes males en el mundo.

2. Cu�ntas personas se marchitan y se apartan, y se quedan en nada en el mundo. En cuanto al primero, se nos dice cu�l es la causa de sus males: "iniquidad"; y en cuanto al segundo, son las reprensiones de Dios las que atacan a los hombres. Por eso aprendemos

I. Que Dios castiga a los pecadores. La palabra "castigar" se usa cuando no es estrictamente correcta, porque decimos que un hombre es castigado cuando le sobreviene alg�n mal, aunque no haya hecho nada para conseguirlo. Por lo tanto, en el castigo del que habla el texto, debemos excepto:

1. Los efectos de la soberan�a y el poder absolutos de Dios. Por lo tanto, no debemos decir que Dios castiga a un hombre por la suerte que le ha asignado en la vida. Estas diferencias se encuentran dentro de la soberan�a de Dios y no hablan ni de amor ni de odio.

2. Pruebas, como la de Job y muchos otros hombres buenos.

3. Disciplinas para ense�arnos a no sobrevalorar el mundo.

4. Aquellos sufrimientos que nos sobrevienen por la maldad ajena. Pero, hechas estas excepciones, es cierto que el pecado es la causa del castigo. Porque muchos pecados son la causa natural de los males que los siguen. Los castigos son necesarios para mantener el honor de Dios en el mundo ( Eclesiast�s 8:11 ), y la variedad de cosas y las condiciones cambiantes son tan necesarias para mantener la virtud y la santidad entre la humanidad como los vientos, que ocasionan tormentas y tempestades, que ponen el aire y mar en movimiento, y as� mantenerlos alejados del hedor y la putrefacci�n. Observo esto, muchas escrituras imputan la degeneraci�n de las criaturas a su vida a gusto ( Zacar�as 1:1 .

; Am�s 6:1 ; Lucas 12:19 ; Jeremias 48:11 ).

II. Estas reprensiones de Dios atacan a los hombres. Dios puede inmediatamente, por Su influencia, fortalecer y animar la mente de un hombre, o bien hacer que se sienta descontento y pervertido. Porque las mentes y los esp�ritus de los hombres est�n abiertos a Dios tanto como debe ser la creaci�n. Cuando Dios quiera, los corazones de los hombres les servir�n y ser�n m�s que ellos mismos; y si Dios se retira, se quedan en nada. �Cu�n satisfechos est�n algunos hombres en una condici�n que el mundo desprecia? �Y cu�nto descontento en los dem�s, que viven en el esplendor mundano? Por lo tanto, tenga en cuenta:

1. �C�mo provoca Dios la ruina de los hombres? A veces al quitarles la comprensi�n; como Ahitofel y Judas. Hacer a un hombre descontento e infeliz con su suerte en la vida (Ec. 1:24). Todo lo bueno se vuelve ins�pido ( Job 6:6 ). Suspendiendo las fuerzas de la naturaleza para que no presten el servicio que acostumbran ( Deuteronomio 28:23 ).

Retirando Su bendici�n de los esfuerzos de los hombres, para que no sean pr�speros ( Eclesiast�s 2:26 ; Proverbios 10:22 ). Despertando la culpa del pecador en su conciencia, haciendo que eso lo hiera y lo hiera, y entonces todo el mundo es nada. O, cuando los hombres, a trav�s de su propio miedo, sospecha y celos, tienen ciertos anticipos del rechazo y el disgusto de Dios.

2. Donde exista un peligro inminente de tales juicios. Donde un hombre peca contra la luz. Donde hay hipocres�a, apostas�a, mundanalidad, exenci�n del castigo externo, como pueda ser. Siempre que Dios se complace por respeto a sus adoradores, o por su compasi�n hacia los infantes inocentes y las criaturas inofensivas, para evitar los juicios, entonces debe pensarse que, aquellas personas que son pecadores deliberados, etc.

, escuchar� de Dios en privado; para abatir su confianza y mostrar cu�n exorbitantes son a su manera. Dios puede hacer esto dej�ndolos hundirse en la distracci�n mental, etc. Porque Dios puede despojar a un hombre de todas sus comodidades al no darle el poder de disfrutar de s� mismo y contentarse. Porque esta de las dos es una misericordia de Dios mucho mayor, que un hombre tenga menos y una mente contenta, que tener mucho m�s y no tener satisfacci�n: porque el poder del goce propio es algo mucho m�s grande que el derecho y el t�tulo.

En �ltimo lugar, el caso de las altas ventajas espirituales. Ese fue el agravamiento del pecado de Capernaum, Coraizin y Betsaida, que fueron elevados al cielo; y est�n amenazados con ser arrojados al infierno. No es de extra�ar que los hombres no puedan levantar la cabeza cuando no est�n en paz con Dios ni con sus propias conciencias; y todas estas cosas que est�n sin un hombre, no compensar�n m�s la falta de paz de conciencia de lo que compensar� el dolor de gota por acostarse en un lecho de plum�n.

Los hombres no tienen paz, ni con Dios, porque no se reconcilian con la naturaleza, mente ni voluntad de Dios; ni tienen paz en su propia conciencia, porque est�n bajo la culpa. Por lo tanto, no es de extra�ar que los amigos, los ingresos, etc., no los alivien; tienen una herida interna. A este respecto, puedo decir verdaderamente que el pecado de los hombres ante el juicio del la�d. Fue algo en secreto entre Ca�n y su conciencia que su semblante decay�; porque hab�a sacrificado tanto como a su hermano Abel; pero era algo dentro de �l.

En Nabal, su coraz�n muri� dentro de �l solo por las palabras de su esposa; lo cual es extra�o, porque un miserable miserable codicioso por lo general soportar� las palabras con bastante dureza; porque las palabras no rompen huesos, pero el texto nos dice que Dios lo golpe�. Otros casos son Ahitofel ( 2 Samuel 17:14 ); Judas ( Mateo 27:3 ); Anan�as y Safira ( Hechos 5:9 ).

Otra lecci�n del tema es que el mundo y el diablo no pueden da�ar a los hombres si los hombres no consienten. Si somos culpables ante Dios, y no nos arrepentimos, y no buscamos el perd�n, entonces estamos temerosos y da�inos en todo momento, porque en la sentencia de Dios nuestras almas viven o mueren. ( B. Whichcote, DD )

Versículo 12

No retengas tu paz ante mis l�grimas.

L�grimas terrenales y canciones celestiales

Este es un mundo hermoso, pero hay l�grimas en �l. Todos los ojos los tienen, y caen r�pido y con frecuencia. Sus causas son variadas.

1. Reprensi�n de Dios por los pecados. Por tanto, arrepi�ntete.

2. El reino de la tentaci�n. Busque la fuerza de Dios.

3. Las dificultades en nuestro trabajo por Cristo.

4. La condici�n de la sociedad. Pero lo peor puede ser reclamado. Bendito sea hacer el esfuerzo.

5. Duelo. En la Royal Academy hab�a una imagen peque�a pero pat�tica. Es la caba�a de un guardacostas. Su amada esposa est� muerta. All� est� la mesa puesta para su comida; la joven hija vestida de negro est� cortando una barra de pan; su peque�o �como un ni�o� est� comiendo su cena; el hombre desconsolado no come, sino que extiende la mano para tocar a un ni�o en una cuna junto a �l. Aqu� est� el dolor, el suyo es la tristeza. Y hay miles de esos hogares. Pero no hay l�grimas en el cielo. ( GW McCree. )

Forastero soy contigo, y forastero, como lo fueron todos mis padres. -

El cristiano forastero y peregrino

I. La experiencia del salmista incluye un sentido profundo y habitual de la naturaleza transitoria e insatisfactoria de todas las cosas terrenales.

II. Ser un extra�o con Dios, y un peregrino, incluye darse cuenta de las anticipaciones de otro mundo duradero.

III. La experiencia del salmista comprende un cultivo ferviente y asiduo de todas las gracias y virtudes cristianas. El car�cter de un extra�o y un forastero se compone de muchos lineamientos brillantes de excelencia, armoniosamente mezclados como son los rayos de diferentes matices en el orbe solar. Ciertos rasgos de su experiencia pueden, a primera vista, parecer poco coherentes con otros; como, por ejemplo, firmeza imp�vida con esp�ritu manso y humilde; la sabidur�a de la serpiente con la inofensividad de la paloma; oposici�n inflexible a todo pecado, con profunda compasi�n hacia todos los pecadores.

IV. Ser un forastero para con Dios, y un peregrino, incluye una mejora fiel de las ordenanzas de la gracia y las dispensaciones de la providencia. ( J, Smyth, DD )

Creyentes considerados extra�os y extranjeros

I. �De d�nde es que los hombres buenos se consideran extranjeros y extranjeros en la tierra?

1. Todo hombre es un extra�o que no es nativo del lugar donde reside; pero un forastero es aquel que s�lo hace una visita pasajera al lugar, con la resoluci�n de dejarlo nuevamente y continuar su viaje. Este �ltimo es un car�cter distintivo de los santos ( 2 Corintios 5:1 ). Son extra�os tanto en afecto como en condici�n; sus corazones est�n en otra parte.

2. Los santos justamente se consideran extra�os porque son regenerados, nacidos de arriba, distantes de su pa�s natal.

II. �Qu� tipo de comportamiento es m�s expresivo de este temperamento y se adapta mejor a la condici�n de los extra�os?

1. Si miramos esta tierra como un pa�s extra�o, a trav�s del cual solo estamos pasando a nuestro hogar natal, ciertamente deber�a ser nuestro cuidado que recibamos el menor da�o posible en nuestro paso. El mayor da�o que el mundo puede hacernos es hacernos olvidar el lugar de nuestro destino y holgazanear en el camino. Sus sonrisas son m�s temibles que sus ce�os fruncidos.

2. No es suficiente que no recibamos ning�n da�o; tenga cuidado de hacer todo lo posible para nuestro mejor pa�s ( 1 Juan 3:3 ; 2 Pedro 1:11 ).

3. Se vuelve extra�o soportar con paciencia y fortaleza cualquier dificultad e inconveniente ( 2 Corintios 4:8 ).

4. Si vemos el cielo como nuestra morada eterna, debemos estar sol�citos para conocer completamente el camino ( Salmo 119:19 ; Salmo 119:54 ; Salmo 19:7 ).

5. Si nos consideramos extra�os, debemos comportarnos como los que pertenecen a un pa�s mejor. Los que aman a su pa�s estar�n celosos de su cr�dito.

6. Si le hemos dado la espalda al mundo, ayud�monos unos a otros en nuestro camino y llevemos con nosotros a tantos como sea posible; hagamos todo lo posible para fortalecer al d�bil, aconsejar al dudoso, animar al desanimado. ( R. Walker. )

Versículo 13

�Ah, perd�name, para que recobre las fuerzas, antes de que me vaya y deje de ser!

Una oraci�n ante la perspectiva de la muerte

I. Una partida anticipada. Se hace referencia claramente a la muerte, no a la aniquilaci�n. El texto sugiere la idea de partida: "ir de aqu�". Un viajero sale de una posada en la que se ha refrescado; prosigue su viaje y llega a casa. Un marinero sale del puerto en el que ha tocado; completa su viaje y llega al puerto deseado. Adem�s, la muerte es un ir por tanto de los empleos presentes y de las conexiones, las pruebas, los privilegios, los goces, las perspectivas actuales.

II. La oraci�n presentada. Aqu� est� impl�cito un estado de debilidad, probablemente del cuerpo. O puede referirse a la debilidad pol�tica. Pero, sin embargo, m�s probablemente se refiere al estado de la mente, su depresi�n y declive. Por lo tanto, ora para que reviva su fuerza espiritual. Ninguna salud es comparable a esta en importancia. Son muchos los motivos que deben llevarnos as� a orar.

1. Nuestra seguridad.

2. Nuestra comodidad.

3. Actividad.

4. Utilidad. F�jense en un hombre que ha perdido el poder y el esp�ritu de la religi�n; �De qu� sirve �l en su familia? Puede tener un afecto natural y estar atento al bienestar temporal de sus conexiones; pero �en qu� beneficia a sus almas? �De qu� sirve este hombre en la iglesia? Se llama a s� mismo miembro; su nombre es inscrito entre los que se han entregado al Se�or y los unos a los otros, seg�n su voluntad; pero �d�nde est� su celo por el inter�s de la iglesia? �Ser�as �til, adem�s de activo y feliz? Debes sentir el poder de la religi�n genuina; debes experimentar su vigor y su crecimiento. "Ah, perd�name, para que pueda", etc.

5. Tu bien moribundo suplica esta oraci�n. Muchos profesores de religi�n mueren de forma muy dudosa; otros dan motivos reales para temer que no todo vaya bien; pero �f�jense en el hombre perfecto, y contemplen al recto; porque el fin de este hombre es la paz ". Puede que no sea un triunfo, aunque en algunos casos es as�; pero es tranquilo y feliz.

III. Conclusi�n.

1. La muerte es segura, entonces prep�rate para ella.

2. Viva con un buen prop�sito. �Qu� es la vida a menos que se viva con un buen prop�sito? Recuerde que somos de Cristo, "comprados por precio". Por lo tanto, busquemos glorificarlo en la vida y en la muerte. ( T. Kidd. )

La vista de David de la tumba

La verdadera m�scara del cristiano est� en su oraci�n solitaria. Lo que los hombres son ante los dem�s no dice mucho, pero es cuando est�n solos cuando se revela su verdadero car�cter. Pero los hombres piadosos var�an mucho en sus experiencias, y aqu� en este salmo encontramos muchos sentimientos mezclados.

I. Una ilustraci�n conmovedora de la muerte. Es un "ir de aqu�". Esto es cierto para todos. No es un camino solitario, sino una carretera abierta a todos los pasajeros y por la que todos deben ir. Y el tr�fico es continuo, ininterrumpido. Y el ritmo es r�pido. �M�s r�pido que la lanzadera de un tejedor�, dijo Job. "El viento pasa sobre �l y se va". Y nuestro ir por este camino es seguro e inevitable.

�El rey de los terrores no tiene coraz�n ni o�dos! De su arresto ning�n estado de eminencia puede protegernos; y su llamado ninguna grandeza puede controlar. El t�rmino agregado, "ir de aqu�", da la idea de que no es un viaje corto, ni un alejamiento cercano; �pero que va lejos y m�s all� de todo espacio ordinario! Y este irse de aqu� es para siempre: "ya no se ve". No es que David creyera que el alma pereci�.

Sab�a lo contrario. Habl� solo de este mundo. �Y en la muerte s� "vamos de aqu�" y "ya no se nos ve" en el mundo! - ya sea el senador, el estadista, el maestro, el orador, el poeta, el comerciante. En su familia y en la iglesia. Y m�s especialmente el texto es verdadero para los pecadores ( Salmo 37:36 ).

II. El deseo declarado en consecuencia - "Oh perd�name", etc. Ahora, nuestra "fuerza" consiste en&mdash

1. Evidencia clara de nuestro estado.

2. Disponibilidad habitual.

3. Recuperaci�n de fuerzas.

III. Por tanto, ora as�:

1. Del deseo natural.

2. Sensaci�n de nerviosismo.

3. Decadencia espiritual.

4. Para un mayor bien y un mejor servicio.

Ahora, deje que el pecador use esta oraci�n. El descarriado. Lo espiritual, para ellos mismos y los dem�s. ( WB Williams, AM )

Muerte

La consideraci�n de que, al morir, debemos partir de aqu�, para no estar m�s aqu�, es lo que hace que la vida en la tierra sea el momento m�s grandioso, y lo que incluso los buenos hombres a veces pueden orar por haber continuado un poco m�s, para que puedan. est� mejor preparado para su eternidad. Esto lo hace el salmista aqu�, por la consideraci�n mencionada; teniendo s�lo una vida en la que prepararse para un estado sin fin, cu�n serio era �l para que no concluyera hasta que su obra estuviera terminada, como se har�a ahora o nunca.

I. La noci�n bajo la cual se representa la muerte, un ir de aqu�.

II. C�mo, una vez que nos hayamos ido, no existiremos m�s.

III. Donde radica nuestra fuerza para ir de aqu�.

IV. Cu�nto nos preocupa rezar para que Dios nos perdone, para obtener o recuperar fuerzas preparatorias para nuestra eliminaci�n final.

V. Que esta es la gran cosa que los hombres buenos tienen en sus ojos al desear la vida,

VI. Cu�ndo pueden ser inducidos a orar para que Dios los perdone.

VII. El uso del todo. ( D. Wilcox. )

Oraci�n por la prolongaci�n de la vida

El creyente no siempre es bendecido con un estado de �nimo espiritual y feliz, al menos no en igual grado; porque hay momentos en que el pecado pesa sobre su coraz�n. No es de extra�ar, entonces, si grita, cuando la muerte llama a la puerta, "Oh, perd�name", etc.

I. Ilustre el pasaje.

1. La muerte se representa como un "irse de aqu�" o partir de este mundo - fuera del tiempo hacia la eternidad.

2. Cuando las personas se van de aqu�, se dice que "ya no existen".

3. La muerte es a menudo, incluso para los buenos hombres, objeto de temor y pavor. Aquellos que est�n cansados ??del desierto y anhelan ver la hermosa monta�a y el L�bano, sin embargo desear�an, si es posible, evitar el Jord�n que se encuentra entre ellos.

4. Donde este miedo se vuelve inmoderado, es criminal y altamente impropio del car�cter cristiano. �No estamos dispuestos a descansar, a estar en casa en la casa de nuestro Padre?

5. Sin embargo, esto no es todo por lo que ora, sino para que "recobre las fuerzas" antes de irse y no exista m�s. Esto puede incluir la recuperaci�n de la fuerza natural, o que pueda ser resucitado de su presente estado d�bil y languideciente; y Job ofreci� tal oraci�n. Pero por m�s deseable que sea un renacimiento de la fuerza corporal, la fuerza espiritual lo es a�n m�s; y debe suponerse que la oraci�n de un buen hombre incluye a ambos. Esta recuperaci�n de la fuerza puede abarcar:

(1) Un grado m�s eminente de espiritualidad y devoci�n a Dios.

(2) Garant�a de inter�s en el favor divino.

II. Aplicar el tema a nosotros mismos.

1. Si la muerte es tan terrible para los justos, �qu� ser� para los malvados e imp�os? Sus ra�ces est�n tan arraigadas en la tierra y sus afectos tan firmemente fijados en los objetos sensibles, que no es de extra�ar que vuelvan a pensar en la muerte.

2. Que los cristianos se sientan humillados y avergonzados de que su amor desmedido por la vida haga que la muerte sea tan formidable. �No lo hab�is abandonado todo por Cristo? �Y no abandonar�s la vida misma por �l? ( B. Beddome, MA )

Muerte en desuso

1. La muerte es un evento de terrible significado.

I. Pone fin a nuestro actual modo de ser. C�mo se producir� el cambio; y cu�les ser�n tus experiencias en el terrible momento de la transici�n, y luego, ning�n mortal puede decirlo. No es de extra�ar, por lo tanto, si al pensar en estas cosas se te hunde el valor y gritas: "Perd�name".

2. Nos separa de todo lo que amamos en la tierra. "Vete de aqu�". Despu�s de todo, este mundo es muy querido para nosotros. Aqu� nacimos. Aqu� se han formado nuestras mentes y se han desarrollado nuestros caracteres. Aqu� hemos probado todos los placeres del conocimiento, de la amistad y del logro personal.

3. Asienta para siempre nuestro destino espiritual.

II. Los buenos hombres a veces se acobardan ante la muerte bajo una sensaci�n de debilidad y falta de preparaci�n. Hay casos de hombres buenos que estaban preparados y dispuestos a morir. Pero tal estado de �nimo es raro e inconstante. Los mejores hombres tienen sus momentos de recelo, as� como sus momentos de fe exultante. El Castillo Dudoso y el Valle de la Sombra de la Muerte se encuentran en el camino del peregrino, as� como las Monta�as Deliciosas.

1. Se necesita fuerza para afrontar la muerte con entereza.

2. La fuerza se pierde por el pecado ( Salmo 31:10 ; Isa�as 59:1 ).

3. La fuerza puede recuperarse si se busca a su debido tiempo.

III. Es la hora m�s oscura del alma Dios es un refugio suficiente.

1. �l es el Se�or de la vida ( 1 Samuel 2:6 ; Job 12:10 ; Job 14:5 ; Apocalipsis 1:18 ).

2. Es muy compasivo y de tierna misericordia ( Salmo 103:8 ; Salmo 103:13 ; Ezequiel 33:11 ).

3. Es poderoso para salvar. ( W. Forsyth, MA )

Oraci�n por la recuperaci�n

Cuando le damos gracias a Dios por nuestra creaci�n y preservaci�n, somos fieles a un instinto que rara vez es dominado. Nos rehuimos de la muerte como el salmista se apart� de ella, quien, si no la consideraba el fin de todas las cosas, s�lo conjeturaba vagamente de una vida por venir. Huimos de la muerte y, por tanto, de lo que suele anunciar su llegada, la p�rdida de salud, la decadencia de las fuerzas. Es cierto que hay aquellos para quienes la tensi�n del dolor incurable o la enfermedad desesperada ha convertido la vida en una muerte en vida; �stos no pueden tomar en sus labios la s�plica del salmista y pedir ser perdonados antes de partir.

Hemos escuchado a hombres y mujeres rezar por la muerte y presionar para tener la seguridad de que ha llegado su hora; pero para la mayor�a de los hombres la vida es dulce y la fuerza una bendici�n preciosa. �Y qu� es lo que lo hace as�? �Hay algo m�s elevado que el instinto animal, algo m�s digno incluso que los fuertes lazos del amor humano para unirnos a esta fr�gil existencia y motivar la oraci�n por su continuaci�n? �Por qu� prolongar el �vano espect�culo� en el que el hombre �anda y en vano se inquieta�? Sin duda, lo que hace que la recuperaci�n de las fuerzas sea algo tan bienvenido si una vez que sabemos lo que resulta de nuestro uso de ella, es la perspectiva de un nuevo per�odo de prueba, una nueva oportunidad de emplear correctamente la maravillosa dotaci�n de vida de Dios.

�El que vive, el que vive, te alabar�, grit� el rey, que colgaba entre la vida y la muerte; y nosotros, que, sea lo que sea lo que podamos esperar con reverencia, no se nos dice de ninguna oportunidad que no sean las que se nos brindan aqu�; nosotros, que sabemos cu�nto hemos hecho mal y lo que hemos dejado sin hacer, a�n podemos clamar por un respiro cuando el final de todo est� sobre nosotros. . De hecho, no hay pasaje en la experiencia humana tan solemne como el rescate de una enfermedad mortal.

Dios nunca parece tratar tan directamente con el alma como cuando le devuelve la vida a un hombre con una nueva concesi�n, e incluso cuando sus sombras han comenzado a caer, aplaza para �l la noche en la que ning�n hombre puede trabajar. �Qu� profundidad de significado hay en el regreso a la vida desde las puertas de la tumba, si tan solo tuvi�ramos los ojos abiertos al trato de Dios! Los amigos se regocijan y felicitan, pero hay algo simplemente precioso que la m�s cari�osa bienvenida al mundo que est�bamos abandonando; y eso, repito, es la renovaci�n de la oportunidad, la convocatoria a �redimir el tiempo�, a reparar los errores y omisiones del pasado.

S�, ahora vemos c�mo los a�os, cargados de posibilidades doradas, han sido enterrados uno a uno en el seno de una eternidad que nunca abandona a sus muertos. Bien podr�amos temer, cuando todo parec�a tan defectuoso y desordenado, enfrentar la cuenta que tenemos que dar. Hemos jugado con una gran confianza y de buena gana recuperar�amos nuestra verg�enza. Hemos contado nuestros d�as ahora en el resplandor del futuro inmediato, y "aplicar�amos nuestro coraz�n a la sabidur�a", y por eso clamamos: "Oh, perd�name, para que pueda recuperar mis fuerzas antes de irme de aqu�, y ya no ser� m�s". visto.

Esto, mucho m�s que la renovaci�n de las oportunidades terrenales, mucho m�s que evitar el dolor de aquellos a quienes amamos, es lo que da valor a la convalecencia. El cristiano ora para que se le perdone sobre todo para que pueda aprender y desaprender; para que pueda hacer m�s por Dios, por sus semejantes. Sabe que los d�as prolongados, a menos que sirva para estos fines, no pueden ser de gran ayuda. ( Canon Duckworth. )

Salmo 40:1

Información bibliográfica
Exell, Joseph S. "Comentario sobre "Psalms 39". El Ilustrador Bíblico. https://beta.studylight.org/commentaries/spa/tbi/psalms-39.html. 1905-1909. Nueva York.
 
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